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La Virgen quien murió en el Edén 01023 14 de octubre de 2008 El viento del sur iluminó mi pensamiento aquella mañana, abrí mis rojas retinas al nuevo día, un deseo profundo me arropaba, ojalá al levantarme esté en casa… no, no estoy en mi cama, entonces quizá todo fue verdad, no, prefiero seguir pensando que fue un mal sueño no importa que tenga que caminar 2 kilómetros hasta mi casa, esta mañana desperté en mi cama. El atardecer enfriaba al valle, voy de regreso a casa por aquel camino, veo aquella pareja detrás de la barda, llamó mi atención con su discusión amena, juventud impetuosa, agresiva y sensual; ella es una hermosa joven, él es un osado Don Juan, sus palabras luchan por un ideal. Ella, sensual doncella se resiste a él, él, fornido mozo, terco insiste, la historia de tantas parejas, la joven se sonroja y niega con la cabeza ante la propuesta que es atrevida y ella no está decidida, pero esas hermosas palabras nadie más se las da, en su casa sólo insultos y humillaciones son su pan diario, juventud abandonada, perdida y agredida. Ella se decidió y dijo “sí”, él sonrió ufano de su victoria, ahora es tiempo de escribir su propia historia; ella lo sigue cabizbaja, viendo de reojo si no la han visto con él novio, él la guía hacia el rio, le dice le mostrará el paraíso. Los sigo por morbo, por saber, por aprender; el arrullo de las aguas es tierno a sus oídos, besándose cruzan entre las resbalosas piedras y los altos carrizos, hasta la pequeña isla de arena en medio del río, lentamente se dejan llevar por sus instintos eróticos. Ella se entrega por primera vez, él toma su trofeo suavemente, no hay prisa pues se detuvo el tiempo en el instante que sientió la fresca piel en sus dedos; ella le ofrece su escencia virginal, él bebe del vino tan anhelado, la recorre de labio a labio. Las sombras nos sorprenden en el Lerma, trato de acercarme más pero resbalo al agua a causa de la lama en las piedras; las aguas cafés del río son frías, que suerte, no me oyeron; la luna es

La virgen quien murió en el Paraíso

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Cuento corto En Salvatierra, Guanajuato, se desarrolla esta historia Tec. Ismael Zamora Corona Octubre 14, 2008

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La Virgen quien murió en el Edén01023

14 de octubre de 2008

El viento del sur iluminó mi pensamiento aquella mañana, abrí mis rojas retinas al nuevo día, un deseo profundo me arropaba, ojalá al levantarme esté en casa… no, no estoy en mi cama, entonces quizá todo fue verdad, no, prefiero seguir pensando que fue un mal sueño no importa que tenga que caminar 2 kilómetros hasta mi casa, esta mañana desperté en mi cama.

El atardecer enfriaba al valle, voy de regreso a casa por aquel camino, veo aquella pareja detrás de la barda, llamó mi atención con su discusión amena, juventud impetuosa, agresiva y sensual; ella es una hermosa joven, él es un osado Don Juan, sus palabras luchan por un ideal.

Ella, sensual doncella se resiste a él, él, fornido mozo, terco insiste, la historia de tantas parejas, la joven se sonroja y niega con la cabeza ante la propuesta que es atrevida y ella no está decidida, pero esas hermosas palabras nadie más se las da, en su casa sólo insultos y humillaciones son su pan diario, juventud abandonada, perdida y agredida. Ella se decidió y dijo “sí”, él sonrió ufano de su victoria, ahora es tiempo de escribir su propia historia; ella lo sigue cabizbaja, viendo de reojo si no la han visto con él novio, él la guía hacia el rio, le dice le mostrará el paraíso.

Los sigo por morbo, por saber, por aprender; el arrullo de las aguas es tierno a sus oídos, besándose cruzan entre las resbalosas piedras y los altos carrizos, hasta la pequeña isla de arena en medio del río, lentamente se dejan llevar por sus instintos eróticos. Ella se entrega por primera vez, él toma su trofeo suavemente, no hay prisa pues se detuvo el tiempo en el instante que sientió la fresca piel en sus dedos; ella le ofrece su escencia virginal, él bebe del vino tan anhelado, la recorre de labio a labio.

Las sombras nos sorprenden en el Lerma, trato de acercarme más pero resbalo al agua a causa de la lama en las piedras; las aguas cafés del río son frías, que suerte, no me oyeron; la luna es pálida aún en el cielo, poco veo, dos siluetas desnudas danzando por el pasto… De pronto, la obscuridad total nos atrapó, ¿qué pasó?, ¿qué nubarrón se cruzó?, una luz surge en la isla de los amantes, ella está en la antesala del máximo extasis, él la toma del suelo y le extiende los brazos, delicadamente separa un poco más sus piernas.

Ella, la virgen excitada, él, el intrépido seductor que besa los labios carnosos y se retira, ella no abre los ojos, él desaparece no muy lejos entre las espesas penumbras, ¿Qué sorpresa le tiene preparada la noche tras el telón?

Ella sintió el fresco entre sus morenas piernas, suspiró… un delicado golpe y surgió un hilillo de sangre, abrió los ojos y soltó un leve lamento, no comprendía este dolor agudo entre sus carnes, esto no debía ser así… Ella siente unas manos acariciando sus muñecas, suave caricia que prolonga su placer en la isla, pero, otras manos tibias acarician los tobillos, el tiempo se detiene y veo que le vendan los ojos, decenas de antorchas aparecen de entre los carrizos rompiendo el telón negro, seres de rostros viejos, pálidos, mestizos, ¿demonios?, un pañuelo atrapa los gritos de la joven virgen.

Ella siente como su piel se abre, no comprende, le habían dicho que la primera vez dolería, pero no debería ser de esta manera, un viejo se acerca y recibe la sangre en una copa, remoja la ostia que dice ufano robó de la parroquia; quiero huir pero no puedo, quiero ayudarla pero no puedo,

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lentamente me meto al agua mientras a ella la hiere la daga y cae de rodillas entre oraciones y burlonas risas.

Por tratar de escapar del dolor en casa encontró el terror detrás del error, ellos, los monjes, gritaban al cielo retando al Dios de los cristianos, quien al parecer esta noche no bajó, enloquecidos declararon a su obscuro amo vencedor, la virgen ha muerto en el “paraíso” ante mis ojos, contra la corriente corro, no me importan los golpes, no sé cuantas piedras pinté esa noche de rojo, pero debía salir de ahí antes de que supieran de mí.

Un par de antorchas me persiguen tan cerca que casi siento su calor, ¿por qué no se oyen los perros ladrar?, ¿por qué no puede más la luna brillar y ayudarme a escapar?; salgó por entre una milpa de maíz, las mazorcas golpean mi rostro una y otra vez… de pronto, un golpe en la nuca y no supe más de mí.

Camino por el camino de terracería, ya se ven cerca las primeras casas, ahí, en una esquina están varios señores tomando, tal vez me ayuden, les diré lo que vi… me acerco.

- Tómale compadre y al rato vamos a Salvatierra a reportarlo a Salvatierra, pa que la busquen.- No compa, si esa pinche mocosa se quiso ir con ese buey mejor que ni vuelva a saber de ella.- Pero es su hija, ahorita está borracho compadre, cuando se le pase la borrachera vamos.- Ya le había dicho que no noviara con él, hasta unos chingadazos le puse un día, pero no

entienden, pinches viejas…- Cálmese compa, ella nomas platicaba con él en la cerca.- Buenos días señores.- Buen día.- Escuché que buscan a una chava.- Pos si, mi’ja se fue con el cabrón de su novio.- Yo ví a una pareja ayer en la tarde que iban rumbo del río.- No me importa.- Pero…- ¡Qué no me importa chingao!; y vete, aquí no queremos mariguanos.

No supe cómo, sólo recuerdo que lo golpeé hasta el cansancio, un trancazo por cada lágrima que no dejaron llorar a la muchacha, una patada por cada lágrima de seguro la hizo llorar en casa, le pegué hasta que me corrieron a punta de pedradas. Ahora callaré lo que vi anoche en el río y a ver si con el tiempo lo olvido.