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La Visita

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Concurso de Relatos 2015

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La Visita

Concurso de Relatos 2015

http://tres-dias-de-kvothe.foroactivo.com

Page 3: La Visita

La Visita

La débil luz de una lámpara iluminaba las frías paredes de la Roca de

Guia. En esa parte del mundo las noches de otoño son siempre tristes y

solitarias. La posada estaba vacía, sólo un hombre trabajaba en silencio, ajeno

a cualquier otra cosa. Fuera, la oscuridad llamaba.

El posadero estaba terminando de limpiar las botellas tras la barra.

Trabajaba con lentitud, ya que su cuerpo estaba dolorido por los asaltantes que

le habían robado ese mismo día. Había intentado resistirse pero no había sido

suficiente. Por un momento se había olvidado de quién era.

Pero su mayor dolor no procedía de su cuerpo, sino de su mente. Por

eso se mantenía ocupado, intentando aplazar el momento de ir a dormir.

Cuando el posadero quería esconderse de sus preocupaciones se sumergía en

la rutina. Coger una botella, humedecer el paño, escurrir, limpiar la botella,

dejarla en el mostrador, coger otra y volver a empezar.

Cuando Kvothe hubo dejado la penultima botella levantó la vista hacia la

siguiente, y entonces… la vio. Ella estaba allí, en mitad de la posada. Él se

quedó mirandola fijamente, sin poder creer lo que estaba viendo: sus ojos

oscuros, su sonrisa, la perfección de su cuerpo feérico, mirándole.

-He venido a buscarte- Su voz sono como una canción triste.

-Bast dejó correr el rumor de que te escondías aquí, como un conejo en

una madriguera, esperando que el invierno cese, que el mundo vuelva a nacer.

Yo te protegeré de aquellos que te persiguen.

-Felurian… ¿eres tú?- balbuceo Kvothe, con voz débil

- ¿Te has quedado sin palabras, mi dulce poeta? Yo te devolveré la

música. Te llevaré al claro de Felurian, donde el día siempre es crepúsculo. Allí

el tiempo no pasa para vosotros los mortales.

Su cuerpo desnudo emitía una suave luz que brillaba más allá de la leve

iluminación de la posada. Era un resplandor sobrenatural en una noche sin

luna. Olía a especias, cuero y limón.

- Ven conmigo, Kvothe. Sal de esta posada que apesta a hierro. Puedes

quitarte toda la ropa y caminar hacia los itinolitos. Deja tus temores atrás.

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Kvothe miraba fijamente hacia esa luz, sin fuerza para hablar o para

resistirse al hechizo de Felurian. Pero en ese momento la puerta se abrió

lentamente.

La figura que entró desde las sombras hizo que al posadero le temblaran

sus lastimadas manos. Las botellas resbalaron y rompieron contra el suelo.

Una mezcla de olores llenó la habitación, entre los que destacaba el licor de

fresas.

Kvothe no podía siquiera hablar. El silencio se había apoderado de él y

ese silencio le llevaba a la esperada muerte.

-Pobre Kvothe -dijo Denna.

El dolor de oir su voz era insoportable y quemaba como una herida.

Olvida los engaños del mundo fata. – Miró a Felurian con desprecio-

Despierta de este sueño en el que te ha refugiado el destino y salgamos de

aquí juntos. Volveremos a ser jóvenes otra vez. Tú y yo, persiguiendo al

Draccus en aquella ciudad junto a la Universidad.

¿Te acuerdas de Will y Sim? Están en el Eolio, esperandote para jugar a

esquinas. Iremos allí con el conde Threpe, y todos los músicos se quedarán

callados al oirnos cantar a ti y a mí. Fenton nos presentará como los ganadores

del caramillo de plata.

Kvothe casi no podía hablar, ahogado por las lágrimas.

- ¿Querrás cantar conmigo, Denna?- Dijo en un susurro.

Todas las noches actuaremos juntos, y la gente llorará al oir nuestras

canciones, ¿Recuerdas la primera vez que me oiste cantar? Yo era tu Aloine.

Su voz atravesó la mente de Kvothe, se abrió paso hasta su mente

dormida, y entro a una parte muy profunda, donde se esconde su nombre.

-Pero tú le traicionaste-, dijo Felurian. – Viajó, amó, y le traicionaste- Y

su voz seguía siendo adorable pero tenía un tono de mariposas muertas.

-No me hables de traición-. Dijo Denna. Su rostro se volvió hacia Kvothe

frío como el acero invernal. -En la granja Mauthen viste mis heridas. – gritó-

¡Me golpeó y tú no me salvaste!

Aquella frase dolió a Kvothe, pues esas eran siete palabras.

Y la voz cambió a un sonido terrible que retumbó en la cabeza del

posadero, viniendo a la vez de Denna y a la vez de todas partes.

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El me pega, ¿lo sabías?, Bueno, no llega a ser atroz. Nada de

quemaduras. Nada que pueda dejarme cicatrices. Todavía no.

¿Ya no lo recuerdas? - dijo la voz que salía de Denna-. Tenía

verdugones del grosor de tu pulgar bajo la ropa. Cardenales por todo el cuerpo.

Estaba temblando en el suelo, con sangre en la boca, y ¿sabes en que

pensaba antes de hundirme en la negrura? En ti.

Mientras hablaba, en su cara aparecieron heridas, su cuello tenía una

señal amoratada, la sangre fluía por su boca y por sus manos hasta el suelo.

Una de sus manos señalaba a Kvothe y la otra a Felurian. La voz dijo: “has

estado muy ocupado: tratando de ganarte favores, retozando en los

almohadones con una duendecilla, saciando tus deseos mas bajos.”

Kvothe se cubrió el rostro con las manos. Toda la culpa era suya, le

daba tanto miedo asustarla. Y luego ya fue demasiado tarde para hacer nada.

Levantó la vista y miró hacia Felurian, pero Felurian ya no estaba. En su lugar

estaba el árbol viejo y cruel con la cara de Felurian entre sus ramas:

- Ven conmigo a Fata, Kvothe, aquí estamos todos esperandote. Están

tus padres muertos y tú tienes un sitio en la troupe.

La habitación se llenó de llamas gruesas como cuerpos cortados, pero

era fuego azul, apestando a sangre y a pelo quemado. La puerta de la posada

se abrió y de ella salieron unas sombras tan profundas que oscurecían todo lo

demás como si lo devoraran.

Una de esas sombras habló, miró a Kvothe y le dijo

¿Es este el fuego de tus padres?... Conozco a un posadero que ha

contado historias que no se pueden contar…

Las puertas de la mente no pueden guardar el horror y hasta la mente

dormida tiene sus límites. Kvothe despertó. La lámpara se había consumido

dejando un pequeño rastro de ceniza.

Los ojos oscuros de Bast miraban a su maestro con preocupación. A lo

lejos, Cronista bajaba por las escaleras preguntándose qué estaba ocurriendo.

-Has tenido pesadillas, Reshi. Te he oído gritar.

Kvothe se volvió hacia Bast con lágrimas en los ojos y la mirada perdida.

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Bast tuvo que apartar la vista. En ese momento se dio cuenta de que allí

había algo extraño. Sus sentidos de fata habían logrado captar algo en el

ambiente, algo que era imposible de sentir para los hombres mortales.

Bast estaba muy preocupado. Había descubierto un silencio que

aplastaba cualquier otro sonido en la posada, y ese silencio provenía de su

maestro. Quizá siempre hubiera estado allí.

Llevó a Kvothe lentamente a su cuarto con cuidado de que no tropezara

al andar. Mientras subían los pesados escalones supo con toda certeza que

para su amigo ya no había más que dos posibilidades. Cuando al día siguiente

acabara de contar su historia a ese estupido mortal, o volvía a ser el de antes o

moriría. En todo caso, su estancia en la Roca de Guía se había acabado. Eso

le estremeció.

Por su parte Cronista volvió a la cama, molesto por haber sido

despertado en plena noche. Entendía los sufrimientos de Kvothe, pero él

también tenía que descansar. Y más después de dos días de intenso trabajo.

Nadie comprende el trabajo de los escribanos, – pensó- la concentración que

requiere copiar palabra por palabra con tu mejor letra.

Malhumorado, Cronista sintió que ahora le iba a ser muy difícil volver a

dormir ¡Si al menos se fuera ese horrible olor a especias, cuero y limón!