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La 'fatwa' contra AssangePor: Héctor Abad Faciolince
QUIEREN JODER A JULIAN ASSANGE, el creador de Wikileaks, el hombre que ha puesto en
jaque esa hipocresía planetaria que recibe el nombre de diplomacia mundial.
Lo están cazando como se caza una fiera. Quieren matar a Assange porque odia
el secreto y quiere mostrar los intestinos del poder: elecciones corruptas, clientes
ocultos de los bancos, prácticas sucias en guerras irregulares y, por último, esta
gota que ha rebosado el vaso, el cable-gate: las tripas al aire de la diplomacia
gringa. 250 mil cartas caben en una memoria del tamaño del meñique, y eso no lo
para nadie.
Ya los líderes republicanos de Estados Unidos han lanzado su fatwa, que por venir
de un país rico y occidental no se llama como tal, aunque lo sea; si la hubiera
proferido un ayatolá iraní todos estaríamos en pie de lucha, pero lo dijeron dignos
ayatolás gringos, senadores, ex reinas candidatas, representantes, y entonces no
es tan grave, ni su amenaza es un atentado a la libertad de expresión, ni una
apología del homicidio. Lo que en Irán sería una fatwa inaceptable, en Estados
Unidos es un llamado al respeto de la ley. También las fatwas, supuestamente,
son respetuosas de la ley islámica.
A Assange ya lo definieron “terrorista” y bien se sabe el destino que le espera a un
terrorista. Lo quieren matar, y si esto no es presentable, entonces al menos lo
quieren callar, poniéndole trampas de sexo, que es como intervienen los servicios
secretos cuando no pueden actuar de otro modo. Esto dijo la ex reina Sarah Palin:
“¿Por qué no ha sido perseguido con la misma urgencia con que perseguimos a
los líderes de Al-Qaeda o a los talibanes?” Y esto el congresista Peter King:
“Wikileaks podría definirse como una organización terrorista extranjera”. Bill Kristoll
pide que se lo castigue y “neutralice”, que es el sinónimo decente de matar. Un ex
asesor del gobierno canadiense, Tom Flanagan, ha sido más explícito: “Creo que
Assange debería ser asesinado”. El senador Joe Lieberman ha conseguido
desterrar a Wikileaks de varios servidores, empezando por Amazon, y la página
oficial está sometida al asalto constante de los saboteadores.
¿Qué diferencia hay entre esta intervención de los políticos norteamericanos y la
censura que se le hizo y se le hace en China a Google? Cada vez el margen de
libertad parece estrecharse más, también en nuestro mundo, supuestamente
abierto y liberal. Si no fuera por esos pocos bastiones de libertad periodística que
hay en varios países (el Guardian en Londres, El País en Madrid, el New York
Times, Le Monde en Francia) estaríamos en manos de la voluntad censora de los
políticos. Hasta la Biblioteca del Congreso bloqueó el acceso a la página de
Wikileaks, aduciendo que esos documentos clasificados no pueden ser leídos
legalmente, aunque hayan sido publicados. ¿Habrán cancelado también,
entonces, la suscripción al New York Times?
¿Si se toca el corazón del poder la libertad de prensa se acaba? Lo que algunos
políticos gringos quieren es impedir el libre acceso a todo tipo de información,
conveniente o no para el gobierno que sea. Es como si aquí pretendieran bloquear
a Semana o a El Espectador porque publica los datos sobre las ‘chuzadas’ del
DAS y esos son documentos confidenciales del servicio secreto.
Es obvio que las filtraciones de Wikileaks le hacen daño a la diplomacia de
Estados Unidos (que no tiene amigos, sino intereses y por eso es cínica), y
también les hacen daño a los espías de las embajadas gringas en todos los
países. Será interesante ver quiénes van al búnker local de “la Embajada” por
antonomasia a comentar los asuntos internos de Colombia y en qué términos.
Debe haber un montón de gente aquí sufriendo por lo que pueda salir a la luz
cuando se destapen los 130 cables secretos de Bogotá. Leerlos puede ser un
festín, y esto es lo que más molesta a los diplomáticos de allá y a los informantes
de acá. Por esas y otras verdades molestas se ha lanzado la fatwa contra
Assange