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CAPÍTULO VI OSKAR LANGE Y LA «SOLUCIÓN COMPETITIVA» En este capítulo y en el siguiente vamos a analizar las distintas ver- siones, elaboradas por los economistas socialistas, de la denominada «solución competitiva» al problema que plantea el cálculo económico socialista. Con este fin, dedicaremos este capítulo, primeramente, a realizar una serie de consideraciones introductorias que sitúen en su debido contexto las implicaciones más significativas de esta nueva pro- puesta, analizando igualmente los antecedentes históricos más impor- tantes de la misma. En segundo lugar, el resto del capítulo incorpora un detallado estudio de la «solución» desarrollada en esta línea por Oskar Lange. Aunque nuestro análisis de Lange puede parecer, en ocasiones, excesivamente extenso y minucioso, son tales los errores de interpre- tación sobre la contribución de este autor –por otro lado la más cono- cida y citada de entre las efectuadas por los teóricos socialistas– que resulta inevitable llevar a cabo un estudio lo suficientemente detallado y profundo de la misma. Nuestro análisis de la «solución competitiva» se completará en el capítulo siguiente, dedicado, entre otros aspectos, a estudiar las aportaciones realizadas en este campo por Dickinson, Durbin y Lerner. 1. CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS Es una característica común a las distintas versiones de la llamada «solución competitiva» el que, en mayor o menor medida, siempre pre- tendan dar entrada a una especie de «cuasimercado» (en la terminolo- gía de Mises), en el que los distintos agentes económicos tengan un comportamiento tan parecido como sea posible al que desempeñan en el sistema capitalista. Vamos a ver, al analizar con detalle las distintas aportaciones, cómo éstas en general se caracterizan por su naturaleza 265

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CAPÍTULO VI

OSKAR LANGE Y LA «SOLUCIÓN COMPETITIVA»

En este capítulo y en el siguiente vamos a analizar las distintas ver-siones, elaboradas por los economistas socialistas, de la denominada«solución competitiva» al problema que plantea el cálculo económicosocialista. Con este fin, dedicaremos este capítulo, primeramente, arealizar una serie de consideraciones introductorias que sitúen en sudebido contexto las implicaciones más significativas de esta nueva pro-puesta, analizando igualmente los antecedentes históricos más impor-tantes de la misma. En segundo lugar, el resto del capítulo incorporaun detallado estudio de la «solución» desarrollada en esta línea por OskarLange. Aunque nuestro análisis de Lange puede parecer, en ocasiones,excesivamente extenso y minucioso, son tales los errores de interpre-tación sobre la contribución de este autor –por otro lado la más cono-cida y citada de entre las efectuadas por los teóricos socialistas– queresulta inevitable llevar a cabo un estudio lo suficientemente detalladoy profundo de la misma. Nuestro análisis de la «solución competitiva»se completará en el capítulo siguiente, dedicado, entre otros aspectos,a estudiar las aportaciones realizadas en este campo por Dickinson,Durbin y Lerner.

1. CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS

Es una característica común a las distintas versiones de la llamada«solución competitiva» el que, en mayor o menor medida, siempre pre-tendan dar entrada a una especie de «cuasimercado» (en la terminolo-gía de Mises), en el que los distintos agentes económicos tengan uncomportamiento tan parecido como sea posible al que desempeñan enel sistema capitalista. Vamos a ver, al analizar con detalle las distintasaportaciones, cómo éstas en general se caracterizan por su naturaleza

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ambigua y contradictoria y, en la medida en que los sistemas propues-tos pretenden seguir siendo socialistas, es decir, coaccionando siste-máticamente el libre ejercicio de la función empresarial, dejan sin res-puesta el problema inicialmente planteado por Mises y Hayek relativoa la imposibilidad del cálculo económico allí donde no se genere y nose cree la información que es necesaria para efectuarlo.

Igualmente, podremos constatar que existen dos grandes clases de«solución competitiva». La primera se concibe como una simple solu-ción subsidiaria para hacer posible en la práctica el cálculo algebraicode los precios de equilibrio que proponía la solución matemática ana-lizada en el capítulo anterior. La segunda se concibe como una solu-ción completamente autónoma en la que se trataría de lograr lo mejorde los dos mundos, el socialismo y el capitalismo, dando lugar a un«socialismo de mercado» que, en su forma más «descafeinada», difícil seríade distinguir del socialismo democrático o socialdemocracia y que ensu versión más «original» pretende lograr nada más y nada menos quela «cuadratura del círculo» en lo que se refiere a la solución de todos losproblemas sociales.

En todo caso, y en este momento, no podemos dejar de resaltar hastaqué punto la generalización de las propuestas de «solución competitiva»por parte de los teóricos socialistas supone un clarísimo reconocimientoimplícito de la razón que asistía a Mises en su aportación original, publi-cada en 1920, en torno a la imposibilidad del cálculo económico en laseconomías socialistas. O, si se prefiere, que el ataque de la EscuelaAustriaca por parte de Mises y Hayek en contra del socialismo fue tandevastador que, en la práctica, los teóricos socialistas no tuvieron másremedio que refugiarse en una segunda y débil línea de defensa, cons-truida precisamente basándose en los elementos esenciales de aquelsistema económico que tanto odiaban y deseaban destruir. Así, FritzMachlup ha puesto de manifiesto que el éxito de Mises ha sido, dehecho, tan completo, que hoy ya nadie duda en la profesión econó-mica de la imposibilidad teórica y práctica de la planificación sin queexista un sistema de precios de tipo descentralizado; aunque todavíala mayor parte de los teóricos no sólo siguen siendo, como mínimo,inexplicablemente cicateros a la hora de reconocer el mérito de Mises,sino que además siguen sin entender plenamente ni dar contestación alos elementos esenciales del desafío por él planteado, y que no es otro

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que el haber demostrado teóricamente cómo en un sistema en el queno exista propiedad privada de los medios de producción y libertad parael ejercicio de la función empresarial no es posible que se cree y gene-re la información práctica, dispersa y subjetiva que es imprescindiblepara coordinar la sociedad.1

No es de extrañar, por tanto, que los principales miembros de laEscuela Austriaca que participaron en el debate tampoco dejaran deseñalar lo significativo que era el que sus oponentes socialistas aban-donaran su idea tradicional en favor de la planificación central dirigidapor un organismo gubernamental como única forma «racional» de or-ganizar la sociedad y, dando un giro de 180 grados, empezasen a reco-mendar con mayor o menor intensidad la reintroducción de la compe-tencia.2 Así, para Mises,3 la rapidez en el triunfo de la demostración de

1 Ver Fritz Machlup, «The Economics of Information and Human Capital»,volumen III de Knowledge. Its Creation, Distribution and Economic Significance,obra citada, p. 191: «At the present juncture of the discussion, writers on the theoryor practice of central economic planning no longer doubt that a price mechanismis an indispensable tool of the planner’s task. The Mises challenge has definitelyprevailed on this point, as it has also on a second: “decentralized procedures” aremanifestly accepted by the present protagonists of planning.» Y en la p. 190 leemos:«...these discussions did not address the essence of the Mises challenge. The issueis not whether calculations are possible and practicable with all available “data”but whether the relevant data could become available to the central planningagency. The Mises challenge was that the information necessary for rational cen-tral planning could not be obtained and that market prices of privately ownedmeans of production as well as products are required for a rational allocation ofresources.»

2 Trygve J.B. Hoff, Economic Calculation in the Socialist Society, obra citada,p. 238. Hoff llega a manifestar que algunas de las propuestas de la denominada«solución competitiva» caerían incluso fuera de la definición estricta de socialismoy, por tanto, no deberían ser ni siquiera contestadas. Para nosotros, la afirmaciónde Hoff no es correcta en la medida en que nuestra definición de socialismo (todosistema de agresión institucional al libre ejercicio de la función empresarial) esmuy amplia a la vez de precisa y, por tanto, permite aplicar la crítica al sistemasocialista siempre que se dé, con algún nivel, tal tipo de agresión en cualquierárea, por pequeña que sea, de la vida social.

3 «It is therefore nothing short of a full acknowledgement of the correctnessand irrefutability of the economists’ analysis and devastating critique of the so-cialists’ plans that the intellectual leaders of socialism are now busy designingschemes for a socialist system in which the market, market prices for the factorsof production, and catallactic competition are to be preserved. The overwhelm-ing rapid triumph of the demostration that no economic calculation is possibleunder a socialist system is without precedent indeed in the history of human

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que no es posible el cálculo económico en un régimen socialista care-ce de precedentes en la historia del pensamiento económico, de ma-nera que los socialistas no han podido evitar el admitir su derrota finaly han dejado de proclamar la tradicional doctrina marxista de que elsocialismo era superior al capitalismo precisamente porque permitíaeliminar el mercado, los precios y la competencia; por el contrario, ahorapretenden con cómica insistencia justificar el socialismo argumentan-do que permite preservar el mercado, e incluso tratan de demostrar quemercado y capitalismo son categorías históricas diferentes que no tienenpor qué implicarse la una a la otra.4

thought. The socialists cannot help admitting their crushing final defeat. Theyno longer claim that socialism is matchlessly superior to capitalism because itbrushes away market, market prices and competition. On the contrary. They arenow eager to justify socialism by pointing out that it is possible to preserve theseinstitutions even under socialism. They are drafting outlines for a socialism inwhich there are prices and competition.» Ludwig von Mises, Human Action, obracitada, p. 706. Incidentalmente, si esta afirmación de Mises, como otras muchasde él, podía parecer exagerada cuando fue escrita en 1949, se ha convertido enprofética, y los hechos 40 años después han venido a darle plenamente la razón,como recientemente ha reconocido el socialista y conocido alumno de OskarLange, Robert Heilbroner, para el cual: «Less than 75 years after it officially be-gan, the contest between capitalism and socialism is over: Capitalism has won.The Soviet Union, China and Eastern Europe have given us the clearest possibleproof that capitalism organizes the material affairs of humankind more satis-factorily than socialism ... Indeed, it is difficult to observe the changes takingplace in the world today and not conclude that the nose of the capitalism camelhas been pushed so far under the socialist tent that the great question now seemshow rapid will be the transformation of socialism into capitalism, and not theother way around, as things looked only half a century ago.» The Newyorker, 23de enero de 1989. Véase también el reciente artículo de Heilbroner «Analysis andVision in the History of Modern Economic Thought», Journal of Economic Lit-erature, volumen XXVIII, septiembre 1990, pp. 1.097-1.114, y en especial las pp.1.097 y 1.110-1.111. Heilbroner concluye que «Socialism has been a great trag-edy in this century» y que «Mises was right». Véase igualmente la entrevista queMark Skousen hizo a Robert Heilbroner el 8 de abril de 1991, publicada en Lib-erty, volumen 4, n.º 6, julio 1991, pp. 45-50 y 63 (una versión más reducida deesta interesantísima entrevista había sido previamente publicada por Forbes, el27 de mayo 1991).

4 Los trágico-cómicos esfuerzos de los teóricos del «socialismo de mercado»por convencer, por un lado, a sus compañeros de viaje socialistas y, por otro, alpúblico en general de que «el mercado» es una institución que «nada tiene que ver»con el capitalismo y de que puede utilizarse igualmente con carácter instrumentaly con éxito por el socialismo pueden remontarse a los escritos de Oskar Lange.En efecto, este autor llegó a afirmar que el mercado es una «rather old institution,

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Hayek, por su parte y en su caballeroso tono habitual, tampoco pudoevitar realizar sendos sarcásticos comentarios, tanto en su artículo re-sumiendo el estado del debate aparecido en 1935,5 como en su trabajode 1940 expresamente dedicado a criticar la «solución competitiva».6

Hayek menciona hasta qué punto es significativo el que los jóvenessocialistas que con más ahínco y seriedad han estudiado los problemaseconómicos planteados por el socialismo hayan abandonado la idea deque una economía de planificación central podría funcionar, inclinán-dose en cambio a argumentar que la competencia podría mantenerse

an institution which is so characteristic of capitalism that it is frequently confusedwith capitalism but which actually is historically much older than capitalism»; eigualmente que «prices and money are not only characteristic of modern capita-lism, but are an institution that has to be preserved in the socialist society» («TheEconomic Operation of a Socialist Society: I & II», Contributions to Political Eco-nomy, n.º 6, 1987, pp. 7 y 13). Esta misma idea es repetida con machacona insis-tencia por los modernos «socialistas de mercado». Así, por ejemplo, en el libro deJulian Legrand y Saul String (editores) titulado Market Socialism, The ClarendonPress, Oxford, 1989. En su brillante análisis crítico del socialismo de mercado titu-lado Market Socialism: a Scrutiny. This Square Circle (Institute of Economic Affairs,Occasional Paper 84, Londres 1990), Anthony de Jasay irónicamente describe lapostura de los «socialistas de mercado» en este punto de la siguiente manera: «Apo-logists for capitalism usurp the market, appropriating it as if the market –an effi-cient institution– depended for its functioning on capitalism –repugnant and alie-nating system. However, the suggestion that market and capitalism go together isbut “a sleight of hand”. Traditional socialists fall for this trick, and think they dis-like and mistrust markets when in fact it is capitalism they reject. This is a confu-sion, a failure to see that the market can be trained to serve socialist goals just asit now serves capitalist ones. Indeed, though the authors do not say so, they taci-tly treat the market as a neutral tool in the hands of its political master who canuse it in fashioning the kind of society he wants.»

5 «So many of those of the younger socialists who have seriously studied theeconomic problems involved in socialism have abandoned the belief in a centrallyplanned economic system and pinned their faith on the hope that competition maybe maintained even if private property is abolished.» F.A. Hayek, «The Present Stateof the Debate», en Collectivist Economic Planning, obra citada, p. 238.

6 «The first and most general point can be dealt with fairly briefly, although itis not unimportant if one wants to see these new proposals in their proper light. Itis merely a reminder of how much of the original claim for the superiority of plan-ning over competition is abandoned if the planned society is now to rely for thedirection of its industries to a large extent on competition. Until quite recently, atleast, planning and competition used to be regarded as opposites, and this is un-questionably still true of nearly all planners except a few economists among them.»F.A. Hayek, «Socialist Calculation III: The Competitive Solution», en Individual-ism and Economic Order, obra citada, p. 186.

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aun cuando fuera abolida la propiedad privada de los medios de pro-ducción. Se abandona, así, la tradicional idea marxista según la cual laplanificación no sólo es el extremo opuesto de la competencia, sino quetiene como principal finalidad el eliminarla, haciendo con ello posibleel cumplimiento del verdadero «ideal» socialista.

2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA «SOLUCIÓN COMPETITIVA»

Antes de las depuradas aportaciones sobre la «solución competiti-va» que debemos a Lange, Dickinson, Durbin y Lerner, la misma habíavenido siendo desarrollada, si bien de una forma torpe e incompleta,tanto en lengua alemana como en lengua inglesa. En lengua alemana,los primeros desarrollos teóricos en este campo surgen a partir de losaños 20, como reacción contra el artículo seminal de Mises, básicamentede la mano de Eduard Heimann y de Karl Polanyi. Su común denomi-nador es el de defender una solución que se base en la existencia deun cierto grado de «competencia» entre una serie de monopolios o «trusts»que, con control sindical o gubernamental, se propone que constitu-yan la columna vertebral de la organización económica del socialismo.En lengua inglesa y con excepción de unas breves observaciones deRopper al respecto, existen en un principio muy pocos trabajos escri-tos sobre la «solución competitiva», y el hecho de que ésta haya sidocomentada y criticada de forma anticipada por Mises y Hayek, conantelación a la aparición de los depurados trabajos de Lange, Dickinson,Durbin y Lerner, pone de manifiesto que la misma más bien se estabaformando por una tradición oral de seminario desarrollada conformelas consecuencias de la polémica arreciaban, lo que además explica quegran parte de las ideas que posteriormente fueron recogidas por estosautores ya se encontraran «flotando» en el ambiente académico desdevarios años antes.

Las aportaciones de Eduard Heimann y Karl Polanyi

Volviendo ahora a los antecedentes en lengua alemana, uno de losprimeros es el que debemos a Eduard Heimann, y está incluido en sutrabajo titulado «Plusvalía y economía colectiva: contribuciones críticas

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y positivas a la teoría del socialismo», que apareció en el año 1922.7

Heimann entiende la importancia esencial que tienen los precios y elmercado, pero, sin embargo, desea a toda costa establecer un sistemasocialista. Este evidente dilema trata de solucionarlo proponiendo la queél denomina una «competencia pacífica o amistosa» (freundlichenWettbewerb). Esta «competencia» sería la que se efectuaría de una for-ma ordenada y controlada entre los gerentes de las diferentes orga-nizaciones empresariales y sectoriales en que, según él, habría de di-vidirse el sistema económico. En todo caso, Heimann, socialista de raícescristianas, sigue manifestando serias dudas en torno a si la competen-cia y el socialismo son, en última instancia, compatibles. Además, suhonestidad científica está fuera de toda duda, puesto que de una ma-nera explícita admite las grandes ventajas de la competencia capitalistay, por otro lado, fue uno de los primeros teóricos que, poco despuésdel propio Mises, reconoció el grave problema de cálculo económicoque habría de aquejar a todo sistema socialista. No obstante lo ante-rior, Heimann mantiene que bastaría con que los gestores de los dife-rentes monopolios sectoriales tuvieran distintos fines, ideales e intereses,para que el resultado de su actividad fuera igualmente «competitivo» queel que se produce constantemente en una economía real de mercado.De esta manera cree que no surgirían problemas de cálculo económicoy que la mayor parte de las ventajas del sistema competitivo se manten-drían, aun cuando no existiera propiedad privada de los medios de pro-ducción y la distribución de la renta fuera igualitaria. Además, Heimannpropone la abolición de las rentas, intereses y dividendos, que irían a parardirectamente al órgano central de coacción. Finalmente, los gestores delos monopolios sectoriales recibirían la instrucción de fijar sus precios alnivel de los costes incurridos, sin que, en ningún caso, pudieran haceruso del poder monopolista que les concediese su situación.

Georg Halm ha manifestado,8 en una detallada crítica de las propues-tas de Heimann, que la «competencia» entre los gestores de los mono-

7 Eduard Heimann, Mehrwert und Gemeinwirtschaft: Kritische und PositiveBeiträge zur Theorie des Sozialismus, publicado por Robert Englemann en Berlín,en el año 1922.

8 La crítica de Halm a la propuesta de Eduard Heimann se encuentra en laspp. 189 a 200 del libro Collectivist Economic Planning ya citado, y que recogen elepígrafe 25 del artículo de Georg Halm allí incluido y que se titula «Further Con-

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polios sectoriales sería tan sólo una competencia «entre comillas». Porun lado, no cabe entender cómo podrían llegar a ser conocidos loscostes por los gestores de los monopolios sectoriales, no sólo por nopermitirse el libre ejercicio de la competencia y la función empresarialdentro de cada sector, sino además porque las cuotas de amortizaciónson uno de los elementos esenciales a la hora de determinar el coste, ysu cálculo depende del tipo de interés, cuya fijación a nivel central, porno ser resultado de un proceso competitivo, sería completamente arbi-traria. Además, Heimann no comprende que la esencia del funciona-miento del mercado es el ejercicio de la empresarialidad, que es la únicaque permite descubrir y crear constantemente la información prácticanecesaria en cada contexto concreto para llevar a cabo el cálculo eco-nómico. Al impedirse el libre ejercicio de la empresarialidad en amplí-simas áreas de la vida económica, tal generación de información no esposible en el modelo propuesto por Heimann, con lo cual el problemadel cálculo económico queda sin resolver. En efecto, no se entiendecómo los gestores de los distintos monopolios podrían actuar empre-sarialmente, no sólo porque no se pueden hacer con los correspondien-tes beneficios empresariales (que al quedar eliminados por definición,no actuarían como incentivo empresarial para descubrir y crear la in-formación necesaria para llevar a cabo el cálculo económico), sinoporque además ni siquiera tendrían la posibilidad de fomentar la empre-sarialidad dentro de sus propios sectores.

Más de una década antes que Halm, ya el propio Mises había desta-cado9 la enorme vaguedad de la propuesta de Heimann, y que princi-palmente radica en no aclarar cuál sería el tipo de relación existenteentre los diferentes grupos industriales y el estado u organismo centralde planificación. Se trata simplemente de dilucidar si los diferentes sec-

siderations on the Possibility of Adequate Calculation in a Socialist Community».Este artículo fue incorporado por Hayek en el citado volumen con el deseo deque Georg Halm resumiera el estado de la cuestión tal y como había sido deba-tida en el mundo académico alemán hasta 1935.

9 La crítica de Mises a Heimann se encuentra inicialmente recogida en suartículo titulado «Neue Beiträge zum Problem der Sozialistischen Wirtschaftsrech-nung», publicado en 1924 en el número 51 de Archiv für Sozialwissenschaft undSozialpolitik, pp. 488 a 500. Este artículo, que ya hemos citado, se encuentrareproducido y ampliado en el Apéndice de la obra de Mises Socialism, pp. 475-478.

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tores monopolizados habrían de actuar como verdaderos propietariosde sus respectivos medios de producción, en cuyo caso nos encontra-ríamos ante un sistema de corte sindicalista parecido al que se ha in-tentado en Yugoslavia y con todos los resultados perversos y de faltade coordinación que le son propios; o si, por el contrario, los corres-pondientes organismos gremiales serían simplemente de tipo gestor,recayendo la responsabilidad última de la coordinación económica glo-bal en un centro estatal de planificación, en cuyo caso los problemastípicos del cálculo económico explicitados por Mises se darían tambiéncon toda su fuerza. En suma, teóricamente no cabe concebir una com-petencia «controlada y pacífica» distinta de la competencia liberal: lacompetencia o existe o no existe, según que el ejercicio de la funciónempresarial sea o no libre (siempre sometido, como hemos visto en elCapítulo II, a los tradicionales principios del derecho privado), y laspropuestas de Heimann sólo tendrían sentido en un irreal mundo está-tico, en el que no se produjesen cambios y toda la información necesa-ria para llevar a cabo el cálculo económico ya estuviese disponible concarácter previo. Finalmente, y este argumento crítico de Mises es de grantrascendencia y ha sido flagrantemente ignorado de forma sistemáticapor los posteriores teóricos del «socialismo de mercado», es absurdopensar que, tal y como propone Heimann, los precios puedan estable-cerse en función de los costes. Tal propuesta, de acuerdo con Mises,carece de sentido no sólo porque los costes son totalmente subjetivosy tan sólo pueden enjuiciarse empresarialmente y de una manera táci-ta en el contexto de cada acción concreta (constituyendo, por tanto,una información no transmisible objetivamente al órgano de planifica-ción ni generable directamente por el mismo), sino porque, además,los costes monetarios que se tienen en cuenta en el cálculo económicopersonal no son sino estimaciones de precios de factores de produc-ción, con lo cual, siempre que se propone recurrir a los costes para fi-jar los precios, se está cayendo en un ineludible razonamiento circularque deja sin solución el problema del cálculo económico.

Karl Polanyi,10 en su artículo sobre el cálculo económico socialistapublicado en 1922,11 después de afirmar explícitamente que el cálculo

10 No hay que confundir a Karl Polanyi (1886-1964) con su hermano MichaelPolanyi que, como ya hemos visto, ha sido uno de los principales creadores de la

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económico es imposible en un sistema de planificación central, tam-bién efectuó una nebulosa propuesta de «socialismo gremial» en la que,por un lado, la «propiedad» de los medios de producción se asignaría aun organismo central de planificación, mientras que el derecho a dis-poner de los bienes y servicios de producción y consumo se asignaríaa las correspondientes asociaciones gremiales de producción. Se trata,por tanto, de una ambigua solución parecida a la de Heimann y en laque también se desconoce quién, en última instancia, dispondría de lafacultad última de decisión: el órgano central de coacción o las asocia-ciones gremiales. Si el órgano central de planificación es el último po-der decisorio, de nuevo nos encontramos ante el problema de hacersecon el conocimiento disperso, que imposibilita el cálculo económicoen los sistemas centralizados; si, por el contrario, son las asociacionesprofesionales de tipo sindicalista las que en última instancia coaccio-nan sistemáticamente a sus miembros y toman las decisiones, nos en-contramos ante un socialismo sindical carente de toda capacidad decoordinación.12

teoría de que el conocimiento tácito y disperso imposibilita el cálculo económicoen todo sistema en el que no exista libertad para el ejercicio de la acción humanao función empresarial. Parece paradójica la oposición teórica entre los dos her-manos, tan llamativa como la existente, por ejemplo, entre Ludwig von Mises y suhermano Richard, que desarrolló un concepto positivista de la probabilidad ydefendió la aplicación de las matemáticas y de la estadística al campo de la inves-tigación en las ciencias sociales, cosa que Ludwig von Mises siempre, explícita-mente, repudió. La oposición teórica no dejó de influir en el área de las relacio-nes personales entre ambos hermanos (los Polanyi y los Mises), que siempremantuvieron entre sí unas relaciones relativamente frías y distantes.

11 La aportación de Karl Polanyi se encuentra en su artículo «SozialistischeRechnungslegung», publicado en 1922, en el n.º 49 del Archiv für Sozialwissen-schaft und Sozialpolitik, pp. 377 a 420. Posteriormente, Karl Polanyi trató de con-testar a las críticas recibidas, principalmente por parte de Mises y de Felix Weil,en otro artículo, publicado en la misma revista, en 1924, n.º 52, pp. 218 a 228, conel título «Die Funktionelle Theorie der Gesellschaft und das Problem der Sozialis-tischen Rechnungslegung (Eine Erwiderung an Prof. Mises und Dr. Felix Weil)».

12 Las principales críticas a la propuesta de Karl Polanyi las debemos a Mises,y se encuentran en los mismos lugares en los que criticó la aportación de Heimann(ver nota n.º 9); las páginas específicas en las que critica a Polanyi en el libroSocialism son las 473 a la 475. También podemos mencionar el artículo crítico deFelix Weil titulado «Gildensozialistische Rechnungslegung. Kritische Bemerkungenzu Karl Polanyi “Sozialistische Rechnungslegung”; in diesem Archiv 49/2, s. 377ff»,

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La crítica anticipada por Mises, Hayek y Robbins en contra de la «solu-ción competitiva»

Pasando ahora al mundo científico de habla inglesa, antes de lasaportaciones de Lange, Dickinson, Durbin y Lerner, a excepción delbreve tratamiento dado por W.C. Ropper al respecto,13 poco es lo queen lengua inglesa de forma escrita se había elaborado en relación conla «solución competitiva». No obstante, como hemos indicado anterior-mente, existía ya una doctrina relativamente desarrollada a nivel aca-démico que permitió que tanto Mises como Hayek hicieran con carác-ter previo una serie de observaciones críticas a este tipo de propuestas.

Cronológicamente, las primeras observaciones que se desarrollansobre la «solución competitiva» en general se deben a Mises y aparecenbajo un epígrafe dedicado al «mercado artificial» en su obra sobre ElSocialismo (Die Gemeinwirtschaft) aparecida en 1922 y ampliada y tra-ducida al inglés en 1936. De acuerdo con Mises, el mercado es el «pun-to focal» del sistema capitalista y constituye su esencia más íntima, demanera que sólo en el capitalismo es posible que aquél se desarrolle, yde ninguna forma es posible imitar «artificialmente» el mercado y lacompetencia bajo el socialismo. Las razones que da Mises para funda-mentar esta afirmación se encuentran en plena consonancia con lasexplicaciones que sobre el carácter coordinativo de la función empre-sarial hemos dado en el Capítulo II de este libro, y demuestran queMises, entre su artículo inicial de 1920, y la elaboración de su libro sobreel socialismo de 1922 (corregido y ampliado con motivo de su versióninglesa en 1936), aun manteniendo las mismas ideas, había mejoradomuy significativamente en cuanto al nivel de su expresión y articulaciónverbal.

publicado en 1924 en el n.º 52 del Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik,pp. 196 a 217. Hoff (Economic Calculation in the Socialist Society, p. 243) resaltacómo Felix Weil califica la propuesta de Karl Polanyi como algo «imposible e in-cluso sin sentido».

13 Willet Crosby Ropper, The Problem of Pricing in a Socialist State, obra cita-da, páginas 60 y 62, en las que insiste en la necesidad de mantener la competen-cia, y explícitamente afirma que el grado de eficiencia que pueda esperarse de unsistema socialista dependerá del grado en el que el mismo pueda simular la com-petencia que normalmente se desarrolla bajo un régimen capitalista. Véase, igual-mente, la nota 30 del Capítulo V.

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En efecto, como ya hemos visto, Mises afirma explícitamente que esel empresario el que crea la información práctica necesaria para llevara cabo el cálculo económico. En sus propias palabras: «It is thespeculative capitalists [es decir, los empresarios] who create the data towhich he has to adjust his business and which therefore gives directionto his trading operations.»14 Ahora bien, la información sólo se crea,descubre o «ve» si es que el empresario persigue un fin que actúa comoincentivo para aprehender dicha información. El incentivo es, por tan-to, el fin o beneficio que se pretende lograr con la acción, y si el em-presario, por no reconocerse el derecho de propiedad, no puede ha-cerse con dicho objetivo, beneficio o fin, ni siquiera generará lainformación necesaria para hacer posible el cálculo económico y no sepondrá en marcha todo el proceso coordinativo que es típico de unaeconomía de mercado. En palabras de Mises: «Without the striving ofthe entrepreneurs for profit ... the successful functioning of the wholemechanism is not to be thought of ... The motive force of the wholeprocess which gives rise to market process for the factors of productionis the ceaseless search on the part of the capitalists and the entrepreneursto maximize their profits.»15 Por eso, no es posible divorciar el mercadoy sus funciones típicas –en cuanto a la formación de los precios y a lacapacidad coordinativa de los actos individuales de sus partícipes– dela institución de la propiedad privada de los medios de producción. Esdecir, en el momento en que se elimine la propiedad privada de losmedios de producción, se hace inútil dar instrucciones a los gerentesde las empresas para que actúen como si fueran empresarios, ya quese les «deja a ciegas» cuando se les quita la posibilidad de que consiganlo que subjetivamente estimen que podrían ser sus beneficios.16

14 Ludwig von Mises, Socialism, obra citada, p. 121. En castellano: «Son losempresarios los que crean la información a la que cada uno ajusta sus negociosy que, por tanto, orienta sus actividades comerciales.»

15 Ludwig von Mises, Socialism, p. 119: «No cabe concebir el funcionamientode todo el mecanismo sin la búsqueda empresarial del beneficio ... pues la moti-vación de todo el proceso que da lugar a los precios de mercado para los factoresde producción radica en la búsqueda sin fin del máximo beneficio por parte delos capitalistas y los empresarios.»

16 «If the prospect of profit disappears the mechanism of the market loses itsmainspring, for it is only this prospect which sets in motion and maintains it inoperation.» Mises, Socialism, p. 119.

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Por otro lado, y de acuerdo con Mises, de nada sirve que un hipoté-tico «banco estatal» subastara sus recursos entre aquellos gerentes queofrecieran la posibilidad de obtener una mayor «tasa de beneficio». «Sucha state of affairs would simply mean that those managers who were lesscautious and more optimistic would receive capital to enlarge theirundertakings, while more cautious and more skeptical managers wouldgo away empty-handed. Under capitalism, the capitalist decides towhom he will entrust his own capital.»17 El proceso, pues, no se basaen ofrecer la máxima tasa de beneficio, sino en la información prácticaque se genera en un mercado capitalista cuando los empresarios ac-túan de forma especulativa y como resultado de la tensión psicológicaque se da dentro de los mismos entre su deseo de obtener beneficios ysu estimación subjetiva en cuanto a las posibilidades de cosechar pér-didas. La información práctica que maneja un gerente que no se en-cuentre en las mismas condiciones que las de un empresario en unmercado libre nunca será igual a la de éste, y por ello, en última instan-cia, en un sistema socialista, la decisión final de tipo «empresarial» latomará el órgano central de planificación encargado de decidir a quiénse proporcionarán los correspondientes fondos o recursos; órgano cen-tral que, como ya sabemos, nunca podrá hacerse con la informaciónpráctica necesaria para no actuar arbitrariamente. Concluye así Misesque «... the alternative is still either socialism or a market economy», peroque no cabe concebir como vía intermedia la posible existencia de un«socialismo de mercado».18

Por su parte, Hayek, en los últimos 5 epígrafes (que se extienden alo largo de 25 páginas) de su artículo resumiendo «El estado del deba-te» aparecido en 1935, y bajo la denominación de «pseudocompetencia»,se ocupó de criticar tanto los modelos que habían sido desarrolladosen la literatura alemana, y que hemos expuesto con detalle al hablar de

17 Ludwig von Mises, Socialism, p. 121. Una traducción al castellano de estacita podría ser la siguiente: «Tal situación simplemente significaría que aquellosgerentes que fueran menos cautos y más optimistas recibirían capital para am-pliar sus instalaciones, mientras que los gestores más cautos y escépticos ten-drían que irse con las manos vacías. Por el contrario, en el sistema capitalista esel capitalista el que decide a quién y en qué circunstancias va a confiar su pro-pio capital.»

18 Ludwig von Mises, Socialism, p. 123: «La alternativa es o el socialismo o laeconomía de mercado.»

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Heimann y Polanyi, como las otras propuestas de «socialismo de mer-cado» que de forma verbal estaban siendo elaboradas en los círculoseconómicos de Londres por la más joven generación de economistassocialistas (y que hasta esa fecha de 1935 aún no se habían plasmadopor escrito).

En lo que se refiere al modelo de «tradición alemana» de competen-cia entre monopolios sectoriales, cada uno de los cuales habría de com-portarse siguiendo, en general, la regla de igualar precios a costes y,en particular, la de producir aquel volumen en el cual los precios y loscostes marginales coincidiesen, Hayek reitera y amplía con más detallelos argumentos que ya hemos dado en contra de las propuestas deHeimann y Polanyi, y que inicialmente fueron expuestos por Mises,Halm y Weil. Por un lado, Hayek señala que si no se permite la compe-tencia intrasectorial se hace imposible dentro de cada sector el surgi-miento de la información sobre precios y costes que es necesaria parael cálculo económico. Por otro lado, critica la propuesta de que los costessean utilizados como guía para fijar los precios o determinar un ciertovolumen de producción. Esto es así, no sólo porque, como ya sabemos,los costes son algo subjetivo que sólo puede ser establecido en un en-torno de mercado en el que todas las oportunidades posibles a las quese renuncia al actuar puedan ser convenientemente estimadas, sinoporque además los costes siempre dependen de las expectativas quese tengan sobre el futuro. Es decir, en palabras de Hayek, «the competitiveor necessary cost cannot be known unless there is competition»,19 y paraello es preciso que exista, no sólo verdadera competencia entre los dife-rentes sectores, sino, sobre todo y además, competencia entre las distin-tas empresas a nivel intrasectorial. Los costes, por tanto, no son algo quepueda ser conocido de forma objetiva por un órgano de planificación opor los gerentes de unos monopolios sectoriales, sino que son valora-ciones subjetivas estimadas en función de la capacidad empresarial decada agente económico que toma decisiones en el mercado.

Además, la utilización del criterio del coste marginal implica, comoya puso de manifiesto Mises, un razonamiento circular que hace impo-sible su aplicación. No sólo es que los costes son de oportunidad y

19 F.A. Hayek, «The Present State of the Debate», Collectivist Economic Planning,obra citada, p. 227: «los costes no pueden ser conocidos a no ser que exista com-petencia.»

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subjetivos, sino que en su valoración los cómputos numéricos que setienen en cuenta son precisamente los precios estimados para los fac-tores de producción. Luego difícilmente van a poder determinarse losprecios en función de los costes cuando estos últimos no son tambiénsino precios. Esto es especialmente claro en cuanto se reflexiona sobreel papel que juega la amortización del capital como componente delcoste. En efecto, el capital no es sino el valor actual de una serie futurade rentas o precios de servicios de un bien de capital que han de serestimados con carácter previo a calcular el valor hoy de dicho bien y,por tanto, su cuota de amortización como componente del coste. Lue-go es imposible determinar el precio en función del coste, puesto queel componente de amortización del mismo exige previamente haberestimado los precios futuros. O en palabras del propio Hayek: «Muchof what is usually termed cost of production is nor really a cost elementthat is given independently of the price of the product but a quasi-rent,or a depreciation quota which has to be allowed on the capitalized valueof expected quasi-rents, and is therefore dependent on the prices whichare expected to prevail.»20

Por otro lado, Hayek resalta la imposibilidad de establecer de unamanera que no sea puramente arbitraria cuál será el sector o industriamonopolizada que constituiría el elemento base del modelo de siste-ma socialista que comentamos. ¿Habrán de incorporarse en cada sec-tor todas las industrias o etapas intermedias que den lugar a un deter-minado bien o servicio final de consumo? ¿O, por el contrario, seincorporarán en cada sector todas las industrias o empresas que pro-duzcan el mismo bien intermedio? ¿O habrá de utilizarse algún sistemaque sea combinación de éstos? Es claro, además, que al tener cada ser-vicio y bien final de consumo un distinto significado subjetivo para cadapersona u órgano decisor, el concepto de sector o industria, fuera cualfuese el criterio seguido, sería puramente arbitrario y, además, dichossectores no podrían mantenerse inalterados a lo largo del tiempo, pues

20 «Una gran parte de lo que usualmente se denomina coste de producción noes un elemento del coste que esté dado independientemente del precio del bien,sino una casi-renta o cuota de depreciación que ha de tenerse en cuenta a la horade calcular el valor de capitalización de la corriente esperada de casi-rentas y que,por tanto, depende de los precios que se espere que hayan de prevalecer en elfuturo.» F.A. Hayek, «The Present State of the Debate», Collectivist EconomicPlanning, obra citada, p. 227.

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al modificarse los bienes y servicios producidos o las tecnologías o bie-nes de capital utilizados, a igualdad de criterio, las empresas a agruparen uno u otro sector habrían de variar constantemente. El concepto deindustria o sector es, por tanto, teóricamente absurdo: no puede serestablecido de una manera unívoca y objetiva, y tan sólo tendría senti-do en un mundo estático en el que toda la información estuviera daday en el que no se produjesen cambios.21

El segundo modelo que analiza y critica Hayek es aquel en el quese quiere permitir la «pseudocompetencia» no sólo a nivel intersectorial,sino también a nivel intrasectorial, es decir, entre las distintas empre-sas de cada sector. En este segundo modelo, el órgano central de pla-nificación aparece como una especie de «superbanco» que se apropia delos beneficios que se obtengan de todas las empresas y sectores, y seocupa de distribuir los correspondientes fondos de inversión entre ellos.Los medios de producción son de titularidad pública, pero se pretendeque las diferentes empresas se comporten a nivel individual de manera«competitiva», es decir, persiguiendo «beneficios» y evitando «pérdidas».

Las observaciones críticas que Hayek anticipa a este segundo gru-po de propuestas de socialismo competitivo, en las que se supone quela competencia se extiende al máximo ámbito compatible con la pro-piedad pública de los medios de producción, y en las que el órganocentral de planificación tan sólo interviene a la hora de quedarse conlos beneficios y distribuir los correspondientes fondos de inversión, sibien son de un cierto interés, sobre todo por lo que suponen de ante-cedente de la moderna teoría económica de los derechos de propie-dad y del análisis de la Escuela de la Elección Pública en cuanto al com-portamiento de los burócratas y funcionarios,22 no incorporan, sin

21 F.A. Hayek, «The Present State of the Debate», Collectivist Economic Planning,obra citada, p. 231.

22 La conexión con la moderna Escuela de la Elección Pública sale a relucir enla siguiente referencia que Hayek hace al problema que plantea la burocracia: «Itwill at best be a system of quasi-competition where the person really responsiblewill not be the entrepreneur but the official who approves his decision and where inconsequence all the difficulties will arise in connection with freedom of iniciativeand the assessment of responsibility which are usually associated with bureaucracy.»Ver F.A. Hayek, «The Present State of the Debate», Collectivist Economic Planning,p. 237. Aquí podrían reiterarse todos los argumentos que más recientemente se handesarrollado por la Escuela de la Elección Pública en lo que se refiere al análisis

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embargo, los argumentos teóricos esenciales que ya fueron dados porMises. En efecto, Hayek plantea que, aunque a todos los niveles sepermita la «competencia», si no existe propiedad privada de los mediosde producción habrá que desarrollar o descubrir algún sistema alterna-tivo para comprobar o chequear si los correspondientes gerentes estánactuando o no de forma correcta. Hayek enumera y analiza una seriede posibles sistemas alternativos a la propiedad privada de los mediosde producción que podrían ser ideados.23 Por un lado, la experienciapasada de éxitos o fracasos de los futuros responsables no vale comocriterio, puesto que no interesa el pasado sino el comportamiento decara al futuro que tendrá el correspondiente gerente. Por otro lado,tampoco es posible discernir de forma objetiva si un gerente estáactuando mal porque aparentemente cosecha «pérdidas», si lo que estáhaciendo es invertir adecuadamente y, desde la óptica de un plazo detiempo más largo, espera que esas «pérdidas» se conviertan en cuantio-sos «beneficios». La misma dificultad plantearía el establecimiento deun sistema de bonos o «incentivos monetarios» a favor de los gerentes:la distribución de los mismos exige conocer con carácter previo y deuna manera objetiva e inequívoca si un curso de acción ha tenido éxitoo fracaso, cosa que no es posible dada la naturaleza dispersa e inarti-culable de la información implicada en el proceso así como el carácterincierto que tienen todos los acontecimientos futuros. Además, un sis-tema de «bonos» tan sólo generaría un comportamiento excesivamenteoptimista y alocado si no se compensara con «bonos negativos» en loscasos en que se obtuvieran pérdidas o se cometiesen errores. Sin

económico de los efectos perversos del comportamiento político y burocrático yque ya hemos citado en otro lugar (nota 26 del Capítulo III).

23 Las diferentes propuestas de incentivos o sistemas de monitorización deléxito de los gerentes en una «economía de mercado socialista» que analiza Hayekconstituyen para él un problema de gran interés teórico que «in their pure formthey raise the question of the rationale of private property in its most general andfundamental aspect». Ver F.A. Hayek, «The Present State of the Debate», CollectivistEconomic Planning, p. 219. Parece que, con esta afirmación, Hayek vislumbra elprograma de investigación científica de la moderna teoría económica de los dere-chos de propiedad que, aunque muy encorsetado en los vicios del paradigmaneoclásico de plena información y del equilibrio, está alcanzando en la actuali-dad un notable grado de desarrollo. En el próximo capítulo completaremos nues-tro análisis crítico a las propuestas de establecer sistemas de bonos e incentivospara hacer posible el régimen socialista.

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embargo, el establecimiento de sanciones monetarias y de otro tipo enfunción de la gravedad de las pérdidas cosechadas tiene, por el contra-rio, el riesgo de hacer que el comportamiento empresarial sea excesi-vamente conservador. Y así sucesivamente, concluyendo Hayek queno existe ningún sistema alternativo que permita reproducir o simularen el socialismo los comportamientos típicamente competitivos a queda lugar la propiedad privada de los medios de producción.24

Ahora bien, ninguna de las anteriores posibles soluciones ni su co-rrespondiente crítica tocan de lleno el corazón esencial del problema,que no surge sólo de la falta de los necesarios incentivos para que elsistema funcione de igual manera a como funcionan los procesos demercado en un sistema capitalista, sino que además consiste en uninerradicable problema de conocimiento disperso, tal y como lo veni-mos explicando siguiendo las líneas maestras ya expuestas por Mises.En efecto, si los bienes de producción son de titularidad pública y lacomunidad, a través del órgano central de coacción, se hace con loscorrespondientes beneficios, dividendos e intereses, es claro que, porun lado, ningún agente individual puede hacerse con esos mismosbeneficios, pues ello iría en contra del modelo de socialismo que sepropone e implicaría reintroducir de nuevo la propiedad privada de los

24 Ver F.A. Hayek, «The Present State of the Debate», Collectivist EconomicPlanning, p. 238. No podemos, sin embargo, estar de acuerdo con Hayek, yconsideramos que en este lugar peca por exceso de caballerosidad con susoponentes, pues en el mismo afirma que aunque es «illegimate to say that theseproposals are impossible in any absolute sense, it remains not the less true thatthese very serious obstacles to the achievement of the desired end exist and thatthere seems to be no way in which they can be overcome». Por el contrario,estimamos, por las razones aducidas en el texto, que es imposible que en ausenciade propiedad privada se pueda resolver el problema del cálculo económico enun sistema en el que se extienda al máximo la competencia, pero en el que lapropiedad de los bienes de producción sea pública. Hayek, con esta afirmación,puede dar a entender que no existe una imposibilidad lógica, y que el problemaes más bien un problema práctico de encontrar unos incentivos adecuados quesustituyan a aquellos que existen en el mercado capitalista. Pero el problema noes el de encontrar los adecuados incentivos sustitutivos, sino el hecho de serteóricamente imposible que, en ausencia de propiedad privada, se resuelva elproblema del cálculo económico, pues ni los agentes generan la necesaria infor-mación para ello, ni el órgano central encargado de distribuir los correspondientesfondos dispone de la información práctica precisa para hacerlo de una maneraque no sea completamente arbitraria.

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medios de producción y el sistema capitalista. Si cada agente económi-co por la fuerza se ve imposibilitado para perseguir lo que para él seael fin o beneficio, no descubrirá ni verá la gran cantidad de informa-ción práctica relevante que es necesaria para el cálculo económico y lacoordinación de los procesos sociales. Además, aunque engañándosea sí mismo piense que su situación es «idéntica» a la que tendría en unasociedad capitalista y crea que ve tal fin o beneficio (porque no le im-porte que el mismo, una vez obtenido, vaya a ser entregado a la comu-nidad, o simplemente por azar o por cualquier otro motivo), es evidenteque, para poder perseguir ese fin y emprender el correspondiente cur-so de acción, dado que por definición no dispone de recursos propios,habrá de recurrir a solicitarlos al correspondiente órgano central deplanificación que «represente» a la comunidad. Será inevitablemente,por tanto, dicho órgano de planificación quien, en última instancia,habrá de tomar la decisión de proporcionar o no los correspondientesrecursos, careciendo para ello, como ya sabemos, de la informaciónpráctica relevante que se encuentra dispersa en la cabeza de los agen-tes económicos y que tiene un carácter esencialmente subjetivo y táci-to, por lo que dicho órgano estatal inexorablemente tenderá a actuarde forma arbitraria y no coordinadora. Es decir, en ausencia de propie-dad privada de los bienes de producción (o, expresado de otra forma,si uno no puede hacerse con los beneficios fruto de su propia creativi-dad, constituir un capital y de él extraer los recursos necesarios paraperseguir nuevas acciones) se produce una forzosa dislocación entrelos agentes individuales potencialmente poseedores del conocimientodisperso (y decimos «potencialmente» porque a su vez no se genera elconocimiento de manera creativa por impedirse la asunción a nivelparticular de los correspondientes fines o beneficios), y el órgano cen-tral de planificación que, por muy buenas intenciones que posea, ja-más podrá disponer del conocimiento disperso que potencialmentegenerarían los ciudadanos y, por tanto, no tendrá más remedio quedecidir de forma arbitraria y no coordinadora a quién prestar los recur-sos a su disposición.

Finalmente, no podemos pasar por alto que un año antes que Hayek,en 1934, Lionel Robbins aprovechó su obra sobre La Gran Depresiónpara efectuar unos breves comentarios críticos a las propuestas de «so-cialismo competitivo». Para Robbins, no basta con que los gerentes del

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sistema socialista intenten «jugar» a la competencia, «compitiendo» unoscon otros a la hora de vender y comprar sus correspondientes produc-tos como si estuvieran desenvolviendo su actividad en un sistema capi-talista. Robbins considera que en tales propuestas se concibe el siste-ma económico de una manera simplista, como si fuera algo estático enel que los precios y el resto de la información se generan ipso facto demanera objetiva por la fuerza de la demanda ejercida por los consumi-dores. Por el contrario, Robbins insiste en que, en el mundo real, losgustos, la tecnología, los recursos y, en general, todo el conocimientose encuentran en un proceso de continuo cambio y que, por tanto, «theentrepreneur must be at liberty to withdraw his capital altogether fromone line of production, sell his plant and his stocks and go into otherlines. He must be at liberty to break up the administrative unit.»25 Ensuma, que es preciso disponer de la libertad de vender la propiedad sies que la información necesaria para que el mercado funcione ha degenerarse, y ello es claramente incompatible con la propiedad públicade los medios de producción y el control centralizado del sistema eco-nómico que, en última instancia, ella implica. Vemos, por tanto, cómoRobbins, junto a los argumentos en contra de la solución computacionalo puramente algebraica que ya hemos comentado anteriormente, haceuna serie de comentarios sobre la «competencia artificial» que, aunquebreves, no van del todo descaminados.26

Terminamos así nuestro análisis de las críticas inicialmente antici-padas por Mises, Hayek y Robbins en contra de la denominada «solu-

25 Lionel Robbins, The Great Depression, Macmillan, Londres 1934, p. 154. Latraducción de esta cita en castellano podría ser: «El empresario debe ser libre pararetirar su capital de cualquier línea de producción, vender sus instalaciones y ac-tivos e invertir en otros proyectos. Debe tener libertad para liquidar y dividir cual-quier proyecto de inversión.»

26 Don Lavoie, Rivalry and Central Planning, obra citada (nota a pie de pági-na n.º 10, p. 159) señala que, paradójicamente, Robbins en este breve análisisparece alejarse de su propia concepción «robbinsiana», en la que el sujeto econó-mico es un mero maximizador. Aunque parece que Lavoie se inclina por la inter-pretación de que Robbins, en la práctica, fue mucho más austriaco de lo que Kirznery otros autores dan a entender, personalmente opino que la interpretación diná-mica y austriaca de los procesos de mercado de Robbins fue en la mayor parte delas ocasiones muy pobre y confusa, no siendo capaz de separar claramente entreuna y otra interpretación, ni mucho menos de evitar que de la lectura de sus tra-bajos casi siempre se dedujera la concepción estática.

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ción competitiva», y que se basan en el carácter disperso del conoci-miento que hace imposible el cálculo económico allí donde no hay pro-piedad privada de los medios de producción. A continuación, analiza-remos con todo detalle la propuesta de «solución competitiva» elaboradapor Oskar Lange.

3. LA APORTACIÓN DE OSKAR LANGE: CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS

La razón de que estudiemos con detalle la contribución del econo-mista polaco Oskar Lange radica, al margen de la propia importanciade este autor en la historia del debate sobre el cálculo económico so-cialista, en la necesidad de evaluar la consistencia de la más generali-zada versión de los libros de texto que circulan como fuentes secun-darias sobre el mismo y que, en su mayoría, hasta ahora daban porsentado que Oskar Lange había refutado de forma efectiva el desafíoteórico lanzado contra el socialismo por Mises y Hayek. Vamos a vercómo esta interpretación, que había llegado a convertirse en un ver-dadero mito 27 de la ciencia económica, no se corresponde con la rea-lidad; y, de hecho, los profesionales de la economía, de forma cadavez más generalizada, están comenzando a darse cuenta de que el mitode que «Lange fue capaz de refutar a Mises» carece completamente defundamento.

En la vida científica de Oskar Ryszard Lange (1904-1965) puedendistinguirse, en lo que se refiere a su concepción del sistema socialista,cuatro etapas bien diferenciadas. La primera etapa se caracteriza porsu defensa de un modelo de socialismo enormemente influido por eldesarrollado por los marxistas austriacos en general y, en particular, porEduard Heimann y Karl Polanyi, que ya hemos tenido la oportunidadde analizar. En la segunda etapa, Lange desarrolla su «modelo clásico»,fuertemente enraizado en la teoría neoclásica del bienestar, en la «so-lución» de la «prueba y error», y en dar entrada a mecanismos descen-

27 «Lange concocted what could only be called the Mythology of the SocialistCalculation Debate, a mythology which, aided and abetted by Joseph Schumpe-ter, was accepted by virtually all economists of whatever ideological stripe.» MurrayN. Rothbard, «The End of Socialism and the Calculation Debate Revisited», TheReview of Austrian Economics, volumen 5, n.º 2, 1991, p. 53.

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tralizados de «competencia» con la finalidad de encontrar las correspon-dientes soluciones de equilibrio. La tercera es una etapa de ambigüe-dad en la que Lange, profundamente impresionado por las críticas a susistema enunciadas por F.A. Hayek, y a las que nunca llegó a contestar,alcanza en sus proposiciones las mayores cotas de «liberalismo», aun-que nunca llegara a compatibilizarlas de una manera explícita y satis-factoria con su ideal socialista. La cuarta y última etapa, que va desdesu ingreso en el partido comunista polaco hasta su fallecimiento, secaracteriza por una franca «marcha atrás» en sus anteriores propuestas,en el sentido de que termina alabando de forma explícita la teoría y lapráctica del sistema estalinista, e incluso finalmente se llega a retractarde sus «soluciones competitivas» (que no le llevaban sino a un abando-no implícito del sistema socialista), para terminar proponiendo un rígi-do sistema de planificación central de corte estalinista en el que, dadoel enorme avance y desarrollo de los sistemas informáticos, ningunasolución competitiva cree ya precisa. Estudiaremos con detalle cada unade estas etapas.

El modelo de Lange-Breit

La primera propuesta de Oskar Lange sobre cómo habría de funcio-nar un sistema socialista fue escrita junto con Marek Breit en 1934, enforma de un capítulo titulado «El camino hacia una economía socialistaplanificada», que fue incluido en una obra colectiva sobre la Economíapolítica y táctica de la organización del socialismo, impresa en Varso-via en ese mismo año.28 El modelo de Lange y Breit de 1934 es práctica-mente una copia del modelo de monopolios sectoriales «competitivos»que se había intentado desarrollar en los años 20 por Heimann y Polanyi.En efecto, Lange y Breit conciben la economía como un conjunto de«trusts sectoriales» dotados de una gran autonomía y en los que los re-presentantes sindicales habrían de tener una gran influencia en cuanto

28 Oskar Lange y Marek Breit, «Droga do Socjalistycznej Gospodarki Planowej»(El camino hacia una economía planificada socialista), incluido en el libroGospodarka-Polityka-Taktyka-Organizacja Socjalizmu (Economía política y tác-tica de la organización socialista), publicado en Varsovia en el año 1934. Existeuna segunda edición de este trabajo publicada en 1973 en el volumen I de losDziela (Trabajos) de Oskar Lange, Edit. Polski Wydawnictwo Economiczne, Var-sovia 1973.

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a su gestión. Los trusts, en todo caso, se encuentran «coordinados» porun banco central que, aparte de controlar y supervisar su funcionamien-to, se ocuparía de proporcionarles los necesarios recursos financieros.Cada uno de estos monopolios sectoriales recibiría la orden de llevaruna rigurosa contabilidad y de establecer los precios en función de loscostes de producción. Como es lógico, toda la propiedad de los me-dios de producción sería pública y los correspondientes beneficios ydividendos deberían transferirse con carácter forzoso al banco central.Para Lange y Breit es importante separar, tanto como sea posible, lasorganizaciones económicas de la autoridad política, y con la finalidadde evitar que los correspondientes sectores acaben siendo unos mo-nopolios que exploten al consumidor, habría de establecerse por ley laobligación de que dieran empleo a todo aquel trabajador que pidieraser empleado en cualesquiera de ellos.

Como se ve, las propuestas de Lange y Breit, como ya hemos dicho,prácticamente coinciden con las desarrolladas en los años 20 porHeimann y Polanyi y, por tanto, les son aplicables todas las críticas queestudiamos en los apartados anteriores y que básicamente fueron enun-ciadas por Mises y Hayek. Aunque no vamos a repetir aquí toda la argu-mentación en contra de este tipo de modelos, es evidente su carácteringenuo y ambiguo, sobre todo porque no se tiene en cuenta para nadaque la falta de una efectiva competencia a nivel intrasectorial hace radi-calmente imposible el cálculo económico. Lo mismo sucede en cuantoa la invencible dificultad de definir de una manera objetiva que no seapuramente arbitraria los sectores industriales de tipo monopolista.Además, los gerentes responsables de los correspondientes sectores nodispondrían de la necesaria libertad empresarial para descubrir y crearla información que se precisa para el cálculo económico. Este hecho esespecialmente grave, pues hace que pierda completa virtualidad la or-den de «producir a precios que cubran los costes», dado que éstos care-cen de entidad objetiva y, en última instancia, en sí mismos no son sinoprecios que la propia regla convierte en una realidad inaprensible, puesla misma implica caer en un insalvable razonamiento circular (espe-cialmente por la imposibilidad de calcular el componente de los costesque suponen las cuotas de amortización). Por último, la autoridad delbanco central responsable de proporcionar los fondos a las empresas ysectores, como consecuencia del problema inerradicable que supone

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el carácter disperso y subjetivo del conocimiento, carecerá de la infor-mación necesaria para llevar a cabo su tarea de una manera coordina-dora y que no sea puramente arbitraria.

En suma, ni Lange ni Breit tuvieron en cuenta ni contestaron ningu-na de las críticas que Mises había realizado más de diez años antes alos modelos de monopolios «competitivos» de Heimann y Polanyi, loque pone de manifiesto que, no habiendo leído los trabajos de Misespublicados de 1920 a 1928, no eran conscientes de los problemas queplanteaba su propuesta por obcecación ideológica y falta de la necesa-ria y detenida reflexión sobre la misma. O bien, en fin, que convenien-temente ocultaron las críticas misianas, a las que no mencionaron ydejaron sin contestar, por razones de tipo ideológico o de convenien-cia política.

4. OSKAR LANGE Y SU MODELO CLÁSICO DE «SOCIALISMO DE MERCADO»

La segunda etapa en la vida científica de Lange, que, siguiendo aTadeusz Kowalik,29 denominaremos etapa del modelo clásico de «so-cialismo de mercado», se inicia con sus artículos publicados en octubrede 1936 y en febrero de 1937 con el título de «On the Economic Theoryof Socialism, Part I & II» (Sobre la Teoría Económica del Socialismo), yque fueron reeditados junto con el trabajo de Fred M. Taylor sobre elsocialismo en el libro publicado con el mismo título y con una intro-ducción de Benjamin Lippincott en 1938.30 Lange, después de obtener

29 Véase el artículo de Tadeusz Kowalik dedicado a «Oskar Ryszard Lange»,publicado en el volumen III de The New Palgrave. A Dictionary of Economics, obracitada, p. 126.

30 La parte I de «On the Economic Theory of Socialism» se publica en octubrede 1936 en el volumen IV (1) de la Review of Economic Studies, pp. 53 a 71. Laparte II se publica en la misma revista, en el volumen IV (2) correspondiente afebrero de 1937, pp. 123-142. Y una y otra son incluidas en las pp. 55 a 143 dellibro titulado On the Economic Theory of Socialism, editado e introducido porBenjamin M. Lippincott, publicado por The University of Minnesota Press,Minneapolis 1938, y reeditado en 1964 por McGraw Hill en Nueva York (pp. 55-143). Existe una digna traducción al castellano de la que son autores Antonio BoschDoménech y Alfredo Pastor Bodmer, publicada con el título de Sobre la TeoríaEconómica del Socialismo, por Editorial Ariel, Barcelona, en varias ediciones (no-sotros utilizaremos la 4.ª edición de diciembre de 1973).

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una beca de la Fundación Rockefeller, estudió en la London School ofEconomics, y también en Chicago, Berkeley y, sobre todo, en Harvard,donde cursó dos años académicos completos y se vio muy influenciadopor Schumpeter, con el que profusamente intercambió puntos de vis-ta; teniendo, además, la oportunidad de entrar en contacto y trabajarcon los economistas socialistas hermanos Alan y Paul Sweezy, así comocon Wassily Leontief. Fruto de toda esta «atmósfera intelectual» fue eltrabajo titulado «On the Economic Theory of Socialism», con el que Langepretendía, por un lado, formular su convicción de que la teoría neo-clásica del equilibrio, en general, y especialmente la denominada «eco-nomía del bienestar», constituían, sin duda, la mejor fundamentaciónteórica del sistema socialista; y, por otro lado, y basándose en la ideaanterior, refutar el argumento de Mises en torno a la imposibilidad teó-rica y práctica de llevar a cabo el cálculo económico racional en un sis-tema socialista. Veamos de qué manera Lange desarrolló su argumen-tación, y si tuvo o no éxito a la hora de refutar a Mises.

Precios de mercado versus «precios paramétricos»

La gran ilusión de Lange consistía en creer que era posible simularel estado final hacia el que tienden el proceso de mercado y la econo-mía competitiva, pero sin que exista un mercado capitalista, es decirpropiedad privada de los medios de producción y libre ejercicio de lafunción empresarial. Esta ilusión se basaba en considerar que seríaposible llegar a una lista de «precios paramétricos» que, no habiendosido determinados en un mercado libre, sin embargo permitieran elcálculo económico racional al incorporar la información relevante ynecesaria para ello, haciéndose así posible el actuar coordinado de losdiferentes agentes económicos de la sociedad. Veremos cómo la apor-tación de Lange se fundamenta en una equivocada concepción en tor-no a cómo funcionan los procesos de mercado (o mejor dicho, en unabsoluto desconocimiento de tales procesos, pues Lange única y ex-clusivamente se centra en el paradigma neoclásico del equilibrio, en lateoría económica del bienestar, y en el denominado modelo de «com-petencia perfecta»). Igualmente, podremos constatar cómo, a través delprocedimiento que él propone, no se resuelve en forma alguna el pro-blema de la coordinación ni del cálculo económico racional de una

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economía socialista, tal y como había sido descubierto y planteado porMises quince años antes.

Por «precios paramétricos» hemos de entender los diferentes térmi-nos o relaciones a las cuales se presentan o se ofrecen los distintos bie-nes y servicios, y que determinan un comportamiento puramente pasi-vo o adaptativo a los mismos por parte de los agentes económicos. Enefecto, para Oskar Lange, la función esencial de los precios es mera-mente paramétrica y consiste en que cada agente económico «separa-tely regards the actual prices as given data to which he has to adjusthimself».31 Los precios paramétricos son, por tanto, una especie de ra-tios o «relaciones abstractas de intercambio» a las que, en principio,puede llegarse por cualquier procedimiento, sea o no arbitrario. Losprecios paramétricos, por otra parte, permiten llevar a cabo una «con-tabilidad», entendida en su sentido meramente formal o instrumentalmás simple. Pero, como es lógico, los precios paramétricos, por sí mis-mos, no garantizan que sea posible llevar a cabo un cálculo económi-co «racional», es decir, una función coordinativa del comportamientode los distintos agentes económicos. Esto sólo será posible si los men-cionados precios llegan a incorporar la información o el conocimientoprecisos para que la función coordinadora y el cálculo económico pue-dan llevarse a cabo.

El argumento esencial de Mises nada tenía que ver con este concepto«paramétrico» de los precios, sino que se basaba en el concepto de pre-cios de mercado, es decir, aquellos determinados como resultado dellibre ejercicio de la función empresarial, y en cuya ausencia no se creala necesaria información para coordinar el comportamiento de los agen-tes económicos y hacer racional el cálculo económico de los mismos.Lange, por el contrario, cree que el concepto de precio de mercado deMises no es necesario para el cálculo económico, y que a través de unosprecios simplemente paramétricos, no determinados en un mercadocompetitivo en el que exista propiedad privada de los medios de pro-ducción y libre ejercicio de la función empresarial, podría, no obstante,calcularse de forma racional; es decir, utilizando la información nece-

31 Oskar Lange, On the Economic Theory of Socialism, obra citada, 2.ª edición,p. 70. Esta cita se encuentra traducida en la p. 74 de la edición castellana de lasiguiente manera: «Cada unidad por separado considera los precios que rigen enel mercado como datos a los que ella misma tiene que ajustarse».

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saria para ello y coordinando convenientemente el comportamiento delos distintos agentes. Analicemos párrafo a párrafo cómo se desarrollael argumento de Lange.

El primer párrafo de Lange

En efecto, Oskar Lange inicia su argumento teórico en contra deMises de la siguiente manera: «Professor Mises’ contention that a socialisteconomy cannot solve the problem of rational allocation of its resourcesis based on a confusion concerning the nature of prices. As Wicksteedhas pointed out, the term “price” has two meanings. It may mean eitherprice in the ordinary sense, i.e. the exchange ratio of two commoditieson a market, or it may have the generalized meaning of “terms on whichalternatives are offered”. Wicksteed says, “Price, then, in the narrowersense of ‘the money for which a material thing, a service, or a privilegecan be obtained’, is simply a special case of ‘price’ in the wider sense ofthe terms on which alternatives are offered to us’’. (P.H. Wicksteed, TheCommon Sense of Political Economy, 2nd ed., London, 1933, página28). It is only prices in the generalized sense which are indispensableto solving the problem of allocation of resources.»32

Comentemos este párrafo con detalle. Para empezar, el hecho deque Wicksteed nos advierta de que a efectos del análisis específico queva a efectuar, en ese momento básicamente de equilibrio, sea conve-

32 Oskar Lange, On the Economic Theory of Socialism, obra citada, pp. 59-60.En las pp. 63-64 de la versión castellana de esta obra se traduce este primer párra-fo de Lange que estamos comentando de la siguiente forma: «La afirmación delprofesor Mises de que un sistema socialista no puede resolver el problema de laasignación racional de sus recursos se basa en una confusión sobre la naturalezade los precios. Tal y como ha señalado Wicksteed, el término “precio” tiene undoble significado. Puede emplearse en su sentido ordinario, es decir, como larelación de intercambio de dos mercancías en un mercado, o puede tener el sig-nificado generalizado de “términos bajo los cuales se ofrecen las alternativas”.Wicksteed dice: “El ‘precio’, por tanto, en el sentido estricto de ‘el dinero a cam-bio del cual puede obtenerse un bien material, un servicio o un privilegio’ es sim-plemente un caso especial del precio definido en su sentido más amplio como lostérminos bajo los cuales se nos ofrecen las alternativas’’ (P.H. Wicksteed, El Sen-tido Común de la Economía Política, 2.ª edición, Londres 1933, p. 28). Para laresolución del problema de la asignación de recursos sólo son indispensables losprecios en el sentido generalizado.»

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niente utilizar el término «precio» en un sentido «amplio», es decir, comosimple relación o término al que se ofrecen las alternativas, de ningunamanera implica que Wicksteed creyera que dichos «precios» paramé-tricos podrían actuar como verdaderos sustitutos de los precios demercado allí donde los precios de mercado no existan o no se conoz-can. Por el contrario, como seres humanos que somos, al actuar cons-tantemente nos vemos obligados a tomar decisiones y a valorar distin-tas alternativas y, de acuerdo con Mises, no podemos efectuar este tipode decisiones de forma racional si no tenemos en cuenta «verdaderosprecios de mercado» en los que se incorpore o contenga la informaciónnecesaria para ello. Afirmar que Mises está equivocado en cuanto a suargumentación sobre la imposibilidad del cálculo económico socialis-ta, porque utiliza un concepto de precio («precio de mercado») dema-siado estrecho o limitado, es tanto como afirmar que el problema queMises planteaba era tan sólo un mero problema de imposibilidad deefectuar cualquier tipo de «cómputos» o «cálculos algebraicos» por nodisponerse de ningún sistema numérico de contabilidad, no importacuál fuera el contenido real de los datos utilizados por el mismo, y no,como de hecho planteó, un problema de imposibilidad de efectuar uncálculo económico racional de tipo coordinativo en ausencia de pre-cios que incorporasen la información necesaria para ello. Como ha afir-mado Hayek, que Lange diga que Mises estaba equivocado porqueexige, de forma innecesaria para el cálculo económico, la utilización deunos «precios de mercado» entendidos en su sentido estricto y limitado,cuando cualquier sistema paramétrico de precios permite efectuar cóm-putos y cálculos, es tan ingenuo, que parece «inexcusable en un pensa-dor que no se encuentre influenciado por prejuicios de tipo político».33

33 En efecto, en palabras del propio Hayek: «That the “alternatives which areoffered to us” become known to us in most instances only as money prices (pre-cios de mercado en unidades monetarias) is Mises’ chief argument. To turn thisagainst him is an excusable legerdemain of which a thinker not prejudiced bypolitical preconceptions should be incapable.» Véase el artículo de Hayek «TwoPages of Fiction: The Impossibility of Socialist Calculation», publicado en TheEssence of Hayek, obra citada, p. 58, y cuyo contenido consideramos esencial parala crítica de Lange en este apartado y vamos a seguir, por tanto, muy de cerca.Incidentalmente, Arthur Seldon nos cuenta la historia de cómo se gestó este artí-culo de Hayek, que recibió junto con una carta de su autor en el año 1982 y en laque éste le indicaba, entre otras cosas, que estaba «particularly indignant about

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Lo esencial, por tanto, es establecer si en los precios paramétricosque no sean de mercado se puede llegar a incorporar la informaciónque es precisa para calcular racionalmente y para coordinar los com-portamientos desajustados de los agentes sociales, problema que, comoveremos, no pudo ser resuelto satisfactoriamente por Oskar Lange.

Por otro lado, Karen I. Vaughn ha señalado que Oskar Lange, en elpárrafo que venimos comentando, manifestó una completa falta decomprensión de lo que Wicksteed quiso decir en relación con los pre-cios.34 En efecto, para Wicksteed cualquier persona que quiera llevar acabo una decisión económica se planteará el problema esencialmentesubjetivo de estimar el coste de oportunidad que implique la acción queestá considerando. De manera que cuando alguien se plantea, por ejem-plo, si efectuar o no una compra, sin duda alguna se informa, entre otrosaspectos, del precio del bien en cuestión, o relación de intercambio deese bien con el dinero que se viene dando en el mercado. Ahora bien,los «términos en los cuales las alternativas se le ofrecen» al actor es algosubjetivamente evaluado por éste y que incluye, no sólo la relación deintercambio que indica el precio, sino también todos los otros elemen-tos subjetivos que en mayor o menor medida son ponderados por elactor a la hora de tomar su decisión. Por tanto, y como no podía sermenos en el caso de Wicksteed, uno de los teóricos subjetivistas másconspicuos, no cabe distinguir la función paramétrica de las funcionesno paramétricas de los precios, sino que una y otras se encuentranindisolublemente unidas en el concepto de «precio de mercado» y siem-pre son enjuiciadas de una forma subjetiva, conjunta e indivisible porlos actores.35

the steadily repeated silly talk of Oskar Lange having refuted Mises». Este artículofue publicado originariamente en el número de abril de 1982 de la revista EconomicAffairs. Las «Dos páginas de Ficción» a que hace referencia el «intrigante» título delartículo son precisamente las pp. 60 y 61 del artículo de Lange reimpreso en ellibro editado por Lippincott que estamos comentando, y que se han venido citan-do abusivamente para fundamentar sin más discusión científica el injustificado mitode que Lange había refutado a Mises. Véase, en este sentido, las «Recollections»incluidas en Hayek’s «Serfdom» Revisited, publicado por el Institute of EconomicAffairs, Hobart-Paperback n.º 18, 1984, pp. XXVI y XXVII.

34 Ver Philip Wicksteed, Common Sense of Political Economy, Routledge andKegan Paul, Londres 1933, p. 28.

35 Quizá merezca la pena reproducir aquí literalmente las palabras escritas

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El segundo párrafo de Lange

Veamos ahora cómo explica Lange de qué forma los «precios ensentido amplio» (precios paramétricos) podrían llegar a ser conocidostanto por los gerentes de las industrias como por el órgano central deplanificación del sistema socialista, y podrían llegar a suplantar satis-factoriamente a los precios monetarios de mercado que se dan en elsistema capitalista. En palabras del propio Oskar Lange: «The economicproblem is a problem of choice between alternatives. To solve the

sobre este tema por Karen I. Vaughn: «It is instructive that Lange decided to quoteWicksteed’s formulation of the meaning of price in the beginning of his article;instructive primarily because it reveals Lange’s complete lack of understandingof exactly what Wicksteed was trying to show. In the Common Sense of PoliticalEconomy (London, Routledge & Keagan Paul, 1933), Wicksteed described theessentially subjective nature of the opportunity costs that faced anyone attempt-ing to make a rational economic decision. That is, when one considers makinga purchase, the price represents the market exchange value, but the “terms onwhich alternatives are offered” includes not only the market price, but all thesubjective elements that must be calculated in one’s choice, the subjective valueof all the foregone alternatives (p. 28). Obviously, this has nothing to do withthe distinction Lange was trying to make between market prices and centrallyplanned prices. The prices which Lange’s planning board would set, far fromproviding a more encompassing kind of price, would figure in an individual’ssubjective calculus in exactly the same way as market prices more convention-ally do. Individuals would still have to personally evaluate the whole range ofalternatives, the ‘terms on which alternatives are offered’ to them, but the ad-ministered price would substitute for the market price. The real problem, then,of how legislated prices would be made to represent actual relative scarcities ofthe commodities available for exchange, could not be exorcised with an impres-sive incantation. Lange has still to show that the tâtonnement he prescribed couldbe made to yield measures of relative scarcity as well as market exchanges. This,he did not accomplish.» Ver la «Introduction» de Karen I. Vaughn al libro de TrygveJ.B. Hoff, Economic Calculation in the Socialist Society, obra citada, pp. xxii -xxiii. Quizás el defecto más importante de la, por otro lado, brillante«Introducción» de Karen I. Vaughn que acabamos de citar sea el no mencionarpara nada las aportaciones realizadas por Mises en su Human Action en 1949, alas que en otro lugar incluso errónea e injustamente minusvalora al afirmar que«Mises’ so-called final refutation in Human Action is mostly polemic and glossesover the real problems...». Véase la «Critical Discussion of the Four Papers» enThe Economics of Ludwig von Mises: a Critical Reappraisal, Sheed and Ward,Kansas City 1976, p. 107. Véase también finalmente el artículo de Karen I. Vaughn«Economic Calculation under Socialism: the Austrian Contribution», EconomicInquiry, volumen XVIII, octubre 1980, pp. 535-554, reimpreso en Austrian Eco-nomics, Stephen Littlechild (ed.), Edward Elgar, Londres 1990, volumen III, pp.332-351.

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problem three data are needed: (1) a preference scale which guidesthe acts of choice; (2) knowledge of the “terms on which alternativesare offered”; and (3) knowledge of the amount of resources available.Those three data being given, the problem of choice is soluble».36 (Lacursiva es mía).

La primera observación que se debe hacer es la relativa al burdopleonasmo de la última frase. En efecto, como cualquier persona mo-deradamente culta sabe, la expresión inglesa «data» procede del latíndatum-data, que hace referencia, precisamente, a aquel conocimien-to o información que se encuentra «dado». Por su parte, «given» es elparticipio pasado del verbo inglés «to give» que significa «dar». En suma,lo que Lange literalmente afirma en su última frase es que, si la infor-mación que está dada, está dada, el problema del cálculo económicoes soluble. Hayek dice que este tipo de expresiones incultas («givendata») o de «redundancias semánticas» (en la terminología más suavede Don Lavoie) son constantemente utilizadas por Lange y, en general,poseen un atractivo irresistible y están a la orden del día para los eco-nomistas matemáticos, y en particular para aquellos que desarrollan suciencia en términos del equilibrio dentro del paradigma neoclásico-walrasiano, porque de alguna manera (la semántica al menos) les tran-quiliza la conciencia asegurándoles que saben algo que en realidad noconocen ni jamás podrán llegar a conocer.37 Pues bien, es en la confu-sión creada por el mencionado pleonasmo en la que se basa y radicatodo el contenido de la tan cacareada «refutación» por parte de Langedel argumento de Mises en torno a la imposibilidad del cálculo econó-mico en una economía socialista. En efecto, para Mises, el problemaeconómico fundamental es el de cómo llegar a hacerse con la informa-ción necesaria en ausencia de mercado, precios de mercado y libre ejer-cicio de la función empresarial. Pero, si se supone ab initio que tal

36 Oskar Lange, On the Economic Theory of Socialism, obra citada, p. 60. Latraducción de esta cita que leemos en la p. 64 de la versión española ya citada esla siguiente: «El problema económico es un problema de elección entre alternati-vas. Para resolver el problema se necesitan tres datos: (1) una escala de preferen-cia que guíe las elecciones; (2) el conocimiento de los “términos bajo los cualesse ofrecen las alternativas”, y (3) el conocimiento del total de recursos disponi-bles. Una vez conocidos estos datos, el problema de la elección es soluble.»

37 The Essence of Hayek, obra citada, p. 54.

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información se encuentra dada («given»), no existe, como es lógico, pro-blema de cálculo económico alguno, puesto que se parte de conside-rar que el mismo ya ha sido, de entrada, resuelto. Por tanto, lo que laúltima frase del párrafo de Lange que estamos comentando nos viene adecir, en última instancia, es que «si se supone que el problema delcálculo económico ha sido, de entrada, resuelto, entonces el problemadel cálculo económico está resuelto».

Lange remacha aun más el pleonasmo que venimos comentando enla primera frase del párrafo siguiente cuando dice: «It is obvious that asocialist economy may regard the data under 1 and 3 as given, at leastin as great a degree as they are given in a market economy.»38

Nosotros podemos preguntarnos ¿de qué manera? Pues, en contrade lo que sin ningún tipo de argumentación afirma Lange, no es obvioen forma alguna que en una economía socialista la información (ni si-quiera la referente a los apartados 1 y 3) pueda llegar a estar «dada» (omejor dicho, «conocida», ya que suponemos que éste es el sentido queLange quiere dar a la expresión «given»), de la misma manera y con elmismo grado o intensidad con que dicha información se «da» (mejordeberíamos decir se «ve», «descubre» o «crea») en una economía de mer-cado. El problema clave es: ¿A quién, o por quién y de qué forma llegaa ser conocida la información? Porque, como hemos estudiado condetalle en el Capítulo II, en una economía de mercado la informaciónde ninguna manera se encuentra «dada», sino que, por el contrario, esconstantemente creada, descubierta y apercibida por miles y miles deagentes económicos que ejercen interactivamente su función empre-sarial dentro de un contexto de economía de mercado y de derecho depropiedad sobre los factores de producción. Es inadmisible suponer departida, como hace Lange, que ese proceso de constante creación ydescubrimiento de nueva información pueda llegar a ser emulado o

38 «Resulta obvio por otra parte que un sistema socialista puede considerar comodados los datos incluidos en los apartados (1) y (3) anteriores, al menos en la mismamedida en que están dados en un sistema capitalista.» En esta traducción hemossubrayado la versión española del pleonasmo inglés «data given». Por cierto, quela traducción de Editorial Ariel no es rigurosamente fiel en este punto, pues ale-jándose del original inglés, menciona que se consideran como dados los tres tiposde datos (1), (2) y (3), y no sólo los de los apartados (1) y (3) como Lange dicetextualmente en el original inglés. Sobre la Teoría Económica del Socialismo, obracitada, p. 64.

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replicado en un sistema socialista en el que, por definición, no se per-mite el libre ejercicio de la función empresarial y en el que los dere-chos de propiedad han sido abolidos. Y si en estas circunstancias nisiquiera puede llegar a ser creada y descubierta por los propios agen-tes dicha información, mucho menos podrá llegar a ser conocida porun hipotético órgano central de planificación. La información no pue-de considerarse «dada» a nivel central, no sólo por su carácter subjeti-vo, práctico, disperso y no articulable, sino porque, además, ni siquie-ra se genera a nivel de los agentes económicos individuales cuando éstosno pueden ejercer libremente su actividad empresarial. No es necesa-rio que aquí desarrollemos aún más este argumento clave, ya que hasido reiteradamente explicado con detalle y desde diversos puntos devista en otros lugares de este libro.

El tercer párrafo de Lange

Continúa Lange su argumentación de la siguiente manera: «The dataunder 1 may be either given by the demand schedules of the individu-als or be established by the judgement of the authorities administeringthe economic system. The question remains whether the data under 2are accessible to the administrators of a socialist economy. ProfessorMises denies this. However, a careful study of price theory and of thetheory of production convinces us that the data under 1 and under 3being given, the “terms on which alternatives are offered” are deter-mined ultimately by the technical possibilities of transformation of onecommodity into another, i.e., by the production functions.»39

39 Oskar Lange, On the Economic Theory of Socialism, pp. 60-61. La traduc-ción al castellano se encuentra en las pp. 64 y 65 de la citada versión española yes la siguiente: «Los datos comprendidos en (1) pueden venir dados (o por lasescalas de demanda de los individuos, o) por las autoridades que dirigen el siste-ma económico. Pero continúa en pie la cuestión de saber si los datos encabeza-dos por el (2) son accesibles para los dirigentes de una economía socialista. Elprofesor Mises niega esta posibilidad. Sin embargo, un cuidadoso estudio de lateoría de los precios y de la teoría de la producción nos convence de que, cono-cidos los datos correspondientes a (1) y a (3), los “términos bajo los cuales se ofre-cen las alternativas” están determinados en última instancia por las posibilidadestécnicas de transformación de una mercancía en otra, es decir, por las funcionesde producción.» (La frase entre paréntesis la hemos traducido nosotros y de nuevocorresponde a un imperdonable olvido de los traductores.)

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Lo primero que llama la atención en este párrafo es la referencia quehemos subrayado a la «teoría de los precios» y a la «teoría de la produc-ción», cuyo «cuidadoso» estudio es el que lleva a Lange a afirmar que, sila información necesaria (la referente a los apartados 1 y 3) «está dada»,no existe problema de cálculo económico, porque los términos en losque se intercambien o se presenten las distintas alternativas vendrándados por las posibilidades técnicas de transformación incorporadas enlas correspondientes funciones de producción. Que Lange explí-citamente se apoye en la «teoría de los precios» y en la «teoría de laproducción» del paradigma neoclásico-walrasiano, no sólo pone de ma-nifiesto el «imperialismo científico» de este paradigma (como si no exis-tiera otra teoría de los precios en la que no se partiera del absurdosupuesto de considerar que toda la información necesaria está previa-mente dada), sino que, además, pone de relieve las enormes insufi-ciencias y peligros que conlleva la metodología basada en el uso obsesi-vo de las matemáticas, en el análisis del equilibrio, y en el supuesto deque el problema económico fundamental es de mera maximización defunciones conocidas sometida a restricciones también dadas. No sólose trata, como indica Mises, de que la «teoría económica del equilibrio»sea un juego intelectual irrelevante, sino de que además, y esto es mu-cho más grave, se convierte en un juego intelectual corruptor inclusode las mentes científicas más brillantes, pues, al hacerlas partir de unossupuestos irreales, las lleva inexorablemente a unas conclusiones erró-neas. Y todo ello de una manera que pasa casi oculta e inadvertidaexcepto para los teóricos más profundos y sutiles. La teoría económicadel equilibrio y del modelo neoclásico-walrasiano es el «opio del cien-tífico de la economía», que le separa de la realidad que debería estu-diar, le hace caer en la más absoluta autocomplacencia y le inmunizacontra la mayoría de las posibilidades de que podría disponer para darsecuenta de los errores que comete. Lange se propuso demostrar cómola teoría económica del bienestar, desarrollada dentro del paradigmaneoclásico-walrasiano, era el fundamento teórico más importante quepodría proporcionarse al sistema socialista. Que la mayoría de los teóri-cos del equilibrio hayan estado de acuerdo en que su modelo analíticoes aplicable tanto a un sistema capitalista como a un sistema socialista,y que el mismo puede servir de fundamento para justificar la posibilidaddel cálculo económico en este último, en nuestra opinión quita toda

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credibilidad científica a la mayor parte de la teoría de los precios delmodelo neoclásico. Y, precisamente, una de las tesis más importantesde este libro es que el análisis teórico-crítico del socialismo que en elmismo estamos llevando a cabo, y que se ha plasmado en la realidadpráctica en los hechos de importancia histórica que han acaecido enlos países del Este, no sólo supone el desmoronamiento y el total des-prestigio teórico y práctico del socialismo como sistema económico ysocial, sino también el de gran parte de la teoría económica neoclásicacomo paradigma científico serio que merezca ser tenido en cuenta.

Por otro lado, no es de extrañar que Lange, y en general la mayoríade los autores de la economía neoclásica, no entiendan cómo Mises escapaz de afirmar que el cálculo económico es «teóricamente imposible»en una economía socialista. Esto es así, porque para los mencionadosautores no hay más «teoría» que la que ellos mismos desarrollan, par-tiendo, como ya hemos visto, de unos supuestos que precisamente eli-minan, desde un principio, la necesidad de efectuar cálculo económi-co alguno. Es decir, desde la óptica neoclásica, el cálculo económicosocialista siempre es, por definición, teóricamente posible. No conci-ben estos autores que pueda existir más teoría que la que ellos mismosse han construido en términos del equilibrio y la maximización y, enconcreto, ignoran completamente el paradigma desarrollado por losteóricos de la Escuela Austriaca en general, y por Mises y Hayek enparticular, que se basa desde sus orígenes en un estudio teórico de lasinstituciones reales que se dan en la sociedad y de los procesos demercado movidos por la fuerza de la función empresarial, y en el quejamás se supone que la información esté «dada», sino que se va crean-do y generando constantemente, dentro de un entorno institucionaldeterminado que hace posible la coordinación de los comportamien-tos desajustados de los seres humanos.40

40 No entienden, por tanto, los teóricos neoclásicos que el cálculo económicodependa de la existencia de unas instituciones históricamente contingentes (talescomo la existencia de dinero, mercados e intercambios libres), categorías éstashistóricas que son «special features of a certain state of society’s economic organiza-tion which did not exist in primitive civilizations and could possibly disappear inthe further course of historical change». Human Action, obra citada, p. 201 y notan.º 1 de esa misma página, en la que Mises añade que «the German historical schoolexpressed this by asserting that private ownership of the means of production,

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Así, y en relación con este tema, Don Lavoie ha señalado que es casiinevitable que los teóricos neoclásicos, al suponer en sus modelos sobrela economía de mercado que todo el conocimiento relevante se encuen-tra dado para los agentes económicos que participan en el mismo, yque bajo ciertas condiciones de carácter estático el mercado alcanza unequilibrio determinado, casi sin darse cuenta terminen dando el peque-ñísimo paso que supone el adoptar similares supuestos para un mode-lo socialista y lleguen, por tanto, a la paralela conclusión de que en elsocialismo es posible alcanzar un equilibrio determinado.41 Y Kirzner

market exchange, and money are “historical categories”». Queda, así, perfectamenteaclarada la inexistencia en Mises de la «contradicción espectacular» que Lange leachaca simplemente por parecerle el economista austriaco un «institucionalista»que, a la vez, defiende la validez universal de la teoría económica. Lange no puedeentender que la Escuela Austriaca, desde su fundación por Carl Menger, haya cen-trado su programa de investigación científica en el análisis teórico (general, abs-tracto e históricamente no contingente) de las instituciones (entendidas comoesquemas pautados de conductas o acciones humanas, tales como el dinero, elmercado, el derecho, etc.) y los procesos sociales de tipo evolutivo. De hechoMenger dedicó sus Grundsätze a Roscher, pues pensaba que su aportación subje-tivista y sobre el surgimiento evolutivo de las instituciones daba por primera vezel necesario fundamento teórico a la escuela historicista (Savigny, Burke), frenteal racionalismo cartesiano que ya todo lo comenzaba a inundar. Las gafas teóricasdel paradigma neoclásico están tan mal graduadas que le impiden a Lange inclu-so distinguir las circunstancias más evidentes del entorno científico en que vive,que sólo percibe de una forma monocromática y distorsionada. Véase la nota apie de página n.º 6 de On the Economic Theory of Socialism, obra citada. Así, porejemplo, es curioso notar cómo el reciente libro, de evidente influencia «austriaca»,Economics as a Process (Richard N. Langlois, Cambridge University Press, NuevaYork 1986) se subtitula «Essays in the New Institutional Economics», y se trata cla-ramente, al igual que los trabajos de Mises, de un libro de teoría económica (portanto no «institucionalista» o historicista) sobre las instituciones. A pesar de Lange,la teoría económica sobre los procesos e instituciones sociales es una cosa, y el«institucionalismo» otra bien distinta. E igualmente es de gran interés el trabajo dePeter J. Boettke «Evolution and Economics: Austrians as Institutionalists», enResearch in the History of Economic Thought and Methodology, n.º 6, 1988. Re-cuérdese, por último, el contenido de la n. 2 del Capítulo V, y en especial loscomentarios críticos de Mark Blaug al paradigma neoclásico-walrasiano y su re-ciente giro hacia los postulados de la Escuela Austriaca.

41 «To the neoclassical participants in the debate, the relevant knowledge isassumed to be given to market participants, and the main analytic conclusion isthat under certain static assumptions the capitalist equilibrium is determinate. It isa small step from this analysis to the adoption of similar assumptions and the arrivalat similar conclusions for socialism.» Don Lavoie, Rivalry and Central Planning,obra citada, p. 115.

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añade que el hecho de que Lange no se diera cuenta de cuál era elverdadero desafío planteado por Mises en contra del socialismo se debea que su conocimiento de la economía estaba circunscrito, en general,a la teoría de los precios neoclásica y, en particular, al modelo de «com-petencia perfecta». Este modelo, que aún hoy en día es considerado enla mayoría de los libros elementales de texto como uno de los másimportantes de cara a la «comprensión» del sistema económico real,elimina de raíz y es incapaz de reconocer el papel que ejerce la fun-ción empresarial, descubriendo oportunidades de beneficio y aprove-chándolas, dentro de un proceso dinámico de constante ajuste y coor-dinación de la economía. Como el argumento de Mises se basa en unconcepto de función empresarial que es del todo desconocido por elparadigma neoclásico, no es de extrañar que Lange, al carecer comple-tamente del instrumental analítico necesario, terminara creyéndose queel mercado se comporta tal y como indican los libros de texto y que,por tanto, era posible simular en una economía socialista el modelo deequilibrio tan elegantemente expuesto en los mismos.42

Ya hemos visto con anterioridad cómo, aunque Lange considere queno habría problema en recopilar la información de los tipos 1 y 3, teó-ricamente ello es imposible en ausencia de una función empresariallibremente ejercida, pues, en tal caso, la información respectiva no se

42 En palabras del propio Kirzner: «That Lange did not understand this non-parametric function of prices must certainly be attributed to a perception of themarket system’s operation primarily in terms of perfectly competitive equilibrium(Indeed, it is this text-book approach to price theory that Lange explicitly presentsas his model for socialist pricing). Within this paradigm, as is now well recognized,the role of the entrepreneurial quest for pure profit, as the key element in bringingabout price adjustment, is completely ignored. It is not difficult to see how Langecould conclude that such a (non entrepreneurial) system might be simulatedunder socialism.» Discovery and the Capitalist Process, obra citada, pp. 128-129.Sobre la teoría económica de los procesos de mercado fundamentada en tornoal concepto de la función empresarial (completamente ajena y especialmentecrítica del paradigma neoclásico-walrasiano) deben consultarse no sólo las obrasde Mises y Hayek citadas en este libro, sino, en especial, todos los trabajos deKirzner y, en general, los del resto de los teóricos de la economía del paradigmaaustriaco. Sobre la crítica del equilibrio en el análisis económico, efectuada porparte de un economista de prestigio de los países del Este, es también interesanteconsultar el trabajo de János Kornai titulado Anti-Equilibrium. On EconomicSystems Theory and the Task of Research, editorial North Holland, Amsterdam1971.

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generará ni descubrirá (aparte de la imposibilidad de su transmisión aun órgano central dado su carácter tácito y subjetivo). Es la informa-ción del tipo 2, es decir, la relativa a las relaciones de intercambio y alas funciones de producción, la que para Lange parecía plantear algúnproblema, si bien de inmediato afirma que tal problema podría«solucionarse» muy fácilmente, estando dada la información correspon-diente a los tipos 1 y 3 (cosa que, repetimos, también sabemos que esimposible de lograr). La «extraordinaria» manera con que Lange «solu-ciona» este problema consiste en afirmar de un plumazo y sin prueba ojustificación alguna que ... «the administrator of the socialist economywill have exactly the same knowledge or lack of knowledge, of theproduction functions as the capitalist entrepreneurs have».43

Pues bien, en esta última afirmación, de carácter dogmático, puesno va acompañada de prueba o justificación teórica ni empírica algu-na, se encuentra el corazón de toda la «refutación» de Lange a Mises.Como sabemos, la esencia de la argumentación de Mises radica en ponerde manifiesto que la información generada por el libre ejercicio de lafunción empresarial no puede reproducirse por un sistema en el queésta no exista, por lo que teóricamente es imposible que los «adminis-tradores de una economía socialista» puedan tener «exactamente» lamisma información de que disponen los empresarios en una economíacapitalista. Sabemos que la información es algo subjetivo y dinámicoque se va creando y generando en cada momento, según que las opor-tunidades de ganancia o beneficio sean percibidas o aprehendidas poraquellos que libremente puedan hacerse con las mismas al ejercer sufunción empresarial. Si la función empresarial queda, por definición,eliminada al abolirse la propiedad privada de los medios de produc-ción y no existir la posibilidad de que los individuos libremente perci-ban fines y objetivos y traten de alcanzarlos haciéndolos suyos, dichosobjetivos o fines no actuarán como incentivo y no se generará la infor-mación relevante y necesaria para lograrlos. Luego, por definición, allídonde no exista una función empresarial libre nunca puede suponerse

43 «Los dirigentes de una economía socialista tendrán exactamente los mismosconocimientos, o la misma falta de conocimientos, sobre la función de produc-ción que los empresarios capitalistas.» P. 65 de la versión española de On theEconomic Theory of Socialism. Esta cita se encuentra en la p. 61 de la versión in-glesa.

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que se generará la información que sólo resulta del proceso impulsadopor aquélla. No es de extrañar, por tanto, que en 1982 Hayek, y en re-lación con esta sorprendente afirmación de Lange que venimos comen-tando, haya afirmado lo siguiente: «This brazen (“cínica”) assertion iscrucial for Lange’s refutation of Mises’ argument, but he offers noevidence or justification for it, even in this limited form confined toproduction functions. Yet it has been expanded by Lange’s pupils intothe even more fantastic assertion that a central planning board “wouldreceive exactly the same information from a socialist economic systemas did the entrepreneurs under the market system” (Thus Robert L.Heilbroner, Between Capitalism and Socialism, New York 1980, p.88)...I am afraid this is a blatant untruth (“descarada falsedad”), an assertionso absurd that it is difficult to understand how an intelligent person couldever honestly make it. It asserts a sheer impossibility which only amiracle could realize.»44

44 «Esta descarada afirmación es crucial en la refutación por parte de Langedel argumento de Mises, y no viene acompañada de evidencia o justificaciónalguna ni siquiera en su versión más restringida limitada a las funciones deproducción. A pesar de ello, la misma ha sido extendida por los alumnos de Langea la incluso todavía más fantástica afirmación según la cual el órgano central deplanificación “recibiría exactamente la misma información en un sistema socialistaque los empresarios reciben en una economía de mercado” (Así Robert L.Heilbroner, Entre el Capitalismo y el Socialismo, Nueva York 1980, p. 88)... Metemo que todo ello no es sino una burda falsedad, una afirmación tan absurdaque es difícilmente comprensible cómo una persona inteligente y honesta hayapodido hacerla. Esta afirmación supone una pura imposibilidad que sólo unmilagro podría llevar a cabo.» Ver F.A. Hayek, «Two Pages of Fiction: The Im-possibility of Socialist Calculation», en The Essence of Hayek, obra citada, pp. 55y 56. La referencia a Heilbroner era necesaria, pues, al suponer que la informaciónestaría disponible no sólo a los gerentes de las empresas, como afirma Lange,sino incluso al órgano central de planificación, está afirmando, si cabe, unaimposibilidad de un grado lógico cualitativamente superior, pues a la imposi-bilidad de que gerentes que no son empresarios vayan generando una infor-mación empresarial, se añade el problema aún más grave que supone la transmi-sión y comprensión centralizada de un infinito volumen de información subjetiva,tácita y no articulable, de tipo disperso y en constante cambio. Recordemos, endescargo parcial de Heilbroner, su reciente retractación y constatación del abso-luto triunfo del capitalismo sobre el socialismo (véase la cita n.º 3 de este capí-tulo), aunque todavía desconocemos si para Heilbroner tal triunfo es un sorpre-sivo hecho empírico carente de justificación teórica o si, por el contrario, haempezado ya a intuir los burdos errores en los que ha venido incurriendo a lolargo de toda su pasada vida intelectual.

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Por otro lado, no hay que olvidar que las denominadas «funcionesde producción» no existen en la vida real. Lo que se da en la vida reales un flujo continuo de generación de nueva información en cuanto alas distintas posibilidades de combinar factores de producción de caraa conseguir un determinado bien o servicio. Esta información se vadescubriendo por tanteo como consecuencia del ejercicio de la empre-sarialidad por parte de los agentes económicos implicados en la produc-ción. Estos agentes económicos constantemente creen observar nuevasoportunidades de ganancia, no sólo modificando los bienes y servicios(en cuanto a su presentación y definición, precio y calidad), sino tam-bién innovando comercial y tecnológicamente; y lo mismo sucede, conun nivel de complejidad incluso superior, en relación con los mediosde producción en los que el constante descubrimiento de pequeñoscambios que hasta el momento habían pasado desapercibidos da lugara la obtención de importantes beneficios. Difícilmente se puede consi-derar que existan unas hipotéticas «funciones de producción», cuandola información necesaria para definirlas ni siquiera existe, es decir, nose conoce por parte de los propios agentes económicos implicados enel proceso productivo (ni por un órgano de planificación ni, muchomenos, por parte de técnicos o economistas por muy especializadosque estén en la teoría de la producción), mientras ésta no se va crean-do poco a poco por los mismos de forma tácita, subjetiva y dispersa. Elproblema de la producción no es un problema técnico de funcionesque puedan ser resueltas de forma objetiva. Por el contrario, es un pro-blema humano netamente empresarial en el que, constantemente ydentro del contexto de las diferentes acciones, se van probando e in-tentando nuevas y variadísimas combinaciones y alternativas, que enel marco de una economía de mercado, y teniendo en cuenta los pre-cios que se espera se den en la misma así como el resto de la enormevariedad de informaciones subjetivas que afectan al actor, le hacen aéste ver continuamente que existen posibilidades para obtener benefi-cios subjetivos (es decir, «monetarios ceteris paribus») que estima me-rece la pena perseguir.

Se hace evidente, por tanto, que en Lange se da una esencial confu-sión entre dos tipos radicalmente distintos de conocimiento: el «cientí-fico» y el «práctico». En efecto, Lange parece confundir tan profunda-mente el «conocimiento práctico» que día a día generan y tienen de forma

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dispersa los agentes económicos que actúan en la sociedad con el «co-nocimiento científico» que el economista cree poseer para teorizar sobrelos procesos sociales, que, en última instancia, termina creyéndose inge-nuamente que bien el científico o el órgano de planificación podríanhacerse en la vida real, sin ninguna dificultad, con tal «conocimientopráctico». Y, sin embargo, los dos tipos de conocimiento (el «práctico» yel «científico») tienen una naturaleza radicalmente diferente. Y es que,aunque el «conocimiento científico», como sucede en la ciencia econó-mica, se convierta en una teoría sobre el «conocimiento práctico», éstaserá como máximo una teoría formal relativa a los procesos de su crea-ción y transmisión, pero que siempre ha de partir, como base, de la ideade que teorizar sobre el «conocimiento práctico» no permite, en formaalguna, vencer la imposibilidad teórica de hacerse con el contenidoespecífico del mismo por parte de un observador externo, sea éste uncientífico o un órgano de planificación. Es exactamente por esta razón(es decir, por la imposibilidad de que el teórico se haga con el conteni-do «material» del «conocimiento práctico» sobre el que teoriza, así comopor su fracaso a la hora de distinguir entre el «conocimiento práctico» yel «conocimiento científico») por la que no sólo es imposible el cálculoeconómico en un sistema socialista, sino que además carece de rele-vancia la mayor parte de la «teoría económica» elaborada hasta ahoradentro del paradigma neoclásico.

El cuarto párrafo de Lange

Esta confusión entre los dos tipos de conocimiento la traslada Langea los dos conceptos de precio que son paralelamente aplicables a cadauno de ellos. En efecto, forman parte de la órbita del «conocimientopráctico» los precios de mercado que incorporan una gran parte de él yque son continuamente creados y modificados por el impulso de lafuerza empresarial. Dentro de la órbita del «conocimiento científico» (sibien hay que reconocer que sólo en la versión científica estrecha, pobrey limitada del equilibrio) podrían encuadrarse los «precios paramétricos»,en los que, suponiendo que toda la información relevante estuvieradada, se establecen los términos en los cuales se presentan las distintasalternativas, ajustándose pasivamente a las mismas el comportamientode cada actor. La gran confusión de Lange radica en creer que los precios

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paramétricos pueden incorporar la información que contienen los pre-cios de mercado. Y, sin embargo, Lange tiene la increíble audacia deculpar a Mises de caer en el error que precisamente él mismo está come-tiendo cuando afirma que «Professor Mises seems to have confusedprices in the narrower sense, i.e. the exchange ratio of commodities ona market, with prices in the wider sense of “terms on which alterna-tives are offered”. As, in consequence of public ownership of the meansof production, there is in a socialist economy no market on which capi-tal goods are actually exchanged, there are obviously no prices of capitalgoods in the sense of exchange ratios on a market. And hence Profes-sor Mises argues, there is no index of alternatives available in the sphereof capital goods. But this confusion is based on a confusion of “price”in the narrower sense with “price” in the wider sense of an index ofalternatives. It is only in the latter sense that “prices” are indispensablefor allocation of resources, and on the basis of the technical possibili-ties of transformation of one commodity into another, they are also givenin a socialist economy.»45

La confusión de Lange es, por tanto, notoria, pues para él los pre-cios paramétricos de una economía socialista incorporarían una infor-mación (gracias a las correspondientes posibilidades técnicas de trans-formación de las «conocidas» funciones de producción) igual a la quese daría en una economía de mercado. Es decir, Lange confunde elprecio paramétrico con el precio de mercado. Israel M. Kirzner, con su

45 «El profesor Mises parece haber confundido los precios en su sentido estric-to, es decir, las relaciones de intercambio de las mercancías en un mercado, conlos precios en su sentido más amplio de “términos bajo los cuales se ofrecen lasalternativas”. Como, a consecuencia de la propiedad colectiva de los medios deproducción, no existe en una economía socialista un mercado en el que se inter-cambien realmente los bienes de capital, evidentemente no existen precios de losbienes de capital en el sentido de relaciones de intercambio en un mercado. Deaquí el profesor Mises concluye que no existe ningún “índice de las alternativasdisponibles en la esfera de los bienes de capital”. Pero esta afirmación se basa enuna confusión entre el “precio” en el sentido restringido y el “precio” en el senti-do amplio de índice de alternativas. Solamente en este último sentido los “pre-cios” son indispensables para la asignación de recursos, y al estar basados en lasposibilidades técnicas de transformación de una mercancía en otra están tam-bién dados en un sistema socialista.» Versión española de On the Economic Theoryof Socialism, p. 65. La cita inglesa se encuentra en la p. 61 de la versión inglesa deeste artículo.

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habitual perspicacia, ha profundizado aún más en este punto ponien-do de relieve que el error cardinal de Lange es el de suponer que elmercado tiende hacia el equilibrio a través de un proceso en el que enningún momento se altera el «carácter paramétrico» de la función de losprecios, de forma que a lo largo de ese proceso todos los agentes eco-nómicos consideran los precios de mercado como «dados», y simple-mente se ajustan de manera pasiva a los mismos, sin que sea posibleintentar efectuar en ellos ningún cambio. De esta manera, Lange yerralamentablemente en su modelo interpretativo del mercado, pues en elmercado real el carácter protagonista de los precios no radica en sufunción paramétrica sino, por el contrario, en su función no paramé-trica, que consiste en el hecho de que los empresarios constantementedescubren divergencias en los precios y actúan para aprovecharse delas correspondientes oportunidades de beneficio que éstas generan,comprando y vendiendo y, por tanto, modificando y creando continua-mente ex novo dichos precios.46 Los precios de mercado son por tanto«no paramétricos», en el sentido de que proporcionan información so-bre las disparidades existentes, crean un incentivo para comprar y ven-der y, en última instancia, están siendo continuamente modificadoscomo consecuencia del ejercicio e impulso de la función empresarial.El comportamiento de los agentes económicos no es pasivo o reactivo,sino que, por el contrario, es un comportamiento típicamente empre-sarial, es decir, proactivo, y consiste en estar constantemente alerta paradescubrir, generar y aprovechar de forma continua nuevas oportuni-dades de beneficio. Los precios no son algo dado a lo que se ajustanlas personas, sino que, al revés, son las personas las que continuamen-te están actuando, creando y modificando precios. Además, sólo a través

46 En palabras del propio Kirzner: «Lange failed to recognize that the distincti-ve aspect of the market is the manner in which prices change, that is, that marketprices are in fact treated nonparametrically. It is one thing to imagine that socialistmanagers can be motivated to obey rules on the basis of centrally promulgated“prices”; it is quite another to take it for granted that the nonparametric functionof price (in which, that is, price is not being treated as a datum but is subject tochange by individual market participants), a function which depends entirely onentrepreneurial discovery of new opportunities for pure profit, can be simulatedin a system from which the private entrepreneurial function is completely absent.»Israel M. Kirzner, Discovery and the Capitalist Process, obra citada, p. 31. Tam-bién tienen gran interés las pp. 126 a 129 de ese mismo libro.

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47 En este mismo error han caído todos aquellos comentaristas que, siguiendoa Schumpeter, han considerado que, incluso antes de Mises, Vilfredo Pareto yEnrico Barone habían «demostrado» que el cálculo económico socialista eraposible. Como ya hemos visto cuando nos hemos referido a estos autores, loúnico que los mismos establecieron fue un argumento de similitud formal; o,dicho de otra manera, mostraron formalmente de qué tipo de información deberíadisponer una autoridad socialista para, en condiciones estáticas, hacer posibleel cálculo económico. Pero, evidentemente, una cosa es establecer el tipo ycantidad de información necesitada para lograr este objetivo y otra cosa muydistinta es resolver el problema teórico de cómo hacerse con la misma, lo cual,de acuerdo con Mises y Hayek, es imposible en el socialismo en función de lascaracterísticas típicas de dicho sistema. Es más, antes hemos visto (véanse lasnotas 8 y 9 del Capítulo IV) que incluso el propio Vilfredo Pareto y, en menormedida, Enrico Barone establecieron expresamente que el conocimiento o infor-mación a que nos estamos refiriendo jamás podría ser obtenido en ausencia delmercado. Finalmente, y como ya sabemos, en el mismo error caen los autoresde la moderna teoría planométrica desarrollada a partir de Arrow y Hurwicz yque ya hemos analizado con detalle en otro lugar (véase el Apartado 5 delCapítulo V). Los economistas del Este, que, de acuerdo con John Gray (Liberalims:Essays in Political Philosophy, Routledge, Londres 1989, p. 174), se encuentranentre los científicos de la economía más cultos y formados en la historia delpensamiento económico, han empezado a reconocer con carácter generalizadoel argumento de Mises y Hayek de que la supresión de las instituciones delmercado capitalista hace imposible el cálculo económico, en contraste con lasituación de sus colegas de los países occidentales, que, en su mayoría, siguenperdidos en las falacias del paradigma neoclásico-walrasiano. Entre estoseconomistas cabe destacar, por ejemplo, a Wlodzimierz Brus y Kazimier Laski,sobre todo porque fueron antiguos alumnos de Oskar Lange, e incluso escribieronun libro conjuntamente con él (ver Problemas de Economía Política delSocialismo, Oskar Lange (ed.), Fondo de Cultura Económica, Méjico 1974; elartículo de Laski es sobre las «condiciones para el equilibrio general entre pro-ducción y consumo» y se encuentra recogido en las pp. 108 a 151; y el de Brustrata sobre los «problemas de contabilidad marginal en la economía socialista» yse encuentra en las pp. 175 a 194). Hoy produce emoción leer las recientes

de esta función empresarial y no paramétrica de los precios se van des-cubriendo los desajustes de comportamiento que existen en la socie-dad y se establece en la misma un proceso o tendencia coordinativa detipo general. Por esto, es claramente un absurdo pensar, como haceLange, que la función no paramétrica de los precios en una economíade mercado, que es el resultado inseparable del libre ejercicio de lafunción empresarial y única causa de las tendencias coordinadoras delproceso social, pueda ser simulada en un sistema en el que, por defini-ción, la función empresarial libre ha sido totalmente eliminada, y a losprecios sólo se les considera desde una perspectiva paramétrica.47

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5. ANÁLISIS CRÍTICO DEL MODELO CLÁSICO DE LANGE

Una aclaración terminológica previa

A continuación vamos primeramente a describir, y en segundo lugara analizar de forma crítica, el modelo de «solución competitiva» pro-puesto por Oskar Lange. No obstante, es preciso efectuar, con carácterprevio, una aclaración de tipo terminológico. En efecto, como hemos

afirmaciones de estos economistas, en el sentido de que el modelo neoclásico-walrasiano carece de utilidad como fundamento teórico de la economía socialistapor no dar entrada a la función empresarial y que, por tanto, la hasta hoy muyextendida creencia de que Lange había refutado a Mises carece completamentede fundamento. En efecto, en sus propias palabras, «the technological knowl-edge necessary to fill the elements of the Walrasian equations is not a datum butrather information which can only be discovered in the process of competitivestruggle. Thus what matters is the peculiar entrepreneurial “thinking technique”,a kind of intuition, which is generated by actually finding oneself in a competi-tive situation ... All these aspects are absent in Lange’s model of market social-ism, which seems to corroborate the assertion that its claim to a convincing refu-tation of the Mises/Hayek challenge has been unjustified.» (Ver su obra From Marxto the Market. Socialism in Search of an Economic System, Clarendon Press,Oxford 1989, p. 58.) Otro autor que merece la pena citar es el húngaro JánosKornai, que en su artículo «The Hungarian Reform Process» (Journal of EconomicLiterature, volumen XXIV, n.º 4, diciembre de 1986, pp. 1726 a 1728, reproducidocomo Capítulo V de su libro Vision and Reality. Market and State, edit. HarvesterWheatsheaf, Nueva York 1990), explícitamente afirma que Lange «lived in thesterile world of Walrasian pure theory» (p. 1.727); y critica el papel en el debatede la escuela neoclásica porque su «emphasis shifted one-sidedly to the issue ofcomputing the correct price signals. What got lost was the crucial Mises-Hayekidea regarding rivalry. In a genuine market process actors participate who wantto make use and can make use, of their specific knowledge and opportunities.They are rivals. In that sense the market is always in a state of dynamic disequi-librium. Some win and some lose. Victory brings rewards: survival, growth, moreprofit, more income. Defeat brings penalties: losses, less income, and in the ul-timate case exit. Using the vocabulary of the present paper, the Mises-Hayekmarket implies a hard budget constraint and a buyer’s market. As long as thesystem and the policy do not assure the prevalence of these two conditions, thereis no genuine market. The great shortcoming on the Lange model is that it doesnot even contemplate these conditions and many of Lange’s followers committedthe same error» (pp. 1727-1728). Por ultimo, el economista ruso Gabriel Temkin,en su artículo «On Economic Reforms in Socialist Countries: The Debate on Eco-nomic Calculation under Socialism Revisited» (Communist Economies, volumenI, n.º 1, 1989, pp. 31 a 59), afirma en la misma línea anterior que «the Lange modellacks any trace of entrepreneurship, whether in purely theoretical or in practi-cal terms. Being wedded strongly to the General Equilibrium framework, entre-

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visto en el apartado anterior, a la «solución» propuesta por Lange sólocabe añadir el calificativo de «competitiva» si se da a este término elsentido torpe y limitado de competencia que se utiliza en el paradóji-camente denominado modelo de «competencia perfecta». Es decir, lasolución de Lange sólo es «competitiva» en la medida en que en la mis-ma nadie compite o rivaliza, pues la «competencia» sólo se concibe deacuerdo con la situación descrita en términos estáticos por el modeloneoclásico del equilibrio general. Lo mismo puede decirse de la utili-zación de la expresión «socialismo de mercado» por parte de Lange ysus seguidores. Cuando en esta expresión se habla de «mercado», no seestá indicando un mercado real, es decir, un proceso social movido porla fuerza de la función empresarial y cuyas características generaleshemos explicado con detalle en el Capítulo II de este libro, sino que,por el contrario, se quiere hacer referencia al conjunto de una serie decomportamientos pasivos por parte de los agentes económicos bajo elsupuesto de que toda la información les está disponible y excluyendode raíz todo ejercicio creativo de la función empresarial. En suma, si enel modelo clásico de socialismo «de mercado» o «competitivo» de OskarLange y sus seguidores se utilizan estos términos, es precisamente por-que se basa en la teoría económica neoclásico-walrasiana en la que losconceptos de «mercado» y «competencia» quedan vacíos de contenidoy nada tienen que ver con la esencia y naturaleza de ambas institucio-nes en la vida real. Hecha esta breve aclaración terminológica, pasa-mos a continuación a describir con detalle el modelo clásico de Lange

preneurship is just defined away because, within that framework, there is no roomfor a theory of entrepreneurial choice ... And, since neither the entrepreneur northe market can be adequately simulated in a socialist economy based on publicownership, it is only the routine task of a manager that can be, at best, repro-duced. But here, again, the imitation would be far from exact or even close.» Yconcluye Temkin, en honor a Mises, que «perhaps the honorary statue of Mises,about which Lange quipped half a century ago, should after all be erected, if noton Red Square then in Budapest, closer to his native Austria» (p. 53). Yo, perso-nalmente, añadiría, y a la vista de los históricos acontecimientos acaecidos en elresto de los países del Este, que la mencionada estatua debería erigirse en lascapitales de todos los estados que han dejado de ser oficialmente socialistas, yen especial, en Berlín, Varsovia, Praga, Budapest y, también, en Moscú (comoya hemos indicado en la nota 21 del Capítulo IV, la estatua de Mises se encuentraya, al menos, en la biblioteca del Departamento de Economía de la Universidadde Varsovia, justo al lado del que fuera despacho oficial de Oskar Lange).

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tal y como se encuentra desarrollado en la versión original de su artí-culo «On the Economic Theory of Socialism».48

Descripción del modelo

Lange considera que la teoría neoclásica de los precios y de la «com-petencia perfecta» constituye la fundamentación teórica óptima para elsistema socialista, por lo que comienza su propuesta repasando condetalle los elementos típicos de la teoría económica del equilibrio tal ycomo normalmente son explicados en cualquier libro de texto. En efec-to, de acuerdo con el paradigma neoclásico, en el modelo de compe-tencia «perfecta» el equilibrio se alcanza siempre y cuando se den lastres condiciones siguientes: en primer lugar, una condición de tipo «sub-jetivo», consistente en que todos los individuos que participan en elsistema económico alcancen su «máximo» a los precios de mercado; ensegundo lugar, una condición de tipo «objetivo», constituida por el he-cho de que a los precios de equilibrio, la oferta y la demanda de cadabien y servicio sean idénticas; y en tercer lugar, que la renta de todoslos consumidores sea igual a los ingresos provenientes de los serviciosde sus factores productivos.

Como es bien conocido, la primera condición se alcanza siempreque los consumidores maximizan su utilidad y los productores sus be-neficios, lo cual, a su vez, exige que los consumidores igualen la utili-dad marginal ponderada respecto de los precios para cada bien y ser-vicio de consumo; y que, paralelamente, los productores igualen losratios de productividad marginal ponderados con los precios relativosde cada factor de producción, produciendo aquel volumen de produc-ción para el cual los costes marginales sean idénticos al precio (o in-greso marginal) del producto. Además, a nivel de toda una industria osector, y suponiendo una completa libertad de entrada y de salida, elprecio del producto será igual a los costes medios de producción. Te-niendo en cuenta que la renta de los consumidores vendrá determinadapor los precios de los servicios de los factores de producción y que, entodo momento, la oferta y la demanda han de mantenerse iguales, sepuede «determinar» el conjunto de precios necesarios para equilibrar el

48 Véanse las pp. 65-89 de la versión inglesa reeditada en 1964 y prologadapor Lippincott de «On the Economic Theory of Socialism», obra citada. O, si seprefiere, las pp. 79-104 de la edición española que también hemos ya citado.

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mercado, utilizando para ello un proceso típicamente walrasiano detâtonnement (o serie sucesiva de tanteos) por el que, si las cantidadesofertadas y demandadas divergen, la «competencia» entre comprado-res y vendedores modificará los precios hasta que se logre el punto deequilibrio.49 Habiéndose explicado cómo en un «sistema capitalista» elequilibrio se alcanza «teórica» y «prácticamente» de esta manera, Langea continuación se propone demostrar que también en una comunidadsocialista el equilibrio podría obtenerse mediante un procedimientosimilar.

De acuerdo con Lange, la primera condición, que hemos denomi-nado «subjetiva», se conseguiría, en relación con los consumidores,permitiéndoles, de forma idéntica a como se explicó para el sistemacapitalista, maximizar su utilidad en un mercado plenamente «compe-titivo» de bienes y servicios de consumo. Sin embargo, en lo que res-pecta a los productores, ya no se les permitiría que mantuvieran uncomportamiento maximizador de beneficios, sino que estarían someti-dos a dos reglas que serían coactivamente impuestas y controladas porel órgano central de planificación. Las dos reglas tienen como finalidadsimular los resultados del comportamiento maximizador de los produc-tores en el mercado y, por tanto, suponen sustituir el principio de lamaximización del beneficio por cada uno de los resultados a que dalugar dicho principio dentro del modelo de «competencia perfecta».

En efecto, la regla primera consiste en que los productores han deelegir aquella combinación de factores que minimice los costes mediosde producción. La regla segunda, que también va dirigida a los geren-tes de las distintas factorías, consiste en que ha de producirse aquelvolumen para el que los costes marginales sean iguales a los precios.La producción global a nivel sectorial vendrá determinada exigiendoigualmente el cumplimiento de la regla segunda, pero esta vez no a losgerentes de cada empresa, sino a los responsables de cada sector, quedeberán aumentar o disminuir la producción global de cada industriasegún lo exija la aplicación de la misma. De esta manera, de acuerdocon Lange, el cumplimiento de la regla segunda a nivel de cada sectorejerce la misma función que en un mercado competitivo tiene el prin-cipio de libertad de entrada y de salida.

49 «Tâtonnement and Recontracting», de Takashi Negishi, The New Palgrave. ADictionary of Economics, obra citada, volumen IV, pp. 589-595.

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En el modelo de Lange los precios de los bienes y servicios de con-sumo, así como los salarios, están determinados por el mercado, mien-tras que el órgano central de planificación única y exclusivamente fijalos «precios» de los factores de producción. En este sentido, inicialmentetodo lo que tiene que hacer el órgano central de planificación es esta-blecer unos «precios» para los factores de producción que puedenelegirse intuitiva o arbitrariamente. Todas las decisiones de los geren-tes a nivel de empresa y de sector, así como las decisiones de los con-sumidores y de los trabajadores, se llevan a cabo pasivamente en fun-ción de dichos «precios» y aplicando las reglas mencionadas, con lo cualse determina la cantidad que se demandará y ofertará para cada bieny servicio. Si, en relación con algunos bienes de producción, las canti-dades demandadas y ofertadas no coinciden, el precio tendrá que serrevisado y modificado por el órgano central de planificación, a travésde un proceso de «prueba y error», que se parará en aquel momentoen el que el precio final de equilibrio haya sido alcanzado por haberseigualado la oferta y la demanda. Los precios establecidos por el órga-no central de planificación para los factores de producción tienen, portanto, un carácter meramente «paramétrico»: determinan el comporta-miento pasivo de los agentes económicos, que simplemente tienen queajustarse a esos datos y que, en última instancia, generan de forma «ob-jetiva» unos indicadores (exceso o escasez de producto) que, «inequí-vocamente», llevan al órgano central de coacción a modificar los pre-cios en la medida y en el sentido necesarios para alcanzar el equilibrio.En suma, el órgano central de planificación suplanta el papel del mer-cado en lo que se refiere a la asignación de los bienes de capital, y elsistema socialista puede, formalmente, alcanzar el equilibrio del mo-delo de «competencia perfecta», a través del mismo procedimiento de«prueba y error» ideado por Walras para el «sistema competitivo» y queya había propuesto Taylor como «solución» para el sistema socialistaocho años antes.

Dos interpretaciones sobre el modelo de Lange

Cabe ahora efectuar dos interpretaciones distintas del modelo deLange, una restringida y otra amplia. O bien se trata de un intento de«solución» al problema de tipo subsidiario, que en su momento deno-

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minamos «computacional» o de mero cálculo algebraico de la solucióndel sistema de ecuaciones del equilibrio walrasiano que comentamosal estudiar la «solución matemática»; según esta interpretación, el prin-cipal mérito del modelo de Lange sería el de evitar la necesidad de tenerque solucionar tal sistema, bien a mano, o bien con la ayuda de proce-dimientos informáticos. Sin embargo, al suponerse toda la informaciónnecesaria para plantear y computar el problema o sistema de ecuacionescomo previamente ya generada y dada (es decir, ya existente en algúnlugar del mercado), el modelo de Lange no daría solución al problemabásico esencial planteado por Mises (es decir, que es imposible que secree y transmita la información necesaria para calcular económicamenteen ausencia de propiedad privada de los medios de producción y libreejercicio de la función empresarial).

O bien, el modelo de Lange pretende dar solución al problema básicoplanteado por Mises, en cuyo caso veremos que, al impedirse el libreejercicio de la empresarialidad en áreas muy importantes y significa-tivas del mercado, no se genera la información necesaria para hacerposible el cálculo económico, y tal modelo fracasa a la hora de intentardar solución al desafío misiano. Como veremos más adelante,50 existenpruebas casi irrefutables que nos llevan a la convicción de que Langeconsideró su modelo como un mero artificio de tipo computacional(como no podía casi ser de otro modo, puesto que nunca llegó a com-prender realmente en qué consistía el desafío de Mises, sobre todo dadala visión distorsionada del mundo económico que le proporcionaba elinstrumental neoclásico-walrasiano que tanto le había hipnotizado). Sinembargo, como en otras interpretaciones que se hacen de Lange y desus discípulos se considera que el modelo pretende dar respuesta alproblema básico de creación y transmisión de información planteadopor Mises, a continuación desarrollaremos nuestro análisis crítico delmodelo de Lange considerado en su sentido más amplio, es decir, comoun intento de dar solución al verdadero problema planteado por Mises.

50 Véase en especial la cita textual del artículo de Lange sobre «The Computerand the Market» que hemos reproducido al final de este capítulo, en el apartadodedicado a estudiar la «cuarta etapa» de la vida intelectual de Lange, así como lasconsideraciones que hacemos en esas mismas páginas y en las siguientes.

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Análisis crítico de la interpretación más amplia del modelo de Lange

Antes que nada, ha de señalarse que la aportación de Lange incor-pora y combina una serie de elementos (método de «prueba y error»,establecimiento de precios en función de los costes marginales, instruc-ciones del órgano central de planificación a los gerentes, etc.), que casien su totalidad, si bien de manera aislada, ya habían sido propuestoscon anterioridad, como ya sabemos, por otros teóricos socialistas, con-sistiendo tan sólo la principal innovación de Lange en ser capaz de re-lacionarlos con mejor coherencia lógica y bajo el común denominadordel modelo neoclásico-walrasiano. En este sentido, aquí deben darsepor reproducidos todos los comentarios y observaciones críticas quehemos efectuado con anterioridad en relación con los diversos elemen-tos de las distintas «soluciones» al problema del cálculo económico so-cialista, que ya han sido analizados y que en mayor o menor medida seincorporan en el modelo de Lange. Y, además, no ha de suponer yaninguna dificultad para el lector el descubrir y apreciar que el hechode que en el modelo de Lange se ampute o impida el libre ejercicio dela función empresarial en áreas esenciales del mercado y a diferentesniveles hace imposible que el mismo suponga una solución para elproblema del cálculo económico en un sistema socialista. Si se impideel libre ejercicio de la empresarialidad en un área esencial (por ejem-plo, la de los bienes de capital) se impide que la función empresarialdescubra, genere y transmita la información básica (de tipo práctico,subjetivo, disperso y no articulable) que es necesaria para que los indi-viduos calculen de forma racional y ajusten su comportamiento demanera coordinada. Es preciso, no obstante, efectuar con carácter adi-cional una serie de comentarios críticos especialmente relevantes yadaptados al modelo de Lange, y que creemos ilustrarán en diferentesinstancias la aplicación al mismo de nuestro argumento esencial.

1.º La imposibilidad de elaborar la lista de bienes de capital

En primer lugar, debemos preguntarnos: ¿cómo puede el órganocentral de planificación fijar paramétricamente precios a unos bienesde capital cuyo tipo, número, cantidad, calidad y características no co-nocen ni siquiera los propios agentes implicados en el proceso produc-tivo? Bien de capital es toda aquella etapa intermedia en un proceso

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de producción subjetivamente considerada como tal por el actor im-plicado en el mismo. O, expresado de otra forma, todo aquello que elactor crea que le sirve para la consecución de un fin tiene el carácter debien de capital (siempre y cuando no se trate exclusivamente de losservicios proporcionados por el factor trabajo). Es decir, lo que sea unbien de capital sólo lo sabrán los actores implicados en el proceso con-forme éstos lo vayan empresarialmente descubriendo, y constituirá, portanto, un conocimiento que por su carácter subjetivo, práctico, disper-so y no articulable, es imposible que pueda poseer el órgano centralde planificación. Y que no se diga que, para elaborar las correspondien-tes listas, puede uno ayudarse de la experiencia, es decir, de aquelloque en el pasado parece que constituyó un bien de capital, puesto queel concepto de bien de capital, además de subjetivo, es un conceptoestrictamente prospectivo, es decir, determinado en función de cómocree el actor que en el futuro evolucionarán los acontecimientos. Lue-go, que algo aparentemente haya servido en el pasado para lograr unfin, no es garantía de que igualmente sirva en un futuro para ello. Porel contrario, solamente aquellos bienes que el actor subjetivamenteconsidere que con sus peculiaridades concretas (características de ca-lidad, situación en el tiempo y en el lugar adecuados, etc.) puede serde utilidad para alcanzar un determinado fin o lograr culminar un de-terminado proyecto será un bien de capital.

Ahora bien, no se trata solamente de que sea imposible que el órga-no central de coacción se haga con la información dispersa relativa acuáles son los bienes de capital existentes, sino que, además, y a nivelde los propios agentes económicos de a pie, tal información ni siquie-ra se descubrirá, creará ni generará de forma efectiva en la medida enque no puedan ejercer libremente su función empresarial. En efecto, silos agentes económicos no pueden actuar empresarialmente, es decir,no pueden idear nuevos fines, perseguir nuevas oportunidades de be-neficio y hacerlas suyas, este ánimo de lucro no actuará como incenti-vo y, por lo tanto, ni siquiera se creará la información práctica relevan-te relativa a los fines y medios que surgiría en una economía de libremercado.

Este primer argumento, por sí solo, ya hace imposible teórica y prác-ticamente el modelo de Lange y, por ello, éste no puede suponer, enforma alguna, una solución al problema del cálculo económico plan-

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teado por Mises. En la práctica, como indica Hayek en su extensa con-testación a Lange publicada en 1940, la fijación de precios paramétri-cos por parte del organismo central de planificación será puramentearbitraria no sólo en cuanto a las cifras elegidas, sino, lo que es muchopeor, en cuanto al tipo y número de bienes a los que se les fije una ci-fra, y vendrá referida a una serie de burdas categorías uniformes de malllamados «bienes de capital» que en el pasado se cree que se han con-siderado como tales, y en las que no podrán incorporarse las distincio-nes necesarias de acuerdo con las circunstancias específicas de tiem-po, lugar, calidad, etc., que precisamente son las que, empresarialmenteapreciadas en términos subjetivos, dan su más íntimo, esencial y sutilcarácter de bien de capital a los bienes que observamos en el exterior.51

2.º La completa arbitrariedad del período temporalde fijación de los precios paramétricos

En segundo lugar, no sólo serán arbitrarios los «precios paramétricos»establecidos, y la lista de «bienes de capital» elaborada, sino que tam-bién será totalmente arbitrario el período de tiempo durante el cual elórgano de planificación considere que los «precios» han de mantenerseinvariables. Éste es uno de los puntos en los que la ambigüedad de Langees más evidente, puesto que en un lugar afirma que el reajuste de pre-cios se efectuará siempre «al final del ejercicio contable» y en otro lugarindica, de pasada, que los reajustes de precios deberán ser efectuados«constantemente».52 Tanto en uno como en otro caso, el período será

51 En palabras del propio Hayek: «That the price fixing process will be con-fined to establishing uniform prices for classes of goods and that therefore dis-tinctions based on the special circumstances of time, place, and quality will findno expression in prices is probably obvious. Without some such simplification,the number of different commodities for which separate prices would have to befixed would be practically infinite. This means, however, that the managers ofproduction will have no inducement, and even no real possibility, to make use ofspecial opportunities, special bargains, and all the little advantages offered by theirspecial local conditions, since all these things could not enter into their calcula-tions.» Ver F.A. Hayek, «Socialist Calculation III: The Competitive Solution», enIndividualism and Economic Order, obra citada, p. 193. Creemos, no obstante,que Hayek, en el lugar citado, no expone con todas sus implicaciones el argumentoesencial que hemos dado en el texto.

52 Lange se manifiesta a favor de la primera solución en la p. 82 de su artículo

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totalmente arbitrario, pues el órgano de planificación carecerá de lainformación que los empresarios tienen en una economía realmentecompetitiva para modificar los precios en el momento y por el períodode tiempo que consideren más adecuado y oportuno para conseguirsus fines. De esta información nunca podrá disponer el órgano centralde planificación, de forma que si se elige el ejercicio contable, será sinduda un período de tiempo demasiado largo, y si la decisión es ad hoc,según cómo se estime que evolucionan los acontecimientos, dado queel órgano central no puede tener el conocimiento de primera mano quetienen los agentes económicos sobre aquéllos, la toma de decisionesserá también puramente arbitraria.

3.º La inexistencia de un verdadero mercado para el trabajoy los bienes y servicios de consumo

En tercer lugar, aunque Lange afirme que habría de existir un mer-cado completamente libre y competitivo para los bienes y servicios deconsumo, así como para el factor trabajo, uno se queda con la impre-sión de que tal «mercado» sólo sería «libre» y «competitivo» en términosmeramente nominales.53 En efecto, un mercado verdaderamente com-

«On the Economic Theory of Socialism» (obra citada) cuando afirma: «Any pricedifferent from the equilibrium price will show at the end of the accounting perioda surplus or a shortage of the commodities questioned.» Y a favor de la segundasolución cuatro páginas más adelante (p. 86), cuando dice de pasada que:«Adjustments of those prices would be constantly made.» A pesar de las aparien-cias, Lange no tiene las ideas claras y, por tanto, la confusión y ambigüedad en supensamiento no puede ser más patente. En la versión española la traducción deestas citas se encuentra en las pp. 86 y 91, respectivamente.

53 Henry D. Dickinson, poco después de Lange uno de los más conspicuosdefensores de la «solución competitiva», reconoce explícitamente que la existen-cia de un mercado competitivo y libre de bienes de consumo sería en el socialis-mo de mercado más una ficción que una realidad, y cínicamente indica que elaparato de propaganda y publicidad estatal habría de dedicarse a crear entre laciudadanía la falsa impresión de gozar de libertad de elección de bienes y servi-cios de consumo. En sus propias palabras: «The powerful engine of propagandaand advertisement, employed by public organs of education and enlightenment...could divert demand into socialist desirable directions while preserving thesubjective impression of free choice.» Ver Henry Douglas Dickinson, Economics ofSocialism, Oxford University Press, Oxford 1939, p. 32. El propio Oskar Langepronto se quita la careta y dedica toda la sección IV de su artículo «Sobre la TeoríaEconómica del Socialismo» a exponer la tesis de que su modelo sería igualmenteaplicable si el órgano central de coacción decidiera impedir la libre elección de

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petitivo para los bienes y servicios de consumo exige la existencia, sinrestricción alguna, de verdaderos empresarios o actores libres, no sólopor el lado de la demanda, sino también por el lado de la oferta. Bastacon que aparezca la coacción por cualquiera de ambos lados, para queel mercado deje de ser competitivo. No se entiende, pues, de qué ma-nera los gerentes del sistema socialista, que no son verdaderos empre-sarios ya que no pueden perseguir libremente el beneficio o lucro (de-finido en términos subjetivos) que consideren más adecuado, podríangenerar la información que constantemente se crea en un sistema capi-talista, relativa al continuo lanzamiento de nuevos bienes y serviciosde consumo, la mejora en los existentes, la modificación en las calida-des, los cambios en la distribución comercial, en su localización físicay espacial, sistemas de publicidad, etc., etc. Los consumidores, por tanto,se verán obligados a elegir entre el restringido «menú» de bienes y ser-vicios de consumo que los gerentes socialistas les ofrezcan. Lange, enparticular, y el resto de los «socialistas de mercado» en general, abusan,sin duda, del término «mercado competitivo de bienes de consumo» (eincluso de la expresión «soberanía del consumidor» aplicada a un siste-ma socialista), puesto que en el socialismo no hay más «soberanía» olibertad que la que tendría, por ejemplo, un prisionero que se califica-ra de libre siempre y cuando restringiera su actuación al ámbito de ac-tividades que le permitieran las cuatro paredes de su celda.54

4.º La inanidad de las «reglas» propuestas por Lange

En cuarto lugar, es imposible que se puedan aplicar las reglas pro-puestas por Lange relativas, la primera de ellas, a adoptar aquella com-

bienes y servicios de consumo y de puestos de trabajo, imponiendo a toda la so-ciedad sus particulares preferencias al respecto. No es de extrañar, por tanto, que,como luego veremos, Lange terminara su vida académica alabando y justificandoel sistema estalinista.

54 Debo esta analogía a Robert Bradley, «Market Socialism: A SubjectivistEvaluation», en The Journal of Libertarian Studies, obra citada, p. 39, nota 86. Lomismo puede decirse en relación con el supuestamente competitivo «mercado detrabajo». Que un mercado de trabajo sea competitivo exige que continuamentesurjan nuevas oportunidades para emplearse como resultado de los nuevos pro-yectos de inversión, creación de nuevas empresas, surgimiento de nuevas ideasempresariales, etc., todo lo cual es imposible concebir que se dé en el modelo deLange, en el que no hay empresarios, sino simplemente gerentes que, como ro-bots, se limitan a cumplir una serie de reglas prefijadas desde arriba.

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binación de factores para la cual se minimicen los costes medios, y lasegunda a producir aquel volumen de producción para el cual se igua-len precios y costes marginales. Que Lange haya considerado sus «re-glas» como algo obvio y factible es otra manifestación del perjudicialefecto que sobre su formación tuvo la teoría neoclásica de los costesen general y, en particular, la muy extendida creencia de que los cos-tes son algo objetivo y que vienen determinados por funciones cuyainformación se encuentra «dada». Sin embargo, como hemos constata-do claramente en el segundo capítulo de este libro, los costes no sonsino apreciaciones subjetivas del valor que para el actor tienen aque-llos fines a los que renuncia cuando elige, emprende y se comprome-te con un determinado curso de acción. Los costes son valoracionessubjetivas sobre alternativas perdidas y, por tanto, constituyen una in-formación empresarial típica que se estima o crea continuamente porcada actor, siempre y cuando pueda ejercer libremente su función yperspicacia empresarial; y que, además, incorpora de lleno todas lascaracterísticas ya analizadas para la información empresarial, y en es-pecial su carácter subjetivo, práctico, disperso y no articulable. Es cla-ro que si los costes no están dados (es decir, que si no existen funcio-nes de costes), sino que son subjetivamente estimados por tanteo demanera continuada y en cada curso de acción, difícilmente podrá ins-truirse a los gerentes de las industrias para que cumplan las «reglas»mencionadas, y mucho menos podrá el órgano central de planificacióncontrolar objetivamente si dicho cumplimiento se está o no llevando acabo.

La propuesta de Lange no es más que una manifestación de que, enla práctica, la teoría neoclásica de los costes, salvo en términos puramen-te nominales, ha sido incapaz de absorber la revolución subjetivista y,de hecho, sigue anclada en el viejo y caduco «objetivismo» de Ricardo yMarshall.55 Por ello, no ha de extrañar que James Buchanan, quizá de

55 Lamentablemente, los libros de texto modernos todavía continúan hacien-do una exposición carente de toda crítica del paradigma neoclásico-walrasiano yde las condiciones de óptimo que el modelo de «competencia perfecta» propor-ciona dentro de los parámetros de la teoría económica del bienestar. Es más,muchos de los más prestigiosos incluso se refieren a las «reglas de Lange», y ex-plícitamente afirman que las mismas permitirían alcanzar el mismo óptimo en unaeconomista socialista, sin efectuar ningún tipo de matizaciones y pasando por altotodos los problemas que estamos comentando en este libro, y que ni siquiera son

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manera un poco exagerada, haya afirmado que la totalidad de la con-troversia en torno a la posibilidad sobre el cálculo económico en laseconomías socialistas se basa en una incompresión por parte de losteóricos socialistas en torno a la verdadera naturaleza subjetiva de loscostes.56 Y el recientemente fallecido Jack Wiseman, en un notableartículo publicado en 1959, en el que trata sobre el problema que plan-tean los costes en la planificación económica socialista, resalta su caráctersubjetivo y los define como la valoración de las oportunidades perdi-das a la hora de elegir un determinado curso de acción frente a otrosplanes y proyectos potenciales. Esta estimación subjetiva sólo se pue-de realizar por la persona que haya emprendido los proyectos corres-pondientes y se plasma en una decisión, muchas veces implícita, de siseguir o no adelante con un determinado plan. Este proceso jamás

mencionados de pasada. El daño que ello ocasiona en la formación de los alum-nos de economía puede tardar años en solventarse e, incluso, llegar a ser irre-versible. En este sentido, y como ejemplo, puede mencionarse el conocido librode J.P. Gould y C.E. Ferguson, Microeconomic Theory (Richard D. Irwin, Illinois1980, p. 445; existe una traducción al castellano de Eduardo L. Suárez publicadacon el título de Teoría Microeconómica, por el Fondo de Cultura Económica,Méjico, 1983) en donde se concluye, sin ningún tipo de matización ni comen-tario, lo siguiente: «Proposition (Lange-Lerner Rule): To attain maximum socialwelfare in a decentralized socialist society, the state planning agency should sol-ve the constrained maximization problem and obtain the shadow prices of allinputs and outputs; publish this price-list and distribute it to all members of thesociety; and instruct all consumers and all plant managers to behave as thoughthey were satisfaction or profit-maximizers operating in perfectly competitivemarkets» (la cursiva es mía). Queda así expuesto de manera categórica en un «pres-tigioso» libro de texto y elevado al grado de «conclusión científica» el máximo delos absurdos.

56 Introducción de James Buchanan a L.S.E. Essays on Costs, obra citada, pp. 3a 10, y Cost and Choice, Marckham Publishing, Chicago 1969, pp. 21-26, 34-35, 41y 96. Decimos que la afirmación de Buchanan es algo exagerada porque la eva-luación de los costes, aun siendo esencial en el cálculo económico racional, no essino una parte de la información total que se crea, genera y transmite empresa-rialmente (y que también incluye la valoración de los fines que se van a alcanzar).Para nosotros, el corazón de la controversia, más que en una incomprensión encuanto a la verdadera naturaleza subjetiva de los costes, radica en una esencialincomprensión en cuanto a la verdadera naturaleza de la acción humana y de lafunción empresarial, tal y como las hemos definido en el Capítulo II. Buchananconcluye: «Modern economic theorists measure their own confusion by the de-gree to which they accept the Lange victory over Mises, quite apart from the em-pirical record since established» (p. 5 de L.S.E. Essays on Costs).

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genera una información tal que permita fijar objetivamente los preciosigualándolos a unos datos de costes que hayan sido previamente es-tablecidos de forma objetiva. Por estos motivos, Wiseman concluye quelas «reglas» de Lange no pueden suponer ninguna guía para los gerentesde las industrias socialistas y que, por tanto, cualquier regla que seestablezca en este sentido tendrá un carácter arbitrario, tanto en cuantoa su contenido concreto, como en cuanto a las posibilidades de su con-trol práctico y efectivo por parte del órgano central de planificación.57

57 En palabras del propio Wiseman: «It is no longer possible, once uncertaintyis admitted, to interpret the opportunity-cost problem as one of scarcity alone, tobe solved by a choice between alternative factor inputs and product outputs withall prices known. That is, opportunity costs is no longer a simple question of sum-mation and comparison of known data. Prices and other variables have to be es-timated: opportunity cost decisions involve uncertainty (and therefore judgement)as well as scarcity. The cost problem now arises as a choice between alternativeplans of action ... Since opportunity costs cannot be treated simply as known moneycosts, but must be considered as estimates of foregone alternative revenues, it isno longer useful in conditions of uncertainty to speak of equality of marginal moneycost and price as a property of an efficient resource distribution.» Y concluye que,en un sistema socialista ... «the marginal-cost rule, as normally framed, gives noclear guidance to those responsible for the organization of production in such aneconomy. Attemps to reinterpret the rule in such a way as to take account of uncer-tainty preclude the possibility of a direct check on the efficiency of collectivistmanagers in obeying that rule. Any indirect, objective, check used as a supple-ment to the marginal rule will in fact supplant that rule as the directive for mana-gerial effort, and in any case no completely objective check is possible. Further,whatever rule or check is adopted, imperfectly competitive behaviour is to beexpected.» (Ver Jack Wiseman, «Uncertainty, Costs, and Collectivist Economic Plan-ning», publicado en Economica, mayo de 1953, y reeditado como Capítulo IX dellibro L.S.E. Essays on Costs, obra ya citada, pp. 229 y 234-235.) A las mismas con-clusiones había llegado con anterioridad G.F. Thirlby que en su notable artículo«The Ruler» (South African Journal of Economics, diciembre de 1946, reeditadocomo Capítulo VII del libro L.S.E. Essays on Costs ya citado) afirma que toda reglaque establezca que existe algún tipo de relación objetiva y discernible entre losingresos y los costes (sea que el ingreso marginal es igual al coste marginal, o queel precio es igual al coste marginal, o que la totalidad de los ingresos es igual a lade los costes, etc.) «has not the objectivity that is by implication attributed to it;consequently that the application of the rule is impracticable». Incidentalmente,toda esta teoría pone de manifiesto que carecen de fundamento teórico tantogran parte de la denominada «teoría de la determinación de los precios en losservicios públicos» (Ver Jack Wiseman, «The Theory of Public Utility Price: AnEmpty Box», Oxford Economic Papers, Oxford University Press, Oxford 1957, n.ºIX) como gran parte del «análisis económico del derecho» relativo a la legisla-ción anti-trust.

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De muy poco sirve, por tanto, que se den instrucciones a los respon-sables de las correspondientes fábricas y empresas para que utilicenaquella combinación de factores para la cual los costes medios seanmínimos. Dado el carácter subjetivo de los costes, esta regla está vacíade contenido, y es tanto como darles la orden de que «lo hagan lo mejorque puedan», pero sin permitirles ejercitar simultáneamente aquellasacciones de tipo empresarial que son las únicas que pueden garantizarel deseado resultado de reducir los costes.58 En efecto, en una economíade mercado en la que la función empresarial pueda ejercerse libremente,

58 Paul Craig Roberts, en su «Oskar Lange’s Theory of Socialist Planning: AnObscurant of Socialist Aspirations» (Capítulo V de su Alienation and the SovietEconomy, Homes & Meir, Nueva York 1990, y en especial las pp. 96-98), llegaigualmente a la conclusión de que las «reglas» de Lange no son aplicables en lapráctica. Aunque debemos a Roberts algunas aportaciones de interés, como ha-ber evidenciado la incompatibilidad entre el marxismo y el «socialismo de merca-do», así como el carácter de mera racionalización ad hoc y a posteriori de la portanto mal llamada «planificación central» soviética, estimamos defectuoso su aná-lisis del socialismo por no ser lo suficientemente subjetivista, es decir, por no fun-damentarse en un estudio de las consecuencias que sobre los seres humanos yprocesos sociales tiene el uso de la coacción sistemática. Además, no basta conmostrar las contradicciones existentes entre el marxismo y el modelo de Langepara descalificar a éste: si el modelo de Lange se convierte en una «esperanza» paramuchos, será preciso rebatirlo con argumentos de más peso que los utilizados porRoberts. Por otro lado, en Roberts la función empresarial no aparece por ningúnlado, su idea del desafío inicial y aportaciones al debate de Mises y Hayek es po-bre y confusa, y centra su trabajo más en el no muy satisfactorio, por su carácterdemasiado «objetivista», análisis de Polanyi sobre las estructuras «policéntricas yjerárquicas» de la sociedad, que en la también teoría de Polanyi sobre el caráctertácito y no articulable del conocimiento práctico que, según ya sabemos, es mu-cho más relevante para el estudio teórico del socialismo. Por último, Roberts nose da cuenta de que la imposición desde arriba del «nirvana» constituido por elmodelo del equilibrio social, sin cambios y con ajuste perfecto, responde com-pletamente a las aspiraciones de Marx (desaparición de la alienación, al ser iden-tificable para sus partícipes el origen y marcha de todo proceso social, y dirección«consciente» de la economía), por lo que no ha de extrañar la «fatal atracción» queel socialismo (y el intervencionismo) suele tener entre los teóricos del equilibrio,si bien estamos de acuerdo con Roberts en que el nexo con Marx se rompe desdeel momento en que se pretenda, como sucede con el modelo de «socialismo com-petitivo», dar entrada a ciertas instituciones del mercado para facilitar la consecu-ción de dicho equilibrio. Esta incompatibilidad entre los criterios de asignaciónpropios del mercado y la tradicional ideología socialista ha sido explicada tam-bién, más recientemente, por Pawel H. Dembinski en The Logic of the PlannedEconomy. The Seeds of the Collapse, Clarendon Press, Oxford 1991, y especialmentepp. 68-69.

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de forma continuada surgen en los empresarios nuevas ideas, intuicio-nes, etc., sobre la creación de nuevas combinaciones de bienes de capitaly nuevas características de los mismos, más baratas y eficientes, que sepueden probar empresarialmente y que, si tienen éxito, dan lugar a loscorrespondientes beneficios empresariales y a la paulatina eliminaciónde los competidores; éstos se ven forzados, si quieren sobrevivir, a in-troducir las mejoras o novedades ya descubiertas y probadas con éxito.En el sistema propuesto por Lange todo este proceso no se lleva a cabo:no existe la posibilidad de ejercitar libremente la función empresarial,por lo cual la información relativa a los procedimientos para reducir loscostes de los bienes de capital ni siquiera se genera. Y aunque por ca-sualidad se genere, ello sería irrelevante, pues el precio de los bienes seencuentra pre-establecido de forma paramétrica por el órgano centralde planificación, y la única salida del gerente que «por casualidad» tuvierauna «idea empresarial» sería la de tratar de convencer al órgano centralde planificación de que el bien en cuestión podría ser producido de otramanera más barata y efectiva, por lo que su precio debería reducirse. Estatarea es, lógicamente, imposible, no sólo por las dificultades de trans-misión del conocimiento práctico, disperso, subjetivo y no articulable yaestudiadas reiteradas veces, sino además porque, por definición y deacuerdo con el modelo de Lange, el órgano central de planificación sóloreduce los precios cuando se haya puesto de manifiesto, a posteriori, queexiste un exceso de producción, pero no porque un gerente más omenos «avispado» u «original» crea que en el futuro las cosas podríanhacerse mejor de otra manera.59

59 «In the discussion of this sort of problem, as in the discussion of so much ofeconomic theory at the present time, the question is frequently treated as if thecost-curves were objectively given facts. What is forgotten is that the method whichunder given conditions is the cheapest is a thing which has to be discovered anew,sometimes almost from day to day, by the entrepreneur, and that, in spite of thestrong inducement, it is by no means regularly the established entrepreneur, theman in charge of the existing plant, who will discover what is the best method.The force which in a competitive society brings about the reduction of price tothe lowest cost at which the quantity salable at that cost can be produced is theopportunity for anybody who knows a cheaper method to come in at his own riskand to attract customers by underbidding the other producers. But, if prices arefixed by the authority, this method is excluded. Any improvement, any adjustmentof the technique of production to changed conditions will be dependent on some-body’s capacity of convincing the S.E.C. (Supreme Economic Council) that the

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Todos estos argumentos pueden reproducirse, igualmente, en rela-ción con la segunda «regla» de Lange, a la que también cabe aplicar,independientemente, el argumento que ya con anterioridad Mises yHayek habían desarrollado para criticar el intento de utilizar el «criteriodel coste marginal» por parte de los teóricos alemanes Heimann yPolanyi, que propusieron organizar el sistema socialista en base a unconjunto de «monopolios o trust competitivos». En efecto, recordemosque la regla del coste marginal no es utilizable porque no son los costeslos que determinan los precios, sino en todo caso al revés, son losprecios los que determinan los costes y, por tanto, la regla posee la ambi-güedad de todo razonamiento circular. Además, dado que uno de loscomponentes más importantes del coste es la cuota de amortización odepreciación del bien de capital, su cálculo exige conocer el valor dereposición de dicho bien de capital en el futuro, cosa que no es posiblede llevar a cabo en el sistema propuesto por Lange, dado que dichovalor dependerá, bien del precio paramétrico arbitrariamente elegidoque se establezca el día de mañana, bien del resultado futuro del arbi-trario proceso de ajuste a través del método de «prueba y error» queLange propone.

commodity in question can be produced cheaper and that therefore the price oughtto be lowered. Since the man with the new idea will have no possibility of estab-lishing himself by undercutting, the new idea cannot be proved by experimentuntil he has convinced the S.E.C. that his way of producing the thing is cheaper.Or, in other words, every calculation by an outsider who believes that he can dobetter will have to be examined and approved by the authority, which in this con-nection will have to take over all the functions of the entrepreneur.» Ver F.A. Hayek,«Socialist Calculation III: The Competitive Solution», en Individualism and Eco-nomic Order, obra citada, pp. 196-197. Que Lange nunca entendió este argumentoesencial de Hayek se pone de manifiesto en su artículo «Papel de la Planificaciónen la Economía Socialista» (Problemas de Economía Política del Socialismo, obracitada) en donde, aunque reconoce la enorme dificultad práctica de establecerprecios en función de los costes marginales, considera que hay una buena aproxi-mación práctica a este objetivo utilizando los costes medios variables que tienenlas empresas con coste más alto en cada sector (pp. 32 a 34). No entiende Langeque la aproximación práctica que propone es una cifra puramente arbitraria quese extrae de una interpretación de hechos del pasado y que nada tiene que vercon el concepto de coste que es preciso para hacer posible el cálculo económicoracional, por lo que la regla que propone sólo conseguiría igualar los precios aunas cifras nominales de «costes» exageradas, por incluir y ocultar éstas todo tipode ineficiencias y redundancias.

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Por otro lado, Oskar Lange habla de los «costes marginales» como silos mismos fueran independientes del período de tiempo consideradopor el responsable de la industria o empresa en cuestión. Esto es asíporque en la literatura de los teóricos «socialistas de mercado» radical-mente se distingue, por un lado, entre la regla a «corto plazo» (sin quese especifique en qué consiste dicho corto plazo) de igualar precios acostes marginales, y una teoría de la inversión a «largo plazo» en la cuallos aumentos y disminuciones del equipo son considerados de formaexplícita. Sin embargo, si se quiere establecer una regla con eficaciapráctica, que además pueda ser controlada por el órgano de planifica-ción, forzoso será indicar expresamente para cada caso concreto quéperíodo de tiempo ha de tenerse en cuenta, con la finalidad de que sepueda llegar a saber en dicho período qué factores serán los fijos y cuáleslos variables y, consecuentemente, puedan calcularse los correspon-dientes costes marginales. Como es evidente, no existe ningún criterioobjetivo, no arbitrario, para decidir qué período de tiempo habrá deelegirse, lo cual supone un motivo adicional por el cual no es factiblellevar a la práctica la «regla» de Lange que comentamos.60

En suma, y como comentario final en relación con el tema de loscostes, lo que rezuma toda la propuesta de Lange al respecto es unaconcepción estática de la economía, en la que se supone que no severifican o producen cambios y que toda la información necesaria paracalcularlos está ya disponible. Si se dieran estas dos condiciones, po-drían aplicarse las «reglas» de Lange, suponiendo que los costes ya dadosy conocidos se mantendrían inalterables en el futuro. Pero, en el mundoreal, en el que la información no está dada, los costes son subjetivos yse modifican continuamente, ninguna de las dos reglas enunciadas porOskar Lange puede ser utilizada para hacer posible el socialismo.61

60 Abram Bergson a este respecto ha señalado: «In practice, what we have toreckon with is not a unique marginal cost for a given level of output, but a com-plex of marginal costs, each of which is pertinent to a particular period of time. Asa longer period of time is considered, more of the “fixed factors” become vari-able.» Ver Abram Bergson, «Socialist Economics», en A Survey of ContemporaryEconomics (ed. por Howard S. Ellis), Richard D. Irwin, Illinois, 1948, p. 427.

61 Quizá sea Don Lavoie el que con más sencillez haya explicado este extre-mo: «The MC = P rule will optimize allocation within a given framework of meansand ends as long as future costs are expected to be the same as current costs.This is a world of static expectations, which are reasonable in a static world. In

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5.º La imposibilidad teórica del «método de prueba y error»

En quinto lugar, Lange da en su modelo tanta importancia a la apli-cación del método de «prueba y error» que no tenemos más remedioque volver de nuevo sobre este tema. Aunque, ciertamente, la «solu-ción» de Lange no es factible sobre la base de los argumentos que ya sehan visto, no podemos dejar de reproducir aquí, con carácter adicio-nal, todas y cada una de las nueve críticas que con detalle ya efectua-mos al método de «prueba y error» en el capítulo anterior.

En concreto, recordemos el carácter engañosamente simplista de la«regla» consistente en observar el estado de los stocks o inventarios,viendo si hay exceso o escasez para, en función del resultado de dichaobservación, modificar los precios convenientemente, pues no existeun punto de referencia objetivo que guíe la correspondiente observa-ción, ni es posible generar ni transmitir la información que sería preci-sa para modificar los precios en el sentido adecuado. En efecto, ni laescasez ni el exceso de producto son algo discernible de manera obje-tiva, simplemente consultando determinadas cifras estadísticas sobrelos inventarios, sino que, con independencia del cómputo o cifra queaparezca en las estadísticas, nos encontraremos ante una situación de«escasez» o «exceso» tal y como, según la circunstancias particulares delcaso, las mismas sean subjetivamente enjuiciadas por el actor. Un «ex-ceso de producto» puede no ser tal, si es que subjetivamente se consi-dera un período de tiempo más largo y se tiene la creencia o expecta-tiva de que se verificará un incremento de la demanda dentro de dichoplazo. En estas circunstancias, grave error sería para el órgano centralde planificación el reducir los «precios» paramétricos, pensando que conello se aproxima a los hipotéticos precios de equilibrio que se forma-rían en el mercado. Una aparente «escasez» a lo mejor no es tal, si esque se prevé una disminución en la demanda o, aunque no sea así, secree lo más conveniente afrontarla por la vía de la innovación o la uti-lización de sucedáneos, y no incrementando el correspondiente precio.

a world of continuous change, however, an entrepreneur must try to anticipatedemand, to form expectations, and to act on them. He should view his costs onthe basis of the specific alternatives that appear available to him at the time ofhis choice. Both his estimate of revenue and his estimate of costs depend on hisexpectations at the time of decision.» Ver Rivalry and Central Planning, obracitada, p. 141.

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Al ser los conceptos de «exceso» y «escasez» netamente subjetivos, sólopueden surgir en el contexto de una acción empresarial libremente ejer-cida, constituyendo una información de tipo subjetivo, práctico, dispersoy no articulable, que no podrá ser transmitida, por tanto, al órgano cen-tral de planificación. Además, tal y como ya sabemos, si los gerentesno pueden ejercer con total libertad su función empresarial, ni siquierase generará a su nivel la información relevante y necesaria para el cál-culo económico racional. Por tanto, las decisiones del órgano centralde planificación tendentes a incrementar los precios cuando se «obser-ven» escaseces y a disminuirlos cuando se «aprecien» excesos de pro-ducto son puramente arbitrarias y no permiten en forma alguna elcálculo económico racional.

En el mundo económico real no existen unas «funciones» de ofertay de demanda que, misteriosamente, indiquen cuáles son las cantida-des ofertadas y demandadas a cada precio de una manera «objetiva» yque permitan que cualquier observador externo, simplemente obser-vando el nivel de los inventarios o stocks, pueda establecer qué modi-ficación hay que efectuar en el precio hasta alcanzar el precio de equi-librio. Los precios no surgen de la intersección de dos curvas o funcionesde oferta y demanda, sino que resultan de una secuencia de interac-ciones humanas movida por la fuerza de la empresarialidad que cons-tantemente trata de estimar cuáles serán las condiciones del futuro, yconsecuentemente orienta su acción con la finalidad de aprovecharsede las mismas.

Además, y en lo que se refiere a una gran cantidad de casos del sec-tor de bienes de equipo o capital, el método propuesto por Lange es,de raíz, teóricamente inaplicable, como sucede siempre que, en vez detratarse de un bien de capital estandarizado o producido de maneramasiva, nos encontramos ante el típico bien de equipo que se contratapor encargo y del que no se producen muchas unidades. No entende-mos cómo Oskar Lange pudo pensar que en relación con bienes deequipo como las grandes naves industriales, importantes bienes inmue-bles, instalaciones de altos hornos, astilleros, buques especiales, etc.,podía considerarse, siquiera hipotéticamente, la posibilidad de descu-brir de manera objetiva, simplemente observando la evolución de losinventarios, si existe o no un exceso o escasez del bien en cuestión. Siantes de tomar la decisión respecto a la modificación del precio se espera

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el número necesario de años para apreciar claramente el grado y dura-ción de la escasez o exceso advertidos, sin duda alguna será ya dema-siado tarde cuando se tomen las decisiones oportunas. Y, si se toma ladecisión precipitadamente, basándose en intuiciones parciales por partedel órgano central de planificación, lo más probable es que se come-tan graves e irreversibles errores.62

Finalmente, en el modelo de Lange caben dos posibilidades: o bienque se detengan todas las transacciones mientras el órgano central deplanificación observa si existen excesos o escaseces y decide qué pre-cios han de modificarse y en qué sentido y cuantía, o bien que se per-mita que se efectúen transacciones a «precios falsos». En el primer caso,que ya fue analizado cuando estudiamos los modelos planométricos,se detiene toda la actividad económica, y durante ese período el siste-ma pierde toda su flexibilidad y posibilidades de calcular. No pareceque Lange haya pensado en esa posibilidad, pero en lo que no cayó esen que, si se permiten las transacciones a «precios falsos», se enviaráuna serie de señales distorsionadas a todo el sistema que impedirán quese alcance el «equilibrio» tan deseado por Lange. Este problema no se

62 Como Hayek afirma: «I believe that preoccupation with concepts of pureeconomic theory has seriously misled both our authors (Lange y Lerner). In thiscase it is the concept of perfect competition which apparently has made themoverlook a very important field to which their method appears to be simply in-applicable. Wherever we have a market for a fairly standardized commodity, itis at least conceivable that all prices should be decreed in advance from abovefor a certain period. The situation is, however, very different with respect to com-modities which cannot be standardized, and particularly for those which todayare produced on individual orders, perhaps after invitation for tenders. A largepart of the product of the “heavy industries” which, of course, would be the firstto be socialized, belongs to this category. Much machinery, most buildings andships, and many parts of other products are hardly ever produced for a market,but only on special contracts. This does not mean that there may not be intensecompetition in the market for the products of these industries, although it maynot be “perfect competition” in the sense of pure theory; the fact is simply thatin those industries identical products are rarely produced twice in short inter-vals; and the circle of producers who will compete as alternative suppliers ineach instance will be different in almost every individual case, just as the circleof potential customers who will compete for the services of a particular plantwill differ from week to week. What basis is there in all these cases for fixingprices of the product so as ‘‘to equalize supply and demand”?» Ver «Socialist Cal-culation III: The Competitive Solution», Individualism and Economic Order, obracitada, pp. 188-189.

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plantea en una economía real de mercado en la que las transaccionesdescoordinadas precisamente crean y generan el incentivo para sercontinuamente descubiertas y desenmascaradas por una función em-presarial siempre deseosa de obtener beneficios. Sin libertad para ejer-cer la función empresarial, y para perseguir libremente beneficios porparte de todos los agentes económicos, no existe garantía alguna deque se establezca un proceso general coordinador que ajuste el com-portamiento de todos los participantes en el sistema. Y esto es algo que,según parece, Lange nunca entendió.

6.º La arbitraria fijación del tipo de interés

En sexto lugar, hay que resaltar que la fijación del tipo de interés(entendido como el precio de los bienes presentes en relación con losbienes futuros, o, si se prefiere, como la relación entre el valor dado alconsumo presente y el atribuido al consumo futuro) habrá de efectuar-se en el modelo socialista de Lange de una forma puramente arbitraria.Primero, desde el lado de los ahorradores u ofertantes de bienes pre-sentes, éstos se verán imposibilitados para tomar una decisión econó-mica racional en cuanto a la asignación de sus recursos entre el consu-mo presente y el futuro, tanto por lo restringido del «menú» de bienespresentes que el sistema les ofrece, como por la imposibilidad de dis-poner en el futuro de un tipo y cantidad de bienes y servicios de con-sumo tan grande y variado como el que genera un sistema en el que lafunción empresarial pudiera ser ejercida libremente para satisfacer ydescubrir un número creciente de necesidades. Y ello suponiendo queel órgano central de coacción no se empeñe, como es lo habitual, enemprender políticas de «ahorro forzoso», en perjuicio generalizado delos consumidores de cada momento presente.

El problema es aún más grave, si cabe, visto desde el lado de losdemandantes de bienes presentes. Pues aquí es a los gerentes de lasdistintas empresas socialistas a los que les corresponde demandar losbienes presentes para llevar a cabo sus planes de inversión, contratan-do la mano de obra, los recursos de la naturaleza y los bienes de capi-tal necesarios para elaborar las distintas etapas de bienes de capital conlas que se producirán los bienes y servicios de consumo que estarándisponibles en el futuro. Aquí, de nuevo, se plantea de lleno el dobleproblema que constituye la esencia teórica de nuestra tesis. Por un lado,

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estos gerentes, al no poder ejercer libremente su función empresarial,ni siquiera crearán la información práctica que necesitan para asignarracionalmente sus recursos. Es decir, como no pueden hacerse con elbeneficio de sus respectivos proyectos empresariales, ni siquiera ge-nerarán las necesarias ideas. Además, corresponderá al órgano centralde planificación, y en concreto al banco estatal encargado de distribuirlos correspondientes fondos financieros, el decidir, en última instan-cia, a qué gerente se los va a prestar, y en qué cuantía y condiciones.Esto supone que la decisión final estará en manos de alguien que nodispondrá de la información práctica de primera mano que es necesa-ria para tomarla (no sólo porque ésta ni siquiera se genera al nivel delos gerentes, sino, además, porque aunque se generase, por tener uncarácter básicamente subjetivo, práctico, disperso y no articulable, nopuede transmitirse al órgano central de coacción). El cálculo económi-co a la hora de tomar las decisiones sobre la distribución de los fondosfinancieros por parte del órgano central de planificación sería, por tan-to, puramente arbitrario. En suma, el modelo de Oskar Lange impideen general que exista un verdadero mercado de capitales y, en particu-lar, una bolsa de valores y títulos representativos de la propiedad delas empresas, lo cual, como ha sido puesto de manifiesto porLachmann,63 constituye, sin duda alguna, uno de los defectos más im-portantes de todo el modelo de Lange.

7.º Ignorancia en cuanto al comportamiento típico de losorganismos burocráticos

En séptimo y último lugar, el modelo de Oskar Lange no puede fun-cionar porque no tiene en cuenta cuál sería el comportamiento real delos distintos agentes económicos, y en especial de los gerentes de lasempresas nacionalizadas y de los burócratas encargados del órgano

63 «The stock exchange is perhaps the most characteristic of all the institutionsof the market economy ... What really distinguishes capitalism from a socialisteconomy is not the size of the “private” sector of the economy, but the ability of theindividual freely to buy and sell shares in the material resources of production. Theirinability to exercise their ingenuity in this respect is perhaps the most importantdisability suffered by the citizens of socialist societies.» Ver Ludwig M. Lachmann,«Methodological Individualism and the Market Economy», en Capital, Expectationsand the Market Process, Sheed, Andrews and McNeel, Kansas 1977, p. 161.

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central de planificación, dentro del marco institucional diseñado por elpropio modelo. Hasta ahora hemos comentado diferentes aspectossobre la imposibilidad teórica del cálculo económico en el modelo deLange, por no permitir que en el mismo existan verdaderos empresa-rios entendidos tal y como se han definido en el Capítulo II de este li-bro. Sin embargo, no se ha mencionado para nada qué tipo de com-portamientos específicos fomentaría el modelo de Lange entre losdistintos agentes económicos y sociales previstos en él . Se trata, portanto, de incorporar en nuestro análisis el punto de vista de la denomi-nada Escuela de la Elección Pública, que tanto desarrollo ha tenido enlos últimos años, y que se ha preocupado especialmente de analizarlos procesos de interacción humana en entornos de tipo político y bu-rocrático, en los que, por definición, preponderan las relacionesinstitucionales de tipo coactivo. En este sentido, no podemos dejar dereproducir aquí el siguiente comentario en el que James Buchanan cri-tica a Lange por no haber tenido en cuenta uno de los aspectos másimportantes del problema, a saber, cómo habrían de comportarse losagentes económicos en el marco institucional por él diseñado: «By thethird decade of this century, economic theory had shifted to a discipli-ne of applied mathematics, not catallaxy. Even markets came to beviewed as “computing devices” and “mechanisms”, that may or may notsecure idealized allocative results. Markets were not, at base, viewedas exchange institutions, out of which results emerge from complexexchange interaction. Only in this modern paradigm of economic theorycould the total absurdity of the idealized socialist structure of Lange-Lerner have been taken at all seriously, as indeed it was (and, sadly,still is) by practicing economists. We may well ask why economists didnot stop to ask the questions about why socialist managers wouldbehave in terms of the idealized rules. Where are the economic eunuchsto be found to operate the system?»64

64 Ver James M. Buchanan, «The Public Choice Perspective», Capítulo III deLiberty, Market and State. Political Economy in the 1980’s, Harvester Press, Sussex1986, p. 25. La traducción al castellano de esta cita podría ser la siguiente: «A par-tir de la tercera década de este siglo la teoría económica se convierte en una ramade la matemática aplicada y deja de ser una teoría del intercambio (catalaxia).Incluso los mercados pasan a ser considerados como “mecanismos” capaces delograr en mayor o menor medida resultados ideales en cuanto a la asignación delos recursos. Los mercados, por tanto, dejan de considerarse como instituciones

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Los fundamentos de la escuela de la «elección pública» fueron, sinduda alguna, iniciados por el propio Mises cuando al concebir la eco-nomía como una ciencia muy amplia encargada de estudiar teóricamen-te todos los procesos relacionados con la acción humana, dio pie a quelos investigadores empezaran a aplicar el análisis económico a las ac-ciones humanas que se desarrollan en entornos distintos del mercadoentendido en su estricto sentido tradicional, como pueden ser el entor-no político, el burocrático, etc. Dentro de este contexto ha de conside-rarse la obra clave y pionera de Mises sobre la burocracia aparecida en1944, y en la que, por primera vez, se evidencia cómo la burocracia porfuerza ha de surgir en todas las áreas sociales en las que no se permitala libre persecución empresarial del beneficio.65 Mises además desarro-lla en su trabajo muchos de los puntos que, posteriormente, seríanobjeto de investigación con más detalle y profundidad, entre otros, porel economista húngaro János Kornai en su análisis económico relativoal funcionamiento real de las economías del Este. Es de gran interésrecoger literalmente las conclusiones a las que llega Kornai sobre elmodelo de Lange desde el punto de vista de la Escuela de la ElecciónPública, y que se refieren tanto al comportamiento del órgano centralde planificación como al de los gerentes de las correspondientes em-presas. En efecto, Kornai nos dice que: «Lange’s model is based onerroneous assumptions concerning the nature of the “planners”. Thepeople at his Central Planning Board are reincarnations of Plato’sphilosophers, embodiments of unity, unselfishness, and wisdom. Theyare satisfied with doing nothing else but strictly enforcing the “Rule”,adjusting prices to excess demand. Such an unwordly bureaucracy

de intercambio que surgen de una compleja interacción humana. Sólo dentro dela perspectiva de este nuevo paradigma se explica que pudiera llegarse a tomaren serio el modelo totalmente absurdo de socialismo ideal de Lange-Lerner, en elque tristemente aún hoy muchos profesionales de la economía siguen creyendo.Nosotros nos preguntamos cómo los economistas no se pararon a pensar por quélos gerentes socialistas habrían de comportarse siguiendo las “reglas” estableci-das en el modelo. ¿Dónde se podrían encontrar los eunucos económicos que sonprecisos para hacerse cargo de tal sistema?» Véase igualmente el artículo de DavidM. Levy, «The bias in centrally planned prices», Public Choice, volumen 67, n.º 3.,diciembre 1990, pp. 213-226.

65 Ludwig von Mises, Bureaucracy, Arlington House, New Rochelle, NuevaYork 1944. Existe una traducción al catellano de Dalmacio Negro Pavón, que yaha sido citada.

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never existed in the past and will never exist in the future. Politicalbureaucracies have inner conflicts reflecting the divisions of society andthe diverse pressures of various social groups. They pursue their ownindividual and group interests, including the interests of the particularspecialized agency to which they belong. Power creates an irresistibletemptation to make use of it. A bureaucrat must be interventionistbecause that is his role in society; it is dictated by his situation ... Lange’smodel is based on an equally erroneous assumption concerning thebehaviour of the firm. He expects the firm to follow the Rule designedby the system engineers. But society is not a parlor game where theinventor of the game can arbitrarily invent rules. Organizations andleaders who identify themselves with their organizations have deeplyingrained drives: survival, growth, expansion of the organization,internal peace within the organization, power and prestige, the creationof circumstances that make the achievement of all these goals easier.An artificial incentive scheme, supported by rewards and penalties, canbe super-imposed. A scheme may support some of the unavowedmotives just mentioned. But if it gets into conflict with them, vacillationand ambiguity may follow. The organization’s leaders will try toinfluence those who imposed the incentive scheme or will try to evadethe rules ... What emerges from this procedure is not a successfullysimulated market, but the usual conflict between the regulator and thefirms regulated by the bureaucracy.»66

66 János Kornai, «The Hungarian Reform Process», obra citada, pp. 1726-1727.(Este artículo ha sido reproducido como Capítulo V del libro Vision and Reality.Market and State, Harvester, Nueva York, 1990). En castellano: «El modelo deLange se basa en supuestos erróneos relativos a la naturaleza de los planifica-dores. Los funcionarios del órgano de planificación aparecen en el modelo comola reencarnación de los filósofos de Platón, dotados de la máxima sabiduría, bon-dad y unidad de criterio, y sin que nada les satisfaga más que cumplir la “Regla”de ajustar los “precios” en los casos de exceso de demanda. Sin embargo, taltipo idealizado y celestial de burocracia nunca existió en el pasado ni jamásexistirá en el futuro. Las burocracias políticas sufren conflictos en su más íntimaesencia que reflejan las divisiones y presiones procedentes de los distintos gru-pos sociales. Persiguen sus propios intereses, individuales y de grupo, incluyendolos intereses particulares del departamento burocrático al que pertenecen. Elpoder, además, crea una irresistible tentación para usar y abusar de él. Un buró-crata será siempre un intervencionista, precisamente porque su papel en la so-ciedad, dictado por la situación en que se encuentra, es ése ... El modelo de Lange

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Estos problemas también ya habían sido apuntados por Hayek ensu contestación a Lange de 1940. En efecto, Hayek pone de manifiestoque el modelo de Lange por fuerza habría de llevar a la peor forma deburocracia, pues el órgano central de planificación se vería obligado acontrolar si los gerentes actuaban o no de acuerdo con unas reglas cuyocumplimiento no podría ser controlado de forma objetiva. La arbitra-riedad por parte del órgano de coacción y los comportamientos «per-versos» de los gerentes tendentes a demostrar que, al menos sobre elpapel, habían cumplido con las normas establecidas, así como a ase-gurarse todo tipo de corruptelas, conexiones y apoyos en el órgano deplanificación, aparecerían por doquier.67

Es más, estos problemas fueron, al menos parcialmente, reconoci-dos por el propio Lange llegando éste incluso a afirmar que para él «elpeligro real del socialismo es el de la burocratización de la vida econó-mica».68 Sin embargo, Lange demuestra que no entiende el alcance realde este peligro cuando, a renglón seguido, añade que, en todo caso,no sería mayor que el que plantea la propia burocratización en un sis-tema capitalista, en el que los gerentes empresariales que toman lasdecisiones son casi «funcionarios», pues no suelen ser los propietariosdel capital y prácticamente no responden ante nadie. Difícil es mostraruna concepción más estrecha y errónea del capitalismo. Toda econo-

se basa en un supuesto igualmente erróneo relativo al comportamiento de la em-presa. Lange piensa que la empresa podrá seguir a rajatabla la Regla diseñadapor los ingenieros del sistema. Pero la sociedad no es un campo de juego en elque el inventor del juego pueda establecer las reglas del mismo a su antojo. Lasorganizaciones y los líderes que se identifican con las mismas están influidospor motivaciones profundamente enraizadas: la supervivencia, el crecimiento,la expansión de la organización, la paz interna, el poder y el prestigio, y la crea-ción de las circunstancias necesarias para hacer más fácil el logro de todos estosobjetivos. Un esquema artificial de incentivos apoyado por premios y sancionespuede ser establecido, e incluso apoyar alguna de las motivaciones menciona-das. Pero si entra en conflicto con alguna de ellas generará la vacilación y laambigüedad dentro de la organización. Los líderes intentarán o influir sobreaquellos que establezcan el sistema de incentivos o simplemente evadirse delmismo ... De todo este proceso lo que emerge no es un mercado artificial simu-lado con éxito, sino el típico conflicto que siempre surge entre aquel que regulay las empresas reguladas.»

67 F.A. Hayek, «Socialist Calculation III: The Competitive Solution», en Indi-vidualism and Economic Order, obra citada, pp. 198-199.

68 Oskar Lange, «Sobre la Teoría Económica del Socialismo», edición españo-la, obra citada, pp. 115-116.

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mía real de mercado se caracteriza por que en la misma existe comple-ta libertad de ejercicio de la función empresarial, con independenciade quién ejerza con carácter protagonista en cada momento y circuns-tancia la empresarialidad (los accionistas, los gerentes, etc.), lo cual serátan históricamente contingente como teóricamente irrelevante. Por elcontrario, en un régimen socialista queda vedado por la fuerza a todoel mundo el ejercicio de la empresarialidad al menos en el ámbito delos bienes de capital, disociando y separándose la toma de decisionesfundamentales de aquellas personas que son las únicas, y en un entor-no de libertad empresarial, que podrían llegar a crear y descubrir la in-formación necesaria para tomarlas adecuadamente.

En todo caso, esta preocupación de Lange por la burocratización delsocialismo se ha mantenido en sus discípulos y explica el desarrollo poréstos de toda una literatura sobre el establecimiento y diseño de «bonos»y sistemas de incentivos que teóricamente no ha logrado solucionar losproblemas planteados y, en la práctica, no ha cosechado más que rotun-dos fracasos, a pesar de las grandes esperanzas que en su tiempo gene-raron y de las que hoy ya, prácticamente, nadie se acuerda.69 Y es que elsistema de «bonos e incentivos» para hacer posible el funcionamiento delsocialismo es también imposible desde un punto de vista teórico, puesello implicaría que el órgano central de planificación encargado de es-tablecerlos y concederlos dispusiera a priori de un conocimiento que esimposible pueda llegar a tener. En efecto, la concesión por un tercero debonos o incentivos implica dar por supuesto implícitamente que esetercero conocerá, antes de conceder el premio o sanción, si el nuevosistema de producción, el nuevo bien o servicio producido, o si el cum-plimiento de la regla se ha llevado o no a cabo con éxito; conocimientoque es imposible que el órgano central de planificación pueda llegar adisponer por las razones ya apuntadas reiteradamente en este libro. Quese haya coordinado un comportamiento desajustado que surgió en lasociedad, es algo que desde fuera no es directamente observable de

69 Puede ser interesante recordar los siguientes trabajos: Martin L. Weitzman,«The New Soviet Incentive Model», Bell Journal of Economics, 7, n.º 1 (primaverade 1976), pp. 251-257; Vinson Snowberger, «Comment on the New Soviet IncentiveModel», Bell Journal of Economics, 8, n.º 2 (otoño de 1977); y William G.Rosemberg, «Observations on the Soviet Incentive System», ACES Bulletin 19, n.os

3-4, 1977, pp. 27-43.

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manera objetiva, sino que constituye un proceso del que tan sólo cabeteorizar formalmente indicando que el surgimiento de un beneficio em-presarial pondrá de manifiesto que se ha producido tal efecto coordina-tivo que no es directamente observable. Y si los efectos coordinativos encada circunstancia concreta no son directamente observables y tan sólo,en su caso, se ponen de manifiesto para los observadores externos, des-pués de muy prolongados lags temporales y sólo en términos generalesy de manera muy vaga, parcial e imperfecta, es claro que todo el sistemade bonos e incentivos que presuponga un conocimiento objetivo de loshechos que dan lugar a los mismos no puede servir ni teórica ni práctica-mente para simular el funcionamiento del proceso empresarial movidopor el ánimo de lucro que se da en toda economía de mercado verdade-ramente competitiva. Aparte de que si se concede un bono porque sesupone que ya se sabe o conoce que se ha creado o generado una infor-mación de alto valor, es teóricamente absurdo dar dicho bono, puesto quela información se supo que se tenía y se logró antes de la concesión delmismo.70 Es decir, no se trata de conceder premios por los «servicioscumplidos», sino de establecer una enérgica motivación para crear y des-cubrir, en el futuro, una información que es necesaria y hoy no se tiene(por lo que es imposible articular un sistema de bonos en relación conla misma, pues al no conocerse aún, ni siquiera se concibe que ésta puedallegar a existir, ni el valor que habrá de tener). Lo que hace falta, por tanto,es un «sistema de bonos o incentivos» que se concedan con carácter pros-pectivo en todos aquellos casos en los que se actúe coordinativamente,aunque el resultado objetivo de tal ajuste o coordinación no pueda llegarnunca a ser conocido plenamente por un tercero, o tan sólo sea conoci-do de una manera muy parcial y después de un período de tiempo muy

70 Debo esta importante idea sobre la irrelevancia del sistema de bonos e in-centivos en un sistema socialista a Israel M. Kirzner, el cual afirma: «To rewardmanagers for meeting or exceeding target output quantities presupposes that it isalready known that more of these outputs is urgently required by society ... But ifthey are assumed already known, we are simply assuming away the need forentrepreneurial discovery ...» Y llega a la conclusión de que, por tanto, «incentivesto socialist managers deny the essencial role of entrepreneurial discovery». VerDiscovery and the Capitalist Process, obra citada, pp. 34-35. Sobre el establecimien-to de bonos o incentivos volveremos al analizar en el capítulo siguiente las pro-puestas al respecto realizadas por Dickinson, efectuando una serie de considera-ciones adicionales que deben darse aquí por reproducidas.

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prolongado. Y esto es algo que sólo puede proporcionar una economíacompetitiva, con propiedad privada de los medios de producción, y enla que exista una completa libertad para el ejercicio de la empresarialidad.En estas circunstancias, como ya sabemos, el fin subjetivo de cada acciónconstituye el móvil o beneficio que se espera obtener de la misma,justifica su realización, hace que se genere la información necesaria y, encaso de lograrse, se convierte en una ganancia efectiva para el actor cuyoefecto subjetivo no puede ser igualado por ningún sistema artificial de«bonos», no importa lo bien «diseñado» que esté ni lo «perfecto» que sea.

Otros comentarios sobre el modelo clásico de Lange

No podemos terminar nuestra exposición crítica del modelo clásicode Lange sin referirnos a las afirmaciones que efectúa en las páginas 89y 106 respectivamente del artículo que venimos comentando.

En la primera de estas páginas Lange dice que el órgano central deplanificación siempre poseerá un conocimiento sobre el sistema eco-nómico «muy superior» al que pueda tener cualquier empresario priva-do individual, por lo que el proceso de ajuste a través del método esta-tal de «prueba y error» será, en su opinión, mucho más «rápido y efectivo»que el que se lleva a cabo en el sistema capitalista. Difícil es encontraruna mayor incomprensión en torno a cómo funciona el sistema capita-lista que la que delata esta idea que con toda seriedad expone Lange ensu artículo. Aunque pueda admitirse que quizá el órgano central de plani-ficación posea un conocimiento sobre la «generalidad» de la economíasuperior al que tendría cualquier empresario individual, el problema noes ése sino otro muy distinto, a saber: que el órgano central de planifi-cación nunca podrá disponer del volumen total de información disper-sa que todo el entramado de miles y miles de empresarios constante-mente genera, utiliza y transmite de forma espontánea en el sistemaeconómico capitalista. No se trata, por tanto, de comparar el conoci-miento del órgano central de planificación con el de un empresarioindividual suelto o aislado, sino con el generado y utilizado por todoel entramado de empresarios individuales que ejercen libremente lafunción empresarial en una sociedad libre. Por este motivo, no sólono será más corto el proceso de ajuste del sistema socialista, sino quejamás podrá llevarse a cabo, dada la imposibilidad de que el órgano de

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planificación se haga con la información que es necesaria para llevarlos precios hacia el hipotético «equilibrio». Y, en todo caso, no enten-demos cómo Lange pudo llegar a pensar que su método de ajuste ha-bría de ser más corto y efectivo que el de una economía de mercado,pues su modelo establece que los gerentes simplemente se ajustaránde manera pasiva a los precios paramétricos de los bienes de capital,sin que se pueda efectuar modificación en precio alguno mientras ellono sea decidido por el órgano central. Es decir, que mientras no se re-ciba la necesaria «información», se procese y se concluya qué debe ha-cerse, los gerentes no pueden modificar en forma alguna su comporta-miento en cuanto a los precios, cosa que sí pueden hacer y de hechohacen constantemente los empresarios en un sistema capitalista, apro-vechándose con carácter inmediato de las oportunidades de beneficioque encuentran, y produciendo el proceso de ajuste de manera conti-nuada sin esperas ni lags innecesarios.

La segunda observación de Lange se refiere a la supuesta elimina-ción en su modelo de los ciclos económicos. Argumenta Lange que la«superior información» del órgano de control le permitiría reaccionar atiempo ante los errores empresariales que se cometiesen, evitando asílos procesos de crisis económica que cíclicamente se dan en una eco-nomía de mercado. Ahora bien, no se comprende que si Lange cree queel órgano de control dispone de tal cantidad de información como paratomar «a tiempo» las medidas necesarias para evitar una crisis, por quédesea entonces dejar en manos de los gerentes la toma descentralizadade decisiones en áreas muy importantes de la sociedad (bienes de con-sumo, factor trabajo, ajuste a los precios paramétricos, etc.) AdemásLange carece de una adecuada teoría de la depresión económica que,desde el punto de vista de Mises y Hayek,71 no es sino la etapa de re-ajuste de una estructura productiva que ha sido distorsionada por elintervencionismo estatal sobre el mercado (fiscal, monetario o de cual-

71 La «teoría austriaca del ciclo económico» fue desarrollada por Mises y Hayeken paralelo con su análisis en torno al cálculo económico socialista, lo que expli-ca que una y otro se basen, como denominador común, en los resultados descoordi-nadores a que da lugar la agresión estatal sobre el mercado. Un resumen de labibliografía más significativa sobre la «teoría austriaca del ciclo económico» puedeencontrarse en mi artículo publicado con ese mismo título en Moneda y Crédito,n.º 152, marzo de 1980, reeditado en mis Lecturas de Economía Política, volumenI, Unión Editorial, Madrid 1986, pp. 241 a 256.

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quier otro tipo). En este sentido, el mercado reaccionaría con una de-presión siempre que de una manera coactiva se le impusiera una asig-nación de recursos y de factores productivos no correspondiente conaquella que, libremente, desearan mantener los consumidores. Esto sólosucede en una economía intervenida en la que, como resultado de unaagresión gubernamental (monetaria, fiscal o de otro tipo), se fuerce auna mala inversión generalizada de los recursos. Desde esta óptica, elmodelo de Lange no sólo no evitaría la aparición o surgimiento de lasdepresiones económicas, sino que por fuerza habría de provocar unaintensa y crónica mala inversión generalizada de los factores producti-vos y bienes de capital en la sociedad, con lo cual ésta quedaría sumi-da en una «depresión crónica», o constante situación de mala inversiónde los recursos productivos, fenómeno éste que se ha venido manifes-tando en la realidad incluso con características cíclicas de agrava-miento recurrente, y que ha sido estudiado72 con un cierto detallepor los teóricos de las economías del Este.73

72 Véase, por ejemplo, el artículo de Tomasz Stankiewicz, «Investment underSocialism», Communist Economies, volumen 1, n.º 2, 1989, pp. 123 a 130.

73 No comentamos en el texto otras cuatro observaciones de Lange sobre elsistema capitalista, pues, o no tienen una relación directa con el problema delcálculo económico que nos ocupa, o se puede considerar que su contestación seencuentra ya implícitamente contenida en nuestro análisis. Además, Lange reco-ge argumentos poco originales, que forman parte, como si dijéramos, de la ver-borrea tradicional de la ideología socialista y que ya han sido suficientementerebatidos en otros lugares. Así, Lange afirma: 1) que el socialismo redistribuiría larenta haciendo posible la «maximización del bienestar social» (como si éste sepudiera medir, las funciones de utilidad individuales existiesen y se pudieranconocer, y toda esta información pudiera llegar al órgano de control); 2) que elórgano de planificación en su toma de decisiones podría tener en cuenta los «ver-daderos» costes sociales y externos (mismos errores que en el caso anterior, debiendo añadirse que las supuestas «imperfecciones del mercado» surgen precisa-mente por la ausencia o mala definición estatal de los derechos de propiedad queimpide la empresarialidad y el cálculo económico en áreas importantes del mer-cado); 3) que los empresarios del capitalismo son «empresarios de broma» (¿cómopodríamos calificar entonces a esos «pobres diablos» –gerentes y funcionarios– delsistema socialista?); y 4) pero lo que más llama la atención es su afirmación deque el capitalismo ha dejado de ser compatible con el progreso económico y tec-nológico de la sociedad («Sobre la Teoría Económica del Socialismo», edición es-pañola, obra citada, pp. 116-122). No tenemos por qué repetir que no hay frenomayor al progreso que la coacción institucional en contra del ejercicio libre ycreativo de la función empresarial, y afortunadamente, una generación después

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6. TERCERA Y CUARTA ETAPAS EN LA VIDA CIENTÍFICA DE LANGE

Tercera etapa: La década de los 40

Oskar Lange quedó profundamente impactado por el artículo de1940 en el que Hayek, con gran detalle y punto por punto, analizó ycriticó los diferentes elementos e implicaciones de su modelo. Comoconsecuencia de ello, y según Gabriel Temkin,74 Lange empezó a tenerunas dudas cada vez más serias y profundas sobre su modelo de «solu-ción competitiva», lo cual queda corroborado por los siguientes hechos:primero, en la correspondencia que mantuvo con Hayek, expresamentele reconoció haber planteado con éxito una serie de errores y proble-mas esenciales que su modelo, estrictamente estático, no era capaz desolucionar, por lo que prometía, en los próximos meses, escribir unartículo contestando a Hayek;75 segundo, a pesar de su promesa, Langenunca escribió el artículo que en su carta anunciaba que sería la con-testación a la crítica de Hayek a su modelo; y tercero, años más tarde,en 1944, Lange se negó a hacer una revisión de su ensayo original so-bre el socialismo de 1936-37, de cara a hacer posible su nueva publica-ción, argumentando que en el interregno sus ideas habían sufrido tales

de la muerte de Lange, el problema tal y como es percibido por los propios socia-listas ha dado un giro de 180 grados, y hoy ya nadie duda, y se ha puesto clara-mente de manifiesto, que es el sistema socialista, y no el capitalista, el que se haceincompatible con la innovación tecnológica y sistemáticamente aborta el progre-so económico.

74 Gabriel Temkin, «On Economic Reforms in Socialists Countries: The Debateon Economic Calculation under Socialism Revisited», obra citada, p. 55, nota n.º 6.

75 Nos referimos a la carta escrita por Oskar Lange a Friedrich A. Hayek el 31de agosto de 1940, con motivo de haber recibido Lange el artículo de Hayek titu-lado «Socialist Calculation: The Competitive Solution». Esta carta está incluida enel Tomo II de las Obras Completas de Oskar Lange publicadas en 1973 (en polacoDziela) ya citadas, y en ella podemos leer el siguiente pasaje: «There is no questionthat you have succeeded in raising essential problems and in showing gaps in thepure static solution given by me. I intend to work on this subject and give an answerto your paper ... sometime in the fall» (p. 567 de la obra citada). Por fin Lange se«cae del guindo» y promete afrontar los problemas científicos relevantes: gracias aMises sabemos desde 1920 que el socialismo no plantea problema alguno en térmi-nos estáticos, por lo que el reconocimiento por parte de Lange de que la suya esuna «pure static solution» equivale a reconocer que su «solución» no fue soluciónde nada (desgraciadamente Lange no cumplió su promesa y jamás abordó el verda-dero problema de tipo dinámico que plantea el cálculo económico socialista).

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cambios, que las mismas exigían escribir un artículo completamentenuevo, y que planeaba incluir su nueva concepción del socialismo enun capítulo especial del tratado de economía que había empezado aescribir.76 Parte del tratado apareció, pero sin incluir el tan esperadocapítulo, que tampoco fue recogido en ninguna de las numerosas otrasobras y trabajos publicados por Lange hasta su muerte, con la únicaexcepción del decepcionante artículo sobre «Las computadoras y elmercado», publicado en 1967 y que tendremos la oportunidad de co-mentar con detalle más adelante.

Parece, pues, evidente, y quizá ello sea la nota más característica delpensamiento de Lange en los años 40, que él mismo, por fin, se dacuenta de que su «solución» no era tal, por ser puramente estática, aun-que no tuvo la honestidad científica de reconocer en público que sumodelo, por tanto, no daba respuesta alguna al desafío planteado porMises y Hayek, que siempre había sido de carácter «dinámico». Paracolmo, en la citada carta a Hayek habla incluso de una «tercera línea dedefensa», supuestamente introducida ex novo por Hayek en su artículode 1940 y relativa a los problemas dinámicos, sin querer terminar deentender que el problema, ya desde un principio y tal y como habíasido planteado por Mises en 1920, siempre había sido un problema denaturaleza exclusivamente dinámica.

En todo caso, lo que parece claro es que Lange abandona en granmedida su modelo clásico, y en la propia carta a Hayek ya citada ad-mite la necesidad de permitir que los procesos de mercado libre fun-cionen siempre que ello sea factible; aunque, y mostrando con ello quepermanece intacta su obsesión por el modelo neoclásico de «compe-tencia perfecta», establece como criterio para permitir un comporta-miento de mercado (y el abandono, por tanto, del sistema de «precios»

76 «The essay is so far removed from what I ought to write on the subjecttoday that I am afraid that any revision would produce a very poor compromise,unrepresentative of my thoughts. Thus, I am becoming inclined to let the essaygo out of print and express my present views in entirely new form. I am writinga book on economic theory in which a chapter will be devoted to this subject.This may be better than trying to rehash old stuff.» Se trata de un comentarioescrito por Oskar Lange en 1944, incluido en sus Dziela de 1975 (volumen III,obra ya citada), citado a su vez por Tadeus Kowalik en su artículo sobre «OskarLange», The New Palgrave. A Dictionary of Economics, obra ya citada, volumenIII, pp. 127 y 129.

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paramétricos y del método de «prueba y error» ejercido por el órganode control) el que exista un número suficientemente elevado de em-presas en cada sector (pues ello, y de acuerdo con el modelo tradicio-nal de «competencia perfecta», supuestamente implicaría una buenaaproximación a la competencia «real» que existe en el mercado). Deacuerdo con esta nueva concepción del socialismo, la propiedad pú-blica de los medios de producción sólo habría de extenderse a los ca-sos más flagrantes de monopolio, oligopolio, oligopsonio, y a otras si-tuaciones parecidas.77

Más esclarecedor aún resulta, si cabe, el contenido de las dos con-ferencias que Lange pronunció sobre «El funcionamiento económico deuna sociedad socialista» en Chicago en el año 1942:78 allí Lange no sólotrató de cohonestar una amplísima extensión del principio del merca-do con la propiedad pública de los medios de producción, sino que,además, prácticamente no mencionó para nada el aspecto quizá máscaracterístico en su modelo de los años 30, a saber, el establecimientode «precios» paramétricos por parte del órgano central de planificacióny la puesta en funcionamiento de un método de «prueba y error» para,observando las situaciones de escasez y exceso de los inventarios,modificar dichos «precios» llevándolos hacia su «punto de equilibrio».Toda la argumentación de Oskar Lange sigue efectuándose en térmi-nos de la teoría neoclásica del bienestar y del equilibrio, por lo cualcarece del instrumental teórico necesario para hacer frente a los «inte-resantes problemas de tipo dinámico» que, según él mismo reconoció,

77 «Practically, I should, of course, recommend the determination of prices bya thorough market process whenever this is feasible, i.e., whenever the numberof selling and purchasing units is sufficiently large. Only where the number of theseunits is so small that a situation of oligopoly, oligopsony, or bilateral monopolywould obtain, would I advocate price fixing by public agency.» Párrafo de la cartaa Hayek del 31 de agosto de 1940, ya citada, y reproducida por Kowalik en la p.127 de su artículo sobre «Oskar Lange», ob. cit.

78 Ver las pp. 11 a 24 de Contributions to Political Economy, n.º 6, año 1987,donde Kowalik reproduce íntegramente estas dos conferencias de Oskar Lange.Por las razones apuntadas en el texto, Kowalik considera que en los años 40 OskarLange evolucionó «away from the advocacy of an integral socialism toward a mixedpublic (public and private) economy, operating through a fully-fledged marketmechanism». Véanse las pp. 1 y 2 del artículo «Oskar Langes’s Lectures on theEconomic Operation of the Socialist Society», publicado por Tadeusz Kowalik enel mismo lugar y año.

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Hayek le había planteado. Además, en estas conferencias Lange consi-dera que el principio esencial para establecer los precios en el merca-do socialista ha de ser el de fijarlos en función de los costes incurridos,considerando no sólo los costes privados, sino los «costes sociales» enlos que incurra cada empresa, y que unos y otros tienen una naturaleza«objetiva». Que Lange no se diera cuenta de que dicho principio es teó-rica y prácticamente inadmisible y de que, por tanto, no se aprovecha-ra para nada de las críticas que en este sentido había recibido de Hayekes, por otro lado, descorazonador.

Pero quizá el giro más fundamental dado por Oskar Lange en esteperíodo se manifieste en su artículo sobre los «Fundamentos económi-cos de la democracia en Polonia», aparecido en el año 1943, y en el quede forma expresa Lange única y exclusivamente defiende la socializa-ción de las industrias más importantes y estratégicas (dentro de las cualesincluye a los sectores bancario y de transportes). Además, Lange se poneen guardia ante los especiales privilegios que se concederían a estosmonopolios estatales, considerándolos muy peligrosos para el sistemademocrático polaco. La propiedad privada de los medios de produc-ción debería mantenerse, en todo caso, para las granjas, empresasartesanales, y pequeñas y medianas industrias, pues «ello permitiríamantener la flexibilidad y capacidad de adaptación que sólo la iniciati-va privada con carácter exclusivo permite alcanzar».79

Cuarta etapa: De la Segunda Guerra Mundial hasta su muerte.El abandono del mercado y la alabanza y justificación del sistemaestalinista.

Poco, sin embargo, iba a durar esta saludable influencia de Hayeksobre Lange. A partir de la Segunda Guerra Mundial, y coincidiendocon el ingreso de Oskar Lange en el Partido Comunista Polaco y sumayor implicación en la política de su país, se produce en su concep-ción del socialismo un progresivo abandono del mercado que culminacon la justificación teórica y práctica del modelo económico estalinista

79 «Gospodarcze Podstawy Demokracji W Polsce» (Fundamentos económicosde la democracia en Polonia). En Ku Gospodarce Planowej (Hacia una economíade planificación central), publicado en Londres en 1943, y citado por Kowalik ensu artículo sobre «Oskar Lange», The New Palgrave. A Dictionary of Economics,obra citada, volumen III, p. 127.

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que venía aplicándose en la Unión Soviética y que ésta había decididoimponer también en sus recién adquiridos «satélites».80

El abandono por Lange de la «solución competitiva» y del modelode «socialismo de mercado» alcanza su cénit en la obra que publica en1953 alabando la teoría y la práctica económica de Stalin.81

Al margen de que, como explica Kowalik, en el cambio de opiniónde Lange haya podido tener una gran influencia la consideración delcarácter «ventajoso» del modelo de «economía de guerra» dictatorial-mente impuesto desde arriba por Stalin, para forzar una rápida «indus-trialización» del sistema económico y una «eficaz» movilización de todoslos recursos hacia el ideal socialista (todo lo cual, sin duda, traiciona elanterior espíritu demócrata y «liberal» del que Lange hizo gala), las tesismantenidas por Lange en los últimos decenios de su vida no son sinola natural consecuencia del modelo teórico de equilibrio que habíavenido utilizando con carácter exclusivo para fundamentar su concep-ción del socialismo. En efecto, ya hemos explicado con anterioridadcómo el ideal marxista podía reinterpretarse como el deseo consciente

80 Karl Pribram ha resaltado la coincidencia cronológica entre el cambio deposición teórica de Lange y su incorporación al Partido Comunista Polaco (A Historyof Economic Reasoning, obra citada, p. 708, nota 32). Kowalik, por su parte («OskarLange», obra citada, The New Palgrave, volumen III, p. 127), parece tratar de jus-tificar este giro copernicano de Lange basándose en el argumento de que las cir-cunstancias políticas y académicas de Polonia no permitían, por razones tácticas,enfrentarse a la corriente estalinista del momento, y de que las posibilidades delibertad de expresión que tenían los teóricos de la ciencia social eran muy limita-das. Creemos que esta defensa que Kowalik hace de Lange es más bien una afir-mación piadosa que otra cosa, sobre todo a la vista de los reiterados escritos pu-blicados por Lange en prestigiosas revistas internacionales, explicando yjustificando su cambio de opinión, y defendiendo y alabando el sistema estalinis-ta (entre ellos destaca su artículo «The Practice of Economic Planning and TheOptimum Allocation of Resources», publicado en Econometrica, en julio de 1949,pp. 166 y siguientes). Al final, por tanto, la postura de Lange se hizo casi coinci-dente con la que analizamos en el capítulo siguiente de Maurice Dobb, para elcual no había peor hipocresía que la de los «socialistas de mercado», y el triunfodel socialismo exigía presentarlo con toda su crudeza, es decir, sin utilizar «más-caras» ni maquillaje «competitivo» alguno.

81 «Zagadnienia Ekonomii Politycznej W Swietle Pracy J. Stalina “EkonomiczneProblemy Socjalizmu WZSRR”» (Problemas de Política Económica a la luz de laobra de J. Stalin «Problemas Económicos del Socialismo en la Unión Soviética»),publicado en Varsovia en 1953 y citado por Kowalik, «Oskar Lange», The NewPalgrave. A Dictionary of Economics, obra citada, volumen III, p. 129.

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de imponer por la fuerza el nirvana del equilibrio en todos los nivelesy áreas sociales, forzando una utopía a costa de destruir los mecanis-mos reales movidos por la empresarialidad que hacen posible los proce-sos de coordinación social. Pues bien, Oskar Lange tenía dos alternati-vas: o aceptar in toto el desafío de Mises y Hayek, renunciando a suarsenal teórico del equilibrio, comprendiendo el verdadero funciona-miento del mercado y abandonando, por tanto, su ideal socialista basadoen la propiedad pública de los medios de producción. O, por el con-trario, mantener a toda costa el ideal del equilibrio, dando marcha atrásen la introducción de los criterios competitivos (que de formaincontrolada le llevaban a abandonar el socialismo) y refugiándose enun utópico modelo de equilibrio cuya forma más «efectiva» de ser llevadoa la práctica no era sino mediante el ejercicio sistemático de la coac-ción estalinista. En 1956-57 Lange niega su permiso para la publicaciónde una traducción al polaco de su obra clásica de 1936-37 porque, comoliteralmente afirma Kowalik, «he did not want to lend his support to the“socialist freemarketers”».82 El abandono de la «solución competitiva» yel giro de 180 grados en su modelo del socialismo ya se había consu-mado en su totalidad.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, no debe sorprender enforma alguna que en el último trabajo en el que Lange se refiere alcálculo económico socialista, publicado en 1967 con carácter póstumo(Lange había fallecido durante una operación quirúrgica en Londres en1965), él mismo haya escrito lo siguiente: «Not quite thirty years ago Ipublished an essay “On the Economic Theory of Socialism”. Pareto andBarone had shown that the conditions of economic equilibrium in asocialist economy could be expressed by a system of simultaneousequations. The prices resulting from these equations furnish a basis forrational economic accounting under socialism (only the static equilib-rium aspect of the accounting problem was under consideration at thetime). At a later date Hayek and Robbins maintained that the Pareto-Barone equations were of no practical consequence. The solution of asystem of thousands or more simultaneous equations was, in practice,impossible, and consequently the practical problem of economic

82 Es decir, porque «no quería dar su apoyo a los socialistas de mercado».Kowalik, «Oskar Lange», The New Palgrave, obra citada, volumen III, p. 128.

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accounting under socialism remained unsolvable ... In my essay I re-futed the Hayek-Robbins argument by showing how a market mecha-nism could be established in a socialist economy which would lead tothe solution of the simultaneous equations by means of an empiricalprocedure of trial and error ... Today my answer to Hayek and Robbinswould be: so what’s the trouble? Let us put the simultaneous equationsin an electronic computer and we shall obtain the solution in less thana second. The market process may be considered as a computing de-vice of the pre-electronic age.»83

Estas palabras de Lange son del todo decepcionantes. En ellas sepone de manifiesto la culminación de una tremenda marcha atrás ensu concepción del problema que plantea el cálculo económico socia-

83 Oskar Lange, «The Computer and the Market» (1967), reproducido en SocialistEconomics, editado por Alec Nove y D.M. Nuti, Penguin Books, Middlessex, 1972,pp. 401-402. Esta obra fue inicialmente publicada en el libro Socialism, Capitalismand Economic Growth. Essays presented to Maurice Dobb, editado por C.H.Feinstein, Cambridge University Press, Cambridge, 1967. La traducción al caste-llano de esta cita podría ser la siguiente: «No hace todavía treinta años que publi-qué mi ensayo “Sobre la Teoría Económica del Socialismo”. Ya Pareto y Baronehabían demostrado con anterioridad que las condiciones del equilibrio económi-co de una economía socialista podían ser expresadas mediante un sistema deecuaciones simultáneas. Los precios que resultaban de tal sistema proporciona-ban una base para el cálculo económico racional en el socialismo (a la sazón sólose discutía sobre los aspectos de equilibrio estático relacionados con el problemadel cálculo económico). Posteriormente Hayek y Robbins argumentaron que lasecuaciones de Pareto-Barone carecían de efectos prácticos. La solución de un sis-tema de miles e incluso más ecuaciones simultáneas era imposible en la práctica,y consecuentemente el problema de llevar a la práctica la contabilidad económi-ca en un sistema socialista quedaba sin resolver... En mi ensayo yo refuté el argu-mento de Hayek-Robbins demostrando que un mecanismo de mercado podríaestablecerse en una economía socialista de tal manera que se alcanzase la solu-ción del sistema de ecuaciones simultáneas mediante un procedimiento empíricode “prueba y error”... Hoy mi respuesta a Hayek y Robbins sería: ¿cuál es el pro-blema? Introduzcamos las ecuaciones simultáneas en un ordenador electrónico yobtendremos la solución en menos de un segundo. El proceso de mercado puedeconsiderarse como un instrumento de cálculo de la era preelectrónica.» Esta mis-ma ingenua y equivocada confianza de Oskar Lange en la capacidad de los orde-nadores para hacer posible el cálculo económico socialista puede leerse en laconferencia sobre «El papel de la ciencia en el desarrollo de la sociedad socialis-ta», pronunciada por Lange ante la Asamblea General de miembros de la Acade-mia de Ciencias de Polonia el 19 de mayo de 1962, y reproducida en Ensayos so-bre Planificación Económica, Ariel, Barcelona 1970, pp. 143 a 166 y en especiallas pp. 156-157 y 162-163.

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lista: éste se vuelve a considerar como un problema estrictamente está-tico (en contra, incluso, de lo que el propio Lange había reconocido ensu correspondencia privada a Hayek en 1940). Además, se hace unadescripción parcial e interesada del debate (como si hubiera sido undebate sobre cuestiones de estática, y no sobre cuestiones de dinámicay de proceso empresarial) y se termina, en suma, renunciando del todoa la necesidad de dar entrada al mercado, al cual se le considera comoun arcaico mecanismo para calcular precios de equilibrio, propio delas etapas anteriores a la introducción de los sistemas informáticos.Innecesario es reproducir aquí todos los argumentos que, con anterio-ridad, hemos venido dando para demostrar que teóricamente es impo-sible bien sea ahora o en cualquier circunstancia del futuro la organi-zación de una sociedad y el cálculo económico mediante un sistemade planificación central ayudado por las más potentes computadoras osistemas informáticos.84 Y, por tanto, lo que cualquier historiador delpensamiento económico puede constatar, y nosotros aquí recoger contristeza y decepción, es que Lange falleció aferrándose a la estática ycreyendo que el modelo ideal del equilibrio podría establecerse en lasociedad mediante un sistema de planificación calculado con la ayudade las computadoras... e impuesto por la fuerza bruta del estalinismo.85

84 Sobre la imposibilidad de la utilización de los ordenadores para solucionarel problema del cálculo económico socialista deben reproducirse aquí los argu-mentos dados en el Capítulo III de este libro. También son de interés las observa-ciones de Norman Barry en su artículo «The Economics and Philosophy ofSocialism», publicado en Il Politico, año XLIX, n.º 4, 1984, pp. 573 a 592, dondeespecialmente se señala que la confianza de Lange en los ordenadores se basa enun desconocimiento de la distinción esencial existente entre la información de tipocientífico y la información de tipo práctico, subjetivo y no articulable que utilizanlos agentes económicos en la sociedad (la página más relevante del artículo deBarry es la 588). Y sobre este mismo tema Rothbard ha señalado la inutilidad delos ordenadores, por muy avanzados que sean ellos y sus respectivos programas,si es que la información básica que se les introduce es errónea por impedirsecoactivamente la función empresarial, concluyendo que «Lange’s naive enthusiasmfor the magical planning qualities of the computer in its early days can only beconsidered a grisly joke to the economists and the people in the socialist countrieswho have seen their economies go inexorably from bad to far worse despite theuse of computers. Lange apparently never became familiar with the computeradage, GIGO (‘garbage in, garbage out’)». Murray N. Rothbard, «The End ofSocialism and the Calculation Debate Revisited», Review of Austrian Economics,volumen 5, n.º 2, 1991, p. 72.

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Epílogo langiano

La tensión entre las dos posibilidades que se abrían a Oskar Lange(o el abandono de su ideal socialista sustituyéndolo por una plena eco-nomía de mercado, o el refugio en las trincheras del equilibrio y del

85 En suma, lo que Lange descubrió fue la enorme similitud existente entrelas conclusiones normativas de la teoría del equilibrio y el modelo tradicionalmarxista (cuyo objetivo es imponer tal equilibrio a la sociedad), por lo que pre-tendió culminar la obra científica de su vida construyendo una síntesis entre elmodelo neoclásico del equilibrio y la teoría marxista, que incluso llegó a com-pletar parcialmente. (Ver su obra Political Economy, volume I, General Problems,Pergamon Press, Londres 1963, y Ekonomia Polityczna, vol. II, publicada enVarsovia en 1968 por Panstwowe Wydawnictwo Naukowe; existe una traduc-ción al castellano con el título de Economía Política, volumen I: Problemas ge-nerales –traducido del inglés por Silverio Ruiz Daimiel– y volumen II: Teoría dela Reproducción –traducido del polaco por Elzbieta G. de Kerlow– por el Fon-do de Cultura Económica, Méjico, publicados respectivamente en 1966 y 1980).Paradójicamente, en esta obra Oskar Lange rindió un último tributo a su antiguooponente Ludwig von Mises, al reconocer que la síntesis de la ciencia económi-ca debería terminar plasmándose en una «praxeología» o «teoría general de laacción humana» (Economía Política, volumen I, obra citada, pp. 134, 169 y enespecial la p. 215). Sin embargo, Lange, al concebir la acción humana como unaacción meramente reactiva de sujetos pasivos en un entorno en el que toda lainformación está disponible, hace que el problema económico general sea demera asignación o eficiencia, por lo que fracasa en su intento de construir la cien-cia praxeológica, intento que previamente ya había culminado con éxito Ludwigvon Mises en su magna obra Human Action, en la que desarrolla todas lasimplicaciones de la teoría general de la acción humana y empresarial tal y comorealmente se ejerce por el ser humano. Ver en este sentido el artículo de MurrayN. Rothbard «Lange, Mises and Praxeology: The Retreat from Marxism», incorpo-rado en el libro Toward Liberty. Essays in Honor of Ludwig von Mises on theOccasion of his 90th Birthday, volumen II, Institute for Humane Studies, 1971,pp. 307 a 321. Bruna Ingrao y Giorgio Israel, en su brillante estudio históricosobre la formación del paradigma neoclásico-walrasiano (The Invisible Hand.Economic Equilibrium in the History of Science, The MIT Press, Cambridge,Massachusetts 1990, p. 253; traducción inglesa de la obra original italiana La ManoInvisibile, Laterza & Figli, Roma-Bari 1987) califican el punto de vista de Langecomo aproximación «normativa» al equilibrio general, frente al punto de vistade Hicks y Samuelson que sería más «descriptivo». Creo, sin embargo, que nodebe exagerarse la distinción entre ambos puntos de vista, pues si Lange propu-so en términos «normativos» utilizar el modelo del equilibrio general para fun-damentar el socialismo fue precisamente porque pensaba que tal modelo eraen términos «positivos» una aceptable «descripción» del mercado. Y si Mises yHayek refutaron tal idea de Lange fue porque consideraban esencialmente erró-neo en términos descriptivos el modelo del equilibrio general. La teoría austriacade los procesos de mercado se basa en unos supuestos mucho menos restricti-

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estalinismo) continuó viva entre los principales teóricos socialistas engeneral, y en particular, entre sus más allegados discípulos polacos. Hantenido que transcurrir, no obstante, 25 años, para que dos de sus másbrillantes alumnos, Wlodzimierz Brus y Kazimierz Laski, hayan reco-nocido explícitamente que Oskar Lange fracasó a la hora de hacer frenteal desafío de la Escuela Austriaca en contra del socialismo. El mismofracaso consideran que han tenido todos los «reformadores ingenuos»(de los que ellos mismos formaron parte durante una etapa de su vida)al pensar que una cierta combinación entre el mercado y el plan coac-tivo podría hacer posible el sistema socialista. Este fracaso teórico seha mantenido hasta que, muy recientemente, y como consecuencia delas traumáticas experiencias vividas en los países del Este, la certeza yel verdadero contenido de los trabajos de Ludwig von Mises ha sido,por fin, plenamente entendido por los especialistas en teoría económi-ca de los países del Este. Para un economista del mundo occidental, enel que las aportaciones de la Escuela Austriaca en el campo del análisiseconómico del socialismo tristemente permanecen, en su mayor parte,ocultas en la absurda maraña del paradigma neoclásico-walrasiano, estaconfesión de dos de los alumnos más brillantes de Oskar Lange resultatan estremecedora y emocionante que merece la pena reproducirla li-teralmente tal y como los mismos han querido darla a la luz: «... as thearticle “The Computer and the Market” written shortly before his deathseems to witness, he, (Oskar Lange) never succeeded in confrontingthe Austrian challenge. ... Other contributions to the theory of marketsocialism made by Polish economists –and by economists of othersocialist countries as well– failed to do this either: those of non-Marxist

vos y más reales que los del modelo de equilibrio general, por lo que su capaci-dad explicativa es mucho más amplia y potente en términos positivos y, desdeel punto de vista normativo, supone una defensa distinta y mucho más certera yefectiva de la economía de mercado y de la «mano invisible» que la que proponeel modelo del equilibrio. Para los austriacos los problemas de existencia, unici-dad y estabilidad del equilibrio general constituyen un juego intelectual irrele-vante, pues el mundo real está mucho mejor descrito en términos de la funciónempresarial y para construir todo el análisis económico basta con entender lafuerza coordinadora del acto empresarial puro. Y no sólo constituyen un juegointelectual irrelevante, sino que éste es además muy peligroso, como lo demues-tra el hecho de que el modelo del equilibrio general constantemente se utiliceen términos normativos, incluso para fundamentar, como intentó Lange, el fraca-sado sistema socialista.

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provenance followed mainly the Walrasian approach, while Marxistspro-marketeers –including the present authors– formed the ranks ofKornai’s “naive reformers”, viewing the prospect of the market-plancombination with excessive optimism. To some degree these theoreticalfailures might have been caused by politicoideological constraints, buteven in countries and periods when such constraints were at their lowest(for example, Poland 1956-57, and Czechoslovakia before the 1968Soviet invasion), the full extent of the problems arising from the Mises-Hayek strictures was not brought into the open. It was only –or mainly,to be cautious– under the impact of the mostly frustrated experienceof market orientated reforms that the issues in question came to theforefront.»86

86 «Tal y como atestigua el artículo “La Computadora y el Mercado” escrito pocoantes de su muerte, Oskar Lange nunca fue capaz de hacer frente con éxito aldesafío de los Austriacos ... Otras contribuciones a la teoría del socialismo demercado realizadas por economistas polacos y de otros países también fracasa-ron en su intento; los de origen no marxista siguieron principalmente el modelowalrasiano, mientras que los marxistas favorables al mercado –dentro de los quese encontraban los presentes autores– formaron el grupo de los llamados porKornai “reformadores ingenuos” y vieron las posibilidades de combinar el merca-do y el plan con un excesivo optimismo. En un cierto grado estos fracasos teóri-cos pueden haberse debido a restricciones político-ideológicas, pero incluso enlos países y períodos en que tales restricciones fueron mínimas (por ejemplo, enPolonia en 1956-57 y en Checoslovaquia antes de la invasión soviética de 1968),la verdadera extensión de los problemas planteados por las críticas de Mises-Hayekno salió a la luz. Fue solamente -o principalmente para ser cautos- como resulta-do de las muy frustrantes experiencias de las reformas del socialismo orientadas afavor del “mercado”, cuando los problemas en cuestión comenzaron a ser tenidosen cuenta.» Wlodzimierz Brus y Kazimierz Laski, From Marx to the Market.Socialism in Search of an Economic System, obra citada, p. 60.

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