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SEFTIE:MERE DE ~908_
A
DIRECTOR, JESÚS E. VAL¡O;NZU¡O;LA.-CONSt;LTOR ARTÍSTI CO, J ESlTS URUETA.
LAS ALAS DE JULIO RUELAS
¡Oh, peregrino! Pídenme, divino hijo de América, que yo, buen amigo de Goya, aguafortista, y de Carmona el del buril
extraordinario, te salude. Y yo quiero ha
cerlo en el nombre del buen Francisco el de los T oros, que ;.¡sí merendaba con las
duquesas majas en el Canal y en la Mon
clova , como se montaba en un lápiz san
griento para ir volando al orco de Zug'arramurdi á bailar CO Il las brujas unas
Jarandolas sabáticas , á los acordes del tam
burino de Juan Laysin. y en nombre de aquel maestro del lá
piz y de la pluma y del grabado, que se llamaba Salvador Carmona , y que pudiera haber hecho con detrimento de lodrin los bailes extraños de la ópera de la rue de
Bondy, como luego una duquesa de Osu-
na envuelta en rosas de su jardín de las Vistillas .
Dénte los flamencos su homenaje en
nombre de Dürero; los suizos el suyo en
nombre del dulce Jesuer , y los galos háblente en nombre de Félicien R ops, el de
las ag uas-fuertes macabras, 6 de Gustavo
Doré, el del lápiz apoca líptico. Yo, español altivo de serlo, me amparo
del nombre de esos tus hermanos de raza,
que han hecho fl orecer en el arte igual rosal que tú, para enviarte mi suludo,
porque me di cen que has muerto , pero bien sé q ue no. Que no has hecho más que abrir tus grandes alas para volar á las
almenas m isteriosas de esos casti Ilos de quimera que tienes en tu reino de ensueño.
4 ({, IW I ST A M O D1W,N A IH; :vlltX!CO.
A JULIO RUELAS
N o sé por qué los tuyos afánanse en creerte
exótico. ¿Hay acaso visiones más extrañas
que las que da una noche d e luna en tus montañas?
El Ande, como tu alma, tambi én es triste y fu er te .
Triste y fuerte en espíritu has logrado absorberte
esas vidas aztecas silenciosas y hurañas,
con todos los dolores que abrieron las entrañas
de una raza que hoy sufre más allá de la mue rte ....
La angustia que sofoca tus aguas-fuertes, esa
extrañeza macabra que nimba tus visiones,
todo el tropel de espectros que por tu obra a traviesa,
no son caprichos sólo del arte que vi viste,
porque en los negros traz os d e tus desolaciones
se ve el dolor de siglos de un a g ran raza triste .. . .
Hl~VlSTA l\lODE\{NA DE ~IÉXI CO. 5
JULIO RUELAS
Cada vez que recibía la «Revista Mo
derna de México ,») se espaciabal: mis ojos
en los dibujos de Julio Ruelas. Busca ba
en ellos el alma del artista, y no en los
asuntos, sino en el modo de tratarlos, en el carácter de las líneas. Y creí siempre adivinar en ellas , en sus giros y ondula-
ciones y quiebros , un alma entre inquieta
y fantástica. No eran dibujos de descanso, sino de inquietud . Y ahora, al saber la
muerte del artista, he pensado que él des
cansará ya de sus inquietudes y de sus fantasías, en la paz y en la realidad permanentes.
----~
6 RI!;VISTA MODERNA DE MÉXICO.
EN LA MUERTE DE JULIO RUELAS
Ahora empezó, Ruelas, tu vida .... (Fué su vida
un morir de deseos atropellados, )" un
matarse de embriagueces de mil ~uertt,s, según
era su sed .... Corrió tras la escondida
agua nunca probada y siempre oida).
"Mientras tú duermes, vela la humanidad tu sueño,
diría Rueda, un vate campesino, risueño
y panteísta .... Yo, religioso, confío
en otro reino fuera de este Mundo. Es el mío
también, es el de todos lus que adoran el Arte,
cuyo palacio tiene que estar en otra parte ....
Hasta luego, Ruelas. A pesar de 10 feo,
del mal y de la Muerte. Quiero creer, y creo.
Rf!jVISTA MODERNA DE MÉXI CO. 7
IN MEMORIAM
JULIO RUELAS
La casa está de luto, y cada visitante
tiene en los labios una palabra de dol or.
Como la tristeza busca la soledad , yo me
apartaré de todos, y junto á una ventana,
bajo la luz indiferente del sol, me pondré
á hojear estas páginas, que tienen algo del
alma del ar tista muerto: los monstruos di ·
vinos, las bellas quimeras que su fantasía
noble y juvenil vislumbr6 en los países del
ensueño.
8 RBVIS'l'A MODFJRNA DR MÉ XI CO.
A LA MEMORIA DE RUELAS
(VERSOS PESIMISTAS)
P oco sé del pinto r qu e ha mu erto e n el in s tante
en q ue la vida ofrece s u rosa más fragante .
Mas 10 poco que sé me bas ta . E ra un arti s ta
en todo. S u existencia trágica de id eali s ta
10 ll evó un día y otro po r la send a te rri ble
de la sed in saciable, la sed irresis ti ble
qu e nos hace gozar y sufrir , y q ue convie rte
la fu erza de la vid a en fue rza d e la muerte ... .
También pa ra mí , Ruelas , es d ura é im placable
la sed irresis ti ble, la sed in saci<t ble,
é inú ti lm ente po r des truirl a me afano;
el luchar contra ell a es un luchar en vano .
¡Has ta mu y p ronto , Ru elas, desco nocido he rm a no!
lU·;VJS'l'A MOI>IDl{N A nE Mfi~XICO. 9
JULIO R UELAS
El arte de J ul io Ruelas posee u na i ntensidad de misterio trágico, que sorpren
de por lo inesperado y lo continuo. Su
inspiración giró siempre en torno de unos cuantos asuntos; pero con tal acierto y con
tan amplio ingenio, que siempre halló una
manera nueva, expresiva y elocuente, para exponerlos ante nuestros ojos. Como en
los terribles frescos de Orcag-na, revelaciones trágicas y crueles de un arte primitivo ,
en los dibujos yaguas-fuertes del artista
mexicano , la muerte suele rondar en torno
del amor y de la a legría. Especies de Danzas macabras, en sus dibujos, como en
la famosa de Holbein, está proclamada la
desconsoladora convicción de que todo en
el mundo es vanidad de vanidades , y que la única cierta esperanza concedida al hom
bre es la de dormir un día en e l regazo de la tierra maternal, el eterno sueño del sepulcro. Las imágenes y las alegorías cnte
les sucédense en desfilada funesta: escenas de desesperación y de angustia; cines que aullan con violencia dolorosa; J udiths con
trajes de pl'ostitutas contemporáneas; sátirr¡s ansiosos y tristes; cadáveres que cho
rrean agua y podre; vuelos de pájaros
necrófilos que tienen por cabeza una ca lavera descarnada; y, huéspeda fiel de sus
dibujos, la Muerte, armada de su guadaña
curva y terrible, que anda recorriendo montes y valles, persiguiendo á la continua á los hombres con el filo de su arma
tremenda. Melancólica, feroz y sepulcral, la musa
que ins piró esas composiciones no desfallece nunca en el siniestro ah inco de la re
velación de lo amargo que está encerrado
en lo perecedero de la raza humana. El vigor , la habilidad técnica y cierto sello de poderosa genia lidad que se comprueba en
todos los pormenores, concurren á impre
sionarnos con fuerza ante la contemplación de esos dibujos. La ironía acerba
resalta en ellos como la nota sobresa liente y aguda de un concierto lúgubre de angustias y penas: el amor es fuente de pesadumbres) desconsuelos, y al término de
10 REV lSTA l\10DEl1.N A DE MÉXICO
la vía que recorren con regocijo y llenos de alegría los enamorados, s6lo se divisa la ;;ilueta enjuta de un esqueleto.
Ruelas muri6 joven, sin poder dar de sí cuanto su ingenio privilegiado y sus excepcionales aptitudes prometían. Entre los arti;;tas, no s610 de México, sino de toda la América, quizás ninguno ha poseído una personalidad tan intensamente original. Influido por los dibujantes y pintores franceses que tuvieron el afán de la <mo-
dernidad,» Rops, el del Album Diabólico, y algunos otros, supo, sin embargo, conservar en su íntegra frescura y autonomía la propia inspiraci6n . Y es con gran dolor como puede pensarse en lo hermoso y s6-lido de la que sin duda hubiera realizado, si la eterna Musa trágica que gui6 su mano de dibujante, no se hubiera vengado del amor que la profesaba, acariciándolo con el filo de su guadaña vencedora ....
(De «El Cojo Ilustrado,,, de Caracas. -Vell .).
REVISTA MODERNA DE MÉXICO.
RUELAS
Del tr6pico fecunda eflorescencia
Tu inspiración y tu pericia suma,
La tersa claridad y la elocuencia
Al lápiz dieron, de la fácil pluma.
11
12 Rl!;VlSTA MODERNA DE MÉXICO.
JULIO RUELAS, SUBJETIVO
Puede el Dibujo, según su tendencia,
interpretar las formas tangibles 6 sugerir
los fen6menos del espíritu; y conduce á
semejante distinci6n, no una ligereza ele análisis, como parecerí<l á primera vista,
sino la consideraci6n ele la esencia misma
del dibujo artbtico. CI<lro que en éste, como en cualquier otro arte, el tempera
mento es insepar<lble ele la obra, y ella resulta manifestación temperamental: el
objeto interpretaelo presupone al intérpre
te, y toda imagen se tamiza á través del
ojo. La obra artística, pues, denuncia al
artista, y ele grado ó por fuerza ha de mostrarnos éste la riqueza ele su espíritu, por
mucho que la esc<ltime, avaro, Ó por mu
LIJO que la disfrace, temeroso. La mera
reproducció n del objeto, con tal de no ser reproducción mecánica , sino reproducción
en que una personalidad se revela ya por el procedimiento técnico, y por la afici6n
de arrojar sobre el asunto pict6rico luz de alegría, semiluz de ensueño, ó bien sombra trágica -cosas todas que contri
buyen á adornar el mundo con los atavíos ele la mente,- la mera reproducci6n del objeto, en cuanto llena la condici6n cita
da, bastará á acusar, si bien con vaguedad
inefable, la orientaci6n de las sordas potencias psíquicas.
Mas hay patente diferencia entre reve
lar así el temperamento, por meelio de la
reproducción elel objeto, y atacar de lleno el recinto de nuestro «yo» interior. Y vale advertir aquí, que en lo primero, el artista se elescubre consciente 6 inconscien
temente, al par que en lo segundo -es
decir, cuando el artista no se aplica principalmente á retratar formas, sino que las
retrata para combinarlas y sugerir una
emosión del ánimo; cuando las formas no
son para él la finalidad de su obra, sino el medio, el elemento que lo conduce á una sugesti6n inmaterial; cuando en vez
de dibujar el rostro de un vicioso, dibuje, como Félicien Rops , «el viciosupremo ,»
el artista se descubrirá siempre á sabien
das, ya que tal ha sido precisamente su
empeño.
Quieren los ignaros que el dibujo se limite á la reproducci6n del mundo exter
no, y s610 soportan la tendencia subjetiva cuando ella se manifiesta en las representaciones, harto mezquinas é indirectas por otra parte, con que los tip6grafos llenan
el sobrante de las páginas: liras entreteji-
REVISTA MODERNA DE MÉXlCO. 13
das con lauros, esferas astronómicas que descansan en libros ahiertos y sauces que lloran sus hilos de verdura sobre las pie
dras tombales. Representaciones mezquinas é indirectas que sí podrán substituir al dibujo subjetivo, pero en la misma pro
porción en que un signo alfabético, de uso convencional, puede substituir, en estu
dios psicológicos, á la definición de un es
tado anímico.
Porque el dibujo snbjetivo no se ha de fundar en convencionalismos, y porque requiere una escena ó un individuo, y no
un atributo ai~:;lado; algo afectivo , y no algo intelectual. ·
La intensidad subjetiva se amengua con el empleo de figuras convencionales y
crece con la falta de ellas. Ellas abajan la
altitud del concepto, matan de una vez el
símbolo y transforman el arte en un len
guaje de jeroglíficos. (¿Qué valdría ya cualquier catafalco adornado con la cruz cristiana, la guadaña , el reloj de arena
todo convencional,- en parang6n con el «Monumento á los muertos,» de Bartholo
mé, donde no hay un solo detalle inspi
rado en un convencionalismo de la Muer
te y del Tiempo? Ni qué cualquier actitud convencional de ruego, junto á la es
tatua acéfala de Auguste Rodin? Pues menos illtención tendría un dibujo de los
instrumentos de tortura que la convulsión
dolorosa de un «atormentado» del Spagnoletfo; menos la presencia de un misal ó de una hostia santa, que el espasmo de un ferviente que se desmaya por el suelo
con una plegaria en el corazón). El Dibujo subjetivo no puede ser convencional.
y este Dibujo, que hace plástica de lo
intangible, no tiene más que recurrir á
procedimientos atrevidos , á audacias inusitadas -escándalo y descon cierto del público burgués.- fundiendo, como en nuevo crisol de mundos, las formas de las
cosas y de los seres; arrancando á aqué-
llas su secreto de meditación y de símbolo por el empleo de líneas bruscas, y á éstos su dinámica vital por la acentuación, á veces monstruosa , de movimientos y ac
titudes. Y sucede con frecuencia , en tales dibujos, por transmutación prestigiosa, que los seres se tornen meros detalles decorativos , mientras que las cosas parece como que viven , y quiebran sus impertur
bables contornos en un extraño gesto de autonomía y vol untad.
Observad en estos cuadros la vida la
tente que hay en las cosas; observad tam
bién cómo las figuras de los seres, que á men udo resucitan al monstruo mítico ó
evocan al héroe de leyenda, se denuncian habitantes del espíritu á caW:ia de un vigor técnico, que no sólo repre~enta la actitud,
pero también el esfuerzo de la actitud; á
causa de cierta emoción inquietante que
os producen y que es muy otra que la emoción puramente estética; á causa de
un simbolismo no preparado con persona
jes y asuntos convencionales, sino con la composición eficaz y experta; á causa de
cierta exaltación de gestos, que viene á ser una carícatura hacia lo trágico -no ha
cia lo ridículo,- como el alto coturno de los actores antiguos que acrece la talla y
con ello da majestad. Allí los rostros humanos tienen la elocuencia de una ame
naza, y tras de sus pupilas , igual que tras
las pupilas reales, hay una alllla oculta que espia.
Por condensar tales tendencias en sus dibujos y sus aguas-fuertes, por haber de
jado una obra de irrealidad material y
porque en esa obra domina la tendencia á
surgir emociones, es Julio Ruelas un subjetivo, y un subjetivo intenso.
y no que haya escapado en absoluto al morbo del convencionalismo: él , á menu
do, hace W'~sti¿ ular un esqueleto ante el
asombro de las otras figuras de un agua
fuerte. Pero en tales casos no da la su-
14 REVISTA MODERNA DE MÉXICO.
gestión por el detalle convencional; no fuerza de desfigurarlas, el hombre va sugiere pánico por el esqueleto, sino por la expresión de los rostros que lo contemplan; ó, al menos , no con el esqueleto en sí: con el ademán del esqueleto. Y logra, á veces. sorprendiendo la influencia extraña de la luz sobre su natural sensible , expresar el pánico hasta por la distribución atinada de luces y sombras. Lo cual no impide que se aminore el efecto emocional del dibujo, porque nunca igualan esas escenas -en las que por fuerza ha de emplear el signo jeroglífico «esqueleto» para representar la idea «muerte ,»
á las otras en que los hombres desnudos se derrumban sobre campos de espinas, con
testas desgreñadas, con angustia en los ojos, con un estremecimiento que , cuajado en las carnes y como latente, se adivi
na; ó á las otras en que el martirio de la obsesión, de la idea fija y enloquecedora, y la tortura de la conciencia que á sabiendas se abruma con pecados mortales, con tanta sabiduría perversa fueron revelados
por Julio Ruelas. Quien advierta el tratamiento sencillo
que Julio Ruelas da á los contornos, harto admirado se quedará de la intención de sus dibujos. Él, según el justo sentir
de un crítico joven, no desequilibra proporciones, no alarga figuras. Tampoco desvanece el cuerpo en la obscurid:ld absoluta, para que el rostro , blanco é impávido, brille como un astro enorme. Y hasta cuando imagina monstruos, su séntido de las dimensiones, que parece molde de creador, lo guía seguro y los monstruos resultan, aunque absurdos por el hibridis
mo, mágica mente perfectos en la proporción.
Las cosas que la Naturaleza crea sola,
son nuestro modelo de proporción , yapenas la obra human:¡ , modificando ó bien imitando, desfigura las líneas, como en la
escultura , como en la arquitectura; y en
creando nuevos patrones, hasta que critica á la Naturaleza y señala defectos al paisaje agreste. «La Naturaleza humana, tal como su Creador la hizo y la conserva, en tanto que se siguen sus leyes , es
completamente armoniosa ,» dice Ruskin. y bien: el arte, para ser subjetivo, no necesita romper con las proporciones naturales. Toda fIgura tiene intención para un ojo educado , sea sér ó sea cosa; y toda figura natural, por el hecho mismo de serIa, es un conjunto proporcionado y no carente de intención por ciertO.-Las cabezas de los antiguos mármoles, que son modelo de proporción, tienen expresiones clarísimas: sugieren tristeza ó deleite, tortura violenta 6 placidez del ánima quieto -por mucho que los catedráticos de nues
tras aulas no nos lo enseñen así.- Y Julio Ruelas comprendi6 que la virtud subjetiva de sus aguas-fuertes no requería contor
nos desproporcionados, y así , para lograrla, bast61e su composici6n, que es su ejecutoria más grande de noble artista.
La obesesi6n, 1.1 muerte, el martirio , la lujuria dolorosa: todos los temores del pecado que han ido padatinamente emponzoñando el espíritu del cristianismo plácido antes; todas las exaltaciones del pensamiento contemporáneo, á través de las cuales caminamos á una era de nuevo delirio, asfixiados ya por varios siglos de
raz6n; y por sobre todo ello, y asombrándolo de pavorosa manera, las dos alas negras del terror, que acoge maternalmente y amamanta -como el Diablo en la Tentación de San Antonio, de Flaubert ,- á los Siete Pecados Capitales; el misticismo sensual, el placer en el dolor, el miedo á la muerte, y la fantasía de 103 cuentos de íncubos y súcubos malignos, y el ambiente de las leyendas grotescas y de las satánicas, fundidos como otros tantos licores
mágicos , cantan lúgubremente en el espí-
RruVISTA MODERNA DE MÉXICO. 15
ritu de Ruelas é informan sus inspiraciones de artista. ¡Y á todas las influye el terror! Y aunque Satán no está presente en las escenas de los cuadros, de lejos obra su química infernal; y las escenas están «poseídas,» y hay pánico en las miradas, y hasta las piedras cobran aspecto
inteligente, y los troncos, al modo de los pechos, respiran; y mientras aullan los canes , enflaquecidos de pavor, derrama la luna su influjo enigmático, se dibujan por el cielo horóscopos saturnianos, y la propia cruz, también como al Santo de la Tebaída, nos aparece proyectando, repentinamente, sobre el suelo, la sombra de dos cuernos enormes!
Julio Ruelas es un torturado. Es satánico, como Baudelaire, y es, como él, aunque de menor intensidad, cristiano negativo. Es lascivo, porque la lascivia es pecado, que si no , sería un amante. No sabe , como el amante, del goce de la fecundi · dad: su amor es doloroso y estéril: sus sátiros y sus faunos nada tienen de la fuerza primitiva, son meros recursos de ornamentaci6n. Lo que menos hay en Ruelas, es espíritu clásico y temperamento
de amante. Julio Ruelas es un torturado y pudo haber dicho, al igual de la Ellida ibseniana -la Dama del Mar,-- «horrible es lo que juntamente espanta y atrae.»
ALFONSO REYES.
J ~,''' ~ ,.'
16 REVISTA MODERNA DE l\1I!;XI CO.
A JULIO RUELAS
Fuiste un viajero lúg ubre del re in o d el espanto,
y con tu faz dantesca y tu gesto de has tío ,
Ibas de la lujuri a sobre el macho cabrío
Ar ras tra ndo la luenga negrura de tu manto.
Con crispación d e nervios y co n mu ecas de ll anto
Surgían las vision es d e tu num en so m brío,
y entre danzas fau nescas, el sutil calofrí o
De la ronda macabra salmodiaba su canto.
E l sepulcro y Ia carn e recla maban su impe ri o
Sob re ti .... Vendaval es d e sagrado misteri o
A Lutecia empuj aron el bajel .le tu sue rte ;
y an te el himn o de piedra e n que el alm a d e Frollo
Vibra aún, celeb ras te, enig má tico y solo,
In ces tu oso connubi o con tu mad re la Muerte.
ENR IQUE GONúLEZ i\IAJUÍNEZ.
J'l éx ico , 1908.
R IW IS'L'A N10 DER\' A D I~ MÉXICO.
"."dl.~" ·· ·I~ol·
JULIO RUELAS.
Murió en París el 16 de Septiembre de 1907.
17
18 RE.VlSTA MODE.IWA DE MÉXlCO.
EN EL PRIMER ANIVERSARIO
DE LA MlTERTE I)E JULIO RUELAS
«Hoy hace un año que el cable nos tra·
jo la noticia de la muerte de Julio Rllelas, acaecida en Paris, en la gran ciudad babi
lónica, donde se encuentran las miradas de
casi todo el orbe. ¡Hace un año! Y tan fresca está la im
presión dolorosa, que no parece sino que
ayer la recibimos. Para los que conocieron á Julio Ruelas y lo trataron íntimamente, tal impresión debe haber produci
do mayores estragos en su espíritu. Chu
cho Urueta, Valenzuela, Nervo, Urbina,
Tablada, S<llazar, L6pez y todos los que
hoy por h9Y forman aquí en México el reducido ejército del. Arte y la Literatura, y
pudieron, por su lazo de uni6n, por así
decirlo , codearse con el sombrío dibujante y quererlo y admirarlo, han de sentir, evo
cando el recuerdo del artista ido, el frío e~tremecimiento y la crispaci6n nerviosa
que de ellos se apoderaron al recibimiento
de la nefasta nueva.
«¡Ruelas desaparecido!» fué el grito uná
nime, entre angustioso y desolador. Y en
aquel entonces se escribieron sendos ar
tículos, lamentando la muerte del amigo y
glorificando la obra del genio . .. . Allá en el lejano París, en el cemen
terio de Montmartre, al abrigo de algún
ciprés funerario y al lado de los restos de Enrique Heille, de Halévy y de Offenbach,
confundidos con los de la cortesana Al
fonsina Plessis, la lIfarguerite Gautier de
Alejandro Dumas, duerme su último ~jUe
ño el infortunado Ruelas, en una tierra
que no es la de su patria, lejos de los
afectos casos de sus amigos.
México es uno de los países en que lo
que menos preocupa son los artistas , así sean éstos músicos, escultores, literatos, poetas 6 pintores, sin contar con las apa
riciones que tales personalidades no son sino una manifestaci6n patente que la civilizaci6n y el progreso de los pueblos
desarrollan.
Don Jesús E. Luján, con una magna
nimidad digna del más alto encomio, puso
una parte de su capital á las 6rdenes del
REVISTA MODERNA DE MÉXlCO. 19
escultor Arnulfo D omínguez, residente en París, con objeto de que el citado artista proyecte y trabaje un monumento simbólico que se levantará sobre la tumba de
Julio Ruelas, como un homenaje á su memoria. ¡Luján! He ahí un hombre que siente, que sabe y que se preocupa por las glorias de su patria, sacrificando para
esto un lienzo de su túnica de oro. Y no es la pri'mera ocasión que tal hace: él fué
también el iniciador de otro monumento
que había de levantarse al Duque Job, en esta capital, aportando desde luego al
proyecto una reg ular suma de dinero; pero
á pesar de haberse prestado la Revista
Moderna á la propaganda de tan bella idea , contados son los secundadores, y hasta la fecha, no existen en caja sino unos cuantos pesos , que alcanzarían apenas para la construcción del plinto que
deba sustentar el cuerpo del monumento. ¿Verdad que es triste esto, señores ca
pitalistas de México , tan ambiciosos de caudales como faltos de amor propio? .. .
Pero sorprende un gesto desdeñoso en
vuestros rostros , y más vale callar.»
~'R ANC ISCO DE J. HER NÁNDEZ.
Septiembre 1 G de 1908.
(De "El Diario,» de México) .
20 RI<WIS'l'A MODE:RN A DE M~~XICO.
]UI-IIO RUELAS
N o lo asaltó la :Muerte pidiéndole la Vida.
Él era un prevenido,
y cuando vino Ella, la de la frente mustia,
la recibió con gesto de niño distraído,
sin asombro en los ojos, sin un rictus de angustia.
La esperaba; y distrajo el dolor de la espera
poniendo una sonrisa sobre una calavera.
Artista que sabía cómo eran pasajeros
el placer y la dicha y la ilusión que engaña,
por sus lienzos sinceros
pasaron ninfas blancas y sátiros ligeros . ...
pero detrás siempre iban la Muerte y sU guadaña.
Oyó el pan ida sistro sonar en la maraña.
Amó el silencio augusto del monasterio santo,
y cuando daba el angelus un toque de quebranto
al ocaso tejido de á rboles escuetos,
se fu é por la vez última al viejo camposanto
á ensayar un a ronda fún ebre de esqueletos.
LEONCIO l'"IARTÍNEZ Y MARTÍNEZ.
(De «El Cojo Ilust rado»).
Rl';VI~Tt\ ~lnDEHNA DE MÉXICO 21
ARTISTAS AMERICANOS
JULIO RUELAS
«Hay en América países de PI ivilegiada naturaleza, donde el ingenio ha mani
festado las dotes más raras y singulares. Este atributo original y admirable, que
caracteriza á nuestro continente. es mucho más extraordinario en los artistas y poetas de México.
Allí parece que el talento ha heredado la belleza y la inspiraci6n de épocas y de pueblos ya extinguidos en el mi!3terioso Oriente, donde la poesía era una religi6n y el arte un canto perenne de la vida.
En la música ha producido un compositor de la más intensa vibraci6n y armonía, cuya alma se ha transmitido en las notas de sus creaciones melodiosas, en J uventino Rosas, el autor de la universal melodía Junto al Manantial.
Es un poema de tierna sentimentalidad, que conmueve blandamente los corazones.
En la poesía cuenta al soberbio y majestuoso bardo de la fiereza y de la pasi6n, cuyos cantos arrebatan de entusiasmo como olas de fuego que deslumbran, en Díaz Mir6n, el vate del orgullo y del
amor. En la pintura, de fantasías fabulosas,
culmina un artista de las más audaces con
cepciones. Julio Ruelas es el artista de las imagi
naciones funambulescas, el pincelario de las fantasías asombrosas , que da forma y
colorido á las ideas más extraordinarias, arrancándolas del ap6logo 6 la fábula antigua 6 de la leyenda moderna.
Su pincel tiene todas las osadías de su talento soberano, y sin sometimiento á escuelas consagradas, da vida á las más temerarias imágenes de su mente.
En la más reciente exposici6n de Bellas Artes de México, Ruelas ha causado la más honda admiraci6n con sus cuadros de originalidad sorprendente, que han cautivado al inteligente é ilustrado público de París.
Su obra más admirada y aplaudida es
el cuadro dantesco y mitol6gico que representa la llegada de Jesús E. Luján á la «Revista Moderna de México.»
En un campo de llameantes espigas se ve Lnján sobre u 11 brioso corcel, acogido por el poeta Jesús E. Valenzuela, transformado en Centauro.
Otros poetas encarnan figuras novedo-
22 REVISTA MODERNA DE I\ll~XI C().
sas, de águilas con las alas rotas, faunos de horripilante aspecto y serpientes aladas
devorando frutos de oro.
El símbolo es el sello peculiar de las
obras semi-macabras de Julio Ruelas.
Sus dibujos, con los que ilustra la Revista Moderna, de México, impresionan
vivamente á los intelectuales de su patria
y de América.
No tiene similitud con ninguno de los
de otros artistas contemporáneos, y en to
dos brilla su caprichoso talento.
El retrato del poeta Rubén Campos es una obra encantadora de su pincel maes
tro. El bardo escucha la canci6n de la Mu
sa alada, cual mariposa que le entona á su oído la música de la inspiraci6n y del
ensueño. La Musa es una mujer con alas
de mariposa y pies de ave , tocando la flau
ta pastoril de los griegos campestres. A la Bella Otero la repre~enta con su
espléndida figura, bailando sobre un esce
nario sembrado de calaveras, de cuyas cuencas vacías destellan rayos de fuego
sensual, mientras una cabeza de Bautista
sangra á sus pies. Su labor es múltiple. Aguas-fuertes,
6leos, dibujos, retratos , revelan su maravillosa y potente fantasía.
Encarna en sus atrevidas pi nceladas,
todos los ensueños de su mente y las pasiones del alma humana universal.
Los grandes odios, los amores, el do
lor, el heroísmo, el desencanto, toda la ga
ma del espíritu que se funde en el sentimiento, la idéaliza con su pincel creador.
Sus visiones de poeta se traducen en
sus lienzos y en sus cartones, con la ardo
rosa fiebre de la inspiraci6n devoradora y
fa ntástica. Es un panteísta del color y de la fanta
sía , que imagina dioses en la naturaleza
humana y los arroja en sus telas fulgurantes de rojo y de azul, C01110 si recogie
se celajes de los horizontes empapados en
los matices del cielo y de la deslumbrado
ra luz del sol.
No tiene la América un artista ni un
poeta de su originalidad y de su genio.
Es único en este continente, donde vibra en las almas la idealidad más emocionante de la naturaleza.»
(De HAm é rica en el Plata.» - Buenos Aires. Nov . de
'9°7 ).
"REVISTA MODEI{NA DE MÉXICO"
«Como un canje anticipado, el joven poe
ta D. Emilio Valenzuela, nos entreg6 la R evista J/-foderna, que recibimos dilecta
mente y dilecta mente hemos saboreado.
La Revista J/-foderna, entre nuestra
prensa literario-científica, es lo mejor, lo
más elevado, lo más pulcro, lo más ele
gante. Llega regiamente ataviada, brindándo-
(De "Arpegios," México).
nos las mieles de sus mnas exquisitas y
el encanto de sus prosas magnas.
El espíritu sublime de Julio Ruelas -el inolvidable desaparecido- sigue prestan
do galas á esta hermana mayor, que cariñosamente estrecha nuestra mano, y de la cual guardaremos eterno recuerdo, como los caracoles guardan eternamente en sus entrañas los tumbos de la mar.»
REVISTA MODERNA DE MÉXICO.
A JULIO RUELAS
Oh, músico de la forma! Oh, poeta de la línea!
Oh, maestro cuya nave cruzó del alma la estigia!
Tú que hiciste de la muerte un a estrambótica lira
para armonizar las gélidas obsidianas de la vida.
Oh, tú, señor, insondable camarada de Durero,
pasaste por la existencia como un ruiseñor e nfermo,
eras un muerto ambulante, eras un clásico mu erto
que de todos los espíritus analizó los infi e rnos.
Dorée y el triste Alighiere te esperaban, fué preciso
que escanciaras de las parcas el enigmático vino para c~mpletar la regia tricromía que en el abismo
cuente de Italia y de México la impoluta gentileza
y desde la tumba inspire otra Divina Comedia que narre las tempestades que agonizan á la tierra .
. . . . . . . . . . . . . . . . , .... . .. !
Gentil esteta:
23
Hoy que la gloria, orgullosa, en sus brazos te encarcela
y la Patria mexicana entre esos brazos te besa,
que arrullen tu sueño eterno las arpas de los poetas
y que el Dios Pan te bendiga en el altar de las selvas! ....
FRANCISCO CÉSAR MORALES.
24 HEVISTA MOLJI<; I{NA DE I\¡J1;XI CO.
LA VANIDAD CRIMINAL
(CO"CLUSIÓ1\)
El Dr. Valette, en una tesis de Lyon, inspirada por el Profesor Lacassagne, reunió datos muy demostrativos acerca del exhibicionismo y la vanidad de nrios anarquistas célebres. Recordaremos algunos
de los más significativos. En Ravachol se percibe la más hetero
génea combinación de infamias y de anarquismo; los elementos morales propios de la más baja criminalidad se escudan tras el manto de reivindicaciones sociales profesadas con petulancia sin par. Es curioso el proceso psicológico de este ladrón y
violador de sepulturas, contrabandista y asesino, que intenta erigirse un pedestal, sustentando sus crímenes con la argamasa de utópicas filosofías. Antes de recurrir á la dinamita, ha usado todos los instrumen
tos vulgares del delito, desde sus simples manos de vagabundo, hasta el puñal, el revól ver y el martillo; puede envanecerse cí
nicamente pensando que «cada uno de sus
dedos ha matado á un hombre.» Antes del atentado había dicho á su compañero Chamartin: «Si yo quisiera contar lo que he hecho, verías mi retrato en todos los diarios!» Y realizó su deseo. Por ese tiempo
vimos en Le Pere Peinard, que recibía en Buenos Aires un librero de la calle Esme
ralda, la siniestra apoteosis del bandido. En un pésimo grabado, la cabeza de Ravachol, encuadrada en el armazón de la guillotina, resultaba sobre la luz sangrienta de una gran noche simbólica: un astro. Después, durante años, leímos en Buenos Aires un semanario titulado Ravachol,' en el mundo se publicaron más de 30 homónimos. ¿Es celebridad?-Lo mismo queda un hombre en la historia, ya se lo escriba en letras de luz ó en letras de san· gre. La diatriba, cuando es sonora, inmortaliza más que el elogio.
Vaillant, envidioso de tanta gloria, se propuso exceder á Ravachol. Desde las tribunas del Palais Bourbon arrojó su bomba mortífera al hemiciclo de la Cámara de Diputados. Ese «bello gesto,» como lo clasificó el literato Laurent Tailhade (cuya megalomanía anarquista vi mos derrulll barse en el manicomio de Santa Ana en París, ¡pobre poeta de los «Vitraux!») , fué teatral en grado sumo. Vaillant dijo orguIlosamente que era la sanción final de una lucha contra la sociedad.
REVISTA MODERNA DE MÉXICO. 25
Había preparado la leyenda del crimen para que su apoteosis fuese rápida y hermosa. Pudo comprobarse que poco antes del atentado envi6 su fotografía á Paul Reclus, á fin de que estuviese lista para la publicidad. Mr. Bertrand, estudiando su psicología, señal6 «su inmenso orgul\o y una inconmensurable adoraci6n del yo.»
Un mes después, un pobre diablo fa1l6 un atentado contra el Rey de Servia en París. Ese infeliz, llamado Leauthier, escribi6 previamente una carta á Sebastián Faure, director de un diario anarquista, excusándose de no ofrecer á la causa más que ese mínimo holocausto, «careciendo de medios para dar un golpe de efecto, como el sublime compañero Ravacho\!» Fué excesivamente ingenioso para llegar á ser célebre.
Emilio Henry es un tipo más interesante. Precoz, inteligente, en la escuela había sido muy buen alumno. Su instabilidad mental le impedía esa labor asidua que conduce al éxito. Ambicioso en extremo, sus fracasos le desesperan al fin. Su anarquismo es una simple revancha de fraca· sado. Joven, de buen talento y casi poeta, no va á la anarquía COhlO desesperado á quien la miseria hostiga, que ha perdido la cabeza y ve todo rojo, no; él busca en el pequeño escenario de la secta, el éxito que no le sonríe en el vasto escenario de la sociedad entera. Necesita hartar su vanidad; pronto consigue el elogio de sus compañeros y el aplauso fácil de sus chusmas. Él, como todos, prefiere ser primero en su aldea y no segundo en Roma. Durante el proceso, y hasta subir á la guillotina, vive preocupado por el «el qué dirán; » es un precavido comediante que desempeña el papel de emancipador de la humanidad oprimida. Es fuerza confesar que 10 desempeña bien, con la perseverancia que cabía esperar de su vanidad desmesurada. Al terminar los debates, escri-
bi6 el Dr. Goupil: «Su actividad en la audiencia, su mirada fija , su mueca impasible, su pérdida absoluta del instinto de conservaci6n, todo evidencia que padecía una forma de locura de las grandezas, la grandeza p6stuma, la locura de Er6strato.»
En el desgraciado Caserio se repite esa historia. A pesar de su ignorancia, pues
era casi analfabeta, encontr6 en las teorías anarquistas un excitante de su vanidad semisalvaje. Comenz6 dedicándose á la propaganda verbal y escrita . ¿Os imagináis el envanecimiento de esos ignorantes, cuando llegan á creerse periodistas; universales y fil6sofos reformadores de la sociedad? Después se enferm6 y tuvo su cama en un hospital , por una enfermedad cr6nica y vergonzosa. Su filosofía pesi
mista le indujo al suicidio; pero su yo, hecho pompa de jabón , no acept6 una muerte vulgar y modesta. «Su inconmensurable vanidad no podía resignarse á ello. Resolvi6 sacrificarse por la causa, vender cara su cabeza y mostrar á sus compañeros que era digno de admiraci6n y de legar su nombre á las generaciones venideras.»
Después sIguIeron los atentados de Czolgoz, Duccheni , Rubino y otros, hasta Bresci. Podrían mencionarse junto á esas formas trágicas del erostratismo, otras larvadas é indecisas. Muchos sujetos dispa
ran un arma sin proyectil, para llamar la atenci6n sobre su persona. Otros arrojan, á guisa de bomba, inofensivos legajos de folletos 6 reclamaciones.
Hay, pues, una escala progresiva, desde los débiles mentales hasta los megalómanos razonadores. La vanidad y la sugestión constituyen sus res'Jrtes más violentos; son casos de simple criminalidad política, como los regicidas en otras épocas. Es tan absurdo reivindicarlos para e\' anarquismo, como imputárselos sistemáticamente.
26 RJ<WIS'L'A MODERNA DE MEXICO.
* .¡(- .¡(-
Sugestión y vanidad: es el binomio psi
cológico del erostratismo político moder
no. En los demás delincuentes esos tér
minos conservan su papel preponderante,
aunque no exclusivo como en ellos.
¿ Por qué son sugestionables los delin
cuentes?
La masa de la población criminal se re
cluta entre individuos anormales, illcapa
ces de adaptarse á las condiciones de lu
cha por la vida, propias de su ambiente
social. En muchos la degeneración es here
ditaria; en su ascendencia lucen delincuen
tes , alienados, neurópatas, alcoholistas, ar
tríti cos, etc En otros la degeneración es
adquirida, prod ucto de condiciones \.'ro
pias del medio, primando entre sus facto
res la miseria , el alcoholismo, la mala
educación, la falta de higiene, el trabajo
excesivo, etc. En todos los degenerados
el órgano más expuesto es el cerebro; es
tá destinado á funciones biológicas m;'¡s
evolucionadas y, por ende, su íntima tex
tura es más sensible, más frágil. El engra
naje de un cronómetro se descompone por
un grano de arena ó un golpecillo que no
molestan ;'¡ un reloj de campanario; se ga
na en precisión lo que se pierde en tosca
solidez. Así también el cerebro. La dege
neración mental puede ya observarse en
sujetos que aún no presentan caracteres
físicos degenerati vos.
Todos los hombres son más ó menos
sugestibles; esa condición aumenta con la
inferioridad mental, pues ésta impide opo
ner resistencias críticas á las ideas sugeri
das: la cred ulidad de Cándido y de Cacase
no. Los anormales, desequilibrados y de
generados , tienen disminuido su poder de
control crítico; por eso aceptan fácilmente
sugestiones que un normal rechazaría des
pués de analizarlas con serenidad. Por eso
los fan áticos de las sectas (espiritistas, ve-
getarianos, católicos, socialistas, salvacio
nistas, antivacunistas, anarquistas) suelen
recl utarse entre sujetos anormales; éstos
aceptan la sugestión doctrinaria con carac
teres absolutos y la polarizan u nilateral
mente, por falta de aJ.ltitud para la fun
ción crítica.
Los delincuentes, por pertenecer en su
mayor parte á la fa milia degenerativa
(exceptuando los criminales de ocasión y los
criminaloides), son eminentemente suges
tionables, no sólo en cantidad, sino en ca
lidad . Su cerebro está orientado por ideas
y sentimientos antisocialistas, fruto del
ambiente en que ellos viven y cuya influen
cia reciben · constantemente; la 1110ral car
celaria es distinta de la moral honesta . Un
cerebro así preparado es un receptor pro
picio para todo lo que al delito se refiera ,
es una placa sensibilizada , impresionable
por sugestiones que no actúan sobre un
ce rebro equilibrado. Por eso puede afir
marse esta premisa: los delincuentes suelen
ser degenerados, de sugestibilidad anor
mal , influenciables por toda sugestión ar
mónica C0n sus tendencias antisociales. Y
su lado flaco, el más vulnerable de sus
sentimientos, es la vanidad del crimen, el
orgullo profesional.
* * *
Los diarios colaboran eficazmente á esa
tarea de sugestión funesta; son laborato
rios de apologías criminales. En rigor, es
un mal inevitable; huelgan las frecuentes
protestas de los moralistas y los criminó
logos. El periodismo contemporáneo, obli
gado á completar su información y á com
placer a l grueso público que 10 mantiene,
necesita descender á estas transacciones
con el mal gusto popular, y no son las
únicas.
La prensa es, indudablemente, el más
I:'EVIS'L'A MODERNA DE M~~XICO. 27
importante vehículo de s ugestiones. Cuan
d o se le atribuye una funci6n ed ucadora, se presupone su ca pacid ad sugestiva ; ed ucar es sugerir. ¿Qué ocurre co n la descripci6 n detallada de los delitos y la g lorifi ca ·
ci6n de sus actores? L os honestos , los que piensan y obran
dentro de ciertas norm as tendentes á ase
gurar la existencia y el bienestar de cada uno, al leer esas artimañas de los desho
nestos, sienten repulsi6n por el delito y por sus artífices; su conducta es la resul tante de una orientaci6n socia l de s u inte
ligencia. La sugesti6n del delito cae en terreno infecundo; los gérm enes mueren
sin abrir brecha en las conciencias. Pero esas mismas suges tiones, llevadas
por la prensa á la poblaci6n criminal, producen el efecto contrari o; encuentran cereo
bros dispuestos antisocialmente, incli nados al delito por la herencia 6 la ed ucaci6 n. Cada crimen es un tema de emulaci6n
profesional ; cada cr6nica periodística un honor envidiable; el objeti vo fotográfico, un sueño, un ideal. Leyend o el relato mi
nucioso de un mismo delito, el tra nqüilo burgués exclama: «¡ Infamia! » y el delincuente comentará: «¡Magnífico golpe!» ¿C6mo desconocer que la exposici6n cir
cunstanciada de esos magníficos golpes debe ejercer una grave influencia sobre el espíritu vanidoso de los delincuentes? Esas
apologías -pues los dicterios de los perio-
distas resultan alabanzas para los crimina
les,- ¿no esti mulan su orgull o profesional?
Si pudiéramos adoptar por un momento el alma de un carcelario habitual; es decir, si enfocáramos nuestro cerebro para perci
bir y juzgar como él los hechos exteriores, enco ntraríamos en las cr6nicas judiciales
una cátedra, enseñanzas para colmar las propias laguna!', estímulos eficaces para per
feccionar los procedimientos, hermosos
ejemplos que imitar, nuevos peldaños que subir en la esca la de la g loria. Siempre un ¡más arriba! en la aristocraciadelai nfamia.
P orque el delincuente, propulsado por su orgullo, quiere adquirir celebridad en su
carrera, en virtud del mismo proceso psicológico fl or el cual la ansían el político y
el poeta, el sabio y el art ista. Como el gasc6n heroico de Rostand,
estos cruzados del puñal y de la ganzúa
ti enen su penacho, dan su estocada para
completar un soneto de audaces premedi
tacio nes . Sueñ'ln, rtcaso, un rojo y siniestro San Graal, como soñaba el suyo el ca
ballero Loheng rin. Vallete refiere que
H enriot, el agudo carica turista parisiense,
escribi6 al pie de un a página suya este profundo tratado de psicología criminal:
«Mais, Monsieur le président, la Court d 'Assises, la Guillotine, c'est notre Légion d'Honneur a nous.»
J OSÉ I NGEGNIEROS .
28 H.I~VIS'I'A MOOl,jH,N A HE MÉXICO
Ilustraciones inéditas
para Un libro de versos.
Julio Ruelas.
REViSTA lVIODEliNA DE MEXiCO. 29
Ilustraciones inéditas
para un libro de versos.
Julio Ruelas .
30 REVIST A MOD8RNA DE l\IGXI CO.
UNA CARTA
173 \Veleringschalls AlIIsterdall1 , 19 Nov iembre 19°7.
SEÑO R D . A ~I.\IJO NER\'O.
Mad rid .
Mi querido N ervo: Acabo d e recibi r la
carta en donde me anuncia la muerte del
pintor Rue l a~ . ¿Cómo decirle mi estupor?
A mi paso por París, últimamente , quise
conocerle, pero IlO me fué posible. N ad ie
sabía su direcció ll . Ahora, e ll e l invierno,
me prometía hace rl e una visita. Y he aq uí
que Ud . me allull cia su mu erte . Después de
la desaparición de J osé Martí, es la pér
dida más grallde que ha s ufrido nuestro
g ra n país Hispa no·Americano. ¡Qué ho m
bre se va! La muerte, á la q ue tantas ve
ces pintó, con un ho ndo selltido trágico é
irónico, viene á buscarlo, irón ica ta mbién ,
cua nd o empezaban para él las mieles de
la vida y de la g loria . En esas dos pala
bras, trag edia é ironía, está precisamente
la clave de s u obra. Con Ud ., que la co
noce, no necesi to insistir.-Ruelas, nieto
d e Goya , por la raza y p or el arte, tenía
ull a chispa del geni o de s u abuelo. Yo lo
creo ig ua l, cua nd o menos, á F e li cia no
Rops , con quien ti ene algún parecido.
Lamentemos, como una desgTacia de
Hispano-Améri ca, la desaparición d e este
hombre d e ge nio. Y oj a lá que d e ese pol
vo se leva nte a lg ún artista digno del
maestro mexican o!
Un abrazo de s u afmo. amigo.
R UF I 1\O Br.A NCO -Fo~ I RONA .
REVISTA MODERN A DI~ M ItXICO. 31
UNA MUJER FLACA, UN SÁTIRO Y UN CUERVO
SOBRE LA TUMBA DE JULIO RUELAS
«El 16 del corriente será el primer aniversario de la muerte del artista mexicano
Julio Ruelas, ocurrida en París , en donde Ruelas estaba pensionado por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.
A raíz de su muerte, el Sr. Jesús E. Luján, que fué gran amigo del artista Rue
las, encarg6 al escultor mexicano Arnulfo Domínguez, la ejecución de un grupo es
cultórico en mármol de Carrara, para colocarlo, en el primer aniversario, sobre la
tumba de Ruelas, en el panteón de Montmartre.
El grupo escultórico ha sido terminado ya por Domínguez, según una carta suya que se recibió hace dos 6 tres días en esta Capital, y en la cual anuncia que la obra
está ya lista para ser colocada en la tum
ba de Julio Ruelas, el próximo día 16 del corriente.
En la misma carta á que nos referimos,
se hace una ligera descripci6n de lo que representa el monumento. Es un gran
bloque de mármol de Carrara. En primer
término, y al pie del bloque, está una mujer flaca , tirada en el sudo, próxima á mo·
rir, y en un último esfuerzo levanta los brazos descarnados hacia el espacio, en
actitud suplicante. Junto á ella, un grotesco sátiro baila una danza macabra, haciéndole muecas y tocando su flauta. Esta primera parte tiene como fondo, el blo
que de mármol que se levanta sobrepa
sando al grupo, y simu la en su término
superior una abrupta peña, sobre la cual un fatídico cuervo está posado con las alas abiertas, como en ar.titud de volar.
Como se ve, este grupo escultórico está de acuerdo con las ideas que informaron la personalidad artística del atormen
tado pintor Julio Ruelas.»
(De «El Imparcial, .. de ~éxico).
32 RJ!;VIS'l'A MODERNA DE l\lÉXlCO.
A RUELAS
Cante la shiringa de Pan, tus victorias!
Erija la enseña de un laudo füerte
en la triunfadora torre de tus glorias,
un rápsoda heleno de voces ustorias,
¡oh embrujado y triste novio de la Muerte!
Lleguen los caprípedos de sistro canoro;
inicie sus ritos la diosa de Idalia;
címbalos y tibias levanten su coro,
y vuelque el sol griego, como ánfora de oro,
su luz, hecha vino, sobre la faunalia!
Que hierva el elíxir en claras burbujas
en los agoreros aquelarres fieros,
y con sus punzantes ojos, cual ag ujas,
que lleguen al sabat, de Macbeth las brujas
bajo una diadema de dobles luceros.
Los campos vestidos de luna, los campos
do ríos de espanto ruedan turbias linfas,
que del plenilunio duplican los lampos,
oigan el galope de los hipocampos
y el lascivo grito de amor de las ninfas!
. REVISTA MODEH,N A DE MÉXlCO.
Muestren los arbustos su actitud de pasmo;
sean arpas bíblicas los ramajes broncos
que el terror agita ~con plectros de espasmo;
y las hamadriadas como en un orgasmo
se abracen con lúbrico ardor á los troncos!
Que Job -rey del femio- con su barba bella
mente hirsuta, llegue .... Su carne viscosa
de un milagro excelso mostrará la huella:
tendrá en cada herida la luz de una estrella,
será cada llaga como una gran rosa!
Contristores sátiros de bocas cansinas,
de cuerpos cribados por rastros sangrien tos,
traigan, vueltos rayos, sus haces de espinas,
y acudan varonas de muertas retinas,
donde la agonía cuajó sus tormentos!
Rostros qne son máscaras como de tragedia,
carrillos inflados como los de Bóreas,
y simbolizando la gran Edad Media,
yacentes en túmulos que el césped asedia
reinas de abaciales manos hiperbóreas!
Reviva en Lutecia la olímpica Grecia,
los joviales Términos, en idilios aptos,
pongan la cosquilla de su barba recia
en la carne de las hijas de Lutecia! ....
¡En París, Herakles consuma sus raptos!
y sobre el_multánime himno que cual río
plutónico, cruza por tus pies, inerte,
novio de las sombras, monarca de hastío,
llegue en su esq uelético pegaso sombrío
á darte un abrazo, tu amada la Muerte!
. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . . .......
33
34 REVISTA MODERNA DE MÉXICO.
Doloroso Ruelas! que hundes una daga
de pavor, en todo lo que tu alma exulta,
hoy un epinicio glorioso te halaga,
por el «temblor lírico» de tu mano maga
que encendió una aurora en la turba-multa!
Por tu arte divino, que es como un camino
por donde á cisternas de Ideal se parte;
porque fuiste un fúnebre, genial peregrino
que encumbraste el lábaro de tu arte divino
en los escabrosos senderos del Arte!
Ruelas torturante! Por los hondos duelos
que hay en las visiones con que maravillas,
porque en los espíritus ensayan sus vuelos
los cárabos mudos de tus desconsuelos,
y angustias las almas con tus pesadillas!
Porque el del doliente Musset; fué tu hermano,
porque no supiste de la venturanza
como el tl')rvo príncipe del sajón galano,
porque en un supremo desdén á lo humano
clavaste en el áncora tu inmensa esperanza!
Por eso ya cesan en su himplar perverso
las bestias que husmearon tus timbres gallardos,
y ante tu renombre milagroso y terso,
abre sus dos alas de cristal el verso
en el ofertorio que te hacen los bardos!
Por eso los pífanos levantan su coro,
é inicia sus ritos la diosa de Idalia;
llegan los caprípedos de sistro canoro,
y vuelca el sol griego, como ánfora de oro,
su luz, hecha vino, sobre tu faunalia!
J OSÉ DE J. NÚÑEZ y DOMÍNGUEZ.
REVISTA MODERNA DE MÉXICO. 35
EL PRIMER ANIVERSARIO DE RUELAS
«Un año hace que recibimos la infausta
noticia: Ruelas había muerto. El laconismo cruel del cable nos dejaba en una dolorosa incertidumbre; aún se alentaban esperanzas. Pero la nueva se confirmó, y en los centros artísticos de la capital , el ~entimiento fué vivo y profundo, por mucho que el temperamento del genial dibujante no ha sido todavía bien comprendido.
Algún tiempo después tuvimos detalles de la muerte y de los ínstantes postreros de la vida de Ruelas , por un fino amigo nuestro que, cuando el funesto acontecimiento, se encontró j unto al lecho del artista. Su relato estuvo impregnado de un dolor intenso. El desenlace fatal era temido, pero no esperado; y algunos de nuestros artis tas residentes en París, se enteraron, después de la muerte de Ruelas, de su enfermedad. Esto es, en verdad, lamentable; ya no por cuanto pudiera decirse de fraternidad artística, sino por el valor altísimo del genial desaparecido.
Recordamos que también, á raíz de la muerte de Ruelas, toda la pensa del país le tributó un postrero adiós y un postrero elogio; parece que ha sido ya olvidado
¡muy pronto! por la mayoría. Y esto es un desconsuelo y un desengaño, desengaño muy muy hondo y cruel, para quien en nuestro medio !:ie siellte artista. lIfas es justo decirlo, proclamarlo: solamente ell la «Revista Moderna de México,» la úni
ca revista de arte con que contamos, palPita el espíritu de su ilustrador instlbstituible. En sus págin'l.s , hermosas de arte, vivirá perd urablemente Ruelas.
Se habla todavía de su obra artísti c<t; y es duro confesarlo, sólo los espíritus cultos y exquisitos y los iniciados, han sabido comprenderla. Por dondequiera se ha dicho, en todos los tonos, en todas ocasiones: «los dibujos macabros de Ruelas,» «su temperamento sombrío, casi fúnebre.» Atrevimiento y ligereza que propalaron algunos.
Pero pocos han elogiado la firmeza y la pureza de su dibujo irreprOCHable, la intensidad soberbia de sus ideas; y pocos han comprel?dido que las miradas de Ruelas, que fueron de un genio, <l1canzaban visiones grandiosas que estaban muy lejos del radio visual de la estúpid;, miopía del vulgo.
Era Julio Ruelas, indiscutiblemente, el
3.6 REVISTA MODERNA DE MÉXlCO.
más grande de nuestros artistas contem
poráneos. Sus dibujos, que externaban las ideas profundas de un intelecto joven y potente, en su ironía cruel á las veces para ideales humanos, son de una originalidad exquisita y delicada. Y se ha dicho que seguía los procedimientos mismos de Alberto Durero ....
Sabemos que el magnánimo y opulen
to capitalista mexicano, D. Jesús E. Luján, acaso el único amigo de los artistas entre
los acaudalados de nuestro país, trata de
que el escultor Arnulfo DomÍnguez, que es al presente una brillante promesa de gloria para el Arte , proyecte un monumento que, realizado, se coloque sobre la tumba de Ruelas. Reciba por ello el Sr. Luján , la enhorabuena de los amantes de la belleza y admiradores de los predestinados que han sabido sublimarla.
y sea nuestro recuerdo en este aniversario de su muerte, un ramo de siemprevivas á la memoria imperecedera del ar
tista.» (De «N ue vos H orizontes»).
RFJVIS'l'A MODFJR.NA DE MEXICO. 37
" Los Fuegos Fatuos."-Agua-fuerte de Julio Ruelas. (Inédita).
Propiedad del Sr. D. Aurelio Ruelas.
38 REVISTA MODEHNA DE MÉXICO.
A JULIO RUELAS
(En memoria).
Alzo antorcha doliente de triste llama,
y cruzo negra y fría noche sin fin ....
y llego 'ante tu tumba, donde la Famrt,
¡oh pintor de poemas! tu prez proclama
resonando una tibia, como un clarín.
La angustia aprieta gritos en fuerte nudo
á la sombra que pena por el confín ....
Pasa un pavor de aquellos que trazar pudo
tu sapiencia. y complica símbolo rudo
en torno, con los vuelos de su ardua crin ....
Garra fatal sacude mi pensamiento ... .
En un celaje, un rayo rasga un satín .... !
En un sol, una nube borra un portento .... !
En un ave, un guijarro suplicia un cuento .... !
En un ensueño, un llanto seca un jardín .... !
REVISTA MODERNA DE MÉXICO.
y el corazón devoto su incienso quema ....
y tu mérito surge del medio ruin,
sosteniendo en las sienes ígnea diadema!
empuñando áurea espada de luz suprema!
tendiendo sus seis alas de querubín!
y yo, que perdí en rotas ardor altivo,
y colgué acero y casco de paladín,
y, hecho pastor de penas, obscuro vivo,
dejo atado en tu tumba mi admirativo
afecto, vigilante como un mastín.
R OBE RTO AR GÚELLES BrUNGAS.
39
40 RlGVISTA MODERNA DE MÉXICO.
EN UN MUNDO LEJANO
Hay un mundo en una estrella lejana,
y allá no acontecen las cosas como Olcontecen aquí.
Un hombre y una mujer había en ese mundo; tenían un mismo trabajo que cumplir; caminaron juntos por muchos días y llegaron á hacerse amigos; y esta es cosa que, á las veces, en este mundo sucede también.
Mas algo había en aquel mundo-estrella que no hay aquí. Había un bosque tupido adonde los árboles crecían apretando entre sí sus ramas y entretejiéndolas, y adonde nunca brill6 el sol vernal. Y allí se alzaba un santuario. Todo en el día se hallaba quieto; ma1l, á la noche, cuando los astros brillaban 6 la luz de la luna re-. verberaba sobre las copas de los árboles y bajo los árboles todo callaba , si alguien, solitario, se escurría hasta el altar de piedra, y allí, arrodillado en las gradas y descubriendo su pecho, tanto lo hería que la sangre cayera sobre las gradas, cuanto pidiese le era concedido. Y esto sucedía, según dije , porque aquel era un mun
do lejano donde á menudo las cosas pasaban como no acontecen aquí.
y sucedi6 que el hombre y la mujer ca· minar-on juntos, y la mujer llegó á amar
De Olive Schreiner.
mucho al hombre. Y una noche, cuando tanto brillaba la luna, que, en los árboles, eran las hojas de luz , y en el mar, de plata las olas , la mujer se dirigi6 sola al bosque tupido. Todo era sombra allí. El fulgor de la luna apenas llegaba, indeciso, y en tenues copos, hasta las hojas muertas que había á ~us pies; y se enred.aban por sobre su cabeza las ramas en un ' toldo compacto. Más adentro crecía la sombra, indecisa y en tenues copos llegaba ya la luz lunar. Entonces la mujer se acerc6 al santuario, se arrodill6 ante él: or6, no obtuvo respuesta; y entonces, descubriendo el pecho, lo hiri6 con una piedra de doble filo. Gotearon las gotas rojas , lenta mente, sobre el suelo. Y una voz gritó: «¿qué buscas aquí?»
--Hay un hombre á qmen amo sobre todas las cosas -dijo ella,- y deseo para
él la mejor de las bendiciones. -¿Qué es ello?-pregunt6 la voz. y la mujer: «Lo ignoro. S610 deseo
que tenga lo que hay de mejor para él, sea lo que fuere.»
y dijo la voz: «Lo tendrá, tu súplica está satisfecha.»
La mujer se levant6. Con la mano apañó su estrecha túnica, replegándola sobre
REVISTA MODERNA DE MÉXICO. 41
el pecho, y echó á correr hacia afuera del bosque; y la siguió el revoloteo de las hojas muertas que había á sus pies. Afuera, al claro de luna, el aire soplaba suave, y
brillaba la arena en la playa. La mujer
corrió á lo largo de la tersa orilla y, de súbito,~ se paró: á lo lejos , por sobre el agua, algo vió que se movía. . .. Con la mano asombró sus ojos, miró: era un bote que resbalaba rápidamente, l11 ar adentro, sobre el agua clardelunada. Alguien se mantenía de pie en el bote. ¿Su rostro? No lo alumbraba la luna, pero ella conoció la silueta al punto. Rápido el bote huia; se dijera que no lo empujaba nadie. Iba anegado en el rielar de la luna y ya estaba lejos de la orilla; pero se dijera que
otra silueta se hallaba sentada á la popa. Rápido, rápido el bote huia sobre el agua, mar adentro, mar adentro. Corri ó la mujer por toda la orilla: no por eso se le acercó más. Extendió la mujer sus brazos; su túnica , antes plegada sobre su pecho,
abierta flotó en el aIre; la luna encendió
con luz fría sus largos cabellos sueltos. y Ulla voz ll1urmuró entonces: «¿qué
te sucede?~ : y ell a gritó: «Con mi sangre compré para él el mejor de los dones. Vine á traérselo; él huye de mí !» Y la voz murmuró entonces: «Ya tu ruego se había cumplido, el d6n le había sido otorgado.» Y ella gritó: «¿En qué consiste, pues, semejantedón?» Y la voz murmuró entonces: «En que él pudiese huir de ti .»
Quedóse la ~mujer inmóvil. Lejos, ma( adentro, el ~ bote se había
perdido á los ojos, anegado en la luz lunar.
La voz murmuró suavemente: «¿estás sa tisfecha?»
E:la respondi6 suavemente: «es toy sa
tisfecha.» Á sus pies, sobre la playa, moría n las
olas cansadas, cantand o con sus gorgoritos , largamente.
Tra du cc ión pa ra «I. a I~e \'i sta .\l oderrHI)).
42 ltEVIS'l'A MODERNA DE MÉXICO.
A ]lJLIO RUELAS
Por la selva creadora pasó un viento de muerte:
Las brujas y cabríos á la «misa» no irán ....
Pasó un viento de muerte por la selva antes fuerte,
y calló la shiringa sugestiva de Pan.
Tu buril -fuente lúbrica- para siempre está inerte:
La ninfa y el caprípedo inactivos están,
y una honda nostalgia de tu fuerza se advierte
En los cuentos de bruma del país alemán.
En la torre sombría ritmó el ave nocturna
Su presagio; suspendiste tu labor taciturna
D e espasmo, crispatura, calosfrío y pavor;
y en medio al insomnioso tropel de tus creaciones,
La Muerte puso término á tus desolaciones,
¡Oh artista del Hastío, oh hermano del Dolor!
MOISÉS CANALE.
REVISTA MODERNA DE MÉXICO. 43
Apunte á lápiz de Julio Ruelas. (Inédito).- Propiedad del Sr. D. Aureljo Ruelas.
44 RJ:<.:VlSTA 1I10DI~RNA DE MÉXICO
SOBRE EL CARÁCTER CIENTÍFICO DE LA HISTORIA 1
POR
PEDRO DORADO.
( CONCLUSIÓN)
Todo el que pretenda hacer ciencia social, ciencia moral , ciencia jurídica, 6 bien digamos un estudio de cualquiera manifestaci6n de la conducta humana, no tiene
más remedio que comenzar por la historia , es decir , por la recolecci6n de los datos de hecho que han de servirle de base para sus inducciones, sí ntesis ygeneralizaciones. Procederá forzosamente lo mismo que proceden los cultivadores de las denominadas ciencias naturales y experimentales, cuyo
primer paso, el más fundamental de todos -porque los restantes en él estriban y tendrán 6 no firmeza según la solidez con que éste se haya dado,- consiste, como es bien sabido y ya dejamos dicho, en allegar materiales de observaci6n , ')rdenarlos, tamizarlos y depurarlos, compararlos, etc. Para saber cuáles sean las leyes del hacer de los hombres, los principios generales que gobiernan sus actos, las caus:¡s que deter
minan la producci6n de éstos -asunto de toda ciencia del grupo de las morales, socia-
les y políticas,- es menester observar ese hacer, observarlo todo lo posible, una vez y otra vez y m uchas veces. Y para ello no se puede prescindir del eticacísimo é insustituible auxilio de la historia y del de la estadística, que es historia también, la historia del presente, conforme se la llama , lo mismo que de la historia dicen ser la estadística del pasado. La estadística, ya la forme uno mismo, como resultado de la observaci6n directa de los fen6menos, ya la formen otros y uno la aproveche (colaboraci6n indirecta 6 mediata), siempre está destinada, exactamente lo mismo que la historia propiamente dicha, en la que se hace uso así bien de ambos los procedimientos de formaci6n que acabamos de mencionar, al acopio de hechos que, convenientemente discernidos, estudiados é interpretados, han de servir, sacándoles su quinta esencia, para hacer inferencias de orden general y elaborar conceptos é ideas de la propia índole. Hay quien alguna vez
REVISTA MODERNA J)J~ MJi}XICO. 45
se entretiene, por puro placer estético 6
deportivo, en formar estadísticas de tales 6 cuales fen6menos, de igual manera que
con semejante fin se puede hacer y se hace de cuando en cuando historia (cr6nicas
menudas, verbigracia, 6 relatos de éste 6
el otro acontecimiento); sin _ em bargo , no es esto lo regular.
Con el material de hecho recogido, no
estará, seguramente, todavía perfectamente construida la ciencia de la conducta hu
mana. Pero estará echada la base de ella.
Ni cabe, creo yo, aleRar que el cimiento no es el edificio, pues si no es todo él,
constituye parte esencial del mismo. Quien, por tal raz6n de incompletud, negase á la
historia (como á la estadística) todo ,carácter de ciencia, tendría que decir análoga
mente, me parece á mí, que no son parte
de ésta los trabajos de laboratorio del químico, del bi610go y del fisiólogo, verbigracia, destinados á preparar datos his
t6ricos y estadísticos, datos de hecho para las ulteriores generalizaciones; y que no lo
son tampoco el cúmulo de observaciones anotadas y registradas por el naturalista,
por el astr6nomo, por el fisico , como re
sultado de .3US exploraciones y experiencia relativas al hacer, digamos espontáneo y
natural, de los distintos seres del Uni
verso. Nótese ahora que si los naturalistas y
biólogos no se dan por satisfechos con el almacenaje de hechos, sino que, realizado
éste, prosiguen su labor de ordenaci6n, agrupaci6n y c1asificaci6n de los mismos, para luego prescindir del material bruto y trabajar s6lo con y sobre los extractos esen
ciales de éste sacados, y que llevan el nombre de leyes 6 normas generales , de principios, de axiomas, de teoremas, de coro
larios. . . . exactamente igual cond ucta siguen los historiadores y estadísticos. De la estadística, también se ha dudado -como de la historia- si es 6 no es ciencia;
pero al presente, y dados los trabajos de sus cultivadores, parece que la duda no es mantenible. N o hay á estas horas quien no considere á la estadística, no ya tan :;610 como un instrumento utilísimo de investigación para todas las ciencias y muy
en especial para las referente:; al hombre y á las manifestaciones de su conducta,
sino también como una ciencia propia y verdadera, >iustanti va, sobre las condi
ciones de cuya formación y sobre cuyos
procedimientos discurren, por una parte, los l6gicos, y, por otra; los mismos estadísticos. Ahora, entre esos procedimientos
está precisamente, como coronamiento de los demás, anteriores á él, el de la formu
laci6n de leyes generales que abarquen todos los fen6menos hasta el presente
observados y todos los posibles futuros .
de tal manera que e5as leyes generales sirvan para hacer cálculos, esto es, deduc
ciones y previsiones seguras. Por eso se busca que l;,¡ estadística se convierta cada
vez más, como va sucediendo, en 'una ma
temática, y si hay disciplina:; cuyo carácter científico menos dudas ofrezca para
todo el mundo, esas son las matemáticas precisamente, las cuales, con raz6n y sin
ella -sin ella, creo yo, pero no es ahora el momento de dilucidarlo ,- se vienen
considerando y proponiendo como el principal 6 como el único ejemplar de ciencias
deductivas y racionales, 6 sea de ciencias verdaderas, genuinas, indiscutibles;
De la historia cabe decir algo parecido. También ella suministra materiales yauxi
lio á otras <: iencias; pero por ' su parte constituye ciencia independíente, con su
técnica ; sus procedimientos y demás. Lo que .sucede es que estos procedimientos y esta técnica se perfeccionan de día en día,
y al perfeccionarse, han ido dando vida á disciplinas aparte que, al verse desgaj adas de su matriz, reclaman el derecho á vivir
vida propia. Todas ellas, sin embargo,
46 REVISTA. MODER\' A DE MÉXICO.
son hijas de la historia, y, quieran ó no, continúan llevando el sello de la madre, á
cuyo seno abundoso tienen que estar recurriendo á cada paso para nutrirse. Sin la historia, son esas disciplinas como relojes, á los que se les acabara la cuerda.
¿Quién no ve que sucede así con todas las ciencias sociales, á comenzar por la más general y filosófica de ellas, por la sociología, y concluyendo por las ciencias sociales particulares, por la ciencia económica, por la ciencia de la religión, por la filología y la lingüística, por la ciencia del derecho, por la del arte , etc., etc.?
Pudiera decirse, me parece á mí, que la única ciencia social fué, en algún tiempo, la historia; pero la historia formada por los procedimientos más imperfectos y rudimentarios, esto es, la crónica, el relato
de hechos entre sí disgregados. Fué el primer conocimiento que el hombre tuvo de sus propios actos, la primera manifestación de la conciencia humana obser
vadora, vuelta hacia 10 que hoy denominamos fenómenos sociales. Pero ella sirvió
de protoplasma, digámoslo así, de donde, por virtud del ulterior crecimiento de la masa y de sucesivas diferenciaciones inter
nas, había de surgir con el tiempo la serie de las disciplinas sociales y morales que ya hoy se conocen y las que á la misma se agregarán mañana. La crónica reunió hechos sobre hechos; pero sin más enlace entre unos y otros que el de la contigüidad cronológica, ó el de la agrupaci6n arbitraria ó accidental que de ellos hiciera el
cronista. Ni la ordenaci6n sistemática, ni la interpretaci6n de todo este material, habían hecho todavía su aparición. Era aún los consabidos «caracteres de imprenta» en confuso hacinamiento. Al intentar poner orden en ello, convirtiéndose el mero cronista registrador de hechos en fil6sofo y hombre de ciencia que busca la manera de explicarlos por medio de enlaces cau-
sativos mutuos 6 por medio de otro cualquier principio, aparecen los sistemas explicativos, los inventados por los «fiI6-sofos de la historia,» quienes, aun cuando son ya fil6sofos y hombres de ciencias, soci610gos, que podríamos decir, y juristas, y moralistas, y economistas , bien que en mínimas proporciones todo ello, sin
embargo, continúan perteneciendo al gremio de los historiadores. Son historiadores primordialmente; pero para serlo, necesitan ser también, en alguna proporci6n, y en segundo término, fil6sofos, soci610gos , psic610gos, lingüistas, juristas, y demás, sin llamarse tales. Desarrollados estos gérmenes secundarios, á los que ya no puede menos de atender el historiador,
si quiere saber explicarse «por principios»
los hechos humanos y sociales que va recolectando, hacen poco á poco su aparición las ciencias sociales, hijas de la historia, de las cuales se pone en duda, desde luego, su derecho á existir independientemente, diciendo, como se dice, según es bien sabido. de la sociología y puede decirse igualmente de cada una de sus ramas 6 ca
pítulos (sociología religiosa, artística, lingüística, económica,jurídica, criminal. ... ),
que no son en el fondo otra cosa sino la antigua filosofía de la ,historia, sin más diferencia que la referente á la cantidad, esto es, al desarrollo.* Lo indiferenciado
'" Esta identificación sust ancial de la moderna sociología con la antigua fil osofía de la historia, la rechazan a lgunos - de una y otra parte, - según es sabido. Yo no puedo aquí explicar mi pensamiento acerca de ella Se trata de un problema lógico, del que habré de ocuparme en otro sitio. Por el momento, me contentaré con decir que, á juicio mío, los procedimientos mentales de que nos servimos todos los hombres son los mismos , va riando sólo la intensidad de ellos, y que, por consecuencia, todos, a un los que se llaman positivistas y experimentalistas, somos, querámoslo 6 no, más ó menos metafísicos, y todos también, al contrario, aun los que se presenten como metafísicos, somos constantemente, sin poderlo evitar, experimen-
REVISTA MODERNA DE MEXICO. 47
y embrioniario se ha segmentado, ramificado y pasado de la infancia á la mayor edad; mayor edad que, como siempre, trae consigo la emancipaci6n, pero no la rotura de todo vínculo con la cepa madre: esto es todo.
Ya he indicado que en el día de hoy, por virtud de esto que acabo de decir, el historiador, si ha de responder á lo que de él se exige, tiene que ser enciclopédico. Nopuede ya limitarse á ser un mero cronista de hechos salientes y lIamati vos. Claro es que, como en otros 6rdenes sucede (en materia de alumbrado , por ejemplo, en la de locomoci6n , en la de maquinaria, en tantas otras), la historia moderna, 6, mejor dicho, por procedimientos modernos, no ha proscrito del todo la historia por el procedimiento antiguo , ni quizá conviene que la proscriba, porque sirve de auxiliar á la otra. Aún hay cronistas y meros historiadores, sin cosa mayor de fil6sofos; gentes que allegan datos recogidos aquí y allá, de que luego se aprovechan los historiadores fil6sofos para sus síntesis. Pero éstos, los grandes historiadores, dotados de espíritu científico, han de saber necesariamente de todo: no, en verdad, exclusivamente para narrar los hechos acaecidos en todos los 6rdenes de la vida social y humana, sino también, y hasta en primer término, para percibir y desentrañar los múltiples nexos que entre todos existen y no engañarse al dar la explicaci6n de ellos, tomando, v. gr., como factores causales determinantes de un fen6meno, los que no lo sean sino en apariencia, descuidando, en cambio, la eficiencia de las causas verdaderas , aunque más ocultas, por más hondas, que las otras. U n historiador que se contente con ver los hechos en su superficie, sin calar hasta la médula de los mismos, y que crea
talista s . S on momentos y aspectos de un mismo proceso, que ora se suceden, ora se completan.
que el hecho tiene realidad por sí, en vez de considerarlo como manifestaci6n obligada de fuerzas íntimas, constituyentes de la naturaleza de los seres, y cuyo valor y votencia es menester poner en claro, ¿podrá decirse que cumple la misi6n que á la hora pl:esente le corresponde y á lo que se espera de él? Y si no la cumple de tal manera, sino de la contraria, ¿podrá hacer historia sin hacer ciencia, ciencia complejísima, orgánica, filosofía de la historia, historia empapada de sociología, de psicología, de geografía, de arte, de lingüística, de religi6n .... ? Si todas éstas y muchas más, se enumeran entre las ciencias auxiliares de la historia, ¿será hacedera la historia para nadie que no las posea, 6 para el que, teniéndolas, no haga de ellas uso
constante y adecuado, pues en otro caso es como si no las poseyese? Yo quisiera saber si la denominada historia «interna» de las instituciones sociales , la más genuina é importante, según se dice, puede ser hecha más que de este modo.
Otra cosa indica que la historia humana, de la propia manera que ha ocurrido
y ocurre con cualquiera rama de la historia natural (en su más amplio sentido de indagaci6n de los fen6menos naturales), reviste caracteres de ciencia. Esa historia -como la otra- pierde cada vez con mayor fuerza su sentido dramático. Deja á un lado la narraci6n epis6dica de la vida y hechos llamativos de las personalidades salientes y de los acontecimientos meramente ruidosos, es decir , de aquello que apenas tiene otro interés sino el de puro entretenimiento y curiosidad, y se consagra, en cambio, á perseguir y hacer objeto de sus pacientes y diligentes observaciones la labor diaria, continua , regular, de la masa an6nima; labor colectiva que se realiza de un modo silencioso, por aportaciones microsc6picas, infinitesimales, de individuos ignorados, de personas
48 RlWlSTA MODEHNA DE MÉXICO.
sin historia ; obra de verdadera coopera
ción, en la que unos ponen más y otros
menos , pero á la que ninguno es indiferente. Esto es lo que represe nta la llamada
sustitución del sujeto de la historia: sujeto
que no es ya , :según se dice, como lo era antes, el caudillo militar, el monarca, el
héroe , el sobrehombre, sino todo el mundo, ó sea el sér colectivo, la masa organi
zada , una comunidad. Y consiguientemen
te, ha sufrido también variación el conte
nido oe la historia misma, abandonando
la antigua crónica de hechos individuales
inconexos, y pasando á ser relación cau
salmente trabada de los productos de la actividad social en sus distintas y comple
jas manifestaciones. Todo se ha ido vien
do por este nuevo prisma, considerando
que los ll amados g randes hechos , los que
más roban la atención de quien la ejercita
poco intensamente , no son sino la expre
sión más aguda y culminante, y por lo tanto más visible', de un fenómeno general
que tiene sus raíces y causas muy difundi
das , hondas y veladas, y á cuyo proceso
de formación contribuye todo el mundo,
aun sin saberlo. La averiguación de estas
raíces , para ponerlas a l descubierto y ver su respecti va eficiencia y sus m utuos en
laces , es 10 que se imponen por misión los
historiadores contemporáneos. Por e:so sus
obras ha n adquirido tanta amplitud; por
e:so vuelven tan á menud o los ojos, y de
día en día, con intensidad creciente , á la
intervención del pueblo en todos los órde
nes de actividad (ciencia popular, arte po
pular, poesía popular, derecho popular y
consuetudinario, economia popular, ingeniería popul ar . medi ci na popul ar, agricul
·tura popular. ... ) , donde ha de hallarse la
cantera de que sacan l0s héroes y ols caudillos una exigua parte de materiales para
labrarlos y pulimentarlos. El pueblo ente · ro da vida al árbol; las ' p~rso n a lidades sa
lientes no hacen sino secundar, en · propor-
ción siempre mínima, ó precipitar, como el agricultor, su florecimiento. Ahora, la
historia (como sucede con la botánica , historia de las plantas) no puede limitarse
á estudiar meramente el proceso de flora
ción en sus etapas últimas; ha de estudiar
lo a radice, so pena de mutilarlo y desfi
gurarlo.
El indicado cambio de suj eto y conte
nido de la historia humana, es una :señal
inequívoca, me parece á mí, de que la misma se purifIca, por así decirlo , y se con
vierte de vez en vez más en disciplina
científica. Aquellos gestos heroicos y aquellas hazañas extraordinarias, ó aquellos
acontecimientos desusados, en cuya des
cripción ó narración ponían antes todo
su cariño los historiadores, pocas veces
podían cons tituir materia de ciencia. Su
carácter mismo lo impedía . Precisamente
por ser extraordinarios , sin semejanzas en
tre s í, por ser, como quien dice, anorma
les y únicos y no prestarse á repeticiones ,
era imposicle que sirvieran de base á la
inducción y á la generalización, sin las
cuales la ciencia no existe, porque , según
aseguran los técnicos de ella, ex universa
libus constat. * P ara generalizar é indu
cir, es menester, de todo punto, la seme
j anza , pues só lo entre cosas semejantes es
entre las que se da algo de común , que es
lo que la generalización toma para fonnu-
"' A unqu e esto no de be s er po r compl eto exacto. Cie ncias hay, co mo la geología -y no sé si dijera ta mbién qu e la astronomí a y todas la s cosmológicas, á lo menos en propor ció n g randísim a ,- que tra ta n de un solo individllo, y donde no ca ben gene ra lizaciones ni indu cciones, sin o simples descripciones. Las indu cc iones y g eneralizaciones de que e n la geología se ha ce uso, son meramente coadyuvantes, no esenciales, y se a plican á t oda clase de conocimie ntos, a un á los de los seres sin'gulares, v. g r ., á las biografías. La geología es la biografía de la ti erra , su hi st oria; así lo asegura n sus mismos cultiva dores. Si n e mb argo, nadie le ni ega carácter cie ntífico .
H. l~VISTA l\iOD~HNA DE MÉXICO.
lar conceptos, ide.is y leyes generales. En
lo anormal no hay sino caracteres concre
tos , sing-ulares, diferenciales; por eso precisamente es anormal, esto es, fuera de la norma, y de lo diferencial hay que pres o
cindir forzosamente al hacer g~neraliza
ciones. Pero si , al contrario, lo extraordinario y anormal, ya qué no del todo proscrito de la historia, no ha de ocupar en
ella el puesto único, ni talllpoco el principal, sino u n puesto subordinado, por lo
mismo que ello no constituye la base de
la vida social, objeto de la historia , yan
tes bien representa dentro de esa vida un puro episodio ó un conj unto de episodios accidentales; si la atención del historiador
se concentra, ante todo, en el núcleo de la actividad colectiva, en el hacer normal y
ordinario, qne se repite á cada momento,
con mucho de habitual, de g-ris, de auto
mático, de reflejo, entonces la historia recobra su propio y más interesante objeto
y, quiéralo ó no lo quiera, se alimentará, ante todo, de generalización, cimiento de
ulteriores deducciones, cáIeulos y previsiones referentes á la conducta humana_
Hará como la astronomía, que, dejando
de considerar los eclipses como único ob
jeto de su observación (y éstú, superficial), por lo infrecuentes y 'curiosos, y re
servándoles en el cuerpo de su doctrina un lugar relativamente secundario, se consagra á estudiar los fenómenos astronómi-
. cos que pasan diariamente ante nosotros,
y en cuyo curso, por \<.' regular y monótono que es, ni siquiera un minuto solemos fijarnos. Para nosotros es como si no existieran; somos ciegos y sordos á sus seña
les y llamamientos. Únicamente nos despiertan los sentidos los eclipses y las auroras boreales, es decir, aquellos fenóme
nos sin los cuales podemos perfectamente
pasarnos , y nos estamos pasando de hecho , mientras ¡lO podemos prescindir de los otros,
ante cuya producción pasamos indiferentes.
Yo no sé si será lícito decir que la his
toria humana se va y ha de irse internando más cada vez en los dominios de la
denominada psicología de los pueblos.
Creo que sí. Los hechos populares son hijos del espíritu popular, como los individuales lo son del espíritu individual. Aquí es donde tient'n su raíz unos y otros.
y si no podemos contentamos con reco
ger el fruto caído, labor del simple cronÍ!;ta, superficial á mAs no poder, sino que
hemos de verlo enlnado con el árbol que lo produce, dándonos cuenta de todo el
proceso interno determinante de la floración, de la fructificación, de la madurez y del consiguiente desprendimiento del fru
to , parece claro que no se puede pasa!por otro punto, sino penetrar en las re
conditeces de tal espíritu, para ver su ín
dole, sus propensiones, sus aptitudes, y
así explicarnos sus movimientos, que son sus actos. Aquí se procede 'como siempre
en cosas de conocimiento: desde lo más
externo á lo más íntimo; desde el fenóme
no mirado en sí, al fenómeno enlazado
con sus causas internas: Los hechos sociales no se explican sino encadenándolos
con la naturaleza elel sér social, cllyos son,
pues también aquí operari sequitur esse. La historia del hOlllbre no se diferencia
tampoco en esto de la historia de los demás seres, como él naturales: es historia
lIatural, ' y la historia natural (de los as"
tros , de la tierra, ele las plalltas, ele los animales , la fisica , la química, la mtteoro
logía, elc., etc.) ha seguido el indicado pr~)Ceso de aproximación de fuera á dentro; del hecho descarnado é independiente á la determinación de las condiciones generales constitutivas de la naturaleza de
los seres que lo realizan, instrumentos á
su vez de otros factores de cuya concreción son ellos un resultado.
Todos los historiadores han hecho y
hacen -en progresión creciente- psicolo-
50 REVISTA MODERNA DE MÉXICO.
gía colectiva 6, si se quiere , por ser el tér
mino quizá impropio , * psicología popu
lar: (la Volkerps),c1zologíe de ciertos escri_
tores alemanes) y sociología (cualquiera
que sea el valor que á esta voz se dé; pe,
ro, sobre todo, cuando se la entienda co
mo estudio de las condiciones fundamen
tales del sér social y de las manifestaciones
del mismo ). Ha habido, y sigue habiendo,
toda una escuela, llamada precisamente
hist6rica, en la que comulga, más 6 me
nos declaradamente, un gran número de
escritores, y para la cual los diferentes fe
n6menos' sociales: el derecho, la lengua,
la religi6n, el arte, la ciencia, no son otra
cosa sino productos espontáneos, et'l todo
6 en parte (según los puntos de vista), de
lo que la misma llama «espíritu del pue
blo,» «sentido popular,» «aspiraciones po
pulares ,» «conciencia nacional,» «espíritu
colectivo» y cosas parecidas. Sabido es asimismo lo frer.uentísimo que es en los
historiad,ores propiamente dichos hablar
de las condiciones físicas y espiritllales de los diferentes pueblos, razas 6 agrupacio
nes de otra 'índole cuyos hechos van á es
tudiar (por ejemplo, la valentía , la rudeza,
el sentimiento de independencia, el indi
vidualismo, el r~~peto 6 no respeto á la
H1uJer y al débil, la sobriedad , el gllsto
por el robo 6 el horror á él, la religiosi-
"' Sa bido es que de la psicología colectiva (de los grupos pequeños, de las personas sociales, de las agr upaciones como el jurado, las sectas, las asociaciones)' corporaciones, de las multitudes ... ) se ha formado una disciplina independiente, diversa de la psicología de los pueblos y de la sociología (qu e pa ra llluchos es también psicología, ya de ésta, ya de la otra especie), A pesar de todo, los límites entre una y otra no se ven marcadamente claros: la psicología nacional (de las grandes naciones sobre todo), la de los grupos étnicos ó ling¡¡ísticos, la de las confederaciones internacionales, la de los grupos emigrantes, por ejemplo, yo no sabría bien á cuál de las dos referidas disciplinas habrían de adscribirse.
dad, la hospitalidad y ' mil otros) , como
buscando en esas condiciones el asiento
inconmovible de los actos que realizan, el
nexo que á todos ellos los liga en el espí
ritu de sus autores y la clave con que el histori,\dor pretende desentrañar su ínti
mo significado. Yo quisiera que se me dijese si esto y otras cosas parecidas, 1 que á la continua están haciendo los cultiva
dores de la historia humana, es invadir terreno ajeno, 6 si es cumplir con la misi6n
que les compete; y en este último caso, si
la labor que realizan (psicoI6gica, sociol6-
gica , antropol6gica, geográfica, crítica, es
tética, ... ) merece 6 no la denominaci6n de
científica.
Hacen más toda vía los historiadores,
sin que por ello crea nadie que se salen
de su propio campo, sino todo lo contra
rio. De los que más emplean semejante
procedimiento y más' dotes muestran para
aprovecharlo, es de' los que se dice que
son los mejores. Ahora, lo que hacen "con frecuencia es deducir , 'Ope¡'aci6n meÍltal á
que se atribuye un carácter marcadamen
te científico, por valerse siempre de con
ceptos y juicios generales, y que, por lo
mismo, parece debiera hallarse excluida
de la historia, si ésta, para no meterse en
esfera extraña, en la de la ciencia, se hu
biera de ocupar exclll~ivainente de consig
nar y narrar hecho~ concretos y singula
res. Los historiadores, digo, aparte de
reunir datos y "noticias ei1 que apoyarse
para hacer sus i nd lIcciones" de diferente
índole,2 ora las frmTIlIlen de uó 11lodo ex-
1 Por ejemplo, enlazar los hechos (ya guerreros, ya económicos, ya artísticos -como hace T a ine, supongamos,- ya de otra índole -emigraciones, etc.) -- con las condiciones del suelo, de su topografía , clima y demás, lo que lleva á hacer socio-geografía.
2 Por ejemplo, biológicas, como cuando del estudio de muchas biografías infieren la duración media de la vida humana , ó las leyes del movimiento de la pObla ción (nataltdad, nubili c
REVI81'A MODERNA DE MÉXICO. 51
preso, ora sólo las vayan registrando y
acumulando en su mente, y sin las cuales
sería imposible hacer historia, como sería
imposible hacer ciencia alguna, ya que la
porción de realidad que los hombres pueden \legar á conocer, es siempre infinitesi
mal mente pequeña, y no hay otro remedio sino suplir esta inevitable deficiencia mediante la generalización de lo observado
en pocos casos; además, repito, de reunir
datos y levantar inducciones sobre los
mismos, los historiadores se aprovechan de esta I¡¡bor inductiva para hacer -como si se tratara de otra ciencia cualquiera,
por ejemplo, la matemática, el polo opuesto , al parecer, de la historia- deduccio
nes, cálculos, "plicaciones, invenciones y
descubrimientos. ¿Se recuerda cómo, por combinación de anteriores inferencias, ba
sadas en la observació n, dedujo Leverrier,
sin necesidad de haberlo visto , la existencia del planeta Neptuno en nuestro siste
ma solar? El conjunto de las representa
ciones .mentales de este astrónomo delataba un vacío que era fuerza \lenar. ¿Se
recuerda también de qué manera Cuvier, con sólo la presencia de un hueso fósil, sabía reconstruir, según se dice, todo el esqueleto del animal -de especie ya ex
tinguida- á que había pertenecido? Pues
el historiador no se conduce ni debe conducirse á menudo de otra ma nera que como proceden el astrónomo y el paleontólogo. Y si de estos últimos se asegura que
están, al obrar así , dentro de la ciencia, ¿cómo habremos de rehusar tal carácter á
dad, morbilidad, mortalida d .... ), ó cuando se sientan afirmaciones generales sobre el influjo del clima en la estructura del cráneo y la conformación mental ; psicológicas , C91l10 cuando se habla de las actitudes é inclinaciones de los individuos componentes de un grupo (v. gr., el espíritu aventurero ó colonizador); morales, como cuando se afirma su índole as tuta, ó los caracteres de su delincuencia (supongamos, predominantemente fraudtllenta, 6 violenta, ó
libidinosa); etc., etc.
la obra análoga del historiador? Un buen arqueólogo -que hace historia humana,
¿no es eso?- será y deberá ser capaz de
convertirse en un Cuvier de la arqueolo~ gía: con sólo el hall;¡zgo de una . estela ó
de un bU!ito mutilado , conseguirá rehacer . la civilización entera en que hubieron de
ser prod ucidos; para lo cual es preciso, naturalmente, que la inteligencia del in
vestigador se halle henchida de otras ideas
inferidas de observaciones anteriores, todas las cuales vienen puestas en acción por la observación nueva, que será atraí
da (ó repelida , según los casos) por ella.
Por procedimientos análogos concluyen muchas, ,pero muchas veces los historia
dores, es decir , deducen é inventan ( para
lo qué les sirve de poderoso. auxiliar, in
cluso la imaginación reproductiva y re
constructiva) la existencia de instituciones
antes no conocidas, la topografía ignorada de ciertas ciudades , los monumentos
de todo género, las costumbres, las leyes,
I ~ religión, el culto, los movimientos de
población, las clases sociales existentes y sus relaciones mutuas .. .. cosas todas
destruidas por la obra del tiempo. Cuanto
mayor sea la potencia de razonamiento sintético de un historiador (equivalente en
cierto modo al llamado «ojo clínico» en
medicina y al discurrir «elevado y fil o.,ó
fico» de los pensadores) . tanto mayor nú
mero tendrá de lo que se llaman «felices intuiciones ,» y tanto más poderosamente
contribuirá al progr.eso de su disciplina.
A lo que parece, pues, la historia humana , comocualquie: a otra historia, no
puede menos de revestir carácter científi
co. Es ciencia eminentemente social; en cierto modo , es la ciencia social por anto
nomasia. De su seno se han desprendido , por natural crecimiento, algunas r¡¡mas
que han reclamado y obtenido el derecho á vivir emancipadas , como otras tantas . ciencias sociales. Pero no han suplantado,
52 RIWISTA. ~iODI~RNA Dr~ MÉXICO.
ni pUeden suplantar á la historia , cuya misión es perenne. Muy por el contrario, la
ayudan á cumplirla. La historia y las de
más ciencias sociales, nacidas en su reg-azo
y crecidas á su sombra, no se han separado; siguen abrazadas en labor cooperado
ra. No se excluyen, se exigen y comple
tan , cual en otros call1[>os sucede. Como
obra social qlle es, necesita siel~lpre la ciencia -conocillliento de la realidad
del auxilio mutuo, incesante y combina
do, de todas las generaciones que se van
sucediendo, y dentro de cada una, del de
los re[>resentantes de todos los grupos,
tendencias, direcciones , aspiraciones é
ideas. En la ciencia social no pasa de otra
suerte. Siendo im[>osible qúe llllO solo, ni
unos pocos lo hagan todo , se impone por
necesidad la distribución ó división del trab<tjo. Mas esta división obedece no más
que á la limitación nuestra, sin que ella
implique en modo alguno que la unid :ld objetiva quede rota. La realidad á que las
diferentes ciencias sociales se refieren, por
mucho que éstas se multi[>liquen , sigue
siendo la misma, y las funciones á ellas encomendadas, las mismas también, en el
fondo. La diferencia es de desarrollo, no más. A mi parecer, 110 hay transición
brusca entre la mera observación de hechos y la inducción que en las observacio ·
nes estriba; antes bien , se hallan ambas operaciones tan indisolublemente enlaza
das y son tan indivisibles entre sí, que
dondequiera que se haga ulla observación
-la primera de un orden,-- allí se comienza ya á inducir (de aquí la fuerza de
los precedentes en todo; el primer paso
facilita los siguientes), como, -por otra par
te, toda inducción presupone indef~ctible
mente alguna observación que le sirva de
cimiento. Consiguientemente, ¿quién será capaz de señalar el límite donde termina
la historia -la mera observación de lo
concreto, según algunos- para dejar el
paso libre á la ciencia social, á la filo~o[ja
social, á la sociología, á la psicología so
cial y colecti va, á la ciencia y la filosofía
del leng-lIaje, dd derecho, del arte, de la
religión, de la econolllí;¡, de las costum
bres , del Estado, etc.? ¿No será más exac
to decir que entre ellas sólo se dan mati
ces predominantemente con vencionales"
en lugar de líneas divisorias seguras?
REVISTA MODERNA DE MEXICO. 53
J '~ . . H .
Estudio. -Iulio I~ uelas
Dibujo á lápiz . -Julio Ruelas.
Propiedad del Sr.)). Aurelio Ruelas.
54 RIWIS'l'A MODRRN A DE MÉXICO.
JULIO RUELAS y "REVISTA MODERNA"
Cuando mi amigo y colega el Secretario de J\edacciólI de «Revista M adema,» me pidió mi modesta firma para su inserción en el número dedicado á Julio Ruelas, me puso en duro trance, porque decir algo nuevo de ese gran artista nuestro , una de las más legítimas glorias oel arte nacional contemporáneo, constituye para mí dificultad insuperable después de que lo han juzgado críticos eminentes y agotando en su elogio, haciéndole estricta justicia, el vocabulario de nuestra rica lengua castellan<l. Por mi notoria incompetencia para juzgarlo, enmudezco ante el artista, cuya obra con admiración á la vez que con el legítimo orgullo de que hubiese nacido en esta tierra el numen que lo formara )' al que tributaron ovaciones, no ya los habitantes de su p<ltria, más propensos, por lo mismo, al entusiasmo, sino los que viven á orillas del Sena, del Rhin, del Orinoco y del Amazonas. j Poder maravilloso del genio que arrebata y seduce y encanta!
Cumple con un deber «Revista Moderna,» alhacerel presente homenaje,
porque todo eso y mucho más se merece de la «Revista» el que en ella fué admiración de nuestra América artística, á la cual tuvo en suspenso la armonía exótica del dibujode su lápiz, como, según la fábula, suspendió Orfeo á las fieras con los ecos de su flauta .
Deber honroso y sublime es el honrar y amar al arte; pero como el arte es una abstracción (mientras nolleguemas á conocer su idea arquetipa y generadora) personificada en losartistas, deber glorioso y sublime es el honrar y amar á los artistas. Mas aquí está la dificultad.
Para cumplir el deber se necesita conocerle, y por eso ni se honra ni se ama el arte, y pasan inad vertidos por el mundo los artistas, Ó son honrados y amados por sólo aquellos que sienten en sus almas las bellezas ideales, hijas espontáneas del genio.
«Revista Moderna» y Jesús E. Valenzuela, su director, honran y aman al arte y al artista, y cumplen con ello un deber que conocen; y merecen loor y alabanza por su cumplimiento, y en él demuestran poseer alma de
REVISTA MODEl{NA DE l\lÉXIOO. 55
artista; sin ella, ni le podrían gozar ni le podrían amar, y le sienten y le gozan y le aman en todos los artistas, pero de una manera indecible en su predilecto Julio Ruelas.
Una y otro admiraron siempre en el lápiz de su colaborador infatigable, un d6n misterioso con el cual, al caer, guiaao p0r la inspiración que mueve el brazo del artista, sobre el blanco del papel, hacía brotar de él, á torrentes, y todas juntas, las extrañas crea· ciones que andaban dispersas por el mundo en que se agitaba su cerebro de poeta visionario. Y una y otro se enorgullecían al ver que su's abonados se extasiaban, al contemplar que el ilustrador de la «Revista Moderna» robaba al Dante sus visiones inferna· les para presentarlas por los mágicos trazos de su lápiz; que sorprendía las torturas de cerebros como el de Edgard Allan Poe; que bajaba al fondo del Océano y veía monstruos marinos que no conocieron los tripulantes de
la «Nautilus» de Verne; que recogía los ¡ayes! arrancados al corazón en momentos de angustia y los deposi. taba en instantes de sublime inspiración en una simple hoja -que ele haber tenido sensibilidad los habría repetido en ecos angustiosos;- que recorría toda la escala de los seres atormentados por penalidades huma. nas y sobrenaturales para .... pero no . ... basta.
Empañaría las bellezas creadas por el genio de Ruelas, si yo, profano en el arte, quisiera enumerarlas y can' tarlas. Enumérelas y cántelas quien mejor sepa, que yo me limitaré á en· viar mi parabién á la «Revista ly.Io' derna» y á los Valenzuela, por el amo:con que distinguen al eminente artista que, como he dicho antes, es una de las más legítimas glorias del arte nacional contemporáneo.
AGUSTÍN AGÜ EROS.
México, Septiembre de 1908.
511 REVISTA MODERNA DE MÉXICO.
Dibujo á pluma .- Julio Ruelas.
Ilustración de cA madís de G:'lula .»-Dibujo á pluma de Julio RueJas.
Propiedad del Sr. D A ureJio Ruelas.
REVISTA MODERNA DE MÉXICO.
EXVOTO A Julio Ruelas
En tu imponderable figura cetrina,
Cual lírico exvoto colgaré un soneto ....
Me abismé en tu obra y vÍ un esqueleto
que durante el viaje será en mi retina!
A esgrimir guadaña tu ideal atina;
y estoico á la Parca lanzando su reto,
en un esqueleto vive aquel secreto
de la Misa Negra de tu alma divina.
Visita tu selva con tenaz empeño
San Sátiro, y cruza la risa sonora
de una ninfa virgen la paz de tu sueño ....
¡la lleva en los brazos, desnuda y canora,
Baco los aguarda lascivo y risueño! ....
Soplando kilórgano arriba á la Auroré!!
EMILIO VALEN ZUELA.
57
58 IU~VIS'L'A MODI<JRN A DE MÉXICO.
Discurso del Lic. Jesús Urueta,
pronunciado la noche del 19, en el Teatro Arbeu, en la velada patriótica organizada por
los estudiantes de la Capital.
El ilustre Thucydides grabó en el bronce de su historia, con palabras austeras y vigorosas, este pensamiento profético
de la arenga de Pericles por los muertos en la guerra: «La tumba de los grandes hombres es el universo entero; no se hace notar por algunas inscripciones escritas sobre columnas como en las sepulturas privadas, sino que, hasta en las comarcas extranjeras, y sin necesidad de renglones conmemorativos, el recuerdo y el culto de
los hombres magnánimos que murieron por la patria se conserva mejor en el espíritu inmortal y sereno que en monumentos orgullosos y perecederos.»
SEÑ O R AS y SE:\'ORES :
En estos días que el amor uel pueblo consagra al recuerdo de nuestros antepasados, de los hombres magnánimos que murieron por el país , que le inyectaron la sa,.ia de su sangre para que eternamente circulara en nuestra historia, haciel.1do fructificar la labor afanosa de los tiempos con el anhelo y la devoción de la libertad, nos juntamos en la más honda y la más alta de las fraternidades, el amor á la patria, que es el comienzo y debe ser la base del amor á la humanidad: y, animados de un profundo respeto al pasado trágico y
glorioso, ya. que hemos tenido la fortuna ó la desgracia, de 110 haber sido llamados á contemplar en la vida, sino tan sólo en la historia, las grandes revol uciones, los choques de los imperios, los funerales y los nacimientos de los pueblos, hemos de conformarnos con evocar á los héroes de nuestra Independencia, que permanecieron firmes hasta el fin en sus convicciones yen sus ideales, y que la muerte encontró inníutables; porque el rayo, podemos decirlo sin metáfora, los había herido; un golpe fatal los había inmovilizado en la
REVISTA MODERNA DE MÉXICO. 59
actitud heroica que sus " almas adquir"ieron
en la crisis ~uprema, actitud fascinante que no hubieran podido abandonar sin que su ' carácter moral cayera en pedazos , en deshonor, en polvo, pues no tenían otro punto de apoyo que la formidable roca de su Cáucaso, sacudida por la tormenta y coronada, como en la tragedia de Esquilo; por una diadema de relámpagos!
Contemplándolos en su grandeza, envidiamos su suerte; sentimos agitarse nuestras energías; comprendemos el infi
nito placer que debieron experimentar sufriendo y mmiendo por el grande ideal;
y, purificados un instante por el divino entusiasmo, anhelamos sufrir como ellos y como ellos morir, dándole nuestra vida á la patria para que la patria la recoja en su inmortalidad y en su gloria! Cuando
los sacrificios que es preciso hacer por la verdad , por la libertad, por el bi en, so n peligrosos y difíciles, deben estar acompañados de inapreciables delicias. En medio de las delaciones y de los ultrajes, en los calabozos y en los cadalsos, es donde la
probidad , la energía, el valor, gozan c!e esta forma heroica del placer, suprema voluptuosidad de las conciencias altivas
y puras que ponía el éxtasis de los cielos en los ojos de Giordano Bruno cuando las llamas del infierno le quemaban los pies y hacía cantar un verso de amor en los labios áticos de André Chénier, cuando este joven dios de la libertad y de la gracia, era arrastrado ála muerte en la carreta de infamia del Terror! El suplicio es
el triunfo: además de que la muerte libra á los buenos del tormento de ver prosperar á los malvados, el que muere atacando á la tiranía, aunque no logre derrumbarla, la obliga á multiplicar sus actos de furor y de venganza, sus ' ostentaciones insolentes y sus carnavales sangrientos; y brutal, rabiosa, enloquecida, exhibiendo sus pompas bárbaras, prodigando sus insultos á la
desgracia, su desprecio á las ruin <l.s venerables , sus ca lumnias á las tumbas gloriosas, sus lauros efímeros al crimen y sus limosnas á la adulación, no tarda en perderse , en cavar su propia tumba , su triste tumba sin recuerdos y sin flores, pues hasta los más ciegos abren los ojos, hasta los más indiferentes se sacuden , hasta los más
viles se avergüenzan de mirar todo lo que ella quiere, todo lo que ella puede, todo lo que ella se atreve á hacer para conservar su infame poderío; y entonces, siempre, fatalmente, se realiza el~ la historia la célebre profecía de Karl Marx: «cuando el manto imperial caiga sobre los hombros de Luis Bonaparte, la estatua de bronce de Napoleón será precipitada por el pueblú ele lo alto de la columna Vendome!»
Pero estas evocaciones, señores, breves por intensas, no sólo al umbran las gran· diosidades épicas del pasado, sino que proyectan su luz sobre el porvenir; son la columna de fuego que rasga la sombra del sendero de nuestros destinos; y la imagen de la patria ; ensangrentada y vengadora en su fondo de gloria , nos aparece limpia y serena en los mirajes misteriosos y milagrosos del "!deal .. . . Si la amamos por lo que combatió y sufrió, más amor, si cabe, debemos tenerle por todo lo que de eHa sea obra nuestra en la paz elel trabajo, por lo que podamos fortalecerla y embellecerla, por la riqueza, por la ciencia, por el arte, por la justicia y por la humanidad que podamos legarle con la constancia y coI1 la energía de una vida larga en obras y copiosa en frutos, y que también tiene su belleza y que tarl1bién puede tener sus heroicidades en las épocas de escepticismos profundos y de corruptora vanidad. No interrumpir jamás el progreso con la
. fatiga del brazo y la molicie del espíritu, aunque sepamos incierto el triunfo, aunque lo sepamos imposible: que siempre es fecunda y gloriosa la lucha contra las in-
60 HI~ViSTA ~IODl~H,NA DE MÉXiCO
moraligades y los crímenes que ha trans
mitido al mundo la fatalidad histórica; y
la misión del hombre, del joven, sobre to_
do, no es encontrar la verdad, sino bus_
carla; no es vencer, sino combatir, á pesar
de todos los desengaños y de todas las
burlas de la frivolidad; y la mejor manera
de honrar de veras, de corazón, con actos de fe, la memoria de nuestros·· padres, es
desafiar el porvenir con alegría -y :con con
fianza, cumpliendo diariamente el deber
-que es para la nación lo que es el amor
para la familia, la fe para la iglesia, la b€
lIeza para el arte, la ley de gravitación
para el mundo físico;- porque los héroes
de nuestra historia valdrán más cuando
valgamos nosotros más y crecerán en glo
ria á medida que la patria crezca en pros
peridad! Son preferibles los excesos del
alma juvenil al tedio y la apatía; demos
trad siempre, como ahora, que tenéis gran
des energías morales que gastar en la lu
cha perseverante contra lo desconocido,
contra los enigmas del universo, más nu
merosos , ay! de lo que Haeckel ha creído ,
y que son los enemigos verdaderos de es
ta hUI~lanidad que trabaja , que piensa y .
que sufre; demostrar siempre, como aho
ra, que tenéis ideales que os exaltan por
toda causa leg-ítima, por toda obra-buena,
por toda apariencia bella, y que sois ju
ventud rumorosa que se agita y que se
mueve, porque vive , y no solamente una vaga multitlld qlle vegeta, decrépita antes
de ser vieja!
Debemos pensar que nuestro destino como mexicanos está íntimalllente ligado
á nuestro destino como hombres, que ya no es posible aislar del universal desen
volvimiento de la historia~ las acciones que por el progreso y la libertad cumple un
pueblo, encerrándolas e n orgullosos y' egoístas fastos, sino que, por el contrario,
el mérito de los hechos debe medirse por
la sugestión que ejerzan y por la simpatía
que inspiren á todos los hijos de la tierra,
que, nacidos del mismo dolor, aun cuando en el trágico curso de los tiempos se ha
yan combatido como enemigos, se juntan como hermanos en una misma esperanza,
Ahora que la democracia socialista hace caer las viejas barrerns de castas y de cla
ses, y dice á los hombres antes encadena
dos por el arbitrio del tirano é inmoviliza
dos pór la compresión del feudalismo: id!
osad! ensayad vuestras energías en el uni
verso ilimitado!; ahora que la ciencia desci
fra los orígenes del planeta, y ofrece á
nuestra curiosidad anhelante toda la dura
ción del tiempo y toda la extensión del es
pacio; ahora que nuestra filiación es expli
cada por la arqueología -nombre que
apareció algunos años antes de la Revolución francesa , - como si el gran drama de
los tiempos nuevos hubiera sido precedido
por la palabra que significa la ciencia de
los tiempos antiguos , y se hubiesen abierto á la vez á nuestro pensamiento y á
nuestro sueño las profundidades de la his
toria y el porvenir social ilimitado; ahora que el arte tiene , desde hace siglo y me
dio, el genio y el dominio del mundo en- .
tero y que va á todas partes, á todos los
pueblos, á todas las civifizaciones, buscando y difundiendo músicas, colores y sím
belos, y gritándonos á todos con el conta
gioso grito de los entusiasmos: amad la vida! tened la curiosidad de todas las formas de la vida! la humanidad comienza á
levantarse por encima de los siglos som
bríos y crueles, comienza á librarse de su servidumbre de odio y de ferocidad, co
mienza á ser fraternal y dulce; comprende
mos y sentimos que de ella á la naturaleza se establecen víllculos nuevos, que las
ternuras ocultas y los misterios de amor
que duermen en el seno de las cosas, sur
gen luminosos y castos; sabemos que el mundo siempre responderá á la discordia del hombre con el silencio agónico de los
WWlSTA MODERNA DE MÉXICO. 61
campos desolados ó con la infernal crepi
tación de los incendios, y á su fraternidad con una copiosa bendición de frutos y de
flores! Vosotros, vosotros todos, cuya alma sa
be sentir lo que es honrado y bueno; que tenéis una patria y que sabéis lo que es una patria; que recibís ell vuestras frentes
una ráfaga de ese benéfico espiritu de N u
ma de que habla Plutarco, que iba insinuándose como un suave viento á través
de la Italia, abriendo los corazones á las
dulzuras del bien y de la paz , después de
los días salvajes de Rómulo; vosotros que sentis entusiasmados en vuestras venas las pulsaciones de la sangre con la esperanza
febril y el ansia invocadora de días siempre mejores para la patria y para la huma
nidad, debéis hacer una conspiración, una
conspiración patriótica, formar un virtuo
so complot en contra de todos los enemigos de la paz, del orden, de la felicidad
pública, pues nada hay más humano, más indulgente, más dulce que la severa inflexi
bilidad de las leyes justas; nada hay más
cruel que la clemencia para los crímenes contra la humanidad; nada hay más noble,
porque nos eleva á la verdadera libertad,
que la sumisión voluntaria á las leyes; y nada hay tan despótico y tall sanguinario como la anarquía_ Y aunque no tenéis to
davía una larga experiellcia de la libertad, haced que hal)le por vuestra boca la intré
pida verdad, sin más límites que la honradez en lo!" . principios y la cultura en la expresión (que el pensamiento, como dijo
un político español, no delinque); así acostumbraréis al pueblo, con vuestro ejemplo, no á aprobar siempre las leye;¡ que debe obedecer, sino á obedecerlas siempre,
aunque las desapruebe: así obligaréis á los imbéciles que quieran comprometer la vi
da nacional á volver á su nulidad , y á los
malvados que pretendan ultrajar la Repú
blica á volver á su fango, pues vuestros
padres no conquistaron la libertad para
que vosotros olvidéis la ci vilización y el
honor! Puesto que ahora todas las fuerzas vi
vas de la 'üación se orientan hacia los pro
gresos industriales y sociales, hacia el arte de conservar y aumentar lo que alimenta la vida y lo que la ennoblece y la em
bellece, anhelemos que la paz no sea sola
mente al reposo ó la indiferencia, peores que la muerte , 6 el equilibrio inestable de
la ambición y del miedo, que, por un momento nada más , suelta la rienda á todos
los ai)etitos y á todas las fantasías del Yo
brutal y descarado, del Egoísmo curioso de emociones fIcticias á falta de emociones
fuertes y libre del único correctivo que se
le conoce: la Ilecesidad de la solidaridad
en un gran peligT~ nacional. La guerra tenía sus grandezas; la paz, para igualar
la , debe tener las suyas. No debe ser sino
otro campo de batalla , con otros enemigos
que combatir: el vicio que endurece el alma más que la lucha; la miseria que mata
el cuerpo mejor que las balas. Ah, señores! sentirse solidarios en el pelig ro , en el
peligro que pone á desnudo en todos el
instinto de conserva.::ión y que iguala las vanidades de los grandes con los .mfrimientos de los desheredados , mostrándoles
el mismo abismo y la misma tu 111 ba , es fá
cil; pero qué difícil es sentirse hermanos
en la cooperación de la paz, de la paz que descubre, en los privilegiados de la fortu
na , los instintos egoístas, más ávidos cuanto más satisfechos, de los mercaderes de
cochinos de Chicago, y hace brillar las
maravillas de su industria y de su lujo sobre la clase ubrera, médula de la nación , miserable, heroica y divina , que sostiene
en sus espaldas el orden social, porque es
fuerza y trabajo , y que si se detuviera un. instante paralizaría la vida en ulla angustia infinita .... , Por eso Mirabeau, el primer anunciador de la huelga general, gTi-
fi2 H.1~VISTA 1I10DElmA DE l\lÉXICO.
taba á los nobles: «Cuidado! no irritéis á
ese pueblo que 10 produce todo, y que para ser formidable le bastaría inmovilizarse!»
Ah, señores! es preciso no s610 amar á la patria, sino que la patria también nos ame. Desde que un grupo popular adquiere cierto grado de conciencia, exige que su patriotismo tenga una compensación: el mejoramiento de las condiciones materiales y morales del mayor número,
es el medio más seguro de fortificar en el pueblo el sentimiento patriótico. He ahí un gran problema, un noble trabajo, un bello ideal para ejercitar vuestras. activi
dades en la paz, porque así iréis á la verdadera libertad , al verdadero progreso, acercando, fusionando, hermanando en la ~ida altísima del espíritu y bajo la magnificen
cia de la justicia, á tO?OS los que la ley de fierro de la hístoria ha tenido separados; y s610 así no echaremos de menos lo que en medio de. la guerra se veía algunas veces aparecer, á pesar de todas sus
crueldades y de todas sus tristezas: el grande y unánime estremecimiento de entusiasmo que daba precio á la vida y coronas á la muerte!
Cuando se atreviesan los patios del Binnenhof en la Haya, y que, á cada paso, se levantan delante de nosotros los trágicos fantasmas eje la Historia -cadalsos ,
linchamientos, asesinatos ,- nos parece
que el pasado de ese país s610 está forma
do de sombras,. de borrones, d~ negruras en donde se sumergen los monumentos
de victoria, como los reflejos del estanque en donde ti~mblan los viejos muros del palacio. Pero lUJOS pasos l11ás nos hacen subir la escalera que conduce al Museo: todos los fantasmas se disi¡'<Ill, estamos
en la mansión del arte. En el fondo de los marcos de oro vemos gentes que aran la tierra. que construyen navíos , que pescan salmón, que apacientan sus ganados, que navegan por el .:anal .... . y una apa-
rici61l surge delante de nosotros, la aparición apacible y grandiosa de la vida universal , del pueblo que ni un solo instante
se cansa ni en el trabajo, ni en la vigilancia , ni en la disciplina, ni en el amor, y que sano, enérgico, perseverante, no ha
cesado de producir el pan que comemos, pasando la vida sin ruido, como las aguas que fertilizan , y sin brillo, como las plantas que curan, y que, aunque no lo men
cione ningún Libro de Gro y ningún Ar
co de Triunfo, sabe llegar, en los días de las grandes batallas sociales, á salvarlo todo cuando lo creemos todo perdido! ¡Qué lejos estamos del sueño que tortura
ba el cerebro humeante y desequilibrado de Nietzsche, que veía dominada con toda la fuerza de las leyes de la naturaleza á la
multitud inmensa é inerme IJor una aristocracia imperiosa, asamblea de dioses ó banda de tigres!
Antes la tierra sombría no tenía sino
una ventana abierta á la luz del cielo, la muerte; ahora que los dogmas _caen en polvo, procuramos atar de nuevo los hilos rotos que había tejido antes con tanta sagacidad el genio de Epicuro, y como él, buscamos nuestro destino en la tierra, para hacer de ella un paraíso. ¡Oh! un paraíso al que siempre faltará algo., no mataremos jamás el dolor y el mal; el hombre nunca será Dios. Razóu de más para trabajar con un ardor incansable en disminuir la suma de las mtserias. Toda conquista sobre el mal es un aumento, presente ó futuro, de la felicidad humana. Sobre la débil corteza de este planeta exig-uo , la hormig-uera humana continuará la obra de
las gt;neraciones extinguidas, pero cada vez con una conciencia más clara de su
objeto: ¿hacer habitable y hasta confortable nuestro domi cilio de un día, arrilncar las espinas que hacen silngrar nuestros pies, domesticar á la fiera humana ó limarle las garras, dilr á la ciencia el timón,
I-WVlS'l'A MODr~R.NA DE l\IIEXICO. 63
á la justicia la autoridad, form¡¡,r en torno de la humai1idad de mañana una atmósfe
ra de amor, quién puede pretender que
no' sea ésta Ulla obra soberbia, digna de verdaderos hombres? ¿Y quién ' no siente qué alegría tan intensa ' debe experimen
tar desde hoy el obrero de tan noble ideal? N o trabajamos para nosotros, es cierto:
pero acaso es poco honor y pequeña gloria, que con los ojos fijos en tan alta em
presa, podamos contemplar á lo lejos, en
la prolongación de la línea que nos trazamos, el surco luminoso de la vida acre
centada y de la felicidad triunfante? Esto no debe llenarnos de satisfacción, á nos
otros que tenemos sobre nuestros antepasados el privilegio de saber lo que quere
mos y lo que hacemos, á noso tros que tetemos la conciencia de ser los creadores
voluntarios de un porvenir grandioso, y
como lo decía Renán, con una palabra mara villosa, el enaje namiento de saber
que «fabricamos á Dios?»
Esta alta conciencia de la humanidad ,
formada de las ideas y las tendencias más generales, pr.,d uctoinest i mablemen te pre
cioso de los siglos pasados, se encuentra en cada uno de los grupos nacionales que
han llegado á la perfección de la t:ultura actual, pero con algo característico, con
ideas y tendencias secundarias ó suplementarias, debidas á la herencia étnica y
. al medio, y que en unos , se han fortifica
do y desarrollado como en terreno propi
cio, mientras que, en otros, abortaban y
dejaban el campo á ideas y cualidades distintas; por lo cual cada grupo nacional, diferenciándose de los demás, se presenta
en la historia con un carácter propio, con una figura definida. Estos elementos se
cundarios y particulares son una fuerza y una riqueza que no debe debilitarse ni per
derse, porque son los complementos y los
apoyos indispensables de la conciencia uni versal. Ejercen su influencia de un
grupo á otro; tienen , en nuestra época de difusión y de penetración , ecos infinitos ,
y en este vaivén incesante se llenan las de
ficencias y se suscitan energías nuevas; y
así, á fuerza de acciones · y de reacciones recípocras, se disuelven poco á poco opo
siciones que parecían irreductibles, y sin que se borren los caracteres fu ndal)lenta
les, cuya destrucción no permiten ni el medio ni la raza, se forman entre las ideas
y los sentimientos de los diferentes pue
blos las adaptaciones, que son el preludio de la concordia futura y de la paz del mun
do. Por esto, querer destruir las conciencias nacionales , no sería solamente un cri
mencontra la patria, sería un crimen con
tra la humanidad. La razón se encuentra,
púes, de acuerdo con el :>entimiento para continuar consagrandO' á la patria un
culto filial, para conservarle su vitalidad
y sus energías; porque si la idea de ).Iatria comprende los recuerdos emocionantes de
un largo pasado y las alegrías mezcladas á las tristezas del pres,:nte, implica también
todas las esperanzas del porvenir. Todo
lo que es la patria debe entrar, como un
dón magnífico y sagrado, en el tesoro de la humanidad. Lo que quitamos á una se ,lo robamos á la otra.
Pero para que este supremo equilibrio
y esta perfecta armonía no se rompa n, es preciso que lGls aspiraciones ' particulares
de la conciencia de cada nación no se opongan á las aspi rac iones generales de la conciencia de la humanidad. Desgra
ciadamente, la vanidad, que haceridículos á los individuos, hace peligrosos á los pue
blos; ella les inspira la idea de ensanchar
se coti la conquista territorial, de donde nace la guerra, co ntraria al ideal humano; ella les inspira el deseo insensato de la he
gemonía, de donde nace también la guerra; ella es la que engendra esas enferme
dades del patriotismo, que muchas gentes de buena fe y de buena voluntad co nfun-
64 Rl';VlSTA MODERNA DE l\1ÉXICO.
den con ' él, y que reciben actualmente los
nombres de nacionalismo y de imperialis
mo, impidiéndoles comprender que la pa
tria no es solamente un dominio territorial
y que no pertenece solamente al pasado,
sino que es también un dominio moral que
debemos concebir idealmente prolongado
en el porvenir. Por esto, elevando la con
ciencia nacional, elevamos, engrandece
mos la patria.
Afortunadamente, señores, esta vanidad
del imperialismo, que h" nacido en Ingla
terra y que o'rgullosamente pasean ahora por los mares los acorazados american,os,
no ha llegado á manchar la joven patria de Hidalgo. No hemos prestado todavía
nuestro pabellón á los mercaderes y á los
agiotistas. A todas las glorias s:wgrientas
del imperialismo, México, apenas despren
dido del limo de la historia, puede oponer
con orgullo la gloria más alta y en vidia
ble de no haber ofendido á nadie, de no
haber hecho derramar lágrimas, de no ha
ber provocado oelios. Todas lluestras gue
rras han sido ele defensa, ninguna de agre
sión. Nos hemos defendido, dt>jando algu
na vez pedazos de terreno, pero jamá,¡; de
honra, y hemos cultivado el arte de matar,
porque éste constituye, desgraciadamente;
una parte esencial del arte ' de no dejarse
matar, y porque no es hacer obra de
muerte, sino de vida, defender contra' la,
barbarie, veng'a de donde venga, la civili
zación y la dignidad adquiridas con tanto
esfuerzo! ¡He aquí los frutos benéficos de
nuestra pobreza! Si ella nos ha impedido representar un papel eminente en la civili
zación contemporánea: nos ha preservado;
á lo menos , del delirio de ' la conquista,
permitiéndonos conservar, en medio de la
disolución universal, esta atmósfera de pu-
reza moral que respiramos felices y respe
tados. Tal vez la naturaleza, cuyos ciegos
c¡¡prichos son con frecuencia más sabios
que nuestras resoluciones más meditadas, ha querido que al lado de pueblos satura
dos de capitales, existan pueblos más po
bres,á fin de limitar el territorio en que el
imperialismo pueda desplegar su acción. La misión de los primeros es llevar con el
fierro y la sangre las invenciones de la téc
nica y las maravi\1as de la industria á los
puntos extremos del globo; los seg'lIndos
tienen un destino más modesto, más silen
cioso, pero más benéfico: proteger los te
soros de la civilización que nuestros pa
dres nos han legado. Este es el premio
que ha ganado México en la lotería de la
historia. En lugar del imperialismo políti
co, que anexa nuevos territorios á costa
de la sangre y de la muerte de poblacio
nes enteras, el destino reserva á México,
en un próximo porvellir, un imperialismo
intelectual que le permitirá figurar en el mundo por los triúnfm, de su pellsamien
to; y si hay quienes encuentren -este papel
muy humilde; si hay quiene;; prefieren las
rata\1as y las expansiones violentas que
h<}n -hecho conquistar tantos lauros á los
pueblo~ más poderosos, yo, señores -y
vo::;otros conmigo, oh jóvenes estudiantes
quevivis la alta vida del ideal,-- debemos
bendecir la suerte reservada á nuestro paí::;, que, de3viándolo de las conquistas
bárbaras, le abre el camino regio de los
nuevos Emperadores del mundo, el cami
no de las conquistas serenas y perdurables
en los campos luminosos de la justicia y
de la piedad humana!
México, Septiembre 19 de 1908.
JES ÚS UR UETA.
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