Upload
omar-ayora
View
243
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
1/154
Las cosas
Una historia
de los aos sesenta
Georges Perec
Traducido por Jess Lpez Pacheco
Editorial Seix Barral, Barcelona, 1967
Ttulo original:Les choses
Ren Julliard, Pars, 1965
La paginacin se corresponde
con la edicin impresa. Se han
eliminado las pginas en blanco
A Denis Buffard
Incalculable are the benefits civilization
has brought us, incommensurable the productive
power of all classes of riches originated
by the inventions and discoveries
of science. Inconceivable the marvellous
creations of the human sex in order to
make men more happy, more free, and
more perfect. Without parallel the crystalline
and fecund fountains of the new
life which still remains closed to the
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
2/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
3/154
Sobre el divn, un portulano antiguo ocupara
toda la extensin del panel. Ms all de una mesita
baja, al pie de una alfombra de oracin de
seda, sujeta a la pared por tres clavos de cobre
rrones que imitara los estampados de Jouy, se
veran unos rboles, un parque minsculo, un trozo
de calle. Un escritorio de persiana, abarrotado
de papeles, de plumas, tendra ante l un silloncito
de rejilla. Una ateniense sostendra un telfono,
una agenda de piel y un bloc de notas.
Luego, pasada otra puerta, tras una librera
giratoria, baja y cuadrada, coronada por un gran
jarrn cilndrico decorado en azul, lleno de rosas
amarillas, y por un espejo oblongo engarzado en
de gruesa cabeza, y que formara conjunto con la
cortina de piel, se encontrara otro divn, perpendicular
al primero, tapizado de terciopelo marrn
claro, y, despus del divn, un pequeo mueblecon patas, lacado en rojo oscuro, con tres anaqueles
sobre los que habra pequeos objetos de
adorno: gatas y huevos de piedra, cajitas de rap,
bomboneras, ceniceros de jade, una concha de
ncar, un reloj de bolsillo, un jarrn de cristal
tallado, una pirmide de cristal, una miniatura
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
4/154
con marco ovalado. Ms all an, despus de una
puerta acolchada, unos estantes superpuestos, formando
el rincn, contendran estuches y discos,
junto a un tocadiscos cerrado, del que slo se
veran los cuatro mandos de acero damasquinado,
y sobre el cual habra un grabado que representara
el Grand Dfil de la fte du Corrousel. Por
la ventana, adornada con cortinas blancas y maun
marco de caoba, una mesa estrecha, con dos
banquetas tapizadas con tejido escocs, dara paso
de nuevo a la cortina de piel.
Todo sera marrn, ocre, leonado, amarillo:
un universo de colores un poco pasados, con
tonos cuidadosamente, casi minuciosamente dosificados,
entre los cuales sorprenderan algunas
manchas ms claras, el naranja casi chilln de un
cojn, algunos volmenes de colores variados perdidos
entre las ricas encuadernaciones. En plenoda, la luz, entrando a raudales, hara esta pieza
un poco triste, a pesar de las rosas. Porque sera
una pieza para la noche. Entonces, en pleno invierno,
con las cortinas echadas, con algunos
puntos de luz -el rincn de las libreras, la
discoteca, el escritorio, la mesa baja entre los
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
5/154
dos canaps, los vagos reflejos en el espejo- y
las grandes zonas de sombra donde brillaran
todas las cosas, la madera pulida, la seda pesada
y rica, el cristal tallado, el blando cuero, sera
un puerto de paz, tierra de promisin.
La primera puerta dara a una alcoba, con el
piso cubierto de una moqueta clara. Una gran
cama inglesa ocupara todo el fondo. A la derecha,
y a cada lado de la ventana, dos estanteras
estrechas y altas contendran algunos libros de
uso habitual, lbums, barajas, tarros, collares,
baratijas. A la izquierda, un viejo armario de
encina y dos descalzadoras de madera y cobre
estaran frente a un silloncito bajo tapizado en
seda gris a rayas finas y a un tocador. Una puer
ta entreabierta, la del cuarto de bao, descubrira
gruesos albornoces, grifos de cobre en forma decuellos de cisne, un gran espejo orientable, un par
de navajas de afeitar inglesas con sus estuches de
cuero verde, frascos, brochas de mango de asta,
esponjas. Las paredes de la alcoba estaran tapizadas
de indiana; la cama estara cubierta por
una manta escocesa. Sobre una mesilla, rodeada
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
6/154
en tres de sus lados por un borde de cobre calado,
habra un candelabro de plata con pantalla de
seda gris muy claro, un reloj pequeo cuadrado,
una rosa en una copa alta, y, en su tablero inferior,
peridicos doblados, algunas revistas. Ms
all, a los pies de la cama, un gran pouf de cuero
natural. En las ventanas, los visillos de gasa correran
sobre varillas de cobre; las cortinas, grises,
de lana gruesa, estaran medio echadas. En la
penumbra, la estancia resultara clara todava. En
la pared, sobre la cama ya abierta, entre dos
pequeas lmparas alsacianas, la sorprendente
fotografa, en negro y blanco, estrecha y larga,
de un pjaro en pleno vuelo, llamara la atencin
por su perfeccin un poco formal.
La segunda puerta dara a un despacho. Las
paredes, de arriba a abajo, estaran cubiertas de
libros y de revistas, y, para romper la monotona
de los lomos en rstica o en piel, algunos grabados,dibujos, fotografas -el San Jernimo
de Antonello de Messina, un detalle del Triunfo de
San Jorge, una crcel de Piranesi, un retrato
de Ingres, un pequeo paisaje a pluma de Klee,
una fotografa amarillenta de Renan en su gabinete
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
7/154
de trabajo en el Colegio de Francia, un
gran almacn de Steinberg, el Melanchthon de
Cranach- fijados a los paneles de madera ajustados
entre los estantes. Un poco a la izquierda
de la ventana y ligeramente oblicua, habra una
larga mesa lorenesa con una gran carpeta roja.
Escudillas de madera, largos plumieres, tarros de
todas clases, contendran lpices, clips, grapas,
pinzas. Una losa de vidrio servira de cenicero.
Una caja redonda, de cuero negro, decorada con
arabescos de oro, estara llena de cigarrillos. La
luz vendra de una lmpara antigua de despacho,
difcilmente orientable, con pantalla de opalina
verde en forma de visera. A cada lado de la mesa,
casi enfrente uno de otro, habra dos sillones de
madera y cuero, con altos respaldos. Ms a la
izquierda todava, a lo largo de la pared, una
mesa estrecha aparecera abarrotada de libros.
Un silln-club de cuero verde botella estara cercade los clasificadores metlicos grises, de los
ficheros de madera clara. Una tercera mesa, ms
pequea an, sostendra una lmpara sueca y una
mquina de escribir cubierta por una funda de
hule. Al fondo habra una cama estrecha, cubierta
de terciopelo ultramar y adornada con cojines de
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
8/154
todos los colores. Un trpode de madera pintada,
casi en el centro de la habitacin, sostendra un
mapamundi de alpaca y de cartn piedra, ingenuamente
ilustrado, falsamente antiguo. Detrs
del escritorio, medio oculto por la cortina roja
de la ventana, un escabel de madera encerada
podra deslizarse a lo largo de un pasamanos de
cobre que dara la vuelta a la habitacin.
La vida, all, sera fcil, muy fcil. Todas las
obligaciones, todos los problemas que implica la
vida material encontraran una solucin natural.
Una asistenta llegara todas las maanas. Cada
quince das, vendran a traer el vino, el aceite, el
azcar. Habra una cocina amplia y clara, con
baldosas azules decoradas con escudos, tres platos
de porcelana decorados con arabescos amarillos,
de reflejos metlicos, alacenas por todas
partes, una bella mesa de madera blanca colocadaen el centro, taburetes, bancos. Sera agradable
llegar y sentarse all, cada maana, despus de
una ducha, a medio vestir todava. Sobre la mesa
habra una gran mantequillera de gres, tarros de
mermelada, miel, tostadas, pomelos partidos por
la mitad. Sera temprano: el comienzo de una
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
9/154
larga jornada de mayo.
Abriran su correspondencia, hojearan los peridicos.
Encenderan un primer cigarrillo. Saldran.
Su trabajo no les retendra sino unas horas
por la maana. Volveran a encontrarse para comer:
un sandwich o carne a la parrilla, segn
les apeteciera; se tomaran un caf en una terraza,
y luego regresaran a su casa a pie, lentamente.
Su apartamento raramente estara ordenado,
pero su desorden mismo sera su mayor atractivo.
Apenas se ocuparan de l: viviran en l. El
cmodo ambiente les parecera algo habitual, un
dato inicial, un estado natural. Pondran su inters
en otras cosas: en el libro que abriran, en el
texto que escribiran, en el disco que escucharan,
en su dilogo, renovado da a da. Trabajaran
durante mucho tiempo, sin fiebre y sin prisa, sin
amargura. Luego cenaran o saldran a cenar, seencontraran con sus amigos, pasearan juntos.
A veces les parecera que podra transcurrir
armoniosamente una vida entera entre aquellos
muros cubiertos de libros, entre aquellos objetos
tan perfectamente domesticados que habran acabado
por creerlos hechos desde siempre para que
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
10/154
los usaran ellos nicamente, entre aquellas cosas
bellas y sencillas, suaves, luminosas. Pero no se
sentiran encadenados a ellas: ciertos das saldran
en busca de la aventura. Ningn plan sera
imposible para ellos. No conoceran el rencor, ni
la amargura, ni la envidia. Pues sus medios y sus
deseos estaran acordes en todos los puntos, siempre.
Llamaran a este equilibrio felicidad, y, gracias
a su libertad, a su prudencia, a su cultura,
sabran conservarla, descubrirla en cada instante
de su vida comn.
Les habra gustado ser ricos. Crean que habran
sabido serlo. Habran sabido vestirse, mirar,
sonrer como la gente rica. Habran tenido el tacto
y la discrecin necesarios. Habran olvidado su
riqueza, habran sabido no ostentarla. No se habran
vanagloriado de ella. La habran respirado.
Sus placeres habran sido intensos. Les habragustado caminar, corretear, elegir, apreciar. Les
habra gustado vivir. Su vida habra sido un arte
de vivir.
Todo esto no es fcil: al contrario. Para esta
joven pareja, que no era rica, pero que deseaba
serlo, simplemente porque no era pobre, no exista
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
11/154
situacin ms incmoda. No tenan ms que lo
que merecan tener. Mientras soaban con espacio,
con luz, con silencio, eran devueltos a la
realidad, no sombra, pero s mezquina simplemente
-lo que quiz era peor-, de su vivienda
exigua, de sus comidas corrientes, de sus vacaciones
escasas. Era lo que corresponda a su situacin
econmica, a su posicin social. Era su realidad,
y no tenan otra. Pero existan, a su lado, en
torno a ellos, a lo largo de las calles por las que
no tenan ms remedio que pasar, los ofrecimientos
engaosos, aunque tan clidos, de los anticuarios,
de las tiendas de ultramarinos, de las
papeleras. Desde Palais-Royal hasta Saint-Germain,
desde el Champ-de-Mars hasta l'Etoile, desde
el Luxembourg hasta Montparnasse, desde l'Ile
Saint Louis hasta el Marais, desde los Ternes
hasta la Opera, desde la Madeleine hasta el parqueMonceau, Pars entero era una perpetua tentacin.
Ansiaban ceder a ella, con embriaguez, en seguida
y para siempre. Pero el horizonte de sus deseos
se cerraba despiadadamente; sus grandes sueos
imposibles pertenecan a lo utpico.
Vivan en un apartamento minsculo y agradable,
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
12/154
de techo bajo, que daba a un jardn. Y acordndose
de su habitacin alquilada -un corredor
sombro y estrecho, recalentado, impregnado de
olores-, vivieron en l al principio en una especie
de embriaguez, renovada cada maana por
el piar de los pjaros. Abran las ventanas, y,
durante largos minutos, perfectamente felices,
contemplaban su patio. La casa era vieja, todava
no ruinosa, pero vetusta, agrietada. Los pasillos
y las escaleras eran estrechos y sucios, rezumantes
de humedad, impregnados de humos grasientos.
Pero, entre dos grandes rboles y cinco jardinillos
minsculos, de formas irregulares, en su
mayor parte abandonados, pero abundantes de
csped raro, de flores en tiestos, de arbustos,
de estatuas quiz ingenuas, cruzaba un paseo de
grandes guijarros irregulares que daba al conjunto
un aire campestre. Era uno de esos raros rinconesde Pars en los que puede ocurrir, ciertos
das de otoo, despus de la lluvia, que ascienda
del suelo un olor, casi intenso, a bosque, a humus,
a hojas podridas.
No olvidaron nunca estos encantos y siguieron
siendo siempre tan espontneamente sensibles a
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
13/154
ellos como en los primeros das, pero, tras unos
meses de una alegra demasiado despreocupada,
se hizo evidente que no seran suficientes para
hacerles olvidar los defectos de su vivienda. Acostumbrados
a vivir en habitaciones insalubres,
donde no hacan ms que dormir, y a pasar el
da entero en cafs, necesitaron mucho tiempo
para darse cuenta de que las funciones ms banales
de la vida de todos los das -dormir, comer,
leer, charlar, lavarse- exigan cada una un espacio
especfico, cuya ausencia notoria comenz
desde entonces a hacerse sentir. Se consolaron
lo mejor que pudieron, felicitndose por la excelencia
del barrio, por la proximidad de la calle
Mouffetard y del Jardin des Plantes, por la calma
de la calle, por la distincin de sus techos bajos
y por el esplendor de los rboles y del patio en
todas las estaciones; pero, en el interior, todo
comenzaba a carseles encima con el amontonamientode los objetos, de los muebles, de los libros,
de los platos, de las carpetas, de las botellas
vacas. Una guerra de desgaste comenzaba, de la
que jams ellos saldran vencedores.
Con una superficie total de treinta y cinco
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
14/154
metros cuadrados, que no se atrevieron nunca a
comprobar, su apartamento se compona de una
entrada minscula, de una cocina exigua, la mitad
de la cual haba sido arreglada para cuarto de
aseo, de una alcoba de dimensiones modestas,
de una habitacin para todo -biblioteca, sala de
estar o de trabajo, cuarto para amigos- y de un
rincn mal definido, entre cuchitril y pasillo, donde
haban logrado colocar una nevera pequea, un
calentador de agua elctrico, un perchero provisional,
una mesa que utilizaban para comer, y
un arca para la ropa sucia que les serva a la
vez de banco.
Ciertos das, la ausencia de espacio les resultaba
tirnica. Se ahogaban. Pero por ms que
hacan retroceder los lmites de sus dos cuartos,
derribaban paredes, se inventaban corredores, armarios
empotrados, arreglos, imaginaban perchas
modelos, se anexionaban en sueos los apartamentosvecinos, siempre acababan por encontrarse en
lo que era su verdad, su nica verdad: treinta y
cinco metros cuadrados.
Desde luego, habran sido posibles arreglos
inteligentes: se poda derribar un tabique liberando
un amplio rincn mal utilizado, un mueble
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
15/154
demasiado grande poda ser reemplazado ventajosamente,
se poda hacer una serie de armarios
empotrados. Sin duda, entonces, por poco que se
pintara, se limpiara y se arreglara con algn
amor, su vivienda habra sido incontestablemente
encantadora, con su ventana de cortinas rojas y
su ventana de cortinas verdes, con su larga mesa
de encina, un poco coja, comprada en el rastro de
Pars, que ocupaba toda la longitud de una pared,
bajo la bella reproduccin de un portulano, y a la
que un pequeo escritorio de persiana Segundo
Imperio, en caoba incrustada con varillas de cobre,
muchas de las cuales faltaban, separaba en
dos planos de trabajo, para Sylvie a la izquierda
y para Jrme a la derecha, marcado cada uno de
ellos por la misma carpeta roja, la misma losa
de vidrio, el mismo tarro con lpices; con su
viejo bocal de cristal engastado de estao quehaba sido transformado en lmpara, con su decalitro
para granos hecho en madera labrada y reforzado
con metal que serva de papelera, con sus
dos sillones desparejados, sus sillas con asiento
de paja, su taburete de vaquero. Y se habra desprendido
del conjunto, limpio y claro, ingenioso,
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
16/154
un calor de amistad, un ambiente simptico de
trabajo, de vida comn.
Pero la sola perspectiva de las obras les asustaba.
Habran tenido que pedir prestado, ahorrar,
hacer gastos. No se resignaban a ello. No era eso
lo que deseaban: no pensaban ms que en trminos
de todo o nada. La librera sera de encina
clara o no la tendran. No la tenan. Los libros
se apilaban en dos estantes de madera sucia y en
dos tablas de los armarios empotrados que jams
deberan haberles sido reservadas. Durante tres
aos, un enchufe estuvo estropeado sin que se
decidieran a llamar a un electricista, a pesar de
que casi todas las paredes estaban cruzadas por
cables con empalmes toscos y prolongaciones desmaadas.
Seis meses tardaron en reemplazar un
cordn de cortina. Y el ms leve abandono en la
conservacin cotidiana se traduca en veinticuatrohoras por un desorden que la bienhechora presencia
de los rboles y de los jardines, tan prximos,
haca ms insoportable todava.
Lo provisional y el statu quo reinaban como
dueos absolutos. Ya no esperaban sino un milagro.
Habran hecho venir a arquitectos, maestros
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
17/154
de obras, albailes, fontaneros, tapiceros, pintores.
Habran partido en un crucero y, a su regreso,
habran encontrado un apartamento transformado,
arreglado, como nuevo, un apartamento
modelo, maravillosamente agrandado, lleno de
detalles proporcionados a su medida, de tabiques
mviles, de puertas correderas, una calefaccin
eficaz y discreta, una instalacin elctrica invisible,
un mobiliario de buena calidad.
Pero entre sus sueos demasiado grandes, a
los que se entregaban con una extraa complacencia,
y la nulidad de sus acciones reales, no surga
en ellos ningn proyecto racional que hubiera
podido conciliar las necesidades objetivas y sus
posibilidades econmicas. La inmensidad de
sus deseos los paralizaba.
Esta carencia de sencillez, de lucidez casi, era
caracterstica. Les faltaba -y esto era, sin duda,lo ms grave- toda facilidad. No facilidad material,
objetiva, sino una cierta desenvoltura, una
cierta tranquilidad. Tenan tendencia a estar excitados,
crispados, vidos, casi celosos. Su amor
al bienestar, su ansia por mejorar, se traduca en
general por un proselitismo estpido: ellos y sus
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
18/154
amigos hablaban largo tiempo sobre la calidad
de una pipa o de una mesa baja, haciendo de
ellas objetos de arte, piezas de museo. Se entusiasmaban
por una maleta, una de esas maletas
minsculas, extraordinariamente aplastadas, de
cuero negro ligeramente granuloso, que se ven
en los escaparates de las tiendas de la Madeleine,
y que parecen concentrar en s todos los placeres
imaginados de los viajes relmpagos a Nueva
York o a Londres. Cruzaban todo Pars para ir
a ver un silln del que les haban dicho que era
perfecto. E incluso, conociendo sus clsicos, vacilaban
a veces en ponerse un vestido nuevo: hasta
tal punto les pareca importante, para la excelencia
de su porte, que hubiera sido puesto antes tres
veces. Pero los gestos, un tanto sacralizados, que
hacan al estusiasmarse ante el escaparate de un
sastre, de una modista o de una zapatera, no lograban,
las ms de las veces, sino hacerlos un pocoridculos.
Quiz estaban demasiado marcados por su pasado
(y no slo ellos, por otra parte, sino tambin
sus amigos, sus compaeros, la gente de su edad,
el ambiente en que se movan). Quiz, para empezar,
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
19/154
eran demasiado voraces: queran ir demasiado
de prisa. Habra hecho falta que el mundo
y las cosas de todas las pocas les pertenecieran, y
habran multiplicado los signos de su posesin.
Pero estaban condenados a la conquista: podan
ir siendo cada vez ms ricos, pero no podan
hacer que lo hubieran sido siempre. Les habra
gustado vivir con comodidad, rodeados de belleza.
Pero exclamaban, admiraban, y sta era la
prueba ms clara de que no vivan as. Les faltaba
la tradicin -en el sentido ms despreciable del
trmino, acaso-, y la evidencia, el verdadero
gozo, implcito e inmanente, ese gozo que va acompaado
de una felicidad del cuerpo, mientras que
el suyo era un placer cerebral. Con demasiada
frecuencia, de lo que ellos llamaban lujo, no les
gustaba sino el dinero que haba detrs. Sucumban
a los signos de la riqueza; amaban la riqueza
antes que la vida.Sus primeras salidas fuera del mundo estudiantil,
sus primeras incursiones por ese universo
de los almacenes de lujo que no iban a tardar en
convertirse en su Tierra Prometida, fueron, desde
este punto de vista, particularmente reveladoras.
Su gusto todava ambiguo, sus escrpulos demasiado
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
20/154
nimios, su falta de experiencia, su respeto
un poco limitado por lo que ellos crean que eran
las normas del verdadero buen gusto, les valieron
algunos pasos en falso, varias humillaciones. Pudo
parecer por un momento que el modelo en cuanto
a forma de vestir que seguan Jrme y sus amigos
era, no el gentleman ingls, sino la ms continental
caricatura que de l ofrece un emigrado
reciente de recursos modestos. Y el da en que
Jrme se compr sus primeros zapatos britnicos,
tuvo buen cuidado, tras haberlos frotado largamente
con pequeas aplicaciones concntricas
y presiones suaves, con un trapo de lana ligeramente
untado de una crema de calidad superior,
de exponerlos al sol, porque pensaba que as
adquiriran antes una ptina excepcional. Desgraciadamente,
stos y un par de mocasines de fuerte
caa y con suela de crep, que se resista obstinadamentea llevar, eran sus nicos zapatos: abus
de ellos, los utiliz para caminos malos, y los
destroz en poco menos de siete meses.
Luego, con la ayuda de la edad, gracias a las
experiencias acumuladas, pareci que se calmaban
un poco respecto a sus fervores ms exacerbados.
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
21/154
Supieron esperar y habituarse. Su gusto
se form lentamente, se hizo ms ponderado. Sus
deseos tuvieron tiempo de madurar; su ansia
se hizo menos impaciente. Cuando, pasendose
por los alrededores de Pars, se paraban en las
tiendas de los anticuarios de pueblo, no se preci
tener de agresivo, de oropel, de pueril, a veces.
Haban quemado lo que adoraban: los espejos
de hechicera, los troncos, los estpidos mviles
pequeos, los radimetros, los guijarros multicolores,
los paneles de yute adornados con rbricas
estilo Mathieu. Les pareca que dominaban cada
vez ms sus deseos: saban lo que queran, tenan
ideas claras. Saban lo que constituira su felicidad,
su libertad.
pitaban ya hacia los platos de porcelana, hacia
las sillas de iglesia, hacia las bombonas de vidrio
inflado, hacia los candelabros de cobre. Desdeluego, en la imagen un poco esttica que se formaban
de la casa modelo, de la comodidad perfecta,
de la vida feliz, haba todava muchas ingenuidades,
muchas condescendencias; les gustaban
intensamente esos objetos que slo el gusto del
momento dice ser bellos, esas falsas imgenes de
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
22/154
Epinal, esos grabados estilo ingls, esas gatas,
esos vidrios estirados, esas chucheras neo-brbaras,
esos trastos paracientficos que, en nada de
tiempo, se encontraban en todos los escaparates
de la calle Jacob, de la calle Visconti. An soaban
con poseerlos: habran satisfecho esa necesidad
tan inmediata, evidente, de estar al ltimo
grito, de que les tomaran por entendidos. Pero
esta exageracin mimtica iba teniendo cada vez
menos importancia, y les resultaba agradable pensar
que la imagen que se formaban de la vida se
haba librado lentamente de todo lo que poda
Y, sin embargo, se engaaban; estaban en trance
de perderse. Comenzaban ya a sentirse arrastrados
por un camino del que no conocan ni sus
vueltas ni su meta. A veces tenan miedo. Pero, en
general, no sentan ms que impaciencia: estaban
listos, se sentan disponibles. Esperaban vivir, esperabanel dinero.
Jrme tena veinticuatro aos, Sylvie veintids.
Los dos eran psico-socilogos. Su trabajo,
que no era exactamente un oficio, ni siquiera una
profesin, consista en entrevistar a la gente, de
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
23/154
acuerdo con diversas tcnicas, sobre temas variados.
Era un trabajo difcil que exiga, como mnimo,
una gran concentracin nerviosa, pero no
careca de inters, estaba relativamente bien pagado
y les dejaba un apreciable tiempo libre.
Como casi todos sus compaeros, Jrme y
Sylvie se haban hecho psico-socilogos por necesidad,
no por eleccin. Nadie sabe, por otra parte,
a dnde les habra llevado el libre desarrollo de
inclinaciones totalmente indolentes. La historia,
tambin en esto, haba elegido por ellos. Les habra
gustado, desde luego, como a todo el mundo,
consagrarse a alguna cosa, sentir en ellos una
necesidad poderosa, que habran llamado vocacin,
una ambicin que les habra levantado, una
pasin que les habra satisfecho. Desgraciada
versitarios, de un coche quiz, de discos, de vacaciones,
de ropas.mente, no tenan ms que una: la de lograr el
bienestar, y esta pasin les consuma. Siendo
estudiantes, la perspectiva de una msera licenciatura,
de un puesto en Nogent-sur-Seine, en
Chteau-Thierry o en Etampes, y de un pequeo
sueldo, les espantaba hasta tal punto que, apenas
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
24/154
conocerse -Jrme tena entonces veintin aos
y Sylvie diecinueve- abandonaron, casi sin ponerse
de acuerdo, unos estudios que, en realidad,
no haban empezado nunca. El deseo de saber no
les devoraba; mucho ms humildemente, y sin
ocultarse que sin duda se equivocaban y que, ms
tarde o ms temprano, llegara el da en que lo
lamentaran, sentan la necesidad de una habitacin
un poco mayor, de agua corriente, de una
ducha, de comidas ms variadas o, simplemente,
ms abundantes que las de los restaurantes uni-
Haca ya muchos aos que los estudios de
motivacin haban hecho su aparicin en Francia.
Aquel ao estaban todava en plena expansin.
Se creaban nuevas agencias cada mes, que empezaban
con nada o casi nada. Era fcil encontrar
trabajo en ellas. La mayora de las veces se trataba
de ir a los parques pblicos, a las salidas de las
escuelas o a las viviendas baratas de los alrededores,y preguntar a las amas de casa si se haban
fijado en alguna publicidad reciente y qu les pareca.
Estos sondeos-express, llamados testings o
enqutes-minute, se pagaban a cien francos. Era
poco, pero era mejor que el baby-sitting, que las
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
25/154
guardas nocturnas, que el lavar platos, que todos
los empleos irrisorios -repartidor de prospectos,
de escrituras, de tarifas de emisiones publicitarias,
ventas a plazos, lumpen-tapirat- tradicionalmente
reservados a los estudiantes. Y, adems,
la novedad misma de las agencias, su condicin
casi artesanal, la novedad de los mtodos, la
penuria todava total de elementos cualificados
podan dejar entrever la esperanza de promociones
rpidas, de ascensos vertiginosos.
No haban calculado mal. Pasaron algunos
meses entregando cuestionarios. Luego encontraron
un director de agencia que, apremiado por
el tiempo, deposit en ellos su confianza: partieron
para provincias, con un magnetofn bajo el
brazo; algunos de sus compaeros de viajes, apenas
mayores, les iniciaron en las tcnicas, a decir
verdad menos difciles de lo que generalmente se
supone, de las entrevistas abiertas y cerradas:aprendieron a hacer hablar a los otros y a medir
sus propias palabras; llegaron a saber descubrir,
bajo las vacilaciones embrolladas, bajo los silencios
confusos, bajo las tmidas alusiones, los caminos
que haba que explorar, percibieron los
secretos de ese "hum" universal, verdadera entonacin
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
26/154
mgica con la que el entrevistador subraya
las palabras del entrevistado, le hace sentir confianza,
le comprende, le alienta, le interroga, incluso
le amenaza en ocasiones.
Sus resultados fueron honrosos. Continuaron
con el mismo impulso. De aqu y de all fueron
aprendiendo briznas de sociologa, de psicologa,
de estadsticas; asimilaron el vocabulario y los
signos, los trucos que estaban bien vistos: una
cierta manera, en el caso de Sylvie, de ponerse
o de quitarse las gafas, una cierta manera de
tomar notas, de hojear un informe, una cierta
manera de hablar, de intercalar en sus conversaciones
con los jefes, con un tono levemente interrogante,
locuciones del tipo de: "...no le parece?
", "...y o pienso, quiz...", "...en cierta
medida...", "...es slo una pregunta...", una
cierta manera de citar, en los momentos oportunos,a Wright Mills, a William Whyte, o, mejor
an, a Lazarsfeld, Cantril o Herbert Hyman, de
los que no haban ledo ni tres pginas.
Gracias a estas adquisiciones estrictamente
necesarias, que eran el abec del oficio, mostraron
excelentes disposiciones y, apenas al ao de
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
27/154
sus primeros contactos con los estudios de motivacin,
les confiaron la gran responsabilidad de
un "anlisis de contenido": ello estaba inmediatamente
por debajo de la direccin general de un
estudio, reservado obligatoriamente a un cuadro
sedentario, el puesto ms elevado, por lo tanto
el ms anhelado y el ms noble de toda la jerarqua.
En los aos que siguieron apenas si descendieron
de estas alturas.
Y durante cuatro aos, quiz ms, exploraron,
entrevistaron, analizaron. Por qu se venden tan
mal las aspiradoras de ruedas? Qu piensan, en
su opinin? (Hacer hablar al sujeto: pedirle que
cuente ejemplos personales; cosas que l haya
visto; se ha herido l mismo alguna vez? Cmo
los medios de extraccin modesta, de la achicoria?
Gusta el pur ya preparado, y por qu? Porque
es ligero? Porque es untuoso? Porque es muyfcil de hacer: un gesto y ya est? Le parece
realmente que los coches de nio son caros? No
se est siempre dispuesto a hacer un sacrificio
por la comodidad de los pequeos? Cmo votar
la francesa? Le gusta el queso en tubo? Est en
favor o en contra de los transportes en comn?
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
28/154
Qu le atrae ms cuando come un yoghourt? El
color? La consistencia? El sabor? El olor natural?
Lee usted mucho, poco o nada? Va usted
al restaurante? Le gustara, seora, alquilar su
habitacin a un negro? Qu piensa, francamente,
de la jubilacin de los viejos? Qu piensa la
juventud? Qu piensan los tcnicos? Qu piensa
la mujer de treinta aos? Qu piensa usted de
las vacaciones? Dnde pasa sus vacaciones? Le
gustan los platos con gelatina? Cunto cree
usted que cuesta un encendedor como ste? Qu
cualidades le exige usted a su colchn? Puede
describirme a un hombre al que le gustan los
pasteles? Qu le parece su lavadora? Est usted
satisfecha de ella? No produce suficiente espuma?
Lava bien? Desgarra la ropa? Seca la
ropa? Prefiere usted una lavadora que seque
la ropa adems? Y la seguridad en la mina, est
bien organizada o no lo est suficientemente, en
ocurri? Ser su hijo minero como el padre o,
si no, qu ser?).
Y la leja, el secado de la ropa, el planchado. El
gas, la electricidad, el telfono. Los nios. Los trajes
y la ropa interior. La mostaza. Las sopas en
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
29/154
bolsas, las sopas en cajitas. Los cabellos: cmo lavarlos,
cmo teirlos, cmo conservarlos, cmo
hacerlos brillar. Los estudiantes, las uas, los jarabes
para la tos, las mquinas de escribir, los
abonos, los tractores, el tiempo libre, los regalos,
la papelera, el blanco, la poltica, las autopistas,
las bebidas alcohlicas, las aguas minerales, los
quesos y las conservas, las lmparas y los visillos,
los seguros, el jardn.
Nada de lo que era humano les fue ajeno.
Por primera vez ganaron algn dinero. Su trabajo
no les gustaba: les habra podido gustar?
Tampoco les aburra demasiado. Tenan la impresin
de que aprendan mucho con l. Los iba
transformando de ao en ao.
Fueron los grandes momentos de su conquista.
No tenan nada y estaban descubriendo las riquezas
del mundo.
Durante mucho tiempo haban sido totalmenteannimos. Haban vestido como estudiantes, es
decir, mal. Sylvie, con una nica falda, chandails
feos, un pantaln de pana, un chaquetn; Jrme,
con una canadiense mugrienta, un traje de confeccin,
una corbata lamentable. Se pasaron
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
30/154
encantados a la moda inglesa. Descubrieron las
lanas, las blusas de seda, las camisas de Doucet,
las corbatas de gasa, los pauelos de seda, el
tweed, el lambswool, el cashmere, la vicua,
el cuero y el jersey, el lino, la magistral jerarqua
de los zapatos, en fin, que va desde los Churchs
hasta los Weston, desde los Weston hasta los Bunting
y desde los Bunting hasta los Lobb.
Su sueo fue un viaje a Londres. Habran repartido
su tiempo entre la National Gallery, Saville
Row y cierto pub de Church Street del que
Jrme conservaba un recuerdo emocionado. Pero
no eran todava suficientemente ricos como para
vestirse all de los pies a la cabeza. En Pars, con
el primer dinero que ganaron alegremente con el
sudor de su frente, Sylvie se compr un corpio
de seda tejida en Cornuel, un twin-set de lambswool
importado, una falda recta y ajustada, zapatos
de piel trenzada de una gran flexibilidad, yun gran pauelo de seda adornado con pavos
reales y plantas. Jrme, aunque todava le gustaba,
en ocasiones, ir en chanclas, mal afeitado,
con camisas viejas sin cuello y un pantaln de
pao, descubri, cuidando los contrastes, los placeres
de las largas maanas: baarse, afeitarse
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
31/154
cuidadosamente, rociarse de agua de colonia, po
nerse, con la piel todava ligeramente hmeda,
camisas impecablemente blancas, anudarse corbatas
de lana o de seda. Se compr tres en Od
England, y tambin un traje de tweed, camisas
en saldos y zapatos de los que esperaba no tener
que avergonzarse.
Luego lleg casi una de las grandes fechas de
su vida: descubrieron el rastro de Pars. Camisas
Arrow o Van Heusen, admirables, de largo cuello
abotonado, que entonces no se encontraban en
Pars, pero que las comedias americanas empezaban
a popularizar (al menos, entre esa parte
reducida de la gente que encuentra su felicidad
en las comedias americanas), estaban all expuestas
abundantemente, junto a trench-coats considerados
indestructibles, faldas, blusas, vestidos
de seda, trajes de cuero, mocasines flexibles. Fueronall cada quince das, el sbado por la maana,
durante un ao o ms, para rebuscar en las
cajas, en los tableros, en los montones, en las carpetas,
en los paraguas invertidos, en medio de
una multitud de teen-agers con patillas de hacha,
de argelinos vendiendo relojes, de turistas americanos
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
32/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
33/154
todo lo que les concerna, de todo lo que les importaba,
de todo lo que estaba hacindose su
propio mundo.
Todo era nuevo. Su sensibilidad, sus gustos, su
puesto, todo les llevaba hacia cosas que siempre
haban ignorado. Prestaban atencin a la forma
en que vestan los otros; en los escaparates se
fijaban en los muebles, en los objetos de adorno,
en las corbatas; soaban ante los anuncios de los
agentes inmobiliarios. Les pareca comprender
cosas de las que jams se haban ocupado; se
les haba hecho importante el que un barrio, una
calle, fuera triste o alegre, silenciosa o ruidosa,
desierta o animada. Nada les haba preparado
jams para estas nuevas preocupaciones; las descubran
con candor, con entusiasmo, se maravillaban
de su prolongada ignorancia. No se asombraban,
o casi no se asombraban, de pensar enello sin cesar.
Los caminos por los que iban, los valores a los
que se abran, sus perspectivas, sus deseos, sus
ambiciones, todo esto, es cierto, les pareca a veces
desesperadamente vaco. No conocan nada
que no fuera frgil o confuso. Sin embargo, era
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
34/154
su vida, era la fuente de exaltaciones desconocidas,
ms que embriagadoras, era algo inmensamente,
intensamente abierto. A veces se decan
que la vida que llevaran tendra el encanto, la
suavidad, la fantasa de las comedias americanas,
de las presentaciones de Sal Bass; imgenes
maravillosas, luminosas, de campos de nieve inmaculados
y estriados por las huellas de los esques,
de mar azul, de sol, de verdes colinas,
de fuegos crepitantes en chimeneas de piedra, de
autopistas audaces, de pullmans, de palacios, pasaban
ante sus ojos como promesas.
Abandonaron su habitacin y los restaurantes
universitarios. Encontraron, en alquiler, en el nmero
7 de la calle de Quatrefages, enfrente de la
Mosque, junto al Jardn des Plantes, un pequeo
apartamento de dos habitaciones que daba a un
bello jardn. Y necesitaron moquetas, mesas, sillonas,divanes.
En aquellos aos se dieron por Pars interminables
paseos. Se paraban ante cada tienda de
antigedades. Visitaban los grandes almacenes,
durante horas enteras, maravillados, y ya asustados,
pero sin atreverse todava a confesrselo, sin
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
35/154
atreverse a mirar de frente aquella especie de
lamentable exasperacin que iba a convertirse
en su destino, en su razn de ser, en su consigna,
maravillados y casi abrumados ya por la amplitud
de sus necesidades, por la riqueza que se mostraba,
por la abundancia que se ofreca.
Descubrieron los pequeos restaurantes de los
Gobelins, de las Ternes, de Saint-Sulpice, los bares
vacos en los que resultaba tan agradable
cuchichear, los week-ends fuera de Pars, los grandes
paseos por el bosque, en otoo, en Rambouillet,
en Vaux, en Compigne, las alegras casi
perfectas en todas partes ofrecidas a los ojos, a
los odos, al paladar.
Y as fue como, poco a poco, insertndose en
la realidad de una forma un poco ms profunda
que en el pasado, en el que, hijos de pequeos
burgueses sin alcances, no haban tenido del mundo
sino una visin mezquina y superficial, comenzarona comprender lo que era un hombre de bien.
Esta ltima revelacin, que no fue, por otra
parte, en el sentido estricto del trmino, sino el
final de una lenta maduracin social y psicolgica
cuyas sucesivas etapas les habra costado mucho
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
36/154
esfuerzo describir, coron su metamorfosis.
La vida, con sus amigos, se converta a menudo
en algo vertiginoso.
Constituan un grupo, una pandilla. Se conocan
bien; influyndose mutuamente, haban llegado
a tener hbitos comunes, gustos y recuerdos
comunes. Tenan su vocabulario, sus signos, sus
manas. Demasiado evolucionados para parecerse
de un modo perfecto, pero, sin duda, no lo suficiente
todava para no imitarse ms o menos conscientemente,
se pasaban gran parte de su vida realizando
intercambios. Con frecuencia les irritaba,
pero an era ms frecuente que les divirtiera.
Casi todos pertenecan a los medios publicitarios.
Algunos, sin embargo, continuaban, o se
esforzaban por continuar unos vagos estudios. En
la mayora de los casos se haban conocido en
los despachos llenos de presuncin o seudo-funcionalesde los directores de agencia. Juntos escuchaban,
mientras garabateaban con el lpiz agresivamente
en sus carpetas, sus recomendaciones
mezquinas y sus bromas siniestras; su desprecio
comn por aquellos ricachones, por aquellos explotadores,
por aquellos fabricantes de sopa, cons
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
37/154
gustos, de sus ambiciones. Iban a recorrer la ciudad
en busca del nico bar cmodo que deba
tener, y hasta una hora avanzada de la noche,
ante whiskies, coacs o gin-tonics, evocaban, con
un abandono casi ritual, sus amores, sus deseos,
sus viajes, sus desaires y entusiasmos, sin extraarse
apenas, sino quedando casi encantados, por
el contrario, del parecido de su historia y de la
identidad de sus puntos de vista.
titua, en ocasiones, su primer terreno de entendimiento.
Pero, ms a menudo, se sentan primero
condenados a vivir cinco o seis das juntos, en
los tristes hoteles de las pequeas ciudades.
A cada comida que hacan en comn, iba surgiendo
la amistad. Pero las comidas eran apresuradas
y profesionales, las cenas espantosamente
lentas, a menos que brotase esa milagrosa
chispa que iluminaba sus rostros contristadosde V.R.P. y haca que les pareciera memorable
aquella velada provinciana, y suculenta una conserva
cualquiera que un hotelero sin escrpulos
les cobraba con suplemento. Entonces se olvidaban
de sus magnetfonos, y abandonaban su tono
demasiado educado de psiclogos distinguidos.
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
38/154
Prolongaban la sobremesa. Hablaban de s mismos
y del mundo, de todo y de nada, de sus
A veces, de esta primera simpata no sala
sino unas relaciones distantes, algunas llamadas
por telfono de tarde en tarde. Pero otras veces,
menos frecuentemente, es cierto, de este encuentro
naca, por azar o por deseo recproco, ms
o menos lentamente, una posible amistad que se
iba desarrollando poco a poco. As, en el curso de
los aos, se haban ido uniendo lentamente.
Unos y otros eran fcilmente identificabas.
Tenan dinero, no demasiado, pero lo suficiente
para no tener sino episdicamente, a raz de
algn exceso, que no habran podido decir si entraba
dentro de lo superfluo o de lo necesario,
una economa verdaderamente deficitaria. Sus
apartamentos, estudios, desvanes, dos piezas de
casas vetustas, en barrios selectos -Palais-Royal,Contrescarpe, Saint-Germain, Luxembourg, Montparnasse-
se parecan todos: en ellos se encontraban
los mismos canaps mugrientos, las mismas
mesas de la llamadas rsticas, los mismos
viejos tarros, viejas botellas, viejos sacos, viejos
bocales, indiferentemente llenos de flores, de lpices,
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
39/154
de calderilla, de cigarrillos, de caramelos,
de clips. En lo esencial, iban vestidos de la misma
forma, es decir, con ese gusto adecuado que, tanto
para los hombres como para las mujeres, se debe
a Madame Express y, de rechazo, a su marido. Por
otra parte, deban mucho a esta pareja modelo.
L'Express era, sin duda, el semanario al que
hacan ms caso. A decir verdad, apenas si les
a esos tcnicos que saban de lo que hablaban y
que lo hacan notar, esos pensadores audagustaba,
pero lo compraban o, en todo caso, lo
cogan prestado de casa de ste o de aqul,
lo lean regularmente e incluso, como confesaban,
conservaban con frecuencia algunos nmeros
atrasados. Muy a menudo ocurra que no estaban
de acuerdo con su lnea poltica (un da de sana
clera llegaron a escribir un breve panfleto sobre
"el estilo del Teniente"), y preferan con mucholos anlisis de Le Monde, al que eran unnimemente
fieles, o incluso las posiciones que adoptaba
Libration, al que tenan tendencia a considerar
simptico. Pero el Express, y slo l, corresponda
a su arte de vivir; en l encontraban, cada semana,
aun cuando pudieran con razn juzgarlas disfrazadas
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
40/154
y desnaturalizadas, las preocupaciones
ms corrientes de su vida cotidiana. No era raro
que se escandalizaran con l. Pues, verdaderamente,
frente a ese estilo en que reinaban la falsa
distancia, los sobreentendidos, los desprecios ocultos,
los deseos mal digeridos, los falsos entusiasmos,
las seales con el pie, los guios, frente a
esa feria publicitaria que era todo el Express -su
fin y no su medio, su aspecto ms necesario-,
frente a esos pequeos detalles que lo cambian
todo, esas pequeas cosas no caras y verdaderamente
agradables, frente a esos hombres de negocios
que comprendan los verdaderos problemas,
ces que, la pipa en la boca, traan por fin al
mundo el siglo veinte, frente, en una palabra, a
esa asamblea de responsables, reunidos cada semana
en forum o en tabla redonda, cuya sonrisa
beatfica haca pensar que tenan todava en sumano derecha las llaves de oro de los lavabos
directoriales, pensaban, indefectiblemente, repitiendo
el no muy buen juego de palabras que
abra su panfleto, que no era cierto que el Express
fuera un peridico de izquierdas, pero s era, sin
ninguna duda, un peridico siniestro. Era falso,
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
41/154
por otra parte, y ellos lo saban muy bien, pero
esto les reconfortaba.
No se lo ocultaban: eran gente del Express.
Sin duda tenan la necesidad de que su libertad,
su inteligencia, su alegra, su juventud, fueran, en
todo momento y en todo lugar, convenientemente
sealadas. Le dejaban que se encargara de ellas
porque era lo ms fcil, porque el mismo desprecio
que sentan por l les justificaba. Y la violencia
de sus reacciones no igualaba ms que a
su sujecin: hojeaban el peridico gruendo, lo
arrugaban, lo tiraban lejos de ellos. A veces no
acababan de extasiarse ante su ignominia. Pero
lo lean, esto era un hecho, y se impregnaban de l.
Dnde habran podido encontrar un reflejo
ms exacto de sus gustos, de sus deseos? No eran
jvenes? No eran moderadamente ricos? El Express
les ofreca todos los signos de la comodidad:
los gruesos albornoces de bao, las demistificacionesbrillantes, las playas de moda, la cocina extica,
los trucos tiles, los anlisis inteligentes, el
secreto de los dioses, los rincones no caros, las
diferentes opiniones, las ideas nuevas, los vestidos
de moda, los platos congelados, los detalles
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
42/154
elegantes, los escndalos de buen tono, los consejos
del ltimo minuto.
Ellos soaban, a media voz, con divanes Chesterfield.
El Express los soaba con ellos. Se pasaban
gran parte de sus vacaciones recorriendo
subastas de pueblos, donde compraban a buen
precio objetos de estao, sillas con asiento de
paja, vasos que invitaban a beber, cuchillos con
mango de cuerno, escudillas patinadas que convertan
en preciosos ceniceros. De todas estas cosas,
estaban seguros, el Express ya haba hablado o
hablara.
Al nivel de las realizaciones, no obstante, se
apartaban bastante sensiblemente de las formas
de compra que el Express propona. No estaban
todava completamente "instalados" y, aunque se
les reconociera gustosamente la categora de "tcnicos
", no tenan ni las garantas, ni las pagas
extraordinarias, ni las primas del personal regularque trabajaba por contrato. El Express aconsejaba,
pues, con el pretexto de sealar pequeas
tiendas no caras y simpticas (el dueo es como
un amigo, le ofrecer, una copa y un club-sandwich
mientras usted elige), oficinas en las que el
gusto al da exiga, para ser convenientemente
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
43/154
apreciado, una reforma radical de la instalacin
anterior: los muros blanqueados con cal eran
indispensables, la moqueta pardo oscuro era
necesaria, y slo unas baldosas variadas de mo
saico tipo antiguo poda aspirar a reemplazarla;
las vigas al descubierto eran de rigor, y la pequea
escalera interior, la chimenea autntica, con su
fuego, los muebles rsticos o, mejor todava, provenzales,
muy recomendables. Estas transformaciones,
que se multiplicaban por todo Pars afectando
indiferentemente a libreras, galeras de
arte, merceras, almacenes de frivolidades y
de muebles, tiendas de ultramarinos incluso (no
era raro ver a un antiguo tendero muerto de hambre
convertirse en Matre Fromager, con un delantal
azul que le daba la apariencia de ser un
entendido y una tienda con vigas y pajas...);
estas transformaciones, por otra parte, provocaban,ms o menos legtimamente, un alza de los
precios tal que la adquisicin de un vestido de
lana pura estampado a mano, de un twin-set
de cashmere tejido por una vieja campesina ciega
de las Islas Oreadas ( exclusivo, autntico, vegetable-
dyed, hand-spun, hand-woven.), o de una
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
44/154
suntuosa chaqueta mitad punto, mitad piel (para
el week-end, para la cacera, para el coche) resultaba
constantemente imposible. Y del mismo
modo que miraban las tiendas de los anticuarios,
pero para comprar sus muebles no contaban sino
con las subastas de los pueblos o con las tiendas
menos frecuentadas del Htel Drouot (adonde,
por lo dems, iban con menos frecuencia de la
que hubieran querido), tambin, todos ellos, slo
aumentaban sus guardarropas frecuentando asiduamente
el rastro o, dos veces por ao, ciertas
sas en beneficio de las obras de la St. George
English Church, y en las que abundaban los
desechos -no hace falta decir que completamente
aceptables- de diplomticos. En ocasiones se
sentan un poco molestos: tenan que abrirse paso
entre una densa multitud y revolver entre un montn
de cosas horribles -los ingleses no tienensiempre el gusto que se les suele reconocer-
antes de encontrar una corbata soberbia, pero sin
duda demasiado frvola para un secretario de embajada,
o una camisa que haba sido perfecta, o
una falda que habra que acortar. Pero, desde
luego, tena que ser aquello o nada; la desproporcin,
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
45/154
que se revelaba en todo, entre la calidad
de sus gustos en cuestiones del vestir (nada era
demasiado bonito para ellos) y la cantidad de dinero
de que disponan normalmente era un signo
evidente, pero, a fin de cuentas, secundario, de su
situacin concreta; pero no eran los nicos; antes
que comprar en rebajas, como todo el mundo sola
hacer, tres veces al ao, preferan las cosas
de segunda mano. En el mundo en que vivan era
casi una regla desear siempre ms de lo que se
poda adquirir. No eran ellos quienes la haban
decretado; era una ley de la civilizacin, un dato
real del que la publicidad en general, las revistas,
el arte de los escaparates, el espectculo de
la calle e, incluso, en un cierto aspecto, el conjunto
de las producciones comnmente llamadas
culturales, eran sus expresiones ms adecuadas.
subastas de caridad organizadas por viejas ingle
instantes, atacados en su dignidad: esas pequeas
mortificaciones -preguntar con un tono poco
seguro el precio de alguna cosa, vacilar, intentar
el regateo, mirar de reojo los escaparates sin
atreverse a entrar, sentir envidia, tener un aire
mezquino- hacan tambin que el comercio progresara.
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
46/154
Estaban orgullosos de haber pagado por
algo un precio menos caro, de haberlo obtenido
por nada, por casi nada. Estaban ms orgullosos
todava (pero siempre se paga un poco caro el
placer de pagar menos caro) de haber pagado
muy caro, lo ms caro, de golpe, sin discutir, casi
con embriaguez, algo que era, que no poda sino
ser lo ms bonito, la nica cosa bonita, lo perfecto.
Estas humillaciones y estos orgullos tenan
la misma funcin, llevaban en s las mismas decepciones,
la misma rabia. Y comprendan, porque
por todas partes, en torno a ellos, todo se lo haca
comprender, porque se lo metan en la cabeza a
lo largo del da a fuerza de slogans, de carteles, de
anuncios luminosos, de escaparates iluminados,
que ellos estaban siempre un poco ms bajo en
la escala, siempre un poco excesivamente abajo.
Pero les quedaba el consuelo de no ser aquellos
a quienes les haba tocado la peor parte, sino alcontrario.
Se equivocaban, por tanto, al sentirse, en ciertos
Eran "hombres nuevos", jvenes tcnicos que
todava no haban echado todos sus dientes, tecncratas
a medio camino del xito. Procedan casi
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
47/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
48/154
del medio familiar, las perspectivas que parecan
haber elegido.
Eran, por consiguiente, de su poca. Estaban
perfectamente en su papel. No eran, decan ellos,
completamente vctimas. Saban mantener sus distancias.
Eran despreocupados o, por lo menos,
intentaban serlo. Tenan humor. Estaban muy
lejos de ser estpidos.
Un estudio a fondo habra descubierto fcilmente,
en el grupo del que formaban parte, corrientes
divergentes, sordos antagonismos. Un socimetro
quisquilloso y ceudo pronto hubiera
descubierto diferencias, exclusiones recprocas,
enemistades latentes. Ocurra de vez en cuando
que alguno de ellos, a consecuencia de incidentes
ms o menos fortuitos, de provocaciones disimuladas,
de malos entendidos entredichos, sembrara
la discordia en el seno del grupo. Entonces, subuena amistad se derrumbaba. Descubran, con
un estupor fingido, que Fulano de Tal, al que
crean generoso, era la mezquindad en persona,
que tal otro no era sino un egosta. Se produca
tirantez, se llegaba a la ruptura. A veces sentan
un perverso placer en irritarse unos con otros.
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
49/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
50/154
era de lo que no hablaban jams.
Su mayor placer era olvidar juntos, es decir,
distraerse. Les encantaba beber, en primer lugar,
y beban mucho, a menudo, y juntos. Frecuentaban
el Harry's New York Bar, en la calle
paunou, los cafs del Palais-Royal, el Balzar, Lipp
y otros. Les gustaba la cerveza de Munich, la
Guiness, el gin, los ponches calientes o con hielo,
los licores de frutas. A veces dedicaban veladas
enteras a beber, reunidos en torno a dos mesas
que juntaban para la ocasin, y hablaban interminablemente
de la vida que les habra gustado
llevar, de los libros que escribiran algn da, de
los trabajos que les gustara hacer, de las pelculas
que haban visto o que iban a ver, del porvenir de
la humanidad, de la situacin poltica, de sus
prximas vacaciones o de las pasadas, de una salida
al campo, de un breve viaje a Brujas, a Anverso a Basilea. Y a veces, hundindose cada vez ms
en estos sueos colectivos, sin hacer nada por despertar
de ellos, sino elevndose sin cesar en ellos
con una tcita complicidad, acababan por perder
todo contacto con la realidad. Entonces, de cuando
en cuando, una mano simplemente surga del
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
51/154
grupo: se acercaba el camarero, se llevaba las
jarritas vacas y traa otras, y pronto la conversacin,
cada vez ms densa, no trataba ya sino
sobre lo que acababan de beber, sobre su borrachera,
sobre su sed, sobre su felicidad.
Se sentan enamorados de su libertad. Les pareca
que el mundo entero estaba hecho a su medida;
vivan al ritmo exacto de su sed, y su exuberancia
era inextinguible; su entusiasmo no conoca
ya lmites. Haban podido caminar, correr, bailar,
cantar toda la noche.
Al da siguiente no se vean. Las parejas per
manecan encerradas en sus casas, a dieta, asqueadas,
abusando de cafs puros y de pastillas efervescentes.
No salan hasta entrada la noche, iban
a cenar a un snack-bar caro un bistec solo. Tomaban
decisiones draconianas: dejaran de fumar,
no volveran a beber, sera la ltima vez quederrochaban el dinero. Se sentan vacos y estpidos,
y en el recuerdo que conservaban de su
fenomenal borrachera iba implcita una cierta
nostalgia, una vaga irritacin, un sentimiento
ambiguo, como si el movimiento mismo que les
haba llevado a beber no hubiera hecho sino avivar
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
52/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
53/154
mesa servida; los otros se haban instalado en
sillas desparejadas, en taburetes. Coman y beban
durante horas. La exuberancia y la abundancia de
estas cenas resultaba curiosa: a decir verdad, desde
un punto de vista estrictamente culinario, coman
de forma mediocre: las carnes asadas y las
aves no iban acompaadas de ninguna salsa;
las legumbres, casi invariablemente, eran patatas
salteadas o hervidas, o, incluso, a finales de mes,
como plato fuerte, pastas o arroz acompaado
de aceitunas y de algunas anchoas. No eran muy
exquisitos para elegir el men; sus platos ms
complicados eran el meln al oporto, el pltano
a la llama y el pepino a la crema. Tuvieron que
pasar varios aos para que se dieran cuenta de
que exista una tcnica, si no un arte, de la cocina,
y de que todo lo que les haba gustado tanto
comer no era sino productos en bruto, sin aderezo
ni refinamiento.En esto mostraban, una vez ms, la ambigedad
de su situacin: la imagen que se formaban
de un festn se corresponda punto por punto a
las comidas que durante mucho tiempo haban
conocido exclusivamente en los restaurantes universitarios;
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
54/154
de tanto comer bistecs delgados y
coriceos, haban consagrado a los solomillos a
la parrilla y a los filetes un verdadero culto. Las
carnes en salsa no les atraan, y hasta desconfiaron
largo tiempo de los cocidos; conservaban un
recuerdo demasiado claro de los trozos de carne
nadando entre tres redondas zanahorias, en ntima
vecindad con un poco de queso seco y
una cucharada de confitura gelatinosa. En cierto
modo, les gustaba todo lo que negaba la cocina
y exaltaba el aparato. Les gustaba la abundancia
y la riqueza aparentes; rechazaban la lenta
elaboracin que transforma en manjares productos
ingratos y que supone un universo de cacerolas,
ollas, cuchillos, coladores, hornos. Pero slo
la vista de una tienda de embutidos, a veces, les
haca casi desfallecer, porque en ella todo est
listo para ser consumido inmediatamente: les
gustaban los foie-gras, las macedonias adornadascon guirnaldas de mayonesa, los rollos de
jamn y los huevos en gelatina: sucumban a
todo ello demasiado a menudo, y lo lamentaban,
una vez satisfechos sus ojos, apenas haban hundido
su tenedor en la gelatina realzada por una
rodaja de tomate y dos ramitas de perejil, pues, al
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
55/154
fin y al cabo, aquello no era sino un huevo duro.
Tenan, sobre todo, el cine. Y ste era, sin
duda, el nico campo en que su sensibilidad lo
haba aprendido todo. En l no deban nada a modelos.
Por edad y por formacin, pertenecan a
esa primera generacin para la que el cine fue,
ms que un arte, una evidencia; siempre lo haban
conocido y no como forma balbuceante, sino ya
con sus obras maestras, con su mitologa. Y a
veces les pareca que haban crecido con l, y que
lo comprendan mejor de lo que nadie, antes de
ellos, lo haba comprendido.
Les gustaba el cine. Era su primera pasin; se
entregaban a ella casi todas las noches. Les gustaban
las imgenes, a poco que fueran bellas, a poco
que les arrastraran, les encantaran, les fascinaran.
Les gustaba la conquista del espacio, del tiempo,
del movimiento, les gustaba el vrtigo de lascalles de Nueva York, el torpor de los trpicos,
la violencia de los saloons. No eran ni demasiado
sectarios, como esos espritus obtusos que slo
tienen un dios: Eisenstein, Buuel o Antonioni, o,
an -todo hace falta para formar un mundo-,
Carn, Vidor, Aldrich o Hitchcock, ni demasiado
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
56/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
57/154
Alczar, en Belleville; o en otros, aun, por la parte
de la Bastille o el Quinzime, esas salas sin
gracia, mal montadas, que pareca frecuentar slo
una clientela formada por parados, argelinos, solterones,
aficionados al cine, y que programaban,
en infames versiones dobladas, esas obras maestras
desconocidas de las que se acordaban desde
los quince aos, o esas pelculas consideradas geniales
cuya lista se saban de memoria y que, desde
aos, intentaban en vano ver. Guardaban un
recuerdo maravilloso de estas magnficas veladas
en que haban descubierto, o vuelto a descubrir,
imgenes saltaban, las mujeres haban envejecido
terriblemente; salan: se sentan tristes. No era
la pelcula que haban soado. No era esa pelcula
total que cada uno de ellos llevaba en s, esa
pelcula perfecta que no habran sido capaces de
agotar. Esa pelcula que habran querido hacerellos. O, ms secretamente, sin duda, que ellos
habran querido vivir.
casi por azar, El Corsario Rojo, El mundo le pertenece,
o Les Forbans de la Nuit, o My Sister
Eeen, o Les Cinq mille doigts du Docteur T. Por
desgracia, muy a menudo, es verdad que quedaban
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
58/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
59/154
libremente, sus movimientos eran sueltos, el tiempo
no pareca ya atosigarles. Les bastaba estar
all, en la calle, un da de fro seco, con mucho
viento, con buenas prendas de abrigo, a la cada
del da, dirigindose sin prisas, pero a buen paso,
hacia la casa de un amigo, para que el menor de
sus gestos -encender un cigarrillo, comprar un
cucurucho de castaas calientes, mezclarse entre
la multitud a la salida de una estacin -les pareciese
la expresin evidente, inmediata, de una
felicidad inagotable.
O bien, ciertas noches de verano, caminaban
largamente por barrios casi desconocidos. Una
luna perfectamente redonda brillaba alta en el
cielo y proyectaba sobre todas las cosas una luz
suave. Las calles, desiertas y largas, anchas, sonoras,
resonaban con sus pasos sincronizados. Casi
sin ruido, pasaba lentamente algn taxi. Entoncesse sentan los amos del mundo. Sentan una exaltacin
desconocida, como si fueran dueos de
secretos fabulosos, de fuerzas inexpresables. Y, cogindose
de la mano, echaban a correr, o jugaban
a tres en raya, o corran a la pata coja por las aceras
y gritaban al unsono las grandes arias de
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
60/154
Cosi fan tutte o de la Misa en si.
O bien, empujaban la puerta de un restaurante
y, con una alegra casi ritual, se dejaban penetrar
por el clido ambiente, por el entrechocar de los
cubiertos, el tintinear de los vasos, el ruido suave
de las voces, las promesas de los manteles blancos.
Elegan el vino gravemente, desplegaban su
servilleta, y, entonces, al calor, frente a frente,
fumando un cigarrillo que apagaran un instante
temer de l.
despus, apenas empezado, cuando llegaran los
entremeses, les pareca que su vida slo sera la
inagotable suma de aquellos momentos propicios,
y que seran siempre felices, porque merecan serlo,
porque saban mantenerse disponibles, porque
la felicidad estaba en ellos. Se encontraban sentados
uno frente a otro, se disponan a comer
despus de haber tenido hambre, y todas estascosas -el mantel blanco de gruesa tela, la mancha
azul de un paquete de gitanes, los platos de
porcelana, los cubiertos ms bien pesados, las
copas para el agua, el cestillo de mimbre lleno
de pan recin hecho- componan el marco siempre
nuevo de un placer casi visceral, en el lmite
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
61/154
del aturdimiento: la impresin, casi exactamente
contraria y casi exactamente igual a la que provoca
la velocidad, de una formidable estabilidad,
de una formidable plenitud. A partir de esta mesa
servida, tenan la impresin de una sincrona perfecta:
estaban al unsono del mundo, se baaban
en l, se sentan a gusto, en l, no tenan nada que
Acaso saban, un poco mejor que los dems,
descifrar, o incluso suscitar, estos signos favorables.
Sus odos, sus dedos, su paladar, como si
estuvieran constantemente al acecho, no esperaban
sino estos instantes propicios, que la menor
cosa bastaba para provocar. Pero, en los momentos
en que se dejaban transportar por un sentimiento
de calma chicha, de eternidad, no turbado
por tensin alguna, en el que todo estaba equili
brado, todo era deliciosamente lento, la fuerza
misma de estas alegras exaltaba todo lo que enellas haba de efmero y de frgil. No haca falta
mucho para que todo se derrumbara: la menor
nota falsa, un simple momento de vacilacin, un
signo un poco excesivamente grosero, y su felicidad
se dislocaba; volva a ser lo que nunca haba
dejado de ser, una especie de contrato, algo que
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
62/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
63/154
Los patronos, particularmente en la publicidad,
no slo se niegan a contratar a individuos
que han pasado de los treinta y cinco aos,
sino que dudan en depositar su confianza en alguien
que, a los treinta, no ha estado jams fijo.
En cuanto a seguir utilizndolos, como si no
ocurriera nada, slo episdicamente, resulta ya
imposible: la inestabilidad no es seria; a los
treinta aos hay que estar establecido o no se
es nadie. Y no se ha establecido uno si no ha encontrado
su puesto, si no se ha formado su rincn,
si no tiene sus llaves, su despacho, su plaquita.
Jrme y Sylvie pensaban a menudo en este
problema. Tenan todava algunos aos por delante,
pero la vida que llevaban, la paz, completamente
relativa, que conocan, jams seran algo
adquirido. Todo se ira desmoronando; no les
quedara nada. No se sentan aplastados por su
trabajo, su vida estaba asegurada, valiera loque valiera, un ao con otro, mal que bien,
sin que ningn oficio la consumiera por s solo.
Pero esto no durara.
No se puede seguir siendo durante mucho
tiempo simple encuestador. Apenas formado, el
psicosocilogo asciende de prisa a los escalones
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
64/154
superiores: se convierte en subdirector o en di
rector de agencia, o encuentra en alguna gran
empresa un ansiado puesto de jefe de servicio,
encargado del reclutamiento del personal, de la
orientacin, de las relaciones sociales, o de la poltica
comercial. Buenos puestos todos ellos: sus
despachos estn cubiertos de moquetas, tienen
dos telfonos, un dictfono, un refrigerador de
saln e incluso, a veces, un cuadro de Bernard
Buffet en una de las paredes.
Jrme y Sylvie, ay, lo pensaban a menudo, y
a veces se decan: quien no trabaja no come, s,
pero quien trabaja no vive. Crean haber hecho
ya esta experiencia, tiempo atrs, durante algunas
semanas. Sylvie se hizo documentalista en una
oficina de estudios; Jrme interpretaba encuestas.
Sus condiciones de trabajo eran ms que
agradables: llegaban cuando les pareca bien,lean el peridico en el despacho, salan a menudo
para tomarse una cerveza o un caf, e, incluso,
sentan por el trabajo que realizaban, al prolongarse,
una simpata creciente, alentada por la vaga
promesa de un puesto fijo, de un contrato bueno
y regular, de un ascenso rpido. Pero no aguantaron
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
65/154
mucho tiempo. Al despertar se sentan a disgusto;
y al regresar, cada tarde, en el metro
abarrotado, volvan llenos de rencores; se dejaban
caer, entontecidos, sucios, sobre su divn, y
ya no soaban sino con largos week-ends, jornadas
sin nada que hacer, con levantarse tarde.
Se sentan encerrados, cogidos en una trampa,
tratados como ratas. No podan resignarse a ello.
Todava crean que les podan suceder tantas cosas
que la regularidad misma del horario, la sucesin
de los das, de las semanas, les parecan una traba
que no vacilaban en calificar de infernal. Pero, con
todo, era el comienzo de una buena carrera: se
abra ante ellos un buen porvenir; vivan esos
instantes picos en que el jefe le considera a uno
como un joven serio, se felicita in petto por haberle
aceptado, se apresura a formarle, a hacerle
a imagen suya, le invita a cenar, le da un golpefamiliar en la tripa, y, con un solo gesto, le abre
las puertas de la fortuna.
Eran estpidos -cuntas veces se repitieron
que eran estpidos, que cometan un error, que,
en todo caso, no tenan ms razn que los otros,
los que se esforzaban denodadamente, los que
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
66/154
trepaban-, pero les gustaban sus largas jornadas
de ocio, sus despertares perezosos, sus maanas
en la cama, con un montn de novelas policacas
y de ciencia-ficcin a su lado, sus paseos nocturnos,
a lo largo de los muelles, y la sensacin casi
exaltadora de libertad que sentan ciertos das, la
sensacin de vacaciones que se apoderaba de ellos
cada vez que volvan de hacer una encuesta en
provincias.
Saban, desde luego, que todo esto era falso,
que su libertad no era ms que un seuelo. Su
vida estaba ms marcada por sus bsquedas casi
desesperadas de trabajo, cuando, cosa frecuente,
una de las agencias que les daban empleo se hunda
o era absorbida por otra mayor, por sus fines
de semana con los cigarrillos contados, por el
tiempo que perdan, algunos das, en lograr que
les invitaran a comer.Estaban en medio de la situacin ms banal,
ms estpida del mundo. Pero aunque saban que
era banal y estpida, seguan en ella, sin embargo:
la oposicin entre el trabajo y la libertad no
constitua ya, desde haca mucho tiempo, como
haban odo decir, un concepto riguroso; no
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
67/154
obstante, era lo que les determinaba primordialmente.
La gente que elige ganar dinero primeramente,
los que dejan para ms adelante, para cuando sean
ricos, sus verdaderos proyectos, no estn equivocadas
forzosamente. Los que no quieren sino vivir
y llaman vida a la libertad mxima, a la exclusiva
bsqueda de la felicidad, a la sola satisfaccin de
sus deseos o de sus instintos, al uso inmediato
de las riquezas ilimitadas del mundo -Jrme
y Sylvie se haban hecho este vasto programa-,
sern siempre desgraciados. Es cierto, reconocan,
que hay individuos a los que esta clase de dilemas
no se les plantea, o apenas se les plantea, porque
son demasiado pobres y no tienen todava otras
exigencias que las de comer un poco mejor, tener
una vivienda un poco mejor, trabajar un poco
menos, o porque son demasiado ricos desde el
comienzo para comprender el alcance o incluso
el significado de semejante distincin. Pero en
nuestro tiempo y en nuestros ambientes, cada vez
hay ms gente que no es ni rica ni pobre: suean
con la riqueza y podran enriquecerse, y de aqu
nacen sus desgracias.
Un joven imaginario que hace algunos estudios,
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
68/154
cuando cumple honrosamente sus obligaciones
militares, se encuentra hacia los veinticinco
aos con las manos tan vacas como el primer
da, aunque ya posea virtualmente, por su propio
saber, ms dinero del que jams haya podido desear.
Es decir, que l sabe con certeza que llegar
un da en que tendr su apartamento, su casa de
campo, su coche, su equipo de alta fidelidad. Se
encuentra, sin embargo, con que estas maravillosas
promesas siempre se hacen esperar: pertenecen,
por s mismas, a un proceso del que tambin
dependen, pensndolo bien, el matrimonio, el nacimiento
de los hijos, la evolucin de los valores
morales, de las actitudes sociales y de los comportamientos
humanos. En una palabra, el joven
tendr que establecerse, y a ello tendr que consagrar
por lo menos quince aos.
Semejante perspectiva no es reconfortante.
Nadie se entrega a ella sin refunfuar. De modo-se dice el joven que est empezando- que voy
a tener que pasarme el da dentro de esos despachos
encristalados en lugar de irme a pasear por
los prados floridos, y voy a vivir lleno de esperanzas
cuando se hable de ascensos, voy a tener
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
69/154
que ser un calculador, un intrigante, voy a tener
que contener mis ansias, yo, que soaba con
la poesa, con trenes nocturnos, con clidas playas?
Y, creyendo consolarse, cae en la trampa
de las ventas a plazos. Y entonces es cuando est
cogido y bien cogido: ya no le queda sino armarse
de paciencia. Cuando ya est al final de sus penalidades,
ay, el joven ya no es tan joven, y, el colmo
de la desgracia, podr parecerle incluso que su
vida ha pasado ya, que no era sino su esfuerzo, y
no su objeto, e, incluso, si es demasiado sabio,
demasiado prudente -puesto que su lento ascenso
le habr proporcionado una sana experiencia-
para atreverse a sostener tales propsitos, ello no
har que sea menos cierto que ya tiene cuarenta
aos y que la instalacin de sus dos residencias, la
principal y la secundaria, y la educacin de sus
hijos han bastado para llenar el escaso tiempo que
no habr podido consagrar a su labor...La impaciencia, se dijeron Jrme y Sylvie, es
una virtud del siglo veinte. A los veinte aos,
cuando hubieron visto, o creyeron haber visto, lo
que la vida poda ser, la cantidad de gozos que
ocultaba, las infinitas conquistas que permita, etctera,
comprendieron que no tendran fuerza para
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
70/154
esperar. Podan, al igual que los dems, triun
far; pero lo que ellos queran es haber triunfado.
Por esto eran, sin duda, lo que se ha convenido
en llamar intelectuales.
Pues todo les deca que no tenan razn, y para
empezar, la vida misma. Ellos queran gozar de la
vida, pero, en todo lo que les rodeaba, el gozo
se confunda con la propiedad. Queran mantenerse
disponibles, y casi inocentes, pero los aos
pasaban de todas formas, y no les traan nada.
Los otros avanzaban, cargados de cadenas acaso,
pero ellos no avanzaban de ningn modo. Los
otros acababan por no ver ya en la riqueza sino
un fin, pero ellos no tenan dinero en absoluto.
Se decan que no eran los ms desgraciados.
Acaso tenan razn. Pero la vida moderna excitaba
su propia desgracia, mientras que disimulaba la
desgracia de los otros: los otros iban por elbuen camino. Ellos eran poca cosa: ganaban poco,
hacan la guerra por su cuenta, eran unos lunticos.
Es verdad, por otra parte, que en un cierto
sentido el tiempo trabajaba en su favor, y que
tenan del mundo posible imgenes que podan
parecer exaltadoras. Estaban de acuerdo en considerarlo
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
71/154
un mezquino consuelo.
Haban hecho de su vida algo provisional.
Trabajaban como otros hacen sus estudios: eligiendo
sus horarios. Vagaban por las calles como
slo los estudiantes saben hacerlo.
Pero los peligros les acechaban por todas partes.
Habran querido que su historia fuera la
historia de la felicidad; con demasiada frecuencia
no era sino la de una felicidad amenazada.
Eran bastante jvenes, pero el tiempo pasaba de
prisa. El eterno estudiante es un tipo siniestro;
un fracasado, un mediocre, es ms siniestro todava.
Tenan miedo.
Disponan de tiempo libre; pero el tiempo
trabajaba tambin en contra suya. Haba que
pagar el gas, la luz, el telfono. Haba que comer
todos los das. Haba que vestirse, pintar de vez
en cuando las paredes, cambiar las sbanas, mandara lavar lo ropa, dar las camisas a planchar,
comprar zapatos, coger el tren, comprar muebles.
A veces, lo econmico les devoraba por completo.
No cesaban de pensar en ello. Su vida afec
tiva incluso, en gran medida, dependa estrechamente
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
72/154
de ello. Todo haca pensar que, cuando
fueran un poco ricos, cuando tuvieran un poco
de reservas, su felicidad comn sera indestructible;
ningn apremio pareca limitar su amor. Sus
gustos, sus caprichos, sus imaginaciones, sus apetitos
se confundan en una libertad idntica. Pero
esos momentos eran privilegiados; lo ms frecuente
era que tuvieran que luchar: a las primeras
seales de escasez en el dinero, no era raro que se
alzaran uno contra otro. Se enfrentaban por cualquier
cosa, por cien francos derrochados, por un
par de medias, por los platos sin fregar. Entonces,
durante largas horas, durante jornadas enteras,
ya no se hablaban. Coman el uno frente al
otro, rpidamente, como si estuvieran solos, sin
mirarse. Se sentaban cada uno en un extremo
del divn, dndose a medias la espalda. Uno de
los dos haca interminables solitarios.
Entre ellos se alzaba el dinero. Era un muro,una especie de tope contra el que chocaban a
cada instante. Era algo peor que la miseria: el
fastidio, la estrechez, la escasez. Vivan el mundo
cerrado de su vida cerrada, sin porvenir, sin otras
salidas que los milagros imposibles, los sueos
estpidos que no se tenan en pie. Se ahogaban.
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
73/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
74/154
A su lado, por la calle, los automviles
se deslizaban lentamente. En las plazas, los
anuncios luminosos se encendan y se apagaban.
En las terrazas de los cafs, las gentes parecan
peces satisfechos. Odiaban al mundo. Regresaban
a su casa, a pie, cansados. Se acostaban sin decirse
una palabra.
Bastaba que algo fallara un da, que una agencia
cerrara sus puertas, o que les encontraran con
demasiada edad o demasiado irregulares en su
trabajo, o que uno de los dos se pusiera enfermo,
para que todo se derrumbara. Ante ellos no
haba nada, y nada haba a sus espaldas. A menudo
pensaban en este tema angustioso. Volvan
sin cesar a l, a pesar suyo. Se vean sin trabajo
durante meses enteros, aceptando, para sobrevivir,
trabajos miserables, pidiendo prestado,
mendigando trabajo. Entonces vivan, a veces,instantes de intensa desesperacin: soaban con
oficinas, puestos fijos, jornadas regulares, situaciones
definidas. Pero estas imgenes invertidas
quiz les desesperaban an ms: les pareca que
no podan reconocerse en la cara, aunque fuera
resplandeciente, de un sedentario; decidan que
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
75/154
odiaban las jerarquas, y que las soluciones, milagrosas
o no, vendran de otro sitio, del mundo, de
la Historia. Continuaban su vida bamboleante:
corresponda a su pendiente natural. En un mundo
lleno de imperfecciones, no les costaba trabajo
convencerse de que su vida no era la ms imperfecta.
Vivan al da; gastaban en seis horas lo
que haban ganado en tres das; pedan prestado
con demasiada frecuencia, cinco o seis semanas
sin cambiar las sbanas. No estaban lejos de
pensar que, al fin y al cabo, esta vida tambin
tena su encanto.
con frecuencia; coman patatas fritas infames,
fumaban juntos su ltimo cigarrillo, buscaban a
veces durante dos horas un billete de metro, llevaban
camisas arregladas, escuchaban discos estropeados,
hacan auto-stop, y estaban, todava
Cuando evocaban juntos su vida, sus costumbres,
su porvenir, cuando, con una especie de
frenes, se entregaban por entero al desenfreno
de los mundos mejores, se decan a veces, con
una melancola un poco apagada, que no tenan
las ideas claras. Posaban sobre el mundo una mirada
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
76/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
77/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
78/154
nueve de cada diez personas son tontos capaces
de cantar a coro las alabanzas de lo que sea o de
quien sea, en estos medios de la publicidad, pues,
era de buen tono despreciar toda poltica de corto
alcance y no considerar la historia ms que por
siglos. Por otra parte, encontraron que, fuera lo
que fuera, el gaullismo era una respuesta adecuada,
infinitamente ms dinmica de lo que al principio
se haba proclamado por todas partes que
sera, y cuyo peligro estaba siempre en otro aspecto
que en el que se crea verle.
La guerra continuaba, sin embargo, aunque no
les pareca sino un episodio, un hecho casi secundario.
Cierto que tenan mala conciencia. Pero, a
fin de cuentas, ellos no se sentan ya responsables
sino en la medida en que recordaban haberse
credo afectados en tiempos, o bien porque se
adheran, casi por costumbre, a imperativos morales
de un alcance muy general. En esta indiferenciahabran podido medir la vanidad o, quiz
incluso, la apata, de muchos de sus entusiasmos.
Pero no era esa la cuestin: haban visto, casi
con sorpresa, a algunos de sus antiguos amigos
lanzarse, tmida o temerariamente, en ayuda del
F.L.N. No haban llegado a comprender la razn,
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
79/154
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
80/154
en la mezquindad, les parecieron ciertos das
mucho menos temibles que lo que estaba pasando
ante sus ojos, que lo que les amenazaba cada da.
Fue una poca triste y violenta. Las amas de
casa almacenaban kilos de azcar, botellas de aceite,
latas de atn, de caf, de leche condensada.
Patrullas de guardias mviles, con casco, con impermeables
negros, calzados con botas, recorran
lentamente el bulevar Sebastopol.
Como en la parte de atrs de sus coches llevaban
con frecuencia nmeros atrasados de peridicos
que haba motivos para pensar que a cierta
gente quisquillosa les parecan desmoralizadores,
subversivos o simplemente liberales -Le Monde,
Libration, France-Observateur-, lleg a sucederes
incluso a Jrme, a Sylvie o a sus amigos sentir
temores furtivos y ver fantasmas inquietantes: les
seguan, tomaban la matrcula de su vehculo,les espiaban, les tendan una trampa: cinco legionarios
borrachos les pegaban hasta dejarles por
muertos sobre el pavimento mojado, en la esquina
de una calle oscura, en un barrio de mala fama...
Esta irrupcin del martirio en su vida cotidiana,
que se converta a veces en obsesin y
8/7/2019 Las cosas-Georges Perec
81/154
que, les pareca, era caracterstica de una cierta
actitud colectiva, daba a los das, a los acontecimientos,
a los pensamientos, una especial coloracin.
Imgenes de sangre, de explosin, de violencia,
de terror, les acompaaban continuamente.
Ciertos das poda dar la impresin de que estaban
dispuestos a todo; pero, al da siguiente, la vida
era frgil, el porvenir sombro. Pensaban en el
exilio, en campos pacficos, en lentos cruceros. Les
habra gustado vivir en Inglaterra, donde la polica
tiene la reputacin de ser respetuosa de la
persona humana. Y durante todo el invierno, a
medida que se acercaban al alto el fuego, pensaron