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LAS FICHERAS: UN ESTUDIO DE PELÍCULA El caso del Bar Tropicana José Ángel Eseverri * Sara Herrera* Fernando Mendoza* María Carmen Omaña* Itzel Pérez* Ileana Rodríguez* Andrés Sandoval ** Introducción El presente texto busca realizar un acercamiento al estudio de la cultura de los denominados antros de ficheras en la Ciudad de México. Los resultados que aquí se presentan están basados en una investigación realizada por un equipo de estudiantes de la carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, en el período de verano de 2005, a partir del análisis de un estudio de caso que corresponde al bar “Tropicana”, ubicado en la colonia Raúl Romero, en el Municipio Ciudad Nezahualcóyotl. La metodología utilizada combinó el uso de la técnica de observación participante en sitio y la realización de entrevistas semi-estructuradas a asistentes y empleados del lugar. A fin de contextualizar este trabajo se responde primero a la pregunta de por qué realizar una investigación sobre este tema; en seguida se presenta un marco contextual consistente en un breve repaso histórico de la existencia de los antros de ficheras en la Ciudad de México y que da cuenta de las principales * Alumnos de la Carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. ** Profesor de la Carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México [[email protected] ]

LAS FICHERAS: UN ESTUDIO DE PELÍCULA

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El presente texto busca realizar un acercamiento al estudio de la cultura de los denominados antros de ficheras en la Ciudad de México. Los resultados que aquí se presentan están basados en una investigación realizada por un equipo de estudiantes de la carrera de Comunicación de la Universidad IberoamericanaCiudad de México, en el período de verano de 2005, a partir del análisis de un estudio de caso que corresponde al Bar “Tropicana”, ubicado en la colonia Raúl Romero, en el Municipio Ciudad Nezahualcóyotl.La metodología utilizada combinó el uso de la técnica de observación participante en sitio y la realización de entrevistas semi-estructuradas a asistentes y empleados del lugar. Los autores: José Ángel Eseverri, Sara Herrera, Fernando Mendoza, María Carmen Omaña, Itzel Pérez, Ileana Rodríguez. El profesor: Andrés Sandoval Hernandez

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LAS FICHERAS: UN ESTUDIO DE PELÍCULA El caso del Bar Tropicana

José Ángel Eseverri* Sara Herrera*

Fernando Mendoza* María Carmen Omaña*

Itzel Pérez* Ileana Rodríguez* Andrés Sandoval **

Introducción

El presente texto busca realizar un acercamiento al estudio de la cultura de los

denominados antros de ficheras en la Ciudad de México. Los resultados que

aquí se presentan están basados en una investigación realizada por un equipo

de estudiantes de la carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana

Ciudad de México, en el período de verano de 2005, a partir del análisis de un

estudio de caso que corresponde al bar “Tropicana”, ubicado en la colonia Raúl

Romero, en el Municipio Ciudad Nezahualcóyotl.

La metodología utilizada combinó el uso de la técnica de observación

participante en sitio y la realización de entrevistas semi-estructuradas a

asistentes y empleados del lugar.

A fin de contextualizar este trabajo se responde primero a la pregunta de por qué

realizar una investigación sobre este tema; en seguida se presenta un marco

contextual consistente en un breve repaso histórico de la existencia de los

antros de ficheras en la Ciudad de México y que da cuenta de las principales

* Alumnos de la Carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. ** Profesor de la Carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México [[email protected]]

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características de este tipo de centros de recreación nocturna. Posteriormente

se realiza una descripción etnográfica del bar “Tropicana” y de los actores

sociales que ahí concurren.

Finalmente, se expone, lo que a partir de la experiencia de campo y su posterior

análisis, lo que se considera que son los códigos en torno a los cuales se

articulan las interacciones sociales hacia dentro de este espacio, y los aspectos

que siguen haciendo atractiva la existencia de este tipo de centros nocturnos

(para algunos sectores de la población) ante la voraz competencia de los

llamados “table dance”.

¿Por qué realizar una investigación sobre la cultura de los antros de ficheras?

Los antros de ficheras han sido sin duda una figura central en la cultura de la

vida nocturna de la Ciudad de México, como refugio de la bohemia de las

décadas de los 30s, 40s y 50s donde las cabareteras o ficheras servían como

musas para compositores y novelistas.

Como comenta Serna (2003), en los años treinta, cuando la clase media se

debatía entre la represión y el pecado culposo, Agustín Lara enriqueció el

erotismo de las masas con un arte de amar extraído de los prostíbulos.

Canciones como Luces de Nueva York, interpretada por la Sonora Santanera y

compuesta por Tito Mendoza; así como Cabaretera del puertorriqueño Bobby

Capó, son ejemplos que se suman a esta tendencia.

A partir de los años sesenta, la figura de las ficheras perdió su aura de glamour,

pero a cambio, como ya se mencionó, dio origen a un género cinematográfico,

muy popular en la década de los setenta y ochenta en México. Películas como

Bellas de noche (1974) y Las ficheras (1976), ambas dirigidas por Miguel M.

Delgado, iniciaron la corriente del cine de ficheras.

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Actualmente, los antros de ficheras están en proceso de extinción, en gran

medida como consecuencia de la inequitativa competencia que representan los

table dance, al ofrecer a los clientes una forma evolucionada del tibio erotismo

de los antros de ficheras, servido ahora en la mesa, aderezado con ritmos

cadenciosos, ambiente a media luz y con postres a base de caricias y roces

íntimos

Sin embargo, los antros que ocupan este estudio, siguen teniendo un grupo de

clientes asiduos, principalmente formado por caballeros que alcanzaron a vivir la

época de oro del cabaret, pero también por jóvenes contemporáneos que

satisfacen sus necesidades de esparcimiento y diversión en estos lugares.

En la actualidad todavía subsisten algunos cabaretes de antaño, como el

Bombay, el Balalaika y el Savoy, en el centro de la ciudad; aunque existen

algunos de más o menos reciente creación en la periferia de la Ciudad, como es

el caso del Tropicana en Nezahualcoyotl.

De acuerdo con lo anterior, la importancia de realizar un estudio con estas

características, recae principalmente en dos premisas. Por un lado, es claro que

los antros de ficheras forman parte importante de la historia cultural de la Ciudad

de México; y por el otro, el hecho de que son el antecedente directo de los ahora

tan en boga table dance, hace relevante su estudio, ya que los resultados de

este trabajo podrían tomarse como punto de partida o referencia para quienes

aborden el tema de las nuevas formas de socialización sexual. (como los citados

table dance)

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Marco contextual

Estos antros tienen sus raíces en los cabarets de los años 30s y 40s donde

trabajaban mujeres que se sentaban a lado del cliente y lo incitaban al consumo

de bebidas por medio del cachondeo conversacional.

A cada una de estas mujeres se les entregaba una "ficha" o algún boleto por

cada bebida o por cada botella que lograban vender a los clientes, de ahí el

nombre de "ficheras". La labor de estas "ficheras" se enfocaba a coquetear con

el cliente, bailar con él y, en algunas ocasiones, y sólo si se acordaba por fuera,

ir a un hotel de paso, a cambio de una remuneración económica.

Ya para los años 50s, el tipo de baile de las "ficheras" se volvió más provocativo.

Era una modalidad del danzón, el cual consistía en un movimiento de la cintura

para abajo, al cual se le bautizó como meneadillo.

“Los procesos modernizadores de los últimos veinticinco años han colaborado a

estos cambios mediante la difusión de nuevos usos y costumbres sexuales, en

especial los que pertenecen al modelo norteamericano de liberalidad detonado

en los años sesentas, la industria del sexo que incluye parafernalias de alcoba,

pornografía...”. (Gonzalez; 1989)

En la década de los 70s, como ya se mencionó, tuvo su auge el género

cinematoggráfico de las ficheras.

“Fue una época de símbolos de la crisis nacional, un reflejo de la realidad. Los

productores independientes no tuvieron más remedio que recurrir a este tipo de

cine. A pesar de todo, algunas de esas cintas son consideradas hitos del cine

mexicano, como ‘Las ficheras’, la primera cinta de cabaret de esa época, que es

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hoy un clásico” (www.loscineastas.com)

Hoy, los bailes que realizan estas mujeres son aún más provocativos y ahora los

cabarets se llaman "table dance", donde el baile ha cedido su lugar al streap

tease, que consiste en ir desnudando el cuerpo poco a poco a ritmo de alguna

melodía que se complementa con una pequeña actuación sobre un escenario.

"La sexualidad es el fin último y primero del table dance, que está desprovisto de

los elementos estéticos y coreográficos del cabaret al volverse innecesario

gastar dinero en shows. Los espectáculos de baile y canto más elaborados

ceden su paso a la improvisación, a la sexualidad que se expresa en bruto."

(García, 2004; en Riveroll, 2004)

Quienes recuerdan los tiempos bohemios de los antros de ficheras y

cabareteras, ven con nostalgia su evolución hacia el table dance y lamentan la

perdida de contacto personal, o al menos, la ilusión que existía antaño.

“Los viejos antros eran más acogedores y menos mecanizados en su oferta de

amor mercenario. Si uno se dejaba embaucar por los meseros podía perder

hasta la camisa, pero el sistema de fichaje permitía a los bebedores

confraternizar con las chicas del congal. En los antros de ficheras, la carne

también era una mercancía, pero al menos las madrotas de la caja registradora

procuraban venderla con elegancia y decoro” (Serna 2003)

Por un lado es la nostalgia la que hace que subsistan y creen nuevos antros con

las viejas prácticas de las ficheras, pero también porque cumplen una función

particular y satisfacen diferentes necesidades de esparcimiento en sus

visitantes.

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Objetivos

De esta manera los objetivos puntuales del presente trabajo, son los siguientes:

- Identificar los códigos culturales que comparten las personas que

interactúan en los llamados antros de ficheras (clientes, trabajadores,

ficheras)

- Identificar las ventajas comparativas que reconocen los clientes asiduos a

este tipo de centros nocturnos sobre los table dance –que permiten su

subsistencia e incluso la apertura de nuevos negocios con este giro–, de

modo que se puedan identificar el tipo de necesidades sociales a las que

responden.

Juego de fichas en el Tropicana

Fue en un cabaret...

Elegimos el baile que se anunciaba en el salon “La Jungla” en Ciudad

Nezahualcoyotl o Neza, como popularmente se le conoce. No teníamos idea de

cómo llegar, así que acordamos encontrarnos en el Wings de Patriotismo a las

8:00 pm. Partimos entre la lluvia y el pesado transito hacia las las 10:00 en dos

coches. Hicimos casi dos horas para llegar al salón. La fachada del lugar tenia el

aspecto de una bodega con una cartulina pegada que decía “la Jungla”. Dos

tipos de semblante nada hospitalario flanqueaban la puerta. Como una especie

fuera de su hábitat natural, nos sentimos poco invitados a entrar y decidimos no

correr riesgos.

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Preguntamos, entonces, por otro lugar y nos recomendaron el “Tropicana” a tan

sólo media cuadra de distancia. “Luego luego se ve, es muy notorio”, nos

indicaron. Llegamos a la avenida, amplia y con camellón que se encontraba en

completa oscuridad y solo después se iluminaba con las llamativas luces de los

bares cercanos.

Descripción del lugar: Un oasis neón, un oasis sin agua.

El lugar era efectivamente notorio, con dos enormes palmeras de luz neón

enmarcadas por luces rosas igual de estridentes que deletreaban “Tropicana” y

una gran botella inflable de Bacardí en la puerta. A la entrada, alguien

ingenuamente pregunto si habría valet parking. Nadie sintió la necesidad de

contestar y nos estacionamos subiendo a la banqueta.

Nos reciben dos hombres que preguntan si hay algún menor de edad y nos

revisan para asegurarse que no portamos armas. Del lado derecho se observa

una cartulina advirtiendo que la no se puede ingresar con tenis ni vestidos de

manera informal.

Para llegar al bar hay que subir unas escaleras, sucias y por las que baja aire

viciado. Un piso arriba se encuentra un salón grande en forma rectangular

totalmente abierto y sin divisiones. Al centro está la pista de baile y las orillas

están ocupadas por mesas. Estos pasillos están separados del centro tan sólo

por algunas sencillas columnas que sostienen un segundo medio piso, con la

arquitectura de “patio” característica de un salón de baile.

La decoración es variada y colorida; por un lado había globos blancos y rojos,

una bandera de México al centro de la pista, y luces de arbolito de navidad.

Llegamos a comentar que resultaba conveniente, pues aparentemente habían

adornado para todas las festividades del año. El color predominante en las

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paredes es el amarillo pero la tenue iluminación y los focos ayudan a que todo lo

demás se vea amarillento.

Al fondo, una pared está cubierta por espejos que dan la ilusión de que el sitio

es más grande y también ayudan a que las miradas se crucen y multipliquen

entre los asistentes. En la pared contraria hay algunas ventanas que dan

ventilación al lugar. Las mesas y las sillas son color verde, de hierro y forradas

de plástico, estaban cuidadas y limpias.

En una de las esquinas del primer piso está la barra, lugar al que sólo se

acercan los meseros a dar cuenta de los pedidos. Justo sobre ella en el segundo

piso están los baños, cuartos pequeños, descuidados y sucios, con paredes

grafiteadas y con las separaciones de madera entre urinarios rotas.

En el salón también hay una rockola de la cual se escucha música antes de que

llegue el grupo a tocar en vivo. El catálogo musical era bastante variado, se

podía encontrar desde Intocable, Selena o los Tigres del Norte hasta Héroes del

Silencio o los Fabulosos Cadillacs.

La música que tocaba la banda, ubicada en el segundo piso era, en su mayoría,

salsas, cumbias, norteñas y una que otra de banda.

La carta en su totalidad estaba destinada a ofrecer una buena borrachera al

cliente, nada de alimentos para acompañar, solo chicharrones y cacahuates que

ya habían pasado por sus mejores días. No se ofrecía ni siquiera agua natural.

“Si no, ¿dónde quedan las ganancias? Imagínese alguien sentado aquí namas

tome y tome agua”, nos dijo entre broma nuestro mesero.

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Actores sociales: Ficheras y Fichados

El número de asistentes oscilaba entre 50 y 60, la mayoría gente de mediana

edad, entre los 35 y 60 años. Los sexos estaban repartidos equitativamente, no

se notaba una mayoría aplastante ni de hombres ni de mujeres. Había parejas y

personas solas, o grupos de hombres, mujeres y mixtos. Los asistentes

platicaban entre sus propios grupos, sólo muy de vez en cuando volteaban la

cabeza por el lugar para ver si había algo que les gustara, y si era así, las

mujeres podían coquetear (a veces muy poco sutilmente) o los hombres esperar

la próxima pieza para invitar a la mujer que les agradó a bailar. Saltaban a la

vista algunos grupos de mujeres vestidas de manera provocadora y que

rondaban las mesas esperando a que alguien las sacara a bailar o les invitara un

trago.

Y la verdad que no era tan difícil saber que se trataba de las legendarias

“ficheras”, aunque solo las conociéramos por las películas de Rafael Inclán o

Alfonso Sayas. Frente a la mesa pasó una mujer enfundada en un vestido tan

corto que apenas llegaba a la mitad de su muslo, que deslumbraba por la

cantidad de chaquiras, brillantinas, lentejuelas y pedrería y tan ventilado debido

al agujero estratégicamente colocado en su vientre dejando ver los bordes de

sus pechos. Su actitud fría e indiferente, su exceso de maquillaje, su peinado

elaborado aunque pasado de moda y su grupo conformado por mujeres con

faldas cortas, botas a la rodilla y medias, blusas con chaleco, o bien minifaldas

con tops o blusas escotadas y pantalones muy apretados, no dejaban espacio a

dudas. Algunas mascaban chicle, otras fumaban. Su caminar era peculiar, pues

se contoneaban de un lado a otro, como si fueran campanas.

Con ayuda de nuestro mesero, llamado Gustavo, pudimos enterarnos de que

aquellas mujeres cobraban diez pesos por pieza de baile (por ficha) y si alguien

quería invitarles una cerveza, les costaría el doble de lo usual: de 25 a 50 pesos.

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Gustavo, era muy atento y simpático, siempre con una sonrisa y haciendo plática

nos atendía. Nos ofreció un mejor servicio “pa' la próxima vez “. Los demás

meseros también se mostraron atentos con los clientes, un poco “llevados” con

las ficheras, pero con respeto.

Los hombres, cuyas edades iban de los veintitantos a los casi 70 años, variaban

en su vestimenta. Algunos iban de pantalón de mezclilla y camisa (algunas lisas

y otros con estampados tipo “Versace”), algunos con cadenas y esclava, otros

con arete. Eran pocos los que iban de vestir: pantalón y camisa “formal”. Alguno

iba vestido con traje y sin corbata; algo formal para lo que ameritaba el lugar,

pero adecuado para la ocasión. En todo caso se notaba cierto cuidado y esmero

de la mayoría por verse bien y arreglados, bañados y peinados.

Había también un par de vendedores, un hombre y una mujer, que comerciaban

con dulces, cigarros, flores y muñecos de peluche.

Interacción social: Entre fichas y mesas

El propósito principal del salón es ir a bailar, pero no era requisito indispensable,

al menos esto ocurrió con nosotros, pues no todos los miembros del grupo

pisamos la pista de baile.

A la mayoría de las personas que asisten al lugar, los une el tipo de música que

ahí se toca –salsa, cumbia- y el gusto por bailar

Cada quién atendía simplemente a los asuntos del grupo con el que asistía y no

se involucraba con los demás, excepto al momento del baile, en el que todos

compartían el espacio en común y por la gran afluencia en éste, debían de estar

muy pegados unos con otros, pero a pesar de esto no parecían muy concientes

de la presencia de los demás, no les dirigían ni siquiera una mirada y ni siquiera

intentaban ser el centro de atención de los demás al mostrar elaboradísimos o

apantallantes pasos de baile.

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Había una chica de unos 24 años aproximadamente, al parecer iba con su novio.

Vestía de una manera muy provocativa, llevaba minifalda, que no dejaba nada a

la imaginación, top o blusa escotada, de la cual se asomaba un brassiere

blanco. Tenía actitud confiada de su cuerpo, porque se “lucía” por toda la pista

cuando bailaba, evidentemente queriendo ser observada por los asistentes.

Un hombre, que venía acompañado y que estaba enseñándole a bailara a su

pareja, le hablaba al oído mientras esta sonreía penosamente, pues no podía

acoplarse a los pasos del su pareja. Otra pareja se encontraba a lado de nuestra

mesa: se mostraban cariñosos y poco desinhibidos; se besaban, se abrazaban y

él le tocaba las piernas a ella.

Durante el baile eran el hombre quien guiaba los pasos de la pareja, pero

indistintamente sacaban a bailar hombres a mujeres o mujeres a hombres.

Las ficheras se encontraban situadas en algunas mesas, generalmente en

grupos de cuatro. Ellas sonreían a los clientes del lugar, algunas les ofrecían

botana, otras se acercaban a “hacer la plática”. Una muestra del lenguaje e

ideología de las ficheras se constató en el baño, mientras ellas sostenían una

plática que llegó hasta nuestros oídos por la estridencia de su voz:

X.- jajajajaja (a carcajada abierta)… Ay manita, pero de veras que el Pepe

es un pendejo… Se pasa de veras manita. Y.- y eso tu? (mientras hacía pipí) X.- pos no stás viendo?... Me dijo que después de estar tanto tiempo juntos era hora de que nos fuéramos a un hotel… Y.- y te fuistes, manita? X.- no’mbre, tas loca o que te pasa?, si a penas teníamos tres horas juntos de estar baile y baile como trompos. Digo, el que estemos bailando no le da derecho a pensar que ya somos algo… O tu que dices? Y.- ay manita, creo que tienes razón… Pos a mi eso no me ha pasado, al menos no me he dejado.. X.- Ots, que me estás diciendo piruja? Y.- pos no, pero a veces si te ves así X.- cállate pendeja, que tu y yo venimos vestidas igualito, ¡hasta

parecemos gemelas! (carcajadas de ambas)

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Los hombres que querían “contratar sus servicios” se acercaban a ellas para

sacarlas a bailar. Después de cada canción, ellas volvían a su lugar y si el

hombre quería bailar con ella de nuevo, tendría que ir por ella hasta su mesa y

repetir el ritual. Muchos de los hombres que tenían a una fichera sentada con

ellos, y que compartían mesa con algún amigo, ignoraban a su acompañante y

se dedicaban sólo a platicar con sus amigos mientras ella fumaba y tomaba.

Sólo cuando a él se le daba la gana bailar se levantaban los dos a bailar y, por

fin, ella era tomada en cuenta.

Como parte importante del cortejo, algunos hombres compraban chocolates,

flores y muñecos de peluche a dos vendedores que se paseaban por el lugar,

obviamente sabiendo que los objetos que vendían son parte fundamental en

éste juego de ficheras y fichados.

Al cuestionar a nuestro mesero sobre si era posible que la actividad con las

ficheras traspasara las paredes del local, nos confesó que aunque no era lo

normal sí llegaba a pasar, pero tenían que ser clientes habituales, tanto del lugar

como de ellas.

Sin embargo, no todos los hombres iban por las ficheras. Uno de ellos se acercó

a nuestra mesa y caballerosamente sacó a bailar a una de nuestras

compañeras. Ella accedió, con un poco de pena. Mientras bailaban, él trataba de

mostrar algunos de sus mejores pasos, complicados y llamativos, mientras que

su pareja no pudo seguirle el paso y tuvieron que bailar de manera más

tradicional. Claro que esto no desanimó al Don Juan y aprovechó otras dos

ocasiones para repetir la invitación y en ninguna de éstas recibió una negativa.

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Hallazgos de investigación

Una vez descritas las dimensiones espaciales y temporales en que se constituye

la vivencia de los asistentes al Tropicana, expondremos lo que a nuestro juicio

son los códigos subyacentes a la pertenencia e identificación con la cultura de

los antros de ficheras. Para dar cuenta de estos niveles de significación nos

apoyaremos fundamentalmente en los testimonios de algunos de nuestros

entrevistados y, en algunos casos, en lo que pudimos observar durante la visita

a este centro nocturno. En este apartado se analizará la estética de los

asistentes, la música, el baile, la interacción como código, y las ventajas

comparativas que tanto clientes como ficheras reconocen sobre los llamados

table dance.

En general, la mayoría de los hallazgos del presente trabajo sirvieron para

confirmar aspectos mencionados en la revisión de la literatura que se realizó

previamente.

a) Una estética adecuada para la ocasión y las circunstancias

Las ficheras

La apariencia física de este grupo de mujeres no deja lugar a dudas sobre el

papel que juegan en el Tropicana. Todas ellas lucían atuendos llamativos,

vestidos provocativos, entallados y con pronunciados escotes. Aquí es donde se

lleva a la práctica el dicho “el que no enseña, no vende”, pues fue fácilmente

comprobable que había una correlación, si no exclusiva, sí significativa, entre la

proporción del cuerpo que conservaban cubierta y el rating que tenían entre los

parroquianos. Lo anterior sin que pareciera importar el hecho de que la mayoría

de las ficheras ostentaban físicos más bien “rellenitos”.

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El maquillaje es exagerado, sobrecargado y muy vistoso. Las cejas bien

definidas; los ojos delineados con lápices de punta gruesa, las sombras de

colores fuertes, pestañas postizas que hacían al ojo aún más vistoso, los labios

siempre en color rojo. El decorado de la cara permite hacer aún más evidente la,

de por sí, poco sutil práctica del coqueteo.

En cuanto a los accesorios, a diferencia de los demás elementos de su atuendo,

no eran muy exagerados: una cadenita de “oro” con una cruz, añillos en ambas

manos y aretes largos eran los elementos más comunes.

Los clientes

Los hombres lucen vestimenta formal, pantalón de vestir y camisas lisas o

estampadas. En todos los casos, el esmero en el arreglo personal era algo

evidente, la ropa bien planchada, los zapatos boleados y el aspecto de haberse

bañado hace pocas horas. Estos elementos reafirman una de las conclusiones

que se desarrolla más adelante: la ilusión del ligue y el cortejo.

b) La música

La música, como ya se mencionó, proviene de dos fuentes principales: el grupo

y la rockola. En el caso del grupo, los géneros se restringen al tropical; sin

embargo, un hecho a resaltar es que –por razones obvias– no tocan Merengues

o cualquier otro ritmo que se preste para bailar sin tener contacto físico con la

pareja. En el caso de la rockola, cuando ésta era accionada por clientes de edad

avanzada, emitía ritmos también tropicales, o bien boleros antigüos; pero

cuando es turno de los jóvenes, se apropian del lugar programando géneros

más adecuados a sus preferencias habituales, como rock o pop en español de

manufactura reciente. En este sentido, llama la atención la tolerancia, que se ve

reflejada en la disposición que todos los actores, independientemente de sus

edades, tienen para escuchar géneros musicales tan diversos; así como el

hecho de que la rockola cuente con este tipo de música disponible.

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c) El baile

“donde te encontré, bailando...”

El baile es sin duda uno de los valores agregados más apreciados en este tipo

de antros. Tanto clientes como ficheras hacen evidente su gusto por el baile,

brindando verdaderas exhibiciones, desarrollando pasos elaborados y

complicados y cuidando en todo momento la estética de sus movimientos. Un

gesto común, consiste en fijar la vista en un punto determinado, de modo que a

la hora de dar vueltas su cabeza se queda se mueve para permitir que no se

pierda el punto de referencia, el resultado es que la cabeza gira de modo

desfasado con respecto al resto del cuerpo, movimiento que por momentos

recuerda a las bailarinas de ballet.

La habilidad en el baile es reconocida como un elemento de estatus, a partir de

éste, los clientes y las ficheras buscan agradar y ganar la atención de las sus

parejas y de cualquier otro miembro del sexo opuesto. De este modo, el baile

ayuda a reforzar esta ilusión de conquista y cortejo.

d) Las interacciones

“...y con sentimiento noble,

yo le brinde como un hombre

mi destino y corazón...”

Una de las diferencias más patentes entre los table dance y los antros de

ficheras, y que constituye el mayor atractivo de estos lugares para sus clientes,

es que, al menos en ese espacio físico y temporal, persiste la ilusión de la

conquista y la fantasía de cortejo.

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En este ritual, los clientes participan desde el cuidado de su arreglo personal; su

actitud galante con las ficheras, que se ve reflejada en la compra de regalos

como dulces, flores y peluches para las ficheras, como si fueran sus parejas

sentimentales, aunque solo convivan durante el tiempo que duran algunas

canciones y aún cuando apenas crucen alguna palabra.

Se puede inferir que los clientes asiduos a este tipo de lugares acuden porque

se sienten incapaces de conquistar, por méritos propios, a una pareja. De modo

que el pago por el servicio de acompañamiento y por el baile se convierte en una

relación de poder, que se ve materializado en la compras de las fichas. El cliente

consigue compañía a cambio de una retribución económica, siendo un elemento

indispensable la falacia del cortejo.

e) Algunas ventajas

Más allá de la nostalgia, el hecho de que sigan existiendo los antros de ficheras

y que sobrevivan aun con competencia de un table dance al otro lado de la calle,

refleja que las opciones predominantes actualmente no satisfacen las

necesidades de esparcimiento de un segmento de la población. Estas

necesidades que pueden satisfacerse en estos espacios ya han sido descritas

en los incisos anteriores de este apartado.

Por otro lado, para las ficheras también existen considerables ventajas. Primero

porque es una opción de trabajo para aquellas que ya pasaron sus mejores años

y difícilmente podrían subir a la pasarela de un table dance y realizar los

acrobáticos bailes que exige el oficio.

Además, las exigencias en cuanto al físico se ven diluidas por la importancia que

se le atribuye a las habilidades para el baile. Es claro que la gran mayorías de

las mujeres que se desempeñan exitosamente como ficheras, no tendrían la

misma suerte en un table dance.

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Otro factor importante es que la fichera tiene mayor capacidad de negociación,

dado que también juega en la simulación de cortejo. En el table dance las reglas

son mas rígidas, y los límites están preestablecidos. Las ficheras tienen la

capacidad de negociar los costos de sus servicios y los límites de la interacción

con base en elementos subjetivos, sin que el establecimiento intervenga en ello.

A modo de conclusión

“...y pasado ya algún tiempo,

pagaste mi noble gesto

con calumnias y traición...”

Una primera conclusión es que en los actuales antros de ficheras,

particularmente en el que visitamos, nada sobrevive del glamour del cabaret y la

atmósfera bohemia de la que alguna vez gozaron. De ocupar las zonas de la

ciudad más exclusivas y de mayor afluencia, en espacios decorados con lujo y

discreción. Ahora, el oficio de fichar se desarrolla en establecimientos ubicados

en la periferia de la Ciudad, en colonias marginadas, como es el caso de colonia

Raúl Romero, en el Municipio Ciudad Nezahualcóyotl.

Por otra parte, la evidencia del tipo de necesidades sociales que son cubiertas

en estos espacios –eminentemente afectivas–, da cuenta de una característica

imperante en las sociedades modernas: la dificultad de sus miembros para

establecer, de manera exitosa, relaciones interpersonales.

En una sociedad como la nuestra, cada vez más cambiante, acelerada y

despersonalizada, el encuentro con el otro y, por extensión, el encuentro de uno

mismo a través del otro no es tarea fácil. Resulta preocupante reconocer como

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un grupo de la sociedad tiene que recurrir a este tipo de falacias para llenar

aspectos trascendentales de su vida. El análisis exhaustivo de esta problemática

y sus consecuencias pueden ser tema para futuras investigaciones.

Finalmente, esperamos que el análisis de este estudio de caso, ofrezca

elementos que contribuyan a caracterizar la cultura de este tipo de espacios

citadinos, y que los resultados de este trabajo puedan tomarse como punto de

partida o referencia para quienes aborden temas relacionados con las nuevas

formas de socialización sexual (como los citados table dance) u otro tipo de

problemáticas sociales.

Referencias

- Serna, Enrique (2003) “Giros negros: La deshumanización del antro”.

Versión mimeográfica.

- González, Sergio (1989) “Los bajos fondos. El antro, la bohemia y el

café”. México: Cal y Arena

- Riveroll, Julieta (2004) “Fue en un cabaret...”. México: Diario Reforma

(8/03/04)

- Icaza de, Valdemar (2005) “Fuego en la ciudad”. México: Diario el

Universal (6/07/05)

Sitios de internet

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