las historias de vida como método

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

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    Franco FerrarottiLas historias de vida como mtodo

    Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, vol. 14, nm. 44, mayo-agosto, 2007, pp. 15-40,

    Universidad Autnoma del Estado de Mxico

    Mxico

    Cmo citar? Fascculo completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista

    Convergencia. Revista de Ciencias Sociales,

    ISSN (Versin impresa): 1405-1435

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    Universidad Autnoma del Estado de Mxico

    Mxico

    www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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    Las historias de vida como mtodo1

    Franco Ferrarotti

    Universidad Sapienza de Roma

    Abstract: This paper provides strong arguments that validate the qualitative methods asprivileged strategies for the study of the so cial aspects, par ticularly in the case of the stories of life;one of the fundamental arguments is that humans are not a piece of data, but rather, a process

    which acts cre atively in their quotidian world, where the latter im plies ac knowledging its evocative

    and re-creative sense, elements that imply the possi bil ity of self percep tion of the individ ual-subject of the history of life in its experiencial relation with the contextual environment. Therelation between text and context is cre ated by the individ ual as part of his ex pe ri ence pro cess, inso far as a historic agent. In the end, the histories of life have the capacity of expressing andformulating the quotidian lived of the social, formal and informal structures, from there thefundamental contribution to the social research.Key words:histories of life, quotidian life, qualitative methods.Resumen:El trabajo da argumentos de fondo que legitiman a los mtodos cualitativos comoestrategias privilegiadas para el estudio de lo social, en forma particular en el caso de las historias de

    vida; uno de los argumentos centrales es que el hombre no es un dato sino un proceso, el cual actaen forma creativa en su mundo cotidiano, es decir, lo social implica una historicidad. Un segundoargumento es el de la necesaria vinculacin entre texto y contexto, en el que este ltimo implicareconocer su sentido evocativo y re-creativo, elementos que implican la posibilidad de laautopercepcin del individuo-sujeto de la historia de vida en su vinculacin experiencial con elambiente contex tual. La relacin entre texto y contexto la realiza el individuo como parte de suproceso vivencial en tanto que agente histrico. Las historias de vida tienen, finalmente, lacapacidad de expresar y formular lo vivido cotidiano de las estructuras sociales, formales e

    informales, de ah su aporte fundamental a la investigacin social.Palabras clave: historias de vida, vida cotidiana, mtodos cualitativos.

    ISSN 1405-1435, UAEM, Mxico, nm. 44, mayo-agosto 2007, pp. 15-40

    1 Traduccin del italiano de Jos Manuel Recillas. Revisin, Daniel Gutirrez Martnez.

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    Han transcurrido treinta aos, casi una generacin, desde que publiquVite di baraccati (1975). Se trata de un lapso ms bien breve, en el cual, sinembargo, los temas de la pobreza, de la marginacin metropolitana y de laexclusin social parecan destinados a transformarse muy pronto enasuntos residuales, si no es que irrelevantes, como para considerarseapenas sujets honteux (temas no muy honrados). Por no mencionar elproblema del marco metodolgico de la investigacin. Sobre todo, lossocilogos elaboraban escombrados bajo el peso del inalcanzable modelode las ciencias naturales, afligidos por un invencible sentimiento de culpapor no ser lo suficientemente rigurosos, exactos en los clculosestadsticos y en absoluto certeros de la verificacin de sus hiptesis. Erala poca en la cual se hablaba, entre socilogos y, en general, entreestudiosos de los asuntos sociales, del mtodo de las historias de vidacomo un mtodo serio para el anlisis sociolgico, tal vez el nico que nospermitiera tener un contacto directo con lo vivido de las personas y, porende, con la materia prima, fundamento de la investigacin social; perose podra decir que se corra el riesgo de provocar una sonrisa decomplacencia. Como las sonrisas que se les reservan a los escritores desegunda categora o a novelistas fracasados, y que en el variopinto campode la investigacin social insina una vocacin literaria miserablementeabortada.

    En ese tiempo triunfaban, como an hoy priman, los mtodoscuantitativos, y por razones ms que ineluctables: son mtodos rigurosos,que compiten en la precisin numrica con las ciencias duras, llamadascon temeridad exactas, de la naturaleza, con suficiente distancia deaquellas disciplinas de la vaguedad y de la superficialidad como son las

    ciencias humanas tradicionales, en especial las histrico-morales. Otrasrazones suelen ser dadas por los interesados pdicamente susurradas,pero su peso es indudable: los mtodos cuantitativos permitenprevisiones, acerca del xito y el tiempo real necesario para lainvestigacin, sobre todo seguros y, por lo tanto, de consecuenciastranquilizantes para los que piden las investigaciones, que con gustopagan con tal de tener en la mano los resultados de la misma en tiemporeal, con grupos de diagramas y tablas del todo consecuentes a suacercamiento, en particular, del tipo pragmtico. Adems de todo loanterior, en cuanto a los investigadores concierne, incluso en lasinvestigaciones sobre el terreno el clebre field-work (trabajo decampo), no deben ensuciarse las manos ms de lo necesario. Losinstrumentos cuantitativos cuestionarios, apuntes, escalas de actitudes,

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    frmulas para los coeficientes de correlacin, etctera estn ya

    preconcebidos de manera que puedan ser utilizados y evaluados por losmismos colegas. Basta aplicarlos siguiendo de manera escrupulosa lasinstrucciones para el uso y mantenindose a la higinica distancia de losobjetos de la investigacin.

    Al respecto, las pginas introductorias de Pierre Bourdieu a La miseriadel mundo2resultan iluminadoras y plenamente compartibles: Cmo, dehecho, no experimentar un sentimiento de inquietud en el momento dehacer pblicas declaraciones privadas, confidencias reunidas en unarelacin de confianza? [] Ningn contrato est tan cargado deexigencias tcitas como un contrato de confianza (Bourdieu, 1993: 7).3

    Bourdieu llega a citar a Spinoza: No deplorar, no rer, no odiar, sinocomprender. Es justo a la comprensin profunda, y no slo a la

    descripcin de los contornos externos, para lo que sirven las historias devida. Pero, obvio, tienen un precio que el socilogo cuantitativo puedeignorar de manera olmpica: obligan a ganarse la confianza de losinterlocutores, a no limitarse a colocar una cruz en la casilla justa (s,no, no s), a saber escuchar y, en esta capacidad de escucha, a saberrealzar la bsqueda ms all del simple reporte sociogrfico-inventarial odel reporte policial. En otras palabras, entre los investigadores y losobjetos de la investigacin debe instaurarse una relacin significativa,una autntica interaccin, que, en tanto involucre de manera natural a laspersonas sobre las que se conduce la investigacin, reclame alinvestigador permanecer en la causa y derribar el muro defensivotradicionalmente colocado al pie de la cultura entendida como capitalprivado. Y la investigacin misma abandona su estructura asimtrica que

    realiza, de este modo, ms que una empresa cognoscitiva, se trata de unaoperacin de poder. Las historias de vida ayudan a comprender que enla investigacin social todo investigador es tambin un investigado.

    En el caso de la investigacin de Bourdieu, los frutos de estaimpostacin resultan vistosos, pues permiten lanzar una mirada en losngulos oscuros de las sociedades de la abundancia. En particular,

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    2 Hay una edicin en espaol: La miseria del mundo(1999), Mxico: Fondo de CulturaEconmica. Parte de estas observaciones sobre la obra de Pierre Bourdieu vieron laluz, bajo la forma de una resea, en el Suplemento cultural del diario Il Sole 24 Ore.

    3 Cursivas en el original.

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    ayuda a medir el orden de grandeza y a comprender el sentido y la

    dinmica de las nuevas formas de pobreza. Esta ya no es la desnutricincrnica del siglo pasado; aunque ciertamente, y sobre todo entre losinmigrantes ms recientes y desesperados, casos de este tipo no faltan. Porel contrario, la nueva pobreza est dada por la exclusin social y por laimposibilidad objetiva y psicolgico-cultural de participar en la vidade la comunidad. Es una pobreza material, pero en primer lugar moral eintelectual, que se hunde de forma vertical en la conciencia de losmarginados, condenados a vivir, o, ms sencillamente, a sobrevivir en lagris desolacin de las banlieues(suburbios) del mundo. La nueva maneradel sistema de aprovecharse de los marginadados al fi nal de este siglo noes ms la confiscacin, por parte del capitalista, de la plusvala. Es elabandono, el descuido, el estar al margen de la sociedad y de la historia.

    Las voces que provienen del gueto norteamericano son, en estesentido, relevantes y nos hacen entender cmo laAutobiografade MalcolmX no es slo un texto revolucionario, sino tambin un testimonio de vidacotidiana para meditar y analizar. Numerosos preconceptos yestereotipos se vienen abajo: por ejemplo, la idea de que entre los pobreshay mucha solidaridad. En realidad, reina una soberana desconfianza, casiparanoica, y la razn resulta evidente por sus declaraciones: los pobres notienen mrgenes, no pueden permitirse el lujo de un encuentroequivocado; no colaboran porque no tienen nada que poner en comn,nada sobre lo cual colaborar (Bourdieu, 1993: 169). Pero tambin paraquienes se han integrado en el sistema y que poseen un trabajo regular,las metas vitales se presentan demasiado estrechas. Pinsese en el obreroque se halla descartado, cortado de improviso, por la innovacin

    tecnolgica (Bourdieu, 1993: 331) o en los vacos ineliminables deltrabajo del turno nocturno. Dice Danielle, empleada de Correos:Jams veo el sol []. Se est de pie, siempre de pie []. Cuando melevanto para ir al trabajo, la noche cae (Bourdieu, 1993: 373). Elmovimiento fisiolgico del capitalismo entre alta y baja coyuntura, entrecrisis y boom, tambin toca a los profesionistas intermedios de la estructuraproductiva, esos que se podan mantener razonablemente ms all y abuen resguardo respecto de las oscilaciones del mercado. Vistos desdeabajo, como escribe Bourdieu, son estos profesionistas intermedios de laestructura productiva, determinados por la estrechez de las innovacionestecnolgicas, con sus carreras y expectativas destruidas, quienesmanifiestan la ms profunda angustia y una incertidumbre casi total sobresobre las perspectivas futuras. Se sienten al garete. Son tal vez la

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    encarnacin ms inquietante de lo que Max Weber llamaba la

    proletarizacin del alma. De frente al extravo de estas figuras sociales,que se sienten presas en un engranaje del que conocen muy poco y del queno estn en posibilidad de gobernar, parece evidente, una vez ms, que losproblemas del individuo no son ni se reducen a una cuestin meramenteindividual. La mentalidad progresista est acostumbrada, porgeneraciones, a recurrir, en esta fragmentacin, al Estado, en particular alEstado social, mencionado a menudo con irona inconsciente, Estado debienestar o Welfare State. Las pginas que la investigacin de Bourdieureserva a la violencia de la institucin no dejan en pie muchas ilusiones.Del sistema escolstico a ese otro pensionstico, Bourdieu registra confrialdad la rendicin del Estado. Lo que queda del Estado es eso queNietzsche previ correctamente: entre todos los glidos monstruos,ciertamente el ms glido. Bourdieu subraya: el que comprende menos, elms reacio a entender, el ms burocrticamente protegido y lejano, elmenos capaz de comunicacin no violenta (Bourdieu, 1993: 905).

    De acuerdo con Bourdieu, respecto a todo lo dems, es necesariorepensar la poltica, sustrayndose de manera contempornea tanto a laarrogancia tecnocrtica como a la declinacin dogmtica. Sobre estospreceptos del ilustre acadmico, se pueden legtimamente mantenerintactas las reservas, sobre todo por parte de aquellos que saben que lapoltica es todo menos que una obra piadosa; es ms, se resuelve en unaardua lucha de poderes entre centros oligarcas que sera ingenuo sostenerla idea que sean lmpidos en sus operaciones internas.4No obstante, es

    verdad que la misma lucha por el poder surtira tal vez mejores resultadossi en vez que al barullo de aproximaciones incluso generosas, fuese

    conducida en una situacin de ms actualizado conocimiento de losproblemas, segn el clebre pero nunca escuchado dicho: Conocer paradeliberar. Los gobernantes escribe al final de su trabajo Bourdieuson prisioneros de un entourage(entorno) de jvenes tecncratas que amenudo ignoran casi todo de la vida cotidiana de sus conciudadanos, y alos cuales nunca recuerda su misma ignorancia (Bourdieu, 1993: 941). Esprobable que Bourdieu, al escribir estas palabras, tuviese en mente losjvenes commis dEtat(comisionados del Estado) que salen de la clebre

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    4 A este respecto, permtaseme remitir a mi Simone Weil: la pellegrina dellassoluto(1996), enespecial el captulo II: I partiti politici: un male non necesario, pp. 37-61.

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    cole Nationale dAdministration (Escuela Nacional de Administracin).

    Se dan situaciones que son mucho peores, en las cuales los jvenescolaboradores de los gobernantes no salen de escuelas prestigiosas.Nacen de las parroquias o de las humeantes habitaciones de las secretarasde los partidos. Para sealarlos no es necesario incomodar a latecnocracia. Se pueden llamar, de forma mucho ms prosaica,maleteros.

    Cierto, la iniciativa de Bourdieu es saludada como una importantetoma de conciencia respecto a los datos cualitativos y a su capacidad deofrecernos elementos, para una interpretacin ms profunda y msautntica de la vivencia social. El historiador de la Edad Media, Jacques LeGoff, sospecha que la moda de las biografas est vinculada, si no es quedeterminada, por el hambre de concrecin y de especificidad que el

    historiador advierte tras diez aos de estructuralismo, de historiahecha con la computadora, es decir, de conceptualizaciones tipolgicasabstractas. El historiador de las estructuras escribe perturbado porlas abstracciones, tena hambre de concrecin. Quera volverse el tipo dehistoriador que Marc Bloch habra deseado, ese similar al ogro de lafbula, que sabe que su presa se encuentra en cualquier lugar que sesienta el olor de carne humana. Es ms la presa ya no es ms el hombre ensociedad, el hombre atrapado colectivamente, sino el individuo: unpersonaje histrico preciso (Le Goff, 1995: 11).

    Una reserva es legtima: Estn en verdad de moda, hoy, las biografasen la investigacin social? Parece plausible que lo vivido, una vezderrumbadas las ideologas globales y disueltos los grandes ideales, hayaalcanzado un cierto inters, teniendo en cuenta tambin la

    psicologizacin de las cuestiones estructurales operada, ms o menos deforma conciente, por el feminismo. Pero esto no tiene mucho que ver conuna renovada concepcin de la historia como bsqueda completa ytridimensional (a tutto tondo) de la vida histrica en sus mltiples aspectos,ni mucho menos conlleva las historias de vida como materia privilegiadade la investigacin social.

    La polmica en contra de la precisin en sentido cuantitativo en losestudios interpretativos sobre la experiencia social en su sentido literal noes un asunto de hoy. Basta detenerse por un instante para considerar lacuestin, y de inmediato se amontonan en la memoria los nombres y losttulos que, a la polmica, han dado piezas de apoyo y argumentos, losensayistas literarios a los historiadores de la economa y de la ciencia, por

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    ejemplo de Lionel Trilling y Dwight MacDonald a John U. Nef y a A.

    Koyr, por no mencionar a un socilogo recin desaparecido, de pasadopoltico turbulento, pero no por ello para guardarlo en silencio, JulesMonnerot (1946).

    El debate propiamente filosfico es por s mismo rico y articulado.Esto remite, en particular, a La cri sis de las ciencias europeas y la fenomenologatrascendente(1961) de Edmund Husserl, y a las crticas hacia Galileo encuanto a que la matematizacin de la naturaleza nos habra separado detoda posibilidad de contacto significativo con el mundo de la vida, oinclusive reducir a separar la riqueza de la experiencia vivida para rigidizarlaen la sequedad y en las formas estandarizadas por las frmulasmatemticas: o sea, dicho en otras palabras, hasta hacer perder a la cienciatodo significado por la vida y su sentido de empresa humana en nombre

    de la geometrizacin del mundo. En trminos polticos, la misma crticase puede hallar en la Dialctica de la Ilustracin, de Max Horkheimer yTheodor Adorno, para quienes el lenguaje cientfico fsico-matemticohabra sustrado a los seres humanos, en tanto que seres oprimidos, lafuerza de expresarse. No es difcil ver cunto de nostlgico eirracionalmente romntico est presente en stas y otras crticas delmismo estilo, observando cmo una expresin matemtica no es ms queun lenguaje, del todo similar a otros lenguajes, y, por lo tanto, capaz depoder expresar una representacin numrica de la cualidad de laexperiencia, una vez que se hayan definido las cualidades justas opertinentes para expresarlas de forma matemtica.

    Empero, queda en pie la observacin fundamental de que los hechossociales no son susceptibles de elaboraciones de segundo grado en

    sentido matemtico. Por qu? Por la sencilla razn de que el hombre noes un dato, sino un proceso, y que las leyes que tienen que ver con l, nopueden ser timelessy spaceless, vlidas en cualquier contexto e intemporales.

    Tal vez existe en el hombre en sociedad una indeterminacin ms alta quela correspondiente en la naturaleza, tambin slo por el hechoincontrovertible que el hombre es un ani mal no programado y en esto esradicalmente diferente, y que lo digan los sociobilogos, de los animalesno humanos. Es cierto, como muchas veces ha sido observado, que ensociologa el dato cuantitativo, estadstico, a menudo es fundamental yque sus repeticiones dan lugar a la definicin de una clase de fenmenos,que a su vez devienen el tipo interpretativo de algo socialmente vasto;pero lo real se manifiesta en sociologa no tanto y no slo en la repeticin yen la uniformidad, cuanto en la ruptura revolucionaria, en la diferencia,

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    en el momento de la crisis cri sis como ruptura, pero, en primer lugar,

    como separacin. Hay entonces en la crisis una funcin epifnicaprobablemente no subrogable, incluso porque las revoluciones socialesno se pueden construir de forma gil o reproducir artificialmente enlaboratorio.

    La historicidad de la ciencia ofrece saludables lecciones de sobriedadde la misma medida en el estudioso llevado a razonar en los modos de untematismo puro, es decir, razonar hasta enloquecer, confirmando contradeseo o inconscientemente el dicho que considera al loco como aquel queha perdido todo menos la razn. Y entonces, est eso que con gustollamar el baile de los paradigmas. stos no slo desfasan, comosupuso Thomas Khun, sino que evolucionan voltendose in clusive sobres mismos. Tambin en los ejercicios de la ciencia que se suponen por

    definicin racionales, hay que tener presente los aspectos imprevistos delas modas intelectuales y de las vagas influencias, a-racionales peropotentes, que demasiado correctivamente se reasumen a menudo en elsugerente y por dems genrico trmino de Zeitgeist o espritu deltiempo trmino sugestivo, si no es por otra cosa que por la presenciadel trmino Geist, pero tambin irritante, debido a que todo sumado,resulta inaferrable. Esto es sobre todo cierto para esas ciencias de lo vagoo del ms o menos, que en Francia son llamadas ciencias humanas; mientrasque en pases de lengua inglesa se presentan como social sciences. En el climamental en el cual estn inmersas y del cual son variablementecondicionadas, aparece el clima demasiado mvil, capaz de evolucionesradicales en un arco de tiempo relativamente breve.

    En un tiempo no tan lejano, en los aos de la inmediata posguerra, se

    acostumbraba pensar en trminos de una gran dicotoma. Permtasemeusar una terminologa ms bien brbara, en ese tiempo se poda serestructuralistas o bien relacionales. Los primeros trataban losfenmenos sociales como cosas comme des choses, sentenci mileDurkheim, en tanto los segundos se atrincheraban al interior de gruposprimarios, llamados tambin cara a cara; y a partir de ah se disponan adisear esos refinados arabescos que presuman expresar cientficamentelos variados retculos de las relaciones interpersonales. La tensin entreambas impostaciones, que por un instante pareci dramtica, erasostenida, por una parte, por Talcott Parsons; pero con l toda, o casi todala tradicin sistemtica europea, y por otro, el pintoresco inventor de lasociometra, el infatigable viajero con sombrero Jacob L. Moreno, perotambin el austero y distradamente aristocrtico mdico y socilogo

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    australiano Elton G. Mayo, ilustre teorizador de las relaciones humanas

    en la industria.Al parecer esa poca hoy est cerrada y aquellos de bates, ya entonces

    fervorosos y colmados depathos: actos hoy, reledos con atencin nosparecen desvados y polvorientos. Se trata ms bien de una severa leccinpara quienes se imaginan el progreso cientfico como una suerte de lisacarretera sin curvas o interrupciones o vueltas en U, por no hablar de lasretractaciones y arrepentimientos, vinculadas al supremo criterio de laautocorregibilidad interna; mientras, tratndose tambin de unainformacin de conjunto, la evolucin de las ciencias no tarda enmanifestarse por lo que es: una empresa humana, slo humana, unahistoria constelada por contrastantes escuelas y por gruposcontrapuestos, una historia hecha, ciertamente, de conquistas cientficas,

    empero tambin de luchas polticas, de celos mortales, de conjuras y desangre.La tensin ahora ha mutado de registro. Pasa y se manifiesta en tre

    grupos de analistas sociales que se refieren a la cantidad o bien a unaimpostacin, contraria y simtrica, que se funda sobre la cualidad. No setrata de una querellade poca monta. No se agota en el mbito acadmico,pues envuelve importantes intereses econmicos y a sus representantes.Para comprender su sustancia es necesario dirigirse a la perspectivahistrica. Durante 150 aos el socilogo vivi en su limbo, umbrtil yapartado. Con paciencia, hizo antecmara. En muchas ocasiones secubri la cabeza de cenizas. Padeci todo el sentido de inferioridad queera capaz de sufrir. Como los que temen verse acusados de bancarrota,desesperadamente imit y se dirigi hacia los cientficos de la naturaleza;

    intent elaborar una fsica de las costumbres; temi ser atrapado enflagrancia de lesa rigurosidad cientfica, no saber mostrar eficazmente laexactitud de su ciencia enferma, como tuvo que llamarla un ilustreerudito napolitano. No es casualidad que la instancia positivista, todavaen sus lmites histricos y tericos, sea an el momento fundante de lasciencias sociales en cuanto ciencias de observacin observacin de losdatos y de comportamiento externo para llegar a la interpretacin de lamotivacin interna, en el sentido del actuar humano en cuanto accindel individuo singular o bien como actuar recurrente cristalizado en lasinstituciones. Pero hoy son las mismas ciencias de la naturaleza, lasciencias exactas, que se ven constreidas a autoproblematizarse, las quese aproximan cada vez ms, y de manera por completo imprevista, a lasciencias de lo vago y que renuncian o penosamente comienzan a

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    renunciar al concepto de ley intemporal, necesaria o de necesidad,

    universalmente vlida, timeles and spaceless, a favor del concepto deuniformidad tendencional en sentido probabilstico.

    Por otro lado, las ciencias sociales y la misma sociologa se estnmoviendo y transformando. Los lmites del positivismo comtiano sonahora tan evidentes que resultan innegables. Por lo dems, se trate delfisicalismo comptiano o del cosalismo durkhemiano, en ocasioneshallaron crticos aguerridos y sutilmente despiadados. No slo en lacultura italiana, convertida en provincia de un veterano-humanismo enesencia antisociolgico. Tambin en Francia, donde la gran camada deDurkheim no sufri jams serias interrupciones. En Francia, escribiSimone Weil, [...] existe una escuela de sociologa gracias a la cual sepueden estudiar los mitos, el folclor, las civilizaciones antiguas y las de las

    poblaciones de color sin hallar, por ninguna parte, alguna huella deespiritualidad. Y, ms adelante, al abordar a los griegos antiguos,prosigue: Hay relaciones indefinibles por medio de nmeros. Y eso eraexperimentado por los griegos no como una ocasin de jaque o deangustia, sino de alegra, pues la nocin de equilibrio era la nocinfundamental y la injusticia en un hombre consista en ignorar sus lmites(Weil, 1966: 245).

    Es entonces posible teorizar un encuentro entre cantidad y calidad amedio camino? Al parecer, no por el momento. La impostacincuantitativa en las ciencias sociales goz y goza en la actualidad de un granfervor. Cuando el jefe de una compaa tiene problemas en undepartamento, el socilogo cuantitativo lo conforta con las respuestasobtenidas de los trabajadores en torno a sus investigaciones; todo es

    elaborado a travs del suministro de un cuestionario con respuestasprecodificadas; al final, el jefe puede leer algunas tablas limpias, conporcentajes y cruces hechos como es debido. Se trata de un lenguaje seco,que se comprende de inmediato y lo tranquiliza, aunque despus lasautnticas razones de la agitacin de los trabajadores ni siquiera se hayandesentraado. Cuando los soldados estadounidenses en el frente delPacfico, en la Segunda Guerra Mundial, bloqueados tal vez porcomplejos religiosos o psicolgicos, no disparaban, fue la investigacin deSamuel Stouffer y sus colaboradores la que aplac la angustia de losEstados mayores con los diagramas de la monumental investigacinsobre losAmerican Soldier. Los mtodos cuantitativos tratan a las per sonasque forman parte de una situacin social por analizar; como por ejemplo,el comportamiento de los colonizadores frente a los indgenas. No hay que

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    escandalizarse. Se comportan exactamente como cualquier profesionista,

    es decir, como aquellos que, bajo contrato, ofrecen un servicio a uncliente, el cual no tiene posibilidad alguna de control, profano como es,sobre el servicio mismo.

    En realidad, la investigacin social, conducida con mtodosestrictamente cuantitativos, an hoy en posicin dominante entreaquellos de cultura sociolgica, debe mucho de su xito a razones denaturaleza ex tracientfica.

    a) Coincide y corresponde al estilo de pensamiento y a la mentalidadtecnocrtica sobresaliente en la gestin de la empresa industrial yfinanciera.

    b) Ofrece resultados ilusoriamente ciertos, expresados con larestrictiva coherencia formal de los aparatos numricos.

    c) Al no basarse sobre una conciencia problemtica autnoma, no seplantea el problema de la eleccin de los temas de encuesta.

    d) En este sentido, se encuentra en la disponibilidad de venderse en elmercado al mejor postor.

    Pero despus se puede mencionar una ventaja de naturaleza tcnica:val indose de instrumentos conceptuales preconstitu idos, o seaelaborados independientemente del tipo y de las caractersticas humanasde la investigacin, se encuentra en posibilidad de conducir sondeos deopinin masivos, que proporcionan al menos la ilusin de totalidad y deuna cierta capacidad predictiva, y todo esto en un arco de tiemporazonable.

    Por el contrario, la investigacin cualitativa histricamente haprivilegiado los estudios de comunidad. Adems de la experienciaextraordinaria de la Escuela de Chicago en los aos treinta, son estudiosclsicos los de Helen y Robert Lynd (1929) (MiddletownyMiddletown inTransition) y los de Arthur J. Vidich y Joseph Bensman (1958) (Smalltown inMass Society). Contrario a las investigaciones cuantitativistas, en vez dedejar caer sobre el objeto de estudio categoras, esquemas y cuestionariospreelaborados y usados en formas intercambiables, descuidando con estoel contexto histrico especfico, las investigaciones cualitativas tienden ahacer emerger, desde abajo en contacto directo con el objeto deinvestigacin (observaciones participantes y esa que, en mi Trattato disociologa [Ferrarotti, 1968], llamo investigacin de fondo), las reasproblemticas y los eventuales conceptos operativos. stas no son

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    elaboradas en el escritorio, sino que son el fruto de una impostacin de la

    investigacin esencialmente inductiva y que no puede partir sino sobre labase de una exploracin preliminar. stas consienten elaborar oensayar y poner en punto una serie de conceptos sensibilizantes, comolos llama Herbert Blumer, los cuales hacen posible la construccin de loque yo llamo conceptos operativos (debido a que se puedenoperacionalizar, es decir, descomponer en sus partes para ser puestosen relacin con variables importantes para los fines de la investigacin).

    No es casualidad que, para la reunin de los datos empricos a travsdel anlisis cualitativo, sea fundamental la historia de vida.5Es claro quela lectura de documentos biogrficos pone problemas ms complejos queuna mera elaboracin estadstica de respuestas precodificadas. Paraempezar, la reunin de las historias de vida presupone, como antes he

    subrayado, una relacin de confianza entre entrevistador y entrevistado.Ninguno contara a un magnetfono sus Erlebnisse, sus experienciasvividas. Esto significa que la investigacin es concebida como unacon-investigaciny que cada investigador, lejos de poder atrincherarse tras unarmamento metodolgico preconstituido, es a su vez un investigado.En otras palabras, la investigacin cualitativa nos ayuda a comprender queel cientismo, incluso el de ascendencia iluminista, es la caricatura de laciencia, una caricatura tan atroz como para hacer decir a un escritor de lainteligencia de Voltaire que las huellas de conchas halladas en ciertas rocasalpinas eran producto del paso de peregrinos, quienes regresaban del viajede Tierra Santa. Nos hace comprender, tambin, que el rigor cuantitativoacrtico desdea la calidad. El rigor cientfico, en sentido propio,histricamente consciente, la llama.

    Sin embargo, es cierto que muchos investigadores cualitativos,puestos de frente a una masa imponente de material autobiogrfico, nosaben qu hacer y lo usan al mayoreo, a lo ms como material ilustrativo dehiptesis elaboradas antes, reducindolo a apndices romnticos de lainvestigacin, a una pincelada de color. La cuestin de la conexin entrehiptesis terica y documento biogrfico emprico permanece abierta. Se

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    5 Remito a mi investigacin sobre las periferias metropolitanas y, respecto alestablecimiento epistemolgico, en particular a Storia e storie di vita(1981) y a La storia e ilquotidiano(1986). Cfr.,en cuanto a la intervencin de Ilio Adorisio, Lidentit perdutadella sociologia, en Il Manifesto, 21 de abril de 1989.

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    necesitara en vez de proceder, con extrema atencin analtica, a la lectura

    de las historias de vida, con el objetivo de llegar al ncleo y hacer emergerlas reas problemticas; stas expuestas naturalmente ms a menudo entrminos de percepcin psicolgica individual, se asocian deconsecuencias con las determinantes de l contextohistrico-econmico-cultural meta-individ ual, de forma tal queevidencian el entrecruzamiento dialctico o de reciprocidadcondicionante entre individuo, cultura y momento o fase histrica. Loque significa, tomando en cuenta las historias de vida, el aprehender elnexo entre texto, contexto e intertexto. Respecto a las investigacionescuantitativas, la diferencia es fundamental: en la bsqueda cuantitativa lascategoras tericas estn preconstituidas y descienden sobre el materialemprico, con el fin de reordenarlo segn un diseo preestablecido fuerade la investigacin en su hacerse efectivo. En la investigacin cualitativa,el proceso de categorizacin parte de la base; est menos definido demanera apriorstica; ms que considerar los resultados, tiende a indicar,problemticamente, las direcciones en las cuales se necesita excavar yexplorar. En este sentido, la investigacin cualitativa es una bsquedatpicamente abierta, que induce al analista a practicar esa virtud de lahumildad que ya Bacon consideraba esencial para cualquier cientfico.

    Entonces, tengo frente a m una historia de vida, muy bien registrada y,por lo tanto, desenbobinada. La he obtenido a partir de mi interlocutorganndome su confianza.6 Se estableci entre nosotros una corrienteemptica, frgil, pero suficientemente sostenida y basada en un procesode interaccin que cancel, al menos por un tiempo, las asimetrasculturales y los saltos de la estratificacin social. La recopilacin de la

    historia de vida implica, para el investigador, algunas renuncias y laaceptacin de algn principio tico ms bien importante. Es necesariorenunciar a la cultura entendida como capital privado e instrumentoantagnico de confrontacin y de poder, y al unsono requiere aceptarcolocarse en la misma longitud de onda del interlocutor, reconocer queinvestigador e investigado se hallan relacionados, en el mismo ttulo, enla misma empresa. El resultado de esta compleja operacin, para la cual nohay reglas metodolgicas preestablecidas y que constituye en sentido

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    6 En Storia e storie di vita, op. cit., propuse la biografa de grupo, pero para este fin senecesitar profundizar el discurso en otra parte.

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    estricto el momento cualitativo y la primera fase orientativa de cualquier

    investigacin social, es la historia de vida que ahora tengo enfrente. Quhay que hacer al respecto? Cmo utilizar estos materiales, a menudodesiguales y deshilvanados, pero fundamentales para la reflexinsociolgica?

    La historia de vida es un texto. Un texto es un campo, un rea msbien definida. Es algo vivido: con un origen y un desarrollo, conprogresiones y regresiones, con contornos sumamente precisos, con suscifras y su significado. Debo aproximarme a este texto con atencinhumilde, silenciando al aventurero interior. Se requiere acercarse altexto con el cuidado y el respeto debido a otro distinto de uno mismo. Seentra en el texto. No basta con leerlo con la atencin externa de quien leeslo para informarse. Es necesario habitarlo.

    As es como entro al texto de la historia de vida. Lo pueblo. Establezcocon l una relacin significativa en la cual ni mi identidad ni la alteridad deltexto tienden a prevalecer. Leo con calma, y es as que del texto emergenlas reas problemticas, sas en las cuales el relato se mueve con msrapidez, los momentos de crisis se vuelven preciosos, epifnicos yreveladores. La historia de vida se me presenta entonces como unahistoria de constricciones que pesan sobre el individuo un conjunto decondicionamientos ms o menos determinantes, y al mismo tiempocomo un complejo de estrategias de liberacin, que el individuo pone enjuego aprovechando las buenas ocasiones, los atisbos intersticiales.

    Las reas problemticas de una historia de vida pueden concernir lasocializacin primaria (familia, escuela), la esfera sexual, el trabajo y laposibilidad de hallar una ocupacin, como se dice, creativa, los vnculoscon la pareja y con los hijos. Es el vnculo entre texto y contexto lo que dala medida y el carcter de las reas problemticasy de los temas emergentesdeuna vida. Estar desocupado, por ejemplo, en una situacin en la cual ladesocupacin es un fenmeno extrao y no necesariamente de masas, esalgo distinto de serlo cuando la desocupacin es un fenmeno endmico.El desocupado, en ese caso, no se siente forzosamente rechazado, unexcluido de la sociedad, un marginado. Por as decirlo, est en buenacompaa.

    La historia de vida puede ser vista, desde esta perspectiva, como unacontribucin esencial a la memoria histrica, a la inteligencia del contexto.Sin embargo, ligar texto con contexto no es tarea sencilla como parece aprimera vista. No se trata slo de un asunto de aproximacin de datos,

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    ms o menos pertinentes. Entre historia e historia de vida hay una lnea de

    demarcacin que puede fracturarse.7Quiz se habla demasiado fcil dememoria histrica. La relacin entre historia y memoria coloca unproblema an irresuelto. El concepto mismo de memoria no esfcilmente aferrable, es elusivo y evanescente. Ms que de memoria,habra que hablar en plural: de memorias. En efecto, la memoria es unarealidad plural, dinmica, proteiforme. Ms que una realidad dada, fijada,se trata de un magma, de un proceso. Es cierto que no se le puedeconsiderar como una placa pasiva que registra de forma neutra,notarial, desde lo externo nuestras experiencias. Es reactiva, huye alcontrol puramente lgico. Es enigmtica, en ocasiones puntualiza en lareconstruccin de los particulares hasta la crueldad, a veces de repentebloqueada, apagada, perdida en un vaco turbio.

    El gran descubrimiento de Freud consiste, en esencia, en haberacertado que a veces la memoria, en apariencia sin razn, se bloquea,oculta en vez de recordar, se inhibe y cancela, en parte ocompletamente, lo vivido. Tiene la capacidad de remitir y de recrear, ascomo la capacidad inquietante de dicotomizar, oscurecer, seleccionar.Entonces, la memoria tambin es facultad de olvidar. Al inicio de susConfesiones, Rousseau habla de posibles vacos de memoria. Se preocupade su credibilidad con el lector. Asegura que esos eventuales vacos loscolmar con algunos leves ornamentos. Ms adelante veremos que sernecesario algo ms que algn artificio retrico. Puedo haber supuesto

    verdadero afirma Rousseau lo que pudo haber sido, jams lo queconoca era falso. Pero es este escrpulo por la verdad lo que nos revela laimposibilidad de reconstruir la propia infancia. El joven Jean-Jacques que

    lee en voz alta al padre relojero las Vidas paralelas de Plutarco, seentusiasma, reflexiona, es profundamente edificado por esa literatura o,ms bien, por el recuerdo de esa literatura, pero cuarenta aos despus. No esel joven el que habla, es el adulto, el pensador, el escritor ya de ampliaexperiencia, el hombre de mundo que le presta al nio de entoncescuanto, ahora, ha aprendido de la vida.

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    7 Decisivo puede ser el aporte de las historias de vida para una primera exploracin deesas culturas y pueblos que, desde el punto de vista eurocntrico, parece que notienen historia (cfr., por ejemplo, Grohs, The Changing Social Functions of African

    Autobiographies).

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    La reconstruccin de esa infancia no puede resultar ms que

    artificiosa. Pero no slo eso. Rousseau excava en su propia infancia notanto para reconstruirla tal y como en efecto fue, como pretende y comono se cansa de asegurarle al lector, sino que adems excava en ella paradescubrir, descubrindose a s mismo, la esencia del hombre, el conceptouni versal de humanidad, su arquetipo como principio metafsico. Hacecoincidir el descubrimiento de s mismo con el de la humanidad.

    Comprendidos antes an que pensar, tal es la suerte comn de toda lahumanidad escribe y yo la sent ms que nadie. Ignoro lo que fui a loscinco o seis aos; no s cmo aprend a leer: me acuerdo slo de las primeraslecturas, del efecto que tuvieron en m, y de ese tiempo resalto la concienciade m mismo que desde entonces ya jams me abandon (Rous seau, 1988:17).

    En verdad? Es lcita alguna duda.8El hecho es que para comprender yreconstruir el espritu, la atmsfera de un tiempo que ya no existe, parasentirse de alguna manera en verdad contemporneo de s mismo y de loshombres de tiempos pasados, la mayor dificultad no est constituida porlo que hara falta saber, sino ms bien por todo lo que hara falta saberolvidar, ignorar, poner entre parntesis, suspender de alguna manera.Quiz Mark Twain tiene razn cuando escribe su Autobiograf arenunciando a cualquier criterio lgico preconstituido, sea de tipocronolgico o temtico. A veces escribe btons rompus, como llegue,dejndose ir a placer, guiado slo por los reclamos imprevisibles de lasexperiencias ms diversas, abandonndose a las reacciones de la memoriay de la fluida asociacin de ideas y asonancias.

    La memoria es estimulada en formas y por factores a menudo

    imprevisibles o del todo casuales. Puede bastar un olor o un sonido, unamsica que se aleja para despertar y hacernos recordar una pgina enterade vida, a recrearla, evocndola, un pasaje del alma. O bien un rostro,una lnea particular del horizonte, una fotografa. De visita por primera

    vez en Israel, hallndose en el desierto de Galilea, Ignazio Silone exclama

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    8 Para este mbito problemtico, es menester deslizarse casi de manera sbita entrminos de metaficismo gratuito. Elmire Zolla: Por s mismo [] el hombre sehace a los harapos de su pasado, a su identidad biogrfica [] una vez sustrados de ladominacin de su arquetipo privado, se comprende el juego arquetpico complexito ose instaura, dice Keats, una comunidad con las esencias, una especie de unidad, seprueba un xtasis, y subraya Keats, que destruye a la persona (Zolla, 1994: 79).

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    de repente: Pero es que este paisaje ya lo haba visto. Es la tierra donde

    nac. Es la misma tierra, rida y pedregosa, de la Marsica. Entonces, sedan muchos tipos de recuerdos, adems de los ms explcitos y conocidos,como el visual, el locativo, el acstico, el olfativo. Hay recuerdos fundadossobre conexiones significativas, pero no aferrables de inmediato. GeorgSimmel atribua el pathos, el sacudimiento nostlgico y el urea quetomamos contemplando ciertas ruinas, en parte ya cubiertas por la

    vegetacin, al hecho de que una obra del hombre poco a poco estregresando a la naturaleza (Schama, 1995; Ferrarotti, 1994; Rilke, 1949).

    Hgase la experiencia directa que precede a cualquier autobiografa. Sebusca regresar a las fuentes, de regresar y as dar jaque a la cronologa y alcalendario. De repente se es vctima de una tendencia doble, contraria ysimtrica. Por un lado, se experimenta la poderossima sensacin del

    tiempo que pasa; por la otra, surge la imperativa pregunta: Quin soy?De dnde vengo? A dnde voy? Pasaje, entonces, transformacincontinua y necesidad de permanencia, metamorfosis y persona, fluir desensaciones, constante renovacin y envejecimiento de las clulascorporales, decaimiento fsico y al unsono construccin de lasubjetividad, dominio de un yo unitario, coherente, responsable.Entonces se vuelve a los orgenes. Se reclama el pasado, el estupor infantil,el primer descubrimiento del S-mismo y del mundo en torno a uno. Setrata de un complejo juego de claroscuros. Se procede entre destellos,relmpagos de luz vivida y sombras fijas, opacidades misteriosas. Lamemoria recuerda y cancela: pizarra luminosa y a la vez esfinge callada,inquietante sobre el marmreo silencio.

    Se recuerda el estupor infantil, pero para el nio esta actitud es en

    verdad de estupor? O, por el contrario, no aparece como estupor deladulto blas(desconcertado), que ha visto tanto y que tanto ha vivido, quepiensa de nuevo en la infancia como un bao purificador y en unaafortunada excursin a la isla de los Lotfagos? La infancia: isla perdida,soada, reinventada repensada por el hombre adulto, ya no es aquella; setraduce en trminos distintos, reenva a la edad adulta una imagen quereclama al hombre la dolorosa conciencia que la recreacin ha concluido,y que en la inocencia se consum. El adulto repiensa en su infancia y creauna inocencia mtica de la cual se imagina que sea la fiel depositaria, entanto en la realidad la infancia es, en primer lugar, ambigua, inocente yperversa, desalmada y cruel. Sartre dijo: Es el paraso. Alcanzado en lafase de la desesperacin absoluta, acaso demasiado exhibida para sergenuina, el hombre finito, asegura Giovanni Papini: Jams tuve una

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    infancia. Como decir: jams fui un nio; siempre fui un adulto. En

    verdad? Y entonces, qu decir de ese nio que ciertos domingos otoalesen Florencia, ya aburrido y decorado el horizonte, daba largos paseos,tomado de la mano con un padre taciturno? Es verdad: existe unmisterioso sentido del destinoque puede emerger y manifestarse en los aosms tempranos de la infancia y de la juventud primera. El resto de la vidapasa despus para probar y confirmarse as mismo y a los dems lo quedesde el principio saba o intua. En este sentido tiene razn AlexanderPope: The child is father to the man (el nio es padre al hombre). Pero existentambin los late bloomers, los que florecen tarde.

    La infancia existe. Hay una poca de la vida en que es obligado porparte de los hombres maduros y en el umbral de la vejez, a mirar en losojos de un nio, como recelaba Dostoievsky, los misteriosos reflejos de

    un mundo distinto. Negar la infancia y la memoria es un modo ms bienapresurado para presentarse y autoavalarse como hijo de nadie, a lo msde s mismo, homus novus. Entonces slo hay un modo de aceptarse y de darun sentido a las inquietudes primersimas: hacer coincidir el destinopropio con el de la humanidad entera; descubrir en el s-mismo individualla esencia del hombre universal y recabar, a partir de este descubrimiento,la regla salvfica de una suprema autoterapia.

    En el fin de sus Confesiones, Rousseau tiene un propsito explcito:Tout le reste du jour, enfonc dans la fort, jy cherchais, jy trouvais limagedes premiers temps, dont je traais firement lhistoire; je faisais main-basse sur lespetits mensonges des hommes; jy osais dvoiler nu leur na ture, suivre leprogrs du temps et des choses qui lont dfigure, et comparant lhomme delhomme avec lhomme na turel, leur montrer dans son perfectionnement

    prtendu la vritable source de ses misres. Mon me exalte par cescontempla tions sublimes slevait auprs de la Divinit, et voyant de l messemblables suivre dans laveugle route de leurs prjugs, celle de leurserreurs, de leurs malheurs, de leurs crimes, je leur criais dune fai ble voixquils pouvaient entendre: Insenss qui vous plaignez sans cesse de la nature,apprenez que tous vos maux vous viennent de vous (1988). 9

    Entonces, es la sociedad y no la naturaleza la que est bajo acusacin.La infancia es la edad buena y feliz, la de los paseos en los bosques, encontacto con las fuerzas naturales y sus bellezas incontaminadas, antesque la obra del hombre y sus diseminadas intervenciones la devastasen. La

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    9 Las cursivas son mas.

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    sociedad tcnicamente progresada se ha barbarizado humanamente al

    mismo tiempo. Slo el burgus privilegiado, asido de manera triunfalsobre un trono de poder econmico y decoro social que vierte lgrimas ysangre, puede decirse satisfecho. En formas diversas, con una crticaradical de la sociedad y de sus reglas, pero no por ello con una exaltacinditirmbica de la naturaleza, esta actitud regresa con una singularpersistencia en otros autores.

    El intento de vincular texto y contexto, es decir, vincular la historia devida a las caractersticas contextuales del cuadro histrico objetivo, en elcual la historia de vida se ha ido desenvolviendo, no pone slo la cuestinde la relacin entre microanlisis y macroestructura, que algunos autoresindican como teoras de medio nivel o teoras meso, las cualesgarantizaran las conexiones micro-macro, con una terminologa que

    parecen ventilar las instrucciones tipogrficas de un mapa antes queacercarse a un discurso teortico (Collins, 1992). Ese intento obliga, enprimer lugar, a constatar que es ineliminable un cierto grado decolaboracin entre cantidad y cualidad, y en toda evidencia demuestra lainconsistente banalidad de la guerra intelectual por alguno declaradacontra la sociologa cualitativa (Ferrarotti, 1989). La vinculacin entretexto y contexto comporta la descomposicin del concepto de contextosegn una triple directiva:

    a)Contexto en el sentido histrico, con su peculiar dificultad en elrelacionarse con la memoria individ ual, no slo en el sentido de unpresunto abuso de la memoria (Todorov, 1995) que groseramente esequiparada a una suerte de magazzinede informacin fragmentaria, sino deun horizonte histrico en el sentido de mbito problemtico

    (Ferrarotti, 1987).b) Contexto en el sentido evocativoy recreativo.c)Contexto en el sentido de cuadro objetivo socioeconmico-estadstico, en el

    cual el acercamiento numrico es, por supuesto, fundamental.Parece importante, llegados a este punto, profundizar en el concepto

    de contexto en su sentido evocativo y re-creativo por una razn intuible:consiente el examen de la autopercepcin del individuo-sujeto de lahistoria de vida en su vinculacin experiencial con el ambiente contextual.

    Qu es lo que vemos cuando miramos? De cierto sabemos que nadaes observable de inmediato. En otras palabras, miramos con los ojos y

    vemos con los recuerdos, las impresiones, las lecturas precedentes.Miramos con los ojos de cuerpo, pero vemos tambin, o quiz, sobre

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    todo, con los ojos de la mente. Todo lo que vemos es, en sentido literal, undj vu.

    Cuando Maurice Halbwachs, el eminente miembro de la camadadurkhemiana y autor de Los marcos sociales de la memoria, lleg por vezprimera a Londres, le pareci ya haber estado ah. La haba visto a travsde las novelas de Charles Dickens. Ahora la vea de nuevo. Cadapersona lleva dentro de s sus paisajes, parte y conjunto estmulo de susrecuerdos sus paisajes del alma, el fichero de sus recuerdos. Laimportancia del libro de Simon Schama (1995) consiste en hacercomprender, si no es que demostrar en sentido estrecho, el peso de lamemoria en la contemplacin de cualquier paisaje, y de subrayar lafundamental unidad de la experiencia humana, en la invencible tendenciaa sacralizar bosques, rocas, corrientes de agua, atribuyndoles significados

    que trascienden sus caractersticas empricas. En esta prospectiva, el libroes de enorme originalidad, desafa y afronta los lugares comunes y lapereza de la sabidura convencional. En efecto, hay toda una tradicin depensamiento de ascendencia cartesiana en realidad platnica que sefundamenta, justifica y celebra el dualismo: naturaleza y cultura, res cogitansy res extensa, alma y cuerpo, empiria y teora. Asumiendo una perspectivabastante original, la contribucin de Schama se funda en el intento dereunir los dos trminos. La presencia humana parece ser esencial inclusopara documentar la ausencia. No es verdad que es imposible retirarse en eldesierto al modo de los ascetas y de los anacoretas de los siglos II y III sloporque en el desierto se hall el petrleo. Si observamos un desierto, sicontemplamos las ondas arenosas en apariencia inmviles, prontas aretomar su imprevisible danza no apenas se eleve el temibleghilio, peor

    an, el Kahan-sinque quema los ojos y enturbia la vista, el buen sentido nosdice que es desierto aquello que est privado de la presencia humana. Loparadjico es que es el hombre, con su presencia, quien define al desierto.

    Los paisajes escribe Schama son cultura an tes de ser naturaleza;construcciones de la imaginacin proyectiva sobre la selva, sobre el agua y laroca []. Es necesario reconocer que una vez que una cierta idea de paisaje,de un mito, de una visin se ha establecido en un sitio dado, conquista unaparticular capacidad de confundir las categoras, de hacer ms reales lasmetforas de sus referentes; de transformarse, de hecho, en una parte delcuadro (1995).

    Los ejemplos adoptados por Schama son enormemente placenteros.Las pginas dedicadas al mariscal del Tercer Reich, el nazi HermannGring, quien hacia las postrimeras de 1934 se preocupa del estado de los

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    bosques en los confines de los territorios orientales y se pasea entre los

    bosques vestido como una comparsa del Freischtz, de autnticohipoptamo, sensual y voraz, digno acompaante complementario delanal vegetariano de Hitler, son de un humorismo negro irresistible, mssubrayado por el general understatement. Pero ms relevantes son lasobservaciones que Schama dedica al De Germaniade Tcito.

    Aqu la selva deja de ser la escena de una opereta de dudoso gusto. Essacralizada en cuanto sede de la divinidad primigenia, que de las racesemerge y se afirma como la fuerza indgena destinada a castigar laarrogancia racial, ms all de la presunta superioridad tcnica, de PublioQuintilio Varo y de sus legiones. En la densa, oscura y atemorizanteforesta de Teutoburgo, Varo y sus tropas caen vctimas de la emboscadade Arminio. Con un atrevido vuelco comparativo, no extrao en este

    libro, Schama compara a Varo con el general Custer circundado por losindios: Pobre Quintillo Varo, el Custer del bosque de Teutoburgo;Custer por ms de una razn, debido a Veleio Patercolo, el nicotestimonio sobreviviente, presta particular atencin a la arrogancia racial ycultural de Varo, quien desprecia a los germanos que no tienen nada dehumano ms que la voz y las artes. Pero Arminio, quien haba sidoeducado en las artes militares de los romanos, era un indgena, no eraciertamente un incauto, y despus tocar a Agrcola vengar la vergenzade la derrota de Varo, copiando en parte la tcnica militar y las estrategiasde Arminio. Por lo tanto, ste deba volverse un mito, el hroe del bosquealemn por excelencia, como tal desempolvado en los aos previos alnazismo y por ese su ministro de agricultura, Rudolf Darr, a quien le esatribuida la paternidad del slogan Blue und Boden(Sangre y tierra).

    El anlisis de Schama es en gran parte deudor de Tcito, pero noparece ser del todo conciente del intento pedaggico que mueve la tiesaescritura tacitiana como, siglos despus, justificar la paradjica defensadel canibalismo hecha por Montaigne. En ambos casos, se trata para

    Tcito, de colocar frente a nuestros ojos a los corruptos romanos, y paraMontaigne el de los hipcritas catlicos europeos, el ejemplo decostumbres primitivas pero genuinas, sobrias, de admirable simplicidad.10

    Schama eleva una cuestin diversa y muy interesante: hasta qu punto se

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    10Pginas memorables sobre Tcito y sobre la desesperacin cvica (se abrieron de paren par las puertas del templo y una voz sobrehumana anunci que los dioses

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    puede incitar el mito, la necesidad de santificar los orgenes, la

    obsesin por el inicio.El verdadero problema observa con mucho equilibrio consiste endecidir si es posible tomar el mito en serio en sus mismos trminos, respetarsu coherencia y complejidad sin dejarse cegar moralmente por su fuerzapotica []. De esto estoy seguro. No tomar el mito en serio en la vida de unacultura claramente desencantada como la nuestra significa, en efecto,empobrecer nuestra comprensin del mundo que tenemos en comn [ourshared World].

    Schama hace valer la misma impostacin en su ge nial examen del aguay de las montaas. La reconstruccin de la vida y obra del singular amigodel agua que fue Gian Lorenzo Bernini, con las fuentes de los cuatro ros,de la barcaza de la Plaza de Espaa y del Tritn, es rica de acercamientosimprevistos tanto como la reconsideracin de Henry David Thoreau y de

    John Muir nos obliga a ver de nuevo las interpretaciones, hoy yatradicionalizadas, por recientes movimientos de contestacin. Ms all deponerse como una novedad absoluta, acaso sea necesario convencerse deque gran parte de la contestacin y de la contracultura juvenilcontempornea encuentra en los romnticos del antepasado siglo a susprogenitores, si no es que a sus ejemplares arquetipos.

    La comparacin entre texto y contexto no es, por lo tanto, asimilable auna secuencia histrica racionalizada. Conoce y re-conoce. Ve y re-ve. Sedan exploraciones de nuevos territorios y retornos improvistos, casicomo que un arquetipo sobrepuesto guiase la experiencia del sujeto en losmeandros del ms amplio contexto colindante. La relacin entre texto ycontexto es esencialmente un condicionamiento recproco. No se trata de dos

    realidades que se enfrentan de manera especulativa. Una es la otra, influyey al mismo tiempo es influida por la otra. Tiendo a ver slo lo que ya hevisto. Pero he aqu que el contexto me sorprende con lo imprevisto. En estesentido, nadie est jams solo. Interdependemos. No percibo nada, enninguna circunstancia, absolutamente por s solo. El paisaje quecontemplo a su vez me contempla. En realidad, me coopta, me absorbe,me hace volverme parte de l mismo. Puedo mirar el paisaje en cuanto el paisajemira que miro. Un poeta toc este punto delicado y crucial:

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    partan) escribi Lidia Storoni Mazzolani (Limpero senza fine, 1972); a propsito delintento pedaggico de Tcito y Montaigne, cfr. mi La tentazione delloblio, 1994, pp.44-56.

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    El secreto de la grandeza de Rembrandt no es acaso que l vea y pintaba

    hom bres como si se tratara de paisajes? Mediante la luz y la sombra (con loscuales se tocan la esencia de la maana o el arcano de la tarde), l hablaba de lavida de aquellos a quienes retraa, y esta vida se transformaba en vasta ypotente []. No es acaso Cristo como un rbol solitario, erigido con tra laruina? [] l poda pintar retratos porque penetraba profundamente en losrostros como si se tratara de pases de vasto horizonte y de elevados cielosagitados (Rilke, 1949: 42-43).

    Esto no significa mucho. Slo quiere decir que el texto ni el contexto sepueden reducir o anular uno al otro y que entre ellos no existe un niveldominante de prioridad. El agente histrico es un individuo que haceciertas cosas, toma o no ciertas decisiones, se mueve, transcurre su tiempode vida. Y todo esto tiene sitio en un marco que, sin embargo, no esesttico, sino reactivo, lo ayuda o lo bloquea, lo estimula o lo paraliza. No

    es verdad, como alguien afirm, que las macro-estructuras contextualesno hacen nada. Ayudan o impiden el despliegue de comportamientosindividuales sobre el plano microsituacional. Su configuracin, sea en sucodificacin formal, en sentido jurdico, tanto como en su presentacincomo hbito tradicionalizado, es un presupuesto importante para elanlisis y la comprensin de las historias de vida.

    Igualmente carente, o cuando menos unilateral, es la concepcin queagota el significado y la tarea de las historias de vida en la reconstruccinde la cultura, la historia, la tradicin de una comunidad, de un grupo o deuna capa social (Bruschi, 1996: 117).11No es posible sostener con buenasrazones que esta concepcin est completamente errada. Al contrario, ellaes memoria, dentro de ciertos lmites, y expresa adecuadamente la primerafase de las historias de vida en la pura y simple ampliacin de los

    horizontes, para el cual a partir del caso individual se construye el casogeneral, aparece un programa al unsono excesivo y reductivo: excesivo, acausa de la pretensin de ampliar el horizonte histrico ya de por scorrespondiente a periodizaciones elaboradas, con base en la lgica delrelato histrico, que atraviesa las vicisitudes individuales; reductivo, por

    va del papel subalterno reconocido en los materiales biogrficos respectodel plano histrico en sentido pleno. El verdadero desafo que las historiasde vida arrojan a la investigacin social es ms bien para verse en la

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    11El texto de Bruschi es probablemente uno de los mejores compendios metodolgicoshoy existentes en Italia.

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    Franco Ferrarotti. Socilogo italiano. Referencia mundial en cuantoa las metodologas de historia de vida. Naci en la regin de Piemonte,

    Italia, en 1926. Realiz estudios de Filosofa en la Universidad de Turn en1950. Fund con su amigo Nicola Abbagnano en 1951, I Quaderni diSociologia (Los cuadernos de sociologa), que continu hasta 1967. Despuscre la revista de la que es an di rector: La Critica Sociologica (La crticasociolgica). En 1961, obtuvo la primera ctedra de sociologa en Italia en laUniversidad de Roma La Sapienza, convirtindose en la actualidad en lareferencia de la sociologa italiana. Entre los numerosos premios que harecibido se puede mencionar el premio literario de excelencia de la

    Academia del Lincei en 2001. Ha enseado en Europa y en Amrica. Demanera particular se ha interesado en los movimientos sociales y en losproblemas de la sociedad industrial. Por otro lado, ha popularizado unametodologa de tipo cualitativo. En las dcadas de 1950 y 1960, llev acabo una serie de investigaciones sobre el sindicalismo, la transformacin

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    del trabajo, las comunidades y la sociologa urbana. Actualmente (2007),

    es profesor emrito de lUniversidad de Rome La Sapienza.

    Envo a dictamen: 18 de mayo de 2007.Aprobacin: 07 de junio de 2007.

    Convergencia, nm. 44, mayo-agosto 2007, ISSN 1405-1435, UAEM, Mxico

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