Las monas sagradas de Benarés

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Las monas sagradas de Benars por Manuel Alcides Santana

Todo hombre considerado como afortunado sabe la dicha que proporciona el poseer algo de amistad, camaradera, es decir, un amigo. Las desdichas de la vida, presentes en todo momento, acechando, se desdoblan ante uno con poca misericordia; las armas que uno empua al defenderse se cuentan con los dedos: el escudo ms encomiable es el verdadero compaero. Entre las penumbras que se ocultan para atacar al hombre se erige ante todas, voluptuosa como ninguna otra, la relacin amorosa, la mujer. Pual asesino, envenenado, capaz de romper aquel adornado y primoroso rondel; es, en pocas palabras, la ofensiva ms efectiva y contundente en contra del hombre. Ah un amigo no vale para nada, sus manos estn atadas y slo le es permitido vislumbrar la trgica obra y esperar un desenlace visceral. Lean la Odisea, la historia de la encantadora que transform a su adorador en bestia. Deliciosa imagen del amor antiguo! dira un tal Sacher-Masoch. Pero por qu razn el hombre debe sufrir o, peor an, hacer sufrir a su amada? Por qu tener que elegir entre ser yunque o martillo (bella expresin la Goethe)? Acaso la naturaleza ha decretado que todos sus hijos, sus endebles animales de carne y hueso, realicen un ritual feroz, violento, encarnizado, antes de lograr la perpetuacin de la especie? Tal vez el ser humano no arae a su amada, o aquella dama no devore al hombre despus de la cpula mas la guerra siempre est ah, existe en su ms despiadada escenificacin. Abramos los ojos. No es de extraar que los primeros enamoramientos ms adolescentes, ms profundos, estn llenos de odio en alguna recndita memoria; el dolor, el sufrimiento por el amado, es el catalizador necesario para elevar una ensoacin a grado de pasin inconmensurable. Sensu strictissimo: Tirano o esclavo. Yunque o martillo, pobre del desgraciado que nunca antes ha conocido la experiencia de ser yunque, pobre de aquel joven, mi amigo M. A ese compaero de toda la vida, sus placeres con la mujer siempre se revistieron de una seguridad ms o menos acomedida: ellas daban el primer paso, sus objetivos eran claros para con l, la sumisin se engendraba en ellas. Un cruel da, en poca de soledad, una horrible mujer entr astutamente como por casualidad. El disfraz de oveja ocultaba a una verdadera profesional en el uso del ltigo: certero y fulminante en todo vocablo que espetaba, en su abrir esa boca seca, en las miradas vacas. Desdichado

esclavo que nunca conociste el ltigo!, peor an, nunca supiste que eras slido tirano y ahora ciegamente te conducen a la muerte. Si la hubieras educado con el ltigo te adorara sera el interesante consejo de Sacher-Masoch. Este incisivo interlocutor, que en passant tanto bien hara a mi amigo M., fue llamado en vida Leopold von Sacher-Masoch, erudito entre los sabios que ejecutan las actividades del fuste. El acto psquico y fisiolgico, el ceder y dar a travs del perenne dolor, tan eternamente presente en las relaciones del hombre, ha sido rebautizado recientemente1 como masoquismo, trmino derivado del autor austriaco que plasm, a manera de novela con tintes personales, sus experiencias y fetiches en La Venus de las pieles. Este texto relata las vivencias de un joven y su amor por ser azotado, despreciado, por una mujer vistiendo pieles de animales. Ms all del aspecto fisiolgico y sexual, es difcil hablar del tema. Los estudios psicolgicos han desbordado en erudicin infrtil para tratar de penetrar el tema, desde Freud a Deleuze los comentarios clnicos se han asociado y disasociado en el tiempo; sin embargo, la obra de Sacher-Masoch ha quedado relegada a un estudio menor. Si a Sade se le ha estudiado con una mayor profundidad y seriedad para posicionarlo como uno de los filsofos franceses de mayor importancia e influencia para con el Siglo XX, habra que dedicar ms estudios a Sacher-Masoch, tanto en el mbito filosfico como en el literario. Si la famosa filosofa del tocadoro las aburridas jornadas en Sodomade Sade implican la revalorizacin de todo un sistema tico y jurdico hasta 1789, rescatemos el pensamiento profundo, marginal en el sentido derridiano, presente en la obra de Sacher-Masoch. El apetito debe seguir a la mirada, el goce al apetito. Todo lo dems es amanerado, afectado, falseado. En el Cristianismo, la cruz, el emblema de la cruz, para m espantoso, tiene algo de extrao, de enemigo de la naturaleza y sus inocentes impulsiones. La lucha del alma contra el mundo sensual es el evangelio del mundo moderno. No quiero saber de ello. comenta seriamente nuestro maestro. Para Deleuze, Masoch es un gran antroplogo, uno de aquellos que saben infundir en su obra toda una concepcin del hombre, de la cultura y de la naturaleza; un gran artista, al estilo de aquellos que saben extraer nuevas formas y crear nuevas maneras de sentir y pensar, todo en un nuevo lenguaje. La Venus es una de las obras ms importantes del romanticismo. No se puede opinar lo contrario, a menos que uno sea un connard. Dejando a un lado la excusa de que casi todo motivo romntico est presente, ya sea la muerte, androginia, destino, espiritualidad, organicismo dinmico, naturaleza exacerbada, etc.; la construccin del relato es contundente. Su propuesta hacia el gnero femenino es interesante. En ningn momento el autor inscribe comentarios denigrantes hacia sus amadas fminas, si afirma en algn momento que son despreciables, el mal del mundo, la razn es perfectamente justificada dentro de su marco terico.

Sufrir, soportar crueles torturas, me parece una forma de placer, sobre todo si estas torturas se infligan por la intermediacin de una mujer guapa; de manera que para m, siempre y en todo tiempo, toda poesa y toda infamia estn concentradas en la mujer. Y le he rendido culto. Veo en la sensualidad algo sagrado, quiz lo nico; en la mujer y su belleza, algo divino; en ella, el problema ms importante de la existencia. Sacher-Masoch nos habla con la sabidura de un profeta moderno. Independiente al fenmeno del masoquismo, como cuadro clnico y motivo literario, la actitud de Masoch hacia la mujer es radicalmente romntica. Una mujer no debe ser la compaera del hombre por una sencilla razn: no puede. Ya sea por las imposibilidades de la educacin, sobre todo en ese tiempo, o simplemente, y en mayor importancia, por su condicin sagrada y divina. Quiz sea lo nico sagrado que existe en este mundo, dice correctamente. Existe una cierta didctica en La Venus, el cristiano joven que se enamor del ltigo aprende una valiosa leccin; sin embargo, sta no resuelve en ningn momento el problema de la relacin hombre-mujer. La leccin moralizante no consiste en viva la equidad entre hombres y mujeres! Masoch se burla de tales premisas. Esa es la moraleja, el que se deja dar de latigazos, se lo merece. S, la realidad es que puede aludirse que el contexto social que determin en gran parte el cuestionamiento hacia el papel femenino dentro de la convivencia amorosa ha cambiado radicalmente; sin embargo, lo que s debe quedar de este gran autor es su capacidad de cuestionamiento y reflexin, mismos patrones que originaron el movimiento feminista tan necesario y fructfero en la dcada de los aos sesenta. Schopenhauer, en un famoso ensayo acerca de las mujeres, alude a que en occidente se le ha dado tal veneracin a la insipidez superficial femenina que stas, al igual que los monos sagrados en Benars, ciudad sagrada en la India, se han vuelto tan vulgares y arrogantes que al creerse en un nivel superior hacen lo que les place a diestra y siniestra. Qu maravilloso que lo sagrado entindase como tal por una revelacin interior, porque aquellas vislumbren su propia divinidad en la mera contemplacin del poder de su cuerpo ante los hombres y no por vituperables exaltaciones de falsa mojigatera revestida de versos empalagosos. Nosotros, meros mortales, recordemos a Sacher-Masoch en cada pgina y traigamos al presente su oeuvre, en su mayora an sin traducir al espaol, llena de la vanguardia y renovacin de pensamiento tan necesarias hoy en da y que pudieran salvar de la mediocridad a algunos pequeos, tristes seres como mi querido amigo M. Tout entier Manuel Alcides Santana

1 En 1886 por el psiclogo austriaco Richard Freiherr von Krafft-Ebing.