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Separatismo © 2013 Unrepresented United Nations

DOSSIER SEPARATISMO

© 2013 Naciones Unidas no Representadas

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Separatismo © 2013 Unrepresented United Nations

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SEPARATISMO

Dossier Naciones Unidas no Representadas

© 2013 Unrepresented United Nations

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ÍNDICE

Introducción 4

El Separatismo 6

El separatismo en África, Asia, Oceanía y América Latina 9

Separatismos en Europa 12

Motivaciones para el separatismo 15

Rebeliones separatistas 18

Manipulación en los movimientos separatistas 20

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INTRODUCCIÓN

Los movimientos separatistas consisten en corrientes sociales de carácter político que

aspiran a la autonomía respecto a una institución política bajo la que está sometido un

grupo concreto de ciudadanos. Las razones para la separación pueden ser regionales,

étnicas, lingüísticas, culturales, religiosas, sexistas o la combinación de algunas de

estas.

El separatismo puede ser ficticiamente considerado una amenaza al Estado para

acallar tensiones y problemas internos sociales y económicos, siendo esta la forma de

crear un enemigo exterior o interior de irreal potencialidad, que fortalezca la conciencia

nacional de dicho Estado.

El separatismo político persigue la soberanía y la secesión de un territorio o

comunidad (normalmente, formada por personas con una conciencia nacional) de otro

mayor. El ejemplo más concreto lo hallamos en las colonias al independizarse de sus

respectivas metrópolis. En ocasiones, los grupos separatistas rechazan dicha

denominación por resultarles peyorativo. Comúnmente los movimientos separatistas

emplean métodos estrictamente pacíficos y dentro de la legalidad constitucional. En tal

sentido, la provincia canadiense de Quebec abriga un movimiento separatista

absolutamente pacífico desde aproximadamente la década del sesenta del siglo XX.

Otras asociaciones similares lograron sus objetivos en Checoslovaquia y la Unión

Soviética, al igual que Singapur al escindirse de la Federación de Malasia.

Para muchos otros, sobre todo en Latinoamérica, el separatismo es una ideología que

promueve la disgregación de una o varias partes de una entidad. Los Estados

Confederados de América solo acudieron a la guerra en 1861 tras una serie de

secesiones constitucionalmente legales. En México hubo varios movimientos

separatistas, algunos de ellos exitosos, permitiendo la existencia de la Republica de

California, la Republica de Texas, la Republica del Río Grande, la República del

Yucatán y Las Provincias Unidas de Centroamérica. Más reciente en el tiempo figura

la rebelión del grupo armado Ejército Zapatista de Liberación Nacional que comenzó el

1 de enero de 1994 en Chiapas, dirigido por el autodenominado Comandante Marcos.

El separatismo también puede asumir actitudes violentas como respuesta a un golpe

militar; otros ven esta corriente como la “única” manera de conseguir su objetivo

liberador. Está claro que nos referimos al IRA irlandés desde la década de 1910, a la

organización terrorista vasca ETA en España y Francia, y a los separatistas Sij de la

India durante la década de los ochentas. En ocasiones su estrategia de guerrilla

desata guerras civiles, tal y como ocurrió en Chechenia. Por lo general, la violencia

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disminuye cuando intervienen medios políticos empleados por los separatistas para

conseguir mayor poder político y económico dentro del orden constitucional. Unas

elecciones libres o un referéndum devienen opciones en aras de reducir la tensión. Sin

embargo, muy pocos países son conscientes de su potencial divisibilidad.

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EL SEPARATISMO

La historia de las organizaciones separatistas está estrechamente ligada a la del

nacionalismo, basándose en la conciencia de cierta identidad cultural y étnica.

Básicamente, quienes integran estos movimientos luchan para que su pueblo se

independice de determinado Estado nacional.

Sin embargo, para quienes abrigan sentimientos separatistas ven en este la defensa

de un principio de separación cultural, étnica, tribal, religiosa, racial, gubernamental o

de género de todo el grupo. A pesar de que a menudo se refiere a la separación

política plena, los grupos separatistas pueden buscar nada más que una mayor

autonomía. Algunos proclaman que su organización busca la independencia, la

autodeterminación, la partición o movimientos de descolonización en lugar de, o

además de, el autonomismo, la independencia o la secesión.

Algunos críticos equiparan el separatismo con la segregación religiosa, la segregación

racial o la segregación sexual, pero comúnmente los separatistas dejan bien claro que

la separación por elección no es lo mismo que el gobierno de segregación forzada

(religiosa, racial, sexual) y sirve a propósitos útiles. A principios del pasado siglo,

decenas de comunidades como la catalana, galesa, macedonia, armenia y albanesa,

entre otras, revindicaron su derecho a la soberanía. Desde entonces y hasta hoy, los

movimientos separatistas violentos y minoritarios recurren a tácticas de terrorismo,

diferentes a la empleada por las guerrillas, en que la actuación violenta no se

desarrolla en el terreno contra fuerzas oponentes, sino entre la población civil del

territorio, y, en ocasiones, contra esta población civil misma. Los casos más

paradigmáticos en este sentido son la organización vasca ETA (Euskadi Ta

Askatasuna), tristemente célebre por sus atentados terroristas perpetrados en España

y en Francia, y el Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés), que

continúa alternando períodos de enfrentamiento-tregua con su enemigo histórico:

Albión.

Desde la caída del Muro de Berlín y el desplome de la Unión Soviética, los

movimientos separatistas han proliferado en el área antes conocida como “bloque

comunista”. En algunos casos, el conflicto ha cobrado tal magnitud al extremo de

involucrar a sus protagonistas en guerras étnicas, como la ocurrida en la antigua

Yugoslavia a finales de la década del noventa, y como la que aún sigue enfrentando a

rusos y chechenios, por citar solo dos casos.

Ahora bien, el separatismo no siempre es sinónimo de violencia. En Canadá, por

ejemplo, quienes habitan la región francófona de Québec siguen apostando a la vía

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pacífica y legal (sea por medio de elecciones o a través del poder legislativo) para

conservar cierta autonomía en relación con las provincias anglófonas.

En la actualidad hay más de 60 conflictos separatistas en varios países, unos por

motivos tribales, étnicos y religiosos, otros por discriminaciones y marginaciones en los

repartos de los poderes políticos; algunos por inequidades en la distribución de las

riquezas y los usufructos nacionales de la explotación de los recursos naturales. Por

último, figuran los relacionados a tendencias nacionalistas e intereses económicos,

geopolíticos y geoestratégicos de las potencias y empresas multinacionales.

En la mayoría de los casos estos conflictos (pacíficos o armados) se concentran en

África, Asia, Europa y en menor intensidad en América. En el Viejo Continente,

España afronta los movimientos separatistas del país Vasco, Cataluña y Andalucía.

Mientras, Francia aún tiene problemas separatistas en Córcega y Reino Unido también

encara los deseos independentistas de Escocia. Entre tanto, la población flamenca de

Bélgica exige autonomía y en Moldavia los pobladores de la región de Dniéster claman

a gritos su independencia, a la vez que Rumania sortea el movimiento separatista de

la minoría húngara en la región de Transilvania, la cual desde hace varios decenios

demanda su independencia. Veamos en particular el caso de la República de

Moldavia, situada entre Rumania al oeste y Ucrania al norte, este y sur. País sin litoral,

tiene 4,4 millones de habitantes y una superficie de 33.843 kilómetros cuadrados, gran

parte de ella está atravesada por dos grandes ríos, el Dniéster y el Prut, mientras que

el Mar Negro se encuentra a solo 100 kilómetros de distancia.

Luego de la desaparición de la Unión Soviética, en agosto de 1991, Moldavia se

proclamó independiente. Ese mismo año, y con el objetivo de acomodar a las minorías

rusa, ucraniana y gagauza, la nueva Constitución reconoció la creación de sus propias

entidades territoriales dentro de la estructura nacional de la República de Moldavia,

permitiendo la fundación de organismos legislativos propios, gobierno y competencias

lingüísticas. Del mismo modo aprobaría la secesión de estos territorios, en caso de

que Moldavia se uniese a Rumania.

En diciembre del propio año Moldavia integró la Comunidad de Estados

Independientes (CEI), al igual que la mayoría de las anteriores repúblicas soviéticas, y

en julio de 2002 se incrementaron las autoridades del Parlamento luego de aplicar

varias reformas.

Sin embargo, en septiembre del 2006, las autoridades de Dniéster declararon su

independencia de ese país, reclamando unirse a la Federación de Rusia. Se

sucedieron entonces varias reuniones con Ucrania, Georgia y la República de

Azerbaiyán para iniciar los intentos político-económicos de sus departamentos

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occidentalistas, asignatura todavía pendiente por resolverse. Económicamente,

Moldavia fue una de las repúblicas más pobres de la antigua URSS. La agricultura,

siendo aún un importante motor económico, perdió peso a raíz de la acelerada

industrialización; no obstante, ha conseguido recuperarse ante la crisis de su sector

industrial. Con la independencia de Moldavia, las relaciones con Rumania se

incrementaron. Por una parte, este fue el primer país en reconocer su independencia

y, por otra, apoyó al establecimiento de su estabilidad interna, refrendada en 1994,

cuando la gran mayoría del pueblo moldavo mostró su apoyo al mantenimiento de la

independencia.

Desde finales de los años 90, el país ha tenido inclinaciones hacia la Unión Europea

(UE), lo cual representa expandir las fronteras de la Organización del Tratado del

Atlántico Norte (OTAN) hasta el este de Europa. Asimismo, sus relaciones con Rusia

también son esenciales, aunque la solicitud moldava de integrar la UE no deja dudas

sobre su inclinación hacia Occidente. En ese contexto, Rusia mantiene la zona de

Dniéster como una herramienta para presionar, dado que la mayoría de la población

en dicha región es rusa y quieren unirse a la Federación.

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EL SEPARATISMO EN ÁFRICA, ASIA, OCEANÍA y LATINOAMÉRICA

Por su cantidad y complejidad, el continente africano sobresale en movimientos

separatistas. Cientos de grupos étnicos de África se subsumen en 53 estados

nacionales, lo que a menudo conduce a conflictos de toda índole.

En África existen más de 25 movimientos separatistas, entre los que resaltan las

luchas secesionistas de los Tuareg en Malí y en Níger, el de los Diola en Senegal y el

del Sahara Occidental que reclama a Marruecos la independencia de su región norte.

Igualmente se presentan problemas secesionistas en Mauritania, Argelia, Sudán,

Sierra Leona, Angola, Kenia, Somalia, Togo, Ruanda, Congo, Uganda, Etiopia,

Burundi, Liberia, Mauritania y Nigeria, entre otros.

Las fiebres separatistas del continente africano tienen multiplicidades de causas,

relacionadas unas con la manera en que las potencias coloniales delimitaron sus

dominios, unificando territorialmente a tribus que habían tenido ancestrales disputas.

Por eso después de la independencia, los países heredaron fuentes de rencillas y

constantes discordias tribales y étnicas que han dado cuerpo a numerosas y

sangrientas rebeliones separatistas.

Otras causas están ligadas al tribalismo, la etnicidad y la religión, tres elementos

claves en la política africana, debido a que tienen mayores fuerzas de cohesión

administrativa en las poblaciones que las propias nacionalidades. Se trata de un

continente donde los grupos tribales que compiten entre sí por la tierra y los recursos

naturales estructuran sus organizaciones políticas sobre la base de lazos tribales,

étnicos y religiosos. En África se da el caso de tribus cuyos líderes detentan desde

hace décadas los poderes políticos y económicos en determinados países y los líderes

de otras quedan relegados de los mismos.

El mejor ejemplo lo tenemos en Malí, donde la etnia bambara, predominante en el sur

y en los alrededores de la capital, Bamako, ha controlado desde que se independizó

de Francia, el 22 de septiembre de 1960, el poder político y económico. Por el

contrario, los tuareg, mayoritariamente en el norte, donde se concentran las principales

riquezas del país, han sido relegados y discriminados de los círculos del poder. En

conclusión: las manipulaciones políticas de lo étnico y lo religioso han desempeñado –

y lo siguen haciendo- roles determinantes en los brotes separatistas.

Esa es la razón por la que cada vez más proliferan en algunas naciones del continente

negro los movimientos tribales y étnicos con ropajes religiosos y seudo separatistas,

en franca pugna por las secesiones de sus feudos y en contra de los poderes

centrales.

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Otros ejemplos resultan más dramáticos, como la sangrienta guerra civil de Nigeria

durante la década de 1960 entre los Igbo, Hausa-Fulani y Yoruba, y más reciente los

conflictos étnicos en el Delta del Níger. A lo anterior se suman las rivalidades en

Liberia entre afro-liberianos y américo-liberianos (africanos que emigraron a las

Américas después de haber sido liberados de la esclavitud), o bien las luchas entre los

zulúes y xhosa en Sudáfrica durante y después del apartheid.

Por su magnitud son de importancia los movimientos separatistas de la India,

incluyendo el grupo independiente de Telangana, los de Insurgencia en Jammu y

Cachemira y las bandas sediciosas en el noreste de la India, como también los

movimientos separatistas de Pakistán, incluidos los de Baluchistán y el movimiento

Sindhudesh Pashtunistan. Por su lado, Turquía reprime con mano dura a los

movimientos separatistas de los kurdos.

En este contexto, China debe lidiar con el gobierno separatista del Tíbet en el exilio,

junto con la ola de separatismo que asola a Xinjiang y Uigur; Tailandia sortea las

disputas separatistas en las provincias de Pattani, Yala y Narathiwat; mientras que

Filipinas enfrenta los conflictos islamistas por crear un nuevo Estado en Mindanao e

Indonesia afronta las reclamaciones independentistas en Aceh (devastado por el

terremoto seguido de un gigantesco tsunami el 26 de diciembre del 2004, que solo en

Banda Aceh provocó la muerte a 61.065 personas) y Papúa Oriental. A ellos se suman

los separatistas Jeju en Corea del Sur y los Maori en Nueva Zelanda, así como los de

Anjouan en la Unión de las Comoras, ya que la isla deviene comunidad separada de

las islas Comores.

Aunque en menor medida que África, Asia u Oceanía, Latinoamérica también tiene

movimientos separatistas. El más fuerte y mejor organizado se encuentra en el estado

Zulia, en la República Bolivariana de Venezuela, una región fronteriza con Colombia y

el Mar Caribe, famosa por sus amplios recursos naturales, especialmente el petróleo,

ya que del Lago Maracaibo se extraen diariamente más de un millón de barriles del

llamado “oro negro”.

El separatismo zuliano tiene varios antecedentes: en 1928 el financista estadunidense

William Buckley promovió un complot aceitero para separar a Zulia; en 1916, el

gobernador Venancio Pérez Soto derrotó una intentona secesionista promovida por las

compañías petroleras de Estados Unidos; en 1869, tras desconocer al presidente José

Ruperto Monagas, el gobernador Venancio Pulgar fue derrotado y acabó refugiándose

en un navío británico.

Pocos días después de que se hizo pública la independencia de Kosovo, el dirigente

del movimiento separatista zuliano, Néstor Suárez, declaró que ellos tenían “un plan

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separatista en Venezuela.” La idea de los separatistas zulianos es constituirse en un

Hong Kong del Caribe, una zona económica y política especial distinta a las demás

regiones. El proyecto contempla la autonomía fiscal y normativa, economía de libre

mercado, capitalismo liberal y propiedad privada, incluyendo la privatización de la

salud.

La llamada “zulianidad” es representada por el grupo Rumbo Propio (RP) que ha

logrado publicar vallas de publicidad, camisetas estampadas con mapas que

presentan a la "república independiente", artículos de prensa, páginas web y

declaraciones de prestigiosos académicos que defienden el proyecto y subrayan las

semejanzas de Zulia con Quebec.

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SEPARATISMOS EN EUROPA

Recientemente los principales diarios europeos reproducían que, bajo el lema

“Cataluña, nuevo Estado de Europa”, al menos 1,5 millón de personas desfilaron por

las calles en Barcelona, en la mayor manifestación independentista de la historia

catalana, que exigía al gobierno español un pacto que ayude a mejorar el

financiamiento de las arcas regionales.

Paralelamente, el periodista y militante de la berlinesa Unión Social Cristiana, Wilfried

Scharnagl, hacía un llamado a favor de la autonomía de Baviera, y en Escocia se

calculaba que en el referendo a efectuarse en el 2014, un 39% de la población vote a

favor de la independencia, según un sondeo realizado por YouGov en enero de este

año.

Sin dudas los movimientos ciudadanos que expresan su respaldo a partidos cuya

plataforma programática se apoya en una mayor autodeterminación están floreciendo

en Europa, alentados, en gran parte, por la complicada situación económica del Viejo

Continente.

En un artículo aparecido en la revista estadounidense International Policy Digest, el

analista Daniel Wagner señala que los movimientos separatistas florecen normalmente

durante los períodos de crisis económica o política. “El crecimiento de estos

movimientos en Europa es una indicación del impacto del aumento de la desigualdad

en el ingreso, una tendencia que es natural a nivel global. Por lo que se puede esperar

que aumente en el mundo a mediano o largo plazo”, añadió.

Por su lado, el corresponsal de la BBC en Madrid, Tom Burridge asegura que la crisis

económica que afecta a España se ha sentido “duramente” en Cataluña, y ha

“impulsado a quienes hacen campaña por la independencia” en esa región. De hecho,

esa comunidad autónoma española de 7,5 millones de habitantes tiene el mayor

Producto Interno Bruto (PIB) del país.

Según una encuesta del Centro de Estudios de Opinión, un 51,1% de los catalanes

votaría a favor de la independencia. Sin embargo, pese a que los separatistas

defienden que una Cataluña independiente sería una potencia económica de Europa,

la región es la más endeudada de España -con 42.000 millones de euros- e incluso

sus autoridades solicitaron en agosto de 2013 una ayuda financiera de emergencia al

gobierno central de Madrid por unos 5.000 millones de euros para pagar la deuda.

Otra situación ocurre en Baviera, considerado el más grande entre la mayoría de los

países europeos en términos económicos. Tanto es así que con solo 12 millones de

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personas (el total de Alemania es de 82 millones) ostenta una producción económica

anual de 550.000 millones de dólares.

Para Wilfried Scharnagl, autor del libro Bavaria Can Go It Alone (Baviera puede

hacerlo sola), “Baviera no tiene el lugar (que merece) en el mundo, el rango ni el rol

que sería apropiado debido a su historia, tamaño y población”. Como vemos, muchos

movimientos regionales que claman autonomía o independencia se desarrollan en las

zonas más ricas al interior de sus países, como también es el caso de los flamencos

en Bélgica, cuyos deseos por gozar de una mayor autonomía en Flandes siempre han

estado en el centro del debate de ese país.

Emblemático resulta también lo que ocurre en el País Vasco, región de 2,1 millones de

habitantes, un PIB de 82.000 millones de dólares anuales y un desempleo de 13,3%

en el primer trimestre de 2013, una cifra muy por debajo del promedio nacional de

25%.

ETA son las siglas que dividen radicalmente a España hasta nuestros días,

asegurando la permanencia de una ideología y forma de resistencia, que lejos de morir

en el caótico contexto de la Segunda Guerra Mundial y la dictadura de Francisco

Franco, se mantuvo viva hasta derivar en violentas proporciones jamás imaginadas: el

separatismo vasco.

Los comienzos de este movimiento social, político y cultural son complejos, ya que la

nación vasca - ubicada al norte de la Península Ibérica y conformada principalmente

por ciudades como Bilbao, Barakaldo, Sestao, entre otras- no participó activamente en

el proceso político y gubernamental para unificar a España en un solo país.

Los vascos mantuvieron sus costumbres y prácticas sociales, su idioma (ikastola), la

educación y el desarrollo cultural. El 26 de enero de 1865 nació Sabino de Arana y

Goiri, figura máxima del sentir nacionalista vasco, quien infundiría entre sus

compatriotas la esencia que sostiene el nacionalismo vasco: las profundas diferencias

entre los vascos y el resto de los españoles.

El movimiento separatista vasco volvería a resurgir en 1952 con “Euzko Gaztedi

Indarra”, que luego pasaría por varias fusiones y alianzas hasta el año de 1957,

cuando es expulsado José María Benito del Valle, quien junto a Julián Madariaga

Aguirre y José Luis Álvarez Emparanza fundan E. T. A, cansados de la lucha

independentista a través de un diálogo político y convencidos de la necesidad de

tomar las armas para lograr el triunfo y la separación definitiva de la nación vasca.

ETA eligió el terror como estrategia de lucha, pero la organización, que cometió

decenas de crímenes, fue un fracaso. En la actualidad, el separatismo vasco tiene una

gran fuerza, no precisamente a través de ETA, sino de partidos políticos que abogan

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por la separación total del Pueblo Vasco de España. ETA anunció el cese al fuego

total, en octubre de 2011; sin embargo, este proceso de pacificación continúa

despertando no pocas dudas entre los españoles y la comunidad internacional.

En el norte de Italia también existe un fuerte movimiento separatista, exactamente en

la región de Padania, una de las zonas más ricas no solo de Italia sino de Europa. De

acuerdo con los separatistas, el río Po, el más grande de Italia, delinea la frontera de

la "nación padana". El territorio reivindicado por el nacionalismo padano incluye

además del territorio denominado Padania en su acepción geográfica y lingüística, las

regiones de Marcas, Toscana y Umbría. El nacionalismo padano propone como capital

a Milán. El territorio reivindicado supone el 53,4% del territorio de Italia, y el 55,6% de

su población.

El nacionalismo padano nació impulsado por el partido político Liga Norte, formado en

1991, a partir de la fusión de varios partidos nacionalistas y autonomistas de las

regiones del norte de Italia. En las diversas elecciones italianas, tanto municipales

como regionales y nacionales, ese partido no ha logrado ser la opción política

mayoritaria, aunque su peso político es considerable en varias provincias italianas.

La independencia de la República Federal Padana fue anunciada en Venecia el 15 de

septiembre de 1996 por Umberto Bossi, quien era el presidente de la Liga Norte. La

idea era formar un gobierno independiente al que funciona en Roma. De acuerdo con

Bossi, la política italiana estaba marcada por una línea centralista desfavorable a

Padania y acusó de parásito al sur de Italia, una zona que es menos próspera que el

norte.

Como resultado de este movimiento independentista se constituyó una Asamblea

Parlamentaria denominada Parlamento Padano, con sede en Bagnolo San Vito.

También fue creado el Gobierno de la Padania, encabezado en su comienzo por

Giancarlo Pagliarini (1996-97) y posteriormente por Vito Gnutti (1997-98), Manuela Dal

Lago (1998-99) y Mario Borghezio (desde 1999), con sede en Venecia.

La línea secesionista fue abandonada en el Congreso de Varese y la alianza entre

Umberto Bossi y el ex primer ministro Silvio Berlusconi remarcó su inestable situación.

El Parlamento posteriormente cambió su nombre por el de Parlamento del Norte.

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MOTIVACIONES PARA EL SEPARATISMO

Muchas son las motivaciones que los movimientos separatistas pueden tener y que

casi siempre defienden por la vía armada.

Comencemos citando el resentimiento emocional de las comunidades rivales,

vinculado a la protección contra la limpieza étnica y el genocidio. Asimismo aparece la

resistencia justificada por las víctimas de la opresión, incluyendo la denigración de su

lengua, cultura y religión; la propaganda de quienes esperan ganar políticamente el

conflicto y el odio que este desata entre grupos; la dominación económica y política de

un grupo que no comparte el poder y el privilegio de una manera igualitaria.

Otras motivaciones están dadas básicamente en el aspecto económico: poner fin a la

explotación económica del grupo más poderoso o, por el contrario, para escapar de la

redistribución económica del más poderoso en detrimento de la comunicad más pobre;

preservación de los fundamentos religiosos, el idioma o tradición cultural;

desestabilización de un movimiento separatista dando lugar a otro nuevo; vacío de

poder geopolítico como consecuencia de la desintegración de los estados más

grandes; continua fragmentación a medida que más y más Estados se quiebran;

sensación de que la nación se ha convertido en Estado por medios ilegítimos; y la

percepción de que el Estado rechaza al grupo que lo llevó al poder o luego de

traicionar los intereses nacionales.

Desde el punto de vista de los gobiernos, estos también tienen muchas interrogantes.

Por ejemplo, ¿hasta qué punto las demandas separatistas se destinarán a la plena

independencia? ¿El movimiento separatista adoptará la lucha pacífica o la armada,

generadora de violencia, muertes y destrucción? ¿Tienen bien definidos a lo que

aspiran en el plano económico, político, social y cultural, incluido el liderazgo del

movimiento?

Los gobiernos pueden responder de diferentes formas, como acceder a las demandas

separatistas, mejorar la situación de las minorías desfavorecidas, ya sea religiosa,

lingüística, territorial, económica, política o adoptar el denominado "federalismo

asimétrico" en diferentes estados, mediante relaciones heterogéneas por parte del

gobierno central en función de las demandas o consideraciones del movimiento

separatista.

A lo anterior se suma permitir a las minorías, mediante el voto parlamentario,

referéndum u otras vías, tener presencia en el gobierno, como también poder

conformar una confederación o una relación de mancomunidad donde solo haya

vínculos limitados entre los Estados.

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Paradójicamente, algunos gobiernos suprimen cualquier movimiento separatista en su

propio país, pero apoyan el separatismo en otros países.

En sentido general, algunos movimientos separatistas practican una forma de política

de la identidad que, según ellos, se apoya en "la actividad política y teorización

fundada en las experiencias compartidas de la injusticia de los miembros de ciertos

grupos sociales." Según este concepto, consideran que los intentos de integración con

los grupos dominantes “ponen en peligro su identidad y su capacidad de perseguir una

mayor autodeterminación. Sin embargo, por lo general los factores económicos y

políticos son fundamentales en la creación de fuertes movimientos separatistas en

lugar de movimientos identitarios menos ambiciosos. En materia religiosa, se trata de

grupos separatistas y sectas que quieren retirarse de algunos grupos religiosos más

grandes y/o creen que deben interactuar principalmente con correligionarios.

En tal sentido devienen ejemplos los católicos en Irlanda del Norte o el sionismo que

buscaba la creación del Estado de Israel como patria judía. Esto dio como resultado el

separatismo religioso entre los israelíes judíos y musulmanes y cristianos palestinos a

raíz de la Declaración Balfour.

Dada a conocer el 2 de noviembre de 1917, esta Declaración fue la manifestación

formal del Gobierno británico mediante la cual el Reino Unido se declaraba favorable a

la creación de “un hogar nacional judío” en el Mandato Británico de Palestina,

documento firmado por el entonces secretario de Relaciones Exteriores, Arthur James

Balfour, y dirigido al barón Lionel Walter Rothschild, líder de la comunidad judía en

Gran Bretaña, para su transmisión a la Federación Sionista de Gran Bretaña e Irlanda.

La declaración está considerada como el primer reconocimiento de una potencia

mundial de los derechos del pueblo judío sobre “la Tierra de Israel”, y fue incorporada

en el Tratado de Paz de Sèvres entre Turquía y el Mandato Británico de Palestina.

El separatismo étnico se basa más en las diferencias culturales y lingüísticas que

diferencias religiosas o raciales, que también pueden existir. En este contexto se

incluyen el Movimiento independentista de Puerto Rico con el objetivo de obtener la

independencia de los Estados Unidos; los kurdos, cuyas tierras y pueblos se dividieron

entre Turquía, Siria e Irak después de la Primera Guerra Mundial. Asimismo, la región

kurda en Irán; los separatistas tuareg de Níger y Malí; la disolución de la Unión

Soviética en sus grupos étnicos originales que formaron sus propias naciones de

Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajstán, Kirguistán, Letonia,

Lituania, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán; el

separatismo checheno en el Cáucaso, puesto que en la actualidad la República de

Chechenia es parte de la Federación de Rusia; el separatismo Silesia en Polonia y

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República Checa; los separatistas armenios de Nagorno-Karabaj en Azerbaiyán; y los

de Osetia del Sur y Abjasia en Georgia.

En España existen movimientos separatistas menores en Andalucía, Asturias,

Baleares, Canarias, Castilla, León, Navarra y Valencia. De igual modo, las auto

tituladas “naciones celtas" en las Islas Británicas han creado varios movimientos

separatistas, como son los casos de los independentistas escoceses, el nacionalismo

galés, el republicanismo irlandés y el nacionalismo Cornish. Otros movimientos

separatistas, pero también de escasas fuerzas, son los del país Vasco francés,

catalán, corso, bretón y de Saboya; los de Venecia y los de Cerdeña; y los

movimientos separatistas del norte de Italia llamado Padania.

En los Países Bajos algunos grupúsculos codician un país autónomo o área como la

división de Suiza en cantones a lo largo de líneas geográficas, religiosas y lingüísticas.

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REBELIONES SEPARATISTAS

La mayoría de las rebeliones separatistas se concentran en África, Asia, Europa y en

menor intensidad en América. Unos son alzamientos pacíficos y otros armados y,

desde luego, algunos son señalados como eslabones del terrorismo. Se calcula que

en la actualidad hay alrededor de 60 conflictos separatistas en el mundo, motivados

unos por liderazgos tribales, lingüísticos, étnicos y religiosos, y otros por

discriminaciones y marginaciones en los repartos de los poderes políticos. Figuran

también los originados por discrepancias en las distribuciones de las riquezas y los

usufructos nacionales de las explotaciones de los recursos naturales, y algunos por

razones nacionalistas e intereses económicos, geopolíticos y geoestratégicos de

grupos de ciudadanos inconformes, de ciertas potencias e incluso hasta empresas

multinacionales.

La desintegración de la URSS desencadenó el resurgimiento de varios movimientos

separatistas que el régimen socialista había proscrito. De ahí, por ejemplo, que las

regiones rusas de Chechenia e Ingushetia se revelaron buscando su

autodeterminación. Idéntica situación se vive en Georgia, donde los territorios de

Abjasia (dominados por una mayoría musulmana) desean su anexión a Rusia, y los de

Osetia del sur su anexión a Osetia del Norte, amén de otros separatismos que han

surgido en otras ex repúblicas soviéticas.

Ejemplo tácito de las triquiñuelas diplomáticas que lamentablemente conducen a

conflictos armados, mientras los amigos de Rusia vetan el ingreso de Kosovo a las

Naciones Unidas, los de Estados Unidos hacen lo mismo con Abjasia y Osetia del Sur,

sobre la base de que ambas fracturas no son reconocidas por las repúblicas de las

que habían formado parte (en el caso de la primera Serbia, cristiana ortodoxa como

Moscú, y en el de la segunda, Georgia, aspirante ex soviético a entrar en la OTAN).

Pero si de rebeliones separatistas se trata, el sur de Sudán ocupa un lugar

preponderante en cuanto a la sangre, sudor y lágrimas vertidos en guerras

separatistas.

Sin embargo, el sur de Sudán no es el único. Precisamente al sureste de esta nación

se encuentra Etiopía, de la cual se escindió Eritrea (una ex colonia musulmana de

Italia que ese país cristiano fracasó en reabsorber), la cual en 1993 fue la última

nación africana en ser admitida en la ONU.

Dos fuertes movimientos regionalistas dominan el escenario etíope: Gambelia y

Oromia, mientras que en la zona de Ogaden muchos de los somalíes que la dominan

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piden la separación o la reunificación con el resto de sus congéneres de la vecina

Somalia.

Todavía hoy esta nación está dividida tras una de guerras de clanes. Hay poderes o

repúblicas locales en las regiones suroeste: Jubalandia, Maakir y Puntlandia. El Norte

es independiente, aunque nadie le reconoce, pese a que se basa en el nombre y las

fronteras de la antigua Somalilandia británica que en un lapso de tres décadas (1961-

1991) se unificó con la ex colonia italiana de Somalia.

Mientras, al sur de Sudán están Uganda (que tiene otra guerra interna entre el norte y

el sur), Rwanda-Burundi (quienes padecieron el genocidio de los tutsis y en donde los

pigmeos twa reclaman hoy sus tierras) y Congo (que ha sufrido la peor guerra civil de

la posguerra con más de cuatro millones de muertos, así como varios intentos

separatistas, incluyendo el de Katanga de los años sesentas, animado por

corporaciones belgas interesadas en los ricos recursos minerales de territorio).

Al norte de Sudán está Egipto, donde el 10% de sus habitantes son cristianos coptos

dentro de quienes hay corrientes nacionalistas. El oeste de Sudán ha sido escenario

de la guerra de Darfur donde han muerto 200.000 personas y más allá está Chad, que

tuvo otra guerra entre los separatistas del norte y del sur.

Asimismo, en el norte árabe de África existen dos importantes movimientos

nacionalistas. Uno es el de los kabiles de Argelia, quienes hablan su propia lengua

berebere y son mahometanos más seculares; el otro es el de la antigua Sahara

Española, cuyos nativos saharauis son los únicos musulmanes de lengua hispana y

quienes tienen su propia república que resiste la ocupación de Marruecos.

Hoy la República Árabe Saharaui Democrática controla un 20% del territorio de la

antigua colonia castellana y ha sido reconocida por 58 países, aunque muchos de

ellos hayan retirado o condicionado ese apoyo a la realización de un referendo.

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MANIPULACIONES EN LOS MOVIMIENTOS SEPARATISTAS

Las manipulaciones de lo étnico y lo religioso están jugando roles determinantes en el

control del poder en ciertos países y por eso cada vez proliferan más movimientos

tribales con ropajes religiosos que luchan por la secesión de sus feudos en contra de

los poderes centrales.

"Kosovo es un caso aislado y no se puede comparar con otras regiones de Europa",

aseguran numerosos analistas. Muchos gobiernos de la Unión Europea han hecho

hincapié en la particularidad del caso, pero no han podido disipar la sospecha de que

la independencia de la provincia serbia dará nuevos impulsos a los movimientos

separatistas existentes en diversos lugares de la vieja Europa.

Tradicionalmente en estos casos se actuaba afirmando que la invulnerabilidad de las

fronteras era uno de los pilares de la estabilidad. En el tema Kosovo, la UE decidió que

este principio no tenía vigencia, y dio paso a lo que puede convertirse en un

precedente para otras regiones.

Después de Kosovo cabe preguntarse: ¿se les puede negar a los turcos de Chipre, a

los vascos, a los serbobosnios o a los escoceses lo que sí se les permitió a los

kosovares?

Para el historiador y especialista en Europa de la Universidad de Barcelona, Francisco

Veiga, "Kosovo es tan solo el comienzo". Rusia también advirtió que estas decisiones

políticas podrían causar un efecto dominó en la zona del Cáucaso y del Mar Negro.

Hoy en el Viejo Continente existen numerosos movimientos que luchan por la

independencia de determinadas regiones o por establecer nuevos límites. En los

Balcanes, la independencia de Kosovo genera nuevas tensiones, y estos

acontecimientos podrían reforzar la demanda de los serbios en Bosnia y en el norte de

Kosovo, que quieren ser anexados a Serbia.

En Macedonia, la población albanesa podría exigir pasar a formar parte de Kosovo,

con lo cual harían peligrar la existencia del país.

El temor a que se produzca un efecto dominó en los Balcanes fue lo que llevó a

algunos países miembros de la UE como Grecia y Rumania a rechazar la

independencia de Kosovo. Chipre, por su parte, también teme que Kosovo sea tomado

como ejemplo en el norte de la isla, ocupada por tropas turcas.

Incluso Eslovaquia, que surgió de la división de Checoslovaquia, se declaró en contra

de la separación de Kosovo de Serbia. "No rechazamos la idea de un Kosovo

independiente, pero queremos que haya un acuerdo al respecto", afirmó un

diplomático eslovaco.

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Por su parte, España considera que la independencia de Kosovo viola el derecho

internacional y teme que por ello los movimientos separatistas del País Vasco,

Cataluña y Galicia se sientan confirmados en su lucha.

Antes de concluir este breve recorrido por los movimientos separatistas, cabe recordar

que, en ocasiones, el separatismo puede perseguir sus objetivos a través de la

legalidad constitucional, normalmente con una representación parlamentaria. La India

es el clásico ejemplo del uso de la resistencia pasiva para promover el separatismo y

la independencia política. La filosofía y metodología de Mahatma Gandhi demostró su

valía en este campo. También el separatismo apoyado por intelectuales ha surgido en

diversos lugares como Cascadia, una porción de la costa oeste de Norteamérica

particularmente rica en diversidad natural.

De igual modo el separatismo de las micronaciones no es considerado una amenaza

seria para la unidad de los territorios. Lugares como la Provincia del Río Hutt o

Sealand declararon su independencia formando parlamentos y promulgando

constituciones, emitieron sellos y papel moneda, pasaportes; pero no fueron tomados

en serio por el poder metropolitano. Estos casos pudieron servir como vehículo de

protesta económica o política sin necesariamente amenazar la integridad de facto del

Estado nación.

Finalmente, con el proceso independentista de Latinoamérica se produjo la

desintegración de las unidades político-administrativas en que estaba dividido el

subcontinente bajo la férula española, brotando un buen número de Estados

independientes. A lo largo del siglo XIX, dicha región continuó fragmentándose en un

proceso disgregador que amenazó la integridad territorial de estos nacientes países, y

a la vez dio paso a sentimientos separatistas que añadieron otro elemento

desintegrador al espectro político de la zona.

Durante los tres siglos de colonialismo español, América, en la descripción geopolítica

hispanoamericana, no existió realmente como entidad política de orden internacional.

Sin embargo, con la independencia latinoamericana, el subcontinente se dividió en un

crisol de naciones que velozmente entraron en un precario proceso político

caracterizado por las luchas caudillistas, guerras intestinas, movimientos separatistas,

gobiernos inestables y crisis sociales, políticas y económicas.

Transcurridos casi 13 años del tercer milenio, resulta útil analizar la ingeniosa

estrategia geopolítica que supone el fenómeno separatista, con el cual las potencias

estatales y las organizaciones internacionales buscan incrementar su poder,

formulando un contexto internacional donde los valores de cooperación e integración

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podrían, tarde o temprano, sucumbir ante la sustancial conflictividad entre los bloques

de poder.

Tanto la marcada globalización existente hoy entre las naciones como el displicente

interés de los países más poderosos en pos de consolidar e intensificar su hegemonía,

sirven de pasto a una posible reactivación de la guerra fría “fallecida y sepultada” con

la desaparición de la Unión Soviética, aunque esta vez, lamentablemente, en un marco

mucho más riesgoso y donde la manipulación de los movimientos separatistas pudiera

desempeñar un factor detonante, obedeciendo intereses, en algunos casos muy poco

racionales.