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5/25/2018 LAURENTElAnalistaCiudadano-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/laurent-el-analista-ciudadano 1/5 ~ verdader o pa p e l que deberían te ne r las institu c io n e s psic c ianalíticas .. . Así, la prolifera - c ió n d e i ns ti tu ci on es p si co a n a lít i cas e n B uen os A ire s n o p re sen ta n in gún problema ... pues elsostén de la g a ra ntía es en último t é rmino el título universitario  . 1 3 . S aw icke O . , Informe sobr e l a legislaci ó n fed e r a l argentina, comunica c i ón i né di ta . 1 4 . Godino Cabas A . ,E s t atu to d el p ra ct ic an te d el p si co an ál is is y d el p sic oa na lis ta en Brasil, a s p e ctos jurídicos , social es y c ulturales. « En primer lugar , d es de e l p un to d e v is ta jurídico , la profesi ó n de ps ic oa n . alista no es re glam en ta da en Brasil, ni por ley del C on gr es o, nipor elMini s t er io d e T ra ba jo . . . En contrapartida , l a j u ri sp ru de nc ia y a e st a- blecida tiende aconsid e r a r l a p rá c ti ca p s ic o an a lí ti c a c om o u na a cti vi da d te ra pé ut ic a. E st a a d s cripci ó n s e tr a du c ee n una e xi ge n c ia  implícita d e q u e e l p r ac ti ca n te d e l p s ic o an á li si s s ea médico, psic ó l o g o, p s icoped a gogo , fono a u d ió lo g o o terapeuta ocupacional , e n s u m a, s e r h ab i lit a d o e n c u al qu i e r a d e l as p ro f e s io ne s q ue in te gra n l as a sí ll am ad as c ie nc ia s d e l a salud » . , 15 . L a can 1 . , É c rits , « P os it io n del ' inconscient », p . 853. 16 . Crani e r P . , Baptism and Chang e inthe early middleAges , Cambridge U.Press, 1994. 17 . Kantorow i cz E.H ., TheKing ' s T wo B od ie s, A study in Medieval P ol it ic al T he ol og y, P ri nc et on U n iv er si ty P re ss , 1957. 18 . Nau 1 . y . , Las leyes sobre la b io ét ic a c on sa gr an l os d er ec ho s d el s er b io ló gi co . Le Monde, 24 dejunio de 1994. 19. L ac an J ., D is cu rs o d e e l c l au ur a d el la s j or na da s s ob re l a p s ic os is d el n iñ o (1967), en Quarto, 15 . 20 . L a can 1 . , « Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista » , Écrits, p . 854 . 21 . L Áfle 38 , A b ri l- ju ni o de 1989, « L es u rg en ci es d u d ro it ». 22 . L ac an 1 . , « Radiophonie », e n Silicet 2/3 , Seuil, 1970 , p . 61 . « Vuelvo en primer lugar al c ue rp o d e lo s im bó lic o que deningún modo hay que entender como metáfora . La prueba esque nada sino élaísla elcuerpo tomado ensentido ingenuo , esdecir, aquél cuyo ser que e n é l s e s o st ie ne n o s a be q ue e s e l l en gu aje q ue s e l o d is cie rn e, hasta elpunto deque nose c o ns ti tu i rí a sino pudiera hablar . Elprimer cuerpo hace que elsegundo a hí s e i nc or po re » . 23. Kramer P.D . , Liste n in g to P ro z ac , Fourth Estate, 1993 . S e p od rá l ee r l a c rí ti ca h <; 9h a p or u n p ro fe so r d e m e di c ina en la New YorkReview , o/Books de l 9 deJunio de 199 ~ po r u n h is to ri ad or en el Times Literary Suplement de l 25 de Marzo de 1994. / 24. Lacan 1 . , Télévision , Seuil, 1974 , p . 51 . / 25 . L ac an J ., « Not e s sur l ' infant» (1969) , en Ornicar? 37 , Abril - junio de 1986, pp . 13-14 . « I a función de residuo qu e so s t ie n e (y al mismo ti em po m an tie l1 e ) la familia co n y u ga l en la evolución de las sociedad e s da valor a lo irreductible de ' una transmi- sión . . . / 26 . L e a c hP . , Childrenfirst 1994. / 2 7. Miller 1 . - A . , C ou rs s ur M ala is e d an s la C iv ili sa tio n, in é dito. 2 8. L a can 1 . , Le s é minaire, livre XVII , L 'envers de lapsychanaly s e , Seuil, p . 220. 29 . L e er tambi é n : Brou s se M . H . , « Dans l ' ignoranc e du fantasme » , I Áne n ° 57/58, verano de 1994.  2 ' 1 I I I I I  I  , 1 El analista ciudadano  -  Hubo un hecho que contaminó las formas propias de la cultura eu- ropea: el descubrimiento de Europa por los militares norteamericanos . R ep re se ntó un cambio de estilo de vida y también el reconocimiento de nuevas form as de relación entre los sexos, desde las películas de  - Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Todo ello cambió gr gt  l  daIll ~ a r~iÓn caula s ideales re sp ec to de la situación anterior en Europa. En este sentido, conviene leer a un filósofo norteamericano, Stanley Cavell , que habla de la importancia de las películas hollywoodianas, del cambio de las identifica ~i o e . se ~ l al f ' § X cle j w . ~ a fel ~~ d. L os a na lis ta s s e e nc on tra ro n en un mundo que se había convertido en muy E.etmisivo. Entonces su denuncia de que había alguna forma de goce escondida detrás de los ideales resultaba un poco Basada de moda, porque había otros que lo decían de manera más precisa y más decidida. Ahora tenemos, por ejemplo, la Conferencia . de Pekín sobre las mujeres, sobre el lugar y la condición de las mujeres. El grupo de las lesbianas no necesita a los analistas para que las representen; por sí mismas reclaman el reconocimiento de una serie de derechos, y gritan más de 1 que nadie pueda hacerlo por ellas. No necesitan abogado, son personas mayores que luchan por elreconocimiento de sus derechos. Si s e h ac e u na C on fe re nc ia sobre los hombres, los homosexuales r ec la ma - , rán igualmente sus derechos: subvenciones del Estado, acceso a vivien- das_subvencionadas como las otras parejas, etc. En todo esto los analis- tas están un poco perdidos, no saben exactamente si tienen que gritar más para hacerse escuchar o si hay que serenar los ánimos. La tentación que surgió entonces, y que ahora en los años noventa es manifiesta, pero ya estaba presente desde finales de los años sesenta, fue la de modernizar a la americana elmodo de vida europeo. En cuanto alanalista, pensaba mantenerse exclusivamente ensufunción , sin hacer propuestas , porque ya había una pugna para hacerse oír en la opinión pública, tanto en lo referente a las formas de vida por parte de las lesbia - nas y los homosexuales, como con respecto a los psicóticos, los norma- les, etc.. .  3

LAURENT El Analista Ciudadano

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  • ~verdadero papel que deberan tener las instituciones psiccianalticas ... As, la prolifera-cin de instituciones psicoanalticas en Buenos Aires no presenta ningn problema ...pues el sostn de la garanta es en ltimo trmino el ttulo universitario".13. Sawicke O., Informe sobre la legislacin federal argentina, comunicacin indita.14. Godino Cabas A., Estatuto del practicante del psicoanlisis y del psicoanalista enBrasil, aspectos jurdicos, sociales y culturales. En primer lugar, desde el punto de vistajurdico, la profesin de psicoan.alista no est reglamentada en Brasil, ni por ley delCongreso, ni por el Ministerio de Trabajo ... En contrapartida, la jurisprudencia ya esta-blecida tiende a considerar la prctica psicoanaltica como una actividad teraputica. Estaadscripcin se traduce en una exigencia -implcita- de que el practicante del psicoanlisissea mdico, psiclogo, psicopedagogo, fonoaudilogo o terapeuta ocupacional, en suma,ser habilitado en cualquiera de las profesiones que integran las as llamadas ciencias de lasalud.

    , 15. Lacan 1., crits, Position de l'inconscient, p. 853.16. Cranier P.,Baptism and Change in the early middleAges, Cambridge U.Press, 1994.17. Kantorowicz E.H., The King's Two Bodies, A study in Medieval Political Theology,Princeton University Press, 1957.18. Nau 1.y., Las leyes sobre la biotica consagran los derechos del ser biolgico. LeMonde, 24 de junio de 1994.19. Lacan J., Discurso de el clauura del las jornadas sobre la psicosis del nio (1967), enQuarto, n 15.20. Lacan 1., Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista, crits, p. 854.21. L 'fle, n 38, Abril-junio de 1989, Les urgencies du droit.22. Lacan 1., Radiophonie, en Silicet 2/3, Seuil, 1970, p. 61. Vuelvo en primer lugar alcuerpo de lo simblico que de ningn modo hay que entender como metfora. La pruebaes que nada sino l asla el cuerpo tomado en sentido ingenuo, es decir, aqul cuyo ser queen l se sostiene no sabe que es el lenguaje que se lo discierne, hasta el punto de que no seconstituira si no pudiera hablar. El primer cuerpo hace que el segundo ah se incorpore.23. Kramer P.D., Listening to Prozac, Fourth Estate, 1993. Se podr leer la crtica h

  • Al pAleeei, lOS &llnStH!!C fiO teftaft"'toeftsrea:lfIlelltO lliteresaII~-S-SO fI--

    bre estos temas. Los otros ya pedan, saban que baba que pedir y recla-mar. As que los analistas se mantuvieron, digamos, en la posicin delintelectual crtico. En una etapa determinada de los movimientos que seconsideraban de izquierdas, exista una posicin conocida como la delintelectu,!1. crtisg. Lo que se esperaba era que el intelectual se mantuvie-ra en su lugar, tranquilo, y solamente se dedicara, digamos, a crear, aproducir vaco. El intelectual criticaba algunas orientaciones decididas.. --por otros y se mantena en esta posicin. El analista crtico es el analistaque no tiene ningn ideal, que llega a borrarse, que es tan slo un vacoambulante, que no cree en nada. Ya est ms all de toda creencia, porsupuesto! Como ya no cree en Pap Noel, como ya no cree, se libra delpeso que llevan sobre los hombros sus hermanos.

    Est~,plgl!ealIliento lleg a adquirir cierto peso intelectual. Por ejem-plo, \~ge_l&.d~ mi profesor de Psicoanlisis, tena una idea muyinteresante, que consista en promover una concepcin del anlisis como!ictica ~.e detid~~~~. Consideraba que el non plus ultra eramantener una concepcin extrapura del anlisis, entendido como un pro-ceso sin fin para des-identificarse hasta el infinito. En lo social, el analis-ta especialista de la des-identificacin llevaba la des-identificacin a to-dos partes; al revs d~ la esperanza tosquellana, era un analista quepeda a todo quisquesas documentos de identidad para despus denun-ciarles: "Por favor/pasen por la mquina de des-identificarse!".

    Semejante mquina antipositiva, dicho sea de paso, estimul ciertoideal de marginalizacin so~ial.~~l ~nlisjs, un ideal del analista concebi-do como el marginal, el intil, el que no sirve para nada, salvo para esaosicin.de..derumcia~ de todos los que sirven para algo.

    Digamos claramente que hay que destruir esa posicin: delendaest! No se puede seguir manteniendo, y si los analistas creen que puedenquedarse ah... su papel histrico ha terminado. La funcin de los analis-tas no es sta, de ah el inters g,ult.ti,eQereinsertarlos en el dispositivo dela salud mental. . ,-----~-

    Los analistas tienen que pasar de la posicin del analista como es-pecialista de la des-identificacin a la del~ist~fliIa1!Ij2) Un analistaciudadano en el sentido que puede tener este trmino en la teora moder-

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    na oe la crerncrcr acra. LAJS .auaU:Sl(t~JJ(tJ1 uc;; CUlC;;UUC;;.l 'iu\..t llar uua '"'YUJ.U-

    nidad de intereses entre el discurso analtico y la democracia, pero en-tenderlo de verdad! Hay que pasar del analista enc;-rado ~n su reserva,crtico) a un analista que participa, un analista sensible a las formas desegregacin, un analista capaz de entender cul fue su funcin y cul lecorresponde ahora.

    El analista borrado de mi profesor Leclaire, el analista vaco, tieneuna cara que hay que criticar, pero tiene tambin otra cara que hay querescatar, porque fue mal interpretada: no es que haya de mantenerse enesa posicin crtica, sino que d~Q,einterv~nikcQll.IDLill!..~iL~~L

  • capaces de pelear y vencer en lo que fue la batalla de Inglaterra.Lo que hizo Bion fue evaluar con esos grupos qu era del orden de

    la patologa, qu se poda curar y qu no, en esos individuos expulsadosdel ideal. A travs de la mediacin de pequeos grupos, de estos mini-ideales de grupo, con una tarea precisa, con un objeto preciso, supri-miendo su pasin narcisista de ser rechazados del ideal, era posiblereinsertarlos y darles un destino humano. Podan elegir de manera mstica lo que tenan que hacer en la vida.

    "-".~. En.este s.entido, el analista, ms que un lugar vaco, es el gue ayuda.: \.~l ~~Jlj~fjQ.! r~B~t~x.la.-tlif.ylacin.ellttS!JlQ.IJIll!SY.R~,rt.i.sul~ridades

    individuales. El analista, ms all de las pasiones narcisistas de las dife-r~7tiene que ~ar, peroi9",~ ~ sin pensar que es el nico queest en esa posicin. As, con otros, ha de ayudar a impedir que ennombre de la universalidad o de cualquier universal, ya sea humanista oantihumanista, se olvide la particularidad de cada uno. Esta particulari-dad es olvidada en el Ejrcito, en el Partido, en la Iglesia, en la Sociedad'analtica, en la salud mental, en todas partes. Es preciso recordar que nohay que quitarle a uno su particularidad para mezclarlo con todos en louniversal, por algn humanitarismo o por cualquier otra motivacin.

    Cierto psiquiatra -lo coment Josep Monseny en Barcelona- reco-noca que los analistas son ahora en nuestro mundo de los pocos queescuchan, que siguen escuchando a los locos, cuando resulta mucho msci)idoreilenar la escala favorita del servicio psiquitrico donde se en-cuentre el paciente. Pero los analistas u...~ ..~~IE~!e ..~~ehar,tambin han de tL~n~;ni~~la pa!~u!~~~..,gll~!!...t~jll~o, y eresto, aveces, deben tomar ejemplo de otros. Por ejemplo, el neurlogo/marginalOliver Sachs supo construir una narracin sobre los efect7s de la L-Dopa en ciertos trastornos, con una modalidad narrativa qu~ apasion alpblico en general y que fue llevada al cine en una pelculi protagoniza-da por Robert de Niro. Era una manera de apasionar co una narracinsobre una hazaa dentro del campo de la Neurologa, una forma de trans-mitir cierto tipo de narracin capaz de producir efectos de identificacin,de transmitir algo ms all de la patologa neurolgica en s misma, contoda una cargo de humanidad. De la misma manera, los analistas no slohan de escuchar, tambin deben saber transmitir la humanidad del inte-

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    rs que tiene para todos la particularidad de cada uno. No se trata delimitarse a cultivar, a}e,fordjlr la,R.

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    As que los analistas no han de mantenerse como analistas crticos.Han de pedir, le iden al~8.l.1i!,SIq.~,t~l. Pedimos una red de asis-tencia en salud mental que sea emocrtl y, como sucede efectiva-mente en la frmula que se ha utilizado, sea capaz de respetar los dere-chos de ciudadana de los sujetos que estn en este campo y en estemarco concreto de la salud mental. En este sentido los analistas, juntocon otros, han de incidir en estas cuestiones, tomar partido y, a travs depublicaciones, a travs de intervenciones, manifestar que quieren un tipodeterminado de salud mental. No una institucin utpica o un lugar utpi-co, sino precisamente formas compatibles con el hecho de que cuandoya no hay ideales slo queda el debate democrtico.

    I Esto no es el silencio. El decir silencioso del analista consiste en. ayudar a que, cada vez que se intenta erigir un nuevo ideal, puedaf denunciarse que la promocin de nuevos ideales no es la nica alternati-I va. Tampoco se trata de volver a los valores de la familia y a los viejostiempos, cuando se crea en el padre. Ah, qu tiempos aquellos!

    Se acab! Lo nico que existe es el debate democrtico, abierto,crtico y... sin dinmica de grupos. En esto los analistas tienen que incidirmuy activamente y si no lo hacen nadie lo har por ellos. Han de serinventivas e incidir de distiritas formas. El analista til, ciudadano, est afavor de la existencia d)un lobby que intervenga en el debate democr-tico. Hay que transformarse en un lobby y no es una desgracia.

    Antes se pensaba que solamente haba que incidir en el campo dela cultura. Los anaistas tienen que despertarse un poco! El campo de lacultura ha cambiado por completo. Lo que se llamaba el campo de lacultura ha desaparecido con los nuevos medios de informacin, se hatransformado. Ya no se puede recordar con nostalgia: Ah, el tiempo deSartre, el tiempo de Lacan! No hay duda; el tiempo de Sartre, el tiempode Lacan, ya no es nuestro tiempo. Ahora un intelectual, un profesor,puede decir cualquier cosa y... entra en el sistema de los mass mediacomo una opinin y sale convertida en una basura! Los medios de publi-cacin han aumentado exponencialmente, y uno no puede quedarse conla nostalgia del tiempo en que exista el Seminario del Dr. Lacan, o cuan-do la opinin de Sartre, difundida en un artculo deLes Temps Modernes,transformaba todo un sector de opinin.

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    Los analistas deben opinar sobre cosas precisas, empezando por elcampo de las psicoterapias, desde donde se incide en cierto modo en lasalud mental, y sin olvidar esas formas nuevas de consideracin o detransformacin cientfica de los ideales, del padre como ideal. Ahora lacuestin no es hacer declaraciones en la cultura sobre qu es el padre.El problema es incidir sobre la opinin; decir si ha de saberse o no elnombre de quien cede sus espermatozoide s en un sistema de procrea-cin asistido. /

    Es as como s transforman las tcnicas. Mientras que si uno semantiene en los "fedia dando sus opiniones en trminos generales, notiene ninguna inidencia en el campo de la salud mental, ni tiene ningunaincidencia en!a forma de civilizacin que nos corresponde. Solamenteopinando so/"re cosas, sobre determinadas transformaciones tcnico-cien-tficas deJos ideales y el nuevo aparato social que se produce, slo asllegaremos a tener influencia, y no nicamente en. los comits de tica.

    Ahora hay comits de tica para cualquier prctica cientfica, es-pecialmente en Medicina. Esos comits agrupan a distintos sectores cu-yos ideales se ven afectados por la Ciencia. Se establece un comit deeste tipo para calmar las cosas, para asegurarse de que la Religin o elpensamiento en general van a aceptar la modificacin tcnica del idealque se plantea. En cuanto a los analistas, hay alguna razn para que noparticipen en comits de tica? Hay que animarles a hacerlo. Por ejem-plo, animo a mis colegas a participar en los comits de los hospitalesdonde estn. Ahora se solicita esta participacin, a ttulo de psiclogo, enel marco multiprofesional propio de las nuevas formas de asistencia, paraconstituir el comit de tica de los hospitales. Por una parte, hay queparticipar en esto, y por otra parte hay que influir en la opinin paraincidir en las cuestiones prcticas cada vez que el ideal resulta modifica-do por la Ciencia.

    En este sentido el analista til, ciudadano, es alguien que evala lasprcticas y tambin acepta ser evaluado, pero ser evaluado sin temor, sinun respeto temeroso, cauteloso, ante los prejuicios de la Ciencia. Cuandoles vienen a decir con arrogancia que la prctica analtica no es til o noes eficaz, porque tal tipo de terapia cognitivista es supuestamente mstil, los analistas tienen que demostrar lo contrario con su experiencia, y

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  • no es muy difcil. No hay que pensar que eso es algo estrafalario y delotro mundo. Cada vez que hay ataques de este tipo contra el psicoanli-sis, es perfectamente posible mostrar una experiencia que demuestra locontrario.

    Por ejemplo, el Dr. Zarifian es un psiquiatra francs que durantediez aos se dedic a publicar sobre los psicofrmacos, y ahora es unode los mejores abogados de una prctica mltiple y de la consideracinde la modernidad como lmite de la revolucin teraputica. En un artculoreciente deca que la prescripcin de frmaco s tiene lmites claros y queeso no ha cambiado en los ltimos veinte aos, de modo que hay unaprofunda crisis. Zarifian conclua que los mdicos han de despertar ydarse cuenta de que son prisioneros de la ideologa de las multinaciona-les farmacuticas, una industria que lucha con millones de dlares a sufavor para convencer a los Sistemas de salud mental, por ejemplo, deque el Prozac es ideal. Si los mdicos aceptan esto, se convierten. ensimples siervos de esas multinacionales. Como dice en tono divertidoZarifian, se suele creer que muchos psicofrmacos tienen un efecto su-perior al placebo, pero muchas veces esto es slo una suposicin sinverificar. Y plantea que si ante una depresin ligera o un trastorno ansio-so se considera que una psicoterapia tiene los mismos efectos que elfrmaco, entonces el frmaco tiene una eficacia compatible con el efec-to placebo, y an dice ms. La psicoterapia, su efecto teraputico, sinentrar en otras discusiones tericas, puede formularse as: como la medi-da del efecto placebo, cualquiera que sea, el efecto que se produce cuandono hay frmaco. l

    O sea que los analistas, si son ciudadanos tiles, son eval~adores d.elas prcticas de una civilizacin en el campo de la salud mental, entend-do como el campo efectivo de las diferencias respecto de' las normas.Los psicoanalistas evalan los procedimientos de segregacin en unasociedad dada. A su vez, son evaluados, y 10 aceptan. /

    Todo esto ha de permitimos, espero, salir de lo que fue aquellaposicin de exclusin de s mismo, de exilio de s mismo, de su propiaposicin, cuyo resultado fue el supuesto analista agujero, el analista quecay en el propio agujero producido por su prctica: el agujero de losideales.

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    Por lo tanto, en mi opinin, el analista que no se queja, el analistaque toma partido en los debates, el analista til y ciudadano, es perfecta-mente compatible con las nuevas formas de asistencia en salud mental,formas democrticas, antinormativas e irreductibles a una causalidadideal.

    En nuestre-mundo moderno, la causalidad es una causalidad mlti-ple. Lo descubrimos desde distintas teoras, incluso la teora del caos o lateora de la causalidad que sobredeterminan muchos aspectos.

    Lo que tenemos en comn los psiquiatras, los trabajadores de lasalud mental y los analistas es que sabemos que las democracias y ellazo socialson cosas muy frgiles, basadas en un manejo delicado de lascreencias sociales. Las creencias sociales son ficciones, pero ficcionesque hay que respetar, que hay que tratar. Lo que tenemos en comn esque conocemos estas ficciones. Frente a esto, una tendencia podra con-sistir en despreciarlas, no creer en nada, y as el punto devista cnico delanalista agujero podra aproximarse al punto de vista cnico del psiquiatraque sabe que la creencia social no tiene lmites. /

    Debemos recordar que el deseo de curar, el deseo de curar propiode quienes estn en la salud mental, tiene sombras. El deseo de curarque permite incidir sobre la depresin, sobre la falta de existencia efec-tiva de un deseo ode un ideal, puede producirlo de nuevo. Y tiene unreverso: que tambin puede conducir a una posicin cnica. No olvide-mos que dos psiquiatras serbios estn a la cabeza de los horrores msinsoportables que ha atravesado la historia de Europa desde la SegundaGuerra Mundial. Radovan Karadzic es psiquiatra, es un trabajador d lasalud mental. No hay que olvidarlot=e:

    "Versin corregida del texto establecido por Enric Berenguer, con autorizacin del autory publicado en Notas freudianas n 2.

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