Leandro MorgenFeldl - Las Malvinas y el Sistema Interamericano

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    Leandro Ariel Morgenfeld

    Del TIAR a la OEA: Argentina, Estados Unidos y el sistema interamericano

    Leandro Ariel Morgenfeld*

    * Docente en las Facultades de Ciencias Sociales, Econmicas y Filosofa y Letras de la Universi-dad de Buenos Aires. Investigador del IDEHESI y becario posdoctoral del CONICET. [email protected].

    Fecha de recepcin: 11/02/2010 Fecha de aceptacin: 30/07/2010

    Este artculo analiza, a partir de documentacin indita de los principales archivos argentinos y estadounidenses, la crucial Conferencia para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad (Ro de Janeiro, 1947), en la cual se aprob el Tratado Interamericano de Asistencia Recproca (TIAR). Estados Unidos y Argentina, representada por el canciller Bramuglia que aprovech el cnclave para presentar la tercera posicin de Pern se enfrentaron sobre el carcter que deba tener dicho tratado. Un ao ms tarde se realiz la IX Conferencia Interamericana (Bogot, 1948), en la cual se estableci la Carta de la Organizacin de los Estados Americanos (OEA). La delegacin ar-gentina volvi a enfrentarse a la estadounidense para evitar, entre otras cosas, que la nueva orga-nizacin interamericana tuviera injerencia en las actividades militares de cada pas.

    Palabras clave: Sistema interamericano; OEA; TIAR; Argentina-Estados Unidos; Tercera posi-cin.

    This article analyzes, with unpublished documents from important Argentine and U.S. archives, the crucial Con-ference for the Maintenance of Peace and Security (Rio de Janeiro, 1947), which adopted the Inter-American Treaty of Reciprocal Assistance (known as the Rio Pact). The United States and Argentina, which was rep-resented by Foreign Minister Bramuglia and used the meeting to present Perns third position, clashed over the character that such a treaty should have. A year later, the Ninth Inter American Conference took place (Bogota, 1948), which established the Charter of the Organization of American States (OAS). Argentinas delegation again confronted the Americans to prevent, among other things, that the new inter-American orga-nization have the capability to interfere in the military activities of each country.

    Keywords: Inter-American System; OAS; Rio Pact; Argentina-United States; third position

    INTRODUCCIN

    El presente artculo analiza dos conferencias fundamentales para el siste-ma interamericano que se constituy en el periodo inmediato a la Segun-da Guerra Mundial y se centra en la relacin entre Argentina y Estados Unidos, dos pases que llevaban una dcada de enfrentamiento bilateral en el mbito de la Unin Panamericana. Entender, a partir de una inves-tigacin basada en documentacin indita, las posiciones de estos dos pases puede arrojar luz para comprender el carcter que tuvieron tanto el estratgico Tratado Interamericano de Asistencia Recproca (TIAR) como la Carta de la Organizacin de los Estados Americanos (OEA), elementos fundamentales en el continente en la segunda mitad del siglo XX. En la dcada previa, la Casa Blanca y la Casa Rosada protagonizaron sendos en-frentamientos diplomticos, en la Conferencia de Consolidacin de la Paz

    ISSN: 1870-3569

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    (Buenos Aires, 1936), en la Octava Conferencia Panamericana (Lima, 1938) y en las tres Reuniones de Consulta de Cancilleres (Panam 1939; La Habana 1939 y Rio de Janeiro 1942). El desafo que haba planteado Buenos Aires a Washington durante la guerra rompi la unanimidad continental y signific un gran dilema para el sistema panamericano. Hacia el final de la conflagracin, en la Conferencia de Chapultepec (Mxico, de febrero a marzo de 1945) se discuti especialmente el caso argentino y cmo normalizar las relaciones con ese pas, a la vez que se plane una conferencia especial que se realizara en Ro de Janeiro para aprobar un tratado militar continental. Las diferencias entre el gobierno de Truman y el de Pern pospusieron por dos aos ese tras-cendental cnclave termin realizndose en 1947, tras la publicacin de la Doctrina Truman, y no en octubre de 1945, como originalmente estaba previsto y tambin estableci lmites a ese tratado y a la futura organizacin continental que se estableci en la Novena Conferencia Panamericana (Bogot, 1948). En este artculo se analizan los pormeno-res de las disputas argentino-estadounidenses en el perodo 1945-1948, fundamentales para comprender por qu la organizacin paname-ricana adquiri determinadas caractersticas despus de la Segunda Guerra Mundial, en el contexto de la incipiente Guerra Fra, y para analizar una etapa crucial de una relacin bilateral que fue conflictiva en la mayor parte de su historia.

    En los ltimos aos, fue imprescindible estudiar el conflicto entre

    Buenos Aires y Washington para comprender el fracaso del rea de Libre Comercio de las Amricas (ALCA), ltimo proyecto continental impulsado por Estados Unidos (recordemos que encontr su punto fi-nal en los debates diplomticos que se llevaron a cabo en la IV Cumbre de las Amricas, realizada en 2005 en Mar del Plata). El anlisis de la compleja relacin entre Estados Unidos y Argentina durante el pero-nismo y en las conferencias continentales realizadas poco despus de la guerra, permitir responder a las siguientes interrogantes: cul fue el carcter de la confrontacin bilateral que se despleg en esos aos? Qu objetivos de mxima y de mnima persegua el Departamento de Estado en esos cnclaves? Qu posiciones fueron planteando los re-presentantes del gobierno peronista? Cmo determin la Guerra Fra la organizacin continental y la relacin bilateral entre Buenos Aires y Washington?

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    1. LOS ANTECEDENTES: ENTRE LA CONFERENCIA DE SAN FRANCISCO Y LA DE RO

    La Resolucin VIII del Acta de Chapultepec estableca que los pases americanos aprobaran un tratado con el objeto de prevenir y reprimir las amenazas y agresiones que pudiera sufrir cualquiera de ellos, para lo cual estaba programada una reunin en Ro de Janeiro, originalmente prevista para el 20 de octubre de 1945, una vez finalizada la Conferencia de San Francisco. Pocos das antes de esa fecha, el Secretario de Estado interino de Estados Unidos, Dean Acheson, anunci en rueda de prensa que el gobierno de su pas haba solicitado a la cancillera brasilea que la Reunin de Ro fuera aplazada. En este sentido, declar: Estados Unidos no considera que puedan negociar o firmar adecuadamente un tratado de asistencia militar con el actual rgimen de Argentina (La Prensa, 20 de octubre de 1945).

    En una reunin del 1 de octubre, en la que participaron Acheson, el Subsecretario Braden y un representante brasileo, ya se anticipaba esa decisin del Departamento de Estado1. All se planteaba que no sera posible incluir a Argentina, debido a que el gobierno de Edelmiro Farrell estaba violando todos los derechos civiles y polticos de su po-blacin, y contrariando los compromisos que haba asumido cuando su pas se adhiri al Acta de Chapultepec. La sugerencia estadounidense de posponer la reunin fue contestada favorablemente por la cancillera brasilea dos das ms tarde. Se iniciara as un largo proceso que termi-n aplazando la Conferencia de Ro por casi dos aos.

    La decisin unilateral del Departamento de Estado, sin haber consul-tado a los dems pases del continente, provoc un debate en el Senado estadounidense. Esta estrategia se discuti en la sesin del 22 de octubre, que haba sido originalmente estipulada para ratificar el nombramiento de Braden como nuevo Subsecretario para Asuntos Latinoamericanos. Varios senadores plantearon lo inoportuno de la postergacin de la Con-ferencia de Ro, que haba sido sugerida a Acheson por el propio Braden. La Follete, en particular, cuestion que se hubiera tomado esa decisin sin consultar ni al Senado ni a la Unin Panamericana, adems de poner en duda la informacin que Braden tena sobre Argentina (Conil Paz y Ferrari, 1964: 164-165). Eran das de mucha tensin en Buenos Aires, en

    1 Segn el planteamiento de Acheson y Braden, sera imposible negociar un tratado de seguridad continental hasta que no se resolviera la inestable situacin poltica argentina. Vase Memorandum of Conversation between Acheson, Braden y Bolitreau Fragoso about Postponement of the Rio Con-ference, Washington, 1 de octubre de 1945 (NARA, DS, Ro Conference 1947).

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    particular entre Braden y Pern, ms all de que el primero haba abando-nado su controvertido puesto de embajador en Argentina para asumir un alto cargo en el Departamento de Estado.

    Esta evaluacin defectuosa de la situacin haba conducido, en un pri-mer momento a Dodge, responsable del escuadrn de bomberos, a querer rodear el incendio y atacarlo de manera dispersa y convergente sobre la quebrada, para disponer a sus hombres en abanico encima de la quebrada en llamas y avanzar hacia ella. Pero cuando vio que el incendio se expan-da por encima de su escuadrn, se asust y se dijo que era necesario crear una va de escape por medio de un contra-fuego o fuego circunscripto que, una vez apagado, permite escapar en caso de catstrofe. Cuando se dio cuenta de su error tctico, Dodge avanz incendiando lo que deba ser la va de escape. Orden a sus hombres que se aproximaran a l y se tendieran sobre el suelo, todava ardiente en la va de escape as constitui-da. Como sta los acercaba a la quebrada en llamas, los bomberos, antes que obedecer a una orden que les pareca absurda, prefirieron alejarse del precipicio.

    Luego de las Conferencias de Chapultepec y San Francisco, se produjo una etapa de fuerte tensin entre el embajador Braden y el entonces vice-presidente Pern. El primero estaba obsesionado con desplazar a Farrell y evitar por todos los medios el ascenso de Pern, y durante su estada en Buenos Aires como embajador no dud en desplegar una intervencin de alto impacto que caus crticas incluso en Washington por la violacin a principios bsicos de la tradicin diplomtica. En consecuencia, se reuni con todo el arco opositor, particip en actos pblicos en distintos puntos del pas y meses ms tarde intent interceder en las elecciones presiden-ciales, adems de congelar la reunin panamericana pendiente para evitar el reingreso de Argentina en el sistema interamericano.

    La situacin empez a resolverse en febrero de 1946, luego del indiscutible triunfo peronista en las elecciones presidenciales. El lema de la campaa haba sido Pern o Braden, identificando a este ltimo como el armador o el poder que estaba detrs de la Unin Democrtica (Braden tena diversos vnculos con el Partido Comunista y no dud en impulsar su ingreso a la coalicin que lideraba la UCR). Incluso el propio ex embajador tuvo que reconocer en marzo que las relaciones continua-ran automticamente con el nuevo gobierno electo y que no se aplicaran sanciones contra el gobierno peronista, al menos en forma unilateral, sin consultarlo con los dems pases del hemisferio.

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    Pern asumi la presidencia constitucional el 4 de junio de 1946, tras lo cual se inici una nueva etapa en las relaciones argentino-estadouni-denses. Pocos das antes, el 23 de mayo, un nuevo personaje asumi el puesto de embajador estadounidense en Buenos Aires: George Messers-mith, quien vena a cubrir un puesto caliente, desierto desde la salida de Braden en septiembre de 1945. El nuevo embajador, cuyas relaciones con el Congreso, el Pentgono y las grandes corporaciones eran firmes, re-presentaba una posicin diplomtica frente a Argentina que estaba prc-ticamente en las antpodas de la que haba desarrollado Braden, el cual, paradjicamente, era ahora su jefe, al estar a cargo de la Subsecretara para Amrica Latina del Departamento de Estado. Durante los siguientes doce meses, las posiciones de Braden y Messersmith marcaran las dos lneas contrapuestas que se desarrollaron respecto al gobierno de Pern. Ya en los meses anteriores a la designacin del nuevo embajador, el Secretario Byrnes haba planteado que deban levantarse las sanciones econmicas y las restricciones comerciales que an pesaban contra el pas del sur. Era la hora de una nueva etapa, la de la espera atenta (Rapoport y Spiguel, 2009: 202-208).

    El da que Pern asumi su cargo anunci en su discurso inaugural que enviara al Congreso para su ratificacin el Acta de Chapultepec y la Carta de San Francisco. El nuevo presidente tuvo varias iniciativas para mejorar el vnculo bilateral, como fue el envo del General Carlos M. von der Becke a los Estados Unidos con la misin de obtener armas modernas para las fuerzas armadas nacionales. Sin embargo, tras reunirse el envia-do argentino con Acheson y Braden, qued claro que la Casa Blanca slo autorizara la venta de armas al pas del sur una vez que se cumplieran los compromisos que se haban votado en la Conferencia de Chapultepec.

    En tanto, Pern sigui dando seales favorables, como la afirmacin de que no buscaba conformar un bloque latinoamericano que pudiera enfrentar a Estados Unidos en el hemisferio, lo cual fue acogido favora-blemente en el Departamento de Estado. Y cumpli con el envo al par-lamento del Acta de Chapultepec y la Carta de San Francisco. Si bien la primera no requera ser ratificada por el congreso, encontr all diversos cuestionamientos esgrimidos por un amplio espectro poltico que iba desde sectores nacionalistas oligrquicos hasta parte del grupo peronis-ta, entre los que se destac John William Cooke, pasando por la UCR, en particular los sectores intransigentes. Bramuglia estuvo a cargo de la defensa de la ratificacin. El canciller peronista explicaba la necesidad del gobierno de morigerar el enfrentamiento con Washington y destacaba su

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    rol de abastecedor de bienes fundamentales para apuntalar el proceso de industrializacin que se quera promover desde la Casa Rosada. Final-mente, se termin ratificando el Acta el 30 de agosto en Diputados, con la abstencin de la UCR. A partir de esa votacin, Bramuglia plante al Departamento de Estado que no haba razn para seguir aplazando la reunin de Ro postergada desde haca un ao.

    Una de las controversias que se plantearon entre los dos grupos que pugnaban en el Departamento de Estado por determinar la poltica hacia Argentina gir en torno a la convocatoria de la Conferencia de Ro de Janeiro, que deba tratar los temas vinculados con la seguridad intera-mericana y alcanzar un pacto de defensa recproca entre los pases del continente. Para la lnea dura, en la que se encontraba Braden, an no haba condiciones para realizar una reunin que incluyera al pas gober-nado por Pern. En cambio, para el Pentgono e importantes hombres de negocios era la hora de zanjar las diferencias con el pas del sur.

    Haba diferencias entre las necesidades de los sectores militares y las grandes corporaciones, que buscaban ampliar su esfera de influencia y sus negocios en la regin, y la actitud de represalia contra Argentina, que defenda el sector de Braden en el Departamento de Estado. Estas diferencias terminaron postergando la conferencia de Ro, aplazada en 1945 y 1946, entre otros motivos por la presin de Braden y su postura a favor de que no se concretara hasta que se resolviera el caso argentino. Su sector pretenda que en Ro slo se discutieran aspectos polticos y jurdicos de la defensa continental. El Pentgono, en cambio, tena una vi-sin ms amplia. Messersmith, por su parte, planteaba que deba evitarse la formacin de un bloque de pases sudamericanos que pudiera actuar con autonoma, para lo cual la mejor estrategia era reincorporar lo ms rpidamente posible a Argentina al sistema interamericano, apurando la firma del tratado de defensa que se discutira en Ro. Oponerse a una integracin latinoamericana era lo central para el embajador estadouni-dense en Buenos Aires, y as se lo planteaba directamente al Secretario de Estado:

    Un bloque regional, por supuesto, sera contraproducente para la unidad americana y no puede ser tolerado; es tan peligroso como la idea que persiste entre muchos latinoamericanos de que la co-laboracin latinoamericana viene primero [] Estas ideas deben ser combatidas por todas las repblicas americanas, pero si concre-tamos el Pacto de Defensa [] cualquier pensamiento que pueda haber en la Argentina respecto a un Bloque Austral no ser viable [] [Pern] declar enfticamente que no piensa [hacer algo] en

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    ese sentido. Personalmente, dudo que haya abandonado [la idea], pero [], mientras tanto, podemos lograr concretar el pacto de de-fensa y eso servir como un antdoto parcial para [la creacin de] cualquier bloque regional en el hemisferio (Foreign Relations of the United States, 1946: 257-258).

    El pacto de defensa, entonces, no solamente servira para consolidar el poder de Washington frente a la Unin Sovitica y otras potencias eu-ropeas con intereses en la regin, sino tambin para evitar que la oleada de gobiernos nacionalistas latinoamericanos pudiera cuajar en un bloque que excluyera al pas del norte.

    El viraje de la poltica exterior estadounidense, con la estrategia de

    la contencin y la posterior traslacin de la Doctrina Truman a Amrica Latina, apur las tratativas para convocar a la conferencia. La mayora de los diplomticos estadounidenses termin convencindose de que lo fun-damental era concretar un pacto militar continental y echar por tierra las expectativas de ciertos lderes latinoamericanos de concretar una unin latinoamericana sin Estados Unidos o que pudieran negociar desde una posicin de mayor fuerza con el pas del norte, exigindole, para aprobar un tratado militar, compensaciones econmicas que la Casa Blanca no estaba dispuesta a otorgar.

    La situacin empez a resolverse cuando se produjo la renuncia del Secretario de Estado Byrnes, el 8 de enero de 1947, y fue reemplazado por el General George C. Marshall. Este cambio, sumado al lanzamiento de la Doctrina Truman, ms los gestos de buena voluntad del gobierno de Pern (en diciembre de 1946 agreg a 52 personas ms a la lista de agentes del Eje que seran deportados), produjo el cambio de situacin necesario para la efectiva realizacin del postergado cnclave continental. Luego de una entrevista entre Truman y Oscar Ivanissevich, embajador argentino en Washington, el 3 de junio de 1947, el gobierno estadounidense anunci en un comunicado que:

    El embajador argentino, quien regres recientemente de su pas, analiz con el presidente y con el Secretario de Estado las medidas que ha tomado su gobierno, en cumplimiento de los compromisos que contrajo en el Acta Final de la Conferencia Interamericana so-bre Problemas de la Guerra y de la Paz. Expres el punto de vista de su gobierno, de que no quedan obstculos para las discusiones con miras al tratado de asistencia recproca previsto en el Acta de Chapultepec (Comunicado oficial de la Casa Blanca, 1947, 3 de ju-nio, citado por Conil Paz y Ferrari, 1964: 170).

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    En esa reunin participaron tambin Marshall y Acheson, pero no Braden, quien tampoco fue notificado de esta declaracin de Truman antes de que se hiciera pblica. Braden se sinti desairado y termin renunciando a su cargo dos das despus, tras lo cual fue reemplazado por Norman Armour, ex embajador en Buenos Aires. De esta forma se allan el camino para concretar la Reunin de Ro (Woods, 1979: 209). La salida de Braden manifestaba la declinacin de quienes defendan una poltica dura contra el rgimen peronista. El viraje hacia una confrontacin directa con la Unin Sovitica desplaz a quienes, desde la segunda guerra, haban apostado por la continuidad de la alianza Washington-Mosc.

    El Departamento de Estado plante un borrador de tratado que se-ra discutido en Ro, en el que se estipulaba cmo sera la accin diplo-mtica, econmica y militar conjunta de los pases americanos frente a posibles ataques o agresiones sufridas en el continente por cualquier Estado, fueran estos infligidos por pases americanos o no americanos. Tambin se oponan a la tradicional unanimidad que se haba reque-rido siempre en el sistema interamericano para tomar medidas al res-pecto, con lo cual quitaban a cada pas el virtual poder de veto que haban tenido hasta ese entonces en las conferencias panamericanas.

    Si el tema de una organizacin militar continental haba sido planteado por algunos pases latinoamericanos en Chapultepec, en este momento muchos pases del continente teman sobre las conse-cuencias de la creacin de un organismo hemisfrico, comandado de facto por Washington, y que terminara legitimando su intervencio-nismo en Amrica. Para Argentina, en particular, la Conferencia de Ro significaba la oportunidad para volver a participar en el sistema panamericano, luego de la reunin de cancilleres realizada en enero de 1942. Su presencia en la capital brasilea sera otra manifestacin de la normalizacin de las relaciones bilaterales con la Casa Blanca.

    De cualquier forma, los cambios en el contexto internacional en los primeros meses de 1947 condicionaran los debates en Ro. El inicio de la Guerra Fra era un hecho. Pern, en tanto, haba emitido en julio un discurso que se hara famoso, titulado Por la paz en el mundo, en el que planteaba los peligros de la divisin mundial de acuerdo a ideo-logas antagnicas y el temor al estallido de una nueva conflagracin mundial. Esta alocucin, trasmitida en las capitales de muchos pases y girada a las embajadas de todo el mundo, era la primera formulacin explcita de la tercera posicin. El da 9 de ese mismo mes, durante los actos conmemorativos del aniversario de la independencia nacio-

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    nal, el canciller Bramuglia di una conferencia de prensa en la que declar que Argentina debatira en Ro un tratado de defensa mutua y planteara, como lo haba hecho histricamente, la necesidad de que las resoluciones en esa materia fueran por unanimidad. Declar, adems, en el contexto en que se estaba anunciando el lanzamiento del Plan Marshall, que su pas se encontraba dispuesto a colaborar en la recuperacin econmica europea, siempre que la ayuda le fuera solicitada.

    En las semanas previas a la conferencia hubo negociaciones entre Bue-nos Aires y Washington. Enrique Corominas, vice-canciller argentino, le habra planteado a Guy Ray, funcionario de la embajada estadounidense, que los rusos tenan la intencin de separar a Argentina de Estados Uni-dos y que:

    un entendimiento entre los dos pases eliminara esas dificulta-des. Para eso insista en desarrollar conversaciones previas al co-mienzo de la reunin de Ro, reclamando, al mismo tiempo, la ayu-da norteamericana para la industrializacin del pas y la extensin del Plan Marshall a Amrica Latina, particularmente a la Argentina (Rapoport y Spiguel, 2009: 246).

    La tctica de Corominas y del gobierno argentino fue esgrimir la ame-naza sovitica para conseguir concesiones estadounidenses en materia econmica. sta fue una clara manifestacin de la tercera posicin, que incluy el establecimiento de relaciones diplomticas y econmicas con la Unin Sovitica, y plante a los Estados Unidos que deba combatirse el comunismo en Amrica a travs del desarrollo de las estructuras eco-nmicas de los pases latinoamericanos, apoyando la industrializacin sustitutiva que haban desarrollado luego de la crisis de 1929.

    El gobierno argentino tena expectativas en lograr mayor apoyo eco-nmico estadounidense y en ser incluido en una suerte de Plan Marshall latinoamericano. sta era la esperanza, en realidad, de muchos pases del continente, no resignados al papel de meros abastecedores de bienes pri-marios, segn se dejaba entrever en el Plan Clayton de 1945, y de acuerdo a los lineamientos que se ratificaron en las Conferencias de Ginebra y La Habana, ambas realizadas en 19472.

    El gobierno argentino comparta las esperanzas latinoamericanas de que pudiera materializarse la ayuda econmica estadounidense, y eso lo llev a desarrollar una actitud ms bien cooperativa. El Departamento de

    2 Ambas sern analizadas en el apartado siguiente.

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    Estado, por su parte, esperaba una actitud ms constructiva por parte de la delegacin argentina, que anteriormente haba sido el gran rival en las conferencias panamericanas. Y sus funcionarios tenan claro que la normalizacin de las relaciones diplomticas entre Argentina y la Unin Sovitica era usada como una carta de presin por parte de Pern, tal como lo explicaba Ray: No hay duda de que buscan usar la amenaza del comunismo para presionarnos con la necesidad de cooperacin entre los Estados Unidos y Argentina (Rapoport y Spiguel, 2009: 246).

    Al mismo tiempo, este diplomtico estadounidense no dejaba de advertir que la Casa Rosada intentara en Ro extender su prestigio continental y llamar la atencin mundial sobre su posicin dominante en el sur de Amrica. Este posicionamiento se repetira tambin en la Conferencia de Bogot. El gobierno de Pern, en el marco de la Guerra Fra y ante un posible enfrentamiento con los pases comunistas, se pondra en fila junto a las potencias occidentales, segn lo haba de-clarado expresamente. Sin embargo, intentaba poner sobre la mesa de negociacin el tema de la amenaza sovitica para conseguir la ayuda estadounidense que le permitiera ampliar y profundizar el programa de industrializacin peronista y tener, a la vez, una mayor autonoma en el plano internacional. Dentro de esta orientacin se enmarcara su intervencin en la Reunin de Ro.

    2. CONFERENCIA PARA EL MANTENIMIENTO DE LA PAZ Y LA SEGURIDAD (RO DE JANEIRO, 1947)

    Este cnclave se llev a cabo en Petrpolis, estado de Ro de Janeiro, entre el 15 de agosto y el 2 de septiembre de 1947. Participaron todos los pases de la Unin Panamericana, excepto Nicaragua, pas que en ese entonces tena un gobierno de facto no reconocido, y Ecuador, cuyos delegados debieron retirarse antes, tras producirse un golpe de Estado en su pas. As, el Acta Final fue firmada por los restantes 19 pases que integraban el sistema.

    La delegacin estadounidense estaba encabezada por el Secretario de Estado Marshall y la conformaban tambin el embajador en Brasil, William D. Pamley, el presidente de la Cmara de Senadores y de su Comisin de Relaciones Exteriores, Arthur H. Vandenberg, el senador Tom Connally, el diputado Sol Bloom y el representante de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Warren R. Austin. Por su parte, la delegacin argentina estuvo presidida por el canciller Bramuglia e integrada por Enrique V. Corominas, a quienes acompaaban como

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    delegados plenipotenciarios el embajador Pascual La Rosa, el director del Departamento Econmico y Social de la Cancillera, Roberto A. Ares, Oscar Ivanissevich, embajador en Estados Unidos y el General de Briga-da Nicols Accame, embajador en Brasil, adems de una representacin parlamentaria, asesores, auxiliares y adscriptos. Participaban muchos militares, entre los que se destacaba el futuro presidente golpista, Coronel Eduardo Lonardi, quien integr la Junta Interamericana de Defensa, y el asesor von der Becke, poco tiempo despus de haber regresado de su misin en Washington. Esta destacada participacin militar se explica como efecto de la expectativa de las fuerzas armadas argentinas de lograr el abastecimiento de equipos militares estadounidenses, aunque sin dejar de lado el objetivo de seguir ampliando el proyecto de una industria ar-mamentista nacional, de acuerdo a la iniciativa del General Savio.

    El tema prcticamente excluyente de la reunin de Ro, segn su programa, era la aprobacin del Tratado Interamericano de Asistencia Recproca (TIAR)3. En su primera intervencin, Bramuglia mostr su dis-posicin a utilizar la reunin continental como tribuna para exponer la recientemente anunciada tercera posicin:

    Amrica, que trabaja por la paz en el mundo, en lo interno trabaja por la paz de sus naciones. Procura que desaparezca esta violenta psicosis de la guerra que domina a los hombres y procura hacer desaparecer los motivos que los dividen y que los preparan para las guerras. Sabemos y conocemos el valor de las ideologas an-tagnicas. Sin pretender que las ideologas desaparezcan, porque esto sera la quiebra del pensamiento, es necesario que el antago-nismo no sea una escuela de frecuentacin humana (Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Repblica Argentina, 1947: 64-71).

    Esta diferencia es importante, sobre todo para analizar cmo se inverti-ran las posiciones en la Conferencia de Bogot, llevada a cabo slo unos meses ms tarde. Tambin se plantearon otras diferencias en relacin al futuro tratado de defensa continental. Bramuglia plante la necesaria dis-tincin entre los ataques extra-continentales y los conflictos entre pases americanos, los cuales deban resolverse mediante arreglos pacficos, la exclusin de las sanciones econmicas entre las medidas colectivas que podan implementarse y la posibilidad de denuncia del tratado por cada

    3 Vase Dotacin Carnegie para la Paz Internacional (1956: 83-106); Foreign Relations of the United States, 1947, vol. VIII, pp. 1-93; Yepes (1976: 81-106); Lans (2000: 152-171); Mecham (1961: 278-300); Caicedo Castilla (1961: 69-73); Conil Paz y Ferrari (1964: 171-175); Cafiero (1996: 47-49); Garca Bauer (1968: 44-47); Vzquez Garca (2001: 92-97); Sansn-Tern (1949: 144-158); Whitaker (1954: 221-227); Gil (1971: 196-198).

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    pas, de acuerdo a los usos diplomticos tradicionales. Se discutieron, tambin, las cuestiones relativas a los asuntos econmicos. Argentina plante las necesidades de ayuda para seguir profundizando su indus-trializacin, mientras que Estados Unidos reafirm que su prioridad era Europa. Se anticipaba as cules seran las posturas de las dos dele-gaciones a lo largo de la conferencia. Pero el canciller argentino tambin se ocup de dejar en claro que su delegacin no sera un obstculo para los planes de la Casa Blanca. As lo haba declarado un extenso informe de la embajada estadounidense en Buenos Aires, enviado a Marshall en julio de 1947, en el que se prevea que Argentina, aun con modificacio-nes, aceptara el Tratado de Ro. ste era el objetivo central del gobierno de Washington.

    Durante las casi tres semanas que dur la conferencia, uno de los debates gir en torno a si las agresiones no armadas tenan que incluirse en lo estipulado por el tratado de defensa. Estados Unidos propuso que el sistema defensivo hemisfrico deba poder repeler por la fuerza militar todo tipo de agresin, sin importar su ndo-le. Argentina, por su parte, trat de limitar los alcances del tratado de defensa. Segn la visin de la cancillera nacional, la actuacin de su delegacin se dirigi a bregar para que se incluyeran en el Tratado los principios pacifistas que se practicaban en el continente americano.

    La delegacin encabezada por Bramuglia particip activamente en las dos comisiones:

    En la Comisin Primera sostuvo los siguientes puntos: a) que en el Prembulo deba hacerse referencia a la Resolucin VIII de la Conferencia Interamericana sobre problemas de la Guerra y la Paz; b) que deba hacerse referencia a la Carta de las Naciones Unidas; c) que deba incluirse una clusula de repudio a la gue-rra; d) que deba regir, para las controversias de carcter local, el mtodo de solucin pacfica consagrado en Amrica; y e) que deba incluirse la clusula de denuncia en el Tratado. En la Co-misin Segunda defendi los siguientes puntos: a) la no defini-cin de la agresin. B) la eliminacin del concepto de amenaza de agresin; c) la diferenciacin del procedimiento a aplicarse en caso de conflicto entre dos pases americanos, en que debe privar el sistema interamericano de paz en lo que a la solucin pacfica de controversias se refiere; y d) la ampliacin de la zona de seguridad de modo que abarcara las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y el sector Antrtico Argentino. Hizo

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    reserva, en declaracin expresa, de su soberana sobre esas tierras (Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Repblica Argen-tina, 1948: 63).

    En su posicin a favor de distinguir entre ataques extracontinentales y conflictos entre pases americanos, Buenos Aires tuvo el apoyo de Bolivia, Paraguay, Per y Venezuela.

    Estados Unidos, en cambio, no estuvo de acuerdo con diferenciar la agresin extracontinental de la agresin intercontinental. Defendi su posicin por principios universalistas supuestamente, para que el tratado no fuera interpretado como una alianza continental contra la Unin Sovitica. Segn el Departamento de Estado, todos los conflic-tos, extra o interamericanos, deban estar incluidos sin diferencias en el tratado. Washington postulaba esto, como explic el propio Marshall al canciller venezolano, para persuadirlo de que apoyara el planteo del pas del norte, ya que su principal preocupacin era una potencial revolucin en un pas americano con apoyo de alguna potencia extra-continental, excusa que, aos ms tarde, fue utilizada para justificar la agresin contra la Guatemala de Arbenz. Tras arduos debates, el Secretario de Estado logr imponer su criterio: se acord que en caso de conflicto dentro del continente, se buscara resolverlo por medios pacficos, pero solamente en una primera instancia, tras lo cual poda emplearse la fuerza militar conjunta. Con esta pequea concesin, Es-tados Unidos dej establecido un criterio que, en el futuro, sera un ins-trumento para intervenir en otros pases, con al aval de la organizacin interamericana.

    Tambin hubo fricciones en relacin a la jurisdiccin que tendra el tratado. Mientras que la Casa Blanca pretenda incluir dentro del mismo a las zonas que estaban bajo su control fuera del continente americano, la Casa Rosada se opuso con resolucin a esa excesiva extensin geogrfica de la jurisdiccin del tratado. S plantearon, sin embargo, los delegados argentinos que deban incluirse las Islas Malvinas y las del Atlntico Sur. Mxico comparta esta visin, y termin imponiendo su posicin de res-tringir el rea de seguridad alcanzada por el tratado a la del continente americano, incluyendo las bases militares y los territorios que formaran parte integral de los pases americanos (se exclua, por ejemplo, la parte de Alemania que estaba bajo control estadounidense). As, se incluyeron Hawai, las Malvinas y la Antrtida, estas dos ltimas consideradas como innegociables por la delegacin argentina, para dar su voto a favor del tratado.

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    Otra discusin gir en torno a cmo aplicar las sanciones colectivas que se derivaban del tratado. Mientras Marshall apoy, en primera instancia, el planteo de otros pases que se pronunciaron por un sis-tema de mayora simple de votos para tomar las decisiones, Bramu-glia reivindic el principio de unanimidad, con lo cual cualquier pas gozara del derecho de veto. Incluso el canciller argentino, antes de partir para Ro, sostuvo pblicamente que su pas defendera el tra-dicional principio de unanimidad. Para Washington, este punto era fundamental: no estaban dispuestos a volver a pasar por la situacin de enero de 1942, cuando Welles debi sacrificar lo fundamental de la propuesta estadounidense, en pos de conseguir la aprobacin argentina y poder sostener la unanimidad continental, evitando una fractura en la Unin Panamericana. Hubo una solucin intermedia entre las opciones de mayora simple y unanimidad: se requeriran los dos tercios de los votos de los Estados signatarios para establecer sanciones colectivas. En este punto, Argentina claramente debi ceder, renunciando a lo que, hasta ese entonces, haba sido un virtual poder de veto en el sistema interamericano. En realidad, en los documentos previos aparece regis-trado que el gobierno de Estados Unidos no impulsaba la votacin por mayora simple, sino que propona que se adoptara el criterio de los dos tercios, sistema que finalmente se impuso. Como concesin para la delegacin de Bramuglia, se estableci que ningn Estado poda ser obligado a emplear sus fuerzas armadas en las acciones colectivas sin su expreso consentimiento, situacin exigida por Bramuglia para con-sentir su aprobacin y que lo resuelto estuviera de acuerdo a lo que estipulaba la Constitucin argentina.

    La Casa Blanca intent tambin, de acuerdo a las iniciativas del Pen-tgono y de sus fuerzas armadas, establecer en Ro una organizacin militar permanente, comandada por los pases grandes del hemisferio: Estados Unidos, Mxico, Brasil y Argentina. sta tomara las funciones de la Junta Interamericana de Defensa y sera la encargada de hacer efectivo el mando para afianzar un sistema militar multilateral. Bra-muglia se pronunci en contra de esta propuesta e intent postergar la decisin para la prxima cumbre a realizarse en Bogot, cosa que finalmente ocurri, lo cual fue uno de los pocos xitos de la delega-cin argentina.

    El influyente senador estadounidense y delegado Vandenberg, luego de que Bramuglia pidiera incluir en el Tratado a las Islas Malvinas, insisti en que Argentina poda hacer cualquier declaracin unilateral que desea-ra, pero que el Tratado no tocaba ningn cambio de soberana en la zona

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    que abarcaba, por lo cual no se veran afectadas situaciones de hecho. En ese sentido, cuando se firm el Acta Final, Estados Unidos hizo la siguiente salvedad:

    Con relacin a las reservas formuladas por otras Delegaciones sobre los territorios situados en la Regin delimitada en el tratado, sus l-mites y la soberana ejercida sobre los mismos, la Delegacin de los Estados Unidos de Amrica desea definir su posicin declarando que el Tratado de Ro de Janeiro no tiene efectos sobre la soberana o sobre el status nacional o internacional de cualquiera de los territo-rios en la Regin delimitada en el artculo 4 del Tratado (Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Repblica Argentina, 1948: 141).

    Con esta reserva, Washington dejaba salvaguardada su alianza estratgica con Gran Bretaa, cuyos dominios en el continente americano eran cues-tionados por distintos pases latinoamericanos.

    En sntesis, la delegacin argentina tuvo escaso xito en imponer los cuatro puntos de vista que plante Bramuglia. ste propuso que las san-ciones colectivas slo se aplicaran en caso de agresin extracontinental, lo cual fue rechazado (el senador Vandenberg, como ya fue explicado, expuso que eso implicara una alianza armada contra el resto del mundo); insisti en el derecho de cualquier nacin a vetar la accin colectiva, pero finalmente el derecho a veto va exigencia de unanimidad fue reem-plazado por el voto de dos tercios de los signatarios; procur evitar que se estableciera una accin colectiva si una nacin americana era atacada fuera del continente, pero la conferencia slo determin que en ese caso la accin no sera automtica; y volvi a plantear los reclamos sobre las Islas Malvinas, tras lo cual s logr que se incluyeran en la zona de defensa hemisfrica, aunque con la reserva de Estados Unidos.

    En resumidas cuentas, en Ro se firm el TIAR que planteaba que un ataque armado contra algn Estado americano sera considerado como un ataque a todos y obligaba a tomar medidas acordadas por el rgano de Consulta del Sistema Americano. Lo mismo estableca para una agresin que no fuera ataque armado o bien no fuera efectuada dentro de la zona de seguridad, tras la cual se debera recurrir al rgano de Consulta para acordar medidas para responder a dicha agresin. Las decisiones queda-ran en manos de los ministros de relaciones exteriores, convocados por el rgano de Consulta, y las medidas convenidas pasaran a ser obligatorias, aunque ningn Estado poda ser forzado a emplear sus fuerzas armadas

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    sin su expreso consentimiento. Tambin se delimit ms precisamente la zona de seguridad. Estados Unidos pretendi incluir sus bases militares extracontinentales dentro del sistema de seguridad. Mxico y Argentina se opusieron a esto y finalmente se consensu la cobertura, pero slo dentro del rea de seguridad continental. Argentina pretendi incluir, y lo hizo bajo la forma de una reserva cuando firm el Acta Final, a las Islas Malvi-nas y dems reclamos soberanos en el Atlntico Sur.

    En otro orden de cosas, en este cnclave se expresaron, una vez ms, las preocupaciones de los pases latinoamericanos en materia econmica: exigan medidas tendientes a contrarrestar la cada de los precios de las materias primas causada por la disminucin de la demanda estadouni-dense luego de finalizada la guerra y pedan la inclusin de ayuda eco-nmica estadounidense para los pases latinoamericanos, en el contexto del lanzamiento del Plan Marshall, entre otros reclamos. Argentina insisti con la idea de un plan econmico para Amrica Latina, cuestin que fue rechazada por la delegacin al mando de Marshall, que argument que la conferencia slo deba resolver cuestiones vinculadas con la defensa y dejar los temas econmicos para la futura reunin de Bogot. As lo haba expresado en una conferencia de prensa previa a la reunin el presidente Truman:

    El problema de los pases de este hemisferio es de diferente natu-raleza y no puede resolverse por los mismos medios y con los mis-mos enfoques que estamos contemplando para Europa. Aqu (en Amrica Latina) se necesita una colaboracin econmica a largo plazo. sta es un tipo de colaboracin mucho mayor a ciudadanos y grupos privados de lo que sucede en el programa elaborado para ayudar a los pases europeos a recuperase de la destruccin de la guerra (New York Times, 1947, 15 de agosto: 8).

    Pese a que no prosperaron sus reclamos econmicos, Mxico s logr que se votara la realizacin de una conferencia econmica que se vena posponiendo desde 1945, la cual deba tomar lugar en Buenos Aires en la segunda mitad de 1948, una vez terminada la IX Conferencia Panameri-cana. Sin embargo, sta nunca se concretara debido a la falta de apoyo y al boicot estadounidense. Cuba, por su parte, present el problema de la agresin econmica, en referencia a la reciente ley estadounidense que fijaba cuotas para la importacin de azcar, perjudicando especficamente a la importacin proveniente de la vecina isla. Washington sali victorioso en este punto, ya que logr posponer los reclamos econmicos, al menos hasta la Conferencia de Bogot.

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    Truman, que viaj especialmente a Ro, pronunci un discurso en la se-sin final de la conferencia, una vez que fue aprobado el TIAR. Destac la importancia del tratado de defensa militar, pero tambin seal que los es-fuerzos econmicos estadounidenses estaran orientados a la recuperacin econmica europea, y no a la ayuda de Amrica Latina. La Casa Blanca haba triunfado y puesto en marcha una organizacin militar continental bajo su dominio. Este tratado pas a constituir una carta importante de Washington para presionar a los gobiernos que plantearan o bien proyec-tos nacionalistas y una mayor autonoma respecto a Estados Unidos, o bien posibles proyectos socialistas. La Casa Blanca se aseguraba, adems, un pacto poltico-militar que le permita obtener la completa alineacin del continente en caso de una tercera guerra mundial, que muchos juzgaban como posible (Scenna, 1970: 212).

    Tras concretarse este acuerdo militar, estaban sentadas las bases para convocar a la postergada reunin en la que se creara una nueva organiza-cin interamericana.

    3. NOVENA CONFERENCIA PANAMERICANA (BOGOT, 1948)

    La IX Conferencia Panamericana, segn lo acordado en Lima en 1938, deba realizarse en Bogot en 1943. Los sucesos de la guerra provocaron un primer aplazamiento de la misma. En la reunin de Chapultepec se resolvi realizarla en 1946, pero en abril de ese ao el gobierno colom-biano solicit una nueva postergacin, teniendo en cuenta que sera ms pertinente realizar primero la Reunin de Ro. El Consejo Directivo de la Unin Panamericana la fij, entonces, para enero de 1948, pero termin realizndose recin a fines de marzo de ese ao.

    Entre las reuniones de Ro y Bogot, se desarroll la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Empleo en La Habana (desde el 21 de noviembre de 1947 hasta el 24 de marzo de 1948). Estados Unidos procur all profundizar los fundamentos de un mercado libre y abierto en la lnea de lo que se haba establecido en la Carta del Atlntico con Gran Bretaa. Desde su perspectiva, haba que combatir el nacionalismo econmico, el bilateralismo y las barreras arancelarias que dificultaban el intercambio comercial internacional.

    En esa oportunidad, Diego Luis Molinari, a cargo de la delegacin ar-gentina, esgrimi una posicin confrontativa con la Casa Blanca: denunci las propuestas estadounidenses de reducir las barreras aduaneras (con el objetivo de obstaculizar la industrializacin latinoamericana); destac la

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    poltica estatista del gobierno peronista (aunque el objetivo de la reunin era profundizar el liberalismo en materia comercial); y calific en duros trminos al capitalismo del pas del norte. Propuso, adems, que se reco-nociera la integracin con los pases vecinos como uno de los medios ms adecuados para lograr una eficaz cooperacin econmica. Su intervencin se hizo famosa porque all ofreci una ayuda por parte de Argentina a la reconstruccin europea, que consista en 5000 millones de dlares, anuncio que fue ampliamente publicitado por la prensa internacional. Esto provo-c, entre otras cosas, una dura respuesta del New York Times, que juzgaba la actitud de Molinari como desafiante y claramente antiestadounidense. Bramuglia, por su parte, intent suavizar los dichos de Molinari, para no entorpecer el acercamiento bilateral que vena construyendo desde haca meses.

    Frustrado el proyecto de una Organizacin Mundial del Comercio, de La Habana saldra el Acuerdo General de Tarifas y Comercio, al cual Argentina no se adhiri. Pese a la posicin de la delegacin nacional en La Habana, la poltica exterior que se impuso en ese perodo era ms cauta y menos confrontativa de la que haba desplegado Molinari en la capital cubana, ya que Argentina estaba en una compleja situacin externa. El gobierno de Pern deba enfrentar la inconvertibilidad de la libra, con lo cual ya no pudo seguir utilizando las divisas que obtena por las expor-taciones hacia Gran Bretaa para pagar importaciones provenientes de Estados Unidos, como haba podido hacer durante la vigencia del Tratado Eady-Miranda. Se iba profundizando la escasez de dlares a causa de las reservas que se haban utilizado para las nacionalizaciones y para rescatar la deuda externa, con lo cual el pas deba enfrentar una mayor presin externa.

    La relacin diplomtica con la Casa Blanca, una vez que parti Mes-sersmith, se mantuvo en trminos relativamente similares con el nuevo embajador James Bruce. Sin embargo, Washington aprovech la compleja situacin externa argentina para establecer una presin econmica selec-tiva, utilizando las expectativas de la Casa Rosada de lograr ser incluida en el Plan Marshall para obtener concesiones. Pern necesitaba de los d-lares y las importaciones esenciales de Estados Unidos para profundizar el proceso de industrializacin nacional y esto llev a su gobierno a moderar la tensin con la Casa Blanca, lineamiento que se despleg en la reunin interamericana que empezara una semana despus de terminada la Con-ferencia de la ONU en La Habana.

    La IX Conferencia Panamericana se extendi entre el 30 de marzo y el 2 de mayo de 1948 en la ciudad de Bogot y participaron los 21 pases que

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    integraban el sistema interamericano, incluyendo a Nicaragua, luego de una amplia discusin en el seno del Consejo Directivo de la Unin Pana-mericana sobre si el pas centroamericano deba participar o no4. Hubo una interrupcin el 9 de abril por el asesinato del lder colombiano y dirigente del Partido Liberal, Jorge E. Gaitn, hecho que dispar el llamado Bogo-tazo, una impresionante movilizacin popular que trascendi en todo el continente. El asesinato de este lder reformista y nacionalista fue reali-zado por un mercenario vinculado a los sectores ms conservadores del gobierno colombiano. La movilizacin de repudio apunt contra Laureano Gmez, canciller colombiano, presidente de la IX Conferencia Panamerica-na, dirigente reaccionario, filonazi, y futuro candidato presidencial.

    Fue por este motivo que las masas indignadas atacaron y cercaron el Capitolio Nacional, sede de la conferencia panamericana. Los delegados debieron huir, en muchos casos custodiados por el ejrcito para evitar ser linchados, incluyendo el Secretario Marshall, quien tuvo que refugiarse en la embajada estadounidense. La rebelin dur varios das y fue des-mantelada mediante una cruenta represin, con un saldo de centenares de muertos y heridos. Como se ver ms adelante, estas circunstancias fueron aprovechadas por los gobiernos estadounidense y colombiano para cargar contra el comunismo internacional, al que se acus de dirigir la moviliza-cin de las masas en ese momento se desarrollaba en Bogot un Congreso Estudiantil Latinoamericano, en el que participaba, entre otros, el joven cubano Fidel Castro y endurecer medidas contra ese movimiento. La conferencia debi ser suspendida por cinco das, para reanudarse el 14 de abril, en una sede provisoria, hasta que una semana despus el edificio del Capitolio fue reparado y volvi a ser la sede oficial.

    La delegacin estadounidense era presidida por Marshall y la in-tegraban Willard L. Beaulac, embajador en Colombia; John W. Snyder, Secretario de Hacienda; W. Averell Harriman, Secretario de Comercio; Norman Armour, Subsecretario de Estado para Asuntos Polticos; Charles F. Brannan, Subsecretario de Agricultura; William D. Pawley, embajador en Brasil; Valter J. Donnelly, embajador en Venezuela; William Mc. Martin, Presidente de la Junta Directiva del Eximbank de Washington; y Paul C. Daniels, Director de la Oficina de las Repblicas Americanas.

    4 Vase Dotacin Carnegie para la Paz Internacional (1956: 107-222); Foreign Relations of the United States, 1948, vol. IX, pp. 1-72; Vzquez Garca (2001: 105-151); Lans (2000: 181-190); Yepes (1976: 107-219); Aguilar Monteverde (1965: 115-121); Mecham (1961: 300-317); Caicedo Castilla (1961: 74-85); Conil Paz y Ferrari (1964: 171-175); Garca Bauer (1968: 47-51); Sansn-Tern (1949: 159-195); Cafiero (1996: 50-51); Whitaker (1954: 227-229); Gil (1971: 199-205); Ramrez Novoa (1955: 124-138).

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    La delegacin argentina estaba presidida por Bramuglia e integrada por Corominas; Pascual La Rosa, Director del Departamento de Relacio-nes Exteriores de la Cancillera; Pedro J. Vignale, embajador en Colombia; Orlando D. Maroglio, Presidente del BCRA; Roberto A. Ares, Director del Departamento Econmico y Social de la Cancillera; Saverio S. Valenti, embajador, y Mara E. Lpez Cabanillas de Ivanissevich, esposa del emba-jador en Washington, adems de los delegados adjuntos y dems asesores. El conjunto sumaba una cifra rcord de 86 integrantes, que fueron des-pedidos en el aerdromo de Buenos Aires por el propio Pern, un hecho bastante inusual que destaca la importancia otorgada al cnclave.

    El objetivo principal de la conferencia era establecer la estructura jur-dica del organismo regional, pero el programa oficial tena cinco puntos: reorganizacin y fortalecimiento del sistema interamericano; regulacin de los rganos dependientes; cuestiones econmicas; asuntos polticos; y cuestiones sociales. Luego de ms de un mes de negociaciones, se firma-ron seis documentos: la Carta de Organizacin de los Estados Americanos (conocida como Carta de la OEA), el Tratado Americano de Soluciones Pacficas (conocido como Pacto de Bogot), el Convenio Econmico de Bogot, la Convencin Interamericana sobre Concesin de Derechos Polti-cos a la Mujer, la Convencin Interamericana sobre Concesin de Derechos Civiles a la Mujer y el Acta Final de la Novena Conferencia, en la cual se inclua la Resolucin sobre Preservacin de la Democracia en Amrica, de claro tinte anticomunista.

    El propsito de Washington era avanzar en la consolidacin de la orga-nizacin interamericana e introducir la Doctrina Truman de contencin del comunismo en Amrica Latina, a travs de una clusula anticomunista. Adems, deba aplacar las expectativas latinoamericanas, que pretendan incrementar la ayuda econmica estadounidense, como la que el pas del norte estaba ofrecindole a Europa desde haca pocos meses. Estas dis-cusiones, que ya se haban planteado en Ro, volvieron a aparecer en las reuniones preparatorias para la Conferencia de Bogot, e impulsaron al gobierno estadounidense a elaborar un informe sobre las demandas lati-noamericanas y sobre la limitada posibilidad de la Casa Blanca de hacer frente a las mismas.

    En el mismo, se describan los reclamos insatisfechos de Amrica Lati-na (asistencia financiera, abastecimiento de maquinaria e insumos indus-triales y asistencia tcnica, imposibilitados por la dificultad para obtener ayuda financiera). Luego de describir las prioridades de ayuda estadouni-dense Europa-, se planteaba que las medidas que podra tomar Estados Unidos se limitaban a: liberalizar el programa de prstamos estadouni-

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    denses a travs del Eximbank, apoyar el establecimiento de una maqui-naria interamericana para estudiar los problemas de desarrollo, expandir los subsidios para salud, educacin, sanidad y cultura, e incrementar la ayuda tcnica para formar expertos en varios campos que pudieran visitar los diferentes pases de la regin. Por ltimo, la delegacin presidida por Marshall buscaba establecer mejores condiciones para la radicacin de capitales estadounidenses en Amrica Latina, de acuerdo con los intereses de los inversionistas de su pas.

    En esta oportunidad, Argentina no mostr una actitud tan colaborativa como en Ro, y volvi a desplegar su escepticismo en torno a la orga-nizacin panamericana, aunque sin llegar a plantear un choque abierto y frontal con Estados Unidos, de quien se segua esperando una ayuda econmica. En las instrucciones recibidas por la delegacin argentina, se destacan los siguientes puntos:

    1) La carta orgnica del sistema interamericano debe ser estructura-da en forma tal que no pueda presuponer la creacin de un super-Estado. 2) Debe ella contener solamente normas de carcter jurdi-co, debiendo eliminarse las polticas y las militares. 3) El Tratado de Ro debe mantenerse independiente. 4) El Consejo Directivo no debe tener atribuciones polticas. 5) La actual Direccin General debe llamarse Secretara General, y tener solamente atribuciones de carcter tcnico-administrativo. 6) El Consejo Interamericano de Defensa debe ser un organismo especializado, con el fin de que el pensamiento de los Gobiernos en el mismo no se vea influenciado en forma alguna por el Consejo Directivo. 7) Los tres restantes con-sejos, el econmico y social, el de jurisconsultos y el cultural, no deben ser creados por el Consejo Directivo. Tampoco debe dicho consejo redactar los estatutos de los mismos, sin la previa confor-midad de todos los Gobiernos. 8) Debe contener las clusulas de: a) denuncia y b) enmienda, previa conformidad de los Estados sig-natarios que la hayan ratificado. 9) Las declaraciones acerca de los derechos y deberes de los Estados, y de los derechos y deberes in-ternacionales del hombre, deben ir como anexos de la Carta. 10) Su naturaleza jurdica debe ser la de una simple declaracin. Es decir, que sern la expresin de anhelos de pueblos que reconocen que los principios contenidos en las mismas corresponden a las necesi-dades y aspiraciones de la convivencia internacional. Los derechos que ellas consagran, sern as reconocidos internacionalmente, pero protegidos por la legislacin interna de los diferentes Es-tados, en la medida en que esas legislaciones se ocupen de ellos. 11) Aun consagrados esos documentos como simples declaraciones,

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    las mismas no deben contener principios que reconozcan mayores derechos a los extranjeros que a los nacionales, ni a aqullos o a stos proteccin alguna que no est consagrada en las leyes de cada Estado (Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Repblica Argentina, 1948: 157-158).

    A continuacin se presentarn los ejes principales del debate.

    i. Carta de la OEA

    Siguiendo el espritu de la Resolucin IX de la Conferencia de Chapultepec, la Carta de la OEA intent aunar, en un pacto nico, las distintas resolu-ciones que se haban ido tomando en el marco de la Unin Panamericana. El documento contena 112 artculos y fue firmado sin reserva alguna por todos los pases participantes. Esta carta recoga la mayor parte de los pos-tulados del TIAR y fue la forma que consigui Estados Unidos, en los aos siguientes, para mantener su hegemona en el continente, conforme a los acuerdos y mtodos americanos, al margen de la ONU.

    La primera parte de la Carta estableca los principios generales de la OEA, la segunda trataba sobre la estructura de la nueva organizacin americana, y la tercera contena una serie de disposiciones, entre las que se destacaba la declaracin de fidelidad a los derechos de cada pas, en funcin de la Carta de la ONU, as como las normas de ratificacin y las de vigencia que al igual que el TIAR sera indefinida. Los Estados que pre-tendieran renunciar al pacto deban esperar dos aos para que los efectos de ste sobre ellos cesaran.

    A pesar de ser la expresin del proyecto estadounidense de lograr una organizacin continental que quitara a los asuntos americanos, al menos en primera instancia, del rgano superior de la ONU, la Carta contena, entre otras aspiraciones latinoamericanas, la defensa del principio de no intervencin incluyendo las medidas coercitivas de ndole econmi-co a la vez que condenaba las guerras de agresin. De cualquier forma, estableca la adopcin de medidas con el objetivo de mantener la paz y la seguridad de acuerdo con los tratados existentes, dejando un halo de ambigedad sobre tal definicin, que ms adelante fue utilizado para justificar la intervencin militar avalada por la OEA, como ocurri en Re-pblica Dominicana en 1965.

    El nombre de la nueva organizacin gener un debate. Bramuglia se opuso a la denominacin Pacto Constitutivo del Sistema Americano, propuesta por la Unin Panamericana, y al Pacto de la Unin de las

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    Naciones Americanas planteado por Brasil. La Rosa, delegado argenti-no, puso reparos a la palabra constitutivo hubiera implicado ignorar todo el proceso panamericano anterior, argument y plante, en cambio, la denominacin sistema, que aluda ms bien a una serie de normas jurdicas, pero no a una entidad nueva. Bramuglia, en tanto, se resisti a que la nueva organizacin se definiera como una unin o asociacin porque se opona a crear una entidad cuyas partes se confundieran con el todo. Adelant que Argentina expresara sus reservas en caso de adoptarse esas denominaciones. Finalmente, logr imponerse el nombre de Organizacin de los Estados Americanos (OEA).

    Argentina tambin propuso que se aclarara que las funciones de la Unin Panamericana y del Consejo Directivo no podan tener un carcter poltico. Esto lo consigui a medias, ya que no logr eliminar esas funcio-nes, pero al menos s reducirlas, tal como se desprende de la redaccin final del artculo 50 de la Carta. Bramuglia logr, como lo haba hecho en Ro con el TIAR, que se incluyera una clusula de denuncia del pacto.

    ii. Tratado Americano de Soluciones Pacficas (Pacto de Bogot) Este Tratado fue aprobado el 30 de abril. En sus dos artculos iniciales, se planteaba el ncleo del mismo:

    Art. I. Las Altas Partes Contratantes, reafirmando solemnemente sus compromisos contrados por anteriores convenciones y decla-raciones internacionales as como por la Carta de las Naciones Uni-das, convienen en abstenerse de la amenaza, del uso de la fuerza o de cualquier otro medio de coaccin para el arreglo de sus contro-versias y en recurrir en todo tiempo a procedimientos pacficos. Art. II. Las Altas Partes Contratantes reconocen la obligacin de re-solver las controversias internacionales por los procedimientos pa-cficos regionales antes de llevarlas al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. (Dotacin Carnegie para la Paz Internacional, 1956: 145-146).

    El punto principal es que se establecan los procedimientos y las instancias de resolucin regionales, antes de apelar a los organismos ms universales como la ONU.

    Estados Unidos garantizaba as que resolvera los conflictos en el mbi-to regional y en caso de que llegaran a plantearse en la ONU, estos seran ya hechos consumados sobre los que poco podra intervenir el Consejo de

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    Seguridad. Este tema era fundamental en el marco de la naciente Guerra Fra, entre otros motivos, por el peso que la Unin Sovitica tena en el Consejo de Seguridad de la ONU, incluyendo el poder de veto. El artculo V indicaba que, en caso de controversias sobre los procedimientos, debera someterse la cuestin a la Corte Internacional de Justicia. Estados Unidos, sin embargo, expres sus reservas a este artculo y aclar que no se some-tera a dicha corte. Al ser ya una potencia global, el pas del norte no estaba dispuesto a someterse directamente a una corte internacional de justicia que pudiera delimitar su poltica exterior.

    Argentina, por su parte, estableci diversas reservas, en cuestiones en las que se afectaban sus tradicionales posiciones, y alegando que no acep-taba ciertas limitaciones a su soberana nacional. Ms all de las reservas de uno y otro pas, el hecho de acordar votar a favor del Pacto de Bogot signific para Argentina reconocerle a Estados Unidos la posibilidad de dirimir en el mbito continental los conflictos americanos y slo apelar a la ONU en ltima instancia. Esto significaba ms poder para Washington y para ste pas que reforzaba que Amrica era su continente, sometido slo en segunda instancia a las Naciones Unidas.

    iii. Convenio Econmico de Bogot

    Mxico tuvo una contundente intervencin en este tema, a partir del dis-curso que dio en la sesin inaugural su canciller, Jaime Torres Bodet, en el cual exiga a Estados Unidos que apoyara econmica y financieramente el desarrollo de Amrica Latina, objetivo que no poda ser dejado de lado en pos de la derivacin de fondos hacia la reconstruccin de Europa Occiden-tal. En ese sentido, peda igual trato que el dado al continente europeo y el establecimiento de precios justos para los bienes primarios que exportaba Amrica Latina:

    Se ha declarado que la reconstruccin de Europa est primero y que podemos aplazar el desarrollo de los pases que no han sido vcti-mas recientes de la guerra. Por supuesto que la reconstruccin es urgente. Pero, es el desarrollo menos urgente cuando los pueblos que lo desean viven tan miserablemente como la mayora de los que claman por su reconstruccin? (Vzquez Garca, 2001: 112).

    Esta posicin mexicana coincida con las expectativas y los reclamos de muchos gobiernos latinoamericanos, incluyendo el de Pern, que exiga el establecimiento de un Plan Marshall latinoamericano desde la Reunin de Ro. Pero en esta ocasin la voz cantante la llev el mexicano Torres

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    Bodet, y no Bramuglia. Paradjicamente, las expectativas que el canciller argentino tena de conseguir ayuda econmica estadounidense, lo llevaron a no querer confrontar tan pblica y abiertamente con Washington.

    Marshall le contest rpidamente al jefe de la delegacin mexicana, y en su primer discurso seal: Supongo que lo que aqu se ha dicho ya, y todava se dir seguramente, se refiere a mi pas [] Tengo tambin la sensacin de que existe una comprensin muy limitada de las tremendas responsabilidades y las tremendas cargas [] que el pueblo de mi pas ha asumido [] y que ustedes se lucran de ello tanto como nosotros (Vzquez Garca, 2001: 116). La ayuda, ms que gubernamental, sera dada por los capitales privados estadounidenses, que los pases latinoame-ricanos deberan ocuparse de atraer. En concreto, prometi cuatro cosas: que el Banco Mundial apoyara los planes de fomento a largo plazo; que Truman pedira al Congreso de su pas un aumento en la capacidad de prstamos del Eximbank; que se considerara la reduccin de impuestos a los capitales invertidos en el exterior; y que se ampliaran los esfuerzos cooperativos en materia de educacin, sanidad, salubridad, agricultura e industrializacin.

    No mencion nada relativo a un Plan Marshall para Amrica Latina, como esperaban algunos gobiernos, pero s pidi el respaldo de los pases latinoamericanos para el proceso de recuperacin europea. Adems, culp a la Unin Sovitica por los conflictos que perturbaban la paz mundial y pidi que todos los pases ratificaran el Pacto de Ro slo diez lo haban hecho hasta ese entonces. Con esta intervencin inicial, se frustraron las vanas expectativas de ayuda econmica que muchos esperaban que fuera ah anunciada.

    En los das sucesivos, Marshall tuvo una serie de reuniones con las dis-tintas delegaciones, para evitar una presin conjunta sobre su pas y que la propuesta mexicana pudiera prosperar o conseguir ms apoyos. Intent convencerlos, uno por uno, de que la crisis mundial deba ponerse por encima de los problemas latinoamericanos.

    La conferencia lleg a acordar un Convenio Econmico que en cierta forma era un compromiso entre las expectativas latinoamericanas y la reticencia estadounidense a incrementar la ayuda. Termin aprobndose un largo documento, lleno de declaraciones acerca de la necesidad de impulsar la industrializacin, la cooperacin tcnica y financiera, las segu-ridades econmicas y las garantas sociales. Se estableci, como principio, que ningn pas poda aplicar o estimular medidas coercitivas de carcter

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    econmico y poltico para forzar la voluntad soberana de otro Estado y obtener as ventajas. Constituy un gesto del gobierno de Truman frente a una demanda de Cuba que haba fracasado en Ro el ao anterior, que tena que ver con las cuotas a la importacin de azcar cubana por parte de Estados Unidos. Fue la retribucin a la mesura de la representacin de la isla caribea y a su posicin ms apaciguada en relacin a la Casa Blanca. Con pequeas concesiones como sta y promesas de ayuda puntuales, Washington evit un frente latinoamericano que pudiera presionarlo realmente.

    El Convenio estableca la necesidad de promover el progreso eco-nmico y social en general, por medio del estmulo al ahorro local y al capital extranjero privado. O sea, fomentar la inversin extranjera, lo que en trminos concretos implicaba incentivar la radicacin de capitales es-tadounidenses en Amrica Latina, uno de los objetivos de la poltica ex-terior de Marshall. Adems, se reafirmaba el papel del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial para la cooperacin financiera interamericana. Los servicios de estos organismos, controlados por los pases centrales, deban ser el complemento de la inversin de capital privado extranjero. El captulo IV, dedicado a las inversiones privadas, es central para comprender el espritu del Convenio. En el artculo 22, estableca que:

    Los Estados declaran que la inversin de capitales privados y la introduccin de tcnicas modernas y capacidad administrativa de otros pases para fines productivos y econmicos y socialmente adecuados, constituye un factor importante de su desarrollo eco-nmico general y del progreso social consiguiente. Reconocen que la corriente de inversiones internacionales de capitales ser estimu-lada en la medida en que los Estados ofrezcan a los nacionales de otros pases oportunidades para hacer sus inversiones, y seguridad para las inversiones existentes y futuras. Los capitales extranjeros recibirn tratamiento equitativo. Los Estados, por lo tanto, acuer-dan no tomar medidas sin justificacin o sin razn vlida o discri-minatorias que lesionen los derechos legalmente adquiridos o los intereses nacionales de otros pases en las empresas, capitales, es-pecialidades, artes o tecnologas que stos hubieren administrado. Los Estados se darn recprocamente facilidades y estmulos apro-piados para la inversin y la reinversin de capitales extranjeros y no impondrn restricciones injustificables para la transferencia de tales capitales y de sus ganancias... (Dotacin Carnegie para la Paz Internacional, 1956: 162).

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    El artculo 27, adems, estableca que cada Estado estimulara las in-versiones privadas, liberalizando las leyes de tributacin. El artculo 25 estableca que toda expropiacin deba ser pagada a un precio justo, en forma oportuna, adecuada y efectiva (Dotacin Carnegie para la Paz Internacional, 1956: 163). Todo lo establecido en este captulo iba en el sentido de fomentar las inversiones extranjeras y eliminar las polticas nacionalistas y de cierta regulacin estatal sobre los capitales extranjeros que se venan desplegando en Amrica Latina en esos aos. Haba que darles igual trato a las inversiones extranjeras y a las nacio-nales, evitar cualquier nacionalizacin, no gravarlas impositivamente de ms, ni regular su remisin de utilidades. No hay duda de que se trataba de un marco jurdico que permitira un salto en la inversin estadounidense en la regin, que se materializ fundamentalmente desde la dcada de 1950.

    Algunos artculos (3, 30, 31 y 32) no complacan a Estados Unidos, por lo cual los vot con reservas. El 3, por ejemplo, estableca que deban compensarse las disparidades frecuentes entre los precios de los bienes primarios y los industriales. La delegacin de Bramuglia, en cambio, plante una reserva ms general al Captulo IV:

    Argentina desea que se deje constancia en actas que tal como ex-presara al anticipar su voto sobre el artculo 25 del Convenio Eco-nmico de Bogot y sobre la enmienda propuesta al mismo por la Delegacin de Mxico, ratifica que prest su aprobacin al texto mencionado en primer trmino en la inteligencia de que ello no significar asentar de modo alguno la preeminencia de los Trata-dos o Convenios Internacionales sobre los textos constitucionales de los pases americanos, ni admitir para los capitales extranjeros otra jurisdiccin que la de sus propios tribunales. Entiende por otra parte que esos conceptos expresados con respecto al artculo precitado son de aplicacin a todas las disposiciones pertinentes del Convenio (Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Repblica Argentina, 1948: 223).

    La delegacin nacional tambin propuso, a travs del presidente de su Banco Central, Maroglio, que se creara un banco interamericano para promover el desarrollo econmico latinoamericano con fondos prove-nientes de los gobiernos y tambin con capitales privados. Asimismo, deba ponerse en funcionamiento un sistema de crditos para los pases que los necesitaran, resguardando siempre los criterios de autonoma de

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    cada uno de ellos. Estados Unidos se opuso a esta iniciativa, argumentan-do que ya existan el Banco Mundial y el Eximbank, y, que por lo tanto, una nueva institucin sera innecesaria y se superpondra con las anteriores. Los delegados de la Casa Rosada plantearon tambin algunas iniciativas en materia social, entre las que se destac una Carta Interamericana de Garantas Sociales, que inclua los Derechos del Trabajador aunque esta ltima no fue tenida en cuenta tal como la propuso la delegacin de Bramuglia.

    Tambin hubo otra decena de reservas por parte de los pases firman-tes, lo que en algn sentido le quitaba fuerza al Convenio Econmico. Mxico, por ejemplo, no acordaba con las excesivas garantas dadas al capital extranjero y las limitaciones a las expropiaciones (vena de un avanzado proceso de nacionalizaciones de empresas petroleras). Argen-tina, adems, plante que la no regulacin en las remisiones de utilida-des de las inversiones extranjeras en Amrica Latina haba llevado a que muchas veces salieran por ese concepto montos mayores a los que se haban invertido.

    Estas reservas y planteos eran algunas de las manifestaciones del fracaso de la ayuda econmica, al menos como la esperaban los pases latinoamericanos, y del carcter favorable de las resoluciones establecidas en Bogot hacia los capitales estadounidenses, los ms concentrados del continente. As lo tuvo que reconocer el Secretario General de la OEA cuando inform sobre los resultados de la Conferencia:

    No es, pues, de extraar, que los resultados de la IX Conferencia en relacin con los temas econmicos, no hayan dejado plena-mente satisfechos a los representantes de los Estados Americanos. Hubo la sensacin, por fuera de la Conferencia, y en el resto del mundo, de que la cooperacin econmica haba fracasado cuando el Secretario de Estado de los Estados Unidos manifest la impo-sibilidad en que se encontraba su pas de atender a los problemas de desarrollo de los pases latinoamericanos, con prstamos o in-versiones de capital gubernamental en la forma en que haban sido concebidos por algunos de los proyectos llevados al Consejo Interamericano (Informe sobre los resultados de la Conferencia presentado al Consejo de la OEA por el Secretario General, 1948, 3 de noviembre: 1).

    Quedaba claro que la estrategia de Estados Unidos era ofrecer sus ca-pitales privados, en vez de la ayuda gubernamental que reclamaban los gobiernos latinoamericanos. Este convenio econmico consolid el proce-

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    so de exportacin de capitales desde el pas del norte hacia el resto del continente, aumentando la seguridad jurdica de estas inversiones. La relativa posicin moderada de Argentina poda indicar en este punto una anticipacin de la posterior predisposicin de Pern a atraer capitales es-tadounidenses hacia el pas (desde 1953), lo cual iba en consonancia con el espritu del Convenio aprobado. As, al menos, lo consideraba la embajada estadounidense en Buenos Aires.

    iv. Democracia y comunismo en Amrica

    El Bogotazo fue la excusa perfecta para avanzar en la lucha contra el comunismo en Amrica. Si Marshall ya haba acusado a la Unin Soviti-ca en su discurso inaugural por atentar contra la paz mundial, la rebelin tras el asesinato de Gaitn, caracterizada por el gobierno colombiano como parte de un complot comunista, gener las condiciones para establecer una declaracin indita en el sistema interamericano. El presidente colombiano Mariano Ospina culp rpidamente al comunismo de querer sabotear la conferencia. Declar que el lder comunista Gilberto Viera haba sido visto la noche anterior al atentado contra Gaitn organizando concentraciones obre-ras contra la resolucin anticomunista que se iba a discutir en la conferencia.

    En Estados Unidos, en tanto, se publicaron diversos informes confi-denciales que tambin daban cuenta de la infiltracin comunista y el sa-botaje explcito al cnclave continental. Laureano Gmez, jefe del Partido Conservador y nuevo presidente tras la cada de Ospina, tambin puso el foco acusando al Congreso Estudiantil Latinoamericano que se reali-zaba en Bogot por esos das de intentar hacer fracasar la IX Conferencia Panamericana. En particular, acus a la delegacin cubana, vinculada al Partido Socialista Popular, en la que se destacaba el joven dirigente estu-diantil Fidel Castro. Marshall fue quien plante la vinculacin directa del Bogotazo con otros sucesos de la Guerra Fra, y solicit una declaracin contundente de la Conferencia:

    Lo ocurrido va mucho ms all de la frontera de Colombia. Sigue normas iguales a los sucesos que provocaron huelgas en Francia e Italia, y los esfuerzos que se realizan para alterar la situacin en Italia antes de las elecciones del 18 de abril (). La accin que to-memos aqu respecto a la situacin actual debe serlo teniendo cla-ramente en mente que ste es un asunto mundial, no simplemente colombiano o latinoamericano (Vzquez Garca: 2001: 146).

    La delegacin chilena llev la voz cantante en la avanzada anticomunista, exigiendo a los pases latinoamericanos que abandonaran la posicin de

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    neutralidad en la Guerra Fra, sealando que era un momento decisivo y que no haba lugar para terceros frentes, en obvia alusin a la posicin esgrimida por Bramuglia. La accin chilena, que trabajaba codo a codo con los delegados estadounidenses, logr imponer la oposicin maniquea democracia-comunismo, estableciendo que ste ltimo era incompatible con la primera y, por lo tanto, inaceptable en Amrica. As, en la Resolu-cin XXXII, denominada de Preservacin y Defensa de la Democracia en Amrica, se declaraba:

    Que por su naturaleza antidemocrtica y por su tendencia interven-cionista, la accin poltica del comunismo internacional o de cual-quier totalitarismo es incompatible con la concepcin de la liber-tad americana, la cual descansa en dos postulados incontestables: la dignidad del hombre como persona y la soberana de la nacin como Estado, (y resolva) condenar los mtodos de todo sistema que tienda a suprimir los derechos y libertades polticos y civiles, especialmente la accin del comunismo internacional o de cual-quier totalitarismo (y) adoptar, dentro de sus territorios respectivos y de acuerdo con los preceptos constitucionales de cada Estado, las medidas necesarias para desarraigar e impedir actividades dirigi-das, asistidas o instigadas por gobiernos, organizaciones o indivi-duos extranjeros, que tiendan a subvertir, por la violencia, las ins-tituciones de dichas Repblicas, a fomentar el desorden en su vida poltica interna, o a perturbar por presin, propaganda subversiva, amenazas o en cualquier otra forma, el derecho libre y soberano de sus pueblos a gobernarse por s mismos de acuerdo con las aspira-ciones democrticas (Dotacin Carnegie para la Paz Internacional, 1956: 210-211).

    La operacin poltica consista en igualar el comunismo con los totalita-rismos, especialmente con el nazismo, con un sistema que deba ser per-seguido como lo haba sido aqul. Washington lograba, as, trasplantar la Guerra Fra y la Doctrina Truman a Amrica Latina, con consecuencias muy importantes en los aos siguientes, como lo muestran las futuras intervenciones en Guatemala, Cuba, Repblica Dominicana y Granada, entre otras.

    Ante esta resolucin, Bramuglia intervino planteando que ms que los efectos, lo que deba atacarse eran las causas que impulsaban al desarrollo de la actividad subversiva en el continente. El punto 1 de la declaracin XXXII estableca: Reafirmar su decisin de mantener y estimular una efectiva poltica social y econmica, destinada a elevar el nivel de vida de

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    sus pueblos, as como su conviccin de que slo en un rgimen fundado en la garanta de las libertades y derechos esenciales de la persona humana, es posible alcanzar este propsito (Dotacin Carnegie para la Paz Inter-nacional, 1956: 210-211). Con este agregado, la delegacin argentina se dio por satisfecha y otorg su voto para la aprobacin de la declaracin anti-comunista que impulsaron Estados Unidos, Chile y Brasil. As lo explic el propio Bramuglia a la prensa:

    En cuanto a la cuestin comunista, creo que se ha contemplado la posicin que exteriorizamos aun antes de la conferencia. No slo logramos que se modificaran los fundamentos de la propuesta original, sino tambin concretamos en la parte resolutiva, nuestra manera de ver el problema. Antes que combatir consecuencias, es preferible prevenir las causas (Conil Paz y Ferrari, 1964: 198).

    El propio Pern, a raz del Bogotazo, sugiri al embajador estadouni-dense Bruce que esos acontecimientos deban ser una leccin para todos los gobiernos americanos, en el sentido de mostrar cun fcilmente poda irrumpir la guerra civil en los pases latinoamericanos, si no se atacaban las causas de fondo de los problemas econmico-sociales. Argentina termin votando, entonces, la primera de muchas resoluciones anticomunistas en el sistema interamericano, aunque Bramuglia no se priv de criticar los fundamentos de la Resolucin XXXII y de reivindicar al mismo tiempo la democracia planificada y los movimientos pendulares de izquierda y derecha, a la vez que sealaba que la lucha ideolgica contra los extre-mismos deba realizarse con otras ideas y otras medidas. De acuerdo a la diplomacia estadounidense, el canciller argentino rechaz acordar una campaa conjunta e inmediata contra los comunistas en el continente, a di-ferencia de lo que haba propuesto unos meses antes en la Reunin de Ro. Segn Pern, la delegacin argentina habra puesto ciertos reparos para presionar a Estados Unidos para que aceptara la inclusin de las Malvinas en la Carta de la OEA. Es decir que para el lder argentino, ms que ceder, lo que se haba hecho era negociar astutamente.

    v. Defensa militar

    Washington aspiraba a que se creara un rgano militar permanente. Buenos Aires, en cambio, se opuso enfticamente a esta iniciativa. El delegado La Rosa plante que las actividades militares eran privativas de cada pas, de acuerdo con su soberana nacional, por lo que crear un Consejo Militar se-ra como instituir un super-Estado, al cual Argentina se opona. En la carta

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    de la OEA, entonces, no deba haber ningn rgano militar. La delegacin de Bramuglia consigui tambin separar del Consejo de la OEA al Consejo Interamericano de Defensa. Toda reforma sobre aspectos militares y de defensa, de esta forma, deba agregarse en un Protocolo anexo al TIAR. En este punto, Argentina fue apoyada por Mxico y la Junta Americana de Defensa qued solamente con funciones asesoras. Por este motivo, Estados Unidos no logr concretar su anhelo de crear un Estado Mayor hemisfrico bajo su control.

    La Resolucin XXXIV se refera a la Junta Interamericana de Defensa y estableca que, dada la creacin de un Comit Consultivo de Defensa, ste deba asesorar al rgano de Consulta en los temas relativos a la colabora-cin militar que pudieran suscitar controversias en torno a los tratados de-fensivos existentes. Alentaba a los Estados a que solicitaran informacin a la Junta Interamericana de Defensa sobre medidas que pudieran contribuir a mantener la seguridad colectiva en el continente. Esta Junta conserv, como hasta ese entonces, su cuerpo independiente y especializado, que te-na como rol principal el asesoramiento. Tambin plante posteriormente los Planes de Defensa Hemisfricos, que virtualmente fueron las instancias de represin en muchos pases latinoamericanos. Prueba de que Estados Unidos haba tenido que ceder es que volvera a insistir con un rgano mi-litar permanente y con atribuciones supranacionales en la Cuarta Reunin de Cancilleres de 1951.

    vi. Colonias y territorios ocupados

    Este tema s gener tensiones en la conferencia, en particular entre la Casa Rosada y la Casa Blanca. Bramuglia acompa una propuesta de la de-legacin guatemalteca, que responda a la reivindicacin de la soberana sobre el territorio colonial de Belice del presidente nacionalista Arvalo. Tambin planteaba la creacin de una Comisin Americana de Territorios Dependientes. Segn se aprob en la Resolucin XXXIII, esta Comisin debera, entre otras cosas:

    estudiar la situacin de las colonias, las posesiones y los territorios ocupados que existen en Amrica, as como los problemas conexos con esa situacin, cualquiera que sea su naturaleza, con el objeto de buscar los mtodos pacficos para la abolicin tanto del coloniaje como de la ocupacin de territorios americanos por pases extracon-tinentales (Dotacin Carnegie para la Paz Internacional, 1956: 212).

    Se aclaraba, al mismo tiempo, que la creacin de esta Comisin no exclua ni limitaba el derecho y la accin de los Estados directamente interesados

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    para buscar por s mismos una solucin por medios pacficos. Votaron a su favor todos los gobiernos, con excepcin del de Estados Unidos, que slo estaba dispuesto a aceptar lo que estableca la ONU, en el sentido de promover el autogobierno en las colonias y fideicomisos; del gobierno brasilero de Dutra, el cual present una declaracin planteando que este tema, que inclua a pases extracontinentales, no poda tratarse en un foro exclusivamente americano; y del gobierno dominicano del dictador Truji-llo. Las delegaciones de estos tres pases se abstuvieron.

    El tema del colonialismo era fundamental y as lo haba hecho saber la delegacin liderada por Bramuglia, que present un documento en el que dejaba sentado, una vez ms, su legtimo reclamo sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sndwich del Sur y la Antrtida Argentina. Era una virtual respuesta a un memorndum que estaba haciendo circular Gran Bretaa entre las delegaciones, en contra de las pretensiones descolonizadoras argentinas. Ese documento ingls presentaba un estudio histrico que avalaba la posesin britnica de las Islas Malvinas, y tambin contena un reclamo por una porcin de la Antrtida. Este tema pona en tensin la alianza anglo-estadounidense, ya que Gran Bretaa no estaba dispuesta a que se pusieran en discusin sus posesiones en Amrica, entre las que se destacaban las Malvinas y Belice.

    4. CONCLUSIONES: BALANCE DE LAS CONFERENCIAS DE RO DE JANEIRO Y BOGOT

    Ambas conferencias se realizaron en la inmediata posguerra y mostraron chispazos importantes entre las delegaciones de Estados Unidos y Ar-gentina, aunque sin plantear un enfrentamiento abierto y un desafo por parte del gobierno de Pern. Mientras el pas del norte pretenda fortale-cer su dominio continental y avanzar en instituciones que aseguraran su posicin en su amplio patio trasero, en plena constitucin del mundo bipolar, las delegaciones argentinas expresaban el nuevo lineamiento autnomo del gobierno de Pern, a travs del activo canciller Bramu-glia, pero tambin las crecientes necesidades econmicas del gobierno, para sostener su plan de industrializacin, lo cual requera de la ayuda estadounidense.

    La conferencia que deba tratar la aprobacin del TIAR sufri pos-tergaciones a lo largo de dos aos, y recin pudo concretarse en agosto de 1947, tras el acercamiento bilateral propiciado por el gobierno de Truman, que deriv en el desplazamiento de Braden, quien se negaba a avanzar en una organizacin continental que incluyera al gobierno de Pern.

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    En la Reunin de Ro de Janeiro, ms all de las discusiones y las dife-rencias desarrolladas ms arriba, lo cierto es que la delegacin argentina tuvo una actitud ms bien cooperativa que confrontativa hacia Washing-ton, lo cual se explica, por un lado, porque era su reingreso al sistema in-teramericano, luego de cinco aos, y por otro, porque ya no tena el poder de invocar la solidaridad de otras naciones con su actitud desafiante. La mayora de los