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Una introdudcción a las problemáticas en torno a la manera como imaginamos el mundo actual

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Aviso: Este material posee derechos de autor. Se reproduce para uso exclusivo, académico y temporal, de los alumnos

de los cursos de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá).

Fuente: Román Hernández, Carlos Eduardo, “¿Un mundo redondo, o un mundo plano?”, en: Castrillón Restrepo, José

Fernando, y Román Hernández, Carlos Eduardo, Hacia un mundo redondo: lectura teológica de la economía global,

Colección Apuntes de Profesores, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Teología, Bogotá 2009, pp.3-12.

¿UN MUNDO REDONDO,

O UN MUNDO PLANO? Carlos Eduardo Román H.

Deseamos presentar algunos elementos que nos acompañarán durante el desarrollo de

nuestro ensayo. En primer lugar indicamos la que pueda ser la imagen predominante de

nuestro mundo y lo que ello implica: un mundo plano. En el segundo apartado referimos

cómo dicha imagen pone en cuestión el vivir bajo la orden, o en libertad, frente a las

instituciones. Esto nos lleva a precisar, en el tercer apartado, que deseamos una lectura

imaginativa de los asuntos que nos ocupan. De allí, elaboramos algunos elementales

conceptos referidos a la fe y la religión, a la utilidad formal y substancial, y a las

dimensiones substancial y formal de la economía, en los siguientes tres apartados.

Realizamos, por último, una apelación a pensar nuestra propia imagen de mundo, puesto

que en ello se nos va nuestro vivir.

1. NUESTRO MUNDO EN UNA IMAGEN.

En el año 2005, primero en Estados Unidos y posteriormente en el Reino Unido, fue

publicado The World is Flat. Poco menos de un año después, Martínez Roca Ediciones

presentaría la traducción castellana del libro de Thomas Friedmann, La tierra es plana,

con el subtítulo de Breve historia del mundo globalizado del siglo XXI (A brief history of

the twenty-first century). Sus portadas son altamente sugestivas, y -no sé si sus editores

fueron conscientes de ello- nos proporcionan una perfecta imagen del contenido que se

expone. Helas aquí, las dos principales en su edición inglesa, y la edición castellana que

aquí utilizamos:

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Observemos la segunda y tercera imagen, que nos proporcionan un horizonte bastante

preciso de su contenido. Declarar que «la tierra es plana» no es realizar una declaración

fáctica. Objetivamente hablando, el mundo es redondo, pero Friedmann puede comunicar

excitado su «descubrimiento», primero a su esposa, y luego a sus lectores: «volví a casa y

sólo le conté mi descubrimiento a mi esposa, en voz baja. „Cariño –le dije, en tono de

confidencia-, me parece que la Tierra es plana‟»1. Friedmann no niega con ello la

objetividad del mundo: apunta, más bien, a su sentido: efectivamente, el mundo es plano.

Tal es la globalización hoy.

Ese mundo plano –y decir esto es una imagen– se representa en la portada del libro con

una imagen visual. En la segunda portada, el mundo plano corre como una moneda,

aunque existe el riesgo de que –como los barcos mercantes de la primera imagen–

termine desbarrancándose por sus bordes. Quizás, para los planteamientos del autor

norteamericano, sea mejor la tercera imagen –el gran acierto de la edición española–,

donde el mundo plano es una caja de embalar mercancía. Puede ser trigo, maíz, ganado,

aire, agua, un celular, un carro, organismos genéticamente modificados, información de

ADN, o incluso –¿por qué no, si es aún hoy día una práctica habitual?– seres humanos. Se

embala la mercancía, y se echa a andar por el mundo.

Tal es la globalización hoy día: procesos integrados y transnacionales de producción de

capital. Como toda la vida humana y medioambiental es susceptible de integrarse en

procesos de producción de capital –de hecho, quien esto escribe y quien esto lee son, bajo

esta óptica, tan solo „capital humano‟–, a pesar de hablar de globalización podemos

concebir un mundo plano, es decir, un mundo en el que para vivir sólo se considera esta

dimensión de producción de capital, desconociendo otras dimensiones del vivir humano, o

reconociéndolas sólo en tanto susceptibles de generar capital.

Esto es algo relativamente nuevo. Supongamos que un escultor te hubiera dado a escoger,

durante el siglo VII a.c. en Egipto, el V a.c. en Grecia, el I d.c. en Palestina o Roma, o el

XI d.c. en alguna parte del Sacro Imperio, algunas de estas imágenes. Es posible que tú

indicaras la primera o la segunda. Pero jamás podrías escoger la tercera: era impensable.

Incluso los más tiránicos imperios de la Antigüedad jamás pensarían meter el mundo en

una caja (o en un saco, para su época).

Pero nosotros lo hacemos. Por lo menos a nivel de imagen. Y nos hemos acostumbrado de

tal modo a esta posibilidad, que aunque sabemos el hecho fáctico de un mundo redondo,

en realidad lo estamos pensando como plano. Y esta «planitud» es aquella caja de

mercancía, que nos esconde la segunda imagen –la moneda– que por lo menos tenía la

virtud de advertirnos que, llegados al borde, nos desbarrancamos –como la primera

imagen–.

Sea como sea, son imágenes que a nuestro juicio están equivocadas. Un mundo plano, sea

que se imagine como moneda o como caja de embalar, no percibe que el mundo es denso.

Lo aplana, por así decir, a aquello que se quiere expresar con dicha «planitud». Y al

aplanarlo, el mundo deja de tener plenitud, redondez, volumen, sugerencia. Concebir el

mundo como plano o como redondo, en planitud o en plenitud, no es gratuito, por

supuesto. Es algo heredado, y esas imágenes son posibles porque existen, sobre nuestros

hombros, bajo nuestros pies, en la larga y murmurante multitud de predecesores, las

1 Op.cit. Friedmann, La tierra es plana, p.15.

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semillas de esas imágenes. Son aquellas tradiciones culturales que hablan de un mundo

plano o un mundo redondo. Tradiciones que nos habitan, y se expresan y modelan nuestro

mundo.

2. IMÁGENES DE LA TRADICIÓN

«La vida tiene primacía», reclamaba un funcionario de la ONU en el 2002, en Colombia,

pidiendo la suspensión de operaciones militares para facilitar las negociaciones con un

grupo insurgente que había secuestrado 11 diputados; un militar respondía a ese clamor

como un imposible, pues se ponía en peligro la institucionalidad, y pedía acción militar

directa afirmando «La institucionalidad antes que la vida»; cinco años después, tras un

largo secuestro, esa defensa de la institucionalidad tendría su fruto, y los once diputados

serían matados, aunque nunca se supo a ciencia cierta por quién.

Declarar que la vida tiene primacía, o que la institución tiene primacía, son maneras de

afirmar la redondez o la «planitud». En la segunda opción, decir que el mundo es plano es

proporcionarle una única dirección en aquello que se considera lo plano: la defensa de la

democracia, del comunismo, del mercado, de los grandes ideales, en pos de los cuales se

borra o aplasta la vida humana concreta y diversa2. En la primera opción, por el

contrario, aquellas grandes defensas e ideales quedan entre paréntesis, cuando un ser

humano está en peligro: es el proceso continuo de construcción y reconstrucción de las

instituciones que acompañan al ser humano, para que ellas no se absoluticen.

Declarar que la vida tiene primacía, o que la institución tiene primacía, la redondez o la

„planitud‟, no es original, sino que hunde sus raíces en aquellos relatos fundacionales que

aun rigen la conciencia colectiva. Podríamos declarar en uno u otro sentido, con las

siguientes leyendas, que de alguna manera inauguran tales sentidos:

La vida tiene primacía: [Ex. 32, 7-12]: Entonces el Señor le dijo a Moisés: Baja, porque ya se ha

corrompido el pueblo que sacaste de Egipto. Demasiado pronto se han apartado del camino que les

ordené seguir, pues no sólo han fundido oro y se han hecho un ídolo en forma de becerro, sino que se

han inclinado ante él, le han ofrecido sacrificios, y han declarado: Israel, ¡aquí tienes a tu dios que

te sacó de Egipto!»Ya me he dado cuenta de que éste es un pueblo terco. Yo voy a descargar mi ira

sobre ellos, y los voy a destruir. Pero de ti haré una gran nación. Moisés intentó apaciguar al Señor

su Dios, y le suplicó: Señor, ¿por qué ha de encenderse tu ira contra este pueblo tuyo, que sacaste de

Egipto con gran poder y con mano poderosa? ¿Por qué dar pie a que los egipcios digan que nos

sacaste de su país con la intención de matarnos en las montañas y borrarnos de la faz de la tierra?

¡Calma ya tu enojo!

La institución tiene primacía: [Ex 32, 25-29]: Al ver Moisés que el pueblo estaba desenfrenado y

que Aarón les había permitido desmandarse y convertirse en el hazmerreír de sus enemigos, se puso

a la entrada del campamento y dijo: «Todo el que esté de parte del Señor, que se pase de mi lado.» Y

se le unieron todos los levitas. Entonces les dijo Moisés: «El Señor, Dios de Israel, ordena lo

siguiente: Cíñase cada uno la espada y recorra todo el campamento de un extremo al otro, y mate al

que se le ponga enfrente, sea hermano, amigo o vecino. » Los levitas hicieron lo que les mandó

Moisés, y aquel día mataron como a tres mil israelitas. Entonces dijo Moisés: «Hoy han recibido

ustedes plena autoridad de parte del Señor; él los ha bendecido este día, pues se pusieron en contra

de sus propios hijos y hermanos.»

2 Cfr. Hinkelammert, La fe de Abraham y el Edipo occidental, p.12.

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3. ¿POR QUÉ IMAGINAR?3

Los textos bíblicos citados parecen repetir aquella formulación de la primacía de la vida o

de la institución. Cierta tradición entiende y toma como algo natural que las órdenes

divinas pasan por un criterio de juicio, de aceptación o no, que es la vida humana; al

tiempo, y seguramente en conflicto con ésta, otra tradición pide el respeto absoluto de las

órdenes divinas, así ellas perjudiquen a la vida humana. Sin embargo, si quieres realizar

esta lectura, es necesario tener cierto punto de vista. Es necesario saber que el texto

bíblico es imaginación. ¿A qué nos referimos con ello?

Vamos a suponer que en tu educación siempre te han dicho que los relatos bíblicos son

como una especie de crónica periodística –un tanto imperfecta y contradictoria, hay que

decir–. En este sentido, los textos bíblicos, como el citado, son tan solo una descripción de

hechos curiosos que relatan, o bien lo que hizo Dios -si eres creyente- o bien lo que

hicieron ciertos hombres y atribuyeron a una idea de Dios -si eres poco afecto a cuestiones

religiosas-. Las incoherencias entre un relato y otro del Éxodo se podrían explicar de muy

diversa manera. Incluso podríamos decir que esas incoherencias forman parte de la

„inescrutable‟ voluntad de Dios…

No creemos que ello sea así, por supuesto. El texto bíblico, será bueno recordar, es una

expresión escrita de la múltiple experiencia de Dios de un pueblo, y esta experiencia de

Dios se refiere a algo fundante: un grupo de personas, agobiadas por el peso de

instituciones (políticas, religiosas, económicas), logran liberarse de tales instituciones y

buscar nuevas maneras de existir, lo que es leído –por ellas, y dentro de su tradición

experiencial teológica– como liberación otorgada por Dios. Esto implica que la liberación

otorgada por Dios es muy concreta, y se inserta en coordenadas económicas, políticas y

religiosas: su criterio es que el ser humano viva.

Por demás, es claro que la experiencia de Dios también puede ser leída de otra manera, o

tergiversada. Si no eres parte del grupo de personas agobiada por el peso de las

instituciones, quizás seas parte del aparato institucional. Es posible que te interese „usar

a Dios‟ para afirmar tu poder o privilegios. De esta manera, tu experiencia de Dios será

muy diferente a aquélla. Bien decía Eduardo Galeano: la lluvia puede ser mala noticia

para el turista, pero es buena noticia para el campesino.

Con esto, volvamos a nuestra afirmación. Cuando tomamos el texto bíblico como

imaginación, decimos simplemente que más allá del asunto que se narra, entran en juego

concepciones sobre la vida humana, sobre Dios, sobre la economía, sobre nuestras

maneras de vivir en el mundo, y muchas cosas más. Por supuesto: hay trasfondos

históricos, pero a partir de allí, los relatos bíblicos nos sugieren mundos posibles a vivir.

4. ENTRE LA FE Y LA RELIGIÓN4

Con lo anterior, podemos ir situando algunos elementos desde los que desarrollaremos

nuestro discurso. Retomemos algo ya insinuado: es posible –y esto a nivel tipológico– dos

tipos de experiencia de Dios.

3 Este apartado, junto con los dos anteriores, tienen a su base los planteamientos de: Mardones, José María, La vida del

símbolo. 4 Se elabora este apartado a partir de lo expuesto por: Varone, Francois, El dios «sádico»: ¿ama Dios el sufrimiento?.

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Hablemos primero de la más cotidiana. Solemos recibir, por tradición, ciertas ideas y

costumbres religiosas, que a fuerza de repetición se nos transforman en algo

completamente natural. Existe allí, por lo normal, un Dios que nos dicta ciertas normas

de comportamiento; si obedecemos tales normas, obtendremos ciertas recompensas, pero

en caso contrario seremos castigados o sufriremos cierto tipo de exclusión. Si esto es así,

es apenas lógico que, de parte del creyente, su actitud hacia la divinidad sea de interés o

de miedo. Recuérdese la segunda lectura del Éxodo, arriba. ¿Por qué creer en Dios?

Simple asunto de sobrevivencia: no quiero que me maten. ¿Por qué esgrimir la espada?

Formo así parte de la institución religiosa, y evito que me maten. Esto es lo que

llamaremos religión: una relación interesada o miedosa con la institución que se impone.

Es posible percibir las cosas de otra manera. Sí: recibimos tradiciones y costumbres

religiosas, pero somos conscientes que ellas fueron elaboradas en un pasado –con más o

menos acierto– para facilitar el vivir humano, y por ello las interpretamos buscando

conservar su intuición humanizante y en crítica a los errores deshumanizantes cometidos.

Se explica, con ello, la primera lectura del Éxodo, arriba. Es posible que este grupo

humano haya recibido tradiciones de religión –como las de la segunda lectura–, pero ya

posee suficiente juicio para criticarlas y pedir que Dios cambie y se modere en su

comportamiento –lo que explica, imaginativa y simbólicamente, con la petición de Moisés

a Dios para que deponga su ira–. Esto es lo que llamaremos fe: una relación de vínculo

humanizante que cierta tradición religiosa denomina „experiencia de Dios‟.

Tales términos servirán de guía para ciertos asuntos que más adelante en nuestro ensayo

trataremos. Pero quizás ha ido surgiendo en este momento una pregunta. «Interesante

este asunto de la fe y la religión, pero ¿qué tiene que ver con aquello que se mencionaba

del mundo redondo y del mundo plano, o con aquello de la vida-como-primacía o la

institución-como-primacía?». Precisamente: como estamos imaginando, sabemos que más

allá del asunto que se narra o explica, siempre entran a jugar muchos más asuntos.

El mundo plano, decíamos, es un mundo globalizado, y referido exclusivamente a procesos

de producción de capital –llevados a cabo por sus instituciones correspondientes, que en el

mundo de hoy es por lo normal la Empresa o las Corporaciones transnacionales–, bajo los

cuales se subsume todo lo demás. Así lo manifiesta, por ejemplo, estas palabras de Alvin

Toffler: «Esta es la economía rápida del mañana. Ella es la nueva máquina de bienestar

acelerativa, dinámica, que es la fuente del avance económico. Como tal, es también la

fuente de un gran poder. Estar desacoplado de ella es estar desacoplado del futuro. Pero

ese es el destino que enfrentan muchos de los países menos desarrollados… las economías

lentas, o aceleran sus respuestas neutrales o pierden sus contratos e inversiones, o caen

completamente por fuera de la carrera... Un gran muro separa a los rápidos de los lentos,

y ese muro está creciendo cada día que pasa». O de otra manera: los procesos de

producción de capital –el sistema de mercado totalizado– exigen que nos acoplemos a

ellos o muramos. Como un Dios supremo, nos dicta las únicas maneras de vivir posibles

(como capital humano en permanente productividad), y nos dicta sentencia de muerte si

no las acogemos. Esto es religión.

Pero, ¿qué pasa si nos atrevemos a pensar que el mundo es redondo? El vivir humano no

es sólo procesos de producción de capital. Allí se conciben mercados, no totalizados, y por

tanto apenas subsistema, compartiendo espacio con otros subsistemas del vivir humano:

la producción no acumulativa, el consumo responsable y solidario, las muy múltiples

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maneras de organizarse la comunidad humana, pasando siempre por la mediación

institucional que constantemente hay que recrear para que el vivir sea posible. No se

totaliza una institución, sino que siempre se evalúa según sea que permita o no vivir.

Esto es fe.

5. DE UTILIDADES HABLAMOS5

«Y bien», podrá decir alguien, «un planteamiento interesante, pero eso no quita el hecho

que el mundo de hoy es plano. Entonces, ¿a qué discutir?».

La única respuesta hoy posible -a menos que seamos unos cínicos- es que se trata de un

asunto de utilidad. Pero no de utilidad formal, como la solemos utilizar, sino de una

utilidad substancial, vital. Y en ello se juega nuestras experiencias y concepciones

económicas: por esto hablaremos de economía substancial y de economía formal. Pero

volvamos al asunto de la utilidad, y expliquémoslo con un ejemplo.

Una muchacha -llamémosle Andrea- se encuentra ya finalizando el octavo semestre de su

carrera (digamos que estudia Administración de Empresas, o Contaduría, o Economía).

Sacrificios le ha costado estos cuatro años, pues ha tenido que dejar de lado sus

preferencias humanísticas –quizás quiso estudiar Música, o Filosofía, o Artes Escénicas–

por estudiar algo útil: por demás, era una exigencia de sus padres, sin la cual jamás le

pagarían la carrera, y una exigencia del medio ambiente social… ¿qué más hacer?

Finaliza el semestre, y como ha sido habitual en ocasiones anteriores, Andrea ha de

entregar un cúmulo de trabajos y parciales para conservar su promedio: trasnocha, se

desespera, se abandona de sus amigos y amores, se abandona de aquellas cosas que

realmente le gustaría hacer, y sólo existe para las exigencias de sus profesores… ¿qué

más hacer?

Este ambiente en el que vive nuestra protagonista es de utilidad formal. Es útil que

estudie „lo que da plata‟, que se sacrifique „por la nota‟, y quizás los resultados se vean en

el futuro –quizás, pues Andrea podría formar parte de ese gran porcentaje de graduados

que, a pesar de su preparación, quedan por fuera del mercado laboral–. Pero vitalmente,

substancialmente hablando, Andrea se está muriendo. Como se encuentra en la

Universidad, puede solicitar un servicio de asesoría psicológica para sus depresiones, y ya

que es previsiva, seguramente estará ya ahorrando para, cuando se gradúe, poder pagar

el psicólogo que se las acompañe… ¿qué más hacer?

Volvamos a nuestro asunto. Si bien afirmar el mundo plano ha permitido matematizar el

mundo, trayendo con ello una productividad, eficiencia y generación de riquezas cada vez

más abismales –y por esto, en términos formales, ha sido útil la globalización–, ello ha

producido, de manera paradójica, algo terrible: no sólo la matematización ha hecho perder

la profundidad simbólica del mundo, sino que la productividad ya está a punto de agotar

los recursos naturales, la eficiencia destruye cada vez más nuestras pautas de

convivencia interhumana e interambiental, y la generación de riquezas produce cada vez

mayores pobrezas, no solo monetarias sino también espirituales. Son de tal profundidad

estos fenómenos, que hoy día gobiernos y organismos internacionales se plantean, con

5 Este apartado, y el siguiente, se realiza a partir de los planteamientos de: Duchrow, Ulrich, Alternativas al capitalismo

global; Hinkelammert, Franz & Mora, Henry, Hacia una economía para la vida.

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mucha seriedad, la posibilidad de la sobrevivencia de la raza humana dentro de cincuenta

años, o menos.

En este sentido de sobrevivencia es que podemos hablar de utilidad. No ya formal, sino

substancial. Será útil para Andrea quizás dedicarse a lo que realmente quiere, así sea

inútil en términos monetarios o académicos: será útil que no se deje arrasar por la

institución que es el deseo de sus padres o las exigencias de la universidad: será útil

porque le permitirá vivir. Será útil para el planeta que lo comprendamos como redondo,

dejar de lado la productividad y la eficiencia para que nos siga sustentando, entender que

el sistema de mercado es tan solo un subsistema en medio de otros subsistemas que no

son de mercado: será útil que no dejemos arrasar el planeta por el afán de lucro: será útil

porque nos permitirá vivir, y quizás permita vivir a nuestros hijos y nietos, tan

amenazados por el no-futuro: será útil porque nos permitirá vivir. Será útil pasar, pues,

de la religión a la fe, de lo formal a lo substancial. Porque lo que se implica allí es nuestra

forma de entender la economía.

6. ENTRE LA ECONOMÍA FORMAL Y LA ECONOMÍA SUBSTANCIAL

El existir humano es experiencia. Y la experiencia humana posee muchas dimensiones y

posibilidades, de las cuales nos hemos interesado hasta el momento en dos grandes

opciones, por decirlo así cada una de ellas en un extremo ideal. Una es la experiencia que

imagina al mundo como plano y así lo asume, lo que implica una experiencia teológica

religiosa; otra será la que imagina al mundo redondo, desde su profundidad simbólica,

implicando una experiencia teológica de fe. Ambas posibilidades implican muchos otros

tipos de experiencia, entre ellas, por supuesto, la experiencia económica. Procuremos

conceptualizarla desde esas pautas de lo substancial y lo formal que hemos indicado

arriba.

Situémonos desde lo que hemos denominado mundo redondo. Aunque suene obvio y

redundante, el objetivo de nuestra vida es vivirla. Nuestro vivir no se realiza de manera

inmediata, sino que requiere de ciertos intercambios con el medio natural y con el medio

social, intercambios que bien pueden ser de tipo natural (respirar o tomar agua, por

ejemplo) o de tipo cultural e institucionalizado, sea de manera débil o fuerte. Estos

últimos los podemos comprender como intercambios sociables (por ejemplo, las pautas de

amistad dentro de cierta cultura) o sociales (así, la educación, las leyes, el trueque, el

mercado, etc.). De esta manera, la manera como se institucionalizan los intercambios

siempre se juzga según cumpla o no aquel objetivo primordial: el vivir. Si cierto tipo de

intercambio permite la subsistencia humana –su vitalidad–, se considerada adecuado.

Pues bien, es esto lo que se llama dimensión substancial de la economía. Se trata de la

consideración de los intercambios en dirección al objetivo básico del vivir humano: ser

vivido. Es algo conocido por las culturas de la antigüedad, donde la economía era tratada

como oikonomía, esto es, la correcta administración de los bienes del hogar (oikos) para el

autosustento y la durabilidad. Dentro de este pensamiento, lo importante era la

autoproducción sustentable para todos los miembros del oikos; allí no se buscaba la

acumulación sino el sustentar el hogar. De cuando en cuando, es cierto, había que

recurrir a un comercio de trueque, pero esto sólo para conseguir aquellos bienes que no se

podían producir en el hogar.

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Se explica, en este sentido, la profunda desconfianza que tenía el mundo antiguo hacia la

figura del comerciante (kapelikos). Éste muchas veces no se interesaba por conservar el

oikos, sino que deseaba sacar el mayor beneficio posible de su comercio, buscando generar

mayor riqueza monetaria por intereses (chremastiké). En el caso del comerciante, este

daba prioridad a la generación de riqueza monetaria y no a la generación de riqueza vital

para el oikos. Es decir, de los múltiples intercambios vitales posibles, absolutizaba sólo

uno: el comercial de tipo monetario. El mundo antiguo desconfió de tal intercambio en

forma de chremastiké, y a excepción del imperio griego tardío y del imperio romano,

siempre lo frenó. Pero la modernidad europea configuró su imagen de mundo sobre tal

forma de intercambio, y la impuso al mundo. Y tal es el mundo globalizado de hoy.

De ello se trata la dimensión formal de la economía. Propiamente hablando, ella es

apenas una parte de las muchas dimensiones posibles de los intercambios. Se trata de un

intercambio de tipo cultural y social, que requiere de cierto tipo de institucionalización (el

mercado), pretendiendo generar riqueza monetaria -no necesariamente riqueza vital- en

la intención de coadyuvar al vivir humano. Hasta aquí no hay problema. El problema se

presenta cuando este tipo de intercambio se absolutiza como el único intercambio posible,

de manera que pierde de vista su objetivo substancial de ayudar a vivir, y lo transforma

en dirección a fomentar tan sólo el crecimiento de la riqueza monetaria: como absoluto,

ignora entonces las dimensiones no monetarias del vivir humano, y aún las degrada y

destruye.

7. PENSAR EL MUNDO: ¿REDONDO O PLANO?

Son todos estos elementos los que queremos poner en juego en el presente ensayo. Desde

la inauguración de la modernidad, se nos ha impuesto una imagen de mundo plano que

conlleva un esquema religioso y que absolutiza tan sólo la dimensión formal de la

economía. Hemos creado un mundo fabulosamente rico, pero cada vez más enfermo y

desorientado. ¿No será necesario, entonces, volver a pensar el mundo como redondo,

desde experiencias de fe que dejen aflorar la dimensión substancial de la economía?

Son estos asuntos que atraviesan nuestra reflexión. Allí intentaremos mirar cierta forma

de asumir nuestro mundo –la llamaremos «racionalidad»– se presenta en términos

formales absolutizados, lo que implica un esquema religioso que es ante todo violento,

sacrificial y expansivo (primera parte) y ello implica también ciertas racionalidades –las

del mercado absolutizado de nuestra contemporaneidad– que llevan a la destrucción de la

naturaleza y la cohesión social (segunda parte). Pero existen también en la cultura

esquemas de fe que piden la construcción de un mundo solidario: se trata de nuestra

herencia judeocristiana, cuyas racionalidades (expuestas también en la segunda parte)

impulsan a la construcción de nuevas formas económicas que permitan convivir en un

mundo redondo (es lo que se expone en la tercera parte).

Se trata, pues, de pensar qué opciones vitales queremos construir, sabiendo que en ello se

nos va la vida. Se trata de pensar si deseamos hermanarnos con el planeta, o considerarlo

nuestro enemigo y poseerlo y destruirlo. Era la intuición que en 1885 tenía el jefe Seathl

de la tribu Dwanwish, cuando el gobierno norteamericano le propuso, bajo la amenaza de

sus fusiles, «comprar» sus tierras; el jefe indígena escribió:

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...nosotros tenemos en cuenta su oferta, porque nosotros sabemos que si no lo hacemos así, el

hombre blanco vendrá con sus pistolas y tomará nuestra tierra. (...) [Para el hombre blanco] La

tierra no es su hermana, sino su enemiga, y cuando la ha conquistado, sigue adelante. Deja las

tumbas de sus padres atrás, y no le importa. Secuestra la tierra de sus hijos, y no le importa. (...) Su

apetito devorará la tierra y sólo dejará atrás un desierto. (...) Todo lo que hiere a la tierra, herirá

también a los hijos de la tierra. (...) Los blancos también pasarán, tal vez más rápido que otras

tribus. Continúen contaminando su cama, y alguna noche terminarán asfixiándose en sus propios

desperdicios....6

BIBLOGRAFÍA CITADA EN ESTE CAPÍTULO:

Alzate Giraldo, Carlos (comp), Latinoamérica indígena: relatos y leyendas, Ecoe Ediciones, Bogotá

1978.

Duchrow, Ulrich, Alternativas al capitalismo global, Edciciones Abya Yala, Quito 1998.

Friedmann, Thomas, La tierra es plana: breve historia del mundo globalizado del siglo XXI,

Ediciones Martínez Roca, Madrid 2006.

Hinkelammert, Franz & Mora, Henry, Hacia una economía para la vida, Departamento

Ecuménico de Investigaciones, San José de Costa Rica 2005.

Hinkelammert, Franz, La fe de Abraham y el Edipo occidental, Departamento Ecuménico de

Investigaciones, San José de Costa Rica 1991.

Mardones, José María, La vida del símbolo, Sal Terrae, Santander 2003

Varone, Francois, El dios «sádico»: ¿ama Dios el sufrimiento?, Sal Terrae, Santander 1988.

6 Tomado de Alzate, Giraldo, pp. 5-8.