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UBA XXI - IPC – Cuatrimestre de 2018 Gladys Crespi y Juan Nesprías 1 Lección N.º 12: La dimensión ético-política de la ciencia 1. Introducción Llegados a esta última lección, les proponemos volver al punto de partida de nuestro curso. Habíamos señalado que estamos atravesados por el saber científico hasta en los aspectos más mínimos de nuestra vida cotidiana. No solo por el generalizado uso de productos tecnológicos, sino porque los saberes científicos acumulados y la concepción científica del mundo han ido modulando a lo largo de la historia aquello que percibimos y pensamos de lo que nos rodea y de nosotros mismos. Sabemos que nos movemos en el planeta Tierra por el espacio aun cuando observamos el movimiento del sol por la tarde; sabemos que nuestra identidad tiene que ver con el ADN y conocemos las ventajas y desventajas que ello nos aporta para nuestra vida corriente, y ello condiciona fuertemente nuestra conducta frente a un sinnúmero de situaciones posibles. La radicalidad de las transformaciones que producen los avances científicos y las innovaciones tecnológicas modifican a altísima velocidad nuestra experiencia cotidiana. Los constantes descubrimientos de la ciencia y los inacabables productos de la tecnología convierten en realidad lo que en otro tiempo pudo haber sido considerado ficción o mera fantasía, desafiando una y otra vez los límites de lo posible. Esas innovaciones y sus efectos en la vida contemporánea se producen cada vez más rápidamente, y no terminamos de sorprendernos ante una nueva posibilidad técnica cuando inmediatamente nos sorprende otro acontecimiento igual de sorprendente. Es posible controlar una silla de ruedas con el pensamiento, a partir de un dispositivo cerebral inalámbrico; o seleccionar y decidir, a través de la ingeniería genética, aspectos y características físicas de personas por nacer. Es factible introducir los genes de cualquier especie viviente en los cromosomas de cualquier otra especie viviente (y diseñar entonces alguna combinación de seres humanos, animales, plantas, hongos y bacterias). Hay lentes de contacto con conexión a internet que incluyen sensores con capacidad para interactuar con imágenes de realidad aumentada (es decir, desplazar y modificar hologramas con las propias manos). La wearable technology, 1 la implantación de un marcapasos, las prótesis en deportes de alta competencia son muestra de diferentes modalidades de fusión entre lo tecnológico y lo biológico. Y paradójicamente, de tanto sorprendernos, hay cada vez menos sorpresa en ello: la ciencia y la 1 El término hace referencia a prendas y complementos que incorporan dispositivos tecnológicos o inteligentes: gafas de realidad aumentada, relojes/teléfonos monitores de actividad o aplicaciones de sensores inteligentes en camisetas que indican los tipos de calorías que se consumen, hidratos de carbono, grasa; datos de distancia, recorrido, rutas, etc.; es decir, todo aquello denominado tecnología vestible.

Lección N.º 12: La dimensión ético-política de la ciencia · indagación a fondo acerca del bien, del deber, de aquello que resulta correcto o incorrecto hacer y acerca de los

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UBA XXI - IPC – 2º Cuatrimestre de 2018

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Lección N.º 12: La dimensión ético-política de la ciencia

1. Introducción

Llegados a esta última lección, les proponemos volver al punto de partida de nuestro curso. Habíamos señalado que estamos atravesados por el saber científico hasta en los aspectos más mínimos de nuestra vida cotidiana. No solo por el generalizado uso de productos tecnológicos, sino porque los saberes científicos acumulados y la concepción científica del mundo han ido modulando a lo largo de la historia aquello que percibimos y pensamos de lo que nos rodea y de nosotros mismos. Sabemos que nos movemos en el planeta Tierra por el espacio aun cuando observamos el movimiento del sol por la tarde; sabemos que nuestra identidad tiene que ver con el ADN y conocemos las ventajas y desventajas que ello nos aporta para nuestra vida corriente, y ello condiciona fuertemente nuestra conducta frente a un sinnúmero de situaciones posibles.

La radicalidad de las transformaciones que producen los avances científicos y las innovaciones tecnológicas modifican a altísima velocidad nuestra experiencia cotidiana. Los constantes descubrimientos de la ciencia y los inacabables productos de la tecnología convierten en realidad lo que en otro tiempo pudo haber sido considerado ficción o mera fantasía, desafiando una y otra vez los límites de lo posible. Esas innovaciones y sus efectos en la vida contemporánea se producen cada vez más rápidamente, y no terminamos de sorprendernos ante una nueva posibilidad técnica cuando inmediatamente nos sorprende otro acontecimiento igual de sorprendente. Es posible controlar una silla de ruedas con el pensamiento, a partir de un dispositivo cerebral inalámbrico; o seleccionar y decidir, a través de la ingeniería genética, aspectos y características físicas de personas por nacer. Es factible introducir los genes de cualquier especie viviente en los cromosomas de cualquier otra especie viviente (y diseñar entonces alguna combinación de seres humanos, animales, plantas, hongos y bacterias). Hay lentes de contacto con conexión a internet que incluyen sensores con capacidad para interactuar con imágenes de realidad aumentada (es decir, desplazar y modificar hologramas con las propias manos). La wearable technology,1 la implantación de un marcapasos, las prótesis en deportes de alta competencia son muestra de diferentes modalidades de fusión entre lo tecnológico y lo biológico. Y paradójicamente, de tanto sorprendernos, hay cada vez menos sorpresa en ello: la ciencia y la

1 El término hace referencia a prendas y complementos que incorporan dispositivos tecnológicos o inteligentes: gafas de realidad aumentada, relojes/teléfonos monitores de actividad o aplicaciones de sensores inteligentes en camisetas que indican los tipos de calorías que se consumen, hidratos de carbono, grasa; datos de distancia, recorrido, rutas, etc.; es decir, todo aquello denominado tecnología vestible.

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tecnología producen avances sorprendentes, pero esos avances son recibidos con naturalidad; un nuevo teléfono, por ejemplo, se recibe hoy como si fuese ya natural poder comunicarse sincrónicamente con personas situadas a cientos de kilómetros de distancia (y como si fuese algo extraordinario e impropio, por el contrario, preguntarse cómo llega la voz inmediatamente, por dónde pasa el sonido, etcétera). En suma, la creciente y profunda tecnologización del entorno vital y los innumerables cambios que promueve naturalizan lo que en realidad constituye un contexto inédito e impredecible de los seres humanos. La ciencia y la tecnología desdibujan constantemente el límite entre lo natural y lo artificial, revelando de ese modo nuevos interrogantes y nuevas incertidumbres, así como nuevos planteos de orden ético.

Para pensar… Les proponíamos al comienzo de la materia que pensaran por un

momento qué sería de nosotros sin celulares, sin conexión a internet ni redes sociales, sin dispositivos digitales de ningún tipo. Les volvemos a proponer aquí que imaginen cómo sería su vida y el mundo sin la informática, las telecomunicaciones, la Web 2.0. Teniendo en cuenta esta reflexión, ¿cómo interpreta la siguiente frase?

Preguntarnos por el poder de la tecnociencia es preguntarnos por nosotros mismos.

Para pensar… La literatura y el cine han plasmado visiones de mundos en los que se

proyectan las posibilidades y los riesgos avizorados en el tiempo presente, en general vinculados a los paradigmas técnicos predominantes.

La serie de televisión británica Black Mirror es un excelente ejemplo de cómo se pueden avizorar esos cambios en un futuro cercano en virtud de la integración de la tecnología y la vida2. El clima que plantea esta serie es sombrío respecto de las posibilidades que abre la revolución biotecnológica. Los aspectos más oscuros de los seres humanos y del sistema en su conjunto se ven potenciados por los recursos tecnológicos (ficticios) que presenta cada capítulo. Las experiencias narradas son futuristas–pero se trata de un futuro muy cercano, casi al alcance de la mano– y habilitan la discusión ética sobre las conductas individuales involucradas, pero fundamentalmente sobre el mundo donde se desarrollan esas conductas. La serie presenta una mirada perturbadora –tecnoparanoide, al decir de su creador– vinculada al paradigma digital en el que transcurren las experiencias y donde la integración biotecnológica implica, por un lado, la transformación de nuestros gustos y

2 La serie posee hasta el momento tres temporadas (2012-2013-2014) con siete capítulos en total, que rondan la misma temática.

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pasiones –y hasta la mutación de la percepción–, y por otro, la reaparición de viejas formas de dominación y de explotación bajo esta nueva modalidad tecnológica de control del mundo, de los otros y de nosotros mismos.

¿Se imagina poder recuperar el pasado tal como ha sido percibido por su mirada, y mediante un dispositivo digital proyectarlo en una pantalla led, incluso con los sonidos percibidos? Las modificaciones en nuestra vida cotidiana que ese tipo de tecnología puede generar son abordadas en uno de los capítulos de esta serie.

2. Un cambio de mirada: hacia la ética en la ciencia

El enfoque que adoptó nuestro recorrido, como hemos dicho al comienzo, fue el enfoque filosófico sobre la ciencia. Partimos de las preguntas iniciales sobre la naturaleza del conocimiento científico, es decir, preguntas acerca de la legitimidad del saber científico y la demarcación respecto de otros saberes; avanzamos con el análisis de sus enunciados, sus términos, su estructura y sus métodos propios. ¿Qué es la ciencia? ¿En qué radica la pretendida superioridad del saber científico respecto de otros saberes? Tenemos aquí preguntas radicales y fundantes de la filosofía de las ciencias. Las respuestas dadas por quienes se ocuparon de ellas han marcado la dirección que fueron tomando las diferentes corrientes epistemológicas, algunas de las cuales hemos estudiado en las lecciones 9 y 10. Recordemos que la filosofía de las ciencias tiene su propia historia: el siglo XX la vio inicialmente centrarse en cuestiones de validación del conocimiento científico, para luego incluir otros aspectos de la actividad científica: sus condiciones de producción, sus raíces históricas, el cariz psicológico, la dimensión política y cultural del conocimiento científico; la discusión sobre el progreso de la ciencia y la aproximación a la verdad, entre otros.

Ahora bien, señalamos en la lección 0 que compete a la naturaleza filosófica del enfoque adoptado preguntar también por la responsabilidad de los científicos en la implementación de sus teorías. En este mismo sentido, podemos preguntarnos por los conflictos éticos que genera el avance de la ciencia y de la tecnología en la actualidad; y atender también a otros aspectos de importancia: de dónde surgen las inquietudes para investigar, para quién trabajan los científicos, qué tanto inciden sus valoraciones y creencias en su búsqueda del conocimiento. Lo que llamamos aquí dimensión ético-política de la ciencia hace referencia a este tipo de cuestiones y requiere un último cambio de mirada, que es el que desarrollaremos en esta lección.

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3. Dos maneras de pensar la ética en la ciencia

La ética, en tanto disciplina filosófica, consiste en una reflexión particular que tiene por objeto de estudio la moral, es decir, las costumbres, hábitos y normas que rigen la conducta de un individuo o de un grupo de personas. Si bien no siempre resulta sencillo establecer la distinción entre la moral y la reflexión ética, los filósofos han desarrollado saberes y teorías éticas a lo largo de la historia del pensamiento, llegando a constituir un corpus de conocimiento filosófico particular, de naturaleza específica. Pero en tanto pensamiento problematizador, lo que mueve la reflexión ética son las preguntas, la indagación a fondo acerca del bien, del deber, de aquello que resulta correcto o incorrecto hacer y acerca de los sentidos (o sinsentidos) de los fundamentos y principios de nuestras acciones y nuestra conducta. Ahora bien, cuando la ética se dirige a la ciencia y a la tecnología, permite construir interrogantes que de ningún modo son propiedad exclusiva de científicos ni de filósofos profesionales.

Aquí podríamos señalar dos abordajes a las cuestiones éticas vinculadas con la ciencia: un enfoque internalista, que hace hincapié en el examen de la práctica científica, en la conducta, los valores intervinientes y las decisiones del científico en el transcurso de la investigación, y un enfoque externalista, que se basa en el impacto social que tiene la ciencia y la tecnología, y en los problemas éticos asociados a ese impacto. Si el primer enfoque toma en cuenta la imagen que la comunidad científica tiene de sus métodos y objetivos, el segundo toma en consideración la imagen social de la ciencia.3

En un documento de la National Academy of Science de Estados Unidos publicado en 1995,4 se indican una serie de normas institucionales explícitas o implícitas que hacen a la conducta y responsabilidad del investigador, referidas a los errores cometidos en el transcurso de la investigación (errores que pueden ser honestos, como los provocados por la negligencia, la falta de cuidado, inatención o precipitación; o no: los que involucran algún tipo de engaño, como el plagio, la invención de datos o la falsificación de resultados); también referidas a la adjudicación de méritos y recompensas por los descubrimientos, al tratamiento de las técnicas experimentales, a los conflictos de interés que se generan en torno a la publicación y apertura del conocimiento, etcétera. Podemos hablar en este sentido de una ética de la investigación científica que serviría para transparentar la actividad científica y dar al mismo tiempo un marco de referencia para la conducta en este ámbito. En el mismo sentido, Karl Popper – filósofo que ya hemos estudiado– elaboró

3 Carl Mitcham: “Cuestiones éticas en ciencia y tecnología: análisis introductorio y bibliografía”, en M. I. González García, J. A. López Cerezo y J. L. Luján López: Ciencia, tecnología y sociedad. Una introducción al estudio social de la ciencia y la tecnología, Madrid, Tecnos, 1996. 4 On Being a Scientist: Responsible Conduct in Research (Washington, D.C., 1995).

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una lista de deberes del científico5 que básicamente se refieren a la exigencia por la honestidad intelectual en la búsqueda de la verdad. Las objeciones aceptables a la actividad de los científicos tienen que ver con las conductas que no cumplen con la veracidad, la objetividad, la lealtad en la competencia; es decir, con aquellas conductas que no cumplen con las virtudes propias de las exigencias internas de la metodología científica. Para este autor, también hay una responsabilidad del científico respecto de la humanidad, que consiste básicamente en evitar el sufrimiento; pero la responsabilidad y la ética científica operan, fundamentalmente, en el ámbito profesional.

Por otra parte, cuando pensamos en los problemas éticos vinculados al impacto de los avances científicos y técnicos, y a los conflictos que esto genera, nos abrimos a la dimensión ética en el ámbito de aplicación de la ciencia. Puede decirse que todo ser racional participa de alguna manera de la reflexión ética, en el sentido de que todos juzgan moralmente, toman decisiones y pueden justificar sus actos de diferentes maneras haciendo referencia a principios morales. Esto no quiere decir que todos realicen reflexiones técnicas o sistemáticas sobre los principios filosóficos de sus acciones. En cualquier caso, la relación entre la ética y los usos de la ciencia constituye uno de los principales problemas de la ética aplicada. El término ética aplicada hace referencia al espacio en el cual se piensan las normas o principios morales de contenido general en función de situaciones particulares, que son siempre únicas e irrepetibles. Se trata de la aplicación6 de ciertos principios de la ética teórica a diferentes ámbitos y prácticas sociales, lo que da lugar a contextos específicos para la reflexión ética. De este modo, podemos hablar de ética médica, ética deportiva, ética de la comunicación, bioética, ética de los negocios, ética periodística, etcétera. Dado el creciente número de conflictos morales a los que dan lugar las innovaciones científicas y tecnológicas, el abordaje de esos conflictos requiere tanto de la información precisa que pueda ofrecer la ciencia como del esclarecimiento filosófico de los principios éticos que orientan nuestras reflexiones y decisiones. Pero como sostuvimos más arriba, requiere también y fundamentalmente de otros actores involucrados en los conflictos, más allá del saber experto, técnico o profesional.

Ejercicio 1 ¿Puede señalar a qué enfoque pertenecen tanto el documento de la National Academy of Science como las exigencias y deberes del científico señaladas por Karl Popper?

5 K. Popper: “Tolerancia y responsabilidad intelectual”, en Sociedad abierta, universo abierto, Madrid, Tecnos, 1984, pp. 155-158. 6 El sentido de esta aplicación no está exento de controversias. Ver R. Maliandi: Ética: conceptos y problemas, Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 134-136.

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Ejercicio 2 Lea el siguiente párrafo y responda:

El sociólogo Robert K. Merton identificó en 1940 lo que denominó el "ethos de la ciencia" o un "complejo de valores y formas que [son vividos] como imperativos para el hombre de ciencia". Cuatro principios se suponen centrales en este ethos: el universalismo o compromiso con la objetividad; el comunismo o la disposición a compartir el conocimiento; el desinterés, estrechamenterelacionado con el universalismo y la objetividad; y el escepticismo organizado.Merton suponía que los científicos, especialmente en las sociedadesdemocráticas, se rigen en general por estos ideales.7

¿A qué aspecto de lo tratado hasta aquí se refiere el párrafo? • Al denominado enfoque externalista de la ciencia.• A los conflictos éticos que genera el avance de la ciencia y la tecnología.• Al denominado enfoque internalista de la ética en ciencia.• A la responsabilidad de los científicos en la implementación de sus

teorías.

4. La ética de la biotecnología

Entre los muchos ámbitos de la ética aplicada, presentaremos algunos aspectos vinculados a la ética de la biotecnología y más adelante nos referiremos a cuestiones de ética ambiental (o ética de la ecología), campos que tienen innumerables zonas de convergencia.

Aunque parezca extraño, resulta difícil dimensionar hacia dónde se dirige el desarrollo de la biotecnología.8 Convivimos con la velocidad de los avances y esos avances crean posibilidades nuevas. Y justamente porque son nuevas, el cuerpo, la vida humana y el planeta resultan ser conejillo de Indias. Nos encontramos en una etapa experimental porque sabemos que todo va a cambiar, pero no sabemos exactamente cómo van a ser esos cambios.9 Los progresos de la biotecnología presentan planteos éticos actuales y reales, en general vinculados a la medicina. Como sabemos, toda tecnología es ambigua: genera la solución a viejos problemas, pero posibilita problemas nuevos. De acuerdo con Ricardo Maliandi, “la biotecnología suscita esperanza en torno de posibles terapias génicas (sobre todo en oncología), aun cuando hasta ahora los logros prácticamente se han restringido a cuestiones de diagnóstico. Pero justamente en este último ámbito surgen temores, por ejemplo, sobre formas

7 Carl Mitcham, ob. cit., p. 4. 8 Según el “Convenio sobre la diversidad biológica” firmado en la ONU, en 1992, la biotecnología se refiere a toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos. 9 R. Maliandi: Ética: dilemas y convergencia. Cuestiones éticas de la identidad, la globalización y la tecnología, Buenos Aires, Biblos, 2006, p. 95.

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de “discriminación genética” que podrán implementarse mediante nuevos descubrimientos”.10

El principio de precaución exige minimizar los riesgos derivados de las actuales investigaciones en este campo. Pero al mismo tiempo, por las promesas y esperanzas que implica, existe la exigencia moral de no abandonar esas investigaciones, exigencia que podemos llamar principio de exploración.11 También se dan casos en los que la sola posibilidad técnica genera la obligación de investigar: la implementación de biotecnología para prevenir o curar enfermedades mortales, por ejemplo.

Pero habida cuenta de las múltiples posibilidades que la biotecnología ofrece, cobra especial relevancia el principio elemental de que no todo lo posible es lícito. Muchas de las posibilidades abiertas por esta disciplina son altamente cuestionables, como el tráfico de órganos, la discriminación genética, las armas bactereológicas, etcétera.

Para pensar… Los datos que surgen del estudio del genoma de un individuo humano a

partir de muestras biológicas nos brinda lo que se denomina información genética en sentido estricto (en sentido amplio la información genética incluye la historia familiar, entre otros datos). De acuerdo con los avances en el área, las pruebas que hoy son complejas y costosas pronto serán simples y económicas. Hace algunos años el conocimiento que podíamos obtener era muy limitado, pero hoy hay chequeos genéticos del cáncer de mama, la enfermedad de Huntington, el síndrome de Down, el mal de Parkinson, la leucemia, entre otras. Sin embargo, no es tan claro el alcance de la detección de esas enfermedades. La mayoría de ellas requieren de otros factores además de un gen con cierta forma: la presencia de otros genes, la presencia o ausencia de factores ambientales, etcétera, por lo que la predisposición delos genes a ciertas enfermedades no es sinónimo de que esa enfermedad vayaa producirse. La capacidad predictiva de la información genética es relativa:algunas variaciones genéticas producen casi siempre la enfermedad, otrasgeneran susceptibilidad a una enfermedad, otras son protectoras de laenfermedad y otras no tienen ningún efecto.

En abril de 2009, Alemania dictó una ley que prohíbe el diagnóstico prenatal para detectar enfermedades futuras; sí lo autoriza por razones médicas, pero no para detectar el sexo u otras características del niño por nacer. Del mismo modo, establece además que ni los empleadores ni las aseguradoras podrán exigir la realización de tests genéticos, salvo por razones de seguridad o en el caso de contratos de trabajo superiores a 300.000 euros.

La discriminación genética también puede darse en el campo de los sistemas de salud, ya que por un lado, los estudios genéticos permiten acceder

10 R. Maliandi: Ética: conceptos y problemas, ob. cit., p.188. 11 R. Maliandi, ob. cit., p. 188.

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a valiosa información de la persona que puede traerle notables beneficios para su salud. Pero como vimos, tal información puede señalar propensiones a ciertas enfermedades que signifiquen mayores costos para las instituciones de salud.

En estos casos: ¿forma parte del derecho de las entidades de salud la posibilidad de usar la información genética como una herramienta más al momento de admitir a una persona a la cobertura o al hacer estadísticas, o tal uso configura un abuso del derecho? ¿Se debe informar al paciente la predisposición a contraer determinada enfermedad?

En el caso de desórdenes genéticos que no permiten la prevención y que ni siquiera ven alterado su curso por una intervención prematura (uno de esos casos es la enfermedad de Corea de Huntington, una patología progresiva que provoca la pérdida de las funciones motrices, trastornos del lenguaje y demencia), caben algunos cuestionamientos: ¿debe brindarse al paciente esta información, aun cuando este pudiera decidir no saber?, ¿debe informarse a los futuros padres la detección de alguna anomalía genética en el embrión o en el desarrollo del feto?, ¿es moralmente aceptable la decisión de los futuros padres de elegir algunas características físicas de sus hijos?

En el campo laboral, ¿es aceptable solicitar a un trabajador que se someta a una prueba genética? ¿Hay alguna diferencia con los análisis de sangre y orina, incluidos en los exámenes preocupacionales habituales?

5. La noción de responsabilidad y la comunidad de evaluadores ampliada

Una de las nociones centrales para pensar los efectos de la ciencia y de la tecnología en la vida de las personas y de la sociedad contemporánea es la noción de responsabilidad. Como todo concepto filosófico, su significado es problemático. Para elucidar brevemente el término en el sentido que nos interesa, resulta necesario vincular dicha noción con la idea de intencionalidad. Quedan excluidas, por tanto, de estas consideraciones aquellas razones meramente causales de una acción, como cuando hablamos de una tormenta como responsable de la pérdida de las cosechas. En esos casos no adjudicamos responsabilidad moral ni legal, pues simplemente utilizamos el adjetivo responsable para señalar una relación de causa-efecto. De modo que la adjudicación de responsabilidad que nos interesa, vinculada al sentido moral y legal del término, requiere de un agente intencional, agente que debe ser capaz de responder por sus propios actos y de prever las consecuencias de estos.12 La responsabilidad, además, requiere de cierto grado de libertad, pues

12 Como la responsabilidad es un concepto que aborda tanto la filosofía política como la filosofía moral, algunos autores asignan el primer sentido a la filosofía política y el segundo a la filosofía moral.

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si se excluye la posibilidad de actuar de otro modo, solo quedan conductas explicadas por leyes físicas o un mero determinismo causal. Por último, conviene recordar un punto que aporta un peculiar matiz al análisis: hablar de responsabilidad en el ámbito de los efectos de la ciencia y la tecnología no es sinónimo de culpabilidad.

Este análisis conlleva otro punto conflictivo: la responsabilidad a la que estamos haciendo referencia, ¿es una responsabilidad individual o es una responsabilidad colectiva? Este último término resulta medular para analizar los efectos nocivos de la actividad científica sobre el planeta y la biodiversidad. Pero la ciencia y la tecnología son abstracciones si no hacen referencia a agentes concretos de carne y hueso que puedan dar cuenta de los resultados y consecuencias de sus actos. ¿Es el científico (o el tecnólogo) el único responsable por sus investigaciones (o por sus aplicaciones)? La noción de responsabilidad colectiva, ¿abarca a la humanidad entera, a determinados grupos, a ciertas organizaciones, todo ello de acuerdo con los contextos?

Algunos autores hablan de una comunidad de evaluadores extendida para hacer referencia a la necesidad de considerar otros actores –al margen de los técnicos y de los científicos– al momento de evaluar los riesgos de las investigaciones científicas y la aplicación de tecnología. Ante proyectos complejos de gran envergadura e impacto en la sociedad (podemos pensar en la instalación de pasteras, en extracción minera, construcción de represas, plantas nucleares, etcétera), es importante adoptar un modelo de evaluación en el que se considere el riesgo no como algo abstracto y determinable en forma cuantitativa o técnica solamente, sino pensándolo desde una dimensión integral que incorpore otras perspectivas además de la económica: la medioambiental, la política e incluso la perspectiva y los intereses de las personas directa o indirectamente involucradas (sus beneficios y perjuicios medianamente objetivos, así como sus modos de vida, sus temores, creencias, sus perspectivas sobre el futuro, etcétera). Es discutible cuál debería ser el alcance y el estatus de los evaluadores, pero una evaluación meramente técnica no puede predecir los riesgos con absoluta certeza y precisión, y los riesgos en casos de perjuicios irreversibles no admiten un mero cálculo.

Sería ingenuo sobreestimar la incidencia de este tipo de evaluaciones, pero es un hecho que las sociedades democráticas modernas tienden a incorporar instituciones para que ello ocurra cada vez más asiduamente. Por ejemplo, las audiencias públicas constituyen un instrumento tal vez menor frente al poder en apariencia inexpugnable de la ciencia, pero ante situaciones que involucran transformaciones profundas en el seno de una comunidad, han permitido ampliar la discusión y las perspectivas implicadas al ámbito público. Si bien se trata de organizaciones perfectibles, muestran cierta eficacia para tender a una evaluación ampliada de los riesgos tecnológicos y científicos, porque potencian la participación ciudadana de las partes involucradas y fuerzan a divulgar información que, tal vez, de otro modo no sería conocida. De este modo, la sociedad en su conjunto –agrupaciones, individuos, empresas, asociaciones de

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consumidores, de abogados, organizaciones ambientalistas, ciudadanos de a pie y representantes del Estado– se ve conminada a exponer sus intereses y puntos de vista públicamente, lo que constituye un avance de carácter democrático más que auspicioso.

6. El cientificismo y la neutralidad valorativa de la ciencia

Presentaremos ahora algunos conceptos importantes para comprender dos maneras diferentes de abordar la pregunta por la responsabilidad de la ciencia y de los científicos, a la luz de diferentes maneras de comprender la ciencia y la actividad científica en la actualidad.

El saber científico –según vimos– se ha desarrollado en gran medida contra el sentido común y las ideas más asentadas y naturales de los saberes circulantes en cada época. Recordemos las dificultades de Copérnico (y de cualquiera que no disponga más que de sus sentidos) para establecer la hipótesis de que la Tierra se mueve alrededor del Sol. La confianza en la ciencia moderna proviene de la convicción de que ella es producto principal y exclusivo de la razón. Desde el siglo XVIII la Ilustración fortaleció esa confianza en la razón frente a los prejuicios, los saberes infundados, los dogmatismos y autoritarismos; en suma, frente a cualquier tipo de oscurantismo y de irracionalidad de la experiencia humana. Cualquier saber que se precie de científico se identificará, desde la modernidad, con la búsqueda racional de la verdad y el destierro del error en el campo del conocimiento. Y no solamente en el campo teórico, sino también –y especialmente– en el de sus aplicaciones prácticas. La ciencia, de acuerdo con esta mirada optimista, hasta los inicios del siglo XX será la actividad capaz de conocer verdaderamente el mundo hasta en sus más recónditos secretos, y de poder mejorarlo, controlarlo, en pos de la felicidad del hombre. Las enfermedades, la pobreza, la naturaleza desconocida, la materia y el ámbito psíquico, la organización social y la vida en todas sus dimensiones; todo ello puede ser abordado y estudiado para su conocimiento y, llegado el caso, para su control y mejoramiento al servicio del hombre. El mundo en su totalidad, gracias a la ciencia y a la confianza que otorga la razón, podría convertirse en el verdadero paraíso terrenal. La Primera Guerra Mundial, Auschwitz, Hiroshima son algunos de los sucesos que erosionaron fuertemente esa confianza y mostraron el lado oscuro de la ciencia. Al lado luminoso del progreso científico –patente en el mejoramiento de la vida, la extensión del confort y la lucha contra las enfermedades; en las posibilidades infinitas de las comunicaciones y la velocidad de circulación– se le opone el costado oscuro, la tragedia del desarrollo, vivenciada ya en el siglo XX.

A lo largo del curso, hemos presentado las dificultades de considerar la ciencia como un saber verdadero, seguro e infalible, rector legítimo de otros

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ámbitos de la vida.13 Sin embargo, la ciencia sigue gozando en cierta medida de prestigio y confianza; la imagen de la ciencia como conocimiento seguro predomina en el saber común de la mayoría de las personas y circula fuertemente en los medios masivos de comunicación, en los estratos con capacidad de decisión política y, también, entre los propios científicos.

El optimismo sobre la ciencia subyace, en algún sentido, a una perspectiva de la ciencia denominada cientificismo, que tiene su elaboración también entre algunos epistemólogos. Mario Bunge (físico y filósofo argentino nacido en 1919; exponente del cientificismo) diferencia –en su obra Ciencia y desarrollo– entre la ciencia pura, la ciencia aplicada y la tecnología. Las dos primeras buscarían obtener conocimiento de un recorte de la realidad, sin otro fin que el de enriquecer el saber humano. La ciencia pura pretende obtener conocimiento y es libre en la elección de sus problemas y sus métodos, y en la decisión del rumbo de sus investigaciones. La ciencia aplicada justamente aplicaría el conocimiento obtenido por la ciencia básica a problemas prácticos y más específicos. En ambos casos se trata de comprender y explicar la realidad, pero la ciencia aplicada apunta a posibles temas de interés social y puede ser planificada, aunque no es libre de elegir sus propias líneas de investigación, ya que justamente estas dependen de necesidades ajenas a la búsqueda del conocimiento por el conocimiento mismo. Ahora bien, la tecnología se distingue de la ciencia pura y de la ciencia aplicada porque a ella compete la utilización del saber y teorías científicas para la producción de artefactos útiles o planes de acción, es decir, para la modificación de la realidad. Aquí el saber no es un fin en sí mismo. De este modo, es posible sostener –como lo hace Mario Bunge y para el cientificismo en general– la neutralidad valorativa de la ciencia, pero no así la de la tecnología: si la ciencia pura es desinteresada, la tecnología produce efectos reales en el mundo y está orientada a determinados fines que pueden ser valiosos o disvaliosos, por lo que es preciso someter a la tecnología a controles de tipo moral y social.

La imagen de ciencia que el cientificismo ayudó a construir ha tenido sus defensores y sus detractores en nuestro país, en el marco del debate sobre política científica iniciado en la década del sesenta con el clásico libro de Oscar Varsavsky Ciencia, política y cientificismo (1969) y continuado en posteriores actualizaciones de esta polémica entre cientificistas y anticientificistas. Como indicamos, para el cientificismo se puede separar tajantemente la búsqueda de la verdad desinteresada, el afán de conocimiento propio de la ciencia, y el ámbito de sus aplicaciones, propio de la tecnología. A pesar de las diversas críticas recibidas desde diferentes autores y corrientes epistemológicas –algunas estudiadas en este curso–, el cientificismo mantiene una influencia

13 Recordemos que si bien el positivismo lógico sostenía aún la imagen lineal y acumulativa del desarrollo científico, ese conocimiento era probable; que Popper y su postura falsacionista abonaron la idea del conocimiento provisorio, falible e hipotético; y que la nueva filosofía de la ciencia discutió la noción misma de progreso científico, afirmando un saber científico relativo, no gradual ni acumulativo.

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muy grande en ciertos sectores de la sociedad: es un lugar común sostener que la ciencia busca desinteresadamente el saber y que no depende del científico (ni de la ciencia) el uso que se haga de ese saber neutro y objetivo. De acuerdo con la perspectiva cientificista, quienes tienen responsabilidad y son susceptibles de sanción moral son quienes utilizan esos conocimientos, ya para hacer el bien, ya para hacer el mal: los decididores, los actores políticos y económicos, responsables exclusivos por los usos del saber científico. La ciencia en sí misma, entonces, no es éticamente responsable por el uso non sancto de sus conocimientos; la responsabilidad les cabe a aquellos actores que pertenecen e interactúan con el campo de la tecnología.

Para pensar… Cientificismo es una expresión que no es sinónimo de científico. Muchos

científicos comparten –sabiéndolo o no– las ideas del cientificismo más ingenuo: la ciencia como conocimiento objetivo, acumulativo, racional, verdadero. Pero se puede hacer ciencia sin ser cientificista, y por el contrario, es posible afirmar posiciones cercanas al cientificismo sin ser científico. La filosofía de las ciencias es un tipo de saber particular que tiene como objeto de estudio la ciencia. Pero no es ciencia; es filosofía. Y la pregunta filosófica pretende indagar lo más obvio y cercano, aquello que se presenta como familiar y sin problemas. En ese sentido, preguntarse, sospechar y poner en evidencia los supuestos de una visión dominante sobre la ciencia es una tarea filosófica. En este mismo sentido, el enfoque filosófico de la ciencia permite tomar distancia de ella, advertir sus prejuicios e intentar ir más allá de su apariencia inmediata y evidente, de sus descubrimientos y producciones tecnológicas. Nos hemos preguntado por la especificidad del saber científico y hemos discutido el sentido del progreso científico. El debate que presentaremos aquí entre lo que comúnmente se denomina cientificismo y las críticas a esa manera de comprender la ciencia (anticientificismo) supone y continúa en otros términos aquellos interrogantes iniciales. El peligro que entraña el progreso científico, ¿es parte inevitable de ese progreso, un costo por pagar? Los perjuicios que ocasionan ciertas aplicaciones del conocimiento científico, ¿pueden eliminarse solo con más producción de ciencia? ¿Cuál es, en definitiva, el poder de la ciencia y la tecnología?, ¿en qué radica su inmenso poderío, su prestigio casi incuestionado a pesar de sus efectos perjudiciales? ¿Es posible, hoy, limitar el poder de la ciencia y la tecnología?, ¿puede el ser humano dominar la ciencia y la tecnología? ¿O el ser humano es actualmente un producto, un elemento indiscernible de ellas y, en verdad, a su servicio? La tecnología, ¿es un producto de la ciencia y de la razón humana, como una herramienta que puede ser mejorada, de la cual podemos desprendernos sin modificar lo que somos?¿O por el contrario, el poder adquirido de la tecnología desde la modernidad ha transformado de un modo tan radical la experiencia humana que resulta imposible –para bien o para mal– pensarnos de otro modo? ¿A quién habría que preguntarle sobre estas cuestiones?

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7. La tecnociencia y la crítica al modelo de la ciencia martillo

Enrique Marí (1928-2001), epistemólogo argentino crítico de la perspectiva cientificista, se refirió a esta postura como el modelo de la ciencia martillo.14 El cientificismo cree que, como el martillo, los conocimientos científicos no son ni buenos ni malos en sí mismos, pues depende de para qué se los use. El martillo puede ser utilizado para fines benéficos (la construcción de un armario) o puede ser utilizado para fines destructivos o negativos (golpear la cabeza deotra persona), pero en sí mismo no tiene sentido adjudicar al instrumentoresponsabilidad o maldad o bondad, puesto que es justamente una herramientaque depende de quién y en qué sentido se la utilice. En cambio, desde el puntode vista anticientificista –que es el asumido por Marí–, la imagen de estaherramienta no da cuenta de la forma social del conocimiento que llamamosciencia.

Hasta aquí hemos utilizado los términos ciencia y tecnología marcando las diferencias señaladas por el cientificismo. En cambio, es decisivo para el anticientificismo hablar de tecnociencia, porque ello hace referencia a la íntima vinculación entre la ciencia y la tecnología que muestra la actual conformación de la empresa científica en su conjunto. La garantía de verdad y la búsqueda de la utilidad–que el cientificismo separa, de alguna manera– están integradas e interrelacionadas. La distinción que hace Mario Bunge y el cientificismo en general entre ciencia pura, ciencia aplicada y tecnología es abstracta e idealizada, y debe comprenderse en su contexto, ya que responde a diferentes tareas de una misma actividad que, en rigor, desde el inicio de la modernidad tiene un propósito fundamental: la búsqueda de leyes que regulan los fenómenos, con su consecuente poder de predicción. Más aún, la tecnociencia busca el conocimiento en función del control y la manipulación de los fenómenos y de la naturaleza. La tecnociencia es el modo de nominar esta íntima vinculación entre las diferentes tareas del proceso científico, la conexión intrínseca entre ciencia y tecnología. Tanto como el deseo de saber, es el deseo de poder el que mueve la actividad científica toda. La ciencia constituye una institución de saber/poder que no obedece a lo que el cientificista cree. La contrastación de hipótesis y teorías científicas y todo lo referido a las dificultades teóricas (epistemológicas) para establecer su verificación (o confirmación o corroboración) no son un fin en sí mismo, sino un medio para obtener mayor dominio sobre los fenómenos. Y la ciencia pura, para el anticientificismo, es un momento de un proceso mayor que busca el control de la naturaleza. Adjudicarle a ese momento la actitud de saber por el saber mismo, insistir en el desinterés en la búsqueda de la verdad, evita que toda la ciencia sea sometida a planteos éticos, dejando ese terreno para el momento de la aplicación del saber científico: la tecnología y quienes deciden sus usos.

14 Enrique Marí: “Ciencia y ética. El modelo de la ciencia martillo”, en Doxa, vol. 10, 1991.

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Toda investigación científica –sostiene el anticientificismo– posee más tarde o más temprano determinados intereses: el científico puede creer que busca el conocimiento desinteresadamente (y buscarlo de ese modo, efectivamente), pero el fenómeno en el que se sostiene su trabajo es más amplio y comprende otros momentos y tareas. Y como bien sabe el científico, también comprende diferentes modos de financiación. Además, su conducta requiere sostener y lidiar con cuestiones éticas permanentemente, al margen del protocolo de exigencias formales de la metodología científica. La imagen del científico solitario haciendo pruebas en un laboratorio no responde a la conformación actual de la ciencia en el capitalismo contemporáneo. Hoy, las inversiones destinadas a la investigación tienen un componente no exclusivamente humanitario o altruista; lo que impulsa las investigaciones muchas veces es la lógica de dominación de la naturaleza, y actualmente, en asociación con ella, la lógica de maximización del capital. La inversión en ciencia pura tardará más en redituar, pues será necesario profundizar en aspectos teóricos que no tienen utilidad inmediata; los conocimientos básicos de la ciencia podrán incrementar y retroalimentar el saber teórico (ciencia pura), pero constituyen desde el origen de cualquier investigación la posibilidad inmanente de su utilización para fines prácticos. Llegados a este punto, resta decir que para el anticientificismo, la búsqueda del saber está ligada indefectiblemente a compromisos sociales, porque la misma ciencia es un producto social y tiene consecuencias que el científico debe prever. Junto con los demás participantes de la actividad científica, son responsables por los usos que se harán de sus investigaciones, por los riesgos asumidos y por las consecuencias sociales de la aplicación de sus saberes.

Ejercicio 3 Después de la lectura de los siguientes casos, señale para cada una de las opciones que se presentan en los cuadros, si podrían ser sostenidas por cientificistas (C) o por anticientificistas (A).

a. La producción de alimentos y la biodiversidad terrestre dependen en gran medida de la polinización de las flores que llevan a cabo las abejas y otros insectos, como las mariposas y los abejorros. Lamentablemente, sus poblaciones están disminuyendo ostensiblemente por las prácticas de la agricultura industrializada (como los monocultivos, que implican menor disponibilidad y diversidad de alimento para estos insectos) y por el uso de plaguicidas.

No solo el deseo de saber por el saber mismo motoriza la investigación en biología, sino también –y en mayor medida– el deseo de control de la información con diversos fines utilitarios.

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Los biólogos que investigan el modo de acrecentar la producción agrícola no son éticamente responsables de las consecuencias del uso de tales conocimientos. En todo momento de su desarrollo, el saber científico sobre agricultura estuvo orientado por compromisos económicos y sociales. Cuando la investigación llevada cabo por los biólogos es financiada por la empresa que podrá comerciar los productos que surjan de tales investigaciones, no tenemos una investigación libre, pero sí cuando es financiada por una empresa o Estado no vinculado directamente con el comercio de los productos.

b. Karl Marx ha realizado grandes aportes teóricos a las ciencias sociales comola historia, las ciencias políticas, la sociología y la economía, desarrollando unateoría que predecía la crisis del capitalismo una vez que los proletarios tomaranconciencia de clase y se unieran para participar activamente y producir uncambio revolucionario. Tal teoría fue llevada a la práctica de la mano de líderesmarxistas, los que muchas veces apelaron al asesinato como método de acciónrevolucionaria.

Los sociólogos que investigan los diferentes lazos que unen a los hombres constituyendo el tejido social producen un tipo de ciencia que es éticamente neutral. En todo momento de su desarrollo, la teoría marxista estuvo orientada y atravesada por las propias inclinaciones del autor. No solo el deseo de saber por el saber mismo motoriza la investigación social, sino también –y en mayor medida– el deseo de control de los individuos. La distinción entre la teoría marxista, por un lado, y sus aplicaciones, por el otro, se basa en una diferencia sustancial (no abstracta) entre ambas.

c. El Amazonas es considerado el pulmón del planeta y uno de los principalesresguardos de su biodiversidad. En las últimas décadas, gracias a los avancestecnológicos, se puede desforestar el equivalente a una cancha de fútbol porminuto.

El conocimiento científico es como un martillo. Puede ser usado para desarrollar tecnología eco-amigable, o bien para causar grandes daños ambientales. La ciencia aplicada que se necesitó para desarrollar la tecnología que hoy se implementa en el Amazonas fue en gran parte desarrollada para cumplir con dicho fin. La búsqueda de la verdad y la búsqueda de utilidad son, en muchos contextos científicos, independientes entre sí. La búsqueda del saber está ligada indefectiblemente a compromisos sociales, económicos y políticos.

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Ejercicio 4 ¿Cuál de las siguientes afirmaciones corresponde a una posición cientificista? (Marque con una cruz la opción seleccionada)

La distinción entre ciencia pura, ciencia aplicada y tecnología es abstracta e idealizada. Junto al deseo de saber, es el deseo de poder lo que en verdad motoriza la actividad científica. La búsqueda del saber está ligada indefectiblemente a compromisos sociales. La tecnología se distingue de la ciencia pura y de la ciencia aplicada, pues es la que usa las teorías científicas para la producción de artefactos o planes de acción, es decir, para la modificación de la realidad.

Ejercicio 5 ¿Cuáles de las siguientes afirmaciones son verdaderas y cuáles falsas?

Para los cientificistas, la metodología y la lógica de la investigación pasan a un segundo plano en los estudios de la ciencia. Lo que interesa señalar, para la perspectiva anticientificista, es la diferencia sustantiva entre la ciencia, por una parte, y la tecnología, por otra. Según los anticientificistas, para entender el fenómeno social de la ciencia, la actividad científica debe ser estudiada en su propio ámbito de producción: los laboratorios. Para el cientificismo, la ciencia pura es libre de elegir sus problemas y sus métodos, y de decidir el rumbo de sus investigaciones; y la ciencia aplicada aplica el conocimiento obtenido de la ciencia básica a problemas prácticos y más específicos. Para el anticientificismo, la tecnociencia busca el conocimiento en función del control y la manipulación de los fenómenos y de la naturaleza.

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8. Caso de estudio.Residuos electrónicos: consecuencias colaterales del desarrollo

científico-tecnológico

Cada vez más confiados de que han llegado para ser superados, los objetos electrónicos que encarnan hoy el más prodigioso conocimiento científico atraviesan nuestra realidad cotidiana determinando nuestro modo de interacción con los otros. La constante oferta crea la constante demanda mediante campañas publicitarias recurrentes que potencian su encanto intrínseco, pero hasta cierto punto, pues nuestro embelesamiento ante cada objeto está llamado a durar poco. El nuevo producto eclipsa las bondades del anterior, lo arroja fuera de nuestra vida cotidiana, de nuestro campo de visión, aunque no del planeta, pues absolutamente todo lo que desechamos permanece en él.

El lado oscuro del progreso científico-tecnológico se presenta cuando miramos hacia los restos de lo que ya no usamos. Es ahí donde advertimos que el pasado tecnológico se asegura un sitio en el futuro de los jóvenes de hoy. Pues las computadoras, celulares, LCD, impresoras, periféricos, baterías, plaquetas, entre otros dispositivos, contienen metales pesados y sustancias químicas tóxicas altamente peligrosas para la salud y el medioambiente.

Su retiro de circulación es uno de los problemas principales de las grandes urbes. No existen demasiadas opciones: los residuos tecnológicos suelen ser arrojados a mares o ríos, incinerados, provocando contaminación aérea y cenizas tóxicas, o bien enterrados. En este último caso, la contaminación del suelo y del agua subterránea será más

rápida o más lenta dependiendo del tratamiento que tales residuos reciban.

En paralelo, esta industria fomenta la extracción intensiva de minerales, tales como el cobre, el oro, la plata y el paladio, la que se realiza siempre con un costo sanitario y ecológico muy alto para la región en cuestión. Mientras que la robótica, en franco desarrollo, permitiría en un futuro cercano lo que algunos llaman la revolución industrial marina, una minería submarina que podría acrecentar el riesgo de la biodiversidad.

El reciclado de algunos de los componentes se presenta sin duda alguna como la mejor opción; sin embargo, una laguna jurídica en algunos casos, o bien la ausencia de debidos controles que aseguren el respeto de la ley, lleva a que la difícil y peligrosa tarea de reciclaje se realice sin los cuidados pertinentes, poniendo en peligro la salud de los trabajadores y del medioambiente. Actualmente, por ejemplo, los países desarrollados suelen de modo ilegal deshacerse de gran parte de los residuos electrónicos exportándolos a los países en vías de desarrollo, en especial los asiáticos. Lo que exhibe hasta qué punto la actual explosión tecnológica tiene, desde un punto de vista ético, un costado oscuro que no debe ser minimizado.

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Para pensar…

¿Qué medidas toma usted para reducir las consecuencias colaterales que se derivan del uso de artefactos electrónicos?

¿Qué otras consecuencias colaterales no deseadas del desarrollo científico-tecnológico conoce?

-¿De cuáles participa usted sumando contaminación al medioambiente?-¿Qué medidas toma usted para aminorar esas consecuencias no deseadas?-Haya usted optado por alguna disciplina científica o no, ¿qué medidas a favordel medioambiente podrá tomar una vez egresado de esta universidad?

Ejercicio 6

A partir del caso de estudio, confeccione un listado de los responsables de las futuras consecuencias del uso actual de este tipo de artefactos.

Reflexione sobre su anterior respuesta. ¿Es usted cientificista o anticientificista?, ¿por qué?

9. Ética ambiental

A partir del caso descripto, faltaría señalar que los países exportadores de residuos contaminantes, aunque implementen políticas verdes dentro de sus fronteras, no logran estar al margen de los grandes problemas ambientales. El dióxido de carbono que emiten las industrias instaladas en Indonesia nos afectará tarde o temprano a todos. El problema es global, y por ende, su solución también debe serlo. Científicos de todo el mundo trabajan para encontrarla; la tarea no es sencilla. Manfred Max Neef15 nos dice:

Estamos obligados a definir caminos al andar, desde un desafío de alguna manera similar al que, en el origen, enfrentaron los primeros habitantes en sus cavernas, sin ninguna tradición y desde la escasez de lenguajes. Tenemos que volver a dibujar en la penumbra, al abrigo de nuestras pequeñas comunidades, los signos que puedan simbolizar nuestra comprensión de una realidad amenazante y facilitar la creación de alternativas.16

15 Manfred Max Neef (Valparaíso, 1932) es un economista, ambientalista y político chileno, autor de varios libros, ganador del Right Livelihood Award (premio Nobel Alternativo). 16 Manfred Max Neef: Desarrollo a escala humana: conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Barcelona, Icaria Editorial, 2006, p. 13.

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Durante los años inmediatamente posteriores a la Revolución industrial,17 los efectos contaminantes de la intervención del ser humano sobre el medioambiente han pasado inadvertidos, o bien la capacidad de restauración del equilibrio natural ha sido muy efectiva. Pero a mediados del siglo XX, los avances científico-tecnológicos que posibilitaron las políticas extractivistas,18 junto con el crecimiento de la población mundial, volvieron cada vez más visibles los desequilibrios biosféricos.

Este tipo de inquietudes han motivado el desarrollo de una nueva área de reflexión: la ética ambiental, que tematiza nuestra relación moral con el medioambiente y el valor de este y de sus componentes no humanos. En una síntesis muy acotada del estado de situación, podemos decir que actualmente se enfrentan –aunque con marcados matices– dos grandes perspectivas éticas vinculadas al medioambiente: una antropocéntrica y otra biocéntrica. La tensión entre ambas posiciones se volvió patente en los últimos ciento cincuenta años, y la discusión dista de ser dirimida. La propuesta del movimiento de la ecología profunda –que tratamos a continuación– es quizás la más discutida y desarrollada en los últimos años, pero hay muchas otras que por cuestiones de espacio no podemos introducir aquí.

10. Ecología profunda

Uno de los más destacados representantes de la filosofía ambiental es el filósofo noruego Arne Naess, quien si bien participó activamente de los seminarios del positivismo lógico guiados por Moritz Schlick y Friedrich Waismann, y forjó una gran amistad con Rudolf Carnap y Alfred Ayer, mantuvo con ellos importantes diferencias, aproximándose más tarde a la tendencia crítica de la nueva filosofía de la ciencia (en consonancia con ideas de Thomas Kuhn, de Imre Lakatos o de Paul Feyerabend).19 A partir de 1969 se involucró activamente en la mitigación de una crisis ambiental en su país, y fundó años más tarde lo que hoy se conoce como ecología profunda.

Naess consolida su propuesta oponiéndose a la ecología reformista, que él denomina superficial. Esta ecología superficial defiende que los problemas

17 Con revolución industrial designamos un conjunto de transformaciones técnicas y económicas que caracterizaron la sustitución de la energía física por la energía mecánica de las máquinas, es decir, el cambio de la producción manufacturera por la fabril. Se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra, y con rapidez se extendió a Norteamérica y a otros países de Europa Occidental. 18 Con extractivismo designamos un modelo de crecimiento económico que presenta una alta dependencia de la extracción intensiva (en grandes volúmenes) de recursos naturales, los cuales son exportados con muy bajo valor agregado. 19 Alicia Bugallo: La filosofía ambiental en Arne Naess, Ediciones del ICALA, 2011, pp. 28-33.

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ambientales pueden solucionarse reduciendo la incidencia del factor perturbador, es decir, llevando a cabo un tratamiento particular, fragmentado del problema. Por ejemplo, si un río desborda con frecuencia, habrá que iniciar las obras necesarias para impedirlo (construcción de canales, reforestación de sus riberas, etcétera), lo que implica dejar fuera de discusión el modelo económico, político y social que está a la base del problema. Según Naess, mientras la ecología superficial busca combatir la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales –cuidando de no descuidar la salud ni el alto consumo de los habitantes de los países desarrollados–, su propuesta –la ecología profunda, con un marcado espíritu ético– llama al abordaje de las causas culturales subyacentes a la crisis ambiental. Desde esta mirada, no pueden quedar afuera de la discusión los supuestos metafísicos, religiosos, sistemas políticos, estilos de vida y valores de la sociedad industrial que están a la base de la problemática ambiental, lo que no implica dejar de llevar a cabo medidas correctivas o paliativas.

La ecología superficial es compatible con la ética antropocéntrica, para la cual los seres humanos solo tienen deberes morales hacia otros seres humanos; y si se persigue el cuidado de otras especies, es solo por la utilidad que representan para los seres humanos. Es decir, la valoración de la naturaleza está supeditada al valor de uso asignado por el ser humano. Por el contrario, en franca oposición al pensamiento antropocéntrico, Naess explica que el ser humano es un componente más de los ecosistemas y que en ellos existe una relación de dependencia recíproca entre el hombre y las demás especies compañeras de evolución. Por lo tanto, frente al antropocentrismo, promueve un biocentrismo. La postura biocéntrica promueve el valor intrínseco de toda forma de vida en oposición a la valoración extrínseca, o instrumental, propia del antropocentrismo. Para los antropocentristas, los valores son propiedades externas y solo pueden ser otorgados por los humanos de acuerdo con la utilidad que revisten. En cambio, los valores intrínsecos en la naturaleza –que defienden los biocentristas– expresan una naturaleza o cualidad que son propias o inherentes a un objeto, ser vivo o ambiente, y por lo tanto, son independientes de los valores otorgados por los humanos; se trata de valores que no surgen considerando a otros seres sensibles o especies vegetales como un medio para el fin propio de las personas.

Si bien el biocentrismo deriva de una crítica profunda al antropocentrismo, cabe destacar que de ningún modo la defensa del biocentrismo implica negar lo propio humano y que, en todo caso, se trata de repensar y revisar la legitimidad de todo aquello que el hombre hace a las demás especies en nombre de eso propio o especial que lo caracteriza. 20

20 Alicia Bugallo: “Arne Naess: una filosofía ambiental práctica, entre la ciencia y la sabiduría”, Revista Ambiente y Desarrollo, Edición Especial Ética Ambiental, vol. 23, n.º 1, 2007, Río Cuarto, pp. 108-111.

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Según Naess, aquello que el ser humano hace de modo rutinario o cotidiano es parte de un obrar mucho más amplio, involucra un proyecto mucho más vasto, tiene que ver con un proyecto de vida a partir del cual ejecutamos nuestras acciones. El movimiento de la ecología profunda –caracterizado por una serie de principios normativos que nos impelen a actuar de determinada manera– debe entenderse, entonces, integrado a un bagaje de creencias mucho más amplio. Habida cuenta de que todos los principios normativos de este movimiento están atravesados por una crítica a los preceptos del antropocentrismo, el bagaje de creencias religiosas, filosóficas, metafísicas, etcétera, que le dan sustento son compatibles con esta perspectiva biocéntrica. Cabe destacar que ese marco teórico general puede tener origen en las más diversas culturas.

Con el férreo objetivo de mermar la crisis ambiental, Arne Naess consideró necesario revitalizar esas creencias generales sostenidas por algunos grupos minoritarios, acoplándoles los principios normativos del movimiento de la ecología profunda –siempre abiertos a revisión y evolución–, convencido de que con este encuentro el llamamiento a la acción se vería acrecentado. Esta idea quedó sintetizada a la vez que organizada en lo que llamó el diagrama del delantal, que es un esquema que puede ser pensado como un instrumento de trabajo, como una herramienta para la acción, y que está organizado en cuatro niveles.

En la pechera del delantal o nivel 1, Naess sitúa los supuestos o creencias –filosóficas, religiosas, místicas, metafísicas, éticas, etcétera– no antropocéntricas que guían más o menos explícitamente la conducta de muchos individuos. Corresponderían a este nivel el modelo cristiano de San Francisco de Asís, el budismo, las sabidurías indígenas resumidas en el concepto Sumak Kawsai (buen vivir) o en el de Pachamama.

En la cintura del delantal o nivel 2, encontramos principios normativos que prescriben el abandono del antropocentrismo en beneficio del biocentrismo, que concibe al hombre como una parte más de esa delicada red que constituye la biosfera. Estos postulados básicos ocuparían un lugar análogo al que ocupan las leyes y las teorías en el paradigma kuhniano. Citamos dos de estos principios:

1. El bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana en la Tierra tienen un valor en sí mismo, es decir, independientemente de su utilidad para los objetivos humanos.

2. Los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y diversidad, salvo para satisfacer necesidades vitales.

Luego, aparece el nivel 3 o falda, donde se ubican proyectos de acción coherentes con los principios del nivel 2 y las creencias más generales del nivel 1. Sería el caso de las personas que se organizan en ONG o en grupos más

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pequeños para proponer proyectos de ley que eviten la pérdida de biodiversidad, o diversos tipos de contaminación, por ejemplo.

Por último, llegamos al nivel 4, sobrefalda, donde encontramos las realizaciones concretas.

Con respecto a este último nivel, se impone mencionar como el ejemplo más contundente la reciente aprobación de los derechos de la naturaleza en la nueva Constitución de Ecuador (2008):

Una constitución es un acuerdo normativo construido políticamente y refrendado por las mayorías, y en ella no se tiene que explicar los orígenes de las valoraciones, bastando que sean reconocidas. De esta manera, personas que parten de distintas tradiciones culturales, filosóficas o religiosas pueden llegar a los derechos de la naturaleza desde diferentes caminos.21

Se destacan los artículos 71 y 72, cuyo texto inicial reproducimos:

- Art. 71. La naturaleza o Pachamama tiene derecho a que se respeteintegralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclosvitales, estructura, funciones y procesos evolutivos (…).

- Art. 72. La naturaleza tiene derecho a la restauración integral (…).

Ejercicio 7

Lea el siguiente caso. Señale con A las opciones compatibles con una postura antropocéntrica, y con B las compatibles con una postura biocéntrica.

Una empresa de producción intensiva avícola, que constituye la principal fuente de trabajo de la región, vierte sus desechos de producción (que poseen altísimos niveles de microorganismos patógenos, nitrógeno en exceso y antibióticos) cerca de un río que riega, corriente abajo, las tierras destinadas a proyectos familiares de agricultura y que además constituye una fuente de agua para todos los habitantes del pueblo.

[…..] En un inicio el problema debe ser abordado con el objetivo de preservar la calidad de los productos de los agricultores y la potabilidad del agua, sin descuidar, a la vez, la fuente laboral que representa la actividad avícola en la región. […..] La empresa debe destinar parte de sus ganancias a la construcción de una planta de tratamiento de residuos avícolas que cumpla con las normas en curso, disminuyendo, de este modo, la contaminación del río. […..] Es preciso relocalizar las instalaciones de la empresa, buscando un lugar donde ningún ser humano salga comprometido, a corto plazo al menos, con la contaminación.

21 Eduardo Gudynas: Derechos de la naturaleza, Buenos Aires, Tinta Limón Editorial, 2015, p. 70.'

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[…..] Es conveniente cerrar la empresa de producción intensiva avícola, ampliando a gran escala los proyectos de agricultura orgánica. Pugnaría no solo por la salud de los habitantes del pueblo, sino también por la flora, fauna y microbiota que depende o habita en la región.

11. Ciencia y tecnología para la sostenibilidad

La actual crisis ambiental conduce al crecimiento del consenso entre científicos, intelectuales, políticos, etcétera, sobre la urgencia de dirigir los esfuerzos de la investigación e innovación científica hacia el logro de tecnologías ecoamigables. A menudo escuchamos hablar del desarrollo de fuentes de energía limpias y renovables (biomasa, eólica, geotérmica, hidráulica, solar, mareomotriz, etcétera). También sobre desarrollos que lograrían reducir el impacto ambiental de los medios de transporte y de los residuos domésticos e industriales. Sin embargo, en contraste con otras innovaciones tecnológicas, las ecoamigables avanzan muy lentamente, seguramente por el conflicto de intereses que generan. De todos modos, también la población en general es reticente a aceptar la necesidad de modificar su conducta en relación con el consumo de recursos naturales no renovables, hábitos alimentarios, descarte de residuos y otros. Hecho que no deja de ser estudiado por diferentes disciplinas sociales, promoviendo su superación a través de la concientización. Asistimos así a una nueva etapa de la historia humana donde convergen saberes científicos, sociales y naturales con el objetivo de promover el desarrollo sostenible, es decir, un desarrollo que asegure la satisfacción de las necesidades presentes sin comprometer la satisfacción de las necesidades de las futuras generaciones.

Un desarrollo sostenible implica, en primer lugar, sacar a la luz la estrecha relación entre lo político, lo económico y lo científico. En segundo lugar, requiere que el conocimiento científico reconozca las peligrosas consecuencias físicas del desarrollo científico-tecnológico y que elabore, a la vez, tecnologías alternativas ecoamigables. Y por último, necesita que el hombre adquiera plena conciencia de sus límites.