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DIOCESIS DE PASTO En estado permanente de Misión

Lectio Divina 4 Domingo adviento

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AMBIENTACIÓN Nos reunimos para la celebración de la Eucaristía en el cuarto y último domingo

de Adviento. En la ciudad ya todo está preparado. Los escaparates repletos de cosas; la iluminación especial de estos días ya está encendida; las invitaciones a pasarlo bien son numerosas. Nosotros volvemos nuestros ojos a la Palabra de Dios para que nos ilumine en la cercanía de la Navidad.

A lo largo del Adviento, dos avisos fundamentales se nos han estado haciendo: - la venida del Señor será una realidad, - es necesario prepararnos para su venida.

Y varios personajes han estado llamando nuestra atención: los profetas, Juan Bautista y hoy, como broche oro, la Virgen María.

El mensaje cristiano no es para «guardarlo en nosotros», sino para celebrarlo con gozo y compartirlo con los demás, como hizo la Virgen María.

1. PREPARACION: INVOCACION AL ESPIRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo, llena y mueve nuestros corazones. Ayúdanos a acoger a Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne.

Que Jesucristo, luz del mundo, ilumine nuestra mente y nos haga testigos de la Verdad y defensores de la Vida,

para que nuestra comunidad eclesial sea la morada de Dios entre nosotros,

«Casa y escuela de comunión», por la escucha y puesta en práctica de la Palabra

Que nosotros no rechacemos la invitación de Dios a acercarnos y escuchar su Palabra,

y trabajar por el Reino, sino que con nuestras obras y palabras

demos testimonio de nuestra fe y ejemplo de nuestra esperanza.

Ven, Espíritu Santo, ilumina nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad,

para que podamos comprender, aceptar y vivir la Palabra de Dios.

Amén.

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2. LECTURA: ¿QUE DICE el texto?

Miq. 5,2-5ª: « De ti saldrá el jefe de Israel »

En la primera lectura se lee la promesa del profeta Miqueas, de que con el

nacimiento del Mesías vendrá la gran paz mundial. El Mesías es el Salvador de toda esclavitud y el portador de la libertad y •de la paz para todos los pueblos «desde... tiempo inmemorial» (Miq. 5, 3).

Miqueas, contemporáneo de Isaías, tiene con éste muchas coincidencias; sobre todo en el mensaje Mesiánico. En el que hoy lee la Liturgia percibimos el eco del poema del «Emmanuel» de Isaías:

- El Profeta Miqueas preanuncia al Mesías-Hijo de David. Surge en Belén, donde el clan de David tiene su casa solariega. Y al estilo de David será Rey-Pastor. Esta profecía hará que todo Israel mire a Belén en espera de su Mesías. Cuando Herodes pregunta a los escribas: «¿Dónde, decidme, debe nacer el Mesías?», éstos contestan sin vacilar: «En Belén de Judá, pues así está escrito por el Profeta»: «Y tú, Belén, tierra de Judá, en modo alguno eres insignificante entre las grandes ciudades de Judá; pues de t i saldrá el Caudillo que apacentará a mi pueblo, Israel» (Mt. 2, 5).

Los judíos, que ignoran el nacimiento de Jesús en Belén y le creen galileo, nacido en Nazaret, se niegan a aceptarle como Mesías: «¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías procede del linaje de David y de Belén, patria de David?» (Jn 7, 42).

- El Mesías, bien que hijo de David, supera en mucho a David: Tiene el poder de Dios. Da a su Pueblo la Redención; y la Paz y Salvación a todos los confines de la tierra. El es la Paz. El establece el Reino Eterno prometido a David (2 Sam 7, 14-16). El es Grande: Tiene la majestad del Nombre de Dios. Rasgos divinos que nos hacen pensar en el «Emmanuel» = «Dios-con-nosotros», preanunciado por Isaías.

- En esta profecía de Miqueas adquiere un relieve primordial y misterioso la «Madre» del Mesías. Y también en esto sintoniza con Isaías (7, 14). El Mesías, nuevo David, Rey-Pastor, nace en Belén cuando «le dé a luz la Madre que le da a luz» (v 2). Nos sorprende que en una época y en una civilización en las que la mujer carece de derechos y de categoría se le dé a la Madre tanto relieve y se olvide al padre del Mesías. En Isaías, en Miqueas, en Génesis (Gn 3, 15), el Mesías-Redentor es Hijo de la «Mujer». Con esto la revelación nos prepara para el gran milagro: El Mesías nacerá de Madre-Virgen.

Sal. 80(79): « Oh Dios, restaúranos, que brille tu rostro y nos salve »

El pastor anunciado por el profeta no es un pastor-rey entre muchos, sino Dios mismo, el Pastor de Israel invocado por el salmista. El es el que ha venido y viene a

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salvarnos, el nos ha mostrado su mirada a través del rostro de Jesús, nacido en Belén. Este es «el hijo del hombr»" que se presenta con la fuerza de Dios, porque es el hijo de Dios.

Hbr. 10, 5-10: «Aquí estoy para hacer tu voluntad»

La segunda lectura, tomada de la epístola a los Hebreos, quiere introducir en el

secreto de la encarnación del Hijo del Hombre: «...me has preparado un cuerpo... Todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre» (Hbr. 10, 5. 10). La ofrenda santificadora y única de la Nueva Alianza es sencilla y exclusivamente «la oblación del cuerpo de Cristo».

La naturaleza humana, que Jesús recibió de su madre María, es la oblación

capaz de sustituir todas las oblaciones anteriores de fuego y de propiciación gracias a la intención de la oblación divina.

El autor de este texto pone en boca de Jesús, muy legítimamente, las palabras del salmista que expresan su total dedicación a la voluntad de Dios. Este es el sentido de la persona de Jesús, desde el momento mismo en que entra en el mundo: el cumplimiento de la misión de salvación de los hombres: «Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo...» Es como si, misteriosamente, penetrásemos dentro del alma de Jesús, en el seno de María, y escuchásemos la gran plegaria de ofrecimiento del Hijo de Dios hecho hombre, sacerdote verdadero y definitivo, que une a los hombres con el Padre.

Este pasaje de la Carta a los Hebreos en que se hace la teología del Sacrificio de Cristo tiene evidente conexión con el misterio de la Encarnación. Cristo puede ofrecerse a Sí mismo en sacrificio y como víctima de expiación por el pecado porque es Hijo de Dios Encarnado. Su «Encarnación» es verdadera: «Cristo, Hijo de Dios preexistente, entra en el mundo y dice: un cuerpo me has dispuesto» (v 5).

El Hijo de Dios es Verbo en carne; en carne humana y pasible. San Juan tiene

gran interés en acentuar la verdad o autenticidad de la Encarnación: «El Verbo se hizo carne» (Jn 1, 14). «Quienes no confiesen a Jesús-Mesías venido en carne son anticristos. No los recibáis en casa, ni les saludéis siquiera» (2 Jn 7, 10).

Asomaban los herejes propugnadores del «Docetismo». Estos consideraban

indigna del Hijo de Dios la encarnación. Ignacio mártir les decía: «Los que niegan a Cristo la carne se quedan sólo con un fantasma, con una ficción» (SAN

IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a la Iglesia de Esmirna, 2, 1). Si la Encarnación es un mito, lo es también la Redención, porque el Hijo de Dios

tomó nuestra carne, ha podido en verdad solidarizarse con nosotros, ser nuestro Hermano y Redentor.

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— Su Encarnación es, pues, necesaria: «Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron» (v 6). Era imposible que la sangre de los animales tuviera eficacia redentora. Pero Cristo, Hijo de Dios en nuestra carne, sí que puede ofrecerse «Víctima por el pecado» y redimirnos. — Desde la Encarnación es Cristo ya víctima. Su Encarnación, «en carne semejante a la carne de pecado y víctima por el pecado» (Ro. 8, 3), orienta a Cristo al calvario. De ahí que en esta Epístola se nos hable de la oblación victimal que de Sí mismo hace Jesús al Padre, ya desde el primer latido de su existencia humana. Este ofertorio lo hace en el Altar del seno materno: «Heme aquí, Padre: Vengo a cumplir tu voluntad. Este cuerpo (humana naturaleza) que me has dado será el Holocausto y la Víctima por el pecado, a gloria tuya y en redención de los hombres».

Lc. 1, 39-45: «¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?»

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS

R/. Gloria a Ti, Señor.

39 Entonces María se levantó y se dirigió apresuradamente a la serranía, a un pueblo de Judea.

40 Entró en casa de Zacarías y

saludó a Isabel. 41 Cuando Isabel oyó el saludo de María,

la criatura dio un salto en su vientre; Isabel, llena de Espíritu Santo,

42 exclamó con voz fuerte:

–Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.

43 ¿Quién soy yo para que me visite la Madre de

mi Señor? 44 Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la

criatura dio un salto de gozo en mi vientre. 45 ¡Dichosa tú que

creíste! Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció.

Palabra del Señor

R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Re-leamos el texto para interiorizarlo

Continuando la lectura de los evangelios de la infancia de Jesús que estamos haciendo estos días inmediatos a la Navidad, este domingo está dedicado a la deliciosa escena de la Visitación de la Virgen. Cada año, en efecto, este domingo

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antes de Navidad nos ofrece una de las escenas preparatorias al nacimiento de Jesús. Las palabras de Isabel son representativas de toda la humanidad cuando reconoce que, a través de María, el Señor ha venido a nosotros. María es la portadora de Jesús a los hombres, la medianera del don de Dios.

El evangelio de hoy describe la visita de María a su prima Isabel. Las dos se

conocían. Eran parientes. Pero en este encuentro descubren, la una en la otra, un misterio que no conocían todavía y que les llena de mucho gozo. ¡Cuántas veces nos sucede en la vida que encontramos personas que conocemos, pero que nos sorprenden de nuevo por la sabiduría que poseen y por el testimonio de fe que nos dan! Es así como Dios se revela y nos hace conocer el misterio de su presencia en nuestra vida.

El Evangelio pinta el encuentro de ambas mujeres, Isabel y María, las cuales dos

llevan un niño en el vientre. El encuentro de las madres queda presentado por el evangelista como encuentro prenatal de Juan el Bautista con Jesús. Isabel entra en escena como profetisa mesiánica (Lc. 1, 43) y entona para la cristiandad la gran

alabanza mariana: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre» (Lc. 1, 42).

Durante la re-lectura del texto, tratemos de estar atentos a retener algunos

aspectos:¿Con cuales gestos, palabras y comparaciones, tanto Isabel como

María, expresan el descubrimiento de la presencia de Dios en sus vidas?

El texto del evangelio de este cuarto domingo de Adviento no incluye el Cántico

de María (Lc. 1,46 -56) y traza apenas la descripción de la visita de María a Isabel (Lc. 1,39-45). En este breve comentario nos tomamos la libertad de incluir también el

Cántico de María, porque ayuda a entender mejor toda la grandeza de la

experiencia que las dos mujeres han tenido en el momento de la visita. El Cántico revela que la experiencia que María tuvo en el momento del saludo de Isabel le

ayuda a percibir la presencia del misterio de Dios, no sólo en la persona de

Isabel, sino en su misma vida y en la historia de su pueblo.

- Una organización del texto para ayudarnos en su lectura:

Lc. 1,39-40: María sale de su casa para visitar a su prima Isabel Lc. 1,41: Oyendo el saludo de María, Isabel experimenta la presencia de Dios Lc. 1,42-44: Saludo de Isabel a María Lc. 1,45: El elogio de Isabel a María Lc. 1,46-56: El Magnificat, el Cántico de María

La escena del mutuo saludo y de las mutuas enhorabuenas de estas dos Madres es única en la historia:

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- Isabel vive en Ain-Karim, a 7 kilómetros de Jerusalén, a 140 de Nazaret. Estéril

y anciana, acaba de recibir del Cielo el regalo milagroso de un hijo. Y ahora recibe la

visita de María, que es Madre aún más milagrosa y más excelsa. El Hijo de

María lo es de la Virginidad. Y es el «Señor». El «Señor», por María su Madre, hace su Visita de Salvación a Isabel-Zacarías-Juan. A todos la Visita Salvadora del Señor nos llega por María su Madre.

El texto paso a paso:

Lc. 1,39-40: María va a visitar a Isabel Lucas pone el acento en la prontitud de María para responder a las exigencias

de la Palabra de Dios. El ángel le anuncia que Isabel está encinta e inmediatamente María se pone en camino para verificar lo que el ángel le ha anunciado. Sale de casa para ir a ayudar a una persona que tiene necesidad de ayuda. De Nazaret hasta las montañas de Judea son casi más de cien kilómetros No existían ni autobuses ni trenes. María escucha la Palabra y la pone en práctica de la forma más eficiente.

Lc. 1,41-44: El saludo de Isabel Isabel representa al Antiguo Testamento que termina. María el Nuevo que

empieza. El Antiguo Testamento acoge al nuevo con gratitud y confianza,

reconociendo en él el don gratuito de Dios que viene a realizar y a completar todas las esperanzas de las gentes. En el encuentro entre las dos mujeres se manifiesta el don del Espíritu que hace saltar de gozo al niño en el seno de Isabel.

La Buena Noticia de Dios revela su presencia en una de las cosas más comunes de la vida humana, como es, dos mujeres de casa que se hacen una visita para ayudarse. Visita, alegría, gravidez, hijos, ayuda mutua, casa, familia: y es en esto en lo que Lucas quiere que las comunidades (y todos nosotros) sintamos y descubramos la presencia del Reino.

Hasta hoy, las palabras de Isabel, forman parte del salmo más conocido y más

recitado en todo el mundo, a saber, el Ave Maria.

Lc. 1,45: El elogio de Isabel a María

«Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor». Es el mensaje de Lucas a las Comunidades: creer

en la palabra de Dios, que tiene la fuerza de realizar lo que nos dice. Es la Palabra que crea. Genera vida nueva en el seno de una virgen, en el seno del pueblo pobre y abandonado que la acoge con fe. Este elogio que Isabel hace a María se completa

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con el elogio que Jesús hace de su madre: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11,28).

Lc. 1,46-56: El cántico de María Con toda probabilidad, este cántico era conocido y cantado en las comunidades

cristianas. Enseña cómo se debe rezar y cantar. Es también una especie de

termómetro que revela el nivel de conciencia de las comunidades de la Grecia

para las cuales Lucas escribe el evangelio. Hasta hoy, por los cantos que se escuchan y se cantan en las comunidades es posible valorar el nivel de conciencia de las mismas.

3. MEDITACION: ¿QUE NOS DICE el texto?

El Adviento Litúrgico es una invitación insistente que nos hace la Iglesia a unir nuestra voz filial al coro de alabanzas en honor de María: «Ella, por el poder inefable del Espíritu Santo, llevó con amor en sus purísimas entrañas al que habría de nacer entre los hombres y en favor de los hombres».

Belén (casa del pan) es un pueblo muy familiar para los cristianos. Estos días de

Navidad repetiremos muchas veces este nombre. El profeta anuncia lo que hará gloriosa a esta pequeña ciudad: ser el lugar del nacimiento del pastor-rey de Israel. Allí nació el rey David y allí pondrá el evangelista Lucas el nacimiento de Jesús. El profeta insiste en el fruto de este nacimiento: "esta será nuestra paz". Escuchando esta profecía adivinamos el significado de las palabras angélicas de la noche de

Navidad: «En la tierra paz a los hombres...»

El mensaje de la carta a los Hebreos es una entrada en profundidad en el

misterio de la persona de Cristo. Este, del que habla proféticamente Miqueas como pastor de orígenes remotos (1ª. lectura), y que es el «Señor» que María lleva en su seno, es el enviado de Dios, dispuesto a cumplir en todo su voluntad; es el sacerdote por naturaleza, mediador entre Dios y los hombres, que se ofrece desde el primer instante de su presencia en el mundo para dar cumplimiento perfecto a la comunión entre Dios y los hombres, que no lograban los sacrificios antiguos.

El texto de la carta los Hebreos enlaza el aspecto existencial del sacerdocio de

Jesús con la tónica profético-cultual propia de la teología de San Lucas. Como preparación inmediata de la Navidad, enlaza también la Encarnación con la pasión del Siervo, y de esta manera muestra la unidad de todo el Misterio Pascual de Cristo. (Las narraciones del nacimiento y de la primera infancia de Jesús desarrollarán este

paralelismo entre «Nacimiento» y «Misterio Pascual» (Conviene leer atenta y

meditativamente el último libro de J. RATZINGER - BENEDICTO XVI: La Infancia de Jesús).

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La escena de la Visitación nos ilumina dos valores riquísimos de la Mariología: a) María en camino, aprisa, ascendiendo a la Montaña, es para todos nosotros

modelo de disponibilidad, diligencia y optimismo en secundar las inspiraciones. ¡Adelante! ¡Arriba! ¡Aprisa! Programa de fervorosos y valientes; de quienes viven en fe, esperanza y caridad. Programa muy apropiado a los hijos de l a Virgen.

b) El Mesías es Sol divino que se enciende en el cielo de María; María es su aurora. Y para todos, la manera más suave y más segura de encontrar a Cristo será encontrar a su Madre; y todos de brazos de María recibiremos al Hijo de Dios encarnado en su seno virginal

La presencia santificadora de Jesús en casa de Juan, recluido en el seno de su

madre Isabel, tiene lugar por mediación de María. María «visita» = hace su

«adviento» en casa de Zacarías, y así se cumple en principio la esperanza

mesiánica: ¡El Señor vendrá a salvar a su pueblo! El tema del arca portadora de la presencia misteriosa de Dios en medio de su pueblo es el

trasfondo de esta escena.

La figura de María, en este misterio, adquiere una fuerte dimensión eclesiológica: en el seno de María fue llevado Jesús durante nueve meses; en el

tabernáculo de la fe de la Iglesia, Jesús es llevado hasta la consumación de los

siglos (cfr. Sermón de Isaac de Stella, en la Liturgia de las Horas del Sábado 2º. de Adviento). La Iglesia, a la vez que espera al Señor, también lo lleva.

Merece ser destacada la expresión de Isabel hablando de María: la llama

«Madre de mi Señor» (v. 43). El evangelio de Lucas llama con frecuencia a Jesús

«Señor», término específico de la fe cristiana. Para el comentario, esto significa que

la lectura evangélica no es simplemente testimonio fiel de una historia, sino

proclamación actual del Misterio de Cristo presente en la Iglesia.

- En casa de Isabel todos quedan henchidos de gozo y gracia Mesiánica:

Zacarías, Isabel y el niño que ésta lleva en sus entrañas. La transmisora de estos dones es María, que en su seno lleva el gozo y la gracia de Dios: el Hijo del Altísimo que por María entronca con los hombres.

- Isabel, al ímpetu del Espíritu Santo, estalla en felicitaciones a María: ¡María, la

más dichosa de todas las mujeres! ¡María, Arbol de la Vida, cuyo Fruto nos salva! ¡María, la Madre del Señor! Isabel ha iniciado el rosario de enhorabuenas a María; rosario que a lo largo de las generaciones cristianas jamás se interrumpirá, antes crecerá en fervor y amor.

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- Isabel se estrena como profetisa mesiánica que se expresa llena del carisma divino, siendo ella la primera sorprendida. Isabel se convierte en profetisa del secreto de la Madre, así como su Hijo, Juan el Bautista, se convierte en profeta del secreto del Hijo.

- De la misma manera que posteriormente,, al comienzo de su vida pública,

Jesús ha de llegar hasta Juan a orillas del Jordán, así ahora él, ciertamente todavía invisible bajo el seno de su madre María, encuentra por vez primera a su colega Juan seis meses más Antiguo (Lc. 1, 26). El encuentro de ambas madres se reproducirá posteriormente en el encuentro de los dos hijos.

- Isabel no solamente se encuentra bajo el efecto del carisma que prontamente

viene sobre ella. Por él demuestra un intenso conocimiento pascual del secreto

de María, a quien ella alaba como «Madre de mi Señor» (Lc. 1,43). Así, Isabel se convierte en la representante de la comunidad pascual, en donde resuena ya la alabanza de María. Aquí hay que localizar claramente los comienzos de la veneración mañana de la primitiva cristiandad.

- María es alabada por Isabel como la creyente: «Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor» (Lc. 1, 45). María

ha andado su camino con Cristo no como conocedora, sino como creyente (Lc. 2, 19. 33. 50. 51).

4. ORACION: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Te damos gracias, Padre, por las veces que has visitado y visitas a tu pueblo.

Tus intervenciones, a través de los hechos humanos, son muestras de tu presencia.

Visitas a las estériles para hacerlas fecundas, a los mudos para que hablen

y a los oprimidos para liberarlos.

Nos visitas en las alegrías y tristezas, en nuestras cerrazones y aperturas,

en nuestras reuniones y dispersiones.

Sales al encuentro de los hombres y mujeres, nos visitas cuando soñamos despiertos y cuando dormidos tenemos un sueño.

Gracias, Señor Dios nuestro.

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Queremos, mientras nos preparamos para la Navidad, reconocer hoy el «tiempo de la visita». Gracias por no tener nada que guardar,

ya que todo lo esperamos de Ti..

Gracias por el alumbramiento de María, la Madre del Señor. Gracias por todos los hombres y mujeres

que visitan a sus hermanos con entrañas de gracia y misericordia.

No quieres ni aceptas, Padre, «sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias.

Por eso, «aquí estamos, Dios nuestro, para hacer tu voluntad», es decir, la voluntad de tu enviado, Jesucristo.

Acuérdate hoy de nuestras madres, hermanas e hijas, de todas las mujeres que desean concebir hijos inocentes, llenos de alegría y salud..

Acuérdate de nuestros padres, hermanos e hijos, que desean concebir un mundo nuevo,

una humanidad justa, una sociedad sin clases.

Amén.

5. CONTEMPLACION - ACCION: ¿QUE NOS PIDE HACER la PALABRA?

Quien no reflexiona sobre el difícil camino de la fe en María, no tendrá ninguna entrada en su secreto, ni en su gracia. María es «la madre de la fe», porque tampoco a ella se le ha ahorrado el camino de la ratificación de la fe y de la fidelidad a la misma. María es, precisamente por su meditación creyente, la mediadora de la verdadera tradición de Cristo. No por pura casualidad Lucas, en los Hechos, la

apellida expresamente dentro del cuadro de la comunidad de pentecostés «María, la madre de Jesús» (Hch. 1, 14).

La actitud de María, acogiendo la Palabra de Dio, queda traducida en acto de

servicio, de caridad, al ser portadora de la Gran Noticia a su pariente Isabel y compartiendo la acción de gracias al Señor por medio del canto y la alabanza conjuntas.

La visita de María empieza por la fe, sigue por la caridad y termina en alabanza.

Es el encuentro de dos maternidades donadas que darán el fruto de una redención gratuita.

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Uno de los rasgos más característicos del amor cristiano es saber acudir a quien puede estar necesitando nuestra presencia. Y eso es lo que ha hecho María. No se nos pide hacer «milagros» ni cosas «sorprendentes», sino poner nuestra disponibilidad al servicio de quien lo necesita.

¡Eso es preparar y celebrar la Navidad!

. Algunas preguntas para meditar durante la semana:

1. ¿Cuáles son los gestos, las palabras y las comparaciones que expresan el descubrimiento de Isabel sobre la presencia de Dios en su vida y en la vida de María?

2. ¿Con cuáles gestos, palabras o comparaciones expresa María el

descubrimiento que hace de la presencia de Dios en su vida, en la vida de Isabel y en la historia de su pueblo?

3. ¿Cuál es el símbolo del Antiguo Testamento que se recuerda y se actualiza en

la descripción de esta visita? 4. ¿Dónde y cómo la alegría de la presencia de Dios se da hoy en mi vida y en la

vida de mi familia y comunidad?

P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM.