Lectura Del Gorgias

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  • 7/23/2019 Lectura Del Gorgias

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    Laguna, nmero extraordinario (1999), pp. 147-157

    EL UNIVERSALISMO TRGICO DE ISAIAH BERLIN

    Jos Manuel Panea Mrquez

    Sin duda alguna, el problema del universalismo atraviesa gran parte de la produccinfilosfica de Isaiah Berlin. Como es bien sabido, Isaiah Berlin fue un un pensador profunda-mente interesado por el desarrollo de las ideas morales y polticas en el seno de su propiahistoria. As pues, no hay cuestin tocada por Berlin en la que no encontremos un interlocutordirecto con el que entable una discusin o un dilogo. Es lo que hace con Maquiavelo, Vico,Herder o Marx, por citar slo algunos de los nombres ms destacados de entre los muchos quenavegan por sus lcidos escritos. Pero a pesar de la claridad expositiva que le caracteriza, el

    problema del universalismo en Berlin demanda de nosotros un esfuerzo de estructuracin ysntesis, pues aun cuando atraviesa, como apuntbamos, gran parte de su produccin filosfi-ca, no es, por as decirlo, un captulo fcilmente localizable dentro de la misma, sino quedicha problemtica ir tomando cuerpo y forma al hilo de cuestiones como el nacionalismo,la bsqueda del ideal, el romanticismo, la Ilustracin, el pluralismo, el relativismo1, la liber-

    1 Resulta esencial distinguir, para Berlin el pluralismo del mero relativismo. Quizs algunostextos servirn de aclaracin para tan importante distincin: A esta doctrina se la llama pluralismo.Hay muchos fines, muchos valores ltimos, objetivos, algunos incompatibles con otros, que

    persiguen diferentes sociedades en diferentes pocas, (...). Estos f ines pueden ser incompatibles,pero su variedad no puede ser ilimitada, pues la naturaleza de los hombres, aunque diversa ysujeta al cambio, debe poseer cierto carcter genrico para que pueda llamrsele humana. Esto

    justif ica, a fortiori, diferencias entre culturas enteras. Hay un lmite pasado el cual ya no podemosentender qu persigue una criatura determinada; qu clase de reglas sigue en su comportamiento;

    qu significan sus gestos. En tales situaciones, cuando se rompe la posibilidad de comunicacin,hablamos de trastorno, de humanidad incompleta. Pero dentro de los lmites de la humanidad lavariedad de fines, aunque sea finita, puede ser amplia. (...) El relativismo es una cosa diferente:es, en mi opinin, una doctrina segn la cual el juicio de un hombre o un grupo, dado que esafirmacin o expresin de un gusto, o una actitud emotiva o un punto de vista, es slo lo que es,sin ninguna correspondencia objetiva que determine su veracidad o falsedad. A m me gusta unamontaa, a ti no; a m me encanta la historia, a l le parece un camelo: todo depende del punto devista de cada uno. I. Berlin, El supuesto relativismo del pensamiento europeo del siglo XVIII,El fuste torcido de la humanidad. Barcelona, Pennsula, 1992, pp. 92-93. Por eso mismo el

    relativismo no es la nica alternativa posible al uniformitarismo. Cfr. ibid., p. 100. En otro lugar

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    tad2, el carcter trgico de toda decisin moral y poltica, cuestiones todas que van aconstituir los pilares tericos sobre los que se ir edificando su pensamiento.

    Pero si tuviramos que destacar alguno de sus trabajos, como aquel donde lacuestin del universalismo aparece ms explcitamente abordada, tal vez pudiera ser-virnos La unidad europea y sus vicisitudes3, en el que vemos la problemtica per-fectamente centrada y dispuesta para ulteriores desarrollos. Las palabras con lasque Berlin abre dicho trabajo nos parecen muy esclarecedoras para comprender lapreocupacin fundamental que alienta sus intereses tericos: A estas alturas es unmelanclico lugar comn que ningn siglo ha visto una matanza tan continuada ydespiadada de unos seres humanos por otros como el nuestro. Comparadas con ella,hasta las guerras de religin y las campaas napolenicas parecen locales y humanita-rias4. Como veremos, detrs del empeo terico berliniano anida la preocupacin deadvertirnos los lugares por donde transitan el fanatismo, la guerra y toda otra fuentede sufrimiento humano.

    Segn I. Berlin, la segunda mitad del siglo XVIII marca una fecha en torno a lacual podemos hablar de un antesy de un despusbien diferenciados en lo referente anuestras ideas sobre los fines de la vida. En el antes habra que hacer hincapi en lavisin del mundo como un todo nico e inteligible, as como en la idea de una natura-leza humana comn articulada en torno al concepto de razn. Pero es esta concienciala que entra en crisis a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, y cuyos ecos inun-dan el siglo XX, en el que (...) ya no se da por supuesta esta pretensin de universa-

    lidad, ni de la razn, ni de ningn otro principio(...)5. Un claro ejemplo de ello es,para Berlin, el fascismo y el nacionalsocialismo, que no esperan la comprensin desus objetivos sencillamente porque quien no pertenezca a la raza no puede nunca,aquejado de crnica e inevitable inferioridad, aspirar a comprenderlos6. El fascismo esla expresin extrema de todo nacionalismo, para quien la nacin tiene una misinnica, a la vez que parte del convencimiento de que mis dioses, mis valores estnenfrentados con los de los otros y no hay ms salida al conflicto que la guerra, entre

    ejemplifica as qu es el relativismo: El relativismo mantiene: los nazis creen en los campos deconcentracin, y nosotros no, y no hay ms que hablar. I. Berlin, Isaiah Berlin en dilogo conRamin Jahanbegloo, Madrid, Anaya & Mario Muchnik, 1993, p. 142.

    2 Tema que, como es bien sabido, vertebra todo su pensamiento, y que, por su amplitud, mereceun estudio aparte. Cfr. I. Berlin, Cuatro ensayos sobre la libertad, Madrid, Alianza, 1988. Parauna discusin del tema, cfr. P. Badillo OFarrell, Qu libertad? En torno al concepto de libertaden la actual filosofa poltica britnica. Madrid, Tecnos, 1991.3 Cfr. I. Berlin, La unidad europea y sus vicisitudes (1959),El fuste torcido de la humanidad, cit.,

    pp. 167-194.4Ibid., p. 167.5Ibid., p. 168.6 Cfr.Ibid..

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    naciones o entre individuos7. Al margen de los factores que dan origen a la conciencianacionalista, y que tiene para Berlin su gnesis en la experiencia de la humillacin, del

    orgullo propio herido, lo que interesa destacar ahora es que la divisin de la humani-dad entre los propiamente hombres y otra clase de seres, de razas y culturas inferiores,(...) es algo nuevo en la historia humana. Es un rechazo de la humanidad comn, unapremisa sobre la que se haba apoyado todo el humanismo previo, religioso y secular.Esta nueva actitud permite a los hombres considerar a muchos millones de semejantessuyos no del todo humanos, matarles sin ningn remordimiento de conciencia, sinninguna necesidad de intentar salvarles o advertirles8. Pero si el deseo vehemente demarcar diferencias, de levantar muros interhumanos ha generado desastres, no porello el presupuesto universalista de una naturaleza humana comn merece todo tipode bendiciones, sin mediar matizacin alguna. El propio Berlin har explcito que laconciencia que en la segunda mitad del XVIII entra en crisis, a saber, la idea de que losproblemas relativos a cmo debemos vivir son susceptibles de una solucin, y slo deuna, pues la verdad terica y prctica slo puede ser una, esta conciencia, nos dirBerlin, no est libre de terribles estragos. En efecto, para este modo de ver las cosas, siun problema est bien formulado tiene que poder encontrarse lasolucin al mismo.Algunos han pensado que esta respuesta est en Dios, otros en la metafsica racional,otros en la adopcin del mtodo cientfico. Pues bien, sea cual sea el modo de resol-verlo, para esta mentalidad lo definitivo es que todo problema slo admite unasolu-cin verdadera. De manera que esta conviccin profunda en la existencia de la verdad

    y en las posibilidades para darle alcance, tanto en la teora como en la prctica, tam-bin dej la puerta abierta al fanatismo y al enfrentamiento. En palabras de Berlin,Se libraban guerras de exterminio por soluciones rivales que se pretendan autnticasa estos problemas decisivos. Lo que estaba en juego era, despus de todo, la solucinde las cuestiones ms profundas y ms importantes que poda plantearse un ser huma-no, la verdadera forma de vivir; (...) pues hallar la verdad y vivir de acuerdo con ellaera sin duda el objetivo fundamental de cualquiera capaz de perseguirlo. sta era la fede los platnicos y de los estoicos, de los cristianos y de los judos, los musulmanes ylos destas y los racionalistas ateos9.

    As pues, el punto de vista antiguo, que llega hasta la Ilustracin, descansaba, paraBerlin, en tres supuestos bsicos. Primero, que todos los problemas de valor se puedenresolver objetivamente; segundo, que las verdades universales son accesibles a los sereshumanos; tercero, que los valores verdaderos no pueden chocar entre s. En sntesis, setrataba, como ya hemos dicho, de la certidumbre de que para cada problema hay una solu-cin y solo una. Por tanto, la concepcin trgicade la accin es algo que no cuenta paraesta perspectiva: Una de las consecuencias de estos supuestos bsicos(...) es que conflicto

    7 Cfr. ibid., pp. 168-169.8Ibid., p. 171.9Ibid., p. 173.

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    y tragedia no son intrnsecos a la vida humana. La tragedia (a diferencia del mero desastre)consiste en conflictos entre acciones humanas, o personajes, o valores. Si se puede dar

    solucin a todos los problemas, por principio, y todas las soluciones son compatibles, talesconflictos son por principio evitables siempre10. El problema, para Berlin, de este plantea-miento, es que valdra ms para santos y ngeles que para hombres 11.

    Pues bien, lo que interesa destacar es que esta conciencia es la que empieza aresquebrajarse en la segunda mitad del siglo XVIII. Y en este proceso de descomposi-cin del mito de la solucin final tienen mucho que decir las f ilosofas de Vico y Herder.Pero no es este el momento de entrar en el anlisis de esta cuestin 12. Interesa ahoradestacar que este resquebrajamiento del punto de vista tradicional alcanza un momentode desarrollo decisivo en torno a 1820. Poetas y filsofos, sobre todo en Alemania,urden los hilos de la conciencia romntica: ya no importa la verdad o falsedad de unideal, sino la propia y fiel adscripcin a l13. Se impone una visin de la vida como obrade arte, que se extiende a la moral y a la poltica: los valores no se descubren, se crean,se inventan, y frente al sabio profesional emerge la figura del hroe romntico, f iel a suideal propio. Este punto de vista lo encontramos en Fichte, Schlegel, Byron, Schiller, yllegar hasta Nietzsche. El hombre es ahora un demiurgo, un creador sin lmites. Elviejo ideal de una vida comn se hace aicos; la tragedia, el conflicto de valores esinsuperable, y no hay ajuste racional posible: slo cabe el duelo14. Por ello, en un len-guaje que nos devuelve a la problemtica actual escribe Berlin: Todos los fines soniguales; los fines son lo que son, los hombres persiguen lo que persiguen, y no hay

    modo de establecer jerarquas objetivas vlidas para todos los hombres y todas las cul-turas. El nico principio que debe ser sacrosantamente observado es el de que cadahombre tiene que ser fiel a sus propios objetivos, aun a costa de destruccin, desastre,muerte. ste es el ideal romntico en su forma ms plena, ms fantica15.

    10Ibid., p. 176.11 Para Berlin, la bsqueda de la perfeccin es una receta perfecta para derramar sangre. Pero no

    hay soluciones perfectas, ni en la prctica, ni en la teora. Ahora bien, no slo se trata de unaidea peligrosa, sino conceptualmente ininteligible. Por eso le gusta tanto a Berlin citar el clebretexto de Kant, segn el cual, de una madera tan retorcida como es el hombre, no es posible quesalga nada completamente recto. Cfr. I. Berlin, La persecucin del ideal, El fuste torcido dela humanidad, cit.,pp. 32-33 y 37.12 Para un amplio y minucioso desarrollo de estas cuestiones, cfr. los trabajos de J.B. DazUrmeneta,Individuo y racionalidad moderna. Una lectura de Isaiah Berlin, Sevilla, Secretariadode Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1994, caps. IX, X; y J.M. Sevilla Fernndez,,La VaVico como pretexto en Isaiah Berlin: contracorriente, antimonismo y pluralismo,Cuadernos sobre Vico, 5/6, 1995-1996, pp. 261-282.13 Cfr. I. Berlin,El fuste torcido de la humanidad, cit., p. 177.14 Cfr. ibid., p. 181.15Ibid., pp. 181-182.

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    De manera que, podramos decir nosotros, si el ideal antiguo, que culmina en laIlustracin, tiene sus luces y sus sombras, el ideal romntico tambin presenta, al

    mismo tiempo, una doble faz, luminosa y sombra. En el plano poltico, el aspectoms sombro segn Berlin del romanticismo deriva de la consideracin de la polticacomo arte, en donde el demiurgo poltico impone su voluntad a su materia prima, esdecir, a seres humanos sin talento, que desconocen sus posibilidades16. Pero para Berlin,esta conciencia romntica, de la que se alimenta el nacionalismo, que en su carcterms extremo estar a un paso del fascismo, es la que har imposible la unidad euro-pea: Eso es la guerra de todos contra todos escribe y el f inal de la unidad euro-pea. Las fuerzas irracionales se sitan as por encima de las racionales, pues lo que nopuede criticarse y frente a lo que no hay apelacin posible es ms convincente que loque puede analizar la razn (...)17. En efecto, como ya se habr apreciado, Berlin seha puesto en guardia contra el universalismo sin matices que culmina en la Ilustra-cin, contra el mito de la solucin ideal totalizadora, que empez a resquebrajarse enla segunda mitad del siglo XVIII, pero igualmente se ha puesto en guardia contra losaspectos ms sombros, potencialmente ms destructivos, de la conciencia romntica.Ahora bien, en su denuncia de esa guerra de todos contra todos, a la que nos conducela conciencia romntica desbocada, late el deseo de un universalismo capaz, y estonos parece fundamental, de servir de marco para una concepcin pluralista de losfines de la vida, sin perder de vista el carcter eminentemente trgicoque toda deci-sin moral y poltica comporta. Por ello, no podemos ver a Berlin como a un mero

    pensador liberal que defiende el pluralismo, sin ms18. Su pluralismo tiene que serubicado en su doble crtica, tanto al universalismo aproblemtico de la tradicin occi-dental, como frente al ideal individualista desbocado del romanticismo. No obstante,el romanticismo tambin nos brinda un material aprovechable para configurar ese,podramos llamarlo as, universalismo trgico que a todas luces se hace necesariodefender segn Berlin, a menos que no queramos extraer ninguna leccin de nuestroterrible pasado y presente histrico. La intuicin bsica del romanticismo, segn la

    16 Esto es lo que justifica actos que de acuerdo con una moral anterior podran calificarse deintromisin brutal, imperialismo, aplastamiento y mutilacin de seres humanos individuales porla gloria de un conquistador, o un Estado, o una ideologa, del genio de la raza, ibid., p. 183.17Ibid., p. 184.18Creemos que el pluralismo agonistade Berlin, como lo ha llamado John Gray en su excelentelibro, (Isaiah Berlin, Valencia, Novatores, 1996), aun siendo la verdad ms profunda del

    pensamiento de Berlin (cfr. p. 213), resulta incompleto, no se entiende bien sino en el contextode lo que nosotros hemos llamado universalismo trgico, pues slo dentro de este contexto sehace inteligible, en el esquema berliniano, el pluralismo como alternativa al relativismo. Porello no nos extraa que en el excelente estudio de Gray, el horizonte humano comn al que serefiere Berlin sea tratado de un modo un tanto vago y se afirme, contrariamente a lo que pensamosnosotros, que es un problema no resuelto en Berlin (cfr. ibid. p. 208).

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    cual el hombre est por encima de todo ideal abstracto, y no puede ser sacrificado a l,o dicho de otro modo, la tesis kantiana del hombre como fin en s mismo ser para

    Berlin el centro de gravedad para ese marco universal que la civilizacin ha de estruc-turar al objeto de posibilitar el desarrollo y convivencia de distintas culturas. Berlinsabe que la tarea no es fcil, pero que las alternativas a dicha tarea son o la meraimposicin de una cultura sobre el resto, es decir, una suerte de colonizacin cultural,o bien la guerra de todos contra todos. Con realismo y sin autoengao escribe: Eluniverso no es un rompecabezas, cuyos fragmentos pretendemos ordenar, convenci-dos de que existe un orden, y solo uno, de acuerdo con el cual deben encajar todos.Nos encontramos con valores en conflicto; el dogma de que deben conciliarse de al-gn modo, en algn lugar, es una mera esperanza piadosa; la experiencia demuestraque es falso. Tenemos que elegir y al elegir una cosa perdemos otra, tal vez irremisi-blemente19. Berlin subraya la dificultad de nuestro reto, pero cree que la responsabi-lidad del intelectual estriba en subrayar los problemas que circundan tal desafo, pro-blemas que no por ello lo convierten en una meta inalcanzable e intil. Y no solo ello:se trata de un desafo inexcusable. Berlin insiste sobre la necesidad de tomar concien-cia del carcter trgico de toda decisin moral, as como de la necesidad de alcanzarun equilibrio, por precario que sea20, que haga frente al sufrimiento21. En efecto, por

    19 I.Berlin,El fuste torcido de la humanidad, cit., p. 190.20 Partiendo de la conviccin de que la idea de un mundo ideal, en el que las soluciones estnarmonizadas, es imposible conceptualmente hablando, concluye Berlin, (...) entonces, quizlo mejor que uno puede hacer es intentar fomentar algn tipo de equilibrio, necesariamenteinestable, entre las diferentes aspiraciones de diferentes grupos de seres humanos(...) y fomentarentre ellos el mximo grado posible de comprensin y entendimiento, que probablemente nollegarn nunca a ser completos. (La decadencia de las ideas utpicas en Occidente,El fustetorcido de la humanidad, cit., p. 63).21

    La tesis del equilibrio precario o inestable nos parece esencial dentro de su visin del pluralismoy del carcter trgico de toda decisin moral y poltica. No hay, pues, otra forma de abordar elinexcusable conflicto de valores, siempre con la mira puesta en la evitabilidad del sufrimiento:Cmo elegir entre posibilidades? Qu y cunto ha de sacrif icarse a qu? Yo creo que no hayuna respuesta clara. Pero las colisiones, aunque no pueden evitarse, se pueden suavizar. Las

    pretensiones pueden equilibrarse, se puede llegar a compromisos(...) Deben establecerseprioridades, nunca definitivas y absolutas. La primera obligacin pblica es evitar el sufrimientoextremo. (...) Tenemos que estar dispuestos, por tanto, a hacer eso que llaman concesionesmutuas(...) Las soluciones utilitarias son errneas a veces, pero yo sospecho que son beneficiosascon mayor frecuencia. Lo preferible es, como norma general, mantener un equilibrio precarioque impida la aparicin de situaciones desesperadas, de alternativas insoportables. sa es la

    primera condicin para una sociedad decente(...). (La persecucin del ideal, cit., pp. 35-36.Cfr. tambin, I. Berlin,Isaiah Berlin en dilogo con Ramin Jahanbegloo, cit., p. 189).

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    inspida que pueda ser, como apunta Berlin22, no hay otra alternativa posible para elconflicto que alcanzar este equilibrio precario, que siempre demandar de nosotros

    nuestro empeo por mantenerlo y cuyos referentes son la evitacin del sufrimiento yel fomento de la solidaridad frente a l23. La experiencia del horroren nuestro siglopresente, y esto queremos subrayarlo, ha impulsado la conciencia de la necesidad dereafirmar la razn. Pero no se trata de un retorno a un ideal viejo: nada vuelve a supunto de partida, nos dice Berlin. La historia siempre nos da alguna leccin de la queaprendemos algo por muy torpes que queramos ser. De manera que se pregunta Berlin:Qu ha brotado de los holocaustos recientes? Algo que se aproxima a un nuevoreconocimiento en Occidente de lo que son valores universales firmes que puedenconsiderarse constitutivos de los seres humanos en cuanto tales24. Pues bien, nosparece que el reconocimiento berliniano de la necesidad de aceptar unos valores uni-versales constitutivos de los seres humanos, apoyado en la experiencia histrica delsufrimiento y de su rechazo, es, a nuestro juicio, un aspecto esencial de su pensamien-to que corre el riesgo de olvidarse o eclipsarse cuando se insiste en su pluralismo. Pero

    22 No hay salida: debemos decidir cuando decidimos; no se puede evitar a veces correr riesgosmorales. (...) Pero, en ltimo trmino, no es algo que dependa de un juicio puramentesubjetivo(...). Hay, si no valores universales, s al menos un mnimo sin el que las sociedades

    difcilmente podran sobrevivir. Pocos querran defender hoy la esclavitud o el asesinato ritualo las cmaras de gas nazis o la tortura de seres humanos por gusto o por provecho o incluso porel bien poltico; (...) Habr choques sociales y polticos, claro, (...). Pero pueden, creo, reducirseal mnimo promoviendo y manteniendo un inquieto equilibrio, constantemente amenazado yque hay que restaurar constantemente...; slo eso, insisto, constituye la condicin previa paraunas sociedades decentes y un comportamiento moral aceptable, de otro modo nos extraviaremossin remedio. Un poco inspido como solucin, diris? No es de ese material del que estnhechas las llamadas a la accin de los dirigentes inspirados? Sin embargo, si hay algo de verdaden este punto de vista, quizs eso baste. (La persecucin del ideal, cit.,pp. 36-37).23

    Estamos ante un aspecto muy interesante del pensamiento de Berlin, tan preocupado pordelimitar, al menos en sentido negativo, los lmites de ese horizonte que es la humanidad

    comn. Y en este ejercicio de delimitacin, la evitacin del sufrimiento, y el fomento de la

    solidaridad juegan un papel esencial: Pero si es cierto que no todos los fines humanos

    ltimos son necesariamente compatibles, quiz solo puede haber opciones no regidas por un

    principio decisivo, algunas de ellas dolorosas, tanto para el agente como para otros. De esto

    se seguira que la creacin de una estructura social que evitase, como mnimo, alternativas

    moralmente inadmisibles y fomentase, como mximo, la solidaridad activa en la persecucin

    de objetivos comunes, tal vez fuese lo mejor que pudiesen pretender alcanzar los seres

    humanos, si no se reprimen as demasiados objetivos humanos igualmente vlidos. (La

    apoteosis de la voluntad romntica: la rebelin contra el mito de un mundo ideal, El fuste

    torcido de la humanidad, p. 220).24 I. Berlin, La unidad europea y sus vicisitudes, cit., p. 191.

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    lo que queremos dejar bien claro es que pluralismo y universalismo en el sentidomatizado al que nos estamos refiriendo son un par indesligables en el esquema

    filosfico de Berlin. La conmocin que ha producido la experiencia del horror habla,pues, de una humanidad comn, de un universo de valores compartidos ms all detoda diferencia cultural. Esta es, en sntesis, su ms profunda conviccin: Qu valo-res son stos? Cul es su condicin y por qu deberamos aceptarlos? Es posibleque, como han sostenido algunos existencialistas y nihilistas radicales, no existan va-lores humanos y an menos, valores europeos? Los hombres se entregan y se compro-meten sin ms, sin ningn motivo. Yo me consagro a ser poeta, y t a ser verdugo: saes mi eleccin y sta es la tuya, y no hay normas objetivas de acuerdo con las cualespuedan graduarse estas elecciones, por las que mi moral sea superior o inferior a latuya. Elegimos como elegimos, eso es lo nico que puede decirse; y si esto lleva achoque y destruccin, es una realidad del mundo que hay que aceptar lo mismo que seacepta la ley de la gravedad, algo que es inherente a las diversas naturalezas de cultu-ras o naciones u hombres diversos. Que esto no es un diagnstico vlido lo ha demos-trado claramente sin ir ms lejos la sensacin de horror inmensa y generalizada quehan provocado los excesos del totalitarismo. El hecho de esa conmocin muestra queexiste una escala de valores de acuerdo con la cual vive de hecho la mayora de lahumanidad (y en particular de los europeos occidentales), vive no meramente de for-ma mecnica o por hbito sino como parte de lo que en sus momentos de autoconcienciaconstituye la naturaleza esencial del hombre25. Pero queremos apuntar que Berlin no

    traza unas lneas definitorias, en sentido positivo, de qu es humano. Berlin huye de latentacin identificadora que podra monopolizar la definicin de nuestra humanidadcomn. Sin embargo, no renuncia a advertir que hay unas fronteras ms all de lascuales ya no podemos reconocer una accin como humana: habramos traspasado loslmites, ms all de los cuales, nuestra humanidad se esfuma y slo puede hablarse debrutalidad, arbitrariedad, bestialismo. Para Berlin est muy claro, pues, que hay unanaturaleza fsica comn identificable en todo hombre, con independencia de su raza ocultura. Pero aade hay adems ciertas propiedades morales que tambin for-man parte profunda de lo que concebimos como naturaleza humana26. En efecto, la

    experiencia y la condena histrica del sufrimiento as lo avalan. En este momento,Berlin nos aporta su reflexin ms interesante en clave humanista. Su tesis puederesumirse as: hay una pluralidad de fines y de valores, y estos, adems, son incon-mensurables. Ahora bien, esta variedad y pluralidad de fines y valores estn sujetos auna condicin: no pueden traspasar los lmites de lo que consideramos humano. Lohumano no es definido, no es asumido bajo un determinado modelo. Pero s es consi-derado como lmite negativo, como horizonte crtico. No puedo encerrar en una defi-nicin, dar contenido fijo a qu entiendo por humano, pero s puedo sealar lo que

    25Ibid..26Ibid., p. 192.

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    desde luego es inhumano, y esto no es poco. Fomentar la crueldad, la arbitrariedad, elsufrimiento, autoexpulsa a esa forma de vida de su consideracin como humana, y en

    este sentido la torna moralmente ilegtima. Este razonamiento es el que hace compati-ble en Berlin una concepcin pluralista de los fines y del bien, con una concepcin delos valores como objetivos y universales. Pero dejemos que sea el propio Berlin quienlo exprese: Si encontramos individuos que simplemente discrepen de los otros res-pecto a los fines de la vida, que prefieren la felicidad a la abnegacin, o el conoci-miento a la amistad, les aceptamos como seres humanos semejantes a nosotros, por-que su concepcin de lo que es un f in, los argumentos que esgrimen para defender susfines, y su comportamiento general, entran dentro de los lmites de lo que considera-mos humano. Pero si encontramos a alguien que no pueda entender por qu (por utili-zar un ejemplo famoso) no debera destruir el mundo para aliviar un dolor en su dedomeique, o alguien que no ve realmente que haya nada de malo en condenar al inocen-te o traicionar a amigos o torturar a nios, nos encontramos con que no podemosdiscutir con gente as, no tanto porque nos horrorice como porque pasamos a conside-rarlos en cierto modo inhumanos: los llamamos idiotas morales. A veces los encerra-mos en manicomios. Estn fuera de las fronteras de la humanidad en el mismo gradoen que lo estn las criaturas que carecen de alguna de las caractersticas fsicas mni-mas que conforman a los seres humanos27. Por otra parte, Berlin reconoce que cuan-do pretendemos sealar esas fronteras de lo humano, no contamos con otro tribunalque el de la experiencia histrica, pues histricamente somos testigos de las condenas

    que el sufrimiento ha cosechado. Por ello, escribe, (...) no conocemos ningn tribu-nal, ninguna autoridad, que pudiese, a travs de algn procedimiento reconocido, per-mitir a los hombres prestar falso testimonio, o torturar libremente, o asesinar a otroshombres por placer; no podemos concebir que se modifiquen o se rechacen estasnormas o principios universales; dicho de otro modo, no los consideramos algo quelibremente hubisemos decidido aceptar nosotros, o hubiesen decidido aceptar nues-tros antepasados, sino ms bien como presupuestos del ser humano, de vivir en unmundo comn con otros, de reconocerles, y de que nos reconozcan, como personas28.Admite Berlin que todo esto implica retornar a la idea antigua del derecho natural,

    pero no ya por razones metafsicas o teolgicas. Se trata tan slo de percatarse de quesi nuestros valores pueden gozar de un sincero reconocimiento han de poder serreconocibles como humanos, o, dicho de otro modo, no pueden caer dentro de lacategora histrica de lo inhumano: Por tanto aade Berlin, hablar de nuestrosvalores como objetivos y universales no equivale a decir que exista algn cdigo obje-tivo, que se nos haya impuesto desde fuera, que no podamos quebrantar porque no lohicimos nosotros; equivale a decir que no podemos evitar aceptar esos principios b-sicos porque somos humanos, lo mismo que no podemos evitar (si somos normales)

    27Ibid.28Ibid.

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    buscar calor en vez de fro, la verdad en vez de la falsedad, que otros nos reconozcanpor lo que somos en vez de ignorarnos o confundirnos29. Slo alguien que finge, o se

    miente a s mismo, o ha perdido por algn motivo su capacidad de discriminacinmoral puede no reconocer estos principios bsicos, que por ser aceptados desde tiem-pos inmemoriales, podemos considerarlos normas ticas universales30. La variedad defines y de bienes es, as, compatible con la unidad bsica, ms all de la cual, losvalores ya no pueden reconocerse como humanos. La tesis de Berlin, segn la cual,cabe hablar de una frontera, de un marco humano de valores universales y objetivos,se ve claramente respaldada por el rechazo contundente con el que se han enjuiciadolos desastres de nuestro siglo. Dicho con sus propias palabras, (...) tras las aberracio-nes violentas de la experiencia europea reciente hay sntomas de recuperacin: esdecir, una vuelta a la salud normal, los hbitos, tradiciones, sobre todo las nocionescomunes de bien y mal, que nos reintegran con nuestro pasado griego y hebreo ycristiano y humanista, transformado por la rebelin romntica, pero bsicamente comoreaccin a ella. Nuestros valores tienden a ser hoy, cada vez ms, las viejas normasuniversales que diferenciaban a los hombres civilizados, aunque fuesen torpes, de losbrbaros, aunque fuesen inteligentes. Cuando hacemos frente a la agresin, o a ladestruccin de la libertad bajo regmenes despticos, es a esos valores a los que ape-lamos31.

    Creemos que estos textos son ms que suficientes para, al menos, dar cuenta delo que hemos llamado el universalismo trgicode Berlin, a veces eclipsado por su

    llamativa insistencia sobre el pluralismo, pero que en realidad est indesligablementevinculado a l en su frente contra el relativismo; un universalismo trgico que, comotal, no ignora el carcter conflictivo de las cuestiones prcticas, que sabe de lo impo-sible de toda tentativa que pretenda hacerse con la solucin final y total a los proble-mas de la vida humana; pero, a la vez, un universalismo cuyo centro de gravedad nopuede ser otro sino la consideracin kantiana del hombre como fin en s mismo, puesslo partiendo de un centro de gravedad as es posible articular un marco de civiliza-cin lo suficientemente amplio y flexible, siempre dentro de los lmites de lo humana-mente reconocible, como para posibilitar la pacfica convivencia de culturas distintas.

    Por ltimo slo quisiramos apuntar algo que no podemos pasar por alto. IsaiahBerlin ha sido testigo fiel de los desastres que han imprimido a nuestro siglo un selloterrible, siniestro. Desde la filosofa ha hecho esfuerzos por denunciarlos y por inda-gar el origen y la amenaza de todo peligro para la humanidad. Pero sus textos no sonun mero diagnstico. Al rastrear los orgenes de la actitud fantica, intolerante, agre-siva, y al subrayar la naturaleza trgicade las cuestiones prcticas, y al insistir en lanecesidad de alcanzar esforzadamente un equilibrio precario, ha hecho una llamada

    29Ibid. p. 193.30 Cfr. ibid.31 Cfr. ibid., pp., 193-194.

  • 7/23/2019 Lectura Del Gorgias

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    ELUNIVERSALISMOTRGICODEISAIAHBERLIN 157

    32Ibid., p. 194.

    de atencin a nuestra responsabilidad como personas y como intelectuales para traba-jar, segn sus propias palabras, por dicho empeo, es decir, por un (...) orden interna-

    cional basado en la aceptacin de que habitamos un mundo moral comn. En esto hade apoyarse nuestra esperanza32. Esperanza, diramos nosotros, a la que por supues-to, y desde aqu, tambin queremos sumarnos.