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Lecturas escolares por Beatriz Sarlo ESCRITORA Y ENSAYISTA Diario Clarín 13.03.2005 En la escuela, la literatura puede ser una prolongación de lo cotidiano o proponer una experiencia diferente. Qué pasa cuando talla en el aula Un guapo del novecientos. Me cuentan que, en un colegio bilingüe muy prestigioso y eficiente, los chicos de doce o trece años están obligados a leer el drama de Samuel Eichelbaum Un guapo del novecientos. Mi primera reacción es pensar: se me ocurren diez obras más interesantes para un adolescente del 2005. Pregunto quién es la persona que dirige la sección literatura de ese colegio y me responden con el nombre de alguien a quien conozco bien. Entonces, me callo la boca: mejor pienso por qué esa mujer eligió Un guapo del novecientos. Descartemos razones. No lo eligió porque creyera que en ese drama sobre el guardaespaldas de un caudillo conservador, que transcurre a comienzos del siglo pasado, los chicos pudieran encontrar retazos de los teleteatros que miran, la música que escuchan, los videos que juegan, ni lo que escriben en el chat. Por el contrario, todo lo que hay en la obra de Eichelbaum tiene que resultarles ajeno y parcialmente incomprensible, como si estuviera en una lengua olvidada o nunca aprendida del todo. Tampoco vieron, entre una y otra película del cable, la que dirigió Leopoldo Torre Nilsson, donde Alfredo Alcón, muy joven, representaba al guapo. Si esa película pasó por las pantallas, es probable que haya sido eliminada por el oportuno control remoto. O sea que Un guapo del novecientos no fue elegida porque algo de la obra se conectara sin esfuerzo con el "mundo de los chicos", como suele alegarse cuando la escuela decide ser obsecuente y oportunista. Por el contrario, cuando se eligió Un guapo del novecientos, fue a contrapelo de ese mundo porque la escuela no debe ser sólo una prolongación de la vida

Lecturas Escolares - Sarlo

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Lecturas escolares - Beatriz Sarlo

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Lecturas escolares

por Beatriz Sarlo ESCRITORA Y ENSAYISTA Diario Clarn 13.03.2005

En la escuela, la literatura puede ser una prolongacin de lo cotidiano o proponer una experiencia diferente. Qu pasa cuando talla en el aula Un guapo del novecientos.

Me cuentan que, en un colegio bilinge muy prestigioso y eficiente, los chicos de doce o trece aos estn obligados a leer el drama de Samuel Eichelbaum Un guapo del novecientos. Mi primera reaccin es pensar: se me ocurren diez obras ms interesantes para un adolescente del 2005. Pregunto quin es la persona que dirige la seccin literatura de ese colegio y me responden con el nombre de alguien a quien conozco bien. Entonces, me callo la boca: mejor pienso por qu esa mujer eligi Un guapo del novecientos. Descartemos razones.

No lo eligi porque creyera que en ese drama sobre el guardaespaldas de un caudillo conservador, que transcurre a comienzos del siglo pasado, los chicos pudieran encontrar retazos de los teleteatros que miran, la msica que escuchan, los videos que juegan, ni lo que escriben en el chat. Por el contrario, todo lo que hay en la obra de Eichelbaum tiene que resultarles ajeno y parcialmente incomprensible, como si estuviera en una lengua olvidada o nunca aprendida del todo. Tampoco vieron, entre una y otra pelcula del cable, la que dirigi Leopoldo Torre Nilsson, donde Alfredo Alcn, muy joven, representaba al guapo. Si esa pelcula pas por las pantallas, es probable que haya sido eliminada por el oportuno control remoto. O sea que Un guapo del novecientos no fue elegida porque algo de la obra se conectara sin esfuerzo con el "mundo de los chicos", como suele alegarse cuando la escuela decide ser obsecuente y oportunista.

Por el contrario, cuando se eligi Un guapo del novecientos, fue a contrapelo de ese mundo porque la escuela no debe ser slo una prolongacin de la vida cotidiana, que fluye sin cortes entre la calle y el aula, sino un lugar donde la cultura cotidiana, de algn modo, se interrumpe para que puedan entrar otra cultura, otros saberes y otras actitudes. La escuela es lo otro del mundo del juego e idealmente debera ser lo otro del mundo de la necesidad y la carencia. Los chicos van a la escuela porque deben apropiarse de algo que es completamente diferente a ellos, a sus costumbres y, en general, a sus inclinaciones trabajadas por los diferentes medios que consumen tanto en Palermo Chico como en la villa. Si la escuela no ofrece los elementos para realizar ese corte y no le da a los chicos algo distinto de aquello que traen de otra parte, no est cumpliendo con su funcin. La escuela no debera ser el campamento de una tribu infantil, una especie de reserva indgena donde se confunde respeto con no intervencin.

Por eso Un guapo del novecientos: porque a los chicos del siglo XXI, las formas de la lealtad del siglo XIX y comienzos del XX les parecen las costumbres de un pueblo extranjero; porque el guapo tiene que ser pensado en ese suelo remoto, donde es posible tambin imaginar diferentes patrones de relacin entre poltica, lealtad y violencia. Y, lo que no deja de ser importante, porque los personajes de la obra de Eichelbaum hablan una lengua que a los chicos educados en el teveol (espaol rioplatense desnutrido) les puede parecer curiosa y podra resultar interesante que la aprendieran. Con Un guapo del novecientos la escuela deliberadamente funciona como una mquina que no replica la realidad de lo que recibe, sino que construye, que intenta construir, contra todas las dificultades, una experiencia diferente de las que se tienen en el mundo audiovisual, en el shopping o en la pobreza. Al elegir Un guapo del novecientos, la escuela le dice a esos chicos varias cosas: la primera es que all, en la escuela, alguien toma por ellos decisiones que ellos no estn en condiciones de tomar por s mismos (armar un programa de lecturas no puede convertirse en un concurso de popularidad infanto-juvenil); en segundo lugar, que ellos estn en la escuela para salir con una cabeza transformada por lo que aprenden, y no con un perfeccionamiento de lo que ya saben (hoy, chicos, analizamos una cancin que todos ustedes conocen!).

Por supuesto, para esto se necesita plata: o la tienen los padres, o la debe invertir el Estado para los chicos cuyos padres no la poseen.