116
N.º 30 • 1 er y 2 o trimestre Año 2015 Caballeros de Yuste Revista Cultural de la Real Asociación y Fundación “Caballeros de Yuste” Fundación Caballeros de Yuste Presentación de Don Juan de Austria al Emperador Carlos V, en Yuste Óleo de Eduardo Rosales.

Óleo de Eduardo Rosales.Caballeros de YusteN.º 30 • 1er y 2o trimestre Año 2015 Revista Cultural de la Real Asociación y Fundación “Caballeros de Yuste” Fundación Caballeros

  • Upload
    others

  • View
    4

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

N.º 30 • 1er y 2o trimestre Año 2015

Caballeros de YusteRevista Cultural de la Real Asociación y Fundación

“Caballeros de Yuste”

Fundación Caballeros de Yuste

Presentación de Don Juan de Austria al Emperador Carlos V, en Yuste

Óleo de Eduardo Rosales.

SumarioPag.

La dirección de la revista pone en conocimiento de todos los Caballeros de Yuste de la Real Asociación que deseen escribir algún artículo o información en ella, deberán dirigirlo a la secretaría:

Avda. de la Constitución 3310430 - CUACOS DE YUSTE (Cáceres)email: [email protected]

Las opiniones vertidas, en los artículos publicados en esta revista, son de entera responsabilidadde cada autor. La revista no se hace responsable por el contenido de los mismos.

3 ............................................................................................................................................................. La Santa Sede

15 .......................................................................................................................................................................Holy See

26 .........................................................................................................................................................Heiligen Stuhls

38 ................................................................... La vertiente humanística del imperio español de Carlos V

45 ....................................................................................Consideraciones acerca de la marina de Carlos V

49.............................................................Santo Domingo y la primera universidad del Nuevo Mundo

54 .................................................................Santo Domingo and the first University of the New World

58 .................................................................. Santo Domingo und die erste Universität der Neuen Welt

63 .............................................................................................La Coronación de Carlos V como Emperador

67....................................................................................................... The Coronation of Carlos V as Emperor

71 ............................................................................................................................................Karls V. Kaiserkrönung

75 .........................................................................................................................Juana la Loca, la Reina recluida

79.............Estancia y recuerdo del emperador Carlos V en el Real Colegio de España en Bolonia

85 ..........................................................................................................................El panteón de marinos ilustres

87 ..................................................................................................THE PANTHEON OF ILLUSTRIOUS SAILORS

89.................................................................................. Die Ruhmeshalle berühmter spanischer Seefahrer

92 ...................................Un bestseller universal: 500 Años de “El príncipe” de Nicolás Maquiavelo

101 ............................................................................................................................................... El Primer Naufragio

105 ..................................................Necrológica: Ilustrísima Señora Doña Etelvina Hernández Franch

107 ...............................................................................................................................................................Actividades

Caballeros de Yuste • n.º 30.1er - 2º trimestre • Año 2015.I.S.S.N.: 2174-615XDepósito Legal: CC-30-2001.Edita: Real Asociación y Fundación Caballeros de Yuste.Dirige: Junta Directiva y Patronato.Diseño y producción: Gráficas Romero - Jaraíz de la Vera

3

Monseñor Dr. Clemente Martín Muñoz.

Presidente de la Real Asociación Caballeros de Yuste.

1.-EL SIGNIFICADO DE LA PRESENCIA DE LA SAN-TA SEDE EN EL ESCENARIO INTERNACIONAL.

1.1.- La posición actual de la Santa Sede

Actualmente el Estado de la Ciudad del Va-ticano, según la ley y la praxis internacional, tiene una personalidad jurídica que le permite firmar tratados, enviar y recibir representantes diplomáticos, como establecen las normas ju-rídicas de un estado.

El Estado de la Ciudad del Vaticano, nació el 11 de abril de 1929 con los Pactos Latera-nenses1, con los que Italia reconoció a la Santa Sede la plena propiedad y la soberanía exclusi-va sobre el Vaticano2, como está actualmente constituído, lo que posibilita que el Papa des-empeñe libremente su Ministerio de gobierno de la Iglesia universal.

Tanto el Estado de la Ciudad del Vaticano como la Santa Sede, son sujetos soberanos de derecho político internacional, universalmente reconocido y están unidas indisolublemente a la persona del Sumo Pontífice, que es Jefe de Estado, goza de la plenitud de los pode-

1    Los Acuerdos de Letrán firmados el día 11 de febrero de 1929, por el Cardenal Gasparri, en nombre de la Santa Sede y por el Jefe del Gobierno B. Musolini, en representación del Rey de Italia, se integran por dos documentos principales: a) el tratado político; y b) el concordato regulador de las relaciones religiosas entre la Sede Apostólica y el reino de Italia.

2    El art. 2 de los Acuerdos lateranenses señala que Italia reconoce la soberanía de la Santa Sede en el orden internacional como tributo inherente a su naturaleza, en conformidad con la tradición y con las exigencias de su misión en el mundo.

res legislativos, judicial y ejecutivo3. El Sumo Pontífice administra el Estado por medio de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano (poder legislativo, compuesta por cardenales, nombrados por él para un quin-quenio) y de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano (poder ejecutivo).

Los reglamentos legislativos están pu-blicados en un apartado especial del Acta Apostolicae Sedis.

1.2.- El derecho a las Delegaciones Pontifi-cias y el Cuerpo Diplomático.

Tanto el Estado de la Ciudad del Vaticano como la Santa Sede, como órgano soberano de la Iglesia católica han conseguido un reconoci-miento, siempre en aumento, de su particular carácter internacional. Son miembros de or-ganizaciones internacionales y participan en conferencias internacionales según los acuer-dos respectivos.

La Santa sede, además del derecho activo de legación diplomática (los Legados Pontifi-cios que desarrollan contemporáneamente la función estable de representar al Romano Pon-tífice ante los Estados y que en relación con la jerarquía eclesiástica del lugar son Nuncios Apostólicos), ejerce el derecho pasivo, recibe a los Legados de los estados que envían en mi-sión extraordinaria y temporánea u ordinaria y permanente.

Efectivamente, ésta es la visión global que proyecta el Estado de la Ciudad del Vaticano en

3    El Papa Juan Pablo II en su carta del 24 de noviembre de 1983 se expresaba así: “El Estado de la Ciudad del Vaticano es soberano, pero no posee todas las características ordinarias de una comunidad política. Se trata de un Estado atípico: el mismo existe como garantía conveniente del ejercicio de la libertad espiritual de la Sede Apostólica, es decir , como medio para asegurar la independencia real y visible de la misma en su actividad de gobierno a favor de la Iglesia Universal, como también de su labor pastoral orientada a todo el género humano; dicho Estado no posee una sociedad propia para cuyo servicio se haya constituido, y ni siquiera se basa en las formas de acción social que de-terminan de ordinario la estructura y la organización de cualquier otro Estado”.

La Santa Sede

La Santa Sede

4

la actualidad, constituyendo un verdadero es-tado con personalidad jurídica suficientemente reconocida en el orden internacional. Para ex-plicar el status actual, hay que remontarse a los orígenes del Estado de la Ciudad del Vati-cano, y a su acogida por parte de la comunidad científica internacional.

2.- NATURALEZA DEL ESTADO DE LA CIUDAD DEL VATICANO.

Al principio del nacimiento del Estado Va-ticano las revistas científicas, los tratadistas de los temas jurídicos internacionales discu-tían si la Iglesia Católica podía ser un sujeto de derecho internacional en función de las carac-terísticas del Derecho Internacional.

Como hemos dicho ya, fin primordial de los Acuerdos de Letrán fue la constitución de una soberanía territorial originaria, de tal manera que aseguraran a la Santa Sede de modo esta-ble una condición de hecho y de derecho que le garantizan la absoluta independencia para el desarrollo de su alta misión en el mundo. Consiguientemente Italia reconoce a la Santa Sede la propiedad y exclusiva y absoluta potes-tad y jurisdicción soberana sobre el Vaticano. Para mayor abundancia, el artículo 4 vuelve a insistir en el carácter soberano y excluyente de esa soberanía que Italia reconoce, comprome-tiéndose además a una obligación de hacer en el sentido de que el territorio constituyente de la Ciudad del Vaticano deberá ser a cargo del Gobierno Italiano libre de todo vínculo de la eventual ocupación.

Como dice el profesor C. Corral: “Tal y co-mo viene delimitado en los anejos del Tratado Lateranense, está compuesto, de un lado, por la Ciudad del Vaticano, y, de otro, por deter-minados inmuebles sitos fuera de ella, bien en Castelgandolfo, bien en Roma misma”4.

Como puede verse, la forma en que el Trata-do se perfila esta soberanía territorial responde a la de la soberanía Estatal, pero no cabe du-da que su situación concreta (tanto de hecho como de derecho) ofrece singularidades muy pronunciadas. El Tratado pone en evidencia

4     C..Corral Diccionario de Derecho Canónico, C. Corral, José Mª Ar-teaga, VATICANO, 3.1 El territorio, p.683.

que la Ciudad del Vaticano no puede subsistir sino en virtud de una estrecha simbiosis con el Estado Italiano. De aquí una serie de servidum-bres a favor o a cargo de Italia que el Tratado crea.

3.- LA LEY DE GARANTIAS Y LOS ACUERDOS DE LETRÁN.

El Tratado de Letrán –primero de los tres acuerdos lateranenses- instituye el Estado de la Ciudad del Vaticano, determinando la so-beranía temporal, la propiedad exclusiva, la inviolabilidad y el derecho de legación activo y pasivo del Romano Pontífice, así como la neu-tralidad, los servicios necesarios y los límites geográficos del Estado pontificio con las zonas e inmuebles que han de gozar de extraterrito-rialidad.

El 13 de mayo de 1871 el Gobierno italiano publicaba la llamada Ley de Garantías, o ley so-bre las prerrogativas del Soberano Pontífice y de la Santa Sede y de las relaciones del Esta-do con la Iglesia. El 11 de febrero de 1929 se promulgaban los Acuerdos de Letrán. Consta-ba la Ley de Garantías de dos títulos: sobre las prerrogativas; y las relaciones del estado con la Iglesia. Los Acuerdos de Letrán eran: 1) un Trata-do entre la Santa Sede e Italia; 2) el Concordato entre la Santa Sede e Italia; 3) una convencción financiera como apéndice al Tratado.

De la Briere ha caracterizado los dos ins-trumentos jurídicos diciendo: por la ley de Garantías la cuestión romana obtenía una solu-ción unilateral, italiana y puramente jurídica y legislativa; por los Acuerdos de Letrán, el pro-blema recibe una solución bilateral, regida por el Derecho Internacional y con base terrorial5.

3.1 La Ley de Garantías.

En 1870 el Rey Víctor Manuel, violando la convención que tenía con Francia el 15 de septiembre de 1864, invade lo que quedaba de los Estados Pontificios, y el 20 de septiem-bre se procede a la ocupación de Roma6. De este modo, el reino de Italia resuelve sus pre-tensiones, tras la repulsa del Santo Padre a

5     I. De la Briere:R. des C, tomo 33,págs, 117 y ss.6     Ireland : The State of City of the Vatican. A.J. 1933, pág 271.

La Santa Sede

5

aceptar las propuestas hechas por Cavour el 18 de septiembre de 1861. El 12 de octubre el Parlamento Italiano decide hacer de Roma la capital del Reino. El 9 de octubre se decreta la anexión, que se confirma por ley de 31 de diciembre. Estos son los hechos.

La valoración jurídica de los mismos han motivado apreciaciones muy encontradas, que pueden polarizarse en torno a las declara-ciones: los Estados Pontificios desaparecieron totalmente, la soberanía temporal del Papa dejó de existir, y todo como resultado de una auténtica debellatio (Bompar) 7; 2) no se pro-dujo una total extinción del poder temporal, bien porque la capitulación militar limitó la ocupación sin abarcar al Vaticano, bien por-que la no ocupación –al margen del valor concedido a la capitulación militar- respondió a un hecho, a una necesidad, y no a una simple cortesía (Balladore-Pallieri)8. Los argumentos de Balladore-pallieri tienen evidente valor, que excede con mucho de las posiciones clásicas de Gobbio y Olivart. No se trata de discutir la posibilidad de valorar jurídicamente la capitu-

7     Bompard: Le Pape, lrd Etats et le conferencice de Le Haye. R.G. 1900, pág 369

8     Balladore-Pallieri: Die volkerrechtliche rechtspersonalichkeit des Status Citta del Vaticano, Z.F.Off, 1931, págs. 505-525.

lación, lo interesante es pararse a pensar en que la no ocupación del Vaticano se debió a la necesidad de no proceder a un acto de so-metimiento sobre la acción del Pontífice. Esa no ocupación representa la primera medida de Italia para garantizar la independencia del Papa.

Pronto el Gobierno italiano se percató de la responsabilidad que pesaba sobre él, en cuan-to obligado garante de la independencia de la Santa Sede9, y de la imperiosa necesidad de so-segar las preocupaciones sentidas por terceros estados, deseosos de impedir toda intromisión de Italia en la acción espiritual de la Iglesia. El 18 de octubre de 1870, Visconti Venosta envia-ba una nota a todos los Gobiernos exponiendo la intención de Italia de respetar y mantener todos los privilegios del Papa. Así quedó pre-parada la promulgación de la ley de Garantías.

Técnicamente se trataba de una ley ita-liana, aún más, de una ley ordinaria y no constitucional, con la posible modificación por la simple decisión de Italia. Pero esta ley no creaba ninguna situación nueva, sino que se limitaba a mantener unos privilegios, de

9     Franzois: R. des C, tomo 66, pág. 112.

La Santa Sede

6

los que la Santa Sede hacía uso en función de su naturaleza y de su misión. Bastgen con el propósito de destacar más la existencia pre-via de una situación internacional a favor de la Santa Sede, llega a declarar que la citada Ley presuponía la soberanía del Papa, que no se creaba sino se reconocía. La índole ma-terial de la ley, su contenido y cometido, la forma de haberse preparado ha hecho afir-mar a más de un autor (Scelle, Rouseau y Anzilotti) que, aun reconociendo la bien fun-dada calificación normativa propuesta por De la Briere, no podemos desconocer la fuerza de esta apreciación, por la cual el elemento material juega un papel en la caracterización de la ley de Garantías y la de una tonalidad indudablemente internacional.

El propósito de la Ley era bien claro: man-tener los privilegios que la Santa Sede había mantenido siempre, y que le eran indispensa-bles para cumplir su misión. Tales privilegios suponían: 1) la admisión de una independen-cia por parte del Papa; 2) el reconocimiento de unas propiedades que permitían al Papa mantener relaciones con los terceros Estados. Se trataba de algo distinto de la simple admi-sión de un estatuto de extraterritorialidad, o de simple equiparación del Papa con el Rey de Italia.

Las prerrogativas concedidas son los su-puestos de una personalidad internacional, que se impone sobre la misma realidad cons-titucional que la Ley admite. Se declara la persona del Papa sagrada e inviolable (art. 1), se reconcen los honores y las preeminencias que les otorgan los soberanos católicos (art. 3), se declara la inviolabilidad de determinados territorios y lugares (art.7), se proclama la ab-soluta libertad del Papa en el cumplimiento de sus funciones espirituales (art.9), se conceden inmunidades a las representaciones extran-jeras acreditadas cerca del Papa (art. 11), se reconoce al Soberano Pontífice la facultad de relacionarse con el episcopado y con el mundo católico, sin ninguna ingerencia por parte del Gobierno de Italia (art.12). Puede decirse que, en principio, ha quedado proclamada: 1) la so-beranía del pontificado (la Ley misma habla del Soberano Pontífice); 2) la capacidad de mante-ner toda clase de relaciones internacionales; 3) la absoluta independencia de que goza la San-ta Sede en el cumplimiento de sus funciones espirituales.

El querer reducir el complejo fenómeno jurídico, que hemos analizado, a una simple concesión extraterritorial, supone minimizar el alcance de sus efectos. La extraterritorialidad, además que está un tanto impugnada científi-camente, acaso por la naturaleza ficticia que tiene, no es jamás un fin en sí, sino que siempre está explicada como medio auxiliar para facili-tar un resultado jurídico, o el cumplimiento de una función. Si se habla de extraterritorialidad en el caso de la Santa Sede, es para manifiestar sencillamente el hecho de que estando ubica-da la Santa Sede dentro del territorio estatal italiano, jurídicamente no está sometida a la competencia italiana.

3.2 Los Acuerdos de Letrán.

La Santa Sede no aceptó el régimen jurídico establecido por la Ley de Garantías. La espino-sa cuestión romana supuso durante años una declarada hostilidad entre dos potencias, que se manifestaba por una serie de medidas espi-rituales y políticas, con las que la Santa Sede trataba de sancionar la conducta del Estado ita-liano (así, por ejemplo, la prohibición decretada a los Monarcas católicos de que visitaran en Roma al Rey de Italia). La Santa Sede reclamaba una solución auténticamente internacional y la concesión de una soberanía territorial, aunque simplemente como mejor garantía de la per-sonalidad internacional reconocida a la Santa Sede por la misma Ley de Garantías.

Las vicisitudes de la Primera Guerra Mun-dial pusieron de relieve hasta qué punto era precaria la situación jurídica de la Santa Sede, en tanto que careciera de un mínimo de sobe-ranía territorial. Guiados por el propósito de superar las dificultades de todo género, que se originaban de la permanencia de la cuestión romana, las autoridades italianas convinieron en las ventajas que se derivarían de una con-ciliación con la Santa Sede, especialmente en una coyuntura política, como la fascista, que no podía prescindir de ciertas asistencias de elementos católicos y de una invocación a la unidad espiritual de los italianos.

Los Acuerdos de Letrán ofrecen un conjunto de dimensiones sumamente interesantes y que reclaman su correspondiente análisis. Como más destacadas, al efecto de nuestro estudio, estimamos: 1) la condición jurídica con la que las partes intervienen en la conclusión de los

La Santa Sede

7

acuerdos; 2) la naturaleza de estos acuerdos; 3) carácter de la relación jurídica que existe en-tre el Concordato y el Tratado de Letrán; 4) la situación jurídica creada, tanto respecto de la Santa Sede, como con relación a la Ciudad del Vaticano.

Los Acuerdos de Letrán contituyen un acuerdo bilateral de carácter internacional y sometido a las reglas del Derecho internacio-nal. La calificación propuesta reclama, entre otras condiciones, que las partes participantes en los acuerdos tengan, previamente a la firma de los mismos, un estatuto jurídico internacio-nal. Quiere decirse con ello, que la Santa Sede firmó documentos en su condición de sujeto internacional, de poder soberano independien-te. El articulado mismo del Tratado de Letrán pone perfectamente de relieve la naturaleza internacional de la Santa Sede, como refleja en el artículo segundo.

Una grave polémica se ha sostenido en tor-no a la relación existente entre el Concordato y el Tratado de Letrán. Resumiendo las posi-ciones tendríamos como más significativas las siguientes: 1) se trata de instrumentos jurídi-cos distintos y de naturaleza diversa, así se manifiesta Arangio-Ruiz, al declarar que son de naturaleza diversa, aunque formen un solo cuerpo y en el Tratado haya textos concor-datarios; 2) para Le Fur los dos instrumentos jurídicos tienen perfecta autonomía, de mo-do que el Tratado sobreviviría no obstante a la abrogación del Concordato; 3) han defendi-do la indivisibilidad de los Acuerdos de Letrán una serie de escritores y entre ellos Angelini10, que pone de relieve el carácter complemen-tario de los Acuerdos, como se evidenció por las mismas declaraciones de las partes firman-tes: Tratado y Concordato son inseparables en la regulación de Letrán; 4) la reciprocidad de los citados Acuerdos se ha defendido desde otro plano, y así Checcheni la reconoce sobre la base de que para él no existe un auténtico tratado, sino simplemente un concordato; 5) la relación entre los referidos instrumentos jurí-dicos se ha presentado como un problema de resolución de acuerdos que, conexionados en su principio, autorizan a las partes a solicitar la resolución por no observancia o abrogación de uno de ellos; tal es la posición de algunos

10     Angelini: Le caractere indivisible des Accods de Latran, R.G. 1932, pág 521

juristas que la ligan prefectamente con la invo-cación de la cláusula “rebus sic stantibus”.

Consideraciones juridico-funcionales, el problema mismo espiritual que se trata de resolver, motivaciones políticas, etc., hacen indispensable reconocer la solidaridad indiscu-tible de los dos instrumentos y estimar –con lo cual no estamos en presencia de algo descono-cido- que la Santa Sede ha querido sostener la indisolubilidad como mejor garantía del esta-tuto obtenido (De Luna).

4.- FACTORES CONSTITUTIVOS DE LA PERSONA-LIDAD INTERNACIONAL DE LA SANTA SEDE Y SU DIMENSIÓN EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL.

¿Cuál es la situación jurídica establecida por los Acuerdos de Letrán? Nos remitimos a los mismos preceptos de los Acuerdos, pues en ellos percibimos expresada la motivación que ha guiado a las partes firmantes. Dice el Preámbulo del Tratdo que: “para asegurar a la Santa Sede la independencia absoluta y visible, garantizarla una soberanía indiscutible, inclu-so en el dominio internacional se comprende la necesidad de constituir con modalidades particulares la “Ciudad del Vaticano…”. La fina-lidad de los Acuerdos resulta clara: confirmar la personalidad internacional de la Santa Sede (artículos 2, 24 y preámbulo) y poner al ser-vicio de la misma un medio idóneo que se ha pensado sea la Ciudad del Vaticano.

4.1.-Relación de la Santa Sede con Italia y terceras potencias.

La personalidad internacional de la Santa Sede no es el resultado ni de un acuerdo in-ternacional concreto (Acuerdos de Letrán) ni tampoco de un acto de reconocimiento, puesto que su personalidad es de derecho internacional general y no particular (Quadri). Consecuentes con la anteior premisa, tenemos que declarar que la relación entre la Santa Sede con Italia y los demás Estados y sujetos internaciona-les es una relación de Derecho internacional, es decir, sometida a normas jurídicas que no derivan de ningún Estado. Mas cabe plantearse una doble cuestión: 1) si en relación con Italia, y por la especial situación territorial de la San-ta Sede, no será necesario determinar algún rasgo específico; 2) si el orden jurídico, al que

La Santa Sede

8

se someten todas estas relaciones, no tendrá algunas diferencias con lo que clásicamente hemos llamado Derecho internacional.

Hablando de la situación de la Santa Sede con relación a Italia, la doctrina ha pensado en dos situaciones especiales: 1) de una espe-cie de cuasi-protectorado, que tal es la figura propuesta por Scelle y H. Heller11; 2) de un sometimiento a Italia (como ha pretendido justificar Donati). Es indispensable descartar la última concepción, que arruinaría la perso-nalidad internacional de la Santa Sede. Hablar de cuasi-protectorado resulta un tanto confu-so, y lo es por la índole del cuasi-protectorado. El que en el Tratado de Letrán se observen ciertas delegaciones que se hacen al ordena-miento italiano (problemas judiciales, penales, etc.), esto afecta primordialmente a la Ciudad del Vaticano y no responde a los motivos que crean el cuasi-protectorado, sino el deseo del Papa de no intervenir en tales menesteres, en atención a la función espiritual que domina to-da su actuación y que no resulta correspondida por tal tipo de actividades. Lo que sí podemos declarar es que el Estado Italiano tiene unas obligaciones, respecto de la Santa Sede y de la Ciudad del Vaticano, específicas –no iguales a las que pesaba sobre los otros Estados– lo que se explica por su situación especial.

Pensando que el Derecho internacional es un Derecho esencialmente interestatal y apli-cable a entidades territorialmente soberanas, el internacionalista ruso, profesor Taube, pro-puso hablar de un “jus interpotestades”, que regularía las relaciones entre poderes sobe-ranos personales12. Esta concepción encontró últimamente eco en Schoen y, en parte, en Anzilotti siendo rotundamente criticada por Verdross13. Al margen de que esta solución o la de Fiore, recomendando hablar de un “Dere-cho de Humanidad”, no nos resultan del todo perfectas, no hay ningún inconveniente en re-conocer (el mismo Verdross lo ha hecho) que el viejo término de Derecho internacional tiene que escindir sus significaciones, y en este sen-tido sería posible proponer hablar al menos de tres círculos: 1) el orden propio de la comuni-dad internacional (un jus gentium con sentido universal); 2) el Orden jurídico interestatal (vie-

11     Séller: Die Souveranitat, pág. 142.12     Taube: La situacion internationale actualle du Pape et Vidée d´ un

Droit entre Pouvoirs Wirtsxhftphilodophie 109.13     Verdross: Die Einheit, pág.424.

jo Derecho internacional) que se diferenciaría del primero por tener aquél un sentido consti-tucional y éste más bien concreto y dispositivo.

5.- CONSIDERACIÓN CANÓNICA DEL PROBLEMA.

Considero que sería conveniente recurrir a una valoración canónica de este problema. En cualquier, se advierte la importancia que tiene este especial aspecto del Derecho Público Ecla-siástico representado por la personalidad de la Iglesia y de la Santa Sede. Uno de los textos de los que no puede precindirse en este análisis que venimos haciendo es el Código de Dere-cho Canónico14. Este es el texto fundamental al que se remiten estilos de naturaleza tan dis-tinta, como son los de Knubben, Seller15, y es en él, donde se recogen las notas diferenciales con las que determinar la naturaleza de la San-ta Sede.

Estos cánones en los que lapidariamente se han señalado los atributos del Pontifica-do, no suponen una creación, sino la simple fórmula expuesta por la Constitución “Pastor Aeternum” del Concilio Vaticano. El análisis canónico de la constitución se centra en estos apartados: 1) Primacía de San pedro (en base a los dos textos evangélicos)16; 2) continuidad de tal Primacía en la Persona del Obispo de Ro-ma; 3) naturaleza del Poder del Pontífice, que es episcopal, ordinario e inmediato. De todo esto resultan las siguientes conclusiones res-pecto de la naturaleza del Poder del Pontífice: 1) poder Supremo de Magisterio en la Iglesia; 2) el Papa es el Supremo Legistador dentro de la Iglesia; 3) el Pontífice es el Supremo juez Eclesiástico; 4) es también el Supremo Admi-nistrador de la Iglesia.

Vistos de este modo los poderes del pon-tífice, tenemos perfilado lo que llamaríamos supuesto constitucional del pontificado y de él surgen, inmediatamente, las consecuencias externas, que se traducen en la absoluta inde-pendencia del Papa respecto a cualquier otra autoridad, cualquiera que sea su naturaleza, o su supremo poder en cuestiones que afectan a

14     Cfr. Cc. 331-333, Libro II, págs. 248-249, CDC E. Universidad de Navarra 1983.

15     Knunbben; Die Subjekte, pág. 429. Séller: Die Souverabitat, pág. 144.

16     Mth: 16,I, 6. Io: 21.15.

La Santa Sede

9

la fe, a la moral y a la disciplina de la Iglesia. De modo que la independencia y la soberanía que posee la Santa Sede es la doble consecuencia que se deriva de su naturaleza y de su base constitucional.

Así se presenta la Iglesia como Organización Mundial, con una organización perfectamente jerárquica y con un poder Supremo encarnado en el Pontífice, al que le corresponde ser como la expresión visible de Cristo, Único Sacerdote de la iglesia, del cual lo son todos los demás por participación mística. Esta exposición de Bastgen es dominante, y en términos semejan-tes la vemos reproducida en el trabajo del P. Delós17, al insistir en la necesidad de recurrir al examen teológico-eclesiástico y a valorar la Iglesia como un “Reino-Iglesia”, es decir, “una Sociedad organizada y pública, provista de una autoridad pública de gobierno”. Y de es-te modo hemos apuntado un nuevo problema: problema sociológico, -como el mismo Delos proclama, pues en él lo fundamental será situar en el campo de los hechos la gran cuestión de la independencia y de la soberanía pontificia.

La soberanía del Papa tiene una justificación rotunda y es más efectiva que la soberanía temporal. La independencia del Papa no es simplemente un piadoso deseo, más o menos reflejado por preceptos canónicos, es una im-periosa realidad y una ineludible necesidad. Ha dicho certeramente Michoud que desde el ins-tante en que el Papa no es súbdito de ninguna potestad humana, forzosamente tiene que ad-mitirse que es independiente, ya que no cabe un tercer término en la cuestión. La indepen-dencia del Papa respecto de cualquier poder temporal, ha sido unánimemente admitida y deriva: 1) de la misión que corresponde reali-zar al Papa; 2) de la naturaleza espiritual de su mandato; 3) de la imposibilidad de admitir que cualquier poder temporal pudiera utilizar al Papa como súbdito, a través de su mediación, ejercer un control sobre la conciencia de los súbditos de otras comunidades políticas. En esa independencia del Papa están interesados no sólo los defensores de la dimensión espiri-tual del hombre, sino los poderes del Mundo y de la Política, que no pueden consentir que tal instrumento quede enfeudado en un sistema de gobierno. La trascendencia y la libertad, que

17     Delos: Le Traité du Letran 1929 et la situación juridique nouvelle de la Papaute, R.G. 1929, págs 453-455.

debe presidir la acción de la Iglesia, no es com-patible con su dependencia o enfeudameiento político. Y si reconocemos que existe una in-dependencia, una soberanía y un cometido, un credo que predicar; no es posible negarse a admitir la personalidad internacional, impues-ta por el examen positivo de los hechos.

6.- EL CARÁCTER PARTICULAR DE LAS RELACIO-NES DIPLOMÁTICAS DE LA SANTA SEDE.

La Santa Sede es sujeto soberano de dere-cho internacional. Propiamente hablando la Santa Sede no es un Estado como cualquier otro, como ya hemos comentado, ni tampoco una Organización Internacional. Sin embargo, la personalidad internacional de la Santa Sede resulta impuesta en función de que es una en-tidad soberana de la comunidad internacional (es decir, un sujeto autónomo e independiente que no debe su existencia a una organización o a otra entidad internacional). La Santa Sede, por su carácter de órgano supremno de gobier-no de la Iglesia Católica y por el reconocimieno histórico de la soberanía –de orden espiri-tual- del papado, está dotada de personalidad jurídica internacional. Ocupa una posición de paridad jurídica con los que ejercen una so-beranía temporal, como los Estados, así como otras entidades y sujetos de soberanía nacio-nal. Por consiguiente, sobre la base anterior, la Santa Sede tiene relaciones oficiales con los es-tados y con las Organizaciones Internacionales.

6.1.- La adhesión de la Santa sede a las Organizaciones Internacionales.

En el transcurso de la historia, los Papas han fomentado la convicción de que los esta-dos no puedan encerrarse en sí mismos y que más bien están llamados a colaborar solidaria-mente para lograr objetivos comunes como la paz y la justicia. Benedicto XV, en 1917, propo-nía el desarme general, la obligatoriedad del arbitraje en caso de conflictos y sanciones in-ternacionales para los Estados reflactarios.

Al no tener ya intereses temporales por de-fender, después de que se resolvió la “cuestión romana” con los Pactos lateranenses, y viendo que en ellos se le reconocía una función in-ternacional precisa, la Santa Sede, a partir de la década de los años treinta, pudo dedicarse

La Santa Sede

10

con toda libertad a la promoción y a la defen-sa de los valores morales y espirituales, de las relaciones pacíficas entre las naciones, de los derechos humanos –en especial en lo referente a la libertad religiosa y al derecho a la vida-, de la cooperación cultural, científica y económica, del derecho humanitario, etc.

Pio XII animó a que se instituyera la organi-zación de las Naciones Unidas; Juan XXIII, en la “Pacen in terris”, afirmó que el orden moral natural exige la institución de una autoridad política universal en Nueva York, dijo que la ONU representa “en el orden temporal, lo que la Iglesia católica quiere ser en el orden espiri-tual: única y universal” AAS, 1965, p. 880; Juan Pablo II, en una visita a las Naciones Unidas, no dudó en afirmar que “los ideales y los pro-pósitos que dieron la vida a esta organización global, hace medio siglo, son más que nunca indispensables en un mundo que busca una fi-nalidad” (Aeropuerto de Newark, 4 de octubre, 1995). (Por no hacer más extenso este artículo no hago referencia a las muchas actuaciones internacionales de la Santa Sede en el orden internacional).

7.- TEORÍAS POLÍTICAS ACERCA DE LA FUN-DACIÓN DEL ESTADO DE LA CIUDAD DEL VATICANO.

A pesar de los términos solemnes y la forma empleada de los Acuerdos de Letrán corres-ponden enteramente a las de un tratado de derecho internacional, no le ha sido reconocida esta cualidad unánimente por la doctrina. En realidad, en la conclusión de los Pactos Latera-nenses confluyen varios problemas sobre los que la doctrina internacional tampoco es uná-nime: condición de la Santa Sede como parte contratante, capacidad de ésta para concertar un acuerdo político, pervivencia o continuidad de los antiguos Estados Pontificios, aparición de un nuevo sujeto de derecho internacional en caso de que ésta se niegue, y modo en que haya podido producirse esta creación.

Las diferentes posiciones doctrinales sobre la naturaleza de la Santa Sede han dado lugar a toda una gama de teorías que van desde la con-sideración de ésta en cuanto parte contratante como sujeto, como sujeto interno de Derecho italiano, hasta la atribución de la naturaleza de

Estado, que no habría perdido a pesar de la capitulación de 1870. Así analizaremos a conti-nuación estas teorías:

1.- A determinados autores italianos les ha parecido necesaria, para explicar la naturaleza misma del tratado político, negar la capacidad de la Santa Sede en el momento de la conclu-sión de los Acuerdos de Letrán para obligarse internacionalmente; así, hay autores que con-sideran que la Santa Sede no era persona de Derecho internacional sino de Derecho interno, alcanzando la primera únicamente después de la ratificación de los mismos y del reconoci-miento por parte de Italia, lo cual no obsta para que el nuevo ente goce del carácter de verdadero Estado, aún faltándole el elemento corporativo y político: “una sociedad humana establemente consolidada en su territorio”18.

Diena, adopta otro punto de partida: la Santa Sede, después de 1870, continuó cierta-mente en posesión de la personalidad jurídica internacional, pero no como Estado. Las rela-ciones diplomáticas que mantuvo entre 1870 y 1929 demuestran la existencia de esta per-sonalidad, pero de ahí no se puede deducir la capacidad para concertar tratados políticos. Esta postura choca frontalmente con la pro-pia naturaleza del Trattato, ya que éste es un acuerdo de carácter político19 y, como tal, sólo puede ser concluído entre estados, por lo que resulta contradictorio que un “no Estado” firme un tratado entre Estados para convertirse así en Estado.

2.- En el otro extremo se encuentra la teoría que mantiene la pervivencia del antiguo Esta-do Pontificio y, por tanto, la preexistencia de la condición de Estado con anterioridad a los pactos lateranenses. A grandes rasgos se pue-de concretar que la Ciudad del Vaticano, que se constituye por los Acuerdos de Letrán no es un nuevo Estado, sino simplemente una con-tinuación del anterior que nunca desapareció, pues los acontecimientos de 1879 no pudie-ron eliminar la personalidad de la Santa Sede, ya que ésta, aunque muy limitada, continuó ejerciendo poderes soberanos dentro del Vati-cano20. Siendo la única novedad que el Tratado

18     Arango Riz, Riv Diritt. Pubbico, 1930, pág. 603.19     Diena, “La Santa Sede e il Diritti internazionale” Rvi. Di. Dirritto

int. 1929, pag 179.20     D´Avack. Chiesa, J. Sede e Cittá del Vaticano nel jus publicum ecle-

siasticum, Firenze, 1937, pag 192.

La Santa Sede

11

introdujo la nueva organización o fisonimía ju-rídica.

Además de este argumento de la permanen-cia y organización estatal, sus defensores han recurrido al articulado mismo del Tratado, de donde, según los mismos, se deduce con toda claridad, que Italia reconoció en él la posesión por la Santa Sede de una soberanía territorial anterior al Tratado y, por tanto, la subsistencia del Estado Pontificio.

Posteriormente, Cansacchi ha venido a de-fender la misma tesis, pero introduciendo cierta novedad, ya que defiende que Italia es-taba interesada en el reconocimiento de esta soberanía territorial, puesto que con ello se obtenía un argumento de notable fuerza a toda tendencia expansionista por parte de la Santa Sede en el momento de la negociación y, por otra parte, se armaba contra toda posible ob-jeción de terceros Estados que pudieran poner en tela de juicio la independencia del Pontífice en el nuevo Estado21

3.- Un tercer grupo lo constituyen aquellos que afirman la desaparición de los antiguos Es-tados Pontificios por el hecho de la “debellatio” (capitulación y ocupación de Roma) y creación de un nuevo Estado en virtud de los Pactos de Letrán, partiendo para ello de la pervivencia de la personalidad internacional de la Santa Sede y capacidad de ésta para concertar un tratado con Italia.

Estos autores no dejan de reconcoer que el fin de los Pactos no era posibilitar jurídicamen-te la constitución de una soberanía territorial sobre un territorio en que de hecho esta auto-ridad estaba ya ejerciéndose desde 1870 por el Pontífice22. Esto es, en forma semejante al proceso de formación de la mayor parte de los nuevos Estados, el Derecho no hizo más que reconocer lo que de hecho ya existía.

Es precisamente en esta teoría donde se plantea la relación entre la Santa Sede y un nuevo Estado Vaticano y el proceso formati-vo de este último en cuanto nuevo sujeto de Derecho internacional. En general la doctrina tiende a interpretar el proceso constituvo de

21     Cansacchi, “La continuita dello Statu pontificio, Communicazioi e Studi, vol. III, pags 132-133.

22     Anzilotti, “La condizione giuridica della Santa Sede”. Riv. Dirrit, Int, pags. 168 -169.

la Ciudad del Vaticano en su primer momento como una “derelictio” o una cesión y, por tanto, la constitución de una soberanía territorial de la Santa Sede sobre el mismo, como una con-secuencia del Tratado.

4.- Una cuarta orientación doctrinal, se caracteriza por reconocer a la Santa Sede per-sonalidad internacional y, por tanto, afirmar el carácter cierto de tratado internacional en los Acuerdos de Letrán, pero niega en cambio a la Ciudad del Vaticano cualidad de Estado por faltarle los elementos constitutivos de éste.

Los problemas se podrían reducir a la ca-pacidad de la Santa Sede para ejercer una soberanía teritorial, las consecuencias que se derivan de la ocupación de Roma, y la relación en que se encuentran la personalidad interna-cional de la Santa Sede y la soberanía temporal y la relación entre los antiguos Estados Pontifi-cios y la nueva Ciudad del Vaticano.

El orden constitucional del Estado de la Ciu-dad del Vaticano está formado por el Tratado de Letrán y por sus leyes fundamentales de 7 de junio de 1929, que promulgó Pio XI y que fueron: 1º Ley fundamental de la Ciudad del Vaticano; 2º Ley sobre las fuentes del derecho; 3º Ley sobre la ciudadanía y la residencia; 4º Ley sobre la organización administrativa sobre la organización económica, comercial y profe-sional; 6º Ley de seguridad pública.

Siguiendo a Corral Salvador, “nunca debe pasarse por alto que la institución del Estado de la Ciudad del Vaticano quiso ser la solución a una concreta cuestión romana: unos Estados Pontificios que militarmente se ocuparon y una ocupación nunca aceptada por la parte despo-jada. Se quiso un Estado, si bien miniatura, que respondiera a una misma finalidad: servir de garantía a la independencia del primado Ro-mano, salvando la integridad y unidad de la península italiana”23.

El Derecho Internacional ha sido presentado como un orden jurídico, comprendido, en tal expresión, no sólo como un sistema de normas jurídicas, sino igualmente todo un conjunto de instituciones. El orden jurídico internacional está enraizado en una realidad social, en una

23     Corral Salvador, C. “La estatalidad del Statu Cittá del Vaticano”, en Libro homenaje a J. Manzanares UPS

La Santa Sede

12

situación histórica, en un mundo de supuestos reales y fácticos; todo ese basamento socioló-gico constituye como el substratum en el que las normas se apoyan, cobrando existencia y razón de obligar. Cuando se afirma que el dere-cho internacional es el sistema de denormación jurídica propia de la Sociedad internacional, en realidad lo que se sustenta es una visión social, funcional y orgánica del Derecho.

Elemento fundamental en la organización de una comunidad jurídica, y en la constitución internacional, tiene que ser la precisión de los destinatarios de sus normas, la determinación de quiénes sean los sujetos. Es inconcebible pensar que en el momento, jurisdiccional del Orden jurídico, no existía una indicación res-pecto de los sujetos.

A este respecto, otros internacionalistas se ocupan de estos temas, de la Iglesia Católica, de la Santa Sede y de la Ciudad del Vaticano, e inmediatamente ponen de relieve: 1) que se trata de una situación anómala, extraordinaria dentro del Orden internacional; 2) que supone una materia sustancialmente polémica, dificil de plantear con absoluta objetividad; 3) que en su discusión, el elemento político resulta pre-dominante; 4) que la intervención del factor político es tan intensa que incluso explica la distinta procupación sentida por los diferentes pueblos por el estudio de estas cuestiones, así se justificaría la relativa negligencia manifesta-da a este respecto por la literatura anglosajona y la omisión por parte de la teoría soviética.

La problemática del tema no ha sido igual en todas las épocas. Hasta 1870 no ofreció grandes dudas que el Papa tenía una perso-nalidad internacional, en su doble condición de Soberano temporal (Jefe Supremo de los Estados Pontificios) y Soberano espiritual (re-presentante de Dios en la tierra y Jefe visible de la Iglesia). Fue la supresión de los Estados Pontificios, en virtud de los acontecimientos de 1870, la que al suprimir la dimensión tem-poral del Poder Pontificio, suscitó la reflexión sobre si podía continuarse juzgando a la San-ta Sede como Sujeto internacional. Con los Acuerdos de Letrán, la doctrina estimó que la cuestión había perdido su carácter agudo, y así Verdross la calificó como suficientemente resuelta, aunque otros autores hicieran valer reservas sobre esta valoración de los hechos. Creo que, si bien antes de 1870 no tuvo ma-

yor interés el tema, después sí ha adquirido tal importancia y problematicidad que no ha desaperecido con los Acuerdos de Letrán en-tre otras razones, porque éstos han suscitado, nuevas interrogantes.

La importancia del problema salta a la vista en cuanto se investigan los manuales de De-recho internacional. El reconocimiento de la Personalidad internacional de la Santa Sede es lo que presentaba la tesis positivista sobre los sujetos internacionales. El carácter internacio-nal de la Santa Sede era un elemento extraño dentro de esta teoría, hasta el punto de obli-gar a preconizar una total rectificación de la misma (como se advierte en los trabajos de Baikot y de Siotto-Pintor)24. No sólo se amplia-ba la lista de los Sujetos internacionales, sino que, obligados por el mismo planteamiento impuesto por la existencia de la Santa Sede, se abocaba a una más profunda consideración del hombre en el seno de la Sociedad interna-cional, en cuanto que era la consideración de los temas de conciencia, de espíritu, los que apoyaban la doctrina de la internacionalidad de la Santa Sede.

Han sido principalmente los autores italia-nos, Mónaco y Siotto-Pintor los que han puesto de relieve la imperiosa necesidad de proceder a unas diferencias previas. Resulta difícil com-prender, a primera vista, la indistinta utilización de conceptos como los de Iglesia Católica, Pon-tificado, Santa Sede y Ciudad del Vaticano.

En ocasiones se entremezclan estas expre-siones y no se sabe si representan aspectos de un mismo fenómeno, si se trata de simples sinónimos, o si estamos ante cosas un tanto diversas. No resulta fácil trazar una diferen-ciación rotunda, y no lo es en cuanto que el problema tiene una dimensión de misterio, que es la que late en la esencia fundamental teológica del problema. Con el propósito de asentar una hipótesis de trabajo, distinguimos estas nociones con la ayuda de los siguientes conceptos: 1) la Iglesia sería el ‘cuerpo místico’ en el que participan todos los que por el bau-tísmo se han convertido en sus miembros; la Iglesia es la Esposa de Cristo y la mediadora entre El y los hombres; 2) La Santa Sede, en su acepción amplia comprende la dirección cen-tral de la Iglesia por la acción del Pontífice y

24     Soitti-Pintor: R, des C. Tomo 41, 321 y 323.

La Santa Sede

13

la Curia Romana; 3) La Santa Sede en su acep-ción restringida se equipara al Pontificado; 4) la Ciudad del Vaticano es la unidad jurídico-política nacida de los Acuerdos de Letrán, con afinidades, más o menos marcadas, respecto de las unidades políticas estatales. Mas se in-curriría en un error, si se quisieran verter en conceptos estrictamente jurídicos, sustancial-mente humanos, las relaciones que ligan a estas entidades, no tienen semejanza con las que pueden darse entre una sociedad huma-na y sus órganos representativos. El Pontífice es algo muy distinto de lo que pueda ser un Monarca o un Jefe de un Estado. La Ciudad del Vaticano es algo también sumamente diferente de lo que pueda ser una comunidad estatal, y su relación con la Santa Sede y con la Iglesia Católica no puede sino analógicamente expli-carse utilizando nociones jurídico-positivas. La articulación de estas entidades es mística, sobrenatural, y, sin embargo, el jurísta puede a efectos de Derecho positivo, declarar que el estatuto jurídico de la Iglesia, de la Santa Sede y del Vaticano son diversos.

Consideramos que la simple valoración jurídico-positiva de estos fenómenos no nos puede dar una solución adecuada. Querer es-tudiar la Iglesia, el Pontificado, con la ayuda de los exclusivos conceptos positivos, resulta totalmente estéril. La Iglesia tiene una natu-raleza mística, sobrenatural, que ofrece una inmanencia con el mundo, pero también un apartamiento, una trascendencia. El interna-cionalista -aunque no sea católico- debe cuidar el análisis de ese elemento sobrenatural que la Iglesia encarna. Es, por esto, por lo que de-bemos tratar: 1) el derecho canónico, 2) y el jurídico internacional; pudiendo afirmar que esta interpretación se impone al margen de la confesionalidad del internacionalista. Con acierto, ha justificado la estimación canóni-ca del fenómeno del investigador Bastgen, al declarar que es la misma de un valor análo-go al que posea el supuesto constitucional del Estado. Si el Derecho internacional no crea el “ente estatal”, sino que lo acoge como algo na-cido de la historia, y dado por la sociología; de igual modo, la Iglesia y el Pontificado son fenómenos que han nacido en su “propio Mun-do” y que se presentan al Orden internacional reposando en sus naturales realidades. Y si la realidad del Estado está en el Mundo de la Po-lítica; la realidad de la Iglesia está en el Mundo del Espíritu, de lo sobrenatural. Podemos así

afirmar que la Ciudad del Vaticano es, en este sentido, un Estado en forma atípica, que existe como garantía del ejercicio de la libertad espi-ritual de la Santa Sede y en su relación con la Iglesia universal25.

La Iglesia y Santa Sede, están formadas por la unión de unos factores constitutivos de ca-rácter espiritual y el Derecho internacional lo que hace es imputar derechos y deberes a esa “entidad”. Lo que sucede es que las situaciones jurídicas estarán en función de la naturaleza espiritual, y de los fines sobrenaturales de la Iglesia y del Pontífice.

El problema de la proyección histórica, no se ha ofrecido siempre bajo los mismos sig-nos. Podemos dividir su hitoria en unas fases perfectamente diferenciadas: 1) existencias de los Estados Pontificios como consecuencia de la alegada donación de los Reyes Francos; 2) de 1870 a 1929, período en el que la Santa Sede se considera despojada de sus poderes y en situación de enemistad con el Reino de Italia, época de la famosa “cuestión romana”; 3) des-de la firma de los Acuerdos de Letrán, de 1929, hasta nuestros días.

Durante la primera etapa los problemas in-ternacionales no tienen propia sustantividad con relación a la Iglesia. Ésta goza de una situa-ción privilegiada, especialmente, hasta 1648, y la existencia de los Estados Pontificios per-mite al Pontífice manifestarse como soberano temporal. No entro a examinar si los Estados Pontificios eran o no una comunidad estatal, como tampoco nos corresponde valorar si la posesión de un poder temporal era beneficio u obstáculo para la acción espiritual de la igle-sia, y si la potestad temporal era una realidad o simplemente una apariencia. La problema-ticidad es grande después de las operaciones militares de 1870. Lo primero que se discute son las consecuencias jurídicas de la acción militar, y así se preguntan los internaciona-lístas si dejaron de existir o no los estados Pontificios como consecuencia de una “debella-tio”. ¿Cuál pudo ser la significación jurídica de la no ocupación del Palacio Vaticano?. Otra de las cuestiones que se plantean es la relativa al alcance que pudieran tener las cláusulas conte-nidas en la ley de garantías de 1871, así como

25     Cfr. Juan Pablo II, Carta del 24.XI:83.. Corral Salvador, C. Diccio-nario de Derecho Canónico, Ed. Tecnos (2000), pag, 683.

La Santa Sede

14

el sentido de las reiteradas invocaciones de la Curia sobre la persistencia del Poder Temporal, y la naturaleza de las obligaciones asumidas por Italia con relación a terceras potencias.

8.- RESUMEN FINAL

De todo lo anteriormente expuesto, pode-mos manifestar una serie de consideraciones. Primeramente podemos defender la personali-dad de la iglesia, como sociedad perfecta, de la Santa Sede, en cuanto personificación de la iglesia en la persona del Papa, y de la Ciudad del Vaticano, que es instrumento y medio de garantía de la Santa Sede.

También podemos declarar que su activi-dad está sometida al Derecho internacional, pero insistiendo en la ventaja de diversificar las acepciones del mismo, en tanto en cuanto estamos hablando de una personalidad más supranacional que internacional.

La personalidad jurídica atribuida tiene ca-racterísticas propias y supone la posesión de una capacidad jurídica de obrar limitada en atención a la misma naturaleza de dichas po-testades. Esto no supone una personalidad

anormal, ni artificial, ni depende del reconoci-miento de los Estados.

La naturaleza especial que posee la iglesia y la Santa Sede es la que nos han impuesto las anteriores conclusiones. Hasta hace poco, todos estos estudios se hacían a espaldas de la especial consideración teológica, mística y ca-nónica que ofrece el problema y de ese modo nada tiene de particular que se secularizasen las soluciones y que se hablase de un sujeto estatal, de una persona internacional y del sometimiento al derecho internacional. Pero cuando se reflexiona sobre la Iglesia y el Pon-tificado desde un planteamiento teológico y metafísico, las conclusiones tienen que variar, y no puede hablarse de una entidad estatal, ni tampoco puede aceptarse que se mueva la Iglesia y la Santa Sede como un poder político más dentro del Sistema de Poderes Políticos y de los Estados. La Iglesia y la Santa Sede son personas jurídicas supranacionales, y son por su universalismo y por su realidad metafísica independientes y garantes ante la comunidad internacional como ante los distintos estados del mundo entero de la independencia y sobe-ranía espiritual de la Iglesia y de su dirección suprema, que es donde radica la finalidad, la peculiaridad y el estilo del Estado de la Ciudad del Vaticano.

15

HoLy See

Monseñor Dr. Clemente Martín Muñoz.

Presidente de la Real Asociación Caballeros de Yuste.

1. THE MEANING OF THE PRESENCE OF THE HO-LY SEE IN THE INTERNATIONAL SCENE.

1.1 The current position of the Holy See.

Actually the State of Vatican City, according to the law and international practice, has a legal personality to q ue it allows you to sign treaties, send and receive diplomatic representatives, as required by the legal norms of a state.

The State of the Town Vatican, was born on 11th of April, 1929 with the Lateran Pacts1, with which Italy recognized the Holy See full propi-ety and exclusive sovereignty over the Vatican2, as currently it do established, allowing the pope freely play its Ministry of governing the universal Church.

Both the State of Vatican City and the Ho-ly See are sovereign subjects of international political right, universally recognized and are inextricably linked to one person of the Supre-me Pontiff, which is Chief State, has the fullness of legislative powers judicial and ecutiv3 . The

1  Lateran Accords signed on February 11, 1929, by Cardinal Gasparri, on behalf of the Holy See and the Chief Government B. Mussolini, representing the King of Italy, are integrated by two documents Main: a) political treaty; b) the regulatory concordat religious relations between the Apostolic See and the Kingdom of Italy.

2  art. 2 of the Lateran Accords notes that Italy recognizes the sovereignty of the Holy See in the international order as a tribute to its inherent nature, in accordance with tradition and the demands of its mission in the world.

3  Pope John Paul II in his letter of November 24, 1983

Pope administers the State through the Ponti-fical Commission for the State of the Vatican City (Legislature, composed of cardinals, nomi-nated by him for a five) and the Government of the State of the City of Vatican (executive).

Legislative regulations are published in a special section of the Act Apostolicae Sedis.

1.2 The right to the Pontifical Delegations and the diplomatic corps.

Both the State of Vatican City and the Ho-ly See, as the sovereign body of the Catholic Church have gained recognition, always increa-sing, of particular international character. They are members of international organizations and participate in international conferences as the respective agreements.

The Holy See, besides the active right of diplomatic legation (the Papal Legates to simultaneously develop stable function of re-presenting the Roman Pontiff with States and that in relation to the hierarchy of the place are Apostolic Nuncios), exercises the passive right, receives the legacies of the states that sent ex-traordinary and temporary mission or ordinary and permanent.

Indeed, this is the big picture that projects the State of the Vatican City today, constituting a state with sufficiently recognized legal perso-nality in the international order. To explain the current status, date back to the origins of the

expressed as follows: “The State of the Vatican City is sov-ereign, but has all the usual features of a political communi-ty. This is an atypical State: it exists as a convenient guarantee of the exercise of spiritual freedom of the Apostolic See, ie, as a means to ensure real and visible independence of the same in his government activity for the Universal Church , as well as their pastoral work aimed at the whole human race; that State company itself does not have a service for which it is estab-lished and not even based on forms of social action that usually determine the structure and organization of any other State “.

HoLy See

16

State of Vatican City, and his reception from the international scientific community.

2. NATURE OF THE STATE OF VATICAN CITY.

At the beginning of the birth of the State Vatican scientific journals, writers of internatio-nal legal issues debated whether the Catholic Church could be a subject of international law according to the characteristics of Internatio-nal Law.

As already mentioned, the primary purpose of the Lateran Accords was the creation of an original territorial sovereignty, so that the Holy See will ensure a stable manner a condition of fact and law that ensure the absolute indepen-dence for the development of its high mission in the world. Consequently Italy recognized the Holy See's property and exclusive and ab-solute power and sovereign jurisdiction over the Vatican. For good measure, Article 4 re-emphasizes the sovereign and exclusive nature of such sovereignty that Italy recognizes also committing to an obligation to act in the sense that the constituent territory of the Vatican City should be in charge of the Italian Government free of any link to the eventual occupation.

As Professor C. Corral says: "As is defined in the accompanying of the Lateran Treaty, is composed on the one hand, by the Vatican, and, secondly, for certain properties located outside, either in Castelgandolfo or in Rome itself ". 4

As can be seen, the way the treaty is territo-rial sovereignty responds to State sovereignty is emerging, but there is no doubt that their specific situations (both factually and legally) offers very pronounced singularities. The Trea-ty makes clear that the Vatican can not subsist except by close symbiosis with the Italian Sta-te. Hence a series of easements in favor or in charge of Italy that the Treaty creates.

3. THE LAW OF WARRANTIES AND AGREEMENTS LATERAN.

The Lateran Treaty lateranenses--first of the three agreements establishing the State of Vatican City, determining the temporal so-

4     C..Corral Canon Law Dictionary, C. Corral, Jose Maria Arteaga, VATICAN, 3.1 territory, p.683.

vereignty, exclusive property, inviolability and the right of active and passive legation of the Roman Pontiff and neutrality, the necessary services and the geographical boundaries of the Papal States in the areas and buildings that are to enjoy extrateritorialidad.

The May 13th of may, 1871 the Italian Go-vernment published the so-called Law of Guarantees, or law on the prerogatives of the Sovereign Pontiff and the Holy See and the state's relations with the Church.The 11th February , 1929 Lateran Accords were enac-ted. Guarantees Act consisted of two titles on privileges; and state relations with the Church. Lateran Accords were: 1) a treaty bet-ween the Holy See and Italy; 2) the Concordat between the Holy See and Italy; 3) financial convencción appended to the Treaty.

From Briere it has characterized the two le-gal instruments saying the law guarantees the Roman question obtained a unilateral, Italian and purely legal and legislative solution; by the Lateran Accords, the problem receives a bilate-ral solution, governed by international law and based terrorial5.

3.1 Guarantees Act.

In 1870 King Victor Manuel, had violated the convention with France the 15th of Septem-ber, 1864, invaded what remained of the Papal States, and the September 20 proceeds to the occupation of Rome6. Thus, the kingdom of Italy resolved their claims, after the rejection of the Holy Father to accept the proposals ma-de by Cavour 18th of September, 1861. On 12th of October the Italian Parliament decided to make Rome the capital of the Kingdom. On 9th of October the annexation, which is confirmed by December 31 law it is enacted. These are the facts.

The legal assessment of these findings ha-ve led to very mixed, that can polarize around statements: the Papal States disappeared completely, the temporal sovereignty of the Pope ceased to exist, and all as a result of

5     I. De la Briere: R. des C, volume 33, pages 117 et seq.

6     Ireland : The State of City of the Vatican. AJ 1933, p 271.

HoLy See

17

an authentic `debellatio' (Bompar)7; 2) there was a mass extinction of the temporal power, either because the capitulation militrar limited the occupation without including the Vatican, either because the non-occupation of the va-lue-at margin awarded to military capitulation responded to a fact, a need, and not a simple courtesy (Balladore-Pallieri)8. The arguments of Balladore-Pallieri have obvious value that far exceeds the classic positions Gobbio and Olivart. It is not legally discuss the possibility of assessing the capitulation, the interesting thing is stopping to think that the Vatican is not occupation due to the need not to carry out an act of submission on the action of the Pontiff. This occupation is not the first measu-re in Italy to ensure the independence of the pope.

Italian Government soon realized the res-ponsibility upon him as forced guarantor of the independence of the Holy See9, and the ur-

7    Bompard: Le Pape, l rd Etats et le conferencice Le Haye. RG 1900, p 369

8    Balladore-Pallieri: Die des völkerrechtliche recht-spersonalichkeit Status Citta del Vaticano, ZFOff, 1931, pp. 505-525

9    Franzois: R. des C, vol 66, p AG. 112.

gent need to appease the concerns felt by third states, eager to prevent any intrusion of Italy in the spiritual action of the Church. The 18th of October, 1870, Visconti Venosta sent a note to all Governments stating the intention of Italy to respect and maintain the privileges of the Pope. Thus it was prepared the enactment of the Law of Guarantees.

Technically it was an Italian, even more, an ordinary law and not constitutional law, with the possible modification by the simple deci-sion to Italy. But this law does not create any new situation, but merely to maintain privile-ges, of which the Holy See made use according to its nature and mission. Bastgen order to emphasize more the previous existence of an international situation in favor of the Holy See, arrives to testify that this law assumed the so-vereignty of the Pope, who was not created but is recognized. The physical nature of the law, its content and purpose, how to have ready made claim to more than one author (Scelle, Rousseau and Anzilotti) that, while recognizing the well-founded regulatory rating given by De la Briere, we can not desconcoer the strength of that assessment, for which the material ele-ment plays a role in the characterization of law

HoLy See

18

and guarantees of a decidedly international hue.

The purpose of the Act was clear: keep the privileges that the Holy See had always main-tained, and that they were indispensable to fulfill its mission. Such privileges posed: 1) the admission of independence by the Pope; 2) the recognition of properties that allowed the Pope to maintain relations with third States. It was something other than the simple admission of an extraterritorial status, or simply matching the Pope and the King of Italy.

The privileges granted are the assumptions of an international personality, which is im-posed on the same constitutional reality that the law allows. The person of the Pope sacred and inviolable (art. 1) is declared, the honors and privileges that give them the Catholic so-vereigns (art. 3) reconcen, the inviolability of certain areas and places (Article 7) is decla-red, proclaims the absolute freedom of the Pope in fulfilling their spiritual duties (Article 9), immunities are granted to foreign missions accredited near the Pope (art. 11), the Sovere-ign Pontiff recognized the power of relating to the episcopate and the Catholic world, without any interference by the Government of Italy (Art.12). It can be said that, in princi-ple, has been proclaimed: 1) the sovereignty of the papacy (the Act itself speaks of the So-vereign Pontiff); 2) the ability to maintain all kinds of international relations; 3) the absolute independence enjoyed by the Holy See in the fulfillment of their spiritual functions.

Wanting to reduce the complex legal phe-nomenon, analyzed, extraterritorial a simple concession, it involves minimizing the extent of its effects. Extraterritoriality, which is also somewhat scientifically challenged, perhaps by the fictitious nature you have, it is never an end in itself, but is always explained as an aid to facilitate legal outcome, or the performance of a function. If we speak of extraterritoriality in the case of the Holy See, it is to simply man-ifiestar the fact that the Holy See being located within the Italian state territory legally is not subject to Italian jurisdiction.

3.2 The Lateran Accords.

The Holy See did not accept the legal regi-me established by the Law of Guarantees. The

thorny Roman Question for years assumed a declared hostility between two powers, ma-nifested by a series of spiritual and political, with which the Holy See was to sanction the behavior of the Italian state (so, for example, the ban decreed the Holy See Catholic Monar-chs in Rome to visit the King of Italy). claimed a truly international solution and the gran-ting of territorial sovereignty, but simply as the best guarantee of international personali-ty recognized by the Holy See for the Law of Guarantees .

The vicissitudes of World War highlighted how precarious was the legal status of the Holy See, while devoid of a minimum of ter-ritorial sovereignty. Guided by the purpose of overcoming the difficulties of all kinds, which originated from the permanence of the Roman question, the Italian authorities agreed on the benefits that would result from a reconciliation with the Holy See, especially in a political con-text, as fascist who could not do without some assistance of Catholic elements and an invoca-tion of the spiritual unity of the Italians.

Lateran Accords offer a range of very interes-ting dimensions and claiming their analysis. As highlights, the purpose of our study, we esti-mate: 1) the legal status to the parties involved in the conclusion of agreements; 2) the natu-re of these agreements; 3) nature of the legal relationship between the Concordat and the Lateran Treaty; 4) the legal situation created, both with respect to the Holy See, and in rela-tion to the Vatican City.

Lateran Accords are a bilateral international agreement and subject to the rules of interna-tional law. The rating given demands, among other conditions, that the parties to the agree-ments have, prior to the signing of such an international legal status. It meant by this, that the Holy See signed documents in his capacity as an international subject, independent sover-eign power. The body of the Lateran Treaty itself perfectly underlines the international nature of the Holy See, as reflected in the second article.

A serious controversy has sustained around the relationship between the Concordat and the Lateran Treaty. Summarizing the positions would be more significant as follows: 1) it's di-fferent legal instruments and diverse nature and Arangio-Ruiz, manifested by declaring that

HoLy See

19

are diverse in nature, although they form one body and the Treaty has concordat texts ; 2) Le Fur the two legal instruments have perfect autonomy, so that the Treaty would survive despite the abrogation of the Concordat; 3) they have defended the indivisibility of the Lateran Accords and a number of writers in-cluding Angelini 10[10] , which highlighted the complementary nature of the agreements, as evidenced by the same statements of the par-ties: the Treaty and Concordat are inseparable in the regulation of Lateran; 4) the reciprocity of these agreements has been defended from another plane, and so recognizes Checcheni on the basis that for him there is not a real treaty, but merely a concordat; 5) The relation-ship between those legal instruments has been presented as a problem solving agreements, interconnections in principle, permit a party to seek resolution by non-observance or abro-gation of one of them; such is the position of some lawyers that the link prefectamente with the invocation of the "rebus sic stantibus" clau-se.

Legal-functional considerations, the sa-me spiritual problem is solved, political motivations, etc., make it indispensable to ack-nowledge the indisputable solidarity of the two instruments and to estimate, with which we are not in the presence of something stranger that the Holy See has I wanted to sustain the indis-solubility as the best guarantee of the status obtained (De Luna).

4. FACTORS ESTABLISHING THE INTERNA-TIONAL PERSONALITY OF THE HOLY SEE AND DIMENSION IN INTERNATIONAL SCOPE.

What is the legal position established by the Lateran Accords? We refer to the same provi-sions of the agreements, because we perceive them expressed motivation that has guided the signatories.Tratdo Preamble says that "to assure the Holy See the absolute and visible independence, guarantee it indisputable so-vereignty even in the international domain understands the need to establish specific arrangements with the" Vatican City ... ". The purpose of the agreements is clear: to confirm

10    Angelini: Le caractere des Accods indivisible Lat-eran, RG 1932, p ag 521.

the international personality of the Holy See (Articles 2, 24 and preamble) and put itself at the service of an ideal medium that has been thought to be the Vatican City.

4.1.-Relationship of the Holy See with Italy and third powers.

The international personality of the Holy See is not the result either of a particular in-ternational agreement (Lateran Accords) nor an act of recognition, since his personality is general and not particularly international law (Quadri). Previous consistent with the premise, we have to declare that the relationship bet-ween the Holy See and Italy and other States and international subjects is a relationship of international law, that is, subject to legal ru-les that do not derive from any State. But the question arises with two questions: 1) whether in relation to Italy, and by the special teritorial situation of the Holy See, it is not necessary to determine a specific trait; 2) if the legal order to which these relationships are subject, will not some differences with what we traditiona-lly called international law.

Speaking of the situation of the Holy See with regard to Italy, the doctrine has thought of two special situations: 1) a kind of quasi-pro-tectorate, that this is the figure given by Scelle and H. Heller11; 2) a submission to Italy (as it has sought to justify Donati). It is essential to discard the latter view, that would ruin the in-ternational personality of the Holy See. Talk of quasi-protectorate is somewhat confusing, and what is the nature of quasi-protectorate. Which in Lateran Treaty certain delegations that are made to Italian law (legal problems, criminal, etc.) are observed, this affects primarily the Vatican and unresponsive to the reasons that create the quasi-protectorate, but the Pope's wish not to intervene in such duties, in respon-se to the spiritual function that dominates his performance and it is not reciprocated by such activity. What we can state is that the Italian state has certain obligations with respect to the Holy See and the Vatican City, the specific equal-not hanging over the other States which is explained by their particular situation.

Thinking that international law is essentially applicable to interstate and territorially sove-

11     sel ler: Die Souveränität, p. 142.

HoLy See

20

reign entities law, the Russian internationalist, Professor Taube, he proposed to speak of a "jus interpotestades" which regulate personal relations between sovereign powers12. This view was echoed by Schoen lately and, in part, on Anzilotti being roundly criticized by Verdross13. Apart from this solution or Fiore, recommending speak of a "Right of Humanity," we are not quite perfect, there is no difficulty in recognizing (the same Verdross has) that the old term of international law has to spin off its meanings, and in this sense it would be possi-ble to propose to speak at least three circles: 1) the proper order of the international com-munity (one jus gentium universal sense); 2) interstate legal order (old international law) that would differ from the first by one have a constitutional sense and this rather concrete and device.

5. CANONICAL UPON THE PROBLEM.

It would seem desirable to use a canonical assessment of this problem. In all, the impor-tance of this particular aspect of public law Eclasiástico represented by the personality of the Church and the Holy See says. One of the texts that can not precindirse in this analysis we have been doing is the right code canoni-cal14. This is the fundamental text that nature so different styles refer, as are those of Knub-ben, Seller15, and is in it, where the differential notes with which to determine the nature of the Holy See are collected.

These canons which have been reported concisely attributes pontificate, they are not a creation, but the simple formula set forth by the Constitution "Pastor Aeternum" of Vatican. The canonical constitution analysis focuses on the-se topics: 1) Primacy of San pedro (based on the two Gospel texts)16; 2) continuity of such primacy in the person of the Bishop of Rome; 3) nature of the power of the Pope, who is episco-pal, ordinary and immediate. All this results in the following conclusions regarding the nature

12    Taube: The situa n actualle internationale du Pape et Droit d’un Vid ée between Pouvoirs Wirtsxhftphilodophie 109.

13    Verdross: Die Einheit, pág.424.14     Cf. Cc. 331-333, Book II, p. 248-249, CDC 1983 E.

University of Navarra.15    Knunbben; Die Subjekte, p. 429. Keller: Die Sou-

verabitat, p AG. 144.16    Mth: 16, I, 6. Io: 21.15.

of the power of the Pontiff: 1) Supreme power in the Church Magisterium; 2) the Pope is the Supreme Legistador within the Church; 3) the Supreme Pontiff is the ecclesiastical judge; 4) it is also the Supreme Administrator of the Church.

Viewed in this way the powers of the Pope, we outlined what we would call constitutional course of his pontificate and emerge imme-diately, the external consequences, resulting in the absolute independence of the Pope regarding any other authority, whatever its na-ture, or supreme power in matters affecting faith, morals and discipline of the Church. So the independence and sovereignty which has the Holy See is the double consequence that derives from its nature and its constitutional basis.

Thus the Church is presented as WTO, with a perfectly hierarchical organization and a power embodied in the Supreme Pontiff, which corresponds to be as visible expression of Christ, the only priest of the church, which are all others by mystical participation. This exhibition of Bastgen is dominant, and in si-milar terms we see reproduced in the work of P. Delos17, by insisting on the need to resort to theological and ecclesiastical review and evaluate the Church as a "Kingdom-Church," ie "public company organized and provided with a public authority of government." And so we have noted a new problem: sociological pro-blem, Delos, as it proclaims, then it basically will be located in the field of events the great question of the independence and sovereignty of the papal.

The sovereignty of the Pope is a resoun-ding justification and is more effective than the temporal sovereignty. The independence of the Pope is not merely a pious wish, more or less reflected by canonical precepts, it is a compelling reality and a necessity. Michoud has rightly said that from the moment that the Pope is not a national of any human power, necessarily has to be admitted that it is inde-pendent because it does not include a third term in the question. Pope independence with respect to any temporal power, has been una-nimously accepted and drift: 1) of the mission

17    Delos: Le Traité du Letran 1929 ng juridique et la nouvelle situation of the papacy, RG 1929, pp 453-455.

HoLy See

21

that is making the Pope; 2) of the spiritual na-ture of its mandate; 3) the inability to admit that any temporal power could be used as subject to the Pope, through his mediation, exercise control over the consciousness of the subjects of other political communities. In that independence of the Pope are interested not only defenders of the spiritual dimension of man, but the world powers and the policy, which can not consent to such an instrument remains subservient to a system of gover-nment. Transcendence and freedom, which governs the activity of the Church, is not compatible with your agency or political en-feudameiento. And if we recognize that there is independence, sovereignty and committed, a creed to preach; It can not refuse to admit international personality, imposed by the po-sitive assessment of the facts.

6. THE OWNERS OF DIPLOMATIC RELATIONS OF THE HOLY SEE CHARACTER.

The Holy See is a sovereign subject of in-ternational law. Strictly speaking the Holy See is not a State like any other, as we have said, nor an international organization. However, the international personality of the Holy See is imposed for that is a sovereign entity in the international community (ie, an autonomous and independent subject that owes its existen-ce to an organization or another international organization). The Holy See for his character supremno governing body of the Catholic Church and the historic reconocimieno of so-vereignty -of spiritual order of the papacy, it is endowed with international legal personali-ty. It occupies a position of legal parity with exercising a temporal sovereignty, as States, and other entities and subjects of national so-vereignty. Therefore, on the above basis, the Holy See has official relations with states and with international organizations.

6.1 The adhesion of the Holy See to Inter-national Organizations.

In the course of history, the Popes have encouraged the belief that states can not with-draw into themselves and are instead called to collaborate jointly to achieve common goals such as peace and justice. Benedict XV, in 1917, proposed general disarmament, compulsory arbitration in case of conflicts and internatio-nal sanctions for reflactarios States.

Having no longer temporal interests to defend, after the "Roman question" with the Lateran Pacts, she resolved and seeing them was recognized a precise international role, the Holy See, from the early thirties he could devo-te himself freely to the promotion and defense of the moral and spiritual values of peaceful relations between nations, of human rights -in particular with regard to religious freedom and the right to life, of cultural, scientific and eco-nomic cooperation, humanitarian law, etc.

Pio XII encouraged the United Nations ora-nización be instituted; Juan XXIII, the "Pacem in Terris" said the natural moral order requi-res the establishment of a universal political authority in New York, said the UN is "in the temporal order, which the Catholic Church wants to be in the order Spiritual: unique and universal "AAS, 1965, p. 880; Juan Pablo II, on a visit to the United Nations, did not hesitate to affirm that "the ideals and purposes that gave life to this global organization, half a century ago, is more than ever indispensable in a world searching for a purpose" ( Newark Airport, 4th of October, 1995). (Not to do more extensi-ve this article I am not referring to the many international activities of the Holy See in the international order).

7. POLITICAL THEORIES ABOUT THE FOUNDA-TION OF THE STATE OF VATICAN CITY.

Despite the solemn and terms used shape Agreements of Letran correspond entirely to a treaty under international law, will not this quality has been unanimously recognized by the doctrine. In fact, at the conclusion of the Lateran Pacts confluence of several issues on the international doctrine it is not unanimous condition on of the Holy See as a contracting party, this capacity for a political agreement with certar, per experience or continuity of old Papal States, the emergence of a new subject of international law if it refuses, and how it may have occurred this creation.

The different doctrinal positions on the na-ture of the Holy See have resulted in a range of theories ranging from considering this as contracting as a person, as an internal subject of Italian law, to the attribution of the nature of State, I would not have lost despite the ca-pitulation of 1870. So these theories discussed below:

HoLy See

22

1. A certain Italian authors have found it ne-cessary to explain the nature of the political treaty, denying the ability of the Holy See at the time of the conclusion of the Lateran Accords to international commitments; Well, there are authors who believe that the Holy See was not a person of international law but of national law, reaching the first only after the ratifica-tion thereof and the recognition by Italy, which does not prevent the new entity enjoyment the true character of the state, still lacking the cor-porate and political element, "a human society stably established in its territory"18.

Diena, adopts a different starting point: the Holy See, after 1870, certainly continued in pos-session of international legal personality, but not as a state. Diplomatic relations maintained between 1870 and 1929 show the existence of this personality, but then you can not deduct the political capacity to conclude treaties. This stance at odds with the very nature of Trattato, since this is a political agreement19 and as such it can only be concluded between states, so it is contradictory that a "non-State" sign a treaty between states in order to become state.

2. At the other extreme is the theory that maintains the survival of the old Papal States and, therefore, the pre-existence of statehood before the Lateran Pacts. Roughly one can rea-lize that the Vatican City, which is constituted by the Lateran Pact is not a new State, but sim-ply a continuation of the previous one never disappeared since the events of 1879 could not eliminate the personality of the Holy See since this, though very limited, he continued to exer-cise sovereign powers within the Vatican20. The only change being that the Treaty introduced the new organization or legal fisonimía.

Apart from this argument of permanen-ce and state organization, its advocates have turned to articles of the Treaty itself, where, according to them, it follows clearly that Italy recognized him possession of the Holy See from a previous territorial sovereignty al Tra-tado y, por tanto, la subsistencia del Estado Pontificio.

18     Arango Riz, Riv Diritt. Pubbico, 1930, p. 603.19    Diena, “The Holy See Diritti internazionale e il”

Rvi. Di. Dirritto int. 1929, page 179.20     D’Avack. Chiesa, J. See and Vatican Cittá nel jus pub-

licum eclesiasticum, Firenze, 1937, page 192.

Subsequently, Cansacchi has come to de-fend the same thesis, but introducing some new, as argues that Italy was interested in the recognition of this territorial sovereignty, be-cause thus an argument of considerable force was obtained at all expansionist tendency of the Holy See at the time of negotiation and, moreover, was armed against any possible ob-jections of third countries that could put into question the independence of the Pope in the new state21.

3. A third group consists of those who say the demise of the former Papal States because of "debellatio" (capitulation and occupation of Rome) and creation of a new state under the Lateran Pacts, starting to do the survival of the international personality of the Holy See and this capacity to conclude a treaty with Italy.

These authors do not stop reconcoer the end of the Covenants was not legally possible the creation of a territorial sovereignty over a territory that in fact this authority was already exercised since 1870 by the Pope22. That is, similarly to the training of most of the new states, the law did nothing but recognize what actually existed.

It is in this theory where the relationship bet-ween the Holy See and a new State Vatican and the formation process of the latter as new sub-ject of international law arises. In general the doctrine tends to interpret the process consti-tuvó Vatican City in his first as a "derelictio" or an assignment and therefore the creation of a territorial sovereignty of the Holy See on it, as a consequence of treated.

4. A fourth doctrinal orientation is characte-rized by recognizing the Holy See international personality and therefore affirm the true natu-re of international treaty Lateran Accords, but refuses to change to the Vatican City State for lacking quality the constituent elements the-reof.

The problems could reduce the ability of the Holy See to exercise sovereignty teritorial, the consequences of the occupation of Ro-

21    Cansacchi, “The pontifical continuità dello Stato, Communicazioi e Studi, vol. III, pp 132-133.

22    Anzilotti, “The giuridica condizione della Holy See.” Riv. Dirrit, Int, pp. 168 -169.

HoLy See

23

me, and the relationship that the international personality of the Holy See and the temporal sovereignty and the relationship are between the old and the new Papal States Vatican City.

The constitutional order of the State of Va-tican City is formed by the Lateran Treaty and its fundamental laws 7th of June, 1929, and promulgated by Pio XI that were: 1 Basic Law of the Vatican City;2nd Law on the sources of law; 3rd Law on citizenship and residence; 4th Law on the administrative organization of the economic, commercial and professional orga-nization; 6th Public Safety Act.

Following Salvador Corral, "it should never be overlooked that the institution of the Sta-te of Vatican City would be the solution to a particular Roman question: a Papal States mili-tarily occupied and occupation never accepted by the stripped portion. They wanted a state, if miniature well, that answered the same purpo-se: to serve as guarantee for the independence of the Roman primacy, saving the integrity and unity of the Italian peninsula "23.

International law has been presented as a legal order, understood in such expression, not só it as a yes stema of legal norms, but also a whole set of institutions. The den or in-ternational law is rooted in a social reality, in a historical situation in a world of real and factual assumptions; all that sociological foundation co mo is the substratum in which the rules are based, claiming there nce and compelling rea-son. When it is said that international law is the legal system itself denormación of the Inter-national Society actually what is sustained is a social vision, onal and organic function of law.

Key element in the organization of a legal community, and the international constitution, must be the precision of the recipients of its rules, the determination of who the subject. It is inconceivable that at the time, referring to the legal order, there was no indication as to the subject.

In this regard, other internationali stas ad-dress these issues, the Catholic Church, the Holy See and the Vatican City, and immediately highlight: 1) that is abnormal, extraordinary si-

23     Salvador Corral, C. “The statehood of the status Citta del Vaticano”, in homage to J. Manzanares Book UPS

tuation within the Ord international; 2) which is a material substantially controversial, diffi-cult to raise with absolute objectivity; 3) that in his discussion, or political element is domi-nant; 4) that the intervention of the political factor is so intense that even explains procupa-ción felt differently by different people for the study of these issues and the relative neglect manifested in this regard by the Anglo-Saxon literature and the omission is justified by the Soviet theory.

The problematic issue has not been the same in all ages. Until 1870 he offered no se-rious doubts that the Pope had an international personality, in his dual capacity as temporary Sovereign (Supreme Head of the United Pont ificios) and spiritual Sovereign (God's represen-tative on earth and visible Head of the Igl EIS). It was the suppression of Papal S tates under the events of 1870, which by suppressing the tem-poral dimension of the Pontifical power, raised the reflex ion could continue judging whether the Holy See as an international subject. With the Lateran Accords, the doctrine held that the issue had lost its acute character, and so the calific Verdross or as sufficiently resolved, although others did assert reservation on this assessment of the facts. I think that while be-fore 1870 had no interest in the subject m ore, then yes has acquired such importance and has not desaperecido problematical with the Lateran Accords among other reasons, becau-se they have raised, new questions.

The importance of the problem is obvious as the annual m is investigated internatio-nal law. E l recognition of the international personality of the Holy See is presenting the positivist thesis on international subjects. The international character of the Holy See was a strange element of this theory to the point of force advocate a complete rectification of it (as noted in the work of Baikot and Siotto-Painter)24. Not only is the list of international subjects was extended but, bound by the same approach tax by the existence of the Holy See, it used to focus on a deeper consideration of man within international society, in that It was the consideration of the issues of conscience, spirit, those who supported the doctrine of the international character of the Holy See.

24    Soitti-Painter: R, des C. Volume 41, 321 and 323.

HoLy See

24

They have mainly been responsible os ita-lian, Monaco and Siotto-Pintor which have highlighted the urgent need to proceed to a previous differences. It difficult understand, at first sight, the indiscriminate use of concepts such as Vatican City the Catholic Church, pon-tificate, the Holy See and.

Sometimes these expressions are intertwi-ned and it is uncertain whether repre Sentan aspects of the same phenomenon, whether it is simple synonyms, or if we face things up a diverse both. Easier not draw a categorical differentiation, and it is not the problem as t iene a dimension of mystery, which is bea-ting in theological fundamental essence of the problem. In order to settle a working hy-pothesis, we distinguish these concepts with the help of the following: 1) the Church would be the 'mystical body' with the participation of all who through Baptism have become mem-bers; the Church is the Bride of Christ and the mediator between him and men; 2) The Holy See, in its broadest sense includes the central leadership of the Church by action of the Po-pe and the Roman Curia; 3) The Holy See in its restricted sense is equated to the Pontifi-cate; 4) Vatican City is the legal and political unity born of the Lateran Accords, with affi-nities, more or less marked, for state pol ic units. But I was mistaken incurrirí to, if they wanted to pour in strictly legal terms, human substantially, relations that bind these entities bear no resemblance to those that may occur between human society and its representative bodies. The Pope is something very different from what may be a monarch or Head of a Sta-te. Vatican City is also something very different from what may be a state community and its relationship with the Holy See and the Catho-lic Church can not but analog explained using legal-positive notions. The articulation of these entities is mystical, supernatural, and yet, the lawyer can for the purposes of positive law, de-clare q ue the legal status of the Church of the Holy See and the Vatican are different.

We consider the simple legal-positive as-sessment of these phenomena can not give us an adequate solution. Want to study the Church, the papacy, with the help of exclusive positive concepts, it is completely sterile. The Church has a supernatural mystical nature, and offers an immanence what the orld, but also a apartamient or transcendence. The in-

ternationalist although not Catholic - should take care of the analysis of this supernatural element that embodies the Church. It is, the-refore, we must address: 1) the canonical, 2) law and international law; It can say that this interpretation is outside the confessio-nal i nternacionalísta. Rightly, it has justif ied phenomenon canonical estimate Bastgen in-vestigator, stating that is the same as an analog value to the course held by the constitutional state. If international law does not create the "state entity", but welcomed it as something born of history and sociology given; similarly, the Church and the papacy are phenomena that are born in their "own world" and presented to the international order resting in their natural realities. And if the state really is in the world of politics; the reality of the Church is in the spirit world of the supernatural. So we can say that the Vatican is, in this sense, an atypically State, which exists as guarantee of the exerci-se of spiritual freedom of the Holy See and its relationship with the universal Church25.

The Church and Holy See are formed by the u nion about constituent factors of spiritual character and international law does is allocate rights and duties to the "entity". What happens is that they Taran legal situations is based on the spiritual nature, and obrenaturales ends of the Church and the Pope.

The problem of historical projection, has not always offered under the same signs. We can divide his hitoria in a perfectly distinct phases: 1) stocks of the Papal States as a result of the alleged donation of the Frankish kings; 2) from 1870 to 1929, per í odo in which the Holy See considers stripped of his powers and position of enmity with the Kingdom of Italy, when the famous "Roman question"; 3) since the signing of the agreements Letran, 1929, until today.

During the first stage international pro-blems do not own sustantivi ity in relation to the Church. T his has a privileged situation, especially until 1648, and the existence of the Papal States allows the pontifical manifest as sovereignt emporary. There I go to examine whether the Papal States were or not a state community, nor Correspond us and assess whether the possession of a p temporary oder

25     Cf. John Paul II, Letter 24.XI 83 .. Salvador Corral, C. Dictionary of Canon Law , Ed Tecnos (2000), p, 683.

HoLy See

25

was benefit or hindrance to the spiritual action of the Church, and if the power you mpo-ral was a reality or just an appearance. The problematic is big military operations after 1870. The mere pri being discussed are the le-gal consequences of military action, and thus pre guntan internationalists if ceased to exist or not the Papal states such as c onsecuencia a "debellatio ". What could be the legal signi-ficance of the non-occupation of the Vatican Palace ?. Another issue raised is that relating to scope clauses that may be contained in the law of 1871 guarantees and the sense of the repeated invocations of the Curia on the per-sistence of temporal power, and the nature of the obligations taken by Italy in relation to third powers.

8. FINAL SUMMARY

From the foregoing, we can state a number of considerations. First we can defend the per-sonality of the church as a perfect society, the Holy See, as personification of the church in the person of the Pope and the Vatican, which is an instrument and means of ensuring the Holy See.

We can also state that their activity is subject to international law, but stressing the advanta-ge of diversifying the meanings of the same, as long as we're talking about more suprana-tional one international personality.

It has attributed legal personality characte-ristics and requires the possession of a limited legal capacity to act in response to the very nature of such powers. This is not an abnormal or artificial personality or dependent on recog-nition of States.

The special nature which owns the church and the Holy See is imposed on us earlier fin-dings. Until recently, all these studies were done behind the special theological, mystical and canonical consideration offered by the problem and thus has nothing particular to be secularized and solutions that speak of a state subject of an international person and submis-sion to international law. But when we reflect on the Church and the papacy from a theolo-gical and metaphysical approach, conclusions must vary and can not speak of a state agency, nor can we accept that the Church and the Ho-ly See to move as a political power within the System of Political Powers and the States. The Church and the Holy See are supranational legal persons, and are universalism and its independent metaphysical reality and guaran-tors to the international community as to the various states of the world of spiritual indepen-dence and sovereignty of the Church and its supreme direction which is where the end, the peculiarity and style State of the Vatican City.

26

Monseñor Dr. Clemente Martín Muñoz.

Presidente de la Real Asociación Caballeros de Yuste.

1. DIE BEDEUTUNG DER ANWESENHEIT DES HEI-LIGEN STUHLS IM INTERNATIONALEN UMFELD.

1.1.- Die gegenwärtige Stellung des Heili-gen Stuhls.

Der Vatikanstaat („Staat der Vatikanstadt“ in vollem Namen) ist, dem Gesetz und der inter-nationalen Praxis nach, eine juristische Person, die Verträge abschließen und diplomatische Vertreter entsenden und aufnehmen kann, wie es den rechtlichen Normen eines jeden Staates entspricht.

Der Vatikanstaat entstand am 11. April 1929 mit den Lateranverträgen1, in denen Italien dem Heiligen Stuhl (auch „Apostolischer Stuhl“ genannt) die vollen Besitzrechte und die aus-schliessliche Souveränität über den Vatikan2, wie er heute besteht, zuerkannte. Damit ist der Papst in der Lage, frei und unabhängig seinen Führungdienst in der Weltkirche auszuüben.

1     Die Lateranverträge, unterzeichnet am 11.02.1929 für den Heiligen Stuhl durch Kardinal Gasparini und im Namen des Königs von Italien durch Regierungschef B. Mussolini, bestehen grundsätzlich aus zwei Dokumenten: a) dem politi-schen Abkommen und b) dem Konkordat, das die religiösen Beziehungen zwischen dem Apostolischen Stuhl und dem Kö-nigreich Italien regelt.

2     In Artikel 2 der Lateranverträge erkennt Italien die Souveränität des Heiligen Stuhls in der internationalen Ord-nung als inhärenten Bestandteil seiner Natur an, in Überein-stimmung mit der Tradition und den Erfordernissen seiner Mis-sion in der Welt.

Sowohl der Vatikanstaat als auch der Heilige Stuhl sind universell als solche anerkannte sou-veräne Subjekte des internationalen Rechts; sie sind unauflöslich an die Person des Papstes als Staatschef gebunden, der mit allen legislativen, judikativen und exekutiven Vollmachten3 aus-gestattet ist. Der Papst übt in diesem Rahmen sein Amt aus vermittels der Päptlichen Kom-mission für den Vatikanstaat (gesetzgebende Gewalt, bestehend aus von ihm für einen Fünf-jahreszeitraum ernannten Kardinälen) und der Regierung des Vatikanstaats (Exekutive). Die rechtlichen Regeln sind in einem besonderen Abschnitt im Amtsblatt des Heiligen Stuhls (Ac-ta Apostolicae Sedis) veröffentlicht.

1.2. Das Recht der päpstlichen Delegatio-nen und des Diplomatischen Korps.

Sowohl der Vatikanstaat als auch der Heilige Stuhl haben als souveräne Organe der katho-lischen Kirche ein ständig steigendes Maß an Anerkennung in ihrer besonderen internationa-len Rolle gefunden. Sie wirken in internationalen Organisationen mit und nehmen im Rahmen der entsprechenden Abkommen an internatio-nalen Konferenzen teil.

Der Heilige Stuhl übt das aktive Recht auf Entsendung diplomatischer Vertreter (päpst-liche Legationen) aus, die einerseits den römischen Pontifex bei anderen Staaten vertreten und andererseits in der örtlichen

3    Papst Johannes Paul II. äußerte sich in einem Brief vom 24.11.1983 wie folgt: „Der Vatikanstaat ist souverän, ohne indes über alle üblichen Elemente einer politischen Gemein-schaft zu verfügen. Es handelt sich um einen atypischen Staat: Er besteht als Garantie der Ausübung der geistlichen Freiheit des Apostolischen Stuhls, also als Mittel zur Sicherstellung einer tatsächlichen und sichtbaren Freiheit in der Ausübung seiner Führungsfunktion für die Weltkirche wie auch seiner Arbeit in der Pastoral, die sich an die gesamte Menschheit rich-tet; dieser Staat hat keine eigene Gesellschaft, für deren Dienst er geschaffen worden wäre; er gründet sich auch nicht auf die sozialen Aktionsformen, die gemeinhin Struktur und Organisa-tion eines Staatswesens bestimmen.

HeiLigen StuHLS

HeiLigen StuHLS

27

kirchlichen Hierarchie als päpstliche Nuntiaturen in Erscheinung treten; sie nehmen ihre Aufgabe dauerhaft, zeitlich befristet oder in außerordent-licher Weise wahr. Der Heilige Stuhl seinerseits nimmt Gesandtschaften / Diplomaten anderer Länder auf, die von diesen dauerhaft, befristet oder aus gegebenem Anlaß entsandt werden.

Diese globale Sicht wird aktuell vom Vatik-anstaat projiziert, der einen Staat mit eigener rechtlicher Persönlichkeit darstellt, die in der internationalen Ordnung weitgehend anerkannt ist. Um den aktuellen Status darzustellen, muss auf die Entstehung des Vatikansstaats und seine Akzeptanz in der internationalen wissenschaftli-chen Gemeinschaft eingegangen werden.

2. NATUR DES VATIKANSTAATS.

Als der Vatikanstaat entstand, wurde in wis-senschaftlichen Zeitschriften und unter Experten in Themen des internationalen Rechts darüber diskutiert, ob die katholische Kirche Subjekt des internationalen Rechts - unter Beachtung seiner Charakteristiken - sein könne.

Wie schon gesagt, war das vorrangige Ziel der Lateranverträge die Etablierung einer originären territorialen Souveranität, die dem Heiligen Stuhl eine stabile rechtliche und tatsächliche Unab-hängigkeit zur Erfüllung seiner hohen Mission in der Welt geben sollte. In diesem Sinne erkennt Italien dem Heiligen Stuhl die ausschließliche und vollständige souveräne Macht und Jurisdik-tion über den Vatikan zu. So unterstreicht Artikel 4 noch einmal ausdrücklich den souveränen und ausschließlichen Charakter, den Italien aner-kennt, und sich außerdem dazu verpflichtet, die Inbesitznahme des Territoriums, dass den Vati-kanstaat bilden soll, zu Lasten der italienischen Regierung kostenfrei zu halten. Wie Professor C. Corral sagt: “So, wie der Vatikanstaat in den Anlagen zum Lateranvertrag in seinen Grenzen festgelegt ist, besteht er einerseits aus der Va-tikanstadt und andererseits aus bestimmten Liegenschaften außerhalb dieser Grenzen, sei es in Rom selbst oder in Castelgandolfo“.

Wie man erkennen kann, entspricht die territoriale Souveränität, die sich aus dem Vertrag ergibt, der allgemeinen staatlichen Souveränität. Aber ohne jeden Zweifel zeigt

die konkrete rechtliche und tatsächliche Lage auffällige Besonderheiten. Der Vertrag macht deutlich, dass der Vatikanstaat nur in einer engen Symbiose mit dem italienischen Staat existieren kann. Daraus resultieren im Vertragswerk eine Reihe von Verpflichtungen zugunsten oder zu Lasten Italiens.

3.- DAS GARANTIENGESETZ UND DIE LATERAN-VERTRÄGE.

Der Lateranvertrag, der erste von dreien, die das gesamte Vertragswerk ausmachen, richtet den Vatikanstaat ein, indem er die welt-liche Souveränität, den uneingechränkten Besitz, die Unverletzlichkeit und das Recht des Papstes auf aktive und passive Teilnahme am diplomatischen Verkehr festschreibt, sowie die Neutralität, die notwendigen Dienstleistungen und die geographischen Grenzen, Liegenschaf-ten und Immobilien des päpstlichen Staates, der den Status der Exterritorialität genießen soll.

Am 13. Mai 1871 erließ die italienische Regie-rung – einseitig - das sog. Garantiengesetz, das Gesetz der Vorrechte des souveränen Papsttums und des Heiligen Stuhls und der Beziehungen zwischen Staat und Kirche. Am 11.02.1921 wur-den die Lateranverträge veröffentlicht. Das Garantiengesetz hatte zwei Teile, einen Teil über die päpstlichen Vorrechte und einen über die Beziehungen Staat-Kirche. Die Lateranverträge bestehen aus 1) dem Vertrag zwischen dem Heili-gen Stuhl und Italien, 2) dem Konkordat zwischen dem Heiligen Stuhl und Italien und 3) der finanzi-ellen Übereinkunft als Anhang zum Vertrag.

De la Brière hat diese beiden rechtlichen Grundlagen wie folgt beschrieben: Das Ga-rantiengesetz löst die römische Frage auf eine einseitige, italienische und rein juristisch-gesetz-geberische Weise. Die Lateranverträge geben auf die Frage eine bilaterale, dem internationalen Recht entprechende und auf einer territorialen Basis beruhende Antwort4.

3.1 Das Garantiengesetz.

König Victor Emanuel besetzte 1870 die vom ehemaligen Kirchenstaat / den päpstlichen Besit-

4    I. De la Brière: R. des C, Band 33, S. 117 ff.

HeiLigen StuHLS

28

zungen verbliebenen Territorien, wobei er die Übereinkunft mit Frankreich vom 15.09.1864 verletzte. Am 20.09.1870 wird Rom besetzt5. Damit löst das Königreich Italien seine Ansprü-che ein, nachdem der Papst sich geweigert hatte, die Vorschläge Cavours vom 18.09.1861 zu akzeptieren. Am 12.10.1870 beschliesst das italienische Parlament, Rom zur Hauptstadt des Königreiches zu machen. Am 09.10.1870 kommt es zur Annexion, die am 31.12.1870 per Gesetz bekräftigt wird. Soweit die Ereignisse.

Deren juristische Wertung ist sehr gegensätz-lich ausgefallen. Man kann sie zusammenfassen in folgenden Auffassungen: 1) Die päpstlichen Staaten verschwanden vollständig, ebenso die weltliche Souveränität des Papstes; beides als Resultat einer authentischen „debellatio“, einer militärischen Niederwerfung (Bompar, 6); 2) Es kam nicht zu einem totalen Verschwinden der weltlichen Macht des Papstes, weil die militä-rische Kapitulation die Besetzung beschränkte, ohne den Vatikan zu betreffen, oder weil die Nichtbesetzung – am Rande der Bedeutung, die der militärischen Kapitulation beigemessen wurde – einer Tatsache, einer Notwendigkeit und nicht einer reinen Geste der Höflichkeit entsprach (Balladore-Pallieri, 7). Die Argumente von Balladore-Pallieri sind offensichtlich be-deutsamer als die klassischen Positionen von Gobbio und Olivart. Es geht hier nicht darum, die Möglichkeit einer juristischen Wertung der Kapitulation zu versuchen; es ist interessan-ter zu bedenken, dass die Nichtbesetzung des Vatikans darauf zurückzuführen ist, dass man den Papst selbst nicht unterwerfen wollte. Die-se Nichtbesetzung ist der erste Schritt Italiens in Richtung auf den Erhalt der Unabhängigkeit des Papstes.

Die italienische Regierung erkannte alsbald die Verantwortung, die als quasi Garantiemacht der Unabhängigkeit des Heiligen Stuhls auf ihr lastete8, und auch die Notwendigkeit, die Be-sorgnis dritter Mächte zu dämpfen, denen es darauf ankam, jede Einmischung Italiens in das

5    Ireland: “The State of City of the Vatican” A.J. 1933, S. 271.

6    Bompard: “Le Pape, les Etats et le conférence de La Haye”. R.G. 1900, S. 369

7    Balladore-Pallieri: „Die völkerrechtliche Rechtsper-sönlichkeit des Statu Citta del Vaticano“, Z.F.Off, 1931, S. 505-525.

8     Franzois: R. des C, Band 66, S. 112.

spirituelle Wirken der Kirche auszuschließen. Am 18.10.1870 sandte Visconti Venosta eine Note an alle Regierungen, in der die Absicht Italiens dargelegt wurde, alle Vorrechte des Papstes zu respektieren. So wurde die Verkün-dung des Garantiengesetzes vorbereitet.

Technisch betrachtet war das ein rein ita-lienisches Gesetz, ein Gesetz zudem ohne Verfassungsrang, das jederzeit durch eine ein-fache Entscheidung Italiens modifiziert werden konnte. Das Gesetz schuf keine neue Lage; es begnügte sich damit, die Privilegien zu erhal-ten, die die Kirche angesichts ihres Wesens und ihres Auftrags bereits genoss. Mit dem Ziel, die bereits existierenden internationalen Ge-gebenheiten bezüglich des Heiligen Stuhls zu unterstreichen, führt Bastgen aus, dass dieses Gesetz von der bereits bestehenden Souveräni-tät des Papstes ausging, die mit ihm nicht erst geschaffen, sondern nur anerkannt wurde.

Das Gesetz an sich, sein Inhalt und Zweck sowie die Art seiner Vorbereitung haben etli-che Autoren (Scelle, Rouseau y Anzilotti) dazu gebracht festzustellen, dass – unbeschadet der begründeten Aussage De la Brières zu ih-rem normativen Charakter – die materiellen Aspekte nicht zu vernachlässigen sind, die dem Gesetz zweifelsfrei einen internationalen Grundton verleihen.

Der Zweck des Gesetzes war ganz klar: Er-halt der Privilegien, über die der Heilige Stuhl immer verfügt hatte und die für die Erfüllung seiner Mission unabdingbar waren. Das bedeu-tete: 1) Anerkennung der Unabhängigkeit des Papstes und 2) Anerkennung von Befugnissen, die dem Papst die Pflege von Beziehungen zu Drittstaaten erlaubten. Es ist also etwas ande-reres als die Anerkennung eines exterritorialen Status oder einer einfachen Gleichstellung des Papstes mit dem König von Italien.

Die zugestandenen Vorrechte sind die, die eine internationale Personalität bedingen und die sich über die konstitutionelle Wirklichkeit erheben, von der das Gesetz ausgeht. Die Per-son des Papstes wird als heilig und unverletzlich erklärt (Art.1), man anerkennt die Ehren- und Vorrangstellung, die ihm die katholischen Herrscher zubilligen (Art.3), auch bestimm-te Territorien und Liegenschaften werden für unverletzlich erklärt (Art.7), die absolute Frei-heit des Papstes in der Wahrnehmung seiner

HeiLigen StuHLS

29

geistlichen Funktionen wird festgestellt (Art.9), die im Vatikan akkredidierten Vertreter ande-rer Staaten erhalten Immunität (Art.11), dem Papst wird erlaubt, ohne jede Einmischung der Regierung Italiens mit dem Episkopat und der katholischen Welt in Verbindung zu stehen (Art.12). Vereinfacht gesagt, geht es um Fol-gendes: 1) Die Souveränität des Papsttums (das Gesetz spricht ausdrücklich vom „Souveränen Pontifex“); 2) die Befähigung, internationale Be-ziehungen jeder Art zu pflegen; 3) die absolute Freiheit des Heiligen Stuhls in der Wahrneh-mung seiner spirituellen Aufgaben.

Die Reduzierung des bisher analysierten komplexen juristischen Phänomens auf eine simple Zuerkennung von Extraterritorialiät, würde die Reichweite seiner Auswirkungen minimieren. Die Extraterritorialiät, abgesehen davon, dass sie nicht ganz unumstritten ist, vielleicht wegen ihrer irgendwie fiktiven Natur, ist nie ein Selbstzweck; sie erklärt sich immer als ein Hilfsmittel zur Erreichung eines recht-lichen Ergebnisses oder zur Erfüllung einer Aufgabe. Wenn man im Bezug auf den Heiligen Stuhl von Extraterritorialität spricht, besagt das nur, dass dieser zwar auf italienischem Staatsgebiet angesiedelt ist, aber juristisch nicht italienischer Kompetenz unterworfen ist.

3.2. Die Lateranverträge.

Der Heilige Stuhl hat das Rechtsregime des Garantiengesetzes nie hingenommen. Die dor-nige römische Frage bedingte für Jahre eine offene Feindseligkeit zwischen beiden Mächten, die sich in einer Reihe von geistlichen und po-litischen Maßnahmen niederschlug, durch die der Heilige Stuhl das Verhalten des italienischen Staates zu bestrafen suchte (z.B. das ausdrückli-che Verbot des Besuchs katholischer Monarchen beim italienischen König in Rom). Der Heilige Stuhl beharrte auf einer authentischen internati-onalen Lösung und der Gewährung territorialer Souveränität, wenn auch nur als bessere Ga-rantie für die ihm durch das Garantiengesetz zuerkannte internationale Personalität.

Die Wechselfälle des I. Weltkriegs zeigten die rechtlichen Grenzen der Situation des Heili-gen Stuhls auf, der nicht über ein Minimum an territorialer Souveränität verfügte. Mit dem Ziel der Überwindung aller dieser Schwierigkeiten, die sich aus dem Fortbestand der ungelösten römischen Frage ergaben, erkannten die Regie-renden Italiens die Vorteile, die sich aus einer Versöhnung mit dem Heiligen Stuhl ergeben könnten, insbesondere in einer politischen Konjunktur, der faschistischen, die durchaus

HeiLigen StuHLS

30

auf die Unterstützung bestimmter katholischer Kreise und auf das Ansprechen der spirituellen Einheit der Italiener nicht verzichten wollte.

Die Lateranvertäge beinhalten höchst interessante Dimensionen, die einer entspre-chenden Analyse bedürfen. Im Rahmen dieser Untersuchung erscheinen die folgenden am wichtigsten: 1) Die juristischen Umstände, unter denen beide Seiten an deren Abschluss beteiligt sind; 2) Natur der Verträge; 3) Charakter der ju-ristischen Beziehung zwischen dem Konkordat und den Lateranverträgen; 4) die durch die Ver-träge geschaffene Rechtslage bezogen auf den Heiligen Stuhl und die Vatikanstadt.

Die Lateranverträge sind ein binationales Vertragswerk internationalen Charakters und unterliegen den Normen des internationalen Rechts. Das verlangt, unter anderem, dass die vertragsschließenden Parteien vor der Un-terzeichnung einen internationalen Status im rechtlichen Sinne haben. Das besagt, dass der Heilige Stuhl die Verträge als internationa-les Subjekt, als souveräne und unabhängige Macht, unterzeichnete. Die Artikel des Lateran-vertrags, insbesondere der Artikel 2, zeigen dies eindeutig auf.

Über der Beziehung zwischen dem Konkor-dat und dem Lateranvertrag entspann sich eine heftige Polemik. Zusammenfassend sind das deren wesentlichste Inhalte: 1) Es geht um zwei ganz unterschiedliche juristische Instrumente, nach Arangio-Ruiz, auch wenn sie in einem ein-zigen Vertragswerk zusammengefaßt sind; im Vertrag selbst finden sich Konkordatstexte. 2) Le Fur sieht die zwei Instrumente in perfekter Autonomie, so dass der Vertrag fortexistieren kann, auch wenn das Konkordat aufgehoben würde. 3) Einige Autoren betrachten die Lateran-verträge als unteilbar, unter ihnen Angelini9, der auf den komplementorischen Charakter der Verträge abhebt, der sich schon aus den Erklärungen der vertragsschließenden Parteien ergibt. Vertrag und Konkordat sind in der Hand-habung des Lateran untrennbar. 4) Aus einer anderen Sicht wird die Reziprozität der Verträ-ge herausgestellt, die Checcheni anerkennt, wobei er davon ausgeht, dass aus seiner Sicht überhaupt kein authentischer Vertrag existiert, sondern nur ein Konkordat. 5) Die Beziehung der Verträge untereinander stellt sich für eini-

9    Seller: „Die Souveränität“, pág. 142.

ge Juristen angesichts der Klausel „rebus sic stantibus“ so dar, dass sich Probleme bei der Aufhebung ergeben, wenn z.B. die Parteien im Falle von Problemen in der Anwendung einen Teil des eigentlich eng verbundenen Vertrags-werks kündigen wollen.

Vor diesem juristisch-funktionalen und auch politischen Hintergrund sowie dem geistlichen Problem, das noch zu behandeln sein wird, ist es unbedingt erforderlich, die unzweifelhafte Solidarität der beiden juristischen Instrumente anzuerkennen und anzunehmen - was keines-wegs unbekanntes Terrain ist -, dass es dem Heiligen Stuhl auf die Unauflöslichkeit als der besten Garantie ankommt (De Luna).

4.- BESTIMMENDE FAKTOREN DER INTERNATI-ONALEN PERSONALITÄT DES HEILIGEN STUHLS UND SEINER BEDEUTUNG IM INTERNATIONA-LEN UMFELD.

Wie stellt sich die rechtliche Situation dar, die aufgrund der Lateranverträge entstanden ist? Wir beginnen mit den Zielsetzungen der Verträ-ge, denn aus ihnen ergibt sich die Motivation der beiden vertragsschließenden Parteien. In der Präambel heißt es: „um dem Heiligen Stuhl die absolute und sichtbare Unabhängigkeit und eine zweifelsfreie Souveränität, einschließlich im internationalen Umfeld, zu geben, wird die Notwendigkeit gesehen, die „Vatikanstadt“ mit besonderen Merkmalen auszustatten…“. Der Zweck der Verträge ist klar: Die internationale Personalität des Heiligen Stuhls zu bekräftigen (Art. 2,24 und Präambel) und ihr ein diesbe-zügliches Mittel an die Hand zu geben, für das man die Vatikanstadt für geeignet hielt.

4.1.- Beziehung des Heiligen Stuhls zu Ita-lien und Drittstaaten.

Die internationale Personalität des Heiligen Stuhls ist nicht das Ergebnis eines bestimmten internationalen Vertrags (der Lateranverträge) und auch nicht Resultat einer irgendwie gear-teten Anerkennung, denn sie beruht auf dem allgemeinen internationalen Recht und nicht auf speziellen Rechtstiteln (Quadri). Davon ausgehend können wir feststellen, dass die Be-ziehungen des Heiligen Stuhls zu Italien und anderen Staaten / internationalen Organisati-onen dem internationalen Recht entstammen

HeiLigen StuHLS

31

und damit Rechtsnormen unterliegen, die nicht in einem einzelnen Staat ihren Ursprung ha-ben. Es stellen sich aber zwei Fragen: Gibt es, bezogen auf Italien, wegen der besonderen territorialen Situation des Heiligen Stuhls doch spezielle Züge zu beachten? 2) Hat die juristi-sche Ordnung, unter der alle diese Beziehungen stehen, nicht doch Besonderheiten im Vergleich zum klassischen internationalen Recht?

Bezogen auf den Heiligen Stuhl und Italien geht die Wissenschaft von zwei besonderen Situationen aus: 1) Eine Art Quasi-Protektorat, wie es Scelle und H. Heller vorschlagen10 (10); 2) Eine Unterstellung unter Italien, wie Dona-ti es zu begründen versuchte. Dieses letztere Konzept ist abzulehnen, denn es würde der internationalen Personaliät des Heiligen Stuhls den Todesstoss versetzten. Von einem Qua-si-Protektorat zu sprechen ist einigermaßen verwirrend, denn was ist ein Quasi-Protekto-rat? Die im Lateranvertrag zu beobachtenden Delegierungen an die italienische Staatsord-nung (Justiz, Strafvollzug usw.) betreffen vor allem die Vatikanstadt und haben nichts mit der Schaffung dieses Quasi-Protektorats zu tun; vielmehr will der Papst nicht in diese Be-reiche eingreifen, denn seine Tätigkeit wird vor allem durch die spirituelle Mission beherrscht, die sich in den genannten Funktionen nicht wiederfindet. Natürlich hat der italieniche Staat bezogen auf den Heiligen Stuhl und die Vati-kanstadt bestimmte Verpflichtungen, die sich aus der Lage ergeben und die mit anderen Staaten nicht zu vergleichen sind.

Das internationale Recht ist im Wesentlichen ein zwischenstaatliches Recht und findet An-wendung zwischen Subjekten mit territorialer Souveränität. In diesem Sinne schlug ein russi-scher Experte, Professor Taube, vor, von einem „jus interpotestades“ zu sprechen, das die Be-ziehungen zwischen souveränen Mächten mit Persönlichkeitscharakter reglen sollte11. Diesen Gedankengang hat unlängst Schoen aufgegrif-fen, teilweise auch Anzilotti; er wurde aber von Verdross scharf kritisiert12. Diese Lösung und auch die von Fiore, der vorschlug, vom

10    Diena, “La Santa Sede e Diritto internazionale” Rvi. Di. Diritto int. 1929, S. 179.

11    Taube: „La situation internationale actuelle du Pape et l´idée d´ un Droit entre Pouvoirs“ 12) Verdross: „Die Einheit“, S. 424.

12    Verdross: „Die Einheit“, S. 424.

„Menschheitsrecht“ zu sprechen, scheinen uns nicht perfekt. Aber es ist durchaus nicht falsch anzuerkennen (auch Verdross tut es), dass der alte Begriff des internationalen Rechts differen-zierter betrachtet werden kann. In diesem Sinne könnte man vorschlagen, von mindestens diesen Kreisen zu sprechen: 1) Die eigentliche Ordnung der internationalen Gemeinschaft (jus gentium in allgemeinem Sinne). 2) Die zwischenstaatliche Rechtsordnung (das alte internationale Recht), das sich von ersterem dadurch unterscheidet, dass jenes einen eher konstitutiven und dieses einen konkreten und dispositiven Charakter hat.

5.- KIRCHENRECHTLICHE BETRACHTUNG DES PROBLEMS.

Es scheint mir zweckmäßig, das Problem auch kirchenrechtlich zu betrachten und zu bewerten. Diesem besonderen Aspekt des öffentlichen Kirchenrechts kommt besonde-re Bedeutung angesichts der Personalität der Kirche und des Heiligen Stuhls zu. Ein unver-zichtbares Werk in diesem Kontext ist der Kodex des Kanonischen Rechts13. Auf diesen grundlegenden Text greifen Knuben und Sel-ler14 bei ihren Definitionen zurück und hier finden sich auch die differenzierenden Hinwei-se auf die Natur des Heiligen Stuhls.

Diese Regeln, in denen lapidar die Attribu-te des Pontifikats aufgelistet sind, sind keine Neuschöpfung, sondern die einfache Formel, die in der Konstitution „Pastor Aeternum“ des Vatikanischen Konzils aufgeführt ist. Die kano-nische Analyse der Konstitution konzentriert sich in diesen Abschnitten: 1) Primat des hlg. Petrus (auf der Basis der Evangelien)15. 2) Kon-tinuität in der Person des Bischofs von Rom. 3) Natur der Macht des Pontifex, die bischöflich, allgemein und unmittelbar ist. Daraus ergeben sich die folgenden Ableitungen in Bezug auf die Natur der Macht des Pontifex: 1) Höchste Autorität in der Lehre der Kirche. 2) Oberster Gesetzgeber der Kirche. 3) Oberster kirchlicher Richter sowie 4) oberster Verwalter der Kirche.

13    Siehe Cc. 331-333, Buch II, S. 248-249, CDC E. Uni-versität von Navarra 1983.

14    Knubben: „Die Subjekte“, S. 429. Seller: „Die Souve-ränität“, S. 144.

15    Mth: 16,I, 6. Io: 21.15.

HeiLigen StuHLS

32

Vor dem Hintergrund dieser Machtstellung des Pontifex erscheint das, was wir als die kon-stitutionelle Vorrausetzung des Pontikfikats bezeichnen können, und daraus ergeben sich unmittelbar die nach außen gerichteten Kon-sequenzen; von diesen wiederum leitet sich die absolute Unabhängigkeit des Papstes von jeder anderen wie auch immer gearteten Au-torität ab, und seine oberste Macht in Fragen des Glaubens, der Moral und der Disziplin in der Kirche. Die Unabhängigkeit und die Sou-veränität des Papstes sind somit die doppelte Konsequenz, die sich aus seiner Natur und sei-ner konstitutionellen Basis ergibt.

Die katholische Kirche stellt sich so als eine Organisation in der Welt dar mit klarer hier-archischer Struktur und einer Führungsspitze in Gestalt des Papstes, dem die Aufgabe zu-kommt, der sichtbare Ausdruck Christi, des einzigen Priesters der Kirche, zu sein, an dem alle anderen auf mystische Weise teilhaben. Diese Darlegung von Bastgen ist eindeutig; sie findet sich in ähnlicher Weise in der Arbeit von P. Delós wieder16, wenn er die Notwendigkeit einer theologisch-kirchlichen Untersuchung hervorhebt und die Kirche als „Königreich-Kir-che“ wertet, „also als eine strukturierte und öffentliche Gemeinschaft mit einer öffentli-chen Regierungsautorität“. Damit stehen wir vor einem neuen, einem soziologischen Prob-lem, wie es auch Delós sieht; für ihn kommt es nämlich darauf an, die große Frage der Un-abhängigkeit und Souveränität des Papstes im Bereich des Tatsächlichen anzusiedeln.

Für die Souveränität des Papstes gibt es eine durchschlagendere und effektivere Recht-fertigung als die der weltlichen Souveränität. Die Unabhängikeit des Papstes ist nicht ledig-lich ein frommer Wunsch, mehr oder weniger aus den kanonischen Vorschriften abgeleitet, sondern eine überwältigende Tatsache und ei-ne unausweichliche Notwendigkeit. Michoud hat zutreffend festgestellt, dass man von dem Augenblick an, in dem der Papst keiner welt-lichen Macht untersteht, notwendigerweise seine Unabhängigkeit anzuerkennen ist, denn einen dritten Weg gibt es in dieser Frage nicht. Die Unabhängigkeit des Papstes von jedwe-der weltlichen Macht ist allgemein anerkannt. Sie leitet sich ab von 1) seiner Aufgabe; 2) der

16    Delos: “Le Traité de Letran 1929 et la situation juri-dique nouvelle de la Papauté”, R.G. 1229, S. 453-455

spirituellen Natur seines Mandat; 3) von der Unmöglichkeit zu akzeptieren, dass der Papst von irgendeiner weltlichen Macht als Untertan behandelt werden könnte, um durch seine Mit-wirkung die Untertanen / Staatsbürger anderer politischen Gemeinschaften kontrollieren zu können. Diese Unabhängigkeit des Papstes ist nicht nur für die Verteidiger der spirituellen Dimension des Menschen von Bedeutung, son-dern auch für alle weltlichen und politischen Kräfte, die nicht hinnehmen können, dass ein solches Instrument Vasall einer Regierung sein könnte. Die Transzendenz und die Freiheit, die das Handeln der Kirche bestimmen muss, ist mit einer politischen Abhängigkeit oder Un-terordnung nicht vereinbar. Um wenn wir die Existenz einer Unabhängikeit, einer Souverä-nität, einer Aufgabe, eines zu verkündenden Credos anerkennen, muss man auch die inter-nationale Personalität anerkennen, wie sie sich aus dem Studium der Tatsachen ergibt.

6.- DER BESONDERE CHARAKTER DER DIPLOMA-TISCHEN BEZIEHUNGEN DES HEILIGEN STUHLS.

Der Heilige Stuhl ist souveränes Subjekt des internationalen Rechts. Dabei ist er, wie wir schon kommentiert haben, genau genommen kein Staat wie jeder andere und auch keine in-ternationale Organisation. Seine internationale Personalität ist vielmehr das Ergebnis seiner Funktion als souveräne Körperschaft der inter-nationalen Gesellschaft (er ist also sozusagen ein autonomes und unabhängiges Gebilde, das seine Existenz nicht einer Organisation oder einer anderen internationalen Körperschaft schuldet). Der Heilige Stuhl verfügt als obers-tes Regierungsorgan der katholische Kirche mit einer historisch anerkannten - spirituellen - Souveränität des Papsttums über eine inter-nationale rechtliche Personalität. Er steht in diesem Sinne gleichberechtigt neben denen, die eine weltliche Souveränität ausüben, wie Staa-ten oder andere Körperschaften und Subjekte nationaler Souveränität. Damit hat der Heilige Stuhl offizielle Beziehungen mit den Staaten und den internationalen Organisationen.

6.1.- Die Zugehörigkeit des Heiligen Stuhls zu den internationalen Organisationen.

Im Verlauf der Geschichte haben die Päpste die Überzeugung gefördert, dass die Staaten

HeiLigen StuHLS

33

nicht nur auf sich selbst blicken sollten, sondern dass sie zur solidarischen Zusammenarbeit aufgerufen sind, um gemeinsame Ziele wie Frieden und Gerechtigkeit zu verwirklichen. 1917 schlug Benedikt XV. eine allgemeine Abrüstung vor sowie die Verpflichtung zur An-rufung von Schiedsgerichten in Konfliktfällen und internationale Sanktionen gegen Staaten, die dem nicht folgen.

Da der Heilige Stuhl nach der Lösung der “römischen Frage” durch die Lateranverträge keine eigenen weltlichen Interessen mehr zu verteidigen hatte und ihm in diesen Verträgen eine klar umrissene internationale Funktion zuerkannt wurde, konnte er sich ab den 30er Jahren in aller Freiheit der Förderung und Ver-teidigung der moralischen und spirituellen Werte, der friedlichen Beziehungen unter den Staaten, der Menschenrechte widmen, insbe-sondere der Religionsfreiheit, des Rechts auf Leben, der kulturellen, wissenschaftlichen und wirtschaftlichen Zusammenarbeit, des humani-tären Menschrechts usw.

Pius XII. regte die Schaffung der Organisati-on der Vereinten Nationen an; Johannes XXIII. hob in „Pacem in Terris“ hervor, dass die na-türliche Ordnung der Moral einer weltweiten politischen Autorität bedürfe; er sagte in New York, dass die UNO „die weltliche Ordnung re-präsentiere, so wie die katholische Kirche es bezüglich der spirituellen Ordnung tun wol-le: Allein und Universell“ (AAS, 1965 S. 880); Johannes Paul II. stellte bei einem Besuch der UNO fest, dass „die Ideale und Ziele, die die-se globale Organisation vor einem halben Jahrhundert ins Leben riefen, mehr denn je unverzichtbar sind für eine Welt mit einem kla-ren Ziel (Flughafen Newark, 04.10.1995). (Um diesen Artikel nicht zu überfrachten, gehe ich nicht auf die zahlreichen internationalen Akti-vitäten des Heiligen Stuhls ein.)

7.- POLITISCHE THEORIEN ZUR SCHAFFUNG DES VATIKANSTAATS.

Trotz der feierlichen Wortwahl und der Form der Lateranverträge, die völlig denen eines internationalen Vertrages entsprechen, war die Zuerkennung gerade dieser Qualität in der Lehre nicht einheitlich. In der Tat tref-fen in den Lateranverträgen etliche Probleme

zusammen, über die die internationale Lehre auch nicht einer Meinung war: Charakter des Heiligen Stuhls als vertragsschliessende Partei; seine Befähigung zum Abschluss eines politi-schen Vertrags, Überleben / Fortbestand der früheren päpstlichen Staaten (Kirchenstaat); Auftreten eines neuen Subjekts des internati-onalen Rechts im Falle einer Ablehnung; Art und Weise, in der diese Neuschaffung zustan-de kam.

Die unterschiedlichen Auffassungen über die Natur des Heiligen Stuhls führten zu einem Spektrum von Theorien, die von seiner Aner-kennung als Subjekt und vertragsschliessende Partei, als Subjekt internen italienischen Rechts und bis zur Zuerkennung der Qualität als Staat gehen, die keinesfalls mit der Kapitulation von 1870 verlustig gegangen sei. Diesen Theorien werden wir nun nachgehen:

1.- Zur Erklärung des Charakters des politi-schen Vertrags haben es bestimmte italienische Autoren für notwendig erachtet, die Befähi-gung des Heiligen Stuhls zum Zeitpunkt des Abschlusses der Lateranverträge zu verneinen, internationale Verpflichtungen einzugehen. Es gibt also Autoren, die den Heiligen Stuhl nicht als Subjekt des internationalen Rechts sehen, sondern des innerstaatlichen italienischen Rechts. Die Stufe der Staatlichkeit sei erst nach der Ratifizierung der Verträge und die Anerken-nung durch Italien erreicht worden, ohne dass dem Charakter eines echten Staates entgegen stünde, dass das Element einer politischen Kooperation fehle: „Eine Gemeinschaft von Menschen, in ihrem Territorium konsolidiert“17.

Diena wählt einen anderen Ausgangspunkt: Nach 1870 blieb der Heilige Stuhl ohne Zwei-fel im Besitz seiner juristischen internationalen Personalität, aber nicht als Staat. Die von 1870 bis 1929 unterhaltenen internationalen Bezie-hungen bestätigen diesen Zustand, von dem man allerdings nicht die Befähigung zum Ab-schluss polititischer Verträge ableiten könne18. Diese Position steht der Natur des Vertrags frontal entgegen, denn es handelt sich um ein politisches Vertragswerk, wie es nur zwischen Staaten geschlossen werden kann; es ist also in sich widersprüchlich, einen „Nicht-Staat“ einen

17    Arango Riz, Riv Diritt. Pubblico, 1930, S. 603.18    Diena, “La Santa Sede e Diritto internazionale” Rvi. Di. Diritto 

int. 1929, S. 179.

HeiLigen StuHLS

34

zwischenstaatlichen Vertrag abzuschließen zu lassen, um dadurch zum Staat zu werden.

2.- Am entgegengesetzten Ende findet sich die Theorie, die vom Fortbestand des alten Kir-chenstaats und damit von der Staatseigenschaft schon vor den Lateranverträgen ausgeht. Man kann also feststellen, dass der Vatikan, wie er durch die Lateranverträge entsteht, kein neuer Staat ist, sondern die Fortführung eines beste-henden und nie völlig verschwundenen Staates. Die Ereignisse von 1870 konnten die Persona-lität des Heiligen Stuhles nicht eliminieren, da dieser, wenn auch sehr eingeschränkt, seine souveräne Macht im Vatikan weiter ausüben konnte19. Der Vertrag gab ihm lediglich eine neue Organisation oder ein neues juristisches Gesicht.

Neben diesem Argument des Fortbestands und der staaatlichen Organisation nehmen die Verteidiger dieser These auch Bezug auf die Artikel des Vertrags, in denen sie in völli-ger Klarheit die italienische Anerkennung des Heiligen Stuhls als Inhaber einer territorialen Souveränität aus der Zeit vor dem Vertrag erkennen. Also sieht man auch hier den Fort-bestand des Kirchenstaates.

Später hat auch Cansacchi diese These ver-treten; er führt aber gewissermaßen ein neues Element ein, nämlich das, dass Italien ein In-teresse an der Anerkennung der territorialen Souveränität gehabt habe, weil man dadurch ein starkes Argument gegen jede Tendenz des Heiligen Stuhls in Richtung auf Expansi-onismus während der Verhandlungen hatte; zudem habe man sich dadurch gewappnet ge-gen evenutelle Widerstände dritter Staaten, die die Unabhängigkeit des Papstes und des neuen Staates hätten in Gefahr sehen können20.

3.- Eine dritte Gruppe bilden die, die vom Untergang des alten Kirchenstaates durch die „debellatio“ (Kapitulation, Besetzung Roms) ausgehen und von der Schaffung eines neuen Staates durch die Lateranverträge. Die interna-tionale Personalität des Heiligen Stuhls sieht diese Gruppe als fortbestehend, und damit auch ihre Befähigung zum Vertragsabschluss mit Italien.

19    D´Avack. Chiesa, J.: Sede e Cittá del Vaticano nel jus publi-cum eclesiasticum, Florenz, 1937, S. 192.

20    Cansacchi, “La continuita dello Statu pontificio, Communica-zioi e Studi, vol. III, S. 132-133.

Diese Autoren erkennen an, dass das Ziel der Verträge nicht war, juristisch die Errichtung einer territorialen Souveräntät über ein Territo-rium, über das tatsächlich eben diese seit 1870 vom Papst ausgeübt wurde, zu ermöglichen21. Das entspricht im übrigen dem Vorgang der Staatswerdung vieler neuer Staaten: das Recht erkennt lediglich bereits Bestehendes an.

Genau in dieser Theorie wird die Beziehung zwischen dem Heiligen Stuhl und dem neuen Vatikanstaat und dessen Entstehung als neu-es Subjekt des internationalen Rechts deutlich. Diese Auffassung tendiert dazu, den Entste-hungsprozess des Vatikanstaats im ersten Moment als eine „derelictio“, als eine Abtre-tung, zu interpretieren, also als die Bildung einer territorialen Souveränität des Heiligen Stuhls über den Vatikanstaat als Folge des Ver-trages.

4.- Es gibt eine vierte Richtung, die zwar dem Heiligen Stuhl die interantionale Perso-naliät zubilligt und damit den internationalen Charakter der Lateranverträge anerkennt, aber andererseits dem Vatikanstaat wegen Fehlens der konstitutiven Elemente die Staatlichkeit ab-spricht.

Man könnte die Problemstellungen bün-deln in der Befähigung des Heiligen Stuhls zur Ausübung der territorialen Souveränität, den Folgen der Besetzung Roms, der Beziehung zwischen der internationalen Personalität des Heiligen Stuhls unter Ausübung der territoria-len Souveränititä sowie im Verhältnis des alten Kirchenstaats / der früheren päpstlichen Terri-torien zum neuen Vatikanstaat.

Die verfassungsmäßige Ordnung des Vatik-anstaats besteht aus dem Lateranvertrag und den grundgesetzlichen Bestimmungen, die Pius XI. am 07.06.1929 erliess. Es sind dies: 1. Grundgesetz des Vatikans; 2. Gesetz über die Rechtsquellen; 3. Gesetz über Staatsbür-gerschaft und Residenz; 4. Gesetz über die Organisation der Verwaltung, der Wirtschaft, des Handels und der Berufsausübung; 5. Ge-setz über die Öffentliche Sicherheit.

Nach Corral Salvador “darf man nie über-sehen, dass der Vatikanstaat die Lösung einer

21    Anzilotti, “La condizione giuridica della Santa Sede”. Riv. Dirit. Int., S. 168 -169.

HeiLigen StuHLS

35

konkreten römischen Frage sein wollte: Ein Kir-chenstaat, der militärisch besetzt wurde und dessen Besetzung von dem unterlegenen Teil nie akzeptiert wurde. Man wollte einen Staat, wenn auch in Miniatur, der einem Zweck dienen sollte: Sicherstellung der Unabhängigkeit des römischen Bischofs bei Wahrung der Einheit und Integrität der italienischen Halbinsel“22.

Das internationale Rechtssystem stellt sich wie eine juristische Ordnung dar, aber in die-sem Sinne nicht nur als ein System rechtlicher Normen, sondern auch als eine Gesamtheit von Institutionen. Die internationale Rechtsord-nung lebt in einer sozialen Realität, in einem geschichtlichen Augenblick, in einer Welt re-aler und faktischer Gegebenheiten; diese soziologische Basis ist gleichsam das Subs-trat, auf das sich die Normen abstützen, aus dem sie wachsen und verpflichtend werden. Wenn man feststellt, dass das internationale Recht das System der Normenfestsetzung der internationalen Gesellschaft ist, stützt man in Wirklichkeit die soziale, funktionale und orga-nische Sicht des Rechts.

Ein grundelegendes Element in der Organi-sation einer Rechtsgemeinschaft, auch in der internationalen Ausprägung, muss die präzise Ansprache der Empfänger ihrer Normen sein, der Festlegung derer, die ihre Subjekte sein sollen. Es ist unvorstellbar, dass in einem ge-ordneten Gesetzgebungsprozess kein Hinweis auf die Subjekte vorliegen könnte.

In diesem Zusammenhang gibt es Experten in internationalen Fragen, die bezüglich der katholischen Kirche, des Heiligen Stuhls und des Vatikans, folgende Punkte hervorheben: 1) Es handelt sich um eine anormale und au-ßerordentliche Situation in der internationalen Ordnung; 2) es ist eine Materie, die Polemik hervorruft und die nicht mit absoluter Ob-jektivität betrachtet werden kann; 3) in der Diskussion darüber herrscht die Politik vor; 4) der Einfluss des Faktors Politik ist so stark, das er auch erklärt, warum die Völker unter-schiedliches Interesse an der Untersuchung dieser Fragen zeigen. Das erklärt, warum die angelsächsische Literatur daran wenig Interes-se zeigt und die sowjetische Wissenschaft sich gar nicht damit beschäftigt hat.

22    Corral Salvador: “La estatalidad del Statu Cittá del Vaticano”, in Libro homenaje a J. Manzanares UPS

Das Thema war in der Geschichte nicht immer gleich problematisch. Bis 1870 wurde kaum daran gezweifelt, dass der Papst eine internationale Personalität hatte in seiner Dop-pelfunktion als weltlicher Souverän (Oberhaupt des Kirchenstaates) und geistlicher Souverän (Stellvertreter Gottes in der Welt und sichtba-res Haupt der Kirche). Die Vernichtung des Kirchenstaats 1870 und damit der Wegfall der weltlichen Dimension der päpstlichen Macht warf die Frage auf, ob nun der Heilige Stuhl wei-terhin als internationales Subjekt gelten könne. Man glaubte, dass mit den Lateranverträgen die Angelegenheit an Schärfe verloren habe. Verdross sah sie damit als hinreichend erledigt an. Andere Autoren dagegen verhielten sich re-servierter in der Bewertung des Vorgangs. Ich glaube, dass dieses Thema, auch wenn es vor 1870 wenig interessant war, in der Folge eine solche auch polemische Bedeutung gewonnen hat, dass es durch die Lateranverträge nicht er-ledigt werden konnte. Es sind vielmehr weitere Fragen hinzu getreten.

Wenn man die Handbücher des internatio-nalen Recht durchsieht, fällt die Bedeutsamkeit des Themas ins Auge. Die Anerkennung der internationalen Personalität des Heiligen Stuhls wurde von der positivistischen These der internationalen Subjekte präsentiert. Der internationale Charakter des Heiligen Stuhls war ein solcher Fremdkörper in dieser Theorie, dass es erforderlich schien, sie von Grund auf zu überarbeiten (siehe die Arbeiten von Baikot und Siotto-Pintor)23 (23). Es wurde nicht nur die Liste der internationalen Subjekte erwei-tert; durch die mit der Existenz des Heiligen Stuhls verbundenen Überlegungen kam man zu einer tieferen Betrachtung des Menschen im Schoß der internationalen Gemeinschaft. Denn Fragen der Bedeutung des Gewissens und des Geistes waren es, die die Lehre von der Interna-tionalität des Heiligen Stuhles stützten.

Es waren vor allem italienische Autoren, Mónaco und Siotto-Pontor, die die unabding-bare Notwendigkeit zu grundsätzlicher und vorausgehender Differenzierung sahen. Auf den ersten Blick ist es schwer verständlich, Begriffe wie katholische Kirche, Pontifikat, Heiliger Stuhl und Vatikan unterschiedlos zu gebrauchen.

23    Soitti-Pintor: R de C., Band 41, S. 321 y 323.

HeiLigen StuHLS

36

Gelegentlich vermischen sich diese Begrif-fe und man weiß nicht, ob sie Aspekte eines einzigen Phänomens darstellen, ob es sich nur um Synonyme handelt oder ob es et-wa unterschiedliche Sachverhalte sind. Es ist nicht leicht, eine klare Linie zu ziehen, denn das Problem hat eine Dimension des Geheim-nisses, die in der theologischen Tiefe des Problems ihren Ursprung hat. Mit dem Ziel der Schaffung einer Arbeitshypothese versu-chen wir eine Unterscheidung dieser Begriffe mit Hilfe der folgenden Ansätze: 1) Die Kir-che ist der „geheimnisvolle Körper“, an dem alle teilhaben, die durch die Taufe Mitglieder der Kirche geworden sind; die Kirche ist die Braut Christi und Mittlerin zwischen Ihm und den Menschen. 2) Der Heilige Stuhl im weites-ten Sinne ist die oberste Führung der Kirche durch den Pontifex und die römische Kurie; 3) Der Heilige Stuhl im engeren Sinne meint das Pontifikat; 4) Der Vatikan ist die juristisch-po-litische Einheit, die durch die Lateranverträge entstand, mit mehr oder weniger klaren An-näherungen an staatliche politische Einheiten. Es wäre indes ein Irrtum, wollte man in strikt juristische und zutiefst menschliche Konzepte die Beziehungen gießen, die zwischen diesen Elementen bestehen und die nicht vergleichbar sind mit denen, die es zwischen menschlichen Gemeinschaften und ihren Vertretungsorga-nen gibt. Der Pontifex ist etwas anderes als ein Monarch oder Staatschef. Der Vatikan ist ebenfalls etwas völlig anderes als ein Staat, und seine Beziehung zum Heiligen Stuhl und zur katholischen Kirche lassen sich nicht in juristisch–positivistischen Begriffen fassen. Es handelt sich um mystisch, übernatürlich be-stimmte Einheiten. Aber ein Jurist kann für das positive Recht natürlich den Status der Kirche, des Heiligen Stuhls und des Vatikans mit unter-schiedlichen Begriffen erklären.

Wir sind der Meinung, dass die simple ju-ristisch-positive Wertung dieser Phänomene uns nicht zu einer angemessenen Lösung füh-ren kann. Es ist absolut fruchtlos, die Kirche und das Pontifikat mit ausschließlich positiven Konzepten studieren zu wollen. Die Kirche ist mystischer, übernatürlicher Natur, die zwar in der Welt ist, aber auch abgesondert und transzendent. Ein Internationalist, auch wenn er nicht katholisch ist, muss die Analyse dieses übernatürlichen Elements, das die Kirche ver-körpert, sehr wohl im Auge behalten. Deshalb muss behandelt werden 1) das kanonische

Recht; 2) das internationale Recht. Diese In-terpretation ist vorgegeben, unabhängig von der Konfession des jeweiligen Internationa-listen. Zu Recht hat der Forscher Bastgen die kanonische Bewertung gerechtfertigt, indem er sie für genauso wichtig hält wie die ent-sprechenden Gegebenheiten für Staaten. Das internationale Recht schafft keine Staaten, son-dern „nimmt sie an“ als etwas in der Geschichte Enstandenes und von der Soziologie Vorgebe-nes. In gleicher Weise sind die Kirche und das Pontifikat Phänomene, die „in ihrer eigenen Welt“ entstanden sind und die sich der inter-nationalen Ordnung vor dem Hintergrund ihrer naturgemäßen Wirklichkeit präsentieren. Und wenn die staatliche Realität sich in der Welt der Politik zeigt, ist die Realität der Kirche in der Welt des Geistes, im Bereich des Übernatürli-chen zu sehen. Somit können wir sagen, dass der Vatikanstaat als Staat atypisch ist. Er exis-tiert als Garant des freien spitituellen Handelns des Heiligen Stuhls und in seiner Beziehung zur weltweiten Kirche24.

Die Kirche und der Heilige Stuhl sind ent-standen aus der Vereinigung von konstitutiven Faktoren spirituellen Charakters, und das in-ternationale Recht bedingt für diese „Einheit“ Rechte und Pflichten. Die juristischen Situati-onen stellen sich in Funktion der spirituellen Natur und der übernatürlichen Ziele der Kirche und des Pontifex dar.

Das Problem der historischen Projektion hat sich nicht immer unter gleichen Zeichen gestellt. Man kann diese Geschichte in klar un-terscheidbare Phasen einteilen: 1) Existenz des Kirchenstaats als Folge von Schenkungen der französichen Könige; 2) 1870 – 1929 fühlte sich der Heilige Stuhl seiner Macht beraubt und in Feindschaft mit dem Königreich Italien, in der Phase der „römischen Frage“; 3) Von den La-teranverträgen 1929, bis heute.

In der ersten Phase haben die internationa-len Probleme wenig Einfluss in bezug auf die Kirche. Sie befindet sich in einer privilegier-ten Stellung, insbesondere bis 1648, und der Kirchenstaat erlaubt es dem Papst, als weltli-cher Souverän aufzutreten. Ich werde nicht darauf eingehen, ob der Kirchenstaat eine staatliche Gemeinschaft war. Es ist auch nicht

24    Siehe Johannes Paul II., Brief vom 24.11.1983. Corral Salva-dor, C. Diccionario de Derecho Canónico, Ed. Tecnos (2000), S. 683.

HeiLigen StuHLS

37

unsere Aufgabe zu bewerten, ob der Besitz der weltlichen Macht der geistlichen Aufgabe der Kirche zuträglich oder abträglich war, und ob diese weltliche Macht real oder nur scheinbar war. Die großen Probleme entstehen mit den militärischen Aktionen von 1870. Das erste Dis-kussionthema sind die juristischen Folgen, und so fragen sich die Internationalisten, ob der Kirchenstaat nach der militärischen Besetzung fortbestand oder nicht. Was bedeutete juris-tisch die Nichtbesetzung des Vatikanpalasts? Eine weiter diskutierte Frage ist die nach den Klauseln des Garantiengesetzes von 1871 und die nach dem Sinn des Beharrens der Kurie auf den Fortbestand der weltlichen Macht sowie den Fragen nach dem Wesen der Verpflichtun-gen Italiens bezüglich dritter Staaten.

8.- ZUSAMMENFASSUNG.

Aus diesen Darlegungen ergeben sich eine Reihe von Überlegungen. Wir können die Per-sonalität der Kirche als gegeben bewerten, da sie eine perfekte Gemeinschaft ist; diesel-be Wertung können wir dem Heiligen Stuhl als Personifizierung der Kirche in der Person des Papstes zuerkennen, und schließlich auch dem Vatikan als Instrument, Mittel und Garant des Heiligen Stuhls.

Wir können weiterhin feststellen, dass ihr Handeln dem internationalen Recht unterwor-fen ist, allerdings unter Hinweis auf den Vorteil der Diversifizierung der Inhalte, insofern als wir eher von einer supranationalen denn inter-nationalen Personalität sprechen.

Die zuerkannte jusristische Personalität hat eigene Charakteristiken und bedeutet den Be-sitz einer Befähigung zum Handeln begrenzt in der Natur der genannten Mächte. Das bedeutet aber keineswegs ein anormale oder künstliche Personalität, die nicht von der Anerkennung der Staaten abhängt.

Die besondere Natur der Kirche und des Heiligen Stuhls hat uns zu den vorgenann-ten Schlüssen geführt. Bis vor Kurzem haben alle diese Untersuchungen die besondere theologische, mystische und kanonische Be-trachtungsweise, die das Problem beinhaltet, außer Acht gelassen; so konnte es nicht aus-bleiben, dass eine säkularisierte Lösung aufkam, in der man von einem Staatssubjekt, einer internationalen Personalität und von der Unterordnung unter das internationale Recht spricht. Betrachtet man indes die Kirche und das Pontifikat aus einem theologischen und metaphysichen Blickwinkel, zeigen notwen-digerweise andere Schlüsse; man kann dann nicht mehr von einer staatlichen Einheit spre-chen, man kann auch nicht akzeptieren, dass sich die Kirche und der Heilige Stuhl wie eine weitere politische Macht im System der politi-schen Mächte und Staaten gerieren. Die Kirche und der Heilige Stuhl sind supranationale Rechtspersonen. Sie sind wegen ihrer Univer-salität und ihrer metaphysischen Wirklichkeit unabhängig; sie sind vor der internationalen Gemeinschaft sowie vor den Staaten der gan-zen Welt Garanten der Unabhängikeit und spirituellen Souveränität der Kirche und ihrer obersten Leitung. Genau da liegen der Zweck, die Besonderheit und der Stil des Vatikan-staats.

38

D. José María Nin de CardonaDe la Real Academia de

Jurisprudencia y LegislaciónCaballero de Yuste.

Hoy nos vamos a hablar de Batallas: ni tan siquiera de la gloriosa de Mühlber ni de la tris-teza de la de Metz, ni de la gloria acumulada gracias a los triunfos sobre el Turco que, co-mo es bien sabido supuso un cambio radical en toda la Cristiandad. Toca glosar, fuera de las armas, esa otra faceta imperial tan poco conocida, a decir verdad, de la recia persona-lidad de Emperador: la vertiente espiritual -de las letras-. Culpemos a los pinceles del Tiziano y, especialmente, a su célebre retrato, ecues-tre del Emperador del hecho concerniente a la primacía, por parte de los historiadores y exe-getas, de preferir un Emperador guerrero antes que un Emperador intelectual -humanista cien por cien-. Es muy difícil olvidarse, al analizar la personalidad del Emperador, del brillo de la armadura, de la lanza en ristre, del enhies-to plumero, de la nobleza del equino y de ese reflejo de la luz solar que se desprende del ma-ravilloso cuadro. Pero lo cierto es que, a poco que se profundice, nos encontramos, igual-mente, con los refulgentes destellos del más refinado de los caballeros del Renacimiento. Nos asombra, eso sí, que este hombre hubie-se tenido tiempo para estar en tantos lugares, para combatir, para gobernar su imperio, para disfrutar de la caza, del calor de la intimidad doméstica, para apasionarse por los buenos li-bros de la caballería andante, para escuchar el dulce tañido de las vihuelas de los trovadores de sus respectivas Cortes, para escuchar, en las asambleas y reuniones gubernamentales la vocinglería desaforada de los representantes de tantas y tantas instituciones administrati-vas. Pero aún nos sorprende más que todo su

vasto Imperio Mundial, que esté el mismo en orden cuando, efectivamente, le llega la llama-da de la voz de la Eternidad.

Justamente, nos lo ha dicho de forma es-pléndida el gran historiador Hugh Thomas (1), a su muerte, Carlos dejó restaurado su Imperio en Europa. Tenía España, Italia, la mitad de Ale-mania y los Países Bajos bajo su control o el de su hermano Fernando. El Imperio de las Indias, aunque nadie empleaba ese término, estaba en la práctica bajo la dirección española. Cualquier otra persona, para dar cima a lo anteriormente expuesto, habría necesitado más de cien vi-das. Cuando Carlos, en 1522, llega a Valladolid -con veintidós años-, era un hombre curtido en los negocios y avatares de la cosa pública. Uno de sus biógrafos ha dicho, nos referimos a Ramón Carande (2), que Carlos impresionaba a sus súbditos por lo que podríamos conside-rar como su gran “penetración psicológica”. En su infancia, cabe decir, el Emperador no es-tuvo tan alejado de lo hispánico como suele afirmarse: Adriano de Utrech, el Arzobispo de Santiago, y el Obispo de Plasencia que tuvieron alguna relación pedagógica con el mozo de Gante algo, sin duda, le hablarían de España. De todas formas, en la época de la mocedad Carlos difícilmente confiaba en los españoles. Tardó un poco el monarca en conseguir dos cosas: la consolidación del Reino de España y, sobre todo, el ganarse en profundidad el cora-zón de sus súbditos castellanos. Piénsese una cosa, y esto explica, el recelo de los españoles ante el joven monarca: Castilla sustituye a los Países Bajos como centro federador del siste-ma carolingio. También la nobleza española gastó su tiempo en identificarse con Carlos. Esta opinión, claro está, le ha expuesto el fino historiador Pierre Chaunu (3), en un delicioso libro. Está, pues, bastante claro que el Empera-dor Carlos ganó también muchísimas batallas jurídico-contenciosas con la pluma, con la mente y con el corazón. La España imperial fue, probablemente, la plenitud española en la Historia. Todo cambió en la España de los

La vertiente HumaníStica deL imperio eSpañoL de carLoS v

La vertiente HumaníStica deL imperio eSpañoL de carLoS v

39

Austria (1516-1700): el papel de España en el mundo, el estado, las formas del poder, el pen-samiento político, la economía, la arquitectura, el gusto artístico y literario, la mentalidad, las formas de vida (4). El advenimiento del César supone, ante todo, la creación del ambiente, de las bases y de la estructura de lo que, con toda fortuna, se bautiza con la expresión del Siglo de Oro. En él se prodigan las figuras más importantes de la vida cultural universal.

Por cuanto hasta aquí antecede el soberano de alemanes y españoles, de belgas y holande-ses, así como de tantos italianos, y de los que pueblan las espaciosas Américas, entre Río Grande y la Patagonia; el que defiende a Viena frente al Turco o el que promueve una y otra vez la unidad de la Cristiandad, no puede caer en el olvido (5). Vamos a ver, por consiguiente, dos cosas -a vuela pluma-: una, muy brevemen-te, que es el Humanismo renacentista y otra, que supone la idea mantenida por Carlos V del Imperio. Los grandes diccionarios, como por ejemplo, el Espasa Ilustrado (6), nos dicen con cierta matización filosófica, que “el Humanis-mo es el cultivo y conocimiento de las letras humanas”. La definición que antecede es preci-so completarla y, en consecuencia, como dicen muy bien los filósofos, “el Humanismo es toda tendencia en donde se pone de manifiesto al-gún ideal humano”. En este sentido el acierto es pleno puesto que no es menester esforzarse mucho para afirmar que toda la existencia de César Carlos fue un auténtico ejercicio de puro “idealismo”. La otra acepción pendiente, la refe-rente al concepto estrictamente constitucional de el “Imperio”, está bastante clara: el Imperio era por su naturaleza una estructura política supranacional donde se conjuntaban diversos pueblos a un mismo nivel y con semejantes de-rechos. El Emperador juraba el respeto de los privilegios de cada país. Bien es verdad, nos dice el gran conocedor del pensamiento y obra de Carlos V, el Profesor Fernández Álvarez (7), que la unión de las diferentes naciones -co-mo así aconteció- venía dada por la dinastía, por la religión y por la política exterior. Para evitar mayores problemas -como los que se produjeron al advenimiento por vez primera del Emperador a tierras castellanas-, el Empe-rador debía rodearse de consejeros extraídos de las diversas canteras nacionales, y así fue, ciertamente, la política que practicó siempre Carlos, a cuyo lado se vieron borgoñones como Chièvres, Lannoy, Granvela; españoles como

Tavera, Cobos, Alba; italianos como Gattinara, Pescara, Doria; y Alemanes como Conde del Palatinado; ingleses como Mauricio de Sajonia y los Fugger. Todo esto evita al Emperador el tener que emprender en el ámbito de la llama-da Cristiandad, “guerras de mera conquista” e, incluso, a tener que soportar -ante soberbios y descreídos- increíbles sesiones en las que, la dosis de su paciencia, llegó a rozar los límites racionales. Recordemos, por ejemplo, el caso de Lutero el día en que se celebró la Dieta de Worms; aunque el bando papal trató de evitar que se diese audiencia a Lutero en la Dieta, el Emperador Carlos V, guiado por sus consejeros y por los príncipes y representantes de los esta-mentos alemanes, aceptó la petición de Lutero de ser oído. Ante el soez comportamiento, a lo largo de la sesión del inquieto fraile, llegó a preguntar, entre otras cosas, si era verdad que todos aquellos libros aportados Lutero para defender la veracidad de sus tesis, eran suyos: si era el autor de tan gran cantidad de obras (8). Toda su vida, hasta la llegada a Yuste, fue un puro ejercicio de sensibilidad, de saber es-cuchar y de saber preguntar. No tiene, pues, nada de extraño que uno de sus más conspi-cuos exegetas haya sido de él lo siguiente: Al acercarse a la figura del Emperador Carlos V uno no puede menos que preguntarse: ¿Fue su reinado el último destello de la Edad Media o el primer esbozo de la modernidad? (9). De él, igualmente, dijo uno de los humanistas con-temporáneos: fue el mayor caballero de todos los tiempos, y no cabe duda de que el ideal de la caballería tuvo en el Emperador un ad-mirador ferviente y convencido; aunque este ideal, ciertamente -como acontece con todas las cosas nobles en cualquier época-, parecía ya anticuado en la primera mitad del siglo XVI. Las épocas mueren, desaparecen y se olvidan. Por eso mismo, hoy día parece estar fuera de toda duda, muchos de sus sueños imperiales no interesaban a los nobles castellanos que, en definitiva, acogieron al Emperador: Casti-lla, en verdad, sustituyó a Gante. Pero, a las gentes castellanas no les interesaba para na-da la política imperial de Carlos V; las buenas gentes castellanas vivían muy alejadas del pri-mer proyecto de unión europea. La idea de la primera república cristiana era muy difícil de comprender y de aceptar; la idea de una nación de naciones era imposible de conce-bir en el siglo XVI en donde con tanta fuerza surgían por doquier los nacionalismos -las es-tructuras políticas, sociales y económicas de

La vertiente HumaníStica deL imperio eSpañoL de carLoS v

40

índole particular-. Existió un personaje, muy deficientemente estudiado hasta el presente, el doctor Andrés Laguna (1511-1559), humanis-ta español que, por aquellos días, pronunció un frío y fúnebre discurso sobre el futuro im-perial europeo. La idea de una Europa unida no puede hacerse únicamente desde la unidad meramente espiritual -cristiana, para ser más precisos-; se necesita la forja de un Estado supranacional al que contribuya cada nación europea autolimitando sus propios principios políticos, económicos y sociales. La Europa del momento, bien sabido es, formaba lo que podríamos considerar como un cuerpo mítico social, una unidad orgánica que procedía de la comunidad de la fe, pero que dejaba casi intac-ta la soberanía de cada reino particular.Bien es verdad que esa comunidad de fe tiene implica-ciones intelectuales, culturales y morales: una misma concepción de la vida inspira a todos los que forman parte de esa comunidad por encima de las diferencias y variedades nacio-nales o regionales. Pero, simplemente, se trata en realidad de lo que hoy llamaríamos un área cultural o una civilización que tiene sus carac-teres propios. Pero falta la unidad jurídica que redima a esa comunidad de las guerras, de los conflictos y de las incomprensiones. Se trata de estar unidos, como muy bien ha señalado un distinguido especialista en la materia (10), ante el enemigo común -que, por aquellas fe-chas solía ser el Turco-. Por eso, a pesar de los notables esfuerzos realizados por don Ramón Menéndez Pidal, la verdad es que, con toda su excelencia, la política imperial se nos aparece como una utopía política -no anda muy lejos esta idea de las que nos ofrece Tomás Moro-. Nunca fue posible, como han manifestado tan-tos historiadores, el conseguir de los líderes de la época (especialmente los príncipes) una línea de coherencia, una acción coordinada, frente a los “enemigos de Europa”. Tan sólo nuestro Emperador, eso sí, estuvo firme fren-te al enemigo natural, luchó por poner fin a una terrible división ideológica y llegó a soñar, según manifiestan algunos autores, con pro-gramar una Cruzada contra el Turco y levantar su espada para sofocar cualquier levantamien-to de los infieles.

No es posible olvidarnos del nervio central de la doctrina imperial: la llamada philosophia Christi o, lo que es lo mismo, todos los hom-bres somos miembros del mismo cuerpo cuya cabeza es Cristo. Con esta exposición entra-

mos de lleno en la configuración humanística del pensamiento de Carlos V. concepción que, por otra parte, es la clave para comprender to-das las tesis antropológicas que se mantienen a lo largo del Renacimiento. Sabido es que el humanismo renacentista, como muy bien nos ha explicado el profesor José Luis Abellán (11), busca la comprensión del hombre, y cree que éste se realiza mejor integrándose en una co-munidad nacional que pretende concretarse en la fundación de estados modernos, sobre la base de la maquiavélica “razón de Estado”. El Renacimiento que, quiérase o no, ideológica-mente corre por la sangre del Emperador pone de manifiesto una cosa esencial, a saber: que el reloj de la Historia nos e para nunca y el pén-dulo siempre oscila; no se puede prescindir, en un determinado momento, de la ideología que ha guiado la existencia de las generaciones que nos han precedido. Por eso mismo, para unas cosas, el Emperador sigue siendo un hombre renacentista. Y, ya se sabe, el Renacimiento debe de interpretarse como el nacimiento del hombre a una vida verdaderamente humana, que se busca mediante un regreso del hom-bre a sí miso: el regreso a los orígenes, a lo natural, donde el hombre toma pie para desa-rrollar sus potenciales. Se dice, y lo debemos de tomar en cuenta, que, entre nosotros (la Península Ibérica), no existió un Renacimiento de líneas claras puesto que los españoles, para bien o para mal, no llegaron “a liberarse del terreno de las cadenas dogmáticas”. El profesor José Antonio Maravall, véase uno de sus más importantes libros (12), ha afirmado que las ideas políticas de Carlos V y de sus consejeros no responden a la tradición española; y de ahí los numerosos trastornos que acompañaron su implantación. Pero todo esto nos parece natu-ral, ya hemos indicado, que el advenimiento de Carlos V implica una absoluta radicalización de las instituciones: de la vida. La labor política de Carlos I se centró en la reafirmación del poder de la Corona. Para ello no dudó en cortarle las alas a la nobleza, poco dispuesto -ha escrito la profesora Queralt del Hierro (13)- a perder sus privilegios, mediante la creación de la Grandeza de España y la concesión del títulos nobiliarios con los que conformó a una élite aristocrática fiel a su persona. La base de la jerarquía nobi-liaria la integraban los caballeros e hidalgos. Los segundos que, carecían de recursos de casta, época que aparece con frecuencia en la literatura del Siglo de Oro y cuyo más insigne representante fue Don Quijote de la Mancha.

La vertiente HumaníStica deL imperio eSpañoL de carLoS v

41

Según el pensamiento que podemos recopi-lar tras la lectura de las más notables biografías sobre la personalidad del César Carlos -que cambió muy poco a lo largo de su existencia-, la España que un día recibió a Carlos, aunque había dado un gran paso adelante para la ins-tauración de una monarquía absoluta y para la constitución de un Estado moderno, no era una nación completamente centralizada y mo-nolítica. Existían grandes diferencias entre las clases y entre las regiones, que, por supuesto, desequilibraban la economía española y hacían latir fuertes sentimientos antiseñoriales en los sectores populares. En la esfera política, tanto la nobleza como las ciudades aspiraban a recu-perar todos aquellos privilegios que les habían arrancado los Reyes Católicos. El Emperador, evidentemente, vivió todos esos resentimien-tos de los castellanos y conoció, a pesar de sus buenos deseos, momentos de abierta rebelión social. En esa primera estadía, y no obstan-te los principios morales de que hacía gala, Carlos no era en España una figura popular; se necesitó mucho tiempo para que su idea-rio se implantara. Tres eran, en principio, las convicciones más profundas de Carlos: el ho-nor, producto de la cultura caballeresca que lo impregnaba todo en la corte borgoñana; la pie-dad, asimilada a través de las enseñanzas de su preceptor Adriano de Utrech y de la prover-bial santidad de los países Bajos; y la defensa del “buen nombres de su casa”, heredada ésta de su abuelo Maximiliano (14). En Europa, allá por el año 1500, muchas cosas estaban cam-biando, en efecto, otras -como nos indican los autores anteriormente citados entraban en trance de cambio, y otras, en fin, mantenían al hombre europeo más cerca de lo primitivo, de lo antiguo, que de lo moderno. En definiti-va, lo que se estaba planteando en Europa, a comienzos del siglo XVI, era la lucha entre lo medieval, que se resistía a desaparecer, y lo moderno que se imponía. Y Carlos V; nacido precisamente en 1500, iba a llevar dentro de sí esta oposición; se iba a convertir en el mejor exponente de “lo moderno”, y también de lo medieval: no en vano se unían en su persona las tradiciones de las principales casas reales europeas, y su posición preeminente iba a co-locarse en el centro del torbellino que agitaría a Europa en los comienzos de la instauración de un nuevo orden.

Nos vamos a detener ahora, aunque por ra-zones de espacio lo hagamos brevemente, en

la referencia a los grandes intelectuales que, a la larga, produce el ambiente cultural que de-bemos al César Carlos. Desde este punto de vista cabe afirmar que la labor llevada a ca-bo por el Emperador es extraordinaria. Cierto es que, esa labor conlleva el disponer de un aparato burocrático ilimitado, puesto que Carlos hereda de sus abuelos -los Reyes Católi-cos- solamente los cimientos del gran edificio; naturalmente el resto corre por su cuenta y razón. No en vano el historiador Pierre Vilar, nada sospechoso de almibaradas afirmaciones al respecto, ha escrito que para darse cuenta de que Carlos V agota en su propia vida una fuerza más limitada de lo que él creía, basta comparar al joven y brillante vencedor de Pa-vía, con el vencedor preocupado y cansado de Mühlberg, y finalmente con el recluso de Yuste. Toda una existencia consagrada a la Razón de Estado; toda una vida lidiando con políti-cos, con la alta aristocracia de los príncipes, con el alto clero, con la burocracia y con los soldados. Capítulo aparte merece su relación con los prestamistas, los financieros que con sus entregas hacen posible el milagro de la “idea imperial” puesto que, lógicamente, hay que mantener a la soldadesca, a los mercena-rios, las cortes de los virreyes, los viajes, las estancias y los privilegios. Llega, incluso un momento, en el que la plata de las Indias no da para cancelar los intereses de los préstamos usurarios. Pero lo único cierto es que el Impe-rio sigue adelante hasta la hora final de Yuste (15). Cierto es que, en este momento decisivo de la vida del César Carlos, queda pendiente el reconocimiento y el agradecimiento por la labor que desarrolla en los territorios de la Conquista con la perfecta promulgación de todo un excelso catálogo de normas jurídicas que, evidentemente, aventajan por su humani-dad a todas las Declaraciones de Derecho del Hombre que conocemos. Además, y aquí hay que poner punto a toda divagación iusfilosó-fica: es harto evidente que si se examinan los resultados materiales de la obra carolingia en las Indias estamos absolutamente legitimados para afirmar que, ese quehacer, se constituyó en el agente decisivo de la transformación hu-manística y económica del Mundo Moderno. La labor efectuada por el Emperador, no hay ninguna duda al respecto, fructificó en nues-tro Siglo de Oro -sustancialmente español- y, al mismo tiempo, en el hecho de que, eviden-temente, no pocas de las metrópolis europeas conocieron, igualmente, su Edad de Oro a tra-

La vertiente HumaníStica deL imperio eSpañoL de carLoS v

42

vés de sus grandes humanistas. Es, como ha dicho un autor, el gran momento de los espíri-tus elevados. Y rara es la nación europea que, por estos días, no tiene -dentro del ámbito del Humanismo- a su gran hombre, a su genio par-ticular, al conductor de las masas, a su líder nacional. Florecen los genios por doquier: es, igualmente, la hora de la intelectualidad eu-ropea. Esos “genios” tienen todos un nombre esclarecido: Erasmo (en Holanda), Maquiavelo (en Italia), Castiglione (en España), Montaig-ne (en Francia), Tomás Moro (en Inglaterra), y nuestro Luis Vives (a caballo entre Valencia y Brujas). Claro está que faltan nombres: pero, ciertamente, estos son los más expresivos a nuestro parecer.

Vamos a ver, en adecuada síntesis ideoló-gica, que nos “dicen” cada uno de los autores enumerados. Debemos puntualizar, no obstan-te, que estos pensadores encontraron, gracias al Emperador, los momentos serenos, las ho-ras de oro e gratificante soledad (como diría el maestro Ortega y Gasset) para dar cima a su in-gente obra; es obvio que lo que “pasaba” en la Europa de su tiempo condicionaría de alguna manera su talante ideológico, su paz domésti-ca o su inquietud socio-política. Sin ánimo de establecer “odiosas comparaciones”, ni seguir una línea predeterminada, ni mostrar mayor o menor profunda admiración por cada uno de los intelectuales citados, tenemos lo siguiente: MAQUIAVIELO, muestra sumamente represen-tativa del pensamiento renacentista, afirma -en El Príncipe- que es menester verificar siempre una exaltación de los intereses políticos por en-cima de cualquier consideración de tipo ético; dicho esto mismo, de otra manera, a un prín-cipe -un gobernante- no le es necesario tener cualidades personales de ninguna índole, le sobra con fingir que las tiene. Para CASTIGLIO-NE -en El cortesano- parece aconsejable que el político, aunque mienta, es preciso hacerlo con buenas maneras; el gobernante, el intelectual y los clérigos deben procurar actuar desde el ángulo de la auténtica espiritualidad. Según MONTAIGNE -en sus Ensayos-, es preciso llevar una vida discreta, sencilla y auténtica: no sus-citar jamás la envidia. LUIS VIVES, la máxima figura de nuestro Renacimiento, hay que bus-car la senda de la perfección cristiana, el amor a la vida y a los buenos libros. TOMÁS MORO es el paradigma del propio Emperador pues-to que él, lo mismo que Carlos, soñó con una bellísima entelequia. En La Utopía dibuja una

ciudad perfecta y unos hombres sensibles a la mutua comprensión y a la paz; algo muy se-mejante anhelaba el programa del Imperio de la Cristiandad. Finalmente, figura central de la Europa de su tiempo, llegamos al pensamiento de ERAMOS DE ROTTERDAM -sutil agitador de espíritus- (16): pensador de inmensa popula-ridad, siempre en primera línea, permanente betseller del lejano ayer y de la más rabiosa actualidad contemporánea. “En la Corte, en los conventos, en las catedrales, en las escuelas, hasta en las posadas de los caminos, pululaban los lectores y entusiastas de Eramos”. España, ha dicho en un bello libro el profesor Abellán, se declaró desde el primer momento erasmia-na: “Erasmo fue holandés, pero el erasmismo es español (17). Como Tomás Moro tuvo tam-bién su utopía, a saber: el establecimiento de un auténtico “reino de Dios”, donde todos los hombres fuesen iguales o, al menos gozasen de los mismos derechos. Estos matices utó-picos son propios de la actitud renacentista europea: El Humanismo renacentista busca la comprensión del hombre, y creer que éste se realiza mejor, integrándose en una comunidad nacional que pretende concretarse en la funda-ción de Estados Modernos, sobre la base de la maquiavélica “Razón de Estado”. Cierto es que Erasmo, no obstante el arraigo y gloria que entre nosotros tuvieron sus ideas políticas, religiosas y económicas, no se identificó plena-mente con la intelectualidad española. Prueba de ello es que, viajero irredento -gran conoce-dor de las metrópolis europeas-, no se molestó en venir a conocernos; amén de los honores que el César Carlos le otorgó -eso sí, merecida-mente-. Se ha dicho que el Renacimiento llegó muy debilitado a España; mejor aún, que no hubo movimiento renacentista entre nosotros. Esta tesis no la podemos admitir cuando, como es sencillísimo de probar, el peso del monarca Carlos en Europa es sumamente hegemónico y cuando, además, la idea del Concilio de Trento y su floreciente resultado final -la Contrarre-forma- llevan, como ahora se dice, la “Marca Hispánica”. otra cosa es el afirmar que el Rena-cimiento español fue distinto del alemán, del italiano o el de otras naciones europeas. Aquí, para nosotros, se puede afirmar que Renaci-miento se identifica plenamente con el Siglo de Oro como ha dicho con muchísimo tino el fino pensador y profesor universitario Bartolomé Bennassat en su magistral obra “La España del Siglo de Oro” (18). En cualquier caso, volvien-do al pensamiento de Ortega y Gasset, es muy

La vertiente HumaníStica deL imperio eSpañoL de carLoS v

43

difícil darse plenamente cuenta de las circuns-tancias del tiempo en que se vive. Seguramente ningún español de la magnificiente época del gobierno de Carlos V acertó a explicarse, si es que se planteó esta cuestión que se estaba viviendo unos años de plenitud. El profesor an-teriormente citado -Dr. Bennassar dice: “Es un fenómeno clásico: es casi imposible tener una conciencia exacta del tiempo en el que se vi-ve y que no constituye todavía esa abstracción bautizada como Siglo, Edad o Época. Además, muchos contemporáneos tenían razones su-ficientes para quejarse de su tiempo y de las dificultades que encontraban para vivir y aún para sobrevivir. Para el juicio de la Historia se requiere ese elemento esencial que llamamos perspectiva”. Digamos, en cualquier caso, que pasado cierto tiempo, cualquier época es espe-cialmente célebre o por un descubrimiento, o por la existencia de un gran hombre, etc.

Se impone, a modo de resumen, decir que a todos estos hombres del Renacimiento les ca-racteriza, paradójicamente, un mismo estilo de vida y obra que, curiosamente, todavía no se había inventado pero ya estaba en camino: el quijotismo; llegará con Miguel de Cervantes y Diego de Velázquez en la siguiente centuria; ya no estará el Emperador pero sí su inmaculado recuerdo, lo mismo que las instituciones po-líticas, sociales y económicas que, para bien, reformará a fondo su hijo Felipe II. Ese quijo-tismo del Emperador no fue, en su momento, plenamente entendido puesto que, antes de la unidad cristiana de Europa, únicamente les preocupaba el inmenso poder que la Casa de Habsburgo iba atesorando o, si se prefiere, “las Razones de Estado” argumentadas por el César Carlos. No se entendió la “idea imperial” en aras, como ahora nuevamente comienza a suceder en el Mundo, del naciente espíritu de las “nacionalidades”. La unidad de Europa era una singular utopía que podía perfectamente haber ideado Tomás Moro. Pero en esas ideas -la unidad de Europa- creía firmemente Carlos V e, igualmente, el gran Erasmo: los Estados Unidos de Europa. El Emperador, al mismo tiempo, creía que era posible crear al mismo tiempo la unidad de los pueblos de América; por eso, hizo todo lo posible por cristianizarlos e incorporarlos a la cultura de Occidente. Me-néndez Pidal ha escrito, y nos lo recuerda en su bello libro el profesor Abellán (19), que por todo eso el César Carlos debe ser considerado como el primer emperador europeo-americano:

El Imperio de Carlos V es la última gran cons-trucción histórica que aspira a tener un sentido de totalidad; es la más audaz y ambiciosa, la más consciente y efectiva, apoyada sobre dos hemisferios del planeta y, como la coetánea cúpula miguelangelesca, lanzada a una altura nunca alcanzada antes ni después. El reinado de este emperador europeoamericano quedó aislado, inimitable, sin posible continuación…

La España Imperial, ha dicho Juan Pablo Fu-si, fue, probablemente, la plenitud española en la Historia. Todo cambió en la España de los Austria: el papel de España en el mundo, el estado, las formas del poder; el pensamiento político, la economía, la arquitectura, el gusto artístico y literario, la mentalidad, las formas de vida (20). La conclusión es obvia, indepen-diente del fervor que Carlos V sentía por la “Guerra”, la verdad es que, apenas que se espi-gue en un manual de historia de la literatura, se advertirá que tuvo tiempo más que suficien-te para fomentar las humanidades, aglutinó en torno suyo a los másnotables poetas, artistas, músicos, escritores, teólogos y hombres de pensamiento. Para todos tuvo suaves palabras de ánimo y gustó siempre de las bellas artes; sacó a muchos de la “noche obscura del alma” y, mismo tiempo, tuvo la suerte de encontrar a los hombres a los que, las lágrimas de la emoción mística, les nublaban los ojos. Santa Teresa, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja, San Francisco Javier, San Juan de la Cruz, San Juan de Ávila, Fray Luis de León, Fray Luis de Granada y tantos otros. Al vivir en este am-biente él mismo se ausentó de la ambición, del poder y de la majestuosidad. Supo, al refugiar-se en el Monasterio de Yuste, alejar su alma del mundo. Supo estar, en la soledad dorada, con-sigo mismo y, naturalmente, con su ejemplo demostró al mundo el dolor que produce en el corazón el desencanto que originan los seres humanos. Allí en Yuste, en donde sus muchas enfermedades le indican la proximidad de ini-ciar el camino hacia la Eternidad, que él acoge con singular estoicismo, aún tendría el consue-lo, como han escrito muchos de sus glosadores, de escuchar serenamente las recercadas escri-tas por sus músicos preferidos: “MilleRegretz”, “Diferencias del Conde Claros”, “Diferencias de guárdame las vacas” o “La Recercada séptima sobre la Romanesca”. Allí resonarían perfecta-mente en, su ritmo adecuado, los versos que para el Emperador escribieron Hernando de Acuña, Diego Hurtado de Mendoza y Cristóbal

La vertiente HumaníStica deL imperio eSpañoL de carLoS v

44

de Castillejo. Y en fin, la música de Victoria, Cristóbal de Morales y Cabezón. Y allí con-templaría con inmenso placer “La Gloria”, de Tiziano e, igualmente, el bellísimo retrato de su agraciada e inolvidable esposa Isabel. Allí tendría tiempo para la lectura De Consolatio-ne, de Boecio; Las Confesiones, de San Agustín y La Historia de los Caballeros Andantes. Y, el resto, a esperar -contemplando su colección

de relojes- la llegada de la última hora. Cabe formular la interrogante definitiva: “¿Encontró Carlos en Yuste toda la paz que hubiera desea-do? Murió como lo que fue: un Caballero de la borgoñona Orden del Toisón de Oro. Supo ser un inigualable Jefe de Estado, un político que nunca engañó a nadie y un hombre que siem-pre amó a sus súbditos.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS.

(1) Thomas, Hugh: EL IMPERIO ESPAÑOL DE CARLOS V. Planeta, Barcelona, 2010, página 582.

(2) Carande, Ramón: CARLOS V Y SUS BANQUEROS. Barcelona, 1987, página 30 y siguientes.

(3) Chaunu, Pierre: LA ESPAÑA DE CARLOS V. Biblioteca historia de España (RBA Coleccionables, S.A.), Barcelona, 2005, página 16 y siguientes.

(4) Fusi, Juan Pablo: HISTORIA MÍNIMA DE ESPAÑA. Editorial Turner Publicaciones, Madrid, 28010, página 130.

(5) Fernández Álvarez, Manuel: CARLOS V, EL CÉSAR Y EL HOMBRE. Espasa Forum, Madrid, 1999, página 705 y siguientes. Fernández Álvarez, Manuel: CARLOS V: UN HOMBRE PARA EUROPA. Austral, Madrid, 2010, página 232 y siguientes.

(6) Espasa: NUEVO ESPASA ILUSTRADO. 2003, página 885.

(7) Fernández Álvarez, Manuel: CARLOS V: UN HOMBRE PARA EUROPA. Página 84.

(8) Monge, Manuel: DESAFÍO AL EMPERADOR. Revista La Aventura de la Historia. Madrid, Número 180, 2013, página 54 y siguientes.

(9) Pérez, Joseph: CARLOS V. Biblioteca ABC (Protagonistas de la Historia), Madrid, 2004, página 13 y siguientes.

(10) Pérez, Joseph: OBRA CITADA, página 56.

(11) Abellán, José Luis: EL ERASMISMO ESPAÑOL. Colección Austral (Espasa-Calpe), Madrid, 1982, página 55 y siguientes.

(12) Abellán, José Luis: OBRA CITADA. Página 135.

(13) Queralt del Hierro, María Pilar: HISTORIA DE ESPAÑA. Tikal, Madrid, 2013, página 82.

(14) V.A.V.A.: CARLOS I. Grandes Biografías (Planeta-Agostini), Barcelona, 1995, página 20.

(15) Vilar, Pierre: HISTORIA DE ESPAÑA. Biblioteca Historia de España. (RBA Coleccionables), Barcelona, 2005, página 49.

(16) Varios autores: ENCICLOPEDIA LABOR, Tomo Número 7, Madrid, 1957, página 227 y siguientes.

(17) Abellán, José Luis: OBRA CITADA, página 33.

(18) Bennassar, Bartolomé: LA ESPAÑA DEL SIGLO DE ORO. Biblioteca Historia de España, (RBA), Barcelona, página 151 y siguientes.

(19) Abellán, José Luis: OBRA CITADA. Página 264.

(20) Fusi, Juan Pablo: OBRA CITADA. Página 130.

45

conSideracioneS acerca de La marina de carLoS v

D. Antonio José Mérida Ramos

Caballero de Yuste.

Son muchos e insignes los historiadores na-vales que ha tenido y, en la actualidad tiene nuestro país, pero es para quien esto escribe sin lugar a dudas el CN. D. Cesáreo Fernández Duro (1830-1908) el más brillante documenta-lista de la historia de la Armada de Guerra en España.

Por ello, quiero con estas líneas rendir hu-milde homenaje a este discreto zamorano que si bien no alcanzó grandes empleos milita-res, si obtuvo importantísimo reconocimiento como historiador y académico de la Real Aca-demia de la Historia.

Como en tantos, casos España ha sido y es una madrastra para sus más esforzados hijos, y las gentes de mar los dio por centenares en todas las épocas conociéndose poco o nada de ellos. Para nuestra pública vergüenza, nuestro país no dispone de una completa y documenta-da Historia Naval, aun siendo un país que por su geografía y trayectoria política y militar ha si-do una potencia naval de primer orden durante siglos, con marinos de calidad que como D. Cesa-rio, tienen el honor y el privilegio bien merecido de reposar en el Panteón de Marinos Ilustres, en la localidad gaditana de San Fernando.

La necesidad de publicar una gran historia marítima de España se sintió ya en tiempo del Secretario de Despacho de Marina del rey Car-los III. D. Antonio de Valdés que junto a las escuelas y academias necesarias para la forma-ción naval y militar de la Real Armada, proyectó un centro cultural que reuniera cuantos libros y documentos fueran posible encontrar, encar-gando tan ardua y estimulante comisión al CF.

D. José de Mendoza y Ríos que cumplió a la perfección reuniendo un vasto material adqui-rido tanto en España, como en diversos países europeos, material este que en gran parte se encuentra hoy en día en los fondos bibliográfi-cos del Museo Naval.

Como tantas cosas el proyecto no llegó a llevarse a cabo por la caída del mencionado Bailio Frey D. Antonio de Valdés, tras de lo cual quedó en 1795 suprimida tan feliz iniciativa.

Este gran proyecto fue retomado por el Ministro de Marina, Vázquez de Figueroa, per-durando desgraciadamente tan solo el breve tiempo que detentó la Cartera (1816-18) Es-te lamentable panorama hizo comprender a Fernández Duro la necesidad de enfrentarse a tan colosal envite de compilación, escribiendo la excelente aunque incompleta obra “La Ar-mada Española”, editada en nueve tomos que recoge la historia naval militar desde comien-zos de la Edad Moderna hasta sus días. A esta imprescindible y aun no superada obra, me acojo en exclusiva para escribir estas humildes y tal vez mal estructuradas, líneas sobre la Ma-rina en tiempos de Carlos V.

Podemos leer en un memorial del marqués de Mondejar enviado al Emperador en 1538 (co-lección Sans de Barutell, Simancas Art. 4, n. 84).

“Según el estado en que las cosas están, ninguno podrá tener duda, sino que así para la defensa de sus reinos y estados y de toda la cristiandad, como para la ofensa de los infie-les, a S.M. conviene hacerse señor de la mar.”

Los Reyes Católicos, abuelos maternos de Carlos V no dispusieron nunca de una gran armada. Tuvieron en los primeros años de su reinado algunos barcos de defensa y guarda de costa pero, no dispusieron nunca de una gran y permanente marina de guerra. Mosen Diego de Varela les informó en repetidas ocasiones del elevado coste que suponía armar y mantener la

conSideracioneS acerca de La marina de carLoS v

46

galera, embarcación esta descendiente de los antiguos navíos de guerra romanos, pieza esta importante para el transporte rápido, y unidad básica de guerra en el Mediterráneo. Por su costo y poco provecho en invierno, solo con-taban estos soberanos en un primer momento, con cuatro galeras de combate, habiéndose abandonado la construcción en las antiguas atarazanas medievales de Castro-Urdiales y Santander e incluso las de Sevilla creadas por su antecesor Alfonso X el sabio.

Fueron las múltiples ofensas y correrías de los corsarios moros berberiscos, las que crea-ron la necesidad de organizar nuevas escuadras de galeras. Así en Barcelona, Valencia y Carta-gena comenzaron los carpinteros de ribera a construir galeras de tres, cuatro y hasta de cin-co remos por banco. De estas embarcaciones, el ejemplo más notable lo podemos ver en el Museo Marítimo de Barcelona, donde se exibe una réplica exacta de la galera, que en Lepanto mandó D. Juan de Austria. Se trataban de auten-ticas obras de arte a flote con exquisitas figuras esculpidas en el mascarón de proa, tallas y do-rados en los balcones de popa, artísticos fanales así como pinturas en los paveses y primores en los tendales estandartes y flámulas.

Pero, a la vez que entrado el S. XVI se cons-truían mejores galeras, podemos observar como en el cantábrico, la nao iba transformán-dose en un buque altamente apto para grandes travesías oceánicas, aumentando porte y ele-vación de borda, llegándose inicialmente a prototipos de doscientas toneladas, y algo me-nos para las que dedicaron a la exploración de las costas americanas. En el sur, en Andalucía el navío preferido era la carabela latina. Así en el memorial de la Guerra del Moro se decía de estas embarcaciones “son navíos muy con-vinientes, que si los de remo son buenos, son para cuando hace calma, porque no se pueden servir de las velas por falta de viento, que cuan-do lo hace, muy poco navegan al remo, salvo si es para tomar puerto o descendir en tierra; y la ventaja que tienen los navíos de remos en las calmas, como dicho es, aquella misma la tienen las carabelas con el viento, así como cuando es muy recio como cuando es muy manso; porque los navíos de remos por ser sotiles, no pueden sufrir muchas velas; y por el contrario son las carabelas, que sufren mucha mar y muchas velas, de cuya cabsa andan mucho, en tanta manera, que seria cosa imposible que ningún

navío de los moros se le pueda ir a la vela, ni menos se puedan defender que no las tomen; porque llevan 50 ó 60 hombres armados y llevan artillería, de manera que así como son ligeros, así son fuertes para embestir y pelear; de más que navegan contra el viento, lo que otros navíos no pueden también hacer; de más que traen barcas para poder echar gente en tierra y para remolcallas; de más que ellas se ayudan del remo.”

Si los astilleros mediterráneos fueron po-co a poco disminuyendo su producción con el transcurso de los años, los del cantábrico eclosionaron por estas fechas armando un im-portante número de naos y galeones cada vez más grandes y pesados. La obligación de viajar a las Indias en flota o conserva, y una sola vez al año, para evitar los ataques depredadores de piratas protegidos cuando no financiados por potencias enemigas, hizo que estos aumenta-sen no solo en número sino en desplazamiento llegándose a las 800 o 1.000 toneladas. Se in-trodujo en esta época de comienzos del XVI, el aforro interior, las bombas de cobre, las plan-chas de plomo a los fondos, así como betunes para calafatear como el que inventó Juan Fran-cés de Rebolledo de mucha mejor calidad que los hasta el momento existentes.

Constructores de estas fortalezas flotan-tes fueron personajes como Juan de Lezcano, Martín de Rentería o Ramón de Moncada, no debiéndonos olvidar en el Mediterráneo a los constructores de galeras Martín de Arana o a Mosén Ferrer padre e hijo. Existe un memorial de 1539 del capitán de mar Blasco de Garay, di-rigido al emperador Carlos V, en que se ofrece a construir diversos y originales ingenios de gran utilidad naval. Alguno de ellos llegaron in-cluso a ponerse en práctica, así se habla de un sistema de propulsión del navío en tiempo de ausencia de viento sin auxilio de remos, otro de los inventos era un mecanismo de extracción de efectos del fondo del mar, otro invento antece-dente sin duda del buzo, servia para permanecer prolongado tiempo debajo del agua, potabiliza-doras manuales de agua de mar etc. etc. Fueron muchas e importantes las invenciones que se originaron en estos años así, podemos ver el blindaje de las naves que tan buen resultado dio a D. Juan de Lezcano en Mazalquivir, el ca-ñón de tiro rápido, así como la batería flotante, que muchos años más tarde el general Barceló popularizó en los ataques a Gibraltar.

conSideracioneS acerca de La marina de carLoS v

47

La artillería naval obtuvo en estos años un desarrollo espectacular, así en 1535 se dicto una Ordenanza para guarnecer las naos de ca-ñones, armas de fuego portátiles, pertrechos, marinería y por primera vez se habló de embar-car artilleros. Las piezas eran en principio todas de hierro forjado, con servidores, es decir car-gadas por la culata, si bien poco a poco fueron en la medida de lo posible sustituidas por pie-zas en bronce, metal este mas idóneo aunque mucho más oneroso. En cuanto a artillería lige-ra podemos señalar que sin abandonar todavía la tradicional ballesta de dardo corto van apa-reciendo ya en los barcos de guerra arcabuces y falconetes de rabiza, así a partir de 1538 po-demos ver asientos para la adquisición de estas armas de fuego suscritos con armeros vascon-gados como Antón de Urquiroz, de Orio, y Juan de Orbea, de Eibar y algo más tarde en 1544 existen documentos de adquisición de mosque-tes firmados con el armero, Juan Ibáñez.

A la pregunta de si como en los Tercios Vie-jos el Emperador disponía de Marina propia con buques operativos y tripulaciones enrola-das con carácter profesional y permanente. La respuesta es que no. En el S. XVI todas las em-barcaciones privadas de alguna entidad eran en si mismas aptas para la guerra.

Estas tenían su propia gente de mar, siendo requisadas o arrendadas mediante asiento por la Corona, reforzándose en algunos casos con gente de armas profesional.

Las condiciones del asiento o capitulación se pactaba previamente con el propietario, estableciéndose un sueldo determinado por tonelada y mes, agregándose el de los tripu-lantes según categoría, así como el monto de los víveres a consumir.

Este sistema se llegó a utilizar incluso con naves propiedad de la Corona, que vio con ello un sistema menos oneroso para su Hacienda, al cederlo a quien pudiese armarlo y sostenerlo a sus expensas por sueldo convenido.

Este sistema de asiento o capitulación ofre-cía ventajas e inconvenientes, contándose entre las primeras lo innecesario de tener arse-nales, almacenes ni intendencia alguna, puesto que corría por cuenta del armador todos los bastimentos, proporcionando la Corona solo mando y dirección.

Pero inconvenientes también ofrecía, y muchos, al carecerse del espiritu combativo necesario y de la unidad y solidaridad básica, toda vez que podían acudir al asiento navíos de reinos y repúblicas extranjeras, incluso a veces enemigas.

No era extraño ver dotaciones incompletas, tripulaciones mal alimentadas y, poco ardor combativo, en los que las gobernaban, si del enfrentamiento podian generarse daños serios al navío.

Pero, la conveniencia económica de tal sistema iba a veces aparejada al interés del Emperador, por evitar que estas unidades mercenarias se pusieran al servicio o fuesen vendidas al enemigo.

El incremento de los precios de los basti-mentos navales en estos años creó malestar entre los armadores, maestres y capitanes de mar, siendo necesario redactar una nueva or-denanza, dada esta en 1544 en Valladolid, en que se procuró actualizar los precios de cada tonelada de navío, así como los sueldos y otras ventajas a la marinería.

Se estableció un número mínimo de marean-tes por volumen de desplazamiento, siendo este de veinte hombres embarcados por cada cien toneladas, repartidos en una proporción de dos tercios de marineros y el resto grumetes y pajes. En concreto esta ordenanza procuró atender alguna mejora para la chusma, así lla-mados los remeros forzados, compuesta por renegados, esclavos turcos y moros, así como penados por delitos graves, que no entraban hasta entonces en lista de hombres ni cosas, mejorando su alimentación e higiene.

Se exigió por esta ordenanza se embarcase botica y barbero, así como asistencia espiritual prestada por religiosos voluntarios.

Este grado de exigencia para el asiento, requirió el nombramiento por la Corona de vee-dores contadores y pagadores que como dice Fernández Duro, “... que celaran e intervinieran el cumplimiento de las condiciones de asiento y con la designación de personas que de vez en vez visitaran o pasaran revista de inspección, como hoy diríamos a las escuadras. A pesar de ello., el orden, la policía y la disciplina deja-ban mucho que desear en lo que afectaban al

conSideracioneS acerca de La marina de carLoS v

48

interés de los asentistas y armadores singular-mente. Las naves no tenían más velamen, jarcia y pertrechos que los estrictamente precisos al uso; embarcaban los víveres tasados, reducían la vasijeria del agua, originándose de tan senci-llas causas los más de los siniestros y pérdidas de vidas. En la admisión de mujeres a bordo se hacían tan anchos de manga como se vio en la expedición de Túnez, donde aparecieron más de 4000 enamoradas, contra la expresa prohibi-ción del Emperador de admitirlas.”

Al igual que en tierra firme el retraso del pago de la soldada fue siempre semilla de dis-turbios e insubordinación en los navíos.

Así D. García de Toledo escribió fruto de su propia experiencia personal “el día que os falta la paga falta luego la manera de poder sustentar un navío, y cierranse las puertas a las ocasiones que os han de honrar, y abrense las que os han de destruir, porque el poco amor que os tiene la gente, el cual es fundado en el interés del sueldo, se torna luego en odio. Pierden os la obediencia y el respeto, y los que traéis para honraros, os deshonran. Atrevense a notables bellaquerías y licencias que se toman, y no pa-gándolos, parece que no los podéis castigar. Por todas las partes a donde llegáis van haciendo desordenes y de los que hace vuestra gente co-bráis, no solo mala fama, pero tantos enemigos, que los que menos mal hacen son los que os de-jan en el tiempo que más los habéis menester; y de esto sucede muchas veces vuestra pérdida, y de vuestro bajel. De las ruines pagas venís a comprarlo todo más caro, porque lo hacéis fuera de tiempo, y de aquí viene a no bastaros el sueldo, y traer el navío mal en orden y de tal manera que dais con la carga en tierra.”

Habitualmente se pagaba dos veces al año, una cuando las galeras salian del reposo inver-nal, y otra cuando regresaban.

En la capitulación suscrita en 1552 por D. Bernardino de Mendoza se puede leer al res-pecto “si el Capitán General tuviere dineros por haberselos S.M. dado, haria el pagamento en dinero; no habiéndoselo dado, podria pagar la tercera parte en paños, haciendo los precios de ellos el veedor, y esto se advertiria a la gente que se recibiera. Las pagas de difuntos estarían hasta 8 años en poder del Capitán General, y de no ser reclamadas en este tiempo por los he-rederos, se aplicarían por mitad a la redención

de cautivos que hubieran servido en las galeras y en la construcción de una capilla en el Puerto de Santa Maria donde se dijera misa y se ente-rrara a la gente de dichas galeras.”

De otra parte podemos decir que los conoci-mientos científicos que tenían en esta época los pilotos y patrones de las embarcaciones eran más bien escasos, constituyendo la experiencia y la habilidad personal su mayor patrimonio. Los conocimientos se transmitían con secre-tismo guardándose celosamente todo nuevo descubrimiento o experiencia. No obstante pronto se vino a crear una primera institución, la llamada Casa de Sevilla para remediar tal de-ficiencia “procurando evitar los inconvenientes que se padecían por causa de no ser enseñados, cual convenia, los pilotos y maestres, con orden de que se leyese el arte de navegación y parte de la cosmografía y no se diese título de piloto ni maestre al que no hubiese oido un año o la mayor parte de él dicha ciencia, a saber:

La esfera, el regimiento de la altura del sol, el uso de instrumentos como el astrolabio de aguja de marear, el cuadrante y la ballestilla, el uso e interpretación de los portulanos y cartas de marear, así como el uso de los relojes diur-nos y nocturnos, tablas de mareas ...”

Si bien era criterio del Consejo de Indias no facilitar información impresa que pudiera ser utilizado por las potencias competidoras, algu-nos buenos libros pudieron editarse tales como Suma de Geographia e Arte de Marear, del ade-lantado del Darien, D. Martín Fernández de Enciso, El Arte de Navegar de Pedro de Medina o el más didáctico de todos Espejo de Navegan-tes de Alonso de Chaves, al que se le negó la licencia de impresión.

Terminemos diciendo, que pese a las múl-tiples debilidades que presentaba la marina carolina en unos años ricos en acontecimientos de guerra, de derrotas y victorias, sus prota-gonistas que fueron muchos, con sus poco evolucionados instrumentos para navegar por los procelosos y caprichosos mares, ofendie-ron cuanto pudieron a moros, turcos y herejes, cumpliendo con honor cada misión que su Em-perador tuvo a bien proponer, defendiendo de corsarios y piratas las riquezas que empeza-ban a fluir de las Indias y alejando como mejor pudieron el peligro real que el Islam volvía a suscitar, esta vez bajo estandarte turco.

49

Santo domingo y La primera univerSidad deL nuevo mundo

.Benjamín Hernández BlázquezCatedrático Universidad

Complutense

Caballero de Yuste.

“A modo de continuación de la conferencia impartida por el profesor Pérez de Vargas y que tuve el placer de presentar y glosar sus amplias vivencias”

Al narrar el ataque de los temibles corsarios de Drake a la isla Española, el escritor bogo-tano Arciniegas escribe “los capitanes de los ejércitos españoles allí asentados son todos letrados: hablan al inglés en un buen latín y no saben prender la mecha de un arcabuz”, y más adelante cita el nombre de estos cuatro oficiales: “el licenciado Fernández de Merca-do, el licenciado Villafaña, el licenciado Aliago y el licenciado Acero, como si a Francis Drake pudiera contenérselo con hojas de papel”. Los piratas diagonalizaron la isla en busca de bo-tín; pero no hay. Ropas finas y muebles como los de las casas de la lejana España de Carlos V, no hay ni siquiera una sola vajilla de pla-ta; para el calor tropical, esta generación de íncolas e hidalgos prefiere porcelana y cristal. ¡Inmundicias! Dice la soldadesca que continua hurgando en las iglesias y pozos durante un mes de asedio.

A finales del siglo XVI, Santo Domingo (La Española) a la que Felipe II honró con el dictado de llave, puerto y escala de todas las Indias; en la fecha del asalto (1586) no es el foco de po-der que fue en tiempo de la conquista, ahora se ha tornado en Centro intelectual, es como la Academia de las Antillas, el papa Paulo III con la bula in apostolatus culmine, ha elevada a la categoría de universidad el colegio que los dominicos fundaron en 1510 y que ahora go-

za de idénticos privilegios que las prestigiosas universidades de Salamanca y Alcalá que es-parcen su enseñanza allende los mares. Es la primera universidad del Nuevo Mundo (1538) trece años anterior a la de México.

Los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II re-presentan el apoyo que la corona brindó a la universidad en España y, de forma extraordi-naria en America; convergió con el influjo de una iglesia siempre proverbialmente católica y conocedora de su misión universal que, asi-mismo, encontró en este continente un espacio abierto al saber. En esta fecha el itinerante em-perador español se aproximaba a los cuarenta años y se habían extinguido dos décadas des-de su victoria sobre los comuneros.

En España, por estas fechas, existían siete universidades, además de las dos referidas;

Santo domingo y La primera univerSidad deL nuevo mundo

50

Lérida y Sigüenza entre ellos. Gómez Moreno tipifica que las universidades para ser denomi-nadas como tales y consolidarse en el tiempo deben acumular unos requisitos como: “dispo-ner de una nómina sólida de intelectuales, una biblioteca lo más actualizada posible y unos locales de cierto relumbre”. A finales del siglo XV, cuando se inicia la aventura de América, únicamente la de Salamanca bulle y sus gra-duados se cotizan más allá de los Pirineos, por ello fue proclive a su “exportación” a la mar Oceana.

La clave de estas universidades radicaba en los Colegios Mayores y la biblioteca científica, revulsivo cultural y modelo de otras institucio-nes que reconocían tenerla como referente, y a idéntica altura que Bolonia y Padua. Empero, las universidades son de su tiempo y necesitan décadas o centurias para enraizarse en las es-tructuras sociales del país que las subtiende.

El hecho fundacional de la universidad de Santo Domingo acaeció bajo el dominio del Emperador, tan itinerante como la propia cor-te española que viajaba de Valladolid a Sevilla y de Aragón a Madrid. Sin embargo Carlos V nunca se embarcó a esta travesía, tampoco lo hicieron sus contemporáneos europeos en los tronos; en Castilla bastaba con la gente de co-mún. Por ello cuando se posesionó del trono imperial, el Nuevo Mundo, no es sino un trazo en el mapa de la época, el contorno no tiene sino una cara, que es la del Atlántico. Del lado del Océano que holló Balboa, nadie sabe lo que hay; del Caribe mismo solo se conoce la mitad.

Durante los ocho lustros que Carlos ejerció de Emperador, el continente quedará todo ex-plorado y el Caribe relevará al Mediterráneo en su protagonismo venidero; serán los cuarenta años que conforman el mundo nuevo con el antiguo. Carlos V desde Castilla soplará las naves de Magallanes para medir el gálibo de la esfera terrestre, se fundan virreinatos y go-bernaciones, y se erigen todas las capitales de América, excepto la Habana y Santo Domingo, fundadas anteriormente. Hay exploradores que entran por la costa del Pacífico, doblan la cordillera de los Andes y salen navegando por las inmensas bocas del Plata o el Amazonas. “Con sus cruces caballos y perros medirán en este continente varias veces la anchura y largu-ra de Europa; entran invocando el nombre de Santiago doman a los indios e hincan el estan-

darte imperial para sojuzgarlos”. La historia la escriben de esta manera.

Con todo la historia del Caribe, es la de las islas denominadas grandes como Cuba y Santo Domingo, “las pequeñas” quedan para el uso y regalo de la piratería, son la moneda al uso para cerrar tratos con los corsarios casi siempre preconizados por las cortes europeas. Islas menudas esparcidas por todo el mar y las Antillas menores cumbres, tal vez, de alguna cordillera que se hundió. Empero, la historia de Santo Domingo y Cuba, no se concibe sin el protagonismo de estos pequeños alfoces que aparecen en las costas de navegación como puntos suspensivos.

Santo domingo y La primera univerSidad deL nuevo mundo

51

Son un margen reservado a la aventura, al contrabando, a la vida clandestina donde se fraguan nuevos núcleos humanos que en dé-cadas estarán presentes en las denominadas “islas grandes” como la universitaria Santo Do-mingo.

Para Darek Walcott, Nobel de literatura, las islas del Caribe son parte de la historia de la esclavitud y de la servidumbre; historia a la que arriban tarde porque no han aprehendido lo que aconteció hasta la llegada de Colón. Otros historiadores del Nuevo Continente, Mario Rodríguez, entre ellos esgrimen las tesis del idioma: “si creces como colonizado, la historia que se te hace aprender, es la historia y cultura de la lengua en la que habla “el país educador” al ritmo del crecimiento” y más adelante pone el ejemplo de Martinica y Santo Domingo como arquetipo de idiomas que llegaron de Europa y se mezclaron

Fray Bartolomé de las Casas y Gonzalo Fernández de Oviedo conocedores como pocos exploradores, comparan a Santo Domingo con Inglaterra; aunque para ambos la del Caribe vale más “Bien conozco que toda comparación es odiosa para algunos de los que escuchan lo que no querían oir; e assí acaecerá a algunos letores secilianos e ingleses con este mi tracta-do, en especial con lo que podrán ver en este capítulo, en el cual torno a decir lo que he dicho y escrito otras veces , y es: que si un príncipe no tuviese más señorío que aquesta sola isla,

la Hespaniola, en breve tiempo sería tal, que hiciese ventaja a las islas de Sicilia e Inglaterra; porque lo que aquí sobra, a otras provincias ha-ría muy ricas” Fernández de Oviedo

Y el referido Arciniegas puntualiza sobre las riquezas naturales: “las dos islas no se pueden nombrar el mismo día; y en cuanto a los indios, que se pintan de rojo y negro y se adornan con plumas y cueros, sus figuras recuerdan la pin-tura que de los ingleses hace Julio Cesar en el libro de sus conquistas”.

En el siglo XVI para los españoles nace un Nuevo Mundo; nadie sabe quien va a dominar en el; si el espíritu de los advenedizos o el de la tierra. Allende el mar emerge otro mundo que se antoja hazañoso y aventurero; en esta orilla con las cambios de monarquía en España; los ánimos están suspensos. El Caribe va ensan-chándose, van descubriéndose sus contornos, bajo la luz de la violencia que encienden los osados conquistadores. La isla de Santo Do-mingo o la Española, surge como imagen de todas las colonias futuras, es el paradigma de las nuevas ciudades.

Santo Domingo es el primer núcleo de po-blación no itinerante que se funda en América; aquí se instala el primer gobierno con Barto-mé Colón hermano del Almirante. Le sucede el pesquisidor Francisco de Bobadilla que realizó reformas administrativas importantes. Un día se presenta un huracán, todavía escasamente conocido por los españoles, que: “carga con la pala de los techos, arranca las estacas en que se tienen las paredes, y se lleva la ciudad”. Ovando el cacereño la hace otra vez; la hace con casas de piedra: no más castillos en el ai-re, trazando calles muy estrechas, pero con regla y compás. Se perfilan los edificios que van a ser fundamentales para una ciudad “a la española”: iglesia, hospital, fortaleza y cárcel. Después vendrían la catedral y con las infraes-tructuras consolidadas, la universidad.

La refundación de Santo Domingo (1502) fue un hecho significativo en la historia social del Caribe, y no sólo por lo que representaba de modelo urbanístico, sino también de política poblacional. Nicolás de Ovando repartió terre-nos entre el mayor número de pobladores con el fin de evitar desbandadas incontroladas de propagadores de la fe por los pagos de la is-la; asimismo, toda concentración de españoles

Santo domingo y La primera univerSidad deL nuevo mundo

52

en pueblos y otras entidades, según Arranz: “cubría la doble finalidad de transplantar al trópico una vieja herencia del doblamiento concejil castellano a la vez que aseguran su control”

El historiador madrileño Fernández de Oviedo al descubrir la nueva ciudad, resalta la modernidad de los edificios dice: “ningún pueblo de España tanto por tanto, aunque sea

Barcelona, la cual yo he visto muy bien visto muchas veces le hace ventaja generalmente; porque todos las casas de Santo Domingo son de piedra como las de Barcelona, por la mayor parte, o de tan hermosas tapias y tan fuertes, y el asiento muy mejor que el de Barcelona, porque las calles son más llanas y sin compa-ración, más derechas.

Otro hito imprescindible para aprehender la evolución de la ciudad hacia la fundación de la universidad fueron las célebres En-comiendas. Cuando llegaron los primeros gobernadores concluyeron que el progreso sólo se consolidaría a través de los tres sopor-tes fundamentales: indios que repartir, minas que explotar y pueblos en que vivir. Pilares en-samblados perfectamente que sirvieron para ensayar un nuevo concepto de poblamiento, como si de una revolución agraria se tratara.

En Santo Domingo hubo varios repartimien-tos de tierras, siendo el más genuino el de Alburquerque (1514) tratado profundamente por el profesor Arranz. Se inició el primero en pro de los casados en España y que interesa-ran llevar a sus mujeres a la isla. Esta remesa de población fue determinante para cualquier asentamiento duradero y crear riqueza a tra-vés del núcleo más elemental, la familia. Todo se hizo bajo el auspicio de las Leyes de Burgos (1512). Esta Ordenanzas primeras en el Nuevo

Mundo fueron “dadas e mostradas a los maes-tros teólogos e obispos que en ello entendían los cuales la aprobaron e hubieron por buenas e se imprimieron, e las enviaron a las Indias” Proponían y regulaban, asimismo, la enseñan-za (Ley XVII) tanto de los españoles ”como los hijos de cacique”

Por Santo Domingo pasan las gentes más diversas, también los frailes jerónimos que tomaron el relevo de otros religiosos y de-sarrollaron su programa educativo. Empero, gobernador que llega o grupo social que se genera, es enemigo que ha triunfado sobre el precedente y anuncio de cambio de vientos en la corte, que deviene en huracán para las Anti-llas. Fray Bartolomé de las Casas ha pregonado la doctrina en Castilla con su locuacidad desbor-dante, sus irrefrenables pasiones y la pintura que exhibe de los indios indefensos frente al ardor de los españoles. Con todo consigue que Cisneros envíe a los referidos jerónimos y que en Castilla se redacte un proyecto nuevo de re-pública ideal, una Utopía, célula generatriz que sirvió de base a los jesuitas en Paraguay.

Estos frailes portaban instrucciones para hacer un nuevo censo general de indígenas y agrupados en pueblos de 300 personas, que se ubicarán “donde haya aguas claras, buen monte y verdes praderas”. Regulaba las pose-siones a cada familia en animales, así como la asignación de bienes comunales a cada núcleo de población y parroquia, escuelas y hospita-les. Es un proyecto, dice Arciniegas que no hay nada más edificante que hacer una república en el papel, y en papel queda” .

En todo caso al cuarto de siglo de llegar los españoles: gobernadores, hidalgos, clérigos y del común, la isla era otra isla, la más adelanta-da. Todo, incluido el paisaje, ha cambiado, los indios han conocido caballos, cerdos, gallinas, vino, trigo y negros traídos de Africa, el idio-ma de Castilla y el nombre de Jesucristo y un año después de la fundación universitaria llegó desde México el primer libro. Donde antes hu-bo un monte ahora se oye la algarabía de los trapiches y se vió la llegada de un virrey.

La isla es para los indios un mundo nuevo, dicen que mas nuevo para ellos que para los mismos españoles. Los que quedan sobrena-dando a este choque violento, y a su propia perplejidad, ven que su misma piel va mudan-

Santo domingo y La primera univerSidad deL nuevo mundo

53

do de color y alumbran los primeros mestizos. También los españoles van conociendo cosas: maíz, chicha, tabaco, hamacas, yuca, canoas, cazabe, bancos de perlas, caimanes y bos-ques donde cada árbol es distinto a los árboles de Castilla o de Extremadura, cada alborada muestra una montaña desconocida y cada pá-jaro canta una nueva canción cada jornada exhibe una montaña ignota y cada logro coti-diano, una experiencia deslumbrante

En el otro finisterrrae, en la lejana España, se vive intensamente los movimientos de la corte. Atrás quedó la fastuosa coronación de Carlos en un Aquisgrán ahíto de banderas y águilas imperiales. La secuela generada por las guerras comuneras empieza e extinguirse y con ello se entierran los últimos retozos de-mocráticos de los que dicen hablar en nombre del pueblo. La enorme máquina del imperio empieza a moverse, y de nuevo entra Carlos de Austria en España; lo hace con su plantilla de alemanes, ahora también van muchos castella-nos. Unos y otros dicen que algo ha aprendido.

Ahora se intensifican los viajes con el cada vez menos Nuevo Mundo, y, en las expedicio-nes anida la idea de acortar el tiempo de la larga travesía, que ya no se antoja eterna, y en los

mapas, que son de gesta se confunden utopías y realidades. Al Caribe van los más diversos personajes y se ensayan todas las instituciones de gobierno y de cultura social y, siguiendo la misma secuencia lógica, sus nuevos poblado-res, y con ellos sus representantes civiles y eclesiásticos entre la gavilla de solicitudes que hacían al emperador y a los respectivos conse-jos, incluir la petición, ya documentada de que se crease una institución universitaria, piedra angular de la cultura futura en la prometedora tierra antillana.

La universidad de Santo Domingo, célula ge-neratriz de la actual Universidad Autónoma de la misma denominación, como hemos visto no fue producto de la casualidad, sino del fruto de una preparación en la que habían partici-pado, de diversa manera, todas las fuerzas y estructuras del Estado español convergieron en un espacio que, como tal palestra de inno-vación académica, actuó como un gozne que no sólo transfirió el impulso político y eclesiás-tico, sino que ensayó el sentido de liderazgo adquirido por la España de los Austrias al ob-jeto de configurar un novedoso horizonte de vida y cultura, tan nuevo como el Mundo que se abría.

54

.Benjamín Hernández BlázquezCatedrático Universidad

Complutense

Caballero de Yuste.

"As a continuation of the lecture given by Professor Pérez de Vargas and I had the pleasure of presenting and annotating their extensive experiences "

In recounting the attack of the dreaded pi-rates Drake to the Spanish island, the Bogota Arciniegas writer writes "the captains of the Spanish armies tarry there you are all lawyers: they speak English in a good Latin and do not know turn the wick Arcabuz", and later men-tions the name of these four officers," graduated Fernández de Mercado , Mr. Villafaña, Mr. Alia-go and licensed Acero, as if Francis Drake could tell with sheets of paper. " Pirates diago-nalizaron the island in search of plunder; but there is not. Fine clothes and furniture as the houses of the distant Spain of Carlos V, there is not even a single silverware; to the tropical heat, this generation of íncolas and gentlemen prefer porcelain and glass. Filth! The soldiers who continued rummaging through churches and wells for a month siege says.

In the late sixteenth century, St. Domingo (The Spanish) that Felipe II honored with the issuance of key port and scale of the Indies; on the date of the assault (1586) is not the focus of power was in the time of conquest, now it has beco-me an intellectual center, it's like the Academy of the West Indies, Pope Paul III with the bull in apostolatus Culmine, It has been upgraded to university college founded by the Dominicans in 1510 and now enjoys the same privileges as the Prestiges universities of Salamanca and Al-cala who spread his teaching overseas. It is the first college d New World (1538) thirteen years earlier than that of Mexico.

Catholics, Carlos V and Felipe II Kings repre-sent the crown support provided to university in Spain and dramatically in America; She con-verged with the influence of a proverbially Catholic and always aware of its universal mis-sion church also found on this continent to find an open space. On this date the Spanish traveling emperor was approaching forty and had died two decades since his victory over the commoners.

In Spain, at this time, there were seven universities, in addition to the two aforemen-tioned; Lleida and Siguenza each other. Gómez Moreno typifies the universities to be called As such consolidated over time and must ac-cumulate some requirements such as "have a solid list of intellectuals, a library as current as possible and a certain gleam local" . In the la-te fifteenth century, when American adventure

Santo domingo and tHe firSt univerSity of tHe new worLd

Santo domingo and tHe firSt univerSity of tHe new worLd

55

begins, only the buzzing of Salamanca and its graduates are priced beyond the Pyrenees, so it was likely his "export" to the Oceana sea.

The key other institutions they recognized have it as a reference, since the same height as Bologna and Padua. Empero universities are of their time and need decades or centuries to be rooted in social structures that underlies the country.

The foundation made the University of Santo Domingo it came under the rule of the Emperor, as itinerant as the Spanish court itself traveling from Valladolid to Seville and Madrid Aragon.But Carlos V have never sailed against Vesi to this, neither did his European contem-poraries on the thrones; Castilla was enough common people. So when he took over the im-perial throne, the New World, is nothing but a stroke on the map of the time, the contour has only one side, which is the Atlantic. Ocean side trampled Balboa, nobody knows what is; Ca-ribbean it only half known.

During the eight decades that Carlos ser-ved as Emperor, the continent will be fully explored and the Caribbean relieve the Me-diterranean in his coming role; l Angels will be forty years formed the new world to the old. Carlos V Castilla blow from the Magalla-nes spacecraft to measure the gauge of the terrestrial sphere, viceroys and governors are based, and all the capitals of America are erected, except Havana and Santo Domingo, founded das above. There are explorers who enter the Pacific coast, fold the Andes and out browsing the huge mouth of the Plata or Ama-zon. "With their cross horses and dogs on this continent will measure several times the width and length of Europe; enter invoking the na-me of Santiago tame the Indians and kneel to subjugate the imperial standard. " History is written this way.

Yet the history of the Caribbean, is the is-lands known as large as Cuba and Santo Domingo, "small" are for the use and gift pira-cy, are the currency to use to close deals with the pirates almost always recommended by the European courts. Petite islands scattered across the sea and the Lesser Antilles summits perhaps some mountain range that sank. But the history of Santo Domingo and Cuba, is inconceivable without the role of these small

boroughs which appear in coastal navigation as ellipses.

They are reserved for adventure, smuggling, and illegal life where new human nuclei in de-cades will be on the so-called "large islands" as the university Santo Domingo are forged mar-gin.

For Darek Walcott, Nobel l iterature, the Ca-ribbean islands are part of the history of slavery and servitude; story that arrive late because they have not grasped what happened until the arrival of Colón. Other historians of the New World, Mario Rodriguez, including wield the thesis of language: "if you grow as colonized, the story makes you learn is the history and culture of l e n gua in which he speaks" Won-

Santo domingo and tHe firSt univerSity of tHe new worLd

56

derland educator "with the growth" and later gives the example of Martinique and Santo Do-mingo as an archetype of languages that came from Europe and mixed

Fray Bartolome de las Casas and Gonzalo Fernandez de Oviedo knowledgeable as few explorers, compared to Santo Domingo with England; although both the Caribbean worth "Well I know that all comparisons are odious to some of those who did not want to hear what you hear; And thus it shall come to some letores is cilianos and English with this my treatise, especially with what you will see in this chapter, in which around saying what I said and written other times, is that if a prince had no aquesta more mastery than one island, the Hespaniola,in a short time would be such that would make benefit to the islands of Si-cily and England; because here plenty, other provinces would be very rich " Fernández de Oviedo.

And he points referred Arciniegas on natural resources, "the two islands can not be named the same day; and as for the Indians, painted red and black and decorated with feathers and leather, the figures paint reminiscent of English makes Julio Cesar in the book of his conquests.

"In the sixteenth century the Spaniards born a New World; nobody knows who is going to dominate in; if the spirit of the upstarts or land. Emer ge overseas NoSo another world seems adventurous feat; on this side with the changes of monarchy in Spain; tempers are suspended. The Caribbean is widening, its contours are discovered, in the light of the vio-lence that turn the bold conquerors. The island of Santo Domingo or Spanish, emerges as the image of all future colonies, is the paradigm of the new cities.

Santo Domingo is the first group of non-roaming population that is based in Ame-rica; here the first government installed with Bartomé Colón brother Admiral. Le suce of the coroner Francisco de Bobadilla made impor-tant administrative reforms. "load shovel roofs, to starts stakes they have in the walls, and the city takes" . Ovando cacereño does it again; It makes stone houses: no more castles in the air, tracing narrow streets, but with a ruler and compass. Church, hospital and prison fortress: the buildings that will be essential for "the Spa-

nish" emerging city. Next came the cathedral and consolidates infrastructure das, university.

The restructuring of Santo Domingo (1502) was a significant event in the social history of the Caribbean, not only for what it represented of urban model, but also of population policy.Nicolas de Ovando distributed land among the highest number of people in order to avoid un-controlled pr disbanded propagators of faith for payment of the island; also, any concentra-tion of Spaniards in towns and other entities, as Arranz, "covered the dual purpose of trans-planting the tropics an old Castilian heritage concejil bending while its control ensures".

Madrid historian Fernández de Oviedo to discover the new city, emphasizes the moder-nity of the building says: "No people of Spain so much, even Barcelona, which I saw very well seen many times do you usually benefit; becau-se all houses are made of stone Santo Domingo as Barcelona, for the most part, or walls so beautiful and so strong, and the seat very bet-ter than Barcelona, and because the streets are flat and without comparison, straighters.

Another indispensable to grasp the evolu-tion of the city to the founding of the university were the famous landmark Parcels. When came the first governors concluded that progress can only be consolidated through the three fundam supports ronmental: Indians distribute, exploit mines and towns in which to live. Perfectly as-

Santo domingo and tHe firSt univerSity of tHe new worLd

57

sembled pillars that served to rehearse a new concept of settlement, as if an agrarian revolu-tion is involved.

In Santo Domingo there were several divisions of land, the most genuine the Albu-querque (1514) TREATY deeply by Professor Arranz. The prime ro started towards the ma-rried interested in Spain and bring their wives to the island. This consignment of popula-tion was crucial to any lasting settlement and create wealth through the most basic core fa-mily. Everything was done under the auspices of the Laws of Burgos (1512). This Ordinance first in the New World were "given and shown to teachers theologians and bishops that it un-derstood them and had approved it for good and were printed, and sent them to the Indies" They proposed regulated and also the educa-tion (Act XVII) both Spanish "as the children of cacique".

Santo Domingo spend the most diverse people, also Jeronimos monks who took over from others religious and developed their educational program. But lle ga governor or social group that is generated, is enemy has triumphed over the preceding and ad winds change in the court, which becomes e n hu-rricane to the West Indies. Fray Bartolome de las Casas has touted the doctrine in Castile with his boundless loquacity, his unbridled passions and painting exhibits of defenseless Indians against the burning of the Spanish. Yet Cisneros gets sent to the said Jerome mos and that a new draft Castilla ideal republic, a Uto-pia, generating cell that formed the basis of the Jesuits in Paraguay is drafted.

These monks carried instructions to make a new general census of indigenous peoples and grouped in 300 people, to be located "where there is clear water, good forest and green pas-tures." He regulated the possessions to each family in animals, to themselves as communal allocation to each population center and parish schools and hospitals goods. This project, Arci-niegas says that there is nothing more uplifting than to a republic on paper, and paper is".

In any case the quarter century the arri-val of the Spaniards governors, nobles, clergy and commoners, the island was another is-land, the most advanced. Everything, including the landscape has changed, the Indians have

known horses, pigs, chickens, wine, wheat and blacks brought from Africa, the language of Castile and the name of Jesus Christ and a year after the university foundation l bequeathed from Mexico's first book. Where once there was a mountain now the noise of the mills is heard and the arrival of a viceroy saw.

The island is for Indians a new world, say that more new for them than for the Spaniards. The remaining supernatant to this violent collision, and his own perplexity, see their same skin is changing color and light up the first mesti-zos. Spaniards also get to know things: corn, chicha, tobacco, hammocks, cassava, canoes, hunting be, pearl banks, alligators and forests where every tree is different from the trees of Castile or Extremadura, each dawn shows an unknown mountain and every bird sing a new song every time exhibits an unknown moun-tain and every daily achievement, a dazzling experience.

On the other finisterrrae in to distant Spain, the movements of the court is lived intensely. Gone was the lavish coronation of Charles in Aachen ahíto to imperial flags and eagles. The sequel generated by wars comu-neras starts and extinguished and the recent democratic dashed the challenge of those who claim to speak on behalf of the people are buried. The huge machine of empire start to move, and again enters Carlos of Austria in Spain; it does with its staff of Germans are now many Spaniards. Both sides say they have lear-ned something.

Now travel to the New World increasin-gly intensified, and in the expeditions nests the idea of shortening the time of the long journey, which no longer seems eternal, and maps, which are confused and utopian quest realities. The Caribbean are the most diverse

Santo domingo und die erSte univerSität der neuen weLt

58

characters and all government institutions and social culture are tested and, following the sa-me logic sequence, their new Pobl rs, and with them their civil and church representatives from the sheaf of requests made to the em-peror and the respective boards, including the request, already documented that a university be created, ie d p ra angular future promises culture in d or a West Indian land.

The University of Santo Domingo, cell gene-ratrix of the current Autonomous University of the same name, as we have seen we were not production to the accident, but the result of a preparation in which they had participated, in different ways, all the forces and structures of the Spanish State converged in a space as such arena of academic innovation, he acted as a hinge that not only transferred the political

and ecclesiastical momentum, but tested the sense of leadership acquired by the Habsburg Spain in order to set up a new horizon of life and culture, as new as the World opening.

Santo domingo und die erSte univerSität der neuen weLt

Benjamín Hernández BlázquezProfessor der

Complutense-Universität Madrid

Caballero de Yuste.

“Als Fortsetzung des Vortrags von Professor Pérez de Vargas, den vorzustellen und in seiner weitläufigen Erfahrung zu kommentieren ich das Vergnügen hatte.“

In seinem Bericht über den Angriff der gefür-chteten Drake-Seeräuber auf die Insel Española schreibt der kolumbianische Schriftsteller Ar-ciniegas: „Die dort stationierten Hauptleute der spanischen Truppen sind alle Gelehrte. Sie sprechen mit den Engländern in gutem La-tein, können aber die Lunte einer Hakenbüchse nicht handhaben.“ Später nennt er die vier Offi-

ziere beim Namen: „Akademiker Fernández de Mercado, Akademiker Villafaña, Akademiker Aliago, Akademiker Acero, als ob man Drake mit einem Stück Papier aufhalten könnte“. Die Piraten durchkämmten die Insel auf der Su-che nach Beute, aber sie finden nichts. Feine Kleidung und Möbel wie in den Häusern im fernen Spanien Karls V., aber nicht ein einzi-ges Stück Silbergeschirr; unter der tropischen Hitze bevorzugt diese Generation von Bürgern und kleinen Adeligen Porzellan und Glas. „Er-bärmlich“, sagt die Soldateska, die Kirchen und Brunnen während der einmonatigen Bela-gerung rastlos durchforstet.

Gegen Ende des XVI. Jahrhunderts ist Santo Domingo (La Española), das Philipp II. mit dem Titel „Schlüssel, Hafen und Anlaufpunkt für ganz Indien“ geehrt hatte, zum Zeitpunkt des Angriffs (1586) nicht mehr der Fokus der Macht wie in der Zeit der Eroberung; Santo Domingo ist ein intellektuelles Zentrum geworden, so et-was wie die Akademie der Antillen. Papst Paul

59

III. hatte in der Bulle “In apostolatus culmine” von 1538 die von den Dominikanern 1510 ge-gründete Schule in den Rang einer Universität erhoben, womit sie die gleiche Stellung erhielt wie die berühmten spanischen Universitäten von Salamanca und Alcalá, die ihre Lehren auch jenseits der Ozeane ausbreiten. Santo Domingo ist die erste Universität in der neuen Welt (1538), gegründet 13 Jahre vor der Univer-sität von Mexiko.

Die Katholischen Könige sowie Karl V. und Philipp II. verkörpern die Unterstützung der Krone für das Universitätswesen in Spanien und vor allem auch in der Neuen Welt, im Gleichklang mit einer immer sprichwörtlich katholischen und sich ihrer universellen Mis-sion bewussten Kirche, die in diesem Kontinent zugleich einem dem Wissen offenen Raum erkannte. Zu diesem Zeitpunkt ging der Kaiser, der immer unterwegs war, auf die 40 Jahre zu, und zwei Jahrzehnte waren vergangen seit sei-nem Sieg über die Comuneros.

In Spanien gab es damals sieben Univer-sitäten, darunter die von Salamanca, Alcalá, Lérida und Siguenza. Gómez Moreno stellt folgende Anforderungen an den Titel „Uni-versität“ und für deren Behauptung in der Zukunft: Sie muss „über einen soliden Stamm von Intellektuellen verfügen, über eine so aktuell wie möglich gehaltene Bibliothek und angemessen gute Räumlichkeiten.“ Gegen En-de des 15. Jahrhunderts, als das amerikanische Abenteuer begann, stand nur die Universität von Salamanca in Blüte, und die, die dort ihre Examen gemacht hatte, waren auch jenseits der Pyrenäen angesehen. So war diese Univer-sität auch darauf eingestellt, über den Ozean zu blicken und zu wirken.

Grundelemente dieser Universitäten waren die “Colegios Mayores“ und die wissenschaft-lichen Bibliotheken, ein kultureller Neuanfang und ein Modell für andere Institutionen, die sich darauf als Ausgangspunkt beriefen. Sie waren auf der Höhe von Bologna und Padua. Indes sind die Universitäten Kinder ihrer Zeit und brauchen Jahrzehnte oder Jahrhunderte, um sich in den sozialen Strukturen ihres jewei-ligen Landes einzunisten.

Die Gründung der Universität von Santo Do-mingo vollzog sich unter der Herrschaft von Kaiser Karl V., der, wie der spanische Hof, der

von Valladolid nach Sevilla und von Aragon nach Madrid zog, ständig unterwegs war. Aller-dings kam es nicht dazu, dass er den Ozean überquert hätte, was im Übrigen auch die an-deren damaligen europäischen Monarchen nicht taten. Das blieb dem Volk vorbehalten. Als Karl V. den kaiserlichen Thron bestieg, war die Neue Welt kaum mehr als ein Strich auf ei-ner zeitgenössischen Karte, keine Umrisse, nur eine Küstenfront des Atlantiks. Von dem an-deren Ozean, den Balboa entdeckt hatte, dem Pazifik, wusste man weiter noch nichts, und selbst von der Karibik kannte man gerade mal die Hälfte.

Während der 40 Jahre der Herrschaft Karls V. wird der ganze neue Kontinent erkundet werden, und die Karibik wird mit ihrer sich abzeichnenden Bedeutung das Mittelmeer ablösen; in diesen 40 Jahren entwickeln sich die neue und die alte Welt aufeinander zu. Von Kastilien her fördert Karl V. die Weltumsege-lung Magellans, die den Erdumfang vermessen sollte, es werden Vizekönigtümer und Verwal-tungsbezirke gebildet, es entstehen die ersten Hauptstädte in Amerika, abgesehen von Ha-bana und Santo Domingo, die schon früher gegründet wurden. Es gibt Entdecker, die von

Santo domingo und die erSte univerSität der neuen weLt

60

der pazifischen Seite des Kontinents starten, die die Gebirgskette der Anden umrunden oder zu Schiff die gewaltigen Mündungen des Ama-zonas und des Río de la Plata erkunden. „Mit ihren Pferden und Hunden legen sie auf die-sem Kontinent ein Vielfaches der Länge und Breite Europas zurück; unter der Anrufung des Apostels Jakobus zähmen sie die Indios und ri-chten die kaiserliche Standarte auf, um sie zu unterwerfen.“ So schreiben sie Geschichte.

Insgesamt ist die Geschichte der Karibik die der sogenannten „großen“ Inseln, wie Kuba und Santo Domingo, die „kleinen“ Inseln fallen im-mer wieder den Piraten in den Schoß, sie sind quasi das Wechselgeld für den Abschluss von Verträgen mit den Korsaren, die fast immer von den europäischen Höfen ausgehen; kleine Inseln, im Meer verstreut, die Antillen, klei-ne Gipfel vielleicht versunkener Gebirgszüge. Aber die Geschichte von Santo Domingo und Kuba versteht man nicht ohne die Wirkung, die von diesen kleinen vorgelagerten Stütz-punkten ausgeht, und die in der Seefahrt“ wie Auslassungszeichen erscheinen. Sie sind ein Freiraum, vorbehalten dem Abenteuer, dem Schmuggel, dem klammheimlichen Leben, in dem neue Zentren entstehen, deren Bewohner im Laufe der Jahrzehnte in den sogenannten „großen“ Inseln erscheinen, wie dem universi-tären Santo Domingo.

Für den Literaturnobelpreisträger Derek Walcott sind die Inseln der Karibik Teil der Ges-chichte der Sklaverei und der Leibeigenschaft; eine Geschichte, in der sie spät ankommen, denn sie haben nicht gewusst, was bis zur Ankunft von Columbus geschah. Andere Historiker des Neuen Kontinents, z.B. Mario Rodríguez, verfe-chten die Sprachenthese: „Wenn man in einer Kolonie aufwächst, ist die Geschichte, die man zu lernen bekommt, eben die der Geschichte und Kultur, die das Land spricht, das zuneh-mend die Erziehung bestimmt“. Er zeigt später als Beispiele Martinique und Santo Domingo auf als Archetypen von Sprachen, die von Euro-pa kamen und sich mischten.

Bartolomé de las Casas und Gonzalo Fernández de Oviedo, die sich wie wenige in der Phase der Entdeckungen auskennen, ver-gleichen Santo Domingo mit England, wobei sie die karibische Insel für wertvoller halten. „Ich weiß wohl, dass jeder Vergleich von ei-nigen von denen scharf abgelehnt wird, die

etwas hören, was sie nicht hören wollen. Das wird auch einigen sizilianischen und englischen Lesern speziell mit diesem ersten Kapitel mei-ner Arbeit so gehen, wenn ich wiederhole, was ich schon des Öfteren gesagt und geschrieben habe: Wenn ein Fürst nicht mehr besäße als nur diese Insel, Hespaniola, würde sie alsbald Si-zilien und England ausstechen, denn was hier abfällt, kann andere Provinzen reich machen“ (Fernández de Oviedo).

Der schon erwähnte Arciniegas stellt zu den natürlichen Reichtümern fest: „Die beiden Inse-ln haben wenig miteinander gemein; aber wenn die Indios sich rot und schwarz anmalen und mit Federn und Leder schmücken, erinnern sie in dieser Aufmachung an die Engländer, wie sie Julius Cäsar im Buch seiner Eroberungen bes-chreibt“.

Santo domingo und die erSte univerSität der neuen weLt

61

Im XVI. Jahrhundert entsteht für die Spanier eine neue Welt; niemand weiß, wer in ihr he-rrschen wird; der Geist der Ankömmlinge oder der derjenigen, die bereits dort leben. Jenseits des Meeres taucht eine andere, eine große Ta-ten und Abenteuer verheißende Welt auf. Auf dieser Seite des Meeres hängt angesichts der Veränderungen in der spanischen Monarchie alles irgendwie in der Luft. Die Karibik dehnt sich aus, ihre Umrisse werden sichtbar in Ver-folg der Gewalt, die von den wagemutigen Konquistadoren ausgeht. Die Insel Santo Do-mingo, oder Española, entsteht wie das Vorbild aller künftigen Kolonien, sie ist das Paradigma der neuen Städte.

Santo Domingo ist die erste in Amerika ge-gründete ortsfeste Ansiedlung. Sie ist der Sitz der ersten Regierungsbehörde unter Bartolomé Columbus, dem Bruder des Admirals, in Ame-rika. Ihm folgt der Untersuchungsrichter Francisco de Bobadilla nach, der wichtige Verwaltungsreformen einführte. Dann kommt ein Wirbelsturm, wie ihn die Spanier noch kaum kennen, der die Holzhäuser wegfegt und die Stadt zerstört. Der aus Cáceres stammende Nicolás de Ovando baut sie wieder auf, diesmal aber mit Häusern aus Stein, mit engen Straßen, die mit dem Kompass ausgerichtet sind. Man findet bereits die Gebäude, die für eine spanis-che Stadt bestimmend werden sollten: Kirche, Hospital, Festung und Gefängnis. Später entste-hen die Kathedrale und die Universität, sobald die Infrastruktur gefestigt ist.

Die Neugründung von Santo Domingo (1502) war ein wichtiger Punkt in der Sozialisierungs-geschichte der Karibik, nicht nur wegen des urbanen Modells, das sie darstellte, sondern auch wegen der praktizierten Bevölkerungs-politik. Ovando teilte der größtmöglichen Zahl von Einwanderern Land zu, um unkontrollierte Landnahme und Glaubensverbreitung auf der Insel zu vermeiden; die Konzentration von Spa-niern in Dörfern und anderen Ansiedlungen erfüllte nach Arranz „den doppelten Zweck der Übertragung des alten kastilischen Erbes der Gewährung von Freiheiten an bestimmte neue Ansiedlungen oder Regionen, sowie gleicher-maßen deren Kontrolle“.

Beim Anblick der wiedergegründeten Stadt Santo Domingo hob der Madrider Historiker Fernández de Oviedo die Modernität der Ge-bäude hervor. Er schreibt: „Keine Ortschaft im

heutigen Spanien, auch nicht Barcelona, das ich oft gesehen habe und das mir sehr gefällt, ist damit vergleichbar. Alle Häuser in Santo Do-mingo sind aus Stein, wie die Mehrzahl derer in Barcelona, aber mit sehr kräftigen und schö-nen Wänden. Der Grundriss ist schöner als der von Barcelona, denn die Straßen sind unver-gleichlich breiter und viel gerader“.

Ein anderer unverzichtbarer Faktor zum Verständnis der Entwicklung der Stadt im Blick auf die Gründung der Universität waren die berühmten Encomiendas. Als die ersten Gou-verneure ihr Amt antraten, waren sie davon überzeugt, dass man den Fortschritt nur durch folgende drei Elemente konsolidieren könne: Verteilung der Indios, Ausbeutung der Minen und Leben in Dörfern; drei perfekt arrondierte Vorgaben, die ein neues Bevölkerungskonzept darstellten, wie etwa eine Agrarreform.

In Santo Domingo gab es verschiedene Landverteilungen; die authentischste ist die von Alburquerque (1514), die Professor Arranz gründlich behandelt hat. Die erste Verteilung betraf verheirate Spanier, die ihre Frauen mit-bringen sollten. Dieser Zustrom von Siedlern war bestimmend für jede dauerhafte Ansied-lung und für die Schaffung von Reichtum und Wohlstand im Schoß der Familie als elemen-tarer Basis. Das geschah unter den „Gesetzen von Burgos“ (1512). Diese ersten Regularien für die Neue Welt wurden „den Theologen und Bis-chöfen zur Umsetzung an die Hand gegeben, gedruckt und nach Amerika gesendet, da diese den Gesetzen zugestimmt und sie für gut era-chtet hatten. Sie betrafen auch das Schulwesen (Gesetz XVII) sowohl für die Spanier als auch für die „Kazikensöhne“.

In Santo Domingo traten die unterschied-lichsten Leute auf, darunter auch die Mönche des hlg. Hieronymus, („Jerónimos“) die andere Orden ablösten und ihr Erziehungsprogramm entwickelten. Aber jeder neue Gouverneur oder jede soziale Gruppe, die entsteht, ist ein Feind, der den Vorgänger besiegt hat, und kündet von Umschwüngen am Hofe, die sich wie Wirbelwinde über den Antillen auswirken. Bartolomé de las Casas hat in Kastilien mit der ihm eigenen Wortgewalt und seiner überbor-denden Leidenschaft seine Doktrin gepredigt und das Bild gezeichnet von den schutzlosen Indios gegenüber der Härte der Spanier. Er erreicht, dass Cisneros die genannten „Jeró-

Santo domingo und die erSte univerSität der neuen weLt

62

nimos“ nach Amerika entsendet, und dass in Kastilien das Projekt einer idealen Republik, einer Utopie, entsteht, einer Urzelle, die den Jesuiten in Paraguay als Grundlage diente.

Diese Priester brachten Weisungen zur Dur-chführung einer allgemeinen Volkszählung unter den Eingeborenen mit, die in Dörfern von 300 Personen unterzubringen waren „ wo es klares Wasser, Wald und grüne Wiesen gab“. Es gab Regeln für den Besitz jeder Familie an Tieren, sowie die Zuteilung von gemeinschaft-lich zu nutzenden Gütern in jedem Dorf und jeder Pfarrei, wie Schulen und Hospitäler. Arci-niegas sagt über dieses Projekt, dass es nichts Aufbauenderes gibt als eine Republik auf dem Papier entstehen zu lassen, und Papier bleibt es auch“.

Ein Vierteljahrhundert nach der Ankunft der Spanier, ihrer Gouverneure, Edelleute, Kleriker und Normalbürger hat sich jedenfalls die Insel, die am meisten fortgeschrittene, verändert. Alles, selbst die Landschaft ist anders. Die In-dios lernen Pferde, Schweine, Hühner, Wein, Weizen und Schwarze kennen, die von Afrika hergebracht wurden. Sie lernen die Sprache Kastiliens, kennen den Namen Jesu Christi; ein Jahr nach Gründung der Universität kommt aus Mexiko das erste Buch an. Wo vorher nichts als Wald war, hört man nun das Geräusch der Zuc-kerrohrmühlen, und man erlebt die Ankunft eines Vizekönigs.

Für die Indios, sagt man, ist die Insel eine neue Welt, mehr noch als für die Spanier selbst. Die, die über den gewaltsamen Zusammens-toß und ihre eigene Perplexität hinwegkamen, sehen, dass sogar ihre Haut die Farbe verän-dert, es kommen die ersten Mestizen zur Welt. Auch die Spanier lernen Neues kennen: Mais, Maisbier, Tabak, Hängematte, Kanu, Maniok, Fladenbrot, Perlenbank, Kaiman und Wälder,

in denen jeder Baum anders ist als in Kastilien oder Extremadura; jeder Tagesanbruch zeigt ein unbekanntes Gebirge, jeder Vogel singt ein neues Lied, und jede tägliche Errungenschaft ist eine phantastische Erfahrung.

Am anderen Ende der Welt, im fernen Spanien, verfolgt man aufmerksam die Bewe-gungen des Hofes. Zurück liegt die feierliche Krönung Karls in einem von Fahnen und kai-serlichen Adlern strotzenden Aachen. Die Nachwirkungen der Kriege der Comuneros klingen langsam ab und damit auch die letz-ten demokratischen Ansprüche derer, die im Namen des Volkes zu sprechen behaupten. Die enorme Maschinerie des Reiches beginnt sich zu bewegen, und Karl V. kehrt erneut nach Spanien zurück. Er kommt mit seinen deuts-chen Beratern, diesmal aber auch mit vielen Kastiliern. Etwas hat er gelernt, sagt man.

Nun werden die Reisen sehr zahlreich in die jedes Mal weniger „neue“ Welt; jede Expedition strebt danach, die Zeit der Überfahrt, die schon nicht mehr so unendlich erscheint, weiter zu verkürzen, und in den Seekarten vermischen sich Utopie und Wirklichkeit. Die unterschied-lichsten Personen kommen in die Karibik, und man übt alle Einrichtungen des Regierens und der sozialen Kultur ein, und, in der glei-chen logischen Abfolge, beantragen die neuen Bewohner, und mit Ihnen ihre zivilen und kir-chlichen Vertreter, unter den vielen Anträgen, die sie an den Kaiser und seine Beratungsgre-mien richten, die Einrichtung einer Universität als Angelpunkt einer zukünftigen Kultur in den verheißungsvollen Antillen.

Die Universität von Santo Domingo, Urs-prung der heutigen Autonomen Universität gleichen Namens, war, wie wir gesehen ha-ben, kein Zufallsprodukt, sondern Ergebnis einer Vorbereitung, an der, auf verschiedene Weise, alle Kräfte und Strukturen des spanis-chen Staates beteiligt waren, die sich in einem Raum zusammenfanden, einem Übungsplatz akademischer Innovation; sie wirkte wie ein Scharnier, das nicht nur den politischen und kirchlichen Impuls übertrug, sondern auch den Gedanken der Führerschaft, der sich im Spa-nien der Habsburger herausgebildet hatte, mit dem Ziel, einen neuen Horizont des Lebens und der Kultur aufzuzeigen, so neu, wie die Welt, die sich zu öffnen anschickte.

63

La coronación de carLoS v como emperador

Rafael García Herranz.Caballero de Yuste.

El 12 de enero de 1529 fallecía en Wels (Austria) Maximiliano I, Archiduque de Austria y Emperador del Sacro Imperio Romano Ger-mánico. Su nieto Carlos I de Castilla y Aragón heredó, por testamento, los ducados austria-cos y los títulos de su abuelo y se hallaba bien posicionado para ser elegido Emperador del Sacro Imperio, ya que esa corona no era heredi-taria sino electiva, una reminiscencia medieval basada en el vasallaje de un grupo de reyes, príncipes, duques, margraves, condes, obispos y ciudades libres del Imperio.

Optantes a la elección eran el monarca fran-cés Francisco I, el rey de Inglaterra Enrique VIII y el propio Carlos, rey de las Españas; ninguno de los tres hablaba alemán y ninguno de ellos había estado antes en Alemania, pero de los tres el mejor situado era Carlos. En su “Mani-fiesto a los electores” reivindicaba los méritos de sus abuelos maternos, Isabel y Fernando, en su lucha por expulsar a los infieles del territorio español, su pertenencia a la raza germánica y las posesiones y títulos heredados de su abuelo Maximiliano en esa área geográfica.

Los electores, a tenor de la Bula de Oro promulgada por Carlos IV, en la Dieta de Nur-emberg del año 1356, eran el rey de Bohemia, El Conde Palatino del Rhin, el Duque de Sajonia, el Margrave de Brandeburgo y los Arzobispos de Maguncia, Colonia y Tréveris. De ellos, el Duque de Sajonia, el Margrave de Brandeburgo y el Arzobispo de Tréveris eran partidarios de elegir a Carlos como Rey de Romanos y, con los cuatro restantes, hubo que allanar sus volunta-des con hábiles intrigas y pagos dinerarios, los

que, según carta de fecha 7 de julio de 1519 del Cardenal Caetano al Papa León X, se elevaron a la cifra de 850.000 florines de oro renanos.

De este modo, reunidos los electores en Francfurt, el 28 de junio de 1519, Carlos fue elegido rey de Romanos, por unanimidad .Desde ese momento, Carlos se consideró a sí mismo como el máximo responsable de una empresa, la implantación de la Universitas Christiana, tanto en Europa como en sus domi-nios de ultramar. Es más, era de la opinión que la corona imperial, sumada a las que ya poseía y a los títulos que ostentaba, le situaba muy por encima de los demás monarcas europeos y que ese incremento de prestigio contribuiría directamente a su poder y le permitiría la de-fensa de la cristiandad de un modo más eficaz.

Carlos pensaba que Dios le había llamado a ocupar un lugar preeminente para defender a Europa contra los otomanos y para proteger la unidad interna de la Iglesia, frente a las nacien-tes herejías. En esta creencia mucho tuvo que ver su Consejero Mercurino de Gattinara que, con frecuencia, le reiteraba “Dios, el Creador,

La corona imperial

La coronación de carLoS v como emperador

64

os ha concedido la gracia de elevar Vuestra dignidad por encima de todos los reyes y prín-cipes de la cristiandad, al convertiros en el mayor Emperador y Rey, desde la partición del Imperio de Carlomagno y os ha indicado el ca-mino hacia la justa monarquía universal, a fin de unir el orbe eterno bajo un único pastor”.

La elección efectuada en Francfurt lo fue como Rey de Romanos, no como Emperador del Sacro Imperio, aunque en la práctica dicha elección conllevaba la asunción de los poderes imperiales, ya que, secularmente, desde Car-lomagno, era al rey de romanos al que se le encomendaba la defensa de la Iglesia. Para ser reconocido formalmente como Emperador, el electo debía ser coronado por el Sumo Pontífi-ce, lo que había caído en desuso, o bien que el Papa, conocida la elección, mostrara su aquies-cencia; esta última es la vía que se utilizó con el abuelo paterno de Carlos, Maximiliano I, quizás porque su campo actuarial se había quedado circunscrito al ámbito geográfico alemán.

La designación como Rey de Romanos ve-nía a equivaler a ser elegido como monarca de las tierras germanas y debía ir seguida de la coronación en el trono de los carolingios. A es-tos efectos, según la Bula de Oro de 1356, ese acto debía celebrarse en la capilla del palacio de Carlomagno en Aquisgran, antigua sede de dicho trono.

En base a estas disposiciones, Carlos llegó a esa ciudad alemana el 21 de octubre de 1520, habiendo transcurrido más de un año desde su elección; allí fue recibido por los electores que le rindieron pleitesía y le acompañaron en su entrada triunfal en la ciudad. El 23 de Octubre de 1520 tuvo lugar la coronación de Carlos como rey de Romanos en la catedral de Aquisgran y, a estos efectos, sentado en el tro-no de Carlomagno le fue colocada la corona de hierro de éste, y se le hizo entrega del cetro y de su espada, con la que armó caballeros a un nutrido grupo de los presentes. De este modo se convertía en el 33º rey de Romanos.

Ahora bien, Carlos aspiraba a ser el paladín de la defensa de la cristiandad en Europa, con la implantación de un solo credo religioso en sus dominios y de ahí que persiguiera su coro-nación como Emperador por el Papa, lo que no era la norma al uso. En este sentido quería imi-tar a Carlomagno, el que, el 25 de diciembre

del año 800 y en una rocambolesca ceremonia, fue coronado Emperador por el Papa León III, durante la celebración de la misa de la Nativi-dad del Señor celebrada en la basílica de San Pedro de Roma.

Carlomagno se hallaba en la ciudad eterna desde noviembre del 799, ya que el Papa le ha-bía pedido ayuda para que le defendiera de sus adversarios romanos y, una vez pacificada la ciudad, ambos participaron en la liturgia de la Navidad del año 800. Según Epinardo, biógrafo de Carlomagno, cuando éste se hallaba de ro-dillas frente al altar mayor y en actitud orante, se le aproximó por la espalda el Papa León III y le colocó sobre sus sienes la corona de Em-perador Romano, postrándose a continuación ante un sorprendido Carlomagno, mientras los fieles aplaudían y los clérigos entonaban cán-ticos alusivos.

Es así como Carlomagno se convirtió en el primer Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y, como tal, en defensor del Papado en Europa.

Más problemática fue la coronación de Carlos como Emperador, a la que hubo que es-perar un tiempo superior a los 10 años desde la elección de Francfurt. Durante ese largo pe-riodo hubo muchas novedades, tales como el dominio de Carlos sobre la zona septentrional de Italia, la muerte del Papa León X y la de su sucesor, Adriano VI, así como el nombramiento de Clemente VII, perteneciente a la familia flo-rentina de los Medicis, la alianza de este nuevo Pontífice con el ancestral enemigo de Carlos, el monarca francés Francisco I, y el desagrada-ble suceso conocido como el “saco de Roma”, de 1527, con la invasión y expolio de la ciudad por un contingente imperial y la detención del

La Basílica de San petronio de Bolonia

La coronación de carLoS v como emperador

65

Papa en el castillo vaticano de Sant Angelo, por espacio de 7 meses.

Estas circunstancias propiciaron un dis-tanciamiento entre El Papa y el Emperador y a allanar el terreno vino el Tratado de Barcelona de 29 de junio de 1529, suscrito por Carlos V y los representantes de Clemente VII; por él, ambas partes sellaban una reconciliación, real o ficticia, ya que el Papa nunca olvidó su deten-ción durante el saco de Roma.

El Tratado versó sobre el dominio de te-rritorios clave en el solar italiano, tales como la Lombardía y la Emilia Romana y, en las conversaciones mantenidas entre las dos repre-sentaciones, Carlos V obtuvo la promesa de los representantes del Papa de que sería coronado Emperador, mientras que éstos consiguieron el compromiso de Carlos de poner cerco a Flo-rencia y ,tras tomarla, derrocar al gobierno republicano que allí se había instalado y, en su lugar, colocar a un miembro de la familia de los Medicis. Evidentemente, tanto Carlos V como Clemente VII jugaron sus bazas interesadas.

En el otoño de 1529, las tropas imperiales asediaron Florencia y, tras 10 meses de sitio, consiguieron quebrar sus defensas y tomar la ciudad, derrocaron al gobierno de la misma y, en su lugar, pusieron a Alejandro de Médicis. De este modo, Clemente VII, gracias a su hábil maniobra, pasó a ser considerado como el ar-tífice del retorno de los Médicis al gobierno de la ciudad de las tres lises.

Las puertas para la coronación de Carlos co-mo Emperador, por parte del Papa, quedaban abiertas, si bien, ambas partes coincidieron en la inconveniencia de celebrarla en Roma, ya que aun estaba muy vivo en la mente de las gentes el reciente saco de Roma y, en su lugar, acordaron que tuviera lugar en Bolonia, ciudad perteneciente al Papado y relativamente cerca de Milan, que había sido ocupada por las fuer-zas imperiales.

La ceremonia de coronación se había pre-visto para el mes de octubre y, a tal efecto, Clemente VII llegó a Bolonia el 23 de septiem-bre de 1529 y Carlos V lo hizo el 3 de octubre, siendo recibido por el Papa y los Cardenales que le acompañaban y con arcos triunfales, al estilo de los césares romanos que regresaban a casa victoriosos; en uno de estos arcos se

colocaron imágenes de Julio Cesar, Augusto, Trajano, Tito y Escipión el Africano, los Em-peradores y el General más queridos por los romanos, y, en otro, las efigies de Constantino, el primer Emperador cristiano, y de Carlo-magno, primer Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

Por expresa petición de Carlos V la ceremo-nia se pospuso algo más de cuatro meses, ya que quería hacerla coincidir con el trigésimo aniversario de su nacimiento; en el fondo de esta demora, con independencia de la razón esgrimida, se hallaba el interés del Empera-dor en tener tiempo para confraternizar con el Papa y conseguir su respaldo a la Universitas Christiana por él preconizada

El 24 de febrero de 1530 tuvo lugar el acto de coronación en la Basílica de San Petronio de Bolonia y, con el fin de que pudieran presenciar el cortejo la ingente masa que se preveía iba a asistir al mismo, se construyó una pasarela elevada entre el Palacio Público (hoy Ayunta-miento), donde estaba alojado Carlos V, y la escalinata de la Basílica.

Calos V, ricamente ataviado y portando sobre sus sienes la corona de Carlomagno, desfiló por esta pasarela, siendo precedido por los Duques de Saboya, Urbino y Baviera y por el Marqués de Montferrato, que llevaban en sus manos cada una de las insignias impe-riales, a saber, la corona imperial, la espada de Carlomagno, el cetro y el orbe; detrás del Emperador iba el Conde de Nassau, sujetando la cola de su lujosa capa.

La fatalidad quiso que esta pasarela se de-rrumbara nada más pasar el cortejo, causando tres muertos y numerosos heridos, lo que fue

La corona de hierro de carlomagno

La coronación de carLoS v como emperador

66

interpretado por algunos como un castigo divi-no por el saco de Roma.

Nada más entrar en la Basílica de San Pe-tronio, Carlos V fue investido Canónigo de la Basílica de San Pedro de Roma y, posterior-mente, el Cardenal Alejandro Farnesio, que sucedería a Clemente VII en el trono papal con el nombre de Paulo III, le ungió con los Santos Oleos, lo que venía a denotar el carácter sa-grado de su nuevo status. Tras ello, Carlos V se dirigió hacia el altar mayor, que había sido remodelado a imitación y semejanza del de la basílica de San Pedro de Roma, y allí el Papa Clemente VII le hizo entrega de la espada de Carlomagno, lo que le confería los derechos de guerra en defensa de la cristiandad, así como del cetro en la mano izquierda y de la esfera re-presentativa del orbe en la mano derecha, para terminar con la imposición de la corona de oro de los Emperadores ( también llamada de los césares) sobre la cabeza de Carlos V.

Concluido el acto central de la coronación, hubo un solemne desfile por las calles más im-portantes de Bolonia, desde la basílica de San Petronio a la iglesia de Santo Domingo, con Clemente VII y Carlos V a caballo y bajo pa-lio; el altar de esta última también había sido remodelado a imitación del de la basílica de San Juan de Letrán y, al llegar a dicha iglesia, Carlos V fue investido también Canónigo de la citada basílica romana.

El desfile en cuestión estaba formado por dos personas a caballo abriendo marcha y, tras ellos, a pie, los abanderados del Papa, segui-dos a caballo por cuatro canónigos de la capilla papal, los abanderados del Emperador, los trompeteros imperiales, los heraldos del Papa y del Emperador, un Cardenal portando el báculo pontificio, otro Cardenal llevando la tiara, dos Cardenales llevando sendos candelabros de oro y, después, varios eclesiásticos a pie con velas encendidas y otros llevando bajo palio una ar-queta con el Santísimo Sacramento, seguidos de escolta militar a caballo, un rey de armas repartiendo a la gente monedas acuñadas para la ocasión con la efigie de Carlos V y el lema “Plus Ultra”, unos eclesiásticos y cuatro nobles portando respectivamente la corona imperial, el cetro, el orbe y la espada de Carlomagno, todos ellos a caballo. Detrás, bajo palio con el escudo imperial, marchaban el Emperador y el Papa cabalgando uno al lado del otro, el Conde

de Nassau, el consejero imperial Nicolas Perre-not y varios eclesiásticos, todos ellos a caballo, cerrando el desfile unos timbaleros y trompete-ros y la Caballería imperial.

La escena se completó con las fuerzas de la Infantería imperial, formada en la plaza mayor de Bolonia, con su jefe, Antonio Leiva, sentado por estar inválido y, delante de ella, la Artillería imperial que hizo las salvas reglamentarias en el momento de la coronación.

Tras el desfile, el Papa, los Cardenales, el Em-perador y sus respectivos séquitos se dirigieron al Palacio Público, donde se celebró un ágape y, para el populacho, se colocó en la plaza mayor una fuente rematada por el águila imperial, con dos caños, en forma de can, por los que salía vino blanco, por uno, y tinto, por otro; tambien se les asó un buey relleno de conejos.

Curiosamente, una reproducción de este desfile se halla en el friso de la fachada del Ayuntamiento de la ciudad zaragozana de Ta-razona y viene a ser una de las evocaciones históricas más impresionantes del Renacimien-to español. El friso, de 33 metros de longitud y unas 300 figuras estucadas, reproduce con bastante fidelidad la serie de 38 grabados de Nikolas Hogenberg , sobre la cabalgata triunfal que siguió a la coronación del Emperador.

Mucho se ha discutido sobre la razón de la exaltación imperial de la coronación en el friso de este Ayuntamiento, ya que Carlos V no tuvo relación alguna con esta localidad ara-gonesa y solo hallamos su justificación en el hecho de que el inicio de las obras del edificio consistorial coincidiera con el fallecimiento del Emperador (1558), siendo, en consecuencia, un rendido homenaje a su figura y para que sir-viera como recuerdo a generaciones futuras.

fachada del ayuntamiento de tarazona

67

tHe coronation of carLoS v aS emperor

Rafael García Herranz Caballero de Yuste.

The 12th January, 1529 died in Wels (Austria) Maximilian I, Archduke of Austria and Emperor of the Holy Roman Empire. His grandson Carlos I of Castilla and Aragón inherited by will, Aus-trian ducats and the titles of his grandfather and was well placed to be elected Holy Roman Emperor, and that crown was not hereditary but elective, based on a medieval reminiscen-ce the allegiance of a group of kings, princes, dukes, margraves, counts, bishops and free ci-ties of the Empire.

Optantes the election were the French king Francisco I, King of England Enrique VIII and Carlos himself, king of Spain; none of the three spoke German and none of them had previously been in Germany, but the three best placed was Carlos. In his "Manifesto voters" claimed the merits of his maternal grandparents, Fer-dinand and Isabella, in their struggle to expel the infidels from Spanish territory, belonging to the German race and possessions and inhe-rited titles of his grandfather Maximiliano at that geographic area.

Voters, according to the Golden Bull issued by Carlos IV, at the Diet of Nuremberg of 1356, was the king of Bohemia, the Count Palatine of the Rhine, the Duke of Saxony, the Margrave of Brandenburg and the Archbishops of Magun-cia, Colonia and Tréveris. Of these, the Duke of Sajonia, the Margrave of Brandenburgo and the Archbishop of Tréveris elect favored Char-les as King of the Romans and, with the other four, had to pave their wills with skillful intri-gues and-cash payments, which, according to

letter dated July 7, 1519 Cardinal Caetano Pope Leo X, the figure rose to 850,000 Rhenish flo-rins of gold.

Thus, voters gathered in Frankfurt, 28th June, 1519, Carlos was elected King of the Ro-mans, unanimously. Since that time, Carlos was considered himself as the head of a com-pany, the implementation of the Universitas Christiana, both in Europe and in its overseas dominions. Moreover, it was of the opinion that the imperial crown, added to those already possessed and titles he held, he stood far abo-ve other European monarchs and the increase of prestige directly contribute to their power and allow the defense of Christianity in a more effective way.

Carlos thought that God had called him to occupy a prominent place to defend Europe against the Ottomans and to protect the in-ternal unity of the church, facing the nascent heresies. This belief had much to do their Mercurino of Gattinara director who often re-iterated her "God the Creator has given you the grace of raising your dignity above all the

the imperial crown

tHe coronation of

68

kings and princes of Christendom, to turn you into the higher Emperor and King, from the partition of the empire of Charlemagne and he has shown the way towards a just universal monarchy, to join the eternal orb under one shepherd".

The choice made in Frankfurt it was as King of the Romans, not as Holy Roman Emperor, although in practice this choice involved the assumption of the imperial powers, since, for centuries, from Charlemagne, was the king of Romans to which he He entrusted the defense of the Church. To be formally recognized as Emperor-elect was to be crowned by the Su-preme Pontiff, which had fallen into disuse, or the Pope, called the election, showed their acquiescence; the latter is the path that was used with Carlos paternal grandfather, Maxi-milian I, perhaps because its actuarial field had been limited to the German geographic area.

Designation as King of the Romans came to mean being chosen as king of the Germanic lands and should be followed by the corona-tion to the throne of the Carolingian. For this purpose, according to the Golden Bull of 1356, that act was held in the palace chapel of Char-lemagne in Aachen, former seat of the throne.

Based on these provisions, Carlos came to this German city on 21th October, 1520, more than a year had elapsed since his election; He was welcomed by voters who paid homage and accompanied him on his triumphal entry into the city. The 23th October, 1520 took place the coronation of Carlos as king of Romans in Aa-chen Cathedral and, to this end, sitting on the throne of Charlemagne it was placed the iron crown of it, and he was given the scepter and his sword, with which he armed men to a large group of those present. Thus he became the 33rd King of the Romans.

However, Carlos aspired to be the champion of the defense of Christianity in Europe, with the implementation of one religious belief in their domains and hence pursue his corona-tion as emperor by the Pope, which was not the norm to use. In this sense he wanted to imitate Charlemagne, who, on December 25 of the year 800 and in a bizarre ceremony was crowned Emperor by Pope Leo III, during the celebration of the Mass of the Nativity held at the Basilica of St. Peter's in Rome.

Charlemagne was in the Eternal City since November 799, since the Pope had asked him to help him defend their Roman adversaries and, once pacified the city, both participated in the Christmas liturgy 800. According Epinar-do biographer of Charlemagne, when he was kneeling before the high altar, and prayerful attitude, approached him from behind Pope Leo III and placed on his temples the crown of Roman Emperor, then bowing before a surpri-sed Charlemagne, while applauding the faithful and clergy sang songs alluding.

Thus Charlemagne became the first Empe-ror of the Holy Roman Empire and as such, a defender of the papacy in Europe.

More problematic was the coronation of Car-los as Emperor, which had to wait more than 10 years time since the election of Frankfurt. During this long period there were many in-novations, such as mastery of Carlos over northern Italy, the death of Pope Leo X and his successor, Adriano VI, and the appointment of Clement VII, belonging to the Florentine family of the Medicis, the new Pontiff alliance with the ancient enemy of Carlos, the French king Fran-cisco I, and the unpleasant event known as the "Sack of Rome" by 1527, with the invasion and plundering of the city by imperial contingent and the arrest of the Pope in the Vatican Castel Sant Angelo, for 7 months.

These circumstances led to a rift between Pope and Emperor and pave the way came the Treaty of Barcelona of 29th June, 1529, signed by Carlos V and representatives of Clemente VII; for him, both sides sealed a reconciliation, real or fictitious, as the Pope never forgot his arrest during the sack of Rome.

the Basilica of San petronio in Bologna.

tHe coronation of

69

The Treaty dealt with the domain key terri-tories in Italy, such as Lombardy and Emilia Romagna sun and in the talks between the two representations, Carlos V obtained the promi-se of the Pope's representatives that he would be crowned Emperor, while they got the com-mitment of Charles of lay siege to Florence and, after taking it, overthrow the republican government that had been installed there and, instead, place a member of the family of the Medicis. Obviously, both Carlos V and Clemen-te VII played its cards concerned.

In the fall of 1529, the imperial troops be-sieged Florence and, after 10 months of siege, managed to break her defenses and take the city, overthrew the government of it and, ins-tead, put Alejandro de Medici. Thus, Clement VII, thanks to its clever maneuver, came to be regarded as the architect of the return of the Medici to the government of the city of three lises.

The doors to the coronation of Carlos as Emperor by Pope, remained open, although both sides agreed on the inappropriateness of celebrating in Rome, as it was still very much alive in the minds of people the recent sack of Rome instead, they agreed to take place in Bologna, a city belonging to the Papacy and relatively close to Milan, which had been occu-pied by imperial forces.

The coronation ceremony was planned for October and, to that end, Clement VII came to Bologna on September 23, 1529 and Car-los V did on 3 October, was received by the Pope and the Cardinals who accompanied him and triumphal arches in the style of the Ro-man Caesars returning home victorious; one of these arches pictures of Julio Cesar, Au-gusto, Trajano, Tito and Scipion Africano, the Emperors and the most loved by the Roman General is placed, and in another, the effigies of Constantine, the first Christian emperor, and Charlemagne, the first Emperor of the Ho-ly Roman Empire.

At the express request of Carlos V he pos-tponed the ceremony something more than four months because he wanted to coincide with the thirtieth anniversary of his birth; at the bottom of this delay, regardless of the re-ason given, the interest of the Emperor was to have time to fraternize with the pope and get

his support for the Universitas Christiana advo-cated by him

The 24th February, 1530 took place the coro-nation ceremony in the Basilica of San Petronio in Bologna and, in order that they might wit-ness the procession the huge mass that was anticipated would attend to it, an elevated walkway built between the Public Palace (now Town Hall), where he was staying Carlos V, and the steps of the basilica.

It calos V, richly dressed and wearing on his brow the crown of Charlemagne, marched through this gateway, being preceded by the Dukes of Savoy, Urbino and Bavaria and the Marquis of Montferrat, who were in their hands each of the imperial regalia, namely the impe-rial crown, the sword of Charlemagne, scepter and orb; behind the Emperor was the Count of Nassau, holding the tail of his luxurious coat.

Fate wanted this bridge collapsed just past the procession, causing three deaths and nu-merous injuries, which was interpreted by some as a divine punishment for the sack of Rome.

Upon entering the Basilica of San Petronio, Carlos V was invested Canon of St. Peter's Ba-silica in Rome and later, Cardinal Alessandro Farnese, who happen to Clement VII on the pa-pal throne with the name of Paul III, anointed with holy oil, which came to denote the sacred character of his new status. After that, Carlos V went to the altar, which had been remodeled in imitation and likeness of the Basilica of St. Pe-ter in Rome, where Pope Clement VII gave him the sword of Charlemagne, which gave him the rights war in defense of Christianity, and

the iron crown of charlemagne

tHe coronation of

70

the scepter in his left hand and representative sphere orb in his right hand, to end the imposi-tion of the golden crown of the Emperors (also called the Caesars) on the Head of Charles V.

He concluded the central act of the corona-tion, there was a solemn procession through the main streets of Bologna, from the Basilica of San Petronio church of Santo Domingo, with Cle-mente VII and Carlos V on horseback and under a canopy; the altar of the latter had also been remodeled in imitation of the Basilica of St. John Lateran and to reach this church, Carlos V was also invested canon of that Roman basilica.

The parade in question was made up of two people riding open up and, after them, on foot, the standard bearers of the Pope, followed on horseback by four canons of the papal chapel, the standard bearers of the Emperor, the im-perial trumpeters, heralds the Pope and the Emperor, a Cardinal carrying the papal staff, another Cardinal carrying the tiara, two Cardi-nals taking two separate gold chandeliers and then several clergymen walk with lighted cand-les and other low canopy carrying a casket with the Blessed Sacrament, followed by escort Mi-litary riding, a king of distributing weapons to people coins minted for the occasion with the effigy of Charles V and the motto "Plus Ultra", a church and four respectively noble bearing the imperial crown, scepter, orb and sword Charlemagne, all of them on horseback. Be-hind, under a canopy with the imperial shield, they marched the Emperor and the Pope ro-de alongside each other, the Count of Nassau, the imperial counselor Nicolas Perrenot and several clergymen, all of them on horseback,

closing the parade a few drummers and trum-peters and imperial cavalry.

The scene is completed with the forces of imperial infantry, formed in the main square of Bologna, with his boss, Antonio Leiva, sitting to be invalid and, before her, the imperial arti-llery salvoes made the regulations at the time of the coronation.

After the parade, the Pope, the Cardinals, the Emperor and their retinue went to the Pu-blic Palace where a banquet was held and, for the populace, was placed in the square a fou-ntain surmounted by the imperial eagle, with two pipes, as can, by coming out white wine, by one, and red on the other; also were a stu-ffed ox roasted rabbit.

Interestingly, a reproduction of this parade is on the frieze of the City Hall of the city of Ta-razona Zaragoza and becomes one of the most impressive historical evocations of the Spanish Renaissance. The frieze, 33 meters long and 300 stucco figures, quite faithfully reproduces the series of 38 prints by Nikolas Hogenberg, on the triumphal parade that followed the co-ronation of the Emperor.

Much has been discussed about the reason for the exaltation of imperial coronation in the frieze of the City Council, as Charles V had no connection with this Aragonese town and only found its justification in the fact that the start of construction of the building Town coincided with the death of the Emperor (1558), being therefore a devoted tribute to him and to serve as a reminder to future generations.

city Hall of tarazona

71

KarLS v. KaiSerKrönung

Rafael García Herranz Caballero de Yuste

Am 12.Januar 1529 starb in Wels (Österreich) Maximilian I, Erzherzog von Österreich und Kaiser des Heiligen Römischen Reiches Deuts-cher Nation. Sein Enkel, Karl I. von Kastilien und Aragon, erbte aufgrund eines Testamentes die österreichischen Besitzungen und Titel seines Großvaters und war damit gut positioniert für eine Wahl zum Kaiser des Heiligen Römischen Reiches; das war kein erblicher Titel, sondern ein im Mittelalter entstandenes Wahlamt, in dem eine Gruppe von Königen, Fürsten, Her-zögen, Markgrafen, Grafen, Bischöfen und Freien Reichsstädten Einfluss hatten bzw. mit-wirkten.

Zur Wahl stellten sich der französische König Franz I., der englische König Heinrich VIII. und Karl I., König von Spanien; keiner von diesen sprach Deutsch, keiner von ihnen war vorher in Deutschland gewesen; Karl war aber der mit den besten Voraussetzungen. In seinem “Ma-nifest an die Kurfürsten“ verweist er auf die Verdienste seiner Großeltern mütterlicherseits (Isabella von Kastilien und Fernando von Ara-gon) um die Vertreibung der Ungläubigen aus Spanien, seine Zugehörigkeit zur germanischen Rasse und auf die von seinem Großvater Maxi-milian ererbten Besitzungen und Titel auf dem Territorium des Heiligen Römischen Reiches.

Gem. der Goldenen Bulle Karls IV., die 1356 auf dem Reichstag zu Nürnberg verkündet wurde, fungierten die folgenden Würden-träger als Kurfürsten: Der König von Böhmen, der Pfalzgraf bei Rhein, der Herzog von Sach-sen, der Markgraf von Brandenburg, und die Erzbischöfe von Mainz, Köln und Trier. Von

diesen waren der Herzog von Sachsen, der Markgraf von Brandenburg und der Erzbischof von Trier für die Wahl Karls; die restlichen vier Kurfürsten wurden durch geschicktes Intrigie-ren und finanzielle Zuwendungen gewonnen. Diese beliefen sich, wie aus einem Brief des Kardinals Caetano an Papst Leo X. vom 7. Juli 1519 hervorgeht, auf 850.000 rheinische Gol-dkronen.

So wurde Karl am 28. Juni 1519 von den in Frankfurt versammelten Kurfürsten einstim-mig zum Römischen König gewählt. Von da an fühlte sich Karl in der vollen Verantwortung dafür, die “Universitas Christiana“ nicht nur in Europa, sondern auch in Übersee durchzuset-zen. Zudem war er davon überzeugt, dass die Kaiserkrone, neben seinen anderen Titeln, ihn über alle anderen europäischen Monarchen stellte und dass dieser Zuwachs an Prestige auch seine Macht stärken und ihn in beson-derem Maße zu wirksamer Verteidigung des Christentums befähigen werde.

Karl glaubte, von Gott in diese herausragen-de Stellung berufen zu sein, um Europa gegen

die Kaiserkrone

KarLS v. KaiSerKrönung

72

die Osmanen zu verteidigen und die innere Einheit der Kirche vor den aufkommenden Häre-sien zu schützen. In diesem Glauben wurde er von seinem Berater Mercurino di Gattinara wie-derholt mit folgenden Worten bestärkt: “Gott, der Schöpfer, hat euch in seiner Gnade über alle Könige und Fürsten der Christenheit gestellt, indem er euch zum größten König und Kaiser seit der Teilung des Reiches Karls des Großen machte; er hat euch den Weg gewiesen zur universellen Monarchie, mit dem Ziel der Vere-inigung der Welt unter einem einzigen Hirten“.

In Frankfurt fand die Wahl zum Römischen König statt, nicht zum Kaiser des Heiligen Römischen Reiches. In der Praxis zog diese Wahl indes die Übernahme der kaiserlichen Macht nach sich, denn seit der Zeit Karls des Großen war es der Römische König, dem die Verteidigung der Kirche oblag. Zur formellen Anerkennung als Kaiser des Heiligen Römis-chen Reiches war eigentlich die Krönung durch den Papst erforderlich, von der aber immer weniger Gebrauch gemacht wurde, wenn z.B. der Papst nach Kenntnisnahme der Wahl seine Zustimmung bekundete. So wurde im Falle des Großvaters Karls väterlicherseits, Maximilian I., verfahren, vielleicht, weil sein Handeln auf den geografischen Bereich Deutschlands bes-chränkt war.

Die Wahl zum Römischen König bedeutete zunächst einmal die Wahl zum Monarchen in deutschen Landen und musste mit der Krönung auf dem karolingischen Thron zum Abschluss gebracht werden. Gem. der Goldenen Bulle von 1356 musste dieser Staatsakt in der Kapelle des Palastes Karls des Großen in Aachen erfol-gen, in der dieser Thron von alters her seinen Platz hatte.

Diesen Regeln folgend traf Karl am 21. Oktober 1520 in dieser deutschen Stadt ein, mehr als ein Jahr nach seiner Wahl. Er wurde von den Kurfürsten feierlich empfangen und bei seinem triumphalen Einzug in die Stadt be-gleitet. Am 23. Oktober 1520 fand die Krönung Karls zum Römischen König in der Kathedra-le von Aachen statt. Auf dem Thron Karls des Großen sitzend wurde ihm dessen Eiserne Kro-ne aufs Haupt gesetzt. Ebenso wurden ihm das Zepter und das Schwert überreicht, mit dem er anschließend eine größere Gruppe von Anwes-enden zum Ritter schlug. So wurde Karl der 33. Römische König.

Da Karl sich als Vorkämpfer der Verteidi-gung des Christentums in Europa empfand und sich für ein einziges religiöses Credo in seinen Besitzungen einsetzte, musste er danach streb-ten, vom Papst zum Kaiser gekrönt zu werden, obwohl das nicht unbedingt dem üblichen Ge-brauch entsprach. Er wollte dem Beispiel Karls des Großen folgen, der am 25. Dezember 800 während der Weihnachtsmesse im Petersdom in Rom in einer bizarren Zeremonie von Papst Leo III. zum Kaiser gekrönt worden war.

Karl der Große befand sich seit November 799 in der ewigen Stadt, da ihn der Papst um Hilfe gegen seine römischen Feinde gebeten hatte. Nach Befriedung Stadt nahmen beide an den Weihnachtsfeierlichkeiten des Jahres 800 teil. Nach Einhard, dem Biografen Karls des Großen, kniete Karl betend vor dem Hochaltar, als Papst Leo III. von hinten an ihn herantrat, ihm die Kaiserkrone aufs Haupt setze und sich anschließend vor dem verblüfften Kaiser zu Boden warf. Die Gläubigen spendeten he-ftigen Applaus, und die Geistlichkeit stimmte Lobgesänge auf den Kaiser an. So wurde Karl der Große der erste Kaiser des Heiligen Römis-chen Reiches Deutscher Nation und damit der Verteidiger des Papsttums in Europa.

Mit der Kaiserkrönung Karls V. war es pro-blematischer, und es gingen mehr als 10 Jahre ins Land seit der Wahl in Frankfurt. In dieser langen Zeit gab viele Ereignisse und Entwic-klungen, z.B. die Ausdehnung der Herrschaft Karls über Norditalien; es starben Papst Leo X. und sein Nachfolger Hadrian VI. Clemens VII., aus dem Hause Medici wurde Papst und verbün-dete sich mit dem ewigen Widersacher Karls, dem französischen König Franz I. 1527 kam es zu dem unter dem Namen “Sacco di Roma“ traurige Berühmtheit erlangenden Zwischen-fall der Besetzung und Plünderung Roms durch

die petroniusbasilika in Bologna

KarLS v. KaiSerKrönung

73

kaiserliche Truppen sowie der Festsetzung des Papstes in der vatikanischen Engelsburg über einen Zeitraum von sieben Monaten.

Diese Umstände führten zu einer Entfrem-dung zwischen Papst und Kaiser. Eine Glättung der Beziehungen kam durch den Vertrag von Barcelona vom 29. Juni 1529, unterzeichnet von Karl V. und Vertretern des papstes, in dem beide Seite ihre – reale oder fiktive - Aussöh-nung bekräftigten; der Papst vergaß jedenfalls nie seine Festsetzung während des “Sacco di Roma“.

In dem Vertrag ging es um Schlüsselterrito-rien in Italien wie die Lombardei und die Emilia Romana, und in den Verhandlungen der beiden Delegationen erhielt Karl V. die Zusage der Kai-serkrönung, während dieser sich verpflichtete, Florenz zu belagern und nach der Einnahme die dort installierte republikanische Regierung zu beseitigen und ein Mitglied der Medicis an deren Stelle zu setzen. Ganz offensichtlich verfolgten Karl V. und Clemens VII. ihre per-sönlichen Ziele und Interessen.

Im Herbst 1529 begann die Belagerung von Florenz durch kaiserliche Truppen, die sie nach 10 Monaten besetzten, die Regierung besei-tigten und Alexander von Medici einsetzten. So gelang es Clemens VII. durch geschicktes Taktieren als der Architekt der Rückkehr der Medicis in die Stadt der drei Lilien in die Ges-chichte einzugehen.

Damit war der Weg für die Kaiserkrönung Karls V. durch den Papst frei, aber beide Seiten stimmten darin überein, dass untunlich sei, sie in Rom vorzunehmen, da dort im Bewusstsein der Bürger der “Sacco di Roma“ noch sehr präsent war. Stattdessen wurde Bologna als Krönungsort ausgewählt, eine Stadt, die dem Papsttum unterstand und relativ nahe bei Mai-land lag, das von kaiserlichen Truppen besetzt war.

Die Krönungszeremonie war für den Oktober angesetzt worden, und so kam Papst Clemens VII. am 23. September 1529 dort an, Karl V. et-was später, am 3. Oktober. Papst und Kardinäle empfingen und geleiteten ihn durch cäsarische Triumphbögen im Stil siegreich heimkehren-der römischer Cäsaren. Einer dieser Bögen war mit Bildern von Julius Cäsar, Augustus, Trajan, Titus und Scipio Africanus geschmückt, also

der beliebtesten Kaiser und des beliebtesten Generals im alten Rom. Einen anderen Bogen schmückten die Bilder Konstantins, des ersten christlichen Kaisers, und Karls des Großen, des ersten Kaisers des Heiligen Römischen Reiches Deutscher Nation.

Auf ausdrücklichen Wunsch Karls V. wurde die Zeremonie um mehr als vier Mo-nate hinausgeschoben, denn wer wollte sie zusammenfallen lassen mit seinem dreißigsten Geburtstag. Unabhängig von dieser offiziellen Begründung ging es dem Kaiser vor allem da-rum, mehr Zeit zusammen mit dem Papst zu verbringen, um ihn für sein Projekt der “Univer-sitas Christiana“ zu gewinnen.

Am 24. Februar 1530 fand die Krönungsze-remonie in der Petronius-Basilika von Bologna statt. Damit die große Menge der erwarteten Zuschauer den Aufzug erleben konnte, wurde ein Laufsteg, eine Art Brücke, zwischen dem Palast (heute Rathaus), wo Karl V. wohnte, und dem Aufgang zur Basilika gebaut.

Karl V., reich gewandet und mit der Eisernen Krone Karls des Großen gekrönt, schritt über diesen Steg, hinter den Herzögen von Savoyen, Urbino, Bayern und dem Marquis von Montfe-rrato, die die kaiserlichen Insignien trugen: Die Kaiserkrone, das Schwert Karls des Großen, das Zepter und den Reichsapfel. Hinter dem Kaiser schritt der Graf von Nassau, der die kai-serliche Schleppe hielt.

Das Unglück wollte es, dass der Laufsteg, kaum dass der Festzug ihn passiert hatte, zu-sammenbrach. Drei Menschen kamen ums Leben, zahlreiche wurden verletzt. Das wurde von einigen als Strafe Gottes für die Plünde-rung Roms interpretiert.

die eiserne Krone Karls des großen

KarLS v. KaiSerKrönung

74

In der Petronius-Basilika wurde Karl V. als Kanoniker der Petersbasilika in Rom inves-tiert. Dann salbte ihn der Kardinal Alexander Farnese, der Papst Clemens VII. als Paul III. nachfolgen sollte, um den sakralen Charakter seines neuen Status hervorzuheben. Dann schritt Karl zum Hochaltar, der dem von St. Peter nachgebildet war. Dort übergab ihm der Papst das Schwert Karls des Großen, womit er das Recht erhielt, das Christentum im Kampf zu verteidigen. In die linke Hand wurde ihm das Zepter gelegt und in die rechte Hand der Reichsapfel als Zeichen der Weltherrschaft. Die Zeremonie endete mit der Krönung Karls V. mit der goldenen Kaiserkrone.

Nach diesem zentralen Teil der Krönungsze-remonie fand ein feierlicher Umzug durch die wichtigsten Straßen Bolognas statt, von der Petronius-Basilika bis zur St. Dominikus-Kirche, Clemens VII. und Karl V. hoch zu Ross und un-ter einem Pallium. Der Altar von St. Dominikus war dem Altar der römischen Lateran-Basilika nachgebaut. Karl V. wurde auch zum Kanoniker dieser Kirche investiert.

Der festliche Umzug wurde von zwei Reitern eröffnet, hinter denen zu Fuß die Fahnenträger des Papstes und dann vier Kanoniker der päpstlichen Kapelle zu Pferd folgten. Daran schlossen sich die kaiserlichen Fahnenträger, die kaiserlichen Trompeter, die päpstlichen und kaiserlichen Herolde, ein Kardinal mit dem Stab des Papstes, ein weiterer Kardinal mit der Tiara, zwei Kardinäle mit goldenen und sil-bernen Kandelabern an. Es folgten mehrere Priester zu Fuß mit brennenden Kerzen. Andere trugen unter einem Pallium eine Truhe mit dem Allerheiligsten, gefolgt von einer militärischen Eskorte. Dann folgte ein Herold, der Geldstüc-ke mit dem Bildnis Karls V. und dem Zusatz “Plus Ultra“ an das Volk verteilte. Einige Priester und vier Adelige trugen die Kaiserkrone, das Zepter, das Schwert Karl des Großen und den Reichsapfel, alle zu Pferd. Dann schließlich, hoch zu Ross und nebeneinander unter einem Pallium mit dem kaiserlichen Wappen, Kaiser und Papst, der Graf von Nassau, der kaiserliche Rat Nicolas Perrenot de Granvelle und weitere Geistliche. Den Zug beschlossen Trommler und Trompeter sowie die kaiserliche Reiterei.

Auch die kaiserliche Infanterie gehörte zur Inszenierung. Sie war angetreten auf dem Hauptplatz von Bologna unter ihrem Chef,

Antonio Leiva. Dieser war verletzt und nahm sitzend an dem Defilee teil. Die kaiserliche Arti-llerie schoss im Augenblick der Krönung Salut.

Nach dem Umzug zogen sich der Papst, die Kardinäle, der Kaiser und ihr Gefolge zu einem Mahl in den Palast zurück; für das Volk war auf dem Hauptplatz der Stadt ein mit dem kaiser-lichen Adler geschmückter Brunnen mit zwei Hähnen aufgestellt, aus denen Weiß- und Rot-wein flossen. Dazu gab es einen mit Kaninchen gefüllten gebratenen Ochsen.

Erstaunlicherweise findet sich eine Darste-llung dieses Umzugs auf dem Fries der Fassade des Rathauses von Tarazona, Provinz Zarago-za, eine der eindrucksvollsten historischen Ausprägungen der spanischen Renaissance. Der Fries ist 33 Meter lang und besteht aus etwa 300 Stuckfiguren. Er gibt ziemlich gen-au die Serie von 38 Stichen wieder, in denen Nikolas Hogenberg das geschilderte Ereignis festgehalten hat.

Es ist viel darüber diskutiert worden, wie es zu dieser Herausstellung der Kaiserkrönung gerade an diesem Rathaus gekommen sein könnte. Karl V. hatte nie etwas mit dieser Stadt in Aragon zu tun. Der einzige Grund könnte sein, dass der Beginn des Baus des Rathauses mit dem Tod des Kaisers (1558) zusammen-fiel. Dann wäre der Fries eine Verbeugung vor der Gestalt des Herrschers und eine bleibende Erinnerung für künftige Generationen.

rathaus-fassade von tarazona

75

Juana La Loca, La reina recLuida.

Juan de Dios Segura Baena.Caballero de Yuste.

Quien nos ocupa en el presente trabajo, la Infanta Juana de Castilla y Aragón, tercera hija de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los Reyes Católicos, no estaba llamada por ley natural a irrumpir en la Historia con el cierto vigor que lo hizo. Ésta le tenía reservado un papel mucho más modesto, toda vez que en el orden sucesorio a las Coronas de Castilla y Aragón, inicialmente, ocupaba un tercer lugar, precisamente tras el Príncipe Juan, reconocido Príncipe de Asturias y tras su hermana mayor Isabel, la primogénita. El orden sucesorio a tan poderosas Coronas suponía la unión de ambas en quien las ciñese, convirtiendo a tal rey en el titular de la reciente perfilada Monar-quía Hispánica, significando, a salvo el Reino Lusitano, el resto de la Península Ibérica, habi-da cuenta de las recientes incorporaciones a la Corona castellana del Reino nazarí de Grana-da (1.492) y de Navarra (1.512). Habiéndose de considerar, asimismo, a Castilla las posesiones africanas de, Mazalquivir, Peñón de Vélez de la Gomera, Orán, Bugía y Trípoli y las atlánticas Islas Canarias; de igual manera, las reciente-mente descubiertas Islas y Tierra firme, en las llamadas Indias Occidentales. Respecto de la Corona aragonesa, las posesiones insulares mediterráneas de Cerdeña, Sicilia y Nápo-les, en la península italiana. Lo que venía a constituir la Monarquía, posiblemente, más poderosa de Europa. Empero y sin buscarlo, Juana de Castilla, por mor de esposa de Felipe de Habsburgo, Duquesa de Borgoña, Condesa de Flandes y Archiduquesa de Austria, por puro doloroso y cruel azar -determinado por la im-previsible Thanatos- que ataca inmisericorde a

su doble linaje Trastámara en un corto espacio de tiempo, se convierte en legítima heredera de la gran obra política de los Reyes Católi-cos, incorporando a su derecho e inicialmente como consorte, a su Habsburgo y Borgoñón marido, Señor de los Países Bajos, y ya pro-pietaria legítima de dicha gran obra, cerrando su extinto linaje, abrir una nueva puerta a la Historia -con singular llave- determinando el advenimiento al Reino Hispano de una nueva dinastía, la Casa de Habsburgo o de Austria, si se prefiere, cuyo primer miembro –en puridad histórica- será su hijo, Carlos, nacido en la po-pulosa y rebelde Gante –siempre celosa de sus libertades- en el trasfondo de una fiesta cor-tesana, a la que asistía, en orden a ”controlar” al apuesto, veleidoso y enamoradizo Duque de Borgoña, su esposo, muy dado a los placeres de Venus. Constante temor sentido por Jua-na, nacido de la profunda fuente de los celos, que, muy probablemente, quebrase su débil psique, y le hiciera desarrollar su marcada pa-tología mental, rayana en la locura. Atalaya y umbral de su vida en sombras. Carlos será el primer “Rex Hispaniarum” y alcanzará, en la línea de los Habsburgo, al igual que su bis-abuelo (Federico III) y abuelo (Maximiliano I) la máxima dignidad de Príncipe Cristiano, la Corona del Sacro Romano Imperio.

Pretendo pues, desgranar en estas cuarti-llas, en honor de quien en apariencia debió de ser una de las más afortunadas Princesas de su época, las vicisitudes y hechos que, de contrario, la convirtieron en una de las más desgraciadas reinas, hundiéndola durante la mayor parte de su vida en desgarradoras y obscuras sombras que no le permitieron, no ya gobernar sus reinos, sino siquiera vivir en paz con el calor, respeto y reconocimiento de los suyos, diseminados Habsburgos, ocupa-dos en gobernar una gran parte del mundo conocido.

Juana viene al mundo en Toledo, en el pala-cio de Cifuentes, el 6 de Noviembre de 1479,

Juana La Loca,

76

aún vivos los rescoldos de la hoguera encendi-da en Castilla con fondo de guerra civil y tonos de sucesión, estallada a la muerte del pusilá-nime, sino impotente Rey, Enrique IV, fallecido en Madrid en la noche del 11 de Diciembre de 1474, con trasfondo del feo y discutible asunto de la Beltraneja, otra Juana, muy contestada en cuanto a legítima heredera por parte de un fuerte e importante sector de la nobleza castellana y su grupo clientelar, partidarios de Isabel, por cuanto esta supuestamente hi-ja del fallecido Rey y de Juana de Portugal, la Reina, si optamos por el “decir de la Corte”, la paternidad habría que imputarla al valido, don Beltrán de la Cueva, asiduo visitador del lecho de la Reina -de ahí el repulsivo epíte-to de “la Beltraneja”- reivindica, a la muerte de Enrique, su “legítimo derecho a la Corona de Castilla” dando paso a un conflicto bélico que a instancias de sus partidarios es apoya-do por las vecinas Portugal y Francia, y que alcanzará una duración aproximada de cinco años, cerrándose con Francia por el Tratado de San Juan de Luz (9 de Octubre de 1.478) y con Portugal por el de Alcaçobas (4 de Septiem-bre de 1.479). Conflicto, en cuyo desarrollo y exitoso final para Isabel, su madre, declarada Reina de Castilla el 13 de Diciembre de 1.474 en la Iglesia de San Miguel de Segovia, tuvo una importantísima y determinante actuación el Trastámara aragonés, Fernando, su padre, acreditando el gran genio político y militar que le caracterizaría a lo largo de su vida pública y que con gran acierto, le reconocerá la Historia. Acción política y de gobierno que captadas y ampliadas por la teoría política de Maquiavelo, respaldará y, al parecer de algunos, brindará al Rey Católico en su singular obra, “El Prínci-pe”, pretendido singular breviario de políticos y gobernantes de la época.

La vida de la Infanta Juana de Castilla ven-drá marcada por una herencia genética, que me atrevo a adjetivar de “maldita”, por cuanto determinará su incapacidad, no sólo para el gobierno de sus reinos, por lo que es apar-tada doblemente del poder y recluida, por su padre, el Católico Rey y por su propio esposo, Felipe de Habsburgo, habida cuenta la falta de equilibrio mental, sino simplemente para vivir una vida normal, exenta de responsa-bilidades de gobierno, a las que detestaba. Reclusión que será mantenida por su hijo Car-los (el Emperador) y aún por su nieto Felipe (el Rey Prudente).

La herencia de su patología psíquica la re-cibe, sin lugar a dudas, de su abuela Isabel de Portugal, con epíteto de la Loca de Arévalo, se-gunda esposa de Juan II de Castilla, recluida en su viudedad en el castillo de la villa de Aréva-lo, con graves alteraciones en la conducta por un fuerte desequilibrio mental. Según expre-sa el Dr. Gargantilla Madera en su excelente trabajo ”Enfermedades de los Reyes de Espa-ña. Los Austrias”… ”la viuda del Rey Don Juan deambulaba por los corredores de palacio gri-tando como una poseída “ ¡Don Alvaro!” “¡Don Alvaro!”, invocando al ejecutado valido de su esposo, el Rey; al que dieron muerte en el pa-tíbulo y para cuya ejecución ella había sumado sus esfuerzos de reina. Sin lugar a dudas, en las diferentes visitas que hiciera Juana, Infanta, acompañada de su madre, la Gran Isabel, a su abuela al Castillo de Arévalo, debieron quedar grabadas fuertes escenas, características de la enfermedad de ésta, en la débil y sensible mente de la Princesa.

Al parecer, Juana dio prontas muestras de patología de la conducta, al tener en su infan-cia diversas crisis de misticismo “que a la luz de la psiquiatría actual podrían ser calificadas de trastornos del comportamiento”1 En ocasiones dormía en el suelo –siguiendo al Dr. Gargantilla Madera- e incluso llegó a flagelarse alguna que otra vez a modo de auto-castigo por cuales-quiera causa carente de importancia. El hecho de que sus padres, los Reyes Católicos, si-guiendo una política de enlaces matrimoniales con otras Casas Reales en orden a la conse-cución de alianzas políticas y dinásticas, que fortalecieran o bien pudieran ampliar el poder y la grandeza de la Monarquía, incluyeran a Juana y al inicial heredero, el Príncipe Juan, en la doble unión con la de Habsburgo, concerta-da entre Isabel y Fernando con el Emperador, Maximiliano I, no debió revestir mayor impor-tancia ni implicar problema alguno, conforme a las costumbres de la época. El problema sur-gió, de una parte, cuando la delicada mente de Juana tuvo que enfrentarse al acomodo de una nueva vida entre gente de muy distintas costumbres a las suyas, adquiridas éstas en la sobria y austera Corte castellana, de marcado acento religioso y ajenas a las licencias que la Corte y la sociedad flamenca determinaban, y de otra y como más importante, la conducta

1      “Enfermedades  de  los Reyes  de España.  Los Austrias”. Dr. Pedro Gargantilla Madera. La Esfera de los Libros, S.L. 2005. Pág. 81.

Juana La Loca,

77

de su esposo, Felipe de Borgoña y Habsbur-go, quien era en sumo, permanente amante de lo “eterno femenino” y en tal virtud, cons-tante infiel a la castellana. Tales infidelidades hacían alterar sobremanera el ánimo de Juana, violentando su psique, y en consecuencia su conducta. La Princesa amaba profundamente a su esposo y en él concentraba, para agotar, toda su energía vital; en consecuencia, los constantes celos desaforados que éste por mor de su intensa vida sexual al margen del connu-bio, hacía sentir a su esposa, iban derivando en una degradación de su salud mental. Po-dríamos hablar de delirio celotípico, como de seguro diagnosticaría la psiquiatría, que con el paso del tiempo se convertirían en extremo. Dando vida, alimentando y fortaleciendo, a la raíz enferma de su psique.

¿Falló la Gran Isabel en la formación de Jua-na? En absoluto. La Reina Católica procuró a sus hijos una formación muy por encima de la media de los herederos de las restantes Casas Reales Europeas de la época, dándose

que fueran Príncipes de los más instruidos del Renacimiento, con amplio fondo humanista. Simplemente el fracaso de Juana como Prince-sa y como Reina, se debió, en todo caso, al desarrollo del germen de enfermedad men-tal heredado de otra Isabel, Princesa y Reina, al igual que ella. La recluida en el castillo de Arévalo. Con la que, inexorablemente, tuvo la vida de Juana de Castilla y Aragón, demasiados ”puntos de encuentro”.

Por sus frecuentes e intensas crisis de alte-ración de conducta y consiguientes desvaríos, manifestadas sobremanera a la muerte de su esposo, Felipe el Hermoso, así como por fuer-tes intereses de carácter político por parte del Rey aragonés que no oculta la Historia y por qué no decirlo aquí, será recluida cruelmente por su padre en el regio palacio de Tordesi-llas, a una jornada de Valladolid, la villa de acostumbrado asiento de la Corte Castellana, el 25 de Febrero de 1509. Desde esa fecha y hasta la de su muerte, 12 de Abril de 1.555, a la edad de setenta y seis años, Juana vivirá prisionera cuarenta y nueve años, con mani-fiesto abandono y desatención e incluso en ocasiones, con maltrato, a cargo del carcele-ro de turno ¡casi medio siglo! en el lúgubre palacio de tiempos de Pedro el Cruel. Tal reclu-sión será aprobada y mantenida por su hijo, Carlos, el futuro Emperador. Con su encierro, atrás quedaron –en láminas de recuerdos- los alegres días en la Corte castellana, bajo la ma-ternal protección de Isabel y compartidos en juegos con sus hermanas menores, las Infan-tas María y Catalina. Sus estudios, de la mano de Beatriz Galindo “la Latina” y exigentes reli-giosos de la Corte, ha destacar entre ellos, el fraile dominico Andrés de Miranda y el gran humanista de cuna italiana, Pedro Mártir de Anglería. Su adiós a aquellas enseñanzas. El obscuro e indefinible miedo sentido, asida a la mano de su madre, la Reina, en el puer-to de Laredo, el 22 de Agosto de 1.496, que embarcó con ella al abandonar a los suyos, rumbo a Flessinga, en la desconocida y lejana Flandes, donde se abría como gran ventanal -de par en par- un esperanzador futuro, en forma de esponsales con su prometido -aquél desconocido Duque de Borgoña, Felipe de Habsburgo, al que llamaban el Hermoso- El primer encuentro, la anticipada noche de bo-das. Las alegres y temidas fiestas, por las frecuentes infidelidades de su esposo para con ella, en el Prinssenhof, aquel hermoso

Juana La Loca,

78

castillo-palacio en Gante, donde naciera Car-los, su primer varón. Los fuertes celos que la harían enloquecer, procedentes de las infi-delidades de Felipe. El reconocimiento de las Cortes castellanas como reina a la muerte de su madre, la Católica Reina. El ambiguo reco-nocimiento como heredera de la Corona de Aragón a la muerte de Fernando, el Gran Rey, su padre. La designación castellana de Felipe de Borgoña como rey, alegando su supuesta incapacidad, la de ella. Su efímero reinado; la enfermedad de su marido, su muerte; el gran desconsuelo que la arrastraría a su defi-nitiva incapacidad, por mor del desarrollo de su enfermedad mental. Las escasas visita de su padre. La extrañeza respecto a sus hijos. Su única compañía, la póstuma Catalina. Su partida. Los nobles castellanos que fueron a verla con ocasión de aquello de las Comuni-dades. En ocasiones, lo recuerda vivamente todo, produciéndole, posiblemente, un fuerte dolor en el pecho. De contrario, son muchas las otras en que sus recuerdos se difuminan y confunden. Siente, las mas de las veces, vivir una vida en sombras.

Avatares del azar, Thanatos le facilitó la sucesión, trabando a su favor toda una suer-te de loterías y muertes a modo de sepulcral rosario: primero abrazó al heredero, Juan, Príncipe de Asturias, cerrando su sucesión al negarle la vida al fruto de su unión con Margarita de Austria, su cuñada; en posterior y segundo abrazo alcanzó a la Infanta pri-mogénita, Isabel, cerrando el ciclo, tomó en sus brazos al Príncipe Miguel, el habido por la unión con Manuel de Portugal, para que Juana cediese, obligada por su incapacidad, el testigo sucesorio a favor de Carlos, el naci-do en Gante, quien llevó a cabo -Constitución castellana en mano- un auténtico golpe de Estado, al intitularse Rey de Castilla en vida de la legítima Reina propietaria de la Corona castellana. Debió ejercer el poder a título de Gobernador hasta la muerte de Juana. Al abra-zarla a ella, Thanatos –donna velata de negro velo- siempre solícita, liberó doblemente a la regia recluida; de su cruel internamiento, en primer acto, y de las sombras en que ha-bía vivido en su dilatada vida, en el segundo. Thanatos, pues, le otorgó la única libertad que ella anhelaba. Fue enterrada en Granada, en la catedral, junto a su marido, Felipe de Borgoña y Habsburgo y sus padres, los Reyes Católicos. El saldo histórico que al término de

su vida expresa ésta, puede parecer, sencilla-mente negativo. El correspondiente a la Gran Reina que pudo ser y no fue, por mor de un desenfrenado e irracional Eros, por lo demás impropio de una hija de la Gran Isabel. Pero tal valoración está fuera de lugar y de tiempo. De su tiempo. En consecuencia ¿Qué valor po-dría tener? Ciñámonos a la Historia.

Como un simple haz de luces en la noche de los tiempos, o una hermosa rosa roja, de las que tanto gustaba, para brindarle, me referiré a un sencillo y humano verso que le dedicó en su honor y en su memoria un singular poeta, granadino de nacimiento y universal por su mérito, Federico García Lorca, con quien es-ta España, al igual que aquella otra con ella, tienen contraídas graves responsabilidades históricas, de difícil reparo.

“Y Granada te guarda como santa reliquia/ Oh! Princesa morena que duermes bajo el már-mol”…

79

eStancia y recuerdo deL emperador carLoS v

en eL reaL coLegio de eSpaña en BoLonia

Dr. Luis Miguel García y Lozano de Rocamora.

Caballero de Yuste..

Dedicado a Don Gil Álvarez de Albornoz y Luna, Cardenal-Arzobispo de Toledo, Primado de Castilla,Canciller de la misma y Legado Pontificio en Italia,

fundador del Real Colegio de España en Bolonia en el año del DCL aniversario de su fundación (1364-2014).

SUMARIO: I. IntroduccIón.- II. VIsItas al real colegIo de españa o real colegIo de san clemente de los españoles.- III. recuerdos de la estancIa del emperador carlos en el real colegIo.- IV. conclusIones.- V. BIBlIografía consultada.

I. IntroduccIón.

El 5 de noviembre de 1529 llegaba a Bolonia el emperador Carlos1 a fin de recibir de manos de Clemente VII la corona imperial2. La impo-sición tuvo lugar en la Basílica de San Petronio de la capital universitaria3 el 24 de febrero de 1530, teniendo lugar en el Palacio del Podes-tá la coronación con la presea de hierro de los Lombardos, que lo convertía en Señor de Italia4.

A su vez, este acontecimiento se convertiría en el triunfo del Emperador en la península, so-bre el Papa y sobre su eterno enemigo Francisco

1     pérez, J. ; Carlos V. (Editorial Temas de Hoy. Madrid. 1999.) [=pérez; Carlos V.] P. 99 y ss.

2     Braudel, F.; Carlos V. (Editorial Silex. Madrid. 1998.) [=Braudel; Carlos V.] P. 48.

3     garcía y lozano de rocamora, Luis Miguel; “Ocio y turismo del emperador Carlos durante su estancia en Bolonia”. (En: Revista Caballeros de Yuste. 28. Cáceres. 2014.) [= garcía y lozano de rocamora; Ocio.] P. 97.

4     lynch, J.; Carlos V y su tiempo. (Editorial Crítica. Barcelona. 2000.) [=lynch, J.; Carlos V.] P. 102.

de Francia, quien se vio obligado a ceder en sus pretensiones, primero en Madrid y después en Cambrai5. La coronación en “Bologna la dotta” era la perfecta escenificación del triunfo caro-lingio en Europa, sobre sus enemigos y sobre el poder temporal de una Iglesia díscola6, que rehuía del Emperador, al que no dudaba en acu-dir a pedir ayuda en los momentos de peligro.

Esta sería la última coronación de un romano emperador realizada por un pontífice. Desde entonces, ninguna otra vendría refrendada por el Papa7 como había ocurrido en gran parte de los casos, desde el mismísimo carlomagno8.

En los cinco meses de estancia, el empera-dor carlos aprovechó el tiempo para cazar por los alrededores de la capital boloñesa, para realizar turismo en ella, e incluso para vivir las fiestas públicas o privadas que se celebraban en la misma9.

5     lynch, J.; Carlos V. P. 101.6     lynch, J.; Carlos V. P. 102.7     rendIna, c.; I Papi. Da san Pietro a papa Francesco. Storia e Segre-

ti. (Newton Compton Editori. Roma. 2013.) [=rendIna; I Papi.] P. 512. 8     pérez; Carlos V. P. 99.9     garcía; Ocio. P. 101.

diseño del real colegio de españa según filippini, en el S. Xvi. archivo del real colegio de españa. autor: giovanni costa.

Bolonia. 1919.

eStancia y recuerdo deL emperador carLoS v en eL reaL coLegio de eSpaña en BoLonia

80

II. VIsItas al real colegIo de españa o real colegIo de san clemente de los españoles.

Entre los diversos lugares que visitó el in-victísimo Emperador en su estancia, como era de esperar, estuvo el Real Colegio de España, fundado por el cardenal gil Álvarez de albornoz, legado pontificio en Italia, en el periodo en el que el papado se encontraba en Avignon.

Junto a la Basílica de San Petronio, patrono de Bolonia y sede del Cardenal Legado en la ciudad, el Colegio español fue el único lugar en el que repitió estancia carlos i, estando en dos ocasiones entre sus muros. De hecho, fue el primer sitio que visitó durante el tiempo que permaneció en la capital de la Emilia-Romagna10.

En concreto, la primera visita tuvo lugar el 26 de noviembre de 152911 con motivo del juramento como colegial de D. benito de busta-mante12. no se trataba de un colegial destacado ni de procedencia notable. Sin embargo, el Em-perador deseaba conocer el modo de proceder el Colegio, y la mejor ocasión era el momento del juramento de un colegial; una solemne ce-remonia, en la que cualquier estudiante pasaba a formar parte de la proles egidiana.

El momento era propicio para ello, ya que el propio Emperador actuaría como testigo de excepción del juramento del nuevo estudiante, como colegial de España. Con ello, se integraba al propio soberano en la vida colegial hacién-dolo partícipe de uno de los momentos más inolvidables, no sólo para el estudiante, sino para el propio Colegio, cuando acoge como hi-jo de don gil de albornoz a un nuevo miembro.

No sería la única vez que visitara el Real Co-legio el soberano español. Habría una segunda ocasión, pero ya en el año 1530. Y en concreto tendría lugar en las calendas del mes de fe-brero, tal y como refiere la lápida que todavía existe en el Colegio y que fue dispuesta para recuerdo de tan importante evento por el rec-tor garcía de atodo años después.

Ya habiendo asistido en la primera ocasión a la ceremonia de juramento antes referida, el

10     garcía y lozano de rocamora; Ocio. P. 100.11     Este dato nos lo facilitó el rector del Real Colegio de España, el

Excmo. Sr. Dr. D. José guIllermo garcía-Valdecasas y andrada de Van-derwIlde.

12     garcía; Ocio. P. 101.

Emperador quiso participar de la vida del co-legio junto a los componentes del mismo. Era interés del Soberano conocer de primera mano, las actividades que los colegiales desarrolla-ban y como se desenvolvía la permanencia de los mismos en Bolonia.

En su segunda visita, además tuvo oportuni-dad de conocer las obras de arte que en él se conservan, como el políptico de marco zoppo, las obras que se desarrollaban en el mismo, para modernizar el colegio artísticamente, así como los nuevos frescos que se estaban reali-zando en el mismo13.

En esta visita, el Emperador además, asistió a la sagrada Eucaristía desde el balcón izquier-do de la capilla del colegio, que se corresponde con la cámara regia.

Sería en esta ocasión, en la que el rey don carlos de Habsburgo concedería el título de Real al Colegio de España, y extendería su patro-

13     de cadenas y VIcent, V.; Doble coronación de Carlos V en Bolo-nia. Instituto Salazar y Castro (CSIC). Hidalguía. Madrid. 1985. P. 129.

carlos v siendo retratado por tiziano en Bolonia con motivo de su estancia. archivo del autor. Litografía. Bolonia. Segunda mitad

del siglo XiX.

eStancia y recuerdo deL emperador carLoS v en eL reaL coLegio de eSpaña en BoLonia

81

nazgo a la institución que hasta el día de hoy ha sido renovada por todos los monarcas es-pañoles, siendo el último don Juan carlos i de borbón y borbón en el año 1988.

III. recuerdos de la estancIa del emperador carlos en el real colegIo.

Tan importante presencia quedó patente en el Real Colegio de España para el recuerdo y memoria futura.

Como ya se ha dicho, se dispuso una lápida conmemorativa en el lado del Evangelio de la iglesia. En ella se testimonia la visita de febre-ro y la extensión del real patronazgo sobre el colegio que sería revalidado en cada uno de los soberanos españoles. Además, tal y como hemos referido y, así se dice en el texto de la propia lápida, fue dispuesta por el rector garcía de atodo, quien vivió la visita del Emperador cuando era colegial y, corrió con los gastos de su factura. El texto está escrito íntegramente en latín, y fue realizada en mármol, incluyendo el escudo imperial con el águila bicéfala en la parte superior policromado.

No será el único vestigio que encontremos en el edificio. De la estancia imperial en Bolo-nia también quedó constancia en la decoración del edificio, ya desde la entrada al mismo, co-mo veremos a continuación.

La estancia de la portería del Real Colegio de España tiene decorada totalmente su bóveda, con frescos en el S. XVI, conforme a la moda del momento. Se repiten diversos motivos y fi-guras grotescas, habida cuenta que en aquel momento histórico se encuentra la “Domus Áu-rea” de nerón, que estaba completamente llena de motivos similares en sus frescos y, que pasa a ser modelo de edificios clásicos.

Un edificio que era emblema y enseña de todo un imperio en Italia y sede de cultura co-mo era el caso del Real Colegio de España, no podía dejar de aprovechar la ocasión de actua-lizarse en su decoración, adoptando formas y motivos similares.

Sin embargo, ello no fue óbice para incluir diversas imágenes anacrónicas o contemporá-neas, que nada tenían que ver con los motivos romanos que se repetían a lo largo del techo. Entre ellos, podemos encontrar un retrato del

Cardenal fundador o sendos retratos del em-perador carlos v.

Respecto a este último, debemos decir, que el primero de ellos, y que hace pareja con el fresco del cardenal fundador gil de albornoz, es un retrato sencillo, donde el emperador viste de negro, sin mayor complejidad. Pese a ello, en el muro contrario orientado al este, encon-tramos un fresco que ocupa casi todo el muro, en el que se observa el retrato del Soberano, inscrito en un óvalo que a su vez campea sobre un águila bicéfala.

Tres son las particularidades de este último fresco. La primera de ellas es que el Emperador viste de militar, portando armadura y sobre ella, el collar de la Insigne Orden del Toisón de oro. A diferencia del retrato del muro convergente que vestía de corte, en traje oscuro y sin mayor adorno. No entendemos el por qué, aunque tal vez fuera para no elevar al Emperador sobre el Cardenal fundador, con quien hace pareja. De-bemos de recordar, que si bien es cierto, don carlos i fue coronado con la presea del rey de los Lombardos, gil Álvarez de albornoz, fue el primer señor de Italia al unificar el patrimonio petrino para el pontífice que se encontraba en Avignon, y todo el territorio pontificio dividido y repartido en manos de tiranos locales. Por ello, la comparativa resulta interesante, ya que parece rememorar la presencia siempre paten-te de España en los territorios italianos.

Otra curiosidad del fresco del lado este de la sala, es que sobre el escudo no campee la corona imperial, como de normal ocurre, sobre ambas cabezas del águila. Ello indica que la co-

frescos de la portería del real colegio de españa, muro oeste con los retratos de gil de albornoz y carlos v. Siglo Xvi.

Bolonia. italia.

eStancia y recuerdo deL emperador carLoS v en eL reaL coLegio de eSpaña en BoLonia

82

ronación imperial no se había obrado cuando se ejecutó el adorno pictórico de la bóveda, por lo que los frescos podrían ser anteriores a 1530.

La última particularidad a destacar sería el hecho de campear el retrato sobre un águila bicéfala, como ya se ha dicho, pero que a dife-rencia de otras ocasiones, el heráldico animal resulta ser el águila de san Juan, al llevar el nimbo del santo Evangelista.

Desconocemos la razón de por qué se ejecu-tó así, pero habida cuenta que no tiene corona imperial, por lo que estimamos que no fueron ejecutados los frescos siendo don carlos ya emperador coronado, todo parece indicar que el fresco, no sólo pretende ser un retrato del César, sino también una alegoría de su triunfo. Con esto queremos decir, que la pintura quiere remarcar, no sólo que el soberano iba a ser coronado con la imperial presea de oro, sino

que además, ya era soberano del más grande reino que existía en la faz de la tierra, que era España y que era el complemento indispensa-ble para el Imperio, hasta el punto de unirse en uno. El hecho de subsumir el símbolo heráldico de los Reyes Católicos, esto es, el águila de san Juan, en la heráldica imperial, hasta el punto de pasar a formar parte de ella, fue un creación alegórica, que representaba como España se unía al imperio en la persona del Kaiser, pero que ante todo, el espíritu y la parte más intrín-seca del imperio, sería España, como ejemplo de tradición y religiosidad, en un momento en el que el Sacra Germania estaba siendo asolada por la reforma protestante.

No será el único retrato que encontremos en el Real Colegio de España. Dejando a un lado las pinturas de materia religiosa, el edificio ha contado desde siempre, con una colección pic-tórica compuesta en gran parte, por retratos del fundador, de colegiales y de miembros de la familia real. Hoy en día, pese a los sucesivos expolios que ha sufrido la institución, sigue te-niendo una colección que da muestra de lo que fuera en un pasado esplendoroso.

Sin embargo, el único soberano español que se encuentra repetidas veces representado en los muros del Colegio es carlos v. Ya coronado, lo vemos representado en la cámara regia. Los muros y bóvedas de esta se encuentran reco-rridos, junto a la antecámara, por las diversas gestas de don gil de albornoz en Italia y Avig-non14.

Pese a ello, y justo encima de la ventana de la Cámara Real, observamos un pequeño nimbo que contiene el retrato del rostro del emperador carlos i y debajo una leyenda que indica “1558 12 NOVEM”. Con toda seguridad, indica la fecha de término de la decoración de los frescos de ambas habitaciones que fue-ron realizados por tommaso lauretti; fecha que coincidió con el año de la muerte del sobera-no español, quien había estado años antes en dicha estancia y que había fallecido hacía dos meses. Como decimos, ambas salas están de-coradas con las gestas del Cardenal fundador sean en Francia, sean en Italia, pero se dejó un hueco, además en un lugar preeminente, y que a simple vista se podía ver, reservado para el Soberano de Europa. El retrato imperial se

14     rendIna; I Papi. P. 438.

frescos de la portería del real colegio de españa, muro este con el retrato de carlos v sobre el águila bicéfala.

Siglo Xvi. Bolonia. italia.

fachada de la Basílica de San petronio. archivo del autor. Litografía. Bolonia. ca. 1890.

eStancia y recuerdo deL emperador carLoS v en eL reaL coLegio de eSpaña en BoLonia

83

encuentra portado por dos ángeles, uno a cada lado, lo que indica, que efectivamente es un tributo funerario al regio huésped.

No es el último ejemplo de representación carolingia que veremos en el Real Colegio de España. Particularmente destacable por su ca-lidad, son los frescos del claustro del Colegio en la planta noble. A lo largo de cada una de las alas del mismo, encontramos a los conquis-tadores y héroes militares de España, a los que resistieron la conquista romana o musulmana, o los emperadores romanos nacidos en la His-pania imperial. Enfrente de estos últimos, en el ala este, que a su vez es la primera que se ve a simple vista, encontramos cuatro óvalos con cuatro retratos realizados por annibale carracci en 158515, que fijados en orden temporal desde derecho a izquierda del espectador (norte-sur) vemos al Cardenal gil de albornoz, al rey Fer-nando el católico, el emperador carlos v y Felipe ii16, felizmente reinante en el momento de la ejecución de los frescos.

En este retrato, vemos al emperador carlos de perfil, como lo está también su abuelo el Rey Católico, y a diferencia de su hijo que es-tá ligeramente ladeado hacia la derecha, como buscando la mirada del espectador que teórica-mente se encontraría en el centro del claustro.

En el retrato, el emperador vestido de corte, porta collar de la Orden del Toisón de oro, y viene tocado con una corona de laurel como lo eran los caudillos y emperadores romanos. Alrededor del retrato figura una orla con for-ma de pergamino, cuya leyenda dice “CAROLUS V/ IMPERATOR”. El retrato, como todos los que componen la galería, viene sustentado por dos ángeles. Tanto los retratos, como los ángeles están hechos en colores grises, simulando el color de la piedra, como si se retratase de

15     Según el Excmo. y Magnífico Sr. Don José guIllermo garcía-Valdecasas y andrada de VanderwIlde, Rector del Real Colegio de España anteriores a estos, existía una serie de medallones que recorrían todo el claustro tanto el piso bajo como la planta noble, y que fueron realizados por BIaggIo puppInI en 1524, pero no tenemos conocimiento de qué retratos se reproducían en este caso.

16     Un error en el artista que ejecutó la restauración en el S. XVIII hizo que creyese que se tratase de mIguel de cerVantes (quien también estuvo en el colegio) tal vez por el parecido físico del personaje retratado y por portar la co-rona de laurel. Ello le llevaría a cambiar la leyenda de la orla sobre el personaje que representaba a felIpe II e incluir “MICHAEL CERVAN”. Sin embargo, el paso del tiempo ha hecho que poco a poco cayesen los pigmentos de la orla y se pueda leer bajo el nombre “HISPAN” del “Hispan Rex” con el que solían intitularse los reyes españoles y que en el caso del fernando el católIco sí aparecer. Por tanto, no hay duda de quién se trata.

bustos marmóreos, en vez de retratos, y resal-tan sobre fondos de color ocre y amarillos, en contraposición a los colores azules de la arqui-tectura fingida de toda la galería.

IV. otros recuerdos de la Impronta ImperIal.

Como es de esperar, las referencias a carlos v en la ciudad de Bolonia, no se concentran tan sólo en el Real Colegio de España, sino en otros lugares como en la Basílica de San Petro-nio, donde tuvo lugar la coronación imperial de manos de clemente vii.

Al entrar el César en la basílica pontificia, se cambió en la primera capilla del lado del Evan-gelio, a fin de revestirse con el manto litúrgico que a día de hoy se cree conservar todavía en la catedral de Sevilla y que recientemente ha sido restaurado.

Todavía en nuestros días, esta capilla es utilizada para revestirse por los caballeros y damas de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén y de la Orden de San Juan de Je-rusalén, Rhodas y Malta, en las solemnidades principales del año litúrgico que se celebran en la Basílica. En la cancela de mármol se en-cuentra grabada con letras de oro y en italiano, un texto en el que se hace referencia a que en dicha capilla, el 24 de febrero de 153017, se revistió el emperador carlos momentos antes del inicio de la ceremonia de su coronación de manos del soberano pontífice.

17     El profesor lacarta dice que el revestimiento tuvo lugar en la sa-cristía de san Petronio, pero esto es un error, sobre todo habida cuenta donde se halla la sacristía no hubiera sido nada cómodo llegar hasta ella y retroceder hasta la Capilla Mayor donde se alzó el baldaquino con la sede papal. Ver: lacarta, Manuel; Carlos V. Editorial Sílex. Madrid. 1998. P. 126.

ala este del claustro del real colegio de españa. frescos de annibale carracci. Siglo Xvi. Bolonia. italia.

eStancia y recuerdo deL emperador carLoS v en eL reaL coLegio de eSpaña en BoLonia

84

Del mismo modo, en el lado de la Epístola a la altura de la capilla mayor se encuentra un busto de bulto redondo del César donde ade-más figura una lápida en la que recuerda que en dicha basílica tuvo lugar la coronación del emperador siempre augusto carlos de Habsbur-go el 24 de febrero de 1530, día de san matías18.

V. conclusIones.

Para Bolonia, la coronación imperial de car-los V fue un apoteósico momento histórico que todavía sigue siendo conocido como el “Triunfo de Bolonia”19, donde la ciudad aprovechó para consolidarse como capital cultural de occi-dente, como primera Universidad de Europa y

18     La lápida en concreto reza: “Ad di 24 febraio 1530, Carlo V, devanti a questa capella, indosava il manto imperiale, prima di recarsi, accompag-nato da Cardinali e sequito da Principi e da grande stuolo di dignatari di varie nazione, all altare maggiore per recivere la corona dalle mani di Papa Clemente VII.”

19     roVersI-monaco, f. (Coord.) ; Storia di Bologna. (Bononia Univer-sity Press. Bologna. 2011.) [=roVersI-monaco; Storia.] P. 77.

capital mundial al hospedar entre sus murallas a los más altos ostentadores del poder mun-dial fuera el terrenal, fuera el espiritual.

Toda la ciudad se había engalanado para la ocasión con carteles, tapices y adornos que cantaban las gestas del Emperador20. Del mis-mo modo, habían realizado un esfuerzo por engrandecer las festividades que coincidieran durante la estancia imperial21.

Esta privilegiada situación, tuvo su contra-partida, pues la ciudad para hacer frente al honor de hospedar a tan grandes dignatarios, se embarcó en gastos y fastos que le pasarían factura durante años a las arcas municipales, hecho que se traduciría en una subida de im-puestos generalizada durante años22.

20     fernández álVarez, m.; Carlos V, el César y el Hombre. Espasa-Calpe. Madrid. 1999. P. 418.

21     Una de esas fiestas fue el Carnaval boloñés, en su día de una gran importancia, y hoy prácticamente desaparecido. Ver: garcía; Ocio. P. 102.

22     roVersI-monaco; Storia. P. 74 .

VI. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.

∙∙ Bouza, Fernando; Los Austrias Mayores. Imperio y Monarquía de Carlos I y Felipe II. Temas de Hoy. Madrid. 1996.

∙∙ Braudel, Fernand.; Carlos V. Alianza Editorial. Madrid. 1998.

ellIot, John H.; La España Imperial. RBA, S.A. Madrid. 2006.

∙∙ fernández álVarez, manuel; Carlos V, el César y el Hombre. Espasa-Calpe. Madrid. 1999.

∙∙ fernández álVarez, manuel; Carlos V, un hombre para Europa. Espasa-Calpe. Madrid. 2000.

∙∙ garcía y lozano de rocamora, Luis Miguel; “Ocio y turismo del emperador Carlos durante su estancia en Bolonia”. En: Revista Caballeros de Yuste. 28. Cáceres. 2014. Pp. 97-110.

∙∙ garcía de cortázar, Fernando; Biografía de España. Círculo de Lectores. Barcelona. 1998.

∙∙ lacarta, Manuel; Carlos V. Editorial Sílex. Madrid. 1998.

∙∙ lynch, John.; Carlos V y su tiempo. Editorial Crítica. Barcelona. 2000.

∙∙ pérez, Joseph. ; Carlos V. Editorial Temas de Hoy. Madrid. 1999.

∙∙ rendIna, c.; I Papi. Da san Pietro a papa Francesco. Storia e Segreti. Newton Compton Editori. Roma. 2013.

∙∙ roVersI-monaco, fabio (Coord.); Storia di Bologna. Bononia University Press. Bologna. 2011.

85

eL panteón de marinoS iLuStreS

D. Antonio José Mérida Ramos Caballero de Yuste.

Siempre me ha preocupado y entristecido comprobar que siendo España como es, una nación fundamentalmente marítima con cien-tos de kilómetros de costa y una historia naval repleta de hechos notables cuando no he-roicos, haya importado tan poco a una gran mayoría de españoles –mirando las mas de las veces hacia otra parte- el conocimiento y respeto de los grandes hechos en la mar y el recuerdo a aquellos hombres que lo hicieron posible, entregando su vida, defendiendo y engrandeciendo con su comportamiento ejem-plar a este país en el mar.

Si preguntásemos en nuestro entorno sobre quien ha oído hablar del Panteón de Marinos Ilustres, o mas aún quien lo ha visitado, nos llevaríamos una gran decepción.

Pocos son los españoles que han cruzado el dintel de la puerta de acceso a la que iba a ser Iglesia naval consagrada a la Purísima Concep-ción, convertida hoy en Panteón de gentes de mar, en la ciudad de San Fernando (Cádiz).

Una de las cosas que primero suele llamar la atención, es un hermoso escudo de mármol con las armas de España coronadas con una gran lápida,en la que reza “La marina a sus hombres ilustres”.

No fue sin duda fácil sacar adelante un pro-yecto de esta envergadura, que contemplara y guardara el recuerdo y el agradecimiento a tanta generosidad y heroísmo en la mar.

El 10 de octubre de 1850 siendo Ministro de Marina D. Mariano Roca de Togores, marques

de Molins, se publicó una Real Orden destinan-do un histórico e inconcluso edificio de factura religiosa que había pasado por diferentes usos y situaciones a panteón donde conmemorar y albergar los restos de antiguos y modernos hé-roes vinculados a la mar.

No sería hasta el 2 de mayo de 1870 –momento este en que se inauguró oficial-mente- cuando se decidió llevar a reposar los despojos humanos de tantos y tantos hombres ilustres muchos de ellos desperdigados por la amplia geografía de España.

Pero hasta llegar a tan solemne día tuvieron que pasar casi 150 años de proyectos, ilusio-nes y esfuerzos.

El XVIII fue un siglo como ningún otro, en que España sintió vivamente la llamada del mar, e intentó adecuar a éste, todo el com-plicado entramado y andamiaje de su política exterior.

Fue un siglo en el que destacaron auténticos hombres de estado con lucidez política y amor a las cosas de la mar.

Es el siglo de los Patiño, de Navarro, de Ti-najero, Reggio o de . Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, todos ellos hombres de su siglo, hombres ilustres que vieron la ne-cesidad de dar una respuesta a la política de su País, a través de una intensa presencia en la mar.

La idea de hacer un Panteón que albergase el recuerdo a los hombres insignes de mar, co-mo memoria permanente para la posteridad, fue gestado muy al comienzo del siglo XVIII rei-nando todavía Felipe V, cuando no exento de dificultades se decide el traslado de las Depen-dencias de Marina de Cádiz a la isla de León.

Fue el marqués de la Victoria, Ensenada y posteriormente el Baylio D. Antonio Valdés –de

eL panteón de marinoS iLuStreS

86

noble linaje asturiano este último con familia muy vinculada a la mar- los que apuntalaron durante años la voluntad del Rey para continuar con tan señalado proyecto, siempre dificultado por motivos políticos y escasos caudales de la Hacienda Real.

En su diseño inicialmente destinado a iglesia con cripta-panteón y que tras numerosas vici-situdes, sirvieron para actividades tan diversas como Cuartel, Colegio Naval, e incluso de de-pósito de cadáveres del cercano Hospital Naval de San Carlos, intervinieron grandes ingenieros como Vicente I. Imperial, Julián Sánchez Bort, o el marques de Ureña D. Gaspar de Molina.

Ya bien entrado el siglo XIX y finalizadas las obras que poco se parecían ya a las inicialmente proyectadas, podemos considerar el 2 de ma-yo de 1870 como ya hemos comentado antes -si bien no el punto de partida del proyecto,- si el que fue el comienzo de las inhumaciones de los restos diseminados por diferentes cemente-rios e iglesias en su mayoría afortunadamente cercanas, de todos aquellos hombres que tras controvertido estudio y discusión merecían es-tar entre sus muros.

No están todos los que son pero si son to-dos los que están.

Faltan muchos nombres que por razones inexplicables unas y otras por motivos poco nada justificables como la del sabio y gran ma-rino italiano al servicio de la corona española Alejandro Malaspina.

Pero tampoco están los Tte. Generales de la Armada, Lángara, Barceló, Valdés o Mazarre-do, así como el ilustrado Tofiño.

Pero sí son y están otros muchos. Es la pro-pia historia naval de España la que se encuentra impregnada en sus paredes sobrepasando sus muros y mostrando al mundo lo que personas de honor ofrecieron con generosidad nave-gando, descubriendo y dando su vida en las diferentes unidades a flote que el país puso en sus manos para su defensa en la mar.

Allí podemos ver la gloriosa memoria del combate de Sicié, ineludiblemente unida al sepulcro de D. Juan J. Navarro de Viana. Allí se puede respirar el espíritu indomable de la campaña del pacífico junto a las tumbas de

Méndez Núñez, Malcampo, Lobo y Sánchez-Barcáiztegui.

Recordad el valor y sacrificio de Cervera, Bustamante, Concas o el asturiano Villaamil, muerto éste en acto de servicio en las luctuo-sas jornadas de Santiago de Cuba.

Se encuentran también héroes pocos co-nocidos de las campañas de Marruecos como Lazaga o el Conde de Bustillo.,sin olvidar la abnegación y heroísmos de marinos que se destacaron en América como Santiago Liniers, Ruiz de Apodaca o el cántabro Gutiérrez de la Concha.

Y como no recordar con gran admiración a esos sabios, científicos y hombres de mar co-mo fueron Jorge Juan, Pujazón o Ciscar.

Pero allí también reposan aquellos otros ma-rinos que participaron en trágicas y dolorosas derrotas como Trafalgar o San Vicente, como Gravina, Escaño, Villavicencio o Cayetano Val-dés, así como tantos desconocidos marinos que dieron su vida con heroísmo por su rey y su país.

No debemos olvidar porque sería injusto a los esforzados hombres de la marina mercante representados en la figura del heroico capitán que se destacó en la guerra hispano-norteame-ricano de 1898, D. Manuel Deschamps Martínez.

En cuanto al conjunto arquitectónico del edificio podemos señalar la entrada principal de acceso que da a un atrio de planta elíptica cubierto con bóveda igualmente elíptica sus-tentada con arcos, fajones apareados que se apoyan sobre pilastras.

El interior consta de tres naves, encontrán-dose en las dos laterales la mayoría de los enterramientos y lápidas conmemorativas.

El altar obra del imaginero sevillano Alar-cón, está situado en la cabeza del crucero y lo preside una Virgen del Carmen, una hermosa talla realizada en madera de cedro de ketama y proyectada sobre un fondo de oro fino.

Mas al fondo debajo del escudo de España, sostenido simbólicamente por las imágenes de Neptuno y Minerva está el Cristo de los Ma-reantes y a sus pies un arcón funerario donde

tHe pantHeon of iLLuStriouS SaiLorS

87

simbólicamente se recogen las cenizas de los marinos españoles que en cualquier lugar del mundo descansan bajo tierra.

Completan el lapidario dos impresionantes cuadros de mármol negro en los que se escribe sin grafía la totalidad de los héroes anónimos de las armadas hispanas.

En el aspecto pictórico se puede admirar dos frescos, obra de D. Miguel Castro Llerena, uno representando la Gloria naval y el otro la batalla de Tolón.

Tal vez las obras mas significativas en cuan-to a pintura se refiere, son los cuadros que el

pintor de cámara de Carlos III, Mariano Salva-dor Maella realizó, la Inmaculada Concepción, San Fernando y San Carlos Borromeo.

Finalicemos la descripción de tan notable edificio leyendo la inscripción latina que se encuentra bajo el frontispicio de la fachada principal que reza así “Omnes Isti/In Genera-tionibus/ Gentis Suae Gloriam Adepti Sunt Et In Diebuis Sui/ Habentur/ In Laudibus” cuya tra-ducción al castellano podría ser algo así como “Todos estos alcanzaron gloria mientras vi-vieron con los suyos y serán ensalzados por la posteridad”.

tHe pantHeon of iLLuStriouS SaiLorS

Jose Antonio Ramos Merida.Caballero de Yuste.

I have always been worried and saddened check that Spain as a fundamentally maritime nation with hundreds of kilometers of coastline and a sea full of history if not heroic remarkable facts, so little has imported a large majority of Spaniards over -they looking the elsewhere of-ten- to the knowledge and respect of the great events in the sea and remember the men who made it happen, delivering his life, defending and enlarging with his exemplary behavior in this country at sea.

If we ask in our environment over who have heard of the Pantheon of Illustrious Sailors, or better yet who has visited it, we would get a big disappointment.

Few Spaniards who have crossed the thres-hold of the door of access to it would be naval Church consecrated to the Immaculate Concep-tion, now converted into seafarers Pantheon in the city of San Fernando (Cádiz).

One of the first things that attract the atten-tion, is a beautiful marble coat of arms of Spain topped with a large tombstone, which reads "The marine to your illustrious men".

It was not certainly easy to take out a pro-ject of this size, that contemplated and keep the memory and gratitude to such generosity and heroism at sea.

10th October, 1850 as Minister of the Navy Mariano Roca de Togores, Marquis of Molins, a Royal Decree was issued assigning a histo-rical and religious building unfinished bill had gone through different uses and situations to commemorate and host pantheon where the remains of ancient and modern heroes linked to the sea.

88

It would not be until 2nd May, 1870 -Moment this that opened officially-, when he decided to sit out the human remains of so many illus-trious men many of them scattered across the vast geography of Spain.

But to reach this solemn day it took nearly 150 years of projects, illusions and efforts.

The eighteenth was century a like no other, in which Spain strongly felt the call of the sea, and tried to adapt to it, all the complicated fra-mework and scaffolding of his foreign policy.

It was a century that emphasized real states-men with political lucidity and love of things of the sea.

It is the century of Patiño, of Navarro, Tinaje-ro, or Reggio. Zenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada, all men of his century, illus-trious men who saw the need to respond to the policy of his country, through a strong presen-ce at sea.

The idea of a Pantheon that houses the memory of the great men of the sea, as per-manent memory for posterity, was gestated very beginning of the eighteenth century still reigning Felipe V, when not without difficulties moving Dependencies decide Cadiz Navy Lion Island.

The Marquis of the Victoria was, Ensena-da and later Baylio Antonio Valdes-of Noble Asturian lineage latter with close ties to the framework which underpinned family for years the King's will to continue the project as sta-ted, always hampered by politically motivated and scarce flow of Hacienda Real.

In its design originally intended to church crypt-mausoleum and after many vicissitudes, served for applications as diverse as head-quarters activities Naval College, and even the morgue at the nearby Naval Hospital San Car-los, intervened great engineers as Vicente I. Imperial Julian Sanchez Bort, or the Marquis de Ureña D. Gaspar de Molina.

Well into the nineteenth century and com-pleted works that seemed little longer than initially projected, we can consider the 2nd May, 1870 as mentioned before-if not the starting point of the project - whether it was the be-

ginning of the burials of the remains scattered in different cemeteries and churches mostly nearby fortunately, all those men behind con-troversial study and discussion deserved to be within its walls.

They are not all they are but if they all are.

They are missing many names for some inexplicable reasons and other justifiable rea-sons little nothing like the great Italian ocean wise and serv ice to the Spanish crown Alejan-dro Malaspina.

But are not the Lt. General of the Navy, Langara, Barcelo, Valdes or Mazarredo and illustrated Tofiño.

But they are and they are many. It is the na-val history of Spain itself which is impregnated on their walls surpassing its walls and showing the world what people honor offered gene-rously browsing, discovering and giving his life in the different units afloat the country into his hands for his defense at sea.

There we see the glorious memory Sicié combat inescapably linked to the tomb of Juan J. Navarro de Viana. There you can breathe the indomitable spirit of the Pacific campaign by the graves of Méndez Núñez, Malcampo, Lobo and Sánchez-Barcáiztegui.

Remember the courage and sacrifice of Cervera, Bustamante, Villaamil Concas or the Spaniard, he died on duty in the mourning days of Santiago de Cuba.

Heroes are also little known Morocco cam-paigns as Lazaga or the Conde de Bustillo., Not forgetting the sacrifice and heroism of sailors who stood out in America as Li niers Santiago Ruiz de Apodaca or the Spaniard Gutierrez de la Concha.

And of course remember with great admira-tion to these sages, scientists and seamen as Jorge Juan Ciscar Pujazón or were.

But there also other marine rest those invol-ved in tragic and painful defeats as Trafalgar or San Vicente, as Gravina, Seat, Villavicencio and Cayetano Valdes and many unknown sailors who heroically gave their lives for their king and country.

die ruHmeSHaLLe BerüHmter SpaniScHer SeefaHrer

89

We must not forget that it would be unfair to the brave men of the Merchant Marine re-presented in the figure of the heroic captain who stood out in the Spanish-American War of 1898, Manuel Martínez Deschamps.

As for the architectural ensemble of the building we can point out the main entrance giving access to a court of elliptical dome co-vered with equally elliptical arches supported, paired transverse resting on pilasters.

The interior consists of three ships, being in the two side most burials and memorial ta-blets.

The altar work of the Sevillian sculptor Alar-con, is located in the head chairs a cruise and Virgen del Carmen, a beautiful carving made in m ood etama k cedar and projected on a background of fine gold.

Further back under the shield of Spain, held symbolically by images of Neptune and Miner-va it is the Christ of the Merchants and their feet a funeral chest where symbolically the as-hes of Spanish sailors anywhere in the world lie underground are collected.

Rounding out the lapidary two stunning pictures of black marble on which is written without spelling all the unsung heroes of His-panic armed.

In the pictorial aspect you can admire two frescoes, the work of Miguel Castro Llerena, one representing the Gloria and the other na-val battle of Toulon.

Perhaps the most significant works in terms of painting is concerned, are the paintings the painter to Charles III, Mariano Salvador Maella made, Immaculate Conception, San Fernando and San Carlos Borromeo.

We complete the description of building re-markable Latin inscription reading is under the fro n tispicio of the main facade reads "Omnes Isti / In Generationibus / Gentis Suae Gloriam Adepti Sunt Et In Diebuis Sui / habentur / In Laudibus" whose translation the Castilian would be something like "All these achieved glory as lived with his and they are exalted for posterity."

die ruHmeSHaLLe BerüHmter SpaniScHer SeefaHrer

D. Antonio José Mérida Ramos .Caballero de Yuste.

Es hat mir immer zu denken gegeben und mich traurig gestimmt, dass Spanien zwar eine vor allem seebezogene Nation mit hunderten von Küstenkilometern und einer Geschichte vo-ller beachtlicher und heroischer Taten zur See ist, dass dies aber von der großen Mehrheit der

Spanier, die sozusagen auf das Festland fixiert sind, kaum beachtet wird und dass die Erinne-rung an diese Taten und an die Menschen, die sie vollbracht haben, indem sie in beispielhaf-tem Einsatz ihr Leben riskierten für den Schutz und die Größe ihres vom Meer umspülten He-imatlandes, im Bewusstsein kaum präsent ist.

Würden wir uns in unserem Kreise umhören und fragen, wer schon einmal von der Ruh-meshalle berühmter Seefahrer (“Panteón de Marinos Ilustres“) gehört oder diese gar besu-cht hat, würden wir eine große Enttäuschung erleben. Nur wenige Spanier haben die Schwe-

die ruHmeSHaLLe BerüHmter SpaniScHer SeefaHrer

90

lle des Gebäudes überschritten, dass einmal die Marine-Kirche der Unbefleckten Empfäng-nis werden sollte und schließlich zu eben dieser Ruhmeshalle geworden ist. Das Gebäude befin-det sich in der Stadt San Fernando bei Cádiz.

Was zuerst in den Blick fällt, ist eine prächti-ge Marmorplatte mit dem Wappen Spaniens und der Inschrift: “Die Marine ihren berühmten Männern“.

Es war nicht leicht, dieses große Projekt der dankbaren Erinnerung an die bedingungslose Hingabe der Seehelden und der Betrachtung ihrer Leistungen in die Tat umzusetzen. Am 10. Oktober 1850, als Mariano Roca de Togo-res, Marquis von Molins, Marineminister war, wurde durch ein königliches Dekret ein histo-risches, aber unvollendetes Kirchengebäude, das seit Baubeginn im Juli 1786 bereits vers-chiedenen Zwecken gedient hatte, zu einem Pantheon umgewandelt, in dem zu bleibendem Gedenken die sterblichen Reste alter und zeit-genössischer Seehelden ihre letzte Ruhestätte finden sollten.

Am 2. Mai 1870 wurde das Pantheon offiziell eröffnet. An diesem Tage wurde auch entschie-den, die sterblichen Überreste der großen Zahl von berühmten Männern hier beizusetzen, die zuvor oft irgendwo in den Weiten Spaniens ihre Ruhe gefunden hatten. Aber bis zu diesem Augenblick mussten 150 Jahre vergehen, ange-füllt mit Projekten, Illusionen und Mühen.

Das 18. Jahrhundert war die Zeitspanne, in der Spanien besonders lebhaft den Ruf des Meeres empfand und versuchte, seine kom-plexe und vielschichtige Außenpolitik darauf abzustellen.

In diesem Jahrhundert gab es viele wirkliche Staatsmänner mit politischer Weitsicht und Lie-be zu allem, was mit dem Meer zu tun hatte.

Es war das Jahrhundert der Männer wie Patiño, Tinajero, Reggio oder Zénon de Somo-devilla, Marquis von Ensenada: Alles Menschen ihres Jahrhunderts, gebildete Männer, die die Notwendigkeit sahen, der Politik ihres Landes einen Rahmen zu geben durch eine ausge-prägte Präsenz auf den Meeren.

Die Idee eines Pantheons zur Überlieferung der Erinnerung an die berühmten Seefahrer

an die kommenden Generationen entstand in einer frühen Phase des 18. Jahrhunderts, noch unter der Herrschaft König Philipps V. Damals wurde entschieden, nicht ohne Be-denken, die Einrichtungen der Marine aus dem Stadtgebiet von Cádiz auf die nahe Insel León zu verlegen.

Es waren die Marquis von Victoria und En-senada, und dann auch Antonio Valdés – ein Asturier aus einer adeligen Familie mit starken maritimen Bindungen –, die über Jahre hinweg den König immer wieder in seinem Willen bes-tärkten, dieses große Projekt fortzusetzen; politische Probleme und die geringen Mittel des königlichen Haushalts zogen immer neue Verzögerungen nach sich.

Ursprünglich war das Gebäude als Kirche mit Beisetzungskrypta konzipiert. Dann wurde es zu unterschiedlichen Zwecken, z.B. als Ka-serne, Marineschule und sogar als Leichenhalle des nahen Marinehospitals San Carlos genutzt. An dem Bau waren bedeutende Architekten wie Vicente I. Imperial, Julián Sánchez Bort, o der Marquis von Ureña, Gaspar de Molina, be-teiligt.

Aber erst zu Beginn des 19. Jahrhunderts wurden die Arbeiten beendet; der Bau hat-te nur noch wenig mit dem Gebäude zu tun, das man einmal geplant hatte. Der 2. Mai 1870 war dann – wie bereits erwähnt – nicht der Be-ginn des Projekts, wohl aber der Beginn der Beisetzung der sterblichen Reste der Männer, die nach längerer und kontrovers geführten Auswahl für würdig befunden wurden, in diese Ruhmeshalle aufgenommen zu werden und die bis dahin in Kirchen und Friedhöfen, zumeist nicht zu weit entfernt, geruht hatten.

Es sind nicht alle dort, die es verdient hät-ten, aber alle, die dort sind, haben es verdient.

Es fehlen ohne einsichtigen Grund oder aus wenig oder gar nicht gerechtfertigten Motiven Gründen viele Namen, z.B. der des italienis-chen Wissenschaftlers und großen Seefahrers im Dienst der spanischen Krone, Alejandro Ma-laspina.

Es fehlen aber auch die Generalleutnante der Marine Lángara, Barceló, Valdés oder Mazarre-do, sowie auch der vielseitige und eminente Wissenschaftler Tofiño.

die ruHmeSHaLLe BerüHmter SpaniScHer SeefaHrer

91

Aber bedeutende Namen sind selbstvers-tändlich vertreten. Die Marinegeschichte Spaniens selbst ist es, die einem hier entge-gentritt und, aus den Mauern des Pantheons heraustretend, vor der Welt Zeugnis davon ablegt, was aufrechte Männer zur See für ihr Land leisteten, indem sie navigierten, entde-ckten und ihr Leben ließen in den ihnen von Spanien anvertrauten Marineeinheiten unters-chiedlichster Art.

Das Andenken an die glorreiche Schlacht von Sicié (Toulon) ist präsent, für immer ver-bunden mit dem Grabmal von Juan J. Navarro de Viana. Ebenso ist beim Anblick der Gräber von Méndez Nuñez, Malcampo, Lobo und Sán-chez-Barcáiztegui der unbezwingbare Geist spürbar, der in den Kampfhandlungen im Pa-zifik herrschte.

Es wird erinnert an den Mut und die Hinga-be von Cervera, Bustamante, Concas oder des Asturiers Villaamil, der in den dramatischen Tagen von Santiago de Cuba im Dienst sein Le-ben ließ.

Es finden sich auch die Namen von weni-ger bekannten militärischen Führern aus den marokkanischen Feldzügen wie Lazaga oder der Graf von Bustillo, oder von solchen ni-cht zu übersehenden Seefahrern, die sich in Amerika durch unermüdlichen und mutigen Einsatz hervortaten, wie Santiago Liniers, Ruiz de Apodaca oder der Kantabrer Gutiérrez de la Concha.

Natürlich wird mit großer Bewunderung der großen Gelehrten, Wissenschaftler und Kenner des Meeres gedacht, wie z.B. Jorge Juan, Puja-zón oder Ciscar.

Es ruhen hier aber auch jene Männer, die an tragischen verlorenen Seeschlachten teilna-hmen wie der bei Trafalgar oder der bei San Vicente, z.B. Gravina, Escaño, Villavicencio o Cayetano Valdés sowie viele namenlose See-leute, die ihr Leben für ihren König und ihr Land hingaben.

Es wäre ungerecht, die ebenfalls aufo-pferungsbereiten Männer der Handelsmarine zu übergehen; an sie erinnert der heroische Kapitän Manuel Deschamps Martínez, der sich im spanisch-amerikanischen Krieg von 1898 hervortat.

Architektonisch betrachtet gibt der Haup-teingang den Weg frei in ein elliptisches Atrium unter einem ebenfalls elliptischen Gewölbe, das von Säulen, Jochbögen und Friesleisten ge-tragen wird.

Das Innere besteht aus drei Schiffen; in den zwei Seitenschiffen befindet sich die Mehrzahl der Grabstätten und Gedenksteine.

Der Altar, Werk des Künstlers Alarcón aus Sevilla, steht am Ende des Mittelschiffs. Es wird beherrscht von einer „Virgen del Car-men“ (der Patronin der spanischen Marine), ein außerordentlich schönes Schnitzwerk aus marokkanischem Zedernholz vor einem Hinter-grund aus feinem Gold.

Weiter hinten, unter dem Wappen Spaniens, befindet sich die Statue des “Christus der See-fahrer“, der gehalten wird von den Statuen Neptuns und Minervas. Darunter steht ein sar-gähnliches Behältnis, in dem symbolisch die Asche all der spanischen Seeleute aufbewahrt wird, die irgendwo auf der Welt in fremder Erde ihre letzte Ruhe fanden.

Die Reihe der Grab- und Erinnerungsplatten wird vervollständigt durch zwei Platten aus schwarzem Marmor, die allen unbekannten Helden der hispanischen Marinen gewidmet sind.

Die bedeutendsten Gemälde sind vielleicht die “Unbefleckte Empfängnis“, “St. Ferdinand“ und “St. Borromäus“, Werke des Hofmalers Kö-nig Karls III., Mariano Salvador Maella.

Wir beenden die Beschreibung dieses no-blen Gebäudes mit der lateinischen Inschrift, die sich unter dem Frontispiz des Eingang be-findet: “Omnes Isti/In Generationibus/ Gentis Suae Gloriam Adepti Sunt Et In Diebuis Sui/ Habentur/ In Laudibus”. Das heißt: “Diese erreichten den Ruhm, während sie mit den Ihri-gen lebten, und sie werden von der Nachwelt gerühmt werden.“

92

un BeStSeLLer univerSaL:500 añoS de “eL príncipe”

de nicoLáS maquiaveLo

D. José María Nin de Cardona. De la Real Academia de

Jurisprudencia y Legislación Caballero de Yuste.

El día 10 de diciembre de 1513, en Sant Andrea, lugar cercano a Florencia, Nicolás Maquiavelo pone punto final al libro más im-portante, contradictorio y profundo de cuantos se han escrito sobre el pensamiento políti-co. Es fruto de la amargura, de la desilusión y de la tristeza que definen los últimos años de la vida del autor; los años en los que una suave melancolía parecen teñir el desencanto que, en tan egregio espíritu, ha originado su entrega “profesional” al ejercicio de la acción política, como Secretario de estado de Floren-cia -entregado en cuerpo y alma al servicio de Lorenzo I de Médicis, llamado el Magnífico-, y posterior destierro del Poder. Se trata, pues, de la vieja historia que miles de hombres han padecido: no saber retornar a los “cuarteles de invierno”; no conocer el penoso “arte de bajar las escaleras”; no saber, o pretender ignorar-lo, que los vientos del quehacer político no soplan siempre en la misma dirección. Diría-se que las musas que inspiran las ideologías políticas, sociales y económicas son extrema-damente veleidosas. Cuando un político llega a este tristísimo conocimiento suele ser, salvo algún caso excepcional que la Historia registra, demasiado tarde. De aquí la pena que inspiran las “Memorias Políticas” y el inusitado afán, de sus respectivos autores, de justificar sus in-creíbles resoluciones y sus sectarismos cuando transitaron por la vía dolorosa del Poder. Que-damos, por lo tanto, en el hecho de que son muy pocos los que se eternizan en el Poder. Maquiavelo no fue la excepción. Como ha es-crito Tulio H. Demicheli, en un interesantísimo trabajo periodístico (1), Maquiavelo nació en San Casciano (Florencia) el 3 de mayo de 1469,

en el seno de una familia culta de origen nobi-liario pero venida a menos. Y creció durante el esplendor de Lorenzo I de Médicis, llamado el Magnífico por haber sido mecenas y protector de artistas y filósofos como Botticelli, Verroc-chio, Leonardo, Miguel Ángel, MarsilioFicio y Pico Della Mirandola, imponentes figuras del primer Renacimiento. Tiempos también en los que se dejó sentir la influencia puritana de Gi-rolamoSavonarola, monje de una religiosidad extrema. Sin embargo, Pedro de Médicis, el In-fortunado, perdió la plaza en 1494, año en el que Maquiavelo había ingresado en la milicia, luego en el servicio público y la diplomacia, lle-gando a ser Canciller.

Como suele acontecer, con la generalidad de los grandes hombres, de su juventud, han puntualizado uno de sus más notables biógra-fos ideológicos (2), casi nada se sabe, salvo que aprendió Derecho y no llegó muy lejos en sus estudios. Por eso, para imaginarnos levemente su formación intelectual es impe-rativo el profundizar a fondo en cada una de sus obras. Una cosa es perfectamente cierta: en el año 1498, a sus veintinueve años, está registrado su nombramiento como Secretario de la Segunda Cancillería de la República de Florencia. Digamos, en cualquier caso, pues-to que esta circunstancia es esencial para conocer El Príncipe en toda su transcenden-cia que el Gobierno de Lorenzo el Magnífico, independientemente de su generosidad con los artistas, es, sin ninguna duda -y este es el juicio del profesor Renaudet-, una auténtica ti-ranía. El juicio de referencia fue recogido por Guicciardini -contemporáneo y amigo personal del propio Maquiavelo-, que dice que, si bien no se trataba de una tiranía de orden militar, si era una indudable tiranía civil, burguesa, de una familia, convertida por el Poder del Dinero, en dueña del Estado. Una tiranía, eso sí, que procuraba exhibir el aparato “militar” lo menos posible y que, incluso, mantenía con el Empe-rador Carlos V cierto aire de solemnidad. Aquí, justamente, aprendió Maquiavelo sus “prime-

un BeStSeLLer univerSaL:

93

ras lecciones políticas”. Especialmente la de “maquillar” toda acción despótica.

Releyendo serenamente las páginas de El Príncipe es obvio el llegar a la conclusión de que, ciertamente, se autovaloró en dema-sía habida cuenta de que el desempeño de la Secretaría de Estado no suponía el haber lle-gado a ninguna cúspide de la política italiana; tampoco las embajadas diplomáticas que cum-plimentó suponían nada del otro mundo; y, a decir verdad, el éxito de sus otros libros como “El Arte de la Guerra”, “Los Discursos sobre la primera década de Tito Livio” o “La Mandrágo-ra” más que al aprecio de su figura intelectual -importancia que estamos muy lejos de negar- casi nos inclinan a no saber con absoluta rigurosidad con lo cual de los Maquiavelos -el poeta, el historiador, el filósofo o el político- nos quedamos. Incluso esta circunstancia ha dado lugar a que, algunos críticos, le vituperen

en un área para alabarle, por el contrario, en otra; hay cierto “confusionismo” sobre su recia personalidad. Cabe preguntarse: “¿Cuál es el verdadero Maquiavelo?”. Uno de sus grandes comentaristas ha dicho (3) intentando responder a esta interrogante: se trata, en definitiva, de ópticas diversas; no de aproximaciones incompatibles. Si en El Prín-cipe haciéndose consejero de los poderosos, Maquiavelo se habría colocado en un alto lugar, en los Discursos se hace pueblo; y en La Mandrá-gora poeta. Esto no quiere decir, y es preciso el advertirlo, que se coloque donde se coloque, su mirada no permanezca igualmente penetrante y su método intelectual siempre sea riguroso. Sus libros son, se ha dicho -recomendamos la lectura detenida del importante ensayo que se le dedica en una notable publicación (4)-, brotes de las experiencias vividas, lo mismo que sus desenfadadas anécdotas y los saberes acumulados a lo largo de sus viajes.

un BeStSeLLer univerSaL:

94

La amargura maquiavélica es, en definitiva, el broche que cierra su vida; que nos ocultan sus lágrimas por haber confiado excesivamente en los seres humanos. Al fin y al cabo, aunque esta apreciación resulte un tanto rocambolesca, Maquiavelo acaba perdonándose a sí mismo. Y lo hace por el simple hecho de su propia finura y elegancia filosófica: sus raíces fami-liares. Nació en una familia cultivada, no con dinero, pero sí, por el contrario, con infinidad de libros que había devorado hasta la saciedad. Esas lecturas, naturalmente, consolaron las desgracias de los días aciagos.

A diferencia de lo que acontece con otros intelectuales, y no es menester exponer ejem-plo alguno, Maquiavelo acababa siempre encontrándose a sí mismo; el saber y la doc-trina lentamente elaborados en su espíritu al contacto de los hombres y los libros tomaban la forma de máximas, de sentencias, de princi-pios generales, e iban formando sensiblemente el amplio y diverso material de un sistema con-trolado por la experiencia y la razón. Intentaba escribir sobre política. Sabía -subrayar el pro-fesor Renaudet (5)- utilizar una lengua a la vez popular y culta, propia para las discusiones su-tiles como para las demostraciones rigurosas.

Pero lo mejor de Maquiavelo subyace en que, en todo momento supo ence3r la agría melan-colía que le dejó su cese político. Maquiavelo esperaba, como un apasionado enamorado, la llegada de la noche. Era el momento cum-bre, todo dolor desaparecía, todos los malos recuerdos quedaban confinados: era la no-che espléndida en que visitaba a los clásicos: “cuando llega la noche vuelvo a mi casa y entro en mi librería. Depósito en el umbral los emba-rrados vestidos de diario; me visto como para presentarse ante las cortes y los reyes. Vestido como conviene, entró en las cortes antiguas de los hombres de otros días; me reciben con amistad; junto a ellos me nutro con el único alimento que es el mío y para el que he naci-do. Me atrevo a conversar con ellos sin falsa vergüenza, y a preguntarles las causas de sus acciones; y es tan grande su humanidad que me responden. Y durante cuatro largas horas no siento ningún aburrimiento, olvido toda mi-seria, no temo ya a la pobreza; la muerte ya no me espanta. Vierto todo mi yo en ellos.

Conviene aclarar que Maquiavelo no es un predicador, un hombre de acción, es un me-

ro observador de las cosas que les acontecen a los políticos; un hombre de laboratorio, un hombre de gabinete que mira detenidamente los sucesos de la existencia y que acaba por admitir, como se decía por aquella época -la de su existencia-, que “nada hay de nuevo bajo el sol”; que las situaciones políticas, sociales y económicas se repiten de la misma manera hasta la saciedad: la lealtad y la traición, la valentía y la cobardía, la ingenuidad y la au-dacia. El hombre apenas si registra sensibles “variaciones” a lo largo de su vida: unas veces se torna noble, otras desleal; es la ambición la que dirige su periplo existencial. Por eso, he aquí su credo específico, “ni el cielo, ni el sol, ni los elementos han variado en sus mo-vimientos, o en el orden que los regía, desde los antiguos tiempos… Los hombres han naci-do, vivido y muerto siempre según el mismo orden”. Profundizando en su radical escepti-cismo advertimos en Maquiavelo, fruto de sus vigilias reflexionando sobre las obras de los clásicos, que ni el “bien” ni el “mal” están su-peditados -escribe el pensador florentino- a la rigurosidad de las reglas de la ética: el fin justifica los medios. Lo único importante es el Estado muy por encima siempre del inte-rés particular de los seres individuales. Por eso, como ha manifestado uno de sus más brillantes glosadores, Maquiavelo admira-ba profundamente las duras virtudes de los romanos y las de los viejos florentinos de la Edad Media, que amaban a su ciudad más que a su alma y su salvación eterna: frente a la idea estrecha, todavía antigua y medieval de la ciudad. Maquiavelo, ante la invasión extran-jera, elevará su culto a la idea de una nación que todavía no se había creado, pero que exi-gía ya hasta la abnegación, hasta el sacrificio. Ética de un poeta y un vidente (6).

Otra de las cosas que Maquiavelo vislumbra con harta precocidad, lo mismo que sucede en la generalidad de los Gobiernos del Mundo en la actualidad, es que, por regla general, en las diversas formaciones gubernamentales que conocemos -salvo muy contadas excepciones- no suelen estar “incorporados” los grandes talentos. Por eso, dice, en El Príncipe, éste no debe temer que nadie le haga sombra. Y, efectivamente, entre los hombres que en Italia dirigían entonces el juego político sólo halló tiranos mediocres, a la vez violentos y débiles, sin saber real, sin experiencia, sin verdadera energía; burgueses prudentes y calculadores,

un BeStSeLLer univerSaL:

95

deseosos únicamente de no arriesgar en el azar de las empresas los intereses de su banca o su negocio. Ni un solo hombre cuya expe-riencia o talento hubiera podido imponerse verdaderamente. ¿Ejemplos…? César Borgia, que durante tres años le había parecido ca-paz de crear y construir un vigoroso Estado autoritario, lo había perdido todo o lo había dejado perder todo en algunas semanas. Julio II, violento, apasionado, sin medida ni cálculo, llevaba, para ruina de Italia, una política de có-lera y ceguera. Otros dirigentes habían caído directamente en la maldad y la corrupción. De aquí las páginas que en El Príncipe consagrada al análisis del por qué de la corrupción y el modo de evitarla.

No está fuera del contexto temático al que nos venimos refiriendo el afirmar que, al fin y a la postre, Maquiavelo es víctima de sus propias ideas y, sobre todo, que cada fluctuación socio-política se paga cara. En la política, de cara al pueblo, no sirve el trasvase ideológico. Maquiavelo, avispado hombre público, probó su propio medicamento. Hay una hora, un momento, un minuto en el quehacer político; ni antes ni después; llegar e irse en el momento oportuno. Cuando se han defendido unas banderas, más o menos leales, y esas banderas caen a tierra, no sirve el esconderse; no es útil el judaísmo; no exonera lo más mínimo la sinceridad de la acción y, sobre todo, para nada vale -sólo para incrementar la indignidad- volver a llamar a la puerta de donde nos han puesto en la calle. Maquiavelo, de aquí su enorme desgracia, abandonó a los Médicis el tiempo preciso para que, una vez que retornaron al Poder el antiguo Secretario de Estado mendigase un nuevo puesto político. A pesar de su talento, de su ingenio y de su valía personal su hora, efectivamente, había pasado. A Maquiavelo, ha escrito un gran conocedor de su obra (7), de nada le sirvió volver a apoyar, dentro del convoluto revolucionario -ni tan siquiera como mero “condottiere”, a la dinastía de los Médicis, porque cuando recuperaron el poder en Florencia, lo primero que hicieron fu “despedirlo” como funcionario a dedo y, después, Cosme I le mandó apresar y torturarlo bajo la acusación de haber conspirado -la intriga el pecado capital de la época (no fue el único caso)- contra su familia. El Papa León X, segundo hijo de Lorenzo el Magnífico medió en su favor y pudo retirarse a San Casciano, donde vivió modestamente y pudo dedicarse

a la literatura, escribiendo sus grandes libros; a los que anteriormente hemos hecho referencia. Pero, a decir verdad, como nos ha dicho el filósofo Gabriel Albiac (8), Maquiavelo ya no volvió a ser el sonriente Secretario de Estado -sonrisa enigmática como la Gioconda de Leonardo- que el artista Santo di Tito había apresado con sus pinceles, de sus días de Florencia. Y es que, a Maquiavelo, le placía el bullicio de la política. No vivir en el destierro. Aunque, un dulce destierro para como esteban las cosas en su tiempo no le satisfacía. Para otro cualquiera, como subraya el escritor que acabamos de citar, un destierro como el suyo era una delicia después de tantas penalidades pasadas, o casi un paraíso. Porque el destierro lo es sólo a unos pocos kilómetros de Florencia y en el paisaje idílico de la pequeña finca -el albergaccio, dice él- que posee en Sant Andrea. Pero a Maquiavelo, la bucólica naturaleza lo aburre soberanamente. Mueve, pues, todas sus piezas para ser, de nuevo, empleado al servicio de la familia que estuvo a punto de ejecutarlo. En vano. Se duele de ello. Él es un profesional de la política: El mejor. Murió en 1527 sin alcanzar el gran reconocimiento que le brindará la posteridad, pues su pensamiento y su obra serán fundamentales para configurar, ya algo hemos dicho en líneas precedentes, la ciencia política moderna.

Hay que reconocerle, como la primera de sus cualidades humanas, que es un auténtico intelectual en posesión de una magnífica formación “autodidacta”. El profesor Maurizio Viroli, autor de uno de los libros más brillantes sobre el pensador florentino, nos indica que Maquiavelo aprendió su saber a través de los libros, infatigable lector desde los días de la niñez, y también, naturalmente, de su experiencia vital y del talante de los políticos de su tiempo. Admiraba particularmente a Dante, Petrarca y Boccacio. Para Maquiavelo, Dante fue maestro de estilo y de sabiduría; intentó imitar su estilo cuando escribió poesías y con frecuencia lo citó de memoria, tanto en sus libros como en las lecturas para sus amigos. Boccaccio le inspiró una concepción de la vida alegre, burlona e irreverente, cosa que, para júbilo de sus amigos, lo volvió dispuesto siempre a la frase punzante, al giro ingenioso y al relato que provoca la carcajada. Sin ofender, sin zaherir, siempre con compresión de la fragilidad de los hombres, empezando por él mismo (9).

un BeStSeLLer univerSaL:

96

Quien se aproxime a El Príncipe en busca de la morbosidad -la justificación de crímenes de Estado, de odios y de pasiones inconfesables- saldrá defraudado de la lectura. Maquiavelo es elegante, ingenuo y sencillo. En sus criterios está siempre presente el matiz lírico, pedagó-gico y filosófico de quienes fueron sus grandes maestros. Maquiavelo se forjó un concepto de la vida enteramente personal. Fue un escritor original, generoso y lleno de amor por las co-sas grandes: por la Patria, por el Hombre, por la Cultura. Sintió, como dice el profesor Viroli, admiración por la belleza, respeto por la vida y repulsión por la maldad humana. Él supo de la dureza de la existencia y, evidentemente, nunca pudo subrayar que los caminos de la vi-da constituyen un sendero de rosas. Téngase presente que la cuna de Maquiavelo, en pleno siglo XV, compendia todo lo bueno y todo lo malo que cabe simplificar en dos palabras: la belleza y la maldad. Florencia era eso: el cielo y el infierno. El esplendor florentino estaba ero-sionado por la debilidad de sus instituciones políticas. Bajo su cielo terso las pasiones de los hombres adquirían una particular intensidad: la política, las ideologías, se elucidaban fre-cuentemente en la sede de las plazas públicas. Como afirma el Dr. Viroli, Florencia se hacía amar y odiar. Amar por su belleza y elegancia; odiar por la falta de sabiduría política y por la mezquindad y egoísmos de demasiados de sus ciudadanos.

Y en ese marco contradictorio fue donde Maquiavelo se sintió, aún mismo tiempo, feliz y desgraciado. Y es que el hombre público, los de su época y los de su época y los de la nuestra, padecen heridas infligidas por la diosa Fortuna -así con mayúscula- que ya nunca cicatrizan. Por eso la vida de muchos políticos se circunscriben a lo que podríamos considerar un “antes” y un “después” de haber disfrutado del Poder. Esto acontece con Maquiavelo según especifican sus más notables glosadores: hay un “antes” de residir en Florencia y un “después” de emprender el camino del destierro. Aunque se trate de la misma persona se ha producido una metamorfosis que ni sus propios familiares reconocen: padece angustias que nunca experimentó antes; descubre en sí mismo dimensiones dolorosas que nunca había sentido y, finalmente, ve el mundo -su circunstancia vital- bajo una luz más fría. Descubre, y ahí están las páginas de El Príncipe, que unos días se siente más

fuerte y otros más vulnerable. En cualquier caso la pérdida del Poder ha transformado de forma muy profunda su personalidad, su optimismo, y la lejana alegría de otros días (10). Efectivamente, todos sus conocidos advierten que ya no muestran sus labios la sonrisa que el pintor Santi di Tito puso un día en su noble retrato. Ahora descubrimos una sonrisa dolorosa, profundamente triste: es la sonrisa diplomática que Maquiavelo se ve compelido a esbozar en la mañana del día 7 de noviembre de 1512, cuando la Señoría Suprema, con una lacónica comunicación, lo informa de que ya no es el Secretario de Estado. No sabemos, si en ese acto eminentemente maquillado por la cortesía que impone el momento, el pensador florentino acertó a pronunciar unas palabras de gratitud por la confianza que hasta entonces en él, los altos dirigentes del Palazzo Vecchio -marco donde tuvo lugar la penosa ceremonia- habían depositado. Lo único cierto es que, al cerrarse las verjas del lugar institucional, una nueva vida empezaba para Maquiavelo.

El resto de sus días, rebosantes de melanco-lía, los consagró al análisis del comportamiento tan escasamente riguroso de los hombres, del Estado y de las diversas instituciones de carác-ter socio-político. Dicho de otra manera: a la profunda reflexión de la inestabilidad , riguro-sidad y lealtad de la “cosa pública”. No nos vale, piensa Maquiavelo, el ejemplo de los hombres y de los pueblos que nos han precedido; los políticos siempre son diferentes; lo mismo que los hechos históricos; lo mismo que las ideo-logías. Diríase, subraya en un momento de profunda tristeza, que la mente, el corazón y la misma constitución física de los seres humanos siempre es diferente: cuando la comedia de la vida nos cansa, es hora de la historia; y buena manera de vivir es pasar de la una a la otra. Nos queda -dice el florentino- otro importante consuelo: alejarnos del mundo. Ciertamente, cuando la vida se encamina hacia el final, mu-chos hombres empiezan a alejarse del mundo. Dejan a los demás las preocupaciones por el futuro, guardan los sueños y las fantasías; en-frían las pasiones; reducen a sus familiares el círculo de afectos, sobre todo a los hijos; y por encima de todo buscan la quietud, como si quisiesen prepararse para la inmovilidad, el silencio y la soledad eterna.

Maquiavelo, desde Sant’ Andrea, no se resigna a la suerte del silencio y sigue

un BeStSeLLer univerSaL:

97

“incordiando” a los hombres públicos de su momento: está más que nunca sumido en la “política” -aunque en la distancia-, exhorta a príncipes y a capitanes de los ejércitos con el fin de que asuman sus tesis para salvar a Italia de la vergüenza extrema. Y a estos propósitos redacta, especialmente, sus dos libros más significativos: “El Príncipe y “El Arte de la Guerra”. El amor a la Patria, subraya el profesor Viroli (11), casi le hizo perder su alma. Aunque creyente no tuvo tiempo, salvo en los últimos días de su vida, para poner orden en su existencia y hacer penitencia. Sí que pensó en una redención,k pero en una redención muy suya, no ya en compañía de los santos y beatos, a quienes no ama, sino de los grandes hombres de Estado, de los legisladores, los filósofos de la política, los capitanes y los héroes que no necesitan a Dios porque se han vuelto dioses ellos mismos con la fuerza de su inteligencia y de su ánimo, y viven en un mundo total y solamente suyo, rodeados por la luz de la verdadera gloria.

Así y todo, absoluto espíritu contradictorio, muere confortado por los Santos Sacramentos, que le administra un fraile anónimo -Fray Ma-teo- el día 21 de junio de 1527. Ningún otro autor ha mantenido, como él, una más intensa actualidad. Cierto es que fue, desde la apa-rición de las páginas de El Príncipe, el gran visionario de los problemas que, en todo tiem-po y lugar, plantea el ejercicio de la política. Para George Sabine, el prestigioso politicólogo contemporáneo (12), nadie percibió con mayor claridad que él la corrupción moral y política que acompañaba a la decadencia de lealtades consuetudinarias, y sin embargo, acaso no hubo quien sintiese una nostalgia más aguda de una vida social más sana, tal como la que representaba a su juicio la antigua Roma. Cier-tamente, nadie conocía a Italia tan bien como Maquiavelo. Y sin embargo, aunque escribe en vísperas de la Reforma protestante, casi no se da cuenta del papel que había de desempeñar la religión en la política de los dos siglos si-guientes. Para Maquiavelo, aunque creyente y muerto en el seno de la religión católica no había, sobre la tierra, otros Caballeros Andan-tes que los profesaban la fe de la política. Su célebre “cese” político le convirtió en un ser an-tisocial o, lo que es lo mismo, en un hombre sin amo. Maquiavelo es, volvemos al pensa-miento del profesor Sabine, el teórico político del “hombre sin amo”, de una sociedad en la

que el individuo se encuentra solo, sin más motivos ni intereses que los proporcionados por su propio egoísmo.

¿Qué era, en verdad, Maquiavelo?, ¿Político?, ¿Filósofo?, ¿Diplomático? La respuesta nos la ofrece el profesor Sabine: los escritos políticos de Maquiavelo pertenecen más bien a la lite-ratura diplomática, de la que hay abundantes muestras debidas a los escritores italianos de la época, que a la teoría de la política. El juego político no se ha desarrollado nunca con mayor dureza que en las relaciones entre los Estados italianos de la época de Maquiavelo. Nunca han contado más los cambios y vueltas de las negociaciones que entre aquellos gobernan-tes, todos ellos aventureros que basaban sus éxitos por igual en la habilidad del juego y la fuerza menos disimulada. Es evidente que una proporción muy alta de “diplomáticos de carre-ra”, a través de estos cinco siglos transcurridos desde la publicación de El Príncipe, admiran profundamente a Maquiavelo. Es, en opinión de Sabine (13), un escritor superlativo para los diplomáticos. Pero claro está -puntualiza el autor citado- los escritos diplomáticos son es-pecialmente dados a exagerar la importancia del juego por el juego y a reducir al mínimo la que corresponde a las finalidades por las que es de presumir que se juega. Da por supuesto naturalmente que la política es un fin en sí. De aquí, subraya el autor cuyo pensamiento segui-mos, que una de las más claras advertencias que se formulan en El Príncipe es la necesidad de tener muy presente la peculiar caracterís-tica de la “naturaleza humana”; la naturaleza humana hace de la lucha y la competencia ras-gos normales de toda sociedad. Por eso, para Maquiavelo, los hombres cometen siempre el error de no saber poner límites a sus esperan-zas.

¿Quién fue, en rigor, Maquiavelo…? Es obvio que el carácter de Maquiavelo y su verdade-ro significado han sido, como reconocen la generalidad de los intelectuales que se han enfrentado con su obra, uno de los enigmas más borrosos de la Historia de la Ciencia Políti-ca Contemporánea: ¿Cínico?¿Ardiente Patriota? ¿Demócrata? ¿Adulador? ¿Mero intelectual? ¿Aventurero? ¿Hombre abandonado por la For-tuna? La verdad, lamentablemente para él, fue un hombre, como ha afirmado el profesor Quentin Skinner, olvidado de los dioses en ple-na juventud, en la mejor hora, en el momento

un BeStSeLLer univerSaL:

98

más adecuado, cuando mayor era su ingenio y más grande su esperanza (14). Cierto es que, contraviniendo su propio credo político, se humilló ante los grandes mandatarios floren-tinos; rozó temas peligrosísimos en la política cotidiana; habló de la abyección hacia el man-datario; habló del desprecio dinástico e hizo, dentro delo posible angustiosos ejercicios de demagogia y aconsejó al pueblo, desde dentro del ámbito de su cargo público, que se esfor-zarse en buscar sus “virtudes” para derrocar al tirano. Finalmente ejerció la ironía y el engaño: esto se paga muy caro en política. Sus enemi-gos, además, no confiaban en su gracia lírica -quiso ser poeta-.

No obstante cuanto antecede, la pausada lectura de los clásicos y las sumarias pretensio-nes de ser “poeta”, la verdad es que Maquiavelo tuvo una irreprimible pasión por el bienestar burgués, por la riqueza y por el poder políti-co. Todos sus libros denotan esta inclinación y todas sus acciones políticas, especialmente la finalidad del cumplimiento de las “misiones di-plomáticas” que se le encargan están, sin duda, caracterizadas por ver que se puede obtener de sus esforzados trabajos: ver que se puede ganar. Maquiavelo, ya lo hemos subrayado en otro lugar (15), mira pocas veces -a pesar de que infinidad de veces se declara católico- al cielo. Ya el viejo Leonardo da Vinci había afir-mado que “nunca se extravía aquel que mira fijamente a una estrella. Maquiavelo, dice otro de los conspicuos glosadores de su obra (16) no mira apenas al cielo; sus puntos de vista permanecen bastante al ras de la tierra: man-tiene los pies sobre el suelo, mira a la Fortuna de frente, e incluso si es adversa, resiste, se aferra a ella y no se mueve más que avanzar. No hablemos, ha escrito Edmondo Barincou (17), pues, de las contradicciones, de las fluc-tuaciones que a veces nos encontramos en sus exposiciones ideológicas; Maquiavelo no es un hombre de acción, sino un teórico. El cauce de su existencia es muy parecido al cristalino des-lizamiento de un célebre español -el Guadiana-; surge, avanza, se detiene, se oculta, desapare-ce y torna a surgir a la intemperie. Su propia existencia, ha dicho otro de los analistas de su personalidad y de su obra -nos referimos al profesor Italiano Prezzolini-, constituye una obra maestra: El destino de esta existencia ejemplar, tan curiosamente repartida entre veintiocho años de oscuridad casi total, cator-ce de actividad intensa prácticamente estéril,

catorce de inactividad diversamente fecunda y dos años de vuelta a la acción, está estrecha-mente ligada al propio destino de Florencia. Durante todos estos años Maquiavelo jamás se cansa de predicar este singular adagio: es verdad probada que la Fortuna rige la mitad de nuestras acciones y que nos deja la otra mitad a nuestra propia decisión personal; o, lo que es lo mismo, la ciega luz de la Fortuna guía a los hombres. De aquí, como muy bien se expresa en las páginas de El Príncipe, la primera y más transcendental condición del político consiste en ser “afortunado”.

Esta condición se cumplió a medias en el propio Maquiavelo puesto que su existen-cia, en los primeros años de su juventud, fue profundamente esperanzadora y, como he-mos visto por cuanto hemos afirmado en las líneas precedentes, cruelmente desoladora en los últimos años de su vida. Como prove-niente de una familia con cierto acomodo, su padre era un jurista sumamente prestigioso -véase la obra de Valerio Marcu (18), pudo permitirse unos cuantos años de singular dis-tracción; buscando caminos para el futuro; sopesando situaciones e ilusiones burocráti-cos. Tuvo siempre muy claro que, a pesar de los antecedentes familiares, no sería jurista. De el Derecho tan solo le atraía lo tocante a la dimensión humanitaria de las leyes. Él era hombre de ingenio y como tal la vida de funcionario le era muy poco atrayente. Su di-mensión auténtica, como hombre de su época (la vigencia del Renacimiento), la constituía el Humanismo: ser hombre de letras (ser, ante todo, poeta). Este sueño, naturalmente, le du-ró poco puesto que, necesariamente, había que buscar un empleo. Y la poesía, aunque era camino extraordinario para alcanzar rápi-damente la fama, no daba para mucho. Había que caminar por el sendero de la casuística jurídica antes que por cánones líricos. Casual-mente, nos imaginamos que por la prestigiosa carrera de su padre y las manos amigas como intercesoras, llegó la “llamada” de Lorenzo de Médicis. Lo que Maquiavelo no supo, hasta muy tarde, las espinas, las intrigas y dolores que implica, a la larga, el ejercicio de un cargo político. En el que, por regla general, nunca se garantiza nada. Y allí aprendió Maquiavelo los reveses de la vida, el abismo que se abre entre el cielo y la tierra, entre la moralidad la inmoralidad. Y, especialmente, que la Po-lítica es una ciencia intensamente fría en la

un BeStSeLLer univerSaL:

99

que, incluso, querer conservarse neutral ante los diversos acontecimientos que se suceden resulta ser una postura fatal, sospechosa e inadmisible. Por eso seguramente, como ha escrito uno de los mejores analistas de la vida de Maquiavelo (19), los florentinos del tiempo de los Médicis querían emplear sus conoci-mientos y observaciones políticas en servir solamente a lo posible y real, no a lo ideal.

Maquiavelo, efectivamente, escribió El Prín-cipe para que sirviese de buenos consejos al superior mandatario. No es un manual para ser mejor o peor “funcionario”. Sus consejas, sus avisos y sus puntualizaciones ideológicas van dirigidas a quien tiene la suprema rienda del Estado. En consecuencia, si somos since-ros debemos de recomendar que las clases políticas de los regímenes no debieran, para no confundirse, ni leerlo por asomo. El libro va dedicado a la cúspide del Poder y, dentro del mismo, todavía no se han puesto de acuer-do los politicólogos en determinar el “modelo” del alucinante “Príncipe”. Dos figuras, parece ser, disputan el protagonismo: César Borgia y

Fernando de Aragón El Rey Católico. Dejemos las cosas como están y no nos inclinemos ni por una ni otra “titularidad”. Para consuelo de las clases políticas inferiores podemos con-tar, ciertamente, con “El Político”, de Gracián; “Las Empresas Políticas”, de Saavedra Fajardo; “El Político”, de Azorín y “El Libro del Político”, de Pedro de Lorenzo, en donde los funciona-rios de segunda línea pueden perfectamente encontrar la “medicina” de los males, de las desilusiones y de las crueldades que supo-ne tener, un día que dejar el Poder. En este sentido es absolutamente diáfano Maquiavelo cuando advierte que, por muy feliz que sea el político, por muchas elecciones que gane y por gozosa que sea su popularidad, la Diosa de la Fortuna le abandona irremisiblemente en una determinada hora. He aquí la sugestiva interrogante maquiavélica: “¿Durante cuánto tiempo suele mostrarse amable con los mor-tales…?” Ella replica: “Con ninguno por mucho tiempo” (20).

El buen Príncipe imitará al zorro (en el área diplomática) y al León (en las batallas); no ne-cesitará poseer virtudes sino aparentar que las tienes; ha de saber hacer el mal y el bien, se-gún las circunstancias: no puede dudar llegada la hora de tener que eliminar a quien le sea adverso; el Príncipe hará del fingimiento de un arte; un gobernante eficaz no debe tener pie-dad; deberá saber que es mejor ser temido que amado y, finalmente, deberá saber distraer al pueblo y se asegurará que las brillantes mentes le sean favorables. En las grandes decisiones gubernamentales deben de intervenir menos gentes que más.

Maquiavelo, como ha escrito M. Brion (20), en sus tiempos de Florencia se dispuso a ser un “buen funcionario”. Las responsabilidades profesionales de Maquiavelo eran absorbentes, pero no hasta el punto de impedirle sus paseos cotidianos; ni impedirle dejar descansar la plu-ma; o dejar incluso un expediente pendiente hasta el día siguiente. Él pensó, lo mismo que tantos hombres, en crear un mundo mejor. La Fortuna le abandonó muy pronto.

Conjuntamente con Francisco Guicciardi, su álter ego en el quehacer político de la época -mente igualmente prodigiosa-, nos advirtió de que el político no debe hacer proyectos sobre aquellos que no se posee; ni gastar sobre ga-nancias futuras, porque a veces éstas no tienen

un BeStSeLLer univerSaL:

100

lugar. Y, finalmente (21), no creas a los que; conociendo su caída en desgracia, afirman que dejan el gobierno, la política, para poder “des-cansar”. He aquí el compendio de las lecciones

que, desde hace cinco siglos, se dignó, desde su confinamiento en Sant ‘Andrea -su modesto albergaccio-, ofrecernos uno de los hombres más admirados del pensamiento político.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Demicheli, Tulio H: 500 AÑOS DE “EL PRÍNCIPE” DE MAQUIAVELO. Sección Cultural ABC, martes 10 de diciembre de 2013, página 48 y siguientes.

(2) Renaudet, Augustin: MAQUIAVELO. Editorial Tecnos, S.A., Madrid 1965, pagína 36 y siguientes.

(3) Varios Autores: REVISTA FILOSOFÍA HOY: (EL MISTERIOSO FLORENTINO). Editorial Globus, número 1, Madrid 2010, página 26 y siguientes.

(4) Varios Autores: REVISTA FILOSOFÍA HOY: (Artículo citado), página 22.

(5) Renaudet, Augustin: OBRA CITADA. Página 82.

(6) Renaudet, Augustin: OBRA CITADA. Página 84.

(7) Albiac, Gabriel: UNA INFINITA INTELIGENCIA. (Artículo publicado en la Sección Cultural de ABC, martes 10 de diciembre de 2013, página 49.

(8) Viroli, Mauricio: NICOLAS MAQUIAVELO (LA SONRISA DE MAQUIAVELO). Biblioteca ABC, Protagonistas de la Historia, Madrid, página 25 y siguientes.

(9) Viroli, Maurizio: OBRA CITADA, página 40.

(10) Viroli, Maurizio: OBRA CITADA, página 128.

(11) Viroli, Maurizio: OBRA CITADA, página 229.

(12) Sabine, George: HISTORIA DE LA TEORÍA POLÍTICA. Editorial Fondo de Cultura Económica, México 1945, página 252.

(13) Sabine, George: OBRA CITADA. Página 255.

(14) Skinner, Quentin: MAQUIAVELO. Sección de Ciencia Política, Alianza Editorial, Madrid 2008, página 52.

(15) Nin de Cardona, José María: DE MAQUIAVELO A LA REVOLUCIÓN CULTURAL MAOISTA. Editorial Sala, S.A., Madrid 1974, página 12 y siguientes.

(16) Barincou, Edmond: MAQUIAVELO. Biblioteca Salvat de Grandes Biografías, Salvat Editores, S.A., Barcelona 1985, página 31.

(17) Barincou, Edmond: OBRA CITADA, página 24.

(18) Marcu, Valeriu: MAQUIAVELO (LA ESCUELA DEL PODER), Colección Austral (España Calpe, S.A.), Madrid 1967, página 318 y siguientes.

(19) Marcu, Valeriu: OBRA CITADA. Página 42 y siguientes.

(20) Brion, Marcel: MAQUIAVELO. Editorial Vergara (Grupo Zeta), Madrid 2003, página 64 y siguientes.

(21) Guicciardini, Francisco: DE LA VIDA POLÍTICA Y CIVIL. Colección Austral (España Calpe, S.A.), México, página 23 y siguientes.

101

eL primer naufragio

D. José María Nin de Cardona.De la Real Academia de

Jurisprudencia y Legislación Caballero de Yuste.

LA ESFERA DE LOS LIBROS. Madrid 2011, 1.296 páginas.

Pedro J. Ramírez.

No lo sé explicar pero, a decir verdad, la pro-funda lectura de este libro en el que se expone con todo detalle el proceso revolucionario que culminó con el cruento golpe de Estado que Ro-bespierre, Danton y Marat prepararon contra el primer parlamento elegido en Francia por sufra-gio universal masculino, me trae a la memoria dos cosas: una, el principio tantas veces repe-tido en el área de las ideologías socio-políticas, de que la revolución -incluso la considerada co-mo más inocua- acaba devorando a sus hijos; y otra, el recuerdo de la admirable pintura que debemos al artista romántico Eugéne Delacroix “La balsa de las medusas”. Lienzo que retra-ta un impresionante naufragio en diputados y hombres públicos diversos que de alguna mane-ra contribuyeron a la eclosión de la Revolución Francesa que se inició el 5 de mayo de 1789. Este libro que debemos a uno de los periodistas na-cionales más importantes del momento viene a demostrarnos, al mismo tiempo, que el término “revolución”, como nos indica el Nuevo Espasa Ilustrado, implica casi siempre un cambio vio-lento en las instituciones públicas, económicas o sociales de una determinada nación. Y así es, no es menester esforzarnos mucho para demostrar que el pueblo que sufre en su seno un proceso revolucionario de determinada identidad o nivel social, pierde bastantes de los matices idio-sincrásicos que lo caracterizaban. Cierto es, al mismo tiempo, que todo no resulta negativo en el proceso revolucionario ad hoc; así tenemos

el resultado de la Constitución estadouniden-se de 1787, la propia Constitución francesa de 1791 y ¿Por qué no citarla…? La Constitución de las Cortes de Cádiz de 1812. Todas estas cons-tituciones, de innegable fondo, revolucionario, cristalizaron en sendas manifestaciones del re-conocimiento de los Derechos del Hombre. A la de Cádiz, incluso le debemos, la creación de una sugestiva etiqueta socio-política que ha hecho fortuna: el liberalismo.

Pedro J. Ramírez ha escrito el libro más im-portante de cuantos se han publicado en los últimos tiempos sobre el singular proceso de la Revolución Francesa. Se trata de una obra que exige la absoluta colaboración del lector de la misma: hay que releer varias veces los juicios ideológicos que se exponen e ir tam-bién, varias veces, a la consulta de las notas bibliográficas. Hay que tener, además, un es-quema ideológico de la terrible personalidad de las tres figuras claves de la Revolución: Robespierre, Danton y Marat. Desplegar un es-pecial cuidado en la distinción de matices que caracteriza al amplísimo elenco de hombres que hicieron posible el mencionado proceso revolucionario; valorar la buena fe de muchos de esos hombres; y también la absoluta mise-ria humana que caracterizó a otros. El autor realiza un soberano esfuerzo para lograr la concordancia intelectual -sería mejor decir lite-raria- de los acontecimientos que analiza. Hay, por lo tanto, en estas páginas una perfecta sin-cronización entre los juicios críticos del autor y su quehacer de investigador histórico.

La veteranía del autor, como espectador y glosador de la “cosa pública”, se pone de ma-nifiesto desde las primeras líneas de su libro; conoce perfectamente -permítasenos la expre-sión- el alma del hombre público; avalan su trabajo esos treinta años sobre las rotativas de los periódicos nacionales y sus libros de gran éxito como “Amarga Victoria”, “El desquite” y, muy especialmente, sus “Encíclicas Dominicales” –término del que nos hacemos personalmente

eL primer naufragio

102

responsables- insertadas en las páginas del ro-tativo “El Mundo”, en las que somete a profunda revisión los principales problemas de nuestra Patria. Glosas que gozan, en todos los ámbitos intelectuales, un inmenso prestigio por el acier-to de los temas elegidos, la veracidad de sus juicios y la elegancia de su prosa.

Pedro J. Ramírez ha escrito un libro denso, original, sistemático y prudente. El autor es el primer interesado en saber y concretar lo que, en verdad, aconteció en el marco de tan dramá-tico acontecimiento. Este libro, por supuesto, no se escribe en una semana, en un mes, en un año: precisa infinitas vigilias de estudio, de meditación y de reflexión espiritual: el libro lo protagonizan los hombres; no los seres irracio-nales. El libro es voluminoso; el autor examina a los hombres, a los hechos y hasta el más insig-nificante de los episodios revolucionarios. Para dar cuenta de su contenido ideológico se impo-ne el llevar a cabo una labor de síntesis; espigar, aún sabiendo el riesgo que corremos, por la per-sonalidad, los criterios políticos y sociales más destacados y, naturalmente, detenernos breve-

mente en lo que podríamos considerar como los momentos estelares del sugestivo episodio revolucionario; que van desde el 5 de mayo de 1789 –Apertura de los Estados Generales- al 9 de noviembre de 1799 –Toma del Poder por Na-poleón-. El autor nos recuerda que, de la misma manera que ha acontecido en otros procesos revolucionarios, una campana se encarga de ofrecer el tañido del comienzo revolucionario: “Un bourdon no sólo es una campana mayor, si-no también un abejorro, y lo que brota ahora de su panza de plomo verdoso cual zumbido de alarma es el repique insistente del tocsín revo-lucionario. Es la señal temida y esperada. Es el sonido martilleante y febril que invita a los ciu-dadanos a acudir a sus secciones, movilizando a los sans-culottes y sembrando la inquietud en los barrios más acomodados. Es el anuncio de que la legalidad queda en suspenso y todo -per-sonas, propiedades, derechos- vuelve a estar en el aire”. Efectivamente, es la hora de lanzarse a la calle para los activistas de sangre caliente. La de esconderse, porque la huída es imposible, para quien tiene algo que ocultar o que temer. Es decir, para cualquiera con vínculos aristocráti-cos, sentimientos monárquicos expresados ante los vecinos o simples afinidades moderadas.

En la descoordinación revolucionaria inicial es fácil advertir -señala el autor- que mientras una parte de ellos se manifestaba ante los Cordeleros gritando “Marat a la guillotina”, e incluso en las cercanías del Temple, pidiendo que no se juzgara al rey, dando vivas a Roland y reclamando las cabezas de Marat, Danton y Robespierre -el “triunvirato” detestado por los moderados-, otra parte cada vez mayor con-fraternizaba con los sans-culottes e iba siendo captada por los jacobinos a través de la llama-da Sociedad de Defensores de la República Una e Indivisible. El nombre no era baladí, pues su-gería que había quienes querían desmembrar y trocear Francia, y ese pecado de “federalismo” pronto sería un delito penado por la guillotina.

Como puede imaginarse el lector de este libro Pedro J. Ramírez pasa detenida revista, valoran-do adecuadamente su actuación socio-política, a los líderes revolucionarios más destacados: Vergniaud, Brissot, Buzot, Condorcet, Pétion, Saint-Etienne, Lanjuinais, Barbaroux, Roland, Barére, Desmolins, Saint-Just, Séchelles, Saint-André, Bourdon, Tallien y, por supuesto, no olvida a las “esclarecidas” señoras Roland, Teresa Cabarrús y Madame Récamier. Ya he-

eL primer naufragio

103

mos dicho anteriormente, y volvemos ahora a insistir en esta cuestión, que las tres figuras re-volucionarias señeras están representadas por Danton, Marat y Robespierre.

Danton, nos dice el autor, era un hombre que se adaptaba a cualquier situación. Se sen-tía en la república parlamentaria como pez en el agua, pero de igual manera que había acep-tado el dinero de la Corte, tampoco le habría hecho ascos ni a una restauración orleanista o incluso borbónica, ni a cualquier otra fórmula autoritaria. Siempre, claro está, que la auto-ridad la ejerciera él. Es el prototipo, siempre existente en el ejercicio de la política, que sabe acomodarse a cualquier situación.

Marat, en cambio, no le basta con neutralizar a sus adversarios. Él lo que quiere es liquidar físicamente a sus enemigos. Lo que tantos piensan, lo que pocos dicen. Por el bien del Pueblo y de la Revolución. Para él “la Revolución es violencia”. O más exactamente, precisa de constantes “sacudidas violentas” que impidan la “cristalización” de los elementos dispersa-dos por el anterior espasmo. Así de sencillo: en la política, como en la mineralogía. Él es un científico social. Marat decía al comienzo de la Revolución que para evitar “los ríos de sangre” era preciso verter “algunas gotas”. Pero sus an-sias de incrementar el caudal, como se dice en este libro, fueron aumentando cada vez más.

¿Qué es lo que quería Robespierre? Para el autor de estas páginas, Robespierre no tie-ne en la cabeza el pluralismo democrático, sino la antinomia entre “voluntad republica-na” y “voluntad monárquica” abdicando de la separación de poderes y de los propios me-canismos de control del gobierno. No habla expresamente de dictadura, pero coquetea abiertamente con ella, al subrayar el inconve-niente de afrontar la “enfermedad mortal” de la guerra con el problema adicional de la “divi-sión de voluntades”. Es la coartada del estado de excepción que daría paso al autodenomi-nado Gobierno Revolucionario. Hay otro matiz en la personalidad de Robespierre que no se le escapa al autor: emocional e intelectualmente Robespierre rompió todos sus lazos de unión con la burguesía de la que, al fin y al cabo, pro-cedía. Robespierre, en todo caso, ve al pueblo simultáneamente como una criatura infantil a la que hay que encolerizar e instruir y como un instrumento al que hay que armar y pagar.

No tiene, pues, que extrañarnos que algún observador internacional llegado a Francia para comprobar sobre el propio terreno la evolución de la Revolución, acabase suicidándose al com-probar que el proceso revolucionario francés dictaba muchísimo del programa confesional de sus ideales románticos: al no descubrir otra cosa en el mismo que “el rostro de la anarquía”: “He venido a Francia para gozar de la libertad, pero Marat la ha asesinado. La anarquía es más cruel aún que el despotismo. No puedo resistir el do-loroso espectáculo del triunfo de la imbecilidad y de la inhumanidad sobre el talento y la virtud”.

Evidentemente ese presunto observador internacional no fue el único en darse cuenta de que la tiranía sigue siendo tiranía por mu-cho que se enmascare. Así, el revolucionario Isnard, citado oportunamente por Pedro J. Ra-mírez, puntualiza: “Es fácil reconocer en estos momentos la efervescencia del sentimiento que implica la libertad. Pero mantenerlo es preciso obedecer a las leyes. Sabed que la ti-ranía, por el hecho de que se esconda en un sótano o se muestre en las plazas públicas, de que esté sobre un trono o sobre la tribuna de un club, de que se presente brillante de oropel o sans-culotte, de que lleve una corona o un gorro, no es menos tiranía. El pueblo francés ha jurado no sufrir ninguna. La Convención, órgano de su voluntad, no se dejará influir por ninguna violencia”.

Justamente, meditando serenamente sobre las páginas de este libro, es evidente que en el largo proceso de la Revolución Francesa, cam-peó un auténtico sentido “patriótico”. Otro de sus diputados no duda en afirmar lo siguien-te. “Cuando en la misma balanza se pone a un hombre y a la Patria, mi elección no tiene duda. Me inclinaré siempre por la Patria a la que ado-ro, a la que adoraré siempre, a la que adoraré hasta la tumba. Declaro que si mi sangre fuera necesaria para salvar a la Patria, no haría falta verdugo. Yo mismo llevaría mi cabeza hasta el patíbulo, yo mismo haría deslizarse la cuchilla fatal que debería cortar el curso de mi vida, yo mismo sería el sacerdote que inmolaría a la víctima”. Ninguna intervención parlamentaria refleja como esta el frenesí dialéctico hacia el que la Revolución había empujado a sus hijos, leemos en las páginas de esta obra.

Pero al final, a pesar de tan buenos propó-sitos suscritos por los “padres de la Patria”, el

eL primer naufragio

104

buque de la Revolución Francesa se hunde: “El barco de la Revolución, que tantas veces ha-bía surcado los océanos del idealismo y la fe en un mundo mejor, y tantas otras había sido azotado por las tempestades más frenéticas, reflejadas en los principales oradores de la Convención, acaba de estrellarse contra el acantilado de una emergente dictadura de nue-vo cuño, camuflada aún en medio de la bruma. Ni el “ancla de las propiedades” ni menos aún “la de la moral pública”, a las que se habían aferrado nobles diputados de sana intención, impidió el “naufragio revolucionario”. Así lo explica el autor: “Apenas diez meses después del derrocamiento de la Monarquía por la fuer-za, apenas cinco meses después de la ruptura simbólica y material con el Antiguo Régimen mediante la ejecución del rey, la representación nacional había sido mutilada, igualmente por la fuerza. Había ocurrido sin derramamiento de sangre -a la hora de la verdad esta vez nadie defendió las Tullerías-, pero a través del mismo procedimiento insurreccional empleado para establecer la República, haciendo caso omiso a la voluntad general expresada en las urnas”.

Y, como suelen finalizar los procesos revolu-cionarios, por importantes que sean, se acaba por pedir un líder -y vuelta a empezar-: “El toc-sín de la libertad suena, ¿Y me preguntáis lo que tenéis que hacer?”. Comenzó una nueva era: la época que inauguraba el nacimiento de los totalitarismos.

Ahora es legítimo el preguntarse: ¿Por qué Pedro J. Ramírez ha escrito este libro? El au-tor manifiesta que el tema de la Revolución Francesa ha sido siempre una de las etapas de la Historia Universal por la que siempre ha sentido una especial fascinación: en ninguna otra etapa de la civilización -escribe- se han planteado los problemas esenciales de la de-mocracia de forma tan intensa y dramática en un periodo de tiempo tan breve -los cinco años que van de la caída de la Bastilla a la ejecu-ción de Robespierre-, en un lugar tan reducido -el centro de París-, con un elenco de persona-jes tan deslumbrantes y, encima, dejando una documentación tan copiosa y preciosa de lo su-cedido. La suma de todo ello me ha empujado a escribir El primer naufragio: es decir la po-sibilidad de reconstruir con precisión, a partir de fuentes originales, los debates y episodios que desembocaron en un acontecimiento tan importante para la cultura política contempo-

ránea como el golpe de Estado jacobino contra el primer parlamento elegido por sufragio universal masculino en una de las grandes na-ciones de la Tierra.

Para los revolucionarios franceses, añadi-mos nosotros por nuestra cuenta y riesgo, el reconocimiento de los Derechos del Hombre, llegó a constituirse en una especie de religión: evangelio político, social y económico que, con posterioridad, han tratado de implantar las grandes organizaciones políticas interna-cionales con escaso éxito. Los revolucionarios franceses anhelaban, como en algún lugar de este libro hemos leído, una revolución que afec-tase al espíritu. A decir verdad esta posición idealista no llegó a imperar en los corazones revolucionarios. En cierto modo, habida cuenta de la imagen que nos ofrece el Mundo con-temporáneo, sigue teniendo su plena validez, la afirmación de uno de los integrantes de la Revolución Francesa: “Sólo sabemos regene-rarnos por la sangre…”. No en vano, como muy bien puntualiza Pedro J. Ramírez, la Revolu-ción supo honrar a sus héroes. En el funeral -o en el adiós gubernativo-, ofrecido a la me-moria de Le Peletier, se pronunciaron estas bellas palabras que el autor recoge en su libro: “No estamos ante una muerte vulgar. Que la superstición se incline ante la religión de la li-bertad. Que imágenes verdaderamente santas, verdaderamente solemnes, hablen a los cora-zones compungidos. Que el cuerpo de nuestro virtuoso colega, descubierto ante los ojos de todos, deje ver la herida mortal que ha recibi-do por la causa del pueblo. Que una inscripción refleje con enérgica sencillez el glorioso mo-tivo de su muerte. Que el hierro parricida, santificado por la sangre de un patriota, brille ante nuestra vista como testimonio de los fu-rores de la tiranía y sus viles adoradores. Que sus vestidos ensangrentados impacten en las miradas de los ciudadanos y pronuncien por adelantado la sentencia de muerte contra el asesino de la Patria”. Con estas palabras que, acaso bien pudieran haber sido pronunciadas por el poeta revolucionario Chénier, tenemos un claro testimonio de que, ciertamente, tam-bién hubo poesía en tan dramático proceso revolucionario tan dignamente estudiado por el gran escritor y periodista Pedro J. Ramírez que ha escrito una obra de auténtica referencia para saber si existió o no, y en qué grado, au-téntica “sincronización” entre los ciudadanos franceses y sus brillantes dirigentes.

105

José María Nin de Cardona.De la Real Academia de

Jurisprudencia y Legislación Caballero de Yuste.

iLuStríSima Señora doña eteLvina Hernández francH: dama egregia de La reaL

aSociación caBaLLeroS deL monaSterio de yuSte.

Afirma Fray Tomás de Kemis, en clara refe-rencia a los seres mortales anónimos, que el ser humano cuando llega al final de sus días sobre la Tierra, es “como un ave cuyo vuelo no deja rastro; como una nave que surca el mar y cuya estela se esfuma; como una saeta disparada que no deja huella; como una pe-lusa que arrebata el viento; como la espuma que la tempestad deshace”. Esta afirmación de inequívocos matices escatológicos puede, efectivamente, que sea cierta referida a un in-gente números de mortales que han pasado por la existencia con los ojos ciegos, con la boca tapada y con los oídos sordos a la suma belleza que puso el Creador en todas las co-sas. Pero no siempre sucede así y, sobre todo, cuando se ha vivido con honestidad, con dig-nidad y amor a todas las cosas. Es el caso de nuestra gentil Dama Doña Etelvina: vivió sus luengos años con inequívoca fe, con caridad y altísima espiritualidad. Supo respetarse a lo largo de su existencia; comunicó a todos su elegancia, su finura de espíritu y jamás hizo traición a sus palabras; buscó siempre el lado amable de las cosas, hizo de la amistad un monumento, comunicó generosamente sus muchos saberes y estuvo presta para ayudar

cristianamente a quien fuera menester. Vivió largos años de viudedad y siempre soñó con encontrarse nuevamente con su esposo -un prestigioso jurista madrileño- en los ámbitos celestiales. Tenía una alegría contagiosa y se constituyó en una especie humana irrepetible: por eso ha dejado entre las Damas y los Caballeros del Monasterio de Yuste una huella imborrable. Superó el dolor, la desgracia y la miseria cuando, como acontece con cualquier simple mortal, llamó a su puerta. Esta clase de seres humanos es sumamente muy difícil de encontrar: su misión, como Dama solitaria, consistió en superar su propia excelencia, es simpatizar con su propia suerte y en vivir en constante sublimidad.

Visitó un número impresionante de países y, en todos, desde Egipto a Jerusalén, desde Jerusalén a Grecia, de Grecia a la Roma impe-rial y de Roma a los Países Bálticos, y en todos encontró la gracia poética, la cordialidad, de la variedad sinfónica de sus costumbres, el encanto de las flores y el intenso azul de los mares. Dotada, en sus últimos años de exis-tencia, de una singular vitalidad era incansable en recorrer los caminos cuantas veces fuese preciso. Fuerza, energía e ilusión: este era su triángulo espiritual; no conocía el cansancio ni la desilusión.

Amaba los libros, la música y la pintura: sabía leer a fondo, escogía minuciosamen-te el objeto de sus lecturas a las que subraya con detenimiento; distinguía perfectamente las pinceladas de los grandes maestros y, al mismo tiempo, se entusiasmaba con conocer a los grandes intérpretes de su música favori-ta entre la que cabe especificar la zarzuela, la ópera y el canto gregoriano. Todas estas co-sas contribuyeron, efectivamente, a despejar de su ejemplar existencia las ligeras neblinas del aburrimiento que, de cuando en cuando, asolan a todos aquellos que, lamentablemen-te, no nos ha sido otorgado el temple humano de nuestra admirada Dama.

necroLógica

iLuStríSima Señora doña eteLvina Hernández francH: dama egregia de La reaL aSociación caBaLLeroS deL monaSterio de yuSte.

106

Doña Etelvina sabía, además, amar la so-ledad. Mantuvo, por eso mismo, su espíritu eternamente joven. Era una sublime Dama re-signada a la voluntad de Dios; por eso, como cantó un grandioso poeta hispanoamericano (Amado Nervo), ni deseaba ni buscaba nada. Se conformaba con el vivir día a día de su pe-queña y ejemplar existencia; ella veía en todas las cosas de la vida la auténtica revelación di-vina. Doña Etelvina era Dama supremamente agradecida; cualquier detalle social que con ella se tuviese era profundamente agradecido. Y es que, como gran señora, había desterrado de su comportamiento todo gesto de “ingra-titud”. Y es que, como ya lo hemos indicado anteriormente, “vivir” es saber respetarse; ser “libre” hasta alcanzar la muerte en la plenitud de la razón.

No escribió Doña Etelvina ningún poema; pero, ciertamente, sí los inspiró. Desde la fe en Cristo nuestra gentil Dama exaltó siempre la belleza; por eso, ni las más adversas cir-cunstancias por la que a veces transitó su vida, lograron derrotarla en las lides de la existen-cia. Fue la buena semilla de la que nos habla el Evangelio: en ella fructificó, en ella se hizo generosa y fecundó. Doña Etelvina fue una pe-queña voz que, en ocasiones, se constituyó en guía para los que tuvimos la inmensa suerte de conocerla, disfrutar de su amistad y de sus consejos. Notaremos su preclara ausencia y siempre ante su vuelo a las regiones aúreas, nos quedará la terrible duda -como a Don Mi-guel de Unamuno- de determinar si la Vida es Muerte o la Muerte es Vida.

107

INVESTIDURAS

Investidura día 07 de junio de 2014 en el Monasterio de Yuste.

El día 07 de junio a las 20:00 horas comenzó el acto con la celebración de la Santa Misa, presidida por el Padre Pablo, Prior del Monasterio de Yuste. Seguidamente se procedió a la investidura de 40 nuevos Caballeros, y 4 Damas. La celebración de la Eucaristía fue cantada por la Coral Amigos de la Música de Navalmoral de la Mata.

Por la noche se celebró la tradicional Cena de Gala en el Parador Carlos V, de Jarandilla de la Vera.

Investidura día 04 de octubre de 2014 en el Monasterio de Yuste.

El sábado día 04 de octubre a las 19:00 horas tuvo lugar la Santa Misa presidida por el Padre Pablo, Prior del Monasterio de Yuste. La Coral Jaraiceña intervino en la Eucaristía.

Fueron investidos 22 Caballeros y 4 Damas.

La tradicional Cena de Gala se celebró en el Parador Carlos V, de Jarandilla de la Vera.

ACTIVIDADES 2014 - 2015

107

actividadeS

108

Investidura Extraordinaria en Marbella día 29 de noviembre de 2014

El Sábado día 29 de noviembre se celebró una Investidura Extraordinaria de Damas, Caballe-ros y Jeromines en la Iglesia Nuestra Señora de la Encarnación de Marbella. Fueron investidos 15 Caballeros, 3 Damas y 1 Jeromín. A esta celebración asistieron más de 100 invitados.

La cena de gala se celebró en el Palacio de Congresos de Marbella.

Investidura día 06 de junio de 2015 en el Monasterio de Yuste

El sábado día 06 de junio a las 20:00 horas tuvo lugar la Santa Misa presidida por el Padre Pablo, Prior del Monasterio de Yuste. La celebración de la Eucaristía fue cantada por la Coral “Amigos de la Música” de Navalmoral de la Mata. Fueron investidos 32 Caballeros, 2 Damas y 1 Jeromín.

La tradicional Cena de Gala se celebró en el Parador Carlos V, de Jarandilla de la Vera.

MISA DE DIFUNTOS

Como se viene celebrando anualmente el día 18 de diciembre se celebró en la Iglesia de los Sagrados Corazones un Funeral por las Damas y Caballeros fallecidos en el año 2014.

Fue presidido por D. José Obrador I Castro y D. Miguel Ángel Schiller Villalta, Caballeros de Yuste. La celebración de la Eucaristía fue armonizada por la Coral Iter Agrupación.

Posteriormente tuvimos la tradicional cena navideña en el Restaurante José Luis de la Calle Rafael Salgado.

ASAMBLEAS GENERALES

El sábado día 07 de junio de 2014, el sábado día 04 de octubre de 2014 y el sábado día 06 de junio de 2015, a las 11.30 horas, se celebraron Asambleas Generales Ordinarias con arreglo al Orden del día que, previamente, se había enviado a todos los Caballeros.

Investidura Extraordinaria en Marbella día 29 de noviembre de 2014

El Sábado día 29 de noviembre se celebró una Investidura Extraordinaria de Damas, Caballe-ros y Jeromines en la Iglesia Nuestra Señora de la Encarnación de Marbella. Fueron investidos 15 Caballeros, 3 Damas y 1 Jeromín. A esta celebración asistieron más de 100 invitados.

La cena de gala se celebró en el Palacio de Congresos de Marbella.

Investidura día 06 de junio de 2015 en el Monasterio de Yuste

El sábado día 06 de junio a las 20:00 horas tuvo lugar la Santa Misa presidida por el Padre Pablo, Prior del Monasterio de Yuste. La celebración de la Eucaristía fue cantada por la Coral “Amigos de la Música” de Navalmoral de la Mata. Fueron investidos 32 Caballeros, 2 Damas y 1 Jeromín.

La tradicional Cena de Gala se celebró en el Parador Carlos V, de Jarandilla de la Vera.

MISA DE DIFUNTOS

Como se viene celebrando anualmente el día 18 de diciembre se celebró en la Iglesia de los Sagrados Corazones un Funeral por las Damas y Caballeros fallecidos en el año 2014.

Fue presidido por D. José Obrador I Castro y D. Miguel Ángel Schiller Villalta, Caballeros de Yuste. La celebración de la Eucaristía fue armonizada por la Coral Iter Agrupación.

Posteriormente tuvimos la tradicional cena navideña en el Restaurante José Luis de la Calle Rafael Salgado.

ASAMBLEAS GENERALES

El sábado día 07 de junio de 2014, el sábado día 04 de octubre de 2014 y el sábado día 06 de junio de 2015, a las 11.30 horas, se celebraron Asambleas Generales Ordinarias con arreglo al Orden del día que, previamente, se había enviado a todos los Caballeros.

actividadeS

109

CONFERENCIAS

Conferencia día 06 de junio de 2014

El viernes día 06 de junio de 2014 a las 19:00 horas en nuestra Sede, pronunció una con-ferencia el Dr. D. Domingo Marquina Díaz, Director del Departamento de Microbiología III de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid, que versó sobre “La Sábana Santa y la Ciencia”.

Conferencia día 03 de octubre de 2014

El viernes día 03 de octubre de 2014, a las 19:00 horas en nuestra Sede, pronunció una con-ferencia el Dr. D. Alberto Pérez de Vargas Luque, Doctor en Ciencias Matemáticas (UCM), ExSecretario General de la Universidad de Alcalá, Catedrático de la Universidad Compluten-se, que versó sobre “La Universidad ante la llegada del Emperador”.

actividadeS

110

Conferencia día 05 de junio de 2015

El viernes día 05 de junio de 2015 pronunció una conferencia en nuestra Sede, el Dr. D. Juan Luis Jarillo Gómez, Doctor en Derecho, Secretario General de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, que versò con el siguiente tema: “La necesaria reforma del Código Civil en el ámbito sucesorio y patrimonial”.

REVISTA

Se han publicado los números 27, 28 y 29 de la Revista “Caballeros de Yuste”, revista cultural e informativa que tiene una tirada de 2.500 ejemplares.

N.º 27 • 2º-3er trimestre Año 2013

Caballeros de YusteRevista Cultural de la Real Asociación y Fundación

“Caballeros de Yuste”

Fundación Caballeros de Yuste

Sus Majestades Los Reyes de España.

N.º 28 • 1er - 2º trimestre Año 2014

Caballeros de YusteRevista Cultural de la Real Asociación y Fundación

“Caballeros de Yuste”

Fundación Caballeros de Yuste

Casa Jeromín en Cuacos de Yuste.

Foto

gra

fía:

Angel

Mar

ía R

om

ero M

uñoz

N.º 29 • 3er y 4o trimestre Año 2014

Caballeros de YusteRevista Cultural de la Real Asociación y Fundación

“Caballeros de Yuste”

Fundación Caballeros de Yuste

Sus Majestades los Reyes de España, D. Felipe VI y Dña. Letizia Ortiz

actividadeS

111

ACTOS ORGANIZADOS POR LA FUNDACIÓN CABALLEROS DE YUSTE

III Congreso Internacional 16 de enero de 2014

El día 16 de enero de 2014, se celebró el III Congreso Internacional Caballeros de Yuste en el Centro Cultural de los Ejércitos de Madrid. Intervinieron:

Inauguración:

Excmo. Sr. Dr. D. Pedro Tomás Nevado-Batalla Moreno, Consejero de Administración Pública del Gobierno de Extremadura.

Primera ponencia: “La vertiente humanística del imperio español de Carlos V”.

Excmo. Sr. Dr. D. José María Nin de Cardona Sánchez, de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

Segunda ponencia: “Carlos I de Conde de Flandes a Rey Emperador (In varietate concordia).

Ilmo. Sr. Dr. D. José María García de la Navarra y Ramos, Profesor de la Universidad Alfonso X el Sabio y Director de Greenwich School.

Tercera ponencia: “La Nueva España”.

Ilmo. Sr. Dr. D. Jesús María Arsuaga Ferreras, Catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos.

Cuarta ponencia: “La empresa en la época del Emperador en Europa y Ultramar”.

Ilmo. Sr. Dr. D. Federico Sáenz de Santa María Álvarez, Economista.

Resumen del contenido de las ponencias del Congreso.

Ilmo. Sr. Dr. D. Luis Estaire Álvarez, Ingeniero Superior Industrial y Licenciado en Derecho.

Presidente: Propuestas de futuro.

Excmo. Sr. Dr. D. Clemente Martín Muñoz, Presidente de la Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste y su Fundación”.

Los asistentes pudieron preguntar lo que creyeron convenientes.

actividadeS

112

IV Congreso Internacional 24 de febrero de 2015

El día 24 de febrero de 2015, se celebró el IV Congreso Internacional Caballeros de Yuste en el Centro Cultural de los Ejércitos de Madrid. Intervinieron:

Presentación:

• Ilmo. Sr. D. Gonzalo de Federico y Pérez, Vicepresidente de la Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste y su Fundación.

Contenidos:

•Fines de la Real Asociación.•¿Quiénes somos?•¿Dónde estamos?• Ideario y espíritu de la Real Asociación.

FUNDACIÓN:

Patronos.

•¿Quiénes deben ser los Patronos de la Fundación? ¿Solamente miembros de la Junta Directiva o también Caballeros y Damas de Número de la Real Asociación?

Área Cultural

•Acuerdos con Instituciones de enseñanzas para celebrar seminarios de verano en la Sede de la Real Asociación.

•Jornada de Economía: “La economía en España”.•Premio de Investigación a la Columbus University de Panamá. Tema: El reinado de Carlos I,

el proyecto de un canal por Panamá y el inicio de la “Historia Universal”. Este premio está dotado con seis mil euros.

Actividades sociales

Apoyo a los comedores sociales.

II Concurso de pintura.

Otras actividades

Preguntas y propuestas de los asistentes:

•Aportar nuevas ideas de futuro para el mejor funcionamiento de la Real Asociación y su Fundación.

Presidente: Clausura del IV Congreso.

•Excmo. Sr. Dr. D. Clemente Martín Muñoz, Presidente de la Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste y su Fundación”.

actividadeS

113

CONCIERTO

El día 29 de mayo a las 20:30 horas, en el Club de Campo Villa de Madrid, situado en la Carretera de Castilla Km 2, (puerta de acceso al recinto), Madrid, se celebró un Concierto Benéfico a cargo del Coro de los Colegios St. Michael’s, para colaborar con los comedores para personas necesitadas, al que se pudo asistir acompañado de familiares y amigos.

Los componentes de la Real Asociación, como las personas que por diferentes circunstan-cias no pudieron asistir al Concierto, se les invitó a participar como miembros de la Fila 0, aportando un donativo a la cuenta de la Fundación Caballeros de Yuste que tiene en el Banco Santander, número: ES45-0049-0223-67-2910859590.

PREMIOS DE INVESTIGACIÓN

Premio de Investigación año 2014

La Fundación Caballeros de Yuste convocó un Premio de Inves-tigación para todos los Institutos de Enseñanza Secundaria de Extremadura que se divide a la vez en tres premios: primer pre-mio 2.000 euros, segundo premio 1.000 euros y tercer premio 500 euros.

El Premio de Investigación, tiene como finalidad incentivar la excelencia investigadora mediante el reconocimiento en la cali-dad de un trabajo de investigación llevado a cabo en el campo de los estudios sobre la investigación: El tema fue el siguiente: “EXTREMADURA Y EL EMPERADOR CARLOS I DE ESPAÑA Y V EM-PERADOR DEL SACRO IMPERIO ROMANO GERMÁNICO”.

Este Premio quedó desierto al no presentarse ningún trabajo.

Premio de Investigación año 2015

El premio de Investigación de este año 2015 se entregará el día 03 de octubre de 2015 y será para un equipo de investigadores de la Columbus University de Panamá

El Tema propuesto es: El reinado de Carlos I, el proyecto de un canal por Panamá y el inicio de la “Historia Universal”.

Este premio está dotado con seis mil euros.

Real Asociación

Caballeros del Monasterio de Yuste3

Fundación Caballeros de Yuste

3

PREMIO DE INVESTIGACIÓN InstItutos EnsEñanza sEcundarIa dE ExtrEmadura

dEl 15 dE abrIl al 20 dE sEptIEmbrE dE 2014

BASESLa Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste manifiesta su inte-

rés en potenciar la formación científica - técnica y el desarrollo de la cultura en España, como en otros países de la Comunidad Europea.

Que como proyección del prestigio e imbricación del Instituto Interna-cional de Investigación e Innovación de la Fundación de la Real Asociación de Caballeros del Monasterio de Yuste, que se rige por los estatutos de la Fundación, convoca un Premio de Investigación para todos los Institutos de Enseñanza Secundaria de Extremadura que se divide a la vez en tres premios: primer premio 2.000 euros, segundo premio 1.000 euros y tercer premio 500 euros.

El Premio de Investigación, tiene como finalidad incentivar la excelencia investigadora mediante el reconocimiento en la calidad de un trabajo de investigación llevado a cabo en el campo de los estudios sobre la investiga-ción: El tema es el siguiente:

“ExtrEmadura y El EmpErador Carlos I dE España y V EmpErador dEl saCro ImpErIo romano GErmánICo”.

Primero.- los partICIpantEs dEbErán sEr autorEs dE la obra prEsEntada y responderán de la autoría y originalidad de la misma. Igualmente, el autor será responsable si en la creación de la obra, se quebrantaron los derechos de propiedad de terceros. Los trabajos serán inéditos, encuadernados en formato DINA A4.

Segundo.- prEsEntaCIón dE trabajos.

El tiempo para presentar trabajos será de cinco meses, comenzando el día quince de abril de 2014, finalizando el veinte de septiembre de 2014, ambos inclusive.

Los trabajos deberán dirigirse a la Real Asociación Caballeros de Yuste, Avenida de la Constitución 33, 10430 Cuacos de Yuste (Cáceres).

Deberán adjuntarse los siguientes documentos:

a) Boletín de inscripción con los datos en él solicitados.

b) Resumen descriptivo de una extensión máxima de 30 folios en forma-to Dina A4, que incluirá la siguiente información:

•dEsCrIpCIón dE los objEtIVos plantEados y dE los rEsultados obtEnIdos.

•rElEVanCIa dEl trabajo haCIEndo EspECIal mEnCIón a las aportaCIonEs orI-GInalEs.

•proCEdEnCIa dE los fondos Con los quE sE ha fInanCIado El trabajo.

•lIsta dE los CInCo trabajos más sIGnIfICatIVos dEl CandIdato. En Caso dE publICaCIonEs sE InCluIrá una CopIa dE los mIsmos.

•Esta InformaCIón puEdE Ir aCompañada dE matErIal audIoVIsual InformátI-Co o GráfICo adICIonal.

•Tercero.- ComposICIón dEl jurado.El Jurado estará compuesto por:

El Presidente de la Real Asociación Caballeros de Yuste o persona a quien él delegue. Dos Profesores especialistas en el Tema propuesto. Dos miem-bros de la Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste, especialistas en el Tema, designados por el Presidente de la Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste.

La Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste se reserva los derechos de publicación de las obras ganadora en formato de libro (enten-diéndose en todas sus modalidades) y/o su explotación en medios audiovi-suales, magnéticos, ópticos y digitales.

Cuarto.- fallo dEl jurado.

El fallo del Jurado, que será inapelable, se dará a conocer en un acto pú-blico al que se convocará a los medios de comunicación.

La documentación correspondiente a los trabajos no premiados podrá recuperarse en la Secretaría General de la Real Asociación Caballeros de Yuste.

www.caballerosdeyuste.es

iLuStríSima Señora doña eteLvina Hernández francH: dama egregia de La reaL aSociación caBaLLeroS deL monaSterio de yuSte.

114

INSTITUTO CARLOS V

Proyecto de mantenimiento informático de los fondos digitalizados y catalogados del archi-vo de la biblioteca del Monasterio de Yuste.

I PREMIO INTERNACIONAL PARA JEFES DE ESTADO Y DE GOBIERNO

La Junta Directiva aprobó la creación de un Premio Internacional para Jefes de Estado y de Gobierno, que en esta primera edición se otorgó a la Excma. Sra. Dª. Ángela Merkel, Canci-ller de la República Alemana, por lo que se han producido contactos con el Embajador de Alemania en España.

JORNADA “LA SEGURIDAD Y LA JUSTICIA EN ESPAÑA”

El día 23 de octubre de 2014, se celebró la Jornada “La Seguridad y Justicia en España” en el Centro Cultural de los Ejércitos de Madrid. Intervinieron:

Coordinador: Excmo. Sr. D. Primitivo Seivane García, General de Brigada de la Guardia Civil.

17:00-17:20 horas: Presentación de la Jornada: “La Seguridad del Paciente”.

Dr. D. Juan José Fernández Ramos.

Director Gerente Hospital Moncloa.

17:30-18:15 horas: “La seguridad pública en España”.

Excmo. Sr. D. Pablo Martín Alonso.

Teniente General Jefe del Mando de Operaciones de la Guardia Civil.

18:30-19:15 horas: “La seguridad privada como complementaria de la seguridad pública”.

D. Carlos Blanco Pasamontes.

Adjunto al Director de Relaciones Institucionales del Grupo EULEN.

19:30-19:45 horas: Descanso.

19:45-20:30 horas: “La justicia en España: Situación actual y perspectivas”.

Excmo. Sr. D. Jesús López Medel.

Consejero Togado del Ejército. Registrador de la Propiedad y miembro de las Reales Acade-mias de Jurisprudencia y Legislación y de Doctores de España.

20:45 horas: Clausura.

Excmo. Sr. Dr. D. Clemente Martín Muñoz.

Presidente de la Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste y su Fundación.

actividadeS

114

iLuStríSima Señora doña eteLvina Hernández francH: dama egregia de La reaL aSociación caBaLLeroS deL monaSterio de yuSte.

115

COMEDORES SOCIALES

Siendo conscientes de las necesidades que soportan algunos españoles, desde nuestra Fundación, se ha colaborado con tres comedores sociales aportando, la cantidad de mil (1.000) euros por obra social, para ayudar a las personas más necesitadas.

Los comedores sociales son:

•Comedor Social Regentado por las HH. de la Caridad de San Vicente de Paul. C) Obra Pío Roco, 1. 10003 CÁCERES.

•Comedor Social María Inmaculada situado en la Calle General Martínez Campos Nº 18 de Madrid

•Hermanas Teresa de Calcuta en el Paseo de la Ermita del Santo Nº 46, de Madrid, Comedor Social en Calle Diligencia Nº 7 (Vallecas) Madrid.

PRÓXIMO DÍA 21 DE OCTUBRE DE 2015,JORNADA “LA ECONOMÍA EN ESPAÑA”

Lugar: Centro Cultural de los Ejércitos, Calle Gran Vía Nº 13 (Casino Militar), Madrid.

18:00 horas: Presentación de la Jornada.

Ilmo. Sr. Dr. D. Rafael García Herranz.

Coronel de la Guardia Civil y Colaborador de la Revista Caballeros de Yuste.

18:15 horas: “Las Cajas de Ahorro: Su debacle”.

Excmo. Sr. Dr. D. Manuel Pizarro Moreno.

Ex-Presidente de Ibercaja, Ex-Diputado y actual Vicepresidente de El Corte Inglés.

19:15 horas: “La economía española: Perspectivas de futuro”.

Excmo. Sr. Dr. D. Octavio Adolfo López Rodríguez.

Senador y actual Presidente de la Comisión de Economía de la Cámara Alta.

20:15 horas: Clausura.

Excmo. Sr. Dr. D. Clemente Martín Muñoz.

Presidente de la Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste y su Fundación.

actividadeS

115

Real Asociación “Caballeros del Monasterio de Yuste”Fundación “Caballeros de Yuste”

Avda. de la Constitución, 3310430 CUACOS DE YUSTE Cáceres

Tfno. 927 172 311e-mail: [email protected]

http://www.caballerosdeyuste.es

Foto

gra

fía:

Angel

Mar

ía R

om

ero M

uñoz

parque natural de monfragüe