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Silvia Aguilera Gutiérrez 1º Bach B LEYENDA DE TOLEDO: LA DAMA DEL ARMIÑO

Leyenda- La dama del armiño

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Leyenda- La dama del armiño

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Page 1: Leyenda- La dama del armiño

Silvia Aguilera Gutiérrez 1º Bach B

LEYENDA DE TOLEDO: LA DAMA DEL ARMIÑO

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Un joven pintor recién llegado a Toledo, conocido como

‘’El Greco’’. Gracias a su fama se ganaba la vida

realizando retratos y encargos en el viejo palacio del

Marqués de Villena donde ahora vivía, sobre el que

pesaban negras historias a las que no daba importancia,

pues allí disponía de grandes espacios para ejercer su

arte.

Ahora

trabajaba día

tras día en dar forma a un retrato encargado por Don

Diego de las Cuevas, noble toledano, que

frecuentemente posaba y visitaba al pintor

acompañado de su bella hija, doña Jerónima, que

asistía impresionada a la facilidad del pintor por

reflejar en tela la efigie de su padre. El estudio

formaba parte de las estancias que hace tiempo

ocupara el Marqués con fama de mago y al que se le

asignaron no pocos prodigios. La muchacha observaba con atención la gran cantidad de botes,

tarros con pintura, pinceles, vasijas que había en la habitación

en la que El Greco ejercía su arte, y entre todos los materiales

se fijó en una redoma que destacaba sobre todas las demás,

de color verdoso y con una elegante forma que se

diferenciaba de las demás. Atada a ella se encontraba un viejo

pergamino que contenía extraños caracteres que no eran

identificados por doña Jerónima.

Doménico observó la curiosidad de la mujer por la

redoma, e ilusionado por tener la oportunidad de

hablar con ella le explicó que aquél extraño

recipiente lo encontró por casualidad entre los

numerosos enseres que había en uno de los

subterráneos de la casa y que una vez traducido el pergamino pudo averiguar que

el líquido que contenía era un elixir mágico, de tal poder, que si un hombre y una

mujer respiraban tan sólo una vez su perfume, quedarían enamorados para

siempre.

El padre, poco crédulo, recomendó al pintor que si aquello era cierto, debería

entregar de inmediato el frasco a la Inquisición, pero El Greco restó importancia al

hallazgo...

Se hacía tarde, la luz caía y dejaba de entrar por los ventanales de la vieja casa y el

pintor dio por finalizada la tarea. Ya se despedían en el patio cuando Jerónima echó en falta un

pañuelo que traía, así pues acompañada por el pintor volvió al estudio. Al intentar recoger el

pañuelo, Jerónima tropezó con tan mala suerte de empujar la redoma, cayendo esta al suelo y

haciéndose mil pedazos. Casi de forma instantánea un intenso aroma perfumó toda la

habitación, mientras ambos, recordando lo dicho anteriormente rieron a carcajadas.

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Con el tiempo, ambos se enamoran. Quedan furtivamente en ciertos lugares de la ciudad,

siempre ocultos, y Doménico decide pedir la mano de la joven a su padre, Don Diego de las

Cuevas. Jerónima está feliz, pero le durará poco; su padre se opone al matrimonio, pues ya

tenía puestos sus propios intereses en la boda de su hija con un noble toledano. Advirtió muy

seriamente a su hija en que no dudaría en encerrarla en un convento si perseveraba en

intentar casarse con un mísero pintor, además extranjero.

Tan obcecada estaba dona Jerónima por el cretense que el padre se preguntó si aquél día la

poción mágica del estudio del pintor realmente hizo algún efecto...

Pese a las advertencias, ambos jóvenes continuaron viéndose a escondidas, hasta que una

noche en la que Doménico escalaba la pared del jardín de la casa de Jerónima tres sombras se

aproximaron rápidamente al joven desenvainando sus aceros

toledanos con el objetivo de dar muerte al pintor. Lucharon

durante algunos minutos en los que el valiente cretense

estuvo varias veces a punto de perder la vida, e hiriendo a uno

de sus enemigos, en un descuido de los otros dos, huyó

rápidamente por las calles del laberinto toledano.

A la mañana siguiente, una criada de don Diego visitó la casa

del pintor, narrándole que la mala suerte había querido que el

joven al que hirió la noche anterior fuera primo y

pretendiente de doña Jerónima, habiendo muerto hacía pocas

horas...

Esa misma semana doña Jerónima entraba como novicia en un

convento.

Casi pasado un año, sonaron fuertes golpes en la puerta de la casa del pintor. La vieja sirvienta

que lo ayudaba lo llamó a gritos desde el zaguán. Había encontrado en el suelo un cestillo con

un niño de escasos meses, y junto a él una escueta nota donde se leía:

Esta fue su última voluntad antes de morir en el convento.

Con gran tristeza volvió a su estudio, donde estaba perfeccionando un retrato de doña

Jerónima que estaba haciendo conforme la recordaba. Con el niño en brazos, tomó un pincel y

moteó de negro el manto blanco del retrato de la que fuera su amada. Así, con tales señales ha

llegado hasta nuestros días, la imagen de "La Dama del Armiño".

http://www.leyendasdetoledo.com/index.php/leyendas/terror-

milagros/6015-la-dama-del-armino.html