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Leyendas de la Patagonia Argentina
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LA BALLENA (GOSYE)
Entre las leyendas que circulan entre los tehuelches, uno de los pueblos originarios de estas tierras sureñas, la ballena ocupa un lugar un tanto controversial. En la mentalidad occidental y estandarizada por las telecomunicaciones, mayoritaria actualmente, predomina una visión- tal vez muy ligada al estereotipo del cetáceo de la película estadounidense Liberen a Willy- de la ballena como una especie en peligro que hay que salvar.
Sin embargo para la mitología tehuelche las ballenas no eran para nada animalitos indefensos y no siempre vivieron en el agua... A continuación Patagonia-argentina.com extrae una versión del relato sobre la llegada de la ballena al mar extraída del blog Leyendas tehuelches: “A todo esto, en la Isla Legendaria, Nóshtex -padre de Elal- enterado por el Cóndor de la nueva residencia de su hijo, envió a su hermano Gosye a que devorara cazadores y criaturas, por creer que así se liberaría de Elal. Para lograr su cometido, Gosye llegó a la Patagonia convertido en una gigantesca ballena llamada Góos. En vez de aletas tenía patas muy cortas, por lo que se le hacía difícil caminar con ligereza. Por esa razón prefirió quedarse en un cañadón, próximo al mar. Todo bicho que pasaba cerca era comido por ella, ya que no sabía distinguir a Elal de las demás criaturas. A su panza iban a parar: zorros, guanacos, zorrinos, paisanos, pájaros; todo lo tragaba. Se perdían muchos Chónek; salían al campo a cazar y no volvían nunca más al toldo. Se los tragaba con montura y todo. Así estaban las cosas cuando fueron a pedirle a Elal que los ayudara a encontrar a los paisanos que no regresaban. -¿Qué es lo que pasa? -se preguntaban-. Estamos perdiendo a la gente. Cada paisano que salía al campo no volvía más. -Yo sé lo que pasa -dijo Elal-, mañana iré a ocuparme. Mientras tanto, no se acerquen al cañadón. A la mañana siguiente, los paisanos salieron a cazar Choiques, pero se mantuvieron lejos del cañadón. Como se esperaba, ese día la Ballena Góos estaba ahí, deseosa de tragarse a todo bicho que pasase caminando o al vuelo.
Elal se había convertido en Tábano y andaba dando vueltas alrededor de ella; la molestaba terriblemente. Con agilidad le picaba los ojos, la boca. Góos se quejaba diciendo: -¡Cómo me molesta esta Mosca! Cuando se aproxime me la voy a tragar. Y así fue, se tragó a Elal convertido en Tábano. Pero Elal no se murió dentro de la Ballena. Para incomodarla más todavía, le picaba la panza, los pulmones y las tripas. La Ballena, visiblemente molesta, se puso a caminar, porque al hacerlo se movía la gente que había tragado, los que todavía estaban vivos dentro de ella. -Ahora voy a caminar, a ver si se muere ese Tábano -decía Góos. Pero apenas dejó de hacerlo, el Tábano volvió a picarla, esta vez en el corazón. Entonces, sintió que Elal hablaba dentro de ella con los paisanos que todavía estaban vivos. -¡Qué lástima, yo entré sin cuchillo! ¿Nadie tiene uno? -escuchó que decía. Un paisano le entregó el suyo. Ya convertido en hombre, Elal tomó el cuchillo de piedra y con él abrió la panza de la Ballena. Salió primero y ayudó a los demás a escapar. Los pobres paisanos que salían estaban medio muertos; algunos se salvaron. Caían como borrachos cuando lograban huir de ahí dentro. Los que habían estado una noche nomás, esos se salvaron. Elal sacó fuera a los que estaban vivos, y a los muertos también. Después de todo lo sucedido, Elal tomó a la Ballena Góos y la metió en el mar. ¡Que se fuera a vivir allá, donde todavía está!”
LEYENDAS TEHUELCHESIntroducción
Gracias a la antropóloga Ana Albornoz, tuve la oportunidad de acceder a
las tradiciones, costumbres y creencias del pueblo patagónico más
estereotipado, el Tehuelche. Sus leyendas y tradiciones han permanecido
olvidadas por los blancos, quizá debido a su desaparición. Es costumbre
entre nosotros tildar a este pueblo –y en general a todos los indígenas-
como salvaje, debido seguramente a que los blancos nos consideramos
"superiores" a los demás grupos raciales. O también a la creencia de que
cuando un pueblo se dedicaba a vivir exclusivamente de la caza
deambulando y evitando la vida sedentaria, sólo podía ofrecer un escaso
nivel cultural y espiritual.
Sin embargo, el desarrollo espiritual de los Chónek o Tehuelches del sur,
pese a ser casi desconocido, contiene una extraordinaria riqueza de
matices, que se ve reflejada en sus mitos y tradiciones, ubicándolos por
encima del nivel hasta hoy conocido en relación con otros grupos
indígenas, en particular debido a que estas tradiciones en nada se
emparentan con el resto de las culturas aborígenes argentinas, las que
llevan la impronta de lugares tan lejanos a nosotros como el Altiplano, el
Pacífico o la Amazonia.
Si bien fueron escritas para un público de 9 a 13 años de edad, su
contenido tan fresco es de muy fácil lectura y disfrute.
LA PATAGONIA
y sus PRIMEROS HABITANTES
Con el propósito de orientar e informar al lector sobre estas leyendas
tehuelches, se mencionan algunos rasgos distintivos del pueblo Tehuelche,
así como también, de los demás grupos raciales que ocuparon el sur
argentino.
Al extremo austral del continente americano llegaron en primer lugar los
Yananas o Yaganes y los Alakalufes, quienes permanecieron en la porción
insular de la Patagonia meridional.
El grupo racial más conocido y extendido que
ocupó la estepa patagónica, lo constituyeron los
Pámpidos, cuyos representantes etnográficos
fueron los Tehuelches o Patagones, de quienes se
hablará en detalle.
Un tercer grupo, integrado por los Láguidos, se ubicó en la desembocadura
del Río Negro, en las cercanías de la actual Viedma.
Por último, y distribuyéndose en el área cordillerana patagónica, llegaron
los Andidos, siendo su representante etnográfico más difundido el
Mapuche.
Para nosotros, los nativos más representativos de la Pampa y
particularmente de la Patagonia fueron los Tehuelches o Patagones, que
asombraron a los primeros colonizadores y exploradores, por su porte y
estatura. Estos nativos del extremo sur se llamaban a sí mismos CHONEK,
que quiere decir "Nosotros los Hombres".
Los Tehuelches habitaban mayoritariamente desde el Río Colorado hasta el
Estrecho de Magallanes.
Llegaron en época muy temprana al extremo austral de América, y fueron
contemporáneos de los Fuéguidos. Se estima que su arribo a la Patagonia
fue hace 13.000 años. Tanto los Fuéguidos como los Tehuelches se
mezclaron hace unos 11.000 años y dieron origen a un nuevo grupo, los
Onas, que ocuparon la Isla Grande de Tierra del Fuego.
El grupo racial de los Patagones estaba integrado por dos grandes etnias, a
las que los antropólogos llaman Tehuelches Septentrionales y Tehuelches
Meridionales.
Para el siglo XVI -según Casamiquela-, los primeros se distribuían desde el
Río Colorado hasta el Río Chubut y los segundos lo hacían desde ahí hasta
el Estrecho de Magallanes.
Hay mucho para contar en relación a los Chónek o Tehuelches, sin
embargo, sólo se dará una breve reseña de sus características.
Como se indicó, ocupaban la porción continental de la Patagonia.
Originalmente conformaban bandas que, con el paso del tiempo, llegaron a
una mayor complejidad al existir jefes de escaso poder, elegidos entre los
más valientes y mejores oradores. Con la llegada de los Mapuches,
desarrollaron plenamente el nivel de tribu.
Eran de estatura alta y corpulenta; contextura fuerte, esqueleto macizo y
de formas corporales armoniosas y bien desarrolladas.
Su economía estaba basada .principalmente en la caza del guanaco y el
choique o ñandú, además recolectaban raíces, semillas silvestres y bayas.
Cazaban disfrazados con plumas de choique, o se valían de señuelos, que
casi siempre eran pequeños guanacos
amaestrados. Los perros ayudaban.
Utilizaban como armas el arco y las flechas, cuyas
puntas portaban en el pelo; las boleadoras formaban parte de su
armamento, a la llegada del caballo. Hicieron uso del lazo y de la honda.
Como vestimenta aprovechaban el cuero de guanaco, el que cosían con
tendones del mismo animal. Los hombres se cubrían con un taparrabos y
las mujeres con un delantal. Usaban bincha y se pintaban la cara. Hay
indicios de que conocían el tatuaje.
Para guarecerse utilizaban el toldo portátil. Eran palos con horquetas y
travesaños que luego se cubrían con un toldo hecho con pieles de
guanaco.
Las mujeres eran las encargadas de transportarlo y erguirlo.
Fabricaban instrumentos en piedra y en cuero.
Con respecto al arte, los Chónek se expresaban a través de grabados en
placas de piedra y de pinturas rupestres. Poseían cancioneros de jactancia
y de linaje.
Se casaban. El matrimonio era de base monógama y existía el levirato, por
el cual, al morir el esposo, la viuda tenía derecho a reclamar un nuevo
marido que debía ser hermano del fallecido.
El matrimonio se efectuaba por la compra de la novia; por ella se pagaba
con cuentas, mantos y caballos. Este "pago" no implicaba tener total
derecho sobre la mujer, pero servía como futuro patrimonio de los hijos de
ese matrimonio.
KARLEM-SHENIK
...0 ANTES DE QUE NACIERA ELAL
En el principio de los tiempos nada existía: ni la luz, ni el Sol, ni el agua,
ni la tierra. Únicamente reinaba una niebla oscura, fría y húmeda. Pero
allá, muy lejos, donde ahora se une el cielo con el mar, vivía un Ser muy
poderoso que existió siempre: Kóoch.
Kóoch pasó un largo período sin hacer nada, hasta que decidió terminar
con su inactividad y dio comienzo a la creación.
Al sentir la terrible soledad que lo rodeaba, Kóoch se entregó al llanto
inconsolable. Lloró durante muchísimo tiempo, tanto, que es imposible
calcularlo. De las lágrimas que brotaban de sus ojos nació el mar
primitivo, llamado Arrok. Ante el dolor de sus ojos y viendo que el agua
seguía en constante aumento, hizo un esfuerzo y detuvo el llanto, dando
un profundo suspiro. Nació entonces otro elemento de la naturaleza:
Xóshem, el Viento.
Ya más calmado, situado en medio del agua y rodeado de oscuridad,
Kóoch sintió un profundo deseo de contemplar lo que allí había. Se movió
en el espacio, intentando en vano ver con claridad aquello; sus esfuerzos
fueron inútiles, nada podía ver. Decidido a terminar con la Oscuridad,
Kóoch alzó una mano, rasgando las tinieblas con sus dedos. En ese
instante de eternidad, originó una chispa luminosa muy grande que siguió
el movimiento de la mano que la creó. Esa chispa es Xáleshen, el Sol, que
iluminó aquel fantástico escenario. Mientras el Sol despertaba a la vida, el
Viento se encargaba de empujar a la Oscuridad hacia los confines del
universo.
El Sol creó a las Nubes, que flotaron
sobre el mar.
El Viento se divertía con ellas,
arrastrándolas a su antojo. Las Nubes
protestaban con truenos y amenazantes
relámpagos. Las protestas constantes de
las Nubes hicieron que Kóoch ordenara los elementos de la naturaleza que
actuaban en aquel mundo sin vida.
Entusiasmado por su creación, Kóoch hizo surgir del seno del mar
primitivo un trozo de tierra que creció hasta convertirse en una isla muy
grande, la que sirvió de lecho para cobijar a las aves, animales, insectos y
peces que a partir de ese instante tuvieron vida y forma; Kóoch estaba
satisfecho de su obra.
Para admirar aquella maravilla, el Sol irradiaba luz y calor; las Nubes
llevaban la lluvia bendita y el Viento se dedicaba a crear los pastos.
Mientras la vida se desenvolvía en la isla legendaria, Kóoch comprendió
que aún faltaba un elemento capaz de atenuar la oscuridad que la envolvía
cuando el Sol se ocultaba para descansar. Entonces puso en el cielo a la
Luna y la llamó Kéenyenkon. Luego dispuso que la Luna no supiera de la
existencia del Sol y que este desconociera la de la Luna. Cuando uno se
ocultaba aparecía el otro. Todo iba muy bien hasta que las Nubes
decidieron contarle al Sol de la existencia de Kéenyenkon. Gracias a las
Nubes que vagaban por el firmamento de noche y de día, el Sol y la Luna
hablaron tanto entre sí que ambos astros no pudieron resistir la tentación
de verse. A escondidas de Kóoch, el Sol apareció un día más temprano,
cuando la Luna aún no se había retirado, y otra vez la Luna se asomó
antes de que el Sol se hubiera hundido tras el horizonte. Tanto se
acercaron el uno al otro que pronto juntos se ocultaron detrás de las
montañas, desobedeciendo las órdenes de su Creador.
Kóoch sabía muy bien por qué no quería dejar su obra a merced de las
Tinieblas ni un solo momento. Tons, la Oscuridad, estaba muy resentida
con El por haber sido desplazada hacia los confines del universo. Ella,
escondida en la Noche, acudía presurosa a envolver a la Isla con su manta
fría y húmeda, mientras envidiosa contemplaba a los amantes del espacio
infinito: la Luna y el Sol. Cuando aquellos se separaban, la Oscuridad se
alejaba de la Isla y esperaba ansiosa la ocasión para unirse con su amante
Shorr, el Tiempo. De sus amoríos fueron apareciendo los tres hijos de la
Oscuridad: Axshem, Máip y Kélenken.
Entretanto, la vida en la Isla transcurría en una armonía perfecta; el
Viento ya no corría a las Nubes, ni estas oscurecían al Sol para defenderse.
Los amantes del cielo vivían su eterno romance.
II
TEO
LA NUBE QUE SE
CONVIRTIÓ EN MUJER
Tons, la Oscuridad, fue madre de los tres Malos Espíritus de la leyenda, y
también de los HoZ-Gok: horrendos gigantes que atemorizaban a los
animales habitantes de la Isla. Tons, apenas nacían sus hijos los
abandonaba en las montañas; estas eran gigantes mujeres que nacían
enfermas: algunas, de noche, escupían fuego y se estremecían cuando
Kélenken se metía en ellas. De esta manera, llegaron a la Isla los primeros
gigantes de la Oscuridad: Nóshtex y Gosye.
Cuenta la leyenda que, por aquel entonces, las
Nubes que rozaban las montañas se convertían en
mujeres preciosas. Las Nubes desafiaban ese
hechizo eludiendo los picachos y brincando por
sobre las laderas.
Teo, una de esas Nubes, rendida por tanto juego, cierto día se recostó
sobre una montaña y se durmió. Esta fue la oportunidad esperada por uno
de los gigantes, Nóshtex, para raptar a la Nube dormida y llevarla a su
caverna. Teo, ya convertida en mujer, permaneció cautiva durante tres
días y tres noches.
Las demás Nubes descubrieron enseguida su ausencia.
En vano, la buscaron por las montañas y el firmamento: nadie sabía dar
noticias sobre su destino. Seguras de que su hermana había desaparecido
en algún lugar de la Isla, comenzaron a descargar terribles tormentas,
causando gran temor y alarma entre los seres que allí vivían. Tres días
duró la furia de las Nubes. Al cabo de esos tres días intervino el Sol para
calmarlas y les preguntó el motivo de su tremendo enojo. Ellas
respondieron que faltaba su hermana Tea y que había desaparecido
estando en la Isla; sospechaban que alguno de los gigantes la había robado
y la mantenía prisionera en las cavernas.
Como el Sol nada pudo averiguar esa tarde, luego de ocultarse en el
horizonte, le informó a Kóoch lo sucedido, ya que las Nubes amenazaban
con seguir maltratando a los habitantes de la Isla si no aparecía su
hermana.
Kóoch regresó de su hogar, al oriente del
cielo, y al ver el penoso estado en que se
encontraba su obra: los animales
aterrados, los ríos desbordados, las aves
mojadas y hambrientas, las rocas despeñadas, le prometió al Sol que si la
Nube desaparecida tenía un hijo, este sería más poderoso que su padre.
Ese mismo amanecer, el Sol les dio la noticia a las Nubes y estas,
satisfechas por la promesa, llamaron al Viento y le contaron la novedad.
Galopó veloz sobre sus propias ráfagas, hacia la Isla y desparramó la
noticia entre los animales, las fieras y los pastizales.
Ciclo Divino
III
...y LLEGA ELAL
A LA ISLA LEGENDARIA
Como el Viento sabía de la existencia de los perversos gigantes, en medio
de prolongados silbidos bramó la noticia en la entrada de las cavernas en
las que los monstruos se habían refugiado. Así fue como Nóshtex se enteró
de que su hijo sería más poderoso que él.
La Nube Teo también escuchó la buena
nueva y le anunció al gigante que su hijo,
el que habría de hacer justicia según la
promesa del poderoso Kóoch, ya latía en
su vientre. Esta revelación aterrorizó al
gigante, quien no sabía cómo alejar ese
peligro. Sentado en la entrada de su
cueva, meditaba en tanto que Teo dormía, ajena a los terribles proyectos
que bullían en la cabeza de Nóshtex.
Hacia el anochecer llegó Máip, uno de los tres Malos Espíritus,
arrastrándose entre los matorrales y sopló su aliento helado sobre un
pajarillo posado en una rama. El ave cayó muerta, y el gigante al ver eso,
resolvió que se desharía de Teo. Antes de morir, el ave puso un huevo, y el
gigante se dio cuenta de que aun cuando la Nube muriese, bien podría
quedar vivo su hijo. Ya a la luz de la Luna, pasó un zorro y al ver al
pajarillo muerto se lo comió de un bocado; husmeando entre los pastizales
encontró el huevo y se lo engulló también. El gigante ya sabía qué hacer:
mataría a la Nube Teo y devoraría a su propio hijo para terminar con la
promesa de Kóoch.
Cuando finalmente el gigante Nóshtex terminó con la vida de Teo, calculó
que ya estaba próxima la hora del amanecer, y temiendo que pudiera ser
encontrada la madre del niño, decidió arrojarla al cielo. Cumplida la faena,
apartó al chico para que se secara y corrió hacia la entrada de la gruta,
para arrojar a Teo a los confines del firmamento.
Al revolear el cuerpo sin vida de la Nube Teo, la sangre que aún brotaba de
ella salpicó el firmamento y se escurrió hacia el Este. A medida que
aumentaba la claridad del día, más rojo se tomaba el amanecer.
Mientras esto sucedía allá afuera, en lo profundo de la cueva un roedor
llamado Terr-Werr tomó al niño y lo ocultó en el pequeño agujero donde
vivía.
Nóshtex regresó dispuesto a devorarse a su hijo pero por más que lo
buscó, la criatura había desaparecido misteriosamente.
Tratando de encontrarlo, el furioso gigante removió la tierra y apisonó con
una roca el suelo de la cueva. Escarbaba el piso con las manos, lo abría y
sacaba un tierral, por el poder que tenía. Ahuecaba y no encontraba nada;
cambiaba de lugar, pero lo único que hallaba eran galerías vacías. En vano
siguió el monstruo gritando y sacudiendo la tierra, sólo logró que se le
gastaran las manos y los brazos. Ya Elal estaba a salvo, bajo la protección
de Terr-Werr.
Según los relatos de los ancianos venerables de las
tolderías tehuelches, en la Isla Legendaria la magia
prosperaba sin límites. De ahí que un roedor
llamado Terr-Werr pudo salvarle la vida a Elal y
hoy ese ratón es más conocido por su apodo de
Tucotuco.
A partir de aquel entonces, Terr-Werr se convirtió
en algo así como la "abuela" del niño. En él volcaba
todo su cariño y atención, ya que desde hacia
tiempo nadie vivía con ella.
Terr-Werr no tardó en darse cuenta de que aquel no era un niño común. A
los dos meses de vida ya sabía comer solo y al año, conversaba
fluidamente con la "abuela".
Elal crecía con rapidez y a Terr-Werr se le hacía más difícil mantener al
niño en la cueva. Tenía que sacarlo de ahí sin que el gigante supiera de su
existencia.
IV
LA OSCURIDAD
VIENE EN AYUDA DEL GIGANTE
Dos años habían pasado desde que Elal salvó su vida. Cada día la "abuela"
notaba cómo se convertía en un fuerte hombrecito que poseía cualidades
fuera de lo común: era un ser mágico.
A los tres años, Elal salió de la cueva y se
encontró con el gigante Nóshtex quien hizo el
intento de atraparlo, pero Elal era más rápido y
escurridizo que su padre. Temiendo por la vida de
su nieto, Terr-Werr actuó rápidamente, clavando
sus dientes en uno de los pies del monstruo. Al
estremecerse de dolor, este se detuvo para frotarse
el pie lastimado. Cuando reaccionó, ya Elal había
desaparecido 'de su vista. Nóshtex bramaba su
desgracia en lo más profundo de su caverna.
Tanto gritó el gigante que toda la isla tembló.
Tons, la Oscuridad, escuchó los gritos de su hijo y esa misma noche se
acercó a la cueva del monstruo. Ella estaba dispuesta a todo con tal de
impedir que se cumpliera la promesa del todopoderoso Kóoch. Tons jamás
permitiría la victoria de Elal sobre el gigante Nóshtex.
Envueltos en un manto de frío se reunieron los seres malvados de la isla.
Estaban Tons, Kélenken y Máip, los Malos Espíritus gemelos y su hermano
Axshem; tampoco faltaban Nóshtex y Gosye, los gigantes terribles.
Tons, la madre de todos, distribuyó tareas específicas a cada uno de sus
hijos. Kélenken y Máip, como hijos preferidos de la Oscuridad, deberían
actuar siempre juntos, uno prepararía el camino para la acción dañina del
otro; en tanto que Axshem actuaría solitario, desligado por completo de la
acción de sus hermanos gemelos. Por su parte, Gosye, perseguiría sin
descanso a Elal, hasta que a Nóshtex le volvieran a crecer sus manos y
brazos gastados.
Como la reunión se efectuó en la guarida del gigante, Terr-Werr se enteró
de la conspiración, oyendo desde sus galerías las frías palabras de la
Oscuridad. Alarmada por lo que allí se decía, decidió llevarse al chico lejos
de ahí.
Al amanecer, Tons se alejó presurosa de la isla, dejando a sus hijos para
que se deshicieran del niño-dios.
V
AQUELLA
MEMORABLE
REUNIÓN
Mientras Elal dormía, su "abuela" no dejaba de imaginar de qué manera
lograría eludir los peligros que acechaban a su nieto. Calmando la
ansiedad, y a escondidas del gigante, se acercó a la entrada de la cueva y
desde ahí clamó al Viento por ayuda. Tuc-tuc... tuc-tuc... tuc, tuc...
Presuroso y de un soplido, Xóshem
acudió a la presencia del Tucotuco.
Enterado por este de los planes de la
Oscuridad, el Viento le sugirió que reuniera a los habitantes de la isla a fin
de que entre todos hallaran una solución para salvar al niño. El Viento se
alejó prometiendo avisar al Chingolo, de modo que juntos pudieran
organizar la partida de Elal.
Kíken, el Chingolo, fue el primer colaborador que tuvo el Tucotuco cuando
inició las consultas con los demás animalitos y fieras de la isla.
Mientras se dirigía a la laguna del lugar, Terr-Werr le pidió al Chingolo que
volara hasta donde estaba nadando el Cisne, y que lo llamara
sigilosamente. El sencillo Kíken cumplió eficazmente su misión, con gran
alegría de la "abuela" del niño.
Ya en la laguna, Terr-Werr debatió con sus amigos los pasos a seguir para
salvar a Elal.
Mucho se habló sobre la mejor manera de esconder a Elal de los peligros
que lo acechaban, sin embargo, ninguno de los presentes ofreció una
solución que tranquilizara a la afligida "abuela".
El debate se interrumpió con la llegada de Kíus, el Chorlo, quien traía la
solución esperada. Sugirió a los asistentes a la asamblea que Elal debía
ser llevado a una lejana tierra "cubierta de nieve y hielo". El Chorlo era la
única ave que conocía la existencia de aquella tierra. Todos los presentes
se alteraron sobremanera ante la ocurrencia de dejar abandonado a su
suerte a ese pequeño niño milagroso, en una tierra desconocida y lejana.
Surgió entonces la idea de acompañarlo.
En aquella memorable reunión, GoIn, el Puma, fue una de las fieras que
rehusó colaborar en la preparación de la fuga de Elal, actitud que imitaron
los gatos, por esa razón estos animales fueron considerados como
enemigos de todos los seres. Aunque no colaboraron, tampoco
entorpecieron la huida.
Terr-Werr dispuso que los animales que quisieran ir con el niño debían
estar junto a la laguna a la mañana siguiente, ya que no había tiempo que
perder.
El Tucotuco envió a cuatro mensajeros a buscar a las aves que realizarían
el vuelo con el pequeño Elal y su "abuela".
VI
MENSAJEROS
A LA BÚSQUEDA
WÉKESHKA, EL ZORRINO
El Zorrino fue uno de los elegidos por Terr-Werr, quien lo despachó en
procura del Cauquén, al cual debía informarle que el niño mágico ya
estaba listo para emprender el viaje y alejarse de
la isla.
Alegre partió el Zorrino, y un gigante, molesto de
verlo tan contento lo detuvo para preguntarle los
motivos de tanta alegría. Wékeshka, como se
llamaba entonces el Zorrino, asustado, tras
algunas vacilaciones, sintió miedo al cerrarse la
noche y confesó al monstruo los motivos de su
contento y la misión que la "abuela" de Elal le
había encomendado.
Mientras contaba los pormenores de la fuga proyectada, fue oído por la
Lechuza, que acababa de retirarse de la asamblea, disgustada con el
Tucotuco por no haberla elegido para llevar al niño divino a su nuevo
hogar.
Como Amen, la Lechuza, tenía el privilegio de ver en la oscuridad, al
acercarse, distinguió al Zorrino temblando de miedo mientras le contaba al
gigante todo lo que estaba por suceder. Amen voló de regreso a la
asamblea y comunicó a todos los reunidos los pormenores de la traición
del Zorrino Wékeshka. La indignación fue unánime y la condenación
terminante.
Apenas Elal se enteró del episodio, el pequeño y hermoso Zorrino fue
rodeado de ese insoportable olor que delata su presencia a grandes
distancias.
Desde aquel triste episodio todos huyen de él, y por esa causa no tiene un
solo amigo.
Arrepentido de su falta, Wékeshka trata de saldar su deuda y por ello, a
pesar de su insignificante tamaño, es el único animal que enfrenta al
hombre y lo ataca tratando de hacerle llegar su nauseabunda rociada,
convencido de que vuelve a encontrarse con un gigante que le intercepta el
paso hacia el Cauquén.
VII
MEXEUSH y PÁTENK
O EL CHOIQUE y EL ZORRO
En aquellos momentos cruciales para la vida de Elal, otra ave fue
designada para remontar el vuelo junto al legendario héroe: Mexeush, el
Choique o Ñandú.
Para ubicarlo fue enviado Pátenk, el Zorro.
Por entonces, Mexeush podía volar al igual que el
Cóndor y las demás aves. Con alas grandes y
poderosas surcaba el cielo con gran belleza. Sin
embargo, perdió ese privilegio porque en vez de
remontar vuelo cuando el Zorro le avisó que Ella lo
aguardaba en la orilla de la laguna, el Choique
decidió ir en ayuda del niño utilizando sus piernas
en vez de sus alas. Sucedió así porque le tenía
miedo a uno de los gigantes que lo observaba.
Elal, molesto, al enterarse de los motivos de su tardanza, le quitó para
siempre el privilegio de volar. Era este el castigo impuesto al Choique, por
haberse negado a volar cuando la seguridad del héroe lo exigía.
A su vez, el Zorro, que sorteó obstáculos para llevar el mensaje al ave,
enterado del fracaso de su misión, se convirtió en el más grande enemigo
de Mexeush, el Nandú. De esta manera, el Choique debió cambiar la
seguridad del vuelo por la velocidad en la carrera, la resistencia a la fatiga
y la habilidad para eludir al enemigo que lo persigue.
Desde aquel episodio, el Zorro y el Nandú son enemigos irreconciliables.
VIII
EL PICHE
y EL FLAMENCO
Annon, el Piche, fue el cuarto mensajero
enviado por la "abuela" del niño para
localizar al ave que faltaba: el Flamenco.
Pero el Piche no cumplió con su cometido
con la rapidez que se necesitaba. Anoon
se encontró en el camino con un gigante;
al verlo sintió miedo, creyendo que el
monstruo lo seguía. Para despistarlo,
Anoon fingió husmear la tierra, y
ocultándose entre los pastizales consiguió
alejarse de su peligroso observador.
Apenas el Piche pudo llegar hasta el Flamenco, este de inmediato remontó
el vuelo, pero cuando llegó a la laguna, ya el Cisne había ocupado su lugar
y Elal estaba ubicado sobre la espalda del ave.
Tanta fue la tristeza que embargó al fiel Flamenco, que Elal, compadecido
de su pena, hizo que las blancas plumas que hasta entonces lucía el ave,
adquirieran el color del cielo a la hora del amanecer.
Este privilegio no le quitó al Flamenco su pena, pues desde entonces sigue
viviendo solitario y enigmático, oculto en las lagunas lejanas.
IX
KÁPENK-OCH
EL PECHO COLORADO
La mañana de la partida, Terr-Werr le
encomendó a Kápenkoch, el Pecho Colorado,
que distrajera con su canto a un gigante,
mientras el niño aguardaba el momento de la
partida. El monstruo ordenó callar a la tímida
avecilla, pero esta siguió cantando tal cual se lo
había ordenado, el Tucotuco, hasta que Elal se
alejó lo suficiente.
El gigante, molesto por el hermoso canto del
ave, le arrojó una espina que fue a hundirse en
medio del pecho del pájaro. Su grito de dolor fue oído por Elal y cuando
Kápenk-och llegó a la laguna con el pecho ensangrentado, la divina
criatura no sólo curó la terrible herida, sino que también hizo que las
plumas del pecho, manchadas de sangre, conservaran para siempre su
hermoso color que, desde entonces, lo destaca de las demás avecillas.
La partida de Elal, Terr-Werr y los colaboradores del héroe, comenzaba. Al
grito del Cisne, la laguna se estremeció despidiendo para siempre a sus
queridos moradores.
“¡¡El-Ha!! ¡¡El-Ha!!", gritaba el cisne Kóokne. Tras él, varias aves y animales
abandonaron la Isla Legendaria para poner a salvo al hijo de la Nube y el
gigante.
Ciclo Heroico
X
GUEUT USHUA
...0 EL MUNDO DE NOSOTROS
Cuenta esta historia que el Cisne, la más hermosa de las aves de esta
tierra, trajo a Elal a la Patagonia siendo este muy pequeño. Kóokne, el
Cisne, detuvo su vuelo en la cumbre del majestuoso Chaltén, y Elal
descendió de las espaldas del ave, admirado del fantástico panorama que
se ofrecía ante su vista. Rodeado de las aves que lo acompañaron en la
fuga, estuvo tres días y tres noches contemplando la nueva tierra cubierta
de hielo y nieve. Durante esos días, los pajarillos alimentaron al niño y le
proporcionaron calor con sus plumas.
Entretanto, en la Isla Legendaria, los perversos de esta leyenda eran
enterados por el Cóndor y las aves carroñeras, del nuevo paradero de Elal.
Nóshtex, su padre, se dispuso a partir hacia aquella tierra lejana pero fue
detenido por su madre, Tons, ya que sabía que el niño divino era mágico,
razón más que suficiente para obrar con cautela y perfección.
Decidida a todo reunió nuevamente a sus hijos y a
cada uno le asignó poderes especiales para
enfrentar a Elal. Nóshtex y Gosye recibieron la
capacidad de transformarse. Cada uno de los tres
Malos Espíritus fue investido con temibles
hechizos: Axshem traería el dolor físico en
hombres y animales; Máip sería el portador de
inquietudes espirituales y de la mala suerte;
Kélenken representaría la peste y la desgracia.
Creyéndose invencibles, las creaciones de la
Oscuridad partieron en busca de Elal, deseosas de hacer uso de los
poderes que su madre les había otorgado.
Máip, el espíritu dañino que mata pajarillos con su aliento helado, se
había adelantado a la bandada de aves y merodeaba en los faldeos del
Chaltén, aguardando a sus presas.
En un principio Shíe, la Nieve y Kókeske, el Frío, junto con el hielo, se
aliaron al perverso Máip, pretendiendo resistir y aniquilar a Elal y sus
amigos.
Al tercer día, la divina criatura descendió de la gran torre del Chalten y fue
interceptada por el Frío y la Nieve, a quienes ahuyentó, golpeando unas
piedras que dieron origen al fuego.
Entretanto, Máip le quitó la vida a muchos pajarillos que acompañaban a
Elal, pero cuando la Nieve y el Frío se retiraron, el héroe-niño hizo
resucitar a todos ellos.
Temerosos de que Elal le enseñara a las aves a encender el fuego, la Nieve,
el Frío y Máip formalizaron un pacto y se alejaron, dejando campo libre a
la vida que llegaba a la Patagonia.
Si bien los hielos comenzaban a derretirse, casi no había tierra libre de él.
Las aves deseaban instalarse en los valles y le pidieron a Elal que las
ayudara.
Decidido a terminar de una buena vez con ese problema, el niño mago
inventó el arco y la flecha, ante la mirada incrédula de sus amigos y
seguidores. Era preciso retirar el mar y dejar libre el suelo para que en él
pudieran vivir todas las criaturas.
El, con el arco, hizo el trabajo de llevar el agua para atrás: tiraba flechas y
donde estas tocaban, ahí se secaba; el agua se retiraba por los cañadones.
Elal formó el Cañadón de Kamusu Aike, para que bajara la marea. Cuando
se retiró el mar, con fuerza, bajó de las lomas altas hacia la playa donde
está ahora.
Contentos, los animales y las aves dejaron el Chaltén para poblar la nueva
tierra.
Con la ayuda de Elal, Terr-Werr construyó una cueva en donde ambos
vivieron hasta que el niño se convirtió en un muchacho fuerte y decidido.
Viéndolo ya grande, la "abuela" estaba dispuesta a decirle la verdad sobre
la muerte de su madre, por lo que una tarde se sentó junto al joven y le
contó lo que había sucedido en la isla donde había nacido.
Elal estaba al tanto de la verdad y sabía ahora cuál había sido la causa de
su huida de la Isla Legendaria, y por qué él era motivo de tanta
persecución y de tanto peligro.
XI
KAÁSH
PARA EL INVIERNO
Ya grande, Elal se reunió con toda su gente, para ordenar el mundo que
habitaban. Esa vez se hizo el invierno que tenemos ahora.
Elal pensó que era mejor que los ocupantes de la Patagonia se pusieran de
acuerdo con este asunto. La gente de entonces se reunió en una gran
asamblea para ver qué tiempo iban a pedir. Se juntaron la Mara, el Zorro,
los Pájaros, el Cisne, el Flamenco, el Chingue, la Tortuga, el Piche, el
Chorlo, la Cucaracha, el Puma, el Gato Pajero, el Gato Montés, el Ñandú y
el Tucotuco. Los caciques de todos ellos estaban discutiendo, mientras los
paisanos escuchaban. Como la cosa iba para largo, Elal, que era el patrón
de todos, preguntó:
-¿Quién quiere invierno corto y quién quiere invierno largo?
Los murmullos corrieron entre los presentes y habló primero el Ñandú:
-Esto va a ser lo que tengo acá -comentó, y mostró a los reunidos las
marcas de sus patas; eran doce-. ¡Doce lunas tendrá el invierno!
-¿No es mucho? -preguntó Elal-. La gente se va a escarchar; van a morir
de hambre.
El silencio fue la única respuesta, por lo que Elal les habló a todos,
diciendo:
-Escuchen con atención, y a conformarse con lo que piden. Los voy a dejar
por un rato para que lo discutan porque no habrá cambios después.
Él no iba a andar a cada rato ajustando la duración del invierno; tenía
otras cosas para hacer. Elal se fue y la discusión siguió.
Pujerr, la Mara, estaba ahí sentadita y callada.
Como la gente no decía nada, intervino gritando:
-¡Es mucho! ¿Qué vamos a comer? ¡Nos vamos a
morir de hambre!
-¡Doce lunas! -repitió el Ñandú.
-¡No, no, es muy largo -gritaba la Mara nerviosa-,
es muy largo y no vamos a encontrar nada para
comer!
Los demás estaban callados escuchando; sólo ellos dos decidían. Uno
pedía doce meses y el otro tres.
La tortuga se animó a hablarle al Ñandú y cuanto más le decía, más
porfiaba, poniendo los ojos de loco y pataleando.
De repente, el Ñandú se enojó y le preguntó a la Mara:
-¿Para qué quiere tres lunas usted?
-Yo quiero tres porque con doce lunas sé que no voy a comer nada.
Los otros aguardaban, pensando que no podrían vivir con tantas lunas
como estaba pidiendo el Ñandú. Por miedo a él, los animales ya se estaban
resignando a un
invierno larguísimo.
La Mara, al ver que los demás no decían nada y que el pajarraco no quería
cambiar de idea, desesperada, salió corriendo hacia donde estaba Elal.
El Ñandú se largó a correr a la liebre, tratando de darle pisotones y
picotazos. Cuando Elalla vio pasar, le preguntó:
-¿Cuántos meses de invierno quieren finalmente?
-Kaásh (3), tres lunas -gritó la Mara.
-Así será -dijo Elal.
El Ñandú, enfurecido, persiguió a la liebre por el campo. Como los dos
corren rápido, se mantenían a buena distancia uno de otro. Cuando la
Mara estaba por entrar a su cueva, el Ñandú pegó un brinco y le pisó la
cola. La Mara tiró y tiró hasta que la cola se le cortó, quedándole chiquita.
Pero la Mara entró en su cueva con los tres meses ganados. Desde adentro
se reía asustada.
-No importa mi cola -dijo-, basta con mi vida.
Gracias al valor de la Mara, hoy tenemos tres lunas de invierno y tres de
verano.
XII
FUEGO DE LEÑA DE
CALAFATE
Atesora la leyenda que, la Zorrina, el Gato del
Pajonal y el Piche, cacique de ambos, mantenían
el fuego. Los tres lo cuidaban gracias a un yuyo
que llamaban oukha-ínash. Ellos ponían una
piedra cerca del yuyo, la chocaban con otra y ahí saltaba la chispa que
prendía la hierba. El fuego más grande era para el Piche; cuando los otros
se acercaban para calentarse, este hacía chiquito el fuego y no les dejaba
quemar leña en su fogón.
Cierta vez, calentita por el fuego, la joven Zorrina se acercó a otros
animales, quienes le pidieron fuego para calentarse y cocinar. La Zorrina
no escuchó las súplicas y se pavoneó entre los ateridos.
La vieja Cisne se enfrentó a la recién llegada acusándola de egoísta. Por
más que la Zorrina negaba la posesión del fuego, el olor a humo en su piel
contradecía sus palabras.
Asustada, la Zorrina corrió a avisarle a su cacique que escondiera el fuego
para que los demás animales no pudieran tenerlo.
Presuroso, el Piche tapó la hoguera y se echó encima para que nadie la
encontrara. La gente de la toldería le pidió a Elal que interviniera, a fin de
que todos pudiesen disfrutar de las bondades del fuego. El héroe tehuelche
salió a caminar por el campo y encontró al Piche haciendo fuego tapadito.
La visita a la toldería del Piche parecía casual, aunque este suponía que
Elal venía por fuego y no por cortesía.
La Zorrina y el Gato del Pajonal no salieron de su toldo, por
temor a las reacciones de Elal.
Como el Piche poco pudo hacer para esconder el humo que
se escapaba del fuego tapado, Elal aprovechó la oportunidad y de buen
modo le pidió un poco de carbón quemado.
Este le respondió que nada tenía para darle, mientras nerviosamente
soplaba la columna gris, tratando de desvanecerla en el aire.
El héroe de la Patagonia intentó por última vez razonar con el Piche
solicitándole un tizón para hacer fuego, para que la gente pudiera
calentarse y cocinar. El Piche se negó.
Elal, enojado por la actitud del bicho, lo empujó muy lejos. Y ahí estaba el
fuego; carbón quemado de leña de Calafate. Elal se lo llevó a los paisanos,
que así pudieron calentarse y comer carne asada.
Cuando Elalle sacó el fuego al Piche, le cruzó el lomo en tiras, por no
habérselo querido dar. Por eso tiene ahora esas rayas en el caparazón.
Desde entonces, el Piche se fue al campo y no volvió más junto a los
paisanos. El Gato del Pajonal y su amiga la Zorrina huyeron con él.
Hasta hoy, el Piche come hutas y la Zorrina cucarachas.
XIII
LA MUERTE
COMO PARTE DE
LA VIDA
Un viejo pasaje de la leyenda que cuenta las peripecias de Elal, relata que
cierto día él estaba muy atareado disponiendo y arreglando las cosas de
este mundo para que sus habitantes y futuras creaciones pudieran
disfrutar y desarrollar sus vidas en la abundancia y la belleza.
Cuando ya estaba casi todo ordenado y en su lugar, Elal regresó del Sol y
reunió a todos los animales en gran asamblea. Junto al fogón, el héroe se
dirigió a los presentes:
-Ya está todo terminado; esta noche
quédense tranquilos, acuéstense y no
hagan ningún bochinche, que mañana
bien temprano voy a venir a darles las indicaciones finales.
-Bueno -dijeron todos-, está bien.
-El que haga algo va a salir mal-profetizó Elal, quien contaba con esa
noche para que la gente viviera de siglo en siglo, sin morir jamás.
Las voces de los animales pronunciaban su conformidad para con lo
dispuesto por su patrón divino.
-No, qué vamos a hacer esta noche –aseveraban algunos.
-Yo -habló el Lobo Marino- no pienso moverme en toda la noche.
Los demás lo miraron con desconfianza, ya que era muy conocido por las
bromas que solía hacerles.
Esa noche, mientras los demás animales dormían tranquilos, el Lobo, con
su acostumbrada picardía, despertó a la Loba y la sedujo, rompiendo la
promesa hecha a Elal.
A la mañana siguiente, cuando los animales despertaron, advirtieron que
la pareja de Lobos Marinos no se levantaba: había muerto. Los paisanos,
alterados, se preguntaron por qué.
Al llegar Elal, sentenció:
-Murió porque su deseo fue más fuerte que él, por eso murió; no debió
haber seducido a la Loba hasta que yo hubiera terminado de ordenar las
cosas para ustedes.
Mientras esto sucedía, la Cucaracha -que andaba contra los demás
animales-, le sacó al Lobo el huesito de la garganta para que no volviera a
vivir. Si no hubiera sacado ese hueso, Elal podría haberlo hecho vivir otra
vez, pero como lo perdió, no pudo salvarlo. La Cucaracha escondió el
huesito, ¡quién sabe dónde! No quería que hubiese mucha gente. Tenía
miedo de ser pisoteada por los paisanos.
XIV
TRES GOLPES PARA
CREARA LOS
CHÓNEK
Elal no creó el universo ni las fieras, en cambio, fue el creador de los
Chónek o Tehuelches.
Apenas Elal había logrado organizar el nuevo mundo, creó a los
Tehuelches, a los que llamó Chónek. Para ello lanzó tres gritos y dio tres
golpes con el pie antes de crear a los hombres y a la selva. Consiguió un
poco de barro y le dio forma a dos muñecos: uno parecía un varón y el otro
una mujer. Tanto los maleó que consiguió darles sangre y corazón; al fin
estaban con vida. Crecieron, y tuvieron hijos y fueron más y más gente.
A los hombres les reveló el secreto del fuego, les
brindó las primeras armas, les enseñó el arte de la
caza y, como seres creados a su imagen y
semejanza, no sólo les proporcionó todo lo
necesario para sobrellevar la vida, sino que les
inculcó algunos principios de conducta y moral.
Inventados el arco y la flecha, creados el guanaco,
la selva y los hombres, Elal les enseñó a construir
y a utilizar las armas, incorporándose a los grupos
que partían en expediciones de caza.
Gracias a la presencia del guanaco, el pueblo nativo pudo cubrirse y basar
su economía y su industria en la caza de ese animal. Elal les enseñó a los
paisanos a hacer capas de guanaco, para taparse; les decía: "Saquen el
cuero del chulengo y hagan capitas para atárselas al cuerpo, mocasines
para los pies y toldos para dormir y guarecerse".
Para coserlos, hacían agujas con cuchillos de piedra y pasaban tendones
en crudo. A las mujeres les enseñó a estaquear y coser el cuero del
guanaco. A los hombres, a guanaquear -matar a los guanacos chicos,
sacarles el cuero y sobarlos.
Nacía de esta manera uno de los mejores ejemplos del equilibrio entre la
Naturaleza y el uso que los hombres hacían de ella.
XV
DE CÓMO LA BALLENA
LLEGÓ AL MAR
A todo esto, en la Isla Legendaria, Nóshtex -padre de Elal- enterado por el
Cóndor de la nueva residencia de su hijo, envió a su hermano Gosye a que
devorara cazadores y criaturas, por creer que así se liberaría de Elal.
Para lograr su cometido, Gosye llegó a la Patagonia convertido en una
gigantesca ballena llamada Góos. En vez de aletas tenía patas muy cortas,
por lo que se le hacía difícil caminar con ligereza. Por esa razón prefirió
quedarse en un cañadón, próximo al mar.
Todo bicho que pasaba cerca era comido por ella, ya que no sabía
distinguir a Elal de las demás criaturas. A su panza iban a parar: zorros,
guanacos, zorrinos, paisanos, pájaros; todo lo tragaba. Se perdían muchos
Chónek; salían al campo a cazar y no volvían nunca más al toldo. Se los
tragaba con montura y todo.
Así estaban las cosas cuando fueron a pedirle a Elal que los ayudara a
encontrar a los paisanos que no regresaban.
-¿Qué es lo que pasa? -se preguntaban-o Estamos perdiendo a la gente.
Cada paisano que salía al campo no volvía más.
-Yo sé lo que pasa -dijo Elal-, mañana iré a ocuparme. Mientras tanto, no
se acerquen al cañadón.
A la mañana siguiente, los paisanos salieron a cazar Choiques, pero se
mantuvieron lejos del cañadón. Como se esperaba, ese día la Ballena Góos
estaba ahí, deseosa de tragarse a todo bicho que pasase caminando o al
vuelo.
Elal se había convertido en Tábano y andaba dando vueltas alrededor de
ella; la molestaba terriblemente. Con agilidad le picaba los ojos, la boca.
Góos se quejaba diciendo:
-¡Cómo me molesta esta Mosca! Cuando se
aproxime me la voy a tragar.
Y así fue, se tragó a Elal convertido en Tábano.
Pero Elal no se murió dentro de la Ballena. Para
incomodarla más todavía, le picaba la panza, los
pulmones y las tripas.
La Ballena, visiblemente molesta, se puso a
caminar, porque al hacerlo se movía la gente que
había tragado, los que todavía estaban vivos dentro
de ella.
-Ahora voy a caminar, a ver si se muere ese Tábano -decía Góos.
Pero apenas dejó de hacerlo, el Tábano volvió a picarla, esta vez en el
corazón.
Entonces, sintió que Elal hablaba dentro de ella con los paisanos que
todavía estaban vivos.
-¡Qué lástima, yo entré sin cuchillo! ¿Nadie tiene uno? -escuchó que decía.
Un paisano le entregó el suyo.
Ya convertido en hombre, Elal tomó el cuchillo de piedra y con él abrió la
panza de la Ballena. Salió primero y ayudó a los demás a escapar. Los
pobres paisanos que salían estaban medio muertos; algunos se salvaron.
Caían como borrachos cuando lograban huir de ahí dentro. Los que
habían estado una noche nomás, esos se salvaron. Elal sacó fuera a los
que estaban vivos, y a los muertos también.
Después de todo lo sucedido, Elal tomó a la Ballena Góos y la metió en el
mar. ¡Que se fuera a vivir allá, donde todavía está!
XVI
EL ANCIANO
TAKAURR
Así se iban dando las cosas por la Patagonia. Los animales estaban
distribuidos en ella; los bosques rebosaban de vida; los Chónek gozaban
del Guanaco, su inagotable fuente de alimento y vestimenta. Elal se veía
satisfecho por su creación y disposición de lo hecho. Constantemente
acompañaba a grupos de cazadores para enseñarles mayores detalles y
trucos de cómo hacerse de Chulengos y Choiques.
A todo esto, el padre de Elal-Nóshtex-, a raíz del fracaso de su hermano
Gosye ya convertido en Ballena, decidió ir personalmente a la Patagonia
para terminar de una buena vez con la amenaza que representaba su hijo.
Para eso, el gigante se transformó en un anciano curandero llamado
Takaurr. La mejor forma que tenía él de acercarse a su hijo sin ser
descubierto era ganándose la confianza del cazador fiel al héroe mítico.
Este se llamaba Wekne; era el símbolo de la lealtad
y el valor entre el pueblo Chónek.
El legendario cazador, persiguiendo una vez a un Chulengo herido, se
internó en el bosque, tras la presa que ya creía segura. Allí se extravió y al
salir, en el deslinde del bosque fue atacado por un feroz Puma que de un
zarpazo le desgarró la garganta. Antes de caer, Wekne logró tender su arco
y atravesar el cuello del Puma con una flecha que le dio muerte.
Herido, llamó a sus camaradas; tan sólo se le apareció un anciano
desconocido que, después de alzarlo, se lo llevó a su cueva. Mientras
marchaba cargando con el nativo al hombro, el viejo le habló en voz alta
diciéndole que el Puma le temería, porque era fuerte y valiente como Elal.
Profetizó que los Chónek gritarían el nombre de Wekne.
Ese día y esa noche, el cazador permaneció inconsciente en la cueva. Al
amanecer, despertó, somnoliento, completamente curado. Asombrado,
apenas si cambió palabras con el anciano curandero.
Cuando regresó con los suyos, contó la extraordinaria aventura que había
vivido. Sin embargo, nadie le creyó -a pesar de su insistencia-, ni siquiera
habiendo traído el cuero del Puma con la flecha clavada en su cuello, y la
cicatriz que aquel le había causado con sus garras.
El brujo Takaurr apareció posteriormente en la toldería de los Chónek y
ratificó las palabras de Wekne. El anciano les enseñó a los viejos el arte de
curar las heridas y les entregó el talismán, atributo de los brujos.
Elal sospechaba del viejo curandero, pero nada podía hacer para
desenmascarado ya que este era muy cuidadoso de cada paso que daba.
Como Takaurr no lograba ganar la confianza de su hijo, convocó a uno de
los Malos Espíritus para que lo ayudase.
Vino Máip, quien aletargó y durmió con su aliento helado a Terr-Werr, la
"abuela" del héroe.
Esta permaneció dormida mucho tiempo.
Cuando trascendió la fama de los milagros que realizaba
el brujo Takaurr, Elal fue a su encuentro para pedirle que sanara al
Tucotuco. El anciano cumplió de inmediato con el mandato de Elal. El
roedor, apenas abrió los ojos, descubrió la verdadera identidad del brujo,
pues advirtió que cuando este se asomó a la entrada de la caverna, todas
las Nubes rápidamente se dispersaron por el firmamento, asustadas al
darse cuenta de que en realidad Takaurr era el gigante Nóshtex, quien
había dado muerte a la nube Teo.
El gigante se vio acorralado; temeroso de Elal, regresó por ayuda a la Isla
Legendaria.
XVII
SHINTAUKEL
Shintaukel, el nativo impostor que bajo la protección de los gigantes trató
de ocupar el lugar de Elal entre los Chónek, fue seducido por el brujo
Takaurr y lo acompañó en su huida a la Isla Legendaria, cuando ambos se
enteraron de que Elal había descubierto la superchería del anciano.
De allí regresó Shintaukel acompañado de un gigante que lo protegía,
volando en alas del Chimango. Pronto se incorporó a las tribus diciendo
que venía a deshacerse de Elal y que este, por temor, rehuía enfrentarlo,
alejándose con
grupos de cazadores.
El primer encuentro entre ambos tuvo lugar
junto al lago Cardiel. Shintaukel hirió a traición a
Elal, aprovechando que este creyó hallar a su
camarada, a quien suponía extraviado.
Alegremente Elal quiso abrazar a su amigo, que
lo apuñaló seriamente. Mal herido, Elal parecía
caer, cuando apareció un grupo de Pumas
hambrientos.
Los Chónek que presenciaban la lucha, convencidos de que su héroe sería
devorado, corearon entusiasmados el nombre de Shintaukel, aclamándolo
como el nuevo héroe de los hombres. Tras aniquilar a los Pumas, ambos
contrincantes se buscaron afanosamente sin poder encontrarse. En ese
lapso, Elal recuperó sus fuerzas, y cuando volvieron a trabarse en lucha,
logró imponerse fácilmente dominando al
impostor, en el mismo instante en que los nativos volvían a gritar su
nombre.
Durante el segundo encuentro, Elal vio que detrás de las montañas
asomaba un gigante. Creyendo que su adversario era uno de los
monstruos que lo perseguían, maniató a Shintaukel y lo llevó a una
caverna. Tras meditar en lo sucedido, pensando que su prisionero era
realmente un gigante -y no su camarada-,
Elal le sacó el corazón en presencia de su "abuela" Terr-Werr. Ella le
reprochó semejante proceder, haciéndole notar que los gigantes tenían el
corazón de piedra y que su vencido no. Mas el héroe, exasperado, desoyó
los consejos de su "abuela" y terminó por comerse el corazón de su
contrincante.
Cuenta la leyenda que, mientras luchaban frente al lago
Cardiel, gotas de sudor de ambos héroes salpicaron las aguas
del lago, y desde entonces estas son amargas y con un fuerte
sabor a sudor. Otras gotas que salpicaron los alrededores,
originaron los extensos guadales, tierras estériles, donde no crece ni una
brizna de pasto.
La zona donde tuvo lugar la lucha, era poco visitada por los Chónek,
quienes rehuían internarse en esa región.
Ciclo Humano
XVIII
LA PARTIDA DE
ELAL
Con todo esto, Elal se sentía solo y sin compañía por parte de los Chónek.
Le pareció que estaba todo concluido.
Amargado por los desengaños sufridos, descendió de la cueva, reunió a
sus fieles camaradas y por tres días y tres noches permaneció con ellos en
tomo a las hogueras, adoctrinando a los Chónek antes de despedirse de
ellos.
Les prohibió que le rindieran homenajes. No debían
tener altares ni ofrendarle sacrificios de ninguna
especie; tampoco debían darse a la profecía ni a la
adivinación. De la misma manera les pidió que
mantuvieran las tradiciones y que las transmitieran a
las nuevas generaciones de Chónek.
Culminada su tarea en la Patagonia, Elal decidió alejarse para siempre.
Reunió a los Cisnes; se subió al lomo del más arrogante y en bandada
rumorosa fue a través de los mares, hacia el Este, allá donde se une el mar
con el cielo, descansando en islas que surgen de las olas alcanzadas por
sus flechas invisibles.
En esas misteriosas islas, el héroe aguarda a sus queridos Chónek. Ahí los
cazadores, frente a hogueras que arden sin necesidad de echarles leña,
han de narrarle a él los episodios de sus propias empresas y proezas.
XIX
WENDEUNK
Cuando Elal se alejó de la Patagonia, quedó entre los grupos de cazadores
un espíritu tutelar que los guiaba y vigilaba. De nombre Wendeunk, el
espíritu bueno de la raza, algo así como el ángel guardián de los Chónek.
Los paisanos llamaban Wendeunk a una entidad espiritual totalmente
opuesta a los malvados Máip y Kélenken, pues Wendeunk, sin ser visto,
guiaba a los niños desde que nacían, hasta la muerte.
Wendeunk siempre estaba alerta para ayudar a
los hombres a sortear los malos trances de la vida,
pero los Chónek debían ayudarlo, ya que este
genio bondadoso, por sí solo nada podía hacer
contra los Malos Espíritus.
Wendeunk acompañaba a los muertos hasta el
sitio donde los aguardaba Elal, y le contaba a este
todo lo bueno y lo malo que el Chónek había
hecho en su vida: si había cazado muchos Pumas,
si había guerreado con valor, si había tenido hijos,
y especialmente si había enseñado a sus descendientes las tradiciones y
los hechos gloriosos que Elal realizó en la Patagonia.
Las aves, entregadas a sus tareas en las lagunas al atardecer, anunciaban
a los Chónek la presencia de Wendeunk rondando los toldos. Los ancianos
aprovechaban esta situación para cumplir con el mandato de Elal, y
narraban a los pequeños las tradiciones de la raza, en tanto que los
hombres se preparaban para una cacería nocturna de aves. Esto lo
llevaban a cabo en las lagunas donde no estuviesen ni el Flamenco ni el
Cisne. Los Patos y Cauquenes eran amigos de las aves sagradas, y
matarlas en presencia de ellas les traía mala suerte.
Los Chónek se retiraban a los toldos cuando las ráfagas de viento
apagaban las antorchas de cacería. Creían que el espíritu bondadoso les
negaba su protección; y que entonces, Máip aprovecharía para correrlos.
XX
KÉLENKEN
y AXSHEM
Dos de los más siniestros espíritus de la Oscuridad eran Kélenken y
Axshem.
El pueblo Chónek era mortificado por Kélenken. Apenas nacía una
criatura, ya trataba de hechizarla. En los partos difíciles se le aparecía a
las madres para beberse sus lágrimas. La mayoría
de los dolores los generaba Kélenken,
especialmente las enfermedades que causaban
fiebre y delirios. Si eso ocurría, seguro que
momentos antes alguien de la toldería aseguraba
haberlo visto riendo, mientras agitaba sus alas.
Se trataba de un gigantesco Chimango negro. El
rostro era humano, pero provisto de pico en vez de
nariz y boca. Sólo los brujos tenían la capacidad de
ahuyentarlo mediante sus extraños exorcismos.
También estaba Axshem. A él se le atribuían desde los dolores agudos,
hasta el cansancio. Solía introducirse en el cuerpo de los animales.
Los efectos de una rodada, de un golpe, una quemadura infectada, una
espina fieramente clavada en la piel, siempre eran atribuidos al perverso
Axshem. Había sólo una señal que indicaba cuándo iba a enviarles alguna
calamidad, esta era: abandonar la fuente de Kooing, lugar donde vivía
rodeado de emanaciones sulfurosas pestilentes.
Los más valerosos, cuando creían que Axshem estaba por salir de la fuente
–en virtud del ruido que hacían las burbujas al estallar sobre el agua-, le
arrojaban piedras, flechas y elementos agudos, con el propósito de
atemorizarlo.
XXI
SETKRE
Cuando Wendeunk acompañaba a los Chónek más allá del
océano, estos se quedaban a vivir con Elal. Las estrellas -
Setkre- son la representación de los muertos que obtenían
permiso de Elal para permanecer en el espacio con
templando a sus parientes. Estando allí arriba, no sufrían
dolores ni sentían fatiga.
Cuentan los ancianos, que las constelaciones australes en el cielo eran
montones de plumas de Choique o Ñandú que iba dejando un cazador
poco experto, al cual se le escapaba el Ñandú que huía saltando en una
sola pata, pues la otra estaba un poco más allá. Señalando el cielo,
indicaban la Cruz del Sur.
Bibliografía
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Sudamericana, Buenos Aires.
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septentrional adyacente", Cuadernos del Sur, Instituto de Humanidades,
Universidad del Sur, Bahía Blanca.
FERNANDEZ, J.; 1876: Artículos varios publicados en el periódico madrileño
Ilustración española y americana, España.
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Parque Nacional Nahuel Huapi", Bariloche.
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del Museo de Antropología y Etnografía, Facultad de Filosofía y Letras, A. 3, pp.
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LLARAS SAMITlER, M.: "Primer ramillete de fábulas y sagas de los antiguos
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vol. XI, pp. 149-160, Buenos Aires; 1968: b) "Algunos personajes de la mitología
tehuelche meridional", RUNA: vol. XI, pp. 123-131, Buenos Aires.
- 1969: "Hierofanías y concepciones mítico-religiosas de los
Tehuelches meridionales", RUNA, vol. XII.
Autores
SERGIO HACHE – [email protected]
Es intérprete ambiental: concientiza a niños y jóvenes sobre la importancia
que tienen las actitudes cotidianas en la conservación del medio ambiente
natural y humano.
Interesado en la sabiduría de los pueblos nativos de la Patagonia, dedicó
varios años al estudio y compilación del conocimiento que los diversos
pueblos aborígenes de la Patagonia tenían -y tienen- de la relación
hombre-naturaleza y recursos.
Vive en San Carlos de Bariloche, donde dicta cursos, talleres y seminarios
a niños, adolescentes y docentes.
SILVIA MARTÍN – Los Paraísos 340; Villa Adelina; 1607 Bs. As.
Ilustra libros infantiles y didácticos, desde muy joven. Fue alumna de
pintores importantes, como Jean Josse" Julio Barragán, Víctor Chab y
Guillermo Roux; trabajó para varias agencias de publicidad. La firmeza de
su trazo da a sus dibujos un tipo de precisión que potencia las expresiones
y convierte lo explícito en mágico. Vive en Vicente López, provincia de
Buenos Aires.