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Liberalismo y nacionalismo No todos los liberales se sentían nacionalistas. Muchos de ellos, pensaban que el nacionalismo era un sentimiento estrecho de miras y una vuelta al Antiguo Régimen, porque aumentaba las fronteras, se oponía a la igualdad de los ciudadanos ante la ley y favorecía los privilegios de unos territorios sobre otros. El nacionalismo Antes del siglo XIX la palabra nación designaba a un conjunto de habitantes que tenían en común lengua, etnia, costumbres o mentalidad. El nacionalismo surgió en el siglo XIX para reivindicar la existencia de nuevas naciones y el derecho de las mismas a poseer un territorio y un sistema de autogobierno, es decir, a constituirse en un Estado. Tipos de nacionalismo que dieron lugar a la formación de nuevos Estados • El nacionalismo unificador consistió en reclamar un nuevo Estado para pueblos que tenían un pasado y una cultura común, aunque estos pueblos estuvieran en situaciones políticas diferentes: unos independientes y otros formando parte de un reino o un imperio considerado como extranjero. Este fue el caso de Italia y Alemania en Europa. • El nacionalismo disgregador consistió en reclamar la independencia para territorios que se consideraban a sí mismos naciones, pero que estaban integrados por la fuerza en una unidad política superior como un imperio. Fue el caso de los pueblos eslavos dentro del Imperio turco o del Imperio austrohúngaro. Causas del nacionalismo Tanto Napoleón como el Congreso de Viena habían organizado el mapa de Europa según los intereses de los monarcas y emperadores, sin tener en cuenta los deseos de sus habitantes. En oposición a ello, en algunos pueblos surgió un sentimiento de ocupación que desembocó en el nacionalismo. Al ser la potencia ocupante generalmente un régimen absolutista, muchas personas se sentían liberales y nacionalistas al mismo tiempo. La cultura romántica del siglo XIX resaltó el sentido de pertenencia a un pueblo como un sentimiento humano muy importante. Creció el interés por mitos y leyendas sobre el origen de los pueblos. El nacionalismo adquirió un fuerte componente afectivo y emocional, valorando la pertenencia a una nación tanto como el amor por otra persona o por la familia. La economía y la industrialización del siglo XIX hicieron que los países más unidos o cohesionados experimentaran mayor desarrollo económico. Por ello, el nacionalismo pasó de ser un sentimiento revolucionario a otro conservador. En estos países las clases sociales ricas se hicieron nacionalistas: la unidad nacional era necesaria para coordinar una política económica común, apoderarse de los recursos de los territorios vecinos y obtener beneficios de la explotación colonial. La unificación de Alemania Hasta mediados del siglo XIX Alemania no existía como tal. En la parte oriental, un poderoso reino, Prusia, mantenía una sólida y disciplinada organización política y militar. Al Sur se situaba un reino de menor importancia política, Baviera. Entre ambos reinos coexistían multitud de pequeños territorios independientes, gobernados por príncipes y con un alto nivel económico y cultural. Además, había otros territorios alemanes que dependían políticamente del rey de Dinamarca o del vecino Imperio austriaco. El Congreso de Viena, y el Imperio austriaco en particular, habían permitido que se formara la Confederación Germánica, formada por 39 estados, pero no querían una verdadera unidad que diera lugar a un Estado liberal, dirigido por Prusia. En 1834 Prusia tomó la iniciativa y creó el Zollverein o Unión Aduanera, de la que excluyó a los austriacos. Esta unión comercial, que incluía una única red de ferrocarriles para todo el territorio alemán, impulsó el desarrollo económico y animó a la burguesía a luchar por la unificación. La revolución de 1848, con sus reivindicaciones democráticas y sociales y con gran repercusión en las ciudades alemanas, produjo temor en la burguesía. Por ello, el canciller prusiano Otto von Bismarck, bajo el reinado de Guillermo I, dirigió la unificación en un sentido autoritario y no liberal. Declaró la guerra a Dinamarca en 1864 para arrebatarle los ducados de Schleswig y Holstein. Bismarck se negó a cualquier acuerdo con el Imperio austriaco, aunque era un país germánico, y le exigió la cesión de algunos territorios. Austria se opuso y fue derrotada en la batalla de Sadowa (1866). Finalmente, Bismarck planeó la anexión de Alsacia y Lorena, regiones donde parte de la población hablaba alemán, pero que pertenecían a Francia. Los franceses fueron derrotados en la batalla de Sedán y los prusianos ocuparon París, proclamando allí el nacimiento del Segundo Imperio Alemán (II Reich) en 1871. Italia A mediados del siglo XIX, los italianos se sentían parte de una unidad cultural e histórica, pero estaban divididos en muchos territorios con sistemas políticos diferentes: Al Noroeste existía un reino independiente, el Piamonte, con capital en Turín, creado por el Congreso de Viena y al que se le añadía Cerdeña. El resto del Norte, la región más rica, que incluía Milán y Venecia, estaba ocupado por Austria. Nápoles y Sicilia, al Sur, formaban a una monarquía gobernada por la dinastía de los Borbones. En la zona central, el papa Pío IX reinaba sobre los Estados Pontificios, con capital en Roma. Cavour, primer ministro del Piamonte pactó la ayuda de Francia, que derrotó a los austriacos en las batallas de Magenta y Solferino, en 1859, con lo que el Norte se añadió al Piamonte. Poco después, Nápoles y Sicilia fueron ocupados por un revolucionario nacionalista, Garibaldi, y entregados al Piamonte. El Papa tuvo que firmar su

LIBERALISMO Y NACIONALISMO

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LIBERALISMO Y NACIONALISMO EN EUROPA

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Liberalismo y nacionalismo

No todos los liberales se sentían nacionalistas. Muchos de ellos, pensaban que el nacionalismo era un sentimiento estrecho de miras y una vuelta al Antiguo Régimen, porque aumentaba las fronteras, se oponía a la igualdad de los ciudadanos ante la ley y favorecía los privilegios de unos territorios sobre otros. El nacionalismo

Antes del siglo XIX la palabra nación designaba a un conjunto de habitantes que tenían en común lengua, etnia, costumbres o mentalidad. El nacionalismo surgió en el siglo XIX para reivindicar la existencia de nuevas naciones y el derecho de las mismas a poseer un territorio y un sistema de autogobierno, es decir, a constituirse en un Estado. Tipos de nacionalismo que dieron lugar a la formación de nuevos Estados

• El nacionalismo unificador consistió en reclamar un nuevo Estado para pueblos que tenían un pasado y una cultura común, aunque estos pueblos estuvieran en situaciones políticas diferentes: unos independientes y otros formando parte de un reino o un imperio considerado como extranjero. Este fue el caso de Italia y Alemania en Europa. • El nacionalismo disgregador consistió en reclamar la independencia para territorios que se consideraban a sí mismos naciones, pero que estaban integrados por la fuerza en una unidad política superior como un imperio. Fue el caso de los pueblos eslavos dentro del Imperio turco o del Imperio austrohúngaro. Causas del nacionalismo

Tanto Napoleón como el Congreso de Viena habían organizado el mapa de Europa según los intereses de los monarcas y emperadores, sin tener en cuenta los deseos de sus habitantes. En oposición a ello, en algunos pueblos surgió un sentimiento de ocupación que desembocó en el nacionalismo. Al ser la potencia ocupante generalmente un régimen absolutista, muchas personas se sentían liberales y nacionalistas al mismo tiempo. La cultura romántica del siglo XIX resaltó el sentido de pertenencia a un pueblo como un sentimiento humano muy importante. Creció el interés por mitos y leyendas sobre el origen de los pueblos. El nacionalismo adquirió un fuerte componente afectivo y emocional, valorando la pertenencia a una nación tanto como el amor por otra persona o por la familia.

La economía y la industrialización del siglo XIX hicieron que los países más unidos o cohesionados experimentaran mayor desarrollo económico. Por ello, el nacionalismo pasó de ser un sentimiento revolucionario a otro conservador. En estos países las clases sociales ricas se hicieron nacionalistas: la unidad nacional era necesaria para coordinar una política económica común, apoderarse de los recursos de los territorios vecinos y obtener beneficios de la explotación colonial. La unificación de Alemania Hasta mediados del siglo XIX Alemania no existía como tal. En la parte oriental, un poderoso reino, Prusia, mantenía una sólida y disciplinada organización política y militar. Al Sur se situaba un reino de menor importancia política, Baviera. Entre ambos reinos coexistían multitud de pequeños territorios independientes, gobernados por príncipes y con un alto nivel económico y cultural. Además, había otros territorios alemanes que dependían políticamente del rey de Dinamarca o del vecino Imperio austriaco. El Congreso de Viena, y el Imperio austriaco en particular, habían permitido que se formara la Confederación Germánica, formada por 39 estados, pero no querían una verdadera unidad que diera lugar a un Estado liberal, dirigido por Prusia. En 1834 Prusia tomó la iniciativa y creó el Zollverein o Unión Aduanera, de la que excluyó a los austriacos. Esta unión comercial, que incluía una única red de ferrocarriles para todo el territorio alemán, impulsó el desarrollo económico y animó a la burguesía a luchar por la unificación. La revolución de 1848, con sus reivindicaciones democráticas y sociales y con gran repercusión en las ciudades alemanas, produjo temor en la burguesía. Por ello, el canciller prusiano Otto von Bismarck, bajo el reinado de Guillermo I, dirigió la unificación en un sentido autoritario y no liberal. Declaró la guerra a Dinamarca en 1864 para arrebatarle los ducados de Schleswig y Holstein. Bismarck se negó a cualquier acuerdo con el Imperio austriaco, aunque era un país germánico, y le exigió la cesión de algunos territorios. Austria se opuso y fue derrotada en la batalla de Sadowa (1866). Finalmente, Bismarck planeó la anexión de Alsacia y Lorena, regiones donde parte de la población hablaba alemán, pero que pertenecían a Francia. Los franceses fueron derrotados en la batalla de Sedán y los prusianos ocuparon París, proclamando allí el nacimiento del Segundo Imperio Alemán (II Reich) en 1871. Italia

A mediados del siglo XIX, los italianos se sentían parte de una unidad cultural e histórica, pero estaban divididos en muchos territorios con sistemas políticos diferentes: • Al Noroeste existía un reino independiente, el Piamonte, con capital en Turín, creado por el Congreso de Viena y al que se le añadía Cerdeña. • El resto del Norte, la región más rica, que incluía Milán y Venecia, estaba ocupado por Austria. • Nápoles y Sicilia, al Sur, formaban a una monarquía gobernada por la dinastía de los Borbones. • En la zona central, el papa Pío IX reinaba sobre los Estados Pontificios, con capital en Roma. Cavour, primer ministro del Piamonte pactó la ayuda de Francia, que derrotó a los austriacos en las batallas de Magenta y Solferino, en 1859, con lo que el Norte se añadió al Piamonte. Poco después, Nápoles y Sicilia fueron ocupados por un revolucionario nacionalista, Garibaldi, y entregados al Piamonte. El Papa tuvo que firmar su

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renuncia a los Estados Pontificios y quedó recluido en la Ciudad del Vaticano. El resultado final fue un país unificado, Italia, con régimen político moderado de monarquía parlamentaria, con capital en Roma y Víctor Manuel II de Saboya, monarca del Piamonte, como rey (1870). Los imperios coloniales

En el último tercio del siglo XIX, y coincidiendo con el comienzo de la segunda Revolución Industrial, los principales Estados europeos extendieron su dominio a todo el mundo. Una enorme cantidad de territorios, a veces con culturas milenarias, como el caso de la India, pasaron a depender de los países europeos. África, el continente más desconocido, fue el principal objetivo de la expansión colonial europea, también conocida con el nombre de imperialismo. Causas del imperialismo

• El desarrollo de la industrialización precisaba nuevas materias primas que a veces se encontraban en territorios muy alejados. Al mismo tiempo el desarrollo de la producción industrial europea exigía la apertura de nuevos mercados de consumidores en todo el mundo. • El gran aumento de la población europea estimuló la emigración a ultramar. En el período 1871-1911, 33 millones de europeos dejaron el continente y se instalaron en otros lugares del mundo. • Los países industrializados establecieron una rivalidad y competencia entre sí, en la que se mezclaban los intereses económicos con el prestigio político y las necesidades estratégicas de controlar cada vez más espacios mundiales bajo su influencia. • Existieron también factores ideológicos y culturales, como una conciencia del papel civilizador de Europa sobre el resto del mundo, a veces con cierta superioridad racista, la expansión misionera de varias confesiones religiosas y el interés científico de las sociedades geográficas por explorar y conocer todo el mundo. Territorios coloniales

La situación de cada continente era diferente, por lo que la acción imperialista también se adaptó a circunstancias diferentes. El interior de África resultaba prácticamente desconocido. Asia contenía culturas y religiones muy antiguas y arraigadas, como la islámica, y dos enormes países: India y China. América había pasado ya por la experiencia colonial y casi todos sus países eran independientes. • África. En 1885, Alemania organizó la Conferencia de Berlín para regularizar el reparto de África. Por una parte, Alemania, a causa de su tardío proceso de unificación, temía quedarse rezagada en el dominio colonial y, por otra, todos los países estaban interesados en frenar la enorme expansión del Imperio británico que pretendía establecer un cinturón de colonias desde Egipto hasta El Cabo. Francia dominaba el área del Sahara y sus países limítrofes, y Portugal, amplias extensiones al interior de los puertos de su antiguo imperio colonial. • Asia. La península de la India fue totalmente colonizada por los británicos, que la consideraron «la joya de la corona». La Indochina continental pasó a control de Francia, y gran parte de la actual Indonesia, a los holandeses que sustituyeron al antiguo dominio de Portugal sobre la zona. • Aunque China siguió siendo un país independiente, regido por su emperador y sus instituciones milenarias, sintió los efectos de la presión imperialista europea y estadounidense. Tuvo que ceder el control de sus minas y admitir el reparto de zonas de influencia comercial extranjera. Abrió al comercio exterior los puertos de sus importantes ciudades costeras, como Cantón y Shangai. Los británicos se aprovecharon de la tolerancia inicial de las autoridades chinas hacia el consumo del opio para acumular grandes beneficios, a costa del deterioro de la salud de la población. Los chinos se rebelaron en las denominadas Guerras del Opio (1839-1842), pero los británicos los derrotaron. Después del tratado de Nanking, en 1842, el puerto de Hong Kong pasó a soberanía británica, que lo poseyó hasta 1997. • América. Tras la independencia, el único país importante que dependía de una potencia extranjera era Canadá, aunque tenía gran autonomía. Los Estados Unidos eran en teoría antiimperialistas, ya que se consideraban una antigua colonia que había obtenido la independencia. Pero a finales del siglo XIX la expansión de sus intereses económicos y estratégicos les llevó a intervenir militarmente en Sudamérica, en Cuba y Filipinas contra España, anexionarse las islas Hawai y ocupar las franjas limítrofes con el canal de Panamá. Tipos de gobiernos coloniales

Colonias: territorios donde la debilidad o el atraso cultural del poder local permitió a las metrópolis controlar el país en todos sus aspectos: económicos, políticos y culturales. Este modelo de colonización triunfó en muchas partes de África. Protectorados: territorios en los que la metrópoli decidió no inmiscuirse en los asuntos de política local, dirigiendo solamente la explotación económica y las relaciones políticas exteriores. Este modelo se dio fundamentalmente en Asia, como en el caso de la India. Dominios: territorios del Imperio británico que fueron casi totalmente ocupados por nueva población de origen europeo, como Australia y Nueva Zelanda. Gozaban de amplia autonomía e instituciones propias.

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Consecuencias del imperialismo • El reparto del mundo, y especialmente de África, se hizo más en función de los intereses de las potencias ocupantes que de las características locales. Se crearon así fronteras que dividían o agrupaban a tribus y a etnias de manera artificial. Este hecho resultaría una fuente de problemas en el futuro. • La expansión colonial creó y consolidó una división en la producción internacional de bienes. Las colonias se especializaron en la producción de materias primas, mientras que las metrópolis conseguían mayor valor añadido con sus productos industriales. • La colonización alteró gravemente la estructura social de las poblaciones indígenas. La sociedad de clases occidental tendía a reflejar en las colonias una diferencia social entre colonizadores e indígenas basadas en la raza, mientras la sociedad tradicional de tipo tribal se descomponía. • La influencia europea fue beneficiosa en algunos aspectos. Las mejoras médicas y sanitarias conseguidas en las metrópolis pudieron aplicarse en las colonias, así como los avances europeos en legislación y administración.