Libérame by Audrey_Io

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Uber Xena y Gabrielle es la historia de Alexandra una guerrera que es encarcelada por la santa inquisición y ahí conoce a Alba.

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Librame. by Audrey_Io ".El empujn de los guardias estrell mi cuerpo contra el suelo. Cada centmetro de m duele, como si algn caballo hubiera decidido tercamente caminarme por encima. El sabor salado de la sangre gana espacio en mi boca y dificulta que pueda tragar. La piel y los msculos bajo ella me lastiman como si estuviera en carne viva. Fue una gran golpiza esta vez, pero tambin fue la primera en que no me defend. Tengo los ojos pesados y me cuesta horrores conseguir aire, as que mi respiracin resurge auditiva y apretada. La celda est en penumbras excepto por la leve luz de luna que entra.

Alguien ms se mueve cerca, no estoy sola. Es una extraa sensacin, he pasado demasiado tiempo sola, an mucho antes de llegar hasta aqu. Volteo como puedo mi cuerpo en busca de aquel movimiento, lentamente, para no romperme otro hueso en el esfuerzo, otro ms de los que seguramente ya tengo rotos. Cuando logro enfocar al impertinente movimiento y su silueta se dibuja en todo esplendor contra la luz de la noche, sonro alucinada. Extraviada otra vez ante ese cuerpo perfecto y ese cabello dorado que desarma las sombras a mi alrededor, ante esos ojos que me miran brillantes y verdes, ms de lo que nunca los he visto, creo, ante esa mirada algo angustiosa que impone de frente a mi inexistente elegancia. Dejo a mis ojos sumirse en la penumbra, razonando en cmo ese eterno ensueo ha vuelto para consolarme un poco de mis tormentos.

Pero es justo en ese instante de oscuridad y desquicio donde surge una diferencia, an y con los ojos cerrados puedo sentirla, puedo percibirla emitir el sonido propio y profundo de los humanos inmersos en el silencio, la siento respirar. Un sueo no respira, una alucinacin no respira, una persona s. Abro mis ojos ms ampliamente de lo que nunca he podido, recupero mi lucidez y contina all, mirndome. Una fuerza sobrehumana me invade y, olvidando todos los golpes y el dolor que me ha dejado esta noche, me acerco rpidamente, muy rpidamente de hecho, tanto que ella logra nicamente retroceder, an sentada, hasta dar su espalda contra la pared ms cercana.

Quedo en blanco ante ese rostro que ahora me ve con temeridad, me teme a m?, a m que he sido castigada por pretender su existencia? No, no a m, le teme al cuerpo cubierto de magullones y de su propia sangre que se le ha acercado con el mirar desbocado, y la ha privado de esa humilde libertad de movimiento a la que ha sido confinada, cindola contra un muro oscuro y fro.

Levanto dubitativamente mi dedo hacia su rostro y un trazo rojo y espeso seala mi camino; es mi sangre, probablemente la de la cortada que tengo en la frente y que he sostenido camino de regreso a este sitio, ste que desde que lo vi siempre me ha parecido tan sombro y desencantado. Eso hasta ahora al menos.

Eres t... - murmuro mientras sonro y reanudo con una temblorosa tranquilidad un camino en su mejilla con mis dedos, generando otras marcas iguales a la primera- .eres t... - repito y me dejo caer de espaldas sobre el suelo, con un hormigueo clido en mi mano que asciende por mi sangre abrazndome de energa por slo unos segundos.

Instantes culminados cuando el resto de m recae en la cuenta de que acabo de sufrir una de las peores golpizas que he tenido nunca. Un dolor acucioso en mis costillas y mi cabeza sobreviene, y siento como pierdo la consciencia. Mis ojos se van cerrando pesadamente y apenas s logro ver, antes de la oscuridad total, como mi mano tiembla implacablemente, estoy a punto de convulsionar producto de tanta saa contra mi persona, lo s, lo he visto antes.

Siento como soy sostenida y que alguien grita, s que grita pero no puedo orla, y quiero hacerlo, quiero mucho hacerlo, quiero or su voz. Nunca he pedido nada pero deseo rogar, y sobre todo deseo ser escuchada en esta ocasin. Dios, por favor, no permitas que muera ahora, no ahora que s que ella s existe...".

Interrumpo. La historia que contar, la contar como ha llegado hasta m, o como a m me ha tocado vivirla en momentos, no importa quien soy, eso es lo de menos, lo nico que interesa es lo que s, lo que viv y lo que me contaron de esta historia. Interrumpo, repito, porque es importante que algunas cuestiones sean aclaradas antes de darle la palabra a una de sus protagonistas. Esta no es una historia cualquiera, tampoco tan diferente a muchas que existan sobre este mundo cada vez que los caminos, y las personas que los caminan, se cruzan. Se sita en la poca media-moderna y Europa; ambos, lapso y espacio, evocan demasiadas hazaas para conmemorar, y al mismo tiempo la misma cantidad de funestas resoluciones para olvidar. Pero a las cuales olvidarlas, condenarlas a morir en el pasado, implicara restarles el valor que merecen todas las personas que las sostuvieron con su cuerpo y con su espritu, gente sobre cuya memoria y estirpe se erige el presente y se fragua el futuro.

En aquellos tiempos, uno de los ms largos y terribles procesos se inici cuando la iglesia catlica decidi dar fin a la expansin de los llamados "herejes", y se extendi al momento en que se volvi poltico con la participacin de los reyes y la nobleza de varios territorios. Siguiendo esa evolucin, la familia de Daz de Valverde haba includo a sus generaciones en las lneas de los inquisidores, a cada paso ms y ms orgullosos de pertenecer a esta especie de guerra santa, que poda verse prcticamente unilateral. Ahora en la tercera generacin con el Conde Enrique, el menor de tres hermanos, el leal servicio de una de las lneas de la familia pareca extinguirse con la temprana muerte de los otros dos.

El conde tena una sola hija, una joven alta y de cabellos oscuros, bellsima a los ojos de todos, que hasta sus diecisis se educaba con su madre en los deberes de la nobleza y del manejo de la casa. Pero la incuestionable atmsfera de perfeccin se quebr cuando la mujer muri luego de una larga y extenuante enfermedad.

Su hija nunca logr recuperarse, por el contrario. La muerte de la mujer pareca haber socavado la estabilidad de la muchacha que preocupaba cada da ms a su padre cuando, por las noches, despertaba gritando completamente agitada por culpa de sueos que ella describa como atroces y horrendos. Sueos de guerra y sangre, de violencia e impiedad, que la tenan como principal protagonista. Se intent todo: clausuras y retiros. Hasta mdicos.

Pero Isabel no lograba salir de esos lapsos. El dolor por el dolor de su madre pareca haber detonado algo dentro de la joven que en lugar de sosiego slo vea a su cuerpo y su corazn oscurecerse y debilitarse irremediablemente. Dos aos ms tarde, cuando su padre estaba casi resignado a perderla, un amigo del hombre sugiri que la joven tuviera una vida ms vivaz, una que le consumiera las energas diurnamente. As, an ante una primera negativa de Isabel, fue que el conde la convenci de entrenarse con la guardia de la familia.

En poco tiempo, la muchacha, que haba comenzado siendo dbil, delicada y sumisa, se haba convertido en una mujer fuerte, capaz de derrotar en batalla a cualquier hombre que le presentara pelea. Con su presencia altiva lograba exasperar, y tambin enamorar, a cualquiera que cruzara por su camino. Y as fue como cautiv una tarde al obispo Gonzalo de Arcemendi que pasaba por una de las casas y la observ pelear inteligentemente contra casi una docena de los ms fuertes, soldados de la guardia, y vencerlos con una facilidad deslumbrante, arrojando al final de la contienda una de esas sonrisas de medio lado que la caracterizaban.

El prelado convenci al conde en la necesidad de que su hija formar parte de las filas y ste accedi en su fiel posicin de servidor del rey, y en honor a las embestiduras de sus antepasados. Seis aos despus la mujer estaba al frente de muchos de los movimientos de contencin, y ahora ya recuperada de sus pesadillas, por un lado por el desgaste de energa, pero tambin porque haba convertido esas imgenes, que le parecan antes atroces y despiadadas, en su vida misma. Prcticamente nadie lograba reconocer a la pequea Isabel en esta guerrera perversa en que se haba convertido; atrs haban quedado sus aos de bondad y alegra, se haba convertido en una mujer fiel apenas a su deseo de poder y opresin. Quera ms cada vez y no pareca notar que todo lo que haca, y lo que los dems hacan alrededor de ella y en su nombre era atroz e inhumano.

En ese momento, cualquier pequeo error o detalle inapropiado era suficiente para terminar en una celda, atravesar las peores torturas y morir en la hoguera, en la horca, o en donde sea que a los inquisidores se les antojara. Y ella, Isabel, era la primera en sonrerse ante las suplicas desquiciadas de los potenciales mrtires. No le gustaba matar pero s castigar, lo disfrutaba a cada momento como si fueran un elixir necesario para seguir, la sensacin de podero la cautivaba imperiosamente. Apenas su padre, el Conde, lograba suavizar el carcter de la joven. Era el nico que lo consegua.

Segn me contaron, en una de las persecuciones en busca de herejes, cabalgando por su territorio, se encontr a aquella mujer por primera vez.

Era la general de su escuadra, otra mujer que el prelado haba incluido en su ejrcito. No era comn que las mujeres tomaran parte de un ejrcito, slo en muy pocas excepciones y mayormente persiguiendo a su esposo. En los menos casos, algunas mujeres, por su decisin y rudeza, eran reclutadas, generalmente, en las lneas familiares. Ese era el caso de Isabel, como ya sabemos, y tambin de la duquesa de Monte Alvear. Josefina era una mujer tan bella como brutal, incluso ms despiadada que Isabel, lo cual para la triguea result demasiado atractivo. En poco tiempo haban compartido guerra, violencia, poder, y a poco de eso, la cama. Saban que de conocerse el carcter de su relacin terminaran en la hoguera como sus prisioneros, pero la impunidad que el poder las haca sentir no les permiti detenerse.

Tambin estaba claro que nunca fue amor, slo mera satisfaccin, pero para un par de corazones endurecidos, o ms bien adormecidos, era suficiente para acostumbrarse y crearse una necesidad.

Fue all, una noche en esa cama, que tantas veces haba compartido con la duquesa, que Isabel tuvo otro sueo y, aunque no fue una pesadilla, despert tan estremecida como antes.

Segn ella misma le cont a su padre, sinti la imperiosa necesidad de salir corriendo del aposento, as que apenas vistindose, subi a su caballo y parti raudamente extravindose en la inmensidad de la pradera. Dej que el aire le azotara la piel y llor desesperadamente con una sensacin de haberse perdido y de haberse encontrado al mismo momento.

Con un irrefrenable deseo de que cesaran los sueos, azot ms perversamente a quienes se cruzaron por aquellos lugares, an sin que tuviera razones reales. Recuerdo muy bien ese tiempo, fue terrible para todos, incluso para su padre que no lograba entender como su hija se haba transformado en ese ser que poco reconoca de humanidad. Para Isabel fue igual de complejo. El castigo a sus presos la sosegaba temporalmente, pero luego la converta en un cmulo de remordimientos. La nica que pareca disfrutar de su nueva tendencia exacerbada al odio era su compaera, que disfrutaba de la furia encendida de la condesa, fuera y dentro de su cama. Pero despus, para Isabel compartir su tiempo y especialmente su cama con la general, se volvi insoportable. Una tarde cualquiera sali con su ejrcito sin rumbo separndose de aquella escuadra, rechazando indiferentemente los ruegos de su amante. Se fue sin mirar atrs, con la mente aturdida de aquella mujer de sus sueos.

Una mujer, si, una que creca desde sus sueos hasta envolverle su mente despierta, pero que tambin la abrazaba ms profundamente. Una mujer inocente, justa, que la deshaca con su mirada verde y bondadosa, con su sonrisa traviesa y su actitud generosa. Esas visiones la hostigaban en sus noches, y luego en el da, le mostraban cunto de lo que aconteca alrededor estaba mal, y cmo ella provocaba esos horrores. Un sentimiento implacable de culpa le naci, y se vio as misma liberando a sus perseguidos, primero de forma inconsciente por su propia desconcentracin, y luego deliberadamente. La general Monte Alvear fue llamada a poner orden en el territorio comandado por Daz de Valverde, y, sta por supuesto que fue presurosa en su busca. El desorden general en que encontr la milcia y el fuerte la colmaron de extraeza. Isabel llevaba das enteros sin dar rdenes a sus hombres, haba liberado a sus prisioneros y se negaba a recibir al comendador del obispo. Los hombres de su ejrcito la seguiran a muerte, an un tanto confundidos por los cambios de humor de la mujer pero aliviados de no tener que cometer ms atrocidades contra el pueblo.

Por la confianza que crea ganada, Josefina entr sin anunciarse al lugar donde se guardaba la mujer. La encontr ojerosa y dbil, atrapada por propia voluntad en ese cuarto, las paredes plagadas de bosquejos de unos ojos verdes brillantes.

Aunque Isabel la recibi con cierta ira por su impertinente intromisin, la duquesa logr calmarla y obligarla a serenarse valindose de cuanto la conoca. Y usando su elocuencia la persuadi a su antojo. Le dijo que quera saber qu le suceda, que ese no era el comportamiento que alguna vez la distinguiera, que confiara en su amistad y se liberara de lo que fuera que la agobiara. Por esa perceptible necesidad de desahogo que la consuma, ms que por conviccin, fue que Isabel cay en la trampa y le cont sobre sus sueos, sobre la mujer duea de ellos y de esos ojos, de cunto haba entendido lo mal que estaban esas acciones, tratando de convencerla tambin de que cesara en sus acciones blicas. Fue imposible.

Por el contrario, aferrndose a todo esto y como la mujer despechada en la que el rechazo de Isabel la haban convertido, Josefina la envi directo a las fauces del lobo. La inquisidora fue enjuiciada y condenada a las mismas celdas donde ella haba recluido y torturado a otras personas, al tiempo que sus hombres pasaron a ser parte de las lneas de la duquesa. Gracias ala accin de su padre consigui no ser ejecutada, apenas fue condenada a sentir en carne propia el dolor que haba causado, pero poco le importaba en verdad. Por el contrario, estaba casi satisfecha de que el dolor fsico le impidiera temporalmente sentir la herida que se la haba abierto en el alma. Golpearla se haba convertido en la tarea favorita de los guardias, enviados, claro, por la general que se encargaba directamente del caso de la ex inquisidora, juzgada por traicin y, encubiertamente, por pensamientos inadecuados. Isabel se sonrea en su celda pensando en qu sucedera si ella diera a conocer las caractersticas de su pasada relacin con la duquesa, que ahora se haba comprometido con un noble, supona, para guardar apariencias.

Aquella noche, la guardia vino a por ella y la llevaron frente a la otra mujer, dejndolas solas. Era evidente lo que Josefina quera. Se le acerc sugerentemente y trat de besarla, a lo que Isabel se apart. Insisti silenciosamente y fue rechazada de nuevo. Se violent y, valindose de la debilidad causada por el encierro y los golpes de la mujer, trat de forzarla. Pero sera rechazada de cualquier forma. A pesar de tantos das encerrada, la triguea, segua siendo tan fuerte como su personalidad. Exasperada la duquesa le espet:

-Por qu me rechazas Isabel? S bien que disfrutabas de nuestros encuentros - dijo susurrando ardientemente contra su odo pero no recibi respuesta. Isabel continuaba mirando el vaco en la pared.

-Vamos - apunt jugueteando en su cuello - s que quieres tambin, no ser que me rechazas por esa mujer de tus sueos no?, no seguirs creyendo que existe?

La condesa continuaba en silencio, apenas respirando. Josefina se separ y desliz fuera el vestido que llevaba.

-Mrame - le dijo - tcame - poniendo las manos de Isabel sobre su cuerpo - ella es slo una ilusin de tu mente, pero yo no, yo s estoy aqu - agreg presionando contra ella - soy carne y fuego, tmame, deja de lado esa alucinacin estpida... Isabel quit sus manos de las de Josefina y acerc su rostro a ella susurrando.

- Pues hazte a la idea de que si vienes a por m siempre sers rechazada por esa alucinacin estpida...

El rostro de la general se transfigur repentinamente y sali dejando a Isabel con su mirada azul impasible contra la pared. Luego todo culmin en una paliza descomunal, de la cual no se defendi resignada ya a que la nica salida era una muerte pronta. Finalmente acaeci el dolor fsico, la alucinacin, la realidad y la angustiosa penumbra en que sucumbi en el momento menos indicado.

Hasta aqu es donde yo interrumpo. Es que no me corresponde contar el resto de esta historia, una historia que ser mejor contada por la protagonista, es slo que conozco lo suficiente a Isabel para saber que no querr contar nada sobre ese pasado que la agobia y, en muchas ocasiones, la avergenza, pero que sin l, sin su pesar y su dolor, sin su violencia y desatino, lo dems estara incompleto.

Le dejar a ella contar lo que quiere contar sobre esta historia que, como dije antes, no es una historia cualquiera, no es simple porque se trata sobre personas, y las personas no nos caracterizamos por ser simples. Es una historia que habla de sentimientos, de virtudes que nacen de ellos, de sacrificios que se hacen en su nombre. Pero sobre todo de amor, de un amor que traspasa las barreras de lo humano y mortal, uno que se lleva por encima cualquier tiempo y cualquier espacio, uno que es tan eterno como el brillo de las estrellas, un amor que caminar por este mundo siempre que encuentre a alguien dispuesto a vivirlo. "...Despert suavemente, no recuerdo exactamente que fue lo que pas todava, mis pensamientos apenas estn ordenndose. La luz me lastima los ojos an cuando estoy de espaldas al ventanal y sigue de noche. Muevo mi boca levemente esperando encontrar el pastoso sabor a sangre que tanto me desagrada pero encuentro nada en su lugar, de hecho no est siquiera seca, est hmeda como si hubiera bebido agua en las ltimas horas.

Reacomodo mis pensamientos ms profundamente, la golpiza. Me toco instintivamente la frente en busca de la herida y no hay rastros de sangre, de hecho est curndose. Reviso con mis manos otras y todas mis heridas estn cicatrizadas, adems puedo moverme con ms facilidad, pero cmo? Llevo ropa diferente de la que llevaba en la noche y estoy limpia, s muy bien que los soldados no se apiadan de nadie despus de haberlo golpeado salvajemente.

Cunto tiempo pas? Estoy segura de que al menos un da desde esa noche, esa noche, qu fue lo que pas esa noche.? S, lo recuerdo, la convulsin, cre que morira y por primera vez no quera morir por.... Mis ojos se abrieron de un golpe mientras mi respiracin se agudiz de ansiedad.

Giro mi rostro hacia el lado contrario y la veo reposar cerca, de espaldas. Siento mi respiracin y mis movimientos paralizarse repentinamente. No veo su rostro pero s que es ella, lo s, no hace falta verla, recuerdo cada una de esas curvas que brillan a la luz lunar, curvas que deline con mis manos en mis sueos, tal vez en mis recuerdos, o no s. Igualmente quiero ver ese rostro, necesito cerciorarme de que es ella, y que no fue slo una jugarreta de mi soledad. Me arrastro suavemente buscando acercarme sin ser percibida pero fallo completamente. Es difcil ocultar el sonido de un cuerpo arrastrndose en el silencio de la noche.

Se incorpora y me observa, s, es ella, es, es! Sonro y algunas lgrimas descienden por mi rostro imposibles de detener, no intento siquiera evitarlo. Tanto dolor y tanta soledad deshacindose con su presencia, me quedo a mitad de camino ahogndome en el encanto de dejar de sentirme una demente en busca de una persona irreal. Se acerca a m deslizndose pero con ms eficacia, rogndome apenas audiblemente que me tranquilice. Se sienta y me coloca amablemente en su regazo.

Vamos tranquila seorita - me dice, su voz, s, es su voz, gracias por escucharme Dios - vamos, no debera moverse, an est recuperndose.

Acerca mi manta colocndola para que me recueste sobre ella.

Acomdese despacio. eso, descanse - me tapa con la suya quedndose sentada a mi lado.

La miro hacindole un ruego silencioso que comprende inmediatamente.

Hace casi dos das que duerme seorita - se silencia ante mi mano en alto, niego a algo pero por ms que intento no puedo hablar.

Ella dndose cuenta que intento decirle algo acerca su rostro al mo, tratando de prevenir que fuerce mi voz.

I...sa...bel - murmuro.

Isabel? - sonre volviendo a su postura - est bien seorita Isabel.

Reintento el habla, lo que la hace acercarse a m nuevamente.

-Sola. solamente. Isabel.- logro decir un poco ms fuerte y claro.

Se ilumina ms ampliamente.

Est bien Isabel... - toma aire mirndome - Alba, slo Alba- agrega en una nica sonrisa - hace dos das que duerme... duermes - se corrige - me asust un poco la verdad, por un momento pens que morira pero parece que eres fuerte, y que tiene algunos soldados de su lado por ah.

"Mis soldados" pienso percibiendo como no logra acomodarse a tratarme con confianza. .me dieron agua, y compresas, la cuid y fue mejorando, an as no debe moverse, tiene una costilla rota probablemente.

Me muevo y all esta ese dolor lacerante en mi costado, mi cara se descompone y ella frunce el ceo agitando la cabeza.

Se lo dije, no se mueva - elevo mi ceja en seal de desafo y me dice - y no me mires as tampoco.

Quiero rer pero duele, as que me limito a sonrer y dejar "mi actitud" para cuando est ms repuesta, tiene razn, quizs ahora convenga dormir.

Descanse Isabel - susurra, mi nombre en sus labios es como una cancin de cuna - descansa..."

"...El tiempo ha estado pasando, no s cuanto, pero ha pasado. Por lo menos uno o dos das, en verdad no estoy completamente segura, es que apenas estuve despierta un poco para beber agua, alimentarme y para algunas curaciones. La ltima tarde consegu mantener durante ms tiempo mis ojos abiertos.

Es de noche y hago lo nico que puedo hacer, lo nico que quiero, observar a Alba dormir cerca de m. Apenas s cruzamos algunas palabras en estos das, no porque ella sea retrada, sin porque yo no deba hablar demasiado y ella tampoco me lo ha permitido; recomendacin de mi primer teniente que ha pasado por aqu en alguna ocasin para ver como estaba. Es bueno saber que hay gente que sigue estimndome, y que no me considera una traidora.

Pero, en fin, estoy recuperada. De hecho, aqu y ahora, me siento estupenda, y creo que ya no pedira nada ms, excepto que se me permitiera continuar vindola hasta morir. No, eso no es completamente cierto, no slo deseo verla, deseo orla otra vez, orla hablndome a m y solamente a m.

Tiene una voz que, en lo poco que la he odo, logra colarse por mis poros tan profundamente, ms an que nadie que antes haya conocido. Me estremece implacablemente, destroza cualquier atisbo de desamparo y tristeza que podra sentir. Me siento protegida con su presencia y un tanto temerosa tambin, me da miedo que la lastimen. Dios, si se atreven a lastimarla yo... Ya llevo ms de una campanada vindola dormir, est bastante cerca de mi posicin as que con slo asentarme sobre el codo derecho me es suficiente para tener una vista precisa y fabulosa de su rostro. En ocasiones he estirado mi mano libre hasta su mejilla y la he rozado para sentir su tibia piel.

Acaricio su cabello, se lo han cortado. Es normal entre los recin ingresados. Para algunos representa un verdadero tormento. S que cuando la vi la primera vez an lo tena largo, debi ser cuando yo me recuperaba. Maldita sea! no pude hacer nada para evitarlo, lamento haber fallado tan pronto. De todas maneras, an sin su larga cabellera, mis ojos me han contado que se ve realmente preciosa, de hecho, se vera bien de cualquier forma que se colara por mi mirada.

El sol asoma sus primeras luces en la celda, su rostro se distorsiona a un lado y otro frente a la luz, es gracioso y gratificante poder observarla mientras est despertando muy lentamente, ser la espectadora exclusiva del despertar ms radiante del rostro ms hermoso que en mi mundo existir alguna vez. Abre los ojos, se sorprende de verme restituida y mirndola tan indiscretamente, y se mueve instintivamente hacia atrs.

Lo siento - murmuro apenada retirndome levemente.

No es nada - me sonre preciosamente una vez recobrada del primer impacto y mientras se acerca - me asustaste - agrega abriendo sus ojos - es que no te has movido mucho ltimamente Isabel - me rio suavemente y sonre- me alegra el verte mejor.

No sera sin tu ayuda - me encojo de hombros - Alba? - digo con una actitud avergonzada que nunca haba experimentado. Es que me hace sentir tan pequea a su lado, como si fuera demasiado grandiosa para ocuparse de m.

S, Alba... - sonre -fue por m y por el teniente Lezcano, no habra podido ser sin su ayuda y la de sus hombres.

Si, lo s - le contesto - les estar agradecida eternamente - digo con una inclinacin de cabeza. Se avergenza ante mi movimiento y agita sus manos en negativa.

No, no Isabel, eso no es apropiado - explica - yo... es lo que corresponda, es lo que cualquiera habra hecho en mi lugar...

No es cierto...

Mi susurro la hace silenciarse y quedarse observando mi semblante unos instantes, su rostro dubitativo, como si estuviera batallando por decir o no decir alguna cosa.

S quien eres... - susurra.

Mi corazn salta estrepitosamente y su eco rebota en mi cabeza, ella sabe, ella lo sabe!

Mi madre me habl de ti.

Y mi corazn se desacelera de inmediato, no creo que su madre pudiera saber nada respecto de mis sueos.

S... -susurra - s que eras una de ellos y ahora te enviaron aqu por traicin.

Mmmm.

No s muy bien que decir, estoy decepcionada aunque ignoro si es porque me considera una traidora o porque no reconociera nada cercano en m.

Pero yo no creo en eso - agita su cabeza mientras habla afirmando lo que manifiesta - se lo dije a mi madre, creo que eres buena, salvaste las vidas de esas personas, mi madre lo cree tambin...

Tambin muchos otros murieron antes por mi causa - interrump su parlamento.

Pero salvaste a otros luego, te arrepentiste... No interesa, nada podr redimirme de lo que hice, ni el salvar ms vidas, ni siquiera el entregar la ma creo que podra... - suspiro y veo su semblante que ha cambiado a tristeza - pero no importa, mi desercin al rgimen es la menor de las razones por las que estoy aqu.

Cmo...? - pregunta.

Nada, ya lo he dicho - contesto- no interesa.

Me levanto, acercndome con ligera dificultad al cuenco de agua que hay por all. Me refresco tratando de relajarme.

.y t? cmo terminaste aqu?, no tienes pinta de "bruja." - lanzo irnicamente.

Me sorprendo internamente de cmo soy, de repente, tan sociable. Ni en mis mejores aos fui tan afable, por decirlo de alguna manera. Se encoge de hombros ligeramente y anuncia con simpleza.

Blasfemia...

Enarco una ceja sorprendida enormemente. Tampoco parece el tipo de mujer que maldiga a otra persona.

Cmo...? explcame, nunca podra imaginrmelo - digo.

Pues tampoco yo- dice.

Ante mi cara de sorpresa, suspira y se sienta, invitndome a tomar un sitio a su lado, a lo que accedo sin miramientos

Estbamos en la clase de literatura en el colegio leyendo algunos libros muy antiguos y me toc uno de tribus herejes - refunfua antes de continuar - me sent a un lado de Antonieta de Navarro y tuve la mala suerte de pronunciar unas palabras en voz alta, "al demonio..." - enarco una ceja y suspira agrietadamente - tuvo un ataque de histeria, nunca le ca bien en verdad, y para colmo de males la muchacha de la familia Vilores se atac de asma, sabes, eso es ms que suficiente para que todo el mundo enloqueciera. Pero no intentaste excusarte? - pregunto con curiosidad - s que no es tan difcil, es tu palabra contra la de ella y podras haber mostrado el libro...

Lo s, lo s - suspiro con resignacin - pero es que s lo intent y mucho, pero cada vez que hablaba Antonieta gritaba ms fuerte, y ms fuerte, y luego yo... le grit tambin....- dice mirando a cualquier parte.

Le gritaste?... qu?

Frunce el ceo con vergenza, y sigue evitando mi mirada.

Qu le gritaste? - insisto.

Rod sus ojos con dejacin y exclam fuerte y claro.

"Pues al demonio contigo!"

Un momento de silencio antecede mi sonora respuesta, una carcajada. Primero me ve con ligero odio en los ojos y luego estalla en una carcajada igual a la ma. Me tengo que sostener para detenerme, es un alivio poder rer as despus de muchsimo tiempo y con tan buena compaa. Cuando logro detenerme, ambas nos quedamos mirando a los ojos. Siento esa mirada tan natural y cercana, como si no hubiera nada ms precioso que un instante de alejamiento compartido con ese verde brillante.

Sabes que si no hubieras dicho eso no habran tenido motivos para apresarte? - digo mientras me corto de verla, porque me pone nerviosa sentirme tan vulnerable ante su mirada. Encoge los hombros.

Lo s, pero no me pude contener...nunca puedo contenerme, segn mi madre es un defecto - agrega con renuncia - lstima que estuvieran las religiosas presentes, fui directamente al proceso, poco pudieron hacer mis padres y mucho menos yo, entre la histeria de Navarro y el ataque de asma de la otra chica me condenaron a estar presa un tiempo, y luego se ver. Igualmente creo que no te suceder nada - digo tratando de tranquilizarla - los guardias dirn que eres dcil y que ayudaste a otro reo, eso ser bien visto.

T crees? - me interroga con una mirada angustiosa y brillante, me acerco a ella - me da miedo que...

Tranquila, no te harn dao, y si lo intentan no lo permitir - contesto acariciando su hombro.

Se recuesta sobre m, abrazndome suavemente, es extrao pero satisfactorio. Nunca me haba dejado abrazar, ni siquiera rozar por alguien que no conociera realmente. Pero no me importa que ella se muestre as de cercana, de hecho la conozco mucho. S, ya s que ella a m no pero yo s la conozco. Parece que ser afectuosa es parte propia de su carcter porque de otra manera no encuentro alguna razn para que se porte as conmigo al tercer da de conocerme.

Gracias Isabel - murmura contra m.

Es lo menos que puedo hacer Alba, adems estoy segura de que eres inocente, si es por m nada te suceder...

Igualmente gracias.

Nos quedamos as unos segundos, hace demasiado que no suspiraba de satisfaccin, creo que lo he hecho ms en estos minutos que en toda mi vida.

No me interesa soltarla, las muestras de cario no son comunes para los presos en general, pero asimismo el hecho de que sea Alba quien tenga esta clase de contencin hacia m, y en tan poco tiempo, lo convierte en maravilloso. Cuando cae en la cuenta de que ha estado abrazndome ms de lo normal me suelta con rapidez.

Lo siento, es que me gusta abrazar - comenta sonrojndose.

Est bien, despus de todo lo que hemos pasado no me matar un abrazo - digo regalndole mi mejor sonrisa, que no es gran cosa pero es la nica que me sale. Es que mi familia siempre me ha enseado la importancia de demostrar cuando uno siente cario por alguien.

Siente cario por m, vaya, en tres das siente cario por m. Es ms de lo que hubiera pedido realmente. Se ha quedado viendo hacia fuera por la ventana, meditando sobre alguna cuestin. Finalmente rompe el silencio y me pregunta:

Por qu ms estas aqu? - me mira directamente a los ojos en este momento - antes dijiste eso de que la traicin era la menor de las razones.

Yo... - rompo el contacto y me alejo, no estoy segura de qu debo decir - por... eh... por soar y desear inadecuadamente - lo suelto muy rpidamente y sin respirar.

Su rostro se descompone en sorpresa y temor.

Te pueden apresar por soar...?

Sonro ante su pregunta y su expresin.

Slo si se lo cuentas a la persona incorrecta - contesto.

Lo lamento - murmura despus de unos instantes con el rostro apenado deduciendo perfectamente a que me refiero.

No te preocupes Alba, hoy por hoy creo que fue lo mejor que me ha sucedido.

Me observa con curiosidad, como si entenderme estuviera fuera de cualquier posibilidad y se encoge de hombros.

Un guardia llega hasta la puerta de la celda, uno de los que ha formado en mis filas y que luego me ha asistido en mi recuperacin. Viene acompaado de una mujer algo mayor, de apariencia amable. Alba se separa con presteza de mi lado y se arroja sobre las rejas.

Mam - lanza al aire con alegra. En poco tiempo el soldado abre paso a la mujer y la deja disfrutar del ansiado abrazo de su hija, no la culpo por necesitarlo, yo misma me siento anhelante de volver a rozar la tibieza que el alma de Alba irradia en su abrazo.

La mujer trae un paquete de telas que huele muy bien. Se siente en el aire y es revitalizador. En poco tiempo, presentacin de por medio (en la que reconozco que la mujer me gener confianza), nos aprestamos a darle parte a los bollos de harina, levadura y miel que la seora ha trado para nosotras. Alba est presta a tomar el primero y ha invitado al guardia a compartir el resto, estn deliciosos, mejor que el desayuno de pan y leche es sin dudas...".

".Las crceles se caracterizan por ser lugares mustios y abandonados tanto en actividad como en dinmica emocional. Es como hundirse en un lago de pesares y nadar sin alcanzar ningn sitio donde sostenerse. Quedarse naufragando en los desconsuelos del pasado, las amarguras del presente y los tormentos de un futuro posiblemente precipitado, o la ansiedad de su potencial inexistencia.

Cuatro paredes que resumen la vida conteniendo cada emocin que surge, arrinconndote del resto del universo pero, al mismo momento, dejndote a la vista y merced de demasiados desconocidos que poco entienden del desazn de la soledad. Los muros surgen altos y aterradores, oscuros, hmedos y plagados de la evidencia del paso de otras almas condenadas al cautiverio.

Muchos en un intento desesperado por perpetuarse tallan seales en medio del suplicio, sntomas del desquicio aplicadas a la piedra por la fuerza de algn objeto o de las propias uas. Seas que solamente observarlas provocan escalofros y tambin a la agitada reflexin sobre cuanto tiempo necesitar uno para ocasionarlas y regocijarse con la proeza.

Definitivamente no son sitios agradables, eso sin contar con la continua humedad, el olor inhumano del encierro y la impresin de tristeza. Contienen todo lo necesario para convertirse en lugares corrosivos, al menos eso pensaba yo hace algn tiempo atrs.

Es extrao, entonces, como un sitio que siempre me ha parecido el ms amargo de los sitios donde extinguirse, puede convertirse en el ms dulce slo en un segundo, tiempo que le toma a Alba sonrerme.

Me he recuperado totalmente, mis heridas y golpes son cicatrices, mis errores van cicatrizando lentamente tambin, incluso por primera vez desde que me arrojaron al calabozo he experimentado deseos de salir de l y no de morir. Anhelo irme de aqu bien lejos si logro llevarme a la rubia conmigo, porque no pretendo separarme de mi nica inspiracin para intentar vivir, o revivir. Quiero "quedrmela" por un buen tiempo, probablemente el que me quede por delante, siempre y cuando ella me lo permita. Por lo pronto me parece que est cmoda con mi compaa, me ha contado en estos ltimos das bastantes cosas sobre su vida.

Es joven, mucho ms de lo que hubiera credo, apenas 17 aunque aparenta poco ms. Vive junto a sus padres y su hermana menor, no son de la nobleza pero su posicin es buena por lo que se le ha permitido una educacin ligera relacionada sobre todo con el hogar y la religin, que ella ha reforzado con su pasin por la lectura.

A pesar de su corta edad y su poca experiencia, tiene el corazn de un gigante, plagado de convicciones e ideales que son ineludibles en su carcter. Creern que exagero por la fuerza del amor que me despierta, por el calor que a mi corazn rodea cada ocasin que mi mirada se encuentra con la suya, pero no lo hago. Pregunten donde quieran y la respuesta seguir siendo la misma.

Alba es toda bondad, generosidad, nobleza, locuacidad, alegra, amor, desinters. Creern que exagero cuando digo que la amaba y necesitaba intensamente cuando no la conoca, y que ahora no concibo nada donde no est ella incluida. Es ahora que he comenzado a apreciar el hecho de estar viva.

Es extrao adems que antes no quisiera dormir para no soarla y ahora que est aqu no quiero dormir para no perderme de verla ni un solo segundo. He pasado ms horas despierta en estos ltimos das que nunca en la vida pero no puedo permitirme dormir. Es demasiado placentero observarla, percibir su respiracin acompasada en el silencio de la noche, ver como algunos de los msculos de su rostro se contraen por la accin de los cambios de luminosidad, es hermosa. En ocasiones me encuentro a m misma sonrindole a su rostro tranquilo, o llegando ms lejos an, acaricindoselo con suavidad. S, lo s tambin, estoy perdida y en verdad no me importa.

Lo bueno es que en muchos das no hemos tenido molestias en cuanto a la guardia y su jefa. No s si se ha olvidado de que existimos, ms bien que yo existo, o si de repente se ha credo que mor en la golpiza. Apenas han venido a vernos algunos pocos soldados y el prelado, que normalmente viene a visitarnos, y hasta lo he tratado bien. Es que me contagi de cierta mujer hermosa que me acompaa y a cuya sonrisa no he podido resistirme.

No creo que Alba alguna vez logre sentir rencor por nadie. Debera odiar a esta gente que la tiene hacinada por un cargo que ni siquiera tiene una mnima fuerza, y por el contrario, los trata con respeto, con amabilidad, como si entendiera que no perciben del dao que cometen cegados en su ambicin de poder y dominacin.

Debo reconocer que no estuvo tan mal el encuentro con el sacerdote cuando no estaba a la defensiva, hasta podra decirse que el hombre se march conforme con, cmo la llam?, "nuestra evolucin hacia el seor y la embestidura de la iglesia". Quiz tengamos una oportunidad de salir de aqu.

Miro a Alba deshacer los lazos del ltimo paquete que envi su madre hoy. La observo embobadamente como si fuera la accin ms suprema y perfecta que pudiera hacer. No es porque me interes lo que contenga aquel montn de telas, sin porque ltimamente no he encontrado manera de abstenerme de ver sus manos y querer tomarlas entre las mas, podra asegurar que envidio intensamente a esos lazos.

Como ha sucedido algunas veces siento una tibieza agradable posarse en mi rostro, no hace falta buscar causas, s que est vindome, cada vez que lo hace percibo esa calidez. Levanto mi mirada y all est, sonrindome, sonro tambin en respuesta, y frunce su nariz iluminndose ms.

Qu...? - pregunta. Me doy cuenta que no he dejado de mirarla discrecionalmente, y me avergenzo.

Nada - replico avergonzada por haber sido atrapada tan fcilmente, moviendo mis manos nerviosamente y clavando la mirada al suelo. Se re un segundo.

Tienes hambre? - pregunta y niego tragndome los deseos que me gritan suplicando que vuelva a verla - entonces... qu es lo que tanto miras?

A ti... - respond sin pensar envuelta en esta nueva necesidad que est creciendo. Me doy cuenta de lo que acabo de decir y me descubro mirndola con un leve miedo, no puedo creer que yo haya soltado eso. Por el contrario de lo que podra pensar slo est sonrindome, algo curiosa, pero sonriendo.

Mmm, pens que tenas hambre... - comenta tranquilamente - porque sera lgico, yo estoy famlica - agrega intentando quitar los lazos de tela que le van ganando la batalla, y con tanto tironeo amenazan con no separarse nunca ms.

Famlica? t? - contesto ironizando- me observa frunciendo el ceo mientras me acerc - a ver, djamelo a m.

Nuestras manos se rozan en el intento y siento una conmocin nacer desde ese punto y crecer por todo mi cuerpo, Alba se gira rpidamente y me deja hacer

Mmm, s aqu ests - despus de unos segundos de reponerme logro abrir el fastidioso nudo de lazos - bien...

Me giro buscndola y la encuentro tras de m con un gesto extrao en su cara. Me cambio de lugar para que vea que he descubierto el contenido invitndola, con una inclinacin de mi cabeza, a acercarse. Pero nada, se mantiene en su lugar sin apartar sus ojos de m, observndome tan profundamente que parece que pudiera ver mis pensamientos y sin notarlo me hace sentir vulnerable.

Qu...? - me toca a m ahora romper el momento.

Esto sonar egosta - dice acercndose a m - pero me alegro profundamente que ests aqu conmigo Isabel - se acerca casi hasta estar pegadas, un movimiento descendente y podra hundirme en sus labios, pero por lo pronto tengo suficiente trabajo para no ahogarme en sus ojos - no podra haberlo logrado sin ti.

La observo algo desubicada pero feliz. No tiene ni la ms mnima idea de todo lo que significa esa confesin para m. Me alejo de sus ojos un momento porque hay algo que quiero decir pero no estoy segura de hacerlo. Tarde o temprano hubieras desatado los lazos - comento tratando de evadir el momento y mis propias intenciones.

Toma mi mano suavemente, obligndome a girar para encararla y me hace suspirar forzosamente.

Sabes de lo que hablo Isabel - dice solamente. Lo s - contesto apenas auditivo mientras acaricio levemente su mano - yo... yo no podra lograrlo sin ti, t me salvaste...

Yo nicamente te cuide - corrige agitando la cabeza, como restndole importancia a ese simple comportamiento.

No. t me salvaste - ratifico con torpeza, una especie de torpeza que se imprime en mi voz primero y en el color de mi rostro inmediatamente. Ja! La guerrera sonrojada, si me vieran mis hombres.

Me mira con una mueca entre emocionada y curiosa, tira de m para sentarnos una frente a la otra, el manjar de su madre olvidado, todo el resto del mundo olvidado. S que quiere que profundice en mis comentarios, despus de todo supongo que las circunstancias nos han convertido en amigas, es mejor que nada.

Yo. Alba... antes de que llegaras aqu. - digo y no s como decir lo que quiero decir pero s que debo decirlo, todos mis pensamientos obstaculizados.

S? - me insta a continuar con una sonrisa.

Bajo mi mirada y busco ayuda en nuestras manos enlazadas, tomo aire y lo suelto.

Antes de que llegaras yo slo quera morir - su mirada se vuelve turbia - estaba perdida, despedazada de culpa, sola y sin razones para seguir, lo nico que haca era dejarme estar esperando que el momento llegar.

Veo su dedo acercarse a orillar una lgrima que se me ha perdido de entre las dems abandonando su escondite, ese gesto me ayuda a continuar. Pero luego llegaste t y me diste una razn para vivir.

-Yo? - pregunta con inquietud.

S, t - contesto ms avergonzada todava, le estoy diciendo mucho ms de lo que querra an sin decirle nada.

Cmo...?

Cuidaste de m y ahora slo deseo cuidar de ti, comprend que es a eso a lo que me han destinado, me salvaste de dejarme caer porque ahora lo nico que quiero es permitirte ser feliz sin importar lo que deba sacrificar para eso...

Su rostro se conmueve momentneamente y se incorpora para acercarse a m.

Promteme - exclama - promteme Isabel - exige con agudeza y angustia - que no permitirs que te hagan dao por mi causa. todo esto que dices es muy lindo, generoso y me llena de emocin pero - sus ojos se enturbian - yo no podra seguir si te pasa algo por defenderme...yo....

Ya, ya, tranquila - no puedo evitar abrazarla y se aferra a m como si fuera lo nico firme en esta tierra - no s si puedo prometrtelo...

Promtelo - agrega contra m - por favor...

Prometo intentarlo - digo mientras la separo para mirarla a los ojos - es lo mejor que puedo hacer por ahora.

Resopla sonriendo con angustia y me abraza otra vez, podra quedarme as das enteros, escuchando el palpitar de su corazn en mi piel, el agitar de su respiracin, el calor tibio de su cuerpo, y su perfume, maravilloso perfume. Suspira cuando apago el contacto porque se vuelve demasiado difcil controlarme.

No podra sentirme ms protegida nunca - agrega mirndome - no podra tener una mejor compaa. Se levanta y respira audiblemente. Observa el paquete de su madre y se gira sonrindome.

Compartimos?

Claro - contesto asintiendo - compartimos...

Ahora s que compartimos ms que una celda o una comida, ahora compartimos un sentimiento, el suyo no tan profundo o intenso como el mo, pero cercano a mi corazn de todas maneras, ya no somos slo compaeras de desventuras.".

".Descubr finalmente que mi principal captora estuvo ausente. Lezcano me lo ha dicho ayer.

Por cierto que eso explica la repentina tranquilidad que tuvimos todos estos ltimos 11 das, y cuando digo todos me refiero no slo a m y a Alba, sin tambin a mis soldados.

Me sonaba extrao porque normalmente no dejaran a un prisionero sin sentencia ms de una semana, como es el caso de Alba, y ms porque me han dado descanso a mis castigos. Me he enterado que la duquesa se ha casado de primeras nupcias con un noble de la zona, por eso su ausencia, y a decir verdad espero que se olvide definitivamente de m a partir de ahora.

Fueron 11 das perfectos descontando los 3 primeros en los cuales no pude ni hablar, los dems han sido increbles. Alba y yo conectamos de una forma extrasensorial que en ocasiones consigue abrumarme, parece que nos entendiramos desde la vida entera. Todo en ella es preciso y perfecto, en varias situaciones se ha sorprendido, y yo tambin, con lo mucho que me conoce an sin haberme visto antes. Bueno, eso segn ella, yo ahora estoy cerca de la conviccin que nos conocemos de antes, de un pasado ms lejano, que la amaba en ese pasado, que la amo en este presente.

Hoy en particular extrao sus abrazos, es que lleva das sin darme uno. Es mi culpa tambin, las anteriores ocasiones en que me abrazaba tenia que cortar el contacto, no porque me disgustara sin porque me asustaba que se notara cunto me gustaban. Pero creo que ella lo ha tomado para el otro lado. El regreso de la duquesa est previsto para este da. Lo bueno es que su regreso implica que probablemente Alba saldr pronto de aqu. S, s que suena paradjico, pero estar muy feliz de que no vaya a sufrir el encierro de este lugar. A pesar que no la tendr conmigo sobrevivir a este destino guardndome en el anhelo de encontrrmela otra vez. Espero por ella que la liberen lo ms pronto posible, aunque por otra parte, una un poco ms egosta, me siento complacida de haber tenido al menos unos das para conocerla ms, para ser su amiga, para acariciar su tibieza an sin tocarla. No puedo evitar suspirar de nostalgia y mi compaera me mira sonriente desde su rincn, muy cercano al mo.

Si no supiera que es casi imposible, dira que te has enamorado - me dice en tono de broma con una sonrisa - te he sentido suspirar ms que nunca estos ltimos das.

Sonro tambin pensando "si t supieras" pero como siempre decido dejar al silencio responder por m a la pregunta concreta.

Estaba pensando que pronto te irs - digo unos segundos luego mirando al suelo cerca de ella y levantado ligeramente mi mirada para ver su expresin.

Extraa, entre preocupada e inquieta dira, me observa intermitentemente por unos segundos.

Debera estar feliz verdad? - pregunta con el ceo algo fruncido.

Me encojo de hombros antes de responderle. Supongo - ms dudosa que segura - no lo ests? - la curiosidad puede con mi autocontrol, deseo saber exactamente qu siente.

Su rostro se contrae por un tiempo corto, apenas 15 segundos, pero que son los 15 segundos ms largos de toda mi vida. Posiblemente porque me los paso tratando de entender la cara pensativa y el apenas visible gesto intranquilo que su mirada transparente refleja. Finalmente como saliendo de un sueo profundo me mira a los ojos y contesta a mis preguntas, silenciosas o no. No lo s, por una parte supongo que deseo salir de este lugar ya mismo. por otra - su rostro se sonroja a medida que pronuncia estas ultimas 7 letras - no me imagino irme y dejarte aqu.

nicamente me imagino salir contigo caminando a mi lado, como tiene que ser.

Me limito a sonrer encantada ante semejante revelacin, ante tremendo sueo que ahora se percibe hasta ms probable en mi propia mente. Ella me sonre en respuesta con esa sonrisa de reina que tiene cuando quiere mostrarse complaciente.

Si t dices que eso es lo que debe ser... - lanzo en intencin de duda.

Yo afirmo - responde con seguridad siguindome el juego para luego verme profundamente y soltar - no me imagino saliendo y dejndote sola aqu, no creo que pudiera dormir, comer, ni siquiera respirar si te quedaras aqu dentro.

El corazn se me estruja de xtasis ante esa confesin, pero decido quitarle peso al comentario, habla como la buena amiga que es, nada ms.

Ni siquiera podras comer? - lanzo irnica y tiene el efecto deseado porque me desafa con el ceo fruncido y las manos en jarra - qu lstima y con lo bien que cocina tu madre - agrego ganndome un lindo golpecito en el brazo.

Por eso - dice - debes venir conmigo Isabel, y disfrutar de la comida juntas.

Sus ojos demuestran la sinceridad de sus palabras, no lo dice en balde, lo dice porque manifiesta un deseo profundo que tiene y quiere que conozca.

No hay nada que me complacera ms que disfrutar de la libertad, al menos en una simple comida, contigo Alba, nada - le digo mientras me acerco a ella deseosa de sentirla ms cerca an - nada... - me apeno un poco por lo que tendr que decir ahora - pero mi situacin no es tan fcil ni simple, tomar mucho tiempo y mucho viento a mi favor que me dejen salir de aqu... Sus ojos se oscurecen y se lanza hacia m arrastrndome en un abrazo. Me sorprende, no lo niego, pero no negar tampoco que deseaba con todas mis ansias abrazarla, acariciarla disimuladamente, besar su frente, pasar mi mano por su cabello, hundirme en su perfume. No me estoy quejando en absoluto, que quede perfectamente aclarado. Estaba esperando que la ocasin se diera.

Pero - contino - antes no me importaba morir aqu dentro, ahora, slo quiero salir, y eso es por ti, t eres mi salvacin, sin ti yo me habra dado por vencida....

Hace apenas 10 das que estamos juntas, no es posible que merezca tanto mrito - me interrumpe.

Claro, ella no entiende. No sabe que remova cosas en m antes de cruzarse realmente por mi camino. El hecho de haberla encontrado fue simplemente la renovacin expresa de mi fe en m misma.

Lo tienes, no puedo explicarlo pero tienes todo ese mrito - respiro audiblemente y agrego - si t no hubieras llegado yo...

No - me interrumpe rpidamente colocando sus dedos en mis labios, es un gesto inocente pero que me estremece completamente - no, ni lo digas, no se si tengo o no el mrito, pero solamente por favor te pido no pienses en morir, te exijo que no pienses siquiera en eso, no podra hacer nada por m sin ti. S que sonar absurdo pero he aprendido a necesitarte demasiado.

Su rostro se vuelve avergonzado pero no se detiene, es mucho ms valiente que yo.

Y me encantara pensar que tendremos la oportunidad de vivir una vida juntas, por un mismo camino, creciendo hasta envejecer, haciendo una familia cada una pero siendo. una familia. tambin...

Slo puedo rer encantada, abrazarla ms fuerte y pretender quedrmela para m para siempre.

Te han dicho alguna vez - susurro - que siempre encuentras las palabras correctas para decir lo que los dems necesitan, las que quieren escuchar incluso. decir? Siento su estremecimiento y s que entiende perfectamente lo que intento decir. Sabe qu eso es lo que deseo tambin, una oportunidad de ser feliz, aunque yo no quiero ms familia que a ella. El tiempo transcurre estrechadas, atrapadas en un contacto que dura ms de lo normal pero que me hace sentir como si la vida se renovara all mismo. Un sonido en los barrotes nos despierta. -Qu significa esto? - una voz ruda arrasa con la paz del instante, una voz que no deseaba or de nuevo.

La duquesa est justo frente a nosotras, absorta con la mirada severa en el abrazo que nos mantiene cercanas. Veo en su mirada un tono celoso y agresivo, y, por primera vez desde que me he vuelto una mujer de guerra, siento esa clase de temor que parece hasta palpable.

Qu significa esto? - repite dirigindose a su subalterno ms cercano - qu hace esta niita aqu? -pregunta mirando despectivamente a Alba que se ha limitado a mirar confusamente de la una a la otra - di rdenes expresas...

Lo s mi general, es que las celdas estaban abarrotadas, despus de que usted se fuera lleg una nueva partida, y debimos poner a esta prisionera con la traidora - explica sumisamente el teniente Arredo, uno de los fieles sbditos de Josefina- no se preocupe es inofensiva.

sta nos mira de arriba abajo a ambas, luego por separado, luego juntas otra vez, y finalmente con gesto aburrido ordena a los hombres a retirarse. Se concentra en nosotras mucho ms que antes, s que Alba la mira sin entender nada de lo que sucede, pero no es momento de pedir ni dar explicaciones, lo interpreta y aguarda silenciosamente.

Veo - dice dirigindose a m mientras juguetea con sus dedos en los barrotes - que te has recuperado Isabel, pens que no podras pero no, se te ve muy bien y adems - comenta mirando a Alba un momento - has hecho... amistades... - remarca la palabra con ligera lascivia en su tono.

Ya ves - suelto - necesitars ms que una paliza para terminar conmigo - repongo muy tranquilamente. No esperaba menos de ti - agrega con una sonrisa despectiva, luego vuelve a mirar a mi rubia - t, ven acrcate - dice, Alba da un paso al frente lentamente - por qu estas aqu? - pregunta mientras la alienta a acercarse ms.

Blasfemia - responde muy suavemente Alba.

El rostro de Josefina se curva en una sonrisa interesada.

Vaya, quin lo hubiera dicho? ms cerca - pide - seguramente saldrs pronto ahora que estoy aqu, eso s, tendrs una deuda conmigo eternamente - le dice mientras ve como Alba se acerca lentamente.

Estando algo ms cerca y antes de que pueda reaccionar, la toma del rostro acercndola al suyo y mirndola muy cerca. Su rostro se curva de triunfo como quien acaba de descubrir el secreto ms valorado del universo y la suelta hacia atrs con agresividad.

Preciosos ojos verdes tienes pequea - dice con altivez y maldad antes de volver a verme -no estars confundindote verdad?... qu dilema - se dirige a m con una risa despectiva - pero un dilema muy simple de solucionar tambin - agrega desapareciendo.

No puedo evitar el nudo que se me ha formado en la boca del estomago, Alba se acerca y me toma del brazo guindome a verla.

Quin es ella?- susurra.

Nadie - respondo cortadamente.

Te conoce y bien, es evidente - dice con un tono molesto. .

Josefina Monte Alvear, duquesa y general a cargo de esta prisin, quien dispone quienes mueren, quienes son golpeados, quienes torturados, quienes siguen presos y quienes no, quien tiene tu suerte en sus manos - y agrego - y tambin la persona que me traicion. Los ojos de Alba se abren enormemente y parece haber dejado de respirar, sus manos tiemblan visiblemente.

Tranquila - le digo tratando de encontrar mi serenidad nuevamente - ella te dejar salir pronto, ya lo oste....

Pero...pero que pasar contigo Isabel? - dice con miedo en su voz - de ella tambin depende tu suerte y no creo que quiera que salgas de aqu...

Mi padre - interrumpo sus temores, an cuando los mos estn desbordados - mi padre se est encargando, l me sacar de aqu, vamos, tranquila - digo mientras acaricio sus tensos hombros - no te preocupes, no suceder nada...

Lo digo para convencerla pero tambin para convencerme, aunque para ser realistas no ha funcionado, la ltima mirada de Josefina, su risa malvola, persisten en mi mente. S que este encuentro no traer nada bueno.".

".Han pasado 2 das desde la primera aparicin de Josefina y no han liberado a Alba, no entiendo el por qu de la demora, debera haber salido en las primeras horas del da siguiente. Josefina se ha escabullido a vigilarnos en un par de ocasiones, al medioda del primer da y al atardecer del mismo. En las dos oportunidades nos encontr riendo y le molest enormemente, incluso al punto de manifestarlo sugiriendo que estoy a punto de morir y aun as me queda humor. Deb de calmar a Alba luego de ese altercado. Hoy no ha aparecido, los hombres dicen que ha enviado por el comendador y que est reunida con l desde la maana definiendo la suerte de algn detenido.

Me ofusca que mantengan cautiva a Alba porque s lo que es aorar la libertad, pero al mismo tiempo me siento agradecida de que se quede aqu conmigo un poco ms. La necesito como no he necesitado nunca a nadie, todava no se como resistir sin verla cuando no est pero lo mejor es que viva sus das afuera, lejos de este mundo inhumano. Yo encontrar mi motivacin en la posibilidad del reencuentro.

Hace calor, es la mitad del da, y me he entretenido escuchando algunas historias que Alba me ha contado sobre su escuela. El guardia anuncia visita y el rostro visiblemente alegre de la madre de mi compaera se abre para nosotras entre los soldados, paquete de telas en mano como cada vez. Cuando le abren la reja se abalanza sobre su pequea y con lgrimas en los ojos murmura: Por fin...por fin..

Mam! qu sorpresa! - Alba la mira con desconcierto - me dijiste que vendras maana...

Es que - la mujer casi ni puede respirar de la agitacin que la embarga - es...que... nos han llamado - dice finalmente con el rostro alegre - de aqu, la duquesa Monte Alvear, te soltarn al atardecer...

Alba se sorprende ligeramente y yo me regocijo por dentro, por fin esta descarada se ha dignado a hacer algo por los inocentes. Veo una mueca de felicidad encenderse en el rostro de la rubia para extinguirse mientras me mira por primera vez desde que su madre ha llegado. Me acerco demostrando mi alegra y le acaricio ligeramente los hombros.

Tranquila - susurro.

Se aferra a mis brazos como si quisiera esconderme y llevarme con ella lejos de all. Su madre entiende que mi suerte no ser la misma y slo se mantiene a un lado vindonos con pena. La separo de mis brazos y la mujer toma a su hija con cario de mis brazos y la cie entre los suyos.

Ven mi pequea, tranquila, que la seorita Isabel estar bien, y adems nosotros vendremos a verle - promete suavemente - cada semana, le traeremos bollos y le hars compaa...

Alba no parece estar menos triste con esa promesa, slo me observa desde el abrazo de su madre con el rostro empapado en lgrimas, y es all cuando estoy ms segura de que debe irse pronto de aqu. Es demasiado joven e inocente para sufrir tanto. Lezcano esta apoyado contra los barrotes contemplando la escena, as que me acerco a l para darles intimidad. Por fin - le digo - por fin la arpa ha considerado hacer algo bueno por los inocentes...

S...s - vacila, y una duda se clava en mi estomago, giro mi mirada para encontrarme con sus ojos preocupados.

Qu...? - susurro pero antes de poder decirme nada Arredo nos interrumpe.

Lezcano, la general quiere que usted se encargue de escoltar al comendador a su iglesia - dice desapareciendo con mi primer teniente tras de l.

Algo no anda bien, basta con ver los ojos preocupados de mi soldado para saberlo. Fijo mi vista en Alba y su madre, y mi rostro se obliga a cambiar de expresin y guardarme las dudas por el momento, no puedo arruinarles su felicidad por una inquietud. Aunque el rostro de Alba se debate entre el gozo de disfrutar del reencuentro con su madre y una pena suave que se le marca en su faz cada vez que me observa por sobre el abrazo.

Finalmente la seora Marian se retira a esperar a Alba del otro lado de las grandes puertas, donde corresponde. Pocas veces se ha dado la liberacin de un detenido pero al menos eso es lo que se acostumbra en ese caso. Lezcano no ha regresado desde la maana, he querido hablar con l pero siempre me fue negado. S que algo no anda bien, puedo sentirlo en el ambiente.

Luego de la media tarde Josefina aparece frente a nosotras, con esa sonrisa que me desagrada tanto ahora.

Bien - anuncia observndonos - pequea rubia - dice mirando a Alba que apenas le dirige una sumisa mirada - hemos decidido liberarte hoy mismo ya que no contamos con argumentos para retenerte - una sonrisa adorna suavemente el rostro de la rubia a mi lado - el comendador lo ha decidido y yo he estado de acuerdo en que seas devuelta a tus padres cuanto antes...

Se silencia y casi no me creo que eso sea todo; observo a Alba y sta me abraza esperanzada.

Aunque... - la voz de Josefina interrumpe el abrazo, el momento y toda mi credulidad - teniendo en cuenta que has cometido aquella contravencin he sugerido un oportuno castigo - su rostro se cie de perversidad y hunde mis esperanzas - digamos que para estar seguros de que no volvers a cometer ningn atropello contra nuestra santa excelencia...

Pero yo no lo har otra vez... - balbucea Alba. No. de eso puedes estar segura pequea - esa sonrisa malvola me estremece, s porque lo hace, slo porque sabe que me daa a m.

Josefina, espera - suelto antes de que salga de la vista, se gira a verme con esa serenidad perversa y desquiciante que la caracteriza - los castigos deben ser dados a las personas que realmente los merezcan y no creo que Alba...

Y quin te dijo que Alba recibir el castigo? - susurra acercndose y pasando su mano por los barrotes - para ella slo sern 10 latigazos.... pero imagnate lo que ser para ti. - pasa un dedo por mi rostro y la alejo - que suerte tienes pequea - agrega mirando a Alba - tendrs pblico, de hecho, una invitada de honor en la primera fila....

Su rostro se curva en una expresin desquiciada y se aleja riendo en voz alta. Mi rostro que hasta aqu haba permanecido sumido en ciertos resabios de angustia se imprime del odio que esta creciendo dentro de m. Cmo soportar ver a Alba sufriendo y slo porque yo la quiero, slo porque le agrado, cmo podra? Me enfurece desmedidamente que la lastimen, ms an porque s que soy la culpable. Mis nudillos palidecen mientras aprieto mis manos contra los barrotes de esta maldita prisin, intentando nublar mi ira. Unas manos tibias y suaves se deslizan por mis hombros, y la serenidad me invade mientras la voz de Alba recorre mis sentidos.

Tranquila... slo sern unos golpes - minimiza y gira mi rostro hacia el suyo - estars ah, es un alivio - frunzo el ceo con escepticismo - me concentrar en lo ms amable que he encontrado en este sitio - dice mientras sumerge sus ojos verdes en los mos.

Siento vergenza, es como si pudiera leerme el alma y dejo de mirarla.

No - susurra con temor levantando mi rostro hacia el suyo - cuando te vea, luego, no dejes de verme Isabel, por favor no lo hagas. Mis ojos se llenan del brillo perfecto de su mirar y la abrazo, quisiera que pudiramos fundirnos la una en la otra, ayudarla a soportar el dolor, respirar por ella si es necesario.

Perdn - digo en un hilo de voz.

Slo no dejes de verme - dice - por favor, tus ojos azules me inspiran tanta fuerza y tanta ternura, nunca he visto unos ojos que me signifiquen tanto - su voz se suaviza - has solamente eso por m, alviame con tu mirada....

Una campanada ms tarde el celador y sus guardias, acompaado de Arredo, van a por nosotras. Dos hombres me apresan las manos en la espalda con una cuerda firme. A Alba la escoltan sin atarla hasta el centro de la plaza de torturas, all todo listo para el escarmiento. Slo por si algo ocurriese ya s que puedo liberarme de mi atadura, espero que no haga falta.

Alba camina con lentitud hasta donde est el guardia con el ltigo, la obligan a ubicarse contra un madero grueso, lo hace por propia voluntad, ni siquiera deben atarla. Yo puedo verla desde mi posicin perfectamente, veo su rostro atemorizado pero intentando apenas sonrer para m. Casi no puedo respirar. Cuando Josefina percibe el cruce de nuestros ojos, con la ira dibujada en el rostro, obliga a la guardia a arrastrarme hacia el otro lado, pierdo el contacto con los ojos de mi reina. Antes de quedar fuera puedo ver como su semblante se angustia.

El guardia se acerca con el ltigo pero antes de que pueda comenzar con su tarea, la general se aproxima y toma un ltigo similar, y sonrindome desencajadamente da la orden de comenzar. Ambos descargan uno a uno sus azotes sobre la espalda de Alba, que grita ahogadamente de dolor.

Dios!, no sern 10 latigazos, sern 20, es demasiado para una persona tan pequea como Alba, no para matarla pero s para lastimarla mucho, mucho ms de lo que yo puedo tolerar verla sufrir. Comienzo a intentar soltarme, los soldados alrededor de m tratan de contenerme pero no me importan ni ellos ni sus golpes. Escucho a mi nia gritar cada vez ms hondamente y no logro ni siquiera razonar, me desespera no poder alcanzarla. Veo los trozos de su camisa saltar unidos a la sangre de su espalda, los cortes nacer uno tras otro. La sangre y los gritos se confunden en mi cabeza. sa que est siendo mutilada frente a m es la espalda de Alba, de mi Alba, la cual en cierto punto se desvanece de su sitio lentamente obligada por los fuertes embates, los cuales no cesan ni siquiera cuando yace en el suelo y ni siquiera han llegado a la mitad del castigo. La risa de Josefina inunda y sobrepasa los gritos de Alba, de una manera petulante, no lo soporto, no ms.

Me deshago de las cuerdas y golpeo a algunos de los soldados intentando llegar hasta ella. El celador y Josefina se giran percibiendo el bullicio de la guardia y mis gritos, s que estoy gritando pero ni siquiera lo noto, hay una furia desequilibrada que me inunda todo el cuerpo, recibo golpes y los regreso solamente con la vista puesta en Alba que yace derrumbada movindose con pesadez. Josefina da gritos por doquier.

Golpenla, no la dejen acercar a la prisionera - vocifera.

Puedo reparar en como toda la guardia se ha movilizado hasta donde estamos y no dejo de dar golpes, pero en algn punto caigo rendida por un azote con algo firme cerca de mi sien. Estoy atontada pero intento seguir acercndome. Cuatro puntapis despus, con un corte en la boca y brotando sangre, no puedo moverme ms, y es cuando percibo la mirada furiosa de mi ex amante sobre m. Basta de juegos Isabel - murmura mientras levanta el ltigo y descarga dos golpes que me dejan casi inconsciente.

Casi, porque antes de quedarlo completamente, puedo or un golpe y ver el rostro de mi "verdugo" contraerse en una mueca de confusin. La veo caer de rodillas y justo detrs surge la imagen de Alba con un enorme palo que prcticamente no puede sostener, temblando de pies a cabeza y con una mirada que pasa de encendida a perpleja. Un guardia corre y le propina un golpe que la hunde con furia hasta el suelo. Antes que pueda acercarme alguien me asesta uno similar con el mismo madero que Alba utiliz para desmayar a la jefa. Me desplomo sin vigor en la superficie de aquel sitio y luego, nada.". "...Hace fro, mucho, alrededor, el sol se extingui hace un tiempo. Ese ltimo golpe acab con mi equilibrio, llevo ms de una campanada intentando recuperarme pero persistentemente termino por sucumbir a un exagerado cansancio que siento. Lo nico que puedo percibir es que la oscuridad de la noche ha venido a acompaar a la oscuridad que en mi alma palpita, no s como resistirla. Hay un silencio sumiso y perpetuo en torno de m que me azora, que me aturde como el grito ms aterrador y yo, con una insensata demencia, me inclino a conversar con l.

"Silencio, por favor. dnde est? dnde la han llevado? dnde esta mi razn, mi motivo, mi Alba?, responde compaero silencio. Tantas veces te idolatr en mi soledad, ahora simplemente necesito que recompenses tanta estima con una respuesta, con una palabra. Diablos! Creo que estoy enloqueciendo..."

Otra vez la campana se estrella en mi conciencia ayudndome a despertar. Un ruido apagado pero creciente anuncia una llegada. Pisadas rudas y apuradas hasta los barrotes, la puerta rechina cediendo paso, un cuerpo suena disminuido contra el suelo, quiero abrir los ojos pero por ms que intento no logro enfocar, se arrastran hacia m.

Alba? - consegu murmurar.

Una calidez inunda mi cuerpo mientras unos brazos pequeos rodean mi talle y me obligan a recostarme contra el regazo de mi silenciosa compaa, con suavidad pero con determinacin. Me obligo hasta las ltimas fuerzas de mi corazn a mantener los ojos abiertos, all est, golpeada, con sus ropas sucias de sangre y el rostro inundado de dolor y tristeza. A pesar de todo pienso para m "gracias silencio".

Ests.bien? - pregunto si bien s que la respuesta es evidente.

Slo descansa - me dice mientras acaricia mi mejilla y quita una lgrima que por ella ha caminado desde un rato antes - pronto estars bien - susurra sonriendo a duras penas.

No debiste. - intento decir, intento explicar que no debi haber lastimado a Josefina, ni siquiera para defenderme - ya estaras lejos de aqu. Calla.-pronuncia alta y duramente - deba, deba o qu pretendas?, que la dejara matarte y me fuera de aqu tranquilamente, eso jams.

Igualmente no debiste, fue demasiado sacrificio.

Me mira con un gesto agobiado pero seguro.

Con ese criterio t tampoco Isabel - responde secamente mientras me acomoda nuevamente en su regazo - ahora descansa.

Pero tu espalda.

Mi espalda est bien, Lezcano me ha ayudado, duele pero gracias a tu intervencin me recuperar en un santiamn - comenta - creme que ese golpe tuyo merece ms atencin. aqu estoy para cuidarte.

Sonro con dolor y me hundo estremecida en esos ojos verdes, mirarlos pasa a convertirse en necesidad hambrienta cuando est cerca.

Como siempre - susurro en un hilo.

Como debe ser - alega con tanta conviccin, que no consigo encontrarme la posibilidad de emitir ningn argumento en su contra.

Cierro los ojos a la realidad y slo me concentro en la tibieza del cuerpo que me sostiene, puedo descansar un momento por ahora, luego se ver.

Unas sombras extraas sobrevuelan el techo del calabozo, se combinan con los rastros de luz de la noche, despus de despertar pierdo mi mirada en ese juego de negrura y brillo que se produce sin tropiezos dentro de mi encierro.

Aunque estoy todava un poco mareada me siento ms despejada.

Dirijo toda contemplacin al centro de mi atencin, la cual se inclina para verme debido a mi movimiento. Se queda quieta nicamente mirndome y dejndome observarla con deleite. Hay algo en su mirada, algo nuevo, algo diferente, ms all del dolor fsico, ms all del miedo.Hay algo que roza la pena con descaro, pero no logro encontrar ni su significado ni lo que lo causa. Las sombras juegan con la luz otra vez, y ahora puedo encontrar de donde vienen. Me sujeto de Alba elevando mi posicin, y aunque mareada, los noto por fin all bailoteando en los barrotes. Listones negros, dos listones negros.

Me dejo caer algo exhausta y sobre todo derrumbada. Entiendo todo, entiendo la tristeza en los ojos de mi pequea, entiendo lo que implica que haya dos listones negros, incluso aunque no la haya escuchado oigo perfectamente la sentencia en mi cabeza. S qu representan los listones, yo misma los us mil y una vez antes satisfacindome en las miradas empapadas de splica de mis sometidos. Yo se lo ense a Josefina, y ella es una gran aprendiz.

Cundo? - farfullo con desazn.

Dos campanadas despus del amanecer - indica con suavidad - queda un tiempo an.

Lo siento Alba, lo siento tanto - digo con afliccin mientras mis pulmones parecen haberse quedado sin aire.

No, no, no es tu culpa Isabel, no te culpes, fue mi eleccin - agrega con sumo convencimiento - adems de aqu hemos de salir juntas o nada, es una decisin tomada.

Pero. entiendes lo que suceder verdad? - no estoy segura de que Alba razone suficientemente bien cul es el destino que nos ha dictado esta persecucin - entiendes que no saldremos.

No peros por favor - me interrumpe altivamente, me cuesta reconocerla - ninguno, y s perfectamente qu es lo que nos espera, estoy intentando salirle al encuentro al rumbo que nos toca, verle el lado benvolo, cuando menos ser una forma de salir de aqu, las dos, nos iremos como nos toque juntas.

Mi rostro palidece de afecto, lo s, casi puede sentirlo. "Cundo fue que una pequea como t se volvi tan madura?", me pregunto contemplndola todava. La respuesta es nunca, siempre lo fue, siempre ha contado con esa ventaja. Sigo vindola con complacencia y con desespero, desespero por no saber como salvarla de esta sentencia a la que por quererla la he sumido. Adoro ese gesto -me dice deslizando su dedo por mi ceja enarcada. Me turbo sonrojndome y suelto un sonido similar a una dificultosa risa contenida.

Y yo celebro cada vez que me sonres - entonces como por inercia me regala una pequea sonrisa.

Dos lgrimas atraviesan el espacio desde mis ojos, implacables no logran retroceder, otras descienden por el rostro de Alba, aparentemente imposibles de evitar. Vaya par.

Casi como si pudiera cortar el aire que nos rodea con su respiracin se inclina hacia m, lentamente, y posa sus labios en mi frente. Tengo que cerrar los ojos para tragarme el siseo de satisfaccin que nace en mis entraas. Una sensacin de necesidad palpita en mis sienes y me aleja de mi habitual conciencia hacia otra conciencia. Una que oprime mi pecho de un vaco, de un pasado incompleto, una impresin parecida a la de "yo ya estuve aqu" pero no lo suficiente.

Antes de que Alba logre alejarse de aquel gesto, aferro mis manos en su rostro y la desplazo hacia donde deseo. En menos de un segundo mis labios han depositado mi abstraccin en los suyos. Inevitablemente se hacen con los labios de mi amor en un roce sumiso pero consistente, supremo en su simpleza, glorioso en su ternura.

Puedo ver sus ojos cerrados con los mos que no deseaban perderse nada y luchan para no sucumbir a la oscuridad de las emociones, hasta que no dejarlas elevarme el alma se vuelve inadmisible.

El roce dura lo que duran mis suspiros en salir desde mi interior. No vuelvo a abrir los ojos, tengo miedo de hacerlo, toda la valenta se me desploma cuando mi osada concluye. Con los ojos cerrados me concentro solamente en las sensaciones de aquel ingenuo toque, de aquel inocente beso. Alba se queda igual que yo, sin decir una palabra.".

".Dos campanadas despus, ambas permanecemos apoyadas en la pared de la sombra cmara que nos mantiene presas. Despus de decidirme a abrir los ojos y entornarlos hacia mi compaera de dichas y de desdichas, la descubro con la mirada perdida en los listones. Me levanto y me separo de su regazo, apoyndome en la pared como ella estaba. Apenas me susurra un ests bien?, ante lo que nicamente puedo asentir. Ninguna pregunta se sucede, nos quedamos all quietas saboreando la noche, la ltima que parece aplastarse sobre nosotras como la ms pesada y temibles de las cargas. Un eco lgubre y desnivelado a hachas deshaciendo troncos se oye a lo lejos, presagiando la fatalidad que se avecinaba. Despus de unos instantes mi paciencia se destruye.

Hoguera, hoguera - vacilo de terror de slo pronunciarlo - como si furamos las peores de los herejes - mi voz bordea la angustia sin que lo pudiera evitar. No me importa por m, pero me afecta intensamente por Alba.

Las peores no - anuncia mi amiga - solamente las que golpearon a la jefa. - dice irnicamente como intentando explicar la decisin de la juez y jurado - era lgico.

Lgico - siseo con odio - lgico? - digo mientras apoyo la mano contra el muro intentando encontrar calma - lo lgico sera que no estuvieras aqu. - estrujo en un puo mi mano libre - y mucho menos a punto de.

Ya. - pronuncia apretadamente Alba fijando su vista y su atencin a cualquier sitio, obligndome a callar lo ltimo.

Me siento a su lado de nuevo a esperar el amanecer y con su llegada el final, pensando otra vez como sacarnos de sta, o ms estpidamente todava, imaginando que si cierro los ojos y lo deseo fuertemente, podra abrirlos y estar lejos de aquel sitio.

Estudio de reojo a mi compaera que parece absorta en la pared de enfrente sin prestar ninguna atencin a mis divagaciones. La diviso rodando sus ojos hacia m en una ocasin paro regresarlos a su sitio rpidamente, como si verme le quemar, lo hace nuevamente, y otra vez, y otra. En un momento aprieta los labios y respira con vigor, se que se suceder una pregunta, as que me adelanto y la observo buscando animarla. Me contempla con mesura primero, pero al fin traga audiblemente y libera sus inquietudes.

Isabel. quin es Josefina? - me desconcierto un momento a lo que aade - no me digas que es la general y la jueza de la prisin, hablo de lo que signific en tu vida antes de que te traicionara. Me levanto de mi sitio como si una fuerza etrea tirara de mi cuerpo hasta alejarlo de Alba, pero lo que no puedo es apartarme de la interrogacin.

A qu viene la pregunta? - indago evitando mirarla.

Oigo como su cuerpo se encarama cerca de m esperando, acercndose y presionndome a decir lo que tuviera que decir para explicarme.

Quiero comprender el por qu. - arrastra las palabras con cuidado intentando alivianar mi obvia intranquilidad - antes los listones. - comenta dudosa- ella los at all mientras t estabas inconsciente se nos qued mirando durante unos segundos, estaba molesta, an peor que siempre como no importa - suspira con fatiga - no entiendo.

Alba. - digo con suavidad - no tiene sentido pensar en eso ahora.

Es que. - prosigue sin tratar de resignarse - no logro entender. ella.ella. me dice algo antes de irse - trago saliva pensando en qu pudiera ser lo que afectaba tanto a la rubia - dice que segua estando en esta misma celda slo porque no habra para ti peor tortura que la culpa de acompaarme a mi muerte, que provocar mi muerte que verme morir.

Tiene razn - indico quedamente.

Ms all de eso quin fue esa mujer para ti? por qu es que te conoce tanto?

No importa - lanzo al aire.

Isabel - reclama nuevamente - por favor - su voz surge dolida y me atormenta - por qu no? dime quin es, necesito entender.

No importa -repito con rudeza - eso es lo menos importante ahora... - lo dicto sin mirarla, su suspiro entristecido me rompe el alma.

Supongo. - seala antes de sentarse nuevamente en aquel eterno sitial y perderse en la oscuridad del muro ante ella. Lezcano apareci delante de m al momento, Alba se levanta al instante y camina a nuestro encuentro.

Seorita - dice el capitn - Comandante - inclina su porte ante m - su padre ha venido a verla, est gestionando con la duquesa el permiso para pasar hasta aqu - dice sin detenerse a respirar - apenas me he enterado fui a por l - humilla su mirada hasta sus botas - yo. lo lamento mi seora, no estuve aqu para defenderla an cuando le di mi palabra a su padre de que no permitira que.

Capitn Lezcano amigo - lo interrumpo - no tiene porqu sentirse responsable, fue una decisin de mi persona quizs un error, quizs no - anuncio mirando a Alba - lo nico que lamento es haber arrastrado a mi joven amiga hacia un futuro sin maana.

Alba me sonre sufridamente como pretendiendo aliviar mi culpa, cosa que logra a medias, la culpa sigue all mismo pero todo de m recibe con placer la sonrisa. An cuando acabo de negarle una merecida explicacin, sigue intentando quitarme remordimientos.

Quizs no - anuncia precipitadamente mi capitn - quizs haya un maana - lo observo confusamente - tengo que irme, su padre le explicar - agrega con una sonrisa y luego apoyando su mano en la insignia familiar pregona con confianza - un placer servir a su mando condesa - y desaparece de mi vista.

Qu quiso decir? - pregunta Alba. No lo s - digo encogindome de hombros - mejor ser esperar a mi padre para que l nos comunique de qu trata todo ese balbuceo de Lezcano.

A poco de que el capitn desaparece dejndonos con ms dudas que certezas aparece el teniente Arredo con mi padre, siguindolo Abre los barrotes de la celda y le da el paso.

Conde - murmura con sumisin - tiene poco tiempo - agrega con una inclinacin respetuosa. Lo s - le espeta mi padre con solidez para luego corregirse con su habitual benevolencia - Arredo es un excelente oficial.

Arredo agradece con un asentimiento respetuoso y se retira.

Pobre hombre, slo cumple ordenes hija - se dirige a m con preocupacin - cmo te encuentras? esos golpes. - comenta inspeccionando mi rostro - .esos golpes.

Esos golpes representan el menor de mis problemas padre. - susurro.

Lo s, lo s - dice tragando saliva - por eso estoy aqu, no puedo permitir que vayan a cometer una injusticia semejante - comenta mientras su mirada se mantiene en mi compaera con detenimiento - me presentars a la hermosa seorita? - aade con caballerosidad.

Eh. s, s - titubeo sonrojada - Alba - le digo mientras la invito a acercarse - l es mi padre el Conde Enrique Daz de Valverde. Padre ella es Alba Gutierre mi compaera de reclusin. y amiga.

Alba se inclina respetuosamente, como hacen todas las personas que encontramos, pero con una gracia especial, o son slo mis ojos. No, veo la cara complacida de mi padre.

Por favor joven - indica mi padre - por favor, soy yo quien debera de inclinarse ante usted, es que alguien capaz de arriesgar su propia vida por salvar a mi nica hija merece ms que mi reverencia.

Alba escasamente se eleva con el semblante en una mueca de vergenza, y precipita un amortiguado Gracias, mi Seor Conde, a lo que mi padre le sonre con apacibilidad, y la obliga a sonrer tambin. Yo me ocupo de observar de uno a otro.

Fue una suerte que estuviera en el territorio -mi padre concluye la presentacin volviendo al punto prioritario - vena en camino a verte y me detuve con la familia Monje, hasta all fue por m Lezcano en medio de la noche a informarme sobre lo que haba sucedido. Padre - intento calmarlo - esta situacin no parece tener ms que una nica salida, y usted lo sabe.

El semblante de mi padre se alza irritado.

Me niego a ver morir a mi hija. - el solo pronunciarlo le lastima notablemente, su rostro se torna desesperado - y menos a manos de semejante dspota y por causas tan poco justas. los padres no debemos sobrevivir a los hijos.

Lo aprisiono de los hombros y lo abrazo, no s qu hacer, a m tambin me asusta lo que pueda suceder, conmigo y con mi Alba.

Padre, por favor. - le digo - le har dao. yo me lo merezco y usted lo sabe ms all de este momento tengo un pasado plagado de atropellos por los que pagar.

Ms dao me har tener que sentir mi soledad retumbar emergiendo mientras mi nica hija agoniza en una pira incendiaria.- responde.

Libero el abrazo. Es que me siento egosta por no haber pensado en los sentimientos de mi padre, cundo fue que me distanci as del excelente ser que cuid de m y de mi madre en un principio, y luego de m solamente cuando ella muri?

Antes me haba encerrado en mis sinrazones repetidas amparada por una ira exacerbada que senta contra todos, y por eso acced a perder mi pasado. Primero porque el recuerdo de mi madre me motivaba la culpa, segundo porque ms all de su honor crea conocer la vergenza que mi padre senta por mis acciones, a pesar de que una y mil veces intent persuadirme de acabar con ello y volver a la vieja casa.

Ahora, cuando por fin haba recuperado parte de su hija, yo solamente poda pensar en la suerte de mi pequea y la ma no me preocupaba ni una pizca, pasando ms all del sentir del Conde. Cmo es que era tan injusta con l?

Lo siento padre - musito - siento no haber sido lo que merecas, siento haberme desviado tanto. No. no mi nia - me obligo a verlo a los ojos - yo he sentido por ti muchos emociones, amor antes que nada, preocupacin, dolor y tristeza, incluso desesperacin. pero nunca, jams, vergenza, eres lo mejor que la vida me ha dado Isabel, mi orgullo an equivocada y todo. no permitir que mueras, no permitir que muera ninguna. La distancia entre mi padre y yo ha sucumbido enormemente en los ltimos instantes, la emocional. Por primera vez, desde que empec esta vida de soldado, siento que vuelvo a ser la hija del Conde Enrique.

Pero.- farfullo - es que cmo? estamos condenadas. y al amanecer queda nada.

No ser de la forma diplomtica, eso seguro - anuncia al mismo tiempo que me aleja de Alba - Lezcano y yo hemos ideado una forma de distraccin, un hombre de los nuestros dejar los barrotes abiertos, cuando el tumulto comience quiero que tomes a Alba y salgas de aqu, corre hija, no dudes.

Hacia dnde?

No puedo creer que mi padre est dispuesto a desafiar al rgimen, a todas las embestiduras, a sus propios principios para salvarme. Cmo es que puede amarme tanto an despus de tanto dao que he hecho?

Al sur primero, sal por la explanada y ve hasta el bosque, all detrs de la primera alameda encontrars lo necesario. Dirigos al norte primero y luego al este, a Bohemia, hasta nuestro territorio, en ese lugar las leyes de este procedimiento no estn en uso. Debers cuidarte sola los primeros 4 das, cuando atravieses el ro de la Dordogne en Vizcaya habr un grupo de nuestros hombres esperando para escoltaros a destino, debes ser cuidadosa y apresurarte. Los primeros das sern decisivos.

Padre - interrumpo - dnde te ver? all en Vizcaya o en Bohemia?...

Mi padre palidece y vacila.

Debes ser fuerte y presurosa hija, no te permitas dudar. En mi pecho una procesin de incertidumbre me comprime hasta las entraas, mi respiracin alcanza niveles ms dilatados.

Padre? dnde? - insisto.

En la vida de cualquier persona son necesarios sacrificios para preservar a los seres que amamos.

Q.Qu!? . - reniego de lo que estoy oyendo -. no, no, no. - no estoy segura de que esa perturbada voz sea ma - no padre, vete de aqu, no quiero or ni an menos que lleves adelante semejante disparate.

Isabel, hija, sta es tu oportunidad, s que deseas esta oportunidad, lo s - sus ojos estn empapados de algo que no puedo determinar, una mezcla de tristeza y esperanza - lo supe desde que me hablaron de ella - dice sealando a mi compaera que permanece ajena a lo que sucede - es ella verdad?

Me quedo aturdida por un momento, no entiendo cmo mi padre conoca de Alba.

Era atar cabos, tu sueo, ese que me contaste, y la carta, recuerdas?

La carta? cre que Josefina se haba encargado de evitarlo, nunca me dijiste nada hasta ahora - contesto.

Un amigo, nuestro, se encarg de que llegara a mis manos - expone mi padre con complacencia - y no dije nada porque como todos - revela con un suspiro de frustracin - pens que desvariabas, lamento haberte defraudado en esto.

No s qu decir, hay tanto que quiero decir, tanto que quiero explicar, tanto que quiero volver a escuchar y tan poco tiempo.

Lezcano.? - digo para salir de mi fluctuacin.

S, l me la hizo llegar, y desde el mismo momento en que me cont sobre tu compaera de celda, sobre tu cambio de humor y actitud, lo supe. - su semblante se vuelve ms aplomado - as que ahora tengo una deuda eterna con ella, por devolverme a mi hija. por devolverle su aspiracin de vivir merecen ambas la oportunidad que yo ya tuve y goc.

No!, no padre, no a ese precio. - intento detenerlo pero comienza a salir de mi prisin - espera no hagas esto - le digo mientras una opresin de pena me inunda desde dentro y desafa con hacerme estallar.

Mi padre regresa donde estoy y me abraza, lgrima tras lgrima mi original tristeza se desvanece en un alud de pena que me aplasta. Cuando lo suelte, cuando deje a mi padre irse de m, lo habr perdido para siempre, justo ahora, justo cuando lo recobr. Mi padre, ese hombre seguro, bondadoso, digno de la confianza de cualquier seor del mundo, a punto de entregar su vida en nombre de la ma, no, no puede ser as. Alba permanece algo ms cerca, entendiendo que algo est a punto de ocurrir.

Mi padre afloja sus brazos y me doy cuenta que se est alejando, que se va a ir pero para siempre, no puedo dejarlo hacer esto, no puedo.

No padre, qudate conmigo - imploro con el rostro baado de mi desconsuelo y el cuerpo temblando de dejacin, porque s que no podr convencerlo haga lo que haga - padre no me abandones.

Nia.- anuncia hacia Alba - ven aqu, cuida de ella - dice mientras coloca sus brazos alrededor de mis hombros para que me sostenga y me aleje de l.

Qu sucede? - pregunta turbada.

Nada, cudala muchacha, te necesitar mucho estos prximos das y no te preocupes por tu familia, ya fue informada.

Qu.? - repite Alba antes de silenciarse cuando nota como mi cuerpo se estremece de dolor.

Isabel, Isabel - insta mi padre ya lejos de m - corre - niego con la cabeza - hazme sentir orgulloso otra vez hija, corre y aljate - no puedo verlo a la cara - cuando escuches el cuerno real corre, no vuelvas por m por favor, me oste, promtelo, me oste? - su voz ruda se eleva y asiento- no la dejes regresar - le dice a Alba. Veo las lgrimas descender por su rostro y me parece que ha envejecido en este mismo instante - hazme sentir orgulloso y s feliz, sed felices - dice con una ltima sonrisa al tiempo que se gira.

Padre no me dejes - alzo la voz en una splica y se