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04 Encuentros* DIARI DE TARRAGONA SÁBADO, 30 DE DICIEMBRE DE 2017 “A fin de cuentas, la luz que nos llega del cielo estrellado es muchas veces luz muerta”, se dice el anticuario Ezra Winston en uno de los episodios de Mort Cinder, a la espera del retorno del “hombre de las mil muertes” que da título a la serie. En la oscuridad de la página tanto co- mo en la representación de la muerte es donde encuentra su razón de ser Mort Cinder, de Oesterheld y Breccia, publicada originalmente en la revista Mis- terix, a principios de los años sesenta. Si el cómic ha encon- trado a menudo en el inmortal o el viajero en el tiempo una manera de escenificar la condi- ción del lector, que ante la pa- nopsis de la página es siempre un libre viajero entre los tiem- pos de las diferentes viñetas, Mort Cinder constituye la más profunda indagación sobre la posibilidad de insuflar una tem- poralidad trágica en la aparente reversibilidad con que la muerte se representa en el tebeo. “Sabíamos los hombres de Es- parta que nuestras horas esta- ban contadas, que ya no había hilo para nosotros en el telar de las sombras”, musita Cinder du- rante la batalla de las Termópi- las, condenado no sólo a vivir eternamente, sino a renacer con dolor una y otra vez, y a reme- morar todas sus muertes a par- tir de los viejos objetos que reú- ne en su tienda su fiel compa- ñero Ezra Winston. En sintonía con la escritura fantástica de Arlt, Borges, Bioy Casares o Sil- vina Ocampo, Mort Cinder es una obra maestra que, como to- da la producción de Oesterheld y Breccia y como buena parte del cómic argentino de los años cincuenta y sesenta, se adelantó a la irrupción de la modernidad en la historieta europea y esta- dounidense. Raspados, estarcidos, solari- zaciones, tramas mecánicas, cepillos, punzón y salpicaduras hacen de los recursos de Breccia un laboratorio infinito de for- mas desde el que su estilo, for- jado como el de Hugo Pratt en el claroscuro de Milton Caniff, se convirtió en referente funda- mental para sucesivas genera- ciones de dibujantes, de José Muñoz a Frank Miller y de Luis García a Bill Sienkewicz, Dave McKean o Edmond Baudoin, así como para la ilustración y las artes plásticas contemporáneas. En la mejor edición realizada hasta ahora de esta obra, con nuevos escaneados de los origi- nales, Astiberri permite acercar- se a la ficción fantástica de Oes- terheld y Breccia, que siempre trasciende la hipótesis intelec- tual para convertirse, además, en una indagación ética y polí- tica sobre los comportamientos. “Cansa tanto morirse. Y duele. Mucho”, asegura Cinder. IVAN PINTOR IRANZO “Como mejor vemos es a través de los ojos de los demás”, ase- gura Fréderic Pajak en el primer volumen de su Manifiesto In- cierto, una obra con la que, co- mo Walter Benjamin en su Libro de los pasajes, ha tratado de construirse no sólo una casa, sino seguramente un país y una memoria al mismo tiempo que una indagación sobre el espacio político basada en la lógica del extravío, la cita y la recolección de fragmentos. De igual modo que en los documentales sobre arte de Luciano Emmer o en películas como Elegía del viaje o Hubert Robert, una vida afor- tunada, de Alexandr Sokurov, Pajak abre su obra en nueve vo- lúmenes El manifiesto incierto indagando entre las imágenes de su infancia, se desliza des- pués hacia el espacio visual de la pintura de los van Velde a través de la interpretación de Samuel Bekett y, finalmente, recala en la vida de Walter Ben- jamin. Tejiendo los desplazamientos de Benjamin con sus propias re- flexiones, Pajak hace de la con- catenación regular de sus fasci- nantes imágenes en blanco y negro —una por página— el lugar de un pensamiento políti- co, en un ejercicio de contra- puntos y migraciones próximo a los de Godard, Marker o Farocki en el cine, Peter Weiss en litera- tura o el inaugural Historia de la Santa Rusia, de Doré, en el campo del cómic. El manifiesto incierto es un ensayo visual, una novela que piensa en imá- genes y que, como el propio Benjamin decía de los cuentos infantiles, a la vez conduce las imágenes literales, los rescoldos de la realidad, hacia un espacio de “sabiduría épica” a través del cual el lector entra en contacto con los un mundo de sueño, “donde se halla adormecido el ‘recuerdo del origen’ que los hombres han reprimido”. Hay, en el Manifiesto Incierto, como Pajak ya apuntaba en La inmen- sa soledad, acerca de Nietzsche y Pavese y también publicado por Errata Naturae, una llama- da desesperada contra el totali- tarismo, una advertencia contra las reiteraciones de la historia. IVAN PINTOR IRANZO Literatura Novelas grácas Cómic. El hombre de las mil muertes Libro ilustrado. Imágenes que piensan Título: Mort Cinder Autores: Héctor G. Oesterheld, Alberto Breccia Editorial: Astiberri 256 páginas. 24 €. Título: Maniesto incierto 1. Con Walter Benjamin, soñador abismado en el paisaje. 192 páginas, 19 € Título: Maniesto incierto 2. Nadja, André Breton y Walter Benjamin bajo el cielo de París. Autor: Frédéric Pajak Editorial: Errata naturae 224 páginas 19,50 €. Aparece Rafael Guillén en su antología «Esta pequeña eterni- dad», publicada hace tres años por la editorial Valparaíso Edicio- nes, aparece así, a destiempo, sobre la mesa de un cuarto que hace años que dejó de ser mío, un día horrible, de desamparo y falta de consciencia. Aparecen él y también sus versos, sus poemas que son mordiscos a la nostalgia, una poesía cargada de metralla, de palabras que cruzan la línea, de cuidados al alma herida, del aire espeso que falta, y cuesta, y no se encuentra. Me lo manda un gran amigo y yo evito mirarlo, no quiero saber qué tiene que contarme en estos días desconsolados, me da miedo encontrar una verdad que no me guste. La poesía me da miedo, he de reconocerlo, no encuentro otro modo de explicar- lo. Escribirla es distinto, escribir poesía es deshacerse del nudo, pero para leerla uno debe ser valiente. Pero pasan los días, y todo sigue igual, así que decido abrir «Esta pequeña eternidad», decido mirar mi tristeza para que encuentre espacio en la de Guillén. No hay abrazo más duradero que el del lector al poeta. Pero quedan los huecos, queda el tiempo. / El tiempo es un conjunto / de irrellenables huecos sucesi- vos. / Donde sonó una risa queda un hueco, / un coágulo de nada, una lejana / polvareda que fue, / que ya no está, pero que sigue hablando, / diciendo al alma que, en alguna parte / algo cruzó al galope y se ha perdido. «Esta pequeña eternidad» Poesía ELVIRA SASTRE

Libro ilustrado. Imágenes que piensan

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04Encuentros* DIARI DE TARRAGONA SÁBADO, 30 DE DICIEMBRE DE 2017

“A fin de cuentas, la luz que nos llega del cielo estrellado es muchas veces luz muerta”, se dice el anticuario Ezra Winston en uno de los episodios de Mort Cinder, a la espera del retorno del “hombre de las mil muertes” que da título a la serie. En la oscuridad de la página tanto co-mo en la representación de la muerte es donde encuentra su razón de ser Mort Cinder, de Oesterheld y Breccia, publicada originalmente en la revista Mis-terix, a principios de los años sesenta. Si el cómic ha encon-trado a menudo en el inmortal o el viajero en el tiempo una manera de escenificar la condi-ción del lector, que ante la pa-nopsis de la página es siempre un libre viajero entre los tiem-pos de las diferentes viñetas, Mort Cinder constituye la más profunda indagación sobre la posibilidad de insuflar una tem-poralidad trágica en la aparente reversibilidad con que la muerte se representa en el tebeo.

“Sabíamos los hombres de Es-

parta que nuestras horas esta-ban contadas, que ya no había hilo para nosotros en el telar de

las sombras”, musita Cinder du-rante la batalla de las Termópi-las, condenado no sólo a vivir eternamente, sino a renacer con dolor una y otra vez, y a reme-morar todas sus muertes a par-tir de los viejos objetos que reú-ne en su tienda su fiel compa-ñero Ezra Winston. En sintonía con la escritura fantástica de Arlt, Borges, Bioy Casares o Sil-vina Ocampo, Mort Cinder es

una obra maestra que, como to-da la producción de Oesterheld y Breccia y como buena parte del cómic argentino de los años cincuenta y sesenta, se adelantó a la irrupción de la modernidad en la historieta europea y esta-dounidense.

Raspados, estarcidos, solari-

zaciones, tramas mecánicas, cepillos, punzón y salpicaduras

hacen de los recursos de Breccia un laboratorio infinito de for-mas desde el que su estilo, for-jado como el de Hugo Pratt en el claroscuro de Milton Caniff, se convirtió en referente funda-mental para sucesivas genera-ciones de dibujantes, de José Muñoz a Frank Miller y de Luis García a Bill Sienkewicz, Dave McKean o Edmond Baudoin, así como para la ilustración y las artes plásticas contemporáneas. En la mejor edición realizada hasta ahora de esta obra, con nuevos escaneados de los origi-nales, Astiberri permite acercar-se a la ficción fantástica de Oes-terheld y Breccia, que siempre trasciende la hipótesis intelec-tual para convertirse, además, en una indagación ética y polí-tica sobre los comportamientos. “Cansa tanto morirse. Y duele. Mucho”, asegura Cinder. IVAN PINTOR IRANZO

“Como mejor vemos es a través de los ojos de los demás”, ase-gura Fréderic Pajak en el primer volumen de su Manifiesto In-cierto, una obra con la que, co-mo Walter Benjamin en su Libro de los pasajes, ha tratado de construirse no sólo una casa, sino seguramente un país y una memoria al mismo tiempo que una indagación sobre el espacio político basada en la lógica del extravío, la cita y la recolección de fragmentos. De igual modo que en los documentales sobre arte de Luciano Emmer o en películas como Elegía del viaje o Hubert Robert, una vida afor-tunada, de Alexandr Sokurov, Pajak abre su obra en nueve vo-lúmenes El manifiesto incierto indagando entre las imágenes de su infancia, se desliza des-pués hacia el espacio visual de la pintura de los van Velde a través de la interpretación de Samuel Bekett y, finalmente, recala en la vida de Walter Ben-jamin.

Tejiendo los desplazamientos de Benjamin con sus propias re-flexiones, Pajak hace de la con-catenación regular de sus fasci-nantes imágenes en blanco y

negro —una por página— el lugar de un pensamiento políti-co, en un ejercicio de contra-puntos y migraciones próximo a los de Godard, Marker o Farocki

en el cine, Peter Weiss en litera-tura o el inaugural Historia de la Santa Rusia, de Doré, en el campo del cómic. El manifiesto incierto es un ensayo visual,

una novela que piensa en imá-genes y que, como el propio Benjamin decía de los cuentos infantiles, a la vez conduce las imágenes literales, los rescoldos de la realidad, hacia un espacio de “sabiduría épica” a través del cual el lector entra en contacto con los un mundo de sueño, “donde se halla adormecido el ‘recuerdo del origen’ que los hombres han reprimido”. Hay, en el Manifiesto Incierto, como Pajak ya apuntaba en La inmen-sa soledad, acerca de Nietzsche y Pavese y también publicado por Errata Naturae, una llama-da desesperada contra el totali-tarismo, una advertencia contra las reiteraciones de la historia. IVAN PINTOR IRANZO

LiteraturaNovelas gráficas

Cómic. El hombre de las mil muertes

Libro ilustrado. Imágenes que piensan

Título: Mort Cinder Autores: Héctor G. Oesterheld, Alberto Breccia Editorial: Astiberri 256 páginas. 24 €.

Título: Manifiesto incierto 1. Con Walter Benjamin, soñador abismado en el paisaje. 192 páginas, 19 € Título: Manifiesto incierto 2. Nadja, André Breton y Walter Benjamin bajo el cielo de París. Autor: Frédéric Pajak Editorial: Errata naturae 224 páginas 19,50 €.

Aparece Rafael Guillén en su antología «Esta pequeña eterni-dad», publicada hace tres años por la editorial Valparaíso Edicio-nes, aparece así, a destiempo, sobre la mesa de un cuarto que hace años que dejó de ser mío, un día horrible, de desamparo y falta de consciencia. Aparecen él y también sus versos, sus poemas que son mordiscos a la nostalgia, una poesía cargada de metralla, de palabras que cruzan la línea, de cuidados al alma herida, del aire espeso que falta, y cuesta, y no se encuentra. Me lo manda un gran amigo y yo evito mirarlo, no quiero saber qué tiene que contarme en estos días desconsolados, me da miedo encontrar una verdad que no me guste. La poesía me da miedo, he de reconocerlo, no encuentro otro modo de explicar-lo. Escribirla es distinto, escribir poesía es deshacerse del nudo, pero para leerla uno debe ser valiente. Pero pasan los días, y todo sigue igual, así que decido abrir «Esta pequeña eternidad», decido mirar mi tristeza para que encuentre espacio en la de Guillén. No hay abrazo más duradero que el del lector al poeta. Pero quedan los huecos, queda el tiempo. / El tiempo es un conjunto / de irrellenables huecos sucesi-vos. / Donde sonó una risa queda un hueco, / un coágulo de nada, una lejana / polvareda que fue, / que ya no está, pero que sigue hablando, / diciendo al alma que, en alguna parte / algo cruzó al galope y se ha perdido.

«Esta pequeña eternidad»

Poesía

ELVIRA SASTRE