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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular! 1 Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2014 GMM

Libro no 764 conquistar el mundo deber y destino del proletariado internacional avakian, bob colecci

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¿Conquistar el mundo? Deber y Destino del Proletariado Internacional. Avakian, Bob. Biblioteca Emancipación Obrera. Guillermo Molina Miranda.

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

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Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2014

GMM

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© Libro No. 764. ¿Conquistar el mundo? Deber y Destino del Proletariado Internacional. Avakian, Bob. Colección E.O. Mayo 10 de 2014. Título original: © ¿Conquistar el mundo? Deber y Destino del Proletariado Internacional. Bob Avakian Versión Original: © ¿Conquistar el mundo? Deber y Destino del Proletariado Internacional. Bob Avakian

Circulación conocimiento libre, Diseño y edición digital de Versión original de textos: http://revcom.us/avakian-es/ba-conquistar-el-mundo-deber-y-destino-del-proletariado-internacional-es.html Licencia Creative Commons: Emancipación Obrera utiliza una licencia Creative Commons, puedes copiar, difundir o remezclar nuestro contenido, con la única condición de citar la fuente. La Biblioteca Emancipación Obrera es un medio de difusión cultural sin fronteras, no obstante los derechos sobre los contenidos publicados pertenecen a sus respectivos autores y se basa en la circulación del conocimiento libre. Los Diseños y edición digital en su mayoría corresponden a Versiones originales de textos. El uso de los mismos son estrictamente educativos y está prohibida su comercialización.

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¿CONQUISTAR EL MUNDO? Deber y destino del

proletariado internacional

Bob Avakian

Presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos

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Bob Avakian pronunció una charla informal en el otoño de 1981 sobre una amplia gama de tópicos históricos y presentes de la revolución proletaria internacional. El autor insertó ciertos cambios en el texto antes de publicarse en la revista Revolución #50, enero de 1982.

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CONTENIDO

I. Nuevas perspectivas históricas de los primeros avances en la toma y ejercicio del poder —la dictadura del proletariado— y el avance por la vía socialista

II. Más sobre la revolución proletaria como proceso mundial

III. El leninismo como el puente

IV. Hacia un balance del movimiento marxista-leninista que surgió en la década de 1960 y del factor subjetivo, a la luz de la situación presente y en desarrollo y de la coyuntura que se perfila

V. Algunos interrogantes relacionados a la línea y trabajo de nuestro partido y a nuestras responsabilidades y tareas internacionalistas especiales

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En esta charla, voy a tocar una serie de temas generales y a continuación trataré,

a partir de ellos, de desarrollar algunos puntos concretos. Esto, de hecho es casi

seguro, resultará un poco difuso y ambicioso—en cierto sentido, como tanteando

nuevos horizontes. Pero veremos lo que resulta. El propósito principal y la

naturaleza de esta charla es exponer unas cuantas ideas sobre algunos puntos

tocados en la literatura, en los informes del Comité Central que los camaradas

han visto y estudiado en los últimos dos años, aproximadamente. Está en el

carácter y en el propósito de una charla informal como ésta, tratar de desarrollar

algunas de esas ideas, tratar de darle cabida a la reflexión sobre esas ideas,

muchas de las cuales son explícitamente sólo tesis tentativas. No se pretende

presentar ideas acabadas; esto va a ser cierto en general, con respecto a la

charla en su totalidad, y en particular va a ser obviamente cierto respecto a varios

puntos específicos. Por ende, no debe entenderse la presente como una “opinión

personal acabada”, ni mucho menos como una presentación sistemática de la

línea y opiniones de la organización como un todo sobre esos puntos; más bien

debe tomarse como algo informal, que estimule ideas, estudio, discusión y, como

esperamos, un avance ulterior en el desarrollo de algunos de estos tópicos.

Bueno, después de esta introducción, desarrollaré básicamente cinco puntos

principales.

Primero: Nuevas perspectivas históricas de los primeros avances en la toma y

ejercicio del poder— la dictadura del proletariado— y el avance por la vía

socialista.

Segundo: Más sobre la revolución proletaria como proceso mundial.

Tercero: Sobre el tema que yo llamo: el leninismo como el puente, que se verá

claro cuando entremos a él.

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7 Cuarto: Hacia un balance del movimiento marxista-leninista surgido en los años

60 y del factor subjetivo, a la luz de la situación presente y en desarrollo y de la

coyuntura que se perfila.

Quinto: Algunos interrogantes relacionados a la línea y trabajo de nuestro Partido

y a nuestras responsabilidades y tareas internacionalistas.

Estos son los cinco puntos básicos y la parte final de la charla intentará

concatenar algunos de los principales temas de estos diferentes puntos.

Entonces, para empezar:

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I. Nuevas perspectivas históricas de los primeros avances en la toma y ejercicio del poder—la dictadura del proletariado—y el avance por la vía socialista

Primero, algunas ideas sobre la Comuna de París. Leyendo la recapitulación más

sistemática de Marx sobre la Comuna de París —La guerra civil en Francia, que

contiene además una introducción de Engels— es sorprendente, a la luz de toda

la experiencia y el desarrollo no sólo de la lucha práctica sino también en el

campo ideológico a partir de entonces, que la síntesis de Marx conceptualiza de

manera muy precursora el desarrollo futuro y al mismo tiempo es más bien

primitiva (esto es también válido en general para la introducción de Engels,

donde destaca los principales puntos del análisis de Marx).

Esto no nos debe sorprender, ya que la Comuna de París fue la primera toma

exitosa del poder y duró sólo unos dos meses, antes de que la ahogaran en

sangre. Tampoco debe sorprendernos que la I Internacional —de la cual Marx

era el líder, al menos en un sentido ideológico y teórico general, y en la cual

también participó muy activamente en la práctica— era a su vez una mezcla de

varias tendencias. El socialismo científico no se había diferenciado y distinguido

totalmente aún de una serie de formas utópicas y anticientíficas de socialismo,

incluso en la I Internacional, tema cuyas ramificaciones e implicaciones

tocaremos un poco más adelante.

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9 Respecto a su capacidad de proyectar y conceptualizar el futuro, si se lee lo que

Marx escribió, se ve claramente que él fue capaz de extraer y concentrar muchas

lecciones fundamentales de una muy breve y primitiva experiencia de sólo dos

meses en el poder y sólo en París — y aunque París sea una ciudad importante,

es tan sólo una parte de Francia. Y la lección decisiva que Marx sacó y remachó

con insistencia en aquella época —que el proletariado no puede apropiarse del

aparato estatal existente, sino que debe destruirlo, desmantelarlo y crear su

propio aparato estatal, su propia dictadura revolucionaria— es obviamente un

ejemplo del método científico de Marx. Y basándose en esa visión amplia y de

largo alcance, Marx fue capaz de sacar esa lección e ilustrarla con una serie de

particularidades de aquella breve y, en cierto sentido, difusa experiencia de la

Comuna de París.

Pero al mismo tiempo, aunque el análisis de Marx en términos de su contribución

a la lucha a largo plazo y al objetivo fundamental del proletariado mundial es —

al igual que la Comuna— inmortal, mirándolo a la luz de la experiencia

acumulada desde entonces y de la recapitulación de dicha experiencia, se

pueden ver algunas de sus limitaciones. Por ejemplo, esto aparece seguido en

los comentarios que Marx hace sobre la burocracia, el ejército regular, la cuestión

del sufragio universal y la destitución de funcionarios, la cuestión de que ningún

funcionario debería recibir un salario mayor al de un obrero, la forma en que trata

la educación, la religión y la cultura en general.

Por ejemplo, él dice en cierto momento que a los curas (lo dice más poéticamente

que esto pero básicamente quiere decir que a los curas) se les debe dejar solos

para que se sostengan o caigan, es decir, el que logren comer o no, dependerá

de si logran ganar apoyo de sus feligreses, y que no reciban subsidios estatales.

Esta fue una de las experiencias de la Comuna. Bueno, obviamente la

experiencia histórica ha demostrado que eso dista mucho del rompimiento

radical necesario para atacar ese problema (y éste es tan sólo un pequeño

ejemplo.) No es que Marx dijera que fuera suficiente, pero su recapitulación no

va más allá. Y lo mismo es válido cuando dice que una de las cosas fabulosas

que la Comuna tenía que ofrecer, su ganga (por decirlo crudamente) para el

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10 campesinado, es que sería capaz de reducir enormemente las trabas

burocráticas y el brazo parasítico de la sociedad representado por la burocracia,

y que por lo tanto podría reducir esencialmente el costo del aparato estatal para

el campesinado. Esto se conecta directamente con la cuestión de si es necesario

o no mantener un ejército regular, de si es posible o no reducir el número de

funcionarios burocráticos de tiempo completo de la forma tan simple en que

parece que Marx creía y concluyó de la experiencia de la Comuna, y si es posible

pagar a los funcionarios del gobierno sueldos a la par de los de un obrero, como

se hiciera en la Comuna por decreto.

Todo esto, por experiencia histórica y en particular en la experiencia donde la

dictadura proletaria se consolidara y existiera por un tiempo y donde se avanzara

por la vía socialista, no ha sido posible hasta ahora. Incluso cuando se ha

aplicado una línea correcta, incluso cuando no se pueden atribuir a errores o

desviaciones de derecha las políticas seguidas, no se han podido hacer todas

esas cosas en la forma en que Marx, a partir de la experiencia de la Comuna,

creyó no sólo posibles sino necesarias y fundamentales, en tanto que armas para

conducir y transformar la sociedad. La vida no ha resultado tan simple, y que de

hecho las posibilidades del proletariado parisiense de ganarse al campesinado,

no sólo a corto plazo, sino de ganar y mantener su apoyo durante los zigzags y

reveses de la lucha, no fueron tan grandes, ni la situación tan simple como Marx

parece tratarla en La guerra civil en Francia, la síntesis de la Comuna.

Igualmente, la cuestión de la nación y de la relación entre la lucha de un país en

particular y la lucha internacional, no fue tratada claramente, no sólo por la misma

Comuna —en la concepción del mundo y políticas de los dirigentes de la Comuna

en aquel momento, por ejemplo, en los llamados basados en el patriotismo a los

soldados del ejército reaccionario— sino incluso en cierto grado en los escritos

de Marx y comentarios de Engels al analizar la Comuna. La distinción entre

nación e internacionalismo no se trazó tan claramente como hemos aprendido

que se debe hacer. Por supuesto, por una parte era la época preimperialista,

pero por otra parte, Francia era un país capitalista avanzado en el umbral del

estadio imperialista (de paso, debe decirse que las referencias de Marx a

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11 “imperialismo” en La guerra civil en Francia no representan el mismo análisis de

una nueva y especial etapa del capitalismo —de hecho superior y final— que

Lenin hizo posteriormente.)

Aquí voy a intercalar un comentario que seguramente me va a provocar

problemas con algunos lectores, pero una de las cosas que me quedan claras al

leer las polémicas de Lenin sobre la cuestión de “la defensa de la patria” durante

la I Guerra Mundial, es que Lenin tuvo que embestir vigorosamente contra

Kautsky y otros, que eran las autoridades reconocidas del marxismo —mucho

más que Lenin— y quienes tenían todas las citas almacenadas para sacar de

bajo la alfombra y justificar sus líneas oportunistas, bien fueran socialdemócratas

o social-chovinistas. Al leer esto se ve claramente por una parte que Lenin centró

correctamente su argumentación en que la gente estaba desvirtuando o usando

mal las citas de Marx y Engels, porque se trataba de citas de Marx y Engels

previas a la época del imperialismo cuando la única pregunta, como lo dijo Lenin,

era la victoria de cuál burguesía sería más favorable para el proletariado

internacional. Pero también es claro, al menos en mi opinión (especialmente

tratándose de Engels que vivió una década más que Marx) que no se trataba

sólo de ser citado fuera de contexto, tiempo y lugar, sino de que este método de

determinar cuál victoria (o derrota) de qué burguesa sería más favorable, se

seguía aplicando cuando ya estaba perdiendo su aplicabilidad. Incluso en 1891,

por ejemplo. Engels todavía hablaba de defender la patria alemana en una

guerra contra el Zar.

En otras palabras, Lenin estaba en lo cierto —tanto en principio como

tácticamente— al centrar la batalla en el hecho de que se tergiversaba y citaba

a Marx y Engels fuera de contexto, es decir fuera de época. Pero también es

cierto que ellos le prolongaron la vida al análisis en cuestión un tanto más allá de

lo que era válido, lo siguieron usando pasada su relevancia histórica —

particularmente en el caso de Engels hasta 1895 (o por lo menos 1891, cuando

hizo su último comentario importante sobre el tema, que yo sepa); y algo de esto

se refleja un poco en los escritos de Marx y Engels sobre la Comuna, donde

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12 hablan sobre la clase obrera como una especie de salvador de la nación, la

fuerza que regenerara a la nación.

En la recapitulación pueden encontrarse huellas de esta línea y comentarios al

respecto; eran también opiniones bien populares entre los Comuneros, quienes

tampoco tenían clara la cuestión de romper radicalmente con la República; eso

se mostró incluso en la forma en que diseñaron su calendario, que pareciera ser

la continuación del calendario de la República. En otras palabras, no se

verificaron a fondo todas las rupturas radicales en la cuestión de la nación

respecto al internacionalismo. De nuevo, por supuesto, el problema del

imperialismo, como lo analizara Lenin, no estaba totalmente desarrollado y por

lo tanto, no era totalmente claro. Pero con toda la experiencia ganada desde

entonces, se puede ver una tendencia general en la recapitulación de Marx sobre

la Comuna a generalizar y extrapolar demasiado de esa experiencia particular;

específicamente, mirando en retrospectiva la experiencia histórica desde los

tiempos de la Comuna y su balance, se pueden detectar las limitaciones del

método de enfocar las cosas desde el punto de vista de la victoria de cuál

burguesía favorecería más al proletariado internacional. Tenemos que recordar

que esto se dio en el contexto de la guerra entre Francia y Alemania cuando

Marx y Engels apoyaron inicialmente el derecho a la autodefensa de Alemania,

por así decirlo, y luego, en cierto momento dijeron: “ahora se han convertido en

los agresores, así que ya no se puede sustentar más la posición de defensa de

la patria en Alemania”. Los Comuneros tomaron la posición de defensa en contra

de Alemania en vista de la capitulación del gobierno francés (que se atrincheró

en Versailles en oposición a la Comuna de París), y se vieron forzados en ese

contexto a una guerra civil en contra de la burguesía francesa, representada por

Thiers y unificada en torno a él, que decidió entonces hacer un pacto con el líder

alemán Bismarck en sus esfuerzos por aplastar la Comuna — lo que lograron,

como sabemos. Esta es, por lo tanto, una situación extremadamente compleja y

tratar de abordarla desde el punto de vista de si una nación tiene el derecho a la

autodefensa, en mi opinión, ya comienza a transformarse en su opuesto.

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13 Notablemente, hay un comentario de Lenin, creo, de cómo Alemania ya había

pasado a la etapa imperialista antes de consolidarse como nación, y éste es uno

de los ejemplos en que Lenin se apoyó para decir que los linderos en la

naturaleza y la sociedad son condicionales y relativos. Si vamos a esperar a que

Alemania se consolide como nación antes de decir que la cuestión de su derecho

a la defensa de la patria es algo del pasado que ya no es válido, todavía

estaremos esperando, ya que Alemania aún está dividida, y mucha gente,

muchos social-chovinistas se cuelgan de eso en estos días. De todas maneras,

estamos hablando de la época burguesa, de la formación de las naciones, y todo

eso es relativo y condicional —no hay ninguna nación lista y a la medida, sólo

esperando nacer— y la esencia del problema ya pasó a ser desde hace tiempo

un asunto de imperialismo y no de naciones, en estos países avanzados. En mi

opinión, éste ya empezaba a ser el caso en las últimas décadas del siglo XIX,

incluso ya en 1870.

Podemos ver cierta confusión en Marx y Engels (de nuevo, especialmente

viéndolo en retrospectiva histórica y por experiencia acumulada y analizada)

sobre esta cuestión de la nación y sobre si es correcto o no considerar a la clase

obrera como la heredera y la continuadora excelsa de la tradición, la “mejor”

tradición, de la nación. Este punto no está totalmente claro, incluso en Marx,

aunque no es necesario decirlo —pero debemos decirlo, tan sólo para que esta

discusión no lleve a confusiones— que Marx y Engels tanto en su recapitulación

de la Comuna como en su práctica relacionada con la Comuna, fueron partidarios

destacados y paladines del internacionalismo proletario: esto es requeteclaro de

principio a fin en la recapitulación de la Comuna —que no fue hecha desde el

estrecho punto de vista de la nación francesa— pero queda esa confusión.

Retomando una perspectiva más panorámica, es importante señalar que Marx

escribió en esta misma recapitulación que los proletarios “tendrán que pasar por

largas batallas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán

completamente las circunstancias y los hombres”1, e incluso antes de eso, 20

años antes, en 1851, declaró: “les decimos a los obreros, que pasarán 15, 20,

50 años de guerras civiles y guerras internacionales, no sólo para transformar

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14 las condiciones existentes sino para transformaros vosotros mismos y adecuaros

para el ejercicio del poder político”2. Esto era, de nuevo, extremadamente

profundo y perspicaz por parte de Marx y demuestra que él no tenía una visión

simplista del proceso de transformación del mundo y la construcción del

comunismo (y ciertamente el método materialista dialéctico que usó al recapitular

la Comuna no es en absoluto simplista), aun cuando algunas de las criticas que

he expresado son válidas, yo creo — válidas en cuanto él sobreestima, tal vez,

la facilidad con que se podría atacar y resolver ciertos problemas.

Esto es en sí como una unidad de opuestos: por una parte, tanto en su análisis

de la Comuna como en general, Marx tenía claro el hecho —y creo que esto es

de suma importancia, digno de pensarse más y esto calza con las “dos rupturas

radicales”, de ideas y relaciones de propiedad— de que no es suficiente y no es

simplemente una cuestión de tener que pasar a través de todas estas luchas y

trastornos para cambiar las condiciones objetivas existentes. Lo dice directo:

deben transformarse vosotros mismos y adecuaros para el ejercicio del poder.

Creo que esta aserción muestra una concepción del mundo y método de un

materialismo histórico tremendo y una gran universalidad histórica, y esto

permea su análisis de la Comuna. Sin embargo, lo que quiero decir es que visto

desde una perspectiva histórica, podemos ver por otra parte, una subestimación

de lo complejo y difícil que es resolver muchas de esas cuestiones — lo que no

debe sorprendernos, pero que debemos analizar, especialmente si queremos

tener una visión más global y al mismo tiempo más particular de algunos

problemas que aparecen en el avance de la época burguesa a la época del

comunismo mundial.

En general creo que este problema está ligado al hecho de que, por más que

Marx y Engels percibieron y tomaron partido con los oprimidos de China, India y

otros lugares del mundo, donde los pueblos se sublevaban en contra de la

dominación y explotación colonial, aún en gran parte (y correctamente desde el

punto de vista científico y de acuerdo a donde se encontraban en ese entonces

los movimientos políticos y luchas más avanzados), ellos consideraban el

problema de la revolución socialista, en particular, de la toma y el ejercicio del

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15 poder y la transformación de la sociedad por el proletariado, en gran parte en un

contexto europeo — aunque no exclusivamente. Por lo tanto, muchas de las

complejidades que han venido a caracterizar ahora a la revolución proletaria, el

desarrollo de la sociedad socialista y la transformación hacia el comunismo en el

mundo, no confrontaron totalmente a Marx y Engels, porque de hecho ha habido

un desplazamiento del foco de la revolución en el sentido general histórico a lo

largo de un período de tiempo, del Occidente al Oriente, no sólo de las

revoluciones en general sino incluso de la revolución proletaria. (No se está

diciendo que ha habido un desplazamiento permanente e inmutable —la historia

nos dirá los resultados de todo esto— y más tarde hablaré sobre los puntos de

vista correctos e incorrectos de las implicaciones de tal desplazamiento). Y esto

ha hecho aún más complejo el problema de cómo hacer la transición del viejo

orden, en algunos casos incluso precapitalista, no hacia el capitalismo sino

precisamente hacia el socialismo y en la vía socialista hacia el comunismo.

Para decirlo de otra forma, Marx no aprehendió totalmente el significado y las

implicaciones de lo que él mismo concluyera, tanto en la época de la Comuna

como 20 años antes cuando habló de 15, 20 ó 50 años de guerra civil. Han

pasado más de 15, 20 ó 50 años desde entonces y todavía el proceso que él

describe esté apenas en su infancia, en sentido histórico. Así que no debe

sorprendernos que él no haya aprehendido totalmente el significado e

implicaciones de sus propias conclusiones, no sólo sobre las transformaciones

de las circunstancias, sino de la transformación de los mismos proletarios en una

forma histórica y universal para adecuarse para ejercer el poder, y esto sin

mentar las tareas de realizar la transición total hacia el comunismo.

Y esto, de hecho confirma en un sentido global la teoría del conocimiento

marxista, porque lo primitivo que hay en muchas de las observaciones de Marx

refleja lo primitivo, el estado infantil, del desarrollo del proceso histórico mundial

de la revolución proletaria — que no es caer en el materialismo mecanicista y

decir que todo lo que se sabía era todo lo que podía saberse. Por otra parte,

como ya estará claro a estas alturas, tenemos que enfatizar de nuevo que con

todo y los puntos que estamos mencionando de los elementos primitivos en las

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16 observaciones de Marx, también había en ellas una gran universalidad histórica

y proyección hacia el futuro. Pero en sentido global y viéndolo así

dialécticamente, es una confirmación y un ejemplo de la teoría marxista del

conocimiento, de la relación entre práctica y teoría, la dependencia fundamental

de la teoría en la práctica y de que la práctica es la fuente primaria y el punto de

referencia de la teoría y de la verdad. Y refleja el carácter primitivo, la temprana

etapa del desarrollo del proceso histórico mundial de la revolución proletaria en

marcha al objetivo a largo plazo que es el comunismo. Después de todo, la

Comuna fue la primera experiencia práctica de la dictadura del proletariado. Fue

un movimiento revolucionario del proletariado confinado todavía principalmente,

en gran medida, a Europa y que ascendió al escenario de la historia aún con

muchos elementos de la república burguesa y la democracia burguesa de las

que emanó.

A esta luz, es interesante recordar lo que dijo Mao respecto a la Comuna de

París, referido en varios informes del Comité Central, en particular el de 19793.

En especial, es muy interesante examinar los comentarios de Mao a los cuales

no nos referimos en aquel entonces. Como debemos recordar, Mao, en su estilo

característico, sacó la conclusión: “Si la Comuna de París no hubiese caído, si

hubiese resultado victoriosa, en mi opinión, ya se habría transformado en una

comuna burguesa. Esto hubiese sido así porque era imposible que la burguesía

francesa le permitiera a la clase obrera tener tanto poder político. Este es el caso

de la Comuna de París”4. Me imagino la cara de Enver Hoxha y sus afines,

estallando ante tales comentarios y respondiendo: “Como si el proletariado

necesitara permiso de la burguesía para tomar el poder”. Pero de hecho, Mao

hace aquí un análisis materialista histórico y aunque no lo desarrolla totalmente,

pasa a analizar a la Unión Soviética y cómo el soviet de Lenin se transformó en

el soviet de Jruschov y comienza a atar los cabos de su análisis sobre la

restauración del capitalismo con el ascenso de la burguesía al poder (esto fue a

comienzos de la Revolución Cultural, cuando Mao ya había desarrollado lo

esencial de ese análisis y comienza a sintetizar algunos puntos a un nivel

superior).

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17 Luego Mao agrega —y ésta es la parte que no incluimos en el informe de 1979,

pero creo que es especialmente importante y útil que le echemos un vistazo

ahora, tanto porque estamos y debemos estar más profundamente conscientes

del problema que Mao plantea, como porque profundizará nuestra comprensión

de lo fundamental que es el internacionalismo proletario— que la Comuna de

Shanghai no es una forma viable, pero eso presenta un problema ya que a las

masas de Shanghai (a pesar de lo que se diga hoy en día) les gusta la Comuna,

así que ¿qué vamos a hacer? Es un problema táctico, porque es una forma

demasiado avanzada y no podemos popularizarla por todo el país en este

momento5. (Ellos trataron de implementar muchas de las medidas de la Comuna

de París; por ejemplo, durante un tiempo trataron de implementar el principio de

elección y destitución de funcionarios por las masas, el principio de salarios de

obrero para los funcionarios, etc., y tuvieron que reconsiderar, retroceder un poco

de tales posiciones avanzadas y consolidar lo que pudieron. Básicamente

adoptaron la forma de comités revolucionarios que se habían creado en todo el

país como órganos de poder, en vez de las formas comunales. También nos

referimos a esto en nuestro artículo en contra de Bettelheim en The Communist)6.

El tema al que quiero entrarle ahora no es el comentario de Mao de que la forma

comunal no era un arma, órgano o una forma lo suficientemente fuerte para la

supresión de los contrarrevolucionarios en la propia China. Pero escuchemos

esto que es muy interesante: Mao dice: “Gran Bretaña es una monarquía.

¿Acaso no tienen rey? Estados Unidos tiene un sistema presidencial. Ambos son

lo mismo, dictaduras burguesas. El régimen títere de Vietnam del Sur tiene un

presidente y justo al lado el Reino de Camboya es regido por Sihanouk. ¿Cuál

es mejor? Me temo que Sihanouk es algo mejor…”. Luego de seguir en este

tema, Mao dice: “Los títulos no deben cambiarse tan seguido; no enfatizamos

nombres sino práctica; no forma, sino contenido. Ese personaje Wang Mang de

la Dinastía Jan, era adicto a cambiar los nombres. Tan pronto fue emperador,

cambió los nombres a todos los cargos del gobierno, como muchos de nosotros

que tenemos cierto disgusto al título de ‘jefe’. Además le cambió el nombre a

todos los condados del país. Esto es similar a nuestros Guardias Rojos que le

han cambiado el nombre a todas las calles de Pekín, imposibilitando que los

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18 recordemos. Aún recordamos sus antiguos nombres. A Wang Mang se le dificultó

promulgar decretos y órdenes, porque el pueblo no sabía qué cambios se habían

hecho. Esta forma de drama popular puede ser usado tanto por China como por

los países extranjeros, por los proletarios o los burgueses”7. Recuerdo haber

leído algo del PLP (Partido Laboral Progresista) o quizá fue de la gente que se

denomina COUSML, o como quiera que se llamen ahora, quienes se agarraron

de esto diciendo: “Esto es intolerable, Mao estancado con eso de los nombres y

el formalismo de todos estos asuntos, el que lo vayan a reconocer o no todos

esos países burgueses; cuánto se ha degenerado de posiciones

revolucionarias”. Es obvio que confundieron el contenido con la forma, ya que si

Mao habló de los nombres y todo eso lo hizo obviamente tratando de determinar

la aplicabilidad o no de la forma de la Comuna —y de manera más fundamental

y por contrapartida, de su contenido— a la situación de ese momento en China.

Luego, Mao prosigue y habla sobre ello en el contexto más en general, y para

nosotros de mucho más interés ahora, de un país socialista en un mundo donde

existe aún mayormente un cerco imperialista. Mao dice: “Las experiencias

principales son la Comuna de París y el soviet. Podemos decir que el nombre

República Popular China puede ser usado por ambas clases. Si fuéramos

derrocados y la burguesía tomara el poder [¡qué acertado y previsor!—BA], no

tendrían necesidad de cambiarle el nombre, seguirían llamándola República

Popular China. El fondo del problema es cuál clase toma el poder político; eso

es lo fundamental y no el nombre que tenga”. Mao continúa: “Creo que debemos

ser más estables y no cambiar todos los nombres, porque esto traería a colación

la cuestión de cambiar los sistemas políticos, la cuestión del sistema estatal y la

cuestión del nombre del país. ¿A qué quieren cambiar el nombre: a Comuna

Popular de China? ¿Debería entonces el presidente de la República Popular

China llamarse director o líder de la Comuna? Además va a surgir otro problema:

cualquier cambio va a traer el reconocimiento o no reconocimiento de los países

extranjeros. Cuando un país cambia de nombre, los embajadores pierden sus

credenciales, se intercambian nuevos embajadores y se les da de nuevo

reconocimiento. Me imagino que la Unión Soviética no va a extender su

reconocimiento, no se atrevería porque el reconocimiento le causaría problemas

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19 al soviet. ¿Cómo puede haber una Comuna Popular China? Será algo

embarazoso para ellos, pero las naciones burguesas es probable que la

reconozcan”.

En esencia pues, Mao no está lidiando aquí en absoluto con la cuestión del

nombre. El dice: “Miren, vivimos en un mundo rodeado por el imperialismo y una

cosa es tener una República Popular y otra distinta es tener una comuna, ya que

nos tropezaríamos con el problema del Estado, tanto en términos de enemigos

de clase internos como enemigos de clase internacionales, y es una forma

demasiado avanzada; seríamos aplastados”. Mao dice “No nos reconocerían”,

etc., pero ésta es su propia manera de llegar a un problema mucho más profundo

del cual no debe dudar ningún marxista-leninista, que es: ¿Cuál forma es más

apropiada para la lucha de clases en China, la supresión de sus enemigos

internos y la lucha de clases internacionalmente?

Luego pasa a algo muy importante, algo que tocaré varias veces en esta charla.

Dice: “Si todo se transformara en comuna, ¿qué pasaría con el partido? ¿Dónde

pondríamos el partido? Entre los miembros de los comités comunales hay gente

del partido y gente que no lo es. [Mao se refiere aquí a la Comuna de Shanghai—

BA]. ¿Dónde pondríamos al comité del partido? ¡De una u otra manera tiene que

haber un partido! Tiene que haber un núcleo, no importa cómo lo llamemos.

Llámese partido comunista, partido social-demócrata, Kuomintang o I-kuan-tao,

debe haber un partido. La comuna debe tener un partido, pero ¿acaso la comuna

puede reemplazar al partido?”8

Aquí, es obvio que Mao trata el hecho de que mientras haya clases y lucha de

clases, es necesario un Estado y un partido. Y, como dijera, “tiene que haber un

núcleo, no importa cómo lo llamemos”. De nuevo, Mao se dirige a la esencia del

problema — todavía persiste la contradicción de que no todos son comunistas.

Cuando lleguemos al comunismo, no sabemos exactamente cómo se presentaré

la contradicción entre elementos avanzados y atrasados, pero la habré. Pero en

esa etapa, como la entendemos, no va a haber el mismo tipo de necesidad de

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20 tener un partido, porque comunismo significa ausencia de clases sociales y la

inexistencia de divisiones sociales como las de hoy en día, y no habrá por lo

tanto un partido que desempeñe el rol de vanguardia en ese sentido—y antes de

lograr eso no habrá comunismo. Pero Mao dice que en esta etapa no podemos

abolir el partido, el partido es absolutamente esencial, al igual que el Estado.

Me parece que es muy interesante reflexionar sobre lo que Mao dice. Si tomamos

en su totalidad lo que yo he venido escarbando, no sólo dice que si la Comuna

hubiese sobrevivido, a estas alturas se habría transformado en una comuna

burguesa, con todo y que hubiese mantenido el nombre de Comuna; también

dice que si consideramos el asunto históricamente (por lo menos, para mí es la

implicación que creo debemos sacar del análisis de Mao) que no sólo con

respecto a la burguesía francesa sino para la burguesía internacionalmente, las

condiciones eran tales que era muy improbable que una dictadura proletaria

hubiera podido existir y sobrevivir, y que la cuestión de que una dictadura

proletaria exista y sobreviva rodeada por un mundo mayormente imperialista, es

supremamente compleja y difícil y no debe tratarse con medios conservadores o

infantiles. Para lidiar con ella hay que hacer avanzar la lucha de clases al máximo

a cada momento y consolidar en vez de perder todo en ciertos momentos, en

una especie de ola, o mejor aún, de desarrollo en espiral de las cosas. Eso es lo

que es necesario hacer.

Bueno, éstos son unos cuantos puntos sueltos sobre la Comuna de París. Para

proseguir debemos decir que Lenin se basó en gran medida en el análisis de

Marx y Engels sobre la Comuna para formular su visión de la dictadura del

proletariado como transición al comunismo —especialmente cuando la cuestión

de la toma del poder se impuso con urgencia en el orden del día en la propia

Rusia en 1917— y este análisis de Lenin está concentrado en El Estado y la

revolución. Tanto ahí como posteriormente en La revolución proletaria y el

renegado Kautsky, en particular, Lenin dice correctamente, por ejemplo, que en

ninguna sociedad capitalista la diplomacia se practica abiertamente, en frente de

las masas y con su participación. Se practica siempre en secreto, por medio de

tratados secretos, a través de funcionarios y delegados del gobierno que operan

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21 en secreto, vale decir sin compartir abiertamente sus conocimientos con las

masas. Y cuando se estableció la Unión Soviética, cuando el proletariado tomó

el poder con los bolcheviques a la vanguardia, éstos efectivamente revelaron y

divulgaron los tratados secretos de los imperialistas. Hubo varios ejemplos

heroicos de la iniciativa de las masas; como el caso de aquellos marinos sin

educación que pasaron noches en vela tratando de descifrar códigos secretos

para revelar al mundo las maquinaciones imperialistas. Y esto, no tan sólo para

beneficio de la República Soviética, cuya supervivencia estaba íntimamente

atada a tales maquinaciones, sino para el avance de la lucha internacional. Así

lo hicieron, tal como dijeron que lo harían.

Pero debemos agregar que bajo la dirección de Lenin y cuando la línea era de lo

más revolucionaria, tampoco fue posible practicar la diplomacia en forma abierta;

y de hecho, no pudieron hacerlo cualitativamente más que los Estados

capitalistas del mundo. Un escéptico de hoy en día, al leer a Lenin sobre este

punto podría decir: “¡Ajá!, Uds. tampoco han podido hacerlo, otro ejemplo de que

en el fondo no hay ninguna diferencia...”. Si bien es cierto que esto es falso a

todas luces, tampoco debemos desconocer que en ninguna parte del mundo,

hasta el momento, ningún Estado proletario ha podido practicar la diplomacia

abiertamente en lo general, y reflexionando de nuevo sobre la Comuna, es

bastante obvio que de haber sobrevivido y tenido que lidiar con esa clase de

situaciones tensas y complejas, tampoco habría podido hacerlo — y esto se

puede decir con bastante certeza.

Además no es insignificante y está bastante relacionado con lo anterior, que todo

Estado socialista que ha existido hasta el presente ha tenido que mantener un

gran ejército regular separado de las masas armadas (milicias populares); creo

que esto es correcto y un producto de la necesidad (mejor dicho, no se puede

evitar). Y eso por supuesto tiene que ver con lo que Lenin, nuevamente en El

Estado y la revolución y otros escritos, califica enfáticamente como una piedra

de toque, uno de los distintivos de la auténtica dictadura proletaria. ¿Cuál es su

esencia? Que sea regida por las propias masas en armas. Pero de hecho aún

no ha sido posible en ninguna parte, en sentido estricto, que las masas armadas

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22 rijan. Siempre ha sido necesario tener un ejército profesional, por así decirlo, un

ejército regular separado, un cuerpo armado de hombres y mujeres separado y

en cierto sentido por encima de las masas, y esto es cierto aun cuando las masas

estén organizadas ampliamente en milicias, como ha sido el caso cuando la línea

revolucionaria ha estado al mando.

¿A qué se debe esto? Como algo al margen podemos referirnos al artículo en la

revista Revolución sobre la Guerra Civil en España y la revolución española9 —

o la revolución que no se llevó a cabo en España. Una de las cosas más

esenciales que señala es que resultó necesario establecer un solo ejército

unificado para derrotar en el campo de batalla al ejército reaccionario (que se

organizaba y gravitaba alrededor de Franco), en oposición a los anarco-

sindicalistas y otras líneas. Habría sido bueno en abstracto, pero no en la

realidad concreta, desear que no hubiera tenido que ser así; pero lo fue. La razón

por la que digo “no bueno en la realidad”, es porque negar la necesidad de las

medidas tendientes a formar un comando centralizado (en ese sentido, un

ejército regular centralizado para combatir y derrotar al enemigo), o socavarlas,

sólo hubiera contribuido a la derrota.

También es cierto —y esto está lleno de lecciones para el análisis de la Guerra

Civil española y la historia en general, y la historia también está repleta de esta

lección— que ésta es una contradicción utilizada sistemáticamente por los

revisionistas o fuerzas burguesas similares de un tipo u otro, para ahogar y

suprimir la iniciativa revolucionaria de las masas, para arrebatarles la revolución

y ahogarla en sangre y/o sofocarla en burocracia. Esta es una contradicción muy

real y no puede borrarse o desvanecerse sólo deseándolo, por eso mismo. Debe

resolverse como parte de un proceso mucho mayor y de una contradicción

mucho más fundamental.

Aquí es pertinente citar a un camarada dirigente de nuestro Comité Central. En

respuesta a los más recientes escritos de Bettelheim, donde éste finalmente

“llega al sitio lógico donde sus previos pasos lo habían encaminado” y concluye

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23 que desde los comienzos de los años 30 y la consolidación de la dirección de

Stalin, la Unión Soviética era capitalista y no socialista, nuestro camarada dijo:

“Si se puede considerar a la Comuna como la dictadura del proletariado, pues la

Unión Soviética bajo la dirección de Stalin puede ser correctamente considerada

como socialismo”. Y para ilustrar lo que esto significa, agregaría yo que después

de todo la Comuna de París ¡fue una dictadura proletaria sin ningún marxista! Es

decir, no había en ningún sentido una dirección marxista en la Comuna, y a pesar

de eso, y correctamente según creo, Marx la consideró un ejemplo de dictadura

proletaria. Posteriormente Engels agregó: si ustedes, los que temen a la

autoridad y tiemblan ante las palabras dictadura del proletariado, quieren saber

lo que es, miren la Comuna de París, eso fue una dictadura del proletariado.

Desde una perspectiva histórica global, esa fue una afirmación correcta y muy

importante. Y lo mismo se puede decir de la Unión Soviética bajo la dirección de

Stalin (más adelante volveremos a tocar esto).

Pero la conclusión directa es que esto nos da una cierta perspectiva histórica,

nos ayuda a comprender e ilustra la necesidad de combinar una perspectiva

histórica universal con la disección rigurosa y crítica de experiencias históricas

especialmente cruciales y concentradas, de sacar al máximo las lecciones y de

luchar para forjar lo más rigurosamente que se pueda esas lecciones como

armas para el presente y el futuro. Aquí hablo específicamente del futuro

inmediato, enfocado en la coyuntura que se esté perfilando. Después de todo,

ahí yace la importancia de hacer un balance de la historia. Es importante en sí

analizarla profundamente con un método científico critico; pero en última

instancia el propósito de eso es hacer avanzar la lucha revolucionaria general

hacia el objetivo final, y al perder esta perspectiva, especialmente ahora en el

corto plazo, así como a largo plazo, convierte todo esto en gimnasia académica

por el puro amor al estudio, la teoría se degenera y se es incapaz de determinar

y separar lo correcto de lo erróneo. Y esa tendencia existe en la actualidad por

aquí y por allá y es preciso alertar sobre ella.

Bueno, cubrimos algunas reflexiones sobre la Comuna de París y el balance que

Lenin hiciera de ella. Ahora, refiriéndome a la Unión Soviética y tras haber dicho

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24 lo anterior, no voy a intentar hacer una síntesis completa aquí de todas las

cuestiones que voy a plantear. Más bien, no más voy a tocar algunos puntos

centrales e indicar algunos interrogantes para un estudio posterior, para ser

investigados y discutidos. De nuevo, éste es un asunto que, especialmente dada

la situación en desarrollo y en el contexto de la coyuntura que se perfila, es de

suma importancia tanto en términos de recapitular sus lecciones históricas

cruciales, como en términos de derrotar posiciones oportunistas y erróneas de

diversos tipos y en diversas direcciones en lo que se refiere a la naturaleza y el

rol de la Unión Soviética en la situación actual. Por ejemplo, estoy seguro que la

mayoría de ustedes sabrán que el Partido Comunista de los Trabajadores (CWP)

dio un giro abierto de 180 grados no sólo sobre la cuestión de China sino también

respecto a la Unión Soviética; ahora dicen que ambos son socialistas; cambiaron

de posición, pues aunque a tientas empezaban a comprender por lo menos unos

aspectos correctos de lo que es el socialismo, en contraposición al capitalismo.

Ahora han dejado de preocuparse y tratan de construir una base de apoyo social

con la tesis de que después de todo el socialismo es alcanzable ya que en Moscú

se puede viajar en el Metro por 7 centavos. Así pues, tanto desde una

perspectiva histórica universal como considerando la lucha inmediata en el

mundo, con sus complejidades y las muchas y diversas fuerzas en juego, es

crucial escarbar más profundo, aún más profundo de lo que hemos hecho en el

pasado (aunque nuestros esfuerzos han contribuido—por ejemplo, Red Papers

710) y es preciso adentrarse mucho más hondo en algunas de estas cuestiones

cruciales que se relacionan con la Unión Soviética.

Quisiera comenzar hablando un poco acerca de algunas opiniones de Lenin

sobre la cuestión de la Unión Soviética, en especial en los primeros años

desesperados de ésta y luego cuando se le empezó a quedar claro que la Unión

Soviética iba a tener que avanzar sola, al menos en el futuro inmediato —no en

el sentido de que no tenía aliados ni conexiones internacionales, o de que no

fuera parte del proletariado internacional, ni tuviera apoyo— sola, en el sentido

de que iba a ser, después de todo, la única revolución proletaria victoriosa que

se consolidaría a partir de toda la coyuntura que se configuró antes, durante, e

inmediatamente después de la I Guerra Mundial. Así que primero haremos un

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25 examen breve de los puntos claves del análisis de Lenin, cuando aún esperaba

la propagación rápida de la revolución, especialmente en Europa (Alemania, en

particular) y la vio ligarse con la lucha anticolonial en Oriente (aunque no tenía

enteramente claro bajo qué formas ni cómo se desarrollarían esas luchas hacia

el socialismo). Pero si se estudian no sólo los escritos de la Internacional

Comunista, sino los propios discursos y escritos de Lenin, en particular en ese

tiempo, se ve que había una tendencia muy definida a percibir el desarrollo de la

revolución mundial como, por así decirlo, una adición cuantitativa a la República

Soviética en Rusia, es decir, un crecimiento a partir de esa república, casi literal

y geográficamente, a una república soviética mundial.

Esto último, hay que decirlo claramente, no era una cuestión de chovinismo, ya

que Lenin luchó con dientes y uñas tanto en los confines de la República

Soviética existente como internacionalmente en contra del chovinismo, en contra

de desviaciones chovinistas, por una auténtica igualdad entre las naciones y por

la unidad del proletariado mundial hacia el comunismo. Más bien, era una

cuestión de ver el desarrollo y propagación vertiginosa de la revolución proletaria

a muchas partes del mundo como algo más inminente de lo que

desafortunadamente ocurrió. Aunque era una posición errónea, su aspecto

positivo —y a esto volveré más adelante— fue una gran dosis de impaciencia al

tratar de exprimirle lo máximo posible a esa coyuntura, como nuestro camarada

dirigente al cual nos referimos anteriormente lo dijera.

En este contexto pienso que es importante (y es tan sólo en este contexto que

se puede evaluar correctamente) echarle un breve vistazo a la obra de Lenin El

“izquierdismo”, enfermedad infantil en el comunismo—algo como las muy breves

y dispersas reflexiones que hice sobre la obra de Marx La guerra civil en

Francia, la síntesis de la Comuna. No voy a tratar de dar una síntesis completa

de“Izquierdismo” en el comunismo, sólo voy a plantear algunos puntos que

serían parte de una síntesis más profunda de esta obra, en el contexto de los

aspectos de mayor envergadura tocados aquí.

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26 Creo que hay que decir primero que todo, que al releer recientemente esta obra

de Lenin quedé sorprendido por el hecho de que en general es una obra muy

importante, sobre todo en el contexto de una situación en que se están

madurando las posibilidades para una revolución. Es rica en muchos principios

y lecciones importantes que deben ser aprehendidos y aplicados correctamente,

en una forma auténticamente creativa — es decir creativa en el sentido marxista-

leninista; no en el sentido revisionista a la Jruschov de que, como alguien dijo,

está bien “desarrollar creativamente” el marxismo-leninismo, descartando

cualquier principio que incomode a los revisionistas, pero si uno trata de tomar

los principios que se han forjado y los desarrolla mediante la aplicación a la

situación presente, es tildado de dogmático y de “cómo-te-atreves-tú... tal por

cual”. Pero al leer “Izquierdismo” en el comunismo me impactó el hecho de que

allí hay muchos principios y lecciones básicos que son no sólo correctos en el

sentido general, sino que además son cruciales, especialmente en el contexto

del advenimiento y desarrollo de una situación revolucionaria.

En esta obra, Lenin llama la atención y trata de enfocarse explícitamente en

cómo hacer la transición de una situación más o menos normal al pleno

desarrollo de una lucha revolucionaria, en las circunstancias en que una

situación revolucionaria se está madurando pero las masas aún no han adoptado

posiciones revolucionarias. Este, en términos generales, es el problema que

Lenin ataca, pero hay que puntualizar varias cosas al respecto. Ante todo, la obra

debe verse en el contexto de tal situación y tal coyuntura — si no una coyuntura

histórica a escala mundial, por lo menos una coyuntura en el sentido más limitado

de la agudización de contradicciones que precede a una situación revolucionaria

y del desarrollo de ésta. Y debe decirse que ese empeño por hacer los máximos

avances posibles caracteriza todo el tono de esta obra. Esto es en forma general

lo correcto de “Izquierdismo” en el comunismo y está basado en ciertas

expectativas. Pero ciertos puntos, enfoques e incluso cuestiones de método son

incorrectos, incluso dada la situación, y reflejan por una parte una cierta

incomprensión de algunas situaciones concretas por parte de Lenin, pero por

otra parte reflejan que se extralimitó, que trató con tanto ahínco de tomar las

lecciones de la victoriosa Revolución Rusa y aplicarlas a otras circunstancias al

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27 calor de esa situación que se seguía agudizando —“de exprimirle lo máximo

posible a esa coyuntura” (para usar esa frase tan descriptiva)— que Lenin

efectivamente cometió ciertos errores, y por lo menos en algunos casos las

cosas se convirtieron en cierto modo en su opuesto en términos de las tácticas

que él urgiera.

Por ejemplo, examinemos el caso de Inglaterra, que es el tema de un capítulo

en “Izquierdismo” en el comunismo. Lenin habla de la formación del Partido

Comunista Británico que aún estaba en su infancia (de hecho no se había

formado aún) y de la cuestión del Partido Laborista, del hecho de que muchos

de los liberales gravitaban hacia el Partido Laborista, y que la situación se estaba

polarizando con la cuestión del Partido Laborista y el renombre que sus líderes,

falsos socialistas, adquirían. Lenin hace comparaciones con las experiencias de

la Revolución Rusa —cuyas particularidades, por desgracia se perdieron de vista

en este caso— y saca la lección general concentrada en la famosa frase que ha

oído todo aquél que tiene la experiencia de hablar con los derechistas del

movimiento, sobre sostener (apoyar) al Partido Laborista como la cuerda

sostiene al ahorcado: oblíguenlos a tomar el poder, porque no lo quieren tomar,

mientras que ustedes mantienen su independencia política y derecho a criticar,

y cuando las masas deserten a los laboristas, ya que verán que éstos realmente

no implementarán el socialismo, entonces se pasarán a los comunistas y a una

posición revolucionaria. Bueno, algunas tácticas similares se aplicaron

acertadamente en la Revolución Rusa en oposición a los mencheviques, a los

socialistas-revolucionarios y otras fuerzas, que contaron en diferentes momentos

y situaciones con el apoyo de sectores cruciales de las masas — por ejemplo,

los obreros en los soviets y el campesinado. Pero con respecto a Inglaterra, con

su larga tradición de corrupción y aburguesamiento de la clase obrera, y toda su

tradición parlamentaria burguesa, de lo que Lenin estaba bien informado, la

situación era bien diferente.

Ustedes saben que Stalin dijo en El marxismo y la cuestión nacional que “En

Rusia, no tenemos, gracias a Dios, parlamento”11. (Nunca he estado seguro quién

dijo “gracias a Dios”, ya que Stalin lo puso entre comillas, pero siempre he

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28 pensado que fue él). De todas maneras, el hecho es que donde existen esos

parlamentos por un largo período de tiempo y empiezan a haber diputados

obreros, esto pasa a ser una piedra de molino atada al cuello del proletariado y

del movimiento revolucionario. En la mayoría de los casos realmente es como

para decir “gracias a Dios” el no tener un parlamento. En Rusia, el parlamento

(la Duma) fue una concesión arrancada de las clases dominantes y del zar en

particular, en ciertos momentos cruciales de repunte y maduración de una

situación revolucionaria. No hubo tiempo suficiente para que las clases

dominantes se lo apropiaran y lo utilizaran para aturdir, adormecer y corromper,

para corroer la cosmovisión y tensión de las masas. Siempre lo tuvieron en

mente, pero no tuvieron el tiempo que tuvo la burguesía británica para

perfeccionar el parlamento como un medio de aturdir a las masas.

En Gran Bretaña, el parlamento coadyuvó al aburguesamiento del proletariado,

y por desgracia resultó ser que —en lo que respecta a lo que Lenin dijo ahí y en

la medida en que trataron de aplicarlo— se sembró confusión y desorientación,

especialmente entre los sectores avanzados del proletariado (y en mi opinión,

eso era inevitable al seguir tales tácticas). Porque no era lo mismo que la

situación en Rusia, no era la situación de un parlamento que nacía justo en

momentos en que debido a repuntes revolucionarios había nuevas

oportunidades o en todo caso, una nueva necesidad respecto al parlamento. De

hecho, aunque en Inglaterra había una especie de estado de ánimo

revolucionario, una rebeldía después de la guerra, no era el mismo tipo de

agudizamiento de las contradicciones, la misma clase de desarrollo de una

situación revolucionaria, que se acababa de dar en Rusia.

Francamente, hay una cierta lógica burguesa en este razonamiento de Lenin. Va

al extremo de decir en un momento que si uno apoyara a Henderson y Snowden

(líderes del falso socialista Partido Laborista) y si éstos llegaran a ganarle a Lloyd

George y Churchill, la mayoría de los obreros se desilusionarían de sus líderes

en un corto período de tiempo y se pasarían a apoyar a los comunistas. Lenin

dice, y creo que en esto se empieza a imponer un poco la lógica burguesa y

francamente cierto oportunismo: “Si yo me presento como comunista, y las invito

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29 a votar [a las masas—BA] por Henderson contra Lloyd George, me han de

escuchar seguramente”12. Bueno, puede que sí o puede que no, pero ése no es

el quid — eso podría ser una consideración táctica, pero tiene que basarse en

algo más fundamental. Lenin se basa aquí en una premisa falsa, y aquí es donde

trató con tanto ahínco que hizo “lo inverso”, no hallo otra forma de expresarlo,

porque Lenin no desconocía algunos hechos que discutí anteriormente;

manifiesta en cierto grado una comprensión del rol que el parlamentarismo ha

jugado en el proletariado y en la sociedad británicos. De hecho, dice al respecto

que precisamente debido a la historia del parlamentarismo, resulta aún más

necesario llevar a cabo la forma de lucha parlamentaria en Gran Bretaña — y

creo que eso es incorrecto, que usó lógica burguesa y pujó tan fuerte que hizo lo

inverso.

Bueno, estos errores no serían tan importantes si todos —y quiero decir, desde

los líderes del movimiento comunista internacional hasta los revisionistas de hoy

en día en sus varios pelajes, casi sin excepción— no se hubiesen empecinado

en reimprimir y diseminar “Izquierdismo” en el comunismo como “la obra maestra

de estrategia y táctica” que debe aplicarse al dedillo, y si no hubiese sido usada,

como lo ha sido por esos personajes, como una receta universal para el

revisionismo, y si no se hubiera puesto al centro y al frente mientras ¿Qué

hacer? fue en gran medida enterrada o tergiversada.

Desgraciadamente, “Izquierdismo” en el comunismo ha sido utilizada para

promover el revisionismo, y a los errores que mencioné anteriormente se les da

atención y expresión concentrada, mientras que a las conclusiones acertadas de

Lenin, que son la esencia y el aspecto principal de la obra, se las toma fuera de

contexto y se las convierte en una receta para el revisionismo, el economicismo,

el cretinismo parlamentario, el seguidismo y para estar empujando casi siempre

el carro burgués. Todos los que han participado en el movimiento y alrededor de

esas diversas fuerzas por lo menos algunos meses, han sido escupidos en la

cara con citas y referencias de “Izquierdismo” en el comunismo en ese sentido.

Es hora de sintetizar esto correctamente y sustentar y defender lo que es

correcto, y por otro lado decir que tenemos unas cuantas críticas que hacer —

las que acabo de resumir.

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30 En general podemos decir que algunas cosas que fueron válidas (total o

parcialmente) en ese entonces y/o que reflejaban en cierto grado errores, aunque

de modo secundario, han sido perpetuadas y elevadas a la categoría de artículos

de fe, de hecho se han convertido en el “credo” revisionista, como por ejemplo,

el énfasis en los sindicatos y el trabajo en ellos, que también se encuentra

en“Izquierdismo” en el comunismo. No es que Lenin no reconociera las

limitaciones y defectos de los sindicatos y por cierto del sindicalismo, ni que

desconociera el hecho de que en gran parte, especialmente en el Occidente, los

sindicatos están controlados por reaccionarios declarados, no simples

reformistas. Pero hay una cierta orientación de que como después de todo los

sindicatos son las organizaciones de masas claves del proletariado,

especialmente en Occidente, es necesario trabajar en ellos y ganarlos para la

causa socialista. Si bien esto pudo haber representado en cierta medida la

verdad o mucho más de la verdad en la época de “Izquierdismo” en el

comunismo, en esta etapa de la lucha proletaria y dada la situación de la clase

obrera en los países capitalistas avanzados especialmente, indudablemente

necesita una mirada crítica y nueva, como nosotros y otros hemos comenzado a

dársele.

Bueno, éstos son algunos breves comentarios sobre algunos puntos que se

refieren a las posiciones de Lenin cuando éste aún esperaba una victoria más o

menos inmediata o la propagación de la revolución proletaria a otras partes de

Europa, en especial Alemania, y también la vinculación con la lucha anticolonial

en Oriente. Pero luego se empezó a hacer claro que la revolución en el

Occidente, en particular y sobre todo en Alemania, había sido postergada y

probablemente por un buen tiempo, más de lo que Lenin y otros habían

anticipado. Lenin ciertamente siguió viendo las cosas desde la perspectiva de la

revolución mundial y siguió basándose en ella como referencia estratégica, y

además, pudo vislumbrar perspicazmente los comienzos del desplazamiento

cada vez más hacia Oriente del punto focal de la revolución; éste era ya un

fenómeno irrefutable desde los tiempos de Lenin. Pero Lenin no tenía una

posición parcial sobre esto, ni tomaba posiciones “tercermundistas”; es decir, no

descartó la revolución en Occidente ni vio al Oriente como la única posible fuente

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31 revolucionaria, ni dio a entender que la revolución en Occidente sólo sería

posible después de que la llama de la revolución hubiera encendido todo el

Oriente (y tal vez se desarrollarían las cosas en Occidente al punto en que una

revolución proletaria sería posible). Esa no era la posición de Lenin y cuando se

le atribuye, representa una vulgarización de su verdadera posición, aunque él sí

percibió correctamente los acontecimientos que entonces sólo comenzaban a

perfilarse, es decir, el desplazamiento del centro revolucionario cada vez más

hacia Oriente.

Ahora es interesante considerar desde esta óptica una de las últimas tentativas

de Lenin, en el ensayo “Mejor poco, pero mejor”13 (en especial, la última parte)

de abordar el problema de qué iban a hacer en vista del hecho—estamos a

1923—de que la revolución en Occidente y en Alemania en especial no va a

triunfar rápidamente ni va a acudir inmediatamente en ayuda de la revolución

bolchevique. Al leer dicho ensayo es muy obvio que ataca la cuestión sin haber

forjado o sintetizado un programa completamente cohesionado, y que ya se ha

tropezado con algunos de los problemas del movimiento proletario en Occidente.

Por ejemplo, en la Internacional Comunista, uno de los principales líderes del

(dizque) comunismo alemán pretende obtener una estipulación asegurando a los

obreros en Alemania que si hay revolución, no habrá una baja de salarios.

Bueno, eso ciertamente ayuda a Lenin a empezar a darse cuenta de algunos de

esos problemas — y no es muy diferente de mucha gente hoy. Lenin comenzaba

a darse cuenta del hecho de que les iba a tocar seguir solos, quizá no durante

décadas, pero sí por algún tiempo. Algo que tenemos que comprender es que

previamente Lenin siempre tuvo la expectativa de que la revolución en Occidente

y en Alemania en particular iba a salir en su apoyo inmediatamente. No eran

solamente los trotskistas quienes tenían la orientación de que la revolución en

Rusia necesitaba que la revolución en los países más avanzados (y

expresamente en Alemania) viniera en su ayuda, si no a su rescate —“rescate”

es tal vez un término demasiado fuerte y se ajusta mejor a la concepción

trotskista— y que así sería; que vendrían en su ayuda y luego tomarían el poder

en Rusia, lo que encendería la chispa de la revolución proletaria en Occidente, y

a medida que se capturara el poder en Occidente, ése sería el terreno sobre el

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32 que tendrían una base viable para construir el socialismo y avanzar hacia la

república soviética mundial. Así pensaba Lenin hasta que fue menester

recapitular claramente que eso había dejado de ser una probabilidad cercana.

Ahora bien, Lenin estaba dispuesto a arriesgar la Revolución Soviética

inmediatamente después de la I Guerra Mundial y a ponerla en peligro a corto

plazo (luego veremos a qué se oponía con esto) en aras de la victoria de la

revolución en Alemania y otras partes del mundo, en particular otras partes de

Europa que consideraba sumamente estratégicas — lo que era correcto para su

tiempo. Estaba dispuesto a hacerlo. Durante la última parte de 1918 y 1919,

cuando radiaban por Europa Central remezones y levantamientos

revolucionarios, Lenin subrayó repetidamente la necesidad de ayudar al máximo

tales luchas, entre otras cosas con la fuerza de las armas y con tropas. De hecho,

en 1920 el Ejército Rojo marchó a Varsovia (aunque luego fue repelido) en una

operación con el claro propósito de crear condiciones más favorables para la

revolución alemana. Repito que esta orientación no se basaba en una especie

de fatalismo a lo trotskista —que todo estaba perdido a menos que estallara la

revolución en los pases avanzados— más bien, surgió de la admisión de que

ésa era en efecto la responsabilidad del proletariado en el poder, y que tendería

los cimientos más sólidos para construir el socialismo en la Unión Soviética.

Lenin estaba muy dispuesto a exportar la revolución (en oposición a la idea de

que no se puede exportar la revolución) pero quería asegurarse de que si la

exportara, habría alguien capaz de usarla. En las condiciones de los años 20, su

valoración de la situación fue que, desafortunadamente, todavía no había quien

lo hiciera. Desde el tiempo de Lenin, esto es algo que también hemos perdido de

vista en gran medida, y las cosas han ido demasiado lejos en la dirección de

prometerle a la burguesía en el poder que no exportaremos la revolución a sus

países. Cuando uno está confrontado en la práctica con la necesidad de

mantener el poder y avanzar en un país determinado, no es fácil defender ese

principio, pero no obstante hay que defenderlo.

Regresando a “Mejor poco, pero mejor”, me parece que una (de entre varias)

cosas que tienen importancia a largo plazo para tratar de entender más a fondo

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33 este problema —y especialmente en la última parte del ensayo, insisto— es que

le pone demasiado énfasis e identifica en general la industrialización y la

predominación de la industria en el país con el socialismo. Este tema también se

encuentra en otras obras bien conocidas —y no sólo importantes sino

inspiradoras— de Lenin. por ejemplo, en “Una gran iniciativa”14, escrita un par de

años antes, en 1919. Bueno, hay que tener cuidado al hacer esta crítica porque

Lenin dijo “en última instancia” y “a la larga”. Y por supuesto es cierto que es

inconcebible que el socialismo triunfe y obtenga una victoria completa sobre la

base de una producción agrícola atrasada, hasta precapitalista, como la principal

forma de producción. Pero la tendencia a correlacionar directamente la

industrialización, el predominio de la industria sobre la agricultura con el

socialismo, es un tris demasiado fuerte — es, en otras palabras y mirándolo

desde otro ángulo, la idea de que la sociedad socialista no era viable sin la

predominación de la industria, una idea aceptada generalmente en el movimiento

socialista y comunista. Y aunque a largo plazo es cierto, hemos visto que hay

mucho trecho y ocurren muchas cosas entre ahora y ese largo plazo.

Al mismo tiempo y relacionada con esto, está la cuestión del campesinado.

Bueno, debido a la forma en que se desarrolló la Revolución Rusa —a diferencia

de la Revolución China, por ejemplo— en realidad en Rusia no hubo un largo

período para echar y profundizar raíces en el campo, aunque en el contexto de

la Revolución de 1905 y nuevamente durante la guerra (expresamente con los

campesinos en uniforme y en los levantamientos y la victoria de la Revolución

de 1917), se dio el fenómeno, como lo comentó Lenin, de que obreros

revolucionarios regresaban a su aldea natal o iban a las aldeas en general y

hacían trabajo revolucionario entre el campesinado y se vinculaban con los

levantamientos campesinos. Pero no se dio el prolongado y profundo proceso de

echar raíces entre el campesinado que necesariamente se dio en China, porque

en Rusia no era correcto centrar la revolución en el campo, como sí resultó

correcto y necesario en China. La actitud de Lenin hacia el campesinado (y en

esto no tenía tapujos) era de tratar de “aprender a combatir en el curso mismo

de la guerra” — y podemos usar la expresión en un sentido político. Por ejemplo,

en vísperas de octubre, en medio del proceso de tomar el poder, Lenin se dedicó

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34 a estudiar con perseverancia, vigor y rigor la literatura de los socialista-

revolucionarios, quienes sí tenían base en el campesinado, y acabó adoptando

su programa para ganarse a los campesinos — pero fue un esfuerzo muy rápido

y deliberado de procurar conocer al campesinado lo más pronto posible y de

ganárselo sólidamente.

Pero no es de sorprenderse que surgiera este problema con el campesinado,

puesto que los bolcheviques no habían contado con que la revolución

necesariamente estallara primero en Rusia ni si se desarrollara primero ahí, con

que se daría sola sin la ayuda de revoluciones simultáneas o muy seguiditas en

Occidente. No le habían dedicado a la cuestión campesina la atención que más

tarde tuvieron que darle, cuando se vieron ante la situación real y concreta de

aferrarse al poder, de tratar de ganar una guerra civil y al mismo tiempo derrotar

la intervención extranjera, y de consolidar y empezar a reconstruir la economía

y emprender el camino socialista. Lenin estudió la cuestión campesina con tesón

e indudablemente reconoció su importancia y la necesidad de ganarse al

campesinado. Estudió la experiencia de las cooperativas y recalcó, por ejemplo,

la diferencia cualitativa en el papel que las cooperativas —y aquí se refiere a las

cooperativas de consumo, más que a las cooperativas de producción en esos

primeros anos— podían desempeñar como una especie de transición, bajo la

dictadura del proletariado, hacia la economía socialista en el campo y en el país

en general. Pero así y todo, no elaboró un programa completo sobre la cuestión

del campesinado ni explayó cómo se integraría en la transformación socialista

de conjunto; en cierta medida esto es parte de los factores que discutí antes

sobre el carácter y las expectativas de la Revolución Rusa y de los

revolucionarios rusos y, en cierto grado, de la idea de la identificación de la

industrialización y la predominación de la industria sobre la agricultura como algo

esencial del socialismo.

Ahora bien, es cierto que Lenin polemizó contra la teoría de las fuerzas

productivas y en particular contra los mencheviques, kautskistas y demás que

sostenían la tesis tradicional de que en Rusia, debido a su excesivo atraso, era

imposible llegar al socialismo y que un nivel necesario de técnica, de civilización

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35 —en el sentido de fuerzas de producción y ciencia— era un requisito previo para

el socialismo. En “Nuestra revolución”15, Lenin carga contra ellos y dice: “Muy

bien, ¿y por qué no hemos de poder conquistar primero el poder y luego crear la

civilización? ¿En qué polvoriento libro han leído que tenemos que hacerlo al

revés?” Y no me cabe duda de que él estaba plenamente preparado, incluso si

ellos salían con la cita, para decir que de todas formas no lo iban a hacer de ese

modo, que si tenían una oportunidad de tomar el poder, lo harían y luego

procurarían resolver ese problema — lo que representaba la orientación leninista

y marxista correcta.

Pero incluso aquí es claro —y esto me impactó al releer la obra— que él los

refuta, pero también acepta una buena parte de sus condiciones. Lo que dice es:

“Bueno, está bien, hay que tener un cierto nivel de civilización”, y luego añade

entre paréntesis, y esto es importante: “aunque nadie puede especificar

exactamente cuál es ese nivel”, lo que es una refutación a un nivel más profundo,

es una afirmación dialéctica opuesta al materialismo mecanicista; lo que dice es:

“Bueno, sí, es cierto, pero no seamos demasiado mecanicistas ni absolutistas al

respecto”. Pero al mismo tiempo, dice, en cierta medida: “Bueno, está bien, pero

por qué no podemos tomar el poder primero y luego sobrepasar a los países

capitalistas y al capitalismo en general en crear un nivel superior de técnica y (en

ese sentido) de civilización”. Y no se trata en absoluto de que Lenin fuera del

mismo parecer que los revisionistas, porque esto es precisamente una refutación

a ellos, cuyas opiniones se planteaban muy claramente en ese entonces. Pero

cuando los revisionistas escarban y rebuscan entre lo que dijo Lenin para

justificarse (por ejemplo, los revisionistas chinos, inmediatamente después de la

toma del poder) no es que no encuentren nada en Lenin que puedan acomodar

como evidencia para su línea de poner énfasis en la producción, la técnica y

superar la producción de los países capitalistas avanzados, como la garantía

contra la restauración.

Al mismo tiempo, tanto en este ensayo “Mejor poco, pero mejor”, como en

general en este período de los últimos años de su vida, Lenin reiteró muchísimo,

y correctamente, la necesidad de aprovechar las divergencias entre los

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36 imperialistas porque captó correctamente que ésta era una lucha de vida o

muerte, y le dio dirección concreta. No era una cuestión de principio en abstracto,

sino de sustentar los principios y aplicarlos simultáneamente en la práctica,

porque el principio sin práctica degenera como tal y además no tiene efecto —

al menos, ningún efecto positivo. Esto no es equivalente a decir: principios, bla,

bla, qué diablos, lo único que vale es la práctica, en el sentido estrecho. Se trata

de la síntesis de ambos, de ganarse a las masas, de verdaderamente tomar el

poder, hacer la revolución y transformar la sociedad; ésa es la prueba definitiva y

así la trató Lenin; la trató como una prueba y como definitivo, y no estrechamente

en un sentido empiricista o revisionista mecanicista; pero tenía la intención de

ganar (como lo dice el informe de la última reunión de nuestro Comité Central),

quería ganar y eso es algo que debemos aprender de él. En este contexto,

abordó la cuestión de cómo aprovechar las desavenencias entre los

imperialistas, pero la consideró y la puso en el contexto de la expectativa de un

repunte en la revolución mundial —si no de inmediato, sí relativamente pronto—

y la vio más en términos de, por así decirlo, “dejar correr el tiempo” hasta que

hubiera un nuevo repunte en la revolución mundial, que como una política

estratégica a largo plazo de utilizar esas divergencias.

Además, los revisionistas chinos se han aprovechado últimamente de su análisis

de las fuerzas mundiales en términos de Estados, pueblos y clases (por ejemplo

en el II Congreso de la Internacional Comunista). Dicen, por ejemplo en #45,

1977, de Pekín Informa, su mayor presentación teórica sobre la teoría de los

“tres mundos”, algo como que, bueno, Lenin tenía su propia versión de los “tres

mundos”; en ese entonces, él también dividió al mundo en tres. ¿Y qué debemos

aprender de Lenin? Debemos aprender a dividir al mundo en tres. Pero si uno

lee el ensayo al que se refieren, sí hay un elemento de verdad en eso; Lenin dijo

que entre los Estados imperialistas vencedores, están aquellos que ganaron la

mayor tajada; están otros que no salieron ganando tanto; y finalmente está

Alemania, que recibió la tunda de su vida; y nosotros, que hicimos la revolución

y todos los pueblos coloniales y dependientes. Planteó un análisis parecido, pero

no para decir a cuáles burguesías valdría más arrimarse y rendirles pleitesía,

sino para ver cómo aprovechar las contradicciones entre ellas, y aún más

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37 estratégica y fundamentalmente, para determinar dónde esperar un repunte

revolucionario en el futuro cercano y dónde concentrar el trabajo para

desarrollarlo. Pero repito, cuando los revisionistas chinos buscan y rebuscan una

cierta mampara leninista (aunque cada vez lo hacen menos) para su reaccionaria

y contrarrevolucionaria línea internacional tal como está formulada, al menos

hasta ahora, en la teoría de los “tres mundos”, no es que no puedan encontrar

elementos de eso en Lenin. Claro está que uno siempre puede, como el mismo

Lenin lo dijo, encontrar una cita fuera de contexto para justificar lo que sea, lo

que es una vaina muy frustrante en esta vida. Pero aquí se revelan ciertos

problemas, no estamos lidiando solamente con distorsiones, empiezan a

perfilarse ciertas cosas, ciertos elementos que se pueden tomar como evidencia

para tesis incorrectas.

Un ejemplo fehaciente de esto es en cierta manera la política hacia Alemania en

los primeros años de la República Soviética. En general fue una política correcta;

es decir, los bolcheviques se dieron cuenta de que Alemania tenía que buscar

amigos en lugares extraños, lugares raros, debido a su condición de vencido y

la forma en que se le abalanzaron encima los otros imperialistas para apoderarse

del botín de la victoria (al haber éstos aplastado la intentona de Alemania de

buscar un nuevo reparto del mundo a su favor y haberlo hecho en el propio).

Alemania necesitaba y estaba abierta a suscribir cierto tipo de acuerdos y

alianzas, tal como lo estaba la República Soviética a partir de una posición

cualitativamente diferente. Esto abarcaba por ejemplo acuerdos en la esfera

militar: los aliados no le permitían a Alemania tener ejércitos, así que

básicamente entrenó el núcleo del liderato de su ejército y desarrolló gran parte

de su armamento en Rusia, mientras que los rusos aprendían algunas de las

mismas cosas al fortalecer su ejército, todo lo que fue correcto y necesario en

ese sentido. Pero lo que empezó a colarse desde ya, lo que es problemático y

requiere sopesarlo y extraerle sus lecciones claves, es que había una tendencia

(que se habría de desarrollar mucho más plenamente después y de convertirse

en un antagonismo, o encaminarse en esa dirección) al no lidiar correctamente

con la contradicción —y en cierto sentido hasta a negar su existencia— entre los

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38 intereses estatales, por así decirlo, del proletariado en el poder y los intereses

revolucionarios mundiales generales del proletariado internacional.

Aquí sólo quiero mencionar que lo peor de todo esto es creer que los dos no

están en contradicción y que de hecho eran uno y lo mismo. Esto llegó a ser en

parte la corriente —y no un chorro, sino una señora corriente— en la política

soviética de entonces. No es que hayan negado la posibilidad de la revolución

en Alemania, lejos de eso, especialmente a finales de la década de 1910 y los

albores de la de 1920; pero la idea de que los dos eran la misma cosa empezó

a colarse como una justificación de lo que hacían, cuando la Rusia soviética ha

debido justificar tales tratos con Alemania simplemente sobre la base de que era

necesario y no era, en sí y por sí, contraproducente a la revolución en Alemania

o la revolución mundial. Mejor dicho, lo que he venido describiendo se volvió

parte de la idea de que al hacer eso y al tener relaciones con Alemania, la

influencia de la Revolución Rusa se regaría y facilitaría el trabajo de preparar la

revolución en Alemania. Bueno, aunque ése es un aspecto de la situación y tiene

un elemento de verdad, de hecho es el aspecto secundario. No se trata de ser

infantil y de negarse a tener relaciones a partir de una pureza prístina; no

obstante, hay que darse cuenta de que se le confería cierta le legitimidad al

régimen en Alemania, o se fomentaba cierta confusión sobre su naturaleza. Pero

ni siquiera eso es lo más importante: y qué, en cierto sentido, porque los

comunistas tienen la tarea y la posibilidad de desenmascararlo y de realizar el

tipo de trabajo para superar los problemas que eso pueda plantear. En otro

contexto y en otra forma, es la misma situación que planteó la apertura de China

a Occidente en la década del 70; por lo que respecta a los revolucionarios de

Occidente, algunos la manejaron bastante bien y aprendieron a manejarla mejor

y otros en cambio aprendieron a justificar servilmente todo lo que hicieran los

chinos y se degeneraron. El mismo problema se planteaba en ese entonces —

en los primeros y desesperados años de la República Soviética.

Pensar que lo que de hecho es una contradicción y por lo tanto tiene el potencial

de volverse antagónico si no se maneja correctamente, no es una contradicción,

pensar que las necesidades del Estado del proletariado en el poder, por así

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39 decirlo, la necesidad del proletariado en el poder en Rusia de aprovechar las

fisuras entre los imperialistas a fin de mantener el poder, por un lado, y los

intereses del proletariado internacional, representados en su necesidad de

conquistar el poder en Alemania, por el otro, que son uno y lo mismo, es lo peor

de todo. Ahí es cuando verdaderamente empieza a convertirse en su opuesto

porque entonces la esencia revolucionaria no sólo se diluye sino que se empieza

a destruir y uno empieza a pensar que puede apoltronarse y triunfar a partir de

la autoridad, la influencia y la respetabilidad que esté ganando la diplomacia del

Estado socialista. Por otro lado, es un hecho que también habrá una tendencia

entre los diplomáticos y en general entre los líderes políticos en este Estado

socialista a querer atenuar los sentimientos y acontecimientos revolucionarios en

el país con el que por necesidad (e incluso por necesidad desesperada) han

suscrito tales acuerdos y arreglos diplomáticos, porque la revolución no se da de

forma tal que un día uno esté haciendo diplomacia y al día siguiente se levanta

y ahí está la revolución. Pasa por una serie de sucesos —adelante y atrás, con

vueltas y rodeos— y a lo largo de todo eso los dos, la diplomacia y las

necesidades del Estado como las definí, de un lado, y los avances hacia una

revolución, del otro, a menudo entran en una contradicción muy aguda.

De pasada hay que decir que el propio Lenin, y no sólo posteriormente el Partido

soviético y el movimiento internacional, tuvo una concepción errónea, un punto

de vista contrario en cierta medida al leninismo, sobre el Tratado de Versalles y

cómo lidiar con él en Alemania — lo que no esté totalmente desligado de lo que

vengo discutiendo. Anteriormente, Lenin había adoptado y luchado por una

posición fundamentalmente correcta sobre el Tratado de Versalles, por ejemplo

en “Izquierdismo” en el comunismo, donde dice que en base al internacionalismo

los comunistas alemanes no se deben colocar en la situación de permitir que la

burguesía los arrincone y los obligue a pronunciarse contra el Tratado de

Versalles, sino que deben determinar su actitud hacia él según los intereses del

proletariado internacional y la revolución mundial. Pero luego comienza a colarse

furtivamente el punto de vista (que aparece en parte incluso en Lenin y luego

ciertamente continúa después de él) de empujar un tris a los comunistas en

Alemania a que enarbolen la bandera nacional alemana contra el Tratado de

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40 Versalles y contra el banquete de los vencedores a costillas de Alemania — y

esto no es accidental y se relaciona de cierto modo con su esbozo previo y parcial

del análisis de las tres partes del mundo.

Hay algo que yo he sostenido muchas veces en el pasado y repetiré aquí: jamás

he podido comprender por qué, cuando uno está hablando de imperialistas y está

en un país imperialista, el simple hecho de que éste resulte vencido o de que lo

hayan bajado a segunda categoría, lo debe llevar a uno a convertirse en el gran

partisano de la defensa de la patria. Mejor dicho, yo realmente no puedo captar

lo correcto desde una perspectiva marxista-leninista de la posición de: “Bueno,

pues como a mis imperialistas les dieron en la madre, ahora está bien que yo

defienda la madre patria”. Y digo desde una perspectiva marxista-leninista,

incluso si Lenin cayó en eso en cierto grado, porque hay leninismo y hay Lenin,

de la misma manera que (aunque los revisionistas chinos lo hayan dicho)

tenemos el pensamiento Mao Tsetung y tenemos a Mao Tsetung y los dos no

son necesariamente lo mismo en todo momento. Mao no siempre sustentó el

pensamiento Mao Tsetung — aunque nuestro análisis de dónde se desvió de él,

indudablemente sería opuesto al de los revisionistas chinos. Y lo mismo se aplica

al leninismo: todo acto de Lenin no es necesariamente leninismo, pero a pesar

de todo el leninismo existe. Y me parece que esto es algo importante: esa idea

que empieza a insinuarse de que si los imperialistas de uno salen perdiendo,

entonces es correcto apoyarlos: “después de todo, nosotros sólo somos

imperialistas de segunda categoría, sólo salimos ganando un trocito de África, o

lo único que conseguimos fue una islita aquí o allá y somos los de abajo; por lo

tanto, por qué no podemos apoyar la patria y ver si logramos conseguir más;

entonces, si obtenemos más, todo mundo nos puede hacer frente”. Sobra decir

qué tipo de lógica es ésa.

Lo que es importante captar es que realmente hay un problema o contradicción

que se tiene que comprender profunda e integralmente. No se puede evitar ni

hacer a un lado, ni se puede responder a él como lo hizo un menchevique que

estaba en nuestro Partido—y nosotros sabemos qué tan profundo y sincero fue

eso—al tratar de hacer a un lado la pregunta, antes de que China se volviera

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41 revisionista, de qué vamos a hacer en la próxima guerra, qué posición vamos a

tomar con respecto a, entre otras cosas, si la Unión Soviética ataca a China. Tras

darle muchas vueltas al asunto y tras mucha discusión—y debo decir que esto

sucedió en una reunión del Comité Central—él dijo simplemente, tratando de

abandonar toda discusión: “Bueno pues, ¿cuál es el gran problema? Ellos irán a

la guerra, nosotros tomaremos una posición de derrotismo revolucionario y

derrocaremos a nuestra burguesía... así que cambiemos de tema”. Bueno,

desafortunadamente el mundo no es así de simple y bien sabemos adónde fue

a parar la gente que quiso que cambiáramos de tema*. Y hay un problema, una

contradicción, que se tiene que comprender profunda e integralmente. El mundo,

incluyendo la situación del proletariado, realmente es diferente cuando el

proletariado toma el poder en uno o varios países, y máxime si lo retiene. [*Esto

se refiere a un grupo de revisionistas apodados los “mencheviques”, que

respaldaron el golpe de Estado de los revisionistas en China y huyeron del

Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos a finales de 1977.]

Este es un tópico al que hay que regresar en parte en el contexto de los

comentarios que voy a hacer hoy, pero también es algo que obviamente hay que

investigar, escudriñar, escarbar y reflexionar, sobre lo que hay que debatir y

luchar mucho más de lleno y desde todo ángulo posible en el seno de todo el

movimiento comunista internacional. Por ejemplo, el otro día en una discusión

alguien comentó: “Bueno, la posición del proletariado es que no tiene más que

perder que sus cadenas, pero si tiene un país, ¿tiene algo más que perder que

sus cadenas?” Es un problema que hay que recapacitar, y si uno cree que no

hay contradicción entre un proletariado que detenta el poder del Estado y el

avance de la revolución mundial, quiere decir por ende que va a manejar

incorrectamente algo que es una contradicción muy profunda y, a veces,

supremamente aguda y potencialmente antagónica.

Bueno, para cerrar esta parte de las observaciones sobre ciertas posiciones de

Lenin: como sabemos, Lenin murió antes de que estas contradicciones se

desarrollaran a plenitud; murió sin habérselas con ellas, sin afrontarlas en toda

su extensión y obviamente sin hallar una resolución básica a dichas

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42 contradicciones, en un período de creciente agitación. En sus últimos dos anos,

Lenin en esencia no pudo funcionar políticamente en ninguna medida

significativa y luego, especialmente con su muerte, se suscitó una tremenda

lucha de líneas al interior del Partido soviético. Ni siquiera voy a tratar de entrarle

a mucho de eso ahora, es otra cosa que también hay que estudiar, valorar y

debatir mucho más profundamente. Pero sin repetir todo lo que dice el último

informe del Comité Central en el documento “A décadas enteras — a escala

mundial”16, expresamente la parte “Esbozo de conceptos sobre la experiencia

histórica del movimiento comunista internacional y sus lecciones para el

presente”, que ofrece una evaluación de Stalin, es un hecho de la historia que

en esa coyuntura después de la muerte de Lenin, cuando se planteó muy

agudamente la cuestión de qué camino tomar en la República Soviética en ese

momento, y si se podía o no tomar el camino socialista, y si no, que había que

hacer, Stalin representó fundamentalmente y por lo general la posición más

correcta y principalmente la posición correcta en ese entonces. Este fue el caso

en general, pero especialmente en contra de la posición de Trotsky, Bujarín, et

al., quienes de frente o bajo una mampara de “izquierda” aconsejaban capitular

ante la burguesía y las fuerzas de clase reaccionarias en Rusia e

internacionalmente, y luchaban por eso.

Pero habiendo dicho que el interrogante esencial era si fuera posible o no

desarrollar el socialismo en un solo país—el debate con el que todos, de cierta

manera, estamos familiarizados—es necesario decir inmediatamente y por otra

parte que en gran medida se estaba eludiendo la pregunta. Digo que se eludía

la pregunta—si puede darse el socialismo en un solo país—pues eso depende

en gran parte de lo que es realmente el socialismo.

Y hay que insistir nuevamente en que la posición de Trotsky, Bujarín, et al., era

fundamentalmente incorrecta y que ellos promulgaban la capitulación ora de

forma abiertamente derechista, ora de forma “izquierdista”. Pero eso tampoco

agota el tema ni es el nivel más profundo o más elevado de comprensión que se

puede lograr al respecto, como lo ha demostrado la experiencia y la lucha teórica

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43 e ideológica basada en esa experiencia. Y a partir de todo eso se ha forjado y se

sigue forjando una comprensión más profunda y más correcta del tema.

Digámoslo así: Stalin consideró y presentó el socialismo como la eliminación de

clases, o por lo menos las clases antagónicas; pero esta definición no fue un

capricho de su imaginación, de hecho, era la concepción más o menos aceptada

del socialismo, entre otros en gran medida por parte de Lenin. Hay que

comprender que no es que posteriormente Stalin inventara una nueva definición

del socialismo, ésa era la definición y cuando él habla del socialismo en un solo

país se refiere a la eliminación de clases o de clases antagónicas, en cualquier

caso; más adelante, cuando él dice que han llegado al socialismo y dice

simultáneamente que las clases antagónicas se han eliminado, no es

simplemente que él estuviera metiendo de contrabando una nueva desviación

de lo que se había aceptado como la posición marxista-leninista hasta ese

momento.

Y cosa irónica, esto se ha velado un tanto pues el líder que ha guiado en forjar

una comprensión superior, la más avanzada sobre esto hasta el momento, ha

sido Mao. Mao fue, en realidad, un continuador de la experiencia de la

Revolución Soviética y de la construcción del socialismo en la Unión Soviética,

aunque él investigó a fondo y se propuso hacer un serio balance y corregir

muchos de los errores contenidos en la experiencia y liderato soviético, y en

particular el de Stalin, en la dictadura del proletariado y la transformación

socialista en la Unión Soviética, hasta donde ésta alcanzó. Mao escudriñó con

tesón algunos errores, especialmente cuando resultó aparente que se había

restaurado el capitalismo en la Unión Soviética bajo el liderato de Jruschov; él

analizó a fondo toda esta experiencia, sacó a la luz y enfocó muchas de los

errores que se habían cometido en la forma de manejar la cuestión de las clases

y la lucha de clases, de no percibirla y de su manejo incorrecto bajo el socialismo,

después de cierto punto. Pero al mismo tiempo, Mao fue (y correctamente) un

continuador de la experiencia iniciada en primera instancia con la toma del poder

por la Revolución Rusa, el comienzo de la transformación socialista y el

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44 embarque en el camino socialista en Rusia. De manera que la forma en que todo

esto nos ha llegado ha sido en la tradición de Mao y desarrollando su legado.

Dicho de otro modo, analizamos la historia retrospectivamente,

familiarizándonos primero con la conceptualización de Mao de lo que es el

socialismo—que hay clases y lucha de clases y que eso es lo central bajo el

socialismo—y por lo tanto con su crítica del análisis erróneo de Stalin de que las

clases se habían eliminado (o por lo menos las clases antagónicas) al establecer

fundamentalmente la propiedad socializada y eliminar la propiedad privada en

sus viejas formas. Y por lo tanto parece como si Stalin se estuviera desviando

de las ideas o normas previamente aceptadas del marxismo-leninismo al decir

que la burguesía había sido eliminada, cuando eso era más bien una

continuación de la tradición y no una desviación de parte de Stalin. Mao dio un

salto más allá de eso y en cierta forma alejándose de eso, hizo una ruptura

radical, transcendiéndolo—en el mismo camino como continuador de esa misma

experiencia histórica—pero un salto más allá y en ese sentido alejándose de ello

(aunque ciertamente, no revocándolo). Stalin presentó el socialismo como la

eliminación de clases antagónicas y eso es lo que dijo que era posible en un solo

país. Y desde una perspectiva histórica—con las contribuciones de Mao y lo que

se ha aprendido al avanzar con ímpetu y firmeza en ese camino, continuando en

la dirección que Mao señaló—hay que decir que tal noción de socialismo, y

expresamente en la forma que la presentó Stalin, se vinculaba a sus tendencias

de materialismo mecanicista y metafísica en general; esto es, no simplemente la

tesis de que el socialismo significaba la eliminación de las clases sino la forma

en que Stalin conceptualizó ese proceso de eliminación de clases y en que

presentó la transformación socialista, sobre lo que hablaré brevemente.

Pero primero, un punto al margen: si puede decirse que Lenin se percató en

cierto sentido de la contradicción involucrada en retener el poder y mantener la

dictadura del proletariado en un país al tiempo que se trataba de maniobrar y

hacer malabares hasta que se movilizaran reservas en otras partes del mundo

para la revolución mundial, y si por otro lado él tenía una tendencia a pensar en

la revolución mundial en cierto sentido como una extensión, casi textual y

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45 geográficamente, de la primera República Soviética existente, y en ese contexto

se imaginó que la República Soviética era una especie de centro provisional a

partir del cual la revolución mundial se expandiría a otras partes, o al cual se le

añadirían otras repúblicas soviéticas de otras partes del mundo; hay que decir

que con el ulterior desarrollo de la Unión Soviética, con el comienzo de la

transformación socialista en la Unión Soviética bajo el liderazgo de Stalin, esa

idea errónea se volvió más pronunciada, y de modo simultáneo se acentuó más

el hecho de que las cosas no se desarrollarían de ese modo. Y al mismo tiempo,

la tendencia a decir que había una identidad absoluta de intereses entre la

República Soviética como un Estado proletario y el avance general de la

revolución mundial, se hizo más pronunciada, se destacó más y en gran medida

tiró a convertirse en su opuesto muy pronunciadamente, en particular a finales

de la década de 1930.

Bueno, lo que me llamó la atención al releer hace poco los principales

documentos del VI Congreso de la Comintern en 1928, es que por una parte la

línea del Congreso y el conjunto de las actas de las sesiones revelan un marco

general revolucionario y una orientación definitivamente revolucionaria;

realmente forcejean y tratan seriamente de resolver la pregunta de cómo hacer

revolución tanto en los países capitalistas avanzados como en los países

coloniales, dependientes y atrasados. Pero por otra parte, eso se estropea por

un montón de tendencias economicistas y de materialismo mecanicista, que se

han de mostrar mucho más fuertemente después. Quizás es una ironía de la

historia, pero podríamos decir con algo de perspectiva histórica (y esto se plantea

en parte en ese esbozo presentado a la última reunión del Comité Central) que

aunque ellos predijeron correctamente en el Congreso—y en general el

movimiento comunista y el liderato soviético predijeron—el colapso y el fin de la

estabilización y expansión temporal que habían experimentado los países

capitalistas en la década de 1920, en cierto sentido no lo hicieron completamente

por las razones correctas. Su predicción se cumplió, pero eso se dividió

profundamente en dos porque gran parte de la base para esa predicción se

relacionaba a nociones incorrectas vinculadas con todo el concepto de la “crisis

general del capitalismo” en la etapa imperialista y con el advenimiento de la

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46 primera revolución proletaria en Rusia. Esta teoría de la “crisis general” postulaba

una caída en línea recta del capitalismo en la fase imperialista, a partir de la tesis

un tanto mecanicista de que al imperialismo se le estaba cercenando y

socavando su base (casi hasta en un sentido textual y geográfico) en el mundo.

De modo que su predicción se dividió muy definitivamente en dos. Quizás, si se

hubieran equivocado en algo tan importante como eso, hubieran tenido que

rectificarse y usar una metodología más correcta para el análisis del problema...

pero dejaremos eso para meditarlo en otra oportunidad.

En el VI Congreso, aunque se observa una orientación revolucionaria (a pesar

de los errores y tendencias hacia el materialismo mecanicista, el economicismo

y demás) hay una línea muy clara que dice que los intereses de la construcción

del socialismo en la Unión Soviética y los de la revolución mundial son uno y lo

mismo, son idénticos. En ese entonces, dejando a un lado algunos acuerdos de

carácter secundario todavía en vigencia con Alemania, la Unión Soviética no

estaba en posición de ponerse a tratar seriamente de cultivar gran cantidad de

relaciones y llegar a acuerdos con varias potencias imperialistas de importancia,

y por ende no lo hizo. Tenían acuerdos menores, pero eso era precisamente de

un carácter muy secundario y de importancia menor en lo que ocurría en la Unión

Soviética. Por varias razones, y entre ellas como razón principal debido a una

orientación revolucionaria correcta en general, ellos le ponían su énfasis a hacer

la revolución y apoyar la revolución en el mundo controlado por los imperialistas

y no a utilizar las contradicciones entre ellos y llegar a acuerdos con ciertos

imperialistas contra los otros.

Así pues, el hecho de que existía una contradicción y como ya lo dije una

contradicción a veces muy aguda y potencialmente antagónica entre mantener

el poder en un Estado socialista y el avance general de la revolución mundial,

pudo en cierto sentido mitigarse y enterrarse debajo del hecho de que los

intereses nacionales soviéticos o los intereses nacionales, si se quiere, del

proletariado en el poder en la Unión Soviética en ese entonces marchaban

paralelos a la revolución mundial y de que las políticas adoptadas por el Estado

soviético no entraron en conflictos agudos con la lucha revolucionaria general en

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47 otras partes del mundo. Sí entraron en pugna aquí y allá, pero como cosa

secundaria. No obstante, a pesar de que en general se promovió la revolución

mundial y se trató de apoyarla e impulsarla, se presentaron las cosas en términos

de una identidad absoluta de intereses, y al mismo tiempo ya se empezaba a

decir—lo que posteriormente se convirtió de lleno en la línea y se ha mantenido

y profundizado como la línea hasta nuestros días—que el factor decisivo y

esencial de la revolución mundial era primero construir y luego defender el

socialismo (verdadero o presunto) en la Unión Soviética (es decir, el verdadero

camino socialista que se emprendió y se siguió por un tiempo y luego el presunto

“socialismo” usado como pantalla para la restauración del capitalismo y después

el imperialismo.)

A su vez todo esto se conectaba con la forma en que Stalin concibió y dirigió la

transformación, especialmente la transformación económica hacia la propiedad

socialista en la Unión Soviética. De nuevo, el socialismo se equiparó

abrumadoramente con la industrialización de una forma exacerbada, más aún

de lo que lo hizo Lenin. Y se consideró que la industrialización, siempre y cuando

estuviera bajo propiedad estatal, era la clave al socialismo y se estableció una

identidad muy marcada entre los dos (es decir, la industria bajo propiedad del

Estado y el socialismo), una conexión muy estrecha y casi unívoca entre ellos. Y

de manera simultánea, el enfoque de la agricultura y las políticas de

colectivización adolecía de varios errores serios. Desafortunadamente, esto no

es una mera calumnia de los trotskistas y enemigos todavía más abiertamente

reaccionarios del socialismo y de la Unión Soviética cuando era socialista. Las

medidas que se implementaron en relación a la agricultura y la experiencia de la

Unión Soviética, aun bajo Stalin, es algo que Mao progresivamente criticó y cada

vez más profundamente. La agricultura se manejó de forma que estableciera la

base para la acumulación en la industria, en gran medida haciéndole pagar un

precio exorbitante a los campesinos.

En palabras de Mao, es como querer que la gallina ponga huevos sin darle de

comer; es como querer que el caballo galope sin darle pienso, y así

sucesivamente. En esencia, le quitaron una cantidad tremenda al campesinado

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48 para que sirviera de base para un vertiginoso programa de industrialización, al

mismo tiempo que implementaban una rápida colectivización de la agricultura en

gran escala; todo esto era un programa conjunto para la transformación

socialista. Y nuevamente, aquí no se trata de abordar esto y analizarlo de pe a

pa; se trata más bien de recalcar la necesidad de abordarlo y analizarlo mucho

más detalladamente. En los comentarios y críticas que hace Mao, por ejemplo

en Sobre diez grandes relaciones y de manera consistente a lo largo del Tomo

V oficial (por ahora) de las obras de Mao y también en la colección compilada

por la CIA Miscellany of Mao Tsetung Thought y en la colección Chairman Mao

Talks to the People17, hay un hilo consistente de crítica a la política soviética hacia

el campesinado. Para decirlo gráficamente, en un grado significativo llevaron a

la práctica la industrialización sobre las espaldas del campesinado, a la vez que

implementaban la colectivización. Y a su vez todo esto se relaciona con la forma

de Stalin de concebir el socialismo, y aquí no me refiero a lo que subrayé antes

de ver el socialismo como la eliminación de clases antagónicas, no sólo eso, sino

al conjunto total de características del socialismo como él lo imaginó, entre ellas

la necesidad de que predominara la industria en un lapso muy breve.

Stalin luchó—y es importante señalarlo—contra una cantidad de desviaciones

izquierdistas; escribió artículos como “Los éxitos se nos suben a la cabeza”18 y

otros contra tales desviaciones (cuando representaban una tendencia dentro de

lo que era un repunte revolucionario auténtico en esa época de finales de la

década de 1920 y comienzos de la de 1930), de acuerdo con todo el carácter y

orientación del VI Congreso. Se puede ver reflejado en las medidas económicas,

en la superestructura, en las novelas que se escribían entonces y otras cosas,

que era un repunte revolucionario auténtico con un carácter global

internacionalista. La orientación que se trasluce era: “Estamos transformando el

mundo para construir un nuevo mundo”. Se dio mucha lucha heroica,

autosacrificada y en gran medida consciente de clase, de parte de muchos

obreros avanzados y elementos avanzados en el campesinado, los intelectuales

y demás. Y según lo que revela la investigación hasta ahora, esto estuvo

relacionado a Stalin y se llevó a cabo en gran parte bajo su liderato. No ocurrió

en contraposición a Stalin; no fue que él tratara de aplastarlo; más bien se debía

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49 a él. Y repito, Stalin luchó con mucho encono al mismo tiempo contra las

expresiones más bien obvias y agudas de desviaciones de “izquierda”, es decir

la tendencia a colectivizar todo, como lo dijo él, hasta la campana de la iglesia

del pueblo, las gallinas de todos y todo lo demás. Esta desviación fue algo

natural, similar a las que surgieron en el curso del Gran Salto Adelante en China.

Stalin trató de corregir esos excesos “izquierdistas” y al mismo tiempo, el repunte

general de la transformación socialista de ese entonces, cuyas características

mencioné, se identificaba en gran medida con él, y él lo dirigió.

Al mismo tiempo, una vez dicho esto, a uno le da la impresión de que la

industrialización y colectivización a marchas forzadas y hasta cierta extracción

de plusvalía al campesinado para la industrialización, que Mao criticó

correctamente, se justificaban en gran medida en el pensamiento de Stalin

porque él se imaginó que al implementar esas medidas se acabaría con la

propiedad privada en la vieja forma y por lo tanto con el capitalismo, o con

cualquier base real para su existencia en la Unión Soviética, a excepción de los

rezagos ideológicos. Así que es como el viejo dicho (hasta creo que lo usaron

para justificar algo de esto): “Al talar el bosque, a fuerzas saltan astillas”. Mejor

dicho: sí, desafortunadamente habrá muchas efectos secundarios que podrían

crear problemas, pero si lidiamos con ellos correctamente, valdrá la pena porque

una vez que hayamos arrancado de raíz la propiedad privada, entonces

realmente habremos avanzado a toda una nueva etapa donde la cuestión de la

restauración desde adentro, cualquier base material para eso, se habrá

arrancado prácticamente de raíz. Entonces, si uno ve las cosas así, y así las vio

Stalin, se le puede encontrar justificación a esas políticas y medidas vertiginosas

que gravaban en particular al campesinado más allá de cierto límite.

Bueno, añadámosle otro aspecto a esto y considerémoslo desde otra dimensión,

en términos de concepción y metodología filosófica: recientemente leí

el Textbook of Marxist Philosophy, elaborado por el Instituto de Filosofía de

Leningrado en 1937 con el propósito de ofrecer un resumen bastante completo

y substancial del desarrollo de la filosofía marxista. Tiene partes muy buenas y

también refleja un tipo de orientación genuinamente revolucionaria de cuando se

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50 escribió; pero al mismo tiempo evidencia asombrosamente ciertas tendencias

materialistas mecanicistas—especialmente ahora a la luz de las contribuciones

de Mao y la lucha al respecto. En particular, la manera de tratar la contradicción

entre cantidad y calidad y la forma en que ligan eso con un enfoque mecanicista

a la transformación económica de la propiedad, como si fuera el alfa y omega de

la transformación socialista. Todo esto es muy impresionante, más o menos

insinúa que avanzando de cantidad en cantidad, en cierto momento alcanzarían

la transformación cualitativa de la propiedad socialista y de la base material del

conjunto de la sociedad.

Pero en cierto sentido, la declaración de Stalin en 1931 de que los países

imperialistas les llevaban décadas de ventaja y que tenían que borrar esa

diferencia en una década o de otro modo perecerían19, es una expresión

concentrada desde un ángulo político todavía más crucial. No se trata

simplemente de una afirmación abstracta y general sobre la necesidad de

sobrepasar la tecnología de los países capitalistas, sino del reconocimiento en

ciernes de que la cuestión de la guerra pronto estaría en el orden del día y del

correspondiente punto de vista de que en semejante guerra, la producción y las

armas serían decisivas. Y con el paso del tiempo, este enfoque se recrudeció

más y más, o por lo menos su expresión, y llegó al punto de crudeza en que en

determinado momento Stalin dijo textualmente (y desafortunadamente no creo

que me equivoque) que el lado que produjera más motores en la II Guerra

Mundial, sería el vencedor. Esa es simplemente la expresión burda de una

concepción general subyacente de que había que borrar la diferencia y

sobrepasar a otros países en tecnología en 10 años, o si no, se los llevaba el

coco20. Y se puede ver cómo eso se ajusta, cómo interpenetra con esas otras

concepciones que hemos mencionado y criticado en términos del énfasis

excesivo en la industrialización, la política de quitarle demasiado al campesinado

y así sucesivamente.

Es preciso explorar además la dimensión política de esto en el interior de la

Unión Soviética. Al investigar y tratar de hacer un balance de esta experiencia

crucial de la transformación de la propiedad, surge la clara impresión de que en

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51 el campo en particular había mucha resistencia, especialmente de parte de los

kulaks, por supuesto, pero también me da la impresión de que aunque había

grandes sectores del campesinado movilizados, la resistencia y pasividad

prevalecía entre grandes sectores incluso de campesinos medios y otros

sectores, que han debido ser aliados y ser una fuerza motriz en esto. Y aunque

no era algo necesariamente incorrecto de por sí, resultó necesario mandar ola

tras ola de obreros avanzados al campo para dirigir la batalla en un sentido

político y a veces físico, literalmente, contra los kulaks e incluso,

desafortunadamente, contra capas más amplias que le oponían resistencia a la

colectivización, por lo menos a veces.

Y a uno le da la impresión de que a causa de toda esta política de

industrialización, de la forma en que se implementó la colectivización, de las

batallas de ese tipo que hubo que librar para hacerlo, que para cuando se

completó, en 1934 más o menos, había un aire de agotamiento político, tal vez

puede que hasta físico, pero en gran medida un agotamiento político entre los

elementos avanzados en la Unión Soviética. Esto no pretende negar el hecho de

que todo se desarrolla de forma ondular, o mejor dicho, como un movimiento en

espiral; sería idealista y metafísica no reconocer que todo se desarrolla así y que

las cosas no siempre están ni pueden estar en su cúspide. De un lado no es

especialmente sorprendente que surgiera esta especie de agotamiento político,

pero por otro lado, en vez de darse un período de repunte y luego consolidación

y preparación para otro repunte, como lo exhortó Mao, por lo visto esto se

conjugó de manera creciente con las tendencias erróneas que se manifestaron

más agudamente en el liderato de Stalin y de otros a lo largo de una serie de

complicadas luchas, que yo por lo menos, de ninguna manera entiendo

completamente.

Pero lo que emerge al estudiar la Unión Soviética en esa época es la impresión

de que para mediados de la década del 30 y de ahí en adelante, ya había

grandes sectores, incluso entre los avanzados, que se encontraban confundidos,

desalentados y algo pasivos, políticamente hablando. Alguien que se volvió un

renegado pero que previamente había sido simpatizante de la Unión Soviética,

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52 relató el agudo contraste entre el período previo de los años 20 y 30 y la situación

por ahí en 1936. (Las observaciones de los renegados no siempre carecen de

mérito, necesaria y automáticamente). El hizo notar el hecho de que antes, se

encontraba con gente—cuadros de diferentes niveles de liderazgo así como

masas—que mostraba muchísimo entusiasmo, luchaba por el futuro; pero que

de mediados de la década del 30 en adelante, especialmente entre los cuadros,

sólo se encontraba con aduladores y cínicos y que la mayoría de la gente era lo

uno y lo otro. Desafortunadamente, a pesar del carácter de esta persona, creo

que sus observaciones encierran bastante verdad; en la realidad eso se estaba

convirtiendo en un patrón más y más predominante, particularmente entre los

cuadros. Y esto se relaciona con lo que ocurría en el liderato y las líneas

directrices.

Volviendo atrás un momento, recordarán que Lenin no estaba completamente

exento de tendencias similares, es decir, de la noción de que la viabilidad de la

dictadura del proletariado—el Estado socialista—dependía de una técnica

superior, una base productiva superior a la del capitalismo en general, y a la de

la etapa imperialista en particular. Aunque como lo mencionamos, Lenin dijo “en

última instancia” y demás, con todo y eso él mostraba la tendencia a equiparar

demasiado directamente los dos. Lenin no vivió para habérselas con el desarrollo

pleno y todas las implicaciones de esta contradicción, pero como también lo

mencioné anteriormente, incluso en su famosa respuesta a los mencheviques,

kautskistas, et al.—por qué no podemos tomar el poder primero, y luego crear el

tipo de civilización que Uds. dicen es necesaria, aunque no pueden especificar

exactamente cuál es ese nivel—incluso en esto se puede hallar una

contradicción bastante aguda, refutándolos de un lado, pero aceptando, del otro,

ciertos presupuestos de su orientación. Pero esto se pronunció mucho más a

medida que la contradicción se desarrolló más plenamente y, francamente,

también bajo el liderato de gente cuyo enfoque de los problemas e intentos de

resolverlos no eran tan cabalmente dialécticos, ni tan cabalmente materialistas

como los de Lenin, entre ellos Stalin. Y a partir de la segunda mitad de la década

del 30, se pusieron progresivamente al mando en la Unión Soviética y en el

movimiento comunista internacional líneas y políticas incorrectas (como lo

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53 observa el esbozo presentado en la última reunión del Comité Central de nuestro

Partido).

La política internacional adoptada más y más por la Unión Soviética y encarnada

de manera concentrada en la línea que adoptó el VII Congreso de la Comintern,

la línea del frente unido contra el fascismo tal como aparece en el informe de

Dimitrov, etc., etc., son ejemplos de lo anterior. Esto asumió formas bastante

grotescas. Algunas han sido criticadas rigurosamente y analizadas en detalle,

por ejemplo en el artículo sobre la Guerra Civil en España en la

revista Revolución. Los ejemplos se pueden multiplicar sin cesar, pero hasta un

estudio inicial de este período con ojos bien abiertos y mente amplia, revela muy

rápidamente la profundidad de las desviaciones del internacionalismo y en

general del marxismo-leninismo que ya se habían establecido. Litvinov fue un

líder soviético íntimamente asociado con muchas de estas políticas abiertamente

derechistas en la esfera internacional, en términos de diplomacia burguesa al

tratar con los Estados occidentales. En 1936, por ejemplo, Litvinov era el

encargado de negociaciones con el gobierno francés en una época de una

tremenda efervescencia del proletariado francés—no un repunte revolucionario

pero sí un repunte muy pronunciado que quizás (hay que examinarlo más de

cerca) tenía potencial revolucionario o que ciertamente representaba un

levantamiento muy radical de sectores significativos del proletariado francés y le

infundió pánico a la burguesía; estaban al borde de un enorme caos y crisis...que

el PC y otros tuvieron éxito en aplacar. En medio de esto, Litvinov sale y dice

que el gobierno soviético confía que ojalá Francia pueda resolver sus problemas

y preservar la seguridad, la estabilidad y demás21. (Aspectos de esto tienen que

verificarse, más a fondo, pero desafortunadamente no creo que sea una

distorsión en esencia). Aquí es donde el error previo, de pasarle por encima o no

reconocer la contradicción entre la necesidad de mantener el poder en un solo

Estado y el avance general de la revolución mundial, llega al punto en que esta

contradicción empieza a asumir una forma antagónica porque no se reconoce y

no se maneja correctamente.

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54 En un cierto sentido uno podría decir sobre la Unión Soviética y el movimiento

comunista internacional, y máxime al considerar a la Unión Soviética después de

la segunda mitad de la década del 30, que en algunos aspectos importantes era

comparable a China después de su VIII Congreso en 1956. En el VIII Congreso

fue donde la línea revisionista prevaleció en general, donde se puso oficialmente

en un pedestal la formulación de que la principal contradicción era la existente

entre el sistema socialista avanzado y las atrasadas fuerzas de producción, y

donde la extinción de las clases y de la lucha de clases proclamada en los

informes de Liu Shao-chi y Deng Xiaoping representó el carácter, tono y

orientación general del Congreso. A pesar de tales semejanzas, hay importantes

diferencias: en China, el Gran Salto Adelante ocurrió después del VIII Congreso

y hubo lucha, un revés parcial y luego los repuntes mucho más poderosos de la

Gran Revolución Cultural Proletaria; en la Unión Soviética, no se dieron

acontecimientos semejantes después de la segunda mitad de la década del 30.

El esbozo (“A décadas enteras—a escala mundial”) analiza el contenido de esas

líneas, medidas y orientación general incorrectas: democracia burguesa,

economicismo, chovinismo nacional, defensismo nacional en los países

imperialistas, etc. Estas líneas erróneas continuaron, se profundizaron y se

llevaron a un nivel mucho más profundo durante la II Guerra Mundial. Ese esbozo

también menciona los discursos de Stalin sobre la Gran Guerra Patriótica (y la

mera lectura de su descripción en el esbozo no es suficiente para realmente

comprender el pantano en que cayeron—y ésa es la única forma en que se

puede descubrir desde una perspectiva marxista-leninista). Esta es una

caracterización correcta y necesaria de la política durante la II Guerra Mundial,

a pesar de un intervalo más “leninista” en la primera fase de la guerra, es decir,

antes de que la Unión Soviética se involucrara directamente de modo

significativo (dejando de lado una breve guerra con Finlandia). En ese período

se caracterizó a la guerra como interimperialista y se la pintó básicamente a la

misma luz de la I Guerra Mundial; pero aunque en la superficie había una

orientación “leninista” y una posición correcta respecto a la guerra, incluso

entonces la caracteriza un cierto pacifismo. Pero más que eso, en conjunto y de

manera fundamental fue (como lo explica el esbozo) una medida “correcta”

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55 superficialmente tomada por las mismas razones incorrectas que las medidas

previas y posteriores (durante el intento de poner en práctica la “Seguridad

Colectiva” con el imperialismo occidental y toda la línea del frente unido contra

el fascismo de la Comintern). Todas esas medidas fueron francamente un intento

de convertir la política del movimiento comunista en una extensión de la línea y

la política internacional de la Unión Soviética y una justificación de ello. La línea

en el intervalo “leninista”, en la primera fase de la guerra, aunque contenía ciertos

aspectos superficiales correctos en apariencia, fundamentalmente no fue mejor

que la política previa al estallido de la guerra ni a la degeneración ulterior de esa

política una vez que la Unión Soviética entró a la guerra.

Para decirlo en pocas palabras, la Unión Soviética participó en la II Guerra

Mundial basada en una posición patriótica, es decir, democrático-burguesa. Hay

que decir aquí que la manera en que Red Papers 7 defiende la necesidad de

librar la guerra sobre tal base es incorrecta; de hecho, no era ni correcto ni

necesario conducir la guerra sobre una base patriótica y democrático-burguesa.

Pero ésa fue la extensión lógica de perspectivas, líneas y políticas incorrectas y

de toda la orientación generalmente incorrecta que se había adoptado y que de

conjunto llevó al fortalecimiento creciente de las fuerzas burguesas —en gran

parte, nuevas fuerzas burguesas— en el seno del Partido y el Estado, al mismo

tiempo que le hacían concesiones a las antiguas fuerzas burguesas dentro de la

Unión Soviética, incluyendo dentro del campesinado—y especialmente

en Rusia, porque para finales de la guerra se consideraba a la nacionalidad rusa

como “la primera entre todos” los pueblos soviéticos.

En la esfera cultural hubo expresiones tan grotescas de esto como todo lo de

Iván el Terrible, para rematar lo de Alexander Nevsky, y así sucesivamente. Y de

un momento para otro, un chorro de curas viejos empezaron a aparecer por

todas partes otra vez; después de que correctamente se les había echado a un

lado, se les permitió volver a pregonar sus medallas e iconos, sus túnicas y su

oscurantismo; éstas y muchas cosas más representaron, reflejaron y fueron

parte de un intento de movilizar a la nación esencialmente a partir de una

posición democrático-burguesa, y sobre todo, de patriotismo ruso. Y al

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56 internacionalismo lo echaron por la borda, de manera pragmática y nacionalista,

a fin de defender la nación y rechazar los ataques contra ella a cualquier precio.

Es preciso decir esto porque algunos de los oportunistas más agudos (o más

valdría decir menos obtusos) han hecho su propio balance de la experiencia de

la Unión Soviética y el movimiento comunista internacional durante el período

del liderato de Stalin en particular, y se han aprovechado de la ironía de que en

el mismísimo momento en que el prestigio de la Unión Soviética en el mundo y

entre muchísima de la humanidad progresista alcanzó su auge, su

internacionalismo andaba por los suelos y su tendencia hacia la revolución era

el aspecto que más había degenerado. Y uno a menudo se tropieza con el tipo

extraño de lógica circular y autocontenida que se usa para defender las políticas

de la Unión Soviética; en esencia, el razonamiento es que cualquier cosa que

haya hecho la Unión Soviética estaba bien hecha y no hay que darle más vuelta

de hoja.

Por ejemplo, cualquier cosa que haya hecho la Unión Soviética al implementar

la política de la seguridad colectiva a finales de la década del 30 que resultó en

alejar a los elementos más revolucionarios (o, en ese caso, que alejó a los

elementos más democrático-burgueses cuando suscribió el pacto con

Alemania)—todo eso se justifica con las explicaciones más contradictorias, que

sólo se reducen a “era bueno para la Unión Soviética”. De hecho, quizás es más

plausible encontrarle justificación al pacto con Alemania que a los intentos

previos de poner en práctica la seguridad colectiva. Pero, caramba, el

movimiento entero está tan impregnado de tal preocupación con los nazis, que

cuando uno llega a esa fase de la historia con mucha gente, echan la ciencia en

saco roto y todo se vuelve de repente “nazis”, “dominar el mundo”, “el fin de las

libertades democráticas” y todo tipo de horrores que, si bien fueron ciertos, son

característicos del imperialismo y no algo con sabor netamente alemán.

A esto realmente hay que entrarle de lleno porque se le ha sacado el cuerpo con

muchas justificaciones trilladas a confrontar científicamente cuáles fueron las

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57 líneas y políticas de la Unión Soviética, a confrontar el hecho de que la reputación

de la Unión Soviética se reestableció y elevó a su culmen precisamente en los

momentos en que se alejaba más y más del internacionalismo. Cualquiera de

nosotros que lleve bastante tiempo en esto, ha sostenido en un momento u otro

que la prueba del hecho de que todo el pueblo de la Unión Soviética apoyaba

el socialismo fue lo heroicamente que luchó contra Alemania, incluso detrás de

las líneas. Pero desafortunadamente es un hecho que se puede movilizar a la

gente a hacer eso con base en el nacionalismo y el patriotismo, y la historia

ofrece abundantes ejemplos al respecto, aun la historia moderna. Quizás, de

cierto modo, se les puede movilizar a corto plazo más fácilmente sobre esa base

que en torno al socialismo y el internacionalismo. Pero eso no responde en

absoluto la pregunta de por qué cosa están luchando las masas; da por sentado

algo que no se ha probado, o en cualquier caso lo elude. Las masas yugoslavas,

por ejemplo, apoyaron a Tito contra Stalin a partir de nacionalismo; bueno, eso

no prueba que en Yugoslavia había socialismo ni que el pueblo luchaba

heroicamente por el socialismo; lucharon “heroicamente”, pero no por el

socialismo. Y en términos generales, eso fue también lo que ocurrió en la Unión

Soviética en el curso de la guerra.

Me acuerdo de una discusión una vez con un militante del Partido Pantera Negra,

cuando Huey Newton habría salido con la idea de que iban a satisfacer las

necesidades de las masas organizando fabriquitas—maquiladoras de costura—

y darle la ropa al pueblo. Y yo lancé la objeción casi superficial pero cierta de:

“oiga, eso como que me huele a capitalismo” y la respuesta fue:

“pues sería capitalismo y no sería revolucionario si no fuera porque lo

hacemos nosotros y nosotros sí somos revolucionarios”. Aunque esa lógica no

me pareció nada convincente en el caso de los Panteras, no obstante, debido a

un montón de razones emocionales y al hecho de que la Unión Soviética fue el

primer Estado socialista y estaba bajo ataque por el imperialismo y luchaba por

su propia vida, y así sucesivamente, ese mismo tipo de lógica se ha enraizado

profundamente y se ha vuelto parte, casi inconscientemente, de la manera de

pensar de cierta gente que vivió esa experiencia. Muchas veces se dio el caso

que cualquier cosa que hiciera la Unión Soviética, si la hacía cualquier otro, fuera

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58 necesario denunciarla, pero puesto que la hacía la Unión Soviética y ella era

socialista, eso adoptaba un carácter diferente ipso facto, por el simple hecho de

que lo hacía la Unión Soviética. Y de nuevo, eso eludía la pregunta de quién

hacía qué y qué era lo que probaba.

Si uno quiere comprender cómo era la cosa, hoy día se puede ver su inversa con

todos los albanófilos. Cuando ellos atacan la teoría de los “tres mundos”, los

defensores y apologistas de la línea revisionistachina, quienes son el extremo

opuesto de la misma estupidez (y quienes no carecen de sesos) salen con que:

“¿Pero qué me dice de la II Guerra Mundial y la guerra antifascista de la Unión

Soviética? ¿No hicieron ellos eso?” Y los albanófilos rechistan: “Pero qué

ridículo; todo mundo sabe que la II Guerra Mundial fue completamente diferente

porque... porque... er, porque era la Unión Soviética y eran losnazis”. Ni más ni

menos, así era la cosa; y todavía hoy se puede ver.

A veces alguien alega: “Sí, pero oiga, Ud. puede decir lo que quiera sobre la

conducta de la Unión Soviética en la II Guerra Mundial, pero fíjese en el prestigio

que los comunistas obtuvieron por todo el mundo como resultado de lo que hizo

la Unión Soviética, de cómo acaudilló la lucha contra los nazis, fíjese en la

opinión pública que se creó para lo que representaba la Unión Soviética”. Pero

eso también elude la esencia del asunto: el prestigio de los comunistas

¿para qué? ¿Representando a qué? ¿Fue realmente el comunismo lo que ganó

apoyo y prestigio, y qué fue lo que la Unión Soviética representó y para lo cual

se creó opinión pública? Esto encierra un problema.

En una discusión de este tipo, una vez dije que suele ocurrir (y en particular con

la atrofia ideológica imperante en ese período determinado y cuyo legado,

desafortunadamente, ha continuado) que toda la gente común y corriente,

avanzados y atrasados, progresistas y reaccionarios, etc., se entera de muchas

verdades fundamentales sobre lo que ha hecho el proletariado en el poder y de

su experiencia, antes de que lo hagan los comunistas. Por ejemplo, para sacar

eso del reino de lo abstracto y concretizarlo, casi todo el mundo que vivió en ese

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59 entonces sabe que la Unión Soviética siguió una política de poner sus intereses

nacionales por encima de todo lo demás, durante y después de la II Guerra

Mundial, y los únicos que no aceptan eso, no pueden afrontarlo y le echan mano

a cualquier tipo de excusa para tratar de justificar su negativa a reconocer un

simple hecho básico, son algunos comunistas. Sí, el sentido común tiene sus

limitaciones, pero cualquier vecino que no más leía el periódico y podía seguir

los eventos mundiales en lo más mínimo, conoce esta verdad. Y con todo y eso,

es vergonzosamente cierto que muchos de los comunistas versados en esa

tradición y en esa metodología son los últimos en llegar a empezar a aceptar ese

hecho.

Bueno, ése es un pequeño paréntesis, pero contiene una lección que tenemos

que aprehender más a fondo. En especial a la luz de la situación en desarrollo

en la actualidad, es fundamental comprender que todo esto de lo que hemos

venido platicando, se relaciona fuertemente con una visión incorrecta de la

marcha de los acontecimientos a nivel internacional (mediante espirales y la

agudización de contradicciones en coyunturas), se relaciona con la concepción

errónea de la “crisis general”. Es interesante mencionar aquí que si uno hojea el

libro de R. Palme Dutt—Fascism and Social Revolution22—puede ver cómo le

cedió su puesto rápidamente al frente unido contra el fascismo—la línea de

Dimitrov—y a los terribles errores que se cometieron y las desviaciones en que

se cayó (en España, para dar un ejemplo clave). Y la tendencia hacia el

materialismo mecanicista, la democracia burguesa, el economicismo y demás,

es evidente. Al releer el libro en cuestión hace poco, después de unos 10 años

de no leerlo, me impresionó mucho que dice textualmente que el capitalismo ya

no puede seguir desarrollando las fuerzas productivas, punto final, pare de

contar—y que si el capitalismo continúa con su inexorable lógica, arrastrará a la

Humanidad de regreso a la vida pueblerina primitiva, con una producción de

trabajo intensivo y diseminada. Pero antes de que eso ocurra, afirma Dutt,

destrozarán todo el mundo con la guerra porque, a fin de cuentas, el capitalismo

tiende a destruir las fuerzas de producción y la guerra es simplemente la

expresión máxima y extrema de eso. Es sencillamente un materialismo

mecanicista supremamente burdo. Bueno, pero eso no es tan sorprendente, eso

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60 abunda; sin embargo el hecho de que el libro lograra tal circulación en el

movimiento internacional—aunque recibió críticas, con todo no se le consideró

como la obra de un charlatán—refleja algo significativo.

La línea del libro de Dutt no es que hay unos Estados fascistas y malos y otros

democráticos y buenos, sino que toda sociedad capitalista se encamina

indefectiblemente hacia el fascismo, es sólo cuestión de grado y cantidad lo

avanzados que estén en esa ruta; todos son igualmente malos, igualmente

responsables por la guerra que ya se veía venir. Dice que la burguesía en este

período es absolutamente incapaz de defender ni siquiera sus propias

contribuciones históricas (económicamente, en términos de desarrollar las

fuerzas de producción, o políticamente, en términos de la democracia burguesa

y de defender los intereses de la nación) y que la defensa y avance de esas

cosas recae sobre el proletariado; y la interpretación que le da al socialismo es

una especie de combinación de dos-en-uno con eso, aunque esta línea en

general tiene un carácter oportunista de “izquierda”. Se puede ver que una vez

que la defensa de la democracia burguesa y de los intereses de la nación se

acepta como la piedra angular de todo, entonces, si después de todo entre la

burguesa hay la tendencia a defender la nación y sustentar la democracia

burguesa, por lo menos en ciertas condiciones, no es un gran salto, es

simplemente el polo opuesto de la misma estupidez, decir que debemos aliarnos

con la burguesía o esas fuerzas burguesas que efectivamente defenderán los

intereses de la nación y sustentarán la democracia burguesa—en otras palabras,

la línea del frente unido contra el fascismo.

Ahora bien, es cierto y hay que repetirlo, que buena parte de esto fue una

justificación y extensión de la política exterior de la Unión Soviética y un intento

de movilizar a la clase obrera de varios países como un contrapeso a la

burguesía, en apoyo a la diplomacia soviética y a los tratos internacionales

soviéticos. Pero por lo que respecta a la línea de Dutt, debe tomarse seriamente

por derecho propio; es muy fácil dar un giro de 180º de esa línea de condenar a

toda la burguesía por abandonar su propio papel histórico en términos de la

nación, el desarrollo de las fuerzas de producción y la democracia, y por ende

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61 proclamar que toda ella tiene que ser derrocada; es fácil dar una vuelta de

campana de esta posición materialista mecanicista increíblemente tosca,

casi tonta, a decir que hay que aliarse con ciertos sectores de la burguesía o con

la burguesía en algunos países porque por lo menos tienen una tendencia a

defender la nación, la democracia burguesa y quizás las fuerzas de producción.

Aquí, un aspecto interesante que me impactó al releer el artículo “Nihilismo

nacional”23; ese artículo está repleto de todo tipo de citas horrendas de la

Comintern de mediados de los años 30, con las que tratan de sacarle el cuerpo

a la política leninista en contra de la defensa de la patria en los países

imperialistas durante guerras imperialistas. En determinado momento dicen de

frente: miren, antes, hace mucho tiempo, la clase obrera tenía mucho

resentimiento contra la nación porque básicamente no tenía patria que defender,

pero ahora ha ascendido al punto en que tiene sindicatos, participa en el

parlamento y demás, ahora deriva ventajas de la nación y por lo tanto es

diferente. Cuando uno lee por primera vez todas esas declaraciones de la

Comintern de que los obreros ahora derivan ventajas de la nación, tienen un

interés en ella y cosas por el estilo, lo que uno piensa es “qué escándalo y qué

distorsión”; pero es todavía más provocativo plantear la pregunta: ¿fue eso de

hecho un reflejo del intento de la Comintern de reunir como su base social a ese

sector de los obreros—el sector más aburguesado y aristocrático, incluso en

medio de esa depresión—que sí se ajustaba a esa descripción y sentía lo que la

Comintern expresaba, y de hacerse el portavoz de ella? Esa es una pregunta

que requiere mayor exploración, pero es en medio de esos obreros donde uno

encontraría una mayor receptividad a la línea de promover la democracia

burguesa, el economicismo, el chovinismo nacional, la defensa de la madre

patria y déle que déle. Tal vez no es simplemente una distorsión sino un conato

más consciente de parte del liderato soviético y de la Comintern de movilizar a

ese sector de la clase obrera o de apelar a ese sector de la clase obrera como

contrapeso a la burguesía en sus países, para que llegara a un acuerdo con la

Unión Soviética en los términos que ésta buscaba.

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62 Hay otro punto importante en conexión con el libro de Dutt y la línea de la

Comintern. Al hablar sobre los obreros alemanes y las respectivas bases

sociales del Partido Comunista y los social-demócratas en las décadas del 20 y

el 30, él dice en esencia que la razón por la que no triunfamos ahí, la razón por

la que no hicimos revolución ahí es que “los malditos social-demócratas la

embarraron. ¿Y saben cómo la cagaron? ¿Saben lo que hicieron? Se portaron

como social-demócratas”. La Comintern a menudo usó explicaciones de ese tipo.

Es muy frustrante leer tal tipo de valoración como un análisis supuestamente

materialista y dialéctico de por qué no hubo revolución en Alemania: que los

social-demócratas no se portaron como comunistas. Bueno, así son las cosas y

uno aprende a usar el marxismo como una guadaña para cortar a través de todo

eso. Pero lo que impacta en determinado punto al leer esto es que de hecho el

PC tenía mucho de su base no entre los obreros más sindicalizados que estaban

en esa posición de la que habla la Comintern en las citas anteriores, sino entre

obreros más frecuentemente desempleados, menos estables, por lo menos en

el sentido burgués de la palabra. Una buena parte de la base del PC era el tipo

de gente que uno ve cobrar vida en la novela Barricadas en Berlín; no eran

necesariamente los artesanos especializados o los miembros de los sindicatos

social-demócratas, la iglesia y así por el estilo.

Sus propias tendencias incorrectas, materialistas mecanicistas, metafísicas,

sindicalistas y economicistas, paralizaron al movimiento internacional al punto en

que pensaba que no podía hacer esencialmente nada hasta que se ganara a la

base social de los social-demócratas. Esto difiere de la posición correcta de que

es necesario ganarse por lo menos una buena parte de esa base social en el

transcurso de forjar un movimiento revolucionario; más bien se presentó

metafísica y estáticamente como si fuera cosa de ganárselos a todos de un sólo

plumazo. Supuestamente era necesario ganarseprimero esa base antes de que

uno pudiera hacer cualquier cosa, en vez de movilizar la base social de los

comunistas, reunir a su rededor las fuerzas que se puedan atraer a ella y

construir un movimiento revolucionario sobre esa base, a la vez que se buscan

medios de ganarse por lo menos una buena parte de la base de los social-

demócratas. Esto paralizó al PC y hay que evaluarlo mucho más a fondo.

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63 Pero regresemos a la política de la Unión Soviética en relación a la II Guerra

Mundial: la victoria de la Unión Soviética con base en el patriotismo no vindica la

vieja “prueba” de que las masas allá apoyaban el socialismo. Y como ya lo

mencioné, uno puede aducir el ejemplo de Yugoslavia, donde las masas

apoyaron a Tito contra Stalin a partir de nacionalismo; y a los que tienen una

visión parcializada de la cuestión de democracia, democracia entre las masas,

apoyarse en las masas, y esto y lo otro, se les puede señalar que cuando se dio

la ruptura abierta entre Yugoslavia y la Unión Soviética después de la guerra,

Tito y sus seguidores condujeron sus polémicas con la Unión Soviética

abiertamente, en frente de las masas yugoslavas. Imprimieron todos los ataques

de Stalin contra Yugoslavia junto con la respuesta de ellos en miles de miles de

ejemplares y los distribuyeron ampliamente entre las masas yugoslavas; y ellas,

en su gran mayoría, apoyaron a Tito y no a Stalin, lo que no prueba mucho de

nada; porque el problema es que eso no explica qué tipo de línea movilizó a la

gente. Sí nos dice una cosa: seguir a la zaga de las masas, la idea de que el

simple hecho de informarle a todo mundo lo que está pasando y dejar que

participen, en un sentido mecanicista, no garantiza que a corto plazo triunfen la

verdad y los intereses del proletariado, los cuales son idénticos en un sentido

fundamental. Porque fueran cuales fueran los errores de Stalin, Tito en realidad

era cualitativamente peor, era un revisionista y un lacayo del imperialismo, cuya

oposición a Stalin no partía de una posición más revolucionaria ni de la lucha por

una dirección más revolucionaria en el movimiento comunista internacional.

Y esto también arroja más luz sobre la cuestión de China, a mi parecer. No

importa lo que digan Albania y Enver Hoxha, Mao muy definitivamente no fue

Tito. Pero me parece que en retrospectiva podemos ver que el partido chino

estaba minado de elementos por el estilo de Tito. Y algo que me llamó la atención

cuando leí su última resolución con el balance de algunos asuntos importantes

en la historia del partido chino y de Mao en particular, es que no se trata de que

los revisionistas en el poder no carezcan completamente de fundamento cuando

acusan a Mao de salirse del curso común en que ya estaban todos bien

adentrados—en otras palabras, de trascender el marco de referencia de la

revolución de nueva democracia y tomar el camino socialista y de continuar la

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64 revolución hacia el comunismo. Hacia el final, Mao indudablemente se destacó

como uno de los pocos—y por supuesto el líder—de los veteranos que realmente

luchaban por un mundo comunista, rodeados por un montón de gente que jamás

fue más allá de querer tener la oportunidad de regir en una China moderna,

poderosa, que tomara “su debido lugar entre las naciones”. Mao fue quien “se

salió” de ese curso. Así que esto es algo así como la otra cara—y de modo

provocativo—de la cuestión de los demócratas burgueses que se convierten en

seguidores del camino capitalista a medida que la revolución entra y se adentra

en el período socialista.

La Revolución China, en particular en su primera etapa, no demandó en ciertos

aspectos importantes un rompimiento radical o cabal con mucho de lo que era

incorrecto o se había dañado en el movimiento comunista internacional—

expresamente con su desviación del leninismo en aspectos significativos, lo que

se concentró por ejemplo en el frente unido contra el fascismo. Porque, para

tomar este ejemplo del frente unido contra el fascismo—y lo considero bien

interesante y digno de más investigación—su foco se concentró

abrumadoramente en Europa y eso no es completamente accidental, a mi

parecer, por dos razones: una, porque refleja las exigencias de la política exterior

soviética de entonces y sus esfuerzos de lidiar con las democracias imperialistas

occidentales; y dos, porque si uno fuera a tratar de probar que los Estados

fascistas son mucho más terribles que las democracias, se le facilitaría más

hacerlo en Europa, donde había más democracia, que si fuera a algún país

colonial y empezara a alegar lo fabuloso que es el imperialismo británico para la

India, por ejemplo, comparado con el imperialismo japonés para sus colonias.

Así que en las colonias, si bien no estaba plenamente desarrollada, la línea

general era el frente unido contra el imperialismo y en China fue correcto, en

razón del desarrollo de los acontecimientos allí, crear un frente unido contra el

imperialismo japonés como el principal enemigo—lo que en la práctica quería

decir una especie de frente unido con el imperialismo británico y estadounidense

(por intermedio de Chiang Kai-shek), o por lo memos una neutralización de ellos,

en el sentido de hacerlos a un lado y no tratarlos como el blanco o enemigo

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65 inmediato en esa etapa de la lucha. En esas circunstancias, eso fue correcto y

no impidió que la Revolución China siguiera su marcha hacia adelante.

Pero muchas de las políticas que progresivamente se asociaron con esto, de

subordinarse—no simplemente aliarse a un nivel u otro, sino subordinarse de

plano—a las fuerzas burguesas, incluso a los elementos compradores y sus

amos imperialistas, políticas de ese tipo sí hubieran acabado con la revolución

en China. Y fue sobre cuestiones de esta naturaleza que Mao entró en agudo

conflicto con la Comintern y con Stalin, representado al interior de China por

Wang Ming, quien como todo el que quiere saberlo lo sabe, propugnaba por la

línea de Stalin y de la Comintern dentro de China, propugnaba capitulación y

subordinación al Kuomintang y a fin de cuentas al imperialismo estadounidense

y británico. Mao libró una batalla muy enconada sobre esos puntos.

Ciertamente no estoy diciendo que Mao fue un oportunista, un pragmático obtuso

o un nacionalista, pero el materialismo tiene su lógica y hay cierta verdad en el

hecho de que los asuntos que se le presentan a uno con mayor realce,

especialmente en el acelere y la presión de la lucha revolucionaria, son los que

uno va a examinar más a fondo, por lo menos en un comienzo. A mi modo de

ver eso se refleja en el hecho de que se rompió con mucho de lo incorrecto

respecto a esos puntos de subordinación y capitulación a los aliados burgueses,

pero no respecto a la orientación básica de asumir la defensa de la nación y

muchas otras cosas que no eran incorrectas—por lo menos no en principio—

cuando se aplicaban en las colonias, pero sí lo eran en principio cuando se

aplicaban en los países imperialistas (donde de hecho se les dio mayor énfasis)

especialmente en los países que la Unión Soviética buscaba tener como sus

aliados.

Al final de todo eso, al terminarse la II Guerra Mundial, se planteó de manera

descollante cuál sería el futuro camino de la Unión Soviética, es decir la cuestión

del camino capitalista vs. el camino socialista. En cierto sentido, se podrá decir

que se trataba de retomar el camino socialista y que lograrlo hubiera requerido

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66 algo de la magnitud o parecido a la Revolución Cultural en China, pero eso no

se dio, como todos sabemos. Entretanto, en Europa Oriental, nos podemos

referir primero a un comentario de Stalin (que aparentemente le hizo a Djilas, un

renegado, pero creo que es correcto suponer que sí lo hizo), quien comentando

sobre la II Guerra Mundial, expresó que esta guerra era diferente de las otras del

pasado porque adonde quiera que llegara uno con sus ejércitos, allí podría

imponer su sistema social. Bueno, hay que reconocer que el comentario de Stalin

tiene un aspecto de verdad, pero inmediatamente surge la pregunta; ¿qué clase

de sistema se puede imponer con este punto de vista? E insisto, no pretendo

interponer las objeciones de que la revolución no se puede exportar, que es

imposible que llegue el socialismo si quien lo trae es el Ejército Rojo de Rusia

como la principal fuerza armada, en determinadas circunstancias, en vez del

pueblo de la nación en cuestión, o algo parecido; pero la pregunta sigue en pie:

con tal visión de imponer un sistema social por esos medios, ¿qué tipo de

sistema social se puede implantar en realidad?

No es accidental, como Mao comentó, que realmente jamás hubo ningún

verdadero esfuerzo ni progreso substancial en movilizar a las masas mismas a

la lucha revolucionaria y para que se convirtieran en las dueñas de la sociedad—

sin lo cual la dictadura del proletariado y el socialismo (incluso en el sentido

relativo en el que tenemos que entender que existieron, y no como algún

absoluto abstracto) son imposibles, sin ese tipo de línea y de movilización de las

masas y de lucha consciente. Así que no es sorprendente que eso no ocurriera.

De hecho, hay que decir sin pelos en la lengua que en dichos países de Europa

Oriental jamás existió el socialismo (Albania es un caso aparte, cuya historia

requiere un estudio separado) ni jamás se creó por medio de la lucha consciente

de sus masas bajo una vanguardia proletaria, y ésa es la única manera en que

es posible—sin eso, obviamente no podía darse.

Como ya se mencionó, para revivir el socialismo en la Unión Soviética después

de la II Guerra Mundial, se hubiera necesitado nada menos que algo como la

Gran Revolución Cultural Proletaria. Inmediatamente después de la guerra, y

explícitamente después de la muerte de Stalin, lo que se necesitaba era el

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67 derrocamiento completo de todo el sistema social y forjar una nueva

vanguardia—algo cualitativamente diferente de la Revolución Cultural, que fue

un levantamiento de masas, pero bajo la dictadura del proletariado. De hecho, la

burguesía tomó las riendas del mando, lo consolidó plenamente en sus manos y

emprendió la restauración del capitalismo con toda el alma. Y aquí hay que

subrayar brevemente un punto que planteó ese esbozo presentado a la última

reunión del Comité Central: que en verdad el campo socialista estaba infestado

de contradicciones, y más que eso, que las contradicciones en su seno se

acercaban a un punto culminante en el mismísimo momento de su apogeo, es

decir, aproximadamente en los años 50.

En nuestra réplica a Enver Hoxha “Rechazar el ataque dogmato-revisionista

contra el pensamiento Mao Tsetung”24 llamamos atención a la cuestión del

“Estado de todo el pueblo” y el “partido de todo el pueblo”. Y en el contexto de la

discusión de que bajo el socialismo efectivamente continúan existiendo las

clases y la lucha de clases, comentamos que la política o comprensión de Stalin

sobre esto es en cierto sentido un revoltijo, puesto que él dijo que no había clases

antagónicas ni nadie a quien suprimir, fuera de los agentes extranjeros infiltrados

en la Unión Soviética, pero que el Estado y la dictadura del proletariado seguían

siendo necesarios en razón del cerco imperialista extranjero y la infiltración de

sus agentes. Comentamos que ese tipo de razonamiento realmente lleva a la

posición de Jruschov, porque éste nunca dijo que no se necesitaba el Estado, no

más dijo que puesto que ya no había clases antagónicas en la Unión Soviética,

no se necesitaba la dictadura del proletariado; sólo se requiere un Estado para

habérselas con los enemigos extranjeros. Stalin no llegó tan lejos; él dijo: bueno,

todavía necesitamos un Estado para lidiar con los enemigos extranjeros, así que

todavía necesitamos la dictadura del proletariado aunque no hay clases

antagónicas al interior de la Unión Soviética. Nuestra síntesis de esto fue que la

posición de Stalin es un revoltijo, en tanto que Jruschov lo resolvió; y en esa

contradicción el revoltijo de Stalin es infinitamente preferible a la resolución de

Jruschov, pero con todo y eso es un embrollo y no es nada bueno.

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68 Y me parece que esto es correcto no sólo con respecto a la cuestión del Estado

de todo el pueblo, y por lo tanto junto con ello, del partido de todo el pueblo (los

famosos “dos todos” de Jruschov). Al examinarlo más profundamente, también

se pueden describir en gran parte las famosas “tres pacíficas” de Jruschov

(competencia pacífica, coexistencia pacífica y transición pacífica al socialismo)

como la resolución de Jruschov al revoltijo de Stalin. La resolución de Jruschov

es infinita y cualitativamente peor que el embrollo de Stalin, pero las políticas de

Stalin eran un revoltijo del mismo tipo; si uno lee las declaraciones de política de

Stalin después de la II Guerra Mundial, incluso dejándole margen a la

ambigüedad del lenguaje diplomático y tal (que puede ser o no necesario, pero

que de todos modos no se puede descartar de plano), aún así resulta claro que

a veces, en particular después de la guerra, él mismo auspicia esas “tres

pacíficas” de varias maneras; no sólo la competencia y coexistencia pacífica,

sino también la cooperación pacífica.

De hecho, un interrogante con el que estoy bregando y que vale la pena

reflexionar es éste: si Stalin hubiera tenido éxito en, por ejemplo, imponerle a

Mao la política que él trató de implementar, es decir, sofocar la Revolución China

después de la guerra y hacer que Mao entrara en un gobierno de coalición (en

posición subordinada) con Chiang Kai-shek, ¿se hubiera lanzado Estados

Unidos contra la Unión Soviética con la saña que lo hizo? Porque en otros sitios

donde logró hacerlo, Stalin hizo lo que estuvo en sus manos (y en algunos casos

eso no fue insignificante) por detener la lucha revolucionaria de las masas a fin

de no desatar la furia del imperialismo estadounidense. Creo que en el caso de

Grecia y otros cuantos lugares tenemos que aceptar esto. No pretendo haber

desenredado este embrollo a estas alturas, pero ciertamente no es algo tan bien

definido como quizás lo consideramos en el pasado y como algunos todavía

quieren verlo; y me parece que en el mejor de los casos, es una cuestión de

revoltijo por parte de Stalin y resolución por parte de Jruschov.

Pero digo revoltijo porque, particularmente después de que Estados Unidos

adoptó una política más hostil hacia la Unión Soviética, concretamente en la

Guerra de Corea y demás, por la época de su última obra de

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69 envergadura, Problemas económicos del socialismo en la URSS25, Stalin vuelve

a referirse a la inevitabilidad de la guerra entre los imperialistas y dice que para

acabar con la guerra es primero necesario eliminar el imperialismo. Pero no está

en absoluto claro exactamente de qué forma parte esto, ni cómo se enlaza con

sus opiniones sobre la revolución, porque simultáneamente, es decir en el XIX

Congreso del Partido soviético en 195226, él auspicia la misma línea de que la

clase obrera en los países capitalistas pasa a ser la heredera de la bandera de

las libertades democráticas y de la bandera de la nación, y un montón de cosas

similares que ya conocemos y que se vieron muy clarito en el partido de Estados

Unidos. El otro día no más lea yo la Historia de las Tres Internacionales27 de

William Z. Foster, y todo su propósito es la misma transición pacífica, la (no-

)revolución de dos etapas, la democracia que eventualmente se convierte en

socialismo, que quizás tendremos que refrenar a los monopolios si se les suben

de a mucho los humos después de que hayamos implementado el socialismo en

lo básico, y déle que déle. El libro contiene todo eso y no difiere de la línea que

Stalin promovía, incluso poco antes de su muerte. Así pues que hay que analizar

esto; así lo sugiere el esbozo que he venido mencionando. Dice que hay que

revisar nuevamente y a esta luz el libro de Stalin Los problemas económicos... y

creo que se necesita hacer un balance de todo esto mucho más profunda y

críticamente, no sólo nosotros sino mediante lucha en todo el movimiento

comunista internacional.

Así que si uno dice todo eso, todo lo que se ha dicho hoy aquí, entonces, ¿por

qué se dice que la Unión Soviética era socialista en ese período? Y yo creo, en

lo que podría parecer una ironía, que es precisamente porque, en un sentido

general, la línea es decisiva. Aquí tenemos que formular brevemente la pregunta

de qué es capitalismo y qué es socialismo y entender más a fondo cómo es que

la línea es clave, después de todo. Mucha gente habla de capitalismo y

socialismo, de que el capitalismo se restauró o no en la Unión Soviética, de que

el socialismo está avanzando o no en la Unión Soviética y así sucesivamente,

pero uno de los problemas es que a menudo no hay una comprensión muy clara

de qué es a fin de cuentas capitalismo y socialismo.

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70 ¿Qué es capitalismo? ¿Qué es capital? Quiero leer algo que escribí en respuesta

a la idea de que aun bajo el socialismo el capital es la relación económica

dominante. Para rebatir esa noción, yo escribí lo siguiente: “El capital es una

relación social y un proceso, cuya esencia realmente es la dominación de la

fuerza de trabajo por intereses ajenos, antagónicos, y la reproducción continua

(y extendida) de eso. Pero, para llegar al meollo del problema en cuestión, si la

propiedad se ha socializado (en la mayor parte), si una línea correcta está al

mando (irrelevante para las versiones que dicen que en cualquier caso el capital

es dominante bajo el socialismo, pero que realmente es el meollo del asunto) —

lo que implica que la división del trabajo así como las diferencias en la

distribución, se están restringiendo en la mayor medida posible—, pues, dígame

¿cómo son esa relación y proceso capital? Es cierto que no se ha superado

completamente la división de trabajo característica del capitalismo (y de la previa

sociedad de clases en general), que dicha división todavía puede ejercer una

influencia considerable y que de cualquier modo está restringida sólo en cierta

medida, mientras que el derecho burgués es dominante (o por lo menos muy

influyente) en la distribución; pero si el movimiento va en la dirección de eliminar

estas cosas, entonces ¿cómo se puede decir que una fuerza opuesta al

proletariado, o incluso una fuerza ajena a él, domina su fuerza de trabajo en el

sentido fundamental?”

Bueno, pero aquí no se trata de usar lo anterior, derivado de la experiencia china,

como un criterio rígido para imponérselo a la Unión Soviética. No se trata de que

durante el período del liderazgo de Stalin y en la década de 1930 en particular,

se hubiera hecho una tentativa en la Unión Soviética de restringir el derecho

burgués en la distribución de modo significativo, ni que se procuró dar todas las

zancadas posibles para superar la división del trabajo. Eso no ocurrió porque en

realidad en ese entonces no se comprendía bien, no se había captado a fondo,

la necesidad de hacerlo, la forma en que eso interpenetra con la cuestión de la

propiedad—no sólo la forma sino el contenido—ni todos esos puntos que Mao

enfocó tan precisamente, especialmente en sus últimos años de vida; y esto es

en parte una función de las limitaciones de la experiencia histórica y en parte de

la metodología de Stalin y el liderato soviético de ese entonces. Pero sin

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71 embargo, la pregunta esencial en que hay que concentrarse, la pregunta a la que

apunté en lo que acabo de leer, es precisamente, ¿qué es capital?

Por mi parte, no creo que jamás llegue el momento en que en el sentido más

literal y absoluto haya apropiación del producto de su trabajo por el productor

directo—y esto lo mencionamos en el artículo que critica a Bettelheim28. Incluso

bajo el comunismo, las cosas irán a la sociedad en conjunto; Marx así lo explicó

en la Critica del Programa de Gotha. Las cosas irán a la sociedad en conjunto y

siempre habrá alguna forma de intercambio entre una unidad determinada de

producción y el resto de la sociedad, sea como sea que se organice eso; jamás

ocurrirá que la gente apropie simplemente en el sentido más literal lo que

produce. Y siempre habrá representantes políticos de una forma u otra; a pesar

de toda la ciencia ficción y todo lo demás, no creo que el nivel máximo a que se

pueda llegar es que todo mundo enchufe su TV, oiga un gran debate y en una

computadora marque sí o no, arriba o abajo, mátenlo, échenlo, pónganlo de

presidente, o lo que sea; no creo que así vaya a ser el proceso de la toma de

decisiones en el comunismo. Habrá representantes políticos y lucha entre ellos,

y las masas serán decisivas, sí, pero no en la forma directa, literal, de la tradición

de las antiguas reuniones en la plaza pública.

Yo pienso que la orientación de los Cuatro en China (siguiendo a Mao) al

sostener que el liderato político y la línea política son esenciales, fue correcta. Y

con respecto a la cuestión del socialismo en la Unión Soviética, bueno, es irónico,

pero en cierta forma la intención vale mucho. Porque en ese período, y

particularmente hasta comienzos de los 30, ¿qué era lo que trataba de hacer el

liderato en la Unión Soviética? No dudo que a los trotskistas les fascinaría oír

esto porque suena increíblemente subjetivo, pero lo que trataba de hacer el

liderato y su propósito al movilizar a las masas es supremamente importante,

porque ¿qué es capital? ¿Es capital simplemente el hecho de que tú trabajas en

una oficina y tienes más influencia que yo que trabajo en una fábrica? Eso no te

hace capitalista; eso no es capital.

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72 La esencia del capital es que la fuerza de trabajo de los obreros es controlada

por una fuerza ajena a ellos y que se le entrega a una fuerza ajena; y si es ajena

(y además de eso, antagónica) quiere decir que esa fuerza de trabajo es

controlada y utilizada de manera extensiva para reproducir relaciones que son

ajenas a ellos y opuestas a ellos; de otra forma, el capital no tiene sentido. Y no

es lo mismo que una simple división del trabajo, aunque no se puede superar

completamente el capitalismo ni trascender completamente la época burguesa

hasta que no se trascienda esa clase de división opresiva del trabajo. Por

supuesto, tampoco creo que jamás se eliminará completa [y] absolutamente toda

división del trabajo, pero la división del trabajo característica del capitalismo y la

sociedad de clases tendrá que superarse. Pero incluso la mera existencia de la

división del trabajo característica de la sociedad de clases, aunque el socialismo

tiene que transformarla, no es la misma cosa, no equivale al capitalismo. Y la

pregunta es ¿para qué movilizaban a las masas soviéticas, por lo menos hasta

comienzos de los años 30? Se las movilizaba para transformar la sociedad en la

dirección del socialismo y con el propósito de contribuir a la revolución mundial;

y por esa razón opino que en realidad la relación dominante no era el capital,

sino el socialismo.

Yo creo que esto nos ayuda a comprender por qué fue que Mao pudo decir que

en China las políticas de los revisionistas dominaban en gran medida cierto

tiempo antes de la Revolución Cultural, que la mayoría de las fábricas seguían

la línea revisionista, pero con todo y eso no dijo—jamás lo dijo—que China no

era socialista en ese período. ¿Pues, cómo es eso posible? Bueno, cierta gente

anarco-sindicalista, hacia donde gravita Bettelheim (y sus seguidores) creen que

el objetivo supremo de la revolución mundial es que uno controle su fábrica. La

posición de Mao fue mucho más profundamente correcta, y luchando sobre estas

cuestiones, mi propia comprensión del hecho de que realmente la línea es

decisiva se ha profundizado. Es precisamente una expresión concentrada de la

economía, porque, qué es lo clave—lo clave es para qué está trabajando uno, a

qué se le está aplicando la fuerza de trabajo de uno.

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

73 Con todos los errores y limitaciones, creo que es correcto decir desde una

perspectiva histórica que en este período en la URSS la fuerza de trabajo del

proletariado no era controlada y utilizada por una fuerza ajena y que no se

utilizaba para reproducir relaciones en que la controlaba una fuerza ajena.

Progresivamente a partir de mediados de la década del 30, hay que poner a esto

seriamente en duda y quizás es el caso que se hubiera venido invirtiendo todo el

tiempo; pero como dijo Mao, la mayoría de las fábricas pueden seguir una línea

revisionista, pero si en general no ha habido un cambio cabal en la

superestructura, es un error decir que la burguesía tiene el control de la sociedad

y que el capitalismo ya está en vía de restauración, si no ya restaurado a esas

alturas.

En estos momentos, la guerra—que se lucharía sobre una base patriótica,

básicamente democrático-burguesa—entra en el horizonte de la Unión Soviética;

y la cuestión de qué camino seguiría esa sociedad, estaba en disputa, como ya

lo dije. Después de la guerra, no se emprendió el monumental esfuerzo que

hubiera sido necesario para volver a poner el país firmemente en la vía socialista

(por el momento), y con menor razón se podía concluir con éxito. Por lo tanto, en

cierto sentido era como una fruta madura, como una ciruela madura lista para

caer en manos de los revisionistas; y efectivamente, ellos resolvieron todos los

revoltijos y concluyeron completamente el proceso—pero lo concluyeron con un

salto cualitativo—de llevar a la Unión Soviética al camino capitalista. Y aquí se

nos vuelve a presentar la lección crucial de que tenemos que tener una visión

histórica universal y a la vez analizar minuciosamente, con rigor y espíritu crítico,

las experiencias históricas cruciales de la dictadura del proletariado y las

jornadas, los sinuosos avances y reveses en el camino socialista hasta la fecha.

Bueno, ésas son unas cuantas puntualizaciones sobre la Unión Soviética. Ahora

pasaré a unos cuantos puntos más sobre la cuestión de Mao, comenzando de

nuevo con una referencia general a la síntesis y esbozo de la última reunión del

Comité Central sobre este tema. Primero que todo es necesario reiterar que las

contribuciones de Mao, a las que nos referimos nosotros como contribuciones

inmortales, en realidad de verdad son eso; ésta es una afirmación verdadera y

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

74 real, no es apenas una frase de rutina, no es algo que simplemente tenemos que

decir porque luego vamos a lanzar una crítica; todavía menos es sentimentalismo

o algo de ese calibre. De hecho, no sólo es verdadero en general sino que es

supremamente importante asimilar plenamente y utilizar esas contribuciones

como una base para avanzar. Pero asimismo, como lo plantea ese esbozo, no

es suficiente simplemente apoyar a Mao; y es aún menos suficiente o correcto

retroceder a Stalin—y eso es lo que sería en este caso.

Aquí podemos observar un momentito a Albania hoy—no la revista: el lugar, la

sociedad—y podemos decir que repetir, como Enver Hoxha, los errores de Stalin

y retroceder a Stalin a pesar de todos los avances logrados y en contra de ellos,

es en verdad “primera vez tragedia, segunda vez farsa”. Como paréntesis vale

mencionar aquí el comentario de Lenin sobre los dizque socialistas en países

como Suiza y algunos de los países menores de Escandinavia y demás durante

la I Guerra Mundial; él identificó una tendencia inconfundible que califica de

nacionalismo pequeño burgués de los estados pequeños: el deseo de

mantenerse al margen de los grandes y tumultuosos eventos del mundo y la

historia mundial y, cosa interesante, él lo denominó el deseo de explotar su

posición privilegiada. Eso podría sonar curioso porque por lo general uno no

piensa que los estados pequeños tengan una posición privilegiada en el mundo:

no suelen dominar grandes partes del globo; Bélgica ha tenido sus colonias, lo

mismo que Holanda, pero uno no suele considerarlas como grandes potencias

mundiales con un montón de privilegios. Pero a lo que se refiere Lenin,

precisamente en el caso de Suiza y esos otros países, es a su capacidad de

mantenerse por diversas razones fuera de conflagraciones mundiales como la I

Guerra Mundial, y al deseo de los socialistas de preservar a toda costa esa

posición privilegiada y de aprovecharse de ella. Y en cierto sentido me parece

que eso ofrece una analogía con Albania—cuyas objeciones a la teoría de los

“tres mundos” son fundamentalmente nacionalistas y se reducen al hecho de que

los intereses nacionales de Albania no se benefician (en estos momentos, de

todos modos) con los últimos giros de la política exterior china, en especial con

la política contrarrevolucionaria implementada por los revisionistas; y realmente

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

75 es un ejemplo del nacionalismo pequeño burgués que tiene una fuerte fundación

material en un estado como Albania, y que ahora predomina allá.

Pero de regreso a Mao, es importante volver a aplicar el mismo enfoque que

acabamos de enfatizar—es decir, una visión histórica universal combinada con

un riguroso, crítico y minucioso análisis de las experiencias históricas cruciales—

y al hacer eso vemos que si se puede decir que la Comuna, a pesar de sus

flaquezas y hasta su falta de liderazgo marxista, fue a fin de cuentas una

dictadura del proletariado; y que si la Unión Soviética, a pesar de todas sus

flaquezas y los errores cometidos bajo la dirección de Stalin, al analizarla de

conjunto fue socialismo auténtico; entonces sin duda y en un grado todavía

mayor, la Gran Revolución Cultural Proletaria en especial en la Revolución

China, fue ciertamente el pináculo más alto que hasta ahora haya alcanzado el

proletariado internacional, y la línea de la continuación de la revolución bajo la

dictadura del proletariado forjada por Mao y aplicada en la Revolución Cultural

fue un gran avance verdaderamente histórico. Por otra parte, incluso aquí se

necesita destruir y romper radicalmente en mayor grado con el pasado, cosa que

ya hemos mencionado.

A manera de somero repaso y para tratar de profundizar unos cuantos puntos en

concreto, Mao reveló una tendencia hacia una concepción algo lineal de la

revolución, es decir, un avance tipo país por país, primero al socialismo y luego

al comunismo; esta tendencia se contrapone notoriamente a su concepción

predominantemente dialéctica y a sus contribuciones en ese área. Asimismo, él

sustentaba un punto de vista sobre la revolución que no era la crasa expresión:

“al diablo con el resto de los oprimidos del mundo, al diablo con el proletariado

internacional”, pero que era algo como: “tenemos que llevar la nación china al

socialismo y de ahí al comunismo y al mismo tiempo tenemos que apoyar y hacer

todo lo que podamos por hacer avanzar la revolución mundial de manera que la

gente de todo el mundo y de todas las naciones también avance al comunismo”.

Creo que así era como Mao veía las cosas, pero no es totalmente correcto.

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76 Bajo Mao—y no sólo proveniente de la boca de los revisionistas—uno puede

encontrar casos en que se dice no sólo a partir de táctica o necesidad diplomática

(casi dije truco) que “no podemos exportar la revolución”; a veces hasta se dijo

que “era absolutamente improcedente que un país tocara ni un pelo del sistema

social de otro país”, etc.—a lo cual sólo se puede decir ¿por qué? ¿Y por qué

no, por qué no deben tocar no digamos un pelo sino mucho más de un sistema

social, si no es bueno? El hecho es que esto se contrapone a mejores

declaraciones previas de Mao en varias oportunidades, por ejemplo en los años

50 sobre los imperialistas: nosotros tenemos nuestra gente entre ellos—los

obreros y otros elementos revolucionarios y progresistas—y ellos tienen los

suyos entre nosotros, los contrarrevolucionarios, defensores del derecho

burgués y demás. Así que no es algo parejo; pero a mi parecer, Mao reveló esa

innegable tendencia, aunque él nos alertó a los bemoles y vicisitudes, el camino

sinuoso, la necesidad de la victoria final de la revolución mundial y realmente

creyó y recalcó esas cosas—no lo hizo sólo como aderezo o camuflaje—con

todo y eso y a pesar de sus tremendas contribuciones generales a la dialéctica,

tenía en cierto grado un enfoque lineal a la revolución, o dicho de otro modo, de

país por país.

Sin adentrarnos en todos sus aspectos, no es muy difícil ver que esto fue, de

cierto modo, una negación de la forma en que se intentó imponer el modelo

soviético y la línea soviética a la revolución en todas partes del mundo, lo que

hubiera sofocado la Revolución China. Pero es parcial y unilateral, no es una

negación suficientemente cabal, ni es un rompimiento y avance suficientemente

cabal en oposición a esa tendencia.

Y junto con esto también se revela en Mao una cierta tendencia recurrente a

convertir en principio la política de usar las contradicciones entre los enemigos,

de derrotar a los enemigos uno por uno. Por ejemplo, su ensayo “A propósito de

nuestra política”29, escrito durante la guerra contra el Japón, expone esto de

manera concentrada; aprovechar las contradicciones del enemigo, derrotar a

nuestros enemigos uno por uno, etc., fue precisamente una política correcta en

esas condiciones concretas y puede ser una política correcta bajo muchas

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

77 condiciones diferentes. Pero es incorrecto elevarla a la categoría de principio

general.

Sólo para dar un ejemplo sencillo, si todo el mundo en este cuarto menos yo es

un contrarrevolucionario y Uds. constituyeran los pilares de la reacción en el

mundo, y yo fuera capaz de volverlos flecos a todos al mismo tiempo, ¿por qué

he de derrotarlos uno por uno? No hay ningún principio que determine que tengo

que hacerlo así; si soy capaz de derrotarlos a todos a la vez, pues debo

afrontarlos a todos y volverlos añicos y tanto mejor para el proletariado

internacional. Pero por otra parte, si no soy capaz, si un análisis materialista

dialéctico dice que no lo puedo hacer y que la tentativa de hacer eso, o incluso

de encarármele a algunos y tratar de evitar el resto, me llevaría a la derrota total

y a un revés para el proletariado internacional, entonces, tengo que resolver

cómo utilizar las contradicciones y junto con el proletariado internacional (los que

no están en el cuarto—sin olvidar a los que no están en el cuarto) lidiar con Uds.

uno por uno, o por lo menos de modo diferente en diferentes situaciones, y no

con todos lo mismo, todos al mismo tiempo.

Pero Mao tenía cierta tendencia a convertir esto en un principio. Y aunque

indudablemente Mao no fue responsable por la línea internacional

contrarrevolucionaria de los revisionistas chinos actualmente en el poder, sí hay

un grano de verdad en la conexión que ellos trazan entre elementos del análisis

general de los “tres mundos” y los análisis de Mao durante varios períodos,

remontándose por ejemplo al reportaje de Anna Louise Strong30 en 1946, donde

él plantea todo lo de una zona intermedia entre el imperialismo estadounidense

y la Unión Soviética. Ahí Mao habla de los países (excepto la Unión Soviética)

sometidos directamente a la agresión del imperialismo estadounidense y los

agrupa a todos, incluyendo a los países imperialistas. Esto denote un concepto

francamente ajeno al análisis de clase de la agresión e, irónicamente, un error

que tiende a desvanecer la distinción entre los países imperialistas y coloniales.

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78 Esto se conecta con lo mencionado previamente de que a causa del carácter de

China y su historia, especialmente, aunque no exclusivamente en la primera

etapa de su revolución, no hubo la misma necesidad (o hubo una relativa falta

de necesidad) de romper radical y totalmente con partes claves de las líneas

incorrectas y desviaciones en la línea del movimiento comunista internacional—

desviaciones del leninismo, en especial hacia el nacionalismo. Por ejemplo,

tengo que analizar más a fondo el texto completo, pero después de leer un

extracto de una ley aprobada en 1934 en la Unión Soviética sobre castigo a los

traidores a la madre patria31, es bien llamativo que la declaración que la

acompaña dice que el más alto principio para un comunista es la defensa de la

patria. A menos que esto sea una distorsión total (pues proviene de una fuente

burguesa) es impresionantemente incorrecto y es una desviación sorprendente

del leninismo hacia el nacionalismo.

En la Sección 7 de “A décadas...”, se vinculan algunos de estos errores de Mao

con la cuestión de estrategia militar; en particular, se habla de la suprema

importancia en China de luchar por la línea de no atacar en todas direcciones,

no tratar de tomar todas las grandes ciudades de un golpe, no combatir al

enemigo en ese tipo de terreno con esas tácticas y medidas, sino atraer al

enemigo y rodearlo, librar batallas que le ofrecen ventaja a uno, recalcando que

la primera parte de la guerra era de defensa estratégica, etc.

De pasada quiero mencionar que en Las contribuciones inmortales de Mao

Tsetung32 hay una frase que se excede, la frase que se refiere al hecho de que

esta política de Mao de recalcar el aspecto defensivo al comienzo de la guerra

es algo que tiene gran relevancia para las naciones oprimidas, para los países

socialistas que son invadidos, y en general para las fuerzas revolucionarias que

comienzan siendo más pequeñas y débiles que las fuerzas

contrarrevolucionarias. Creo que eso es cierto en los dos primeros casos, pero

no se puede decir acertadamente que es relevante en general—y por ende,

aplicable—para todas las fuerzas revolucionarias que comienzan relativamente

débiles en comparación con las fuerzas contrarrevolucionarias. En un país

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79 capitalista avanzado, es supremamente importante adoptar la ofensiva desde un

primer comienzo y mantener esa ofensiva.

Debo decir que no estoy hablando de estrategia militar ni de planes militares;

hablo de sacar las lecciones políticas que se puedan sacar de la estrategia

militar, aunque me parece que es importante mencionar un dicho que circularon

los chinos en oposición a los revisionistas soviéticos. Era una pregunta retórica

con una respuesta obvia: ¿se le puede permitir a los emperadores que incendien

pueblos enteros y la gente ni siquiera puede prender lámparas? Lo que quiero

decir con eso en este contexto es que si los imperialistas pueden planear una

guerra nuclear, no hay razón de que nosotros no podamos sacar lecciones

políticas de asuntos de estrategia militar. Y la lección política particular que

quiero sacar, además de corregir ese punto en Las contribuciones inmortales de

Mao Tsetung, es reenfocar la atención en qué hay en la estrategia militar que

Mao defendió que lo podría alejar, por lo menos espontáneamente, de

comprender que en el contexto de una guerra mundial sería correcto atacar en

varias direcciones, considerando el mundo como un todo; es decir, oponerse a

los imperialistas en general y procurar derrocarlos donde sea posible

en ambos campos, teniendo desde luego en cuenta a situación particular en los

distintos países.

Tácticamente, un bloque de imperialistas o una potencia imperialista podría ser

el enemigo principal en un país determinado, mientras que en otro país, que

lucha en unidad pero por un camino diferente, el otro bloque o la potencia

imperialista que encabeza el otro bloque podría ser el enemigo principal que hay

que combatir de inmediato—en vez de tratar de alinear a todo mundo, pueblos y

países juntos, contra un bloque de imperialistas, aliándose con el otro bloque,

con el país socialista como núcleo. Pero la experiencia y estrategia forjada en la

esfera militar en China podría inclinarnos contra eso, debido a que ellos tuvieron

que luchar tan enconadamente, como se ha mencionado, contra esa mismísima

línea de atacar simultáneamente en diferentes direcciones y de lanzarse a

enfrentar un enemigo superior en batallas destinadas a la derrota; y aunque eso

no lo explica en su totalidad, bien puede haber contribuido a la tendencia (e

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80 interpenetrando con ella) de convertir en un absoluto lo de aprovechar las

contradicciones, habérselas con un enemigo superior y de esa forma, derrotar a

los enemigos uno por uno.

Especialmente puesto que es necesario criticar a Mao en estos aspectos,

también es necesario reiterar y recalcar que Mao fue, en términos generales y

primordialmente, un gran líder marxista-leninista del proletariado internacional y

un internacionalista proletario. Y aunque en su análisis de las fuerzas mundiales

se pueden encontrar ciertos elementos contenidos en la teoría de los “tres

mundos”, Mao no fue responsable (es más, él luchó inexorablemente en contra)

de la línea reaccionaria de capitular al imperialismo y traicionar la revolución,

encarnada en la teoría de los “tres mundos” propuesta por los revisionistas que

ahora rigen en China, quienes precisamente llegaron al poder por medio del

derrocamiento de los seguidores de Mao y su línea, después de su muerte.

Una pregunta: puesto que se ha puesto tanto énfasis en las desviaciones del

leninismo, especialmente hacia el nacionalismo, ¿se hubiera desviado Lenin

también del leninismo, si hubiera vivido más tiempo y lidiado con las verdaderas

necesidades que se le plantearon posteriormente a la Unión Soviética? Bueno,

no lo sé, pero depende precisamente de la manera en que hubiera manejado la

agudización de las contradicciones de las que sólo alcanzó a ver el comienzo;

pero al mismo tiempo hay que decir que en su enfoque metodológico, su

asimilación y aplicación de la dialéctica materialista, él superó con creces

(desafortunadamente) a sus sucesores en la Unión Soviética, y en particular,

estaba muy por encima de su principal sucesor: Stalin.

Regresando a Mao, otra cosa que hay que revisar aquí brevemente, también

vinculada con sus tendencias incorrectas generales—una perspectiva

demasiado país por país, la tendencia a ver las cosas demasiado en función de

naciones y la lucha nacional—es una confusión y algunos errores sobre la

cuestión de lo interno y lo externo, y en particular, la base interna del cambio y

las condiciones externas del cambio, y cómo se aplica esto en la relación entre

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81 la revolución en países determinados y la lucha y situación mundial general. No

quiero repetir aquí todo lo que se elabora de forma bastante concentrada en el

extracto “Sobre la fundación filosófica para el internacionalismo proletario” que

apareció en marzo de 1981 en el Obrero Revolucionario (No. 96), sino sólo volver

a mencionar de pasada rumbo a otros temas, que incluso en Mao, a pesar de y

en contradicción con sus contribuciones a la dialéctica materialista y su

desarrollo de ella, se manifiestan algunas tendencias metafísicas que

interactuaron con tendencias nacionalistas en este aspecto.

Por ejemplo, en “Sobre la contradicción” la forma en que se plantea es que China

es lo interno y el resto del mundo es lo externo. Y lo que nosotros hemos

enfatizado en oposición a esto es ver el proceso del avance histórico de la época

burguesa a la época comunista como algo que realmente ocurre a escala

mundial en un sentido general; es un proceso mundial que (a la vez) surge de la

contradicción fundamental del capitalismo y está determinado finalmente por

esta contradicción—la que, con el advenimiento del imperialismo, se ha

convertido en la contradicción fundamental de este proceso a escala mundial. Si

queremos investigar cuál es la principal fuerza motriz subyacente en términos

del desarrollo de situaciones revolucionarias en países determinados en un

momento determinado, entonces también tenemos que analizar el desarrollo

general de las contradicciones a escala mundial (que surgen de esta

contradicción fundamental y son determinadas finalmente por ella) y no

principalmente el desarrollo de las contradicciones al interior de un determinado

país, porque ese país y su proceso están integrados de manera general en este

proceso mundial más global. No es simplemente como era en la época feudal o

al comienzo de la época burguesa cuando había países separados que se

desarrollaban más o menos separadamente con interpenetraciones entre sí;

ahora todos están integrados en este proceso más global. Lenin comenzó a

acentuar esto con su análisis del imperialismo, pero no lo desarrolló plenamente,

por lo menos no integral ni específicamente en un sentido filosófico; y el

movimiento comunista internacional le sacó el cuerpo tremendamente a esto,

después de Lenin. Y éste es otro caso en que no se dio un rompimiento radical

cabalmente, por parte de Mao.

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82 A su vez, todo esto se entrelaza con una perspectiva incorrecta de la cuestión

del desarrollo de coyunturas, o con un método incorrecto de lidiar con ellas. No

es que Mao no captara en absoluto la cuestión de la conformación de coyunturas

y su importancia; él ciertamente lo captó en cierto modo en relación a la II Guerra

Mundial, por ejemplo, y en su interpenetración con la Revolución China. Pero

tenemos que comprender que el enfoque de Mao de tales situaciones históricas

reflejaba ciertos errores relacionados con lo que mencionamos antes sobre la

orientación propuesta en “A propósito de nuestra política”, de tratar de alinear a

todas las fuerzas progresistas, o todas las fuerzas que se puedan alinear, contra

un enemigo principal, especialmente ante el desarrollo de una coyuntura como

ésa, y en concreto de una guerra mundial.

También nos tenemos que precaver contra un punto de vista que se puede

desarrollar espontáneamente en el movimiento: presentar el curso de la

Revolución China como un “modelo” en el sentido incorrecto, metafísico. En

términos generales—aunque existen ciertas tendencias hacia esto en Mao, pero

muy secundariamente—él luchó en gran medida contra tal error. Pero así y todo

a veces se cuela y va de la mano con el tipo de error que hemos criticado en

nuestra propia manera de pensar: una noción del movimiento “típico” de las

espirales y del desarrollo “típico” de las cosas bajo el imperialismo33.

Expresamente, hay una tendencia hacia un punto de vista absolutista,

mecanicista, metafísico, de que hay dos tipos de países en el mundo y uno de

ellos tiene una revolución de una etapa y el otro una revolución de dos etapas, y

la forma de hacer revolución en un país al que le corresponde una revolución de

dos etapas es la forma en que lo hicieron en China, más o menos, con algo de

aplicación concreta a las condiciones del país en cuestión; es decir, uno propone

un programa de nueva democracia, se va al campo, rodea las ciudades desde el

campo, libra una guerra popular prolongada y eventualmente conquista el poder.

No quiero decir que eso no tenga ninguna validez. Primero que todo, el hecho

de que hay dos tipos diferentes de países en el mundo es una realidad concreta

palpable y bastante importante. Pero como lo dijera Lenin, esos linderos son

condicionales y relativos, no absolutos; y a pesar de la distinción general, el que

las revoluciones procedan allí en una o dos etapas, también es relativo y

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83 condicional, no absoluto; y en general está más determinado por lo que ocurre

en el mundo en su totalidad que por lo que ocurre en un país.

Por ejemplo, si la revolución en Alemania hubiera precedido a la Revolución

Rusa, la Unión Soviética hubiera lidiado de otra forma con el campesinado;

hubieran podido lidiar con el campesinado de forma diferente, y no es que haya

un principio que diga que uno tiene que ser buena persona con el campesinado,

no se trata de eso. Hubieran podido ser “buenas personas” con ellos en una

forma diferente; es decir, hubieran logrado neutralizar y ganarse a buena parte

del campesinado y no hubieran tenido que hacer muchas de las cosas que

hicieron, porque hubieran tenido una base material más fuerte y por lo tanto una

base política más fuerte. Así que estos asuntos no son absolutos.

Más aún, Mao habló de cómo la guerra contra el Japón fue una larga fase de

preparación para la victoria final de la Revolución China y hasta lo expresó en su

estilo característico, agradeciéndole al imperialismo japonés por invadir a China

y de ese modo apresurar la Revolución China. Bueno, claro que ésa no es

realmente su manera de ver las cosas, pero Enver Hoxha o sus seguidores no

lograrían captar el significado de lo anterior. Pero el quid es precisamente que

cuando Mao partió para las Montañas de Chingkang en 1927, él no sabía que se

iba a desatar una guerra contra los japoneses. Bueno, en ese entonces fue

correcto retirarse al campo y no pretendo ponerlo en duda; pero las cosas

hubieran podido desenvolverse de modo diferente, de modo que hubiera sido

correcto bajar de las montañas.

No es un absoluto que se tuvieran que quedar 20 años en el campo. Fue correcto

en vista del desarrollo concreto de los acontecimientos, y no pretendo introducir

aquí agnosticismo o relativismo, pero precisamente porque las cosas en el

mundo no estén predeterminadas, porque no tienen un “movimiento típico” y

porque las cosas se determinan más en una escala mundial, no era algo

preordenado que se tuvieran que quedar en el campo, o en lo alto de las

montañas durante 20 años. Bueno, insisto que esto no pretende negar la

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84 distinción esencial entre los dos tipos básicos de países y los dos tipos de

revoluciones, ni negar el punto recalcado en “Principios fundamentales...”34 de

que el campo, el trabajo y lucha políticos, y el papel de la lucha armada en el

campo, es por lo general de gran importancia en los países coloniales y

dependientes. Lo que urjo aquí es la necesidad de armarse con un método y una

concepción del mundo materialista dialéctica e internacionalista al abordar la

cuestión de cómo hacer revolución en países determinados y de cómo encaja

eso en la situación mundial general y la lucha revolucionaria mundial.

Pero hay una crítica específica que hacerle a Mao sobre la cuestión de naciones,

la lucha nacional y la revolución mundial: no sólo en la entrevista con Anna

Louise Strong y en “A propósito de nuestra política”, también en la polémica

sobre la Línea General35, se manifiesta una tendencia a ver las cosas de forma

demasiado país por país separados entre sí, demasiado en términos de naciones

y lucha nacional, y demasiado en términos de identificar a un enemigo y agrupar

a todo mundo contra él. En el caso de la polémica de la Línea General, en ese

entonces consideraban al imperialismo estadounidense como el enemigo

principal y le aconsejaron a los otros países imperialistas que lucharan contra el

capitalismo monopólico y las fuerzas reaccionarias que traicionaban los

intereses nacionales, es decir, los aliados del imperialismo estadounidense; en

términos generales esto fue incorrecto, aunque desde una perspectiva histórica

y en términos de su contribución a la lucha contra el revisionismo y el

imperialismo, definitivamente hay que sustentar y defender esas polémicas de la

Línea General.

En esencia, todo esto demuestra precisamente la necesidad de aprender tanto

de los puntos positivos como de los negativos, de ser resueltos y profundizar

nuestra capacidad de fortalecer la aplicación de la metodología fundamental de

la dialéctica materialista y el marxismo-leninismo como una ciencia, lo que

incluye el espíritu crítico científico del marxismo-leninismo y, sí, el pensamiento

Mao Tsetung. Y la importancia de todo esto se centuplica a la luz de la

agudización de las contradicciones mundiales y de la coyuntura histórica en que

estamos entrando a escala mundial.

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85

II. Más sobre la revolución proletaria como proceso mundial

Aquí solamente quiero plantear unos cuantos puntos brevemente—en particular,

más sobre la fundación material del internacionalismo proletario. El artículo que

mencioné antes se titula “Sobre la fundación filosófica para internacionalismo

proletario”, porque tenía que ver con la cuestión de lo interno y lo externo (la

base interna y las condiciones externas del cambio de algo); pero claro que la

filosofía se basa en la materia y la base filosófica es el reflejo de la base material.

Todo esto se entrelaza con una comprensión más profunda de la contradicción

fundamental de la época burguesa a escala mundial y de cómo se integra todo

esto en el proceso general; y más aún, tenemos que discernir cómo esto se

aplica incluso a la situación de los países socialistas que existan en este período,

es decir, el período de la transición mundial de la época burguesa a la época del

comunismo mundial.

Uno de los principales temas con que he venido bregando y que salió a relucir

en la cinta del Primero de Mayo de 198136 y en otros lados, es el problema del

desequilibrio en el mundo, por así decirlo. Esto tiene que ver con la cuestión de

la contradicción entre las fuerzas y las relaciones de producción, por un lado, y

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86 por otro, con la interpenetración de esto con la base y la superestructura—tanto

en países específicos (los países socialistas, entre ellos) como en general y

principalmente, a escala mundial. Y todo eso tiene mucho que ver con la

complejidad y sinuosidad del proceso de la revolución proletaria que avanza

hacia el comunismo mundial.

¿Qué quiero decir con desequilibrio? Lenin, por supuesto, insistió en la distinción

básica entre el puñado de explotadores imperialistas y estados imperialistas

avanzados y la gran mayoría del pueblo del mundo en situaciones de

dependencia y colonialismo. Pero el problema se ha desarrollado de una forma

más aguda, en el sentido de que las fuerzas de producción avanzadas del mundo

están concentradas—tal vez hasta en un sentido cuantitativo absoluto, pero de

seguro, cualitativo—en un puñado de países avanzados. En tales países (y no

sin relación con lo anterior) el proletariado, amplios sectores de éste y las masas

en general, para decirlo sin pelos en la lengua, a veces no pasan tanta hambre,

y muchas veces no están tan deseosos de cambios radicales. Hay sectores y

capas que lo desean, pero no muy a menudo ocurre que amplias masas

populares exijan un cambio radical de toda la estructura social. Por otra parte,

hay inmensas áreas del mundo donde las masas viven en situaciones

desesperadas.

Una de las cosas que en realidad me enfurece de los social-chovinistas y de la

gente que dice: “¿qué más da?, ya sea el país imperialista o no, todos van por el

camino capitalista y todos están desarrollando el capitalismo, algunos llevan 100

años de atraso, algunos están no-sé-cuántas máquinas detrás de otros, y así por

el estilo”, es que es muy fácil para la gente que vive en uno de esos países

imperialistas, incluso en los países imperialistas europeos, decir eso. En esos

países los trenes funcionan puntualmente, los camiones transportan mercancía

de un extremo a otro del país y hay un mercado integrado (no que todo sea suave

y parejo, porque así no son las cosas, y mucho menos cuando se trata del

capitalismo), y si hay una severa crisis, el índice de desempleo es de 8%. Pero

en la gran mayoría del mundo, un índice de 8% de desempleo sería un milagro—

todo el tiempo está a 30% ó 40% y eso sin mentar cuando hay una crisis

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87 realmente aguda. Y fuera de unas cuantas cabeceras, son lugares

supremamente atrasados y los trenes ni llegan a la mayoría de las regiones,

mucho menos funcionan puntualmente, y las mercancías no son trasladadas

velozmente por todo el país, ni hay una economía articulada (en el sentido de las

economías capitalistas avanzadas, donde los lazos entre los diferentes sectores

y entre la inversión y el consumo producen una economía nacional integrada).

Ese chovinismo economista, imperialista es algo enfurecedor; que la gente diga:

pues capital es capital, ¿qué más da de qué nacionalidad sea? Piensan que

están haciendo un análisis penetrante hablando de relaciones de producción,

cuando en realidad lo ven restringidamente en un marco de referencia nacional

y no ven que una relación de producción supremamente importante para el

mundo en su totalidad es la relación de producción (porque eso es lo que es)

entre el imperialismo y las naciones oprimidas. Eso también es una relación de

producción, y una decisiva en el mundo en general y más importante que la

relación de producción entre un obrero de fábrica y otro de bodega en los países

imperialistas.

De todos modos, de un lado hay países avanzados donde se concentra la

mayoría de las fuerzas de producción, pero donde los sentimientos

revolucionarios, el nivel de lucha y la conciencia de las masas por lo general y la

mayor parte del tiempo no están a un nivel muy alto—por lo menos hasta ahora.

Y tal vez haya necesidad de decirlo (aunque no debería haberla) que eso no es

ni por el forro lo mismo que la línea de que la revolución no es posible o que no

hay verdaderas perspectivas de que ocurra, incluso ahora, en esos países

avanzados.

Y de otro lado, en la mayoría del mundo las fuerzas de producción son atrasadas

y el desarrollo de las fuerzas de producción que existe está bajo la dominación

del capital financiero y el imperialismo internacionalmente, que deforma y

desarticula esas economías. La gente vive en una situación mucho más crítica,

y desean mucho más un cambio radical; pero también están en una situación

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

88 mucho más atrasada, primitiva, mucho menos concentrada y socializada (en lo

que hay, en este sentido, algo fundamentalmente importante) y francamente,

aunque anhelan un cambio y están más dispuestos a apoyar la revolución, por

lo general la etapa de la revolución ahí es una de democracia burguesa, si bien

de nuevo tipo. Y aunque exista la posibilidad—y debemos recalcar posibilidad,

no certeza—de que se pueda desarrollar bajo el liderato del proletariado (ésa es

otra ley mecanicista de la revolución que hay que declarar ilegal: que cualquier

revolución contra el imperialismo en esos países sólo puede ser dirigida por el

proletariado) no obstante, hay un problema. Aunque la gente anhela un cambio

radical y está más dispuesta a ser movilizada para la revolución—aunque no sin

contradicción y no simple y fácilmente, pero más prestamente en torno a la

bandera de la revolución—con todo y eso, la etapa y el contenido de la

revolución, aun si está bajo el liderato del proletariado, generalmente

corresponde a la democracia burguesa y a la etapa de liberación nacional.

Todo esto representa y plantea una complicación adicional en el proceso de la

revolución proletaria en todo el mundo. En Occidente—y hablo de Occidente en

términos de los países imperialistas, la Unión Soviética inclusive—ha resultado

más difícil hacer revolución en este período que en el Este, es decir, los países

coloniales y dependientes en lo que generalmente se denomina el “tercer

mundo”. Pero también se ha visto que es supremamente difícil guiar y mantener

la revolución allí donde se puede hacer y se ha hecho más fácilmente, y esto es

algo que no tiene una solución simple.

Claro que sí logramos un gran adelanto cualitativo (que es lo que sería) en tomar

el poder en una (o más) de las ciudadelas imperialistas, eso sería un nuevo salto

adelante para el proletariado internacional y crearía una nueva libertad, aunque

no debemos forjarnos ilusiones de que hacer revolución en un país imperialista

quiere decir que el proletariado heredará al tomar el poder ese país y sus fuerzas

de producción en las condiciones previas, por ejemplo cinco años antes de que

comenzara la revolución, y probablemente la guerra mundial también. Pero con

todo, eso sí representaría un salto cualitativo de un cierto tipo, aunque no

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

89 cambiaría, no podría cambiar el hecho o eliminar el problema de que hay una

complejidad adicional debido al desequilibrio que he descrito y comentado aquí.

Todo esto entonces suscita problemas, claro, pero lo que también hace, de otro

lado, es aumentar la importancia del internacionalismo y al mismo tiempo, la

importancia de aprehender, de profundizar nuestra comprensión de todo el

movimiento de las espirales que conducen a coyunturas, cuando todas las

contradicciones a escala mundial se concentran y se intensifican, y con ello las

posibilidades de hacer revolución. Esto se opone a puntos de vista que o bien

niegan, no comprenden, o si lo hacen en parte, tratan incorrectamente toda la

cuestión del movimiento en espiral hacia una coyuntura a escala mundial, y

contraponen a ella ideas erróneas, como las que representa la teoría de la crisis

general, puntos de vista lineales a los que me referí anteriormente.

De manera que esto plantea problemas pero también profundiza y aumenta la

importancia de que entendamos el imperialismo y la necesidad de que

asimilemos esta metodología y análisis correctos, precisamente porque, como

ya lo dije, aun si se aprovechan al máximo los avances en todo momento—

incluso en los momentos decisivos de coyunturas mundiales—no todo se ganará

de una sola vez, en una coyuntura y ni siquiera, con toda probabilidad, sólo en

unas dos intentonas. Por lo tanto, el problema de cómo lidiar con ese

desequilibrio, cómo hacer los mayores adelantos y luego cómo hacer de los

países socialistas bases de apoyo para la revolución mundial, persistiré y tomará

formas muy agudas. No podremos borrar a punta de deseos los problemas

tocantes a los estados socialistas que emerjan en un mundo dominado por el

imperialismo. Con toda probabilidad, ya sea que hagamos o no un gran adelanto

esta vez por lo que se refiere a la revolución en una (o más) de las ciudadelas

imperialistas, incluso una de relativamente menor calibre, estos problemas

persistirán. Ya sea que se dé un gran adelanto o no, con todo no podremos

ignorar el problema de que va a haber un cerco imperialista y que la presión,

tanto material como ideológica, que ese cerco ejercerá sobre el proletariado en

el poder y el estado socialista será inmensa.

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

90 Es el problema de cómo cumplir en la práctica lo que se ha forjado a un nivel

superior en el Programa del Partido, es decir, avanzar en la transformación

socialista en el país (o países) donde ocurran grandes adelantos como una parte

subordinada, no sólo como una base de apoyo en abstracto, sino como una parte

subordinada a la revolución mundial. Es un problema con el que tenemos que

empezar a bregar hoy mismo, precisamente porque si proseguimos la línea

correcta con la metodología correcta puede darse—si no en Estados Unidos

entonces en otra(s) ciudadela(s) imperialista(s), y tal vez en Estados Unidos

mismo—ese salto adelante, la toma del poder, cuando esta cuestión estará a las

claras e insistentemente a la orden del día. Y, como es obvio, estos principios

fundamentales se aplican y son cruciales para el proletariado internacional en

cualquier lugar (en cualquier tipo de país) donde logre tales grandes adelantos y

establezca estados socialistas.

Además de eso, quiero comentar sobre otro tema en particular: ¿Qué tanto se

puede avanzar en un solo país socialista? Decir simplemente que se ha

comprobado y establecido históricamente que el socialismo es posible en un solo

país—incluso si no damos por sentada la pregunta y profundizamos nuestra

comprensión de lo que es el socialismo y decimos que en realidad hay un camino

socialista y que es posible recorrerlo y permanecer en él, por lo menos durante

un tiempo significativo, usando la analogía del camino—, todavía no se ha

resuelto siquiera que sea posible que el socialismo se dé en absolutamente todo

país bajo todas las circunstancias. El hecho de que ha sido posible hacerlo en

algunos países, en ciertos momentos, no prueba que sea posible implementar el

socialismo en todo “país individual” en todo momento. Pero, prosiguiendo, me

parece que hay una limitación (y esto es algo con lo que estoy tratando de bregar,

y sólo he comenzado a hacerlo), aunque no un límite absoluto en un sentido

mecanicista, de qué tanto se puede avanzar en un solo país socialista.

Aquí quiero mencionar que hay una vieja acusación a la que hemos respondido

“no culpables” y a la que ahora debemos responder “la acusación es justa, pero

no es crimen”; es el viejo cargo que nos restriegan los imperialistas—de una

forma deformada por supuesto—de que los países socialistas en especial, como

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91 lo remachan ellos, tienen también una necesidad de expandirse y conquistar más

del mundo, o se chocarán contra sus limitaciones. Y en mi opinión a eso

debemos responder que somos culpables pero no es crimen. Por mucho tiempo

lo hemos negado, diciendo que somos inocentes y que es una calumnia. Y ahora

creo que tenemos que responder que aunque es injusta la acusación, tiene algo

de cierto, y al decir eso me refiero, obviamente, a algo cualitativamente diferente

de la necesidad que tienen los imperialistas de esferas de influencia para

exportar capital, para explotar más gente, para tratar de transformar el mundo a

su imagen y semejanza, o mejor dicho, para deformarlo bajo su dominación.

Tampoco debemos caer en la metafísica del otro lado con esto, es decir, ser

absolutistas sobre las limitaciones de qué tanto se puede avanzar en la

transformación socialista de un país. Pero aquí hay una verdad básica, y no me

refiero a la necesidad de un país socialista, como país, de obtener materias

primas y de dominar más territorio y de poner más recursos naturales y gente de

diferentes países bajo su yugo: eso sí es una calumnia imperialista; no me refiero

a eso, eso no es más que el espejo que los imperialistas se ponen en frente.

Por lo que se refiere a sostener el poder y avanzar más en el camino socialista—

y no sólo desde el punto de vista de un estado socialista sino en especial desde

el punto de vista del proletariado internacional—el problema más bien es que

hay un límite, como lo dije, a qué tan lejos se puede llegar en la transformación

de la base y la superestructura dentro de un país socialista sin hacer avances

ulteriores en conquistar y transformar más del mundo; no en términos de

conquistar más recursos naturales o gente, como lo hacen los imperialistas, sino

en términos de hacer transformaciones revolucionarias. (En la carta “Sobre la

fundación filosófica para el internacionalismo proletario”, se insinuó esto y se tocó

de pasada).

Según lo que entiendo, la razón de esto es, primero que todo, que el cerco

imperialista ejerce una influencia ideológica y una presión militar, política y de

otros tipos. Pero también hay el hecho de que ésta es la época de un solo

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92 proceso mundial y eso tiene una base material, no es sólo una idea. Lo que

puede parecer lógico aun en términos de producción y de la utilización de la

fuerza de trabajo y los recursos dentro de un país particular, llevado más allá de

cierto punto, aunque parece lógico para ese país, es ilógico si se lo considera a

escala mundial. Y eso reacciona sobre ese país y se convierte en una política

incorrecta (no la mejor utilización de las cosas siquiera dentro de ese país) y

empieza a obrar no sólo contra el desarrollo de las fuerzas de producción, sino

también en relación dialéctica con ello, contra ulteriores transformaciones en las

relaciones de producción (o la base económica) y la superestructura.

No es posible avanzar por siempre de una forma lineal de país en país, avanzar

en una dialéctica separada dentro de los países socialistas, si bien con sus

vueltas y revueltas, derrotando a veces la restauración capitalista y apoyando a

los pueblos del mundo; en algún momento dado, eso se ha de convertir en su

opuesto—por razones materiales, y también debido a su interpenetración con

razones ideológicas, políticas y hasta militares.

Aquí hay una verdad, que si se comprende correctamente con la dialéctica

materialista, refuerza el internacionalismo proletario y puede fortalecer, si se

aplica conscientemente, la lucha revolucionaria del proletariado internacional en

general, a lo largo de su camino y luchas inevitablemente largos y tortuosos, en

los que se destacarán coyunturas críticas, cambios radicales, saltos y

levantamientos dramáticos.

Esto me recuerda que en el folleto Los comunistas son rebeldes37, este problema

como que se echa a un lado por la necesidad de enfocarse en las

contradicciones específicas concentradas ahí. Por ejemplo, en la página 6 del

folleto simplemente se dice: “ ... están familiarizados con nuestro análisis de

cómo la lucha de clases dentro de un país socialista desempeña un papel de

interacción con la lucha de clases internacionalmente, y sobre el hecho de que

la lucha contra la restauración capitalista en un país socialista, y para lograr el

avance hasta el comunismo, sólo puede llevarse a cabo con éxito si se actúa de

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93 concierto con la lucha revolucionaria entera y a escala mundial”, lo que no es

totalmente incorrecto, pero al mismo tiempo, como lo muestra la diferencia (es

decir los avances) entre los borradores delPrograma y Constitución del Partido y

su versión final, nuestra comprensión de este punto en especial, se ha

desarrollado cualitativamente en un cierto sentido.

Mejor dicho, hemos refinado nuestra comprensión del hecho de que el

internacionalismo proletario es y debe ser la fundación para el proletariado y su

partido en todo país. Antes de la toma del poder esto es un asunto crucial, pero

lo es más aún después de ella. Y es en este sentido que va todo lo que he dicho

de que podemos v debemos responder, de buena gana y con desafío que somos

culpables pero no es crimen, a la acusación de que necesitamos seguir

avanzando y ganando más del mundo, o de lo contrario nuestros avances se

convertirán en su opuesto.

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III. El leninismo como el puente

Con “el leninismo como el puente” quiero decir que en la situación de hoy, el

leninismo es el eslabón clave en la defensa y aplicación del marxismo-leninismo,

pensamiento Mao Tsetung. Voy a decirlo de una manera un tanto provocativa:

sin el leninismo, el marxismo es social-chovinismo y social-democracia

eurocéntricos; sin el leninismo, el maoísmo es nacionalismo (y también, en

ciertos contextos, social-chovinismo) y democracia burguesa. Bueno, esto puede

sonar no más como axiomas fáciles, pero son pertinentes, tienen verdadera

importancia y a mi modo de ver son una valoración de la experiencia con ciertos

fenómenos que existen en el mundo y sobre los que se requiere una lucha más

profunda.

Bueno, una vez dicho eso a manera de introducción bastante pungente y

provocativa, quiero decir unas cuantas palabras más sobre el derrotismo

revolucionario en términos de su opuesto: el social-chovinismo. Primero un

comentario somero, de pasada, sobre un punto especialmente injurioso en el

folleto Sooner or Later38 (Tarde o temprano) y en un artículo impreso por un grupo

australiano que publica un boletín donde están debatiendo este mismísimo

asunto del social-chovinismo y la teoría de “los tres mundos”. Los miembros de

este grupo australiano en términos generales apoyan a Mao y en general ellos

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95 se oponen a los revisionistas chinos, pero por lo visto se dividen marcadamente

respecto a la política internacionalista leninista y el social-chovinismo, la teoría

de “los tres mundos”.

En uno de los artículos que defiende la teoría de los tres mundos, como en el

folleto Sooner or Later, una de las cosas más nauseabundas es leer su versión

completamente sofista de “internacionalismo”. Dice que sería supremamente

estrecho y nacionalista de parte nuestra luchar no más contra nuestra propia

burguesía y no pensar en la situación mundial total y en toda la lucha mundial, lo

que traducido quiere decir: “Es estrecho y nacionalista de parte nuestra luchar

contra nuestro propio imperialismo, nuestra propia burguesía y tratar de

tumbarlos; para ser internacionalistas debemos apoyar y reforzar nuestro propio

imperialismo y nuestra propia burguesía”.

Y en el artículo australiano en cuestión esto salió a relucir de una manera muy

marcada, porque el autor elaboró toda una explicación repugnante y almibarada

de que “pues aquí estamos, nos explota y oprime el imperialismo estadounidense

y occidental y se nos haría muy fácil olvidarnos de la gente de otras partes del

mundo explotada y sojuzgada por el imperialismo ruso y del hecho de que éste

representa el mayor peligro para los pueblos del mundo, y podríamos no más

pensar en nosotros mismos y en el hecho de que nuestro imperialismo nos

explota a nosotros—eso sería simplemente nacionalismo”. Lo que me saltó a la

mente de inmediato es que el verdadero problema que tal gente considera es

que “el imperialismo ruso no nos está dando nada de las utilidades de su saqueo

del mundo, pero nuestro imperialismo sí lo hace”, y esto, traducido y reducido a

su esencia, es el internacionalismo de esa gente. Pero sigamos adelante....

Quiero comentar ahora sobre el nihilismo nacional y el orgullo nacional. Aquí se

presenta nuevamente un caso donde Lenin de hecho se opuso al leninismo,

aunque no lo dijimos por escrito al publicar el artículo sobre el nihilismo nacional.

Pero algunos (en particular el Partido Marxista-Leninista, Estados Unidos, antes

denominado COUSML) hicieron notar esa contradicción. Salieron con un artículo

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96 de 1914 escrito por Lenin titulado “El orgullo nacional de los gran rusos”39, en el

que en vez de decir que no deben tenerlo, él, francamente, hizo todo un intento

de combinar dos en uno. Uno puede ver el tipo de presión que tenía encima, la

guerra acababa de estallar y no sólo había una represión feroz por oponerse a

la guerra, sino que asimismo una ola de patriotismo (chovinismo) recorría a

Rusia. Ahora bien, Lenin no se contrapone a la línea del derrotismo

revolucionario; fundamentalmente la defiende, pero combina dos en uno en el

sentido de decir básicamente que es porque tenemos orgullo nacional que no

podemos soportar que Rusia juegue este rol imperialista en el mundo y que se

encuentre bajo la dominación de estas clases reaccionarias. Francamente, se

trata casi con puntos y comas de todos los mismos razonamientos que él refuta,

de manera bastante poderosa, cuando los expone Rosa Luxemburgo bajo el

seudónimo de Junius, como por ejemplo en su artículo “El folleto de Junius”40 y

también, muy poderosa y despiadadamente en La revolución proletaria y el

renegado Kautsky41. Pero en este artículo de 1914, Lenin va contra la orientación

general del leninismo sobre esta cuestión crucial.

Como lo recalqué antes, existe el leninismo y existe Lenin, y si Lenin no siempre

se mantuvo fiel al leninismo, eso no hace que el leninismo sea ni un tris menos

de lo que es. Esto, de cierta forma, nos devuelve al punto al que me referí antes

sobre la línea general que promulgó la Comintern—es decir, la línea del frente

unido contra el fascismo—porque Dimitrov seleccionó y machacó este artículo

en particular—“El orgullo nacional de los grandes rusos”—y este punto, y los usó

para promover toda esa línea en su informe y toda la formulación del frente unido

contra el fascismo de singularizar a los estados fascistas como el enemigo

principal.

En un país imperialista, los imperialistas defienden firmemente la bandera

nacional. A esto le subyace un punto muy importante de economía política

marxista-leninista. El capital imperialista tiene que operar en un plano

internacional; es una precondición de su reproducción. Y a veces, como lo

observó Lenin, acelera el desarrollo económico en algunos de los países

atrasados. Pero esto se da dentro de una estructura de dominación y

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97 sojuzgamiento, e íntimamente relacionado a esto, el capital imperialista, a pesar

de todo su “internacionalismo”, sigue siendo profundamente nacional y estando

anclado en su mercado nacional; por lo tanto, tiene profundos intereses

materiales fincados en la defensa de los intereses de su nación. Esto es algo

crucial que se analiza y elabora cabalmente en el libro por publicarseAmerica in

Decline42.

Estimo que la línea planteada en el artículo “Acerca de la cuestión del supuesto

‘nihilismo nacional’” en Revolución, no sólo es correcta, sino que es

supremamente importante de captar y profundizar. Sobre esto se han dado

problemas muy serios, inclusive entre lo mejor en el movimiento comunista

internacional, y tiene que haber más destrucción y ruptura radical. Es un proceso

que apenas hemos empezado; tenemos que avanzar con ímpetu y firmeza bajo

el glorioso estandarte ideológico del “nihilismo nacional”. Este es un asunto

central sobre el que mucha gente, ya sea de la tendencia del presunto

“marxismo” o del presunto “maoísmo”, disiente con Lenin y por lo que lo atacan

abiertamente, diciendo que Lenin ahora es anticuado, o que eso ya no es

aplicable.

Algo similar ocurre con el fenómeno del economicismo, el economicismo

imperialista en especial, una frase que Lenin usó de modo un tris diferente al que

yo le doy aquí, pero fundamentalmente con el mismo tema central en mente. El

la usó desde el punto de vista de referirse a gente que negaba el derecho de

independencia política de las naciones oprimidas, en particular las colonias.

Esos economistas-imperialistas trataron de reforzar sus argumentaciones

mostrando el hecho de que ningún país a menos que realmente fuera socialista

(y ahora podemos ver más claramente que eso no es cierto ni siquiera en un

sentido absoluto), que ningún país podía liberarse del enmarañamiento y la

dominación del capital financiero y del imperialismo, por lo menos de forma

cualitativa, a menos que fuera socialista. A partir de esta verdad dieron un salto

oportunista a decir que no valía la pena hablar de independencia política ni

liberación nacional.

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98 Lenin tachó eso de “economismo imperialista” y dijo que esa gente era incapaz

de captar la dialéctica entre la política y la economía, y que la cuestión de la

lucha por la liberación nacional, en particular en las colonias, era supremamente

importante y no se podía negar sobre la base de que a fin de cuentas era

imposible ser verdaderamente independiente sin romper completamente con la

dominación del imperialismo (capital financiero) en la esfera económica. Pero

aquí usamos el término (aunque no quiero profundizar mucho más sobre esto

pues se estén discutiendo y escribiendo otras cosas al respecto) bajo una luz un

tanto diferente, concretamente con respecto a la gente que subvalora el papel

de la política y el internacionalismo en los países imperialistas.

Hay que reconocerlo, el economicismo es remalo de cualquier forma, e incluso

donde las masas sufren angustiosamente, donde la lucha económica adquiere

un cariz mucho más agudo y se vuelve la lucha del pueblo por el pan, por el

combustible y por la supervivencia, literalmente, y tiene mucho más potencial de

convertirse en una lucha enconada y de ser parte de un levantamiento

revolucionario o un movimiento revolucionario entre las masas y de contribuir a

ese movimiento; aun en esas condiciones (que prevalecía en Rusia cuando

Lenin luchaba contra el economicismo) todas las cosas que Lenin recalcó sobre

el economicismo son ciertas. Pero es mucho peor cuando uno está hablando de

él en un país imperialista, que no sólo tiene una poderosa aristocracia obrera

sino amplios sectores rotundamente aburguesados, donde casi sería exagerar

describir mucha de la lucha económica como lucha y definitivamente sería

exagerar llamarla una lucha significativa de cualquier tipo.

En ese contexto, predicarle economicismo a los obreros y enfocar su atención

en la restringida esfera de las relaciones con su patrón, o incluso, francamente,

en la restringida esfera de sus relaciones con su propia burguesía, sin enfocar

su atención hacia el mundo como un todo, es lo que yo denomino economicismo

imperialista o chovinista. Tal economicismo imperialista no sólo restringe el

movimiento al reformismo, sino que lo lleva al servicio de la contrarrevolución,

en especial mucho más si es una política consciente. De hecho, en relación a los

países imperialistas, si uno adopta la postura de la nación, especialmente en

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99 vista de lo que comenté antes sobre el desequilibrio y las relaciones

internacionales de producción, quizás valdría más seguir siendo imperialista.

Pero si uno adopta el punto de vista del proletariado—lo que sólo puede significar

el proletariado internacional—sería mejor hacer la revolución socialista y

convertir un país imperialista en una base de apoyo para el avance de la

revolución mundial y el avance al comunismo. No se trata de echarle la culpa a

los obreros, ni siquiera a los retrógrados, quienes son economicistas

espontáneamente, sino a los comunistas que siguen a la zaga de esto y lo

fomentan a nombre de la clase obrera, del socialismo y el comunismo.

Ahora un punto marginal. En ¿Qué hacer? Lenin preguntó qué había de común

entre el terrorismo y el economicismo. Y Lenin tenía muy en claro que los

comunistas se oponen a los métodos del terror individual, asesinatos, etc. Y los

comunistas auténticos se les oponen no porque esas cosas sean

superrevolucionarias (como sus proponentes a veces insisten y como sus

adversarios burgueses a veces alegan) sino porque en verdad y en última

instancia no son revolucionarias, no conducen a la revolución ni son una

estrategia para la revolución. No se trata de condenarlas, se trata de

reconocerlas como tendencias y luchar contra ellas como tal, porque no son una

estrategia para la revolución y no pueden conducir a ella.

Esto se aplica incluso a las variantes que tratan de adoptar una dimensión

adicional y vincularse con tendencias anarco-sindicalistas y tratan de hablar de

la transformación de la sociedad y la lucha en forma más amplia que

simplemente el aspecto militar, pero que tienen en común con los economicistas

(ya sea en la sociedad capitalista o socialista) el hecho de que dejan de lado, o

por lo menos subvaloran significativamente, la cuestión crucial de la

superestructura, la política, la ideología, los asuntos mundiales y el

internacionalismo. Y como ya lo dije, hay quienes a veces desde el vértice

terrorista y a veces desde el vértice economicista (o de una combinación de

ambos, con frecuencia) incluso si hablan de la revolución en toda la sociedad o

aun una que otra vez de la revolución mundial, reducen las cosas al sentido más

limitado de cómo transformar las relaciones de producción y cómo controlar, a

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100 veces hasta literalmente, una fábrica individual y precisamente dejan de lado y

subvaloran la cuestión crucial de la política, la ideología, los asuntos mundiales

y la superestructura—que es adonde se concentran y se disputan estas

cuestiones de una forma concentrada.

Eso es un punto secundario pero importante, porque la cuestión de dónde se

concentra la atención de los obreros es, como ya lo dije, importante en todos los

países. El economicismo es pésimo donde quiera que sea; pero especialmente

en los países imperialistas, restarle importancia a la cuestión de la

superestructura, la política, la ideología y concentrar la atención de los obreros

estrechamente en la esfera de la relación con sus propios patrones o incluso con

su propia burguesía y su propio estado, en la realidad quiere decir voltear de

seguro a los obreros contra el resto del proletariado internacional. No importa

que eso se haga con una retórica revolucionaria ni con acciones que bajo la guisa

del terrorismo tienen una apariencia revolucionaria, aun así, en esencia y de

fondo, se trata de reducir las miras de los obreros y voltearlos no sólo en la

dirección contraria a la revolución en general, sino contra el resto del proletariado

internacional.

Ahora quiero mencionar brevemente la cuestión del partido, un aspecto muy

subestimado, continuamente y hasta hoy en nuestra propia historia, hay que

decirlo. Para concluir regresaré a este tema un poco más a fondo. Lo que trato

de hacer aquí es un esbozo de los puntos claves del leninismo que de hecho lo

hacen el puente, y lo que quiero decir con el puente, es precisamente el puente

entre el marxismo y el pensamiento Mao Tsetung, lo que es hoy el eslabón clave

en darle al marxismo-leninismo, pensamiento Mao Tsetung su carácter integral

general y síntesis como la ciencia de la revolución y la ideología revolucionaria

del proletariado.

Es en este contexto que salto del punto del derrotismo revolucionario vs. social-

chovinismo y la cuestión de enfocar la atención de los obreros sobre la política y

los asuntos mundiales en oposición al economicismo, en especial al

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101 economicismo imperialista y chovinista. Estas son cuestiones cruciales sobre las

que muchos que alegan ser marxistas, marxista-leninistas, hasta maoístas, con

frecuencia se alían y toman una postura en oposición a la línea leninista, de una

forma u otra, y a menudo abiertamente. Y a fin de cuentas, el partido es una

esfera donde las contribuciones de Lenin y la línea leninista han sido un avance

cualitativo en el marxismo y en la lucha del proletariado internacional. Por lo

tanto, no es sorprendente que sea también una esfera donde a menudo se da

una enconada y acerba lucha en oposición a la línea leninista por parte de los

“marxistas clásicos” o de fuerzas “maoístas” novatas.

Desde el ángulo de los “marxistas”, muchos de ellos rechazan el partido leninista

y ven en él (como lo explayaré más adelante) el germen, la semilla, o la base de

toda la degeneración de la revolución en Rusia, ven en él una dictadura del

partido y de un puñado de burócratas. Por otro lado, los supuestos y presuntos

“maoístas”, piensan que debido a la experiencia de la Revolución Cultural en

China, el principio básico del partido leninista, del centralismo democrático y

demás, ha sido superado y sobrepasado, que ya no es correcto ni aplicable, y

que se puede hallar una nueva forma, es decir, una nueva forma democrática-

burguesa con la cual eliminar el papel del partido. Recordarán que en la cita que

mencioné anteriormente sobre la Comuna de París, Mao recalca que tenemos

que tener un partido; aunque dice sarcásticamente: “No me importa si es un

partido comunista o un partido social-demócrata”, él se refiere a un partido

comunista leninista: eso es claro, ¡y lo podemos decir sin temor a que nos

confundan con Enver Hoxha!

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102

IV. Hacia un balance del movimiento marxista-leninista que surgió en la década de 1960 y del factor subjetivo, a la luz de la situación presente y en desarrollo y de la coyuntura que se perfila

Algo sobre lo que hay muchísima confusión y que por lo tanto es motivo de

desilusión para muchos revolucionarios—más de lo objetivamente necesario—

es por qué, en términos generales, el movimiento de la década del 60 refluyó a

un punto bajo en la década del 70, y por qué y cómo el repunte de lucha que

caracterizó a los anos 60 en el mundo en general y en el “tercer mundo” en

particular se convirtió en su opuesto, no sólo en países determinados, sino en

muchos aspectos internacionalmente.

Esta cuestión crucial de qué pasó con el movimiento revolucionario

(expresamente de mediados de la década del 70 en adelante) y por qué no se

llevaron hasta su término decisivo los levantamientos, por qué no triunfaron del

todo, por qué no se actualizó el potencial que en cierto punto parecían tener, y

por qué en general las diferentes fuerzas imperialistas, el revisionismo y el

socialimperialismo lograron reagruparse y ganar cierto terreno, en tanto que el

movimiento revolucionario en forma general entró en un período pasajero de

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103 reflujo, no puede ser entendido totalmente ni resuelto si se analiza país por país

y se trata de determinar qué pasó con el movimiento en este país y por qué no

avanzamos más o por qué sufrimos reveses y demás. Este es otro ejemplo de lo

imperativo que es analizar las cosas primero que todo y de manera fundamental

a escala internacional.

Aquí quisiera hacer un breve paréntesis en relación a los camaradas de China

que (asumiendo que son auténticos y legítimos) por lo visto han sacado dos

folletos. En el primero de ellos, hacen un balance de su entendimiento, hasta

ahora, de las razones del triunfo revisionista y el revés en China: “Nuestro revés

es el revés de la perseverancia del Partido Comunista de China sobre el camino

de la línea política marxista-leninista, es el revés de la línea revolucionaria de

continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado; también es un revés de

la línea del pueblo revolucionario chino y de pueblos revolucionarios del mundo

en combatir el revisionismo y prevenir el revisionismo. Y, también debido a esto,

cuantas más faltas y errores podamos descubrir conscientemente y señalar de

forma más concreta, más benéfico será para nosotros hacer caso a la

advertencia del pasado y tener más cuidado en el futuro. Así es posible evitar

estas faltas y errores, es posible superarlas y corregirlas, una por una para que

nuestra causa revolucionaria pueda pasar por mil forjaduras y cien fundiciones,

y para que podamos persistir sin tregua en llevarla a cabo hasta el fin”43.

Con ese mismo espíritu quiero decir que me parece que el folleto en cuestión no

llega a la esencia del problema y que al tratar de hacer un balance de esos

errores, se concentraron en esencia en aspectos secundarios e incluso en

algunos casos utilizaron análisis erróneos. En concreto, se presenta una cierta

explicación circular y simplista donde se insinúa que los revolucionarios fueron

demasiado indulgentes con los contrarrevolucionarios y dejaron que se les

escaparan de las manos cuando hubieran podido acabar con ellos de un solo

trancazo. Por supuesto que sería agradable pensar que fue así de sencillo y que

ése fue el error esencial que se necesitaba valorar—y que la primera vez que el

proletariado detente el poder no más aprenderemos a cortar más cabezas y

exterminar más contrarrevolucionarios de un solo golpe. Pero precisamente, me

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

104 parece que si no se rompe con ese marco de referencia, no se puede

comprender el triunfo revisionista.

Ahora bien, me parece muy importante que ese comunicado diga que la pérdida

allá no es sólo de los marxista-leninistas chinos o del pueblo chino, sino de todos

los revolucionarios del mundo entero, el proletariado internacional, y no quiero

subestimar la tremenda importancia de que se adopte una posición y una línea

marxista-leninista y se divulgue, incluso ante el mundo, ni de que se haga el

intento de forjar un nuevo centro marxista-leninista allí. Lo que digo se solidariza

con ese espíritu, pero hay que ponerle atención a los interrogantes más

profundos de por qué no se podía ser menos indulgente con los

contrarrevolucionarios, por qué no resultó más posible descubrir y derrotar a más

de ellos de un solo golpe, por qué se tuvo que llegar a compromisos (y a mi

parecer, en muchos casos había que hacerlos) con elementos vacilantes,

medios o centristas, o gente que a fin de cuentas, cuando más tarde la lucha

llegó a otra crisis u otro punto de concentración, resultó ser contrarrevolucionaria,

y a veces hasta dirigentes contrarrevolucionarios. Y repito, en mi opinión la

respuesta a esto no consiste en la indulgencia equívoca de los revolucionarios,

ni en su falta de vigilancia o de preparación militar—algunos de estos aspectos,

unos más que otros, pueden ser verdaderamente relevantes y válidos, otros me

parece que fundamentalmente no lo son, en concreto el cargo de indulgencia de

parte de los líderes revolucionarios.

De cualquier modo, me parece que sí hay que buscar la explicación del revés en

China en términos del factor subjetivo, así como del factor objetivo, y no puede

ser simplemente un análisis tipo: “Pues la situación internacional se tornó más

desfavorable, de modo que la revolución estaba destinada al fracaso”. Pero

tampoco creo que se pueda ignorar el campo internacional; de hecho, tiene que

considerarprincipalmente el campo internacional en términos de comprender los

factores objetivos que contribuyeron al revés; y en términos del factor subjetivo

también hay que considerar cómo no prevaleció suficientemente una perspectiva

de toda la lucha internacional, y cómo ese error influyó en el campo y el terreno

sobre el que se libró esta batalla. Esto no implica que los líderes de esta lucha,

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105 en particular Mao y los Cuatro (y especialmente los dos que siguen defendiendo

la bandera revolucionaria) no fueron internacionalistas en un sentido

fundamental y general. Pero si bien cometieron errores, no fue en la esfera de la

indulgencia frente a los contrarrevolucionarios; estriban en deficiencias en la

forma de conceptualizar y manejar la relación entre el avance de la revolución

socialista en China y la situación mundial de conjunto y la lucha mundial.

Otro comentario relacionado con esto para reflexionarlo luego, en forma de

pregunta algo provocativa: ¿que tenían en común ¡Viva el triunfo de la guerra

popular!44 a mediados de la década del 60 y la “teoría de los tres mundos”

propuesta en el No. 45 de Pekín Informa en 1977, su formulación teórica general,

si se le puede llamar así? En concreto ¿cuáles son algunos de los temas

comunes implícitos en ambas? En un extracto publicado en el OR45 de algo que

escribí relacionado parcialmente con estos interrogantes, dice (al recalcar la

necesidad de aprender de la impaciencia de Mao, como de Lenin y Marx antes

de él) que muchos de los planteamientos en ¡Viva el triunfo de la guerra

popular!, incluyendo algunos de sus errores, no reflejan sólo las tendencias de

Lin Piao, sino de una manera general—aunque no las peores expresiones—

mucho del pensamiento de Mao en ese entonces. Y asimismo me parece que

(aunque hay una diferencia cualitativa en toda esfera, incluyendo la línea

internacional) también es cierto, como lo mencioné antes, que ciertos elementos

del análisis propuesto en el documento de los “tres mundos”—ciertamente no la

línea política general ni la línea ideológica—reflejan en cierta medida, algo del

pensamiento de Mao y de cómo enfocó estos problemas.

Si uno lee ¡Viva el triunfo de la guerra popular!, dice textualmente que la piedra

de toque, la línea divisoria entre los revolucionarios y los contrarrevolucionarios

en el mundo en ese momento, es el que uno se atreva o no a librar la guerra

popular contra el imperialismo, y si en verdad la apoya o no. Y se estableció que

ésa era la línea divisoria, y en las circunstancias específicas de entonces sí era

una verdadera línea divisoria (es por lo menos cuestionable si se ha debido

determinar que era la línea divisoria fundamental, pero sí era una línea real de

demarcación). Pero luego el mundo cambió y a mi parecer una de las cosas que

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106 ocurrió fue que el cambio en la correlación mundial de fuerzas francamente

agarró desprevenida a la corriente revolucionaria más o menos asociada con

China y que tenía su centro directriz allí y en torno a Mao, y ésta no respondió

correctamente a ese viraje. (No pretendo recurrir a la formulación revisionista de

“correlación de fuerzas”, pero “la correlación mundial de fuerzas” tiene cierta

validez, considerada dialécticamente y de manera materialista). El viraje en la

posición, estrategia, tácticas y métodos de las distintas fuerzas, agarró

desprevenidos a los revolucionarios. No fue el caso que en los años 70 la

oposición de la Unión Soviética a la revolución en el mundo se expresara de

manera consistente, o incluso frecuente, en términos de negarse a apoyar las

luchas armadas y guerras de liberación contra el imperialismo. De hecho,

especialmente en el transcurso de la década del 70 y a medida que cambiaban

las cosas en el mundo, ellos le suministraron armamento y ayuda material en

gran escala a guerras de liberación nacional—sin dejar de atender a sus propios

intereses burgueses, incluso en un estrecho sentido económico muchas veces,

aunque en algunos casos hasta lo hicieron asumiendo pérdidas económicas

inmediatas, con una amplitud de criterio imperialista. Pero una vez que los

revisionistas soviéticos decidieron entrar a este campo de lucha y cambiaron de

su política de evitar a toda costa una confrontación con Estados Unidos (inclusive

negándole apoyo a guerras de liberación para evitar tal confrontación) entonces,

en cierta manera, pudieron suministrar mucho más material y equipo y abrirse

camino entre buena parte del liderato no proletario de muchos de esos

movimientos más que los chinos, por lo menos a corto plazo. Y cuando Estados

Unidos empezó a retirarse de Vietnam, empezó a reagruparse, cuando los

soviéticos empezaron a tener la necesidad y también más posibilidad de

expandirse en el mundo, hubo un inevitable viraje en el movimiento

revolucionario en el mundo.

Esto en particular tuvo inevitables repercusiones dentro de China, en respuesta

a ello. Tuvo mucho que ver con la manera en que Mao entró en contradicción

con Lin Piao (y en que Lin Piao se opuso a Mao) y con las formas en que la

concepción del mundo de Lin Piao, o la concepción encarnada en ¡Viva el triunfo

de la guerra popular!, ya no podía seguir siendo la línea divisoria entre el

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

107 marxismo y el revisionismo. Y por otro lado, esos cambios que se operaban en

el mundo, parte de la coyuntura que se agudiza, se convirtieron en el marco de

referencia en el que algunas de las tendencias erróneas de parte de Mao lo

llevaron a cometer algunos de los errores del tipo que conocemos bien, en

términos de calificar a la Unión Soviética ahora como el enemigo principal y de

buscar desarrollar un frente unido, similar al frente unido antijaponés, pero esta

vez más extensamente a escala mundial, contra la Unión Soviética.

En ¡Viva el triunfo de la guerra popular! se dice que el imperialismo

estadounidense desempeña a escala mundial el papel que desempeñó el

imperialismo japonés en China en la II Guerra Mundial. No hay un salto muy

grande de ahí a decir que la Unión Soviética se ha vuelto el enemigo principal a

escala mundial y que hay que aliarse con otras fuerzas contra ella, aunque es

generalizar más ese error y empeorarlo en las condiciones concretas de la

década del 70. Lo que no se tiene en cuenta aquí, lo que esto tiene en común

con ¡Viva el triunfo de la guerra popular! es que ninguno de los dos capta la

esencia del movimiento y desarrollo en espiral hacia coyunturas (y nuevamente,

esto se hace más claro y adquiere mayores proporciones de problema en la

década del 70, con la agudización de las cosas). Mirándolo desde este ángulo,

Mao en sus opiniones posteriores y ¡Viva el triunfo de la guerra

popular! concuerdan en ver las perspectivas para la revolución casi enteramente

en el “tercer mundo” y expresamente en no captar correctamente la importancia

de la exacerbación y aceleración de las contradicciones y de su amontonamiento

en un haz en la coyuntura. La subestimación de las posibilidades para hacer la

revolución en los países imperialistas es un error común a ambas, ¡Viva el triunfo

de la guerra popular! y la teoría de los “tres mundos”, pero sobresale mucho más

marcadamente en el contexto más reciente del avance hacia una coyuntura

mundial y hacia el aumento y aceleración de las posibilidades de hacer la

revolución en los países imperialistas, posibilidades que no surgen con mucha

frecuencia y que por ende y en cierto sentido, asumen tanta más importancia;

asimismo es un error más serio no utilizarlas o subestimarlas.

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108 Pero una vez dicho esto, también es importante reafirmar lo que plantea el

extracto que mencioné antes titulado: “¿Qué tiene de mal la impaciencia al

servicio del proletariado internacional?”—sin duda esto se le aplicó a Mao en la

década del 60, como se manifiesta incluso en ¡Viva el triunfo de la guerra

popular!, lo mismo que a Lenin y Marx antes que él. Pero más que eso, esto

obviamente se le tiene que aplicar (y tiene que ser aplicado por) aquéllos que

hoy defienden y desarrollan el marxismo-leninismo, pensamiento Mao Tsetung,

porque se necesita volver a recalcar que la situación presente y en desarrollo y

la agudización de las contradicciones hacia una coyuntura a escala mundial,

representa un acendramiento de oportunidades, así como de dificultades y

necesidad.

¡Y no es que estemos hablando en un vacío o simplemente deseando que

aparezcan elementos revolucionarios! Esos elementos ya se están imponiendo

y desarrollando. Esto es cierto incluso en el caso de los problemas de ambas

superpotencias y ambos bloques imperialistas en prepararse para la

confrontación mutua, lo que salta a la vista todo el tiempo, por ejemplo, en la

forma aguda con que se impone en Europa el asunto de las armas nucleares y

el tipo de movimiento que eso está suscitando. Incluso si uno toma en cuenta

que los revisionistas están tratando de pescar en río revuelto, así y todo, la

resistencia va mucho más allá de eso. O fijémonos en las verdaderas dificultades

que tienen los imperialistas estadounidenses en mantener unido su bloque y

superar o mitigar las muy intensas contradicciones en su seno. Por eso es que

la contradicción entre los estados árabes reaccionarios e Israel es una que no

sólo se impone consistentemente, sino que siempre está adoptando nuevas y

diferentes formas. Claro que la lógica extraviada de la gente tipo Sooner or

Later (que se han venido desgañitando, alegando que la Unión Soviética lo tiene

todo a su favor y Estados Unidos tiene un cerro de problemas) dirá a medida que

la Unión Soviética empiece a atravesar dificultades cada vez más

evidentes: “Muy bien, mucho mejor para el frente unido”. Pero desde una

perspectiva marxista-leninista e internacionalista proletaria, está requetebien que

los dos bloques imperialistas, y máxime ambas superpotencias, estén

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109 atravesando tremendas dificultades antes de que siquiera haya estallado el

tierrero.

Y tampoco es que tengamos que inventar o buscar con desesperación los

elementos favorables que ya se están desarrollando fuera de esa especie de

negativo positivo (los acontecimientos positivos en un sentido negativo), es decir,

las dificultades del enemigo simplemente en aglutinar y mantener unidos sus

respectivos bloques. También está el elemento más directamente positivo de los

levantamientos de masas, la resistencia, incluso movimientos y luchas

revolucionarios en los dos bloques, el occidental y el oriental. Estados Unidos

por su parte tiene a El Salvador; la Unión Soviética tiene a Polonia y Afganistán.

Las debilidades del factor subjetivo a escala internacional y dentro de los

diferentes países, resaltan sobre el trasfondo de estos acontecimientos en

particular y de la situación general en proceso de agudización. Pero me apresuro

a agregar que éste no es el momento de mesarse los cabellos, rasgarse las

vestiduras, lamentarse y demás, sobre la crisis del movimiento marxista-

leninista. Como lo reitera el documento Principios fundamentales, es un

momento para redoblar los esfuerzos—a todos los niveles y en todas las esferas:

teórica, práctica y en la relación dialéctica entre ambas—para ponerse a la altura

de los desafíos y oportunidades. Y esto no es simplemente retórica ni

exhortaciones de rutina al deber comunista.

Consideremos no más unos cuantos ejemplos de los desafíos reales ante el

movimiento (internacionalmente y en los distintos países): las rebeliones en Gran

Bretaña e Irlanda del Norte; añádase a esto las revueltas de la juventud, incluso

los levantamientos de tendencias anarquistas en Europa Occidental en

particular; todo esto es a la vez una inspiración y un desafió. Y no es

precisamente fácil darle liderazgo marxista-leninista a movimientos y luchas de

este tipo ni es fácil tampoco forjar, desarrollar y templar una fuerza marxista-

leninista, es decir un partido.

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110 Hay que decir que en cuanto a dar dirección marxista-leninista, una de las

razones por las que no es fácil, es que precisamente quiere decir canalizar—no

sofocar—los sentimientos revolucionarios y las luchas que contemplamos aquí:

canalizar, desarrollar y dirigir todos estos distintos ramales hacia la revolución

proletaria. Pero nuestra orientación básica debe estar impregnada del tipo de

pensamiento que nos lleve a preguntarnos: ¿Cómo podrían ser los anarquistas

más revolucionarios que los marxista-leninistas? No es que esa gente esté

demasiado fuera de control o sea demasiado revolucionaria; de hecho, no hay

nada más revolucionario que el marxismo-leninismo, pensamiento Mao Tsetung,

si es realmente eso y si es en verdad esa síntesis.

Tenemos que hallar la forma de enlazarnos con este fermento y fuerzas recién

nacidas y que están surgiendo ahora, tenemos que hallar la forma de darles

liderato marxista-leninista y de darle la expresión más real, plena y

profundamente revolucionaria. Y sin mirar al pasado concentrando nuestras

miras ahí, sino precisamente mirando hacia el futuro, tenemos que hacer un

llamamiento y movilizar gran parte de lo mejor, de la mejor gente y las mejores

tendencias que se manifestaron en los años 60, precisamente, insisto, en función

de la situación presente y en desarrollo. Todo esto se relaciona íntimamente con

nuestra visión, por así decirlo, del socialismo y la transición al comunismo, así

como con nuestra valoración—no una negación unilateral, de hecho una visión

histórica universal completa de los tremendos avances, y al mismo tiempo

asimilando las lecciones positivas y negativas de la experiencia soviética, la

experiencia china y nuestra experiencia histórica de conjunto en la revolución

proletaria y la transformación socialista. Esto se vincula con la capacidad de

atraer y movilizar a lo mejor, en términos de gente, de fuerzas, de sentimientos

y de expresión política, de lo que surgió en ese período de repunte de lucha en

la década del 60, y con la necesaria tarea de congregar y fusionar todo eso en

la actualidad, vinculándolo con el repunte presente y las fuerzas recién surgidas.

Todo esto es crucial en términos de la tormenta venidera, porque esta tormenta

que se acerca no será de ninguna manera una visión idealista, idílica o un sueño;

sean cuales fueren sus rasgos específicos, rebosaré de destrucción y horror—y

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111 hay que decir, tanto más cuanto si los avances de la revolución en el mundo no

maduran lo suficiente y lo suficientemente rápido para impedir en efecto la guerra

mundial. Ese breve artículo “Las coronas rodarán por docenas por el

suelo...”46 describe exactamente lo que va a pasar. No es algo bonito, pero sigue

en pie la cuestión de apropiarnos del futuro y de forjarlo—o avanzar cuanto más

sea posible hacia él—de entre toda la locura y ruina que quedará. Si vamos a

crecer, para eso es precisamente que debemos crecer.

Esto exige—y sí que lo debemos asimilar tanto en general, como en la esfera de

la cultura—una síntesis de romanticismo revolucionario y de realismo

revolucionario, una síntesis que consiste precisamente en la ciencia viviente del

marxismo-leninismo, pensamiento Mao Tsetung. De algún modo tenemos que

encontrar la forma de llevarle esto a las fuerzas recién nacidas y también a las

mejores tendencias, las mejores expresiones, las más altas aspiraciones que

incubaron los levantamientos de la década del 60 en varios países y a escala

mundial, e imbuirlos con un contenido realmente viviente, científico y en esa

forma sintetizarlos y dirigir la gente hacia adelante a la revolución proletaria para

extraer textualmente de toda esta locura y horror cuanto más sea posible del

futuro. Este tipo de desafío, semejante tarea, es lo que tiene por delante el factor

subjetivo, es decir, las fuerzas revolucionarias conscientes: hacer todo lo posible

y hacer corresponder lo más que se pueda el factor subjetivo con el desarrollo

de la situación objetiva y las posibilidades, las oportunidades que plantea dentro

de los diferentes países, pero sobretodo a escala internacional.

Regresando por un segundo a un aspecto de esto, creo que hay que hacer ver

claramente que una valoración de los años 60 y expresamente del reflujo de los

70, no es simplemente una cuestión de consolar a aquéllos que se preguntan

adónde fue a dar todo eso, o de tratar de infundirle ánimo a los que todavía medio

siguen hacia adelante valiéndose de la racha de energía que recibieron en ese

entonces, aunque ahora están perdiendo las ganas; no se trata simplemente de

eso ni se debe ver a esa luz. Pero sí es crucial hacer una valoración científica de

eso, enfocándose en las lecciones que hemos venido extrayendo y en que

hemos tratado de concentrarnos aquí, analizando expresamente el campo

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112 internacional y el desarrollo de estas contradicciones a una escala mundial, el

viraje que ocurrió en el terreno internacional en esa etapa y cómo eso afectó al

movimiento y las tendencias de ese entonces. ¿Por qué logró la Unión Soviética

avanzar en cierta forma y abrirse paso donde antes había perdido terreno? Y de

otro lado, ¿por qué China y la línea que ella siguió, incluso los revolucionarios en

China, tropezaron con nuevas dificultades temporales y cómo entendemos las

respuestas incorrectas a ellas? ¿Por qué en países determinados, Estados

Unidos sólo para dar un ejemplo—y eso no se puede entender fuera de este

contexto—la burguesía logró responder al repunte de lucha de ese momento y

cómo afectó el viraje internacional al movimiento que estalló en relación a la

guerra de Vietnam? ¿Cómo logró maniobrar la burguesía, no sólo mediante la

represión, sino también, auspiciando y reforzando fuerzas pequeño-burguesas,

por ejemplo dentro del movimiento de liberación negra (un elemento en el cual

no nos hemos enfocado lo suficiente al hacer un balance de tal movimiento)?

Tenemos que analizar cómo todas esas diferentes cosas—no sólo en países

determinados, sino concentrándonos primero que todo y de manera fundamental

en la situación internacional, y luego considerando dentro de eso los distintos

países—cómo por una parte se operaron cambios en el mundo que llevaron en

general a un reflujo pasajero (no de manera uniforme ni en todas partes de la

misma forma y en la misma medida, pero en términos generales a un reflujo);

pero no obstante, cómo no ha habido por otra parte, incluso en los años 70, un

momento de calma o un tiempo en que en alguna parte del mundo no hubiera

levantamientos y lucha y cómo ya para finales de la década del 70 de nuevo los

movimientos revolucionarios estremecían los cimientos del imperialismo en

varios lugares claves del mundo.

Por ejemplo, imaginémonos dónde estaríamos ahora si la línea revolucionaria en

China hubiera sido más clara y firmemente internacionalista y, sobre esa base,

si el liderato revolucionario de China hubiera podido movilizar al proletariado para

retener el poder en China—lo que tal línea no hubiera garantizado, pero hubiera

hecho más probable—y luego estallaran las cosas de la forma que estallaron en

Irán, ¡pensemos adónde estaríamos ahora, con esa base! Pero incluso sin eso,

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113 incluso con la pérdida en China, pensemos en Irán, Nicaragua, El Salvador,

Polonia, Inglaterra, Irlanda, otras partes de Europa, el resurgimiento que

comienza en Estados Unidos. ¡Y ay bendito, en Nueva Zelanda! Confío que esto

no se tome como chovinismo contra Nueva Zelanda, pero nadie...incluso la gente

de allá, lo esperaba y eso precisamente confirma esto. Y lo que confirma

precisamente es que un balance de las razones del reflujo temporal nos armará

y equipará para ser mucho más capaces de aprovechar las oportunidades que

se están agudizando y que ya irrumpen a la superficie, y no en un solo lugar sino

en uno tras otro, aunque por supuesto no sin contradicciones.

Así que pasemos al último punto:

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114

V. Algunos interrogantes relacionados a la línea y trabajo de nuestro partido y nuestras responsabilidades y tareas internacionalistas especiales

En primer lugar, algo sobre cómo evaluar las batallas del 1º de Mayo, el Obrero

Revolucionario y el internacionalismo (por un lado, el internacionalismo es una

parte integral de nuestro trabajo en general, por supuesto parte del 1º de Mayo

y del Obrero Revolucionario, pero también, por otro lado, es un foco clave por

derecho propio). Quisiera hacer una analogía con el Gran Salto Adelante en

China, el cual también tuvo sus tres banderas: el Gran Salto Adelante, las

comunas populares y la línea general para avanzar en el socialismo. No es una

comparación exacta, y no quiero fomentar un modo de pensar mecanicista,

metafísico, analogías forzadas, cortar el pie para calzar el zapato y cosas por el

estilo, pero con todo sí voy a hacer la analogía, y se trata de que en cierto sentido

nosotros también teníamos tres banderas: 1º de Mayo, Obrero Revolucionario, e

internacionalismo. Y para aclarar, es mi impresión que todavía hay bastante

lucha acerca de: “¿dimos en realidad un salto?”, lo mismo que en China: “¿fue

en realidad un Gran Salto Adelante, o fue un fracaso?” (En medio de la lucha

sobre el Gran Salto Adelante Mao comentó que Chin Shi Juang construyó la

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115 Gran Muralla en China y luego fue derrocado, y ahora que hemos realizado el

Gran Salto Adelante, ¿nos van a derrocar por eso también?)

Me parece que existe un interrogante sobre cómo evaluar estas cosas y pienso

que se puede hacer de esta manera. Mao habló de todos los excesos y

problemas del Gran Salto Adelante y de que no todo resultó de la manera que

los revolucionarios luchaban por lograr: algunos avances no se podían mantener

al mismo nivel, otros no se pudieron consolidar en lo más mínimo. Para citar un

ejemplo, muchos de los comedores con que buscaban avanzar hacia formas más

socializadas de distribución fracasaron y no se pudieron mantener. Por ejemplo,

Mao dijo, yo pensaba que el acero caminaría por sí mismo, me olvidé del

problema del transporte, tan entusiasmado estaba con tratar de producir tantas

toneladas de acero. Pero lo importante dijo, fue que las masas se movilizaron y

su conciencia política y actividad se despertaron y avanzaron47. Usando la

analogía que todos conocemos de la Comuna de París, diciendo que Marx pensó

que valía la pena aun si sólo duraba poco tiempo, porque vio que era la primera

dictadura del proletariado, Mao comentó que si sólo la evaluamos desde un

punto de vista económico, la Comuna de París tampoco valía la pena.

A mi modo de ver, en 1980 nos dimos la meta básica de que 10.000 personas,

principalmente de la clase obrera, dejarían el trabajo, se congregarían y harían

manifestaciones el 1º de Mayo, ejerciendo un gran impacto por todo el país y el

mundo. Y no alcanzamos esa meta en un sentido cuantitativo. Después de eso,

nos dimos la tarea de tratar de avanzar desde allí, aumentando la distribución

del Obrero Revolucionario a 100.000 ejemplares cada semana de manera

sostenida, y según se ve, parece que no hemos alcanzado esa meta y tenemos

que consolidar lo alcanzado a un nivel más bajo. Y nos dimos también la tarea

de hacer del internacionalismo una línea clara y un estandarte en el movimiento;

no se me ocurre nada malo que decir al respecto, parece que nos ha ido bastante

bien en esto, aunque todavía hay fuerzas atrasadas que piensan que debemos

hablar de reformas triviales, tal vez de espacio psicológico y otros problemas de

ese calibre.

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116 Enfoquémomos en el 1º de Mayo y el OR. Por un lado, nos propusimos alcanzar

esa meta cuantitativa de 10.000 participantes para el 1º de Mayo, lo que también

se entrelaza con la calidad. No logramos esa meta de 10.000 personas pero sí

logramos hacer el 1º de Mayo algo generalmente debatido entre el proletariado

de Estados Unidos, y con implicaciones internacionales también, no sólo entre

el “movimiento” de la izquierda, muchos de quienes trataron de ignorarlo o

calumniarlo, sino especialmente entre un buen sector de las masas,

especialmente las masas más avanzadas en Estados Unidos. Logramos hacer

de eso un tema común y crear un gran impacto político ese día y al año siguiente

también el 1º de Mayo. Y el éxito fue tanto que ahora tenemos un problema

táctico, porque este año el 1º de Mayo cae en sábado y no sabemos qué hacer.

Y en cierto sentido chistoso eso es una medida para evaluar si en realidad

avanzamos o no, y en qué grado, una medida del avance que sí hicimos. Y el 1º

de Mayo es un tema ampliamente debatido, especialmente en la base social más

sólida para una línea proletaria-revolucionaria-internacionalista, estoy seguro

que es algo que la gente ya está anticipando y lo hará más; se ha vuelto un día

en el que la cuestión de la revolución ocupa el centro del escenario, no

literalmente en el pensamiento de la mayoría de la gente, pero sí de un gran

número de gente y ejerce un impacto sobre muchos más.

Por lo que respecta al OR, aparentemente no logramos consolidar al nivel de

100.000. Es como lo de Mao con el acero: lo planteamos audazmente ante las

masas y literalmente pusimos los periódicos en las calles, exhortando a la gente

a que se los llevara, y una y otra vez oímos ejemplos inspiradores de que eso

ocurría. Pero, es como dijo Mao, él se olvidó que el acero no caminaría por sí

mismo, y aparentemente nosotros nos olvidamos de que los periódicos no se

pagan por sí mismos. Así que nos topamos con algunos problemas que no nos

permitieron consolidar a ese nivel y sostener la distribución a ese nivel, pero

lograremos superarlo con un verdadero salto cuantitativo y lo que es más, un

salto cualitativo. Para comenzar, nuestra propia comprensión y aplicación de

todo lo que comprende la tarea central y del Obrero Revolucionario, han dado un

salto cualitativo. En segundo lugar, toda la tendencia que se concentra en el

periódico y representa al Partido, se ha vuelto una fuerza mucho más amplia,

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117 una fuerza material e ideológica entre una cantidad creciente de las masas. Si

antes la tarea central se comprendía mucho menos y se aplicaba mucho más

desigualmente, a través de toda la lucha, inclusive la campaña de las 100

Flores*, es cierto en un sentido cualitativamente superior, que la tarea central y

las tareas en torno al periódico y la línea que representa en su conjunto se han

vuelto una fuerza aún más real, tanto en cuanto a nuestra propia comprensión y

aplicación como al impacto que ejerce sobre las masas. [*La “Campaña de las

100 Flores” se refiere al debate en las páginas del Obrero Revolucionario en

1980 sobre la tarea central y, en particular, el rol del periódico.]

Lo mismo ocurre con el internacionalismo. Por todo Estados Unidos hemos

hecho del internacionalismo un serio interrogante, lo que también ha tenido un

impacto por todo el mundo; textualmente, sin exageración, para gente en todo el

mundo es verdaderamente inspirador ver que en las meras entrañas de Estados

Unidos existe una fuerza internacionalista. Hemos hecho del internacionalismo

una cuestión decisiva, una cuestión con la que están bregando las masas que

se movilizan a luchar a partir de asuntos o problemas particulares, y una cuestión

a la que fuerzas por lo general más amplias, inclusive en el “movimiento”, tienen

que responder o que con la que tienen que lidiar. Así que me parece que se

puede encontrar una base bastante estrecha para evaluar estas cosas y concluir

que no valieron la pena, pero desde un punto de vista marxista-leninista, desde

el punto de vista de evaluar correctamente nuestra meta general, no sólo valieron

la pena sino que en realidad fueron importantes saltos cualitativos en los que

tenemos que basarnos para avanzar.

Regresando un momento al último punto sobre internacionalismo y a la idea

general de cómo el periódico y la tarea central han dado un salto cualitativo en

teoría y práctica, yo creo que la tendencia que representa nuestro Partido y se

concentra en el periódico, se ha convertido en una verdadera tendencia política

en Estados Unidos (por lo que tengo entendido) y que es algo en crecimiento, no

es sólo un fogonazo. Quiero añadir que me parece que debemos contrastar

marcadamente nuestra tendencia no sólo con la política a todas claras burguesa,

sino también, en vez de contender simplemente con los falsos comunistas y decir

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118 “ellos no son comunistas, nosotros somos los comunistas de verdad”,

deberíamos en cierta medida y en ciertos contextos, dejar que los revisionistas

se queden con la bandera “comunista”. Y lo que nosotros debemos decir es: “sí,

hay diferentes tendencias: los socialistas y los social-demócratas; algunos de

ellos detentan el poder en algunos países y Uds. pueden ver lo que hacen, son

más o menos una tendencia burguesa cien por cien; también hay los comunistas,

es decir, los revisionistas, también están en el poder en algunos países y en otros

quisieran tomarlo sobre la misma base; Uds. pueden ver cuál es su paquete; y

también hay nuestra tendencia, la tendencia comunista-

revolucionaria/internacionalista-proletaria”. Y esto no lo digo como chiste.

En cierta medida, los revisionistas tienen la bandera del comunismo—bueno, en

cierta medida y sólo en cierta medida, deberíamos decir, “sí, hay los social-

demócratas y los socialistas, hay los comunistas (es decir los revisionistas), y

nosotros los comunistas-revolucionarios/internacionalistas-proletarios”, y

promulgar esa tendencia y hacer que se convierta en una fuerza aún mayor, de

esa manera. Porque en cierto sentido eso es romper más con un contexto

estrecho, y ver la cuestión de que esa tendencia se vuelva muy grande y un polo

hacia el cual graviten y donde se reúnan las fuerzas avanzadas que están

abordando la revolución y el internacionalismo más conscientemente. Eso es no

más algo para echarle cabeza....

Quiero regresar al asunto del Partido y ponerlo en el contexto, en particular, de

la tarea central y concluir con eso. La tarea central, como lo sabemos, está

encapsulada en la formulación Crear Opinión Pública...Conquistar el poder.

Surge la pregunta de cómo considerar esto en sus más amplias implicaciones:

¿qué quiere decir una tarea, en particular, una tarea central, y cuál es su relación

con otras tareas? A mi manera de ver, una tarea central—en el sentido en que

lo usamos—tiene que verse de una forma de conjunto y es algo que

abarca todo el trabajo que se realiza durante todo el proceso de Crear Opinión

Pública...Conquistar el poder.

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119 Mejor dicho, para mí la tarea central no es crear opinión pública ahora y después,

mañana, o algún día, tomar el poder. Tampoco se puede reducir la tarea central

al trabajo en torno al periódico, como el arma principal que usamos ahora. La

tarea central es precisamente un proceso (o corresponde a un proceso) que

abarca todo el trabajo que tenemos que realizar para crear opinión pública y

tomar el poder, cuyos diferentes aspectos, en diferentes momentos y en

diferentes circunstancias reciben mayor o menor énfasis, y que incluye varias

tareas más específicas. Otra forma en que lo decimos es “preparar mentes y

organizar fuerzas” (lo que se debe mencionar, es una reversión consciente—y

confío de todo corazón, algo más profunda—de la formulación de Lenin en un

artículo donde habla de organizar fuerzas y preparar mentes. Nosotros

revertimos la relación a preparar mentes y organizar fuerzas, que coincide más

con Crear Opinión Pública...Conquistar el poder). Pero considerar la tarea central

bajo esta óptica nos permite captar más firme e integralmente el papel y la

importancia de la construcción del partido.

Yo veo la construcción del partido en una interpenetración dialéctica muy íntima

con la orientación general (cuya importancia he venido a captar aún más

profundamente) de lo que he formulado como “asumir responsabilidad por la

totalidad del movimiento”, es decir, por la tarea general de construir un

movimiento revolucionario. Históricamente, éste ha sido un punto fuerte entre

nosotros, incluso en la Unión Revolucionaria antes de fundarse el Partido, un

punto fuerte que ni siquiera los mencheviques ni las circunstancias que

fomentaron el crecimiento de su influencia pudieron extinguir, aunque sin duda

sí lograron rebajarlo y sofocarlo en cierta medida significativa.

Para recalcar la importancia de construir el partido y para darle el tipo de énfasis

que desafortunadamente no ha recibido de forma consistente—ciertamente no

en nuestra comprensión ni en nuestro trabajo, hay que decir que la construcción

del Partido no es sólo una parte clave de preparar la revolución; mejor dicho,

hablando de preparar mentes y organizar fuerzas, es la parte clave de organizar

fuerzas. Sólo hay que hacer la pregunta para oír la respuesta: ¿qué tan clara y

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120 consistentemente hemos comprendido eso y actuado sobre esa base, como

organización?

En mi pensamiento, esto se vincula mucho con el asunto de las características

visibles de una situación revolucionaria, en términos de su complejidad y de la

diversidad de fuerzas involucradas—el tipo de cosas que hemos venido tratando

de recalcar y que se detallan, o por lo menos se tocan, en el Programa.

Considérense los problemas que le planteó en Irán al movimiento marxista-

leninista el surgimiento de la lucha popular, el derrocamiento del Cha y las

consecuencias de eso hasta hoy mismo. No me refiero aquí en un sentido

estrecho y mecanicista no más a que en Irán no había partido per se, ni estoy

poniendo énfasis en organización de forma estrecha. Pero debido a la salvaje

represión ejercida por el Cha y otros factores, el movimiento marxista-leninista

estaba fragmentado y difuso y no era una tendencia poderosa como tal en el

seno de la sociedad cuando se maduró la situación revolucionaria y se derrocó

al Cha. No me refiero a tener ya la adhesión de la mayoría (o la mayoría de la

clase obrera), me refiero a ser una fuerza política importante y de calibre en el

conjunto de la sociedad. Y no más hay que ver eso para darse cuenta cuánto

más avanzado estaría el movimiento revolucionario en Irán si el movimiento

marxista-leninista y en particular una clara línea marxista-leninista y una fuerza

organizada que representara eso, hubiera sido una fuerza de más envergadura

en el repunte popular que derrocó al Cha. Esto no es lo mismo que caer en la

metafísica y decir: “ay, si hubiéramos tenido esto o aquello”; es una forma de

ilustrar un punto y de urgirnos a aprovechar al máximo la libertad que tenemos y

a dar todo paso correcto y necesario para redoblar nuestro trabajo y meterle el

hombro a la construcción del Partido.

Este aspecto se fortaleció de los borradores iniciales

del Programa y Constitución, a su versión final, pero de ahora en adelante

requiere atención y trabajo concentrados. Hay que enfocar la atención en la

pregunta de por qué, en la construcción del Partido, la calidad es el eslabón

clave; y eso quiere decir en concreto que la línea y el entrenamiento de los

militantes del Partido y los que gravitan hacia éste, en teoría y práctica, son el

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121 eslabón clave en la construcción del Partido. Pero también de suprema

importancia—por más que sea secundario—y en interpenetración con el aspecto

cualitativo, es el crecimiento cuantitativo del Partido. Para decirlo simplemente,

aumentar el número de militantes, integrar a nuevos miembros continuamente,

construir y desarrollar el aspecto cuantitativo del Partido, es crucial para ser

capaces hasta en primer lugar de estimar el avance, específicamente el ánimo

de las masas, hacia una situación revolucionaria y por supuesto para impulsar y

llevar a término la lucha cuando se desarrolle una situación revolucionaria—lo

que la experiencia nos dice puede ocurrir repentinamente, sin muchas

advertencias y de seguro ¡sin pedir permiso!

Hay que comprender claramente la relación entre el partido y la efervescencia

política en la sociedad en general. Con eso lo que quiero decir es que no se

puede construir el partido en un invernadero, o a punta de voluntad o por

autocultivo y en términos generales no se puede construir el partido, no se puede

ligar gente al partido—más allá de un determinado punto, en todo caso—en la

ausencia de un fermento general en la sociedad y de un crecimiento general del

movimiento social y los levantamientos en la sociedad. No quiero decir que no

se puede tener un partido ni construirlo en absoluto, pero sí hay una relación de

por medio. Y para repetir, no es que en el ancho mundo no haya fermento, ni en

la sociedad estadounidense en particular.

Pero con todo y eso, se sigue dando el hecho y principio fundamental de que el

partido es la vanguardia, no es lo mismo que el nivel dado de la lucha y

conciencia en un momento determinado—ni siquiera el nivel de los avanzados,

mucho menos de las más amplias masas—y no se puede reducir a ese nivel. De

acuerdo con la tarea central y nuestra comprensión de ella, tal como lo mencioné

antes, debemos ser capaces de ver más claramente la importancia de construir

el Partido precisamente como la vanguardia, y esto se tiene que desarrollar y

fortalecer tanto cualitativa como cuantitativamente en una relación correcta con

el trabajo político entre las masas, la efervescencia y el fermento social, los

movimientos sociales y los interrogantes sociales.

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122 Para repetirlo, esto está concentrado e incluido en la tarea central, entendida

correctamente, pero se tiene que comprender a fondo y actuar sobre la base de

esa comprensión, que esto no es sólo una parte clave del desempeño de la tarea

central o en otras palabras de preparar mentes y organizar fuerzas, sino que

es el aspecto clave de organizar fuerzas. Esta cuestión también hay que llevarla

a las masas, tanto en la forma de tratarla abiertamente de una manera

concentrada en el periódico pero también precisamente en una relación correcta

y dialéctica con el creciente fermento y efervescencia en la sociedad y el mundo,

no en un invernadero; debe convertirse en un interrogante y desafiar en particular

a los avanzados que se empiezan a movilizar políticamente y en especial de

entre las masas proletarias.

La tendencia representada especialmente por el periódico, tiene que ser más

que una tendencia vaga y un sentir indefinido; tiene que tener una expresión

organizada. La gente en nuestras propias filas y más ampliamente—

particularmente los que gravitan hacia esta tendencia—tienen que abordar y

comprender el hecho de que el que podamos acabar o no con este sistema y

que podamos o no, en cualquier caso, contribuir al máximo a un avance

internacional general, está íntimamente relacionado no sólo con la medida en

que esta tendencia se convierta en una fuerza en lo político e ideológico, sino

también con la medida en que adopte una expresión organizada—lo que

desarrolla más la dialéctica de ser capaces de tomarle el pulso a las masas y

simultáneamente acelerárselo—a medida que las condiciones objetivas aporten

más y más la base para eso.

Si no se le plantean estos interrogantes a las masas, si no se debaten y no se

lucha sobre ellos en nuestras propias filas, no podemos entrar a las tormentas

que estallarán en un futuro, entre ellas el posible desarrollo de una situación

revolucionaria en este país, todo lo fuertes que podemos y en ese sentido,

que tenemos que hacerlo—no sólo en este país sino también

internacionalmente. Este es un aspecto que se ha subestimado y que no

podemos darnos el lujo de seguir subvalorando, ni de dejar de ponerle atención

de una manera consistente e intensificada—sin volverlo una especie de

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123 artimaña, ni usarlo como un medio para darle la espalda al camino en el que

hemos venido dando pasos cruciales, en realidad saltos. Más bien, esto es una

continuación y una profundización de la implementación de la tarea central,

entendida en este sentido amplio e integral.

Así que a manera de conclusión quiero regresar al tema que permea todo esto:

la importancia crucial de nuestra orientación internacionalista y la manera en que

eso imbuye todas nuestras tareas y el desempeño de nuestro trabajo, a la luz de

nuestro análisis básico de las espirales que llevan a la intensificación de

contradicciones y a coyunturas a escala mundial—lo que no es sólo un análisis

general sino un análisis concreto de los acontecimientos en el mundo de hoy y

de nuestras responsabilidades especiales. No sólo tiene que haber una clara

identificación de nuestra tendencia, sino que tiene que convertirse en una

cuestión viva entre las masas el hecho de que tenemos un Partido que es

nuestro, al que tenemos que integrarnos, que consolidar y fortalecer como una

parte crucial de preparar la revolución—sin caer en la noción ultraseguidista de

“es tu Partido” (es decir, el Partido del “obrero promedio”) que los mencheviques

trataron de imponer—que tenemos un Partido que en verdad expresa nuestra

concepción e intereses proletarios e internacionalistas y que el que se mantenga

o caiga, el que pueda desempeñar su papel, depende de nosotros y no sólo

de él, como una abstracción externa, o por lo menos un aspecto externo en

relación con nosotros. Todo esto debe convertirse en algo vívido, vibrante y real

entre las masas, máxime entre los avanzados.

Aunque no quiero revolver todo a la fuerza, lo de “vías al proletariado” también

se relaciona en parte con esta cuestión de construir el Partido, lo mismo que con

la construcción del movimiento entre las fuerzas avanzadas, más generalmente.

Esto se aplica a Estados Unidos como lo expone “Viniendo desde atrás para

hacer la revolución”48; pero para concluir quiero considerarlo en términos de su

dimensión internacional. En realidad no es un principio que “nadie pueda tocar

ni un pelo del sistema social de otros o de ningún otro país”, ni de que nadie

pueda “interferir” en los asuntos internos de otros. Se trata de qué métodos

usamos para impulsar y consolidar el movimiento internacionalmente, así como

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124 en los diferentes países—es decir, de métodos correctos vs. métodos

incorrectos. Pero parte de eso es precisamente darse cuenta y asumir

responsabilidad por el tipo de país que Estados Unidos es en particular. Es un

país que posee ciertos rasgos que podemos aprovechar para convertir en su

opuesto para el beneficio del proletariado internacional y para avanzar su lucha.

Es el tipo de país imperialista que no sólo saquea al mundo entero y le exprime

la vida a la gente, sino que al mismo tiempo, impele a muchísima gente a venirse

a él.

Ahí tenemos el ejemplo de Centroamérica; la complejidad y el carácter

contradictorio de las cosas es tal que a veces hay gente que literalmente sale de

la lucha revolucionaria en esos países para verse arrastrada a Estados Unidos,

al mismo tiempo que Estados Unidos es el blanco de la lucha de la que ellos

forman parte. Y surge la pregunta de cómo se puede concentrar eso y

diseminarlo en lugares donde los factores subjetivos y el movimiento marxista-

leninista no son fuertes en la actualidad.

No se trata de violar la “Ley Bergman” [Bergman, un líder de la camarilla

menchevique] de que nadie, especialmente nosotros, debemos pensar que

tenemos nada que decirle a nadie en el mundo, nada que alguien encuentre que

vale la pena escuchar. No se trata tanto de quebrar esa regla como cosa de

principio (aunque como cosa de principios sí debe quebrarse) sino más bien de

que si en verdad estamos captando a fondo el internacionalismo proletario y su

base material y filosófica, tenemos la responsabilidad de hacer esto en un

sentido correcto. No que le vayamos a decir a todo el mundo qué aprovechar

para lograr avances. Mejor dicho, si le decimos a alguien algo y es un buen

consejo, está bien y quizás pueden aprovecharlo para lograr avances; si les

decimos y no es un buen consejo, quizás puedan negarlo con una buena línea.

De todos modos, ése no es el meollo del asunto.

El quid de la cuestión es que tenemos una responsabilidad de elucidar cómo

avanzar el movimiento a nivel internacional y eso abarca lo de aprovecharse de

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125 algunos rasgos de esta monstruosidad y centro nervioso imperialista en que se

encuentra nuestro Partido, y trabajar por fortalecer el movimiento marxista-

leninista donde no está tan desarrollado al mismo tiempo que aprendemos de

donde está cuantitativamente y quizás en un cierto sentido cualitativamente más

débil en general (o donde pueda ser más fuerte en un sentido general en un país

específico.) No se trata de competencia mezquina y rivalidad burguesa, ni

siquiera al inverso del estilo Bergman y esa falsa modestia. Todo eso es

irrelevante. Se trata de cómo desempeñar nuestras responsabilidades y cómo

transformar algo en una fuerza para el proletariado internacional, en medio de

las detestables características de esta monstruosidad de imperialismo, y del

imperialismo estadounidense específicamente.

En un sentido global, y como punto final, aunque tenemos que hacer todo lo

posible para avanzar hacia la revolución en Estados Unidos, eso no es todo lo

que tenemos que hacer. Y ni siquiera es que nuestra mayor contribución a la

lucha mundial sea hacer la revolución en Estados Unidos. Incluso eso es

demasiado estrecho, aunque en un sentido limitado tiene su cacho de verdad.

Tenemos que ver las cosas todavía más ampliamente. De hecho, hasta para

tratar de hacer la revolución en Estados Unidos tenemos que hacerlo como parte

de la meta general y con la meta general en mente, de hacer todo lo posible para

contribuir y avanzar la lucha mundial de conjunto hacia el comunismo y en

particular, dar los mayores saltos en esa dirección en la coyuntura que está

tomando forma.

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

126

Notas

1. Carlos Marx, La guerra civil en Francia, Marx /Engels Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, t. II, p. 237.

2. Citado en R. Palme Dutt, Fascism and Social Revolution (San Francisco: Proletarian Publishers, 1974), y en Carlos Marx, “Revelations Concerning the Communist Trial in Cologne”, Karl Marx and Frederick Engels Collected Works, Vol. 11 (Nueva York: International Publishers, 1979), p. 403.

3. Bob Avakian, “Las perspectivas para la revolución y las tareas urgentes en la década entrante”, extractos de documentos de la tercera sesión plenaria del Segundo Comité Central del PCR, EU,Revolución, vol. 4, No. 10-11 (oct./nov. 1979), pp. 6-20.

4. Mao Tsetung, “Directive on the Great Cultural Revolution in Shanghai”, en Joint Publications Research Service, Miscellany of Mao Tsetung Thought (1949-1968), parte 2 (Springfield, VA: National Technical Information Service, 1974), p. 452.

5. Ibid., p. 454.

6. C.R., “China, la dictadura del proletariado y el profesor Bettelheim (o cómo no criticar al revisionismo)”, The Communist, #5, mayo 1979, pp. 171-238.

7. Miscellany, p. 453.

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

127 8. Miscellany, pp. 453-54.

9. “La línea de la Comintern ante la guerra civil en España”, Revolución, septiembre, 1981, pp. 34-76.

10. Partido Comunista Revolucionario, How Capitalism Has Been Restored In the Soviet Union and What This Means For The World Struggle (Chicago: 1974).

11. J. V. Stalin, El marxismo y la cuestión nacional, Casa Editorial “8 Nentori”, Tirana, 1979, p. 42.

12. Lenin. “El ‘izquierdismo’, enfermedad infantil del comunismo”, Obras completas, t. 33, p. 194.

13. Lenin, “Mejor poco, pero mejor”, edic. cit., t. 36, p. 523.

14. Lenin, “Una gran iniciativa”, edic. cit., t. 31, p. 275.

15. Lenin, “Nuestra revolución”, edic. cit., t. 36, p. 505.

16. Bob Avakian, “Esbozo de conceptos sobre la experiencia histórica del movimiento comunista internacional y sus lecciones para el presente”, un extracto de “A décadas enteras—a escala mundial” (informe aprobado por el Comité Central del PCR, EU a fines de 1980), Revolución, septiembre, 1981, pp. 4-11, a la venta en folleto.

17. Stuart Schram, ed., Mao Tsetung espontáneo (México: Universidad Autónoma de Sinaloa, 1981).

18. J. V. Stalin, “Los éxitos se nos suben a la cabeza”, Cuestiones del leninismo (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1977), p. 487.

19. Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la URSS (1939) (San Francisco: Proletarian Publishers), p. 367.

20. J. V. Stalin, On the Great Patriotic War of the Soviet Union (Calcutta: New Book Centre, 1975).

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128 21. Fernando Claudin, The Communist Movement (Londres: Penguin, 1975), pp. 201-205.

22. R. Palme Dutt, Fascism and Social Revolution (San Francisco: Proletarian Publishers, 1974).

23. “Acerca de la cuestión del supuesto ‘nihilismo nacional’: ‘No puedes vencer al enemigo mientras enarbolas su bandera’”, Revolución, septiembre, 1981, p. 22.

24. J. Werner, “Rechazar el ataque dogmato-revisionista contra el pensamiento Mao Tsetung: Comentarios sobre El imperialismo y la revolución de Enver Hoxha”, Revolución, julio-agosto 1979, p. 4.

25. J. V. Stalin. “Problemas económicos del socialismo en la URSS”, en La construcción del socialismo en la URSS y China (Buenos Aires: Cuadernos Pasado y Presente, 1976).

26. Bruce Franklin, The Essential Stalin (New York: Doubleday Co., 1972), pp. 508-511.

27. William Z. Foster, History of the Three Internationals (New York: International Publishers, 1955).

28. “Bettelheim...”, The Communist, #5.

29. Mao Tsetung, “A propósito de nuestra política”, Obras escogidas, t. II (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1972), p. 461.

30. Mao Tsetung, “Conversación con la corresponsal norteamericana Anna Louise Strong”, edic. cit., t. IV, p. 95.

31. Robert Daniels, ed., A Documentary History of Communism: From Lenin to Mao (New York: Random House, 1980).

32. Bob Avakian, Las contribuciones inmortales de Mao Tsetung (Chicago: Liberation Distributors, 1991).

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129 33. Bob Avakian, “Especialmente en el mundo de hoy día no se puede justificar el ‘trabajo paciente lento’”, Obrero Revolucionario, No. 107, 29 mayo 1981, p. 3.

34. Partido Comunista Revolucionario de Chile y Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos, Principios fundamentales para la unidad de los marxista-leninistas y para la línea del movimiento comunista internacional (un documento borrador para discusión) (Chicago: RCP Publications, 1981).

35. Proposición acerca de la línea del movimiento comunista internacional (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1965).

36. “Bob Avakian sobre el 1º de Mayo de 1981” (de un mensaje grabado), Obrero Revolucionario, No. 103, 1º de mayo de 1981, p. 1.

37. Bob Avakian, “Los comunistas son rebeldes”, Obrero Revolucionario, No. 43, 29 febrero 1980 (reimpreso en folleto en abril de 1981).

38. Communist Unity Organization, Sooner or Later (Cambridge: New Outlook Press, 1980).

39. Lenin, “El orgullo nacional de los gran rusos”, Obras completas, tomo 22, pp.196-200.

40. Lenin, “El folleto de Junius”, edic. cit., t. 23, p. 426.

41. Lenin, “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”, edic. cit, t. 30, p. 75.

42. “Crisis and War: The Mood and Conditions of the Masses”, extractos de un capítulo en el libro de próxima publicación, America in Decline, Obrero Revolucionario, Nos. 46-48, 21 marzo-4 abril 1980. [Lotta con Shannon, La decadencia de los Estados Unidos (Chicago: Banner, 1984).]

43. Comité Central del Partido Comunista de China (Marxista-Leninista), “Con enjuiciar al Partido la reaccionaria fuerza seguidora del camino de la restauración capitalista se ha enjuiciado a sí misma”,Obrero Revolucionario, Nos. 90-91, 30 enero-6 febrero 1981. El segundo folleto a que se refiere apareció en el Obrero Revolucionario, No. 120, 4 septiembre 1981, p. 8, bajo el título

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130 “Mensaje desde la clandestinidad revolucionaria en China”. [Véase el primer documento: “Declaración de 1980 de los revolucionarios de Shanghai sobre la restauración del capitalismo en China”, Un Mundo Que Ganar 1989/14.]

44. Lin Piao, ¡Viva el triunfo de la guerra popular! (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1965).

45. Bob Avakian, “¿Qué tiene de mal la impaciencia al servicio del proletariado internacional?”, Obrero Revolucionario, No. 102, 24 abril 1981, p. 3.

46. Bob Avakian, “Las coronas rodarán por docenas por el suelo...no habrá nadie que las levante”, Obrero Revolucionario, No. 115, 31 julio 1981, p. 3. Una referencia a Lenin, “Palabras proféticas”, edic. cit., t. 29, p. 259.

47. Mao Tsetung, “Discurso en la conferencia de Lushan”, Mao Tsetung espontáneo, p. 119.

48. Bob Avakian, Viniendo desde atrás para hacer la revolución (Chicago: RCP Publications, 1980).