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xualidad de esta convivencia, son asediados por un pueblo mojigato soportando el vitu- perio y el escarnio de una "moralina" que los agrede de lo físico a lo espiritual. Un lecho de bauxita en Weipa es el texto más experimental de todos. En partes se recurre a una especie de escritura automática y monólogos enardecidos. Los localismos y juegos de palabras abundan y el autor aventura meditaciones sofistas: "Sí hombre, volvés a ir; no ves que el pecado necesita su remisión, su castigo inmediato, la peniten- cia terrenal; allá los' curas, todos los del movimiento te absoIyemos en asamblea, una absolución· mutua; entonces quedás limpio otra vez para ver si sos fuerte ante el pecado y el mundo sigue girando." Nicaragua es blanca es el cuento más cómico. Una burla de todo el mito creado alrededor de la época navideña. El Santa Claus y la nieve como el paisaje manifiesta- mente impuesto por el Tío Sam. Todo descrito con insidiosa nostalgia y el anhe- lante deseo de nuestros pueblos tropicales por gozar de los privilegios de la nieve: "Está próximo el día, anuncian nuestros amigos del norte, en que recibiremos como bendición del cielo, una nevada; así que ya no tendremos nada que envidiarle a los países avanzados del viejo continenie'y de norteamérica". El progreso concebido como la esperenza de habitar un mito ajeno. A Jackie, con . nuestro corazón al igual que el cuento pasado, es una narración bajo la mira del humor y la angustia. La imposi- ción de formas de ser y pensar norteameri- canas vía el arquetipo. Jackie Kennedy, prototipo de la mujer, esposa del presidente simpático y sonriente, visitará Nicaragua. Este hecho tan honora- ble como inusitado, conduce a los manda- más del país centroamericano a gastar enor- mes cantidades de dinero y contraer más deudas con el vecino poderoso del norte. Se compra el yate Queen Elizabeth para esperar a tan afamado personaje que nunca llega. Historia grotesca que expone el servi- lismo de los mandatarios y súbditos de los países dominados y colonizados "hasta la coronilla" . En su totalidad el. libro Charles Atlas también muere es una obra de débiles logros literarios, pero tiene oficio y es un hbro honesto que presenta la lucha de un escritor joven por encontrar voz en la lite- ratura de nuestro continente. Además el libro no puede dejar de admirarse debido al hecho de mantener una posición de creadot consecuente con la problemática política .42 libros que acecha a Nicaragua. Sergio Ramírez está conciente de los principales escollos que habrá de salvar su país y a ellos se enfrenta, aún cuando cierta calidad vaya de por medio. Sabe que no pueden existir principios que rijan una literatura cuando los principios humanos no son respetados. Al igual que su compatriota Edwin Castro, Ramírez busca un mundo: "sin látigo, ni cárcel, ni bala ni fusil que repriman la idea." "Mañana hijo mío, todo será diferente';. . Víctor Navarro * Sergio Ram{rez, Charles Atlas también mue- re, Edit. Joaquín Mortiz S. A., Serie El volador, México, 1976, 118 pp. Edmund Wilson El Castillo de Axel Casi medio siglo después de su publicación en inglés, se traduce por fin al español (y bastante bien, por cierto) El Castillo de Axel, * obra central de Edmund Wilson, (1895-1972), uno de los últimos hombres de letras de nuestro siglo que gozara del poder de la erudición y la inteligencia. Anteriormente, se habían vertido a nues- tro idioma algunos títulos de su obra: Hacia la estación de Finlandia, Los manus- critos del mar Muerto, y el volumen publi- cado por Barral Editores Crónica Literaria, que recopila cuatro pequeños libros: The shores of /ight, A /iterarychronic/e of the 1920s and the 1930s, Classics and Commer- cials y A /iterary chronicle of the 1940s, en los que se ocupaba principalmente de la literatura norteamericana. Pero, si bien es· tos libros nos permitían asomarnos a ese vasto mundo de conocimientos en que Wil- son se desenvolvía, al menos para el lector mexicano, no eran suficientes para como prender por qué Edmund Wilson ha side, calificado como uno de los mayores críti- cos literarios de nuestro tiempo. (En su mayor parte Crónica Literaria es una reco- pilación de sus artículos publicados en la revista New Yorker, y la diversidad de temas y autores tratados, no permiten pre- cisar claramente los alcances de Wilson co- mo crítico literario, aunque es cierto que cada una de esas piezas es un ejemplo de buena crítica). El Castillo de Axel, en cambio, nos presenta al crítico trabajando en un solo terreno, un solo tema (el simbolismo), ocu- pado en establecer relaciones, límites, es decir, ''lo que debería ser la crítica litera- ria: una historia de las ideas y la imaginación del hombre en el marco de las relaciones que las determinan", según anota en una carta a su maestro Christian Gauss, que sirve como prefacio al libro. En El Castillo de Axel se estudia a seis escritores: Yeats, James Joyce, Eliot, Ger· trude Stein, Proust y Valéry, a quienes "no suele reconocerse como culminación de un movimiento literario consciente y muy im- portante": el simbolismo. Dentro del flujo y reflujo de los movimientos literarios, de acuerdo a las demostraciones que hace Wij· son en el libro, el simbolismo, opuesto a los escritores del naturalismo como Zolá, Flaubert y Maupassant, continúa las líneas del movimiento romántico, pero las lleva al extremo. Si los románticos se oponían a una sociedad que los rechazaba y actuaban directamente contra ésta, los simbolistas (entre cuyos precursores es necesario anotar a Mallarmé, Laforgue y Villiers de L'Isle Adams entre otros) se niegan a la acción. Su crítica a la sociedad y a su tiempo se efectúa de otra manera: desde el aislamien- to, la soledad, la imaginación. Con los cambios políticos y los descubri- mientos científicos ocurridos en los siglos XVII y XVIII, que tienden a mostrar el mundo como un sistema ordenado de acuerdo a leyes verificables y sujetas a explicación, los escritores del movimiento naturalista intentan describir el mundo y sus relaciones sociales de la manera más cercana, lo más cercana posible a la reali·

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xualidad de esta convivencia, son asediadospor un pueblo mojigato soportando el vitu­perio y el escarnio de una "moralina" quelos agrede de lo físico a lo espiritual. Unlecho de bauxita en Weipa es el texto másexperimental de todos. En partes se recurrea una especie de escritura automática ymonólogos enardecidos. Los localismos yjuegos de palabras abundan y el autoraventura meditaciones sofistas: "Sí hombre,volvés a ir; no ves que el pecado necesita suremisión, su castigo inmediato, la peniten­cia terrenal; allá los' curas, todos los delmovimiento te absoIyemos en asamblea,una absolución· mutua; entonces quedáslimpio otra vez para ver si sos fuerte anteel pecado y el mundo sigue girando."

Nicaragua es blanca es el cuento máscómico. Una burla de todo el mito creadoalrededor de la época navideña. El SantaClaus y la nieve como el paisaje manifiesta­mente impuesto por el Tío Sam. Tododescrito con insidiosa nostalgia y el anhe­lante deseo de nuestros pueblos tropicalespor gozar de los privilegios de la nieve:"Está próximo el día, anuncian nuestrosamigos del norte, en que recibiremos comobendición del cielo, una nevada; así que yano tendremos nada que envidiarle a lospaíses avanzados del viejo continenie'y denorteamérica". El progreso concebido comola esperenza de habitar un mito ajeno.

A Jackie, con .nuestro corazón al igualque el cuento pasado, es una narración bajola mira del humor y la angustia. La imposi­ción de formas de ser y pensar norteameri­canas vía el arquetipo.

Jackie Kennedy, prototipo de la mujer,esposa del presidente simpático y sonriente,visitará Nicaragua. Este hecho tan honora­ble como inusitado, conduce a los manda­más del país centroamericano a gastar enor­mes cantidades de dinero y contraer másdeudas con el vecino poderoso del norte.Se compra el yate Queen Elizabeth paraesperar a tan afamado personaje que nuncallega. Historia grotesca que expone el servi­lismo de los mandatarios y súbditos de lospaíses dominados y colonizados "hasta lacoronilla" .

En su totalidad el. libro Charles Atlastambién muere es una obra de débileslogros literarios, pero tiene oficio y es unhbro honesto que presenta la lucha de unescritor joven por encontrar voz en la lite­ratura de nuestro continente. Además ellibro no puede dejar de admirarse debido alhecho de mantener una posición de creadotconsecuente con la problemática política

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que acecha a Nicaragua. Sergio Ramírezestá conciente de los principales escollosque habrá de salvar su país y a ellos seenfrenta, aún cuando cierta calidad vaya depor medio. Sabe que no pueden existirprincipios que rijan una literatura cuandolos principios humanos no son respetados.Al igual que su compatriota Edwin Castro,Ramírez busca un mundo:

"sin látigo, ni cárcel, ni bala ni fusil querepriman la idea." "Mañana hijo mío,todo será diferente';. .

Víctor Navarro

* Sergio Ram{rez, Charles Atlas también mue­re, Edit. Joaquín Mortiz S. A., Serie El volador,México, 1976, 118 pp.

Edmund WilsonEl Castillo de Axel

Casi medio siglo después de su publicaciónen inglés, se traduce por fin al español (ybastante bien, por cierto) El Castillo deAxel,* obra central de Edmund Wilson,(1895-1972), uno de los últimos hombresde letras de nuestro siglo que gozara delpoder de la erudición y la inteligencia.

Anteriormente, se habían vertido a nues­tro idioma algunos títulos de su obra:Hacia la estación de Finlandia, Los manus­critos del mar Muerto, y el volumen publi­cado por Barral Editores Crónica Literaria,que recopila cuatro pequeños libros: Theshores of /ight, A /iterarychronic/e of the

1920s and the 1930s, Classics and Commer­cials y A /iterary chronicle of the 1940s, enlos que se ocupaba principalmente de laliteratura norteamericana. Pero, si bien es·tos libros nos permitían asomarnos a esevasto mundo de conocimientos en que Wil­son se desenvolvía, al menos para el lectormexicano, no eran suficientes para comoprender por qué Edmund Wilson ha side,calificado como uno de los mayores críti­cos literarios de nuestro tiempo. (En sumayor parte Crónica Literaria es una reco­pilación de sus artículos publicados en larevista New Yorker, y la diversidad detemas y autores tratados, no permiten pre­cisar claramente los alcances de Wilson co­mo crítico literario, aunque es cierto quecada una de esas piezas es un ejemplo debuena crítica).

El Castillo de Axel, en cambio, nospresenta al crítico trabajando en un soloterreno, un solo tema (el simbolismo), ocu­pado en establecer relaciones, límites, esdecir, ''lo que debería ser la crítica litera­ria: una historia de las ideas y la imaginacióndel hombre en el marco de las relacionesque las determinan", según anota en unacarta a su maestro Christian Gauss, quesirve como prefacio al libro.

En El Castillo de Axel se estudia a seisescritores: Yeats, James Joyce, Eliot, Ger·trude Stein, Proust y Valéry, a quienes "nosuele reconocerse como culminación de unmovimiento literario consciente y muy im­portante": el simbolismo. Dentro del flujoy reflujo de los movimientos literarios, deacuerdo a las demostraciones que hace Wij·son en el libro, el simbolismo, opuesto alos escritores del naturalismo como Zolá,Flaubert y Maupassant, continúa las líneasdel movimiento romántico, pero las lleva alextremo. Si los románticos se oponían auna sociedad que los rechazaba y actuabandirectamente contra ésta, los simbolistas(entre cuyos precursores es necesario anotara Mallarmé, Laforgue y Villiers de L'IsleAdams entre otros) se niegan a la acción.Su crítica a la sociedad y a su tiempo seefectúa de otra manera: desde el aislamien­to, la soledad, la imaginación.

Con los cambios políticos y los descubri­mientos científicos ocurridos en los siglosXVII y XVIII, que tienden a mostrar elmundo como un sistema ordenado deacuerdo a leyes verificables y sujetas aexplicación, los escritores del movimientonaturalista intentan describir el mundo ysus relaciones sociales de la manera máscercana, lo más cercana posible a la reali·

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dad. Para ellos el mundo se percibe comouno solo, y la literatura, entonces, deberíaser como un espejo que lo refleje fielmente(recuérdese al respecto algunos de los pos­tulados de Stendhal). Pero para los simbo­listas el mundo es distinto: transformándo­se perpetuamente, no puede ser descrito deuna vez y para siempre, y menos aún si lossujetos que intentan hacer tal descripciónse encuentran en la misma situación, suje­tos a cambios. La prédica del simbolismoconsiste entonces en que "Cada poeta tieneuna personalidad única; cada momento tie­ne su tono especial, su especial combina­ción de elementos. Y es tarea del poetahallar, inventar, el lenguaje único y especialque convenga a la expresión de su persona­lidad y sentimientos. Tal lenguaje deberecurrir a símbolos: no se puede transmitirdirectamente algo tan peculiar, fugaz yvago, mediante afirmaciones o descripcio­nes, sino únicamente mediante una sucesiónde palabras, de imágenes, que servirán parasugerírselo al lector". (pág; 25) Y los seisescritores mencionados responden en sus

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obras a tales conceptos. Wilson hace unanálisis detenido y detallado de las obras decada uno de ellos. Su capacidad de síntesises increíble (véase sobre todo el capítulodedicado a Marcel Proust en el que, enunas cuantas páginas, nos refiere toda latrama de A la recherche du temp perdu)

y su conocimiento de la literatura europeainaudito: rastrea orígenes, huellas, marcas,similitudes, influencias. Por este solo libro,es fácil constatar que la vida de Wilsonestuvo dedicada plenamente a la literatura,y uno no se explica cómo a pesar de ellotodavía se daba abasto para estudiar einvestigar marxismo, psicoanálisis, políticay economía (entre otros asuntos), temasque Wilson manejaba, si no perfectamente,sí con gran conocimiento y destreza.

Pero volviendo a nuestro asunto, el estu·dio de Wilson no se queda solamente enprecisar por qué y de qué maneras estosautores representan la culminación del sim·bolismo, sino que ahonda en el estudio desus obras: investiga aspectos biográficos,anecdóticos, sociales, y hace una crítica decada uno de ellos, situándolos en su justaposición. De Paul Valéry, por ejemplo, diceque, desde luego, es un gran poeta, pero"lo cierto es que al internarnos en susensayos no logramos hallar muchas ideas.Hallamos simplemente, como en su poesía,la presentación de situaciones intelectuales,no el desarrollo ordenado de un pensamien­to" (pag. 69). "Me parece que Valéry serevela aquí como un pensador nada 'rigu·roso'; y en mi opinión (opinión· que con·vendría que consultaran jóvenes poetas me­xicanos que siguen las· ideas de Valérycomo si se tratara de cuestiones de fe)revela también un deseo, sin duda defensivoal mismo tiempo que snob, de hacer pasarel verso -un vehículo ya actualmente endesuso para la historia, la narrativa o eldrama, y en consecuencia sin demasiadoreclamo popular- por algo inherentementesuperior a la prosa; ¡incluso no ha dudadoen asegurar en alguna parte t¡ue 'la poesíaes la más difícil de las artes'! " Otro tantosucede con T. S. Eliot, cuando Wilsoncomenta Ash-Wednesday: "Uno empieza acansarse un poco de tanto oír a Eliot,apenas cumplidos los cuarenta, hablar del'aguila añosa' que se pregunta por quéesforzarse más en extender las alas." Y lomismo ocurre con los demás autores. Enrealidad, Wilson los acusa de tomar dema­siado en serio sus especulaciones respecto ala literatura, la poesía y el lenguaje.

En el capítulo final "Axel y Rimbaud",Wilson analiza las tendencias de la literaturadespués del simbolismo, del cual, segúnWilson, una de sus últimas manifestacionesfue el dadaísmo, "un producto especial yraro" .

Por una parte queda, como los simbolis·tas, refugiarse desesperadamente en la lite-

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ratura y evadir la realidad. El monólogo dela imaginació~ antepuesto a los compromi­sos de la experiencia exterior (como en elcaso de Axel, personaje creado por L'IsleAdams) o el camino de Rimbaud: abando­nar el "caos humillante" de la literaturapara buscar la vida, la acción real. EdmundWilson se pregunta"¿Cuál ha de ser, pues,el futuro de esta literatura? ", si a medidaque el mundo se vuelve más difícil elescritor se muestra más cansado para lucharcontra él. Pero tal vez el camino que habráde recorrerse no sea necesariamente el deAxel o el de Rimbaud (que por otra parte,ha demostrado su esterilidad como alterna­tiva en los casos de escritores como D. H.lawrence, o Malcolm I..owry) sino una con­jugación de los dos. Wilson propone borrarlos falsos dualismos entre clasicismo y ro­manticismo, naturalismo y simbolismo, ycombinarlos "para darnos una visión devida humana y su universo, más rica, mássutil, más compleja y éompleta que ningunaotra antes conocida por el hombre" cOmOha ocurrido, señala Wilson, en el caso delUlysses de Joyce. Aprovechar lo que derevolucionario ha tenido cada movimiento,y conseguir que "ciencia y arte ahondencada vez ·más en la experiencia y logren unrango cada vez más amplio, a medida quese consagren de forma cada vez más directay eficaz a las necesidades de la vida huma­na (y) quién sabe si no llegarán a un modode pensamiento, a una técnica en el enfo­que de nuestras percepciones, que hagan deciencia y arte una disciplina única" (pág.229). las investigaciones y los estudios queen nuestros días se llevan a cabo en todoslos terrenos del arte y la ciencia nos hacenpensar que las anteriores palabras de Wilsonseñalan algo factible. Día con día cambiamás nuestra visión y percepción del mundo;quizá el siguiente paso consista en abando­nar al individuo que hasta ahora hemossido, para ganarnos como especie genérica(lo que de ninguna manera significaría uni·formidad). la alternativa al estilo de Wilson(el crítico y el creador que sabe de casitodo) es cada día más difícil de practicar.Sin la colaboración y las aportaciones deotros, la cultura jamás podrá cumplir suverdadera función: convertirse en un autén­tico refuerzo de la vida.

El Castillo de Axel, es un libro deindispensable lectura. Nos enseña a apren·der la literatura mediante una impresión dela inteligencia, la emoción y los sentimien­tos. Tanto lo que dice Edmund Wilsoncomo el estilo en que lo dice, hace del

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Castillo de Axel uno de los libros másactuales que podamos leer.

Edmund Wilson. El Castillo de AxeL Cupsa Edito­rial, colección Goliárdica, Madrid, 1977. 242 pp.Traducción de Luis Maristany.

Rafael Vargas

Rayrnond Queneau

Las flores azules

Raymond Queneau (1903-1976) ha sidouna de las figuras menos ubicables dentrodel contexto de la literatura francesa con­temporánea. Maurice Nadeau dice que "apesar de todo lo dicho, Raymond Queneausigue siendo, para la crítica, un caso cuyaresolución necesitaría una larga exégesis. Seha intentado ya. Nos podemos preguntar enefecto si su obra se establece como unanegación de la literatura, o como una burlacontra ella, o quizás como un monumentoexageradamente literario." Su obra puedecompararse con el parque de diversionesque aparece en Pierrot mi amigo, dondecada juego provoca distintas reacciones en­tre los participantes: risa, desconcierto,enojo, indiferencia. En efecto, las novelasde Queneau tienen algo de juego. Sonenormes casas de la risa y de los espejos enlas que el lenguaje se refleja infmitamente,se distorsiona, cambia de niveles, transgredeel orden de las imágenes y se pierde des­pués de un sinnúmero de giros y transfor­maciones. Desde diálogos absurdos, chistes

personales, juegos de palabras, neologismosdisparatados, alusiones literarias <> guiñosretóricos, hasta un complejo aparato, comoEjercicios de estilo, donde Queneau narrauna breve anécdota 99 veces de 99 manerasdistintas. El sueño y la vigilia, las caricatu­ras y los seres reales, pueden entablar inter­minables diálogos a través de un humor yuna comicidad que funcionan como losúnicos instrumentos capaces de darle cohe­rencia a la trivialidad de la vida.

"Sobre las hojas, nada de lcaro; entre,tampoco", así empieza Queneau El vuelode ¡caro. Un novelista, Huberto Lubert,encuentra un buen día que el protagonistade su obra se ha escapado de ella. Piensaque sus colegas se lo han robado, pero enrealidad Icaro escapa para tener una vidapropia que no dependa de los caprichos dela mente de su creador. Y se enfrenta almundo a sabiendas de que su única expe­riencia es el lenguaje: tiene apenas unascuantas cuartillas de edad. Otros personajesigualmente inconformes salen de sus respec~

tivas obras a batirse, ya no con ese mundoque les estaba vedado, sino con una diversi­dad de lenguajes que no podían preveer. Delos alejandrinos, Icaro pasa a la lectura deun ininteligible manual de mecánica. Comoautor, Queneau ha participado de esa lucha.Se afiHó prematuramente a las aventurassurrealistas, para romper después con Bre­ton en 1929. Desde entonces sus activida­des se dispararon hacia otros lenguajes. Fuemiembro de la Academia Goncourt, direc­tor de la Encyclopédie de la Pléiade, sátra­pa del Colegio de Patafísica, autor de can­ciones y de artículos sobre actualidadesmatemáticas, ensayista, filósofo, poeta ynovelista.

En Las flores azules, los juegos de Que­neau se multiplican. Dos personajes se en­gendran en sueños: Joaquín de Auge, unduque feudal del siglo XIII, sueña que esun hombre que vive en un lugar cercano alParís de nuestros días. Cidrolín, por su'parte, sueña que es aquel duque medieval.Ambos sueños, como puede verse, son tam­bién dos vigilias (dos historias) que el autorva intercalando. Cuando alguno de los dospersonajes cierra los ojos y se duerme,aparece la historia del otro. El procedimien­to no es, por lo ingenioso, tan simple. Elduque de Auge se reúne con Cidrolín, sudoble onírico, después de recorrer los 700años que los separan. A través de Auge,Cidrolín asiste a las construcciones de Nó­tre Dame, rechaza la invitación del rey SanLuis IX para asistir a una cruzada en