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Relato de terror de 1996, incluido en la Antología: 1996 - The Nightmare Factory LA fábrica de pesadillas. La Factoría de Ideas, Solaris Terror, n" 28 (2006). PREMIO BRAM STOKER 2006 La torre roja La fábrica en ruinas se alzaba tres pisos sobre un paisaje que de lo contrario no tenía ninguna característica especial. Aunque era imponente, ocupaba solo la parte más discreta dentro del vacío gris de los alrededores, y su presencia no significaba más que una ligera mancha de color sobre un desolado horizonte. No había ninguna carretera que llevara a la fábrica, ni rastro de nadie que pudiera haber llegado hasta ella en algún momento del pasado lejano. Si alguna vez hubo un camino que condujera hasta allí, habría resultado i n ú t i l una vez hubiera alcanzado uno de los cuatro lados de ladrillo rojo de la fábrica, incluso en la época en que las instalaciones operaban a pleno rendimiento. [;1 motivo era sencillo: no se habían construido puertas, no había zona de carga ni entradas que permitieran penetrar las paredes exteriores de la estructura, que era de ladrillo macizo en los cuatro laterales, sin s i q u i e r a una sola ventana por debajo del segundo piso. La existencia de una gran fábrica cerrada al mundo exterior despertaba en mí una extremada fascinación. I-'ue casi con pesar que al final me enteré del acceso subterráneo de que disponía. Pero, desde luego, dicha revelación también se convirtió en un manantial para mi degenerado sentido del asombro, para mi decadente fascinación. La fábrica estaba en ruinas hacía tiempo. Los innumerables l a d r i l l o s estaban gastados y desmenuzados, y las ventanas, todas hechas añicos. Cada uno de los tres enormes pisos que se elevaban por encima de la planta baja estaban vacíos del todo, menos de polvo y silencio. La maquinaria que ocupaba densamente los tres pisos de la fábrica, así como el considerable espacio que había debajo, se dice que se ha evaporado, repito, evaporado, j u s t o después de que la fábrica detuviera su funcionamiento y dejara atrá s tan solo unos pocos perfiles espectrales de cubas y depósitos, tubos retorcidos y embudos, chirriantes herramientas y palancas, ruedas y cinturones gigantes que podían verse mejor al atardecer o incluso más tarde. Según

Ligotti Thomas - La Torre Roja

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  • Relato de terror de 1996, incluido en la Antologa:

    1996 - The Nightmare Factory

    LA fbrica de pesadillas. La Factora de Ideas, Solaris Terror, n" 28 (2006).

    PREMIO BRAM STOKER 2006

    La torre roja

    La fbrica en ruinas se alzaba tres pisos sobre un paisaje que de lo contrario no tena

    ninguna caracterstica especial. Aunque era imponente, ocupaba solo la parte ms

    discreta dentro del vaco gris de los alrededores, y su presencia no significaba ms

    que una ligera mancha de color sobre un desolado horizonte. No haba ninguna

    carretera que llevara a la fbrica, ni rastro de nadie que pudiera haber llegado hasta

    ella en algn momento del pasado lejano. Si alguna vez hubo un camino que

    condujera hasta all, habra resultado in t i l una vez hubiera alcanzado uno de los

    cuatro lados de ladr i l lo rojo de la fbrica, incluso en la poca en que las

    instalaciones operaban a pleno rendimiento. [;1 motivo era sencillo: no se haban

    construido puertas, no haba zona de carga ni entradas que permitieran penetrar las

    paredes exteriores de la estructura, que era de ladrillo macizo en los cuatro

    laterales, sin s iqu iera una sola ventana por debajo del segundo piso. La existencia

    de una gran fbrica cerrada al mundo exterior despertaba en m una extremada

    fascinacin. I-'ue casi con pesar que al final me enter del acceso subterrneo de que

    dispona. Pero, desde luego, dicha revelacin tambin se convirti en un manantial

    para mi degenerado sentido del asombro, para mi decadente fascinacin.

    La fbrica estaba en ruinas haca tiempo. Los innumerables l adr i l lo s estaban

    gastados y desmenuzados, y las ventanas, todas hechas aicos. Cada uno de los tres

    enormes pisos que se elevaban por encima de la planta baja estaban vacos del todo,

    menos de polvo y si lencio. La maquinaria que ocupaba densamente los tres pisos

    de la fbrica, as como el considerable espacio que haba debajo, se dice que se ha

    evaporado, repito, evaporado, j us to despus de que la fbrica detuviera su

    funcionamiento y dejara a t r s tan solo unos pocos perfiles espectrales de cubas y

    depsitos, tubos retorcidos y embudos, chirriantes herramientas y palancas, ruedas y

    cinturones gigantes que podan verse mejor al atardecer o incluso ms tarde. Segn

  • estas historias totalmente alucinantes, toda la Torre Roja, como era conocida la

    fbrica, siempre haba estado sometida a desvanecimientos en algunos momentos

    determinados. Este fenmeno, segn las palabras delirantes o agonizantes de

    muchos testigos, se deba a una profunda hostilidad entre las operaciones ruidosas y

    malolientes de la fbrica y la pureza desolada del paisaje que la rodeaba, lo que

    desembocaba alguna que otra vez en borrados o desvanecimientos temporales del

    primero por el ltimo.

    A pesar de sus orgenes al parecer disparatados y crdulos, esos testimonios, a mi

    entender, merecan algo ms que una atencin superficial. El conflicto legendario

    entre la fbrica y el territorio grisceo que la rodeaba bien podra haber sido una

    invencin de los individuos que se perdieron en las avanzadas fases de su deterioro

    fsico o psquico. No obstante, mi teora era, y todava lo sigue siendo, que la Torre

    Roja no haba sido siempre de aquel color peculiar gracias al cual, a la larga, se

    labr su fama. Por lo tanto, el enrojecimiento de la fbrica fue una traicin, una

    abrupcin, pues doy por supuesto que esta antigua estructura era, en tiempos

    inmemorables, del mismo color claro que el mundo que la rodea. Adems, con una

    perspicacia nacida de la imparcialidad hasta el punto de una total desesperacin, me

    imagin que la Torre Roja nunca se dedic exclusivamente a las funciones modestas

    de una fbrica comn.

    Debajo de los tres pisos de a l t u r a de a Torre Roja haba dos, o puede que tres,

    plantas ms. El que estaba jus to debajo de la planta baja de la fbrica era el nexo

    de un sistema nico de distribucin de los productos que se manufacturaban en las

    tres plantas de a r r iba. El primer piso bajo tierra se asemejaba de muchas maneras a

    una antigua mina subterrnea y funcionaba igual que una. Los compartimentos del

    montacargas, cercados por una pesada malla metlica, retorcida y corroda,

    descendan ms all de la superficie hacia una cmara expansiva que se haba

    excavado de modo rudimentario en la tierra rocosa y se perpetuaba sin orden ni

    concierto por la densa estructura de soportes, un entramado de postes y pilares,

    vigas y maderos qtie inclua una gran variedad de materiales: madera, metal, cemen-

    to, hueso y una fina cincha nervuda que era fibrosa y firme. De esa cmara central

    sala un sistema de tneles que transformaban en un laberinto la tierra debajo del

    terreno gris y desolado que rodeaba a la Torre Roja. A travs de esos tneles se

    transportaban los productos que se manufacturaban en la fbrica, a veces

    literalmente en mano, pero con ms frecuencia mediante carros o carretillas, que

    llegaban a los puntos de entrega ms recnditos e inverosmiles.

    El comercio que originalmente se produjo en la Torre Roja era, en cierto sentido,

    notable, pero al principio no tena un carcter extraordinario ni especialmente

    ambicioso. Se trataba de una horripilante seleccin de produc-

  • tos que tal vez fuera mejor describir como novedades. Al comienzo, los objetos y

    construcciones producidos por la maquinaria de la Torre Roja eran de una calidad

    catica, algo aleatorio que creaba cosas amorfas, sin forma consistente o diseo

    aparente. De vez en cuando apareca un bulto ceniciento que revelaba lo que

    pareca un rostro o unas zarpas, o tal vez un ensamblaje que se asemejaba a una

    urna con diminutas ruedas irregulares, pero casi siempre las primeras

    producciones eran relativamente inocuas. Sin embargo, despus de un tiempo, las

    cosas empezaron a aclararse, como siempre ocurre, rechazaron un desorden

    inofensivo y sin inters una situacin nunca dura para siemprey adoptaron

    los planes y propsitos ms comunes de un intento de creacin sin piedad.

    As fue cmo la Forre Roja empez a producir su terrible y desconcertante

    lnea de artculos nicos y novedosos. Entre los objetos y construcciones que

    fabricaban haba unos cuantos de carcter inocente, como unos finos camafeos

    minsculos ms pesados de lo que sugera su tamao, mucho ms pesados, y unos

    relicarios cuya br i l lante superficie exterior se abra para revelar un negro

    abismo reverberante, una profunda oscuridad en la que ruga el eco. Dentro de la

    misma lnea de productos, haba una serie de reproducciones muy reales de

    rganos internos y estructuras fisiolgicas, de los cuales muchos exhiban una

    avanzada fase de enfermedad y todos ellos eran cal ientes y suaves al tacto de

    una forma desagradable. Haba una falsa mano incorprea en la que las uas

    crecan unos cuantos centmetros por la noche, todas las noches, como un reloj.

    Un montn de objetos naturales, la mayora calabazas protuberantes, estaban

    diseados para e mi t i r un largo y ensordecedor grito siempre que alguien los

    coga o los perturbaba de cualquier otro modo en su t r a nq u i l id ad vegetal. Ms

    incomprensible eran aquel la s cosas como pegotes de lava endurecida en cuyas

    gneas formas speras haba incrustados un par de ojos legaosos, que

    permanentemente movan su mirada de un lado a otro como un pndulo

    incesante. Y tambin la modesta pieza de cemento, un fragmento que se haba

    desprendido de cua lq u i e r calle o acera, que dejaba tina de esas manchas que

    son muy difci les de sacar, verde y grasicnta, en cualquier superficie sobre la

    que se depositara. Pero estos artculos bastante simples fueron seguidos, y al final

    acabaron reemplazados, por tinos objetos y construcciones ms articulados. Un

    ejemplo de esta clase de novedades tan complejas era una caja de msica

    ornamentada que cuando se abra emita un breve gorgojeo o un sonido

    absorbente que emulaba al estertor postrero de un individuo agonizante. Otro

    producto manufacturado en grandes cantidades en la Torre Roja era un reloj de

    bolsi l lo , cuyo revestimiento de oro se abra para revelar una curiosa pieza de

    relojera, cuyos nmeros estaban representados por diminutos insectos

    temblorosos, mientras que las manecillas eran lenguas de reptiles, delgadas y

    rosas. Pero estos

  • ejemplos apenas insinuaban la variedad de mercancas que salan de la fbrica

    durante su fase original de produccin. Si nos centramos en un periodo de tiempo

    determinado, debera al menos mencionar las alfombras exticas tejidas con

    complicados diseos abstractos que se convertan en el tipo de breves escenas

    fantasmagricas que pasaran por un cerebro asolado por la fiebre o incluso daado

    para siempre.

    Como me fue revelado, y ahora acabo de revelar, el medio de distribucin de los

    originales productos fabricados en la Torre Roja era un sistema de tneles situado

    en la primera planta, no en la segunda (o puede que en la tercera), que haba sido

    excavado debajo del mismo edificio de tres pisos de la fbrica. Al parecer, esos

    niveles subterrneos no eran necesariamente parte de los cimientos iniciales, sino

    que en realidad eran un desarrollo retorcido e inverosmil que pudo haber ocurrido

    solo cuando la estructura conocida como la Torre Roja sufri, a lo largo del tiempo,

    su propia mutacin de algn estado previo hasta acabar convertida en un modesto

    espacio fabril. Esta mutacin despus requerira la excavacin no sabra decir si

    fue desde arriba o abajo de un sistema de tneles como medio de distribucin de

    los inslitos objetos que, durante un tiempo, la fbrica produjo.

    Por lo visto, cuando las extraordinarias invenciones de la Torre Roja obtenan su

    forma final, tenan una ubicacin especial a la que se las destinaba para ser

    repartidas, ya fuera en mano, en los pequeos carros o en las carretillas que

    recorran grandes distancias a travs del sistema de tneles subterrneo. Dnde iban

    a parar, eso ya no lo saba nadie. Puede que fuera al fondo de un oscuro armario,

    enterradas bajo una pila de trastos mediocres, donde un artculo de lo ms original

    permanecera por algn tiempo antes de que alguien lo encontrara por pura

    casualidad o por desgracia. En cambio, esa misma invencin, u otra totalmente

    diferente, podra colocarse sobre la mesita de noche al lado de la cama de alguien

    para que la descubriera de inmediato. Cualquier punto de entrega era posible, nada

    estaba fuera del alcance de la Torre Roja. Incluso haba testimonios, tanto

    sumamente histricos como semiconscientes, de artculos de la fbrica que se

    haban descubierto alojados dentro de un cuerpo vivo, o uno muerto no haca

    mucho. S que un logro como este estaba dentro de los poderes de la fbrica, dado

    su posterior historial de produccin. Pero el pensamiento que ms atrae a mi

    degenerada imaginacin es el de cuntos de aquellos originales artculos

    monstruosos producidos en la Torre Roja habran sido levados ferviente y

    escrupulosamente solo por medio de aquellos interminables tneles

    subterrneos a lugares remotos donde nunca seran ni podran ser encontrados.

    As como se haba creado un sistema de tneles para la distribucin cuando se

    convirti en una fbrica de originales artculos, tambin se requiri una ampliacin

    de este sistema, toda una fase nueva de produccin que poco a

  • poco fue evolucionando. Dentro del montacargas de malla metlica que

    comunicaba la parte superior de la fbrica con los tneles subterrneos, ahora

    haba una palanca especial que, cuando alguien la empujaba hacia atrs, o tal vez

    hacia delante (no conozco estos detalles), permita descender a un segundo nivel.

    Esta zona, excavada en los ltimos tiempos, era mucho ms pequea, mucho ms

    estrecha, que la que haba jus to encima, como se poda observar en el instante en

    que el montacargas se paraba y se alcanzaba a ver todo el panorama. La escena a

    la que ahora se enfrentaban las mentes inseguras de los testigos recordaba, en

    muchos sentidos, a un cementerio aislado, rodeado de una valla torcida, con las

    estacas bastante separadas las unas de las otras y sujetadas con alambre oxidado,

    Las lpidas que haba en el interior de la cerca estaban muy apretujadas y eran

    bastante normales, aunque un tanto anticuadas en cuanto al diseo. En cambio, no

    haba nombres ni fechas en aquellas estelas funerarias, nada de nada, a excepcin

    de una ornamentacin abstracta y un tanto rudimentaria. Esto tan solo poda

    comprobarse cuando uno se acercaba mucho al cementerio subterrneo, puesto

    que la iluminacin en esa zona era dbil y poco convencional y proceda

    exclusivamente de las brillantes paredes de piedra que rodeaban el lugar. Aquellas

    paredes parecan estar cubiertas con una pintura fosforescente que inundaba el

    cementerio de una neblina turbia y griscea. Durante mucho rato no sabra

    decir cunto tiempo mi ensoacin morbosa se centr en esa oscura visin del

    cementerio bajo la fbrica, un cementerio subterrneo rodeado por una va l l a

    torcida de estacas y baada por la deficiente i l u mi n ac i n que proporcionaba la

    pintura fosforescente aplicada sobre las paredes de piedra. Por el momento, tengo

    que hacer hincapi en la visin en s misma, sin prestar atencin a los propsitos

    u t i l i t a r io s de aquel lugar, es decir, la funcin que tena en relacin con la

    fbrica que haba a r r iba . La verdad es que se haba llegado a un punto en que

    todas las funciones de la fbrica se llevaban a cabo bajo tierra, en esc nivel del

    cementerio. Mucho antes de la completa evaporacin de la maquinaria de la Torre

    Roja, ocurri algo que requiri la paralizacin de todas las operaciones en las tres

    plantas de la fbrica que estaban por encima del suelo. Las razones para

    emprender esta accin no estn nada claras y solo han sido motivo de reflexin

    cuando un estado de curiosidad desesperada y devoradora ha llegado a su punto

    mximo, cuando la llama ardiente de la especulacin se hace tan intensa que

    amenaza con incinerar todo sobre lo que br il la . En mi opinin, creo que es muy

    pertinente reiterar en este momento el conflicto mantenido hace mucho tiempo

    entre la forre Roja, que pienso que no ha estado siempre marcada por ese color y

    ese nombre, y el paisaje grisceo de completa desolacin que rodea esa estructura

    por todos los lados, y que se extiende por encima de ella en una distancia tan

    grande que resulta incalculable. Pero debajo de la planta baja de la fbrica haba

    otra cosa: fue aqu donde, llegado

  • un momento, ias operaciones disminuyeron; fue aqu, en especial en e nivel del

    cementerio, donde continuaron.

    Evidentemente, la Torre Roja haba cometido algn tipo de ofensa o violacin,

    y sus actividades clamorosas y los inslitos productos que produca tal vez su

    propia existencia constituan una afrenta a la tranquilidad inalterable del mundo

    que la rodeaba. Desde mi punto de vista, hubo algn tipo de deslealtad, la ruptura

    de un vnculo a traicin. Por supuesto, puedo imaginarme una poca anterior a la

    existencia de la fbrica, antes de que cualquiera de sus caractersticas manchara el

    territorio sin rasgos distintivos que se extenda en todas direcciones, tan gris y

    desolado. Al soar con la gris desolacin del paisaje, tambin encontr muy fcil

    imaginarme que poda haber sufrido, tras un lapso de tiempo en un total

    aburrimiento, un impulso espontneo e inexplicable que derivaba de una

    perfeccin montona, tal vez incluso un deseo inconquistable de correr el riesgo

    de moverse hacia una imperfeccin tentadora. Como una concesin a ese impulso

    o al deseo de conseguir algo, como una renuncia mnima, tuvo lugar una creacin

    y tom forma una estructura donde antes no hubiera nada parecido. Me la

    imagin, en sus inicios, como una irrupcin en el paisaje apenas perceptible, una

    densidad gris que se elevaba en lo gris, en relieve con el diseo ms armonioso y

    de buen gusto. Pero este tipo de estructuras y creaciones tienen sus propios

    deseos, sus propios destinos que cumplir, sus propios misterios y mecanismos que

    tendrn que seguir a cualquier precio.

    De un paisaje gris, desolado y sin ninguna caracterstica especial haba surgido

    un edificio insulso, una torre blancuzca, o puede que traslcida, que, con el paso

    de los aos, empez a convertirse en una fbrica y a producir, con el espritu de la

    ms grotesca agresividad, una lnea de originales artculos bastante morbosos y

    desagradables. En algn momento, como muestra de rebelda, se enrojeci con

    una pasin enigmtica por la traicin y la obstinacin malsana. A simple vista, la

    Torre Roja pareca un magnfico complemento de la desolacin griscea que la

    rodeaba, una composicin nica y pintoresca que serva para definir la

    maravillosa esencia de ambos. Pero en realidad exista entre ellos una profunda e

    indescriptible hostilidad. Hubo un intento de recuperar la Torre Roja, o al menos

    de obligarla a volver a sus antiguos orgenes. Me refiero, por supuesto, a aquella

    demostracin de fuerza que result en la evaporacin del denso arsenal de

    maquinaria de la fbrica. Las tres plantas de la Torre Roja se haban vaciado, se

    haban purgado de ios ofensivos medios de produccin de aquellos originales

    productos, y la parte de la fbrica que se elevaba por encima del suelo se dej

    caer en ruinas.

    Si la maquinaria no hubiera desaparecido, creo que el cementerio subterrneo,

    o algo semejante, hubiese aparecido de todas maneras en algn momento u otro.

    Esa era la direccin en la que la fbrica se estaba moviendo, como sugera alguno

    de los ltimos modelos de sus originales artculos. Las

  • 314 I Thomas Ligotti

    mquinas se haban quedado obsoletas conforme la obsesin enfermiza de la

    Torre Roja se intensificaba y evolucionaba hacia proyectos ms experimentales e

    incluso ms utpicos. Antes he dicho que las lpidas del cementerio subterrneo

    de la fbrica no tenan los nombres de los inhumados, ni sus fechas de nacimiento

    y muerte. Este hecho lo confirman numerosas explicaciones presentadas como un

    galimatas al borde de la histeria. La razn de esas lpidas en blanco se hace

    evidente del todo cuando uno las mira detenidamente y las ve torcidas y muy

    juntas en la bruma fosforescente que despiden las paredes cubiertas con pintura

    luminosa. Ninguna de aquellas tumbas, a decir verdad, tena all enterrado a

    nadie cuyo nombre y fecha de nacimiento y muerte tuviera que inscribirse sobre

    las lpidas. No eran lo que se llamara tumbas para sepultar. Lo que quiere

    decir que de ninguna manera estas eran tumbas para enterrar a los muertos, sino

    ms bien lo contrario: eran tumbas de un diseo experimental, de las que nacan

    las ms nuevas producciones de la Torre Roja.

    Desde que empez a manufacturar originales artculos de naturaleza inslita, la

    fbrica haba emprendido la creacin de lo que seran conocidos como

    hiperorgnnismos. Estas nuevas producciones tenan tambin un carcter

    fundamentalmente extremo y representaban una divergencia incluso mayor entre

    la parte de la Torre Roja y la insulsa y gris desolacin en medio de la que se

    encontraba. Como daba a entender la denominacin de esos hiperorgnnismos,

    esta lnea de artculos mostraba las caractersticas ms esenciales de su naturaleza

    orgnica, lo que significaba, por supuesto, que estaban en conflicto sus dos rasgos

    bsicos. Por un lado, revelaban una intensa vitalidad en todos los aspectos de su

    forma y funcin; por otro lado, y al mismo tiempo, manifestaban un ineluctable

    elemento de deterioro en las mismas zonas. De este modo, cada uno de esos

    hiperorgnnismos, aunque fulguraran con un grado obsceno de impulsos vitales, al

    mismo tiempo llevaban tambin escritos la degeneracin y la muerte. Por lo visto,

    de acuerdo con una tradicin de asombrosa locura, cuanto menos se diga sobre

    los vastagos que dan a luz aquellas tumbas, o cualquier creacin similar, mejor.

    Yo mismo casi he estado totalmente limitado a un estado de especulacin en

    constante agitacin con respecto a las particularidades cautivadoras de todos los

    fenmenos hiperorgnicos producidos en el cementerio subterrneo de la Torre

    Roja. Aunque con razn podamos suponer que tales creaciones no son

    precisamente bonitas, no podemos conocer por nosotros mismos los misterios y

    los mecanismos que explican, por ejemplo, cmo esas creaciones se mueven a

    travs de la luminiscencia neblinosa de ese mundo bajo tierra; qu gestos

    chirriantes o espasmdicos seran capaces de hacer, si es que hacan alguno; los

    sonidos que haran o qu rganos especficos usaron para crearlos; cmo

    aparecan cuando con torpeza surgan de las profundas sombras o se

    escondan tras aquellas lpidas annimas: qu temblorosas fases

  • La torre roja

    de mutacin haban sufrido casi con segundad despus de la generacin de sus

    larvas sobre la tierra yerma del cementerio; qu haban producido o despedido sus

    cuerpos a modo de fluidos y secreciones; cmo responderan a la mutilacin de

    sus formas por razones de naturaleza experimental o totalmente salvaje. A

    menudo pienso en los esfuerzos desesperados que tuvieron que hacer esas

    creaciones para librarse del ambiente recluido que sus cerebros deformes o

    inexistentes eran incapaces de comprender. No podan comprender, no nicas que

    yo mismo, con qu propsito surgan de aquellas tumbas, aquellas incubadoras de

    hiperorganismos, diminutas fbricas de carne que existan en el interior, y mucho

    ms adentro, de la gran fbrica de la Torre Roja.

    Desde luego, no fue ninguna sorpresa que la produccin de los

    hiperorganismos no continuara durante mucho tiempo despus de que una

    segunda destruccin asolara la fbrica. Esta vez no tuvo lugar una mera

    desaparicin, una evaporacin final de la maquinaria; esta vez fue algo mucho

    ms brutal. De nuevo las fuerzas de la destruccin se dirigieron a la fbrica, en

    especial al cementerio subterrneo situado en el segundo nivel bajo tierra, y la

    estructura de tres pisos de altura que haba arriba acab por desmorona rse

    totalmente. Segn tengo entendido, solo se sabe algo de lo que qued en el

    cementerio y de sus obras ingeniosamente blasfemas por los estremecedores e

    incomprensibles rumores del caos y la devastacin, y la ms incalificable rotura

    total. Esas mismas fuentes, al parecer, tambin consideraron este incidente como

    la culminacin, si no la conclusin, de las antiguas hostilidades entre la Torre

    Roja y aquel halo grisceo de desolacin que flotaba por todos lados. Aquel

    episodio demoledor pareca haber puesto fin a la carrera de la Torre Roja.

    Sin embargo, hay indicios de que, aunque todo indicara lo contrario, la fbrica

    continuaba activa a pesar de su estado de ruina silenciosa. Despus de todo, la

    evaporacin de la maquinaria que produjo un sinfn de artculos inslitos en la

    fbrica de tres pisos y ladrillos rojizos, y la subsiguiente cada en desuso del

    sofisticado sistema de tneles en el primer nivel bajo tierra, no impidieron que la

    fbrica siguiera con su produccin por otros medios ms enrevesados. El trabajo

    en el segundo nivel subterrneo (donde estaba el cementerio) fue muy bien

    durante algn tiempo. Al producirse la despiadada devastacin de aquellas

    tumbas ingeniosas y frtiles, junto con las mercancas que producan, pareca que

    el historial de fabricacin de la Torre Roja hubiese llegado a su fin. Sin embargo,

    hay indicios de que debajo dla fbrica de tres plantas situada encima del suelo,

    debajo del primer y el segundo piso subterrneos, exista un tercer nivel de

    actividad. Tal vez es solo un deseo de simetra, el ansia de un equilibrio

    compositivo en las cosas, que ha llevado a aparecer una serie de sutiles rumores

    sobre este tercer nivel subterrneo, a proporcionar una especie de parte

    complementaria a las tres plantas de la

  • fbrica que se alzan sobre el suelo, en el paisaje gris y sin ninguna caracterstica

    especial. En este tercer nivel, segn mantienen estos rumores borrosos, el

    programa de produccin de la fbrica se lleva a cabo de un modo nuevo y un

    tanto extrao, que representa su operacin ms ambiciosa en la produccin de

    creaciones putrefactas, que en ltima instancia consuma su tradicin de

    degeneracin y alcanza un perfeccionamiento del defecto y el desorden, de

    acuerdo con los rumores contaminados y confusos que corren con respecto a este

    tema.

    Tal vez parezca que he hablado demasiado sobre la Torre Roja y tal vez haya

    sonado todo muy raro. No pienses que no soy consciente de estas cosas. Pero

    como he apuntado a lo largo de este documento, solo estoy repitiendo lo que he

    odo. Yo mismo nunca he visto la Torre Roja, nadie lo ha hecho, y posiblemente

    nadie lo har; no obstante, dondequiera que vaya la gente habla de ella. De un

    modo u otro hablan de los inslitos artculos de pesadilla o de los misteriosos y

    repugnantes hipcrovganismos, as como tambin farfullan sin parar del sistema de

    tneles subterrneo y el cementerio aislado cuyas lpidas no mostraban ningn

    nombre, ni fecha que indicara el nacimiento o la muerte. De lo nico que hablan

    es de la Forre Roja, de un modo u otro, de nada ms que de la Torre Roja. Todos

    hablamos y pensamos en la Torre Roja a nuestra propia y degenerada manera. He

    recopilado solo lo que la gente va diciendo (aunque no saben que lo estn

    diciendo) y a veces lo que han visto (aunque no saben que lo han visto). Pero aun

    as siguen hablando, de algn modo trastornado u otro, de la Torre Roja. Les oigo

    hablar de ella todos los das de mi vida. A menos, por supuesto, que empiecen a

    hablar del paisaje gris y desolado, ese vaco neblinoso en el que la Torre Roja

    la grande y di l igente Torre Roja est tan peligrosamente apoyada. Entonces

    las voces se van calmando cada vez ms hasta que apenas puedo or cmo

    intentan comunicarse conmigo a travs de sofocantes trozos del trauma post

    pesadilla. He llegado a un punto en el que tengo que esforzarme para or las

    voces. Espero que me revelen las nuevas aventuras de la forre Roja mientras

    avanza hacia fases de produccin incluso ms corruptas, que incluyen el

    enigmtico taller del tercer piso subterrneo. Tengo que quedarme quieto y

    ca l lado para escucharlas; tengo que quedarme en silencio para el momento

    aterrador. Luego empezar a or los ruidos de la fbrica cuando se ponga en

    funcionamiento una vez ms. Entonces ser capaz de volver a hablar de la forre

    Roja.

  • Nota sobre el autor

    Thomas Ligotti naci en 1953. Estadounidense de segunda generacin de ascendencia

    s ic i l ian a, fue educado como cr i s t iano catlico, pero reneg de las doctrinas de la

    iglesia al final de su adolescencia. Despus de consumir habitual-mente drogas y alcohol

    a f i n a l es de los sesenta, sufri un cuadro de desorden pnico ansioso crnico en agosto

    de 1970. Al ao siguiente se gradu en el Grosse Pointe North High School.

    Empez a escr ib i r ficcin en el instituto. Obtuvo en 1978 la graduacin en Ingls en

    la Universidad Estatal de Wayne (Detroit), y por esa poca comenz a enviar relatos de

    terror a Arkham House Publishers, aunque todos fueron rechazados por considerarlos

    inadecuados.

    Eigotti encontr trabajo en la divi s in de crtica l i ter ar i a de la Gale Research

    Company (actualmente Thomson Gale) en 1979. Su primer relato publicado, The Chymist,

    apareci en Nyctalops en marzo de 1981. En 1983 asisti a la World Fantasy Convention

    en Ottawa, aunque por esa poca era un autor bastante desconocido, pero a lo largo de los

    ochenta muchos ms de sus relatos se fueron publicando en prensa. Su reputacin fue

    creciendo entre los aficionados a los rel a tos extraos, hasta culminar con la aparicin

    en 1985 de Songs al a Dead Dreamer. Posteriormente este libro fue revisado y ampliado

    en su edicin inglesa en 1989.

    Ms adelante escr ibi r a otras dos recopilaciones: Grimscribe (1991) y Noctuary

    (1994), que fueron publicadas simultneamente a ambos lados del Atlntico. En 1996 vio

    la luz tina seleccin de re la tos de estas tres obras, as como seis cuentos nuevos, llamada

    La ibrica de pesadillas. Esta antologa le s i r v i para ganar dos de sus tres premios

    13ram Stoker, uno por la recopilacin en s y otro por el relato The Red Tower.

    En 1997 se imprimi In a Foreign Town, in a Foreign Land. Posteriormente, Tibet ' s

    Durto Press edit tres libros de poemas: / Have a Special Plan for This World (2000),

    77i;s Degenerate Little Town (2001) y Death Poems (2004), y su guin Crampton (2003),

    escrito con Brandon Trenz.

    En 2001, Ligotti dej su trabajo despus de veintitrs aos y empez a trabajar como

    escritor y editor independiente. Dos aos despus public su trabajo ms largo hasta la

    fecha: la novela corta My Work is Not Yet Done.

    Su obra muestra una clara herencia de H. P. Lovecraft, Edgar Alian Poe, Franz

    Kafka y Jorge Luis Borges, de los cu a l es se embebi en su adolescencia.

    Generalmente ev i t a la v io l en c i a explci ta, muy comn en la ficcin de terror

    moderna, apostando ms por una atmsfera intensamente perturbadora c o n s t r u i d a a

    travs de su t i l ezas y repeticiones. En la actualidad, sus nuevos re l a to s cortos siguen

    apareciendo en la revista Weird Tales y en diversas antologas de prestigio.

  • Bibliografa de Thomas Ligotti

    Antologas de relatos

    1985 In A Foreign Town, In A Foreign Land

    1989 Songs of a Dead Dreamer

    1991 Grimscribe: His Life and Works

    1994 - Noctuary

    1994 The Agonizing Resurrection of Victor Frankenstein And Other Gothic Tales

    1996 - The Nightmare Factory

    _______ LA fbrica de pesadillas. La Factora de Ideas, Solaris Terror, n" 28 (2006).

    2002 - My Work Is Not Yet Done: Three Tales of Corporate Horror

    2003 The Thomas Ligotti Reader

    2005 - The Shadow at The Bottom of The World

    Premios

    1996 Premio Bram Stoker al mejor relato largo por The Red Tower

    1997 Premio Bram Stokera la mejor antologa de relatos por La fbrica de pesadillas

    2002 Premio Bram Stokeral mejor relato largo por My Work is Not Yet Done

    2002 International Horror Guild Award al mejor relato largo por My Work Is Not Yet

    Done

    RESEA

    Autor ganador de tres premios Stoker y un International Horror Guil Obra galardonada con el premio Stoker y nominada al World Fantasy

    Uno de los libros de terror ms importantes de la dcada

    Ramsey Campbell

    Hay un mundo que sobrepasa y amenaza al nuestro; un universo en el que los sueos del hombre se retuercen hasta formar pesadillas difcilmente olvidables.

    Los relatos que encontrars en este libro te transportarn a realidades en las que nada es lo que parece, donde cada paso puede ser mortal. En ellos

    descubrirs cmo las emociones se pueden corromper; las sensaciones, distorsionar, y lo que dabas por seguro, derrumbarse en pedazos. Podrs clavar la mirada durante un tiempo en el peor lado de las races de la corrupcin misma.

    En el reino de lo sobrenatural Thomas Ligotti es el maestro de los relatos, y uno de los mximos exponentes del terror clsico, a quien la crtica compara con H.P. Lovecraft o Clive Barker. La fbrica de pesadillas es una seleccin de

    historias que haban permanecido inditas hasta el momento.