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LILA, LOLA Y LULA y la ceniza tenebrosa. Lila, lola y lula eran tres amigas que vivían cerca de la ciudad en una zona de granjas en donde habían construido una casita en un árbol cercano a un arroyo, y la habían adornado con infinidad de flores porque eso era lo que más le gustaba a las tres amigas. Un día, el abuelo de Lula invitó a las niñas a ir a la ciudad a jugar en un parque de diversiones en donde se divirtieron mucho y volvieron a sus casas al día siguiente, llenas de paletas de caramelos, barriletes de colores y … ¡nuevas plantas de flores exóticas que provenían de una selva lejana! Cuando las niñas fueron a plantar cerca del árbol de la casa aérea sus nuevas adquisiciones florales, encontraron toda la zona cubierta de un polvo de color blancuzco. Las tres se quedaron sin saber qué hacer, ni qué decir, ni qué pensar. Lola dijo que capaz un volcán había mandado sus nubes de cenizas, Lula dijo que inmediatamente limpiaría todo con agua

Lila Lola y Lula

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LILA, LOLA Y LULA y la ceniza tenebrosa.

Lila, lola y lula eran tres amigas que vivían cerca de la ciudad en una

zona de granjas en donde habían construido una casita en un árbol

cercano a un arroyo, y la habían adornado con infinidad de flores porque

eso era lo que más le gustaba a las tres amigas.

Un día, el abuelo de Lula invitó a las niñas a ir a la ciudad a jugar en un

parque de diversiones en donde se divirtieron mucho y volvieron a sus

casas al día siguiente, llenas de paletas de caramelos, barriletes de

colores y … ¡nuevas plantas de flores exóticas que provenían de una

selva lejana!

Cuando las niñas fueron a plantar cerca del árbol de la casa aérea sus

nuevas adquisiciones florales, encontraron toda la zona cubierta de un

polvo de color blancuzco. Las tres se quedaron sin saber qué hacer, ni

qué decir, ni qué pensar. Lola dijo que capaz un volcán había mandado

sus nubes de cenizas, Lula dijo que inmediatamente limpiaría todo con

agua y sanseacabó, pero Lila se quedó pensando y calladita la boca

miraba hacia los horizontes: aquello era sospechoso, impensado, y le

despertaba una cosquilla en el pecho… como… como… ¡un

presentimiento!

Las tres amigas llevaron a cabo la limpieza propuesta por Lula, pero tan

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concentradas habían estado en desempolvar con delicados pinceles las

flores, en bañar a Plumín –el pajarito hornero que vivía en la casa

arbórea- y en baldear el árbol que no se habían dado cuenta de la

gravedad de la situación, y fue recién al anochecer cuando

comprendieron que las tres no iban a poder limpiar todo ese día: la luna

iluminaba las cenizas que todo lo cubrían en fantasmal manto. Brrrr!

Otro escalofrío recorrió el cuerpo de Lila: todos los árboles, todo el

arroyo, todos los carpinchos, mariposas y aves intentaban sacarse ese

polvo pegajoso de sí mismos.

Lila, Lola y Lula regresaron tarde a sus hogares, exhaustas y

preocupadas. En la cena Lila estuvo más silenciosa que de costumbre.

No se contentaba con la explicación de un volcán, o de un posible

incendio en el monte cercano. Su corazón le decía que algo grave y

peligroso rondaba su paisaje, su tierra, sus amigos de la naturaleza y su

felicidad.

Temprano al otro día las amigas salieron en sus bicicletas de expedición

para intentar encontrar el motivo de tanta suciedad, y al subir la loma

del árbol quebrado sus corazones casi dejaron de latir y los ojos se les

llenaron de lágrimas: el montecito de algarrobos ya no estaba; había

sido destruido por completo y en su lugar camiones de basura

descargaban cientos de bolsas que ya formaban una gran montaña de

basura que humeaba en algunos lugares.

Las tres amigas llamaron a asamblea del pueblo y entre todos

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averiguaron quiénes eran los que estaban ensuciándolo su hábitat.

Resultó ser que los gobernantes de la vecina ciudad habían decidido que

como no había más espacio para ubicar la basura empezarían a sacarla

de allí para ponerla afuera. Era, ciertamente, un gran problema porque

incluso ellos mismos hacían basura y no sabían muy bien a dónde eran

llevadas las bolsas que noche a noche sus madres sacaban a las calles.

Lula tomó la voz y dijo: Sé que algunos pensarán que soy sólo una niña,

pero mi corazón me dice que tengo que hablar. Ante semejante situación

no puedo menos que pensar dos cosas. La primera es que tenemos que

exigir que dejen de traernos la basura aquí, a esta tierra tan amada por

nosotros que alberga una naturaleza hermosa llena de árboles y

animales que son nuestros amigos; pero la segunda es que tenemos que

pensar que capaz nuestra basura esté enfermando a otros seres vecinos

a nosotros y no nos estamos dando cuenta.

Al escuchar aquellas palabras algunos bajaban la mirada al piso y otros

se miraban entre sí. Lula prosiguió

-No quiero que mi basura envenene a nadie, es más, ¡no quiero generar

basura! No quiero hacer sufrir a nadie…

-¿Entonces qué proponés, Lula?- preguntó el vecino más antiguo del

poblado.

-Propongo que hablemos con los científicos que se encuentran en la

universidad de la ciudad para que nos ayuden a cambiar, a mejorar

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como población y como hermanos que somos entre todos. Para algo

estudian tanto tiempo, no? ¡La ciencia debe ayudarnos!

Algunos asentían con la cabeza, otros torcieron la boca y otros

aplaudieron peeeeero… ¿qué iba a pasar con la basura que venía de la

ciudad? Casi todos sentían que era muy difícil parar aquella horrible

situación porque pensaban que ellos eran simples campesinos y que no

iban a ser escuchados. Entonces Lola tuvo una idea genial: La mitad de

la asamblea iba a ir con los científicos a buscar una solución para ellos y

la otra mitad iba a afrontar el desafío de parar la generación de aquel

horrible basural; así fue como las tres amigas se encaminaron hacia el

palacio municipal para hablar con el jefe de la comuna quien los escuchó

con atención pero poco convencimiento. Al finalizar, el hombre

respondió: -Lo voy a pensar, pero no prometo nada, porque ¿dónde

pondremos entonces nuestras toneladas de basura?

Esa misma noche los camiones seguían entrando y saliendo y las palas

retroexcavadoras continuaban amontonando las olorosas parvas de

residuos. ¡Nada había cambiado entonces! Tenían que idear nuevas

estrategias, y para eso las amigas fueron bien temprano por la mañana

a su casita del árbol y llamaron esta vez a una asamblea distinta en

donde estaba Plumito con todos sus amigos, los carpinchos de enfrente,

cuatro familias de lobitos de río, una bandada entera de garzas brujas, el

gato montés Bigotes y su amigo el Negro, un yaguarundí que iba y venía

por la zona. Esto parecía no querer arreglarse sólo con la voluntad de la

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gente del campo y la avanzada de la ayuda ya había comenzado a llegar

y estaba en esa casa… bah!, en la casa, en las ramas y ¡¡¡en las

ventanas!!!

Lila tomó la palabra:

-Hermanos de vida, ha llegado la hora de renovar nuestra antigua

alianza. La amenaza se cierne sobre nuestra tierra y vida y no nos

quedaremos de brazos cruzados. Se nos ha negado la palabra, pero no

la acción!

Las aves comenzaron a asentir con la cabeza y algunos ya empezaban

a moverse, inquietos, pero todos escucharon con interés el plan que

comenzaba a nacer; y finalmente todos tuvieron detalles que aportarle

sumando sus sabidurías y puntos de vista. No podían esperar y lo

llevarían a cabo esa misma madrugada antes del alba.

Las tres amigas corrieron a sus casas en donde buscaron todo el equipo

necesario para el plan, dejaron todo preparado, cenaron con sus familias

y fueron a la casa de Lola a dormir. Al llegar las tres de la mañana, un

golpecito de garras sonó levemente en la ventana de la habitación y Lila,

Lola y Lula supieron que Bigotes y el Negro pasaban a buscarlas. Raudas

como un rayo montaron sobre sus bicicletas y partieron a toda carrera

escoltadas por los dos amigos. Llegaron a la loma del árbol partido

cuando ya un gran número de pares de ojitos brillaban, valientes, en la

oscuridad. Lula habló:

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-Hermanos, ya cada uno sabe qué hacer. Y recuerden que el canto de

Plumito indicará la retirada y todo debe salir lo más perfecto posible y

con el mayor silencio, por favor. Y entonces fue que todo el equipo saltó

el tapial que ahora delimitaba el gran basural, y después de una hora de

trabajo todo estaba saliendo tal y como lo habían planeado, sólo que el

cambio de personal ese día se hizo antes y Plumito –que estaba atento-

no tardó en cantar. Todos corrieron sigilosamente y cuando Lila estaba

por trepar la pared para saltar a refugio escuchó un pequeño gemido: el

Negro estaba atrapado en una trampa que habían colocado los operarios

y la niña –sin dudarlo- corrió hacia él. Mientras intentaba con todas sus

fuerzas abrir la trampa comprendió que ella no iba a lograr hacerlo sola

con su fuerza pero no iba a abandonar a su compañero a la merced de

aquellas personas que así como no habían dudado en matar un monte

entero tampoco iban a hacerlo al ver al yaguarundí indefenso. Del otro

lado de los ladrillos el grupo comenzó a impacientarse ante la ausencia

de sus dos compañeros y la bandada de garzas brujas aprontó las

plumas para hacer un vuelo de reconocimiento de situación.

Cuando el Negro y Lila fueron detectados y alumbrados por los operarios

de las máquinas éstos comenzaron a acercarse con intenciones de

capturar a ambos. Lila cubrió con su pequeño cuerpo al felino y cerró los

ojos, por lo que le costó comprender qué causaba los gritos de aquellos

amenazantes hombres hasta que abrió los ojos: cientos de garzas brujas

descendían incesantemente sobre las cabezas de los hombres que no

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terminaban de ver qué era lo que los estaba atacando. Mientras esto

sucedía los lobitos de río y lo carpinchos habían liberado al Negro y en lo

que un gallo canta ya no quedaban vestigios de los visitantes.

A la mañana siguiente en el basural nadie podía entender qué era lo que

había sucedido: dos operarios decían haber visto a una niña proteger

una pantera negra atrapada en un cepo y también haber sido atacados

por ejércitos de vampiros salvajes, las retroexcavadoras no sólo no

arrancaban sino que contenían plantas y flores en sus caños de escapes

y sus tanques de nafta estaban llenos de semillas de ceibo y algarrobo.

Los trabajadores del nuevo basural habían comenzado a hablar de que el

lugar estaba embrujado y era tenebroso, que los espíritus del monte

estaban vengándose por la tala de sus seres queridos y ya nadie quería

entrar, ni dejar entrar más basura ni nada de nada. Lula, desde atrás de

la pared gritó con lo más parecido a una voz de operario:

-¡Hemos profanado el bosque! ¡Debemos arrepentirnos!

El truco surtió efecto y la voz se corrió a la perfección: Se habían

equivocado y allí estaba la naturaleza para recordárselos.

El lío no tardó en llegar a oídos de la prensa que comenzó a sumar sus

autos a los camiones de basura que comenzaban a agolparse en la

puerta porque ya nadie podía entrar hasta que no llegara en intendente

de la ciudad. Para cuando éste arribó ya todos los vecinos de la zona se

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encontraban presentes y cuando todos estaban por comenzar a discutir

la otra parte de la asamblea hizo su aparición, y con cara de felicidad

solicitaron la atención de todos: habían encontrado la solución de la

mano de los científicos y lo mejor de todo era que aquel proyecto era

para todas las personas, y era un gran descubrimiento que iba a

comenzar a tender nuevos lazos entre los vecinos y el ambiente en el

que todos vivían. La nueva palabra no era acumular sino reciclar. En el

medio de la ronda y durante largas horas explicaron los mecanismos

para cambiar de la actual manera de desechar lo que ya no les servía, y

en vez de eso reutilizarlo o transformarlo en otras cosas beneficiosas.

Así fue como Lila, Lola y Lula ese día supieron que habían aprendido

grandes lecciones en muy poco tiempo, pero la más importante fue que

la vida se defiende con vida y amor, y esto siempre, pero siempre de los

siempres, transforma la oscuridad en luz y la ceniza en nuevo comienzo.