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Ramón Lista LOS INDIOS TEHUELCHES, una raza que desaparece Diseño de cubierta: Mauricio Cálvelo Diseño de interior: Texto & Diseño Corrección: Adriana Muñoz Foto Tapa: Archivo General de la Nación Victoria Codón Derechos exclusivos de edición en castellano para todo el mundo © Editorial CONFLUENCIA Primera Edición: Septiembre de 1998 Tirada: 2000 ejemplares ISBN 987-96710-6-6 Hecho el depósito que prevé la Ley 11.723 Impreso en Argentina / Printcd in Argentina Ramón Lista

Lista - 1998 - Los Indios Tehuelches -Una Raza Que Desaparece

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Ramón Lista vivió en la Patagonia a fines de siglo XIX. De su experiencia y vida en las tolderias tehuelches surgen estos escritos sobre la comunidad indígena, que reflejan a las claras que su vinculación no fue solo un paso por estas tierras.

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Ramón Lista

LOS INDIOS TEHUELCHES,

una raza que desaparece

Diseño de cubierta: Mauricio Cálvelo

Diseño de interior: Texto & Diseño

Corrección: Adriana Muñoz

Foto Tapa: Archivo General de la Nación

Victoria Codón

Derechos exclusivos de edición en castellano para todo el mundo

© EditorialCONFLUENCIA

Primera Edición: Septiembre de 1998

Tirada: 2000 ejemplares

ISBN 987-96710-6-6

Hecho el depósito que prevé la Ley 11.723

Impreso en Argentina / Printcd in Argentina Ramón Lista

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PROLOGO

E l texto que el lector tiene en sus manos fueeditado en enero de 1894 bajo el pie de

imprenta de Pablo Coni. Ya el título es toda unadenuncia sobre el genocidio que la "civilización"cometía con los primitivos habitantes de laPatagonia.

Pero, ¿quién es el autor del opúsculo, eseRamón Lista sepultado en un cauteloso yespontáneo olvido? Porteño, había nacido en1856, y su corta vida se extinguió abruptamenteen las cercanías del río Pilcomayo el 23 denoviembre de 1897, a los 41 años. Graduado enel Colegio Nacional de Buenos Aires, amplióestudios en Francia y Alemania entre 1875 y 1877.De regreso al país, encontrará en el sabionaturalista Germán Burmeister, al gran maestroque afirmará su vocación de científico yexplorador.

La tradición familiar vinculaba a Ramón Listacon los grandes emprendimientos nacionales. Suabuelo, el coronel Ramón José Lista y Viamontehabía acompañado a San Martín en su campañalibertadora. En la guerra civil secundó a Pazdurante el sitio de Montevideo. Peleó en Caseros

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del lado de Urquizay murió poco después, en 1855.Podemos ubicar a Ramón Lista en la

controvertida "generación del 80", a la sombradel "conquistador del Desierto" y luego presidente,Julio Argentino Roca. Roca creó el Estado posiblebajo las condiciones de la época, imponiéndoseal hegemonismo y al dMsionismo porteño. Lasapariencias autorizaban una visión optimista delpaís en expansión, al menos en el corto y medianoplazo. El cientificismo positivista inspiraba amuchos de esos hombres y una recuperación delsentido espacial que privilegió, entre otros temas,la ocupación de territorios -hasta entonces resnallias- como los que se extendían al sur del ríoNegro1.

Una generación imbuida de la idea delprogreso indefinido, como filosofía de la Historiay como proyecto nacional. Por consiguiente,compenetrada con el avance incontenible de la"civilización", destinada a barrer, por imperio deun determinismo inexorable, con los bolsones

1 Hasta el último tercio del siglo pasado, la Argentina real cesaba enlrelos ríos Colorado y Negro, así como Chile llegaba hasta el Bío Bío. Lascartografías, por ejemplo la de W. Parish, presentaban a la Patagoniacomo otra tierra al alcance de quien quisiera ocuparla, por ejemplo GranBretaña, que desde Malvinas controlaba el Estrecho de Magallanes yalentaba a Chile a avanzar desde Punta Arenas sobre la Patagoniacisandina. La labor de pioneros como Piedrabuena, Lista y otros explo-radores, logró la electiva incorporación de la región austral a la Argenti-na, pero, también, la adhesión de los tchuelches fue decisiva en esteproyecto. Por eso la política de las autoridades nacionales, como luegoveremos, sumó la perfidia a la ingratitud, bajo prejuicios racistas queencubrían intereses comerciales y terratenientes.

residuales del "salvaje". Aquella sentencia deMartín Fierro, "debe el gaucho tener casa/escuela, iglesia y derechos", no se cumplió con elgaucho y, mucho menos, con los pueblosaborígenes.

Día llegó en que Ramón Lista, sobre la basede sus exploraciones que lo llevaron a convivircon las diezmadas tribus tehuelches, modificaseestos preconceptos de la élite blanca (los"españoles" o "cristianos", tanto argentinos comochilenos, en el habla aborigen) y elevara la voz endefensa de esa rama del patrimonio humano, cuyaextinción nos empobrecía irreversiblemente.

Lista aprendió a diferenciar el proceso deacumulación tecnológica de sus formas socialesextorsivas, por un lado, y, por el otro, supo percibiren los tehuelches valores comunitarios quemuchas veces empalidecían los de los vecinos"civilizados". Tales el amoroso tratamiento a susniños, el respeto y cariño a sus esposas, lahospitalidad generosa brindada al forastero, lamansedumbre, no incompatible con la valentíaen el combate.

Estos rasgos, que Lista rescata, ya habíansido consignados, hacia 1870, por el exploradorGeorge Chaworth Musters, célebre por habercompartido, casi como un tehuelche más, unazaroso viaje de ocho meses con la pequeña tribudel cacique Orkeke entre las bocas del Santa Cruzy Carmen de Patagones. Sus apreciaciones fueron

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plenamente compartidas por exploradoresposteriores como Moyano, el perito Moreno y elpropio Lista. Dirá este último "(entre lostehuelches) la hospitalidad es una virtud...corazones sencillos y leales...".

A lo largo del siglo XIX, el capitalismotransoceánico ya había articulado periféricamentea su sistema al mundo patagónico, siendo elintercambio a través de Carmen de Patagones,en las bocas del Negro, uno de los puentes decontacto, en competencia con Punta Arenas, sobreel Estrecho, y los valles cordilleranos del "país delas Manzanas" (araucanos del actual Neuquén).

Sobre estos dos últimos privaba la influenciachilena, pero Patagones pudo más y "argentinizó"a las tribus tehuelches (1500 personas entre elEstrecho y el Negro) que enarbolaban la banderaazul y blanca al tope de algunos de sus toldos yallá llegaban para cambiar sus plumas deavestruz, sus pieles de guanaco y otrasmercancías por la yerba, el tabaco, el azúcar,algunas harinas, utensilios metálicos y el temibleaguardiente. A lo que se sumaban las donacionespactadas por los gobiernos de Buenos Aires.

Tehuelches y araucanos eran conscientes deeste nexo de mutua convivencia (que no excluíala desvergonzada expoliación mercantil de lospulperos "cristianos", por supuesto). Así el caciqueFoyel le manifestaba a Musters, diez años antesde las expediciones de Lista: "Nuestro contactocon los cristianos en los últimos años nos ha

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aficionado a la yerba, al azúcar, a la galleta, a laharina y a otras regalías que antes noconocíamos... Si hacemos la guerra a losespañoles, no tendremos mercado para nuestraspieles, ponchos, plumas, etc., de modo que ennuestro propio interés está mantener con ellosbuenas relaciones, aparte de que aquí hay lugarde sobre para todos". (Vida entre los patagones,pág. 252, Edit. El Elefante Blanco, Buenos Aires,1998.)

Pero se trataba de un equilibrio inestable ytransitorio que excluía a la larga el "lugar de sobrapara todos", como bien lo intuyó otro de losinterlocutores del inglés: "El indio pasó entoncesa preguntarme mi opinión sobre el trato que losindios estaban recibiendo de los que él llamaba«españoles», diciendo que los chilenos estabaninvadiendo las tierras por un lado y los argentinospor el otro, a causa de lo cual los indios se veríanbarridos en breve de la faz de la tierra, o tendríanque pelear para defender su existencia" (ibidem263).

Poco tardaría en confirmarse la agudapredicción. El avance de la civilización blancasignificó el avance del latifundio oligárquico,envuelto en la engañosa "mística" del "progreso".Pero volvamos a Lista, sinteticemos su trayectoriade explorador y gobernante.

En sus jóvenes 21 años, en 1877, lograconvencer a la Sociedad Geográfica y al Gobierno

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que le subsidien con 1000 pesos cada uno suexploración al río Santa Cruz y su afluente elChico, que emprende desde Punta Arenas. Al añosiguiente vuelve a esos parajes, recorre amboscursos de agua y en su Viaje al país de lostehuelches propone crear colonias de tehuelchesen el fértil valle del río Chico. En 1880, el Gobiernole encomienda explorar por tierra la costa orientalde la Patagonia. Dos años después, el presidenteRoca lo envía a recorrer el portentoso territoriode Misiones, que entonces duplicaba en extensiónal de la actual provincia argentina. En 1884, entreenero y agosto, explora el país que se extiendedesde los ríos Negro al Chubut y se adentra en lacuenca del Deseado. Dos años más tarde, hace ladifícil travesía por la inexplorada costa orientalde la isla grande de Tierra del Fuego, que consignaen su Viaje al país de los Orias, Tierra del Fuego.

Entre 1887 y 1892, Lista se desempeña comogobernador del flamante territorio de Santa Cruz,cuya capital en Río Gallegos establece. Remontael peligroso y difícil Santa Cruz, hasta su nacienteen el lago Argentino, y por el Leona asciende hastael grandioso lago Viedma.

Como gobernador de Santa Cruz se empeñaen una lucha encarnizada contra los comerciantesde Punta Arenas y Patagones, les prohibeintroducir aguardiente entre los indios, acota lacaza del guanaco y el avestruz, con exclusión delos intrusos blancos, entre otras medidas. Lista

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ve en estos personajes vomitados por la civilizacióna los depredadores de una raza, sobre cuyaextinción alerta.

Las expediciones y observaciones recogidasen sus viajes fueron consignadas en más de 40trabajos, y enriquecidas por conferencias y cursosque concitaron el interés del público y lasautoridades. Casado con Agustina PastoraAndrade, lo unió gran amistad con su suegro, elpoeta Olegario Andrade, hombre del federalismodel interior.

Desoyendo el consejo de amigos, en 1897 selanza a explorar el Pilcomayo desde sus fuentesen Solivia hasta su desembocadura en elParaguay, muriendo asesinado en el Chacosalteño en un episodio que la justicia no quisoesclarecer.

El cacique Orkeke

Personaje paradigmático de los tehuelchesdefendidos por el malogrado explorador fue elcacique Orkeke, de quien todos los viajerospatagónicos conocieron la hospitalidad de estegran jefe de los tehuelches del sur, que impusosu presencia entre el Deseado y el Estrecho deMagallanes. Todos destacan su adhesiónperseverante hacia la Argentina y Lista lo recuerdaen sus escritos con respeto y cariño. No queremoscerrar esta introducción sin recordar el patéticoepisodio del cautiverio de Orkeke.

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Ocurrió en 1883, cuando Orkeke frisaba los70 años, muy ágilmente llevados. Un choque conlas tribus araucanas de Shayhueque e Incayalhabía ocurrido en la cordillera, sobre las nacientesdel Chubut, bien al norte de donde Orkeke teníasus toldos a pocas leguas de la desembocaduradel Deseado. El combate encrespó al presidenteRoca, pues las tropas nacionales tuvieron queenfrentar a tiradores araucanos bien pertrechadosde rifles y municiones adquiridos en las coloniasgalesas del Chubut. Roca despachó tropas contralos caciques cordilleranos y ordenó que otrodestacamento operase desde el Deseado en unmovimiento de pinzas. Lo comandaba el coronelWinter, tedesco de origen.

El 18 de julio del '83, efectivos del 7° deCaballería desembarcados del transporte Villarino(cuyo viaje inaugural había repatriado los restosdel libertador San Martín) copan los toldos deOrkeke y capturan a 17 tehuelches de lanza, 37mujeres, niños y ancianos, 198 caballos y yeguasy todos los bienes y dineros en poder de loscautivos. Todos son llevados a Buenos Aires y enel desembarcadero de la Boca suben Lista yMoreno para abrazar como viejos amigos a Orkekey su gente, mientras una multitud desde el muellecontempla con curiosidad1. Ya las autoridades,alertadas por los nombrados y por el infatigable,1 La primera reacción, típica del "civilizado", la produce don NicanorLarrain, sanjuanino, compañero de exilio chileno con Sarmiento, quien,ya presidente, lo designará inspector general de Escuelas, En un viaje quele encomienda al canciller Viclorino de la Plaza, Larrain presencia desdeel Villarino el embarque de Orkeke y su lribu.Su comentario, de supremo

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aunque moribundo, Piedrabuena, barruntan eldespropósito perpetrado. Dos días después deldesembarco, el propio Roca recibe a Orkeke, quienllega acompañado por Lista, lo agasaja y, aldespedirlo, le regala una caja de habanos y 500patacones, que el cacique evaporará en ciertascorrerías nocturnas.

Se suceden las recorridas por la "gran urbe"y los homenajes a Orkeke y su tribu. El parqueTres de Febrero, función del "Mefistófeles" en elteatro La Alegría, de patinaje en el Skating Rink.El 11 de agosto el imponente Orkeke preside, juntoal cónsul español y Ramón Lista, un banquete ensu honor en el Café de París. Orkeke se quitaceremoniosamente el poncho y el saco, abre sucamisa y come todo el menú con lento e infatigableapetito. Pero el cuerpo, endurecido en décadasde frío patagónico, no resiste el cimbronazo y lasmiasmas de la capital. En pocos días lo derribauna pulmonía y muere el 13 de septiembre en el

filisteísmo, no requiere comentarios: "Todo el día estuve preocupadopor las suerte de los cautivos. ¿Había el coronel Winter obrado sininstrucciones al respecto? ¿Teníamos derecho a arrancar a esa tribu desu vida ordinaria? ¿Podíamos imponerles la civilización sin violar derechoalguno? ¿Qué destino iba a dársele a los pobres indios ?*'. Poco duran losescrúpulos, sin embargo: "Podemos, pues, como medida de seguridad, deprevención y hasta como deber de humanidad, llevarles la civilización,aunque sea en la punta de las bayonetas... para hacer de un elementosospechoso, si no declaradamente malo, un pacto de progreso general, enbien de todos... Creo que Winter ha hecho bien en mandarlos a BuenosAires como se ha hecho con todos, y el gobierno habrá mejor en darlecolocación lejos, muy lejos del lugar en que han vegetado durante años".("Viaje en el Villarino a la costa Sud", Revista Argentina Austral, añoXVII, Nro. 174, diciembre 1945.)

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Hospital Militar. Se frustra asi la promesa delGobierno de devolverlo, junto con su tribu y bienesrobados a su pagos del Deseado. Los sobrevivientesobtendrán un cumplimiento parcial de la promesa.

Pero el destino del cuerpo de Orkekeevidencia ei carácter superficial de la reparacióny el homenaje. Aunque se le brindan exequias deTeniente Coronel de la Nación, el cadáver no recibe"cristiana sepultura" sino tratamientoarqueológico. Lo descarnan y remiten la osamentaal Museo de la Plata, aunque se pierde en elcamino con rumbo desconocido. Un anónimoredactor del diario La Nación dirá con implacableironía: "Orkeke tendrá honores de fósil".

En cierto modo, la desaparición del grancacique, simbolizó el destino inexorable de sugente, que cuatro décadas después dejaría deexistir como etnia, aunque su sangre siga viva enalgunos hombres y mujeres de la Patagonia,

Este alegato, por cierto escondido en losanaqueles de unas pocas bibliotecas, vuelve a laluz, más de cien años después de su primeraedición, como homenaje a aquellos indiosemblemáticos del sur de nuestro país, tan lejos ytan cerca de todos nosotros.

Jorge Enea Spilimbergo

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¡Pobres tehuelches!Cuan felices no seríais denuevo, si al despertar unamañana, alguien os dijeseque los hombres blancosse habían marchado parano volver jamás.

Ramón Lista

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DOS PALABRAS

Las páginas que siguen han sido escritas bajo la chozadel salvaje pa[ta]gón, siempre hospitalario y cariñoso conel viajero.

Para darme cuenta cabal de la vida de tribu; parasondear el pensamiento y el corazón de los hijos deldesierto, he tenido que vencer muchos obstáculos, sufriendoestoicamente ¡a maledicencia y la perfidia, que traenaparejadas las dos grandes virtudes de estos tiemposdecadentes: la envidia y la alevosía.

Es éste, pues, un libro de verdad, escrito con todo elinterés que inspira una raza próxima a desaparecer de laescena del mundo.

Dedicóla a mi buen amigo el Dr, Bartolomé Galiano.Nada más.

R.LEnero de 1894.

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INTRODUCCIÓN

L a hora postrimera de un pueblo, ya sea civilizadoo salvaje, reviste siempre un carácter de suprema

solemnidad.Tiene la amargura de todas las catástrofes de la

historia, es la tragedia siempre nueva de las razas.Un día un viajero se detiene al borde del más

grande de los ríos de América. A su margen se hallauna choza y en ésta un anciano que acaricia un loro.«Cuando yo y este pájaro hayamos muerto ya nadievolverá a hablar nuestra lengua», balbucea tristementeel salvaje.

El cuadro no puede ser más melancólico, ni másamarga la frase.

Se dice y se repite que la extinción de las razassuperiores obedece a una ley fatal; pero ha debidoagregarse un comentario: extinción es refundición,incorporación, pero no aniquilamiento implacable yartero por un instinto de malignidad civilizada, ytácitamente consentida por los que mandan.

Se ha acusado de crueldad a los conquistadoresespañoles: se ha dicho que fueron tan bárbaros comolos mismos Caribes a quienes dominaron; pero no seha mostrado el reverso de aquellas atrocidades, si lasfueron; si las sabias y humanitarias medidas dictadaspor La Gasea a favor de los indios del Perú,confirmadas por el virrey Mendoza, reflejadas en lascrónicas de la época.

Se recuerdan las crueldades de la soldadescabatallando a tres mil leguas de Europa; pero se olvidanlas ordenanzas humanitarias inspiradoras por los

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reyes de España, y los clamores de fraternidadhumana que han ilustrado los nombres de Las Casas,de Ondegardo, del obispo Valverde.

La historia de la expansión territorial de Chile yla Argentina tiene también sus páginas sombrías. Laconquista moderna de la Pampa lleva en sí un sellode crueldad que hace poco honor a la tan decantadacivilización de nuestra época.

Algún día se ha de escribir la relación fehaciente,documentada, de las atrocidades cometidas con lastribus Mapuches, y cuando a ellas se agreguen lassangrientas escenas de que ha sido teatro la Araucaniay el Gran Chaco, el filósofo no podrá menos dereconocer en el hombre toda la ferocidad del tigre,disimulada por fementidos propósitos de redención,cuando en realidad sólo le guía su instinto destructivo:«Raspad el ruso y encontraréis el tártaro».

Nuestro siglo es siglo de egoísmo: el móvil únicodel hombre es la riqueza: su corazón está vacío decreencias y de esperanzas; lo que no es aritmético lees indiferente.

Sólo así se explica el silencio en torno de lasagrupaciones indígenas que van desapareciendo, nopor la ley del evolucionismo natural, sino por lapólvora y el licor, por la crueldad sin freno de losunos y la rapiña imperante de los otros.

Hoy mismo, a esta misma hora, estamospresenciando el hundimiento de una raza americana,antigua, que aunque más no fuese por interéscientífico, ya que no por sentimiento humanitario,habríamos debido proteger y dejar que poco a poco sefundiese en las masas civilizadas.

Nos referimos a los indios tehuelches opatagones, que viven nómades en los campos de Chiley de la Argentina, desde el Chubut al Estrecho deMagallanes.

Numerosas, a fines del pasado siglo, hoy forman

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un reducido núcleo de seres desgraciados, sin voluntadpropia, a merced de forajidos que se dicen hombrescivüizados, porque articulan nuestra propia lengua yusan chaqueta, aunque en realidad son más salvajesque los indios, siendo sus corruptores y expoliadores,sin que haya freno alguno que reprima sus atentadosy rapiñas, sin que haya una ley que castigue suscrímenes de todo momento: qué crimen es ultrajar elpudor de las mujeres, aunque éstas sean salvajes,quitar al hombre su medio de locomoción, su ganapán,su caballo; pervertir el sentido moral de los niños,enseñarles de la civilización todo lo malo y nada de lobueno; sembrar en su espíritu la desconfianza y eltemor; embriagarles, arrebatarles sus mantas depieles, llevándolos de aquí para allá corno un rebaño.

Es verdaderamente inconcebible lo que sucede;diríase que pesa sobre ellos una maldición divina: sonlos propietarios originarios de la tierra en que habitany esa tierra no les pertenece, ni siquiera poseen unaparcela, donde puedan descansar al término de laJornada: han nacido libres y son esclavos; eran ayerrobustos y de cuerpo agigantado: hoy la tisis les mata,y su estatura se amengua. Todo les es contrarío, elvacío les rodea, van a desaparecer. ¿Y qué hacen losgobiernos? Nada. Los ven morir con la mismaimpasibilidad con que el César veía morir a losgladiadores en el circo... -«Los que van a morir tesaludan»- podrían decir los tehuelches al gobernanteargentino, y también al chileno.

El comerciante-forajido de Punta Arenas, elcomerciante-rapaz de Gallegos, he ahí los doselementos de extinción; los deja el uno, los toma elotro: salen de las llamas y caen en las brasas: elhombre indígena es una cosa que les pertenece.

Preguntad a esos Mercurios abyectos, qué es elindio. Y os responderán que es una bestia. Decidlesque son el azote de una raza, y os replicarán que los

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indios deben morir; pedidles conmiseración para elpobre salvaje, y de sus labios sólo brotará unablasfemia; no tienen Dios, no obedecen a ninguna ley.

Perseguidlos en Gallegos, pasarán la frontera,se refugiarán en Chile: perseguidlos allá, volverán ala Argentina.

Tal es el drama que se desenvuelve en el extremoaustral del continente: tal es la orgía del bandolerismoen presencia de dos gobiernos civüizados que, ya seapor indiferencia, ya por otra causa, se cruzan de brazosy dejan que así perezca una raza interesante por másde un concepto, digna de ayuda, digna de piedad.

Bastaría una voz enérgica en el parlamentoargentino y otra en el chileno, para conservar aún pormuchos años las reliquias de la raza tehuelche. Dícteseen ambos países una ley de reserva agraria, modeladasobre el texto de la más reciente de Norte-América afavor de los Sioux, prohíbase bajo penas severas elexpendio de alcoholes en los campamentos indígenas:créense escuelas infantiles en los mismos bajo ladirección de virtuosos misioneros, y ambos gobiernosno tendrán sino motivos de regocijo, si es que lo hayen una noble acción, en dar la mano al que ya está alborde del abismo insondable.

Ojalá que mi voz inspirada por un sentimientohumanitario halle en Chile como en la Argentina uneco simpático y un corazón que sepa interpretarla.

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LOS INDIOS TEHUELCHES

L a antigüedad del hombre de América se pierde enlas tinieblas de los tiempos prehistóricos.

¡Tiahuanaco! ¡Palenque! —ruinas admirables deembrionarias civilizaciones desaparecidas.

Templos aztecas, monumentos incásicos: ¡heahí los rotos eslabones de una raza más moderna,pero no menos interesante!

Cuando los pueblos no pueden deletrear la cifradel pasado, rodean su cuna con las ficciones de lafábula. Quetzalcoatl, Manco-Capac: he ahí el grandualismo de la leyenda mítica americana.

Los Tehuelches tienen también su mito heroico:El-lal Esta voz me recuerda a Éa, espíritu prominente,fundamento de todo lo creado, y también a //u, a El, aElhoim, a Aüah, a todas las transcripciones semíticasde la palabra Dios. Eí-íaí es el ser fuerte, sabio,benéfico, autor del Cosmos. Hizo a los Tehuelches oTzónekas. Purgó la tierra de los animales feroces quela infestaban; enseñó al hombre el secreto del fuego;le dio armas, le dio abrigo; inculcó en su corazón laprimera idea de moral. Por su acción se asemeja aHércules; pero sus trabajos son menos varios, sualma menos ruda, menos humana.

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La tierra estaba desierta. Llega El~lal lucha conlas fieras, somete el puma a su imperio, conquista alzorro, humilla al cóndor. No ha nacido: Nosjthej,especie de Saturno, le arranca vivo del vientre de lamadre victimada: quiere devorarlo; un roedor acudeen su auxilio y le oculta en lo más recóndito de sucueva.

Va luego de aquí para allá; vence al giganteGoshg-e; pide en matrimonio a la hija del Sol, y esengañado.

Entonces termina su misión, se metamoríbseaen avecilla, y, llevado en las alas de un cisne, se alejapara siempre de la ingrata tierra de sus proezas; cruzael dilatado mar, se posa allá y acullá en islas verdeantesque surgen de las flechas divinas que arroja, y va ahundirse después en lo desconocido.

Esta versión mitológica es rigurosamenteexacta: la he oído de los labios balbuceantes de losviejos tehuelches: de Papón, de Jatachuena.

Cuando ellos eran niños; —allá a principios deeste siglo—, cuando en los toldos numerosos reinabala franca alegría antigua, y cuando cada noche al sondel tamboril, y al resplandor de las hogueras danzabanempenachados los ágiles mocetones, en medio alcírculo vocinglero de las chinas airosas y ataviadas;en aquella edad de oro para el pueblo Tzóneca, edadque desapareció para nunca más volver, Jatachuenay Papón oyeron referir la interesante leyenda, y malque bien se grabó en la memoria de ambos.

Cuenta la tradición que El-lál vino del Oriente,pero luego no más se pasa por alto este detalle, yagregan los ancianos, que la montaña oyó el primervagido del Dios.

Nosjthej, el padre de El-lal, mata a su mujer,

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ábrele el vientre con tajante pedernal y arranca el fetoque ansia devorar; pero en tan supremo momentosiente un ruido extraño bajo el suelo que se estremece,y quédase en suspenso, y olvida al niño.

Aparece entonces un roedor -Térgaerr- que cogea El-lal y va a esconderle en el sitio más recóndito desu morada.

En vano Nosjthej, repuesto de su sorpresa,intenta realizar su abominable propósito: sus manoschorrean sangre; la cueva es profunda y estrecha. Ardeen su mirada la cólera salvaje, grita con voz de truenoque repercute en los Andes: pero todo es inútil: el Diosseguirá creciendo al amparo protector de la tierra.

Nosjthej vuelve los ojos extraviados sobre elcadáver sangriento de su víctima.

¡Oh portento! Una fuente cristalina fluye delvientre herido... Y pasan los años y los siglos sesuceden a los siglos, y ahí está, frente a Teckel, caminode Ay-aike al Senguerr, el manantial maravilloso,Jentre, en cuyas aguas se han bañado muchasgeneraciones de niños Tzónekas.

Los primeros años de Eí-íaí pasaron ignoradosen la soledad del desierto.

El roedor fue su sostén, le enseñó a comeryerbas, le abrigó en su nido de lana de guanaco; lehizo conocer los senderos de la montaña. El-lal siguiócreciendo, inventó el arco y la flecha, y muy prontodio principio a sus correrías vagabundas. Al volvercada noche a la cueva traía algún pajarillo cazado consus armas divinas.

-Ten cuidado -le decía el roedor- las fieras sonhijas de la obscuridad.

El-lal se sonreía.Una mañana iba éste siguiendo el borde sinuoso

de un torrente: de improviso le acomete una pumaenorme. Arma su arco, silba la flecha certera y va aherir en el ijar al cruel felino, que lanza un rugido

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pavoroso. Otro rugido le responde. El-lal se halla entredos fieras: la una herida pero en pie; la otra aún mástemible, oculta en la maleza.

El cazador está sonriente; ni siquiera ha vueltoa armar el arco. Luego sigue su rumbo, trepa a unacolina, desciende a un valle, se acerca al borde de unrío caudaloso, coge algunas piedras de su lecho, seaparta un tanto de la orilla, reúne aquí y allá pequeñostrozos de leña, desmenuza unos, rompe otros... y elfuego brilla por primera vez en la soledad de loscampos.

Otro día más que pasa. El-lalve un cóndor paradoen la cúspide de un cerro. —Dame una pluma de tusalas para poner en mi flecha. —¡Imposible! —le gritael pájaro— las necesito: son mi abrigo; con ellas hiendoel aire.

Insiste aquél, ruega, amenaza. —¡«Imposible!...¡Imposible!»—Y el cóndor despliega sus alas, remontael vuelo, y ya casi desaparece en el espacio cuando El-lal arma su arco con cuidado, suelta la cuerda, vibrael aire... el ave desciende en revueltos giros: —«¿Quépluma queréis? ¿qué pluma queréis?»— y llega a tierracon la garra entreabierta. El-lal le coge del cuello, learranca las plumas de la cabeza, y le dice:

—Vuélvete a la cúspide del cerro,El Dios-héroe tiene ya la fuerza y la musculatura

de la juventud; ningún animal le resiste: el puma sele humilla, el zorro le acompaña en sus correrías; elcóndor ya no le niega sus plumas. Todo está sujeto asu imperio; pero un día reaparece Nosjthej.

—Yo soy tu padre, le dice. El-lal lo conduce asu antro. Le enseña sus armas, sus arcos, sus flechas,sus tallados perdenales, y sus hondas. Le enseña sustrofeos: las pieles de las pumas, los caparazones de

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los armadillos gigantescos, las alas enormes de loscóndores. Después coge un hueso, extrae la médula yse la ofrece con aire complacido...

Transcurre algún tiempo: Nosjthej es el amo; elHéroe obedece, pero un día se subleva contra susmandatos, y huye a esconderse en la montaña. Supadre le persigue... ya le alcanza.

El'lal se detiene un instante, hiere la tierra conel pie, lanza un grito estridente, y el bosque, la selvaenmarañada se alza como una barrera insalvabledelante del colérico padre.

La tierra ya se ha poblado de hombres, y ungigante, Goshg-e, siembra en ella el terror y ladesesperación. Cada noche desaparece algún niño; elmonstruo devora también al cazador extraviado.

El-lal sale en su busca y le encuentra al lindede la selva... pero el gigante es invulnerable... lasflechas del Héroe se astillan o rebotan... diríase quees invencible.

Las víctimas se suceden a las víctimas, elespanto no tiene límites.

El-lal toma entonces la apariencia de un tábano:busca otra vez a Goshg-e, se introduce arteramenteen sus fauces, penetra en el estómago abominado,híncale el aguijón... El gigante se retuerce y lanza gritosnunca oídos, gritos que el viento arrastra sobre loscampos como la última amenaza del monstruo...

Hay un lapso de tiempo en que todo es vago ymisterioso, en que todo se confunde y contradice. Épocade transiciones violentas, en que se altera el orden delos acontecimientos. El-lal pierde casi por completo sucarácter divino, toma un nuevo nombre; su cabellera vasujeta a la frente con la vincha indiana; el hacha depiedra y el dardo aparecen en sus manos: su alberguees de ramas entrelazadas. Otros seres como él leacompañan por todas partes; da caza a los guanacos;

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vigila en la noche. Tan pronto se le ve a la vera del bosquecomo al borde de la mar. Es ictiófago, es carnicero.

Nosjthej se llama entonces Tkaur.El roedor dormita en su cueva.Aparece Sintalk'n, guerrero poderoso y sagaz:

lucha con El-laL La sangre de los hombres empapa latierra, y las bestias feroces vuelven a sus correríasdestructoras.

Renace Goshg-e más espantoso: su frentesobrepasa a los cerros más altos.

Hasta la misma naturaleza parece conturbada:el sol se obscurece, la tierra palpita en su corteza, elviento brama incesante.

El-lalya no es un dios; su boca blasfema; en sucorazón arden todas las pasiones de los hombres.

¡Sintalk'n! ¡Sintalk'n! —Este nombre resuenaal borde del océano y al pie de la montaña...

Pero el guerrero es vencido, y aprisionado...devorado. El-lal vuelve a ser omnipotente: solicita enmatrimonio a la hija del sol y de la luna; pero éstos,no atreviéndose a rechazar abiertamente la alianza,se valen de un subterfugio para no acceder a lademanda: una sierva joven toma el vestido y el nombrede aquélla; los emisarios de Ei~íal la reciben y conducenal lado del Héroe, quien luego no más descubre elengaño: su voz truena entonces contra el sol, y suarco le amenaza con las flechas más agudas...

Pero no termina aquí el mito Tehuelche.Disgustado El-Zolva a alejarse para siempre del

teatro en que se desenvuelve su obra de Dios y deHéroe. Su misión ha terminado: ha hecho el hombreaborigene: ha purgado la tierra de los monstruos quela asolaban: ha echado la semilla primera de moral enel corazón de la criatura humana: hale enseñado elsecreto de la combustión y los rudimentos de laindustria naciente. Le ha dado armas, le ha dadoabrigo de pieles, le ha dado albergue. Ha removido

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para él todos los obstáculos de la ingrata naturaleza ydíchole: «Anda; el horizonte es tuyo».

Metamorfoseándose en avecilla; reúne a loscisnes sus hermanos; pósase sobre el ala del másarrogante, y en bandada rumorosa va a través de losmares, hacia el este, descansando en islas misteriosasque surgen de las ondas heridas por sus flechasinvisibles.

—Allá, por donde andan los vapores, alládesapareció El-lal y los cisnes, sus hermanos, —medecía el anciano Papón.

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II

T odos o la mayor parte de nuestra América hanconservado ciertas tradiciones religiosas, que, a

pesar del tiempo y del natural evolucionismo de lasideas, se asemejan aún lo bastante para quesupongamos que ellas derivan de una religión típica,perdida en época muy remota.

Esto hará suponer quizá que reconozcamos elorigen común de las diversas naciones indígenassudamericanas; mas no es así. Lejos, muy lejosestamos de admitir esa identidad, —que no repugnaa muchos etnógrafos— y convencidos de su pocofundamento, la combatimos hoy como probablementela combatiremos mañana, pues que a medida queahondamos en la investigación del supuestoparentesco entre los indígenas diseminados en elcontinente, desde el Golfo de México hasta las heladasislas del Cabo de Hornos, más y más nos convencemosde su poca consistencia, que desaparece totalmentecuando, por ejemplo, se pretende colocar en el mismoárbol genealógico agrupaciones humanas que serepelen como los Tehuelches y los Yaganes canoerosde la Tierra del Fuego, o los Tobas selváticos del Chacoy los Araucanos de ambas vertientes andinas.

Cierto es que existen entre unos y otros,respectivamente, analogías físicas que sorprenden aprimera vista, como es evidente que se asemejanbastante en sus usos y costumbres; pero ¡qué enormedistancia se advierte entre ellos cuando se lesconsidera del doble punta de vista moral e intelectual!

En nuestra opinión, los indígenas sudamericanosreconocen diverso origen y procedencia: unos

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representan el elemento autóctono, otros la invasión,la inmigración.

¿A qué grupo pertenece el Tehuelche?¿A cuál los Yaganes?En el primero creo descubrir la raza derivada del

cruzamiento de las agrupaciones autóctonas, troglodíticas,con las hordas invasoras, primeras, salidas de la mesetade Bolivia.

En los segundos se me figura ver un eslabóndesprendido de la gran cadena polinésica.

Pero, se me objetará tal vez que no siendo losindígenas sudamericanos de un origen común, malhan podido identificarse en sus ideas religiosas.

La respuesta se me ocurre fácil: los pueblos sonpor demás impresionables y supersticiosos y sus ideasreligiosas giran siempre dentro de un círculo estrechoy sugestivo.

Y ved también que el hombre, cuando no puedeexplicarse los fenómenos de la naturaleza, losindividualiza y reviste con los atributos de la fábula,que toma de aquí o de allá.

Ahora, imaginaos una época del mundo en laque en la América Meridional hierve un enjambre detribus sin cohesión, unas autóctonas, otrasprocedentes de Asia, de Polinesia, de... Europa (?).

Todas ellas carecen de religión, o simplementereconocen dos o tres principios fundamentalesIndividualizados, genios tutelares o malignos que guíanO estorban al hombre en sus pasos inseguros sobrela tierra.

Pero he aquí que luego surgen otras hordasmenos bárbaras, y desde el Golfo de México avanzanrápidamente hacia el Sud, combaten con sus armas(Je piedras o de bronce, triunfan o son derrotadas,)ero dominan al fin a los pueblos aborígenes e

jprímenles el sello moral que les es propio.He aquí el momento en que se armoniza el

srwamiento religioso.

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Transcurren los años; la raza invasora pierdesu carácter de tal, fúndese en la masa de los pueblossubyugados.

Éste es el momento prehistórico en queevolucionan las ideas, desenvolviéndose la percepciónreligiosa en unos o cristalizándose en otros bajo laforma de las más absurdas supersticiones.

El mito de El-laL que para mí representa laprehistoria de las razas sud-americanas, narra la luchaguerrera entre los pueblos autóctonos y los invasores,y dejando entrever el pensamiento religioso queevoluciona en el tiempo.

La religión Tzóneka o Tehuelche es muyelemental y carece de representaciones exteriores.

El dominio de la tierra, del mar y del cielo,dispútanselo dos deidades: el Espíritu del bien y eldel mal. El primero es el dispensador de todos losbienes mundanales; es el genio benéfico que vela porlos indígenas, pero cuyo influjo suele ser ineficaz paraevitar las acechanzas del Espíritu del mal, que, segúnsea la manifestación de su malignidad, se denominaKerónkeken, Huendóunke, Maipe o Arhjchen. Bajo esteúltimo nombre se representa la esterilidad de la tierra.

Maipe es la obscuridad de la noche, el vientodesolado en la planicie. En Kerónkeken vese elmonstruo impalpable que hiere en la cuna a los reciénnacidos y bebe las lágrimas de las madres, burlándosede todos los dolores con mueca siniestra: a vecesencarna la forma de un potro salvaje y artero, siempreveloz como el relámpago.

Desde que nace el hombre hasta que muere,el Espíritu del bien le ayuda y combate por suexistencia contra el Espíritu adverso, único causantede la enfermedad y de la muerte, las que el indígena

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trata de evitar propiciándose a la cruel deidad, al diablo,por medio de dos ceremonias.

La primera, desconocida para los autores queme han precedido en el estudio y descripción de losPatagones, reviste formas crueles y repugnantes.

Cuando el médico de la tribu ha fracasado en susistema curativo -agua fría, sangrías y masaje,- se apelaal sacrificio o sea la inmolación de un animal yeguarizo:todos los parientes del enfermo, del moribundo, todoslos amigos van a reunirse a alguna distancia de lostoldos; a caballo, munidos de asadores y haces de leña.En el ínterin, los muchachos diseminados en extensalínea tienen a raya los perros o van en busca de unayeguada cualquiera, que conducen al sitio del sacrificio.Los enlazadores cogen la víctima elegida, derribándolamaniatada en medio al círculo tumultuoso de lossacrificadores. Acto continuo salen a relucir los filososcuchillos; y el más hábil hiere rápido a la bestia en elpecho; extrae el corazón sangriento, y con él en la mano,gira alrededor del animal que se retuerce en los últimosalientos. Es ese el momento de mayor gritería, de mayorconfusión. Enseguida no más, la carne aún palpitantees retaceada con espantosa destreza. Se encienden losfogones, se clavan los asadores con los trozos mássuculentos y las piltrafas más inmundas, y el sacrificioO más bien el festín desenfrenado toca a su término.Hombres, mujeres y niños quedan ahitos de carne. Lacabeza de la víctima, con los ojos entreabiertos, la cola,las pezuñas, son amarrados entonces a un palo pintadocon ocre blanco, y un grupo de hombres a caballo va adejar esos despojos sobre alguna altura inmediata.

Con esto termina la ceremonia y los indígenas•C vuelven silenciosos a sus toldos.

Entonces comienza la expectativa, siempre|§n»iosa; y si el enfermo no muere, es que el sacrificio

sido agradable al Espíritu maligno.

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Otras veces, la indiada se reúne como unenjambre alborotado; va donde el enfermo, rodean sutoldo, golpéanlo con leños, gritan descompasadamente,cantan las mujeres o articulan palabras incoherentesy misteriosas...

Otras veces se forma un círculo de jinetes, encuyo centro queda el toldo, y la gritería más inauditallega a los oídos del enfermo, como una esperanza desalvación. Esta ceremonia se llama «espantar el diablo».

¿Creen los Tehuelches en la inmortalidad delalma?

Tal vez no, en el sentido estricto del dogmacristiano; pero es indudable que creen en laresurrección de los muertos, lo que se desprendefácilmente de su costumbre de enterrar los cuerposen la actitud que tuvieron en el seno maternal,rodeándolos de aquellos objetos que pudierannecesitar al renacer en otra parte.

En época remota mataban el caballo preferidodel extinto, mataban sus perros; y al lado del cadáverse depositaban las armas, los utensilios y hasta elalimento de que debía echar mano al despertar deaquel más allá del océano misterioso (Joño) en quevuelve a vivirse la vida penosa de la tierra, hasta eldía en que el tehuelche se cuasi diviniza.

Dicen los ancianos que la bóveda celeste estápoblada por sus antepasados purificados, y que enella no conocen el dolor, ni aún la fatiga.

Hay una constelación, no recuerdo cuál, queellos dicen ser un cazador; más allá aparecen «LasBoleadoras», «La huella del Avestruz», que es la Cruzdel Sud, «El Guanaco que huye», y la pupila del«Carancho» que acecha: Marte.

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Intimamente ligada con estos principiosreligiosos, se manifiesta la superstición. El tehuelchecree en la hechicería (shoik'n) y la teme sobre todaslas cosas.

Los que tienen el poder de hechizar, los «brujo»,son aborrecidos y a veces victimados, porque piensanlos indígenas que las desgracias que ocurren en sushogares suelen ser la obra del maleficio de aquéllos.Los brujos son individuos taciturnos y huraños, y lafacultad que les es propia puede transmitirse de padresa hijos, pero conjuntamente con ciertas piedrashoradadas, pequeñas, alisadas y de forma irregular,sin las cuales sería imposible la acción maléfica, puesque su pérdida implica la cesación de aquel poderdiabólico.

Propiamente el brujo es el agente del Espíritudel mal, y el tehuelche está siempre prevenido contraél: si se recorta el cabello arroja al fuego las mechas,si se monda las uñas, hace lo propio, pues piensa quelo más superfino de su cuerpo y hasta de su vestido,puede servir de vehículo para la hechicería.

Todo instrumento cuyo mecanismo ignora tieneshoik'n, y naturalmente le inspira repulsión.

Los fenómenos astronómicos, los eclipses, porejemplo, tienen para ellos una significación siniestra:la muerte, el hambre, los crueles inviernos vienendespués.

El chirrido estridente del mochuelo, la apariciónfortuita de un reptil, el aullido del perro, son signosde desgracia siempre inmediata.

Creen en las fantasías de los sueños, y dicenque «cuando el corazón está dormido, se ve como laVislumbre de las cosas que han de suceder».

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III

L as modernas tradiciones tehuelches llevan ya en síel recuerdo de la aparición del hombre blanco.

La llegada de la escuadra de Magallanes a labahía de San Julián debió impresionar vivamente alos indígenas, que por cierto no atinarían a explicarsela procedencia de las naos castellanas columpiándoseen el agua, como si fuesen gigantescas aves.

Ya he tratado de hallar la granea interpretacióndel asombro, del temor, que esas máquinas extrañasdebieron inspirarles.

En una fantasía científica intitulada Quiron, heintroducido el episodio de la estadía de Magallanes eraquel puerto desolado, y he puesto en boca de lopatagones, entre otros diálogos, el siguiente:

—«¿Has visto eso que volaba sobre el agua comoun pájaro?

—Sí —replicó Yaten— es la «cosa» en que andanlos hombres de cara de nieve.

—¿Adonde irán, Yaten?... ¿Quién sabe si novuelven al obscurecer e intentan sorprendernosarrebatarnos nuestras mujeres, y después matarno;para que los caranchos nos arranquen los ojos y lapumas nos coman el corazón...? Hagamos humomucho humo, para que venga Yauke que caza en la«tierras altas»; pero antes preparemos nuestros arcoy flechas.

—Bien me parece el hacer la señal de llamadapero pienso que los hombres de cara de nieve se vanpara siempre, a morir quizá allá en donde el sol no

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quema nunca, en la tierra de los Ahyrhes que comencarne de sus hermanos.»

Los ancianos Papón, Gunelto, la brujaJatachuena, recordaban que la presencia de losespañoles en San Julián había infundido en lostehuelches un asombro sin límites: hacían menciónde las brillantes corazas, de los cascos relucientes yde las largas y tajantes espadas de los conquistadores.

En el siglo anterior al actual, vivían lostehuelches a la desembocadura de los grandes ríos,vagando con frecuencia al borde de la mar.

¡Cuántas veces escudriñarían el horizonteincierto, creyendo ver surgir la silueta de una nuevanao!

Esa centuria pasada debió ser de ansiosaexpectativa para los patagones.

Pero llega D. Antonio de Viedma a San Julián,hecha los cimientos de «Florida Blanca», entabla conlos indios las primeras relaciones de intercambio,agasaja al cacique Negro, obsequia a las mujeres convistosos abalorios, que desde ese momento forman partedel atavio de las jóvenes, y el temor se trueca en alegría,falso miraje de esos niños grandes que incautamentecaen en la trampa de la conquista...

Desde ese día el indio está perdido: un anhelonuevo se ha despertado en su alma, nuevasnecesidades, todas superfluas, van a influir enadelante sobre su voluntad.

San Julián se despuebla, los soldados deEspaña se han reembarcado; pero el tehuelche no seconforma con tan inesperada partida. Se habíanacostumbrado a su amistad; se habían dejado engañarCOtl promesas ilusorias; se habían deslumhrado lasmujeres con las mil baratijas importadas del Río de laPlata; y aquella brusca desaparición de los hombres

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de cara de nieve era para ellos como un acontecimientonefasto.

Se echaron a andar por los campos; en lostorreones del fuerte de Deseado, habían visto flamearel estandarte acuartelado del rey, y pensaron quequizá allí estarían sus amigos.

¡Vano empeño! También habían partidoaquéllos... Y el indio siguió de cara al norte, y fueentonces que las tribus del sud volvieron a pisar lasmárgenes del Río Negro.

Desde entonces, Patagones fue para ellos elobjetivo anual. Allí cambiaban sus productos, lasplumas del avestruz, las pieles del guanaco; en cambiorecibían las primeras telas, los primeros útiles decocina, las primeras armas de fuego y el «fuegolíquido» que ha encendido tantas guerras intestinas yrebajado tanto el nivel moral de las tribusmeridionales.

Cuenta la leyenda que poco antes de la llegadade los hombres blancos al país, los patagones habíanrechazado una invasión de guerreros procedentes delnorte, y agrega que eran feroces; que usaban coletosde pieles y se servían del arco y de la flecha. Hubocombates sangrientos en todas partes, en el Shehueri,en el valle del río Santa Cruz, en las riberas del mar, ysólo mediante un esfuerzo supremo, esfuerzo de todaslas tribus reunidas, se consiguió repeler al enemigo.

Sigue después un largo período de reposo, sólointerrumpido a intervalos por la extraña aparición dealgún buque europeo; hasta que a ñnes del siglopasado o principios del actual vuelve a arder la guerra,esta vez intestina, en el valle de Gallegos.

Las tribus del norte combaten con las del sud;los guerreros de éstas se refugian en las grutasbasálticas del paraje que hoy se conoce con el nombre

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de Huan-aike: allí se atrincheran y arrojan sobre suscontrarios una lluvia de piedras y de flechas: aquéllosvan al asalto, se encaraman sobre los bloquesdesprendidos del negro frontón, se escurren comolagartos, y a favor de la obscuridad de la noche logranllegar hasta las mismas bocas de las cuevas; juntandespués haces de leña, encienden grandes hoguerasy a su cárdeno resplandor, centenares de hombres ymujeres caen sin vida o cautivos de sus cruelesvencedores.

Sea de esto lo que fuere, lo cierto es que en lascavernas de Huan-aike se han hallado y se hallan aúnhuesos humanos y porción de armas de piedra, comobolas arrojadizas y puntas de flechas.

En los tiempos más modernos comienzan lasincursiones vandálicas de los araucanos. Las tolderíastehuelches son sorprendidas y asaltadas al amanecer,se combate cuerpo a cuerpo, a lanza, a flecha, a bola:los ancianos inermes son estrangulados; las mujeresy los niños huyen despavoridos; al alarido de los unosresponde el grito de venganza de los otros; todo esconfusión, y la sangre humedece la tierra. Lostehuelches casi deshechos se reorganizan, estrechansus filas, y después de algunos momentos rechazan ala horda araucana que huye llevándose no pocasmujeres y niños cautivos.

Estas razzias se repiten de tiempo en tiempopero el éxito no es siempre el mismo; los araucanosvuélvense a veces diezmados y arrepentidos.

En ocasiones son los tehuelches quienes van abuscar a sus enemigos, y las mismas escenas desangre tornan a repetirse bajo otras latitudes.

Ya estamos en la época reciente; los vivanderosde Punta Arenas —conduciendo cargueros deIguardiente— llegan cada día a los toldos y las orgías

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se suceden a las orgías; el indio es despojado de cuantotiene de valor: por un caballo recibe tres botellas dealcohol; por un Jcai, una botella. El pillaje no tienelímite; hasta le arrebatan al pobre indio el abrigo queecha sobre sus hombros; y cuando los aventureros seretiran, la tribu queda sumida en el dolor y la miseria.

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IV

E l tzóneka es un dialecto gutural, aglutinante. Unexamen detenido de su índole gramatical nos podría

poner en el terreno de deducciones de un ordenverdaderamente científico, llegando quizá a descubrirel grado de parentesco real que pueda tener, ya conlos demás dialectos sudamericanos, ya con las lenguasmuertas del viejo mundo; pero para ello sería menestermayor número de datos que los que he podido recogerhasta la fecha. No obstante, quien se intereseespecialmente en los estudios lingüísticos, quien deseerastrear el origen del dialecto patagónico, puede ponera contribución el Vocabulario y Fraseología quecomplementan este libro.

Aunque oral, el tzóne/caha conservado a travésdel tiempo su invariabilidad esencial.

La vida nómada de las tribus tehuelches en eldesierto, su alejamiento de las poblaciones argentinas;sus poco frecuentes relaciones con los araucanos, suaislamiento, en suma, en una región inmensa deterritorio, que ha exigido y exige aún del indígena laagrupación en tribu, sin lo cual la caza sería eventualy la vida más precaria, todo esto ha contribuido a queel ízóne/casea hoy, a corta diferencia, el mismo dialectodel tiempo de Magallanes.

Si se comparan las voces recogidas por elcaballero Antonio de Pigafetta, cronista de aquel ilustrenavegante, con los vocabularios de don Antonio deBledma, de D'Orbigny, Musters, etc., se verá que nohay error en lo que afirmo. Tal vez se me objete la

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discrepancia radical de algunas palabras, comparadasex-profeso, pero éste seria un argumento muy débil sise atiende a las condiciones evolutivas a que estánsujetas las lenguas habladas, y a que aquélla no alteraen lo mínimo la unidad lingüística. Y si a estoagregamos la precipitación con que han debidoformarse aquellos vocabularios, los defectos defonación, y las diferencias naturales que dimanan dela nacionalidad del observador, aquella objeción dejade ser atendible.

Los tehuelches, como he dicho, carecen demedios exteriores para representar y fijar supensamiento; pero no por ello olvidan losacontecimientos más remotos de su colectividad. Engeneral están dotados de una memoria sobresalienteque apenas si disminuye con los años: de aquí que losancianos sean como el archivo de los sucesos que hanocurrido en el pueblo tehuelche desde su origen míticohasta el día; conservando los detalles más importantesde sus poéticas tradiciones, que desgraciadamente losancianos ya no se refieren en torno del fuego a losjóvenes tehuelches, amenguados en la estatura,corrompidos, alardeando de todos los viciosimportados por la plebe cristiana.

Es cosa sabida que los dialectos bárbarossudamericanos, con exclusión del quichua y delguaraní, cuentan con un reducido número depalabras, y que sus signos numéricos no pasan decinco. Los tobas, en el Chaco, y los alacalufs en laTierra del Fuego, son las agrupaciones humanastípicas a las que se puede aplicar este detallelingüístico.

Por lo contrario, los tehuelches tienen unsistema numérico que representa cierto progresorelativo. Hasta los niños saben contar de corrido deuno a cien, y aquellos indios que mantienenrelaciones comerciales con los cristianos, no sólo lo

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hacen sin equivocarse hasta mil, sino que tambiénformulan cálculos elementales, como sumar y restar.

En cuanto a riqueza de lenguaje, pienso que eltzóneka debe figurar inmediatamente después delquichua y del guaraní. Su sinonimia es varia, y nosólo tiene una voz propia para cada objeto de lanaturaleza, sino que también expresa ideas abstractasde un orden superior.

El respeto o más bien el temor que inspira lamuerte al indio contribuye a veces que caigan endesuso palabras que antes se empleasen de continuo.Ejemplo: Hasta no ha mucho la grasa era designabacon la voz ham, pero como muriese un indio cuyonombre era homónimo, tácitamente los parientes yamigos del muerto suplantaron la palabra ham por lade golósjken. Hoy, la primera está casi olvidada.

Un pueblo cazador, un pueblo nómada comoes el tehuelche, mal podía haber llegado al nivelintelectual y moral de otras agrupaciones sedentariassud-americanas; pero si bien es cierto que bajoaquellos aspectos se halla a enorme distancia de losquichuas y guaraníes, que conservan respectivamentesu poesía tradicional, —el poema Ollantay, y ciertasmelodías rústicas,— no por ello carecen de sentimientopoético; el mito de El-lcd, sus apólogos, sus rudas ytristes canciones, pienso que bastan para demostrarla verdad de esta afirmación.

EL ZORRO Y LA PIEDRA

Un zorro desafió a correr a una piedra: ésta seexcusó:

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—Soy muy pesada.—Correremos cuesta abajo de ese cerro —insistió

el zorro.—Soy muy pesada... pero guardaos de mí...—¿Alcanzarme? ¡qué locura! Yo corro como el

viento.—En fin, corramos— dijo la piedra.Y el zorro partió como una flecha... Se echó a

rodar la piedra entonces, y de tumbo en tumbo, fue aherir de muerte a su rival, que ya llegaba al pie delcerro.

uuu

EL ZORRO Y EL PUMA

Un puma se encontró al linde de un pajal conun zorro muy donoso.

(Es de advertir que éste tenía un vistoso copeteen la cabeza.)

—¡Qué lindo adorno llevas, amigo mío! ¿Cómo lohas confeccionado? —habló la fiera.

—Muy sencillamente: ráspeme la cabeza con unpedernal, y luego introduje en ella las lindas plumasdel avestruz.

—¡Qué admirable! Yo deseo someterme a la mismaprueba. ¿Quieres tomarte la molestia de hacerlo pormí?

—De mil amores.Y el zorro comenzó a raspar el cráneo del puma,

hasta que le hubo adelgazado lo suficiente paraquebrarlo de un solo golpe de pedernal. Y murió elpuma.

Estos dos apólogos revelan una tendencia poéticay un pensamiento filosófico bastante elevado, que

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resalta también en otra forma de intelectualidad, ensus «Proverbios»:

—No hay bastardo que sea bueno. Kómeshlk al'nkéte'n huacho.

—La puma pequeña vuela más ligera que lagrande. Aur'k talenk eukjensh chaenk aar.

—El perro persigue al zorro, y le mata; pero llegael puma y mata al perro. Jelenue k'etáshk pátenemáshk, eme t'ák taguenshk golni eme t'amashk.

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V

Como debe comprenderse muy bien, el tehuelchecasi desconoce el arte musical; el único instrumento

que le es propio consiste en un pequeño arco como deun pie de largo y un tercio de pulgada de diámetro,hecho de madera flexible y con cuerda de cerda decaballo. Un hueso pulido y a veces con dibujosesculpidos, húmero de cóndor casi siempre, le sirvede complemento; humedécenlo ligeramente con salivay mientras por una de sus extremidades conservanapoyado el arco en la dentadura, tomado el otroextremo con el pulgar y el índice de la mano izquierdahacen pasar aquél suavemente sobre la cuerda, y poreste medio, alzando alternativamente el índice o elanular, obtienen sonidos tenues que dicen ellos imitanel galope del caballo y el ruido del viento.

Este instrumento favorito de los jóvenes se llamaKoolo. Sigúele el conocido tamboril que antes se construíacon una especie de jofaina pequeña de madera de robleu otra, recubierta con un pellejo fresco de guanaco o deliebre, que al secarse, amarrado, quedaba perfectamentedistendido.

El Koolo constituye aún el entretenimiento de losniños en las horas calurosas de verano. El tamboril es elinstrumento de la danza a que los indios son muy dados:le tocan con dos palitos rígidos y livianos, e intervieneen todos los regocijos de la vida.

Tienen un baile único y éste se denomina la«Danza de los Avestruces)', en la que los jóvenes y a veceshasta los ancianos pretenden imitar los graciososcontoneos de aquellas aves cuando se buscan en la

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estación del celo, o cuando confiadas andan de aquí paraallá en los campos, picando flores o buscando insectos.

El nacimiento de un niño, la perforación de lasorejas para colgar el aro de plata, —lo que nunca seefectúa antes de la edad de cuatro años,— la primeramenstruación de la mujer (enak); el matrimonio, etc.,son objeto de bulliciosas fiestas en que se bailaalrededor de los fogones encendidos al aire libre, bajolos rayos del sol o en la obscuridad de la noche.

El detalle más interesante de estas fiestas(apeshk) es que sólo bailan los hombres en medio alcírculo de las mujeres que permanecen sentadaspalmeteando y cantando a la vez.

Aquéllos bailan con las piernas y el dorsodesnudos; llevando sobre el pecho bandas de cuerocon cascabeles y sujetas con la vincha, en la cabeza,algunas plumas largas de avestruz. «La danza» dichaconsta de cuatro partes: cada una de ellas correspondea distinta tocata, y cada vez que debe cambiarse laÜgura, los danzantes se apartan del círculo para volveren seguida en fila indiana y a paso que casi podríamosllamar gimnástico.

Las canciones o melopeas tehuelches son deuna monotonía desesperante: cuando se las oye en elsilencio de las noches del desierto causan unaImpresión desagradable; tienen algo del chirrio delmochuelo, parecen imitar los ruidos confusos ylastimeros del viento:

Ya yau güeYa yau güeYa gu guéMai ya gu guéMai go yúMaigo beyúEye mai gabu-ye.

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Esta muestra intraducibie de poesía tradicionalno basta para juzgar del temperamento melódico delos tehuelches; pero aunque se trate de una melopeabárbara, ella revela ya cierto grado de civilización.

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VI

L as nociones astronómicas de los tehuelches selimitan al conocimiento de algunas constelaciones.

La posición de Cheljelen (Orion) determina la edad delaño (SorrJ el que consta de doce lunas (Shegüenon).Principia a contarse en Septiembre y se divide encuatro estaciones: la del deshielo y el pasto nuevo(primavera); la de los huevos de avestruz y guanacoschicos (verano); la de la grasa (otoño), y la del frío(invierno). El cómputo del tiempo se hace siempre porlunas o soles, y dícese así:

¿Quenkai sorr ma? (¿Cuántos años tiene usted?)¿Quenkai shegüenon yema ma? (¿De cuántas

lunas sois madre?)El día se llama como el sol kenguenkin: para el

tehuelche, éste expresa aquél.La vía láctea es el sendero de los guanacos.Marte es el carancho que acecha en los campos

del cielo.La Cruz del Sud es la huella del avestruz.Las manchas o nubes de Magallanes son los

revolcaderos de los guanacos.Los tehuelches creen que la tierra está inmóvil

en el espacio: que el sol, la luna y todos los planetas yestrellas dan vuelta alrededor de nuestro globo, y quelas estaciones se reglan por el calor solar.

Distinguen los puntos cardinales y sus derivados:al norte llámanle Pen/cen; al sud Ahoniken; al estePenkóken, y al oeste Teurken.

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VII

L a población tehuelche decrece cada día debido enparte al abuso de las bebidas alcohólicas y a las

frecuentes riñas que dimanan de la embriaguez. Enla actualidad escasamente pueden reunirse 500individuos de esta raza.

Se hallan divididos, como ya lo he dicho, entribus diversas, que si no obedecen a un jefedeterminado como acontecía en otro tiempo,reconocen no obstante cierta superioridad en algunosde sus compatriotas, de quienes oyen consejos queobservan cuando bien les place. Entre estos individuosde distinción, a quienes por costumbre se da todavíael nombre de caciques, ñguran los llamados «Papón»,«El Mulato», «Antonio», «Nahuel», «Calacha» y «Ojo dePulga».

Dadas las condiciones de su vida nómada,resultado de la necesidad diaria e imperiosa debuscarse el alimento, se comprende muy bien que enun lapso de tiempo, relativamente breve, han derecorrer muchas decenas de leguas; y en efecto, asíacontece: el área de caza de una tribu cualquiera, sueleabarcar durante el año muchos centenares dekilómetros cuadrados. Esto lo exigen las condicionesnaturales del país en que habitan: dilatadas mesetas,valles pequeños, pasto escaso, rebaños andariegos,nómades como el hombre, ora diseminados en lasregiones centrales; esto en verano, ora reunidos ennúmero incalculable a la orilla del mar, en invierno.

Pero como el país es enorme, las distintas tribuspermanecen aisladas. A la fecha se alza uncampamento tehuelche a orilla de la «Laguna Blanca»,

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dominio chileno; otro en el valle de Coy-Inlet, un terceroen Corpenk-aike (Río Chico), estos últimos en laGobernación de Santa Cruz; y al norte de ésta seagrupan unos treinta toldos al borde del Senguerr, enla gobernación del Chubut.

Estas cuatro colectividades o tribus, presentanlos mismos caracteres étnicos generales; y lo que sediga de una puede aplicarse a las otras. Cuando seconsideran del punto de vista estadístico-demográfico,lo que primero llama la atención es el escaso númerode mujeres con relación a los hombres, a punto quepuede decirse que para una de aquéllas hay tres deéstos. He aquí, entre otras, una de las razones capitalesdel decrecimiento de la población indígena.

Diríase que la mujer tehuelche resiste menosen la lucha por la existencia, lo cual se compruebahasta cierto punto si se atiende a la mortalidad deéstas, en las enfermedades epidémicas por ejemplo.Hace dos años se declaró la influenza en los toldos deCoy-Inlet, y el sexo femenino fue diezmado.

Siendo tan reducido el número de mujeres,lógico es suponer que los nacimientos sean escasos, yasí acontece; pero he observado de poco tiempo a estaparte, —lo cual importa una compensación,— quenacen más varones que hembras. Esto, en mi sentir,demuestra dos cosas: 1- Que el bienestar, si lo hay,en algo ha aumentado; y 2- que la unión entre indiay blanco es más prolífica.

En los tipos de raza pura, la vejez es tardía yésta se prolonga de una manera asombrosa paranuestro siglo. El cabello apenas si descolora a loscincuenta años, y aún conozco individuos que pasande los sesenta y que no tienen ni una sola cana. Algomás; creo que en ninguna agrupación indígena quehaya sido estudiada, se encuentran en relaciónnumérica tantos longevos como en ésta. En la tolderíade Coy-Inlet ya citada, figuran cinco longevos, cuyo

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total de años es más o menos de 385, que descomponeasí: 100, 65, 70, 80 y 70. Esta suma da un promediode 75 años.

La mortalidad es normalmente mínima, puessalvo el caso, ya observado, de alguna epidemiaimportada, las enfermadas son casi desconocidas parael tehuelche. La neumonía es la única particularidadpatológica que suele presentarse, en el invierno. Lasfiebres eruptivas apenas si se conocen, y los únicoscasos recordados se relacionan con incursiones al RíoNegro; la tuberculosis no existe en la vida nómada;pero los mestizos suelen contraerla o revelarla cuandose radican en las poblaciones cristianas, y cambiansu alimentación. Las afeccionas cutáneas son másfrecuentes: el arestín, la tina y la herpes parecen serlas formas principales y ellas se refieren a la niñez.

Puede decirse que las defunciones ocurren ensu mayor parte por senectud, accidentes (caída delcaballo, heridas o asfixia en el agua) o peste.

Por lo que respecta a los caracteres étnicospropiamente dichos, el tehuelche ofrece a laobservación muchas y notables particularidades, quehacen de él un tipo aparte en la serie de lascolectividades indígenas. Su detalle anatómico es elmás digno de estudio, y el que más luz ha de proyectarsobre su pasado incierto. Por la forma general delcráneo (braquicéfalo) se asemeja a los fueguinos Onas,a los Araucanos y a los Tobas del Chaco; pero decuando en cuando suele presentarse a la observaciónuna forma menos braquicéfala que nos revela lapreexistencia de individualidades dolicocéfalas o porlo menos intermediarias entre las dos formascraneanas extremas.

Su estatura no tiene rival, pues aún deduciendotodas las exageraciones de antaño, resulta ser eltehuelche el hombre más alto del globo. Pero debetenerse presente que las mediciones efectuadas se

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refieren sólo a individuos de raza pura y que hanllegado a su completo desarrollo. Y hago esta salvedad,porque bien pudiera suceder que otros viajeros queme precedan en este género de investigaciones nohallen el mismo promedio de estatura que yo he hechoconocer desde hace doce años (1), que el sabio Mr.Topinard ha mencionado en su última obra sobreantropología, y que en el tiempo corrido hasta hoy, hetenido ocasión de comprobar. He dicho ya que eltehuelche mengua en talla, y la razón es bien sencilla:los ancianos van desapareciendo y los jóvenes que losreemplazan en la vida son en su mayor parte mestizos,es decir, hijos de blanco y de india, siendo estas últimasde menor estatura que los hombres de su propia raza.

El armazón óseo se distingue por sus formasmacizas; por la longitud anormal de los fémures; porel desarrollo acentuado de la cavidad torácica, por lacurvatura externa del húmero, por la amplitud ilíacay el aplanamiento del calcáneo.

(1) Las primeras noticias de estos sudamericanos nos han sidotransmitidas por el cronista de Hernando de Magallanes, el caballeroflorentino Antonio de Pigafetta, quien por primera vez les llama«Patagones», nombre que se ha conservado hasta hoy y que lamayoría de los autores han creído que expresaba lo propio que«patones», error que debe corregirse, pues que dicho nombre derivamás bien de la palabra pátak de origen quichua, pero incorporada a!lenguaje de estos indios y cuya significación equivale a centuria,agrupación numérica que tal vez se hallaba en San Julián, a la llegadade los españoles, quienes oyendo decirtal vez a los indios interrogados«somos muchos, somos una centuria» pensaron que pátak era elnombre de aquellos salvajes. Y si se atiende a que los Patagones tienenlos pies más bien pequeños que grandes, no podrá menos queaceptarse esta nueva interpretación que yo acepto con la autoridadinicial del Dr. D. Vicente F. López.

Según Pigafetta, los patagones habitaban como ahora entiendas hechas con pieles de guanacos, y sus arreos militares o decaza consistían en arcos y flechas con puntas de piedra, della so/te dequelle che fanno fuoco. No tenían paradero fijo: non hanno casaferma... vanno ora in un luogo ora in un altro.

Agrega el mismo autor que eran hombres tan grandes, que la

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Entre los caracteres físicos, se observa una bienmarcada gradación del color de la piel, según el sexo,•egún la edad, según la pureza del individuo. En loshombres sin mezcla de sangre domina un tinte facialolivado oscuro, que empalidece en el resto del cuerpo.En las mujeres la coloración es mucho menosacentuada, formando a veces contraste muy notableel tinte normal de la cara con la blancura relativa delpecho y de las piernas.

El cabello es netamente negro, lacio, grueso ytupido. Su implantación oblicua, rápido el crecimiento,tardía la descoloración.

Tienen los ojos negros, aparentementepequeños debido a la estrechez de la aberturapalpebral, cuya implantación es oblicua, como entresus próximos parientes los Onas: la conjuntivaamarillosa, y todo el aparato ocular, que en la juventudse distingue por cierta vivacidad y energía, toma enlos años maduros una expresión lánguida yadormilada.

La frente es baja y deprimida, debido a laimplantación descendente del cabello sobre la bóvedaorbitaria y al uso de la vincha desde la más tiernaedad.

cabeza de los españoles, apenas si llegaba a la cintura de aquéllos.Después de Magallanes, otros navegantes y entre ellos Jofre

de Loaisa, Alcazoba, Drake y Sarmiento de Gamboa, visitan con máso menos detenimiento las costas de Patagonia y hacen mención de lacolosal estatura de sus habitantes, la que ya tenía intrigados a lossabios europeos.

En la descripción del viaje de Loaisa (1525-1526) publicada porel historiador Oviedo, se lee lo siguiente: «Hallaron muchos ranchosy chozas de los Patagones, que son hombres de trece palmos de alto,y sus mujeres son de la misma estatura».

En la del viaje de Drake, efectuado en 1578, se contradicenpor primera vez las exageraciones de Pigafetta y Oviedo.

Argensola, cronista del viaje de Sarmiento de Gamboa, diceen su Historia de la conquista de ¡as Molucas, que los Patagonesalcanzaban a tres varas de alto.

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La nariz es, en general, roma, de ampliascavidades y rebordes gruesos, pero a veces se observala forma aguileña y otras recta y de abultarnientoanormal que singulariza en mi concepto al tipotehuelche más acabado.

Los pómulos son abultados y salientes: grandey arqueada la abertura bucal y carnosos los labios;escasas las cejas y pestañas; redondeado y bajo elmentón; pequeñas, poco angulosas —deformados loslóbulos en las mujeres— e inclinadas hacia delantelas orejas; el tórax saliente y fuerte, los brazos bienformados y más bien largos que cortos, las manosrelativamente pequeñas y lo propio las extremidadesinferiores.

En el orden de los caracteres fisiológicos, larespiración, la fuerza muscular, la sensibilidad engeneral se presentan desde luego como otros tantosdetalles de un conjunto étnico particular.

Los caracteres fisonómicos, la expresión y lalocomoción deben ser tratados con más detenimiento.

Ambos sexos llevan en sí el sello peculiar a todoslos pueblos indígenas sudamericanos, y éste es el dela tristeza; detalle que se advierte al primer golpe devista. Es un aire doliente, pesado lánguido e indiferentea ta vez, y sin que ello importe el querer hacer unafrase, diríase que el tehuelche retrata en su semblantela desolación, la árida monotonía del país en que hanacido.

Es poco dado a la risa, y cuando lo hace es amanera de estallido, anormal, como que sutemperamento no se presta a tal manifestación.

En la relación de los viajes de Cavendish, publicada por Pretty,no se inserta una palabra referente a la estatura de los patagones,aunque el nombrado navegante los vio en Puerto Deseado. RicardoHawkins (1593) los toma en el concepto de verdaderos gigantes.Oliverio de Noort vio en 1599, en Puerto Deseado, hombres de tallaalta.

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De otra parte, he observado que conversan pocoy con cierta indecisión, que en las horas aflictivas seconvierte en balbuceo.

Dado este modo de ser, nada tiene de extrañoque las manifestaciones de sus más íntimas alegrías,siempre breves, revistan un carácter de brusquedadturbulenta y salvaje.

Estos indios no se sorprenden de nada; todo lomiran con la mayor indiferencia, al menos aparente yni siquiera las obras arquitectónicas o mecánicas másnotables despiertan en ellos signos externos deasombro. El cacique Papón visitó conmigo, no hamucho, el Rio de la Plata; más nada llegó a alterar lafría serenidad de su rostro. Figurábame que todo leera conocido: ferrocarriles, monumentos públicos,instalaciones de industria, alumbrado eléctrico. Loúnico que llegó a interesar su curiosidad fue la parejade elefantes del jardín de Aclimatación en BuenosAires.

El comodoro Byron, que cruzó el estrecho de Magallanes enDiciembre de 1764, con los buques Dofphin y Jamar, pretende quelos patagones son más bien gigantes que hombres de afta estatura.

El capitán Wallis, que pasó también por el Estrecho, en 1767,vio los gigantes de Byron, pero menciona que la mayor parte teníanapenas cinco pies y seis pulgadas.

El natural ista D'Orbigny, que tomó algunas medidasantropométricas en los indios del Río Negro, les asigna, términomedio, 1 metro 730 milímetros.

El explorador Musters les da 1 metro 778.He aquí en compendio todo lo que se ha escrito a propósito

de la estatura de los indios patagones o tehuelches.Los últimos autores son los que más se acercan a la verdad.Los hombres que he medido personalmente en distintas épocas

no exceden de 1 metro 860 y el promedio antropométrico es de 1metro 852.

Las mujeres son más bajas que los hombres, y las medicionesefectuadas dan para ellas un promedio de 1 metro 770.

Los tehuelches son, pues, los hombres más altos del globo.(De mi libro: Mis exploraciones y Descubrimientos en Patagonia, 1880.)

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—¡Oh! ¿Cómo llamar ese animal grande?...Ketcshk (lindo) —agregó en su lengua; y se quedócallado, girando su mirada a otra parte.

La expresión facial parece como que secomunicara al cuerpo todo; y esto que tal vez parezcaabsurdo a muchos es para mi evidente. Observad aun indio que anda: su andar es vacilante, se inclinahacia el suelo, diríase que le abruman hondospensamientos.

En general, los usos y costumbres de estosindios son muy interesantes y aunque ya se advierteen ellos la influencia de las agrupaciones cristianas,poco o nada han variado en el transcurso de la épocahistórica. El tehuelche de hoy es exactamente el mismosalvaje, descrito por D. Antonio de Viedma, al finalizarel siglo XVIII, y hasta podría decir que su fisonomíamoral no ha perdido en absoluto ninguno de loscaracteres que le eran propios hace tres siglos.

También su facultad inventiva ha permanecidoestacionaria, y sólo se ha apartado de la rutina, cuandoa principios del citado siglo dejó de ser peatón, paraconvertirse en semicentauro. Fue entonces queabandonó el arco y la ñecha originarios,reemplazándolos con la lanza araucana más propiapara la equitación. Fue entonces cuando aumentó subienestar relativo, agrandando su choza de pieles a lavez que extendió el área de sus incursiones tras elnecesario alimento, aliviando a la mujer en las tareasdomésticas, de las que en el día dan cabal idea losOnas de Tierra del Fuego que, tehuelches de origen,son la fiel imagen de lo que eran aquéllos a la llegadade Magallanes. Fue entonces que el hombre debióadoptar la poligamia; ya le era más fácil proporcionarsealimento y vestido, y el que tuvo más de dos caballosllegó a ser algo como un Nabab.

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VIII

L os tehuelches no carecen propiamente de organizaciónsocial y política, sino que ésta se halla en su estado

primitivo. Lo más acentuado es la familia, constituidasobre la base del matrimonio-compra, disoluble encualquier momento, sin responsabilidad moral, sinerogaciones materiales.

La familia es divisible; y el hombre, según sea subienestar o riqueza, puede tomar una o más mujeres;pero comúnmente es monógamo, o cuando mucho, sepermite el lujo de tener dos esposas. Esto es por lo querespecta al presente, pues que en tiempos pasados hubocacique o jefe que llegó a tener hasta una docena deodaliscas.

El matrimonio tehuelche es una especie deconcubinato; la mujer se compra, si no en el sentidoestricto de la palabra, en una forma indirecta que casillega a ser la misma cosa. Cuando un tehuelche deseacasarse y tiene novia, entabla su petición directamenteo por intermediario: «doy» o «da» tantos caballos, tantosperros, o un chapeado de plata; —y el padre, la madreo el pariente más inmediato, responde sin ambages «si»o «no».

Si la oferta es aceptada, los valores pasan a serpropiedad del aceptante, con lo cual dícese recupera lafamilia lo que antes gastara en las fiestas del «natalicio»y de «los aros», de la joven.

Al día siguiente, salvo fuerza mayor, los reciéncasados se alojan bajo el mismo toldo el que a vecesconstruyen ex profeso, con mantas nuevas, chaquiras,

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cascabeles, campanillas y káicheles o láminas circularesde plata fina y de fabricación indígena. La «Danza delos Avestruces», o alguna orgia tumultuosa ponetérmino al acto.

El adulterio, que nunca va seguido de fuga niescenas turbulentas, es poco común; y mientras elhombre no falte a siis deberes más imperiosos, salvoun estado patológico especial o cierta perversión delsentido moral a que han contribuido en estos últimostiempos los cristianos, que viven en sus inmediaciones,o en sus propias tolderías -cristianos que constituyenla flor y nata de la corrupción y de la rapiña- la mujeres siempre adicta y fiel a su marido.

Cada matrimonio, y con éste los hijos y losparientes más inmediatos, habitan bajo la misma chozao /cao, en donde sólo es común el alimento. Toda parejaes en cierto punto independiente de las otras, y lejosde haber promiscuidad, guardan apariencias de pudory recato, ocupando cada una un sitio distinto, separadode los otros por una especie de cortina o pellejoextendido.

La propiedad, que es individual, se transmitede padres a hijos y cuando éstos no existen heredanlos parientes más cercanos; primero los del sexofemenino y enseguida los varones.

El parentesco es siempre respetado. Laconsanguinidad sólo es admitida hasta cuarto grado;y es costumbre que los tíos se hagan cargo y alimentena sus sobrinos huérfanos. El padre es el jefe absolutode la familia, pero ejerce una autoridad afectuosa, ycasi nunca, en el estado normal de sus facultades,inflige castigos a su mujer e hijos; por lo contrario, esmás bien débil con estos últimos, mimándolos hastael punto que lo haría el más cariñoso de los padrescivilizados. Bésanlos y les prodigan frasesequivalentes a nuestra familiar «ricura», «lindo»,«querido». Pero mucho más extremosas son las madres,

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quienes llevan su afecto y condescendencia hasta elpunto de permitir que las peguen sus hijos.

Se ha dicho que la vejez inspiraba repugnanciay desvío. Nada más falso. El «abuelito» es siemprerespetado y la madre anciana nunca da consejos envano.

No existe el nombre de familia, y al recién nacidose le da cualquiera, muchas veces al acaso; otrasconsultando cualquier detalle de su físico, y así esque un indio se llamará Ham (grasa), otro Terne (alto,largo), el de más allá Cor (pasto) y la hermana de ésteAshkáke (leña tostada) o Azerr (aguja). También hanadoptado en estos últimos tiempos algunos nombrescristianos, como María, Mercedes, Juana; pero estacostumbre no hace camino. Ellos siguen prefiriendolas designaciones tehuelches, más interesantes, másen armonía con su manera de ser y de vivir.

Las distintas familias tehuelches reúnenseen tolderías más o menos numerosas, que constituyenla tribu; pero cada hogar conserva su autonomíapropia. Hasta ha poco, como ya lo he dicho, esasagrupaciones obedecían a uno o más caciques, cuyaautoridad era sin embargo muy limitada; pero ello hacaído en desuso, y hoy cada jefe de familia hace loque buenamente le da la gana, o cuando mucho oyeel consejo del más anciano, del más rico, del másinteligente, ajustando a veces su conducta a losintereses de la comunidad.

Este estado de tribu se asemeja bastante alde los Árabes; pero es menos estable, y aun a vecesbasta el menor desacuerdo para que cada toldo vayapor su lado y la agrupación se dispersetemporariamente.

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He dicho que el tamboril interviene en todoslos regocijos de la tribu.

Veamos en qué consisten esos regocijos.En primer lugar figura la fiesta del recién

nacido. Este fausto acontecimiento de la familia essiempre esperado con interés. Obsérvase que lamaternidad es la preocupación constante y el anhelode la joven primeriza a quien sus parientes y amigasdirigen de continuo candidas o burlescas preguntas,relacionadas con su estado. Todo ello se comenta enlos kaus, y no falta quien lleve cuenta prolija de losmeses o lunas y hasta de los días del embarazo.Cuando éste se resuelve, tranquilamente, sin ayes,sin gritos, sin abluciones, pero con la ayuda de todaslas comadronas, que son todas las viejas, el felizacontecimiento vuela de toldo en toldo, y no pocasveces se despacha el chasqui que debe llevar a losparientes de otras tolderías la grata nueva delnacimiento.

Sigue a esto en el mismo día o al siguiente lademostración exterior del regocijo; sacrifícase uno omás yeguarizos; las chinos jóvenes toman su más ricoatavío; el mate circula profusamente alrededor de todoslos fogones; y la grasosa carne chirria en los largosasadores.

El recién nacido es objeto del más prolijoexamen: a poco todo el mundo sabe cuántos horres (*)tiene, y si se parece a la madre o al padre.

Este aire de fiesta, estas manifestacionesnaturales y sencillas sólo terminan en la alta noche,entre el ruidoso palmetear de las chinas y el tan-tanmonótono de la «Danza de los Avestruces».

Cuando llega el niño a la edad de cuatro añosse repiten las mismas demostraciones de alegría; ysegún sea su sexo, le perforan con aguja una o lasdos orejas.

Enseguida introducen en el agujero o agujeros

(*) Medida tehuelche, equivalente al palmo castellano.

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algunas cerdas de caballo o diminutas estaquillas deplomo.

Esta es la «fiesta de los Aros» que comienzan ausarse desde el momento en que cicatrizan laspequeñas heridas.

La primera menstruación motiva tambiénanálogas demostraciones: pregona el suceso la madrede la joven; acuden a verla sus amigas, y en unmomento se arma el toldo de fiesta en la mismadisposición de los otros, pero en vez de pieles deguanaco se recubre el armazón con mantas, cojinillosy ponchos nuevos de confección indígena, a lo que seagrega manojos de plumas de avestruz, discoscirculares de plata sujetos sobre tiras de cuero pintado;bandas también de cuero adornadas con cascabelesy sinnúmero de colgajos de campanillas con chorrerasde cuentas azules, encarnadas y amarillas.

Allí va a sentarse la nueva mujer. Enciéndeseenseguida la hoguera de la danza; fórmase el círculode las chinas engalanadas, suena el tamboril y lasbandas con cascabeles van a adornar los bronceadospechos de los danzantes.

Repítese entre tanto la indispensable comilona;mézclase a la algazara de los muchachos el murmullomonótono de las melopeas, y cuando llega la altanoche, la tribu queda como momificada en el silenciode los campos.

El último regocijo, en orden de tiempo, es el delmatrimonio, y a corta diferencia se repiten las mismasceremonias del que le antecede.

Los tehuelches son poco expresivos en susmanifestaciones amistosas, sobre todo si ellas vandirigidas a algún cristiano. Pocos son los que dan la

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mano, uso que han tomado de la civilización, y cuandolo hacen, es como con cierta repugnancia. Entre ellosson menos fríos, y cuando vuelven a encontrarsedespués de larga ausencia, se saludan con la cabezadiciendo recíprocamente: Wainguish? Waingaish?(¿Cómo está? ¿cómo le va?). Al despedirse de susmujeres son siempre más afectuosos y con frecuenciabesan a los niños pequeñitos, para los que el másgrandazo o más huraño de los indios siempre tieneuna frase cariñosa.

He aquí una entrevista amistosa, rigurosamenteexacta:

—Uainguish?—Shoyo (enfermo).—AToyot, erro jeut. (Gatee, venga aquí),

dirigiéndose a un niño que hace una mueca de llanto.—Aulo m'on! Yateshk! (¡Ya está! ¡Se enojó!)

Siendo supersticiosos como lo son en gradosuperlativo, fácilmente se comprende que la vendettales sea familiar. ¡Guay del que ha vertido sangre! Tardeo temprano los deudos del muerto le aplicarán la leydel Talión: el tehuelche sabe decir también «ojo porojo, diente por diente».

Pero este rencor de la sangre tiene su reverso:el tehuelche es hospitalario casi tanto como el árabe,y en su hogar hasta el enemigo es inviolable. Pero nose crea que la hospitalidad del kau. se manifiesta concortesanías o exigencias molestas: nada de eso. Elhuésped se sienta donde más le place; descuelga elmanjar más llamativo, alón o buche de avestruz, échaloen las ascuas, se lo come, luego toma mate si hayyerba, y enseguida, si es su voluntad, puedepermanecer muchos días en el mismo hogar, comiendo

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y bebiendo sin preocuparse en lo mínimo del qué dirán.El indio nunca dice nada, y deja siempre comer alque tiene hambre, aunque éste sea un holgazán deprofesión.

Lo que es extraño, dado este estado de vida libre,vagabunda y a veces precaria, es el respeto a lapropiedad: el robo simple es casi desconocido y elsalteo es algo tan inaudito para el tehuelche, que elque comete ese delito puede estar seguro de un castigoejemplar.

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IX

E s fuera de duda que los tehuelches primitivos habitaronen cavernas: yo he hallado en algunas, armas,

utensilios de piedra y hasta huesos humanos, quedemuestran la preexistencia de agrupacionestrogloditas. Enseguida debieron utilizar los troncos ylas ramas de los árboles y arbustos para construirsemoradas más cómodas; y cuando supieron tallarrascadores de sílex y descubrieron el arte de la costura,fue entonces que abandonaron el wig-wam, hoyalbergue de los Onas, por el amplio kan de pieles deguanaco. Esto último debió efectuarse mucho antesdel descubrimiento del Estrecho, pues que Pigafetta,como ya lo he dicho en otro lugar, hace mención ensu Viaggio de las habitaciones indígenas, que hoysubsisten.

El kau, toldo o choza actual, se arma enterrandoen el suelo algunos palos o piquetes de roble, de unaa tres varas de alto, y dispuestos en tres hileras: alfrente, los más largos; luego los medianos y en la parteposterior, los otros. Sobre esta armazón tienden unaespecie de manta o cubierta hecha con pellejo deguanacos adultos, cuya lana de intento, dejan alexterior. Estiran enseguida la cubierta, amarran sureborde frontal a los palos delanteros provistos depequeñas horquetas y fijan en tierra con estacas losbordes laterales. Tal es el hogar tehuelche, obraexclusiva de la mujer.

Los trastos que le sirven de complemento,pertenecen a tres órdenes: 1° pilchas de dormir,almohadones forrados en bayeta, pellejos de carnero,

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pieles sobadas y pintadas, de animales yeguarizos; 2°arreos de montar, riendas, enjalmas, cinchas de cuero»matras tejidas a mano, cojinillos de lana de colores yde hilo; y 3° útiles de cocina, ollas y asadores de fierro,teteras, jarros y platos de fabricación europea.

En último término figuran las menudencias, lasmil chucherías indispensables en toda morada, ya seade civilizados o salvajes.

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X

No hace medio siglo que el hombre y la mujer tehuelchesse vestían de igual manera: el kai o manta de pieles

de guanaco era el único abrigo de ambos sexos. Pero,desde el día en que entablaron sus primeras relacionesde intercambio con los pulperos de Patagones, en elRío Negro, el fcaí llegó a ser casi exclusivo del hombre,reemplazándolo la mujer por una túnica de algodón ode lana, ceñida al cuerpo y sin mangas, sobre la cuallleva en todo tiempo el shalgue o manta de abrigo,superpuesta por otra de zaraza o de lienzo, que sujetaal pecho mediante el kaichel o disco prendedor deplata fina.

El hombre ha adoptado también algunasprendas del gaucho argentino: usa amplio calzoncillo,chiripá, camisa, sombrero y botas que asegura bajo larodilla con vistosas ligas de lana, confección de lasmujeres indígenas.

Éstas, cuando jóvenes, se adornan a su manera,según su idea estética: gastan grandes aros de plata,de manipulación tehuelche; gastan sombreros hechosde junco y bayeta, con abalorios y laminitas de plata,sombreros que se asemejan a los muy conocidos de laChina o más bien a esos platos o recipientes queemplean los mineros para el lavado de arenasauríferas.

Dada la manera de vivir de la mujer, al hablarde sus adornos me parece natural hacer mención desu «montura». Es en esta que despliega el mayorcuidado y lujo, y basta la inspección del arreo parajuzgar del bienestar de cualquier «china» joven.

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Suele ser considerable el número de mantas ycojinillos que las más ricas y coquetas disponen concierto arte sobre los grandes bastos pintados y a vecescon cabezadas de plata laminada. Mas no se pienseque esos tejidos de confección indígena sean mostradosde diario en los hogares, o que se utilicen en las camas.Nada de eso, cualquiera que sea su valor, se guardanarrollados en la parte posterior del toldo, y, cuandomuere quien los posee, se les arroja al fuego sintitubear. Tal es la antigua costumbre.

Hombres y mujeres se pintan el rostro, y estasúltimas con más frecuencia. Emplean coloresminerales (ocres) que fácilmente obtienen de losbarrancos terciarios u hondonadas del país.

La pintura roja es la más usual; enseguida lanegra, y luego la blanca. La primera es la de losregocijos, la otra expresa duelo, y la blanca parecehaber tenido en otra época una significación guerrera.

Todos estos colores son preparados con grasade guanaco, y se les conserva en tarros pequeños.

El tatuaje, que ellos llaman chame, es deuso común y puede observarse en casi todas lasmujeres de alguna edad. La operación es dolorosa,dicen, cuando se hace en el pecho, —pero apenassensible en los brazos o en las manos. El instrumentoque se emplea es casi siempre una aguja de enjalme,y el dibujo poco vario: círculos, cruces y rayasparalelas.

Aunque no tengo seguridad de ello, creo quetal costumbre expresa un sentimiento de duelo, comolo expresan las heridas que las mujeres suelen hacerseen la piel con ayuda de cualquier instrumento cortante.

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XI

i es un hecho que el medio físico-climatológicoimprime en el hombre el sello de su carácter, es

indudable que esta ley natural se manifiesta en lafamilia tehuelche.

El habitante de Patagonia es la expresión moraly física del país en que vive. Su taciturnidad, suinconstancia locativa, su lenguaje aglutinante, rudocomo los silbos del viento; su misma hospitalidad, supoca cultura, sus supersticiones, su régimen alimenticio,su manera de vestir, y hasta el aire encorvado e indecisoen el andar, son las resultantes de aquella influenciafatal.

En este orden de ideas se comprendeperfectamente que el tehuelche carezca, como carece,de toda industria, de todo arte. La mujer sabe hilar ytejer la lana, pero su aprendizaje es de ayer no más; lodebe a la araucana.

No cultiva la tierra, tampoco tiene ganados. Vivenómada y a caballo como un centauro, y desde su niñezhasta que muere, no hace más que cazar, y lo hace paraalimentarse y vestirse.

El guanaco y el avestruz son la base casi exclusivade su alimentación, y la «picana», o parte posterior, losalones y el buche de este último, constituyen el manjarpredilecto. Apetecen también la carne de yegua, seregalan con un pequeño armadillo, muy abundante alnorte del río Santa Cruz, cazan la liebre campestre enlas mismas latitudes, y no desperdician las aves delaguna, los gansos, los patos, las avutardas.

Estas últimas les brindan abundante cosecha de

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huevos, pero prefieren los de avestruz, que comen casisiempre asados al rescoldo, sin preocuparse en lo mínimode si están o no incubados.

No comen pescado, ni tampoco cerdo. Estos dosanimales son considerados como inmundos,manifestando para ellos una repugnancia invencible.

¿Cuál es la razón de tan extraña preocupación?Nada he podido dilucidar, pero me inclino a creer

que en lo primero obedecen a una supersticiónrelacionada con el mito de El-lal

Ese régimen plástico es el permanente, pero aveces echan mano de las hojas y pecíolos del taraxacumo achicoria silvestre, y extraen de los parajes húmedos,unas raíces o tubérculos azucarados y blancos que ellosllaman jaye o pechero, según sean cortos o largos,prefiriendo los primeros que indistintamente comencrudos o ligeramente tostados al rescoldo.

Gracias a las relaciones comerciales frecuentesque mantienen con los cristianos, desde cuarenta añosa esta parte, han introducido en su alimentaciónalgunos artículos de que hoy no pueden prescindir,como la yerba-mate, el azúcar y la harina.

También hacen uso del café, pero nada prefierentanto como el alcohol, de cualquier especie y calidadque sea, y para obtenerlo no omiten sacrificio alguno.

Aguardiente, Cognac, Ginebra. He ahí la tríadaa que rinde culto el tehuelche moderno; he ahí la obrade la civilización; he ahí la causa más poderosa de laextinción rápida de tan noble raza.

La caza es casi diaria, y constituye, como ya lohe dicho, la primera y más importante ocupación delos tehuelches. En ella toman parte todos los hombresaptos, y a veces sólo quedan en los toldos los enfermosy los niños pequeños. La elección del paraje en que ha

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de cazarse es siempre anticipada, con frecuenciadiscutida, o dejada al arbitrio del «capitán del campo»,designación que se da sino al mejor cazador, al máshablantín, al más entusiasta o exigente.

Desde muy temprano recogen las caballadas;enlazan luego los ñacos rocines o los briososredomones; echan sobre éstos las enjalmas de maderade roble que ellos mismos confeccionan, y en parejaso uno detrás del otro van a reunirse a un sitio dado,que es propiamente el punto de partida. De ahí tomacada uno la dirección que más le cuadra, o la que el«capitán del campo» le indica; y andando ora al trote,ora al galope, forman un círculo enorme que poco apoco van estrechando. Así consiguen encerrar un grannúmero de animales, que huyen de todos lados haciael centro del «cerco», y en brevísimo tiempo, sinesfuerzo ni fatiga, les cogen con boleadoras, yayudados por numerosas cuadrillas de perros, siempreescuálidos, pero rápidos, de razas diversas, en sumayor parte semigalgos importados del Río Negro.

Suele ser enorme el número de guanacos yavestruces que aprisionan de esa suerte, y luego sedan tal maña en despanzurrarlos, y disponerlos sobrelos «recados», que hay cazador que regresa a su hogarcon un guanaco adulto entero y media docena deavestruces. Cuando esto acontece, los kaus toman unaspecto de fiesta, sus palos delanteros se inclinan alpeso de la carne; chirrían en los fogones las «picanas»y los buches apetitosos; husmean los perros converdadero deleite; y mientras llega el momento de lacomilona, circula el mate de mano en mano, servidopor el ama de la casa, que se muestra complacida.

¡Pobres indios! Quien como yo haya asistido avuestros regocijos de familia, en la hora melancólicaque precede a la noche; quien como yo os haya oídodecir, que la vida es «buena»; quien conozca vuestrasinquietudes, y temores de cada día, o haya sondeado

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vuestro corazón infantil, os dedicará como yo unafectuoso recuerdo.

¡Pobres tehuelches! Cuan felices no seríais denuevo, si al despertar una mañana, alguien os dijeseque los hombres blancos se habían marchado parano volver jamás. ¡Ah! sí, lo que os falta, lo que echáisde menos, lo que entristece vuestro espíritu es lalibertad perdida, la libertad antigua en medio de loscampos desiertos, sin el fantasma de la civilizacióninvasora.

Hoy todo ha concluido o va a concluir para eltehuelche; el pastor le repele, la oveja rumea dondeantes lo hiciera el guanaco. Todo está en su contra:los gobiernos le abandonan, y el vivandero cristiano,despiadado, le emborracha para despojarlo de cuantotiene.

¡Destino fatal!

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Y

F R A S E O L O G Í A

DE LA

LENGUA TZONEKA O TEHUELCHE

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VOCABULARIO

Año. - Sorr.Avutarda. - Támlen.Amansar. - Kámme'n.Arrugado. -KáspatAfuera (exterior). -Huaye.Aguja. - Jol'n.Arnargo. - K'tárjn.Alisar. - Guájenen (?).Argolla. - Góter (?).Agua. - Ámien (anticuada)Ahora. - Másho.Alumbrar. - Kénghnjesh.Asqueroso. - Ehuéstek.Alfiler. - Azerr.Abuelo. - Ibay.Abuela. - Koguer'e.Argentino (Lago). - Charre.Amarillo (color). - Huaitenk.Azul. - Kálten.Allá. - Mone.Agarrar. - Kshars.

B

Bostezar. - Kómpenshk.Bolax (Terremoto). - TápelBoca. - sham'a (a muda).Bigote. - Ashchy.Brazo. -Hosh.Bota (calzado). - Chó/c'rr.Bolear. - Korigaeshk.Blanco (color). - Ornek.

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Carneando. - Éekesh.Cerca. - EkelCincha. - Guenigiieríe.Corazón. - Shy.Cuzco (perro). - Chéchuen.Columna vertebral. - O'ij.Codo. - Teksh u Orterhénk.Clavícula. - Hógüe.Cerebro. - Chéter.Cuadrado. - Chilaétejen,Cavidad del ojo, - Ótel Kauk'n.Cuero. - KáLCisne. - Kókne.Corva. - Guenke'n.Celos. - Ináish,Collar. - Guerrok'n.Caracol. - Kéu.Carbón de piedra. - Yach'n.Carancho (ave). - Kharro.Cuidar.- Kámarosh.Cicatriz. - Oójer.Cielo. - Kóotch.Callado. - Peshpe.Caspa. - Jepperr.Colorado. - Kápenk.Cabeza. - Ch'ter.Cabello. - Gohte.Cráneo. - E'rhue.Ceja. - Kashchij.Cortar. - Chérshk.Calambre. - KarrótCeleste. - Káltenk.Cansado. - Huóte'n.Cantar. - Keuórresk.

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CH

Chueca (juego). - Zanj o Zánj'e.

D

Dejar ahí. - Ikérnoshk.Descuerear. - Kósh-cotDedo. - Horre.Dientes. - OrnDesplumar. - Olmosh.

E

Estribo. - Késhon.Enojarse. - Ihaten.Exclamación de duda y burla. - Kóch.Espejo. - KeyóitEntrad.- Hash'e,Estornudo. - Perh'n.Escupir. - Tép'n (?).Entrar. - Yáshesk.Enterrar. - Kájeshk.

F

Frutilla (Fragaria chilensis). - Chote.Frente. - Téak'n.Frazada (cobertor). - Shalgue.Flamenco (ave). - Kápenk.Flecha. - Shót

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G

Gracias. - NákeLGato doméstico. - Nash'k.Gato cimarrón. - Pei'ri.Guanaco. ~ Lailj o Ñau.Grueso. - Daúnk.Guanaco chico. - Corho.Golpear. - Kájesh.Grasa, - Harn.Gaviota (Larus). - Coken'n.

H

Hombre. - AhíHilar. - Mékej.Hígado. - Guay.Hilo. - TélHembra. - Chame o Sémóen.Hipo. - E'kjsh (onom)Hacha. - Pélk.Hermano menor. - Igohu.Hielo. - TharrHelado. - Potharr.Huevo. - Om'e o JVa.

Invierno. - She-yay

Lanza. - Haaike.Liar (envolver). - Kójen.Loro (Conurus patagonus). - Ka'Ka.Langosta. - Chétríe.Lechuza. - Hámen.Lunar. - Támmene.Lombriz (de avestruz). - Kaiur.Lombriz (de tierra). - Sháimer.Lindo. - Ktshk.Loca (en el sentido de ramera). - Bebés.Loca (en el sentido de aturdida). - Chop's.Levántate. - Aíno.Leche. - Nqj.Levantar. - Kerosh.Labio. - Kónken.

LL

Llueve. - Ináshk (?).Lluvia. - Téu.Llorar. - Éeshk.

M

Mortero. - Euke o Kóchene.Murtilla (Mirtácea). - Pótenk.Muñeco. - Tapey'on o Sétehuen.Matambre. - ChókelMentira. - Társh.

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Mentiroso. - Tarsh', K'ho. Társh-ko.Mosquito. - Télgo.Macho. - K'jey.Mañana. - Nash.Marca (de hacienda, a fuego). - Akérójen.Mucho. - Zeus.Mano. - Tchen.Mariposa (lepidóptero). - Chéteíon.Morder, - Shósk.Morir. - Jameshk'tMojar. - Chqjeen.Mandar. - Omash.Mujer. - She.

N

No. - Güigshk o K'om.Noche. - Ténsh.Niño. - HámelNariz. - Orr'e (e muda)Nieto. - Elkekn.Negro (color). - Pólnek.Nuera. - Yermshk.

O

Omóplato. - Ak'en.Ojo. - QtelOreja. - Shaano Sha-an.Oíd. - Huá.Otoño. - Képenk'e o Kápenk.

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Pensar. - Joomsh.Pintura. - Ajenue-mak.Pintarse. - Keesh'n.Pseudo-escorpión (alacrán). - Térter.Palma de la mano. - Káyónk'n.Pelvis. - Goj,Pómulo. - Kóo.Pulsera. - Jéntek.Punta. - Béul.Pie (el). -Alh.Pegadle. - Kqjién.Perdido. - Uáitshk.Pasado mañana. - Eurínash.Palpar. - Siáchesp.Primo hermano. - Y-jeu.Prima hermana. - Jemónshk.Perro. - Jélenue o Uáchene.Prestar. - ToyotPadrastro. - Ipank.Primavera.- Yesúmk.Pedir. - Arma.

Q

¿Qué? (¿qué cosa?). - KéíQuerer (amar). - Osh.Quitar. - sheek.

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R

Retírate (apártate). - NishklRiendas. - Joom o Guérrjenue.Recado (montura). - Tassk'e.Respirar. - Jo/e.Riñon. - Tap.Rótula. - Tépen'e.Relincho. - Arranshk.Rodilla. - Tep'ne.Raspar. - Jalón.Raspador de vidrio. - Eno o Een.Raspador de piedra. - Kátu.Redondo. - Korternk.

Sí. - Hohríae.Sífilis. - Kálch.Soplar. - Shqjo'no Shap'n.Silbar. - Shamáishfc.Sobrino carnal. - Imehj.Salmón (color). - Paitenk.Solferino (color). - Góltenk.

Tarde, ocaso. - Gólek.Tener. - Elshk.Tripa. - Lee.Tripa gorda. - ChooTirar. - Keiten.

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Talón. - Ten.Tristeza. - Jómcften.Tabaquera. - PátTatuaje. - Shaine.Trueno. - Karrótn,Tocar. - Karruérrek.Tío carnal. - 7-Jcono'm.Toldo (tienda de cueros). - Kau.Tacuara (Bambusa). - Surühm.

U

Uña. - KáchuelUsted. - Aue.

Viento. - Joshen.Volar. - Jerísh.Víbora. - Chaknnemén.Vejiga. - Teep.Viene. - AgüeViedma (Lago). - KéltVerde (color). - Jéseltenfc.Violeta. - Séjérnek.Vaca. - Choij.Vidrio. - KatVerano. - Zórk'n.Vos. - Maye.

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Yugular. - Chat.

FRASEOLOGÍA

Aulo mon. - ¿Ya estás ahí?Aúr kogen. - Aten pluma.Arshi mate koshk. - Quiero mucho mate.Azer'm'huátek. - Se me cayó la aguja.

Cote néshk. -Tengo sueño.

CH

Cheche me ma o Choche-m-má. - Tienes una.

E

Ea nash lékesk. - Pasado mañana córrese.Emeshk ya kaVm.- Sí, es mi hijo.Emesh coosh. -Te quiero.

G

Gene omshkesh ahoniken. ~ Más tarde sabré tehuelche (?).

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H

Herró chano. -Venid, pues, o Vamos pues.Herró kote'n. -Vamos a dormir.Haré k'shorrejosh. - El viento es muy fuerte.Hueneshk ni she. - Esta es mi mujer.

Jénere a-mot - ¿Quién viene?Jénere e-mot. - ¿Quién llegó?Jama-ténshk. -Voy a ensillar.Jónchespk. -Tengo tristeza o pena.Jaake k'ochon. - Dos cargueros.Jelenue pai ma. - Cásate con un perro.

K

Kómeske-nijats. - No quiero comer.Keikhemot - Dame agua.Kene-m'iame. ~ ¿Cómo se llama?Ketesh k'cahuel ma. -Tu caballo es muy lindo.Kénemo payen ma, - ¿Dónde está tu cuchillo?Kénemo payen ya. - ¿Dónde está mi cuchillo?Kosmeshknicote's. - No quiero dormir.Kéngaejshkyeike. -Vislumbre del fuego.Kénguejshk lehe. -Vislumbre del agua.Kólkengagüe. -Arrea los caballos (imperativo)Kélmekshgagüey. -Llevar caballo de tiro.Kómeshk ni omk'n. - No sé lo que es.

Keu máurek'ye. - Déjalo allí.Kénemeyashen. - ¿Cuál es la mía?Kápeshkguenigue'n. -¿Está apretada la cincha?Kékel térshk ténon. - La noche es muy larga.Kólsh m'tnjelenue. - Está aullando un perro.Kene kérnen amot - ¿De dónde viene?Kenkaik'n hamel ma. -¿Cuántos hijos tiene V.?

Lee kápenshk. -Trae agua.

M

M'carrhejamsh. - Está por morir (?).Mat güenen pey. - ¿Por qué no estás callado?Maitene mak. - Hazlo de nuevo o sírvelo de nuevo.Ma éyot choche fósforo. -Tu me das un fósforo.Mone k'ye. - Ponió allí.

N

Nash-eshúaenk. - Mañana me voy.Nash-ékeen. - Ayer llegaron.

O

Okarejats. ~ ¿Quieres comer?

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Potarhésk. - ¡Está helado o escarchado! ¡Cómo no!Patshango. - ¡Está fresco! ¡Cómo no!

Q

¿Quéteksh eyóshs? - ¿De qué te ríes?

Saihueshk'nos kau. - Hace calor en el toldo.Sorno oye'n. - Ensille ligero.

SH

Sháiunk kénguenkin. - Día de calma.Shégüenon má huan. - Luna nueva.

Tash'me. - Es mío.Teu's'inashpek. -Está lloviendo.Tárjén'k'leesh. -Tomar mate amargo.

U

Uénemen hunkál'm. - ¿Éste es tu hijo?Uaingsh. - ¿Cómo está?

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Uaingsh ténsh. -¿Cómo está esta noche? o buenas noches.Uhshjatiépsh}^. ~ Estamos comiendo.

Yashk ai téyot - Dadme fuego o el fuego.Ycun'ishk cigarro choche. -Yo te doy un cigarro.Ya achrt lesk. - Yo tomo mate.Yonineu yergüe. ~ No le asustéis.Yjatiéspshk. - Estoy comiendo.Yhateshk. - Se enojó.Yaten ekéleshk. - Se está por enojar.

Zeusk'telgo. - Muchos mosquitos.

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NUMERALES

Choche

Jauk

K'ásh

KágueK'tzenHuenakashK'ookeHuene kagueJamaktzen

U'kaken

Coche kaurHuame kaurK'ash kaur

Kague kaurK'zten kaurHuenakash kaur

K'ooke kaur

Uenakague kaurJamaktzen kaurHuamerioukaken

Iluamenokaken choche kaurPátak'aChoche k'pátak'eHuarankaCoche hauranka

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

31

100

101

1000

1001

Nota. - Para completar este Vocabulario y Fraseología véase: Mis

exploraciones y descubrimientos en Patagonia, libro ya citado.

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ÍNDICE

Prólogo

Dos palabras

Introducción

Los indios tehuelches

Vocabulario y Fraseología.

, 7

19

. 2 1

.25

95