Literatura Cubana

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  • Literatura cubana y fin de siglo

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    no. 20-21: 155-160, enero-junio de 2000.

    Escritor. Unin Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

    FFFFFrancisco Lpez Sacharancisco Lpez Sacharancisco Lpez Sacharancisco Lpez Sacharancisco Lpez Sacha

    Literatura cubanaLiteratura cubanaLiteratura cubanaLiteratura cubanaLiteratura cubanay fin de sigloy fin de sigloy fin de sigloy fin de sigloy fin de siglo

    Aunque parezca mentira, la vuelta en redondo delsiglo XX nos ha convertido de pronto en damas ycaballeros de antao. No usamos ya levita ni bombn,ni abanicos ni bastones de carey, pero tendremos en laprxima centuria el mismo rostro asustado que sale deellos en las fotografas de cajn.

    En un poema de Arams Quintero, que tiene esamemoria del futuro, parecemos los mismos, pero nolo somos. El barco que zarp con la intervencinnorteamericana en Cuba en 1898 va llegando al otroextremo del muelle con una nacin independiente abordo, con un proceso social que nos ha colocadootra vez en el vrtice del mundo, con un movimientoliterario de tanto peso como aquel que dejamos atrscon la muerte de Julin del Casal y Jos Mart. Si enesos das la nacin se jugaba su destino contra eldominio espaol, en un gesto de tan alta fuerza quenos haca inaugurar el siglo XX s, este siglo, que nocomenz en Sarajevo en 1914, ni en Petersburgo en1917, sino en las playas de Daiquir, como afirma msde un historiador, esa misma nacin, que ya es otra,se empea hoy en culminar una pelea contra el mspoderoso imperio de la Tierra para preservar sus

    derechos, su identidad y su cultura. Atrs qued elmodernismo y ahora vamos llegando a laposmodernidad.

    El viaje ha sido largo, pero fructfero. En 1899Esteban Borrero Echeverra public tmidamente elprimer libro de cuentos de la literatura cubana. Hoytenemos una tradicin, la cual, despus de ese volumen,nos ha dejado el realismo mgico, lo real maravilloso,el absurdo, la fabulacin potica, la estilizacin delcuento rural, la cuentstica de la violencia y la narrativade la intimidad en nombres tan importantes paranuestras letras y en algunos casos para las letras detodo el continente como Alejo Carpentier, LinoNovs Calvo, Virgilio Piera, Eliseo Diego, LydiaCabrera, Jos Lezama Lima, Onelio Jorge Cardoso,Guillermo Cabrera Infante, Dora Alonso, ReinaldoArenas, Eduardo Heras Len, Miguel Collazo o SenelPaz. Todos confluyen en este fin de siglo, en estanarrativa iconoclasta que los ms jvenes escritoresinauguraron en 1988.

    Ahora estn de nuevo las sombras del neobarrocoy el absurdo, los estilos asimtricos de Severo Sarduy,Virgilio Piera, Ezequiel Vieta y Calvert Casey, en esa

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    pelea por eliminar del relato la estructura dramticainiciada con Poe. Los nuevos narradores de esa lneaparecen decir: El cuento es escritura, no nos complaceel argumento creciente, ni el clmax, ni el desenlace.As aparecen, por un lado, escritores como RolandoSnchez Mejas, Atilio Caballero, Ena Luca Portela,Alberto Garrands, Jess David Curbelo, quienes, enla mayora de sus historias, difuminan la ancdota,desdibujan a los personajes, quiebran el conflicto y launidad de sentido para hablarnos del mundo marginalen las ciudades, de la angustia, de la soledad delindividuo. Sus ficciones son hijas del minimalismo y laposmodernidad, y algunos de sus textos han resultadoverdaderos rompecabezas para la crtica. Son historiasaudaces, desprovistas de centro, cuyo tono se acerca alensayo, la poesa y la literatura de reflexin.

    Por otro lado, ms cerca todava de la generacinprecedente, de Senel Paz, Miguel Mejides, Abel Prieto,Mirta Yez o Reinaldo Montero, quienes fundaron lanarrativa de la intimidad en los 80, estn los rockeros,los fabulistas y los actuales cuentistas de la violencia,como Alberto Garrido, Ronaldo Menndez, ngelSantiesteban, Milene Fernndez, Jos Manuel Prieto,Eduardo del Llano o Ral Aguiar, los cuales mantienenla meloda, la ancdota, el equilibrio dramtico, paracontarnos con agresiva intensidad el mundo cotidianode los jvenes, el desenfado sexual, los problemashumanos en las campaas del internacionalismo enfrica y el desvelado asombro ante el desplome delsocialismo real. Ellos tambin experimentan con nuevasestructuras del relato, pero lo hacen conservando anel hilo de la narracin. Su esttica es tambin iconoclasta,pero sus nexos con la tradicin son ms precisos.

    Ambos grupos forman la punta de lanza en elcuento cubano y cada uno de sus miembros exhibe untono de poca que lo diferencia del pasado, y al mismotiempo, una personalidad que lo hace ya inconfundible.Son una generacin con todos los atributos que lacalifican: memoria colectiva, ruptura estilstica, temticasnuevas. Lo cierto es que han empujado el gnero hastafronteras insospechadas, y se unen a los nuevos impulsosque escritores ya consagrados como Miguel Collazo,Antn Arrufat o Pablo Armando Fernndez le dan alcuento en estos aos. La dcada de los 90 ha estalladoen todas direcciones y otros escritores como ArturoArango, Aida Bahr, Leonardo Padura, Pedro de JessLpez, Jorge Luis Arzola, Alberto Guerra Naranjo,Jos Miguel Snchez o Guillermo Vidal han conseguidobellsimas historias en el magma de esta explosin. Unfenmeno como este no ocurra desde los aos 40,cuando la gran diversidad de influencias cre el cuentomoderno entre nosotros. Ahora estamos viviendo unaexperiencia similar y, por primera vez en nuestra historia,

    el cuento reina como el explorador por excelencia eneste fin de siglo de la literatura cubana.

    Ese era el lugar de la poesa, que ahora,misteriosamente, va detrs. Pienso que lleg tan lejosen los aos 80 que se atomiz; se hizo tan personal ynica en la obra individual de los poetas que dej deencabezar el movimiento literario, es decir, perdi elsentido de orientacin comn que la haba caracterizadohasta entonces. No hablo, por supuesto, de su calidad,sino de su perfil. La eclosin que tambin experimentael gnero no es visible para el lector, y los buenospoemarios deambulan por los estantes de las librerassin que la crtica les haga justicia. La crisis editorial quepadecimos con todo rigor en los primeros aos de los90 le hizo sufrir, antes que a otros gneros, lo que AntnArrufat denomina ausencia de visualidad literaria. Lasescasas tiradas de los libros cubanos, desde entonceshasta hoy, daaron los vnculos de comunicacin conuna materia tan sensible, y los lectores se desorientaronante la fiebre de las plaquettes y los volmenes depequeo formato. La recuperacin editorial, quetodava es lenta, no alcanza a paliar el dao, y la poesavive un momento de aislamiento, a pesar de suintensidad.

    Sin embargo, fue la poesa quien nos hizo transitarpor el romanticismo, el modernismo y la vanguardiacon una calidad y una fuerza inusuales, a la altura de lasgrandes literaturas nacionales del continente. ConHeredia tuvimos el primer romntico americano, conZenea, el primero de los exquisitos, y con Casal y Marta los primeros modernos.

    El mapa de la poesa cubana se ensanch tantodesde entonces que no hubo un grupo, una tendenciao una promocin que no tuviera, al menos, un excelentepoeta. Guilln, Lezama, Ballagas, Brull, Poveda, DulceMara Loynaz, Florit, Tallet, Navarro Luna, Boti,Pedroso, Pita, Mirta Aguirre o Virgilio Piera, entre losmayores, y Eliseo Diego, Cintio Vitier, Gastn Baquero,Fina Garca Marruz, Samuel Feijo, Carilda Oliver oJess Orta Ruiz, entre los ms jvenes, abrieron aprincipios y a mediados del siglo XX una lnea csmicaque ya no permita las clasificaciones de antao, conuna poesa moderna que abarcaba todas las esenciasdel cubano, desde las preocupaciones sociales, tnicas,polticas y cotidianas hasta el dilogo permanente conla inmensidad. A la Revolucin lleg todo el caudal deesa poesa y los hijos del coloquialismo prontodesafiaron a sus padres. Rolando Escard, RobertoFernndez Retamar, Heberto Padilla, Pablo ArmandoFernndez, Csar Lpez, Fayad Jamis, Antn Arrufat,Rafael Alcides, Nancy Morejn, Miguel Barnet,Francisco de Ora, Manuel Daz Martnez, Luis Marr,Lina de Feria, Waldo Leyva, Luis Rogelio Nogueras,Ral Rivero, Guillermo Rodrguez Rivera o Delfn

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    Prats, alcanzaron registros extraordinarios en la segundamitad del siglo.

    Los aos 80 significaron la reaccin contra elcoloquialismo, la vuelta a la metfora y a los temas decarcter ntimo, algo que la oleada poltica de los 60 y70 haba ido separando del discurso potico. La riquezatropolgica se manifest nuevamente y agudosconflictos sociales y ticos volvieron a la poesa. RalHernndez Novs, Reina Mara Rodrguez, ngelEscobar, Yoel Mesa Falcn, Marilyn Bobes, LuisLorente, Arams Quintero, Osvaldo Snchez, AlexFleites, Efran Rodrguez Santana, Len de la Hoz,Carlos Mart, Mirta Yez y Alex Pausides comenzaronuna experiencia potica en esa direccin que atraveslos aos 80 y dej una estela de seguidores. La poesade entonces hizo enorme al sujeto lrico y se lanz a lareconquista de un espacio espiritual donde el dilogocon la sociedad se acentu en el individuo. Naca unapotica divergente, llena de interrogantes sobre eldestino social e individual en Cuba; algo muy similar alo que haba sucedido en los aos 60, solo que conotro lenguaje. Esta poesa result mucho ms agresivay audaz en su diseo tropolgico, pag sus deudas conel coloquialismo y estableci un canon estilstico queperdur por varios aos. El retorno, o la recuperacinde la cantidad hechizada, para decirlo con palabras deLezama Lima, volvi a dotar al corpus potico de unsentido en s mismo, cualidad que la poesa coloquialhaba desdeado en aras de una comunicacin msdirecta. Volvi el referente culto, la parbola, la analoga,el dilogo invisible con la gran poesa cubana y laconciencia de la intertextualidad.

    Muy pronto estos signos cobraron fuerza entendencias opuestas, una de ellas totalmente agresiva,donde ya el poema se dislocaba y se volva asimtrico,se converta en manifiesto, en objeto, en hechoconceptual, sobre todo en la potica de RamnFernndez Larrea, Omar Prez, Sigfredo Ariel, CarlosAugusto Alfonso y Alberto Rodrguez Tosca. Junto aellos creci una especie de lirismo reflexivo, mspausado y austero en su diseo, en la poesa de EmilioGarca Montiel, Roberto Mndez, Dagmaris Caldern,Soleida Ros, Odette Alonso, Jos Prez Olivares y AbilioEstvez. Asistimos entonces a una partenognesis en el

    movimiento potico cubano. Una lnea se tornabadesafiante, abierta, dionisaca, en una suerte de estticadel desconcierto, mientras que otra buscaba la quietud,el soliloquio, la hondura vital, con el cuidado de laexquisitez en la materia potica. En realidad, parecacumplirse en la poesa lo que el crtico y narrador ArturoArango aventuraba, en 1988, para el cuento: la divisinentre violentos y exquisitos. Subray entonces lanecesidad de nuevas herramientas crticas para entenderel viaje de la poesa cubana, la cual, a todas luces, tomabaen esa poca por senderos desconocidos. Una inquietudsimilar pude escuchar en otros crticos, mucho msautorizados que yo, como Guillermo Rodrguez Rivera,Jos Prats Sariol, Virgilio Lpez Lemus, RobertoZurbano y Vctor Rodrguez Nez en relacin con larpida fragmentacin del gnero.

    Hacia el comienzo de los aos 90 ya era evidenteque estas y otras tendencias se alejaban entre s, seexpandan hacia puntos cada vez ms lejanos, hacia unapotica de la intimidad, de la agona y de ciertaintensidad metafsica en la obra de Antonio Jos Ponte,Jorge Luis Arcos, Norge Espinosa, Sonia Daz Corrales,Agustn Labrada, Rolando Snchez Mejas, Juan CarlosFlores, Len Estrada, Rito Ramn Aroche, TeresaMelo, Vctor Fowler, Edel Morales, y aun en la obraposterior y ms reciente del ltimo ngel Escobar, deReina Mara Rodrguez, Marilyn Bobes o EfranRodrguez Santana, en algo que podra calificar comola fuga o la reconstruccin del signo potico. La nuevagalaxia todava est en formacin, y si en ella crece lapoesa, la autntica, la grande, la alta poesa cubana,tambin es cierto que se disgrega o atomiza a una granvelocidad.

    No ocurre as con la novela, la reina de lasdificultades. La existencia de una tradicin en Cubauna tradicin de movimiento lento, espaciado yenvolvente, y de un mercado interior y exterior, larespald de manera invisible en estos aos difciles. Suproduccin no se detuvo, aunque sufri un colapsoeditorial entre 1990 y 1994, en el instante mismo enque volva a levantar el vuelo y retornaba a su derroteroclsico. El ascenso paulatino de los aos 80 se vio depronto frenado y, gracias al esfuerzo del Fondo para el

    Los aos 80 significaron la reaccin contra el coloquialismo,la vuelta a la metfora y a los temas de carcter ntimo, algoque la oleada poltica de los 60 y 70 haba ido separando deldiscurso potico. La riqueza tropolgica se manifestnuevamente y agudos conflictos sociales y ticos volvierona la poesa.

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    Desarrollo de la Educacin y la Cultura, pudo continuarsu ruta, dentro de esa sinuosidad que la caracteriza.

    En este caso, tengo que insistir en la importancia deuna tradicin tal vez ms lenta, pero de gran solidez ensus obras mayores, que impidi en gran medida laparlisis del gnero en momentos en que apenas habapapel para los libros escolares. La conciencia de unpblico lector, ganado ya para la novela, y la existenciade una novelstica cubana, provoc una atencinparticular de las casas editoras, que se esforzaron porrevivir el gnero con todo tipo de auxilio. Si la novelano hubiera logrado por s misma, desde el siglo pasado,una altura tan grande, difcilmente habra sorteado tanspero escollo.

    Pero ah estaba la revolucin que la novela cubanaprovoc a mediados del presente siglo, en las obrasiniciales de Lino Novs Calvo, Enrique Serpa, CarlosMontenegro, Enrique Labrador Ruz, Dulce MaraLoynaz, Virgilio Piera y Alejo Carpentier. Ah estabanel realismo mgico, el absurdo y lo real maravillosoabriendo para siempre la puerta de la Nueva NovelaHispanoamericana entre 1933 y 1962. Ah estaba elrealismo social en las obras tempranas de LisandroOtero, Humberto Arenal, Jaime Sarusky, EdmundoDesnoes y Jos Soler Puig, y el Ao de Gracia de 1966,cuando se public Paradiso, de Jos Lezama Lima,Biografa de un cimarrn, de Miguel Barnet, y Pailock, elprestidigitador, de Ezequiel Vieta. Y, de pronto, el estallidoenceguecedor de la novela en 1967 y 1968, cuando sepublicaron, en Cuba y fuera de Cuba, obras de la tallade Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante,Celestino antes del alba y El mundo alucinante, de ReinaldoArenas, De donde son los cantantes, de Severo Sarduy,Siempre la muerte, su paso breve, de Reynaldo Gonzlez,En la cal de las paredes, de Gustavo Eguren, Los nios sedespiden, de Pablo Armando Fernndez, y El viaje, deMiguel Collazo.

    Los aos 70 fueron un parntesis en el alto desarrollodel gnero. A excepcin de Alejo Carpentier en superodo final, del proyecto neobarroco de SeveroSarduy y del regreso triunfante de Jos Soler Puig conesa obra maestra que es El pan dormido, la novela cubanaentr en fase gris, caracterizada as por Ambrosio Fornet.Ni Manuel Cofio, ni Miguel Cosso pudieron acercarsea la calidad del perodo anterior. La naciente novelapolicial no daba todava buenos frutos y los novelistasque se iniciaban estaban demasiado contreidos a ladivisin superficial entre el presente y el pasado de laRevolucin. Hacia el fin de la dcada, la novela serecupera con los libros iniciales de Manuel Pereira,Antonio Bentez Rojo y Alfredo Antonio Fernndez,quienes vuelven su mirada al boom, al tiempo que naceotro gnero dentro y fuera de Cuba: la memoria

    novelada, con De Pea Pobre, de Cintio Vitier, y LaHabana para un infante difunto, de Guillermo CabreraInfante, dos libros de sumo inters no suficientementevisitados por la crtica.

    Entre 1983 y 1989 se produce otro cambio quenos lanza de nuevo al inters nacional e internacional.Novelas como Un rey en el jardn, de Senel Paz, Temporadade ngeles, de Lisandro Otero, El cazador, de Ral Luis,Rajando la lea est, de Cintio Vitier, Las iniciales de latierra, de Jess Daz, Un tema para el griego, de Jorge LuisHernndez, y Oficio de ngel, de Miguel Barnet, volvierona colocar a la crtica y al lector ante el fenmeno de unrenacer de la novelstica cubana. Se cumpla la inquietudde Ambrosio Fornet, quien, en su Pronstico de los 80,daba una clara seal de alerta en relacin con el despeguedel gnero.

    Los 90 comenzaron, en realidad, en 1994, cuandoen la Feria del Libro de La Habana se presentaronalgunos ttulos que iban a marcar la pauta de estos aos.El ojo Dyndimenio, de Daniel Chavarra, no solo iba aresultar la mejor novela policial cubana escrita hastahoy, sino el trazado minucioso y apasionante de loscultos secretos griegos en el siglo de Pericles. Esta novelaobtuvo el Premio Planeta/Mortz en 1992 y esttraducida a diversos idiomas. Matarile, de GuillermoVidal, le iba a dar un vuelco a la novela sicolgica, alconstruir un narrador inusual que visitaba su pasado ysu futuro en una letana potico-narrativa que alcanzabaa iluminar la vida cubana en las dcadas de los aos 60y 70. Otro golpe de dados, de Pablo Armando Fernndez,iba a profundizar en la historia de la emigracin francesaen el siglo XVIII con la tcnica actualizada de una novelaromntica. Sangre azul, de Zoe Valds, con un raro tejidosimblico, con personajes diluidos en arquetipos, iba aconstituir una novela de anti-aprendizaje, y EstacinCentral, de Miguel Collazo, un fresco de la vida en laRepblica.

    Con estos narradores volvan tambin la temticaamorosa y sexual, salamos del laberinto de la Historiay nos incorporbamos a la meditacin, la reflexindistante del presente o el pasado, al regusto por loexperimental. Una de las mejores piezas de este instanteresultaba ser A Tarzn, con seduccin y engao, de HumbertoArenal, que reuna en su trama todos estos elementos.La novela se abra a nuevas tendencias, asimilaba sindificultad el discurso potico, el dilogo teatral, el ensayoy, sobre todo, recuperaba su capacidad para constituirun mundo.

    Al finalizar la dcada, nuevos escritores se sumabanal gnero con una calidad indiscutible. El vuelo del gato,de Abel Prieto, y La leve gracia de los desnudos, de AlbertoGarrido, cerraban el siglo en Cuba con esa capacidadautorrefleja tan necesaria a este tipo de ficcin. Ambasnovelas transitaban por debajo de la Historia, con

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    una cronologa propia, con una independencia casiabsoluta de la pica o los sucesos sobresalientes de laRevolucin, con una fbula condicionada por lasexperiencias de sus personajes, con un universoneofigurativo cuyos referentes estaban en la culturacubana o universal. Ambas tambin ensayaban, creabansu propio lenguaje, sus propios cdigos, y lograbanuna belleza de estilo al tocar las zonas ms ntimas denuestra propia existencia. Con temas diametralmenteopuestos, Prieto y Garrido se lanzaban a la conquistade la identidad novelada para mostrarnos el lado secretode lo cubano. Haba terminado, por fin, el predominiodel conflicto entre el individuo y la Historia, inauguradobrillantemente por El siglo de las luces, refutado conagudeza por Temporada de ngeles, y llevado al paroxismoen Las iniciales de la tierra. La novelstica cubana entrabaen aguas ms tranquilas, pero no menos profundas.

    De pronto, son en todas partes el toque de a rebatopara la novela cubana. Al mismo tiempo que seentrecruzaban los caminos y se publicaban novelascubanas dentro y fuera de Cuba, en medio de la crisiseditorial de los 90, y del creciente inters de los editoresextranjeros, El polvo y el oro, de Julio Travieso, obtena elPremio Mazatln y se converta en una de las mejoresnovelas de la dcada; Las palabras perdidas, de Jess Daz,era finalista en el Nadal y se editaba, con el favor de lacrtica, en Espaa, y Columbo de Terrarrubra, de MaryCruz, figuraba entre las finalistas del Rmulo Gallegos.La novela avanzaba en el mercado internacional y elxito tambin lo conseguan otros escritores. La isla delcundiamor, de Ren Vzquez Daz, alcanzaba tresediciones en Alfaguara, Espaa, con una lograda ficcinsobre el mundo cubano-americano en Miami, y EliseoAlberto, que haba obtenido el Premio de la Crtica en1984 con La fogata roja, publicaba en Mxico La eternidadpor fin comienza el lunes, una novela circense, bienelaborada, aunque quizs demasiado apegada a susmodelos: Haroldo Conti y Gabriel Garca Mrquez.En 1995, se editaba en Zurich La parte oscura, del poetaFrancisco de Ora, una de las piezas ms logradas dela literatura de reflexin, joya de la novela depensamiento. En 1996, Leonardo Padura alcazaba elPremio Caf Gijn, en Madrid, con Mscaras, la terceranovela y para m la mejor de su serie policial, tan

    difundida y aclamada en Cuba. Esta novela tambinobtena el Premio Dashiell Hammet en 1998. A finesde ese ao, Eduardo del Llano mereca el Premio ItaloCalvino y publicaba Arena en italiano, mientras quePedro Juan Gutirrez daba a conocer en Anagrama sudiscutida Triloga sucia de La Habana, que, ms que unanovela, es un puado de crnicas, relatos y vietas delbajomundo habanero durante el Perodo especial. Eneste libro es demasiado visible la influencia de Miller yBukowski, los trazos son muy burdos y se nota elesfuerzo del narrador por dar una continuidad a unmaterial poco dctil, y en realidad, poco elaborado.En cambio, en El rey de La Habana, publicada un aodespus, hay en verdad una novela de tesis construidacon la vida brutal y anodina de un personaje marginal.Ms all del horror que relata, y que por momentosresulta excesivo, hay aqu una voluntad de estilo y unresultado que emerge del propio desarrollo de la trama,de la diseccin casi microscpica y naturalista de unpersonaje situado en el vaco.

    El xito, sin embargo, ms autntico y arrollador loobtena Abilio Estvez con Tuyo es el reino, una novelaque no vacilo en calificar de extraordinaria. Publicadaoriginalmente en Tusquets, traducida a varios idiomas,aclamada por la crtica internacional y nacional, ycolocada este ao entre las grandes obras del fin desiglo al recibir en Francia el Premio al mejor libroextranjero, Tuyo es el reino se converta en la novela cubanaque mejor expresaba entre nosotros la renovacin delgnero. Estvez consegua una pieza de lcidaintensidad, donde el espacio de un minsculo barriohabanero se converta en un smbolo de Cuba. Escritadeliberadamente fuera de la Historia, la novela elabora,sin embargo, una imagen precisa de la Repblica, conatisbos de indudable profundidad hacia el destino delhombre en la Revolucin. Narrada en el pasado y elfuturo, con un procedimiento teatral en el discurso delautor, consigue lo que a mi juicio es el triunfo mayorde una obra de arte: la creacin personal del mundo.

    Naturalmente, no toda la literatura novelada que hasido publicada en esta dcada tiene la misma calidad,aunque sea un xito. Esta explosin de mercado yadeja sus huellas en novelas apresuradas, que ms quenovelas, son apuntes de ellas, borradores de estilo donde

    No toda la literatura novelada que ha sido publicada en estadcada tiene la misma calidad, aunque sea un xito. Estaexplosin de mercado ya deja sus huellas en novelasapresuradas, que ms que novelas, son apuntes de ellas,borradores de estilo donde aun no se percibe ni la madurezcreadora ni la inteligencia en el arte de novelar.

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    an no se percibe ni la madurez creadora ni la inteligenciaen el arte de novelar. En estos casos, el asunto, o lasuperficie del argumento, ha despertado ms inters enalgunos editores extranjeros que el propio acabadoartstico. As, la crtica desmaada a los problemassociales de Cuba, la exposicin de nuestras carencias, ola intencin de fustigar a la Revolucin, encuentran ecoen cierta eclosin de mercado, que vende como unamercanca de arte lo que podra pertenecer alperiodismo de opinin o al panfleto poltico. En 1995,por ejemplo, Zoe Valds cambiaba su estilo en La nadacotidiana y produca un libro de xito, en el que, sinembargo, no haba ni un suficiente trabajo con el idiomani una verdadera intensidad temtica. La obra seconverta en un soliloquio en primera persona, llena deexposiciones que suplan la ausencia de un argumento.En esta pieza, y en Te di la vida entera, finalista del PremioPlaneta en 1996, se consagraba un producto demarketing. En ambas, el pistoletazo sthendaliano es tansonoro que apaga los violines del concierto. Sin queello ocurra en Caracol Beach, de Eliseo Alberto, PremioAlfaguara en 1997, donde hay momentos y pginas deexcelente factura, se nota demasiado la mano delguionista de cine en el tejido de una historia de violencia,en la cual los personajes estn delineados con talbrusquedad, y los contextos son tan neutros, que lanovela se diluye en un thriller, en las escenas de unanoche americana, para decirlo en el lenguaje de Truffaut.

    Desde luego, estos juicios no pretenden invalidar elfuturo literario para estos autores no tengo ni poder,ni deseo, ni capacidad para hacerlo, pero s llamar laatencin sobre la verdadera literatura, aquella que seproduce siempre al margen de la moda, los negocios,o las coyunturas polticas, y que realizan los escritorescubanos en cualquier lugar del globo, vivan donde vivan.

    Ahora estamos renaciendo al inters mundialdespus de varios aos de silencio. Ya no viajamos enaquel submarino amarillo que researa LeonardoPadura en su excelente antologa de cuentos publicadaen Mxico. Ya estamos en la superficie, en la cubiertade ese barco encantado del que hablaba al comienzo.Es curioso que Jos Lezama Lima y Billy Joel hayantenido la misma expresin, en diferentes pocas, parajuzgar su xito: Trabaj a la sombra y en silencioesperando mi oportunidad, y mi oportunidad lleg conPiano man, (lese Paradiso). As ocurri entonces el azarconcurrente entre un poeta y una estrella de rock, comoahora sucede con nuestra narrativa. Pero otros azaresno menos venturosos nos esperan en este fin de siglo.El barco de la nacin cubana va llegando a puerto y enl van sus memorias. Y su literatura.

    , 2000.