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Sobre la narrativa de posguerra en El Salvador -Posguerra es una categoría cronológica arbitraria o tiene algún valor analítico. -La naturaleza de la guerra en El Salvador y el tipo de ruptura histórica que su fin produjo. -Guerra en El Salvador: La revolución salvadoreña es un movimiento complejo, como diría Octavio Paz, son varias revoluciones en una. Es un movimiento de sectores medios que reclaman participación política, es un movimiento popular, es una rebelión campesina. Por la tanto, hay varias guerras: una guerra civil (que es la pugna por el poder del estado) y una guerra sucia (que desarticula casi totalmente el movimiento urbano, aunque paradójicamente potencia el movimiento campesino). -¿Quién ganó la guerra? La versión oficial, suscrita tanto por la izquierda y la derecha, dice que nadie. Es claro que el capital ganó, por primera vez, desde la década de 1920 se hace del control total del estado y puede entrar al juego de globalización sin mayor contestación social. La izquierda gana ciertos espacios políticos, para sus élites y algunas de sus bases. Pero el precio que debe pagar es alto, promesa de justicia social debe ser pospuesta. En un principio se cree que esta posposición es temporal, pero después de 10 años de “transición a la democracia” esa culminación se ve cada vez más lejana. -Tal vez, nos ha tomado diez años vislumbrar que al igual que en el Cono Sur, la transición a la democracia fue en realidad una derrota histórica. Aunque todavía hay grupos dentro de la izquierda que sueñan que la revolución es posible por vías electorales o por un rebrote como consecuencia del agotamiento del proyecto hegemónico; las últimas elecciones muestran hasta que punto la derecha neoliberal ha sido exitosa precisamente en imponer su hegemonía, es decir en

Literatura de posguerra en El Salvador

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Esquema de la ponencia presentada en LASA 2004, sobre la narrativa de posguerra en El Salvador

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Page 1: Literatura de posguerra en El Salvador

Sobre la narrativa de posguerra en El Salvador

-Posguerra es una categoría cronológica arbitraria o tiene algún valor analítico.

-La naturaleza de la guerra en El Salvador y el tipo de ruptura histórica que su fin produjo.

-Guerra en El Salvador: La revolución salvadoreña es un movimiento complejo, como diría Octavio Paz, son varias revoluciones en una. Es un movimiento de sectores medios que reclaman participación política, es un movimiento popular, es una rebelión campesina. Por la tanto, hay varias guerras: una guerra civil (que es la pugna por el poder del estado) y una guerra sucia (que desarticula casi totalmente el movimiento urbano, aunque paradójicamente potencia el movimiento campesino).

-¿Quién ganó la guerra? La versión oficial, suscrita tanto por la izquierda y la derecha, dice que nadie. Es claro que el capital ganó, por primera vez, desde la década de 1920 se hace del control total del estado y puede entrar al juego de globalización sin mayor contestación social. La izquierda gana ciertos espacios políticos, para sus élites y algunas de sus bases. Pero el precio que debe pagar es alto, promesa de justicia social debe ser pospuesta. En un principio se cree que esta posposición es temporal, pero después de 10 años de “transición a la democracia” esa culminación se ve cada vez más lejana.

-Tal vez, nos ha tomado diez años vislumbrar que al igual que en el Cono Sur, la transición a la democracia fue en realidad una derrota histórica. Aunque todavía hay grupos dentro de la izquierda que sueñan que la revolución es posible por vías electorales o por un rebrote como consecuencia del agotamiento del proyecto hegemónico; las últimas elecciones muestran hasta que punto la derecha neoliberal ha sido exitosa precisamente en imponer su hegemonía, es decir en desactivar a las fuerzas progresistas o hacerlas que pierdan la iniciativa y actúen reactivamente a su proyecto.

-La ruptura histórica de la posguerra es, en resumen, la reactualización de la dominación histórica de la élite económica sobre la sociedad salvadoreña, la desactivación del movimiento revolucionario y su domesticación en un nuevo esquema de hegemonía abierta estrictamente controlado por el capital.

- Entiéndaseme bien, sigo convencido que el cambio social (¿o la revolución?) es no sólo necesario sino urgente, pero esto pasa por una vía distinta y seguramente con actores sociales distintos a los pensados por el proyecto histórico de la izquierda.

-El problema, en parte, es que los acuerdos de paz han oscurecido esta realidad. En un primer momento, se da incluso una reacción eufórica, donde el fin del guerra se vive como una victoria, no como una derrota. Este triunfalismo ha demostrado ser bastante dañino y ha permito que se desaprovechen oportunidades históricas reales de cambio.

-La oportunidad más crítica que se ha desaprovechado en estos años es la asunción plena del pasado y, sobre todo, por la superación del trauma nacional de la guerra sucia. Este saldo de cuentas con el pasado fue quizá la prenda más preciosa que la izquierda cedió en su afán de lograr un arreglo político rápido y conveniente. Subsumido bajo una lógica

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militar, el FMLN subestimó el peso del trauma histórico de la población y asumió ilegítimamente su representación. Es la sociedad salvadoreña la víctima directa del trauma histórico y por lo tanto le toca a ella procesarlo, asumirlo y superarlo.

La ruptura histórica en el terreno de lo literario

-La literatura de posguerra vive esta ruptura tanto a nivel de núcleo temático o de invención, como también con respecto a su propia condición dentro de la sociedad salvadoreña.

-La revolución prolongó lo que Idelber Avelar llama el momento eufórico de la literatura, al analizar el caso del Cono Sur. Muchos intelectuales-escritores, muchos de los más representativos de la posguerra, se sumaron al proyecto revolucionario con la visión de que la literatura tendría un papel central en la reconstrucción de la nueva sociedad. La revolución (y especialmente una idealización de las revoluciones cubana y sandinista, las revoluciones tropicales, las revoluciones macondianas) es la que permite este horizonte de reconciliación entre los mitos de identidad y las teleologías de progreso.

-El fin de la revolución enfrenta a estos escritores salvadoreños a la dura realidad del neoliberalismo, la mercantilización de la sociedad y a la creciente irrelevancia y marginalidad social del intelectual letrado. Pero esta no es una realización inmediata.La literatura debe pasar un doble duelo, el duelo de la revolución y el duelo de la literatura misma, como institución central del nuevo universo cultural dominado por la mercancía.

-Paradójicamente, la primera reacción de muchos escritores de posguerra es en buena medida eufórica. Se desligan de sus compromisos políticos orgánicos (si todavía los había) y reclamar el espacio autónomo de la literatura. Hay una ingenua confinianza de que la sociedad civil en la nueva configuración democrática va a permitir el desarrollo de una institución literaria moderna. Aquí pareciera haber habido un divorcio de mutua conveniencia, a los escritores les interesaba seguir bajo la tutela de la izquierda (que limitaba sus posibilidades expresivas en una repetición de fórmulas realistas y testimoniales bastante gastadas); a esta, por su parte, ya no le son necesarios. La literatura había desempeñado una función bastante marginal en la política de izquierda. Era sobre todo un capital simbólico frente a ciertas fuentes de solidaridad internacional cuyo apoyo quedaba asegurado con el “triunfo” de los acuerdos. Otro tipo de trabajo intelectual, más instrumental, era necesario.

-La afirmación de esta autonomía y la rutinización de lo “testimonial” y aleja a muchas de las expresiones narrativas de los paradigmas estéticos predominantemente realistas en los que se habían movido. Asimismo, pareciera que la “guerra” como tema se agota, o se reconoce la falta de distancia necesaria para poder construir expresiones literarias válidas y no ya instrumentales.

-En lo que resta de este trabajo intento dialogar tres distintas maneras de asumir el trauma nacional, en tres autores de la posguerra. Horacio Castellanos Moya, Rafael Menjívar Ochoa y Claudia Hernández.

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Castellanos Moya: la herida abierta

-1997 es un año importante en la literatura de posguerra. La editorial estatal echa a andar varios proyectos que parecieran ser un impulso para una literatura de una sociedad nueva y reconciliada. Por un lado, se la Biblioteca Básica de la Literatura Salvadoreña que es una publicación en formato popular de los clásicos de la literatura nacional. En esta colección se ve un claro esfuerzo por reconfigurar un canon nacional de acuerdo al espíritu de los acuerdos de paz. Se integra figuras, acaso no proscritas, pero sí vistas con suspicacia durante los años de la guerra (autores “comunistas” como Roque Dalton o Pedro Geoffroy Rivas). También se lanza la colección ficciones que intenta recoger lo más importante de la narrativa salvadoreña contemporánea.

-La situación no deja de ser ya de por sí paradójica. La literatura autónoma no encuentra asidero en la sociedad civil (en un país donde la industria editorial es inviable o, cuando menos, precaria) y debe recurrir al mecenazgo estatal. Esto es una buena medida de la inviabilidad misma de la literatura.

-Del trío de novelas que encabeza la Colección Ficciones es Baile con serpientes de Horacio Castellanos Moya la más conciente en su factura misma de este apuro y la que recoge sintomáticamente mejor el estado del trauma nacional. Por el contrario, Libro de los desvaríos de Carlos Castro y Lujuria tropical, apuntan en una dirección distinta. El libro de Castro es una parodia de novela histórica que básicamente afirma el carácter ficticio de toda historia y la omnipotencia demiúrgica de la literatura. Es una novela echa de un juego de citas y paráfrasis que tomando de punto de partida el linaje de Gerardo Barrios, el héroe-mártir del liberalismo salvadoreño, inscribe la historia en una crítica muy amplia y relocaliza el centro de la historia del país en la intrahistoria europea. Lujuria tropical es una hermética novela del lenguaje, donde la música de las palabras y un juego de palimpsestos con la ópera de Alban Berg también afirma la autonomía literaria. Es un libro que afirma la irrelevancia de la referencia y la prevalencia del juego fundador de las diferencias del significante. Con estas rápidas alusiones no quiero descalificar estas obras, sólo quiero dejar en claro cómo el estatuto de lo literario no entra en cuestión. Son construcciones que revelan una gran fe en el poder constructivo de la imaginación.

-La novela de Castellanos Moya, en cambio, es claramente una alegoría que aborda de manera bastante cruda y despiadada la caótica contemporaneidad de El Salvador.

Menjivar Ochoa, bajo el signo del roman noir

Claudia Hernández, reinventando la herida