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© 2010 by Bookbird, Inc. Literatura infantil y lectura en España: Una instantánea Artículo en castellano C uando en España alguien desea fotografiar lo que sucede en torno a la literatura infantil y juvenil, es muy habitual que, después de la instantánea, esta se compare con la típica imagen de los míticos países nórdicos, o con las de nuestra vecina Francia o de la más lejana Inglaterra. Si se practica este ejercicio, los datos propios no resultan nada alentadores, ya que España sigue en el vagón de cola de Europa por lo que respecta a hábitos lectores, número de bibliotecas y ejemplares por habitante, y pueden provocar un enfermizo sentimiento de frustración. Pero lo que parece olvidarse en esa simplista comparación es que durante cuarenta años España estuvo bajo el yugo de una férrea dictadura. Un sistema político que, sin lugar a dudas, comportó un freno importantísimo del avance cultural, así como un serio intento de eliminación sistemática de las lenguas y culturas gallega, vasca y catalana. Todo lo cual nos ha acarreado respecto a Europa un retraso comparable al que tendríamos en una carrera de obstáculos para la que nos hubiesen dado la salida cuando aún estábamos en el vestuario. Es por esto por lo que, cuando revisamos y comparamos las estadísticas de lectores, bibliotecas, niveles de lectura, etc., debemos hacerlo con el propio país y enorgullecernos del hecho que, en menos de treinta años, se haya pasado de 1.200 bibliotecas a casi 5.000, con un volumen de 100 millones de visitas al año, y que de 1,5 millones de carnés de biblioteca en 1984, en la actualidad se haya entregado el carné 16 millones, ¡lo que supone un aumento superior al 1.000%! Pero, bueno, siempre existe el aguafiestas de turno que pensará que estos datos no son todo lo satisfactorios que deberían ser. Y en parte tendrá razón. Pero perseveremos en nuestro intento de ver el vaso medio lleno. Si atendemos a los datos de visitas en función de la edad de la población, vemos que ir a la biblioteca es más habitual entre los perfiles más jóvenes. En concreto, el 62,2% de los jóvenes (lectores PEP MOLIST ClijCAT (Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil) JOAN PORTELL ClijCAT (Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil)

Literatura infantil y lectura en España: Una instantánea...de Stiltons, Meyers y Cía. y con la creación de sus propios superventas, como las trilogías de las autoras Maite Carranza

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uando en España alguien desea fotografiar lo que sucede en torno a la literatura infantil y juvenil, es muy habitual que, después de la instantánea, esta se compare con la típica

imagen de los míticos países nórdicos, o con las de nuestra vecina Francia o de la más lejana Inglaterra. Si se practica este ejercicio, los datos propios no resultan nada alentadores, ya que España sigue en el vagón de cola de Europa por lo que respecta a hábitos lectores, número de bibliotecas y ejemplares por habitante, y pueden provocar un enfermizo sentimiento de frustración.

Pero lo que parece olvidarse en esa simplista comparación es que durante cuarenta años España estuvo bajo el yugo de una férrea dictadura. Un sistema político que, sin lugar a dudas, comportó un freno importantísimo del avance cultural, así como un serio intento de eliminación sistemática de las lenguas y culturas gallega, vasca y catalana. Todo lo cual nos ha acarreado respecto a Europa un retraso comparable al que tendríamos en una carrera de obstáculos para la que nos hubiesen dado la salida cuando aún estábamos en el vestuario.

Es por esto por lo que, cuando revisamos y comparamos las estadísticas de lectores, bibliotecas, niveles de lectura, etc., debemos hacerlo con el propio país y enorgullecernos del hecho que, en menos de treinta años, se haya pasado de 1.200 bibliotecas a casi 5.000, con un volumen de 100 millones de visitas al año, y que de 1,5 millones de carnés de biblioteca en 1984, en la actualidad se haya entregado el carné 16 millones, ¡lo que supone un aumento superior al 1.000%! Pero, bueno, siempre existe el aguafiestas de turno que pensará que estos datos no son todo lo satisfactorios que deberían ser. Y en parte tendrá razón.

Pero perseveremos en nuestro intento de ver el vaso medio lleno. Si atendemos a los datos de visitas en función de la edad de la población, vemos que ir a la biblioteca es más habitual entre los perfiles más jóvenes. En concreto, el 62,2% de los jóvenes (lectores

PEP MOLISTClijCAT

(Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil)

JOAN PORTELL ClijCAT

(Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil)

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y no lectores) de entre 14 y 24 años han visitado alguna biblioteca durante el año 2008 (Informe CONECTA. Hábitos de lectura y compra de libros en España 2008), mientras que en el siguiente intervalo de edad esa cifra disminuye notablemente, hasta situarse en el 35,1%. Y estos datos son todavía mejores en el segmento de niños de 10 a 13 años: el 73,9%, ¡tres de cada cuatro! Y vivan donde vivan de la extensa, bella y convulsa geografía peninsular.

¿Y todo ello adónde nos lleva? A intuir que la industria editorial española está capeando la crisis y manteniéndose a flote en gran parte gracias a la edición infantil y juvenil, que en el período 2003-2007 ha aumentado un 21% el volumen de facturación, hasta los 330 millones de euros (Comercio interior del libro en España 2007). Es decir, que en este período de tiempo la LIJ ha crecido porcentualmente casi el doble que la media del sector. Esta clara evolución de la LIJ también se puede observar si tenemos en cuenta que ya supone el 11% del mercado del libro, y el 13,9% en valor.

Al analizar estos datos, se ve claramente que el sector de la literatura infantil y juvenil es un potente motor de la industria editorial y que, superado un período de aprendizaje en el que se situaba a la cola de Europa, en la actualidad ha madurado y ha aprendido a conectar con su público ofreciendo obras adecuadas a sus gustos. Así, por ejemplo, se ha sumado al fenómeno best seller con la importación de Stiltons, Meyers y Cía. y con la creación de sus propios superventas, como las trilogías de las autoras Maite Carranza o Laura Gallego.

Pero no todo el bosque es orégano. Si se comparan los datos de los estudios Hàbits de lectura dels infants i joves de Catalunya 2004 y 2009 del Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil (www.clijcat.cat), se constata un claro descenso del hábito lector entre los jóvenes de 12 a 16 años. Ante la pregunta cada cuánto se lee, de los niños de 12 años contestaron que cada día o alguna vez por semana el 86% en 2005 y el 83,4% en 2009; en los jóvenes de 14 años los dos porcentajes se equipararon alrededor del 60%, y al entrar en plena adolescencia parece que estos hábitos descienden de forma importante, pues de los jóvenes de 16 años de las encuestas citadas leían cada día o alguna vez por semana el 53,5% en 2005 y ¡el 44,1% en 2009! Estos datos, nada alentadores, nos demuestran que cada vez el modelo de “lector adulto” se adquiere a edades más tempranas. Y esto no lo debemos achacar a las denominadas nuevas tecnologías, que para estos

jóvenes de nuevas ya no tienen nada. Estos mismos estudios han demostrado que el uso de los chats, blogs, webs y redes sociales de todo tipo anima a la lectura. Pues, por suerte, la lectura paulatinamente está siendo aceptada como una forma más de ocio, a imagen y semejanza de otras formas como el cine, la música o la práctica del deporte, alejándose de la imagen histórica que de ella daba el estereotipado lector empollón, intelectual y antisocial. Algo sobre lo que las editoriales poco a poco van tomando buena nota.

Pero el retraso cultural que parecía endémico, y que se ha demostrado que era pasajero, todavía tiene una gran relevancia en, por ejemplo, las colecciones de clásicos juveniles. En un análisis que hemos realizado de dieciséis colecciones de lecturas juveniles de clásicos universales editados por editoriales españolas, solo en cuatro de ellas aparecía algún título de autor castellano —las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer—, y en ninguna títulos de autores clásicos de alguna otra lengua cooficial de España. Es decir, cuando un joven lector desea leer el canon básico de lecturas juveniles, siempre debe pasar con anterioridad por la lectura de los clásicos anglosajones (Stevenson, Twain, Dickens, etc.), en detrimento de las obras producidas por su propia cultura. Y esto deja mella en el camino lector de cualquier adolescente.

Algo parecido podría decirse de la literatura infantil, en la que son muy pocas las lecturas intergeneracionales que invitan a desarrollar un sentimiento de pertenencia a un entorno determinado. Algo que no pasa en Alemania, con sus Sendaks, Endes y compañía, en Francia con su Petit Nicolas, en Inglaterra con su Roald Dahl o en Bélgica con su Tintin.

No obstante, cada día se van alzando más voces para establecer las bases de las lecturas que conforman una cultura propia. Es por esto por lo que cabe destacar como muy interesante la aparición de sellos editoriales como Mars, El Jinete Azul o Kalandraka, que tienen entre sus objetivos la recuperación de algunos de nuestros clásicos y, así mismo, intentar no descatalogar libros que tienen derecho a ser leídos por cualquier generación. Y todo esto, en castellano, catalán o gallego.

Hacia dónde vamosPero el potencial del país es tal que haríamos un flaco favor a nuestros lectores si nos escudásemos en vagas excusas. Debemos mirar hacia el futuro

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con orgullo, iniciativa y valor para salir a la palestra a ganar nuevos lectores. Es por esto por lo que a continuación se destacan algunas iniciativas, autores, editoriales, etc. que dan paso a la esperanza de un futuro todavía mejor.

Cabe subrayar, por ejemplo, que, para equipararse con iniciativas de allende de nuestras fronteras, el legado Potter ha sido tomado con sumo interés por autores del país. Un barco, el de la fantasy, al que sí hemos sabido dar respuesta a tiempo y apostar por caballos ganadores. Destacan trilogías muy exportables como la de Maite Carranza (La guerra de las brujas, Edebé), la de Jordi Sierra i Fabra (Las Hijas de las Tormentas, Edebé) o la de Laura Gallego (Memorias de Idhún, SM/Cruïlla), obras que compensan con creces la llegada al país de la fantasía de Cornelia Funke y su trilogía de Tinta (Siruela), la de Christopher Paolini y su trilogía de Eragon (en Roca), o la de Timothée de la Fombelle con Toby Lolness (Salamandra).

Por fin, pues, después de décadas de oscurantismo, de la lenta recuperación de lenguas minorizadas con trapicheos como la ocultación de determinados títulos ¡bajo el amparo de la Iglesia!, y de la aparición de escritores e ilustradores con clara voluntad educativa más que con una firme formación literaria, los últimos años nos han legado un elenco de escritores e ilustradores de gran calidad y proyección internacional. A modo de ejemplo, tan solo citaremos la obra en gallego de Agustín Fernández Paz, las novelas en castellano de Carlos Ruiz Zafón, la prosa vasca de Patxi Zubizarreta, y los libros en catalán de Antoni Garcia Llorca o Pep Coll.

Así mismo, no olvidemos que nuestros ilustradores han representado una auténtica revolución a nivel internacional, entre los que destacaríamos, sin voluntad de ser exhaustivos, la firmeza de la ilustración de Tàssies (Grand Prix de la última Bienal de Ilustraciones de Bratislava), las suaves formas de los dibujos de la vasca Elena Odriozola, la singularidad del asturiano Pablo Amargo, la sencillez simbólica de Arnal Ballester o el trazo matemático de Miguel Calatayud, estos dos últimos, ganadores del Premio Nacional de Ilustración en los dos últimos años.

Pero no solo la prosa y la ilustración están de enhorabuena. La poesía también goza de buena salud, y son muchos los autores en las distintas lenguas del estado español que realizan auténtica magia con las palabras. Así, podemos disfrutar con

la ironía del catalán Miquel Desclot, las palabrejas de Juan Kruz Igerabide, la belleza del gallego en la poesía de Antonio García Teijeiro, o la del castellano en la obra de Ana María Romero Yebra.

¿Y todo esto como se transmite al lector? Pues ni más ni menos que con el apoyo de un rosario de atrevidas editoriales sin la cuales no sería posible. Podríamos citar muchas, pero por su historia, singularidad, catálogo, etc., enumeramos el atrevimiento de Kalandraka, la calidad de OQO, la voluntad de universalidad de Combel, la regeneración que supuso para la literatura infantil catalana La Galera, el recorrido histórico de SM, el atrevimiento de Media Vaca, la belleza de las obras de El Zorro Rojo, la singularidad de Sd·Edicions, la llegada cual entrada al estilo caballería siciliana de Takatuka, las buenas intenciones de RqueR, o la apuesta por la belleza de Bárbara Fiore.

Y, detrás de todo esto, ¿qué existe? Pues detrás, para cada lengua oficial, protegiendo, desarrollando iniciativas en pro de la literatura infantil y juvenil, buscando la calidad y la seriedad en sus quehaceres, existen cuatro organizaciones que llegan a las diversas zonas del territorio español según su lengua. Es por ello por lo que encontramos al Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil (ClijCAT) en las tierras de habla catalana, a Galtzagorri (nombre de un duende vasco) en las de habla vasca, a Galix (Asociación Galega de Amigos do Libro Infantil e Xuvenil) como representante de los autores gallegos, y el Consejo General del Libro para los demás territorios del estado. Un grupo de asociaciones que alzan una voz conjunta en el IBBY y que expresan y desarrollan su tarea en revistas como Faristol.

Así mismo, también es de interés observar el gran número de revistas especializadas en el campo que nos ocupa, entre las que destacan, además de la ya citada Faristol, otras como Babar, Behinola, Lazarillo (de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil), el bellísimo y bilingüe inglés-castellano Bloc, la cántabra Peonza o la decana CLIJ (Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil). Y todo esto, apoyado, en parte, por las administraciones y sus cada vez más frecuentes Planes de Lectura, y algunas entidades privadas como la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, la Fundació Bromera o la Fundación Santa María.

Y, para acabar de rizar el rizo, para los estudiosos del lugar existen multitud de estudios universitarios

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orientados a la formación de profesionales del libro infantil y juvenil. Cabe destacar, por ejemplo, el Màster Interuniversitari Oficial Professionalitzador sobre Biblioteca Escolar i Promoció de la Lectura de la Universitat de Barcelona y la Universitat Autònoma de Barcelona, el Master de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil organizado por el CEPLI (Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y la Literatura Infantil) de la Universidad de Castilla - La Mancha; el Master en Bibliotecas Escolares de la Universidade da Coruña, o el Diploma de Cultura, Lectura y Literatura para Niños y Jóvenes de la Universitat de València.

Pero todavía falta continuar trabajando para sentir cierto aroma de normalización. Puesto que, a pesar de echar la vista atrás y enorgullecernos del trabajo realizado, debemos seguir remando sin prisa pero sin pausa en algunos aspectos, como serían las bibliotecas escolares. En este ámbito, cabe destacar que el 20% de los centros no tienen una biblioteca central en servicio, que el 40% de los centros carecen de un presupuesto específico para biblioteca, o que el 71% de los responsables ¡no ha recibido formación técnica específica! (Marchesi y Miret, 2005).

Conviene mencionar también la creciente minorización de la literatura infantil y juvenil en los estudios universitarios de los futuros maestros

y maestras españoles, la poca tradición de las editoriales de exportar autores más allá de nuestras fronteras, así como la dependencia excesiva en la compra de títulos anglosajones por parte de muchas de ellas. También cabe destacar la disminución sistemática de las subvenciones para la cultura y el libro por parte de las administraciones en tiempos de crisis cuando la auténtica I + D en los jóvenes recae en sus capacidades lectoras.

La casi inexistencia de crítica infantil y juvenil en los medios de comunicación generalistas sería un aspecto más a resaltar, para no hablar del hecho que las distintas plataformas que ofrecen libro electrónico han olvidado casi sistemáticamente el libro infantil y juvenil. Todo lo cual, con los alarmantes resultados del último informe PIRLS, que remarca la mala puntuación en comprensión lectora del alumnado español: de los alumnos españoles, tienen un bajo nivel de comprensión lectora el 28%, cuatro puntos porcentuales por encima de la media del informe, que se sitúa en el 24%.

Pero, como dice el dicho, “a grandes males, grandes remedios”. No podemos seguir lamentándonos de nuestras desgracias, achacarlas a los demás y refugiarnos en un caparazón que se nos ha quedado pequeño. Así que arremanguémonos y pongámonos manos a la obra.

Fuentes consultadasAnuario del libro infantil y juvenil 2009. Fundación

SM. En línea: www.grupo-sm.com/Anuario/Anuario_2009.pdf.

Comercio interior del libro en España 2007. Federación de Gremios de Editores de España. En línea: www.federacioneditores.org/SectorEdit/Documentos.asp.

Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2008. Federación de Gremios de Editores de España. En línea: www.federacioneditores.org/SectorEdit/Documentos.asp.

Hàbits de lectura dels infants i joves de Catalunya, 2004. Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil.

Hàbits de lectura dels infants i joves de Catalunya, 2009. Consell Català del Llibre Infantil i

Juvenil.Simposi sobre el llibre, la lectura i les biblioteques:

Prospectiva per al disseny de polítiques públiques valencianes. València, 29 i 30 de setembre de 2009.

Marchesi, a.; Miret, I. (dir.) (2006). Las bibliotecas escolares en España: Análisis y recomendaciones. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez. En línea: www.fundaciongsr.es/pdfs/bibliotecas_escolares.pdf.

PIRLS 2006. Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora de la IEA. Informe Español. Instituto de Evaluación. Secretaria de Educación. Ministerio de educación y Ciencia. En línea: www.oei.es/pdfs/pirls2006_informe.pdf.

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PeP Molist: Bibliotecario, escritor y crítico literario, codirige junto con Joan Portell la revista Faristol, única revista en catalán especializada en literatura infantil y juvenil (www.clijcat.cat/faristol/). Es autor de numerosos libros infantiles, especialmente de las historias de la vaca Plis-Plau, y de ensayos sobre literatura infantil orientados a la prescripción lectora.

Joan Portell: Pedagogo, escritor y crítico literario, codirige Faristol con Pep Molist, con quien ha coordinado el presente suplemento sobre la literatura infantil en España. Trabaja en distintos proyectos de promoción lectora, dirige clubes de lectura y colabora en diferentes medios de comunicación.