Literatura Medieval, Repertorio Y Periodología

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  • 1 Este trabajo se halla vinculado al Proyecto de Investigacin Historia comparada de las literatu-ras: aplicaciones al dominio ibrico, dirigido por Fernando Cabo Aseguinolaza. Dicho Proyecto estfinanciado por el Ministerio de Educacin y Ciencia (HUM2004-00314) y por el Fondo Europeo de Des-arrollo Regional (FEDER).

    Literatura medieval, repertorio y periodologa.Notas sobre la posicin sistmica de las literaturas

    medievales en la dinmica literaria1

    Csar DOMNGUEZ

    Universidade de Santiago de [email protected]

    RESUMENEn el marco de la reificacin bajo ptica nacional de la que son objeto las literaturas medie-vales, resulta muy significativa la posicin que para ellas se reserva en los paradigmas histo-riogrficos. La literatura medieval se concepta exclusivamente como la apertura de la din-mica literaria nacional, de tal forma que, en ella, estaran compendiadas las futurasorientaciones evolutivas. Sin embargo, semejantes planteamientos son contradictorios conrespecto tanto a la propia trayectoria evolutiva de las literaturas, muy distante de una causa-lidad monolineal y direccional, como a las funciones sistmicas que las literaturas medieva-les desempean en el interior del repertorio. Aqu se propone una introduccin a este mbi-to de investigacin, con especial nfasis en los problemas que las literaturas medievalesplantean a la historia literaria comparada. A este respecto, se incide en los usos predictivosde las literaturas medievales como causa de su resistencia a la comparacin.

    Palabras clave: teora de la literatura comparada, historia literaria comparada, literaturasmedievales, formaciones culturales no-nacionales.

    ABSTRACTThe function fulfilled by medieval literatures in historiographical paradigms is very signifi-cant, as it is the result of their reification under national perspective. Medieval literatures aregenerally regarded as the starting point of national literary dynamics; therefore, future evo-

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  • lutionary tendencies would be summarized in them. However, such an approach is contradic-tory both to the evolutionary path of literature itself, which is very different from a uni-direc-tional and single-linear causality, and to the systemic roles which medieval literatures playwithin the repertoire. Here a first step in this field research is taken, with particular empha-sis on the problems that medieval literatures pose to comparative literary history. In thisregard, predictive uses of medieval literatures are highlighted as being the cause of their resis-tance to comparison.

    Key words: theory of comparative literature, comparative literary history, medieval literatu-res, non-national cultural formations.

    En 1964, con ocasin del IV Congreso de la Association Internationale de Lit-trature Compare / International Comparative Literature Association (AILC / ICLA,a partir de ahora), celebrado en Friburgo, Jacques Voisine, especialista en literaturaeuropea del siglo XVIII y, particularmente, en Jean-Jacques Rousseau, expuso lanecesidad de que esta asociacin patrocinase una histoire littraire europenne. Ladimensin ideolgica del proyecto, con las implicaciones de su recurso a una epis-temologa comparatista, frente a las opciones metodolgicas de otras historias lite-rarias de idntica vocacin espacial, no poda ser ms explcita. Anunciado desde elmarco prototpico de la neutralidad (Suiza) y en un momento culminante de la Gue-rra Fra y la divisin de Europa en bloques (tres aos despus de la construccin delMuro de Berln), su promotor, nacido el ao de la Gran Guerra, vea en el compa-ratismo una va para la superacin de las divisiones arbitrarias y, por ende, para laconsecucin de un imprescindible pluralismo. Un universalismo cultural con la obradel propio Rousseau, precisamente, como uno de sus smbolos, en una lnea anal-tica inaugurada con la benemrita tesis doctoral de Joseph Texte (Jean-JacquesRousseau et le cosmopolitisme littraire), dirigida por Ferdinand Brunetire, l mis-mo uno de los padres fundadores de la historia general de las literaturas en Europacomo ncleo de la investigacin comparatista (pinsese, por ejemplo, en el progra-ma expuesto en La Littrature europenne, en Brunetire 1900 / 1999).

    Para la ejecucin de esa histoire littraire europenne se cre un comit espec-fico (el Coordinating Committee for Comparative Literary History in EuropeanLanguages, presidido en la actualidad por Mihly Szegedy-Maszk) que, para esefin, recibi subvenciones de la UNESCO. Casi diez aos ms tarde, en 1973, sepublic el primer volumen de esta empresa (Expressionism as an International Lite-rary Phenomenon), bajo la direccin de Ulrich Weisstein (1973). A lo largo de lascuatro dcadas de su existencia hasta el momento, el Coordinating Committee harecibido, tan slo, tres propuestas para la elaboracin de una historia comparada delas literaturas medievales, dos de ellas sin ninguna clase manifiesta de restriccinespacial, cronolgica o genolgica y una circunscrita a un caso especfico (la prosatardomedieval).

    Por diversas razones, ninguna de estas propuestas ha sido llevada a trmino,bien porque el proyecto, inicialmente aprobado, fue abandonando durante su ejecu-cin, bien porque ni siquiera el plan inicial obtuvo el beneplcito del CoordinatingCommittee. Tanto el escassimo nmero de propuestas como su generalizada

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  • impracticabilidad autorizan a hablar de un fracaso de la Edad Media en la historio-grafa comparatista contempornea, un fracaso que resulta ms notorio, si cabe,cuando se contrasta con la aparente carencia de dificultades constatada para otraspocas, desde el Renacimiento (Klaniczay, Kushner y Stegmann 1988 y Chavy,Kushner y Runte 2001) hasta el Posmodernismo (Bertens y Fokkema 1997). Esms; puede hablarse incluso de un doble fracaso, de un fracaso en dos dimensiones,la temporal (con la ausencia de una historia comparada monogrfica sobre elMedievo, aun cuando fuese bajo el expediente de algn tipo de restriccin) y laespacial, ya que, con las nicas excepciones de dos proyectos en curso, consagra-dos, sintomticamente, a sendas pennsulas (la Ibrica y la Escandinava), ningunade las otras historias de ndole geocultural auspiciadas por la AILC / ICLA dedicasu atencin a la poca en cuestin. Obviamente, en trminos generales podra argu-mentarse que el propio marco geocultural seleccionado (el Caribe, Amrica Latina,el frica subsahariana) hara imposible esa atencin (no as en el caso de EuropaCentro-Oriental, el anlisis de cuyas literaturas se limita, con todo, a los siglos XIXy XX), lo que nos conduce al problema de la conformacin cronotpica de la nocinde Edad Media y, de resultas, de literatura medieval (leda implcitamente comoliteratura europea medieval) y a la habitual obliteracin de un problema, al que, enprincipio, se hace frente en este XV Simposio de la Sociedad Espaola de Literatu-ra General y Comparada, como es el de la pervivencia del mundo medieval en laliteratura contempornea, a menos que se aborde desde esa restriccin cronotpica(el mundo medieval slo puede pervivir en las literaturas de aquellos espacios quehan experimentado el perodo medieval?).

    En el caso de que nos preguntemos por la razn ms inmediata de ese fracaso,temporal pero tambin espacial, de la Edad Media en la historiografa comparatistacontempornea, ser difcil que nos sustraigamos del recurso al argumento de lapeligrosidad de este perodo. Los comparatistas han fracasado en sus intentos deviaje historiogrfico al Medioevo (con todas las salvedades hermenuticas laGadamer) como resultado de su elevada, en trminos comparativos con otras po-cas, peligrosidad, una explicacin cuyo atractivo se incrementa cuando se verificaque ha sido objeto de exploracin literaria por la ciencia ficcin (una manifestacinms de esa pervivencia del mundo medieval) a lo largo, por lo menos, de los lti-mos dos siglos, desde A Connecticut Yankee in King Arthurs Court (1889), de MarkTwain, hasta Doomsday Book (1992), de Connie Willis, o Timeline (1999), deMichael Crichton.

    As, y para limitarme al caso reciente de estas dos ltimas novelas, cuando enTimeline algunos tcnicos de la multinacional ITC y tres estudiantes de postgradode la Universidad de Yale se trasladan desde las instalaciones de la empresa en Nue-vo Mxico en 1999 al sur de Francia veinte aos despus del inicio de la Guerra delos Cien Aos con el objetivo de rescatar a su profesor (Edward Johnston), confina-do en el siglo XIV como consecuencia de un accidente imprevisto, el ingreso en elnuevo espacio-tiempo de dos de estos viajeros (Susan Gmez y Victor Baretto) lesconduce de manera inmediata a una muerte sangrienta a manos de jinetes con arma-duras negras.

    Mayor inters reviste con respecto a ese peligro historiogrfico el caso deDoomsday Book, ya que en esta novela se nos presenta cmo a mediados delsiglo XXI los viajes en el tiempo son una prctica habitual para los estudiantes de

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  • postgrado en proceso de realizar sus tesis doctorales, en especial en las facultadesde Historia. Las pocas se clasifican mediante una tabla de peligrosidad. De ellas,es precisamente la medieval aquella a la que no est permitido trasladarse; pero, enla Universidad de Oxford, uno de estos viajes prohibidos a la Edad Media tienelugar gracias a la intervencin de un medievalista de poco xito acadmico (el Prof.Gilchrist), quien enva a su mejor doctoranda (Kivrin Engle) a la Inglaterra medie-val para refrendar sus hiptesis. Por un error de clculo, la estudiante es transporta-da a una pequea aldea en el momento en el que se producir el brote de pestenegra.

    Dejar de lado en esta ocasin esa autntica invariante del gnero de las nove-las de campus que es la tradicional ineptitud, resultado de toda clase de frustracio-nes (intelectuales pero tambin otras ms mundanas), atribuida a los profesores uni-versitarios, incluidos los medievalistas, para sealar que esta peligrosidad, ms allde su vertiente funcional en la trama de estas obras, constituye una de esas propie-dades esencialistas atribuidas al Medievo desde el mismo momento en que lossiglos referidos por esta etiqueta epocal adquirieron una especie de coherencia org-nica por obra del Humanismo florentino, ya sea que se atribuya la paternidad de ladenominacin, y de sus implicaciones, a Francesco Petrarca (como es tpico) o albibliotecario pontificio Giovanni Andrea del Bussi, de acuerdo con la propuesta deJacques Le Goff (1985: 7).

    Nos hallamos ante ese mecanismo semitico identificado por Iuri M. Lotman y B.A. Uspenski (1971 / 2000) por el cual una cultura dada se autodefine tanto topogr-fica como cronolgicamente a partir de la distancia o proximidad que postula con res-pecto a otras geografas o pocas, en un complejo entramado diramos en trminosimagolgicos de images y mirages que los rene en un nico cronotopo (para Occi-dente, su encuentro con el otro fue, simultneamente, un viaje en el espacio y en eltiempo), en virtud de esa culturosofa ilustrada que reinscribe la distancia espacial endiferencia temporal y, por tanto, en diversas fases de una nica lnea evolutiva. As,cuando el proyecto ilustrado sienta las bases de la Modernidad en la confianza en larazn y el progreso humanos, el referente inexcusable, por la negatividad a l atribui-da, son las Dark Ages, medievales por antonomasia, lo que supone una concepcin deese progreso como una procesualidad direccional, meliorativa, acumulativa e irrever-sible y, por tanto, una concepcin del Medievo como una fase primitiva, infantil (Giu-seppe Sergi 1998 / 2000: 41, titulaba recientemente Le Moyen ge comme enfancede lEurope el captulo sexto de LIde de Moyen ge) y definitivamente clausuraday superada. Por el contrario, cuando se identifica la existencia de residuos supuesta-mente medievales en la poca contempornea (la adjetivacin de ciertas atrocidadesmilitares o judiciales como medievales constituye un autntico estilema periodstico)o se afirman las semejanzas de nuestra poca con la medieval hasta el punto de cali-ficar, como hace Umberto Eco, entre otros, el tournant de los siglos XX-XXI comoun nuovo medioevo (Eco et al. 1973 / 1974), se niega la direccionalidad e irreversibi-lidad de esa lnea procesual, que explota y se multiplica en su reconocimiento de losricorsi, diramos en filosofa de la historia con Giambattista Vico (Principi de scien-za nuova), intrusiones, en semitica con Lotman (1992 / 1999: 182), o incorporationsubsquente, en teora de la Literatura Comparada con Dionyz Dursn (1993: 68-71).

    Las consecuencias de una u otra posibilidad para el tratamiento historiogrficode las literaturas medievales no son en modo alguno menores. Su anlisis ser obje-

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  • to de prximos trabajos. Aqu indicar tan slo que ambas posibilidades (distancia-miento lineal o proximidad cclica) dependen de una misma circunstancia: el anacro-nismo. En el marco del proceso de distanciamiento lineal, el Medievo constituye laedad anacrnica por excelencia, aquella con la que ninguna otra debiera identificar-se si desea conjurar el peligro de ese anacronismo, de tal manera que viene as arepresentar una suerte de pre-historia, una edad pre-moderna cuyo nico significadoderiva de ser el germen teleolgico de la Modernidad, pero que, por s misma, care-ce por completo de sentido. En esa teleologa de la Modernidad, el Medievo repre-senta el segundo inicio para la idea de Europa, ahora por va nacional, frente al pri-mero, instituido, por va universalista, por la Antigedad grecolatina.

    En el marco del proceso de proximidad cclica, por su parte, cualquier pocapuede jugar a ser, anacrnicamente, una nueva Edad Media, un revival medieval,que acaba por hacer tambin de la propia Edad Media una poca temporalmentedislocada al contener, in nuce, segmentos de tiempos futuros.

    En definitiva, el Medioevo es slo en cuanto epifenmeno. En este sentido noextraar que la autntica trama subyacente que da sentido a la peligrosidad medie-val como tema literario sea, precisamente, el anacronismo. Retomemos, por unmomento, los tres ejemplos a los que he recurrido antes. En A Connecticut Yankeein King Arthurs Court, el protagonista, Hank Morgan, especialista en armamento,hace uso de sus conocimientos tcnicos e histricos para controlar al rey Arturo ylos caballeros de la Tabla Redonda e introducir al Camelot del siglo VI en la autn-tica civilizacin (la del XIX) y su ideal de progreso. El resultado es una guerra civilen la que ambos bandos son destruidos por las innovaciones tecnolgicas. EnDoomsday Book, el hecho de que la llegada de la viajera en el tiempo, quien ha con-trado antes de ser transportada al pasado una extraa enfermedad, que se converti-r en el siglo XXI en una autntica epidemia, coincida con el momento en el que seproduce el brote de peste negra en la Inglaterra del XIV explica la peligrosa peripe-cia en la que se ve atrapada. Y en Timeline estos juegos tradicionales de la cienciaficcin con el anacronismo se ven acompaados de pasajes en los que se reflexio-na sobre este fenmeno, como, por ejemplo, a raz de las posibles consecuenciasalocrnicas derivadas de la variacin del rumbo del pasado con conocimientos delfuturo.

    Mayor profundidad terica que estos pasajes pseudocientficos reviste, para lacuestin del anacronismo, la propia tematizacin del enfrentamiento de los viajerostemporales con el pasado. A este respecto, destaco los siguientes dos fragmentos dela ltima novela mencionada, pertenecientes a la experiencia que tienen los perso-najes durante los primeros diez minutos de su estancia en el Medievo:

    (i) Perciba algo siniestro en aquel bosque. Mir a uno y otro lado para encon-trar la causa que lo induca a pensar que algo anormal ocurra all, que algo faltabao no encajaba. Finalmente pregunt:

    Qu pasa?Gmez se ech a rer.Ah, es eso! dijo. Escucha con atencin.Chris guard silencio y escuch. Se oa el gorjeo de los pjaros y el suave susurrode las hojas de los rboles movidas por una ligera brisa. Pero aparte de esoNo oigo nada.

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  • Exacto confirm Gmez. Eso pone nervioso a algunas personas la primera vezque vienen. Aqu no hay ruido ambiental: ni radio, ni televisin, ni aviones, nimaquinaria, ni trfico. En el siglo XX estamos tan habituados a or sonidos conti-nuamente que el silencio absoluto nos resulta escalofriante.

    (ii) Y cuando volvi a centrar la atencin en el pueblo de Castelgard, percibialgo anmalo que fue incapaz de determinar. Hasta que por fin cay en la cuenta:

    No haba chimeneas!No asomaba una sola chimenea por ninguna parte []Se hallaba, pues, en una poca anterior a la aparicin de las chimeneas en esaregin de Francia. Por algn motivo, ese insignificante detalle arquitectnico leprodujo un escalofro de algo rayano en terror (Crichton 2004: 255-256 y 262, res-pectivamente).

    Para estos viajeros en el tiempo, las experiencias sensorial del silencio y visualde la falta de chimeneas constituyen su comprensin del Medievo; son su experien-cia medieval y, a un tiempo, una falsificacin del Medioevo, posible exclusivamen-te mediante una proyeccin retrospectiva del conocimiento futuro y, por tanto,imposible de ser vivida por el hombre medieval. El pasado tan slo puede ser expe-rimentado en su otredad, como nos lo recuerda L. P. Hartley en el prlogo de TheGo-Between: The past is a foreign country: they do things differently there (1958:7). Se trata de la paradoja en la que se asienta la labor historiogrfica. A este res-pecto, slo basta recordar el difcil y tardo reconocimiento institucional de la lla-mada histoire du temps prsent o historia contempornea (vase Leduc 1999: 71-83), en funcin del postulado por el que slo la distancia permitira lano-interferencia del presente y, por tanto, la exacta aprehensin del pasado y su his-torizacin. De ah el elevado ndice de cientificidad y profesionalidad atribuido a laespecializacin en historia antigua y medieval a lo largo del siglo XIX y principiosdel XX, que relegaba el estudio de la historia actual a juristas, polticos y socilo-gos.

    Obviamente, esa negacin de cientificidad para la historia contempornea sefundamenta en el hecho de que la experiencia directa de los acontecimientos no ase-gura una comprensin mejor. As, si el medievalista pudiese viajar a la poca de suespecialidad como los personajes de Timeline, muchas de sus experiencias seranfalsamente medievales, para no mencionar los peligros derivados de enfrentarse conguerreros despiadados o epidemias para las que su tiempo no lo ha hecho inmune.En trminos historiogrficos, diramos con el Marc Bloch de Apologie pour lhis-toire ou mtier dhistorien que en el inmenso tejido de los acontecimientos, de losgestos y de las palabras de que est compuesto el destino de un grupo humano, elindividuo no percibe jams sino un pequeo rincn []. El investigador del presen-te no goza en esta cuestin de mayores privilegios que el historiador del pasado(1949/1992: 43). Aadamos a ello el hecho, sealado por Krysztof Pomian, de queles objets premiers de la recherche historique se trouvent donc ici mme [].Avant de nous apparatre comme originaires de telle ou telle poque, ils sont noscontemporains simplement parce quils sont prsents (citado en Leduc 1999: 67).Y si bien Pomian se refera al documento histrico, la extrapolacin al documentoliterario no debera plantear dificultad alguna. Estudiamos aquella obra medieval

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  • que est presente para nosotros. Incluso estudiamos muchas obras medievales queestn ms presentes para nosotros de lo que nunca lo estuvieron para los lectoresdel Medioevo.

    Antes suger que las experiencias de los viajeros de Timeline son, a un tiem-po, sus experiencias medievales y una falsificacin del Medievo. Se hace nece-sario precisar una afirmacin como sta. Dira que dichas experiencias sonautnticamente medievales en tanto que son el resultado de su encuentro con elMedievo, en consonancia con esa imposibilidad hermenutica de un conocimien-to sin pre-juicios, ya que, como afirma Hans-Georg Gadamer, la idea de unarazn absoluta no es una posibilidad de la humanidad histrica (1991: 343).Pero son falsificaciones medievales en el momento en que se las convierte en lasexperiencias medievales, es decir, en el momento en que sean reificadas y, portanto, el anacronismo deje de ser reconocido como condicin inherente del cono-cimiento. Aqu se localiza el origen del fracaso de la Edad Media en la historio-grafa comparatista contempornea, un fracaso doble como he comentado antes,pero ahora en otras dos direcciones, sea como consecuencia del intento de per-severar en esa prolongada reificacin voluntaristamente inconsciente, sea, cuan-do dicha reificacin es detectada, como consecuencia de la falta de alternativasheursticas.

    Sobre estas alternativas heursticas, de las que me vengo ocupando en otros tra-bajos (Domnguez en prensa), no me detendr aqu, sino que dedicar el cierre demi exposicin a ese anacronismo reificado. En este sentido, y dada la lnea de argu-mentacin proseguida hasta el momento, podra estimarse que la eleccin del ttu-lo del presente ensayo no ha sido la ms acertada. Sin embargo, creo que en locomentado hasta el momento se hallarn, al igual que sucede con el anacronismocomo entramado subyacente de las novelas de Twain, Willis y Crichton, suficientesindicios sobre la instrumentalizacin periodolgica de las literaturas medievales yla posicin sistmica que se les reserva en la dinmica literaria.

    La identificacin de la exacta naturaleza de esa reificacin voluntaristamenteinconsciente, en cuanto explicacin del fracaso de la Edad Media en la historiogra-fa comparatista contempornea, resulta en extremo ntida cuando se examinanaquellas otras historias literarias en las que el fenmeno medieval no parece habersuscitado dificultad alguna. Para circunscribirnos al mbito disciplinar que aqu nosocupa, baste recordar que la fundacin institucional de la Literatura Comparada seasent, precisamente, en la historizacin de las literaturas medievales, con aporta-ciones tan determinantes como el Tableau de la littrature au Moyen ge en Fran-ce, en Italie, en Espagne et en Angleterre (1830), de Abel-Franois Villemain, el dis-curso inaugural del ao 1832 en la Universidad de la Sorbona De la littraturefranaise dans ses rapports avec les littratures trangres au Moyen ge o la His-toire de la littrature franaise au Moyen ge compare aux littratures trangres(1841), ambos de Jean-Jacques Ampre.

    Desde sus mismos ttulos, estas historias comparadas son explcitas en cuanto altenor de esa reificacin, que se concreta en una proyeccin retro-nacional del espa-cio literario (France, Italie, Espagne, Angleterre) y de las relaciones interliterarias,que son inter-nacionales (littratures trangres), en el escenario de una suma para-tctica de una Europa sinecdquicamente representada y concebida mediante esaesclarecedora metfora del tableau. Esa proyeccin retronacional practicada por

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  • estos fundadores institucionales del Comparatismo contaba con notables preceden-tes, de los que se reconocen deudas explcitas, como la Geschichte der alten undneuen Literatur (1804) de Friedrich Bouterwek, o De la littrature du Midi de lEu-rope (1813), de J. C. L. Simonde de Sismondi, y con no menos importantes y nume-rosos epgonos, desde todas las historias literarias nacionales (limitadas o no alMedioevo) hasta aquellas historias que superan esta frontera por la va de la parata-xis nacional, como el Grundriss der romanischen Literaturen des Mittelalters, laHistoria vsemirnoi literatury (Historia de la literatura mundial) del Instituto Gorkide Mosc o cualquiera de las historias con las que contamos que hacen de la litera-tura universal su objeto de estudio. En definitiva, la reificacin retronacional impli-ca entender las literaturas medievales como formaciones culturales pre-nacionales,insertas por tanto en la teleologa de la nacionalizacin literaria, y no como forma-ciones culturales no-nacionales.

    Resulta de inters en este momento presentar un argumento desarrollado recien-temente por John Lewis Gaddis en The Landscape of History, en el marco de su di-logo metadisciplinar con la citada Apologie de Bloch y What is History?, de EdwardH. Carr. Frente a la diferenciacin decimonnica entre ciencias naturales y cienciasdel espritu, Gaddis demuestra, en lo que concierne a la posicin de la Historia,cmo esta disciplina presenta notables afinidades con aquellas ciencias, en el sen-tido fuerte del trmino, en las que la investigacin no puede desarrollarse median-te una reproduccin en laboratorio como resultado de la inaccesibilidad de los pro-cesos, tales como la Biologa, la Geologa, la Paleontologa o la Astrofsica. Entodas ellas, incluida la Historia, la investigacin no se fundamenta en la reproducti-vidad, sino en una replicabilidad virtual:

    En esto es en lo que coinciden aproximadamente el mtodo de los historiadores yel de los cientficos, al menos el de los cientficos para quienes es imposible lareproduccin en el laboratorio. Pues los historiadores tambin comienzan conestructuras supervivientes, ya sea en archivos, en artefactos o incluso en recuerdos.Luego deducen los procesos que las produjeron. Al igual que los gelogos y lospaleontlogos, deben tener en cuenta que la mayora de las fuentes del pasado nohan sobrevivido y que la mayora de los acontecimientos de la vida cotidiana nisiquiera producirn un registro con posibilidad de supervivencia. Al igual que losbilogos y los astrofsicos, deben lidiar con evidencias ambiguas e incluso contra-dictorias. Y al igual que todos los cientficos que trabajan fuera de los laboratorios,los historiadores tienen que utilizar la lgica y la imaginacin para superar las difi-cultades resultantes, su propio equivalente de los experimentos mentales si se quie-re (Gaddis 2004: 66).

    Las resonancias en este pasaje de los postulados popperianos acerca de la nece-sidad de una imaginacin creadora de hiptesis y conjeturas para la resolucin delos problemas cientficos en cuanto expectativas defraudadas que Daro Villanue-va (1991: 15-46) allega a la metodologa de la ciencia literaria son evidentes. Gad-dis (2004: 82-84) complementa esta constatacin con el hecho de que la Historiaaplique una visin ecolgica, es decir, que base su investigacin en la subordinacinde las generalizaciones a la explicacin, que proceda mediante generalizacionesparticulares, frente a las Ciencias Sociales, que, al cifrar su objetivo en confirmaro refutar una hiptesis, proceden mediante particularizaciones generales. La extra-

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  • polacin a los Estudios Literarios de estas dos reflexiones de Gaddis no resulta for-zada en modo alguno. Trabajamos con estructuras supervivientes (las obras litera-rias), presentes para nosotros mismos, para las que debemos deducir los procesosque las originaron sin posibilidad alguna de accesibilidad, de viaje en el tiempo,innecesario, por otra parte, ya que los especialistas en literatura contempornea,como dijera Bloch de aqullos en historia contempornea, no estn en mejor situa-cin que los especialistas en literatura antigua o medieval.

    Sin embargo, el historiador literario del Medioevo, a pesar de que su cometidono es la prediccin, parece haber optado por una metodologa ms prxima a lasCiencias Sociales que a la Historia, en el sentido de que se ha decantado por un usonomottico de las literaturas medievales, una particularizacin general que las sitaen el proceso monolineal que conduce inexorablemente al telos nacional, a seme-janza de las teora sociales de la modernizacin, que sostienen que todos los pasesatraviesan por fases equipolentes de desarrollo econmico. Son estas particulariza-ciones universalistas las que imposibilitan, precisamente, el acto comparatista entoda su profundidad epistmica, pues en su marco la comparacin acaba por ser tanslo una constatacin de la posicin, avanzada o retrasada en el patrn periodol-gico, de la literatura en cuestin.

    A esta perspectiva reduccionista, que persigue un universalismo al margen delespacio y del tiempo, obedece el fracaso de la Edad Media en la historiografa com-paratista contempornea o, mejor, el fracaso de nuestras teoras sobre la EdadMedia. Sobre los usos de las teoras, Gaddis ha afirmado que los historiadores altratar de mostrar cmo los procesos del pasado produjeron las estructuras presen-tes, nos inspiramos en cuanta teora podamos encontrar que nos ayude a cumplir esatarea (2004: 92). Robert Doniger, el propietario multimillonario de ITC en Timeli-ne, sostiene, por su parte, que en lo referente a la historia, las teoras no tienen nin-gn valor []. Una teora es vlida si permite predecir sucesos futuros. Pero la his-toria es el registro de acciones humanas, y ninguna teora puede predecir lasacciones humanas (Crichton 2004: 239). Superficialmente, ambos enfoques (eldisciplinar y el literario) podran entenderse como opuestos. En realidad, su afirma-cin es idntica. Durante largo tiempo el Medievo se ha resistido a la comparacinpor haber sido objeto de teoras predictivas; tal vez haya llegado el momento deexplorar los usos idiogrficos de la teora y sus consecuencias para la LiteraturaComparada.

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