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trece cuentos, -de calidad desigual, pero siempre sobrios y -merecedores de atención, que bien vale la pena coméntar y revelar a otros países hispanoamericanos, como muestra del nuevo l1Jmbo de la joven narrati- va de Panamá. Los cuentos de Pedro Rivera son el producto de una vívida imaginación, de una conciencia social crítica, de un conoci- miento cabal de las diversas técnicas narrati· vas y de una ponderada facilidad en el manejo del lenguaje. Uama la atención la variedad de recursos que emplea y la diver· sidad de su temática. En general, se trata de un autor que logra captar y mantener el interés del lector, siempre y cuando se trate de un lector hábil, dispuesto al esfuerzo que exige la literatura actual. La coopera- ción del que lee se debe tanto a la densidad sintáctica e imaginativa que impregna cier- tos relatos como al trasfondo crítico o de protesta que existe en otros. No se trata, pues, de lecturas fáciles._ El primer párrafo de Velada veJada es ya un anticipo de este interesante estilo sofisti· cadamente coloquial de narrar: Frente a la máquina de escribir la hoja vuela en blanco, picoteada apenas, dete- nida en el intento, en el preciso instante de la reaparición de la imagen superpues- ta en el diván, en negligé, transparentán- dose poco a poco por encima de la piel coloquial, porosa. La miro sin evitarlo, la miro directo, la miro como debe mirarse el paso de una locomotora desde un balconcillo colonial, sin prisa, en acecho, en ascuas por dentro, sólo por dentro, porque la vieja Underwood debe justificarme impresionando la hoja de papel con su tac tac espaciado, ahora remoto, lento. La mayoría de los relatos que integran este primer libro de cuentos tienen garra. Algunos responden a una tan cultivada del lenguaje o de la idea, que si no se concentra el lector con la necesaria voluntad de análisis, pueden escapársele sig- * Pedro Rivera: Peccata minuta, edición de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación; Panamá, junio de 1970; 110 pp. importantes reformas a dicho certamen y ya comienzan a aparecer valiosos libros premiados. Es dentro de esta nueva coyuntura que aparece el libro de cuentos Peccrzta minu- ta*, de Pedro Rivera, quien obtvvo simultá- neamente los primeros premios de cuento y poesía del concurso "Ricardo Miró" de 1969. Su poemario premiado lleva el nomo bre de Los pájaros regresan de la niebla, publicado también por la Dirección de Cul- tura, . organismo estatal que se ocupa de dicho certamen cultural. Nacido en 1939, hizo estudios fragmenta- rios en la Universidad de Chile, en la Univer- sidad de Rosario (Argentina) y en la Unic versidad de Panamá. Anteriormente había ganado ya varias menciones honoríficas con libros de poesía en el concurso "Ricardo Miró". A pesar de haber publicado tres poemarios en años anteriores -:-Panamá, in- cendio de sollozos; Mayo en el tiempo y Despedida del Hombre- fue sólo con su doble triunfo nacional (el primero de esta índole que logra adjudicarse un autor pana- meño), que pudo proyectarse fuera del íntimo círculo literario para calar en la opinión pública. Peccata minuta contiene por Enrique J aramill0 Levi un nombre en la literatura panameña literatura Para poder apreciar el mérito real de la nueva narrativa panameña, resulta imperati- vo .conocer de cerca la realidad cultural que tienen que enfrentar los escritores de este pequeño istmo, que aún no cuenta con dos millones de habitantes. Aparte de los jui- cios que se hagan en torno a estilos, temáti- cas, proyecciones, autenticidad, lenguaje o capacidad inventiva, es necesario considerar cada uno de los obstáculos que, de ser menos pujante el afán creativo, bastaría para impedir todo intento de hacer literatu- ra. y es que en Panamá -como en otros países centroamericanos- ser o querer ser escritor es un contrasentido. No hay nada más absurdo que tener ma terial inédito y no poder someterlo a la consideración de un consejo editorial porque esa institución llamada "casa editorial" -sobre la cual leemos en libros extranjeros y en periódi- cos- no existe en Panamá. A no dudarlo. una de las principales razones por la cual no hay editoriales es precisamente la pequeñez del país y el limitado número de personas que, dentro de esa población escasa, se interesan por la buena literatura. La otra salida, la única que le queda al escritor en pa íses que tienen problemas similares, tampoco funciona en Panamá: publicar en revistas y periódicos. Cada tan- to tiempo aparece como por obra de magia una revista literaria creada, con toda seguri- dad, por un escritor. Desaparece al poco rato debido a que las empresas que habían aportado anuncios, deciden retirarlos por- que comprenden que el tipo de público que podría comprar el producto anunciado no es el que compra la revista. Y los periódi- cos locales, aunque parezca increíble, no pagan un centavo por los cuentos o poemas que aparecen en las pocas páginas literarias existentes. El escritor se considera agradeci- do si logra vencer los prejuicios de tal o cual encargado de dicha sección cultural. La única manera de publicar un libro en Panamá es costeando uno mismo la edición lo cual resulta un gasto exorbitante que se justifica, porque las ventas jamás com- pensarán la· suma invertida ni se harán críticas serias e imparciales al nuevo libro debido a la inexistencia casi absoluta de críticos. Sería injusto olvidar la manera tradicional en que se han venido publican- do libros -ocasionalmente- a través de los años. Se trata del C(;>ncurso nacional de literatura "Ricardo Miró". Los ganadores de las diversas secciones (cuento, teatro, novela, ensayo y poesía) tienen derecho, además del premio monetario, a la edición de su obra. Ultimamente se le han hecho

literatura un nombre en la literatura panameña · del niño, sintiendo "los dedos duros, las ... tienen que ver con los consejos de la madre, con una novia que ha dejado encin ta

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Page 1: literatura un nombre en la literatura panameña · del niño, sintiendo "los dedos duros, las ... tienen que ver con los consejos de la madre, con una novia que ha dejado encin ta

trece cuentos, -de calidad desigual, perosiempre sobrios y -merecedores de atención,que bien vale la pena coméntar y revelar aotros países hispanoamericanos, comomuestra del nuevo l1Jmbo de la joven narrati­va de Panamá.

Los cuentos de Pedro Rivera son elproducto de una vívida imaginación, de unaconciencia social crítica, de un conoci­miento cabal de las diversas técnicas narrati·vas y de una ponderada facilidad en elmanejo del lenguaje. Uama la atención lavariedad de recursos que emplea y la diver·sidad de su temática. En general, se tratade un autor que logra captar y mantener elinterés del lector, siempre y cuando se tratede un lector hábil, dispuesto al esfuerzoque exige la literatura actual. La coopera­ción del que lee se debe tanto a la densidadsintáctica e imaginativa que impregna cier­tos relatos como al trasfondo crítico o deprotesta que existe en otros. No se trata,pues, de lecturas fáciles._

El primer párrafo de Velada veJada es yaun anticipo de este interesante estilo sofisti·cadamente coloquial de narrar:

Frente a la máquina de escribir la hojavuela en blanco, picoteada apenas, dete­nida en el intento, en el preciso instantede la reaparición de la imagen superpues­ta en el diván, en negligé, transparentán­dose poco a poco por encima de la pielcoloquial, porosa. La miro sin evitarlo,la miro directo, la miro como debemirarse el paso de una locomotora desdeun balconcillo colonial, sin prisa, enacecho, en ascuas por dentro, sólo pordentro, porque la vieja Underwood debejustificarme impresionando la hoja depapel con su tac tac espaciado, ahoraremoto, lento.La mayoría de los relatos que integran

este primer libro de cuentos tienen garra.Algunos responden a una e~aboración tancultivada del lenguaje o de la idea, que sino se concentra el lector con la necesariavoluntad de análisis, pueden escapársele sig-

* Pedro Rivera: Peccata minuta, edición de laDirección de Cultura del Ministerio de Educación;Panamá, junio de 1970; 110 pp.

importantes reformas a dicho certamen yya comienzan a aparecer valiosos librospremiados.

Es dentro de esta nueva coyuntura queaparece el libro de cuentos Peccrzta minu­ta*, de Pedro Rivera, quien obtvvo simultá­neamente los primeros premios de cuento ypoesía del concurso "Ricardo Miró" de1969. Su poemario premiado lleva el nomobre de Los pájaros regresan de la niebla,publicado también por la Dirección de Cul­tura, . organismo estatal que se ocupa dedicho certamen cultural.

Nacido en 1939, hizo estudios fragmenta­rios en la Universidad de Chile, en la Univer­sidad de Rosario (Argentina) y en la Unicversidad de Panamá. Anteriormente habíaganado ya varias menciones honoríficas conlibros de poesía en el concurso "RicardoMiró". A pesar de haber publicado trespoemarios en años anteriores -:-Panamá, in­cendio de sollozos; Mayo en el tiempo yDespedida del Hombre- fue sólo con sudoble triunfo nacional (el primero de estaíndole que logra adjudicarse un autor pana­meño), que pudo proyectarse fuera delíntimo círculo literario para calar en laopinión pública. Peccata minuta contiene

por Enrique Jaramill0 Levi

un nombre en laliteratura panameña

literatura

Para poder apreciar el mérito real de lanueva narrativa panameña, resulta imperati­vo .conocer de cerca la realidad cultural quetienen que enfrentar los escritores de estepequeño istmo, que aún no cuenta con dosmillones de habitantes. Aparte de los jui­cios que se hagan en torno a estilos, temáti­cas, proyecciones, autenticidad, lenguaje ocapacidad inventiva, es necesario considerarcada uno de los obstáculos que, de sermenos pujante el afán creativo, bastaríapara impedir todo intento de hacer literatu­ra. y es que en Panamá -como en otrospaíses centroamericanos- ser o querer serescritor es un contrasentido. No hay nadamás absurdo que tener ma terial inédito yno poder someterlo a la consideración deun consejo editorial porque esa instituciónllamada "casa editorial" -sobre la cualleemos en libros extranjeros y en periódi­cos- no existe en Panamá. A no dudarlo.una de las principales razones por la cual nohay editoriales es precisamente la pequeñezdel país y el limitado número de personasque, dentro de esa población escasa, seinteresan por la buena literatura.

La otra salida, la única que le queda alescritor en pa íses que tienen problemassimilares, tampoco funciona en Panamá:publicar en revistas y periódicos. Cada tan­to tiempo aparece como por obra de magiauna revista literaria creada, con toda seguri­dad, por un escritor. Desaparece al pocorato debido a que las empresas que habíanaportado anuncios, deciden retirarlos por­que comprenden que el tipo de público quepodría comprar el producto anunciado noes el que compra la revista. Y los periódi­cos locales, aunque parezca increíble, nopagan un centavo por los cuentos o poemasque aparecen en las pocas páginas literariasexistentes. El escritor se considera agradeci­do si logra vencer los prejuicios de tal ocual encargado de dicha sección cultural.

La única manera de publicar un libro enPanamá es costeando uno mismo la ediciónlo cual resulta un gasto exorbitante que n~se justifica, porque las ventas jamás com­pensarán la· suma invertida ni se haráncríticas serias e imparciales al nuevo librodebido a la inexistencia casi absoluta decríticos. Sería injusto olvidar la maneratradicional en que se han venido publican­do libros -ocasionalmente- a través de losaños. Se trata del C(;>ncurso nacional deliteratura "Ricardo Miró". Los ganadoresde las diversas secciones (cuento, teatro,novela, ensayo y poesía) tienen derecho,además del premio monetario, a la ediciónde su obra. Ultimamente se le han hecho

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nificados fundamentales. En~ un cuento co­mo Un niño como otro, de una aparentesencillez, se está protestando en realidadcontra la fatalidad que nos aprisiona en susredes, inevitablemente. Narrado desde elpunto de vista de un juguete (un muñecoplástico) que se siente manipulado cruel­mente por las manos inquietas de un niñode cuna, encierra. una queja que trasciendelos límites de la pura concepción fantásticadebido a la-verdadera identidad del niño.Es nada menos que Jesús el nombre de lacriatura que destroza todos los juguetes sinun motivo aparente, por pura saña de niñotravieso. Su padre, el carpintero José, pro­cura arreglar con pegamento y otras mañasde su oficio los destrozos de su hijo. Peroes el juguete el que razona, el que intuye,el que se siente agredido constantementé.La primera línea del cuento dice: "Loconfieso, nunca llegó a gustarme esa peculiarmanera de mirarme, de- mirar las cosas desdearriba como restándole valor, posibilidad deexistencia para algo." Esto lo expresa elmuñeco-narrador estando entre las manosdel niño, sintiendo "los dedos duros, lasyemas estrujando esta piel mía, esta epider­mis plástica"; se sabe "piel tomada, po­seída" y le da rabia pero nada puede hacer.El temor se confirma cuando, tras verlo"destruir todo lo que iba a sus manos",percibe en los ojos de Jesús, "de unasingular belleza redonda"., la manera en queéstos "desgajaban una ternura pegajosa sobrecada una de mis articulaciones y ensam­bladuras". El proceso destructor avanzairreversible, como la vida que se nos vahaciendo vieja o accidentada hasta terminaren la muerte. También los humanos sabe­mos que no hay marcha atrás y nos deses­pera la marcha forzada por este callejón sinsalida que nos han impuesto. Pero la sañadel niño es minuciosa, sádica:

Separa mi brazo derecho de un tirón. Loexamina, prueba su resistencia, clava enmi materia los pequeños dientes apenaSasomados en las encías y lo arroja lejos,contra la pared. Sostiene mi tronco bajola planta de los pies y desgaja mi otraextremidad, y sigue.Si bien el lenguaje de Un niño como

otros es simple, está lleno de una innatacapacidad de reflexión sobre las cosas.Cuando el muñeco se expresa denunciandola amenaza que representa el niño, lo haceporque ha visto lo que éste ha hecho consus demás juguetes y teme por su existenciao, mejor dicho, por la continuidad de su serarmónico:

Nunca pude explicarme la razón quetuvo para arrancar las orejas al elefantede madera tan bien diseñado, tan perfec­to. Y lo qué hizo con el camello, tam­bién. Eran inocentes, nada podían con­tra El, no podían enfrentársele, y nisiquiera, resistir, oponerse al acto dedestrucción.

Es la fuerza omnipotente de un Dios-ni­ño que maneja a sus criaturas, que las tienecondenadas a muerte desde el principio.

Contra esa injusticia nada podemos. Ni latécnica (del carpintero, partícipe de unanaturaleza humana) ni la voluntad (del mu­ñeco), sirven realmente contra la muerte

que se nos tiene reservada, unas veces máslenta en llegar que otras. Somos, pues,precisamente eso, muñecos, juguetes de undestino irrevoéable.

Indudablemente que antes de Pedro Ri­vera, cientos de artistas han visto al hombrecomo juguete de un poder siniestro del cualno puede escapar sino suicidándose, lo cualequivale a complacer más aprisa la voluntaddivina, rompiendo solamente con su desig­nio temporal y quizá espacial. Pero hay eneste cuento una frescura nueva, una recrea­ción ingeniosa que justifica este acercamien­to al eterno problema de la muerte. Y esque, aparte de las posibles implicacionesextra literarias, se sigue un realismo fiel alas reglas del mundo maravilloso creado porel autor desde la perspectiva del juguetepensante. Cada cosa que ve el muñecoresulta ser de tal precisión y veracidaddimensional, dadas las circunstancias plan­teadas, que seguimos las acciones de esteniño travieso con una creciente fascinacióny con ansiedad de saber si en realidadtermina con el muñeco. Y, efectivamente,acaba desprendiéndole la cabeza y sonrien­do, lo cual debería poner punto final a lanarración. Pero no, persiste aún la concien­cia reflexiva que es capaz de enterarse de laescena final. Entra María, la madre, y lequita el muñeco al niño para que Papá Josélo arregle; esto produce el resultado quepodría esperarse de un niño cualquiera: llo­ra.

Hay cuentos en que la forma es lo quemás importa, aunque la anécdota podríainteresar también, sobre todo si se narrarade una manera más convencional. En elcuento Knockout, por ejemplo, hay doscorrientes de conciencia que se alternan y,en ocasiones, llegarían a confundirse si no.fuera porque el autor ha querido destacarlos recuerdos familiares mediante el empleo,de un tipo de letra diferente. Lo interesan­te de este relato es precisamente ese mez­clarse de planos en la mente de un boxea­dor, a medida que éste se enfrenta a un

contrincante anorumo en el tinglado. Losdos niveles temporales tienen una definitivarelación argumental, ya que las evocacionestienen que ver con los consejos de lamadre, con una novia que ha dejado encin­ta y sobre todo, con la actitud del jovenque se rehusa· a estudiar sastrería y quecomenta fragmentariamente diversos puntoscaracterísticos del mundo del boxeo.

El lenguaje de Knockout es popular,lleno de panameñismos, expresiones grose­ras y giros propios del boxeo. Se justificanplenamente por las circunstancias ambienta­les en que se profieren. En ningún momen­to tenemos la impresión de que se nos está"contando" algo. La narración en primerapersona se mantiene en el plano interior, esdecir, en la mente del boxeador que se estáfajando. Refleja las impresiones y reaccio­nes que se van teniendo a medida que losgolpes van y vienen: "El jab de nuevo, meempuja. No duele nada, pero molesta. Ne­cio como un zagaño, pegajoso. Mira eso,hacia adelante y hacia atrás, no es baile,niño." En otra parte piensa: "Campeoncito,estás enamorado de mi hí~ado. Vaya metesbien el bolo, lo metes bien, a la descuidada.Un dos, buena combinación, lo vieron, deone two; oíste mamá no apagues la radio.Lo soné, Márgara, en pleno carón, ¿qué seha creído? Coño, me pilló. Vaya, otra vez.Espera, campeoncito, me cabreas." El hom­bre está empapdo de todo lo concernientea su oficio, pero además rebosa de subjeti­vidad, tiene vida propia, familiares que loescuchan pelear por la radio, una mujer aquien le ha hecho un hijo. Tal vez lasreferencias a su vida fuera del tinglado,aunque bastante fragmentarias, son lo quemás interesa. Lo demás es tecnicismo, pre­sentación de ambiente, incorporación de larealidad funcional del boxeador al procesomental que lo acompaña en su pelea. Amenudo se intercalan voces venidas a laconciencia desde distintos planos tempora­les, aun de la infancia, como cuando apare- 3.

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mirón" de la canción yse le regaña por jugar con.

ce el "mirón,cuando al niñomuñecas.

Es interesante notar que el padre delniño había sido boxeador también; estádesilusionado y aconseja al hijo (siemprecomo recuerdo evocado durante la pelea)que no se meta en esa vida, se lo dice porexperiencia. La madre tampoco quería paraPedro -el protagonista- ese ambiente queya había tenido que sufrir con su esposo.

Knockout termina en el quinto asalto.Los golpes recibidos vencen la resistencia delprotagonista. No sabemos si ante la derrotasufrida, Pedro decidirá alejarse de esta pro­fesión antes de que sea demasiado tarde.Suponemos que no lo hará. Su actitud esdemasiado terca, férrea en sus empeños, senota en el tinglado. Espiritualmente no se hadado por vencido al caer abatido por lospuños de su contrincante, a quien nuncavemos ni oímos.

Podría interpretarse este cuento comouna "tajada de vida".Hubiéramos preferido que el autor no hu­biese colocado subtítulos a cada asalto,frente al inicio del párrafo correspondiente,ni a los intermedios, con el fin de indicár­noslos. Incorporando .simplemente las pala­bras "primer asalto", "quinto asalto", etcé­tera, o haciendo alguna referencia al "inter­medio" en los pensamientos del boxeador,se hubiese logrado el mismo efecto, peromenos artificialmente

Por último, comentaremos en forma bre­ve el cuento llamado El juego, uno de losmás logrados y hermosos. Está escrito congran objetividad y desparpajo. La prosarebosa imágenes visuales y de ambiente decampo, sin caer en las viejas formas regio­nalistas de narrar:

La tía Paulina se inclina, arrodillada, alborde del pozo y saca el agua con la totu­ma, la arroja a la corriente turbia. La ca­bellera de la moza resbala sobre los hom­bros, cada inclinación revela la estructurasólida del cuerpo endurecido por la faenadel campo, musculoso. El agua brota cris­talina, alcanza el nivel usual.La clave del relato es la frase que pro­

nuncia la joven tía, refiriéndose a los sobri­nos que corretean por ahí: "Por qué nojugamos a la vaquita y el ternero?" Parainfundirles la malicia del juego "acaricia lacabeza revuelta de los niños, les aprietacontra su pecho, amorosa", y les haceprometer que no lo dirán a nadie. Lesexplica que ella es "la mamá vaca. Ustedesson mis terneritos". Deberán imitar lo quetantas veces han visto hacer a dichos anima­les en el campo.

Indudablemente se trata de una mujerjoven, con ansias maternales frustradas ydeseos sexuales definidos pero igualmenteinsatisfechos. Aprovecha su autoridad paraimponerle a sus sobrinos el silencio necesa­rio, que exige la discreción después determinado el "juego". Pero luego serán losniños los que tendrán en su poder a la tía,ya que cada vez que los mande a callú, aestarse quietos o a no comportarse decierta manera, ellos harán caso omiso desus órdenes, pues saben que la tía notomará represalias por temor a que descu­bran el secreto del juego.

La sencillez con que el narrador omnis­ciente describe la escena del juego es dignade ser citada:

La tía Paulina desabotona la blusa ysuelta los sostenes. Los pezones asomancomo soles morenos, duros, alcanzan elnivel de los rostros de Juan y Carlos.y todavía insiste, expectante: "-Miren,

soy la mamá vaca. Ustedes son mis temeri­tos." La naturalidad proviene del ámbito decampo en que se vive. El contacto con lanaturaleza y la falta de oportunidades quetiene la joven campesina para relajar suacumulada vitalidad erótica contribuyen adar realce a la escena que, a no dudarlo, serepetirá hasta que los niños crezcan, y unavez hombres, sigan disfrutando la fácil pro­miscuidad incestuosa que la misma tía propi­ció.

Cuando al final del cuento la tía Paulinaamenaza a los niños: "-Juan, Carlos, aquie­tense o", éstos la miran sin miedo, confia­dos; saben que las vacas no pegan a susterneros, "las vacas mastican hierba mien­tras el ternero retoza en el potrero". Lamoza comprende que es impotente y quedebe dejarlos jugar a su antojo, pues "eljuego es el juego" y ella misma ha propuestolas reglas.

Otros cuentos bien logrados, donde laestructura y el fondo anecdótico se ensam-

blan en inseparable armonía son: Peccataminuta,- que le da título al libro, Veladavelada, La sorpresa y Salón de clases, narra·dos con un lenguaje claro, fácil de seguir.Las tarántulas de. miel La pequeña guerrade John y Un hombre deshabitado soncuentos más densos, conceptuales, enrevesa­dos, ricos en 'logros idiomáticos. En Dosjuntos separados se nota ciaramente el ma·nejo sutil de la técnica; los puntos de vistaoscilan entre los pensamientos de un solda­do norteamericano y los de un guerrillerodel Vietcong, enfrentados en los campos desoldados del Vietnam actual. El ambientesórdido de los barrios bajos de Panamá seretrata en Fumister/a; donde los personajesson marihuaneros que hablan la jerga que leses propia y fuman la yerba de su diarioexitir. El cuento que nos parece menoslogrado es La ventana, anterior a lospremiados en el concurso "Ricardo Miró",Al presentar el clima de discriminación racialque prevalece en ciertos sectores de losEstados Unidos, la protesta válida que impli·ca el relato se toma demasiado obvia ysopeteada.

Resumiendo, Peccata minuta es un libroque merece ser leído y comentado en elContinente, por las nuevas y ricas saviasque trae al momento actual de la literaturapanameña y latinoamericana en general.

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