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Liturgia y espiritualidad Sin seguir propiamente un orden historico, vamos a dividir en dos partes esta breve sîntesis sobre las relaciones entre liturgia y espiritualidad durante los ultimos treinta anos tal como aparece en nuestras revistas de espiritualidad. La primera parte comprenderâ los quince primeros anos. Las segunda los otros quince. La division, sin ser deI todo arbitraria, coma veremos, no se funda en ninglin hecho de suma trascendencia. PRIMERA PARTE, 1941-1956 El movinùento litfugico visto ya en su pleno desarroHo es relativamente reciente (quizâ podemos dar la fecha de 1951 como fundamental). No obs- tante, esta madurez tardîa estuvo precedida de largos anos de trabajo, que vieron nacer y crecer la preocupacion por la liturgia y fueron testigos deI redescubrimiento de muchas verdades que ahora se manejan con normalidad. Visto desde el lado de la espiritualidad es sumamente importante re- cordar que ya a principios deI siglo Pîo X habîa hablado de la liturgia como "fuente primaria e indispensable" deI verdadero espiritu cristiano 1. Era una afirmacion grave, quizâ inesperada, y que solo en el Vaticano II se veria externamente confirmada en toda su fuerza. Esto hace sospechar, ya de entrada, que la liturgia estaba Hamada a ser profundizada y apli- cada desde las revis tas que se preocupan de la vida espiritual. 1 Tra le wlleBitudlni, AAf!', 36 (1903·1904) 330.

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Liturgia y espiritualidad

Sin seguir propiamente un orden historico, vamos a dividir en dos partes esta breve sîntesis sobre las relaciones entre liturgia y espiritualidad durante los ultimos treinta anos tal como aparece en nuestras revistas de espiritualidad. La primera parte comprenderâ los quince primeros anos. Las segunda los otros quince. La division, sin ser deI todo arbitraria, coma veremos, no se funda en ninglin hecho de suma trascendencia.

PRIMERA PARTE, 1941-1956

El movinùento litfugico visto ya en su pleno desarroHo es relativamente reciente (quizâ podemos dar la fecha de 1951 como fundamental). No obs­tante, esta madurez tardîa estuvo precedida de largos anos de trabajo, que vieron nacer y crecer la preocupacion por la liturgia y fueron testigos deI redescubrimiento de muchas verdades que ahora se manejan con normalidad.

Visto desde el lado de la espiritualidad es sumamente importante re­cordar que ya a principios deI siglo Pîo X habîa hablado de la liturgia como "fuente primaria e indispensable" deI verdadero espiritu cristiano 1.

Era una afirmacion grave, quizâ inesperada, y que solo en el Vaticano II se veria externamente confirmada en toda su fuerza. Esto hace sospechar, ya de entrada, que la liturgia estaba Hamada a ser profundizada y apli­cada desde las revis tas que se preocupan de la vida espiritual.

1 Tra le wlleBitudlni, AAf!', 36 (1903·1904) 330.

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440 TREINTA ANos DE ESPIRITUALIDAD

Anos de decepci6n

La praducci6n literaria de nuestras revistas de espiritualidad durante estos primeras quince anos no han confirma do tan legftima sospecha. Nues­tras revistas han sido parcas, muy parcas. Algo hubo, y no queremos olvi­darlo. Es cierto que ya en 1943 se nos infarmaba deI movimiento Iiturgico en los diversos paises al tiempo que se examinaban las caracterfsticas de la piedad litürgica 2, se preferia 10 litürgico a tanto devocionism03, ya incluso antes de la Mediator Dei se intentaba una cierta liturgizaci6n de los ejerci­cios de San Ignacio 4, intento proseguido después de la encîclica 5, y se salu­daba con verdadero interés el citado documento de Pio XII 6. Pero aqui termina el interés de ciertas revistas par la liturgia, interés ciertamente muy pobre 7.

Incluso tenemos que hacer constar, para ser objetivos, algunos indi­cios positivos de una despreocupaci6n alarmante por el tema litürgico en la espiritualidad. En los mismos comienzos de este periodo, alguna re­vista manifestaba su hostilidad a 10 que la redacci6n llamaba "liturgismo poético demasiado simplistamente interpretado" 8, y que achacaba al des­pertar espiritual de los anos cuarenta. Hasta qué punto se hablaba ahi de una justa defensa y hasta qué punto se manifestaba una prevenci6n antiliturgica, es diffcil determinarlo 9. El hecho de que los anos sucêsivos fueran tan pareos en temas liturgicos serios viene a confirmar la sospecha de que el fondo litürgico era muy escaso. l,C6mo explicar, si no, ese silencio de los aspectos litürgicos en la vida espiritual de ciertos santos 10,

en los estudios hist6ricos? l,Serfa posible que la liturgia jugase tan poco en esas personas? Quiza sea preferible decir que son aspectos que han que-

2 M. NICOLAU, La litw'gia en la espiritualidad eontemporanea, en «Manresa» 15 (1943) 19·33. Ah! mismo se trata de las l'elaciones entre oraci6n Iiturg(ca y oraci6n pl'ivada, abogando por su mutuo comp1emento.

3 As! en E. MERINO, La perfecci6n cristiana, en «RE» 3 (1944) 279. 4 A. CAYUELA, Los ejercicios y las oraciones de la Sagrada Liturgia, en «Manresa» 16 (1944)

342-358. 5 M. NICOLAU, Liturgia y ejercicios, en «Manresa» 20 (1948) 233-274 (ré~umo el contenido para

damos una idea de 10 que esto tiene de Iiturgico. Tres puntos se exponen: recomendacl6n de los ejercicios en la Mediator Dei (principalmente de los ejercicios igllacianos), armon!a entre Iiturgia y ejercicios (quiza un poco artificiaD, espiritu Iiturgico de san Ignacio y de sus dis­cipulos.

6 Asi Revista de espiritualidad, que public6 la enc!clica (7, 1948, 6-29; 131-150, acompananciola con frases como ésta: «Mediator Dei es la mejor nota y la mas urgente consigna de la actuali­dad espiritual» (P. 6), al paso que describia la liturgia coma «el sistema circulatorio de la Igle­sia cat6lica» (ib.).

7 No creemos tenga verdadero interés Iiturgico, en el aspecto en que la consideramos nosotros, ni casi coma preocupaci6n par la Iiturgia, la existencia de algun otro titulo, coma Cris6gono de Jesus, Aetuaei6n en la oraci6n y eantieos liturgieos en la Iglesia, pn «RE» 4 (1945) 504-509; Sime6n de la Sagrada Familia, Doctrina eucaristica deI concilio de Trento, pabulo de la mas ardiente espiritualldad cristiana, en «RE» 5 (1946) 95-115.

8 «Manresa» 14 (1942) 5. 9 El hecho de que se insista tanto en una «raigambre ascétic8ll es clarificadora (ib.). 10 Si exceptuamos el estudio citado en nota cinco, otros tres, F, Baumann e 1. Iparraguirre,

Un caso extraordinario de mlstiea sacerdotal, en «Manresa» 23 (19511 431-446, 1. Iparraguirre, Caracter teol6gico y liturgico de la espiritualidad deI Bto. Fabro, en ccManresa» 19 (1947) 32-41.

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TREINTA ANOS DE ESPIRITUALIDAD 441

dado sin estudiar, porque en el momento de su estudio no cafa en la mente de los investigadores. Incluso aparecen ciertos conceptos de liturgia que no logran presentarla mâs que coma un adomo exterior 11. Este con­cepto no era apenas sobrepasado por quienes realizaban estudios biblio­grâficos y encuadraban los estudios liturgicos entre los medios de santi­ficacion 12, en llfgar de conceder un apartado especial a la espiritualidad liturgica 13 0 incluirlos entre los principios 'teol6gicos de la vida espiritual.

Una honrosa excepci6n

Nos cabe, sin embargo, la honra de proclamar unn excepci6n en esta primera etapa. Nos referimos a la revista La vida sobrenatural, de tipo mâs sencillo y casi popular, que dedicaba una secci6n especial de todos sus numeros a la liturgia 14. Incluso fuera de esta seccion especial podfan l~erse mâs de cuatro artIculos que estudiaban la liturgia coma fuente de la vida cristiana.

Presentar, pues, las relaciones entre liturgia y espirituaUdad en esta primera etapa es, nos parece, examinar y enjuiciar la vision liturgica de esta revista. Una procedura temâtica, camo haremos en la segunda parte para los otros quince anos de historia, resultarfa demasiado pobre.

En unos cuantos puntos puede quedar refiejado el contenido y direcci6n liturgica de La vida sobrenatural. Los principales pueden ser estos:

a. Existe una continuada preocupaci6n por seguir el ano liturgico. La parte liturgica de la revista estâ integrada fundamentalmente por ins­trucciones y meditaciones que tienen coma tema el respectivo tiempo liturgico.

b. Se dedican abundantes pâginas a los sacramentos, sobre todo al sacramento de la eucaristfa. Dentro del tono sencillo que pide el publico de la revista, estas pâginas no carecen de dignidad teologica. El hecho de que colaboren buenos te610gos deja siempre una impronta inconfun­dible de seriedad. Se ha sabido meditar tma dogmâtica, aunque la hayan meditado escolâsticamente (Garrigou-Lagrange, Arintero, Sauras ... ).

c. El concepto de liturgia que puede deducirse de estas pâginas es rico. En sus mejores pâginas (siempre con excepciones) puede considerar-

11 Puede verse el estudio de I. Iparraguirre, Carâcter teol6gico y liturgico de la espiritualidad dei Bto. Fabro, en ({Manresa» 19 (1947) 32-41.

12 Asi 10 hacen las bibliografias de Manresa y Revista de espiTitualidad, citadas en otro es· tudio. También 10 hace asi Teologla espiritual, aunque la bibliograffa de esta revista pertenezca a la segunda etapa.

13 La Bibllographia internationalis spirltualitatis (Ancora, Milano 19(9) dediea un apartado especlal a la espirltualldad !lturgica (advertîmos ya desde aqul que la expresl6n les pareee a algunos un eontrasentido, coma veremos al exponel' la segunda etapa de este movlmlento 11· turgico espiritual).

14 La secel6n !leva el tltulo de Ecos liturgicos.

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se como "acciôn santificadora de Cristo Jesùs en su Iglesia" y "glorifica­ciôn de la Santisima Trinidad", centrandolo todo en tomo al Misterio de la Pascua. La presencia en estas paginas de benedictinos tan conocidos y justamente admirados como Alameda, Rojo, Franquesa, Renedo, Arias, Palacios, Garrido ... y de otros, no benedictinos, como Forcade11, son una garantfa para cualquier publicaciôn.

No todos, sin embargo, parecen haber tenido ese mismo concepto. Y quiza entre e110s la misma direcciôn. No aparece una razan que justifique la presencia de temas como el rosario (cuando no se estudia en sus rela­ciones con la eucaristia, como se hace a veces), Fatima, el Via-Crucis, proceso y favores de Arintero ... en la secciôn de Ecos litûrgicos.

d. Aunque es posible se peque de objetivismo en la exposicion de los sacramentos, no falta un sano aspecto cultual. El sentido de glorifica­cion y alabanza, tan impresionante en los misticos (aspecto que quiza pueda extrafiar a algunos por 10 poco estudiado que esta, pero que es evidente) no esta ausente de estas paginas.

e. Un reparo fundamental pondriamos a ciertas consideraciones de la Santa Misa (consideraciôn bastante repetida). Se tiene la impresiôn de que "se oye" la Misa sobre todo uniéndose "a Jesùs en los dolores de su Pasion", "ofreciéndose como victima de amor para sufrir con Jesùs 10 que El nos envie aquel dia". "Por 10 menos debemos pensar y meditar du­rante e11a en la Pasion, que a11i se renueva" 15. Por mas que fuera un con­cepto de la eucaristia entonces bastante comùn, ya mucho antes se habian expuesto conceptos mas propios y teolôgicos.

Este examen de la liturgia y espiritualidad a través de La vida sobre­natural resulta positivo, y templa un poco esa desilusi6n, perfectamente comprensibe, a que lleva el anâlisis de las restantes revistas pubicadas en­tonces.

SEGUNDA PARTE, 1957-1971

Dijimos que la division en dos partes era convencional, no existiendo un hecho trascendental que 10 pidiese. Existe, sin embargo, un aconteci­miento que tiene su importancia. En 1957 aparece la revista Teologia espiritual 16

• El dato no carece de interés en esta relacion, porque, como podra verse en seguida, es la revista que mas importancia ha dado al ele­mento litùrgico en relaciôn con la espiritualidad.

15 Citemos s610 los allas 1948, p. 175; 1949, p. 369; 1951, pp. 434·447, en los que pueden verse esas expresiones y esa misma t6nica.

16 La publlcaci6n se debe a los Padres dominicos espalloles. Los datos mas importantes de esta revista pueden verse en otro lugal' de este mismo nllmero, en una presentacl6n de su di. rectal'.

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TREINTA ANos DE ESPIRITUALIDAD 443

lndependientemente dei Vaticano Il

La intensificacion de una literatura que avecina cada vez mas liturgia y espiritualidad no se debe al acontecimiento y doctrina deI Vaticano II. Bueno es decirlo, no por menosprecio deI concilio, sino pOl' no caer en un topico demasiado manido de que todo empezo con el concilio Vaticano II. Como tampoco parece deberse al movimiento liturgico que fue penetrando en todos los rincones, incluso en el de la direccion de una revista. Con eno no queremos negar el papel que tanto un acontecimiento coma el otro ha desempefiado en la marcha de este camino emprendido por otras ru­zones.

Este despertar se debio a una toma de conciencia especial. Se vio claro que la espiritualidad es impensable sin la liturgia, sobre todo sin la vida sacramental. Frente a la creciente dispersion de la espiritualidad en espi­ritualidades, mas preocupadas en la consideracion de los adjetivos (seglar, sacerdotal, matrimonial, deI trabajo ... ) que deI sustantivo (espiritualidad) con evidente tendencia a un clasismo espiritual anacronico, alguien dio el golpe certero al avisar, aunque fuera escolasticamente, que "antes de buscar las diferencias especfficas de "su espiritualidad" en el propio esta­do 0 en la propia profesion, se impone la necesidad de buscar el género comun" 17. De aqui vino una providencial reanimacion de la espiritualidad sacramental 18, ya que "es tan imprescindible que sin ella no tendrfamos espiritualidad cristiana" 19.

El material a disposicion, con sus multiples coincidencias (prefiero esta palabra a la palabra "repeticiones"), permite dividir tematicarnente esta segunda parte 19a.

1. Liturgia y vida espiritual

Resulta aleccionador observar coma muchos de los mas relacionados con el renovado y sublime concepto de liturgia han sido los mas afectados por el ritualismo, creyendo que 10 importante era la reforma y no tanto la

17 A. HUERGA, Espiritualidad bautismal, en «TE» 3 (1959) 426 (todo el articulo pp. 403·428. Verdad es que ya el ano anterior habla publicado un articulo sobre la eucaristia el P. Sauras, pero este articulo de Huerga nos parece mas interesante para 10 que apuntamos en el texto).

l' Decir sacramental es tanto como decir actualmente liturgica. /,No ha dicho el concilia Vaticano II que en torno al sacrificio (que también es sacramental) y a los sacramentos «gira toda la vida liturgica»? (SC 6).

19 A. HUERGA, 1. C., p. 427. 19 • Hemos seleccionado solamente tres temas, porque pensamos que ellos resumen bastante

bien la actividad literaria que en torno a las relaciones entre liturgia y espiritualldad han pro· ducido nuestras revistas. Quiero, no obstante, citar unas paginas que tratan sobre la esplritua· lidad deI aflO liturgico, de sus tres etapas principales: Epifania, Pascua, Pentecostés. Aludimos a L. ALCINA ReSELLO, Tiempo liturgico y tiempo salvi/ico como norma de la vocaci6n cristiana, en «RE» 28 (1969) 169·195.

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renovaci6n 20. La teologla espiritual, al tiempo que acusa de este tremenda error, manifiesta que no padia caer en él. El intento que persigue la teo-10gla espiritual al acercarse a la liturgia es reencontrar la verdadera fuen­te de la vida espiritual. Y esta 10 intenta convencida de que no existe otro camino. La sensibilizacion litûrgica es ya un hecho innegable, y como tal quiere manifestarlo.

No se trata de impresionar 0 darselas de moderno. Es tal la union entre los términos espiritualidad y liturgia que no pueden estaI' separados, y pOl' la tanto tampoco dormidos en los profesionales de la espiritualidad. Esta union se ha proclamado con fuerza al decir: "la espiritualidad 0 es liturgica 0 no existe" 21. Mas aun: "hablar de espi'ritualidad litûrgica es un contrasentido" 22, porque poddan hacer sospechar la existencia de una espiritualidad que no 10 fuese 23.

El concilio ha venido a proclamar esta relacion con toda su autoridad. Hoy, después dei Vaticano II, no puede existir para un catolico duda razo­nable sobre este aspecto. Los contrastes aparentemente existentes entre Pîo X y Pîo XII, ademas de admitir una explicacion perfectamente histo­rica que niega cualquier divergencia real, no tendrian valor alguno después deI Vaticano II 24. La mayor parte de nuestros estudios ha recogido esta frase lapidaria para los siglos: "la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" 25.

Este argumento de necesidad se ha visto reforzado par eI de conve­niencia (que con frecuencia convence mas que el primero). Seria anacr6-nica y absurda la disociacion. Teologica, humana y psicologicamente la separacion actual entre liturgia y espiritualidad es impensable. La teologla, con su renovada concepcion deI tiempo salvlfico y de la presencia de Cristo en la accion liturgica ha hecho de ésta la "norma de la vocacion cristiana" 26. POl' otra parte, la espiritualidad de nuestro mundo moderno presenta unas notas peculiares: es personal, viva, experimental, sensible

20 Esta tendencia, ademas de palparse en multitud de anécdotas mas 0 menos curiosas y re­veladoras, tiene su exponente mas serio en el concilio Vaticano II, donde, por un momento, se temi6 prevaleciese (cf. ORTUNO, La liturgia luente de la vida espiritllal, en «TE» 8 (1964) 7-10).

11 B. JIMÉNEZ DUQUE, Litllrgia y espiritualidad, en «TE» 11 (1967) 389. 12 lb. 23 Las expresiones de don Baldomero pueden sel' ambiguas. Creo que nadie las negaria y,

sin embargo, puede admitil'se que no es tan desconcertante hablaI' de espiritualidad lIturgica. Mientras no cerremos el paso a las espiritualidades, no hay raz6n para cerrarlo a ésta. Desde luego, actualmente la expresi6n es corriente y ya hace auos se bautiz6 como la espiritualidad «que se promueve en esOS actos de culto pUblico de la Iglesia 0 la que busca su inspiraci6n en ellos para el fomento de la piedad privada e individual» (M. NICOLAU, La liturgia en la espiri­tualidad contemporanea, en «Manresa» 15 (1943) 23).

24 No vamos a citar los varias textos dei concilio Vaticano II que exaltan el valor espiritual de la litUl·gia. La historia de esas formulaciones, asi como una explicaci6n hist6rica de las apa­rentes oposiciones entre Pio X y Pio XII pue den verse en el estudio de R. Ortuuo citado en nota 20. El articulo comprende las paginas 7-42.

25 SC 10. 26 La expresi6n es de L. ALCINA ROSELL6, Tiempo salvilico y tiempo liturgico coma norma

de la vocaci6n cristiana, en «RE» 28 (1969) 5-37; 169-195. Véase también en este aspecto J. CAS­TELLANO, La presencia de Cristo en la asamblea liturgica, en «RE» 30 (1971) 222-235.

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al misterio, comunitaria, ec1esial, optimista, positiva 27. Y "la liturgia res­ponde maravillosamente a esa sensibilidad mental de nuestro tiempo" 28.

La reforma deI Vaticano II, que también es reforma, ha intentado poten­ciar todas estas virtualidades. "Esta animada por el ardiente deseo de ser fiel, no s610 a una tradici6n rica y multisecular, sino también a las ur­gencias de la comunidad humana de nuestro tiempo" 29. Absurdo serîa, pues, desligar ambas realidades. Lo seria incluso no ligarlas intimamente.

Aunque nuestras revistas sigan aûn una lînea de fuerte ascetismo, no crea pueda decirse que tienen otro pensamiento que el expuesto. Unas mas que otras, desde luego. Pero la t6nica general queda reflejada (algu­nas revistas, incomprensiblemente, siguen cerradas a los temas litûrgicos).

y sin embargo ... aûn se encuentran referencias sueltas que posible­mente pasan de ir6nicas. Es dificil convencerse de que siempre se trata de una ironia que se manifiesta contra el pseudo-liturgismo. Nos abstene­mos de referencias concretas. Deberiamos pensar que unas revistas de espiritualidad no debieran descender a este terreno.

2. Sacramentos y vida espiritual

Este apartado, en cuanto diferenciado deI anterior, responde a la im­portancia peculiar que tienen los sacramentos dentro de la vida litûrgica. Es, pues, un buen detector deI interés y direcci6n que se da a la vida litûr­gica en sus relaciones con la vida espiritual. Si ésta va por buen camino, deberâ girar en tomo a los sacramentos.

Podemos empezar diciendo que en nuestras revis tas aflora una doble actitud, la de la mayoria, que 10 considera asi 30, y la de otros, al parecer mas modernos, que afirman que "la sacramentalizaci6n se encuentra en la estructura de la Iglesia en un lugar secundario crono16gicamente y en inferioridad de importancia en un orden ontol6gico con respecto a la evan­gelizaci6n y predicaci6n" 31.

Las preocupaciones de nuestros escritores al hablar de los sacramentos se han centrado en los sacramentos de iniciaci6n con frecuentes incursio-

27 Puede verse la descripci6n de todas estas cal'acteristicas y su relaci6n con la liturgia en B. JIMÉNEZ DUQUE, Liturgia y espiritualidad, en "TE" 11 (1967) 351-393; IDEM, Acerca de la espi­ritualidad cristiana contemporânea, en "RE" 26 (1967) 131-154 (sobre todo 141-149). Es intere­sante también el sondeo llevado a cabo par Renista de espiritualidad sobre Presente y futuro de la espiritualidad y cuyos resultados pueden verse en "RE" 28 (1969) 147-156; 279-295.

28 B. JIMÉNEZ DUQUE, Liturgia y espiritualidad, en "TE" 11 (1967) 391. 29 J. BERNAL, Liturgia y tiempo presente, en "TE" 11 (1967) 299. En el articula (pp. 289-299)

se examinan los principales signas de nuestro tiempo, mostrando c6mo la actual reforma lItur­gica responde a ellos. En este mismo sentido puede verse el estudio deI mismo autor Liturgia y encarnaci6n, en "TE" 11 (1967) 117-127.

30 Nada mas hay que ver la forma de hablaI', coma apuntaremos en seguida. 31 E. DE ANÉZCAR, Proceso a la confesi6n frecuente, en "RE" 27 (1968) 201. Posiblemente nin­

guno negaria la que dice el otro. Crea, no obstante, que se manifiestan aqu! dos tendencias, en cuanto acentuan uno de los dos términos aceptados par todos en la vida cristiana: fe y sa­cramentos.

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nes en el terreno de los sacramentos en general. Los otros sacramentos no han Hamado la atenci6n. 0 la han Hamada mas bien desde una pers­pectiva pastoral 32.

Metodologia. Sin renunciar a un fonda de polémica 33, los estudios sobre los sacramentos han buscado intencionadamente su vertiente espi­ritual, han querido poner en claro la significaci6n religiosa que encierran los sacramentos.

En cuanto al método, tan difîcil es decir que los autores han seguido métodos distintos, como decir que han seguido el mismo. Quiza se han desorbitado demasiado las cuestiones de método y, aunque existan en el fondo algunas diferencias, todos suelen ya utilizar las mismas expresio­nes, Hegar a los mismos resultados y dar la impresi6n de que se va con los tiempos. Las diferencias podrian estar en la necesidad que sienten al­gunos de proclamar que estamos ante "cuestiones radicalmente dogma­ticas" 34 y que por eso la exposici6n se hace "desde un punto de vista teologico" 35. Otras no han sentido esta preocupaci6n metodo16gica (y esto indica algo). No obstante, también los primeras, en esa Hnea de quitar sospechas, aseguran que no se trata de una escolastica que prescinde de las fuentes cuando habla de los sacramentos. Todo 10 contrario: "es im­prescindible ir a beber en las fuentes" 36.

Concepciôn sacramental. Los sacramentos en particular no pueden interpretarse mas que en la direccion en que se conciben los sacramentos en general. La ide a encontrada al examinar las paginas de nuestras revistas es que los sacramentos, todos los sacramentos, son prolongacion deI misterio pascual de Cristo. Con su misterio pascual, muerte y resurrec­cion, Cristo redime al hombre objetivamente. Los sacramentos aplican esa redencion al hombre concreto e historico realizando la redencion sub­jetiva 37. Algunos han preferido salir de esta terminologîa y emple?r la dei tiempo salvlfico 38. En realidad estamos ante una misma consideraci6n.

32 Sobre los sacramentos de iniciaciôn pueden verse las notas siguientes. Como también sobre los sactamentos en general (aunque no haya titulos expresamente sobre ellos. A la sumo pOdrla considel arse entre éstos uno de Sauras que citaremos en seguida). Sobre los demas sacramen­tas no hemos encontrado mas que referencias suertas, el articula citado sobre la confesi6n y E. BARI N, El sacramento de la salud, en {(Manresa" 30 (1958) 307-314.

33 PUeden verse en este sentido el articula de Aiiézcar y los de V. FORCADA, La eucar/sUa en el mlsterio de la Iglesia, en «TE» 9 (965) 413-437 (sobre todo 434-437) y E. SAURAS, Doctrina y pastoral de noy en toma a la cucarisUa, en «TE" 13 (1969) 167-210. No es que se sientan muy infJuidos par las discusiones, pero siempre limitan los aspectas de consideraciôn.

34 La expresi6n es de HUERGA, Espiritualidad boutismal .. en «TE" 3 (1959) 406. Crea que nadie puede negarlo. SI desearia, no obstante, ver exp]icado su sentido, porque la palabra dogmdtica suele utilizarse mas de cuatl'o veces como sin6nima de las que quiza no 10 sean plenamente.

" S. FUSTER, El cardcter de la confirmaci6n y la participaci6n de los fieles en el sacrificio cristia.no, en «TE» 4 (1960) 8.

36 A. HUERGA, Espiritualidad bautismal, 1. c., p. 406. 37 E. SAURAS, Vida cristiana de la Iglesia. Mistcrio pascual y sacramentos, en «TE" 11 (1967)

207. A. HUERGA, Esp/ritualidad bautismal, 1. c., p. 415. 38 As! L. Alcina Rose116 en el trabajo citado en nota 26.

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TREINTA ANOS DE ESPIRITUALlDAD 447

Quienes se adhieren a una terminologia mas escolastica exaltan explî­citamente la causalidad sacramental. Todos los sacramentos· realizan en la persona una muerte y una resurrecci6n, distintas entre SI, aunque com­plementarias" afectando cada uno de ellos a una de las debilidades dei hombre, quien se ve aSI libre de la misma adquiriendo una nueva vida en esa misma direcci6n 39. En Cristo la Pascua fue muerte y resurrecci6n. Esto mismo es el sacramento en el hombre.

Esta tendencia es consciente de que existe actualmente una predilecci6n no disimulada por el aspecto simb6lico de los sacramentos. Pero piensa que acentuarla sobre la causalidad supone una regresi6n a la liturgia ju­daizante 0 protestante, donde los sacramentos son meramente signos 40, no comunicadores de vida espiritual y divina, Esta concepci6n no implicarîa, sin embargo, una cosificaci6n de los sacramentos. Todo 10 contrario. La conexi6n entre los sacramentos y Cristo es muy estrecha realizandose aSI una relaci6n interpersonal que aqui es perfectamente expresada. Los sa­cramentos son no solamente "instituciones", sino también "acciones" de Cristo 41. "Quien los recibe no se limita a recibir un rito; se le pide también una acci6n personal de preparaci6n, de fe y de gracia, con la que se pone en contacto con la acci6n personal de Cristo, imprescindible para la existencia deI rito sacramental" 42. Una buena prueba de esta au sen­cia de cosificaci6n es que "los sacramel1tos existen cuando se usan" 43.

Sacramentos en particular.-Una serie de articulos pensados indivi­dualmente no pueden desarrollar una idea plenamente progresiva. A veces han querido ser sfntesis de uno de los sacramentos y a veces han 'sido demasiado limitados en unas revistas que no son para especialistas. Haga­mos referencia solamente a los sacramentos deI bautismo y de la euca­ristia, aprovechando el complemento mutuo de los diversos estudios dedi­cados a la materia.

El bautismo se ha visto c1aramente como principio de una "vida nue­va", vida de "regenerados" 44, que introduce en una "vocaci6n cristiana", incomprensible sin una relaci6n intima con la "vocaci6n humana" 45. Esta nueva realidad de la existencia de la persona habrâ de vivirse en la Iglesia de Cristo, "Pueblo de Dios" 46 y comunidad eminentemente "escatol6-gica", manifestada ya plenamente en el triunfo definitivo de Cristo 47.

39 Sobre todo. E. SAURAS. Vida cristiana de la 19lesia .... 1. c .• pp. 211 SS. 40 As! expresamente E. SAURAS. l. c .• pp. 207·208. citando el Decreto pro Al'menis y el conci·

lio Tridentino en apoyo de esta afirmaci6n. " E. SAURAS. 1. c .• pp. 210 ss. 42 lb .• p. 210. 43 lb .• p. 211. Preguntariamos al P. Sauras qué pensar!a dei sacramento de la eUClarist!a. La

cita dei texto vendrla muy bien a ciertos autores con los que quiza no esta él de acuerdo. 44 Es el aspecto estudiado por Huerga a }ravés de la escritura, san Agustln y santo Tomas. 45 Hace hlncapié en cllo L. Alcina Rosello, en el estudio citado. 46 Nos parece positiva esta concepci6n, dos veces repetida en Huerga antes dei concilio. L. c.,

p. 414. 47 El aspecto escatol6gico es mas exaltado pol' L. Alcina.

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El bautismo asume aSI el papel imprescindible de dador de una vida in lieri, pero no por ello menos riea, Hamada a un progreso no romantico, sino alcanzado ya por Cristo.

La eucaristla nos viene presentada en su doble vertiente de acciôn de Dios en el hombre y en la Iglesia, en cuanto creadora deI cuerpo mistieo deI Seftor 48, y como "origen y fundamento de todo el culto cristiano" 49,

culto que viene expresado segun dos concepciones en si complementarias, pero insensiblemente opuestas: entrega deI Hijo y de la Iglesia al Padre 50

y presentaci6n de' las maravillas de Dios como fundamento de alabanza 51.

3. Liturgia y piedad privada

El problema no es nuevo de esta etapa segunda. Vimos que ya se es­cribi6 algo en la primera 52. Sin embargo en los ultimos doce aftos ha tomado unas proporciones mucho mas amplias.

Dos acontecimientos han polarizado la atenci6n de los escritores espi­rituales en este aspecto: una publicaci6n del matrimonio Maritain y el Con­cilio Vaticano II 53.

La publicaci6n deI matrimonio Maritain no tuvo entre nosotros el eco inmediato que tuvo en otras naciones, concretamente en Francia. Que sepamos, solamente un articulo se ocup6 deI problema después de haber pasado dos aftos de la publicaci6n original 54. Cabe decir, no obstante, que el escrito ha dejado impronta entre nosotros, no solamente por haber sido bien recibido, sino porque articulos posteriores se ocuparan de éI, demos-

48 El SAURAS, La eucaristia y el misterio de la comunidad liturgica, en «TE» 2 (1958) 359·394. Uno de los temas tratados en este estudio es c6mo «la eucaristia·sacramento es comuni6n, no s610 porque es man jar, sino también porque hace la comunidad cristiana» (p. 363. Tema bonito, interesante, pero deI que existen pocas paginas serias que expliquen y profundicen en las frases que se escriben.

4' La e'x:presi6n es de J. BERNAL, La cena dei Senor, origen y fundamento de todo el culto cristiano, en «TE» 13 (1969) 303·340.

50 Es, creemos, el punto de vista preferentemente seguido pOl' E. Sauras, en La eucaristia y el misterio de la comunidad liturgica, en «TE» 2 (1958) 359·394 (sobre todo pp. 364 ss.) y en La Misa, vlnculo de unidad, en «TE» 5 (1961) 367·396. Hablamos, quede clara, de preferenclas.

51 Esta mas en esta Iinea J. BernaI en el estudio citado en nota 49. 52 Ademas deI estudio cltado en nota 2, ya en 1946 decia don Baldomero: «110 seamos panli·

turglstas 0, si queréis, exclusivamente Iitul'gistas» (B. JIMÉNEZ DUQUE, Apostolado de la oraci6n y oraci6n, en «Manresa» 18 (1946) 160.

53 El trabajo deI matrlmonio Maritain se public6 pOl' primera vez en la revista norteameri· cana «Spiritual life» 5 (1959) 94·131, con el titulo «Liturgy and contemplatiol1)). En 1960 se pu· bllcaba en Francia: Liturgie et contemplation. DDB.

No queremos declr con esta que nuestros autores (los que han eserito en esta segunda etapa) desecinociesen 0 no hayan tenldo en euenta las diseusiones surgidas sobre el tema con anterio· ridad. Queremos deelr solamente que estos fueron momentos especiales. Puede verse una breve historia de esta diseusi6n entre Iiturgistas y aseetas en EFRÉN DE LA MADRE DE DIOS, Oraci6n mental y participaci6n en la liturgia, en «Hevista de EspirituaIldad» 24 (1965) 448·459.

54 Nos referiroos al artioulo de M. LLAMERA, Oraci6n liturgica y oraci6n particular, en «Teo· logia espirituah)' 5 (1961) 461-478. Tamblén en 1961 el P. Granero se haefa eco de las polémieas suscitadas con motiva deI estudio de los Maritain. Véase en «ManresB» 33 (1961) 76·78.

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trando que las palabras de Maritain no han quedado olvidadas, sino que continuan teniendo actualidad 55.

Estos acontecimientos han puesto dos problemas, que merece la pena considerar separadamente:

a. Liturgia y oracion mental. Es quiza eI problema a que se hacen mas referencias, aunque a veces se hable en términos de ejercicios piadosos o piedad privada en general.

La postura espaiiola ha sida, creemos, casi unicamente apologética. Reconociendo la superioridad de la oraci6n liturgica (caso general, sin ex­cepcion alguna, pero con la insistencia en alguno de un de suyo... que podrîà hacerse sospechoso), se ha querido de jar bien claro que también la oraci6n privada tiene sentido y es necesaria al cristiano. Para eno se ha acudido al magisterio de la Iglesia (Mediator Dei y Sacrosanctum concilium sobre todo), a las claras palabras de la revelaci6n y de la tradici6n, y al ejemplo de Cristo y de los santos 56.

Quiza este tono polémico ha hecho que nuestra postura fuera un poco antiliturgista, 0 al menos mas antiliturgista de la que parece manifestarse en algunos. Ha sido faIta de tactica, cuesti6n de método que debe tenerse en cuenta a la hora deI juicio sereno y definitivo. Al definir un término de la contraposicion casi siempre parece sufrir el otro. No todos, sin embargo, han caîdo en esta normalîsima tentaci6n, y se ha procurado, crea que con convencimiento, snbsanar esta deficiencia. Afirmar que "toda oraci6n es esencialmente liturgica" 57, y que "la esencia de la oraci6n personal debe sel' estudiada a partir dei sana panliturgismo que admite el Concilio Va­ticano II'' 58, ha sido un buen paso.

Con esta se ha superado incluso la que en los momentos de serenidad aparecîa como postura normal entre nosotros: interacci6n mutua entre oracion liturgica y oracion priva da, y que parece sel' la actitud repetida de la Iglesia. Esta interacci6n puede quedar plasmada en las siguientes pala­bras: "la oracion privada proviene de la liturgia y lleva a la liturgia. Mu­tuamente se explican y se complementan" 59.

55 El estudio que mas se ocupa posteriormente de Maritain es el de ADOLFO DE LA MADRE DE DIOS, Contemplaci6n y liturgia, en «Revista de espiritualidad» 24 (1965) 5-36_

56 En cuanto a la valoraci6n relativa de la oraci6n litlirgica y la oraci6n mental puede verse M. LLAMERA, - /. c., PP. 472, 474 (ésta sobre todo), 476_ Nos permitimos apuntar que no nos pa­rece completo el concepto de oraciôn liturgica que aparece en esas paginas de Llamera (en p. 474). Como tampoco nos 10 pareee el coneepto de Efrén, l. C., p. 452.

En cuanto a las razones que justifican la necesidad de la oraciôn privada pueden verse en M. LLAMERA, l. c., pp. 467 SS. (buen elenco). También puede verse A. GGERRA, Crisis de la ora­cion personal en un mundo secularizado, en «Revista de espiritualidacb> 29 (1970) ,j5.

57 A. M. G,\RCfA ORDAS, La oraci6n cristiana, escuc/la divina y compromiso /lumano, en «Re­vista de espiritualidad» 30 (1971) 44.

58 A. GUERRA. Oracian personal 1970, en «Revista de espiritualidad» 30 (1971) 81. Interesante en este aspecto E. RA SEO, La DI'adon dei sacerdote y la Sagrada Escritura, en «Manresa» 33 (1961) 307-322.

59 B. JIMÉNEz DUQUE, Liturgia y espiritualidad, en «Teologia espiritual» 11 (1967) 3B1. En l'ea­lidad podrfa consultarsc cualquiera de los estudios antes citados. Incluso tenemos que deoir que ora la postura normal en los esoritos de la primera etapa.

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Junto a este problema puede ponerse, y se ha puesto, el de ejercicios piadosos particulares, sobre todo el Rosario. La actitud ha sido: legitimi­dad, comprension mas profunda, reforma 60.

b. Liturgia y contemplaci6n. Al estudiar las relaciones entre litur­gia y espiritualidad se ha tenido un cuidado especial en profundizar la compatibilidad 0 incompatibilidad entre liturgia y contemplacion. El ma­gisterio de la Iglesia no se ha puesto propiamente esta cuestion, cuyo punto historico de arranque ha sido sin duda alguna el escrito deI matrimonio Maritain. El problema es dificil, quiza no muy practico, y pOl' eso no muy estudiado. He aqui como aparece entre nosot1'OS:

1. No existe incompatibilidad teologica ni psicologica entre ambas cuando el problema se pone en diversos momentos de la vida de una misma persona 61.

2. La liturgia tiene una orientacion contemplativa 62.

3. "La contemplacion ha de impulsar al alma hacia la liturgia" 63. POl' otra parte, "toda contemplacion sobrenatural. .. es en alguna manera fruto de la liturgia" 64.

4. "No hay dificultad ni repugnancia en que se dé contemplacion infusa que sea participacion en la accion liturgica, tanto si esa contempla­cion es sintonica con dicha accion coma si no 10 es" 65.

5. El punto mas controvertido en esta discusion se formulaba aSI: "si la celebracion liturgica es el clima apropiado para la contemplacion mistica, 0 si el ejercicio actual de la liturgia es una ayuda para la contem­placion 0 al menos no pone ningun impedimento para ella" 66. Contra Va­gaggini, que aprecia en la liturgia un clima apropiado para la contempla­cion mistica, nuestros representantes, en tonos distintos, concuerdan en que "las condiciones psicologicas no son las mas apropiadas" 67.

60 Pue de verse sobre el Rosario, en este aspecto en que 10 tocamos ahora: J. J. PIQUER y JOVER, Vigencia actual y perenne deI Santo Rosario, en «Teologia espirituah> 6 (1962) 97-131. El tras­fonda de una ironia, ib. 8 (1964) 189-194 (no Heva firma. Vale no solamente para el rasario, sino también para las practicas de pieclad en general). M. LLAMERA, Validez deI rosario en la 19lesta posconciliar, ib. 11 (1967) 11-76 (hace una breve alusion a las distintas practicas de piedad. Nos ha extrafiado mucho que enumere entre las «practicas religiosas extraliturgicas <!la confesion sacramental frecuente», p. 11. Hablando concretamente deI rosario escribe: «por descontado que la recusaci6n principal se le hace en nombre de la Iiturgia», p. 13). A. G. FUENTE, Liturgia y 1'Osario, ib. 11 (1967) 217-230), Sobre otro acto extraliturgico coma la acci6n de gracias después de la comunion podriamos citar J. GALOT, El sentido de la acci6n de gracias después de la co­muni6n, en «Teologia espiritual» 5 (1961) 263-277.

6' ADOLFO DE LA MADRE DE DIOS, Contemplaci6n y liturgia, en «Revista de espiritualidad» 24 (965) 10-12.

62 lb., pp. 12-16; M. LLAMERA, Oraci6n liturgica y 0/'aci6n particular, en «Teologia espirituabJ (1961) 476.

63 ADOLFO, 1. c., p. 17. " lb., p. 19. 61 lb., p. 23. 66 lb., p. 23. 67 lb., pp. 23 ss. También LLAMERA, 1. c., p. 475. Llamera nos pareee mas dura que Adolfo,

por 10 menos en las expresiones.

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TREINTA ANos DE ESPIRITUALIDAD 451

CONCLUSION

Si después de este escarceo queremos valorar cuanto se ha escrito en nuestras revistas y nos atrevemos a proponer unas lÎneas que pueden ser seguidas, nosotros diriamos 10 siguiente:

1. Cualquier estudio que se las diese de moderno realizado sobre la produccion literaria de nuestras revistas entre los anos cuarenta y sesenta nos tacharia de moralizantes pOl' haber tratado tanto de ascética y ascetis­mo y tan poco de liturgia. Estâ bien que vayamos preparando la contesta­cion a dar. Creo que cua1quier contestacion, pOl' muy bien pensada que esté, no podrâ escapar a un reconocimiento sensato de cu1pabilidad: se dé a la liturgia la importancia que se quiera, ciertamente ha de tener mâs de la que nosotros la hemos dado.

2. Los estudios deI sesenta en adelante han sentido la benéfica in­fluencia deI Vaticano II. A veces se tiene la impresion de gue se sigue la lfnea deI Conci1io mâs en las palabras gue internamente. No aparece una clara conviccion de que 10 que el Concilio ha dicho sea tan importante.

3. Pasadas las primeras ilusiones de recuperar el campo perdido en el terreno litl!l'gico quizâ sea conveniente ponerse muy seriamente el pro­b1ema de la importancia existencial de la liturgia y la pied ad privada (asi Ilamada). Un repaso a la historia, en la que tantos santos sistemaron su doctrina sin tant a Iiturgia, teorica y prâctica, podria ayudar a situar las cosas en su sitio. Es una senciIla sugerencia que puede dar tema para centrarnos de una vez. Quizâ tan pernicioso sea quedarse en un ascetismo individualista y moralizante coma caminar hacia una liturgia impersonal. Sobre todo hoy que tanto estimamos las ciencias antropologicas y el hori­zontalismo.