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EDUARD LOHSE TEOLOGIA DEL NUEVO TESTAMENTO EDICIONES CRISTIANDAD Huesca, 30-32 MADRID ACADEMIA CHRISTIANA Primeros volúmenes: 1. E. O. James: Introducción a la historia comparada de las religiones. 353 págs. 2. L. Boff: Gracia y liberación del hombre. Experiencia y doctrina de la gracia. 302 págs. 3. E. Lohse: Teología del Nuevo Testamento. 286 págs. 4. J. Martín Velasco: Introducción a la fenomenología de la religión. 324 págs. 5. M. Meslin: Introducción a la ciencia de las religiones 6. F. Bockle: Moral fundamental 7. M. Benzo Mestre: Hombre profano - hombre sagrado. Tra- tado de antropología teológica 8. G. Baum: Religión y alienación. Lectura teológica de la sociología.

LOHSE, Eduard Escatologia

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Page 1: LOHSE, Eduard Escatologia

EDUARD LOHSE

TEOLOGIA

DEL NUEVO TESTAMENTO

EDICIONES CRISTIANDAD

Huesca, 30-32

MADRID

ACADEMIA CHRISTIANA

Primeros volúmenes:

1. E. O. James: Introducción a la historia comparada de las religiones. 353 págs.

2. L. Boff: Gracia y liberación del hombre. Experiencia y doctrina de la gracia. 302 págs.

3. E. Lohse: Teología del Nuevo Testamento. 286 págs.

4. J . Martín Velasco: Introducción a la fenomenología de la religión. 324 págs.

5. M. Meslin: Introducción a la ciencia de las religiones

6. F. Bockle: Moral fundamental

7. M. Benzo Mestre: Hombre profano - hombre sagrado. Tra-tado de antropología teológica

8. G. Baum: Religión y alienación. Lectura teológica de la sociología.

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Este libro fue publicado por la Editorial W. Kohlhammer, Stuttgart 1975

con el título

GRUNDRISS DER NEUTESTAMENTLICHEN THEOLOGIE

Lo tradujo al castellano

ANTONIO PINERO

Derechos para todos los países de lengua española en EDICIONES CRISTIANDAD, S.L.

Madrid 1978

Depósito legal: BU-486.—1978 ISBN 84-7057-240-7

Printed in Spain

Imprenta de Aldecoa - Diego de Siloe, 18 - Burgos 19821

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ESCATOLOGIA

Cuando desapareció la expectación de la parusía para pron-to, la escatologia se transformó en una doctrina de los novisi-mos, de los que se habla ciertamente con expresiones tradicio-nales, pero no son ya objeto de una esperanza viva. No obs-tante, en los sufrimientos y persecuciones, las comunidades con-servaron la certeza de que toda soberanía pertenece a Dios y a Cristo, y de que su victoria se revelará a todo el mundo en un futuro cercano.

Véase la bibliografía de los párrafos 12 y 24; además, E. Kasemann, Eine Apologie der wchristlichen Eschatologie: ZThK 49 (1952) 272-296 = EVB I (81970) 135-157; O. Knoch, Die eschatologische Frage, ihre Entwicklung und ihr gegenwartiger Stand: BZ NF 6 (1962) 112-120; O. Cullmann, Heil ais Geschichte (1965, 21967); E. Lohse, Apokalyptik und Christologie: ZNW 62 (1971) 48-67 = Die Einheit des NT (1973) 125-144.

a) El retraso de la parusía no desencadenó en las comu-nidades ninguna crisis de fe, puesto que estaban seguras de su salvación en Cristo (cf. p. 97). Sin embargo, hubo de tener por consecuencia el abandono de la expectación de la parusía para pronto. Dejó de contarse con que el reino de Dios iba a irrumpir en un futuro inmediato. Así, según Hch 1,6, los após-toles preguntan al Señor resucitado: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino para Israel?». Y se les responde: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Pa-dre ha reservado a su autoridad». Pero sí se les asegura que, con la fuerza del Espíritu Santo, serán los testigos del Resuci-tado (Hch 1,8; cf. p. 203). En el tiempo de la Iglesia será pre-dicado a todo el mundo el mensaje de Cristo. La expectación del fin pierde así su carácter determinado. Los acontecimientos finales pasan a la conclusión de un largo proceso de la historia y se explican en un capítulo sobre novísimos que no se en-cuentra ya en el centro de la instrucción eclesial, sino en su pe-riferia (cf. p. 97s). Puesto que nadie sabe cuándo llegará el fin, es necesario luchar y mantenerse fiel: «Tened paciencia, hermanos, hasta que venga el Señor; mirad cómo el labrador aguarda la valiosa cosecha de la tierra esperando con paciencia a que reciba la lluvia temprana y la tardía. No perdáis la pa-

que han de observar los cristianos. Ellos han de llevar una vida tranquila y sosegada, con un máximo de «piedad y decencia» (1 Tim 2,2). Por ello hay que ejercitarse en la piedad, pues es «útil para siempre, ya que tiene una promesa para esta vida y para la futura» (1 Tim 4,7s).

Con el establecimiento de reglas de vida cristiana se abrió el camino para la formación de una nueva ley. La alusión a la responsabilidad ante el juicio futuro podía dar énfasis y fuerza persuasiva a la exigencia de hacer buenas obras y de compor-tarse piadosamente, de modo que la doctrina paulina de la jus-tificación dejó de emplearse para fundamentar la ética cristia-na y cayó en el olvido.

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en el futuro. Contra tales opiniones se dirige 2 Pe, carta que critica a los defensores de esas ideas como gentes burlonas que, según las advertencias de Pedro, aparecerán en los últimos días, procederán según sus concupiscencias y preguntarán: «¿En qué ha quedado la promesa de su venida? Nuestros padres murie-ron y desde entonces todo sigue como desde que empezó el mundo» (2 Pe 3,4). Contra tales objeciones se afirma que «pa-ra el Señor un día es como mil años y mil años como un día. No retrasa el Señor lo que prometió, aunque algunos lo estimen retraso; es que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, quiere que todos tengan tiempo para enmen-darse» (2 Pe 3,8s). Aunque se atrase su llegada, el día del Se-ñor vendrá al fin y se presentará repentinamente como un la-drón en la noche. Ese día incendiará los cielos hasta desinte-grarlos, abrasará los elementos hasta fundirlos. Pero los creyen-tes esperan un nuevo cielo y una nueva tierra, en los que habi-ta la justicia (3,13). Los fieles han de estar preparados para ese día caminando sin pecado para ser hallados sin defecto.

d) En las épocas de persecución permaneció viva la expec-tación de la parusía para pronto. 1 Pe va dirigida a comunida-des que sufren e intentan confortarlas diciéndoles: «El final de todo está cerca» (1 Pe 4,7). Detrás de las angustias por las que se ven obligadas a pasar las comunidades se encuentra el de-monío, que da vueltas como un león rugiente y busca a quien devorar (1 Pe 5,8). Hay que hacerle frente con valentía y sin temor.

El Apocalipsis de Juan está más impregnado de la expecta-ción de un fin inmediato. Ya en el proemio se dice que el momento está cercano (1,3). Y al final se repite la exclamación: «Voy a llegar en seguida» (22,20). Y la comunidad responde: «Amén. Ven, Señor Jesús» {ib.). «Dicen el Espíritu y la espo-sa: ¡Ven! Diga el que escucha: ¡Ven!» (22,17). El plan histó-rico de Dios, impenetrable para el hombre se encuentra en las manos del Cordero. Cuando éste rompa el sello del libro que está en su mano irrumpirán en la tierra los acontecimientos de los últimos tiempos (caps. 5-6). Mientras los apocalípticos ju-dios esperan ardientemente la intervención futura de Dios, el profeta cristiano sabe que el futuro rey de reyes será aquél que fue sacrificado como Cordero. Ello da a la expectación del fin mayor urgencia y seguridad. Es verdad que el vidente Juan ex-presa la expectación escatológica con el lenguaje y las catego-rías que habían elaborado los apocalípticos y que él toma del

ciencia tampoco vosotros, reforzad el ánimo, que la venida del Señor está cerca» (Sant 5,7). Es verdad que aquí se conserva la afirmación tradicional de la inminente venida del Señor, pero se sitúa en primer plano la exhortación a la paciencia y a la perseverancia con que hay que esperar y mantenerse preparados.

b) En Col y Ef, la expectación escatológica se ha trans-formado y ha sido sustituida en gran medida por concepciones especiales. La resurrección de Cristo ha tenido lugar ya en el bautismo. Pablo dice que los creyentes han muerto con Cristo y han sido sepultados con él por el bautismo en la muerte, «para que, así como Cristo fue resucitado de la muerte por el poder del Padre, también nosotros empezaremos una vida nueva» (Rom 6,4); Col y Ef, en cambio, van más allá de las afirmaciones paulinas y hablan no sólo de la muerte, sino de la resurrección en Cristo: «Habéis sido sepultados con él en el bautismo. Fue él quien os asoció a su resurrección, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó a él de la muerte. Y a vosotros, muertos como estábais por vuestros delitos y por no extirpar vuestros bajos instintos, Dios os dio vida con él, perdonando todos núes-tros delitos» (Col 2,12s; cf. Ef 2,1.5). Y después se saca la consecuencia: «Por tanto, si habéis resucitado con el Mesías, buscad lo de arriba, donde el Mesías está sentado a la derecha de Dios» (Col 3,1). Así, pues, la resurrección con Cristo ha tenido ya lugar, pero la gloria futura está aún oculta. Por eso, lo que sucederá en el futuro no es la resurrección de los muer-tos sino la revelación de la gloria: «Moristeis, repito, y vuestra vida está escondida con el Mesías en Dios; cuando se manifies-te el Mesías, que es vuestra vida, con él os manifestaréis tam-bién vosotros gloriosos» (Col 3,3s). La nueva vida de los que han resucitado con Cristo no conduce, sin embargo, a un en-tusiasmo exaltado, sino que ha de acreditarse despojándose del hombre viejo y vistiéndose del nuevo (Col 3,9s). Que Dios «nos resucitó con el Mesías Jesús y con él nos hizo sentar en el cié-lo» (Ef 2,6) significa que «gracias a esa generosidad estáis ya salvados por la fe; es decir, no viene de vosotros, es don de Dios; no es por lo que hayáis hecho, para que nadie se engalle» (Ef 2,8s).

c) Para defender a la escatología contra las dificultades crí-ticas se recurre al argumento de "que no se debe fijar precipi-tadamente una fecha determinada a la irrupción del fin. Ciertos maestros gnósticos sostenían que la resurrección había tenido ya lugar (2 Tim 2,18) y se burlaban de quienes seguían esperando

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LA UNIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO

El Nuevo Testamento no contiene una teología unitaria, sino diversos testimonios que se contradicen a veces entre sí. Sin embargo, puesto que en todos los escritos del Nuevo Tes-tamento se desarrolla la predicación del Cristo crucificado y resucitado, hay que plantearse la cuestión de la unidad del men-safe que trasciende de las diversas afirmaciones, el problema del canon dentro del canon, para que, en la pluriformidad de las palabras, se pueda escuchar la palabra única del evangelio. La unidad del Nuevo Testamento se fundamenta en el kerigma único que se expone en la predicación de ta cristiandad primera.

Véase la bibliografía del párrafo 1; además, O. Cullmann, Christus und die Zeit (1946, 31962); id., Heil ais Geschichte (1965, a1967); E . Kase-mann, Begründet der neutestamentliche Kanon die Einheit der Kirche?: EvTh 11 (1951/52) 13-21 = EVB I (61970) 214-223; id., Das Neue Tes-tament ais Kanon (1970) 124-133; N. A. Dahl, Die Theologie des Neuen Testaments: ThR NF 22 (1954) 21-49; H. Conzelmann, Zum Überlieferungs-problem im Neuen Testament·. ThLZ 94 (1969) 881-888 = Theologie ais Schriftauslegung (1974) 142-151; E. Lohse, Die Einheit des NT (1973).

a) Los escritos neotestamentarios no desarrollan una doc-trina unitaria, sino que presentan diversos esbozos teológicos. La cristiandad primitiva tomó la predicación de Jesús, con la que éste anunciaba el comienzo inmediato del reino de Dios, vinculó al nombre de Jesús todas las esperanzas dirigidas ha-cia el futuro y esperó con su venida como Hijo de hombre el futuro giro del mundo. El cristianismo primitivo dio al Jesús de Nazaret crucificado y resucitado los títulos de Cristo, Señor e Hijo de Dios. Expresó así que en su vida se habían cumplí-do las promesas de Dios y se había hecho presente la salva-ción. Las consecuencias implícitas en ese kerigma primitivo las dedujo Pablo en su doctrina de que Cristo es el fin de la ley y de que sólo por la fe puede recibirse el mensaje salvífico de la revelación de la justicia de Dios. Antes de Pablo no se había abordado tan directamente el problema de la ley ni se había llegado a una decisión tan clara, ni siquiera en los círculos de las comunidades helenísticas, que se habían propuesto como primera tarea el llevar el mensaje de Cristo más allá de las fron-teras del judaismo. Cuando Pablo interpreta el evangelio como

judaismo. Pero une la visión escatológica de la historia con el mensaje de la cruz, resurrección y nueva venida de Cristo, para mostrar el período todavía futuro de la historia del mundo. Las múltiples imágenes apocalípticas se hallan insertas en la confe-sión de fe en Cristo. Con ello, el material escatológico ha ex-perimentado una religación con la historia que cambia funda-mentalmente su carácter, de modo que ahora sirve para expo-ner plásticamente la universalidad del acontecimiento Cristo.

El vidente Juan orienta una y otra vez la mirada de la co-munidad oprimida hacia el reino de Dios y de Cristo que ya se ha establecido en el cielo y que se impondrá ciertamente so-bre la tierra. Con ello, Juan recoge el tema central de la pre-dicación de Jesús y la expectación de la cristiandad primera. La venida del reino de Dios se identifica con la parusía de Cristo. El reino de Dios y la cristología se encuentran íntimamente uni-dos en la teología del Apocalipsis de Juan. Del mismo modo que Dios, como Pantocrátor, es el Principio y el Fin (Ap 1,8; 21,6), así también se le llama a Cristo A y Ω, el cual, como primero y último, abarca el principio y el fin (Ap 1,7; 2,8; 22, 13) y gobierna el mundo con poderes divinos. A la luz de su reino, que se va abriendo camino, se descubre también la na-turaleza de los poderes de este mundo. Mientras en la visión del libro de Daniel los cuatro imperios del mundo que se van levantando uno tras de otro están representados por cuatro ani-males diferentes (Dn 7,1-7), para el vidente Juan, esos reinos se funden en una única figura con diez cuernos y siete cabezas, que se parece a una pantera y cuyos pies son como los de un oso y sus fauces como las de un león (Ap 13,ls). Este animal entra en escena amenazando con su fuerza satánica y suscitan-do el terror. Pero su poderío se ha quebrado ya, pues Satanás ha sido arrojado del cielo (Ap 12,9), y la fiera tiene su lugar preparado en el lago de azufre ardiendo (Ap 19,20). La comuni-dad creyente y sufriente sabe que toda soberanía pertenece a Dios y a Cristo. Por ello, la Iglesia militante en la tierra alaba, en unión con la grey de los que ya han triunfado en el cielo (Ap 7,8-17; 11,15-17; 12,10-12; 14,2s; 15,3s; 19,1-10), el rei-no de Dios y del Cordero, que al final de los días se hará vi-sible ante todos los ojos. Pero hasta ese momento es necesario perseverar y mantenerse fiel (Ap 13,10; 14,12, etc.).