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LORD CARTERET Y CERVANTES: ANÁLISIS DEL CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO QUE PROPICIÓ LA PRIMERA INICIATIVA INGLESA DE EDITAR EL QUIJOTE EN ESPAÑOL Y OFRECER UNA BIOGRAFÍA DE SU AUTOR MARÍA JOSÉ ALVAREZ FAEDO Universidad de Oviedo John, Lord Carteret, Barón de Granville fue un gran mecenas de los literatos de su época. Su edición del Quijote titulada Vida y Hechos del In- genioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha constituye, en palabras de Emi- lio Martínez Mata (2001:1202), la primera edición «monumental del Qui- jote». Rachel Schmidt (1999: 49) es de la misma opinión, como demuestra esta cita: ... esta edición en dos tomos merece ser considerada como el primer mo- numento al autor de la novela, Cervantes. Además de la biografía de Ma- yans, la «Vida de Miguel de Cervantes Saavedra por D. Gregorio Mayans y Sisear», contiene el primer retrato del autor, dibujado por William Kent, y una portada alegórica, diseñada por John Vanderbank, que representa a Cervantes como Hércules Musagetes liberando al Monte Parnaso de los monstruosos invasores de la literatura fantástica. La publicación de la pri- mera biografía y del primer retrato cervantinos, así como el mero tamaño y la suntuosidadfísicadel libro, encuademación, tipo de letra e ilustracio- nes, marcan esta edición como una empresa mediante la que se pretendía lanzar a Cervantes desde el reino de la literatura popular a las etéreas altu- ras del Parnaso 1 . 1 Todas las traducciones al español de las citas escritas originalmente en inglés que apa- recen en esta ponencia son obra de la autora de la misma: «... this two-volume edition deser- ves to be considered the first monument to the novel's author, Cervantes. In addition to Ma- yan's biography, the 'Vida de Miguel de Cervantes Saavedra por D. Gregorio Mayans y Sisear', it contains the first portrait of the author, designed by William Kent, and an allegorical fron- tispiece, designed by John Vanderbank, that represents Cervantes as Hercules Musagetes li- berating Mount Parnasus from the monstrous invaders of fantastic literature. The publica- tion of the first Cervantine biography and portrait, as well as the sheer size and physical sumptuousness of the book, paper, binding, print type, and illustrations, mark this edition as a physical and intellectual venture intended to launch Cervantes from the realm of popular literature on to the ethereal heights of Parnasus.» «Cervantes y el Quijote.» Actas Coloquio internacional (Oviedo, 27-30/10/2004) CERVANTES Y EL QUIJOTE. María José ALVAREZ FAEDO. Lord Carteret y Cervantes: aná...

Lord Carteret y Cervantes: análisis del contexto socio ... · tal punto que de él llegó a decir Jonathan Swift, el autor de Los Viajes de Gulliver, que sabía más griego, latín

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LORD CARTERET Y CERVANTES: ANÁLISIS DEL CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO

QUE PROPICIÓ LA PRIMERA INICIATIVA INGLESA DE EDITAR EL QUIJOTE EN ESPAÑOL

Y OFRECER UNA BIOGRAFÍA DE SU A U T O R

M A R Í A J O S É A L V A R E Z F A E D O

Universidad de Oviedo

John, Lord Carteret, Barón de Granville fue un gran mecenas de los literatos de su época. Su edición del Quijote titulada Vida y Hechos del In­genioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha constituye, en palabras de Emi­lio Martínez Mata (2001:1202), la primera edición «monumental del Qui­jote». Rachel Schmidt (1999: 49) es de la misma opinión, como demuestra esta cita:

... esta edición en dos tomos merece ser considerada como el primer mo­numento al autor de la novela, Cervantes. Además de la biografía de Ma-yans, la «Vida de Miguel de Cervantes Saavedra por D. Gregorio Mayans y Sisear», contiene el primer retrato del autor, dibujado por William Kent, y una portada alegórica, diseñada por John Vanderbank, que representa a Cervantes como Hércules Musagetes liberando al Monte Parnaso de los monstruosos invasores de la literatura fantástica. La publicación de la pri­mera biografía y del primer retrato cervantinos, así como el mero tamaño y la suntuosidad física del libro, encuademación, tipo de letra e ilustracio­nes, marcan esta edición como una empresa mediante la que se pretendía lanzar a Cervantes desde el reino de la literatura popular a las etéreas altu­ras del Parnaso1.

1 Todas las traducciones al español de las citas escritas originalmente en inglés que apa­recen en esta ponencia son obra de la autora de la misma: « . . . this two-volume edition deser­ves to be considered the first monument to the novel's author, Cervantes. In addition to Ma­yan's biography, the 'Vida de Miguel de Cervantes Saavedra por D. Gregor io Mayans y Sisear', it contains the first portrait of the author, designed by Wi l l iam Kent, and an allegorical fron­tispiece, designed by John Vanderbank, that represents Cervantes as Hercules Musagetes li­berating M o u n t Parnasus from the monstrous invaders of fantastic literature. T h e publica­tion of the first Cervantine biography and portrait, as well as the sheer size and physical sumptuousness of the book, paper, binding, print type, and illustrations, mark this edition as a physical and intellectual venture intended to launch Cervantes from the realm of popular literature on to the ethereal heights of Parnasus.»

«Cervantes y el Qui jote . » Actas Coloquio internacional (Oviedo, 27-30/10/2004)

CERVANTES Y EL QUIJOTE. María José ALVAREZ FAEDO. Lord Carteret y Cervantes: aná...

Y he aquí la paradoja, ¿por qué acomete tal empresa un político in­glés que, en octubre de 1737 lanza, con el apoyo de su colega de parti­do William Pulteney -Barón de Bath- y de los hombres de negocios de Liverpool, Manchester y Glasgow, una petición para emprender una cam­paña contra España, defendiendo el derecho de Inglaterra a comerciar con Sudamerica sin tener que pagar tributo por ello al monarca español, y continúa presionando hasta que, dos años más tarde, el 19 de octubre de 1739, Inglaterra declara la guerra a España?2

A fin de comprender las motivaciones de este eminente hombre de estado vamos a comenzar por indagar en su vida y en su época desde una perspectiva neohistoricista. El «Nuevo Historicismo» (New Historicism) es un término que fue acuñado por Stephen Greenblatt3, un experto en la época Renacentista Inglesa, en 1982. Según este enfoque crítico, la his­toria no es una mera crónica del pasado, sino más bien una herramien­ta que nos permite comprender hechos y comportamientos de una épo­ca y es en ese marco en el que la labor del crítico consiste en detectar y analizar el potencial subversivo del texto (Veeser, 1994), aunque en nues­tro caso, nos centraremos en el potencial subversivo de los hechos del Barón de Granville.

John Carteret nació el 22 de abril de 1690 en una familia de nobles descendientes de los normandos. Recibió una exquisita educación en Westminster School y en Christ Church (Oxford). Los nobles ingleses del siglo X V I I I , cuando iban a la universidad con el sano propósito de incre­mentar su acervo cultural personal, una vez allí -en realidad- solían ha­cer de todo menos estudiar. Sin embargo, Lord Carteret fue una honro­sa excepción, pues se aplicó a sus estudios con gran dedicación —hasta tal punto que de él llegó a decir Jonathan Swift, el autor de Los Viajes de Gulliver, que sabía más griego, latín y filosofía de lo que era apropiado para alguien de su posición social. Además de los clásicos, dominaba las lenguas modernas, entre ellas el español4, y era conocedor de sus litera­turas. Curiosamente, era prácticamente el único inglés de su época que hablaba alemán, lo que le permitía conversar extensamente con su mo­narca, Jorge II, de la casa Hannover. Así pues, no es de extrañar que Lord

2 Véase Soboul et al, 1993 (1977): 824-825. 3 H . A r am Veeser, en The New Historcism Reader, explica que: «Roy Harvey Pearce should

be credited with the invention of the term new historicism in his 1972 book, Historicism Once More» (Veeser, 1994: 10).

4 Así lo deja patente Horace Walpo le en una carta a Sir Horace Mann , fechada en Lon ­dres, el 7 de enero de 1741-42, en la que, entre cotilleos de sociedad, explica que: « M i Lady Pomfret [... ] ha visitado al Conde español (el Marqués de Sabernego ) y a su esposa, aunque no habla ni una palabra en su idioma. Huyeron de España [ . . . ] . Viven principalmente con L o r d Carteret y su hija (Frances) , quienes hablan español» . ( « M y Lady Pomfret [... ] has been to visit a Spanish Count and his wife, though she cannot open her lips in their language. They fled f rom Spain [ . . . ] . They live chiefly with Lo rd Carteret and his daughter, who speak Spa­nish.» ) The Project Gutenberg E-text of The Letters of Horace Walpole, Vo lumen 1 por Horace Wal ­pole, 2003: 207 Carta 50.

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Dover (George James AgarWelboreEllis, 1797-1833), en la introducción a su edición de las cartas de Horace Walpole, Barón de Oxford, a Sir Horace Mann, Enviado Británico en la Corte de Toscana -publicada en 1833—, lo describiese en los siguientes términos:

Ningún hombre público de aquel tiempo tenía más valor, más ambición, más actividad, más talento para el debate o para la declamación. Ningún hombre público tenía unos estudios tan profundos y extensos. Estaba fa­miliarizado con los autores antiguos, y le gustaba sentarse hasta mediano­che discutiendo cuestiones filológicas y métricas con Bentley. Su dominio de las lenguas modernas era prodigioso. El Consejo Privado del Monarca, cuando él estaba presente, no necesitaba intérprete. Hablaba y escribía en francés, italiano, español, portugués, alemán, incluso sueco. Con sus inves­tigaciones había profundizado en los rincones más oscuros de la literatura. Estaba tan familiarizado con los canónicos y los escolásticos como con los oradores y poetas5.

Y su biógrafo, Archibald Ballantyne, por su parte, cuatro años más tar­de, ofrece el siguiente retrato de Lord Carteret, que no hace sino con­firmar la descripción anterior:

Era un consumado especialista en las lenguas clásicas; un maestro innato de lenguas europeas, alguien que podía hablar tanto de historia, como de derecho y literatura; amigo de Berkeley, Bentley, Addison, Gay, Pope; el ami­go personal preferido, aunque no amigo político, de Swift; un patrono ge­neroso y competente para hombres de letras; que rezuma franqueza y na­turalidad y bondad, de modo que ni sus enemigos políticos podrían odiarle; y, aun así, siempre elegante y refinado e imponente6. (Ballantyne, 1887: viii)

Prosiguiendo con sus datos biográficos, cabe apuntar que John Car­teret contrajo matrimonio el 17 de Octubre de 1710 con Lady Francés Worsley, una hermosa joven erudita de escasos 17 años. En 1711 obtuvo su escaño en la Cámara de los Lores, y se unió a los Whigs.

Por entonces, en Europa estaban a punto de desencadenarse una se­rie de acontecimientos: Luis XIV de Francia fallecería en 1716, un año

5 « N o public man of that age had greater courage, greater ambition, greater activity, grea­ter talents for debate or for declamation. N o public man had such profound and extensive learning. H e was familiar with the ancient writers, and loved to sit up till midnight discussing philological and metrical questions with Bentley. His knowledge of modern languages was pro­digious. T h e privy council, when he was present; needed no interpreter. H e spoke and wrote French, Italian, Spanish, Portuguese, German, even Swedish. H e had pushed his researches into the most obscure nooks of literature. H e was as familiar with Canonists and Schoolmen as with orators and poets.»

6 « H e was an acomplished classical scholar; an easy master of European languages; com­pletely at home in history, law, literature; the friend of Berkeley, Bentley, Addison, Gay, Pope; the chosen personal though not political friend of Swift; a generous, competent patron for men of letters; full of frankness and ease and good-nature, so that even his political enemies could not hate him; yet always dignified and refined and commanding.*

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después de que Jorge I fuera coronado rey de Inglaterra. El país queda­ba pues en manos del regente de su hijo Luis XV -que era el Duque de Orleans—, quien se haría con el trono en caso de que el joven monarca también falleciera. Sin embargo, el Borbón más cercano en la línea su­cesoria no era otro que Felipe V de España -aunque según el Tratado de Utrecht un mismo soberano no podría reinar a la vez en España y en Francia-. N o obstante, el temor de que el monarca español hiciese caso omiso de dicho acuerdo provocó un acercamiento entre Inglaterra y Fran­cia. Así fimaron un tratado por el que Inglaterra apoyaba al Duque de Orleans y Francia se comprometía a que el candidato de la Casa Estuar-do al trono inglés dejara de representar una amenaza para Jorge I.

En marzo de 1721 Lord Carteret, a quien le fascinaba la política ex­terior, fue nombrado Secretario de Estado por el Distrito Sur, con lo que se le asignaban las por entonces complicadas negociaciones con Francia, España, Austria y los distintos príncipes de Italia. Poco antes, Carlos VI de Alemania, tras el tratado de Utretch, había perdido toda posibilidad de acceso al trono de España, donde había pasado a reinar Felipe V - o , más bien, su esposa, la italiana Isabel de Farnesio-. Ella te­nía un hijo, Don Carlos, que no era heredero al trono de España, pero para el que quería los ducados de la Toscana, Parma y Piacenza en Ita­lia. Sin embargo, tras el mencionado tratado de Utrecht, el emperador alemán ni estaba dispuesto a reconocer a Felipe V como rey de Espa­ña, ni tenía intención de permitir la presencia de tropas españolas en Italia. De modo que Isabel de Farnesio inició los preparativos para una guerra. El emperador Carlos VI, alarmado, trató de solucionar la situa­ción mediante una serie de tratados que, no resultando satisfactorios para España, no consiguieron evitar que la flota española partiera de Bar­celona para atacar Messina el 10 de agosto de 1718. Pero, si la prime­ra victoria fue para España, acto seguido los ingleses atacaron la flota española en Messina hasta casi aniquilarla. Mas no acababan ahí las des­dichas de nuestro país, pues antes de que terminara el año Inglaterra iba a declararle la guerra, forzándola a evacuar Sicilia. También Fran­cia le iba a declarar la guerra al descubrir una conspiración española contra el regente Duque de Orleans. Y así España se vio obligada a unir­se a la Cuádruple Alianza (integrada por Inglaterra, Francia, Austria y Holanda) en febrero de 1720, por la que Sicilia pasaba a manos del Em­perador Carlos VI de Alemania, éste tendría derecho a la sucesión de los ducados de Italia y no se admitirían allí tropas españolas. Este era el panorama con el que se encontró Lord Carteret cuando fue nombrado Secretario de Estado.

Pero aún había otro asunto que enfrentaba a Inglaterra y España: la cuestión de Gibraltar. El Barón William Stanhope, embajador inglés en Madrid desde 1720 a 1727, opinaba que Gibraltar había de ser devuelto a España como aliciente para que ésta firmase la Cuádruple Alianza. Sin embargo, tanto el parlamento como la nación inglesa se opusieron ro­tundamente, y para cuando Lord Carteret tomó posesión de su cargo el

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gobierno inglés ya había decidido conservar la fortaleza. La única so­lución era tratar de negociar un restablecimiento de las relaciones cor­diales con la península sin tocar la cuestión de Gibraltar, pero España se aferraba a las promesas de Stanhope. No obstante el embajador in­glés (que más tarde se convertiría en Barón de Harrinton) explicó que su país estaría dispuesto a continuar con la guerra otros diez años antes de ceder el Peñón. La patria de Cervantes, por su parte, declaró que sólo firmaría la paz si el rey Jorge prometiese la devolución de Gibraltar con la condición de que España le ofreciese algo a cambio de equivalente va­lor. Así, el monarca británico envió una carta con la promesa solicitada, a sabiendas de que, sin la aprobación del parlamento, la carta carecía de validez. Y, finalmente, tras padecer la desesperante dilación de la buro­cracia de la Corte española, el Barón de Stanhope y Lord Carteret fue­ron testigos del tratado entre Inglaterra y España (firmado en Madrid, el 13 de junio de 1721), que fue seguido de una triple alianza entre In­glaterra, Francia y España para preservar la paz. Pero Carteret aún tuvo que soportar nuevas disputas entre el emperador de Alemania y el mo­narca español, teniendo que actuar de mediador entre ambos, y llegó a verse obligado, en su afán por conservar la estabilidad en Europa, a aca­llar las voces de aquellos de sus colegas que trataban de volver a sacar a la luz la cuestión de Gibraltar.

Entre tanto, Carteret iba ganando influencia en Francia, hasta el pun­to de que los rumores de que podría llegar a ser embajador en París lle­varon a Charles Townshend y Horario Walpole a urdir un malévolo plan contra él para obligarle a abandonar su puesto de Secretario de Estado. Así fue enviado a Dublín en 1724, donde permaneció hasta 1730. Ro­deado siempre de eruditos, contó con la amistad de Jonathan Swift. Lord Carteret fue un lugarteniente muy querido en Irlanda por su buena y ecuánime gestión, pues trató siempre de defender tanto los intereses in­gleses como los irlandeses.

Mientras, España firmaba el Tratado de Viena con el emperador ale­mán en 1725, y éste iba a apoyarla dos años más tarde, en su afán por recuperar Gibraltar. Por ello, en 1727, Isabel de Farnesio inició el asedio del Peñón. Sin embargo, Inglaterra no respondió en términos bélicos, sino que recurrió, una vez más, a la diplomacia. Consiguió que Carlos VI de Alemania retirara su apoyo a España que, al verse sola, inició las ne­gociaciones de paz. Pero, en ese momento, falleció Jorge I, y España fre­nó esas negociaciones y continuó con el asedio ya que, con Jorge II en el trono inglés, la alianza entre Inglaterra y Francia podría llegar a rom­perse. Pero sus expectativas no se cumplieron, y la reina española tuvo que firmar un tratado de paz en el Pardo, en Madrid. Más tarde, en 1729 se firmaría el Tratado de Sevilla, por el que entre Inglaterra, Francia y Es­paña debería existir paz absoluta. España consiguió que se le permitiera tener tropas en Italia, e Inglaterra logró que España dejara de reclamar­le Gibraltar, y, lo más importante, restablecer sus relaciones comerciales con España.

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El que Lord Carteret estuviera destinado en Dublín durante siete años, no fue óbice para que visitara Inglaterra con frecuencia, y asistiese a las sesiones del Parlamento. Ello le permitió estar al corriente de la política interior y exterior de su país.

Cuando regresó a Londres definitivamente en 1730, Robert Walpo-le, su gran enemigo político, era el Primer Ministro con el benepláci­to del rey Jorge II. En realidad, el monarca había elegido a Sir Spencer Compton para el cargo, destituyendo a Walpole, pero su incompeten­cia se hizo pronto notoria. Archibald Ballantyne (1887: 158) relata que, aprovechando esa circunstancia,

Carolina, una esposa extrañamente sabia para un marido de tan escasas lu­ces, a su manera prudente y aparentemente deferente, manejaba a Jorge a su antojo; y la primera prueba de su cuidadosamente velada influencia fue la casi inmediata restitución de Walpole a su previa posición de poder7.

Walpole aprovechaba la confianza que en él había depositado la rei­na para hacer propaganda negativa de Lord Carteret, y así volver a su soberana en su contra. Curiosamente, Carteret, que era consciente de que si quería ostentar un puesto importante en el gobierno en Londres no tenía más remedio que aliarse con Walpole o declararle una guerra sin tregua, le había escrito desde Irlanda ofreciéndole su colaboración, como explica su biógrafo, pero el Primer Ministro le dio a entender que aceptaría la cooperación de Carteret sin darle nada a cambio. Por lo tan­to, a éste no le quedó más que una opción a su regreso a la capital de In­glaterra: la de convertirse en el líder de la oposición en la Cámara de los Lores y lanzar allí severas críticas, como la que incluyo a continuación, contra su declarado enemigo:

Debemos considerar siempre al poder y a la autoridad como dos cosas de naturaleza muy distinta. El poder puede ser otorgado por la asamblea legislativa, pero la autoridad no puede ser concedida por ningún hombre. La autoridad puede ser adquirida por sabiduría, por prudencia, por buena conducta y comportamiento virtuoso, pero no puede ser otorgada por rey alguno, ni por soberano absoluto alguno sobre la tierra. El poder de un hom­bre depende del cargo o posición que ostenta; pero su autoridad no pue­de depender de nada más que del prestigio que adquiera entre la humani­dad8. (Ballantyne, 1887: 173)

7 «Caroline, a strangely wise wife for so foolish a husband, in her prudent and seemingly deferential way, managed George as she pleased; and the first illustration of her carefully vei­led influence was the almost immediate re-establishment of Walpole in all his former power.»

8 «Power and authority we must always look on as two things of a very different nature. Power, the legislature may give; but authority it can give no man. Authority may be acquired by wisdom, by prudence, by good conduct and virtuous behaviour; but it can be granted by no King, by no potentate upon earth. A man's power depends upon the post or station he is in; but his authority can depend upon nothing but the character he acquires among mankind.»

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Estas palabras suponían un claro ataque a la persona de Walpole, pues, ponían de manifiesto que el hombre al que iban dirigidas, es de­cir, quien ostentaba el poder en el gobierno, carecía de autoridad. En el contexto de esta histórica enemistad, se dice que, el barón de Granville, posiblemente para contrarrestar la mala propaganda que de él estaba haciendo el Primer Ministro ante la reina9, y en su afán por complacer a su soberana1 0 y ganarse su beneplácito, promovió una costosa edición de Don Quijote11. Rachel Schmidt es más específica a este respecto, y re­lata que:

según J. A . Mayans y Sisear12, Lord Carteret propuso que un ejemplar de la obra, «la fábula más agradable y discreta que se había escrito en el mundo», fuera añadida a la biblioteca del sabio Merlín de la reina inglesa Carolina, integrada por una selecta colección de «libros de invención»13. (Schmidt, 1999: 47-48)

Sin embargo, la propia autora apunta luego la posibilidad de que esta anécdota sea apócrifa14. Lo cierto es que la referencia más antigua a esta anécdota que he conseguido localizar aparece en Gregorii Maiansii, Gene-rosi Valentini, VITA, escrita originalmente en alemán por Johann Christoph Strodtmann entre 1745 y 1747, quien explica que:

9 La reina Carolina, en el contexto de sus tensiones con su odiado hijo Frederick, Prín­cipe de Gales, al que, en un determinado momento y meramente por intereses políticos y ar­tísticos, apoyaron Carteret, Swift, Gay y otros relevantes hombres de estado y de letras, según recoge L o r d Hervey en sus Memorias, l legó a decir: «My Lord Bol ingbroke y my Lo rd Carte­ret, a quienes puede usted decir, si lo considera pertinente, que hace mucho tiempo que sé que son dos de los hombres más despreciables de este país, y de los que no sólo se me ha di­cho a menudo que son dos de los mayores menürosos y bribones que hay en cualquiera de los países, si no que mi propia observación y experiencia así los ha hal lado» (Ballantvne, 1887: 166). ( « M y Lo rd Bolingbroke and my Lo rd Carteret, whom you may tell, if you think fit, that I have long known to be two as worthless men of parts as any in this country, and whom I have not only been often told are two of the greatest liars and knaves in any country, but whom my own observation and experience have found so.» )

1 0 C o m o dato curioso, la tercera hija de Lo rd Carteret -Geo rg ina Caro l ina - era ahijada del rey y la reina.

1 1 Véase «John Carteret, 2nd Earl of Granvile.» En http: //en. wikipedia. org/wiki/John_Car-teret, _2nd_Lord_Carteret .

1 2 Juan Antonio Mayans y Sisear y Juan Antonio Pellicer y Saforcada son los editores de Cartas sacadas a la luz por Francisco Martínez y Martínez en 1917.

1 3 « A c c o r d i n g to J. A . Mayans y Sisear, L o r d Carteret p r o p o s e d that a vo lume of the work, 'the most pleasant and discreet fable written in the wor ld , ' be added to the English Q u e e n Caroline's library of the wise Merl in, composed of a select collection of 'books of in­vention ' " .

1 4 Véase también a este respecto Fernández de Navarrete, 1819: 204, y Mestre, quien en su introducción a la «Vida de Miguel de Cervantes Saavedra» reeditada en la edición digital de las Obras Completas de Gregorio Mayans aduce que: «Por otra parte, la admiración de lord Car­teret [por El Quijote] era tal que quiso obsequiar a la reina de Inglaterra con la edición de la, a su juicio, mejor obra de humor de la literatura» (1984: 209).

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La reina de Inglaterra formó una biblioteca de novelas para recreo de su espíritu. La mostró a lord Carteret, conde Granville, quien en obsequio de la reina manifestó que le faltaba la obra más ingeniosa y graciosa, pero él la colocaría en aquella selectísima biblioteca. (1974: 107)

Sin embargo, una vez más, esto no deja de ser una anécdota relatada sin proporcionar evidencia documental alguna. No obstante, resulta muy creíble desde el punto de vista histórico. Lord Carteret, sabedor de que Jorge II, a pesar de sus numerosas amantes, quería a la reina profunda­mente, y consciente de la determinante influencia política que ésta15 ejer­cía sobre él, necesitaba conseguir la amistad y el favor de la soberana, y puso en tal empresa todo su empeño. Y a tal fin, si de complacer a la rei­na se trataba, no debía reparar en gastos ni en ostentosidad para agasa­jarla con la hasta entonces más sublime edición del Quijote en su versión original. Carteret ya era hombre de confianza del rey, pues había defen­dido los intereses de la Casa Hannover, y ahora se había hecho también un asiduo de los círculos ilustrados del entorno de la reina Carolina, ha­ciéndola partícipe de sus proyectos literarios. Así, según Ballantyne (1887: 183) es ella misma quien anuncia a Walpole que Lord Granville estaba escribiendo la historia de su propia época, y se decía que éste también frecuentaba las amistades de Voltaire durante la estancia del filósofo fran­cés en Inglaterra. La relación personal de Carteret con los monarcas en la época en la que estaba preparando su edición del Quijote llegó a ser tan estrecha, que hasta tenía que tomar partido en las discusiones do­mésticas de éstos con su hijo, el Príncipe de Gales. Hasta tal punto llegó esta complicidad entre el erudito y los soberanos que, al oír al rey y a la reina referirse al Barón de Granville con buenas y amables palabras, Sir Robert Walpole se echaba a temblar. Ballantyne (1887: 186) explica que «tenía más miedo de Carteret en la Corte que en la Cámara de los Lores, y le consideraba la persona que con más probabilidades podría suplan­tarle consiguiendo el favor del rey y la reina» 1 6. En vista de esto, y como último recurso, Walpole dio un ultimátum a la reina: tendría que elegir entre Carteret y él. Ella le dio a él su beneplácito, pero falleció ese mis­mo año de 1937. Sin embargo, en su lecho de muerte, se aseguró de que su marido mantuviera a Walpole en su puesto de Primer Ministro.

Así, todos los esfuerzos de Lord Carteret por ganarse a la reina para poder ostentar un cargo de importancia en el gobierno, incluida su «mo­numental» edición del Quijote, si bien lograron conseguir su complicidad y su amistad, se vieron repentinamente frustrados por el adverso devenir de los acontecimientos, y tuvo que seguir contentándose con liderar la

1 5 Jeremy Black es uno de los pocos historiadores que pone en duda la influencia de la reina Carolina sobre su esposo en materia política. Véase a este respecto Robert Walpole & The Nature of Politics in Early Eighteenth Century England {1990: 40).

1 6 « H e was far more afraid of Carteret at Court than in the House of Lords, and thought him the most likely person to supplant him in the favour of the King and Queen . »

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oposición en el gobierno. Sin embargo, los errores políticos que Sir Ro-bert Walpole cometería en su afán por evitar que Inglaterra participara en guerras, a su juicio, innecesarias, serían aprovechados por Lord Car-teret para arremeter contra él con dureza en la Cámara de los Lores, pro­poniendo que Inglaterra declarase la guerra a España, ya que los guar­dacostas españoles impedían que los barcos ingleses pudieran comerciar con América -España tenía una bula Papal que le otorgaba ese territo­rio, pero la Inglaterra anglicana no consideraba que ese documento tu­viera validez-. Finalmente, Inglaterra entró en guerra con España y Wal­pole hubo de abandonar su cargo en febrero de 1742. El rey nombró entonces, de nuevo, a Lord Wilmington como Primer Ministro, aunque, como explica Bailantyne (1887: 241):

Carteret... oficialmente fue designado Secretario de Estado para el de­partamento del norte, pero todos comprendieron que Wilmington era un don nadie, y que Carteret era en realidad el Primer Ministro. Siempre se dijo que el Gobierno estaba en sus manos'7.

Lo cierto es que el hecho de que la vuelta de Lord Carteret a Londres desde Irlanda se produjera en 1930, al año de haberse firmado el tratado de paz con España, unido a que -como ya se ha mencionado- el diplo­mático inglés fuera uno de los mayores eruditos de su tiempo, amante de las letras y gran admirador de Cervantes y su obra, y a que desde 1732 a 1735 el Conde de Montijo fuese embajador español en Inglaterra y a am­bos diplomáticos les uniese una gran amistad, así como al hecho de que esa amistad también se extendiese al por entonces embajador inglés en España, Sir Benjamín Keene —muy útil, por otra parte, a la hora de con­tactar con Don Gregorio Mayans y Sisear-, constituyen circunstancias que posiblemente hayan contribuido también a propiciar el contexto para em­prender una edición sin precedentes de la obra maestra de Cervantes. Ade­más, aparte del interés de Lord Carteret por las letras, Antonio Mestre apunta otro posible aliciente -que considero muy plausible— para que este noble inglés se embarcara en la empresa de promover en Inglaterra una edición tan lujosa y costosa del Quijote en español, adornándola ostento­samente con exquisitos grabados de Vanderbank, y que, a su vez, explica­ría su afán por incluir la primera biografía de Don Miguel de Cervantes Saavedra, escogiendo a un erudito español para tal encargo. En el prólo­go a la Vida de Miguel de Cervantes Saavedra de Gregorio Mayans18, Mestre incluye las palabras quejóse Octavio Bostanza dirige a éste en una carta:

1 7 «Carteret ... officially was designated Secretary of State for the Northern department; but everyone understood that Wi lmington was a mere cypher, and that Carteret was really the Prime Minister. T h e Government was always spoken of as his.»

1 8 John Ozell (d. 1743), enemigo de Alexander Pope, es el autor de la traducción ingle­sa, llevada a cabo en 1738, de la Vida de Cervantes que Gregorio Mayans y Sisear escribiera para la edición de L o r d Carteret.

CERVANTES Y EL QUIJOTE. María José ALVAREZ FAEDO. Lord Carteret y Cervantes: aná...

Hablando de la Vida de Cervantes me ha dicho [Keene] que sentiría que el delicadísimo gusto de Vm. se quisiesse manifestar en dicha obra criticando (como doctamente supiera Vm. hacer) la vida de D . Quijote, y es que M y Lord Carteret, que la aprecia infinitamente, no recibiera de buena gana el desengaño, y más siendo a su costa y por su diversión el Quijote que allá se imprime. (Mestre, 1972: xlii)

Es decir, de acuerdo con esto, Lord Carteret habría encargado esta edi­ción del Quijote por capricho propio o, citando a Bostanza «por diversión» y, fiel a mi interpretación neohistoricista orientada, según Veeser, a de­tectar y analizar el potencial subversivo implícito en los hechos de este insigne político y erudito inglés, el Barón de Granville podría haber pre­tendido, por medio de una edición a todo lujo que incluyese la biogra­fía del autor del Quijote, conseguir desprestigiar a Avellaneda. Ya que, como reza esta cita, Lord Carteret no quería que Gregorio Mayans cri­ticase la obra de Cervantes, de lo que se deduce que lo que le pedía era una biografía laudatoria del autor para restituirle el mérito que le ha­bían tratado de arrebatar los admiradores de Avellaneda. De hecho, Mes­tre explica que esa edición incluye una ilustración de la certificación emi­tida por Alvaro Tarfe de que el personaje de Don Quijote de Avellaneda era un fraude y que la biografía en sí constituía un ataque contra éste autor y sus seguidores, ya que, en ella, Mayans afirma que: « 'no ai hom­bre de buen gusto que haga aprecio' de Avellaneda» (1972: lxi i ) 1 9 .

Estos son los posibles motivos que he conseguido recoger en mi afán de tratar de ofrecer una respuesta a por qué Lord Carteret se embar­có en tamaña tarea de edición del Quijote. Y dada la evidencia histórica, política y documental que he aportado, he de concluir que, en mi hu­milde opinión, los motivos que justifican tal empresa son tanto literarios -reivindicativos del prestigio de Cervantes y del valor artístico de su obra-como políticos —a fin de alcanzar el culmen de su carrera hacia la cima del poder, llegando a ejercer, si no de título al menos sí de hecho, como Primer Ministro de su país-.

Por otra parte, todas las referencias a la personalidad de este erudito inglés —que ponen de manifiesto que, entre otros idiomas, hablaba es­pañol; que sacan a relucir sus «profundos y extensos» estudios y sus dis­cusiones «filológicas y métricas» con otros ilustrados de la época; que nos informan de que «con sus investigaciones, había profundizado en los rincones más oscuros de la literatura» (Dover, 1833: Introducción) y de que «podía hablar tanto de historia, como de derecho y literatura» (Ballantyne, 1887: viii)— revelan que, además de un gran político, Lord

1 9 Jaime Siles también apunta en esta dirección, a la vez que afirma que Lo rd Carteret «que ­ría regalar a la reina de Inglaterra una edición del Quijote que engrosara su biblioteca de li­bros de h u m o r » (1999: 679). U n estudio de esta crítica a Avellaneda aparece en «Mayans Bi­bliotecario Real (1733-1739)» en Biografía - Don Gregorio Mayans y Sisear, entre la erudición y la política. Gregorio Mayans digital.

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Carteret era un hombre de letras de mente preclara. Y esto explica que este exigente ilustrado no promoviese una edición cualquiera del Qui­jote, sino que tratase de hacer la mejor hasta la fecha, encargándose per­sonalmente de todo: de elegir impresor, biógrafo, e incluso pintor para sus grabados. Una edición tan sumamente cuidada sólo podría surgir de un experto filólogo y gran perfeccionista. Y, en la Inglaterra del siglo X V I I I , Lord Carteret era ese hombre.

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