Lorenz Malvinas

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    Federico Lorenz

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    Malvinas. Una guerra argentinaEditorial Sudamericana

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    Para Antonio Reda, amigo,

    ex combatiente, ferroviario,

    vencedor en la batalla de los

    ratones en el Moody Brook.

    Para la tropadelt.

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    Queran que comiramos

    de las miguitas del olvido

    Pero no quedan palomas

    despus de una guerra

    Pichones de cndordesgarrando

    las tripas de la verdad

    GUSTAVO CASO ROSENDI,

    En El Palomar

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    Introduccin

    El 13 de enero de 1833 comenz uno de los hechos centrales de la historiaargentina. Ese da, una nave de guerra britnica, la Clo, expuls a lasautoridades rioplatenses de las Islas Malvinas, iniciando un proceso deocupacin slo interrumpido fugazmente entre abril y junio de 1982, cuandotropas argentinas volvieron a izar la bandera celeste y blanca en la capital delarchipilago. Sucesivos gobiernos argentinos han reclamado ininterrum-

    pidamente la restitucin a la soberana argentina de las Islas Malvinas. Lacuestin diplomtica es, pues, de larga data, y ste es uno de los elementoscentrales para comprender el profundo peso que el archipilago austral tieneen la cultura poltica argentina.

    Sin embargo, sta no es una historia de la disputa diplomtica por lasoberana de las islas, sino una aproximacin a la guerra librada entre laArgentina y Gran Bretaa entre abril y junio de 1982, que tiene su origenremoto en el hecho de fuerza ilegal producido por los britnicos. No seencontrarn aqu ms que las referencias imprescindibles al contextodiplomtico, pues el objeto de esta obra es ofrecer un panorama de conjunto

    sobre la experiencia social de la nica guerra librada por la Repblica Argentinadurante el siglo XX, en el marco de la peor dictadura militar de su historia,contra la segunda potencia de la Organizacin del Tratado del Atlntico Norte,en el contexto de la Guerra Fra, en un perodo de un gran aislamientointernacional.

    Este libro quiere, ms que nada, ofrecer elementos para pensar qu marcasdeja una guerra en la vida de las personas, hayan combatido en ella o no.

    Durante muchos aos he dedicado mis esfuerzos como historiador aestudiar la guerra de Malvinas, y siempre me llamaron la atencin una serie decuestiones que parecen intrnsecamente asociadas a su historia. Por oposicin

    a la densidad explicativa que estn ganando los estudios sobre el pasadoreciente argentino, en particular el perodo de la dictadura militar, la guerra delAtlntico Sur ha quedado anclada en una serie de simplificaciones que tienenparte de verdad y que por supuesto funcionan como tales, como todas lasimgenes sociales construidas con fuerza en la inmediata posguerra durantela dcada del ochenta.

    Si la sociedad civil y el Estado han asumido en forma creciente conaltibajos e imperfecciones determinadas deudas con el pasado, no puede

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    decirse lo mismo en relacin con la guerra de Malvinas. En primer lugar all,siempre a la mano, est el discurso patritico escolar para borrar lasdiscusiones polticas sobre una guerra a caballo de esas convicciones(compartidas por muchos de los que fueron, aunque no por todos, por muchosde los que acompaaron la aventura desde el Continente, pero sin dejar lugarpara que se expresaran los que se oponan). Una causa nacional (sagrada) que

    produjo muertos en su defensa (santos laicos) no permite el disenso.En el otro extremo, est la reduccin de la guerra a un hecho absurdo en el

    que murieron jvenes inmaduros vctimas de sus superiores, y que por endeno merece mayor explicacin. Cualquiera que desee descomponeranalticamente ambos cuadros, se encontrar en un lugar bastante incmodo,que tiene por extremos calificaciones dispares. Para algunos, explicar que losisleos vivieron la presencia argentina como una ocupacin significa ser"escritor a sueldo de los britnicos" o "terrorista histrico". Para otros, sisealamos que muchos ex soldados valoran positivamente su experienciamilitar en las islas, nos transformamos en "reivindicadores de la dictadura".

    Acaso sea sta una buena ocasin para aclarar que ni la corona britnica mepaga sueldo, ni recibo estipendio alguno por parte de los procesistas.

    Pero lo cierto es que, de un extremo al otro, Malvinas aparece como untema histrico que, o tiene dueos exclusivos, que vomitan del coto nacional alos tibios (y es todo lo inexpugnable que no fueron las islas en 1982), o es unbarco con una tripulacin progresista y democrtica que lo dej al garete hacetiempo, slo para ver que, como si fuera el buque fantasma del holandserrante, reaparece de entre la bruma cada tanto para recordarnos nuestrostemores (y nuestras deudas).

    El lugar comn de ambas posiciones es que en ellas campean una

    intolerancia peligrosa y simplificaciones que tienen su origen en un arco deposibilidades que van desde la pereza intelectual, pasando por una ignoranciamuchas veces ramplona (hija de la primera), para llegar a la mala fe.Ignorancia que suele anclarse, por una parte, en la imposibilidad o nulavocacin de entender a la Repblica Argentina como una realidad amplia ydiversa, y que en ella se desarrollaron, en consecuencia, experiencias distintasa las de los grandes centros de formacin de la opinin pblica. En ese sentido,la guerra de Malvinas fue un hecho tan nacional como federal, y esto le agregauna gran complejidad a la cuestin.

    Por eso este libro tampoco es una explicacin y un relato exhaustivo de las

    batallas libradas en Malvinas, ni una contabilidad de aviones derribados obarcos hundidos, y tampoco es una recopilacin de testimonios de primeramano sobre la guerra en las islas (que ya las hay, y muchas muy buenas).Sobre todo, no es un body counting, a la manera estadounidense en Vietnam,que permita medir el valor de los contendientes o el grado de entrega de loscontrincantes por la cantidad de muertos o heridos, porque el contactofrecuente con ex combatientes o sobrevivientes del terrorismo de Estado de untiempo a esta parte transformaron para m estas cuestiones en obscenas.

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    Tampoco adopta el tono contrafctico que muchas de las publicaciones tienen,para demostrar que "se podra haber ganado". Tales lecturas no sonhistricamente relevantes: una vida segada es un hecho histrico imposible demodificar; no as lo que se diga sobre esa muerte. Pienso, sencillamente, quela pelea est all.

    Con esta idea, este trabajo, despus de la lectura sistemtica de muchos delos materiales ya producidos sobre la guerra, quiere ofrecer un panorama deconjunto que incluya las aristas ms polmicas o controversiales de un hechode gran vigencia en la cultura popular y poltica argentinas. Ms all de lanotoria ausencia de una versin oficial argentina de la guerra (el demoledorInforme Rattenbach nunca fue publicado oficialmente), hay una cantidad deobras muy serias de las que me he valido para este trabajo. Al final delvolumen propongo una lista de lecturas sugeridas. Y quiere, de ese modo,ofrecer elementos que garanticen la vigencia de una deuda social hacia los exsoldados conscriptos, que fueron actores de reparto en una superproduccinnacional en la que luego de la derrota pasaron a ser casi los nicos

    protagonistas, junto con los patticos villanos de turno. Por eso es que aunqueel conflicto con Gran Bretaa llamado guerra de Malvinas dur 74 das, esterelato histrico abarca poco ms de cinco aos que van desde las vsperas deldesembarco hasta la Semana Santa de 1987, donde qued establecido en laspalabras del presidente Ral Alfonsn que la democracia como estaba siendoconstruida en el quinquenio entre la derrota y la insurreccin riquistatampoco podra saldar la contradiccin planteada por Malvinas.

    El primer captulo ofrece una descripcin general del pas en vsperas de laguerra, del panorama poltico que enfrentaba la dictadura militar y las fuerzassociales que se le oponan. Tambin ofrece algunos elementos para entender la

    importancia de la cuestin por la soberana de Malvinas hasta alcanzar lascaractersticas de causa nacional. Le sigue un captulo dedicado a explorar lasmltiples respuestas que el desembarco del 2 de abril produjo, diferentes deacuerdo a la edad, la posicin social y el lugar de residencia en el pas. Eltercer captulo se ocupa de la primera fase de la guerra de Malvinas,constituida por el enfrentamiento aeronaval con la Task Force britnica. "Turba,barro y sangre", el captulo que le sigue, se ocupa de las condiciones de vidade los soldados argentinos en las islas, las caractersticas de su guerra detrincheras y la forma en la que fueron vencidos. El ltimo captulo apuesta aexplorar algunas de las consecuencias y ramificaciones que el conflicto delAtlntico Sur tuvo para la sociedad argentina, fundamentalmente su decisivaincidencia en la instauracin de un rgimen democrtico.

    El libro se titula Malvinas. Una guerra argentina, porque apuesta a compartirla idea de que el conflicto de 1982 debe ser entendido en el marco ms ampliode procesos histricos y sociales que exceden la duracin de la guerra, y que ala inversa, y por esta misma razn, una breve pero intensa guerra puedeiluminar procesos sociales mucho ms amplios y que condicionan nuestropresente.

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    "Sin medir costo poltico alguno"

    La frase pertenece al presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri: lapronunci en la tarde del viernes 2 de abril de 1982, cuando se difundi lanoticia de que fuerzas argentinas combinadas haban realizado un desembarcoen las Islas Malvinas. En pocas horas y al costo de escasas bajas todasargentinas redujeron a la guarnicin britnica y recuperaron temporalmenteese archipilago para la soberana argentina, iniciando un conflicto que seprolong hasta el 14 de junio de 1982. Sin saberlo, en esa frase sintetiz connotable eficacia el camino recorrido por la Junta Militar para llegar a la derrotaque no slo colocara a las Islas Malvinas ms lejos que nunca de la soberanaargentina, sino al gobierno de facto inmerso en el descrdito, en la puerta de

    salida luego de siete aos de represin interna, destruccin de la economa yentrega del patrimonio nacional.

    Por qu en Malvinas?

    Por qu un desembarco en el archipilago austral? Una serie de factores delarga y corta duracin histrica confluyeron en la decisin castrense deproducir una operacin militar para expulsar a los britnicos del archipilago,forzarlos a negociar y, por aadidura, recuperar apoyo social. Desde 1833, aoen que los ingleses ocuparon las islas por la fuerza y expulsaron a lasautoridades polticas rioplatenses, la cuestin diplomtica de las Malvinas setransform, sobre todo a partir de la dcada del treinta del siglo XX, en una

    causa nacional. Las islas se constituyeron en un territorio irredento que debaser recuperado para la soberana nacional, en el marco general de una visinde la historia que colocaba a la Repblica Argentina como una vctima desucesivos despojos territoriales por parte de pases limtrofes como Chile y elBrasil, o las potencias coloniales europeas, sobre todo Gran Bretaa. Esta ideatuvo una fuerza tal que se transform en un anhelo compartido por un arcopoltico que iba desde la extrema derecha a la extrema izquierda, y que sealimentaba tanto desde los discursos polticos como desde el sistema escolarpblico argentino. El senador socialista Alfredo Palacios, por ejemplo, impulsla edicin por parte del Congreso Nacional de Las Islas Malvinas, la obra de

    Paul Groussac, para que estuviera en todas las bibliotecas escolares, mientrasque una edicin reducida fue impresa por el Ministerio de Educacin.

    La educacin pblica argentina tuvo como objetivo aportar a lahomogeneizacin cultural y la construccin de la ciudadana de un pasaluvional a travs de tres ejes fundamentales: la enseanza de la lenguanacional, la formacin de una conciencia histrica comn y la inclusin de losciudadanos en una serie de rituales patrios. Esa "construccin de ciudadanos"se canaliz, sobre todo, a travs de la enseanza del amor por la patria,encarnado en una historia basada en las efemrides y en el peso de las

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    grandes figuras nacionales, en las que los militares del perodo de laindependencia eran figuras centrales. En este marco, la causa de Malvinasapareca con mucha fuerza para erigirse como smbolo de las aspiraciones demillares de argentinos, y a la vez se inscriba en un relato histrico en el quepara ser completa, entre otras cosas, la grandeza nacional requera de larecuperacin de ese territorio.

    Como resultado de este proceso, para miles de argentinos la divisa de queLas Malvinas fueron, son y sern argentinas era una marca identitaria, tantocomo la silueta inconfundible de las dos islas mayores del archipilago. Aunquealgunas maestras y directores tuvieron que correr a aprender y ensear lamarcha de las Malvinas con urgencia con posterioridad al 2 de abril, en lneasgenerales la reivindicacin de la soberana en las Malvinas era un tpicofuertemente arraigado en la cultura y la poltica argentinas. Un soldadocorrentino recuerda: "El soldado saba que lo que hay que defender era nuestroy ese era el punto final de lo que le ensearon al soldado argentino, de lo quelos docentes y maestras de nios ensearon de que las Malvinas es

    Argentina".1Pero, cmo son las Malvinas? La superficie total del archipilago es de casi

    12.000 km2, de los cuales 6.300 corresponden a la Isla Soledad y 4.300 a laGran Malvina. Ambas islas estn separadas por el estrecho de San Carlos. Elarchipilago es parte de la plataforma continental argentina, a 1.980kilmetros de Buenos Aires y 12.800 de Londres. Actualmente, el vuelo desdeRo Gallegos a la base militar de Mount Pleasant, en la Isla Soledad, demoraalrededor de cincuenta minutos: las separan 760 kilmetros. El archipilagoest compuesto por las dos islas principales y numerosas islas menores eislotes.

    Se trata de una zona subantrtica, con cambiantes condiciones climticas alo largo del da que alternan temporales de vientos fros con lluvias, lloviznas ygranizos. De este modo, una caminata en Malvinas implica vestirse de cebollapues en una hora se pueden experimentar las cuatro estaciones y todos losclimas. La temperatura promedio anual es baja: 6C, y los promedios deverano e invierno son respectivamente de 9,5C y 2,5C. Pero, al igual que enTierra del Fuego, las rfagas de viento pueden hacer descender la sensacintrmica diez o ms grados esa cifra. Las Islas Malvinas tienen un clima muyhmedo, ms del 80%. En el invierno, la noche dura ms de quince horas,pues el sol sale alrededor de las 9 horas y su puesta se produce a las 17. El

    suelo est compuesto de roca, turba y barro. Estos dos ltimos estnpermanentemente impregnados de agua.

    En 1982 en las islas prcticamente no haba caminos importantes. Supoblacin era de unos 1.850 habitantes, angloparlantes descendientes de losprimeros ocupantes instalados all luego del ataque britnico, concentradamayoritariamente en Puerto Argentino. Otra pequea poblacin era Pradera delGanso, con unos 150 habitantes. En la Isla Gran Malvina, los asentamientos

    1Martn Rolando Brtez, en Vassel, Corrientes en Malvinas, p. 113.

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    principales eran los de Puerto Howard y Baha Fox. Los isleos se comunicabanpor equipos de radio de onda corta (que los argentinos no controlaron porcompleto durante su permanencia) y una lnea telefnica de un hilo, lo quequiere decir que cualquiera que levantara el receptor poda escuchar lo que seestaba hablando en ese momento e intervenir en la conversacin.

    En 1970, la diplomacia argentina comenz una poltica de acercamiento alos isleos (mucho ms seria que la seduccin de Di Tella en los noventa). Envsperas de la guerra, las necesidades materiales mnimas de los isleos erancubiertas por un barco anual de la Falkland Islands Company, poderosaempresa que an hoy en da es la duea del grueso de las tierras en Malvinas.Pero las emergencias mdicas, los estudios secundarios, y necesidades bsicascomo el combustible y los alimentos frescos eran provisiones que venan delContinente, de los temidos argentinos de los que siempre esperaron una"invasin". De este modo, en Malvinas haba oficinas de Lneas Areas delEstado (LADE), Gas del Estado e YPF, mientras que trabajaban algunasmaestras bilinges. En 1971, los gobiernos argentino y britnico firmaron un

    convenio que les permiti a los isleos establecer comunicaciones concualquier parte del mundo a precios preferenciales, y que estableca que laArgentina implementara un servicio areo regular semanal a las islas. La pistadel aeropuerto de Puerto Argentino la construy la Fuerza Area argentina en1972. Tambin se estipularon las reglas para entrar y salir de las islas: quienquisiera hacerlo deba disponer de una white card, la tarjeta blanca otorgadapor la Cancillera. Por otra parte, muchos isleos tenan vnculos familiares conla colectividad britnica en el Continente, sobre todo en el caso de familiaspatagnicas en Santa Cruz y Tierra del Fuego. El oficial argentino a cargo delcontrol de la poblacin en Darwin durante la guerra, por ejemplo, se encontrlas fotografas de una adolescente a la que conoca bien, su esposa,compartiendo la repisa con su compaera de estudios en Crdoba, una islea.

    Prenda de acuerdo

    La presidencia de Roberto Eduardo Viola, durante el ao 1981, estuvocaracterizada por intentos aperturistas dentro de lo que una dictaduramilitar como la argentina poda permitirse bajo la consigna de que llegabael momento de "cosechar los frutos" de lo que los argentinos haban obtenidoen el quinquenio que arrancaba el 24 de marzo de 1976. "Hemos ganado lapaz" era una consigna que se repeta con bastante frecuencia en lasapariciones oficiales y en los medios grficos y televisivos.

    Sin embargo, el panorama era otro. Los efectos negativos de la polticaeconmica implementada por Jos Alfredo Martnez de Hoz, tambin un 2 deabril pero de 1976, comenzaban a hacerse visibles, y los intentos de controlinflacionario y cambiario, as como la financiacin de pasivos mediante laextensin de los plazos de vencimiento de los crditos (lo que significaba queel Estado se haca cargo de esos costos privados), fueron duramenteenfrentados y criticados por el establishmenteconmico, en un contexto derecesin y cada de la tasa de inversin. En los ltimos meses de la

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    presidencia de Videla, la deuda externa se haba cuadruplicado, llegando alos 25.000 millones de dlares. A finales de 1981, la crisis econmica eravisible en las devaluaciones, la recesin, la inflacin aparentementeimparable y la cada de las reservas. Como una herencia de esos aos, lacotizacin del dlar y las referencias a la deuda externa se volvieron parte delsentido comn de los argentinos hasta nuestros das.

    Por otra parte, dentro de las Fuerzas Armadas, sobre todo del Ejrcito, Violaera visto como un populista que pona en riesgo no slo la credibilidad delProceso de Reorganizacin Nacional, sino tambin la de su continuidad, la dedejar una "cra" que garantizara la consolidacin de una fuerza poltica queasegurara los resultados del golpe y la posicin de poder de los militares y susaliados.

    Desde el punto de vista de la oposicin, en julio de 1981 se form laMultipartidaria, una agrupacin que inclua a los partidos polticos tradicionalesy que tuvo por objetivo enfrentar este movimiento por parte de los sectorescastrenses y, a la vez, asegurar las condiciones para la recuperacin del Estado

    de derecho (y la posicin predominante de los partidos tradicionales, la UCR yel PJ, conducidos por Ricardo Balbn y Deolindo Felipe Bittel). La diversidad defuerzas partidarias con peso medio, en relacin con nuestro presente era muygrande, ya que la Multipartidaria inclua tambin a fuerzas como el Movimientode Integracin y Desarrollo y el Partido Intransigente.

    El movimiento obrero, duramente golpeado por la represin, estaba divididoen dos fuerzas, la CNT, dirigida por Jorge Triaca, de fluidos lazos con losmilitares, y la CGT Brasil, conducida por el cervecero Sal Ubaldini. En abril de1979, el movimiento obrero argentino haba lanzado un paro nacional, elprimero desde el golpe.

    La presencia de los derechos humanos como un reclamo tena mucho msfuerza en el campo internacional que en el nacional, y estaba casiexclusivamente impulsada por las organizaciones de derechos humanos. Lasagrupaciones de familiares la ms notoria de ellas por aquel entonces lasMadres de Plaza de Mayo eran visibles pero haban sido cercadas eficazmentepor la dictadura; confinadas a la Plaza de Mayo, que hicieron suya, y a accionescon escasa repercusin en la prensa, ganaron mucha ms fuerza con lasdenuncias en el exterior, y sin dudas un impulso notable fue la entrega delPremio Nobel de la Paz a Adolfo Prez Esquivel, del SERPAJ, en 1980.

    Pero en lneas generales, la voluntad militar de dar vuelta la pgina sin

    revisiones estuvo acompaada por la Multipartidaria e instituciones como laIglesia Catlica (la primera, en su documento inicial, acompa el llamadoeclesistico a la "reconciliacin nacional"), ya que no slo entendan que staera una condicin de los militares para entregar el poder, sino que a la vezconsideraban que las consecuencias del terrorismo de Estado, que conocancon mucho mayor detalle que los ciudadanos de a pie, no tenan la visibilidadpblica que poda tornar una poltica de olvido en algo negativo.

    El clima popular, tomando con cuidado esta expresin y pensando sobre

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    todo en los grandes centros urbanos, era de creciente hostilidad ydesconfianza hacia la voz oficial. Como sealamos, las consecuencias de laspolticas econmicas liberales del Proceso de Reorganizacin Nacional habangenerado una inflacin galopante que se tradujo en un ataque directo albolsillo de los asalariados: el valor del salario real se deterioraba rpidamentemientras las noticias daban creciente importancia a las cotizaciones del dlar y

    a las devaluaciones. Este escepticismo hostil se daba, salvo excepciones, en elmarco de una importante chatura cultural. El rock nacional, por canalesalternativos, volvi a ser una presencia, y en general se notaba en circuitosrestringidos y para pblicos determinados, como los jvenes, o ciertos crculosde clase media ilustrados la presencia de crticas o cuestionamientos msabiertos a la dictadura. Uno de los bastiones de esta actitud era la revistaHumor, fundada en 1978 y que lleg a vender 60.000 ejemplares. Pero otrossignos pasaban por las iniciativas de Teatro Abierto, o esfuerzos solitarioscomo el programa radial Anticipos, de Eduardo Aliverti y Liliana Daunes,quienes muy humildemente sealaban aos despus que no se trataba de queellos fueran muy valientes, sino que los dems no hacan nada.2

    Si en 1976 la dictadura militar haba tomado el poder con el argumento determinar con la subversin, en 1981 poda dar por cumplida la tarea, con losnefastos resultados que tanto mejor conocemos hoy. Para hacerlo y combatir loque consideraron una guerra, montaron un gigantesco sistema estatalclandestino e ilegal: el terrorismo de Estado fue el instrumento para librar labatalla contra la infiltracin marxista y preservar a la nacin en la Argentina.Decenas de miles de activistas polticos y ciudadanos considerados como talesfueron sus vctimas: secuestradas, torturadas y asesinadas por la represin,sus cuerpos luego incinerados, enterrados clandestinamente o, en formamayoritaria, arrojados en aguas abiertas. Fue una accin institucional, es decirque todas las jerarquas de todas las unidades estuvieron involucradas condistintos grados de compromiso y responsabilidad. En esta tarea representaronla voluntad de un conjunto de actores sociales que tambin participaron en lamatanza: instituciones tradicionales como la Sociedad Rural Argentina y laUnin Industrial Argentina (la colaboracin patronal con la dictadurasuministrando listas de delegados es conocida), la Iglesia Catlica argentina, ypartidos polticos que proveyeron de sus filas funcionarios para ocupar distintoscargos pblicos, desde intendencias hasta ministerios.

    En 1981 quedaban en funcionamiento solamente dos campos clandestinosde exterminio, la ESMA, dependiente de la Armada, y Campo de Mayo, delEjrcito. El grueso de las vctimas de la dictadura se produjo entre 1976 y1977, cuando el presidente de facto era Jorge Rafael Videla quiennotablemente logr, por contraste con la debacle posterior, sostener unaimagen bastante extendida de austeridad, correccin y eficacia.

    Es muy difcil una generalizacin, y es parte de la tarea de losinvestigadores aportar elementos para un panorama de la sociedad argentina

    2 En Novara y Palermo, La dictadura militar, p. 390.

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    en esos aos, pero en lneas muy gruesas podemos afirmar que, con grandesdiferencias regionales, se trataba de una sociedad replegada sobre s misma,descreda de las promesas oficiales y a la vez muy golpeada, sobre todo en lossectores ms bajos, por la poltica econmica del gobierno. Se trataba de unlustro en el que prcticamente toda asociacin fue considerada subversiva, yaunque slo se trataba de rumores ms o menos inconexos, tanto la violencia

    previa a la dictadura como el clima represivo instalado por las FF.AA. habandejado huellas en el comportamiento social, que pas de una etapa de altsimamovilizacin y presencia en las calles, como fue la dcada del setenta, alrepliegue entre las cuatro paredes familiares y a las calles vacas o controladaspor las pinzas del Ejrcito. La indeterminacion de quin era la vctima de larepresin (el culpable, ms bien) y lo incierto sobre su suerte (un vecino quedejaba de estar, o que se iba de repente) eran elementos pedaggicos de unaextraordinaria eficacia.

    En este contexto, los sectores ms duros de las Fuerzas Armadas noestaban dispuestos ni a revisar el pasado ni a entregar el poder con

    condicionamientos, y se movilizaron para desplazar a Viola, lo que concretaronen diciembre de 1981: la Junta de Comandantes lo destituy. Lo reemplazLeopoldo Fortunato Galtieri, comandante en jefe del Ejrcito e integrante de laJunta Militar, junto con Jorge Isaac Anaya, de la Armada, y Basilio Lami Dozo,de la Fuerza Area.

    La presidencia de Galtieri que, como Videla, volvi a concentrar en supersona los cargos de presidente de la Repblica y comandante en jefe delEjrcito fue presentada como un retorno a los nudos programticos delProceso de Reorganizacin Nacional y la recuperacin del timn de la sociedady la economa. La poltica de su ministro en ese campo, Roberto Alemann, fue

    una combinacin de congelamientos de salarios, alza de precios, liberalizacindel cambio y la promesa de una privatizacin en masa de las empresaspblicas. Coyunturalmente, y como un medio de fortalecer lo que considerabanla alicada autoridad del Proceso, Galtieri acompa decididamente la polticaexterior de los Estados Unidos en Centroamrica, mediante el envo deasesores de las Fuerzas Armadas argentinas que instruyeron a la contranicaragense y salvadorea en la lucha contrarrevolucionaria (los militaresargentinos eran considerados instructores de vala dados los resultadosalcanzados en su propio pas). Este apoyo a la poltica del presidente RonaldReagan fue uno de los elementos que ms tarde indujo a la conduccinargentina a pensar que el gobierno de los Estados Unidos sera neutral ante elconflicto con Gran Bretaa.

    En lo poltico, si el objetivo de Viola haba sido la apertura poltica conmecanismos que garantizaran su tutela y la participacin por parte de lasFuerzas Armadas, Galtieri apost ms fuerte: construir una fuerza propia conun fuerte componente civil afn al rgimen. Pero esta voluntad poltica,traducida en episodios como el pantagrulico asado de Victorica, una suerte derelanzamiento de un partido cvico-militar realizado en La Pampa, en el veranode 1982, aceleraron y profundizaron las actividades opositoras. En diciembre

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    de 1981 la Multipartidaria difundi un documento titulado Antes de que seatarde en el que abra nuevamente la puerta para la salida sin revisin delpasado, como una forma de poner los lmites al activismo poltico de Galtieri,mientras que la CGT Brasil anunci un plan de lucha a comenzar en febrero de1982, que la Multipartidaria no apoy.

    Malvinas

    Galtieri lleg al poder de la mano de un acuerdo con su amigo, el almiranteAnaya, que inclua el apoyo del Ejrcito a la recuperacin de la soberana sobrelas Islas Malvinas, an cuando este objetivo implicara la alternativa militar.Este era un deseo caro a los marinos, que haban desarrollado planes para esaeventualidad desde la dcada del cincuenta. Desde 1976, por otra parte, laMarina de guerra argentina haba iniciado una activa y agresiva presencia en elAtlntico Sur. Ese ao instal por sorpresa una dotacin cientfica en la IslaThule, de las Sandwich del Sur, hecho por el que Gran Bretaa slo protestformalmente y se hizo pblico recin en 1978. Este xito llev a planificar unintento semejante para las Islas Georgias del Sur (la Operacin Alfa, ver ms

    adelante).Galtieri era un general a quien sus subordinados asignaban dotes de mando

    y que haba desempeado diversos destinos, entre ellos el de comandante delII Cuerpo de Ejrcito, con asiento en Rosario. En ese cargo, haba concebido yconducido el fallido intento de asesinar a la conduccin montonera en Mxico,relatado en detalle por Miguel Bonasso en Recuerdos de la muerte. Antes deasumir la presidencia, como jefe supremo del Ejrcito haba construidomediante ascensos una estructura de mandos que lo apoyaba totalmente.Anaya,por su parte, era un duro que como agregado naval en la embajadaargentina en Londres haba desarrollado la idea de que los britnicos eran una

    potencia decadente, y a quien diferentes versiones sindican como el autor deun plan de desembarco en Malvinas durante el ao 1977, por encargo delalmirante Massera, quien en su puja interna con Jorge Rafael Videla le habaencomendado su confeccin.

    En esos aos, la recuperacin de las Islas Malvinas se haba constituido enuna de las prioridades de la Armada, que se vali, para su campaa de accinpsicolgica, tanto de materiales montoneros como del trabajo esclavo dealgunos de sus militantes secuestrados en la ESMA.3

    El retorno del archipilago austral a la soberana argentina, uno de losobjetivos que se haban fijado los nuevos militares en el poder, debaproducirse indefectiblemente antes del 3 de enero de 1983, fecha en la que secumpliran ciento cincuenta aos de la usurpacin britnica. La proximidad dela "fecha redonda" del siglo y medio de ocupacin britnica, hizo que losmilitares consideraran que ante un smbolo de tanta fuerza en la culturapoltica argentina, de no lograrse resultados satisfactorios al anhelo desoberana, su impopularidad no hara ms que aumentar. Para acompaarlos

    3 Verbitsky, Malvinas. La ltima batalla de la Tercera Guerra Mundial, p. 46 y ss.

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    en este objetivo, nombraron como canciller a Nicanor Costa Mndez, unveterano diplomtico representante de la lnea liberal ilustrada pero a la veznacionalista, y firme impulsor del alineamiento pro occidental de la Argentina.

    El panorama que Nicanor Costa Mndez pint a los miembros de la Junta noera halageo. Los avezados diplomticos britnicos desarrollaban una prcticadilatoria consistente en no cerrar las vas a la negociacin pero a la vez darlargas a sus respuestas. Paradjicamente, esta sensacin de frustracinargentina era compartida por los funcionarios del Foreign Office, queconsideraban necesario algn tipo de entendimiento, pero reconocan que lapresin del Parlamento (en particular el lobby de las Falklands) y laintransigencia de los isleos, haban empantanado las negociaciones. Desde elpunto de vista internacional, por otra parte, la Argentina haba sufrido un revspor el laudo papal en el conflicto por el Beagle, que favoreca a Chile, y setema que una dilacin en la recuperacin de las islas podra facilitar unaalianza estratgica entre este pas y Gran Bretaa ante el enemigo comn enla zona austral. Por ltimo, salvo por el tibio respaldo de los EE.UU. por la

    intervencin argentina en Centroamrica, el aislamiento argentino en elexterior era absoluto.

    A mediados de diciembre de 1981, las instrucciones de Galtieri a su cancillerfueron la de iniciar una agresiva y firme campaa diplomtica, mientras porotra parte un grupo muy reducido de oficiales comenzaba a planificar la opcinmilitar siguiendo los deseos de Anaya. De esto no se inform inicialmente aCosta Mndez, ni a otros oficiales de alto rango, quienes recin se enteraron dela opcin militar en una reunin el 5 de enero de 1982, debido a la necesidadoperativa de incorporar representantes de las tres fuerzas a las planificaciones.

    El operativo debera ser sorpresivo, rpido e incruento, y tena la finalidad

    de producir un hecho diplomtico que obligara a Gran Bretaa a negociar.Nunca se contempl la eventualidad de una respuesta militar britnica y porende no se planific una ulterior fortificacin y defensa de las islas.

    Sin embargo, una serie de factores aceleraron la toma de Malvinas.Directamente vinculado a la diplomacia, y al operativo mantenido an ensecreto, fue el desarrollo de la Operacin Alfa, una vieja accin secreta de laMarina que se produjo contra las rdenes de su comandante en jefe. El 16 demarzo de 1982 se produjo un incidente en Puerto Leith, en las Islas Georgiasdel Sur. Un grupo de obreros argentinos, trasladados all en el buque de laArmada argentina Baha Paraso para desmontar las instalaciones de un

    astillero, haban izado la bandera nacional y disparado unos tiros al aire.Algunos integrantes del British Antarctic Survey presentes hicieron que laarriaran, pero informaron a Rex Hunt, el gobernador de Malvinas, quien pidi asu gobierno la expulsin de los mismos pero slo logr que el gobiernobritnico protestara y reclamara que para seguir all, los empleados deConstantino Davidoff as se llamaba el empresario pasaran por Grytviken ehicieran un ingreso adecuado al lugar (desde el acuerdo de comunicaciones de1971, argentinos e isleos deban tener una tarjeta blanca conformada por las

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    respectivas autoridades para entrar y salir de las islas).Tambin despach albuque Endurance con un refuerzo de marines de la guarnicin de PuertoArgentino.

    Mucho se discute hasta hoy sobre el incidente, y hasta que los documentosde ambas partes estn por completo desclasificados, lo que se puedeestablecer es que el viaje de Davidoff a las islas, completamente legal, amparqueda por establecer si con su conocimiento o no a la Operacin Alfa de lamarina argentina, consistente en instalar mediante un golpe comando undestacamento cientfico, como haban hecho en la Isla Thule. El plan exista apartir de que Davidoff firm un contrato en 1979 con la empresa duea de losastilleros en las Islas Georgias del Sur, pero es de suponer que ante la decisinde desembarcar en Malvinas concebida inicialmente para julio o mayo de1982, ste deba ser suspendido a fin de mantener el secreto de unaoperacin de mayor magnitud y que requera s o s de este factor paramantener la sorpresa. De all que algunas versiones sostienen que la jefaturade la Armada mantuvo la decisin del desembarco, como una forma de

    asegurar con esta presin que se hiciera la operacin en Malvinas. Esto, por unlado, revelara el grado de desconexin y competencia entre las fuerzas y susconductores que caracteriz al Proceso de Reorganizacin Nacional; por elotro, sera la primera seal de la gran falta de coordinacin que predomin,por parte del mando argentino, durante toda la guerra.

    Ms all de estas hiptesis, ante la amenaza britnica de actuar por lafuerza, un grupo de lite argentino, Los Lagartos, conducidos por Alfredo Astiz,desembarcaron del Baha Paraso en una fecha emblemtica, el 24 de marzo,aniversario del golpe militar, para proteger a los chatarreros argentinos. Enforma intencionada o no, una pequea metfora una desde el inicio los hechos

    de Malvinas con la esencia de sus instigadores: la represin ilegal. Astiz sera,alrededor de un mes despus, el emblema, en una fotografa que recorri elmundo, de la rendicin ignominiosa en las Islas Georgias del Sur de uno de loscenturiones de la represin.

    Gran Bretaa no asignaba a las Islas Malvinas la prioridad que tenan parala Argentina, pero desde mediados de 1981 el gobierno de ese pas, conducidopor la primer ministro conservadora Margaret Thatcher, evaluaba las formasque podran tomar una agudizacin de la crisis. Los principales defensores de laintransigencia en las negociaciones con la Argentina eran sectores delparlamento influidos por la Falkland Islands Company, los mismos isleos, y la

    prensa. Asimismo, la Royal Navy, que vera recortada su flota de superficie apartir de 1981, encontraba en la crisis de las Islas Georgias del Sur y, porextensin, en las Malvinas, una forma de lograr que la decisin de venta odesguace de buena parte de su flota fuera revisada. Entre las naves a serradiadas de servicio figuraba el Endurance, el buque despachado de PuertoArgentino a las Islas Georgias del Sur que desempe un papel clave en lacrisis.

    Entre el 20 y el 26 de marzo se produjo una escalada, en la que la

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    moderacin de ambas cancilleras no fue suficiente para evitar una intensapropaganda por parte del Parlamento y la prensa britnicos, ni impedir ladecisin personal de Margaret Thatcher de autorizar el envo del Endurance alas Islas Georgias del Sur con el fin de desarmar a la dotacin argentina. Eltono de las notas de prensa y expresiones parlamentarias y el envo delEndurance hicieron que la Junta Militar se decidiera por la operacin, mientras

    que numerosos halcones locales notoriamente en medios como Conviccin(de la Marina), La Prensa o La Nueva Provincia agregaban presin. Si bienparece haber sido Anaya quien ms firmemente la impulsaba, no hay registrode oposicin por parte del resto de los comandantes a la decisin dedesembarcar en Malvinas, que se tom el 26 de marzo.

    La sumatoria de estos factores produjo una escalada que oblig al gobiernomilitar argentino a trabajar contra reloj para alcanzar una nueva fecha para eldesembarco, que ya no sera en mayo, sino el 2 de abril, a fin de evitar que losbritnicos hicieran a tiempo de reforzar su pequea guarnicin: la abrumadorasuperioridad material que los argentinos provisoriamente tendran sera la

    garanta de un operativo "limpio".El segundo elemento conducente a aumentar la presin sobre el gobierno

    militar fue la marcha de oposicin convocada por la CGT el 30 de marzo de1982, y que tuvo su epicentro en la frustrada marcha a la Plaza de Mayo con laconsigna de Paz, Pan y Trabajo, y para "decir basta a este Proceso que halogrado hambrear al pueblo sumiendo a miles de trabajadores en la indigenciay la desesperacin".4 Para los duros del Proceso, Galtieri entre ellos, losmilitares se encontraban ante la posibilidad de "un rebrote subversivo". Uno delos regimientos que marchara a Malvinas, el 3 de La Tablada, fue movilizado aPlaza de Mayo ante la posibilidad de tener que reprimir.

    El lder de la CGT, Sal Ubaldini, convoc a todos los sectores de lapoblacin, y la marcha demostr una cosa: que el nivel de oposicin era alto yestaba dispuesto a correr los riesgos de enfrentar al aparato represivo, y que elEstado no poda hacer fcilmente uso de la opcin de la fuerza como antao.No obstante, la represin fue feroz y las fuerzas de seguridad mataron a unobrero en Mendoza.

    Retrospectivamente, se suele afirmar que la decisin del desembarco en lasIslas Malvinas se debi a una fuga hacia delante de la dictadura, como unabsqueda de consenso frente a la creciente oposicin manifestada en la granmovilizacin del 30 de marzo. Es, de hecho, uno de los sentidos comunes ms

    fuertemente arraigados en relacin con la guerra. Sin embargo, es razonableafirmar que fue el aumento de la presin britnica a partir de la crisis desatadaen las Islas Georgias del Sur, el temor a perder la superioridad militar y lainiciativa lo que llev a los militares a decidirse por la aplicacin de la opcinmilitar, que haban desarrollado en paralelo a firmes gestiones diplomticasdesde enero de 1982. La orden de desembarco, por otra parte, fue impartida el26 de marzo, y las informaciones de inteligencia sobre los preparativos

    4 Abs, Las organizaciones sindicales y el poder militar (1976-1983),p.85.

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    argentinos alertaron a los britnicos, que prepararon sus defensas en las islasy adoptaran medidas preliminares para el envo de una flota. Los militaresargentinos, aun en conocimiento de que los britnicos haban reforzado suguarnicin, y que ya el 1 de abril ordenaron constituir una flota derecuperacin, mantuvieron su decisin de desembarcar.

    Si Malvinas era una presencia fuerte y profunda en la cultura poltica, losmilitares argentinos eran parte de ese clima cultural, con el agravante de unalgica de confrontacin que los haba llevado a enfrentar a "un enemigo de lapatria" tras otro. Si el golpe de 1976 haba sido para derrotar a la subversinmarxista, la Repblica Argentina estuvo a punto de ir a la guerra con Chile en1978 por el conflicto limtrofe de las islas del canal de Beagle (quienes hicieronel servicio militar obligatorio en aquellos aos recuerdan cmo, durante lasprcticas de tiro, deban cuadrarse luego de hacer blanco y gritar, segn laspocas "Viva la patria, mat un subversivo! o Viva la patria, mat unchileno!"). Recuperar las Islas Malvinas era un objetivo que cerraba por varioslados: por historia cultural y por prctica institucional, pero sobre todo, porque

    era un sentimiento con profundo arraigo en la cultura popular. Estaban envsperas, adems, de la fecha emblemtica del siglo y medio de usurpacin, en1983, y el objetivo de recuperar las islas para la soberana nacional estaba ensus planes, aunque no entre sus prioridades, hasta diciembre de 1981, cuandoGaltieri honr el compromiso con Anaya que le haba permitido hacerse con elpoder. Malvinas, entonces, era la posibilidad de recuperar parte del alicadoprestigio castrense, segn se crea, a un bajo costo, ya que los planificadoresmilitares argentinos, alentados por el canciller Nicanor Costa Mndez, sehicieron a la idea de que los Estados Unidos se mantendran prescindentes,cuando no activos a favor de la Argentina, como pago por los servicios enAmrica Central, mientras que Gran Bretaa, que era vista como una potenciadecadente y de segundo orden, no tendra los medios para iniciar unarespuesta en fuerza.La poltica exterior britnica, convencida de la necesidad de llegar a algn tipode acuerdo con los argentinos pero dilatoria en sus formas, impuls el recursode la fuerza por parte del gobierno argentino: bastaba una lectura intencionaday una campaa de prensa para mostrar esa dilacin como intransigenciaabsoluta. Sin proponrselo, al menos intencionalmente, jug a favor de lanecesidad de la dictadura de forzar los acontecimientos como para presentarse"obligada" a producir un hecho de fuerza. Y aunque la poltica de largo plazo sehaba revelado como la ms redituable para la posicin argentina, los tiempos

    de la poltica interna del Proceso, y las presiones externas desatadas por lacrisis, no dejaron espacio para mantener esta opcin.

    Por supuesto que con las novedades de la bandera argentina flameando enPuerto Argentino, la Junta Militar, y Galtieri en particular, se encontraron con loque creyeron una posibilidad formidable de recomponer sus relaciones con lasociedad y garantizar la continuidad de la Junta. De este modo, los tiemposcortos y los largos de la dictadura se encontraron en ese final de marzo ehicieron que el Proceso de Reorganizacin Nacional inaugurara su sptimo ao

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    de gobierno ilegtimo comprometiendo a la Repblica Argentina en una guerradesproporcionada.

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    El argentinazo

    Comet el error de darles a esos fulanos lo nico

    que les devuelve su dignidad y su orgullo: un enemigo

    contra el que unirse, una guerra salvaje, un objeto para

    desahogar su indignacin y su rabia.

    ARTURO PREZ REVERTE,La sombra del guila.

    Un libro de Historia

    El 2 de abril la prensa argentina amaneci con la noticia de la victoria. Unafuerza conjunta al mando del contralmirante Carlos Busser habadesembarcado exitosamente en Puerto Argentino y el gobernador britnico,

    Rex Hunt, se haba rendido alrededor de las 9 de la maana tras un brevetiroteo en la gobernacin que cost la vida a un oficial argentino, PedroEdgardo Giachino. La abrumadora superioridad material en hombres y recursosvolcada por los argentinos torn prcticamente nulo cualquier intento deresistencia britnico, y la fotografa de los argentinos de cara tiznada yarmados hasta los dientes con los marines en el piso, brazos sobre la cabeza,tirados en el piso frente a ellos, recorri el mundo, y tanto galvaniz a muchosargentinos como encresp a los britnicos.

    El peso simblico de Malvinas puede verse en las idas y venidas con elnombre que le impusieron a la capital del archipilago con posterioridad al 2 deabril. El diario Crnica, por impulso de Hctor Ricardo Garca, su director,empez a ubicar las noticias desde "Puerto Rivero". La historia del nombreremite al gaucho que enfrent la ocupacin britnica en 1833. Cuando en 1966un grupo de nacionalistas argentinos secuestr un avin, lo desvi a PuertoArgentino e iz la bandera nacional, le pusieron el mismo nombre. Para ladictadura, en 1982, las resonancias a cualquier grupo guerrillero (algunos delos integrantes del comando devinieron en militantes montoneros) o smbolosafines a stos deba ser evitada. Mediante el bautismo de la pequea poblacincomo Puerto Argentino, se borraban simblicamente todas las diferencias.

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    Algunos diarios fueron ms prudentes o moderados, pero Crnica hablabadelArgentinazo: Malvinas recuperadas!!, mientras que La Razn, en su edicinvespertina, titulaba Hoy es un da de gloria. El desembarco del 2 de abril tuvoun amplio respaldo popular, que se mantuvo durante los meses que dur elconflicto y que se expres de diferentes formas: movilizaciones, donaciones,yacciones y trabajo voluntario. Las escuelas desempearon nuevamente un

    papel clave: no slo porque fueron centro de reunin de las donacionesrecogidas o de actividades pblicas de celebracin (adems de la noticia del 2de abril, el 25 de Mayo), sino porque involucraron a sus nios en el apoyo a laguerra, a partir de las escrituras de las Cartas al Soldado en Malvinas, o A unSoldado Argentino, que luego eran distribuidas a los soldados en las islas. Enel predio de la Sociedad Rural Argentina, en Palermo, jvenes voluntariosempaquetaron raciones para los soldados, armadas con donaciones departiculares y de empresas. Recorrer la prensa de la primera semana de abriles armar un catlogo completo de instituciones, colectividades extranjeras,empresas y partidos polticos suscribiendo su adhesin a la recuperacin deMalvinas.

    En muchas plazas de la Repblica, las mujeres se juntaban a tejer gorros,bufandas y guantes, en una prolongacin de una tradicin que tuvo su origenen la Primera Guerra Mundial, las madrinas de guerra, importada aqu por lasfamilias inmigrantes con hijos, padres, esposos en los diferentes frentes. Enalgunas provincias, como el Chaco, tenan una fuerza ms reciente: lasmujeres de la colectividad paraguaya repitieron sus movilizaciones durante laGuerra de la Triple Alianza y la del Chaco paraguayo. Estas mujeres no slorecogan donaciones, sino que se transformaron en madrinas de guerra:"adoptaban" soldados para escribirles durante su presencia en el frente, y enmuchos casos, al regreso, continuaron con ese vnculo auxiliando a los jvenesdesmovilizados. Por su parte, la propaganda oficial y oficiosa ancl en latradicin de las damas cuyanas que donaron sus joyas para el Ejrcito de losAndes. Este no fue un hecho aislado: desde los primeros das, la recuperacindel archipilago fue inscrita en el ms largo devenir de la historia nacional.

    Los medios periodsticos encontraron en la historia argentina toda una seriede emblemas para caracterizar el conflicto. Algunos de ellos, por ejemplo,hablaron del desembarco de Malvinas como la culminacin de un proceso dedos siglos: Las ocho invasiones inglesas, titulaban,5 apelando a la memoriaescolar de cualquier argentino que encontraba resonancias en losenfrentamientos de 1806 y 1807 contra los invasores ingleses. En este caso,estas ocho invasiones eran: enero de 1765 (enfrentamientos entre las coronasespaola y britnica por los puertos que controlaban la desembocadura del Rode la Plata); junio de 1806 y junio de 1807 (las dos invasiones inglesas queintentaron ocupar el puerto de Buenos Aires); enero de 1833 (la ocupacin delas Islas Malvinas por parte de James Onslow, a bordo de la Clo); noviembrede 1845 (el intento de forzamiento de los ros del litoral argentino por laescuadra anglo-francesa); julio 1908 ("ocupacin" britnica de las Islas

    5 Gente, N 875, 29 de abril de 1982.

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    Georgias del Sur); y, finalmente, abril 1982. El conflicto, de este modo, seinscriba y asociaba con algunos hitos de fuerte presencia simblica en elimaginario pblico argentino.

    Al mismo tiempo, Gran Bretaa fue pintada como una vieja potenciacolonialista, con pretensiones anacrnicas frente a una nacin joven que venaa ejercer un derecho reivindicatorio legitimado por la historia. Por aquellosdas, algunos hablaban de los britnicos desgarrados entre una tradicincultural de gran prestigio que estaba condicionada por una vocacinimperialista. Se trataba de una sociedad que deba enfrentar a "esa viejabestia enardecida del colonialismo que no se resigna a morir":

    Los 18.000 kilmetros de involucin histrica que harecorrido Inglaterra desde Londres a las Islas Georgias delSur y Malvinas dejan caer sobre los hombros de los sectoresms progresistas del pueblo ingls el peso de una laborardua e inaplazable: liberarse del yugo colonialista que ancondiciona el curso de su cultura; solo as podr, de una vez

    por todas, deshacerse del moderno primitivismo queenajena la vida britnica.6

    El "primitivismo" de los britnicos fue concentrado por la propagandaargentina, en dos elementos: su condicin de potencia de segundo orden ydecadente, y su falta de motivos para combatir, frente a un pas como laArgentina que tena la razn de su parte y se estaba refundando a partir deMalvinas:

    Los griegos comenzaron a sentirse griegos (tuvieron porprimera vez esa conciencia) cuando pelearon contra los

    persas en el Peloponeso. Max, en esta vos sos "el griego",no "el persa". (...)

    No perteneces a un pas donde los jvenes visten calzoncillos con laimagen de su bandera. No sos del pas en donde los viernes por la nochelos jvenes eligen (por mayora) beber cerveza con los amigos antes queamar a una mujer. No perteneces a un pas que tuvo a Drake o aMorgan sino al pas de Belgrano y Sarmiento.7

    La imagen decadentista con la que se pint a Gran Bretaa se alimenttambin de la moralina vigente en los aos de la dictadura. La captura delcuartel de los marines en Moody Brook, gener, a partir de fotos y materialcapturado, una serie de informes especiales donde se describa a los inglesescomo drogadictos, borrachos y cotidianos lectores de material pornogrfico.8

    En alusin al movimiento revolucionario de Mayo de 1810, algunos medioscomenzaron a informar sobre las acciones blicas en las islas australes en unaseccin titulada "los nuevos hroes de Mayo", planteando una continuidad

    6 Kovadloff, "Las Malvinas, Macbeth y los brbaros modernos", en Clarn, 19 de abril de 1982.

    7 Gente, N 880, 3 de junio de 1982.

    8 "El archivo secreto de los marines en Malvinas", Gente, N 876, 6 de mayo de 1982.

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    histrica con el hecho considerado inicial de la historia argentinaindependiente. Si en ese momento los argentinos haban pasado por unaprueba decisiva para su futuro, la guerra en las islas constituira un nuevo hito:"Hoy el pas es un libro de historia que est escribindose. Tambin en este 25de Mayo, el del ao de 1982, 'aquel ao en que otra vez nos invadieron y otravez los echamos', como se dir en el futuro".9

    Frente a estas convicciones y fundamentos, el adversario ingls colocaba suafn colonialista "en contra de la historia" y sus tropas carentes de espritu delucha. El ejrcito regular britnico fue pintado como un ejrcito demercenarios. Para este fin, el anuncio del envo de tropas gurkhas a las islasfue un elemento central en la propaganda argentina. Los nepaleses son "losque pelean por otros", mientras que los argentinos conocan la justicia de sucausa.

    Es interesante consignar que por parte britnica, la propaganda apel a lospeores hits del etnocentrismo europeo, pintando a los argentinos poco menosque como salvajes. Pero al mismo tiempo, las recurrentes menciones a ladictadura en el poder permitieron a la propaganda britnica acompaar eldiscurso central del thatcherismo: era una guerra en defensa de la libertad yen contra del fascismo. Y de este modo, lo ms amarillo de la prensa y lapropaganda inglesas entroncaron sus slogans con los elementos claves de lamemoria britnica de la Segunda Guerra Mundial.

    En muchas ocasiones, el triunfalismo argentino se debi ms a la propiainiciativa de algunos medios que a una orden de la Junta Miliar. Uno de suscomunicados, el nmero 54, de mediados de mayo, adverta acerca de queslo deban tomarse por veraces las informaciones provenientes de stos. Alconcluir la guerra, un informe reservado de la Fuerza Area argentina sealaba

    el uso irresponsable que la Marina haba hecho de las informaciones sobre elcombate aeronaval, mientras que el Ejrcito enfatizaba que la aviacin, con suexcesivo uso propagandstico de sus ataques a la flota inglesa, habacontribuido a desmerecer a la fuerza terrestre. Sin dudas, hubo burdosepisodios, como las fotografas retocadas de portaaviones o los falsos

    hundimientos. El piloto Daniel Jukic muri el 1o de mayo al intentar despegarun aparato de diseo nacional, el antiguerrillero Pucar, para enfrentar elbombardeo en la zona de Darwin, y una bomba lo mat en tierra. Pero elsmbolo del avin "nacional" y criollo tocando al Hermes un portaaviones, nopoda escaparse y un dibujo a doble pgina mostraba al pequeo y

    completamente inadecuado avin dejando tras de l un barco en llamas.Por otra parte, las Fuerzas Armadas argentinas no autorizaron correspon-

    sales de guerra en Malvinas, como no fueran los oficiales, que a la vez tenanseveras restricciones para visitar las primeras lneas de posiciones. Losbritnicos, en cambio, autorizaron a numerosos reporteros, en lo que sera laltima guerra cubierta, en ocasiones, en vivo y en directo.

    9 Schnfeld, La guerra austral, p. 245.

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    Al mismo tiempo que existieron estas restricciones, la poblacin civil estuvosometida a una accin psicolgica formidable durante toda la guerra (y, si eranlectores de La Prensa, La Razn, La Nueva Provincia o Conviccin, el diario deMassera, desde los meses previos). Por encima de los escuetos comunicadosdel Estado Mayor Conjunto, diferentes medios grficos bombardearon a suslectores con mensajes e informaciones teidas de un tono triunfalista,

    peyorativo hacia el adversario y que exaltaba las virtudes argentinas,encarnadas en los jvenes soldados que seran enviados a Malvinas, o que yaestaban all. Este panorama era mucho ms monoltico en los grandes centrosurbanos, por un lado alejados del escenario del conflicto, y por el otro donde elconsumo de medios grficos era mucho mayor.

    En un pas desmovilizado y replegado sobre s mismo, la novedad de larecuperacin y la inminencia de la guerra inminencia de algo que a la vez nose crea posible, y que luego se vivi como lejano cuando comenzaron losbombardeos produjeron una verdadera revolucin anmica y el hecho inditopor lo menos desde el Mundial 78 de los espacios pblicos nuevamente

    ocupados por civiles reunidos y por importantes concentraciones populares,que inclusive colmaron la Plaza de Mayo en dos oportunidades (el 2 y el 10 deabril). Como buena parte de las lecturas crticas sobre la guerra han tendido acolocar a las personas comunes en el papel de tteres de la dictadura, esimportante detenerse por unos momentos en la comprensin de la adhesinque la guerra tuvo. Como sealamos, en primer lugar la maniobra militarutiliz un smbolo de fuerte arraigo en la cultura poltica argentina, y se fueun piso de adhesin importante. Luego, se trataba de una victoria contra unapotencia emblemtica del imperialismo, que aunque la prensa ms adicta algobierno comenz a tipificar como una cultura decadente no dejaba de ser elsmbolo de la opresin poltica.

    Estos dos factores por s solos explican que en los primeros dasprcticamente no hubiera cmara empresaria, sociedad vecinal, partido polticoo gremio (que venan de ser reprimidos el 30 de marzo) que no expresara suadhesin a la recuperacin de Malvinas, aunque en algunos casos distinguiendoeste respaldo frente al enemigo externo de las crticas a la dictadura militar. Enmuchas provincias, la participacin en una empresa nacionalera la posibilidadde obtener la visibilidad que muchas veces el centralismo porteo les negaba.Pueden verse las fotografas de las colas de voluntarios en la entrada delMinisterio del Interior, que llegaron a ser tantos que el gobierno debi publicaruna informacin pidiendo que ya no se presentaran. En algunas prisiones depresos polticos, como la Unidad 9 de La Plata, hombres que llevaban entreseis u ocho aos presos se presentaron a las autoridades del penalofrecindose como voluntarios; las presas polticas de Devoto donaron sangrepara los soldados argentinos. Es famoso el episodio de la solicitada montonerapublicada nada menos que por La Nacin ofreciendo una tregua paracombatir al adversario.

    Es que Malvinas llevar implcita esta contradiccin desde sus orgenes: eraposible disociar un hecho festejado y considerado legtimo del poder que lo

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    haba producido? Para muchos militantes polticos, la apertura a lasmovilizaciones callejeras por Malvinas permitieron realizar abiertamente untrabajo de mayor envergadura: el de recomponer el tejido social arrasado porla represin y retomar ms abiertamente el activismo por otras cuestiones queexcedan la recuperacin del archipilago:

    Baires, 11 de abril de 1982

    Queridos amigos:

    No he querido dejar pasar muchos das para escribirlessobre los acontecimientos, porque creo importantetransmitirles las primeras impresiones de los hechos.

    Y volvimos a la plaza... Qu siente un peronista cuando vuelve a esa plazaque tanto significa para nosotros, y all no est Pern? Qu siente cuandosabe que, adems, all se encontrar a un enemigo? Esto pas el sbado a lamaana. Casi sin comunicarnos, pero con la intuicin de que all nos

    encontraramos todos (yo con mi mujer y mis tres chicos, que ya tienen edadpara iniciarse en estas cosas). (...) Llegamos cerca de las once, y ya habagente. No era como antes, no haba consignas, lugares ni organizacin. Frenteal Cabildo, me encuentro con unos compaeros, abrazos, alegra y la onda:vamos a estar por Rivadavia. (...)Empezaron los bombos, y nosotros latamos con ellos. Ms de uno dej escaparuna lgrima. Uno de mis pibes, despus de recorrer toda la plaza, y mirando alos muchachos que nos rodeaban, dice rindose: "Aqu est lo peor de laplaza". El nico sector popular neto estaba all, muchachos sin camisa saltandoy tocando el bombo, muchos jvenes, predominando sobre los militantes de

    nuestra generacin.Siguieron los cantitos: "Aserrn, aserrn, que se vaya elAlemann", y poco a poco se fueron envalentonando: "Y ya love, y ya lo ve, vinimos el 30 y hoy tambin", "Se siente, sesiente, Pern est presente", y muchas ms. Luego vino elhimno, pasado por los parlantes, y enseguida largamos lamarcha. Te das cuenta? La marcha peronista! Desde elpalco hacan de todo para taparnos con msica yconsignas.10

    Pero hubo, desde las posiciones polticas ms diversas, y sobre todo desde

    aquellas ideolgicamente ms fuertes en relacin con el antiimperialismo, unimportante apoyo a la recuperacin, encarnado principalmente en la solidaridadcon los soldados. El Partido Socialista de los Trabajadores, por ejemplo,conform una "Comisin de Solidaridad con los soldados que defienden lasoberana", mientras que un volante del Partido Comunista Argentino, repartidoen un acto universitario a mediados de abril, deca "Soldado, hermano: Hoyque abrazado a tu fusil, ests dando la vida en defensa de la patria contra el

    10 Revista Testimonio Latinoamericano, Ao III, N 14, p. 24.

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    ataque del imperialismo ingls y sus aliados, queremos que sepas que no estssolo. (...) No vacilaremos un instante en encontrarnos en la primera lnea defuego".11 En el exilio, esta contradiccin se agudiz, pero salvo notablesexcepciones, como Len Rozitchner y Osvaldo Bayer, la posicin mayoritariafue la de apoyar el desembarco, denunciar la agresin imperialista y sealarque se continuaba denunciando tambin los crmenes de la dictadura.

    El desembarco, cuando la guerra era slo una amenaza desestimada por lapropaganda, haba cosechado adhesiones aun en espacios crticos al rgimen.Una editorial de la revista Humor, por ejemplo, estableca que no crea en eloportunismo de la recuperacin, que la consideraba un hecho justo y que enesta ocasin, estaba del mismo lado de la Junta: "En torno a un hecho deindiscutible equidad, no podramos no queremos crear un clima deglorificacin mstica o de sensiblera patriotera. Si en nuestra lnea hay unabien entendida defensa de lo nacional, seguramente no nos confundiremostampoco esta vez con los excesos de nacionalismo sospechoso u oportunistaque no creemos hayan sido los que inspiraron la empresa de restitucin. (...)

    Ha habido muertos. Gente que saba, seguramente, que hay cosas que sepagan caro. Y aun en una revista de humor, pueden deben decirse ciertascosas. Hace pocos das el 30 de marzo otros hechos, de otra ndole, en losque estaba en juego otra forma vlida de la dignidad, hicieron que nuestroespritu crtico nos mantuviera en la vereda de enfrente de quienes hoyelogiamos. A ella volveremos, cuando cuadre".12

    En este contexto, la oposicin pblica a la guerra era un gesto de granvalenta cvica. El escritor Carlos Brocato fue uno de los que difundi, con ungrupo de amigos, un texto de oposicin a la guerra que circul de mano enmano. Distribuido de forma clandestina, el documento criticaba tanto la

    decisin de la guerra como el apoyo a esta, sobre todo por parte de laizquierda (en aquella poca no se deca "progresismo"). Oponerse a la guerraera un acto de valenta por varios motivos, pero fundamentalmente porquesignificaba ir en contra de una corriente de opinin dominante y cuestionar unode los valores con mayor arraigo en la cultura republicana, que era la idea dela patria.

    Por otra parte, al achicar la escala, o enfocar en otras regiones del pas, lasituacin era diferente. Muchas personas, como una tradicin aprendida en laspelculas de guerra de la dcada del cincuenta o herencia poltica de la historiaargentina, sintonizaban radios uruguayas, y las noticias, sobre todo cuando la

    guerra fue una realidad, eran completamente distintas. Pero, por ejemplo, loshabitantes de Paso de los Libres, en Corrientes, que tenan a sus jvenescombatiendo en tres unidades en Malvinas, escuchaban y lean los mediosbrasileos, que pintaban las cosas de otra forma porque reproducan los cablesde la prensa internacional. Lo mismo suceda en la zona cuyana, donde eraposible leer prensa y escuchar radios chilenas. Por ltimo, a nivel barrial,

    11 Archivo CeDInCI.

    12 Las Malvinas, la justicia y la crtica", abril de 1982.

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    estaban las familias con chicos en el frente, que muchas veces escriban connoticias que poco o nada tenan que ver con su vida cotidiana, y que tambineran elementos disruptores al bombardeo de la propaganda.

    En la Patagonia, el triunfalismo llegaba no slo atemperado por la distancia,sino desmentido por la realidad. Para los residentes en la zona, Malvinassignific, revivir las prcticas de oscurecimiento y evacuacin de los aos 1977y 1978, en vsperas de la guerra con Chile. Por el contrario, para losciudadanos de ese pas residentes en territorio argentino signific volver aestar en el ojo de la tormenta: si para las autoridades eran en 1978 el enemigoinfiltrado, ahora eran espas que colaboraban con el enemigo, y en muchoscasos volvieron a producirse expulsiones o confinamientos, aunque en menorescala que en 1978. Al mismo tiempo, el desplazamiento de miles de soldadosal Teatro de Operaciones del Atlntico Sur (TOAS) transform a muchaslocalidades en autnticas ciudades ocupadas, sometidas a restricciones ycontroles propios de poblaciones incluidas dentro de un teatro de guerra. Elpuente areo, los hospitales militares, las bases de donde despegaban las

    misiones de ataque, estaban en Patagonia, y esto afect la vida de sushabitantes de un modo prcticamente desconocido para sus compatriotas deotras partes del pas. En las entrevistas, los recuerdos ms fuertes remiten amayo, cuando se produjeron el grueso de los combates aeronavales. Laimagen de escuadrillas que salan completas y regresaban con menos aviones,o no regresan, es un lugar recurrente en las evocaciones, y esto marca unaclara experiencia distinta con quienes nos enterbamos de esos episodios porlos diarios, como los resultados de un partido de ftbol.

    Tanto la Patagonia como el Nordeste (Chaco, Misiones, Corrientes) sonregiones de la Argentina donde la institucin militar tiene una presencia mucho

    ms fuerte y menos cuestionada que en otras partes del pas: se trata deterritorios nacionales que fueron las ltimas incorporaciones al mapa, dondepor ejemplo no era nada infrecuente que muchos jvenes se escolarizarandurante su servicio militar obligatorio y miraran la carrera militar como unaopcin laboral. La vida de las guarniciones marcaba la vida de los pueblos ociudades donde los regimientos estaban asentados, y establecan lazosfamiliares concretos entre los oficiales y suboficiales y sus familias. Estasdiferencias regionales, preexistentes a la guerra y que por supuesto generaronvivencias y valoraciones, explican las tan diferentes miradas sobre Malvinasque encontramos en diferentes partes del territorio hoy.

    En Malvinas, los pobladores enfrentaron una situacin particular. Puedeparecer obvio, pero resulta claro que los habitantes de las Malvinas querancualquier cosa menos que los argentinos los "liberaran".Para los isleos, loskelpers, la presencia argentina en Malvinas constituy una ocupacin, y de esemodo se refieren a ella en sus conversaciones. El da 2 de abril se materializlo que tanto haban temido: una invasin argentina. La Falkland IslandsDefence Force era una milicia conformada por pobladores que deba acudirante la convocatoria de las autoridades militares. Conformada inicialmente enel contexto del enfrentamiento con otras potencias europeas, gradualmente su

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    Durante la guerra, murieron tres civiles, como consecuencia del bombardeobritnico.

    A travs de la propaganda, la dictadura y sus medios afines pintaron a laguerra de Malvinas como una posibilidad de regeneracin y de abandono de lasviejas divisiones, a partir del protagonismo de los jvenes conscriptos, que noestaban manchados por stas. Es importante destacar que aunque fue unamaniobra de manipulacin, como en tantas ocasiones para que funcione debehaber personas predispuestas a ella: se trat de una idea fuerza que encontrun campo propicio para su extensin, lo que no signific apoyar ni a la guerrani mucho menos a la dictadura. Millares de argentinos se encontraron, frente auna situacin impuesta por la fuerza, frente al deber de apoyar a sus jvenesmovilizados.

    Uno de los ejemplos de esto fue el lugar que inesperadamente ocup el rocknacional, asociado a prcticas subversivas y radiado de las radios hasta esemomento. Como el adversario era ingls, y el rock que se escuchaba era enese idioma, los artistas nacionales pasaron de ser los proscritos en todas las

    radios a escuchar sus temas sonando a toda hora en reemplazo de la msicaen ingls. El 16 de mayo de 1982 (ya haban comenzado los bombardeos, y elcrucero General Belgrano haba sido hundido) se realiz en el club ObrasSanitarias, en la ciudad de Buenos Aires, el Festival de la SolidaridadLatinoamericana, que busc pedir por la paz en Malvinas, agradecer lasolidaridad de los pases latinoamericanos y recolectar vveres para lossoldados argentinos. Salvo por la negativa a participar de Los Violadores y deVirus (los hermanos Moura tenan un hermano desaparecido) actu grancantidad de msicos muy reconocidos: Len Gieco, Charly Garca, Luis AlbertoSpinetta, Ral Porchetto, Pappo, entre otros. An hoy el acto genera

    controversia, y la respuesta siempre es la misma: el acto no fue para apoyar alos militares, sino a los chicos enviados a combatir (y que ya estabanmuriendo). Durante los meses que dur la guerra, dos canciones alcanzarongran popularidad. La primera fue Slo le pido a Dios, de Len Gieco: su estrofaen la que peda "que la guerra no me sea indiferente" se haba originado en laeventualidad de la guerra con Chile, en 1978, pero encajaba perfectamente enla actual situacin y, en tanto desconocida por muchos, fue tomada comosurgida para la ocasin de la guerra. La otra, Reina Madre, de Ral Porchetto,aunque cuestionaba la idea de la guerra enfatizando en la humanidad de loscombatientes ("son iguales a m") no dejaba de marcar el despropsito de unataque britnico. El soldado ingls que le habla a la Reina est "tan lejos decasa que ni el nombre me acuerdo".

    Durante el 20 de mayo de 1982, Argentina Televisora Color transmiti elprograma especial "Las 24 horas por Malvinas", por el que desfilaron estrellas yargentinos annimos donando dinero, objetos de valor y joyas destinadas aapoyar el esfuerzo blico y a colaborar con los jvenes en el frente. Fue el picode la mayor movilizacin solidaria de la historia argentina, que se prolongaradurante toda la duracin de la guerra. Se reunieron en oro, joyas y dinero, 54millones de dlares, que fueron al recientemente creado Fondo Patritico

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    ese sentido, nuestro grupo era bastante consciente, hablbamos mucho,reflexionbamos acerca del tema de la guerra. No pensbamos en el 2 de abrilsino en lo que vendra despus".15

    Se trataba de una generacin que haba hecho su escuela primaria en elcontexto turbulento de los aos setenta, y haba transitado su adolescenciadurante la dictadura militar. En un nmero sin precisar, algunas agrupaciones

    de ex combatientes llaman la atencin sobre la importante cantidad desoldados conscriptos proveniente de los pueblos originarios, mapuches, tobas ywichs, en los regimientos que incluyeron chubutenses, chaqueos, formoseosy correntinos respectivamente. Otros provenan del interior profundo de laArgentina: "Crec en el campo rodeado de verde, montes y animales en ColoniaLibertad, departamento de Monte Caseros, en el rincn sur de la Provincia deCorrientes. De condicin humilde siempre tuve que trabajar para ayudar a lafamilia. Cazar e ir a pescar o andar a caballo eran las nicas diversiones queexistan en el pueblito. Fui campesino y mencho ciento por cien, as fue comoentr al ejrcito, a cumplir con la ley del varn, hacer la colimba. Al ingresar

    como soldado todo era nuevo, las armas, rdenes y hasta hacer cumplircualquier tarea. Ms an cuando el 2 de abril nos informan, en formacin, quelas Malvinas haban sido recuperadas y debamos prepararnos para acudir encaso de ser llamados".16

    En el caso de los soldados de la clase 1962, que ya haban sido dados debaja, las convocatorias llegaron a sus casas tradas por policas o portelegrama; mientras que los soldados de la clase 1963 estaban recientementeincorporados. Para muchos de los soldados vueltos a llamar a filas, lassensaciones eran ambiguas. Por un lado, exista la alegra por el reencuentrocon antiguos compaeros que en muchos casos eran paisanos o vecinos del

    barrio, o por el motivo de la convocatoria, la idea de que estaban participandodel hecho histrico de recuperar las islas de las que en muchos casos tantohaban escuchado hablar. El sistema de reclutamiento de las Fuerzas Armadasargentinas, con base en poblaciones de hecho muchos cuarteles haban sidoel ncleo de asentamientos facilitaba esas pertenencias, y durante Malvinasfueron frecuentes las referencias a los regimientos de "cordobeses", "loscorrentinos" o "los de La Plata".

    La marcha a Malvinas increment algunos localismos fuertementeacentuados que tambin eran parte de tradiciones ms antiguas. Un soldadodel Regimiento 6 de Mercedes (provincia de Buenos Aires) recuerda unos

    soldados correntinos recin llegados repitindoles la muletilla originada en laguerra del Paraguay: "Si Argentina entra en guerra, Corrientes la va a ayudar".

    Por supuesto que ante la convocatoria exista una carga importante defrustracin sumada a la ansiedad e incertidumbre de la escasez de noticias:sobre todo entre los recin convocados de los regimientos del Norte, se dio elcaso de que sus familiares no se enteraron ni siquiera de que haban sido

    15 Speranza y Cittadini, Partes de guerra, pp. 21-22.

    16 Carlos Bentez, en Crdoba,Av-ar, p. 51.

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    enviados a Malvinas hasta que la guerra termin. Para algunos, era demoledorvolver a estar bajo el rgimen militar, el catlogo sin fin de arbitrariedades dela "colimba", pero al mismo tiempo hay testimonios acerca del hecho de que enla mayora de ellos ni siquiera existi la consideracin de no presentarse: eraun deber, ms all de que el servicio militar obligatorio fuera recordado enmuchos casos como una poca ingrata. Un soldado criado en el campo,

    recuerda: "Nac y crec en Parada Labougle, departamento de Monte Caseros.Como gur aprend el duro trabajo y las lecciones de la vida del campo. Mispadres me formaban y educaban de acuerdo con sus propias leyes: aprender elrespeto a los mayores, obedecer siempre sin dejar lugar a dudas en la palabraempeada. Estas eran algunas de las cosas que aprend desde temprana edad,por ello, cuando lleg la citacin del Ejrcito, estando de licencia, la orden demis padres fue que me presentara a cumplir con mi deber".17 Pero otrosoldado conscripto que fue a Malvinas, de los sectores medios urbanosporteos, recuerda una situacin semejante: "Slo muchos aos despus,hablndole de Malvinas a un grupo de alumnos de secundaria que habancrecido en democracia, uno me pregunt si no se me haba ocurrido no ir.Escapar. Por ejemplo, volver al Tigre y tomar el Expreso Cacciola que cruza elParan hacia Uruguay, para lo que no se necesita pasaporte. No, les dije. Laverdad que ni a m ni a ninguno de mi familia se nos ocurri que era posible,que era pensable no hacer lo que deca el papel".18 Este testimonio tambinllama la atencin sobre el fuerte componente autoritario de la sociedad y laeducacin de la poca, que tambin sin dudas incidi en los posicionamientosfrente a la convocatoria.Para muchos jvenes, nacidos y criados en sectores rurales o alejados de loscentros urbanos del pas, la valoracin del servicio militar obligatorio erapositiva. Osear Poltronieri, quien sera el soldado con la ms alta condecoracin

    otorgada durante la campaa, recuerda que: el jefe de regimiento pregunt aver qu soldado se animaba a ir a las Malvinas. Dijo as: "El soldado que quierair a Malvinas, que d un paso adelante". Y nadie sala. Entonces le digo alcabo: "Mi cabo, yo salgo". "No, usted se calla y se queda ah noms", me dice.Entonces le digo: "Yo salgo", y di tres pasos adelante. Entonces el jefe delregimiento me llama y me dice: "Soldado, cmo se llama usted?"."Poltronieri", le digo. Entonces dice: "Venga, qudese parado ac". Y despusdice: Qu otro soldado quiere ir con Poltronieri a las Malvinas?" Y nadie sala,nadie sala. Entonces les dieron una vueltas por la plaza de armas hasta quedespus tuvieron que salir todos. No s por qu yo di un paso adelante, si lo

    hice porque nadie sala o porque a m me gustaba. Yo estuve un ao haciendoel servicio militar y en el cuartel aprend muchas cosas. Yo no saba ni leer niescribir y ah me llevaron al colegio. A m me gustaba con locura porque yo mehubiese podido salvar del servicio militar y no quise. (...) En la familia fuimostres los que hicimos el servicio militar y los tres tuvimos problemas. Yo estuveen Malvinas, un primo mo estuvo con lo de Chile y un to estuvo en

    17 Hugo Flores, en Crdoba,Av-ar, p. 55.

    18 Herrscherr, Los viajes del Penlope, p. 54.

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    en Malvinas, un primo mo estuvo con lo de Chile y un to estuvo enTucumn".19

    Al recibir la orden de movilizacin en el BIM 5 en Ro Grande, en losprimeros das de abril, muchos soldados que ya estaban con la baja y el pasajede regreso prefirieron quedarse con su batalln. Pero David Zambrino, soldadoconscripto en el BIM, recuerda que cuando se rumoreaba que los movilizaran

    "para reprimir en Plaza de Mayo", desertara con un compaero no bienllegados a Buenos Aires. Existen testimonios de que las ausencias al llamadode convocatoria no excedieron de aquellos porcentajes que se producan alcomenzar el servicio militar obligatorio, pero s es cierto que hubo quienesevitaron el traslado a las islas con el simple expediente de demorar unos dassus presentacin a filas: "De una preseleccin de 30 soldados nuevosquedamos slo 19, entre elegidos y unos pocos voluntarios, para cubrir a losms "viejos" que no haban atendido el requerimiento del Ejrcito".20 O apelara algunos conocidos: "Empezaron a incorporarse la gente que s se haba idode baja... y a partir de ah, se empezaron a formar listas de ...yo recuerdo que

    venan un da y decan: "Bueno, sta es la lista de la gente que..." Porque nosabamos, no nos decan directamente que bamos a viajar a Malvinas! Esdecir, lean listas y decan: "Bueno, esta gente a partir de hoy, bla, bla va aempezar a recibir equipo...". Y bueno, un da lean una lista, que estaba Juan,Pedro, Andrs. Venan al otro da, Juan y Pedro no estaban, estaban Andrs yMario, y eran listas que iban cambiando constantemente. Pero hasta esemomento eran para entrega del equipo, pero nunca directamente de ir aMalvinas! (...) No me consta fehacientemente, pero entiendo que habra genteque... estaba, es decir, me imagino que habra padres que ya te digo habagente de la ciudad de La Plata, gente... haba... hijos de profesionales, hijos degente a lo mejor con cierta vinculacin... Y que bueno! Como todo!...

    hablaran, moveran algn contacto".21 Otros que pudieron desertar no lohicieron por diversos motivos: el temor a no soportar la idea de que alguienmuriera en su lugar, por ejemplo. En otros casos, los que se animaron salierondel pas a travs de alguno de los pases limtrofes.

    Qu saban de Malvinas? Aqu las situaciones son cambiantes tambin, yestn mediadas en el caso de los testimonios por los efectos de la guerra.Algunos tenan un conocimiento acabado de la cuestin de la soberana y laposicin geogrfica del archipilago, pero otros llegaron a pensar que lasMalvinas eran una parte del territorio continental y que podran regresar a sucasa caminando llegado el caso. Era ms clara la cuestin del enfrentamiento

    con "los ingleses", como fruto de la fuerza de la escuela pblica y la culturapoltica en la que haban crecido: "Nacido en Corrientes, capital de loscarnavales ms lindos del pas, de familia humilde y de corazn grande, dondese saborea el buen vino y el chipa cuerito (torta frita). Como buen correntinoaprend, desde chico, a querer a mi tierra. Desde la escuela primaria, conoc la

    19 Speranza y Cittadini, Partes de guerra, p. 23.

    20 Lapajufker, Hay dos cartas sin abrir, p. 82.

    21 Clarke y otros, Palabras de honor, pp. 256-257.

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    existencia de las Islas Malvinas y que son argentinas. Por esas cosas decriatura, siempre pona el dedo en el mapa, preguntando cmo eran. Presagique aos ms tarde, uniformado como soldado conscripto de Regimiento 4, mellegara la oportunidad de pisar esta tierra tan aorada".22

    Para los jvenes movilizados, al mismo tiempo, el componente aventureroera importante. En una poca en la que sin privatizaciones de por medio la redferroviaria llegaba desde el Nordeste a Baha Blanca, para algunos de ellossignific un viaje de varios das a travs de provincias y localidades que nisiquiera imaginaban, y en ocasin de cada parada reciban muestras de afectopor parte de la poblacin. Signific conocer el mar, y viajar en avin, encompaa de otros jvenes. Vivieron una experiencia decisiva en sus vidas a laedad en la que habitualmente las personas se sienten inmortales, aunque estaexperiencia fuera la eventualidad de una guerra. Y hasta que la realidadcomenz a mostrarse ms dura, sin duda que ste tambin fue un componenteimportante. Lo fue tambin el hecho de que, mientras tuvieron acceso a laprensa, y quienes lo tuvieron, por supuesto, fueron colocados en el centro de la

    escena. Aparece con frecuencia la idea de ser los protagonistas de un hechohistrico. Por otra parte, para quienes tuvieron contacto con los isleosestaban prohibidos, y se requera de autorizacin para bajar de los cerros alpueblo, aunque muchos lo hicieron ilegalmente, las Malvinas tambin fueronuna sorpresa. Era bien extrao ese territorio argentino donde los pobladores nolos queran y hablaban en otro idioma.

    A partir de sus cartas, el fresco ms visible que podemos tener de susexperiencias en esa poca aunque mediado por una cantidad de cuestioneses posible sealar que en muchos haba una importante identificacin con lacausa nacional y la defensa de la patria amenazada por los britnicos, que en

    esos das de abril se juntaba junto con la sorpresa ante lo que encontraban, elrelato de sus primeros contactos con las islas, y los pedidos de abrigo y comidaa los familiares.

    La mezcla de valores, lo aprendido en la escuela, la importancia cultural deinstituciones como la escuela y el servicio militar obligatorio aparecen en lacarta escrita por un soldado conscripto que era maestro y march a combatir.Julio Cao muri el 12 de junio de 1982:

    A mis queridos alumnos de 3ro. D:

    No hemos tenido tiempo para despedirnos y esto metuvo preocupado muchas noches aqu en las Malvinas, dondeme encuentro cumpliendo mi deber de soldado: defendernuestra bandera. Espero que ustedes no se preocupenmucho por m porque muy pronto vamos a estar juntosnuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir anuestro inmenso Cndor y le vamos a decir que nos lleve atodos al "pas de los cuentos", que como Uds. saben quedamuy cerca de las Malvinas y ahora como el maestro conoce

    22 Roberto Vallejos, en Crdoba,Av-ar, p. 224.

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    muy bien Las Islas Malvinas no nos vamos a perder.Chicos quiero que sepan que a la noche cuando me acuesto, cierro los

    ojos y veo cada una de sus caritas pequeas rindose y jugando; cuando meduermo sueo que estoy con ustedes.

    Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un soldadoque los quiere y los extraa. Ahora slo le pido a Dios volver pronto con

    ustedes. Muchos carios de su maestro que nunca se olvida de ustedes.Afectuosamente, Julio

    Con sensaciones, historias y valores dismiles, pero aglutinados en torno auna serie de ideales y valores aprendidos en la escuela, por disciplina, amistad,espritu de cuerpo, millares de jvenes marcharon a Malvinas mientras la TaskForce navegaba hacia el Sur. Fueron, para todos en aquel entonces, los chicosde la guerra.

    Idas y vueltas de la diplomacia

    Mientras los civiles se iban compenetrando con la posibilidad y luego con

    la realidad de una guerra, los diplomticos de ambos pases y de los EstadosUnidos estuvieron inmersos en su propia batalla, con un contexto interno queni en la Argentina ni en Gran Bretaa auguraba buenas posibilidades para lapaz. Si el desembarco del 2 de abril tuvo como objetivo una poltica por partede la Junta Militar tendiente a restaurar su prestigio a nivel internacional yforzar una negociacin en lo externo, y luego, ante la adhesin, devinorpidamente en una posibilidad de consolidar tambin el frente interno, algosemejante, aunque menos chapucero, se produjo en Gran Bretaa. En ambospases, el conflicto creci rpidamente para transformarse en una cuestin deprestigio nacional: a mediados de abril, el 83% de los ciudadanos britnicos

    consideraban adecuada la respuesta de la Primer Ministro a la agresinargentina, mientras que una encuesta de abril de Gallup en la Capital Federal yalrededores mostraba que el 90% de los encuestados reafirmaba un "espritubelicista" y slo un 8% expresaba desacuerdo con la guerra, mientras que el82% desestimaba cualquier posibilidad de negociacin con Gran Bretaa. Esosfrentes eran los que por un lado respaldaron la intransigencia de los lderesargentinos y britnicos, pero a la vez eran, claramente, los que loscondicionaban: cada vez sera ms difcil volver atrs.

    De todos modos, a los diplomticos argentinos les tocaba una tarea muyardua, como agudamente seala un estudio sobre la diplomacia secreta ypblica de la guerra: "Muchos de los embajadores que escucharon a CostaMndez esa tarde saban sobre las Islas Malvinas apenas lo ledo en las ltimasediciones del New York Times, o lo escuchado en los noticieros televisivos, ovisto como referencias en los cables de sus cancilleras. Pero todos estabanperfectamente enterados de las violaciones a los derechos humanos, de losvnculos "especiales" que unan a la Argentina con Sudafrica, de los militaresargentinos que asistan a la represin en Hon