Lorenzo Anselmo El Proletariado Militante Libro Primero

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    Anselmo Lorenzo: El proletariado militante, vol. I - pg. 2 -

    Procedencia del texto:

    Biblioteca Virtual Antorcha

    http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/proletariado/indice.html

    Por la maquetacin actual:

    Fly, 2008

    http://www.antorcha.net/index/biblioteca.htmlhttp://www.antorcha.net/index/biblioteca.html
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    Anselmo Lorenzo: El proletariado militante, vol. I - pg. 3 -

    ndice del Libro Primero:

    Presentacin de Chantal Lpez y Omar Corts.Dedicatoria

    A Fernando Trrida del Mrmol.Introduccin, de Anselmo Lorenzo.

    CAPTULO PRIMERO:El Fomento de las Artes.

    CAPTULO SEGUNDO:Presentacin de Fanelli.

    CAPTULO TERCERO:Manifiesto y Programas.

    CAPTULO CUARTO:Primeros trabajos del Ncleo Organizador.

    CAPTULO QUINTO:Incidentes desagradables.

    CAPTULO SEXTO:Primera reunin de la Bolsa.

    CAPTULO SPTIMO:Segunda y ltima reunin de la Bolsa.CAPTULO OCTAVO:

    Propaganda protestante.CAPTULO NOVENO:

    Manifiesto y peridico.CAPTULO DCIMO:

    Fernando Garrido.

    CAPTULO DCIMO PRIMERO:Congreso de Barcelona. (Convocatoria).CAPTULO DCIMO SEGUNDO:

    Congreso de Barcelona (Inauguracin).CAPTULO DCIMO TERCERO:

    Congreso de Barcelona (Resistencia).CAPTULO DCIMO CUARTO:

    Congreso de Barcelona (Cooperacin).CAPTULO DCIMO QUINTO:

    Congreso de Barcelona (Organizacin social de los trabajadores).

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    CAPTULO DCIMO SEXTO:Congreso de Barcelona (La Internacional y la poltica).

    CAPTULO DCIMO SPTIMOEl Consejo federal.

    CAPTULO DCIMO OCTAVOArtculos doctrinales.

    CAPTULO DCIMO NOVENOConferencias de San Isidro.

    CAPTULO VIGSIMOFin de las Conferencias de San Isidro.

    CAPTULO VIGSIMO PRIMEROEI Dos de Mayo.

    CAPTULO VIGSIMO SEGUNDOEn Lisboa.

    CAPTULO VIGSIMO TERCEROLa Conferencia de Valencia.

    CAPTULO VIGSIMO CUARTOLa Conferencia de Londres.

    CAPTULO VIGSIMO QUINTOMeeting de los Campos Elseos.

    CAPTULO VIGSIMO SEXTO

    Segundo Consejo Federal.CAPTULO VIGSIMO SPTIMO

    La Emancipacin.

    CAPTULO VIGSMO OCTAVOLa Internacional en las Cortes (Lostau y Salmern).

    CAPTULO VIGSIMO NOVENOLa Internacional en las Cortes (Discurso de Pi y Margall).

    CAPTULO TRIGSIMO

    El fiscal del Tribunal Supremo.CAPTULO TRIGSIMO PRIMEROLa Excursin a Andalucia.

    CAPTULO TRIGSIMO SEGUNDOConclusin.

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    EL PROLETARIADO MILITANTEMemorias de un Internacionalista

    Anselmo LorenzoLibro Primero

    PRESENTACIN

    La obra que aqu presentamos, del primersimo representante de la corrien-

    te anarquista colectivista espaola, Anselmo Lorenzo (1842-1914), resultaimprescindible para entender los difciles inicios del movimiento obreroorganizado espaol, al igual que su entrelazamiento, por medio de La In-ternacional, con el mundo obrero europeo.

    Partcipe de las luchas obreras en pos de su unificacin, Anselmo Lorenzologra estructurar, mediante relatos, vivencias, ancdotas, reflexiones y lacompilacin de valiosos documentos, un trabajo de consulta obligatoria

    para todo aquel interesado en investigar el movimiento obrero organizadoespaol y, particularmente el movimiento obrero anarquista.

    Apasionado internacionalista, Anselmo Lorenzo relata sus vivencias entorno a los inicios de la Primera Internacional en suelo hispano. Y as, co-mo extradas de un sueo, van apareciendo organizaciones culturales comoel Fomento de las Artes; mticos personajes como Fanelli y Farga Pellicer;iniciticos documentos como el Manifiesto a los Trabajadores de todo elmundo y el Programa de la Alianza de la Democracia Socialista; los prime-

    ros grupos de iniciados, sus reuniones, esperanzas, logros y fracasos, hastaculminar en los primeros Congresos obreros. Y en medio de toda esa festi-vidad cargada de esperanzas libertadoras, sucede la tragedia de la Comunade Pars, hiriendo al mundo de los trabajadores progresistas y trastornando,

    por completo, el desarrollo de aquel majestuoso movimiento internaciona-lista europeo.

    No hay duda alguna, El Proletariado Militante sigue siendo y seguir sien-

    do una obra de referencia ineludible para quienes estn interesados en las

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    organizaciones de los trabajadores, ya sea desde el punto de vista histrico,o bien para aprovechar esos conocimientos en su militancia actual.

    Compuesta de dos volmenes, dedicado el primero a Fernando Trrida del

    Mrmol, y el segundo a James Guillaume, ambos escritos en pocas dife-rentes y, por ende, bajo condiciones igualmente distintas, El Proletariado

    Militante se ha convertido en el legado de su autor a las generaciones delfuturo. Sus severas crticas a la politiquera republicana, socialista, marxistao crata, con sus nefastas consecuencias para la humanidad toda y en parti-cular para la causa del trabajador, constituyen un saludable faro que bien

    puede servir de gua ante las turbulencias sociales, polticas y econmicasque se presentan ante nosotros desquicindonos y orillndonos a perder el

    camino, a extraviarnos en lamentaciones y espejismos. En fin, son muchaslas riquezas y posibilidades que brinda El Proletariado Militante a todoaquel que desee sumergirse en sus pginas.

    Para terminar queremos recalcar, una vez ms, la significativa importanciadel internet, en cuanto instrumento de resguardo y transmisin de informa-cin. Por ejemplo, esta obra El Proletariado militante, costara en papel,

    pongamos dos mil ejemplares, entre los doscientos cincuenta y trescientos

    mil pesos, esto es, algo as como treinta mil dlares, por lo que el lectordebera desembolsar cuatrocientos o cuatrocientos cincuenta pesos, algo ascomo cuarenta dlares, y ello castigando al mximo las ganancias. Antetales costos, resulta entendible que muy difcilmente algn grupo o editoriallibertaria pudiese aventurarse a invertir semejante suma de dinero en unaobra que, de entrada, tendra poca demanda. Sin embargo, y gracias a laRed de Redes, es posible ponerla al alcance, de todo aquel interesado, sinque exista la preocupacin de los dineros, ni tampoco haya que esperaraos para ir, poco a poquito, llenando la alcanca, haciendo changuitos paraque no se vayan para arriba los precios del papel, la impresin y todos los

    procesos necesarios para obtener el libro impreso.

    En fin, una vez ms queda patente que la Red de Redes representa una op-cin real para la divulgacin... Aprovechmosla!

    Chantal Lpez y Omar Corts

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    TOMO PRIMERO

    DEDICATORIAA Fernando Trrida de Mrmol

    Mi amigo, mi hermano, al que admiro por la extensin de su in-

    teligencia y la sencillez de sus sentimientos, a mi compaero en

    la redaccin de Acracia, en la crcel de Barcelona, en Mont-

    juich, y en la emigracin, dedico este trabajo.

    ANSELMO LORENZO

    INTRODUCCIN

    La Asociacin Internacional de los Trabajadores fue una organiza-cin compuesta de grandes grupos de trabajadores de todas las na-ciones, o al menos de aquellas en que los progresos de la civiliza-cin, por lo mismo que son grandes en todas sus manifestaciones,son menos excusables las iniquidades producto de la desigualdad.

    Su razn de ser estaba en la incongruencia existente entre los hechossociales y las doctrinas religiosas, filosficas y polticas, mansas,suaves, harmnicas y humanitarias stas, al decir de sus apologistas,y ferozmente crueles aqullos.

    Su objetivo consista en atraer hacia s a cuantos, vctimas de la in-justicia, sin distincin de raza ni de creencia, aspirasen a la emanci-pacin propia y a la justificacin de la sociedad.

    Sus medios eran la resistencia econmica contra el capital en sussecciones y federaciones, y el estudio de la sociologa elaborado en suscrculos, formulado en sus congresos y difundido por sus peridicos.

    Cuando en la prensa obrera, en las reuniones de propaganda y en los

    documentos oficiales emanados de los distintos organismos de la Aso-ciacin se hablaba de sus principios, de su vitalidad, de su fuerza y de

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    su ideal, quera decirse, y as lo entenda todo el mundo, que aquellosatributos eran propios del proletariado en cuanto unido en un pensa-miento, una voluntad y una accin dirigidos a la realizacin de un fin.

    De modo que el proletariado, al grito de trabajadores de todos lospases, asociaos! lanzado por Carlos Marx, abandon el atomismoinsolidario que lo retena en la esclavitud, y se constituy en persona-lidad colectiva, y eso contina siendo, y eso ser hasta el da gloriosodel triunfo de la Revolucin Social.

    Viva ya aquella entidad que identifica sus propsitos y sus esperan-zas en el triunfo de la justicia, en lucha con todas aquellas otras que

    del privilegio viven, La Internacional slo fue una de las manifesta-ciones de su vida, adoptada por circunstancias que la hicieron prefe-rible o la presentaron como la mejor, del mismo modo que hubiera

    podido adoptar otra; por ejemplo, la exclusiva actividad poltica, co-mo proponan a los trabajadores los liberales de todos matices cuan-do ya era tarde por efecto del fiasco de la democracia; o la coopera-cin, como no han cesado de propagar cndidos de buena fe, o malintencionados que quieren apartar a los trabajadores de la va recta

    del ideal con las desviaciones del mezquino utilitarismo; o el socia-lismo cristiano, como predican a ltima hora los catlicos, despusde haber fracasado la caridad como panacea social, durante la larga

    prueba de diez y nueve siglos.

    Disuelta La Internacional, no tanto por las escisiones causadas porantagonismos personales, ni por la arbitrariedad gubernamental, co-mo por el hecho mismo de la depuracin de las doctrinas y la libre

    expansin de los actos, el proletariado contina siendo la misma per-sonalidad viviente, con un ideal cada vez ms definido y con energ-as que progresan en valenta y decisin, como lo manifest Sal-mern hace ya diez aos, y veinte aos despus de su famoso discur-so sobre La Internacional, con las siguientes palabras:

    No tengo que rectificar ni una tilde de las afirmaciones con todoconvencimiento y la debida meditacin expresadas en las Cortes

    hace ya veinte aos. Si algn mvil impulsrame a rectificar lo queentonces dije, me lo impedira la igualdad de trminos en que hoy

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    se plantea la cuestin. Porque por encima de todo imprimen losobreros a sus reclamaciones un carcter humano universal, pidien-do acuerdos y resoluciones internacionales, en harmona con laexigencia tambin general y humana de sus necesidades.

    Levntese acta del nacimiento del Proletariado Militante, que vieneal mundo a sustituir a aquel Tercer Estado, incapacitado ya para el

    bien, opuesto al progreso y que segn la histrica frase de Sieyesdeba serlo todo.

    A partir de tan solemne instante pnese raya a todos los pesimismos,y un optimismo consolador, casi idlico, promete, a las generaciones

    futuras las bienandanzas de la justicia y las dulzuras de la felicidad.Tanto y ms aunque las sectas que teorizaron la maldad y justificaronel privilegio, levntase la voz de los proletarios diciendo: Los esfuer-

    zos de los trabajadores para conquistar su emancipacin no han detender a constituir nuevos privilegios, sino a establecer para todoslos mismos derechos y los mismos deberes, (Estatutos de La Interna-cional); Todos deben ser productores, (Congreso de Ginebra, 1866);

    La falta de instruccin conduce a la miseria, la miseria conduce al

    embrutecimiento, el embrutecimiento al crimen, el crimen al presi-dio, el presidio al envilecimiento, que es peor que la misma muerte,(Congreso de Lausana, 1867); La tierra y los grandes instrumentosde produccin y cambio deben ser propiedad de la sociedad univer-

    sal, entregndose a ttulo usufructuario a las colectividades produc-toras, cientficas, artsticas, industriales y agrcolas, (Congresos deBruselas, 1868, y de Basilea, 1869), aadiendo este ltimo: El Con-

    greso reconoce que la herencia debe ser completa y radicalmenteabolida, y que esta abolicin es una de las condiciones indispensa-bles a la libertad del trabajo; El Congreso de la Asociacin Interna-cional de los Trabajadores cree de su deber declarar que esta Aso-ciacin quiere practicar con todos los Trabajadores del mundo, seacual fuese la organizacin que se den, la solidaridad en la luchacontra el capital, para realizar la emancipacin del trabajo, (Con-greso de Ginebra, 1873); Considerando que el respeto recproco con

    relacin a los medios empleados en los diferentes pases, por lossocialistas, para llegar a la emancipacin del proletariado, es un

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    deber que se impone a todos y que todos aceptan, el Congreso decla-ra que los obreros de cada pas son los mejores jueces de los mediosms convenientes que han de emplear para la propaganda. La Inter-nacional simpatiza con estos obreros, en todos los casos, siempreque no tengan relacin con los partidos burgueses, cualesquiera questos sean. (Congreso de Berna, 1876).

    Voz de la verdad, de la prudencia, del sacrificio, de la positiva espe-ranza, precursora de aquella solidaridad internacional que ha de dar alos hombres aquel modo de ser en que la palabra Humanidad tengasu sentido recto y completo de familia universal.

    Muchos consideraron como una desgracia irreparable la disolucin deLa Internacional, juzgando que la emancipacin de los trabajadoreshaba de ser un resultado nicamente posible con los procedimientosde aquella asociacin, sin tener en cuenta que el progreso, ley univer-sal de la vida, por acumulacin de tiempo, de sucesos histricos, deexperiencia, de ciencia y de riqueza, no puede detenerse, ni menosretroceder, como no se detiene ni retrocede el curso de los siglos, ni se

    pierde el caudal de conocimiento por ms que se pretenda secuestrarle

    en provecho exclusivo de una clase, ni se desvanece aquel conjunto deaplicaciones del saber a la satisfaccin de las necesidades sociales eindividuales con que actualmente cuenta la humanidad.

    Grandes ttulos alcanz La Internacional a una especie de gratitudhistrica, aunque slo sea por el hecho de haber revelado a los pobresque tenan un derecho y que eran capaces de conquistarlo en luchasostenida contra los ricos; o en otros trminos: que los poderes tradi-

    cionales que oprimen al desheredado son la debilidad misma frente alideal emancipador en cuanto ste se apoye en la voluntad decidida derealizarle por parte de los interesados en su realizacin.

    Con esto La Internacional cumpli una importantsima misin: fuemadre del Proletariado Militante: casi no pudo hacer ms. Si el anta-gonismo irreducible, casi odio rabioso, de ciertos hombres de presti-gio no hubiese apresurado los acontecimientos, la disolucin tambin

    hubiera venido despus de un tiempo de intil esterilidad como resul-

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    tado natural de aquella amplia base de tolerancia que tan simpticapareci en un principio.

    En efecto: en buena hora que se entrase a formar parte de aquella

    asociacin sin distincin de color ni nacionalidad, pero sin distin-cin de creencia? Pues si las creencias determinan las aspiraciones ystas los actos, cmo poda presumirse que con creencias distintas yaun opuestas se llegara a conseguir la unidad de accin necesaria

    para transformar radicalmente el mundo?

    Cuando, ya pasado, se considera el hecho, hay que reconocer que LaInternacional fue una especie de recurso oportunista, lo suficiente-

    mente feliz para causar una explosin de entusiasmo producido porla esperanza de mejoramiento y fundada en la realidad de la miseria ala vez que en la indiferencia o relajacin de las creencias, pero aque-lla unin no fortalecida por la comunin universal en una fe, se debi-lit por s misma ante el choque de los errores tradicionales, y, porconsiguiente, tambin ante el temor de las persecuciones.

    En el movimiento incesante de renovacin de las generaciones fue-ron desapareciendo los viejos, y con ellos la ignorancia hecha carne,las preocupaciones endurecidas como aquellos msculos que, flexi-

    bles y elsticos en la juventud, se osifican en la vejez, y vinieron losjvenes, inocentes, inteligencias vrgenes, que reciban como primeraimpresin la doctrina de la fraternidad igualitaria, y fueron reforzan-do los cuadros, hasta el punto de que aquella organizacin anmicaque exista en Espaa en los ltimos aos del decenio 70 del sigloXIX, tuvo un brillante despertar en el Congreso de Barcelona de

    1881, y ms an en el de Sevilla, en 1882, en que los representantesde 663 secciones, 218 federaciones locales y 8 uniones de oficiossmiles con un conjunto de 57,900 trabajadores se declararon lisa yllanamente anarquistas.

    Expuestas estas consideraciones, he aqu mi propsito:

    Me propongo recopilar mis recuerdos y condensar en este trabajo lossucesos que constituyeron esa hermosa aparicin en Espaa del Pro-

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    letariado Militante en la parte que presenci y en que me cupo elhonor de tener participacin.

    Nada de lo aqu referido me ha sido contado por otro: todo lo he vis-

    to, lo he pensado, lo he sentido, y hasta mucho de lo copiado ha bro-tado de mi pluma, o en su redaccin ha intervenido mi consejo o micorreccin, pudiendo decir con toda verdad como expresin grficade mi participacin: All estaba yo. No es esto, pues, una historia, porcuanto no se ajusta a mtodo alguno, ni constan aqu todos los suce-sos importantes ocurridos en el mismo perodo, repartidos en el terri-torio nacional y correspondientes al mismo asunto, es nicamenteuna coleccin de datos interesantes, ligados por una pasin y por un

    recuerdo personales, sacados del olvido y puestos al servicio del his-toriador futuro, que podr agregar a la corriente de los sucesoshumanos esta nueva y fecunda serie en que se manifiesta una faz dela vida de la insigne personalidad proletaria.

    Me he limitado, como primer ensayo, a un perodo corto, tres aos alo sumo, en el que el brillo de la verdad, la fuerza de la conviccin ylos ingenuos arranques del entusiasmo obraron prodigios de activi-

    dad y energa, antes que la contrariedad, los egosmos y la aparicinde las pasiones deprimentes enfriaran a los dbiles y apartaran a losmal templados para llevar adelante tan importante obra.

    El ttulo de este trabajo ms se justifica por la extensin de mi pen-samiento y por mi vehemente deseo de realizarle en toda su integri-dad que por lo contenido en estas pginas. No obstante, harto bienqueda demostrado que La Internacional fue como la infancia de

    aquella gran personalidad proletaria que, segn la frase de Proudhon,habiendo recogido del fango la bandera del progreso arrojada por laburguesa, lucha, es decir, milita, es el Proletariado Militante; a quienla Revolucin Social dar el triunfo, no en beneficio de su clase, sino

    para la refundicin de todas las clases, en beneficio universal de lahumanidad.

    Anselmo Lorenzo

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    CAPTULO PRIMERO

    EL FOMENTO DE LAS ARTES

    El Fomento de las Artes era el punto de reunin de los elementos

    liberales ilustrados de Madrid. Todo liberal de la categora de bur-gus de poco pelo o trabajador, capaz de sustraerse a la sugestiva y

    predominante influencia de la taberna, era socio del Fomento; poreso el nmero de socios era relativamente escaso: no pasara tal vezde seiscientos durante los primeros aos de su instalacin en la callede Tudescos, despus del relativo apogeo que logr ya en la del Pra-do, lo que no es gran cosa para una poblacin de ms de 400,000

    habitantes en que no exista ninguna otra sociedad popular.En la poca a que me refiero, aquella sociedad, a diferencia de otrasmuchas sociedades y casinos modernos, careca de caf, y su nicoaliciente para las veladas ordinarias consista en la sala de lectura,donde haba biblioteca, diarios polticos e ilustraciones; y en las salasde recreo, con tres mesas de billar y mesas de tresillo y ajedrez, ocu-

    padas generalmente las primeras por jvenes obreros, y por pacficosburgueses del vecindario las segundas.

    Dedicado tambin a la instruccin de la clase obrera, tena el Fomen-to clase de instruccin primaria para nios durante el da, y por lanoche, para los socios y sus hijos adultos, clases de instruccin pri-maria, dibujo, aritmtica, gramtica y francs. Como asistente apro-vechado y constante a estas tres ltimas clases tuve, all por los aos64 o 65, la honra de ser considerado merecedor de dos medallas queel entonces inspector de ctedras Sr. Moret y Prendergast coloc en

    mi pecho en da de reunin solemne de la sociedad convocada para ladistribucin de premios a los alumnos aplicados.

    El elemento inteligente, a despecho del que slo consideraba la so-ciedad como un centro de recreo, obtuvo en una junta general ordina-ria, que se celebraban mensualmente, el establecimiento de sesionessemanales de estudio y controversia sobre temas filosfico-sociales,que se verificaban los sbados, y all se dieron a conocer muchos

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    jvenes oradores, exponiendo teoras econmicas y manifestandocon entusiasmo ideales polticos y de regeneracin.

    Presidan por turno aquellas sesiones o conferencias D. Manuel Be-

    cerra, a la sazn jefe de los republicanos demagogos y futuro minis-tro monrquico; D. Jos Siro Prez, hombre de extensos conocimien-tos, pero falto de convicciones y escptico amable, que tena el donde dejar contentos a todos sin conceder lo ms mnimo, y otro seormenos significado cuyo nombre no recuerdo.

    En las discusiones descollaba por su elocuencia el entonces jovencatedrtico de economa poltica D. Segismundo Moret y Prender-

    gast, que haba quiz tomado aquellas conferencias como ensayo deoratoria para elevarse luego a las cumbres de la poltica, y solan con-tradecirle con teoras socialistas dos jvenes catalanes llamados Cua-ranta y Simn, terciando en ltimo lugar los ms o menos aventaja-dos discpulos de Pi y Margall y Castelar, que se denominaban res-

    pectivamente socialistas e individualistas, y andaban por entoncesmuy soliviantados por efecto de aquella famosa polmica sostenida

    por los dos personajes citados en La Discusin y La Democracia.

    All conoc a Serrano y Oteiza, principal inspirador luego de La Re-vista Social; a l y en aquella ocasin o por primera vez expresar el

    puro criterio revolucionario, que coincida perfectamente con el quealgunos aos ms tarde haba de traernos Fanelli.

    Discutase un da sobre la participacin del obrero en los beneficiosde la industria en sustitucin del jornal, y los que queran pasar porradicales se alargaban hasta proponer las granjas y fbricas modelo

    que con sentimentalismo cristiano expone Eugenio Su en El Judoerrante, Los Misterios de Pars y Martn el Expsito. Los conserva-dores llevaban a sus contrincantes la ventaja de presentarse ms

    prcticos, porque a los sueos de ricos viciosos que, arrepentidos ypor espritu de penitencia, elevan a sus explotados a la categora dehombres libres, sin librarlos, no obstante, de la ruina por las asechan-zas jesuticas, que suministra el autor citado y de que echaban mano

    aquellos radicales, oponan ellos datos estadsticos y opiniones deilustrados economistas, sosteniendo que no puede forzarse el curso

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    de los sucesos derivados de leyes econmicas inmutables, y por tan-to, lo mejor que en su concepto poda hacerse era (y lo encajaban enfrancs para que la cosa no perdiera su prestigio) laisser faire, laisser

    passer.

    Serrano y Oteiza, con ideas propias, recto juicio y lgica contundentedesvaneci como si fueran castillos de naipes aquellos argumentosaprendidos de memoria y faltos de arraigo en el entendimiento y enla voluntad de sus expositores.

    Parceme estar oyendo su voz de timbre agudo, y ver su figura untanto rechoncha, pero realzada por lo fino de sus modales y la vigo-

    rosa expresin de su rostro, en el que sobresala la mirada, ora bri-llante con reflejos vivsimos producidos por el fuego del entusiasmo,o hmeda y afectuosa denotando amor, simpata o lstima, dominan-do al auditorio por su ingenua sinceridad y por la firmeza de su con-viccin.

    Se trata, deca, de recompensar debidamente el trabajo. Plantear lacuestin con nimo decidido de buscar la verdad y de ser justos esresolverla. En efecto, qu es el trabajo? Yo respondo sin vacilar: latransformacin de la materia operada por el hombre para la satisfac-cin de nuestras necesidades, y si esta definicin os parece demasia-do restringida, aadir: para transformar la materia es necesario co-nocerla, y ah tenis el trabajo en concordancia con la ciencia desem-

    peando una misma funcin, llenando un mismo objeto. Nuestrasnecesidades son de distinto gnero, segn que se refieran a nuestrosustento y conservacin, o a nuestras facultades morales e intelectua-

    les, y ah tenis nuevamente a la ciencia acompaada del arte, traba-jando tambin y haciendo patente que no slo de pan vive el hombresino tambin de la satisfaccin de aquella necesidad inmensa quetiene de lo bello, de lo bueno y de lo verdadero. Y ahora pregunto yo:dar pan, belleza, bondad y verdad a las gentes ha de ser una empresaeternamente dirigida por agiotistas y desempeada por esclavos, co-mo quieren los economistas conservadores? Tanto valdra como de-cir que hay una clase de hombres superiores que se salen o exceden

    de lo natural para erigirse en amos y directores, y otra tan nfima,

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    desgraciada y msera que se queda por debajo y vive para desarrollarpor obediencia fuerza material e intelectual, y as, entre empresarios,consumidores satisfechos y siervos del terruo o de la fbrica, divi-diramos la humanidad en tres clases enemigas, separadas tan pro-fundamente como las castas indias, rompiendo aquella hermosa con-cepcin que hace de todos los hombres un conjunto solidario de seresque no se interrumpe por las distancias ni por la sucesin de los si-glos. Y si criterio tan torpemente cerrado no prevalece, como no

    puede prevalecer, porque el progreso lo destruye, hemos de conten-tarnos con mejoras relativas y mezquinas que ofusquen la intangiblemajestad del derecho con las ruines concesiones de la caridad, que

    aceptan aqu los que quieren pasar por radicales? No; al trabajo nopuede ponrsele precio, como no puede ponerse tasa a la necesidad, ysi por desgracia se hace es porque antes se cometi otro mal funda-mental, cual es apropiarse unos cuantos lo que es de todos, y apode-rarse de los medios de saber y de los de producir, dndose a esa ini-quidad sancin legal y dedicando a su defensa esa fuerza coercitivade que dispone el Estado, que fue siempre enemiga jurada del verda-dero derecho.

    Palabras de tan alto sentido moral no fueron contestadas ni tal vezcomprendidas; pero lo cierto es que all qued plantado un jaln re-volucionario.

    Tambin conoc en el Fomento al cura Tapia, joven tonsurado aquien no le sent bien el dogma, y andaba en componendas entre elEvangelio interpretado libremente y las teoras democrticas, sinconseguir nada de provecho.

    Sirvieron aquellas conferencias para la exhibicin de los diversoselementos que componan aquella sociedad, donde se cobijaban yhacan campo de sus propagandas carbonarios, masones, republica-nos barricaderos, republicanos tericos, filsofos anticlericales ytodo cuanto haba de servir pocos aos despus para producir efer-vescencia en el perodo del triunfo de la revolucin de Septiembre.

    D. Fernando de Castro, rector de la Universidad, hombre sabio yvirtuoso, que despus fue vctima de las iras clericales, por haber

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    puesto la rectitud de su conciencia frente al dogma, entidad soberbiaque quiere tener bajo su dominio al mundo y no soporta que nadie sele ponga delante,1 vino al Fomento a explicar una serie de conferen-cias que titulLa Moral del Obrero.

    El conferenciante cautivaba al auditorio por la sabidura, la elocuen-cia y la amable sencillez con que en previsin de los apasionamientosque haban de sobrevenir despus, predicaba la calma evanglica al

    par que las racionales iniciativas.

    Recuerdo que en una de sus conferencias trat de la inmoralidad delrobo, y tal vez como recurso ingenioso empez el asunto y lo dejo

    suspendido para la sesin siguiente.El robo, dijo, o sea la apropiacin de lo ajeno contra la voluntad desu dueo, es censurable en absoluto, sin que haya circunstancias que

    puedan atenuarle.

    Quiero suponer un caso extremo, aunque perfectamente verosmil: unhombre va por un camino, tiene hambre y carece de todo alimento yde medios de procurrselo. Por las tapias de una gran posesin se

    desbordan las ramas de frondosos rboles frutales, y entre ellaspresntase una rama al alcance de su mano cargada de sazonadas yriqusimas peras. Tal vez aquel hombre, adems de su apremiantenecesidad, recordar haber odo algo de injusta distribucin de lariqueza, acaso le diga su memoria que alguien ha dicho que el dere-cho a la vida es una patente de inmunidad contra la propiedad, pre-sentable y perfectamente valedera ante las apremiantes exigenciasdel hambre; pero yo afirmo que si aquel hombre es cristiano, si tiene

    valor para elevar su razn, constituirla en juez y or con imparciali-dad la contienda entre la conciencia y el estmago, debe pasar de

    1 En carta dirigida a Salmern, con fecha 3 de noviembre de 1871, felicitndolepor su discurso en defensa de la Internacional y aludiendo a ciertas frases delmismo, don Fernando de Castro dice de s propio que ha perdido la virginidad dela fe; pero que ha ganado, en cambio, la maternidad de la razn y una nueva cre-encia en Dios, y que, despus de las fatigosas horas que preceden a todo alum-

    bramiento, vive hoy la vida de la conciencia con fuerzas antes desconocidas, y enmedio de un bienestar moral tan tranquilo, plcido y sereno, que ni la duda leatormenta, ni la calumnia le contrista, ni el fin de la vida le preocupa.

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    largo. Quiz encuentre luego un prjimo como el samaritano delEvangelio; pero no debe fundar su juicio en esa esperanza; si le en-cuentra, bueno; si no, debe morir.

    Al llegar a este punto, encaj el obligado final he dicho, y termin suconferencia.

    No fueron pocos los comentarios que la siguieron. En uno de losgrupos de comentadores se hallaba D. Manuel Becerra, con su zama-rra y su bastn de hierro, con el que daba fuertes golpes que hacanestremecer el pavimento.

    Esa moral del obrero, deca, no es racional; por haberla impuesto

    coercitivamente y haberse sujetado demasiado a ella existe la opu-lencia insultante y la miseria pacfica y conformada. Por mi parte, no

    pasara de largo ante la rama repleta de fruto, y declaro que antes dela muerte de inanicin prefiero el robo. Pues no digo nada si mi hijome pidiera pan y no tuviera que darle! Saldra a la calle y al primeroque encontrase le dira: So... tal (y la solt en castellano claro), da-me para pan para el pequeuelo!

    Y al decir esto cogi por las solapas al que tena delante, le ech unamirada feroz con sus ojos bizcos y le zarande hasta el punto dehacerle perder el equilibrio. Los circunstantes celebraron aquellamanifestacin con risas y muestras de asentimiento.

    En la conferencia siguiente el P. Castro continu su tema anatemati-zando el robo; pero esta vez, tomando el asunto desde un punto devista ms prctico, habl de las relaciones del capitalista con el traba-

    jador, del comercio con los consumidores, del negocio, de la usura,de cuanto tiene relacin con la riqueza y de todas estas cosas en susrelaciones con la ley, denunciando el robo legal y llegando a conclu-siones de acerba crtica social que terminaron con bellsimos idealesde fraternidad humana.

    El efecto causado por aquel discurso fue muy grande, mucho msteniendo en cuenta que era un cura quien as se expresaba y aquellasideas expona.

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    Muchos aos despus he visto alguno de mis antiguos amigos dedi-cados con fe inquebrantable a la propaganda de la emancipacin delos trabajadores, que aun conservan como carioso recuerdo el deaquella conferencia, y he pensado que eso era el eco de aquellas ver-dades traducido en hechos de trascendencia positiva. Quin puedecalcular las consecuencias de la manifestacin de una idea! Acasoesta consideracin me ha salvado alguna vez del escepticismo.

    D. Jos Flores Laguna obtuvo autorizacin para formar un Orfen enaquella misma sociedad, y a inscribirse en l acudimos unos sesenta

    jvenes, que por la simpata que inspiraba el carcter bondadoso delmaestro y por las amistades que entre nosotros trabamos los coristas

    se constituy poderoso y fuerte.

    Entre todos descollaba Toms Gonzlez Morago, por varias circuns-tancias, y principalmente por su inteligencia, a la par que por la mez-cla extraa de actividad e indolencia de que alternativamente sehallaba posedo. Contribua a esa superioridad su posicin: era gra-

    bador, tena su tallercito en el portal de la casa No. 8 de la calle delCaballero de Gracia y viva en un cuartito interior del patio. Gozaba

    de gran independencia: trabajaba sin prisa, alternaba su labor con laconversacin, y a veces pasaba das enteros en la cama entregado aun sueo soporfero del que no le sacaban ni su paciente mujer, nisus amigos, ni los compromisos que pudiera tener con su trabajo. Sutaller era el punto de reunin de todos sus amigos desocupados, yall, constituidos en sesin permanente, se trataba de cuanto apasio-naba de momento. Con todos amable y condescendiente, a todos ex-ceda en inteligencia y subyugaba con la fogosidad de su imagina-cin y la grandiosidad de sus concepciones. Si a su inteligencia y asu imaginacin hubiese correspondido en talento organizador paradar forma prctica y viable a un pensamiento de aquellos que, basa-dos en la inteligencia y en la voluntad, se desenvuelven en el tiempoe influyen poderosamente en la sociedad, nadie en mejores circuns-tancias que Morago para haberle practicado, porque lleg a alcanzargran prestigio entre sus jvenes amigos, los cuales hubieran podido

    constituir un apostolado decidido a todo. Por desgracia era una con-tradiccin permanente: lo que he dicho de su actividad y su pereza

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    puede decirse de las alternativas de su idealismo y de su escepticis-mo. Como idealista rayaba en lo sublime, y cuando mas elevado semanifestaba transportado por la ms amplia concepcin de la justiciaen la sociedad y de la fraternidad humana, sbitamente se desempe-aba en el escepticismo ms desesperante. Sin duda en l dominabala imaginacin al pensamiento, el arte a la razn, y cuando vea a losque le escuchaban esforzarse penosamente por seguirle sin lograrconseguirlo, antes por el contrario, por sus dudas y objeciones semostraban torpes e incapaces, su genio de artista se rebelaba contrala fealdad moral de sus contradictores mostrndose escptico tal vez

    por sarcasmo. As le vimos en el Orfen trabajar como uno de sus

    ms entusiastas organizadores al mismo tiempo que enviaba anni-mos al maestro poniendo de relieve faltas, defectos y palabras, a lavez que ridiculizando a los individuos, para darse el gusto de rerse acosta de los que dirigan amenazas al ignorado autor de los anni-mos. Esa misma conducta sigui despus, movido por la idea de bur-larse de los que juzgaba demasiado pequeos para realizar cosasgrandes.

    l mismo refera a sus amigos algunos episodios importantes de suvida, que puede decirse le retrataban de cuerpo entero: era su padrecatlico ferviente y entusiasta carlista. Respecto de las ideas polticasse emancip por completo de la influencia paterna con el trato de losamigos; no as de las religiosas, puesto que surgi gran lucha en suinteligencia entre el dogma y sus dudas. Esta situacin de nimo lellev a cometer ciertas extravagancias hasta dar en la fe del ateo, yaque no pudo conseguir la del cristiano. La popularidad del famoso P.

    Claret le decidi un da a confesarse con l, presentndose como unhereje a su pesar, toda vez que sus errores provenan ms de su inte-ligencia que de su voluntad. De tal modo expuso sus dudas ante elobispo de Trajanpolis in partibus infidelium, que ste pareci msdispuesto a atrarsele por la ambicin que a persuadirle por la fe,invitndole a estudiar teologa y hacerse cura, para lo cual le facili-tara los medios, y dado su talento podra llegar a ocupar lugar pre-eminente en la Iglesia. A esta proposicin contest Morago le-vantndose, y repitiendo estas palabras del Evangelio: Aprtate,

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    Satans, me eres escndalo! sali a la calle dejando corrido al confe-sor.

    Tal es la semblanza que, slo con el auxilio de mis recuerdos, me ha

    sido dable hacer del Fomento de las Artes, sociedad pacfica, escp-tica y burguesa en la actualidad segn mis informes y lo poco que daque hablar; pero alegre, animosa y entusiasta en aquellos aos en quela presidieron Aguilar, Abascal y Len, tena fresco el recuerdo de suantecesora La Velada de los Artistas y bullan en ella elementos tanricos de vida y de energa como los iniciadores del Proletariado Mili-tante.

    CAPTULO SEGUNDO

    PRESENTACIN DE FANELLI

    La revolucin del 29 de Septiembre de 1868, que tan profunda trans-formacin caus en Espaa, dispers a los jvenes coristas del Fo-mento de las Artes, constituidos despus en Orfen Artstico-Matritense; siguieron en l los que lo haban tomado como sociedad

    de recreo o tertulia de amistad, quedando fuera unos cuantos enquienes se desarrollaron aficiones artsticas y se dedicaron al teatro oal canto litrgico, y muchos otros que se apasionaron por la explo-sin de las nuevas ideas.

    De estos ltimos, republicanos todos, haba los socialistas, que sealistaron en el batalln de Voluntarios de la Libertad de AntnMartn, el cual, sin tener carcter pblico, exista mucho antes de la

    revolucin en forma de grupos armados dispuestos a continuar latradicin revolucionaria de los antiguos progresistas, luchando en las

    barricadas si para el triunfo hubiera sido necesario y no hubiera teni-do influencia preponderante la insurreccin militar.

    Los individualistas se alistaron en el batalln de Garca Lpez; entreellos se contaba Morago, a quien vi alguna vez con un uniforme queme caus risa, porque me pareci que participaba de militar y de

    eclesistico, por lo que le pregunt:

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    - Te han nombrado capelln de tu batalln?

    - Por qu me preguntas eso?

    - Porque ese traje negro, la corbata tricolor en forma de alzacuello

    destacndose sobre el chaleco blanco, y aun el sombrero, que pareceuna teja de ala corta, te dan cierto aspecto de capelln castrense.

    La broma no fue de su agrado, a juzgar por el tono con que me res-pondi y tal vez eso fuera la gota de agua que hizo rebasar el fondode disgustos y desengaos que le ocasion su pasajera afiliacin a lafuerza ciudadana, porque pocos das despus supe que l y los ami-gos que le seguan se haban dado de baja, retirndose de un instituto

    al que no les ligaba la vocacin.Poco tiempo despus me hallaba un domingo por la noche en com-

    paa de mi amigo Manuel Cano en el Caf de la Luna, y se nos pre-sent Morago dicindonos:

    - Vengo a buscaros.

    - Qu ocurre? -le preguntamos.

    - Deseo haceros partcipes de una gran satisfaccin, a la vez quecuento con vosotros para llevar a cabo un gran pensamiento.

    - Te agradecemos el deseo y puedes contar con nosotros para lo quesea bueno, en tanto que nuestras facultades nos lo permitan.

    - Tenis noticia de la existencia de La Internacional? -pregunt.

    Cano dijo que no; yo s haba ledo algo y tena vaga noticia de esa

    asociacin.- Pues se trata, continu Morago, de organizar a los trabajadores delmundo civilizado para destruir la explotacin capitalista a que sehalla sometido el trabajo. Grandes agrupaciones obreras existen yaen Inglaterra, Alemania, Suiza y Blgica. En Francia es difcil la or-ganizacin por ahora a causa de la tirana del imperio, y por la mismarazn de la tirana gubernamental en los dems pases, pero Espaaque goza de la infeliz oportunidad de hallarse en el perodo de una

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    revolucin triunfante est en excelentes condiciones para cooperar aese gran movimiento.

    Cano y yo, aunque jvenes y dispuestos a admitir fcilmente lo que

    se presentase con caracteres de nobleza y grandiosidad, retrasamos lacontestacin favorable que desde el primer momento habamos for-mado propsito de dar, slo con objeto de obligar a nuestro amigo aser ms explicito, y al efecto le dije:

    - Destruir la explotacin capitalista a que se halla sometido el traba-jo, que dices ser el objeto de esa asociacin, es una frase cuyo valores difcil precisar: puede significar tanto que involucre una revolu-

    cin radicalsima en que se vuelva de arriba a abajo la sociedad, ypara esto lo primero que se necesita es que los explotados sepan quelo son y quieran dejar de serlo, o puede reducirse a uno de esos pro-gramas ampulosos semejantes a los que omos todos los das a los

    propagandistas polticos. Y como eso es poco concreto y definido,me parece que no sirve para objeto de una asociacin que se proponeremover tanta gente y unida en una accin comn.

    Cuando Morago se hallaba posedo de entusiasmo y se le contrariabasenta arrebatos sublimes. Es imposible recordar lo que dijo para qui-tar todo valor a mi objecin, y era lstima que tanta elocuencia sederrochara para persuadir a dos convencidos. Precisamente Cano yyo, por la lectura de algunas obras de Proudhon, por el extracto de lasobras de Fourier y por la campaa socialista de P y Margall en La

    Discusin, y adems por nuestros comentarios sobre aquellos traba-jos, nos hallbamos perfectamente preparados para la gran empresa

    que se trataba de acometer. Naturalmente slo conservo el recuerdodel efecto que me caus aquella hermosa rplica: muchas veces le odiscursos de propaganda, pero nunca me pareci tan razonador ni taninspirado como aquella noche. Si aquel discurso se conservara escri-to tendramos uno de los mejores en pro de la emancipacin obrera.

    Tal vez hay en este juicio archivado en mi memoria los efectos deuna admiracin primeriza, quiz hubiera en aquella peroracin mri-

    to sobresaliente nunca sobrepujado por otros oradores ni por l mis-mo; difcil es averiguarlo, porque las sensaciones son resultados

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    complejos de muchas causas imposibles de apreciar y generalmentedespreciadas, cuya intensidad slo puede conocer el que la sienteaunque desconozca el mecanismo que la produce.

    A pesar de ello, Cano no quiso prescindir de otra observacin que sele ocurri, capaz de molestarle.

    - Me extraa, dijo, verte ahora tan entusiasta y decidido socialista,cuando antes te he visto siempre acrrimo individualista y como talnos has hecho la contra.

    - Te refieres, replic, a nuestras conversaciones sobre la polmicaentre La Discusin y La Democracia. Eso ya pas como cosa de es-

    casa importancia. Lo cierto es que ni vosotros erais socialistas ni yoindividualista; lo que en realidad ramos es, piistas vosotros, y caste-larista yo, es decir, sectarios; hoy se trata de tener un pensamiento

    propio, coincidir muchos en un ideal comn y constituir una fuerzacon que obtener una transformacin social para hacerle prctico.

    - Lo que te dijimos al principio antes de explicarte, repetimos ahoraque has manifestado lo que de nosotros solicitas, dije yo. Estamos a

    tu disposicin.- Pues se trata de asistir a una reunin en que, en unin de otros ami-gos, seremos presentados a Fanelli, diputado italiano y delegado dela Alianza de la Democracia Socialista, que tiene la misin de dejarconstituido un ncleo organizador de la Seccin espaola de la Aso-ciacin Internacional de los Trabajadores. Habindose presentadoeste seor a algunos diputados republicanos en demanda de jvenes

    obreros para formar ese ncleo, cuenta con nosotros, y es necesariocorresponder a ese deseo.

    Quedamos convenidos, y Morago se dirigi al Fomento, y luego alTeatro Real, a citar a otros amigos con el mismo objeto.

    Al da siguiente todos los citados comparecimos al sitio de la cita,menos Morago, que deba presentarnos, y esta falta, motivada por elhecho de haberse echado a dormir algunas horas antes y no haberse

    levantado a la hora precisa, como dijo uno de los presentes que vena

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    de casa de aqul, es un rasgo caracterstico de los muchos que ofrecasu modo de ser. Ello no fue obstculo para que la reunin se efectuara.

    En casa de Robau Donadeu nos reunimos, pues, con Fanelli.

    Era este un hombre como de 40 aos, alto, de rostro grave y amable,barba negra y poblada, ojos grandes negros y expresivos, que brilla-ban como rfagas o tomaban el aspecto de cariosa compasin,segn los sentimientos que le dominaban. Su voz tena un timbremetlico y era susceptible de todas las inflexiones apropiadas a loque expresaba, pasando rpidamente del acento de la clera y de laamenaza contra explotadores y tiranos, para adoptar el del sufrimien-

    to, lstima y consuelo, segn hablaba de las penas del explotado, delque sin sufrirlas directamente las comprende o del que, por un senti-miento altruista se complace en presentar un ideal ultra revoluciona-rio de paz y fraternidad.

    Lo raro del caso es que no saba hablar espaol, y hablando francsque entendamos a medias algunos de los presentes, o en italiano queslo comprendamos un poco por analoga, quien ms quien menos,no slo nos identificbamos con sus pensamientos, sino que merced asu mmica expresiva llegamos todos a sentirnos posedos del mayorentusiasmo. Haba que verle y orle describiendo el estado del traba-

    jador, privado de los medios de subsistencia por falta de trabajo acausa del exceso de produccin; despus de exponer con riqueza dedetalles la desesperacin de la miseria, con rasgos que me recordabanal trgico Rosi, a quien tuve el gusto de admirar poco tiempo antes,deca: - Cosa horrbile! spaventosa! y sentamos escalofros y es-

    tremecimientos de horror. Parangonaba luego situacin tan triste conla de los parsitos de la sociedad que monopolizan la riqueza y laproduccin para entregarse a la molicie y a la holganza, y si de esevicio huyen para manifestarse inteligentes y activos, abusan de lariqueza, extreman la explotacin y la usura y slo piensan en acumu-lar riquezas, y esa descripcin nos indignaba en sumo grado. Mostr-

    banos, por ltimo, los efectos de la unin obrera internacional, con-ducida por la resistencia y por el estudio, llegando a ser fuerza neu-

    tralizadora de la soberbia capitalista y fundamento de una ciencia

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    econmica verdadera, que corregir los absurdos que la preocupa-cin, la rutina y la ignorancia han considerado como fundamentossociales, dndoles sancin legal, y nos los representbamos reempla-zados por instituciones racionales y dignas que protegeran el dere-cho natural de todos los individuos, sin que nadie viviese vejado, nihubiera quien fundase su bienestar sobre la desgracia y la ruina de suigual, y entonces una dulce esperanza nos animaba, elevndonos alas sublimes alturas del ideal.

    Tanto como el apstol, era FaneIli el cientfico y el artista que, cono-ciendo a la perfeccin el mecanismo de la inteligencia y de la sensi-

    bilidad, tocaba alternativa y oportunamente todos los registros para

    hacernos comprender y sentir, pudiendo decirse que dispona de no-sotros a su arbitrio para impulsarnos a la obra cuya misin queraencomendarnos.

    Tres o cuatro sesiones de propaganda nos dio FaneIli, alternadas conconversaciones particulares en paseos o en cafs, en las que tuve lasatisfaccin, que consider como una honra que me caus gran alegr-a, de verme especialmente favorecido con sus confidencias.

    Bien conoci el inmenso prestigio que haba alcanzado entre noso-tros, y comprendi que si permaneca en Madrid dirigiendo la crea-cin del grupo y la organizacin de las secciones y sociedades mucho

    pudiera adelantarse con su experiencia y su talento; pero se vea im-posibilitado de hacerlo por tres razones: primero, porque tena debe-res que cumplir en otra parte; segundo, porque quera evitar la notade extranjerismo a la propagacin de las ideas emancipadoras, nota

    peligrosa en pases atrasados y reaccionarios, y tercero, porque quer-a que los individuos y los grupos se desarrollaran por sus propiosmedios, con su propio valer, y que la gran obra comn no careciesede los caracteres individuales y locales que hace que la variedad no

    perjudique a la unidad sino que sea como en la totalidad de una sumael valor positivo de cada una de las unidades que la constituyen.

    Nos dej ejemplares de los Estatutos de La Internacional, programa y

    estatutos de la Alianza de la Democracia Socialista, reglamentos dealgunas sociedades obreras suizas y algunos peridicos obreros rga-

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    nos de La Internacional, entre ellos unos nmeros del Kolokol conartculos y discursos de Bakunin, y antes de despedirse de nosotrosquiso que nos retratsemos en grupo, como as se hizo, reunindonostodos el da convenido, menos Morago, que tambin tuvo sueo y no

    pudo recobrar la voluntad de despertarse a pesar de que todos fuimosa su casa y el mismo Fanelli le invit a que nos acompaara, por esoen el grupo fotogrfico no figura su retrato y s solo su nombre.

    Formaban el ncleo organizador los individuos siguientes:

    ngel Cenegorta, sastre.- Manuel Cano, pintor.- Francisco Mora,zapatero.- Marcelino Lpez, zapatero.- Antonio Cerrudo, dorador.-

    Enrique Borrel, sastre.- Anselmo Lorenzo, tipgrafo.- Jos Posyol,tipgrafo.- Julio Rubau Donadeu, litgrafo.- Jos Adsuar, cordelero.-Miguel Lngara, pintor.- Quintn Rodrguez, pintor.- Antonio Gime-no, equitador.- Enrique Simancas, grabador.- Angel Mora, carpinte-ro.- Toms Fernndez, tipgrafo.- Benito Rodrguez, pintor.- Fran-cisco Crdoba y Lpez, periodista.- Juan Jalbo, pintor.- TomsGonzlez Morago, grabador.- Toms Gonzlez Velasco, tipgrafo.

    Han pasado 32 aos desde aquel tiempo hasta el momento en quetrazo estas letras. De aquel grupo, a que algunos fueron por la nove-dad, otros sin nimo de emprender una campaa seria por los nuevosideales y otros con voluntad decidida de llegar hasta el lmite de lo

    posible, quedan pocos, no s cuntos, positivamente slo tengo noti-cia de uno; el escepticismo y la muerte han reducido la mayora a lanada o a la negacin, que es peor, mas sus frutos han sido fecundos:de all parte el movimiento proletario espaol, que ha dado pensado-

    res, artistas, organizadores, cientficos, revolucionarios, grandesagrupaciones de trabajadores conscientes y activos, emigrantes quehan extendido la ciencia revolucionaria por Asia, frica y Amrica,y, por ltimo, mrtires que en crceles, presidios, colonias peniten-ciarias y ante el verdugo y los pelotones de ejecucin han afirmado ladignidad humana y la fe inquebrantable en el ideal.

    Siendo como es el progreso, no un milagro providencial, sino una

    relacin no interrumpida de causa a efecto seguida en la va del me-joramiento hacia la perfeccin absoluta, quin negar la participa-

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    cin de aquellos sencillos trabajadores en la organizacin de la so-ciedad justa y perfecta de lo porvenir?

    Los hombres sin fe, porque carecen del poder de la inteligencia y de

    la virtud de la constancia, rndanse ante la evidencia, y al ver el pe-queo germen, convertido en frondoso y fructfero rbol, reconozcany confiesen la inanidad del escptico pesimismo, y proclamen, porltimo, que la previsin de un futuro de justificacin, de paz y defelicidad universal, a cuya conquista se contribuye con la ciencia ycon el sacrificio, es un bien ms positivo que los ruines beneficiosmateriales que reporta el egosmo fratricida.

    Considero como una obligacin de justicia consignar en estas pgi-nas una breve noticia biogrfica del insigne Fanelli, extractada de labiografa que escribi Rafael Farga, y se public en Garibaldi, Histo-ria Liberal del Siglo XIX:

    El distinguido socilogo italiano Jos Fanelli naci en 1828, de unafamilia acomodada.

    De naturaleza apasionada, poderosa inteligencia y vastsima instruc-

    cin puso sus energas al servicio de la libertad; as le vemos comba-tiendo por la repblica romana (1848-49), figurando en las clebresjornadas en que se luch heroicamente contra el papado, las testascoronadas y los seides de Napolen, sufriendo despus cruel destie-rro como para amargar ms su existencia el recuerdo de tanta sangregenerosamente derramada.

    Burlando la vigilancia autoritaria penetr sigilosamente en Italia y

    particip en el afortunado hecho de Sapri, y despus form parte dela clebre expedicin de los Mil de Marsala (1860), que arrebat delas sienes de Francisco II la corona de las Dos Sicilias, libertandoaquel pas de la tirana borbnica, siguiendo a Garibaldi en toda su

    brillante campaa.

    Su temperamento altivo y generoso le impuls a concurrir al levan-tamiento de Polonia de 1862 y 1863, donde, afiliado a las partidasrevolucionarias que continuamente hostigaban a las tropas moscovi-tas, arriesgbase a veces tan imprudentemente, que estuvo en muchas

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    ocasiones en peligro de caer en manos del enemigo, As pudo hacer-se bien cargo de lo que era y lo que quera el pueblo de Polonia, yobserv con disgusto el profundo fanatismo religioso de los campe-sinos y el hipcrita liberalismo de la aristocracia y de la burguesa,causa de las derrotas del pueblo polaco, ya que aquellos privilegiados

    peleaban tan slo por adquirir una independencia con que poder ex-plotar mejor a los trabajadores, mantenindolos en constante servi-dumbre.

    En 1866, cuando Italia trat de conquistar el Vneto, volvi a vestirel bizarro uniforme garibaldino, y en los despeaderos de los Alpesdisput el terreno palmo a palmo a los austriacos.

    Convencido Fanelli por el estudio y la experiencia de que la inde-pendencia de Italia dejaba pendiente de realizacin la emancipacindel pueblo trabajador, fue de los primeros que abrazaron las ideas delsocialismo anarquista y rompi definitivamente con Mazzini y todoslos polticos, formando con Bakunin en la minora del Congreso in-ternacional de Berna, y juntos fundaron la Alianza de la DemocraciaSocialista.

    En aquella poca y en tal situacin intelectual hizo la excursin aEspaa que queda indicada, con la que alcanz ttulos imperecederosa la memoria y a la gratitud de los trabajadores espaoles.

    Diputado al parlamento italiano, admiti la diputacin, de acuerdocon sus amigos, nicamente para tener las franquicias y la inmunidadque disfruta el diputado en aquel pas, siendo del corto nmero, porno decir el nico, de los que repudiaron siempre todo consorcio con

    el poder y con el presupuesto.

    El 5 de Enero de 1877, aun no cumplidos 50 aos de una existenciade sacrificio y de trabajo, sucumbi repentinamente por efecto de unahemorragia cerebral.

    La humanidad tuvo en Jos Fanelli un heroico y entusiasta defensor,el progreso un impulsor infatigable.

    Sirva su memoria de estmulo y ejemplo a sus sucesores en la varevolucionaria y emancipadora de los oprimidos.

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    CAPTULO TERCERO

    MANIFIESTO Y PROGRAMAS

    Entre los escritos que nos dej Fanelli como agentes sugestivos de

    nuestra voluntad, origen de ulteriores iniciativas y materia de trabajopara nuestra actividad, hay tres piezas histricas que inserto aqucomo justificante explicativo de los entusiasmos proletarios, y msan para contribuir a su popularizacin, ya que alguna de ellas, acasola ms importante, empezaba a caer en injustificado olvido; me refie-ro al manifiesto de Marx, cuya significacin alcanza hasta la declara-cin de incapacidad progresiva de la burguesa.

    Por lo que respecta a Inglaterra, fjese la atencin en la profeca deun peridico burgus y en las declaraciones de Gladstone, referidasal principio del documento; y por lo que a las dems naciones se re-fiere, tngase en cuenta la indicacin de que Inglaterra, como reinade la industria y del comercio, representa la civilizacin moderna enel mercado universal, y quedar patente que el progreso qued estan-cado por la burguesa en virtud de un indigno inters de clase.

    Pero como esas limitaciones no tienen fuerza para impedir el desa-rrollo de las leyes progresivas de la humanidad, los trabajadores,constituidos en clase, organizados y con el ideal de su emancipacin

    por gua, fundaron La Internacional.

    Marx lo anunci a los cuatro vientos por medio del siguiente

    Manifiesto a los trabajadores de todo el mundo

    Trabajadores:

    Es evidente que la miseria de las clases obreras no disminuy en elperodo de 1848 a 1864; y sin embargo, ese perodo excepcional notiene ejemplo en los anales de la historia por el progreso realizado

    por la industria y el comercio.

    En 1850, uno de los rganos ms autorizados de la clase media ingle-sa profetizo: Si la exportacin e importacin de Inglaterra aumentase

    un 50 por 100 el pauperismo ingls quedara reducido a cero.

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    Pues bien; el 7 de Abril de 1864, Gladstone, ministro de Hacienda,sorprendi agradablemente a la Cmara de los Comunes declarandoque el total de la importacin y exportacin de la Gran Bretaa en1863 ascenda a 443.955,000 libras esterlinas; total maravilloso, casitres veces mayor que el de 1843. Cuadro tan halageo tuvo esteaterrador contraste al hablar de la pobreza: Pensad, seores, en losque estn en la sima de la miseria; en los salarios no aumentados, yen que de cada diez hombres nueve sostienen una lucha terrible con-tra la miseria. Eso dijo el ministro, y no hizo mencin del puebloobrero de Irlanda, reemplazado de da en da en el Norte por la ma-quinaria, y arrojado del pas en el Sur para que ceda el puesto a los

    carneros, aunque en este desgraciado pas ni aun los carneros prospe-ran, si bien no mueren en tanta proporcin como los hombres.

    No repiti tampoco Gladstone lo que ya se declar en el Parlamentocuando fue ledo el voluminoso Libro azul de 1863, demostrando connmeros y hechos oficiales que la hez del crimen, los condenados atrabajos forzados en Inglaterra y Escocia trabajan menos y estn me-

    jor alimentados que los obreros agrcolas. Adems, cuando la guerra

    civil de Amrica dej sin trabajo a los obreros de Lancashire y Ches-hire, la misma Cmara de los lores envi a estos distritos manufactu-reros un mdico encargado de averiguar qu suma de carbono y zoe,administrados en la forma ms fcil y barata, bastara por trminomedio para impedir los estragos del hambre.- EI Dr. Smith, mdicoencargado de esta informacin, descubri que una porcin semanalde 28,000 gramos de carbono y 1,330 de zoe mantendra a un adultode mediana corpulencia sobre el nivel de las enfermedades causadas

    por el hambre, y que esta pequea dosis la encontr en la escasa ali-mentacin de los algodoneros parados y reducidos a la extrema mise-ria.

    Y no es esto todo: el mismo sabio doctor fue despus encargado ofi-cialmente de analizar la alimentacin de la parte ms pobre de laclase obrera. Sus resultados, condensados en la Sexta relacin sobreel estado de la sanidad pblica, dada a luz en el transcurso del pre-

    sente ao por orden del Parlamento, demuestra que los tejedores deseda, las costureras, los guanteros, medieros y otros trabajadores, por

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    trmino medio anual, no obtienen siquiera aquella racin indispensa-ble a los algodoneros sin trabajo; es decir: la suma de carbono y zoeindispensable para impedir que el hambre cause enfermedades. Heaqu adems lo que dice la relacin oficial: Respecto a la investiga-cin realizada en las familias agrcolas, resulta que ms de la quinta

    parte consume menos del calculado mnimum de alimento carbona-do; que ms de la tercera no alcanza el mnimum de alimentos azoa-dos, y que en la alimentacin media de los condados de Berkshire,Oxfordshire y Somersethshire hay una proporcin insuficiente dealimentos azoados.

    Hay que tener en cuenta, aade la citada relacin, que el hambre es

    exigente, y que antes de llegar a una gran escasez de alimentos haymuchas privaciones de todo gnero, pues hasta el aseo es en tal casodispendioso y difcil, y cuando por estimacin propia se le quiereconservar, cada tentativa representa un tormento adicional al hambre.Lo que se gasta en limpieza se pierde de comida. Estas reflexionesson tanto ms dolorosas, cuanto la pobreza citada no es producto dela holgazanera, sino que es el estado normal de la poblacin obrera.

    Y aun el trabajo con que ganan los obreros esa miserable racin esduro y excesivamente prolongado.

    La relacin citada revela el hecho extrao e inesperado de que en lascuatro partes del Reino Unido, Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda,donde la agricultura se halla ms floreciente, la clase trabajadora esms miserable, y a pesar de ello, los pobres jornaleros agrcolas deBerkshire, Oxfordshire y Somersetshire estn mejor alimentados quegran nmero de los ms diestros oficiales de Londres.

    Estos son datos oficiales publicados por orden del Parlamento en1864, durante el reino milenario del comercio libre y al mismo tiem-

    po que un ministro participa a la Cmara de los Comunes que portrmino medio la situacin del obrero ingls ha mejorado notable-mente, lo que niega la relacin oficial de sanidad con estas palabras:El estado sanitario de un pas significa el de la generalidad de sushabitantes, y cmo puede ser bueno aqul si stos estn mal alimen-

    tados?

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    Deslumbrado por la estadstica de los progresos de la riqueza nacio-nal que brilla ante sus ojos, exclama el ministro entusiasmado: Desde1842 a 1852 la riqueza imponible del Estado aument un 6 por 100,

    pero en los ocho aos siguientes hasta 1861 aument un 50 por 100.El resultado es admirable hasta lo increble; y este incremento fabu-loso de riqueza y poder se limita exclusivamente a las clases acomo-dadas.

    Si se quiere saber a costa de qu quebrantamiento de salud, de prdi-da de moralidad y de ruina intelectual de los obreros se produjo y se

    produce ese incremento fabuloso de riqueza y poder limitado a lasclases acomodadas, vase la descripcin de las imprentas y talleres

    de sastres y costureras en la ltima Relacin de 1863 sobre el estadode sanidad pblica, y la Relacin de 1863 sobre el trabajo de los ni-os, donde se lee entre otras cosas:

    Los alfareros, hombres y mujeres, como clase representan una pobla-cin fsica e intelectualmente degenerada. Los nios enclenquessern hombres enfermizos, y la degeneracin progresiva de la raza esinevitable; pero esta degeneracin de las comarcas donde est ms

    extendida la industria alfarera es lenta, porque a ella acuden hombressanos de las comarcas vecinas y porque los de sta se casan con mu-

    jeres de otras procedencias. El estado sanitario de los obreros deLancashire, segn el Libro azul, se mejor a consecuencia de su ex-clusin temporal de las fbricas por falta de algodn, aunque en estetiempo su alimentacin bastaba apenas para impedir las enfermeda-des causadas por el hambre, y durante el paro disminuy la mortali-dad de sus hijos, porque las madres tenan tiempo de amamantarlosen lugar de darles opio como hacan cuando trabajaban.

    Insistimos en estos hechos extraordinarios, porque Inglaterra es lareina de la industria y del comercio en Europa, y la representa efecti-vamente en el mercado universal.

    Hace poco tiempo, uno de los hijos de Luis Felipe, desterrado enInglaterra, felicit en pblico a los obreros agrcolas ingleses, dicin-

    doles que su posicin era preferible a la de sus compaeros de Fran-cia; y en verdad que los vejmenes que sufre la clase obrera de Ingla-

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    terra se reproducen en todos los pases ms adelantados y ms indus-triales del continente; en todos hay, desde 1848, un desarrollo inmen-so en la industria y un incremento extraordinario de la exportacin eimportacin; en todos hay un fabuloso aumento de poder y riquezade que disfrutan nicamente las clases acomodadas; pero en todas

    partes las masas de la clase trabajadora se abisman en la miseria en lamisma proporcin que aumenta la prosperidad de las clases superio-res. Es una verdad demostrada, patente para todo el que se halla en

    posesin de sus facultades mentales, aunque negada por los conser-vadores de este paraso de locos, que ni el desarrollo de la maquina-ria, ni los descubrimientos qumicos, ni la aplicacin de la ciencia a

    la produccin, ni el aumento y mejora de los medios de comunica-cin, ni la emigracin a nuevas colonias, ni la apertura de mercados,ni el libre cambio, ni todas estas cosas juntas pueden librar de la mi-seria a los trabajadores, antes al contrario, en la organizacin social

    presente cada nuevo desarrollo de las fuerzas productivas del trabajotiende fatalmente a aumentar la diferencia de clases, la desigualdad.

    Durante esta grande poca de progreso econmico, la muerte por

    hambre ha subido casi al rango de institucin en la capital de la GranBretaa. En los anales del mercado universal esta misma poca secaracteriza por la mayor frecuencia, ms grande desarrollo y accinms funesta de esa peste social llamada crisis industrial y comercial.

    Despus de la derrota de la revolucin de 1848, todos los peridicosobreros fueron suprimidos por la frrea mano del poder; los obrerosms ilustres emigraron desesperados a los Estados Unidos, y la leveesperanza de emancipacin antes sostenida se desvaneci en aquellapoca de marasmo moral y de reaccin poltica.

    Las derrotas sufridas por los obreros del continente no tardaron enllevar sus tristes efectos a los obreros de Inglaterra. Fracasaron todoslos intentos que tenan por objeto sostener el movimiento; todos los

    peridicos obreros murieron a causa de la apata de las masas, porquelos obreros parecan conformados con su triste posicin, y sin em-

    bargo el perodo de 1848 a 1864 no careci de importancia. Mencio-

    naremos aqu solamente dos grandes acontecimientos.

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    Despus de una lucha de treinta aos sostenida con perseveranciaadmirable, la clase obrera inglesa, aprovechndose de una discordiamomentnea entre capitalistas y propietarios, logr que el Parlamen-to decretase que el trabajo diario no poda exceder de diez horas. Lasgrandes ventajas fsicas, morales e intelectuales que los obreros defbrica alcanzaron con esta medida fueron reconocidas por todos los

    partidos. La mayor parte de los gobiernos continentales adoptaron laley inglesa sobre las fbricas en una forma ms o menos modificada,y en la misma Inglaterra su esfera de accin se extiende cada ao porel Parlamento. La ley de las diez horas no fue solamente una granadquisicin prctica sino tambin la victoria de un principio. Por

    primera vez la economa poltica de la clase media sucumba pbli-camente ante la economa poltica de la clase obrera.

    Una victoria ms brillante de la economa poltica del trabajo sobre ladel capital no tard en efectuarse. Me refiero al movimiento coopera-tivo.

    Es imposible apreciar con exactitud el valor de estos grandes expe-rimentos sociales que, con hechos, no con argumentos, probaron: 1.

    que la produccin en grande escala y de conformidad con el progresode la ciencia moderna puede operarse sin amos; 2. que para dar susfrutos el trabajo no necesita ser monopolizado ni tomado como me-dio de dominacin ni explotacin en detrimento de los trabajadores;3. que el asalariado, as como la esclavitud y la servidumbre, es unaforma social transitoria, destinada a desaparecer ante el trabajo aso-ciado, el cual cumple su misin con buena voluntad, nimo vigorosoy corazn alegre.

    En Inglaterra Roberto Owen hizo la propaganda del sistema coopera-tivo; los experimentos hechos por los obreros del continente fueron,en efecto, el primer resultado prctico de las teoras que no fueroninventadas sino proclamadas en 1848.

    Sin embargo, la experiencia del perodo del 48 al 64 evidenci eljuicio de los jefes ms caracterizados de la clase obrera, formulado

    en los aos 51 y 52 respecto al movimiento cooperativo ingls, asaber: El trabajo cooperativo, por ms que sea excelente en principio

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    y til en la prctica, es, no obstante, incapaz de impedir el incremen-to del monopolio, de emancipar a las clases obreras y hasta de aliviarde una manera perceptible la gravedad de su miseria, cuando estetrabajo cooperativo se limita al estrecho crculo de unas tentativasrealizadas por corto nmero de obreros. Acaso esa es la razn por lacual unos lores populares y algunos charlatanes polticos y economis-tas encomian ahora ese mismo sistema cooperativo que antes queranahogar en germen y escarnecan como la utopa de un soador o con-denaban como la hereja del socialismo.

    Para emancipar a las clases obreras el sistema cooperativo necesitadesarrollarse por medio de la proteccin del Estado, si bien que todos

    los propietarios y capitalistas se mostraron siempre contrarios a seme-jante proteccin. Conquistar el poder poltico, el Estado, es lo que de-ben hacer los obreros, los cuales parecen haber comprendido este de-ber, pues que en Inglaterra, en Francia, en Alemania y en Italia se ob-serva un movimiento que tiende a la organizacin del partido obrero.

    Este partido posee ya un elemento de xito, el nmero; pero el nme-ro no tiene fuerza si no va combinado y dirigido conscientemente. La

    experiencia de lo pasado ha hecho ver que el menosprecio del vncu-lo de fraternidad, que debera ligar a los trabajadores de los diferen-tes pases y animarlos a unirse en todas las luchas para la emancipa-cin, se castiga siempre con el fracaso comn de sus incoherentestentativas.

    Fue esta conciencia la que movi a los trabajadores de diferentespases reunidos el 28 de Septiembre de 1864 en el meeting pblico

    de San Martin's Hall a fundar la Asociacin Internacional de los Tra-bajadores.

    Otra conviccin anim a este meeting: si la emancipacin de los Tra-bajadores exige la corporacin de las diferentes naciones, cmo esposible alcanzar este grande objeto con una poltica criminal, quefomenta las preocupaciones nacionales, que consume el bienestar yla sangre del pueblo en desastrosas guerras? No fue la sabidura de

    las clases dominadoras la que preserv el Occidente de Europa deefectuar una cruzada trasatlntica para la eternizacin de la esclavi-

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    tud en los Estados Unidos, sino la resistencia heroica de la claseobrera inglesa.

    EI insultante aplauso, la fingida simpata o la estpida indiferencia

    con que las clases superiores de Europa contemplaron el asesinato dela heroica Polonia y la conquista de las montaas del Cucaso por laRusia, han enseado a las clases obreras el deber de enterarse de lossecretos de la poltica internacional y vigilar los actos diplomticosde sus gobiernos, para contrariarlos si fuese preciso, para hacer salircomo leyes supremas del gobierno de las naciones el derecho quedebera regir las relaciones de los individuos.

    El combate a semejante poltica extranjera forma parte de la luchauniversal que debemos sostener para alcanzar la emancipacin de laclase trabajadora.

    Trabajadores de todos los pases, asociaos!

    Los Estatutos generales de la Asociacin Internacional de los Traba-jadores eran un sencillo y breve esbozo de organizacin, reformable

    incesantemente por las agrupaciones obreras regionales.

    Precedales un prembulo cuyo mrito principal consiste en presentaral capital como enemigo comn y en atraer a la unidad de accin alos que estaban separados por los idiomas, las costumbres, las reli-giones y las preocupaciones de todo gnero. Es el siguiente:

    Considerando:

    Que la emancipacin de los trabajadores debe ser obra de los trabaja-dores mismos;

    Que los esfuerzos de los trabajadores para conquistar su emancipa-cin no han de tender a constituir nuevos privilegios, sino a estable-cer para todos los mismos derechos y los mismos deberes;

    Que la sujecin del trabajador al capital es la fuente de toda esclavi-tud poltica, moral y material;

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    Que por lo mismo la emancipacin econmica de los trabajadores esel gran objeto a que debe subordinarse todo movimiento poltico;

    Que los esfuerzos hechos hasta ahora han fracasado por falta de soli-

    daridad entre los obreros de las diferentes profesiones en cada pas, yde unin fraternal entre los trabajadores de las diversas regiones;

    Que la emancipacin de los trabajadores no es un problema nica-mente local o nacional, sino que, al contrario, este problema interesaa todas las naciones civilizadas; estando necesariamente subordinadasu solucin al curso terico y prctico de las mismas;

    Que el movimiento que se est efectuando entre los obreros de los

    pases ms industriales del mundo entero, al engendrar nuevas espe-ranzas, da un solemne aviso para no incurrir en antiguos errores, yaconseja combinar todos los esfuerzos hasta ahora aislados;

    Por estas razones, El Congreso de la Asociacin Internacional de losTrabajadores, celebrado en Ginebra en 7 de Septiembre de 1866,declara que esta Asociacin, como tambin todas las sociedades eindividuos que a ella se adhieran, reconocern como base de su con-

    ducta para con todos los hombres, la Verdad, la Justicia y la Moral,sin distincin de color, creencia ni nacionalidad.

    El Congreso considera como un deber reclamar los derechos delhombre y del ciudadano, no slo para los miembros de la Asociacin,sino tambin para todos los que cumplan sus deberes.

    No ms deberes sin derechos, no ms derechos sin deberes.

    La Alianza de la Democracia Socialista, creada por Bakunin y Fane-lli en Ginebra, que se desarroll luego en varios pases, aunque sinmantener relaciones constantes, y siendo ms bien grupos locales quedaban iniciativas e impulso revolucionario a las secciones obrerasinternacionales, tena el siguiente

    Programa de la Alianza de la Democracia Socialista

    I.- La Alianza quiere ante todo la abolicin definitiva y completa de

    las clases y la igualdad econmica y social de los individuos de am-bos sexos. Para llegar a este objeto, quiere la abolicin de la propie-

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    dad individual y del derecho de heredar, a fin de que en el porvenirsea el goce proporcionado a la produccin de cada uno, y que, con-forme con las decisiones tomadas por los Congresos de la AsociacinInternacional de los Trabajadores, la tierra y los instrumentos deltrabajo, como cualquier otro capital, llegando a ser propiedad colec-tiva de la sociedad entera, no puedan ser utilizados ms que por lostrabajadores, es decir, por las asociaciones agrcolas e industriales.

    II.- Quiere para todos los nios de ambos sexos, desde que nazcan, laigualdad en los medios de desarrollo, es decir, de alimentacin, deinstruccin y de educacin en todos los grados de la ciencia, de laindustria y de las artes, convencido de que esto dar por resultado

    que la igualdad solamente econmica y social en su principio, llegara ser tambin intelectual, haciendo desaparecer todas las desigualda-des ficticias, productos histricos de una organizacin tan falsa comoinicua.

    III.- Enemiga de todo despotismo, no reconoce ninguna forma deEstado, y rechaza toda accin revolucionaria que no tenga por objetoinmediato y directo el triunfo de la causa de los trabajadores contra el

    capital; pues quiere que todos los Estados polticos y autoritariosactualmente existentes se reduzcan a simples funciones administrati-vas de los servicios pblicos en sus pases respectivos, establecin-dose la unin universal de las libres asociaciones, tanto agrcolascomo industriales.

    IV.- No pudiendo la cuestin social encontrar su solucin definitiva yreal sino en la base de la solidaridad internacional de los trabajadores

    de todos los pases, la Alianza rehsa toda marcha fundada sobre elllamado patriotismo y sobre la rivalidad de las naciones.

    V.- La Alianza se declara atea; quiere la abolicin de los cultos, lasustitucin de la ciencia a la fe y de la justicia humana a la justiciadivina.

    Dejando a un lado el valor cientfico y literario de los escritos prein-sertos, que no he de juzgar, no puede desconocerse su importancia

    histrica. De ellos parti ese gran movimiento proletario que actual-

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    mente rige la evolucin progresiva de la humanidad y que se proponela destruccin de todos los privilegios; la reciprocidad entre los debe-res y los derechos, la fraternidad humana, a pesar de las fronteras yde las diferencias tnicas, y por ltimo la participacin de todos y detodas en el patrimonio universal.

    CAPTULO CUARTO

    PRIMEROS TRABAJOS DEL NCLEO ORGANIZADOR

    Llam la atencin y aun suscit discusiones un tanto apasionadasdurante algn tiempo, el hecho de dirigirse Fanelli primeramente aMadrid.

    Crean muchos que Catalua en general y Barcelona principalmente,no slo tenan por sus antecedentes y circunstancias derecho a la

    primaca en la iniciacin de La Internacional, sino que adems erams natural y conveniente dirigirse a una poblacin liberal en cuyorecinto hay centenares de fbricas, muchas sociedades obreras y tra-

    bajadores a millares, que no a Madrid, centro autoritario y burocrti-

    co, sin ms industria que la imprescindible, la que no puede impor-tarse de las provincias ni del extranjero, sin exportacin alguna o

    poco menos, y, por consiguiente, con relativo corto nmero de traba-jadores lo menos predispuestos posible a la solidaridad y a la acepta-cin de los grandes ideales de reforma social.

    En Barcelona, por el contrario, haba sociedades de resistencia desde1840, y no slo sociedades locales de oficio, sino que haba tambin

    federaciones que, como la de los Tejedores a la mano, se extendapor toda Catalua, tena un centro directivo que mantena perfectasolidaridad, reuniendo todos los recursos y todas las actividades delos individuales y de las agrupaciones locales; la de las Tres Clasesde Vapor, que siendo en un principio cada una de ellas una federa-cin especial de Jornaleros, Hiladores o Tejedores mecnicos, sintie-ron la necesidad de trabajar de comn acuerdo, porque la lucha par-cial de una clase privaba de trabajo a las otras, a causa de la impres-cindible concordancia de las tres, y cuando una sola apenas poda

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    conseguir un bien para s luchando contra el capital, arruinaba las dosrestantes, y a pesar de los apasionamientos y enemistades que esodebi de causar, tuvieron la abnegacin y el poder intelectual necesa-rio para vencerlo todo y fusionarse, llegando a constituir una fuerzaque para buscarle una analoga y una comparacin digna, hay querecurrir a las Trades Unions de Inglaterra. Adems se haban enta-

    blado verdaderas luchas entre trabajadores y burgueses, en las quehaba habido sangre y ruinas, y por ltimo se haban publicado pe-ridicos obreros de carcter socialista.

    En Madrid nada haba de eso: los trabajadores, en su mayora taber-narios y chulos en su juventud, viciosos siempre, indiferentes hacia

    los ideales que por la tradicin, por la ciencia o por la reforma elevana los hombres a las esferas intelectuales, dando a lo sumo un cortocontingente de hroes de barricada cuando las circunstancias polti-cas producan las asonadas impropiamente llamadas revoluciones, noofreca contingente obrero para la implantacin de La Internacional.Haba socialistas, s; hombres de superior inteligencia, jvenes cono-cedores de las teoras y capaces de resolverlas en frmulas y sistemas

    por el poder de su juicio crtico y la originalidad de sus ideas; polti-cos no manchados an con la soberbia y la ambicin; pero no eranstos los que para tal empresa se necesitaban, antes al contrario, esoseran los que haban de combatirla siempre, como la experiencia lo hademostrado luego; esos tales, a pesar de invocar como un derecho elttulo de obreros de la inteligencia, a la sazn muy en boga por hipo-cresa o exageracin democrtica, si se les hubiera atendido nunca elobrero verdadero, el que por tal considera y reconoce todo el mundo,

    hubiera dado paso alguno en pro de su emancipacin, y no hubierapasado de votante o de barricadero, es decir de encumbrador de susseores, ya que de ese modo comprenden la democracia los que aspi-ran por encima de todo a ejercer el monopolio de la autoridad y adisfrutar del intangible privilegio.

    Juzgando por las apariencias, no fortaleciendo el juicio por el anlisisque descubre las causas y establece razonamientos positivos, los que

    hubieran querido la primaca para Barcelona tenan razn aparente.Lo cierto es que Barcelona, Catalua entera tena intereses y pasiones

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    socialistas, pero stos con relacin al gran ideal que a la sazn repre-sentaba La Internacional, eran lo que respecto a la idea de justiciason siempre los intereses creados y las preocupaciones, es decir, im-

    pedimenta, carga conservadora y reaccionaria.

    Si en Madrid durante el primer perodo de entusiasmo y en medio dela efervescencia del triunfo popular en la revolucin llamada porantonomasia la Gloriosa, fue posible reunir mil internacionales paravotar la candidatura de los cuatro delegados al Congreso obrero deBarcelona de 1870, y entre tantos difcilmente pudiera espumarseuna docena que conservase constantemente el amor a la causa, Bar-celona y Catalua toda es difcil prever qu hubiera representado en

    el movimiento proletario internacional sin la inteligencia y la energade media docena escasa de estudiantes, jvenes, pero burgueses, queinculcaron el ideal, no en corporacin alguna, sino en corto nmerode individuos, que, hay que reconocerlo, si no eran esquirols, comose llam a los obreros no asociados, eran de aquellos que menosatencin haban prestado al societarismo. Claro est que si los jve-nes obreros aludidos, como inteligentes que eran, se hubieran dedi-

    cado con el empeo de que eran capaces a la asociacin, en ellahubieran obtenido los primeros puestos y no hubiera sido ya posiblecontar con ellos. Si no hubieran estado en Barcelona Vias, Soriano,Meneses y Ferrn, andaluces y privilegiados todos; si Rafael Fargano hubiera ido al Congreso de Basilea donde recibi la sugestindirecta de Bakunin, adems de inspirarse en la grandeza de las ideasde los fundadores y cooperadores de La Internacional; si no hubieraestado presente Gaspar Sentin, que con sus grandes y enciclopdi-

    cos conocimientos y su constancia supliera las deficiencias, reempla-zara a los perezosos y por su aspecto venerable fuera como la perso-nificacin de la idea; si, en fin, no se hubieran agrupado los inteli-gentes, los activos, los buenos en la seccin de la Alianza de la De-mocracia Socialista, y hubiera debido esperarse que las corporacio-nes obreras por s mismas, por evolucin efectuada por sus propiosmedios hubieran entrado en La Internacional, los obreros catalanesno hubieran sido jams internacionales.

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    Creo, pues, que la misin de FaneIli, limitada a la Barcelona pura-mente obrera, hubiera fracasado, mientras que en Madrid fund unverdadero apostolado que, aun sin conseguir la organizacin de lostrabajadores madrileos, ni siquiera modificar en nada sus detesta-

    bles costumbres ha difundido por todas partes la propaganda y hafijado la atencin de la burguesa poltica central y del proletariadode provincias, definiendo las ideas y destruyendo preocupaciones con

    peridicos sostenidos casi sin interrupcin desde La Solidaridad en1870, pasando por La Emancipacin, El Condenado, El orden (clan-destino), La Revista Social, La Bandera Roja, La Anarqua, hasta LaIdea Libre en 1896, siendo herederos de aquella brillante