Los Caprichos de La Suerte

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Cuento Corto: Los Caprichos de La Suerte.Acerca del autor.O. Henry era el seudónimo del escritor, periodista, farmacéutico y cuentista estadounidense William Sydney Porter (11 de septiembre de 1862 – 5 de junio de 1910).

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Los Caprichos De La SuerteAutor:O. HenryThe Shocks Of Doom

Existe una aristocracia de los parques pblicos, e incluso de los vagabundos que los emplean como apartamentos privados. Vallance era un novato en la materia, pero cuando emergi de su mundo para internarse en el caos, sus pasos le llevaron directamente a Madison Square.Seco y adusto como una colegiala de las de antes, el joven mayo suspiraba con austeridad entre los rboles florecientes. Vallance se aboton la chaqueta, encendi su ltimo cigarrillo y se sent en un banco. Durante tres minutos lament la prdida de los ltimos cien de sus ltimos mil dlares, arrebatados por un polica motorizado que haba puesto fin a su ltima correra en automvil. Luego se revis todos los bolsillos y no encontr un solo penique. Aquella maana haba dejado su apartamento. Los muebles haban servido para pagar ciertas deudas. Su ropa, salvo la que tena puesta, haba pasado a manos de su criado, en concepto de salarios atrasados. Y all estaba, en una ciudad que no le deparaba una cama, una langosta asada, un pasaje de tranva, un clavel para la solapa, a menos que los obtuviera dando un sablazo a sus amigos o mediante algn engao. Por lo tanto, haba elegido el parque.Y todo por culpa de un to que lo haba desheredado, pasndole de una generosa asignacin a la nada. Y todo porque su sobrino le haba desobedecido con respecto a cierta muchacha que no entra en esta historia, razn por la cual los lectores que hayan comenzado a interesarse por ese lance no deben avanzar ms. Exista otro sobrino, de una rama diferente, que en un tiempo haba despuntado como probable heredero favorito. Falto de gracia y esperanza, haba desaparecido en el fango largo tiempo atrs. Ahora rastreaban su paradero: deba ser rehabilitado y devuelto a su posicin. De modo que Vallance, como Lucifer, haba cado aparentemente a la sima ms honda, reunindose as con los andrajosos fantasmas del pequeo parque.All sentado, se reclin a sus anchas en la dura madera del banco y, sonriendo, lanz un chorro de humo hacia las ramas ms bajas de un rbol. La repentina ruptura de todos sus vnculos vitales le haba acarreado una alegra libre, estremecedora, casi exultante. Era la misma sensacin del aeronauta que se aferra al paracadas y deja que su globo se aleje sin rumbo.Eran casi las diez. En los bancos no haba demasiados vagabundos. El morador del parque, si bien combate tercamente al fro otoal, es lento en atacar a la vanguardia del ejrcito primaveral.Entonces alguien abandon su banco, cerca del surtidor saltarn, y fue a sentarse al lado de Vallance. No era ni joven ni viejo; las pensiones baratas le haban contagiado un olor a moho; peines y navajas no tenan tratos con l, en su cuerpo la bebida haba sido embotellada y etiquetada bajo la vigilancia del diablo. Pidi una cerilla, lo cual suele servir de presentacin entre esa clase de banqueros, y despus comenz a hablar.Usted no es de los habituales le dijo a Vallance. Reconozco la ropa hecha a medida apenas la veo. Usted slo ha parado aqu un momento. Le molesta que le hable mientras tanto? Es que he de estar con alguien. Tengo miedo, tengo miedo. Se lo he dicho a dos o tres de esos gandules que hay por ah. Creen que estoy loco. Escuche, escuche lo que le voy a decir: todo lo que me queda para comer hoy son dos rosquillas y una manzana. Maana me presento para heredar tres millones, y aquel restaurante que ve all, todo rodeado de coches, me resultar demasiado barato. No me cree, verdad?Almorc en ese restaurante ayer dijo Vallance rindose sin el menor problema. Esta noche no podra pagar los cinco centavos de una taza de caf.Usted no parece uno de nosotros. Bien, supongo que esas cosas suceden. Hace algunos aos yo estaba en la cumbre. Qu fue lo que lo hizo caer?Oh, yo perd mi trabajo dijo Vallance.Esta ciudad es la esencia del Hades continu el otro. Un da uno come en porcelana china, y al da siguiente come a lo chino: un puado de arroz. He tenido muy mala suerte. Hace cinco aos que no soy ms que un mendigo. Me criaron para vivir a lo grande y no hacer nada. No me importa decrselo, sabe; he de hablar con alguien porque tengo miedo; se da cuenta?, tengo miedo. Me llamo Ide. Usted no me creer si le digo que el viejo Paulding, uno de los millonarios de Riverside Drive, era to mo. Me cree? Y bien, as es. En otro tiempo viv en su casa y tuve todo el dinero que me dio la gana. Oiga, por casualidad no tendr para pagar un par de copas, mister? Cmo se llama usted?Dawson dijo Vallance. No; lamento declarar que financieramente estoy liquidado.Hace una semana que vivo en un depsito de carbn de Division Street prosigui Ide, con un granuja llamado Blinky Morris. No tena otro sitio adonde ir. Hoy, mientras estaba fuera, se ha presentado un tipo con un montn de papeles, preguntando por m. Yo he pensado que era un polica de paisano, as que no he vuelto hasta la noche. Haba una carta esperndome. Oiga, Dawson; era de Mead, un gran abogado de la ciudad. He visto su placa en Ann Street. Paulding pretende convertirme en el sobrino prdigo, quiere que regrese, vuelva a ser su heredero y despilfarre su dinero. Maana, a las diez, he de presentarme en la oficina del abogado para calzar otra vez mis viejos zapatos Heredar tres millones, Dawson, y me darn diez mil dlares al ao. Y tengo miedo Tengo miedo.El vagabundo se puso en pie de un salto y se llev los brazos temblorosos a la cabeza. Contuvo la respiracin y lanz un gemido histrico.Vallance lo agarr del brazo y le oblig a sentarse.Sernese! orden en un tono parecido al del asco. Se dira que ha perdido usted una fortuna, en lugar de haberla ganado. De qu tiene miedo?Encogido en el banco, Ide se estremeci. Agarr la manga de Vallance e, incluso al dbil resplandor de las luces de aquella avenida de donde ste fuera expulsado, se podan ver en los ojos del otro lgrimas impelidas por un extrao terror.Temo que me pase algo antes del amanecer. No s qu Algo que me impida alcanzar ese dinero. Tengo miedo de que me caiga un rbol encima, de que me atropelle un coche, o me aplaste una cornisa o algo por el estilo. Nunca haba sentido esto. He pasado cientos de noches en este parque, tan en calma como una figura de piedra, sin saber cmo iba a desayunar. Pero ahora es diferente. Yo adoro el dinero, Dawson, soy feliz como un dios cuando lo palpo, cuando la gente se inclina a mi paso, cuando me veo rodeado de msica, flores y ropa cara. Mientras supe que estaba fuera del juego no me preocup. Hasta pas momentos felices sentado aqu, andrajoso y hambriento, escuchando el rumor de la fuente y mirando los coches de la avenida. Pero ahora que est nuevamente al alcance de mi mano, no soy capaz de soportar las doce horas de espera, Dawson, no soy capaz. Hay cincuenta cosas que pueden sucederme Podra quedarme ciego, podra sufrir un ataque al corazn, el mundo podra acabarse antes deIde volvi a ponerse en pie con un chillido. En los bancos la gente se agit y empez a mirar. Vallance le tom del brazo.Vamos, caminemos le dijo suavemente. Y trate de calmarse. No hay por qu excitarse o preocuparse. Todas las noches son iguales.Es verdad dijo Ide. Qudese conmigo, Dawson Usted es un buen tipo. Andemos juntos un poco. Jams he estado as de deshecho, y eso que he sufrido muchos golpes duros. Cree usted que podra conseguir algo de comer, amigo? Temo que estoy demasiado nervioso para mendigar.Vallance condujo a su compaero por una casi desierta Quinta Avenida, y luego hacia el oeste, por la Treinta, hacia Broadway.Espere aqu un momento dijo dejando a Ide en un lugar silencioso, entre las sombras. Entr en un conocido hotel y se encamin hacia la barra con la soltura de otros tiempos.Mira, Jimmy, fuera hay un pobre diablo explic al camarero que dice tener hambre, me parece que es cierto. Ya sabes lo que esa gente hace si les das dinero. Preprale un par de sndwiches, y yo me ocupar de que no los tire por ah.Seguro, mister Vallance dijo el camarero. No todos son mentirosos. Y no me gusta que nadie se muera de hambre.Envolvi en una servilleta una generosa racin del men libre. Vallance sali con ella y se reuni con su compaero. Ide se abalanz sobre la comida con una avidez famlica.En todo el ao no haba comido un men como ste declar. No va a probarlo, Dawson?Gracias, no tengo hambre dijo Vallance.Volvamos a la plaza propuso Ide. All no nos molestarn los polis. Guardar el resto del jamn y lo dems para el desayuno. No comer ms. Tengo miedo de enfermarme. Imagnese que muera de un calambre y jams llegue a tocar el dinero! Todava faltan once horas para ver al abogado. Usted no me abandonar, verdad, Dawson? Temo que pueda sucederme algo. Usted no tiene adnde ir, verdad?No dijo Vallance. Esta noche no tengo casa.Si es verdad lo que me ha contado continu Ide, se lo toma usted con mucha calma. Jurara que cualquier hombre que se quedara en la calle despus de perder un buen trabajo, estara arrancndose los pelos.Creo haber sealado ya dijo Vallance que, para m, un hombre en situacin de recibir una fortuna debera sentirse alegre y sereno.Es curioso filosof Ide ver cmo la gente se toma las cosas. Aqu est su banco, Dawson, justo al lado del mo. En este lugar la luz no le dar en los ojos. Oiga, Dawson, cuando vuelva a casa har que el viejo escriba una carta de recomendacin para que usted encuentre trabajo. Me ha ayudado mucho esta noche. De no haber dado con usted, no habra sobrevivido.Gracias dijo Vallance. Se duerme sentado o tumbado?Durante horas, casi sin parpadear, Vallance contempl las estrellas a travs de las ramas de los rboles y escuch el agudo retumbar de los cascos de los caballos que, sobre el mar de asfalto, pasaban hacia el sur. Si bien mantena la mente activa, sus sentimientos se haban adormecido. Pareca como si le hubiesen extirpado toda emocin. No senta pena ni angustia, ni dolor ni incomodidad. Hasta cuando pensaba en la muchacha, le daba la impresin de que ella habitaba una de las estrellas remotas que estaba contemplando. Record las absurdas bufonadas de su compaero y se ri quedamente, pero sin regocijo alguno. Pronto el ejrcito cotidiano de carros de lechero convirti la ciudad en un tambor bramante al comps del cual marchaban. Vallance se durmi en el incmodo banco.Al da siguiente, a las diez, ambos se presentaron a la puerta del despacho del abogado Mead, en Ann Street.A medida que se aproximaba la hora, los nervios de Ide iban de mal en peor; y Vallance no se decida a entregarlo a los peligros que tema.Cuando entraron en el despacho, Mead les mir estupefacto. Vallance y l eran viejos amigos. Despus de saludarlo se volvi hacia Ide, quien se hallaba lvido y temblequeante, al borde de la presumible crisis.Anoche envi a su direccin una segunda carta, mister Ide dijo el abogado. Le informa de que mister Paulding ha reconsiderado la propuesta de acogerlo una vez ms bajo su proteccin. Ha decidido no hacerlo, y desea comunicarle que esto no afectar a las relaciones entre ustedes.El temblor de Ide ces repentinamente. Su rostro recuper el color, y enderez la espalda. Adelant tres centmetros la mandbula y en sus ojos despunt un fulgor. Retir con una mano su estropeado sombrero, y tendi la otra, de dedos rgidos, al abogado. Inspir profundamente y acab por lanzar una risa sardnica.Dgale al viejo Paulding que se puede ir al infierno dijo con voz clara y rotunda, y, dndose la vuelta, sali del despacho con paso firme y vivo.Mead gir sobre sus talones para enfrentarse a Vallance, y sonri.Me alegro de que hayas venido dijo de buen humor. Tu to quiere que vuelvas a casa enseguida. Ha reflexionado sobre la situacin que produjo su apresurada decisin, y desea comunicarte que a partir de ahora todo volver a ser como Mead interrumpi la frase y grit a su ayudante: Eh, Adams! Traiga un vaso de agua Mister Vallance acaba de desmayarse.

Acerca del autor.O. Henryera el seudnimo del escritor, periodista, farmacutico y cuentista estadounidense William Sydney Porter (11 de septiembre de 1862 5 de junio de 1910).