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Los Cuadernos de Asturias « CUCJULAIN » Versión libre del Ciclo del Ulster, colección de leyendas irlandesas -Fragmento Jo Manuel Alvarez Flórez LOS DOLORES DEL ULSTER D . e qué vinieron los dolores del Ulster? Fácil es de contar. Había en el Ulster un hombre que vivía lejos, en el monte, con todos sus hijos. Allí tenía sus tierras. Su mer había muerto. Y estando solo en casa un día vio venir hacia la casa una mer. Y le pareció bien la mujer. Y entró la mujer en la casa y púsose a trabaj en seguida, como si estu- viese hecha a la casa. Y a la noche dejólo todo en orden sin que se lo dijeran. Luego durmió con él. Y quedóse con él. Y vivió con él mucho tiempo. Y nunca en ese tiempo ltó comida ni ropa ni nada que de ella dependiese. Y llegó la ria del Ulster. Todos, mujeres y hombres, muchachos y muchachas, iban a la ria. El se preparó también para ir. Se puso sus mejo- res ropas, muy contento. No te unes de mí, ni presumas ni fanrro- nees, cuida lo que dices, le dijo la mujer. No te preocupes, yo no soy arrón, dijo él. Y e a la feria. Y al fin del día sacaron al campo el carro del rey y ganó la carrera. No hay nada mejor que esos caballos, decía la gente. Mi mer es mejor, dijo él. Le llevaron en seguida ante el rey y mandaron por la mer. La mer dijo a quien e por ella: No puedo ir a salvarle ahora porque estoy preñada y se me acerca el parto. ¿No puedes?, dijo el mensajero, morirá si no vas. Ella e a la ria. Empezaba ya a sentir los dolores del parto. Y decía a la gente: ¡ A todos os llevó una madre en el vientre, tened piedad de mí, ayudadme, dejadme dar a luz! Pero la gente no se conmovía. Está bien, dijo ella. Caerá una maldición en el Ulster por esto. ¿Cómo te llamas?, dijo el rey. Mi nombre y el de io que llevo en las entrañas serán los que lleve mañana este lugar, dijo ella. Soy Macja. Ese es mi nombre. Luego echó la carrera con el carro del rey y ganó. Cuando el carro llegó al fin del campo, daba ella a luz. Pió dos gemelos, un niño y una niña. Y de ahí el nombre de Emain Maa, los gemelos de Macja. Así se llamó después el campo del rey. 87 Pero al parir los dos gemelos gritó de t manera que los que oyeron aquel grito suirían después los mismos dolores cinco días con sus noches en sus momentos de más dificultad. Este mal afligió ya siempre a todos los hombres del Ulster que estaban allí aquel día y a nueve generaciones de todo su linaje. Cinco días con sus cuatro noches para unos. Cinco noches y cuatro días para otros. Eso duraban aquellos dolores. Y cuando los hombres del Ulster tenían los do- lores aquéllos, no tenían más erza que la que pueda tener una mer en pleno parto. Sólo se libraban de la maldición en todo el Uls- ter los niños, las mujeres y Cucjulain. Afligió al Ulster este m desde tiempos de Crunniuc, de Agnoman, de Curir Ulad de Fiatta de Urmi, a los de Furc de Dallan, de Mainej de Lugdacj. Por Curir Ulad llevan las tierras y las gentes del Ulster su nombre, Ulad. Su nombre antiguo. COMO NACIO CONJOBAR Estaba Nes un día sentada junto a Emain con sus doncellas y pasó por allí Catabad el druida, Catabad de Mag Inis. Y dole Nes: ¿Para qué es esta hora propicia? Y dijo Catabad: Para engendrar un rey en una reina. Y preguntó Nes si era de veras cierto y juróle el druida que sí que lo era. Dijo Catabad: Un hijo engendrado ahora mismo sería moso para siempre en Iranda. No viendo Nes otro varón más cerca metió en su tienda al druida y quedó encinta dél. Encinta estuvo Nes un año, dos y tres. Y tres meses más. Y por Ozar dio a luz. Así e engendrado Conjobar. Así nació el rey del Ulster. Crióse Conjobar con Catabad, y por hijo dél e tenido por todos. Y a los siete años, hízose rey del Ulster. Pasó así: Nes vivía sola. Y el rey del Ulster quería a Nes. Y dijo Nes: Sólo será si me das algo a cambio. Dale el reino a mi hijo un o para que puedan decir de su hijo: Es hijo de un rey. Esa será mi dote. Sea, haz como dice ella, dijéronle todos al rey. El rey seguirás siendo tú, aunque le demos a él el nombre. Y Nes durmió con el rey. Y Conjobar e rey del Ulster. Y Nes explicó entonces lo que tenía que hacer el hijo y los padrinos. La gente toda de la casa del linaje de Nes. Díjoles que habían de robárselo todo a una mitad y dárselo a la otra. Buen oro y

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Los Cuadernos de Asturias

« CU CJULAIN »

Versión libre del Ciclo del Ulster, colección de leyendas irlandesas

-Fragmentos-

José Manuel Alvarez Flórez

LOS DOLORES DEL ULSTER D .e qué vinieron los dolores del Ulster?Fácil es de contar.

Había en el Ulster un hombre que vivía lejos, en el monte, con todos sus hijos. Allí tenía sus tierras. Su mujer había muerto. Y estando solo en casa un día vio venir hacia la casa una mujer. Y le pareció bien la mujer. Y entró la mujer en la casa y púsose a trabajar en seguida, como si estu­viese hecha a la casa. Y a la noche dejólo todo en orden sin que se lo dijeran. Luego durmió con él. Y quedóse con él. Y vivió con él mucho tiempo. Y nunca en ese tiempo faltó comida ni ropa ni nada que de ella dependiese.

Y llegó la feria del Ulster. Todos, mujeres y hombres, muchachos y muchachas, iban a la feria. El se preparó también para ir. Se puso sus mejo­res ropas, muy contento.

No te ufanes de mí, ni presumas ni fanfarro­nees, cuida lo que dices, le dijo la mujer.

No te preocupes, yo no soy fanfarrón, dijo él.

Y fue a la feria. Y al fin del día sacaron al campo el carro del rey y ganó la carrera. No hay nada mejor que esos caballos, decía la gente. Mi mujer es mejor, dijo él.

Le llevaron en seguida ante el rey y mandaron por la mujer.

La mujer dijo a quien fue por ella: No puedo ir a salvarle ahora porque estoy preñada y se me acerca el parto.

¿No puedes?, dijo el mensajero, morirá si no vas.

Ella fue a la feria. Empezaba ya a sentir los dolores del parto. Y decía a la gente:

¡ A todos os llevó una madre en el vientre, tened piedad de mí, ayudadme, dejadme dar a luz!

Pero la gente no se conmovía. Está bien, dijo ella. Caerá una maldición en el

Ulster por esto. ¿Cómo te llamas?, dijo el rey. Mi nombre y el de io que llevo en las entrañas

serán los que lleve mañana este lugar, dijo ella. Soy Macja. Ese es mi nombre.

Luego echó la carrera con el carro del rey y ganó. Cuando el carro llegó al fin del campo, daba ella a luz. Parió dos gemelos, un niño y una niña. Y de ahí el nombre de Emain Macja, los gemelos de Macja. Así se llamó después el campo del rey.

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Pero al parir los dos gemelos gritó de tal manera que los que oyeron aquel grito sufrirían después los mismos dolores cinco días con sus noches en sus momentos de más dificultad.

Este mal afligió ya siempre a todos los hombres del Ulster que estaban allí aquel día y a nueve generaciones de todo su linaje. Cinco días con sus cuatro noches para unos. Cinco noches y cuatro días para otros. Eso duraban aquellos dolores.

Y cuando los hombres del Ulster tenían los do­lores aquéllos, no tenían más fuerza que la que pueda tener una mujer en pleno parto.

Sólo se libraban de la maldición en todo el Uls­ter los niños, las mujeres y Cucjulain.

Afligió al Ulster este mal desde tiempos de Crunniuc, de Agnoman, de Curir Ulad de Fiattakj de Urmi, a los de Furc de Dallan, de Mainej de Lugdacj.

Por Curir Ulad llevan las tierras y las gentes del Ulster su nombre, Ulad. Su nombre antiguo.

COMO NACIO CONJOBAR

Estaba Nes un día sentada junto a Emain con sus doncellas y pasó por allí Catabad el druida, Catabad de Mag Inis.

Y díjole N es: ¿Para qué es esta hora propicia? Y dijo Catabad: Para engendrar un rey en una reina. Y preguntó Nes si era de veras cierto y juróle el

druida que sí que lo era. Dijo Catabad: Un hijo engendrado ahora mismo sería famoso

para siempre en Irl"anda. No viendo N es otro varón más cerca metió en

su tienda al druida y quedó encinta dél. Encinta estuvo Nes un año, dos y tres. Y tres

meses más. Y por Ozar dio a luz.

Así fue engendrado Conjobar. Así nació el rey del Ulster.

Crióse Conjobar con Catabad, y por hijo dél fue tenido por todos.

Y a los siete años, hízose rey del Ulster. Pasó así: Nes vivía sola. Y el rey del Ulster quería a Nes. Y dijo Nes: Sólo será si me das algo a cambio.

Dale el reino a mi hijo un año para que puedan decir de su hijo: Es hijo de un rey. Esa será mi dote.

Sea, haz como dice ella, dijéronle todos al rey. El rey seguirás siendo tú, aunque le demos a él el nombre.

Y N es durmió con el rey. Y Conjobar fue rey del Ulster.

Y Nes explicó entonces lo que tenía que hacer el hijo y los padrinos. La gente toda de la casa del linaje de Nes. Díjoles que habían de robárselo todo a una mitad y dárselo a la otra. Buen oro y

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Los Cuadernos de Asturias

buena plata suya dio Nes a todos los guerreros. Todo por lo que esperaba lograr para su hijo.

Y pasó un año. Llegó el día. El rey reclamó su título de rey.

Y dijeron los hombres del reino: «Eso hemos de hablarlo».

Y juntáronse, hablaron, dijeron: «Ofendiónos el rey que nos dio como dote. Conjobar no es grato por lo mucho que da». Y dijeron después: Lo que el rey vendió vendido quede, lo que compró Con­jobar quede comprado.

Así perdió el reino el rey. Así se hizo rey Conjobar.

Adoraba a Conjobar, a su rey, todo el Ulster. Tanto le querían que no había hombre que se casara con una doncella que no quisiera que dur­miera con él la noche primera, para que fuera él, Conjobar, el primero de la nueva familia.

Todos los hombres que le daban posada una noche en su casa, dábanle también la mujer que durmiera con él.

No había nadie más sabio en el mundo. Sólo daba juicio cuando el juicio estaba ya maduro y en sazón, para no errar y que se perdiesen las cose­chas.

No había guerrero mejor ni más valiente. Pero como querían que les diese un hijo, no le dejaban acercarse al peligro los buenos. Delante de él iban en la lucha los héroes, los más bravos y mejores guerreros. Ellos le guardaban de todo peligro y velaban por él.

Conjobar tenía tres casas: Rama Roja, Gran Te­soro que Brilla, Rama Bermeja.

Los despojos y las cabezas cortadas de los enemigos colgaban de la Rama Bermeja. Era la Rama Roja la sede de los reyes, pues rojo es su color.

En el Gran Tesoro que Brilla tenía los venablos, las lanzas, los escudos, tenía las espadas. Y toda la casa relumbraba del oro de las empuñaduras; relumbraban, sí, el oro y la plata en los venablos grises y en las lanzas.

En escudos y tazas y copas y cuernos brillaban.

¿POR QUE MARCHARON AL DESTIERRO LOS HUOS UISLIU?

Fácil se cuenta. Estaban un día bebiendo los hombres del Ulster

en la casa del arpista del rey. Y la mujer del arpista dfl rey velaba por todos.

Se cuidaba de todos. Y la mujer del arpista del rey estaba encinta.

No faltó de comer y beber a los héroes. El estruendo de la embriaguez y del hartazgo estre­mecía la casa del arpista. Temblaba toda la casa con los cantos.

Cuando estaban ya para dormirse todos, la mu­jer fue a acostarse. Y cuando cruzaba la casa, lo

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que llevaba en las entrañas dio un gran grito. Y en todas partes se oyó el grito. Llegó a toda la casa. Y salió de la casa después y llegó más allá. Oyóse en toda Irlanda.

Y se levantaron todos y se miraron sin saber qué hacer. Hasta que dijo uno:

¡Que no se mueva nadie! ¡Que traigan en se­guida a esa mujer aquí para ver por qué· dio ese grito!

Y les llevaron a la mujer y el arpista dijo: ¿ Qué turbó tu vientre mujer? ¿ Cómo lanzó tu

cintura, mujer, ese grito que a todos nos hirió? Tiembla mi corazón. ¿ Qué gran horror, qué afrenta nos aguarda?

Y volvióse ella entonces, muy despacio, hacia donde estaba Catabad el druida, Catabad el vi­dente, Catabad de Mag Inis, y le dijo:

Oyeme, Catabad, lindo rostro, oye tú el prín­cipe, di tú el puro, dime tú, la corona preciada, díselo tú que sabes infinitos conjuros. Y o no halla­ría palabras para explicarle a mi marido lo que alberga la oquedad de mi vientre, por qué ha gri­tado así. No hay ya mujer que sepa lo que en su vientre lleva.

Y dijo Catabad, Catabad de Mag Inis: Lo que gritó en tu vientre será una mujer de

rubias trenzas, muy hermosa, los ojos verdes, las mejillas rojas como la digital, un blanco tesoro de nieve sus dientes. Labios como la púrpura. Más de un hombre ha de matar por ella. Hay gritando en tu vientre inquieto una mujer hermosa, sí, alta, de largas trenzas. Combatirán los héroes por ella. Suplicarán los reyes. Y allá por el oeste, donde se pone el sol, veo una siega grande de guerreros. Veo por el poniente gran cosecha de sangre, de cabezas cortadas. Mas, ay, cómo se morirán de envidia princesas y reinas ante esos ojos verdes y esos dientes de nieve y esos labios de púrpura y ese cuerpo perfecto.

Y puso Catabad la mano en el vientre de la mujer del arpista del rey y se movió la criatura en la oquedad del vientre. Y dijo Catabad:

Sí, aquí hay una mujer de rubias trenzas. Y se llamará Dreirdre. Y traerá la desgracia.

Y cuando la hija nació, dijo Catabad, Catabad de Maglnis:

Nació ya la mujer que será como llama, que será como fuego.

Será mejor matarla, dijeron los guerreros. No, dijo el rey. Yo la haré criar lejos de aquí, y

cuando llegue el día, será para mí. Y nadie dijo más y así se hizo, pues era el rey. El la crió y se convirtió, con el tiempo, en la

mujer más bella de Irlanda. Crióla el rey en lugar apartado, para que no pudiera verla ningún hom­bre antes de que estuviera dispuesta para el lecho del rey.

Sólo los padrastros la veían. Y Leborjam, que era cantora y sabía hacer encantamientos. Nadie hubiese podido impedírselo.

Y un día de invierno que estaba su padrastro

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matando un ternero lechal en la nieve a la puerta de la casa para Dreirdre, vio Dreirdre que un cuervo se posaba en la nieve para beber la sangre.

Y dijo Dreirdre a Leborjam: Y o querría a un hombre que tuviera esos tres

colores que hay ahí: el pelo negro como el cuervo, rojas las mejillas como la sangre, el cuerpo blanco como la nieve.

Enhorabuena y suerte, díjole Leborjam. No está lejos de aquí: Noisiu de Uisliu.

Mala me pusieron tus palabras, dijo Dreirdre, hasta que no lo vea ya no sanaré.

Uisliu! ¡ Qué

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Y salió Dreirdre de Emain al ver que estaba sólo y pasó por delante como si no le conociera.

Buena novilla pasa, dijo él. Y ella le contestó: Pudiera ser, mas de qué vale

la novilla cuando no hay toro. Tienes para ti sola el mejor toro, dijo él. Tienes

al rey. Prefiero un toro bravo como tú, dijo ella enton­

ces. Y él dijo: No digas más, acuérdate de lo que

profetizó Cazabad. Y ella dijo: ¿Acaso me rechazas? Y él: Sí. Y entonces ella fue y le agarró por las orejas. Me quedaré con ellas si no me llevas lejos de

aquí. ¡Déjame, mujer! dijo él. Y entonces dijo ella: Jamás más nunca más.

Díjolo muy alto y muy despacio. Dicen que así lo hechizó.

Pero a Noisiu escapósele un alarido, un grito grande. Tanto, que todos los hombres del Ulster

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¿ Qué pasa?, dijeron. Sea lo que sea, no han de matarse por ello los hombres del Ulster.

Y él les contó lo que pasaba. Eso traerá desgracia, dijeron los hermanos.

Pero nadie te ofenderá mientras vivamos. Vamos con ella a otro lugar. Qué rey de Irlanda nos rechazaría.

Lo hablaron. Y a la noche, partieron. Eran los guerreros cincuenta y otros cincuenta más y otros cincuenta. Y tres veces cincuenta las mujeres. Y lo mismo de perros y criados. Y entre ellos iba Dreirdre mezclada con todos.

Viajaron por Irlanda mucho tiempo. Siempre respetados. Cuántas veces intentó destruirlos el rey con emboscadas y traiciones. Siempre les per­seguía. Hasta que cruzaron el mar y pasaron a Albión.

Vivían allí en los bosques. Cuando la caza no les llegaba, robaban el ganado de la gente. Y jun­táronse un día los hombres de la tierra y fueron a matarles.

Dijeron ellos, hemos de comer. Si tuviéramos rey a quién servir ...

Y entraron a servir de soldados del rey. Plantaron las tiendas en el campo del rey. Pu­

siéronlas de modo que nadie pudiese ver a aquella mujer, para que no hubiese muertes por ella.

Pero pasó un día un criado del rey delante de su tienda muy temprano y vio una pareja que dormía.

Y fue y despertó al rey. Nunca vi mujer más digna de ti, le dijo. Esa

mujer que está con N oisiu es para rey de un reino grande. Si haces que muera él, podrás dormir con ella.

No haré eso yo, dijo el rey, pero ve y solicítala en mi nombre todos los días.

Y el siervo la solicitaba todos los días en nom­bre del rey. Y Dreirdre se lo contaba luego a Noisiu todas las noches. Y como ella no cedía, les ponía el rey en todos los combates donde mayor peligro había para que les mataran. Pero tan va­lientes eran y tan fieros, que nada les pasaba.

Y le preguntaron ya por última vez. Y ella dijo que no. Y mandó el rey llamar ya a los hombres de Albión para ir a matarlos. Y ella dijo a Noisiu:

Hay que marchar de aquí en seguida. Si no marcháis de aquí esta noche, mañana os matarán.

Y marcharon aquella misma noche y llegaron a una isla que había en el mar.

Y la noticia llegó al Ulster.

No está bien, le dijeron los hombres del Ulster al rey, que les dejes morir en tierra extraña por culpa de una mala mujer. Perdónales, dales tu protección, no dejes que los mate un enemigo. Salva sus vidas y déjales que vuelvan a su tierra.

Sea, dijo el rey. Que vuelvan ya. Podéis decír­selo. Tienen mi protección. Yo seré el primero que les dé de comer y beber.

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Y fueron a decírselo. Está bien, contestaron, sea salvaguardia nuestra

Fergus. Y bajaron con los mensajeros al mar y embarca­

ron con ellos. Volvieron a Irlanda.

Pero no podían comer ni beber en las tierras de Irlanda hasta que el rey no les diera de comer y beber. Y Fergus, su salvaguardia, tenía por voto de guerrero no rechazar jamás una invitación. Y el rey mandó que le invitaran a una fiesta. Y a otra después. Y a otra. Y como los hijos de Uisliu habían prometido no comer ni beber en Irlanda hasta que les diese de comer y beber el rey, hubie­ron de seguir. Fue con ellos el hijo de Fergus. Y Fergus quedó atrás.

Llegaron los hijos de Uisliu al campo del pala­cio del rey, a Emain. Allí estaba Eogan, Eogan de Fernmag. Había ido a hacer la paz con Conjobar. Tenía que matar a los hijos de Uisliu. Ningún hombre del Ulster habría matado a los hijos de Uisliu aunque se lo mandase Conjobar. Y Conjo­bar estaba rodeado de hombres a sueldo, para que los hijos de Uisliu no pudieran llegar hasta él. Ningún hombre del Ulster se lo hubiese impedido.

En el centro del campo estaban todos. En las murallas sentadas las mujeres.

Cuando los hijos de Uisliu llegaron al campo del rey, pararon en la linde. Y Fogan salió al centro del campo a recibirles. Y Noisiu se adelantó a recibir la bienvenida con el hijo de Fergus a su lado. Y la bienvenida de Eogan a Noisiu fue un lanzazo que le quebró la espalda. Y Noisiu cayó al suelo. Y el hijo de Fergus se echó sobre él, le cubrió con su cuerpo. Pero Eogan le remató de una lanzada, atravesando también al hijo de Fer-gus.

Luego, fue la matanza. Luego se desató la sanl­

gre. Luego vino la muerte. Nada perdonaron 1 espada y la lanza.

A Dreirdre la llevaron junto a Conjobar y la dejaron con él con las manos atadas.

Un año la tuvo Conjobar. Y en ese tiempo, jamás sonrió, apenas comía, casi no dormía, nunca levantaba la vista del suelo.

¿A quién odias más en el mundo? le dijo un día el rey.

A ti más que a nadie, dijo ella. Después a Eo­gan.

Pues irás a vivir un año con él, dijo el rey. Y con él la mandó.

Y salieron camino de la feria de Macja. Ella iba en el carro de Eogan. Detrás. Ella había jurado que no sería nunca de dos hombres. Oveja entre dos carneros sea Dreirdre entre el rey y Eogan, había dicho el rey.

Y vio Dreirdre en la pared rocosa del camino un peñasco saliente y sacó la cabeza del ca- erro y dejó que el peñasco saliente la hi-ciera pedazos.