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Los detectives salvajes y el problema de sujeto Trabajos de grado CES

Los detectives salvajes - CORE · Los detectives salvajes y el problema del sujeto / Diego Andrés Muñoz-Casallas. – ... En el tercer capítulo intento un juego estético narrado

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  • Los detectives salvajes y el problema de sujeto

    Trabajos de grado CES

  • Diego Muoz-Casallas

    Trabajos de grado CES

    Los detectives salvajes y el problema de sujeto

  • Catalogacin en la publicacin Universidad Nacional de Colombia Muoz Casallas, Diego Andrs, 1982- Los detectives salvajes y el problema del sujeto / Diego Andrs Muoz-Casallas. Bogot : Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogot). Facultad de Ciencias Humanas. Centro de Estudios Sociales CES, 2014 326 p. : il. (Tesis de grado CES) Incluye referencias bibliogrficas ISBN : 978-958-761-942-3

    Bolao, Roberto, 1953-2003. Los detectives salvajes - Crtica e interpretacin 2. Antropologa cultural 3. Procesos de subjetivacin 4. Procesos culturales 5. Estudios culturales 6. Estructura social 7. Liminalidad 8. Infrarrealismo I. Ttulo II. Serie

    CDD-21 306 / 2014

    Universidad Nacional de ColombiaFacultad de Ciencias HumanasCentro de Estudios Sociales (CES)Maestra en Estudios Culturales

    Comit editorialSergio Bolaos Cullar, decano Jorge Rojas Otlora, vicedecano acadmicoAura Nidia Herrera, vicedecana de investigacinJorge Aurelio Daz, profesor especialngela Robledo, profesora asociadaYuri Jack Gmez, profesor asociado

    Preparacin editorial

    Facultad de Ciencias HumanasJulin Hernndez - Taller de Diseo, diseo de coleccin y diagramacinXpress Estudio Grfico y Digital S.A., impresinRobertson Hernando Buitrago Mateus (2014). Diseo especial para el presente

    libro, Imagen de portada

    Centro de Estudios Sociales (CES)[email protected] Jack Gmez, director del CESDiana Catalina Hernndez, coordinadora editorial del CES

    John Machado, corrector de estilo

    Impreso y hecho en Bogot, Colombia

    Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios Sociales (CES) Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Maestra en Estudios Culturales Diego Muoz-Casallas

    Primera edicin, Bogot, ColombiaISBN: 978-958-761-942-3

    Los detectives salvajes y el problema de sujetoTrabajos de grado CES

    Prohibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio sin la autorizacin escrita del titular de los derechos.

    mailto:[email protected]
  • Tabla de contenido

    Prefacio 11

    -1. Preludio arrtmico 15

    0. Entrada: la novela y los procesos de subjetivacin 19Lista de reproduccin 38

    1. Del lado de ac: al este del Atlntico o el Nuevo Mundo: lo local 41El d.f. y las posibilidades del encuentro 42El realismo visceral y las instituciones occidentales 50El realismo visceral y el campo social 64El realismo visceral como proceso cultural liminal 71

    El proceso cultural con Ulises Lima y Arturo Belano 76

    El proceso cultural sin los detectives salvajes 87

    2. Del lado de abajo: la matriz histrica y la experiencia: lo glocal 95Flash-backs en plano secuencia: Hispanoamrica y el

    mito moderno 102Plano general: la resignificacin de la modernidad 116

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    Primeros planos: la experiencia colonial y la desnaturalizacin del proyecto moderno 123El Nuevo Mundo 127

    El Nuevo Mundo y el Viejo Mundo: la dispora sudaca 140

    El Viejo Mundo 153

    3. Del lado de all: a cualquier lado del Pacfico: la liminalidad 161La errancia del poeta adolescente: el ritual de paso hacia

    la adultez 163Arturo Belano y el Viejo Mundo 179Ulises Lima y el viaje sin retorno 212

    4. Salida: el autor como sujeto-liminal 243

    5. Anexos 275Anexo 1. Matriz de personajes significativos

    no-narradores (en orden de aparicin en este trabajo) 275Anexo 2. Matriz de personajes-narradores (en orden de

    aparicin en lds) 275

    6. Referencias 291Referencias audiovisuales 291Referencias escritas 295

    7. ndice onomstico 313

    8. ndice temtico 317

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    Terminar una novela conlleva algunos, no muchos, placeres, y uno de stos es empezar a olvidarse de ella, recordarla como un sueo o una

    pesadilla que se va desdibujando, y que se nos permite enfrentar nuevos libros, nuevos das, sin el lastre de aquello que con toda probabilidad pudimos haber hecho mejor y no hicimos. [] Los detectives salvajes

    estn ms o menos olvidados. Apenas puedo aventurar unas pocas consideraciones acerca de ella. Por un lado creo ver en esta novela

    una lectura, una ms de las tantas que se han hecho en la estela del Huckleberry Finn de Mark Twain; el Mississippi de Los detectives

    es el flujo de voces de la segunda parte de la novela. Tambin es la transcripcin, ms o menos fiel, de un segmento de la vida del poeta

    mexicano Mario Santiago, de quien tuve la dicha de ser su amigo. En este sentido la novela intenta reflejar una cierta derrota generacional y tambin la felicidad de una generacin, felicidad que en ocasiones fue

    el valor y los lmites del valor. Decir que estoy en deuda permanente con la obra de Borges y Cortzar es una obviedad. Creo que mi novela

    tiene casi tantas lecturas como voces hay en ella. Se puede leer como una agona. Tambin se puede leer como un juego.

    Roberto Bolao

    Dedico este trabajo a:Johny, Julin, Andrs y Robert por Sanchos/Quijotes (compaeros de viaje)

    Mis familiares por no ser Sanchos/Quijotes (y no saberlo)Diana por la ternura (y los giros inesperados)

    Irene Velvet por el amor (y la utopa) y Sandra Viviana Cullar.

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    Agradezco a aquellas personas que han luchado por la educa-cin pblica y aquellas personas que, sujetas a la divisin so-cial del trabajo, a las instituciones y a la liminalidad, facilitaron la realizacin de esta investigacin.

    Saludo a Alicia Vega por el equilibrio, Alejandra Jaramillo por la libertad crtica, Javier Senz por la lucidez dispersa (y rola), Luisa Piedrahta por la apertura, Marta Garca por la melancola, Carlo Tognato por la distancia objetiva (y cnica), Zenaida Osorio por la sospecha en las categoras letradas, Francisco Ortega por abrir ven-tanas, Marta Zambrano por cerrarlas (muchas veces es necesario), Carlos Pramo por abrir puertas, Guillermo Pramo por el chama-nismo, Fabricio Cabrera por el pragmatismo, Carlos Snchez por el materialismo dialctico, Jos Daro Herrera por la epistemologa (y la hermenutica), Hildebrando Vlez por la experiencia (y la sa-bidura liminal), Julin Ovalle por las prcticas (y la utopa), Andrs Obando por las conversaciones (y las contradicciones interminables), Robert Buitrago por el ruido (y la nobleza), Johny Tinjac por la evasin (y el anonimato), Irene Vlez por las discusiones (la intensi-dad y la pasin), mi familia por la paciencia (y el silencio) y todos los elementos involucrados en la prctica del yag (fuente inagotable de comprensin).

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    Prefacio

    En este trabajo propongo una descripcin densa que interpre-ta el problema del sujeto en dilogo con la novela hispanoa-mericana Los detectives salvajes, escrita por Roberto Bolao. Se trata de un ejercicio descriptivo, porque uso algunos conceptos de las ciencias humanas para abrir este dilogo, pero no ahondo en debates tericos. En este sentido, mi principal criterio metodolgico ha con-sistido en apropiarme con libertad de aquellas herramientas concep-tuales, sin citar textualmente a los autores que me han servido como fuente de inspiracin. En cambio, ofrezco permanentemente citas de la novela abordada, aunque la referencia literal parezca excesiva. Sin embargo, es la nica forma que hall para encausar la escritura de este manuscrito, porque en el camino fui advirtiendo la necesidad de dejar hablar a Bolao para dar mayor sustento a mi interpretacin.

    Esto cultiv mi pretensin de abarcar el objeto en su totalidad. Siempre he sido consciente de este despropsito, pero la pasin me condujo a sumergirme por completo en la prosa de Bolao y a de-jarme llevar por las conexiones que iban emergiendo en relacin con el complejo problema abordado. Le la novela de muchas maneras, pero solo una lectura sistemtica me permiti darle forma al docu-mento. Aunque no logr una narracin muy fluida, considero que la rigurosidad de este experimento investigativo descansa en su fuerte carcter emprico. Las conexiones percibidas fueron generando la

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    Diego Muoz-Casallas

    necesidad de comprender el fenmeno de manera holstica, lo cual permiti que el enfoque interdisciplinario cobrara sentido y armoni-zara con la fertilidad del objeto tratado.

    De este modo, constru un manuscrito que entreteje constante-mente la interdisciplinariedad, teniendo como hilo conductor los conceptos de sujeto, subjetividad, proceso de subjetivacin, experiencia vivida y liminalidad. Sin embargo, la estructura del texto plantea algunos nfa-sis estticos y disciplinares que van recogiendo otros elementos. En el prlogo, arriesgo un breve relato pasional que pone de manifiesto mi experiencia y abre un dilogo con el lector. En la introduccin, jus-tifico esta propuesta investigativa, contextualizndola en la tradicin de las ciencias humanas y aclarando algunos detalles sobre su forma. En ese mismo apartado, ofrezco una lista de reproduccin para acompaar la lectura del manuscrito, compartiendo mi experiencia ms all del texto escrito.

    En el primer captulo, privilegio la mirada sociolgica y antro-polgica para interpretar uno de los temas centrales de Los detectives salvajes: el movimiento real visceralista. Para esto, recurro metodo-lgicamente a la microfsica del poder, ubicando este movimiento en su contexto local, de acuerdo con los indicios que ofrece la misma novela y enfocndome en el plano ficcional. De este modo, abordo el realismo visceral a partir de su relacin con la ciudad donde emer-ge, con algunas instituciones occidentales y con el campo literario. Esta interpretacin est acompaada de herramientas conceptuales como campo social, clase social, capital social, capital cultural, horizonte de experiencia, proceso cultural, hegemona, prcticas culturales y prcticas de s.

    Al segundo captulo intento darle mayor profundidad histrica, con base en las resonancias que Los detectives salvajes generan en este sentido. All planteo el problema de la modernidad y su particular influencia en los procesos de subjetivacin hispanoamericanos. Esta-bleciendo como punto de partida la relacin entre real visceralismo, infrarrealismo y estridentismo, recurro metodolgicamente a la mi-crohistoria y a los estudios poscoloniales para dar una perspectiva geopo-ltica y geohistrica a la novela de Bolao. De este modo, incorporo otras herramientas conceptuales como experiencia meditica, sistema-mundo, modernidad/colonialidad y experiencia colonial, para interpretar otros procesos de subjetivacin que articulan lo local y lo global.

  • 13

    Prefacio

    En el tercer captulo intento un juego esttico narrado linealmen-te, en contraste con la estructura narrativa que propone Bolao. All, me limito a seguir el rastro de los dos protagonistas de la novela a tra-vs del espacio y el tiempo. Para ello, recurro a dos atributos limina-les: el viaje y la poesa. En el ltimo apartado, retomo algunas ideas de los tres captulos y las conecto con algunas reflexiones sobre la au-tora, los lugares de enunciacin y el lugar de Los detectives salvajes en la tradicin literaria. El manuscrito queda abierto, pues no hay con-clusiones formales. Al final hay dos anexos: una matriz de personajes relevantes no-narradores y una matriz de personajes-narradores.

    A lo largo del trabajo propongo algunos juegos literarios y audio-visuales que sintonizan con la novela de Bolao1. Con estos juegos arriesgo una suerte de hipertexto orgnico, a travs del cual busco avanzar hacia una crtica autorreflexiva de la institucionalidad aca-dmica. Este trabajo difcilmente puede ser ledo de manera frag-mentaria porque todas sus partes se complementan entre s, aun-que puede ser interpretado como un mapa que despliega referencias culturales hacia mltiples resonancias externas. En el fondo del manuscrito subyacen dos tradiciones: el materialismo histrico y la hermenutica.

    Este breve resumen lo escribo dos aos despus de finalizar el documento, motivado por las sugerencias editoriales realizadas para su publicacin.

    Noviembre 20 de 2013

    1 Las imgenes originales fueron modificadas por cuestiones de derechos de autor, razn por la cual se elaborarn las ilustraciones de Robertson Buitrago. Las imgenes origina-les se pueden encontrar en el manuscrito de la tesis alojado en: www.bdigital.unal.edu.co

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    -1. Preludio arrtmico

    E sto no es una investigacin. Tal vez sea una indagacin, un experimento, un disparate, pero nunca una investigacin. Al menos, no una investigacin cientfica. En el mejor de los ca-sos, es un ejercicio a la manera de Pierre Menard, autor del Qui-jote; en el peor, un psimo comercial (largo y tedioso) que invita a consumir Los detectives salvajes, novela publicada en 1998. Usted, querido/a lector/a, sacar sus propias conclusiones. Por ahora baste sealar que Martn-Barbero ha identificado claramente dos polos del debate sobre las tecnologas digitales: en uno de ellos se cree que el despliegue de los nuevos medios ha implicado una reestructuracin cognitiva totalmente nueva en la especie humana, mientras que en el otro se cree que tales cambios no han sido estructurales. Mi expe-riencia como docente me ha impulsado hacia lo segundo, acaso por la dificultad de comprender aquellos desfases que surgen en una prcti-ca que a veces se agota en la reproduccin mimtica de la tradicin y la institucionalidad. Sin embargo, como estudiante y consumidor he tendido a lo primero.

    La construccin de este texto, en sintona con trabajos anteriores que he realizado (no solo en el mbito letrado), me ha confirmado la importancia de la experimentacin. Este proceso, situado en el intersticio infinito que se abre entre el papel, la pantalla, el teclado,

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    Diego Muoz-Casallas

    la memoria y los rganos, es decir, que se abre dentro de los lmites del cuerpo humano (natural/cultural, biolgico/cyborg), me ha de-mostrado que es imposible ser soberano sobre las mediatizaciones: la materia es indomable (por fortuna). Los smbolos tambin.

    Este trabajo registra una experiencia meditica cuyo insumo fun-damental ha sido la novela de Bolao, tanto en su versin impre-sa como en su versin digital, lo cual implica practicar la escritura, tambin, como un ejercicio de cortar y pegar: la edicin digital se abre, simultneamente, como alienacin y desalienacin y como puente hacia la rigurosidad y hacia la esquizofrenia. La interaccin cuerpo-herramienta hoy luce ms libre pero se hace ms constric-tiva. Sin embargo, podramos encarar esta ambigedad como una apertura hacia la configuracin de estticas capaces de reestructurar la forma como habitamos el mundo hoy.

    Por qu no probar? Benjamin, profundamente marxista (crtico y autorreflexivo, como deberan ser todos los marxistas), nos re-cuerda que los modos de percepcin humana se reconfiguran de ma-nera natural e histrica. Esto sugiere que nuestras estructuras cogni-tivas se transforman conforme experimentamos el mundo (material/simblicamente) y conforme nos autocreamos al habitarlo (indivi-dual/colectivamente). La cultura es autopoytica. Por momentos, este documento se asemeja a lo que hoy en da llamamos hipertexto, lo cual puede oscilar entre las trampas del simulacro tecnolgico y la apertura hacia la comprensin holstica: no solo hay algunas im-genes no-letradas, sino que tambin se despliegan algunas referencias audiovisuales. Es decir, este texto ve y suena en la medida en que usted permita que vea y suene. Es tan solo una forma vicaria de compartir mi experiencia.

    El proceso investigativo hace del investigador un sujeto-liminal que media experiencias, y lo desdobla como mdium en tanto se desvanece la frontera entre el mythos y el logos: no basta con las palabras para comprender la experiencia de los otros. Que qu es lo que digo? No s muy bien. Es una broma. Aunque a veces creo que no lo es. Entre sueos percibo la reestructuracin esttica como posibilidad tica. As que le sugiero explorar las referencias audiovisuales para ver hasta dnde llegamos. Estas referencias, de paso, pueden mati-zar el ritmo del lenguaje escrito (que, le advierto de una vez, no es

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    Preludio arrtmico

    nada prolijo). Tambin, creo que esta lectura puede acompaarse con fragmentos audiovisuales intermitentes que evoquen vientos y mareas y seres humanos inmersos en vientos y mareas. En el peor de los casos, uno se puede rer.

    Con respecto a Los detectives salvajes, creo que las palabras de Bo-lao reseadas antes de la dedicatoria sintetizan con claridad los al-cances de su novela. Simplemente apuntara que su extensin hace que muchas referencias pasen desapercibidas al lector pero no al in-vestigador. Lo mejor de este proceso ha sido conocer y comprender cosas que antes ignoraba por completo. La imagen detective-salvaje puede encarnar un despropsito o relativizar algunas contradiccio-nes arquetpicas de la cultura occidental: sedentarismo/nomadismo, racionalidad/irracionalidad, cultura/naturaleza, civilizacin/bar-barie (construcciones fantasmales).

    Con respecto a la literatura hispanoamericana, inscrita en el es-pectro ms amplio de la literatura latinoamericana (y de la literatura en general), sealara algo que no es novedoso: es tan ambivalente como nuestra experiencia cultural. Es tan ambigua que el intento de Fernndez Retamar por sustituir el espejo arielista de Rod, a veces parece el mismo intento que adelanta Borges en El etngrafo y en El escritor argentino y la tradicin: un experimento propio de los descendientes de Calibn. Qu quiere decir esto, me pregunta usted? Pues nada. Solo que a veces veo convergencias (y deliro). La posibilidad de no agachar la cabeza. La libertad de experimentar con lo que nos resulta ajeno (porque no nos sujeta fielmente a una tradicin). La posibilidad de volver extrao lo propio. La necesidad de pensar de otro modo (cuando la alteridad relativiza nuestras ca-tegoras). La necesidad de explorar la inconmensurabilidad cultural. La necesidad de inventar (como advirti Simn Rodrguez). Lati-noamrica naci en la frontera cultural. La frontera es liminal. La liminalidad es el lugar de la creatividad radical: hacer que sea posible lo que no existe.

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    Este experimento investigativo aborda el problema del sujeto en dilogo con Los detectives salvajes (2007), novela escrita por Roberto Bolao, nacido en Chile en 1953 y fallecido en Es-paa en 2003. Dicha obra, a la que me referir con la sigla lds, narra las aventuras de los poetas Ulises Lima y Arturo Belano, fundadores del realismo visceral, un movimiento literario con pretensiones van-guardistas que surge en la capital de Mxico. La interpretacin de lds exige algunas reflexiones sobre su naturaleza objetual y, para ello, sugiero iniciar por el gnero narrativo.

    Borges (2001) afirma que tanto la poesa como la novela hunden sus races en la pica, la cual se deriva de la necesidad de narrar la ex-periencia humana y tiene como base dos caractersticas fundamentales: la construccin del canto y la construccin del hroe (un hombre que es modelo para otros hombres). Mientras que la poesa ha heredado lo primero, explorando el mundo del verso y la composicin de me-tforas e imgenes, la novela ha heredado lo segundo, ocupndose de la narracin en prosa. lds implica un esfuerzo por construir im-genes y por dar a sus hroes la fuerza ontolgica que reclama Borges para que creamos en ellos ms all de sus peripecias.

    La particularidad de lds radica en la forma como son construidos dichos hroes: por un lado, sirvindose de los recursos de la parodia,

    0. Entrada: la novela y los procesos de subjetivacin

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    lo que nos incita a hablar de antihroes, y, por otro lado, sirvindose de la narracin en primera persona, sin darle voz a Lima ni a Belano. Esta narracin no se concentra en un solo personaje, sino que en-treteje una multiplicidad de voces a travs de la cual 54 personajes-narradores aportan indicios sobre el rastro de los dos antihroes y/o del realismo visceral, a lo largo de veinte aos.

    La novela de Bolao se estructura en tres partes: Mexicanos per-didos en Mxico (1975), Los detectives salvajes (1976-1996) y Los desiertos de Sonora (1976). La primera y la tercera son narradas en forma de diario por el poeta adolescente Juan Garca Madero, quien, luego de involucrarse azarosamente con el proyecto real visceralista, inicia su registro el 2 de noviembre de 1975. En la primera parte de la novela, este diario se despliega hasta el umbral que se abre entre la ltima noche de 1975 y la primera madrugada de 1976, lugar desde el cual es retomado en la tercera parte, extendindose hasta el final de la novela, registrado el 15 de febrero de 1976. De esta manera, la segunda parte constituye un extenso parntesis del diario y densifica aquel umbral de medianoche, fracturando la linealidad temporal y tejiendo los dems relatos, que se registran intermitentemente entre enero de 1976 y junio de 1996. Este tejido se caracteriza porque algunos de los personajes-narradores emiten varios relatos y porque estos adquieren diversas formas narrativas que oscilan entre la eps-tola y la entrevista y no se dirigen a un sujeto concreto, pues si bien un relato le habla a Arturo Belano, otros no se dirigen a alguien y los dems lo hacen a un lector plural o a un lector singular que pude hacer las veces de investigador del realismo visceral o de detective que rastrea las huellas de los dos antihroes.

    A partir de la relacin memoria-experiencia, cada personaje-na-rrador de lds remite a un proceso de subjetivacin bsico que consiste en construir al otro mientras el yo se recuerda a s mismo. En esta medida, la estrategia narrativa de Bolao resulta prolija, pues sobre la base del recuerdo no solo logra construir eficazmente a sus dos hroes, sino tambin al resto de personajes que aparecen en la novela. Este proceso de subjetivacin construye la alteridad mediante una distincin bsica: la del sujeto que enuncia y la del objeto que es enunciado. En este sentido, los personajes-narradores son ms fciles de asir, pues a travs de sus lugares de enunciacin se

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    Entrada

    perfilan sus atributos identitarios y, con ello, sus posicionamientos frente a los antihroes y/o frente al realismo visceral. En la medida en que Lima y Belano carecen de un lugar de enunciacin, se hacen ms escurridizos, ya que sus atributos quedan supeditados a las huellas que han dejado en la memoria de los personajes-narradores, quienes, al evocarlas, suscitan la emergencia de indicios que sealan en mltiples direcciones. La caracterizacin que hacen los personajes-narradores resulta tan diversa y heterognea, que impide construir un perfil coherente de los dos antihroes y del realismo visceral, lo cual propone un juego literario que, al dejar muchos cabos sueltos, plantea ms preguntas que respuestas e invita al lector a hacer las veces de investigador, es decir, lo invita a transformarse en un sujeto que interpreta indicios.

    Los relatos de lds fluyen a travs de una lgica testimonial disper-sa que revela la impronta del rumor y se hace ms compleja al entrar en el terreno de lo no verificable, supeditndose, por lo tanto, al orden del mythos, pues, a pesar de las inconsistencias y contradiccio-nes, dicha lgica no deja de construir realidades en el plano simb-lico. En este sentido, la novela de Bolao encuentra una resonancia parcial con la definicin que propone Geertz (1992) de cultura como entramado de significaciones que, para ser interpretado, requiere de una descripcin densa capaz de sumergirse en el universo de los smbolos, los cuales hacen de la humanidad una especie compleja, pues el lenguaje, como bien advierte Heidegger (2000), constituye simultneamente su mxima virtud y su trampa ms peligrosa. Pero el recurso a la hermenutica no se agota all, ya que esta ha sido una tradicin preocupada por la interpretacin contextualizada de sm-bolos, lo cual remite a otros asuntos fundamentales.

    Para procurar una descripcin densa, no solo deben interpretarse los indicios evidentes, sino tambin aquellos que no lo son, e incluso aquellos que no son mencionados, tal como lo propone Ginzburg (1989). As mismo, es necesario tener en cuenta que la interpretacin est en constante apertura, pues, como objeto, el libro siempre es el mismo, pero, como fenmeno, es cambiante. Borges lo sintetiza recurriendo a la metfora de Herclito: el libro es un ro que cambia con cada lectura que lo resignifica. Pero la interpretacin no se redu-ce a la visin caprichosa del sujeto-lector. Si bien el sujeto no llega al

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    objeto como una tabula rasa segn pretenda el positivismo, sino que llega a l con unas prenociones que le provee la tradicin en la que est inmerso (Gadamer, 1997), la interpretacin no consiste en impo-ner dichas prenociones al objeto sino en entablar un dilogo con l. Esto nos lleva a otra dimensin suya: la materialidad.

    La experiencia esttica que encarna la lectura de una novela se inscri-be en el marco de lo que Thompson (1998) denomina la experiencia meditica. El libro se resignifica constantemente pero sobre la base del registro simblico fijo que constituye, lo cual hace que perma-nezca siempre como un objeto que cobra vida solo en la medida en que un sujeto acte sobre l. En este sentido, el libro es un producto meditico que es resignificado por la experiencia del lector a travs de lo que el mismo Thompson llama la casi-interaccin meditica, es decir, aquel modo de interaccin que no implica reciprocidad en tanto no hay un interlocutor directo. El libro, entonces, abre un ho-rizonte de experiencia que se ampla conforme el lector asume un rol de investigador que incorpora la experiencia meditica en su experien-cia vivida y, al hacerlo, interacta con la experiencia vivida que el autor ha registrado materialmente. De este modo, la casi-interaccin meditica constituye una apertura rizomtica del libro, al menos en dos de los sentidos propuestos por Deleuze y Guattari (1977): en las mltiples entradas que permite y en las resonancias que puede hacer con el resto del mundo.

    Esta apertura se reelabora constantemente mientras el sujeto-in-vestigador entreteje el registro del libro con otros registros simblicos. La distribucin de estos registros implica, a su vez, la distribucin del poder simblico que seala Thompson, pero inscrita tambin en el orden de la materialidad. Como producto meditico contempor-neo, lds entra en un circuito de produccin, distribucin y consumo que estructura el ordenamiento material y simblico del mundo y traza los lmites de la experiencia humana segn las coordenadas que articulan lo global y lo local. Esto sugiere un esfuerzo interpre-tativo que despliegue rizomticamente la descripcin densa hacia su resonancia con la materialidad del mundo.

    De esta manera, la cultura adquiere, con igual densidad, una con-notacin simblica y material. Esta doble dimensin ha sido explo-rada con profundidad por la ciencia antropolgica, hasta el punto de

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    Entrada

    revelar la compleja diversidad cultural como apertura hacia una in-finidad de horizontes de experiencia posibles en la especie humana. Pero las reflexiones en torno a la cultura no son un dominio exclusivo de la antropologa, sino que se remontan al cmulo de experiencias subyacente a las resignificaciones de este concepto occidental, que encuentra sus races en la antigedad grecolatina y desemboca en el campo intersticial de los estudios de la cultura que han hecho explcito el problema contemporneo de la interdisciplinariedad.

    Este asunto lo abordo en sintona con la lectura que Buck-Morss (2005) hace de Foucault. La interdisciplinariedad no constituye una retrica esnobista inscrita en la lgica del copy-paste, que supondra un uso facilista de la teora como caja de herramientas, sino que im-plica un dilogo entre saberes que le apunta a una comprensin ho-lstica del mundo. Pero, en la medida en que este mundo ha revelado su infinita complejidad, nos ha obligado a fragmentarlo y a delimitar objetos de estudio especficos para mitigar la heterognea vocacin religiosa de nuestra especie. A su vez, las disciplinas acadmicas que han emergido por dicho fraccionamiento no han investigado objetos dados, sino que han investigado objetos construidos por ellas mismas en interaccin con otras formas de experiencia humana, lo cual ha demandado, a su vez, la construccin de los mtodos adecuados. De este modo, al crear sus objetos y mtodos, los diversos saberes han lo-grado descubrimientos insoslayables que deben liberarse del reduc-cionismo disciplinario y abrirse hacia un uso riguroso de aquella caja de herramientas que propone Foucault, pero no solo en funcin de la autocomplacencia intelectual, sino en funcin de investigaciones holsticas capaces de contrarrestar el esoterismo acadmico y de evi-denciar la pertinencia poltica de una academia que cada vez dialoga menos con la sociedad y tiende a caer en las trampas alienantes de la autorreferencialidad y el pragmatismo burocrtico.

    La reflexin sobre la interdisciplinariedad seala la pertinencia de los estudios de la cultura y de su capacidad de construir sobre la base de una tradicin que debe reelaborarse constantemente, sin caer en la amnesia del esnobismo intelectual. Esto demanda otras anotaciones. La primera de ellas refiere a la fuerza que toma el con-cepto de cultura hoy como parte de un proceso que inicia en el siglo de las luces. El afn universalista de las burguesas occidentales, que

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    trazaron la oposicin entre baja y alta cultura, homolog este concepto al de civilizacin, encontrando rpidamente su primera relativizacin en Herder, el filsofo y crtico literario que cuestion dicha pretensin universalista y sugiri hablar (en plural) de culturas, tanto en las coordenadas del tiempo como en las coordenadas del espacio (Williams, 1997 y 2000). Esta idea sugiere que hay tantos horizontes de experiencia como grupos humanos han habitado el planeta y encuentra su principal resonancia disciplinar en la lnea antropolgica del relativismo cultural y del particularismo histrico introducido por Boas. Pero la crtica de Herder encuentra una reso-nancia ms, que articula el nivel del logos con la institucionalizacin del saber que este supone.

    Siguiendo a Mardones (1991), podramos inferir, al menos, tres paradigmas transversales a las ciencias humanas desde su institucio-nalizacin en los centros imperiales del siglo xix: el positivismo, la hermenutica y la teora social crtica. El positivismo se alz como primer paradigma hegemnico sobre una base mimtica que ubic a las ciencias humanas como apndice de las ciencias naturales exac-tas, ya que estas, basadas en explicaciones causalistas, haban logra-do la formulacin de leyes generales con el fin de cosificar el mun-do para controlarlo y dominarlo, lo cual, a su vez, redund en una pretensin mecanicista, iniciada con Descartes, Coprnico y Galileo, que ha consagrado la hegemona cultural de Occidente. Si bien esta visin mecanicista ha marchado junto con una visin liberal emanci-patoria, que se remonta a la emergencia de los primeros burgos y se potencia con los procesos humanistas y protestantes del Renacimien-to, ha desembocado en mltiples formas de alienacin atrapadas en la racionalidad econmica y tecnocientfica de la utilidad. De esta manera, el horizonte de experiencia occidental, galopando sobre la bestia capitalista que abri el sendero del imperialismo moderno, ha eclipsado poco a poco otros horizontes de experiencia posibles y, paradjicamente, ha desembocado en procesos incontrolados que se sintetizan en las imgenes de los impactos socioambientales expe-rimentados en la actualidad, producto de la instrumentalizacin de la razn que ha cosificado la naturaleza en funcin del progreso.

    Pero, casi de forma simultnea al positivismo, se irgui la her-menutica sobre la base de una concepcin metodolgica opuesta.

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    Este paradigma tiene su engranaje histrico en el intento por des-cubrir la verdad a partir de la interpretacin de las escrituras sagradas y de las prcticas confesionales cristianas e, incluso, en lo que Ginzburg (1989) ha denominado el paradigma indicial, que se remonta a la experiencia de los primeros cazadores-recolectores y se basa en la construccin de modelos interpretativos para dar sentido a las huellas que implica toda evidencia material. La hermenutica no solo rechaz el monismo metodolgico del positivismo, que asuma la fsica y la matemtica como canon ideal de toda explicacin cientfi-ca, sino tambin su afn predictivo y causalista y su reduccin instru-mentalista de la razn. A partir de esta crtica, se abri el horizonte investigativo que Dilthey (1980) denomin ciencias del espritu y del cual se deriva el concepto de experiencia vivida. El principal des-cubrimiento de la hermenutica consisti en sealar que los seres humanos (social e individualmente) expresan su interioridad a travs manifestaciones sensibles y que toda expresin humana sensible re-fleja una interioridad. De esto se sigui la pertinente distincin entre explicacin (Erklren) y comprensin (Verstehen): mientras que las ciencias de la naturaleza se basaran en la primera, las ciencias del espritu se basaran en la segunda.

    La comprensin representa una concepcin metodolgica de las ciencias humanas que tiene varios nfasis, de los cuales me interesa subrayar algunos. La hermenutica evidenci que tanto el investi-gador como la realidad investigada pertenecen al mismo universo histrico y social, razn por la cual la relacin sujeto-objeto no se piensa oposicionalmente como supone el prejuicio positivista de la neutralidad valorativa, sino como una unidad que permite la compren-sin desde dentro de los fenmenos histricos y sociales. Esta identidad sujeto-objeto, en la que se funda la comprensin, ha justificado la au-tonoma de las ciencias humanas frente a las ciencias naturales. Adi-cionalmente, la comprensin encarna la posibilidad de interpretar la produccin cultural como objetivacin sensible e histrica del espri-tu humano, pues solo el espritu puede comprender lo que ha hecho, razn por la cual Dilthey se interes, en particular, en la interpreta-cin de biografas y obras artsticas. Pero la propuesta de Dilthey era holstica, lo cual implicaba establecer las distinciones metodolgicas entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espritu, pero no

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    su mutua exclusin, pues las diferencias entre ambos tipos de cien-cias y entre la distribucin cualificada de sus objetos y mtodos deba estar en dilogo permanente, lo que constituye un indicio prstino y radical de interdisciplinariedad. En este sentido, habra que desta-car otro rasgo importante de las ciencias del espritu: no se trata de formular leyes generales sino de comprender hechos particulares para avanzar en sus posibles comparaciones.

    Dentro de las actualizaciones ms recientes de la hermenutica me gustara sealar tres, que tomo respectivamente de Gadamer (1997), Jameson (1991) y Ginzburg (1989), y Vattimo (1994). Prime-ro: hay que recordar que las prenociones se circunscriben a tradicio-nes culturales que incluyen tradiciones intelectuales, lo que permite mitigar los excesos esnobistas en los que suelen incurrir los estudios culturales, cayendo en codificaciones posmodernistas proyectadas esquizofrnicamente en la teora contempornea, tal como lo sugiere Jameson recurriendo a Lacan. Segundo: la interpretacin de casos particulares no debe perder de vista la posibilidad de comprender-los como sntomas o indicios que permiten reconstruir los contextos culturales e histricos ms amplios en donde se producen y cobran sentido originalmente. Tercero: la posibilidad de que la hermenuti-ca, al ser asumida como una consecuencia de la modernidad, avance en una reflexin crtica de esta y se articule con la ontologa del presente sugerida por Foucault (1983, 1990 y 2002).

    Por su parte, la teora social crtica se origina en la escuela de Frankfurt, en medio de las guerras mundiales, sntoma por excelen-cia de la alienacin que encarna el proyecto civilizatorio moderno. Esta escuela articula, principalmente, la lnea hegeliano-marxista del materialismo dialctico con los aportes del psicoanlisis introducido por Freud. Al igual que la hermenutica, esta lnea, que reformu-l entre otras cosas la esttica como campo de estudio, surgi como una crtica radical del positivismo, pero se enfoc en el anlisis del capitalismo occidental con el propsito de desarrollar una teora social emancipadora guiada por la razn. De este modo, los miem-bros de la escuela de Frankfurt avanzaron en la crtica de la ciencia moderna que, con sus proezas tecnocientficas, ha consagrado el engranaje industrial que naturaliza la estructuracin socioeconmi-ca financiada por intereses particulares.

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    Desde esta perspectiva, la ciencia positivista ha funcionado sobre una base ideolgica y legitimadora que reduce la razn a su simple instrumentalizacin. Si la propuesta holstica de Dilthey apunta a una totalidad basada en la complementariedad entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espritu, la teora social crtica apunta a una totalidad basada en la reflexin contextualizada del conocimiento cientfico dentro las condiciones sociales, polticas y econmicas de su produccin. De esta manera, la teora crtica evidencia el proble-ma del conocimiento en relacin con el funcionamiento del poder, partiendo del carcter dinmico y procesual de la realidad, cuyo fun-damento es la contradiccin que encarna la vida social. En este sen-tido, la crtica social no solo advierte que el sujeto est involucrado en la misma realidad del objeto, sino que, adems, esa realidad est inmersa necesariamente en relaciones de poder.

    As, volvemos sobre la insoslayable relacin entre cultura y poder. Siguiendo a Horkheimer, Castro-Gmez (2000) distingue dos grupos de teoras de la cultura: la teora tradicional y la teora crtica. Mientras que el primer grupo ve la cultura como una facticidad na-tural, es decir, como un objeto anclado en la naturaleza humana, el segundo grupo considera la cultura como una construccin social de la que hace parte la misma prctica terica. Castro-Gmez iden-tifica, al menos, tres caractersticas bsicas del concepto tradicional de cultura, las cuales han sido cultivadas en el horizonte de expe-riencia ilustrado. Primero: desde que el hombre se ha constituido como sujeto de la historia, la humanizacin paulatina de la especie se ha inscrito en un proceso que transcurre en el tiempo y que no vie-ne determinado desde afuera por leyes cosmolgicas, lo cual nos permite escapar de la tirana del estado de naturaleza. Segundo: el privilegio de la alta cultura sobre la cultura popular permite al hombre volver reflexivamente sobre s mismo y alcanzar la liber-tad que bajo los presupuestos kantianos supone la mayora de edad sobre la minora de edad. Tercero: la objetivacin de la libertad se garantiza cuando un pueblo ha logrado constituirse como Estado nacional, pues es all donde los individuos se reconcilian con la colectividad.

    Pero en la medida que la teora crtica no ve su objeto como una facticidad natural, sino como una construccin social, la cultura se

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    desprende del mbito de la libertad y pasa a ser vista como el entra-mado de relaciones de poder que produce valores, creencias y formas de conocimiento, lo cual resignifica la cultura como una lucha por el control de los significados. Esta idea encuentra una resonancia con el concepto de hegemona que Williams (1997 y 2000) retoma de Gramsci, quienes, dicho sea de paso, configuran la lnea marxista que desemboca en el materialismo cultural que inicia formalmente los es-tudios culturales anglosajones como derivacin de la crtica literaria. La lucha por el control de los significados se extiende a todas las esfe-ras de la vida social, razn por la cual articula el orden simblico con el orden material que implica la disputa por la hegemona. A partir de Gramsci, este concepto deja de ser la nocin decimonnica que expresa el dominio entre Estados-nacionales y se ampla hacia la do-minacin entre clases sociales, no solo en trminos polticos y econ-micos, sino tambin en trminos culturales. Adems de incluir otras variables que dinamizan las relaciones de poder, como la raza y el gnero, la hegemona implica que ciertos horizontes de experiencia humana se imponen sobre otros y, de este modo, evidencia su afini-dad con el concepto de ideologa, pues este se refiere a sistemas de ideas y valores propios de un grupo, que buscan proyectarse sobre otros grupos. As, un corpus ideolgico se hace hegemnico cuando, con el paso del tiempo, su influjo no solo expresa los intereses de un grupo social dominante, sino tambin su naturalizacin, al ser aceptado como realidad normal o sentido comn por quienes en la prctica se subordinan al ordenamiento simblico y material que supone.

    Una articulacin clsica que ha consagrado ideologas de forma hegemnica, ha sido la que existe entre tradiciones e instituciones sociales. Esta idea abre un vnculo entre la reflexin sobre los paradigmas y las disciplinas y la distincin conceptual entre sociedad y cultura que propone Williams. Mientras que el primer concepto remite, por lo general, a las relaciones humanas mediadas institucionalmente, alu-diendo a grupos humanos grandes, el segundo concepto es ms amplio en tanto remite, tambin, a las relaciones humanas que se dan al margen y en los intersticios de dichas instituciones, incluyen-do a grupos pequeos. Si aceptamos esta distincin, podramos inferir que las instituciones sociales suponen la consolidacin de pro-cesos culturales previos que, de forma beligerante o no, se han hecho

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    hegemnicos y buscan prolongarse teleolgicamente a travs de una serie de prcticas y discursos que enlazan lo simblico y lo material, reproduciendo, de este modo, las instituciones en las que han desem-bocado. Si bien Gadamer, Williams y Bauman (2001) advierten el dinamismo de las tradiciones, que no se anclan en la fijeza inmvil de unos principios ideolgicos, estas, en sincrona con las institucio-nes, implican cierta estabilidad, ya que los cambios que confieren sus propios mecanismos de reproduccin funcionan sobre cimientos s-lidos. En cambio, los procesos culturales implican transformaciones que acaecen sobre esta misma base, pero explorando los umbrales de creatividad humana que desbordan la relativa estabilidad.

    Desde este punto de vista, la relacin entre cultura y sociedad nos permite trazar algunas distinciones disciplinares. Si la sociologa supone el estudio de la sociedad y la antropologa el estudio del hombre, tiene sentido que la primera se haya enfocado ms en el funcionamiento de las instituciones sociales y que la segunda haya explorado el mundo de la diversidad cultural: si la mirada sociolgica ha avanzado en la comprensin de las instituciones hegemnicas, la mirada antropolgica ha avanzado en la comprensin de las institu-ciones no-hegemnicas y de lo no-institucionalizado. Conforme las ciencias humanas han sido producto de la hegemona occidental, tambin tiene sentido que la sociologa se haya preocupado tradi-cionalmente por estudiar las sociedades occidentales a partir de sus propias instituciones hegemnicas, gravitando alrededor del Estado-nacin como figura emblemtica de la modernidad. A su vez, tiene sentido que la antropologa se haya preocupado tradicionalmente por el estudio de las sociedades no-occidentales y haya evidencia-do el problema del colonialismo implicado en la diversidad cultural.

    Este tipo de descubrimientos solo se logra cuando las investigacio-nes son capaces de sumergirse en lo profundo de la raigambre cul-tural que subyace a la estructura social. Pero la inmersin profunda sugiere movimiento e implica pensar la cultura tambin en trminos procesuales. Esto obliga a dar cuenta de la dinmica relacin entre espacio y tiempo, lugar donde emerge la historicidad como articula-cin indispensable, tanto a nivel interdisciplinario como a nivel inter-paradigmtico. Historia no solo remite etimolgicamente a pregun-tar e investigar, sino tambin a narrar cuentos, lo cual, adems

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    de desvanecer las fronteras entre el mythos y el logos, resuena con los avances disciplinarios de la historiografa, en tanto descripcin de las transformaciones sociales y culturales que evidencian la complejidad de los diversos horizontes de experiencia que se abren o se cierran con el paso del tiempo. Las races literarias de la historia tambin sugieren que la literatura (oral y escrita) se constituye como el dispo-sitivo ms prstino de inmersin cultural de la especie humana, en la medida en que ha desatendido a la distincin entre mythos y logos.

    Ahora bien, la conexin entre disciplinas y paradigmas hegem-nicos exige otra reflexin que entreteja la problemtica relacin en-tre cultura, conocimiento y poder con la imagen centro-periferia. La hegemona occidental, que traz las coordenadas del horizonte de experiencia moderno, se despleg de forma universalizante desde los centros metropolitanos imperiales hacia las periferias que otrora fueran colonias y que hoy son categorizadas como Estados-nacin en vas de desarrollo por la racionalidad burocrtica de la poltica internacional. Pero, en la vasta y heterognea periferia, las ciencias humanas han encontrado sus lmites ms radicales, pues all se han evidenciado los sntomas ms complejos del fracasado proyecto ci-vilizador. La hegemona occidental, revertida en las periferias, ha eclipsado diversos horizontes de experiencia y ha abierto otros insos-pechados que han emergido como lmite del utpico y homogenei-zante universalismo que encarna la modernidad. Es en la periferia donde se ha evidenciado con mayor intensidad la ambivalencia en-causada por los centros fronterizos, abiertos entre la relativa homogenei-dad occidental y la relativa heterogeneidad no-occidental.1

    La tradicin intelectual latinoamericana se eleva como una ex-presin ejemplar de dicha ambivalencia, pues los objetos de estudio

    1 Soy consciente tanto de la gran heterogeneidad occidental como de los altos niveles de homogenizacin no-occidental, particularmente coercitivos en algunas partes de Oriente. Sin embargo, me interesa subrayar lo contrario porque considero que en los procesos modernos, la hegemona cultural de Occidente se ha consolidado por sus tendencias ms homogeneizantes, al construir los criterios de identidad y alteridad. La expansin imperial moderna ha sido posible, fundamentalmente, por la pretensin universalista del cristianismo, el capitalismo, la ciencia, la democracia, el Estado-nacin y el socialismo. Es en el alcance hegemnico de estos lineamientos ideolgicos donde se ha consolidado la vocacin colonial de Occidente, y es en sus lmites donde ha surgido la mayor heterogeneidad, pues lo que hay fuera siempre es ms difuso e inasible que lo que hay dentro, aunque adentro tambin se abran intersticios.

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    han revelado tanta complejidad que han demostrado las limitacio-nes categoriales de unas ciencias humanas estrechamente vincu-ladas con las contradicciones sociales. La tradicin ambivalente e interparadigmtica de la Amrica Latina hunde sus races en la Colonia, se densifica con los primeros procesos independentistas y se consagra con la naturalizada migracin de intelectuales a los centros metropolitanos.

    Esta ambivalencia remite a un problema ms profundo que sub-yace a las relaciones interparadigmticas. Las diversas formas de resistencia, beligerantes o no, que han emergido en la compleja ar-ticulacin de lo local y lo global a lo largo de la periferia, han evi-denciado la pertinencia de explorar lo que Mignolo (2003), desde la crtica literaria, ha denominado el paradigma otro. Este paradig-ma se basa en el desocultamiento de la colonialidad como condicin de posibilidad de la modernidad; por esta razn, no habla desde la diversidad cultural, sino desde la diversidad de la experiencia colonial abierta por la dispora europea con el descubrimiento de Amri-ca, que, aunque inscrito en las coordenadas imperialistas de la ci-vilizacin moderna, propici una prstina conciencia planetaria. De este modo, el paradigma otro profundiza aquella ontologa hist-rica de la actualidad propuesta por Foucault desde una perspectiva euro-centrada, en la medida en que ha avanzado en el descentramien-to del sujeto-occidental, revelando que la crtica de la modernidad no puede ignorar el problema del colonialismo si quiere avanzar en una comprensin holstica de la forma como habitamos el mundo hoy (no en vano, colonizar remite etimolgicamente a habitar).

    Los estudios de la cultura han de seguir enfocndose en aquellos intersticios que se abren entre los paradigmas, las disciplinas y las dems formas de experiencia humana para potenciar el despliegue transdisciplinario del saber, pues este no se concentra exclusivamente en la academia, tal como seala Piedrahta (2004). Esta idea se com-plementa con una ltima reflexin que justifica esta propuesta inves-tigativa: la relacin sujeto-cultura. Como hemos visto, el concepto de sujeto deriva sus principales atributos de su relacin epistemolgica con el objeto: el sujeto es aquel que est en capacidad de pensar y de actuar, lo cual le confiere, a su vez, la capacidad de enunciar. Sin em-bargo, en sintona con otras formas de conocimiento y a diferencia

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    de las ciencias naturales, las ciencias humanas han evidenciado que la relacin epistemolgica no se limita a la relacin sujeto-objeto, sino que se extiende hacia la relacin sujeto-sujeto, lo que se redi-mensiona ontolgicamente si comprendemos, por ejemplo, que la naturaleza acta sobre nosotros.

    En este sentido, el concepto de sujeto, inscrito en las coordenadas de la experiencia, se ha resignificado tambin en mltiples direccio-nes, de las cuales me interesa sealar algunas. El problema del sujeto permite una crtica a las profundas convicciones metafsicas sobre las cuales se ha consagrado la cosmovisin occidental. Esta se ha basado en una teleologa de la individualidad construida sobre lmites rgidos que separan la interioridad de la exterioridad y se ha desple-gado, al menos, desde el cristianismo, proyectndose en la subjeti-vidad civilizadora del imperialismo moderno y redundando en el nefasto individualismo que aparece hoy como una de las principales amenazas de la especie humana.

    Por diferentes vas, las ciencias humanas y otras formas de saber han avanzado en la relativizacin de dicha teleologa a partir de reelaboraciones conceptuales del alma, tales como el espritu, la psi-que, el s-mismo (self) o el yo, que, a mi juicio, resuenan con aquellas realizadas en torno al sujeto y han relativizado el esencialismo y la fijeza heredados en la tradicin occidental, firmemente anclada en el individuo. Soy consciente de que estos conceptos se diferencian de manera notable y que suscitan innumerables debates, pero lo que me interesa es sealar sus convergencias para seguir avanzan-do en la empresa interdisciplinaria.2 Muchas de estas visiones con-vergen en una premisa que no es tan novedosa, pero s compleja: el sujeto es relacional y se construye con la experiencia, de lo cual se sigue que nuestras subjetividades (individuales y colectivas) se configuran culturalmente y son relativas a los contextos que habi-tamos cotidianamente. La complejidad radica en los modos que

    2 Esta quijotesca empresa de la interdisciplinariedad demanda una apertura dialgica, para lo cual, a riesgo de confundir dilogo con esquizofrenia, sugiero algunas referencias ejemplares que pueden avanzar en esta direccin: Brunner (1991) y Varela, Thompson y Rosch (1992) como representantes de las ciencias cognitivas; Le Breton (1999) y Clifford (2001) de la antropologa; Giddens (1995), Thompson (1998) y Rose (1996) de la sociolo-ga; y Taylor (1996) de la filosofa.

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    adquiere dicha construccin, en sintona con las reflexiones que he adelantado sobre el concepto de cultura como ordenamiento material y simblico. El moldeamiento que implica la experien-cia vivida, sugiere que los seres humanos nos transformamos en su-jetos conforme entramos en mltiples procesos de subjetivacin que se inscriben, a su vez, en el dinamismo ms amplio y diverso de los procesos culturales. Estos procesos han revelado su mxima complejidad en el mundo contemporneo, gracias a las mltiples articulaciones entre lo local y lo global que delimitan nuestro hori-zonte de experiencia actual.

    En la medida en que la vida social no es el reino de la libertad sino el mundo de las contradicciones, no depende exclusivamente de la intencionalidad del espritu, sino tambin de la dialctica entre suje-to y estructura: los procesos de subjetivacin implican la retroalimen-tacin constante entre la estructuracin social que nos sujeta y nuestra capacidad de conducir, de forma activa, nuestra propia experimen-tacin de la realidad. Si bien el problema de la estructura social es ms complejo, relaciono su materializacin directamente con el fun-cionamiento articulado entre tradiciones e instituciones sociales que ya he referido. Aunque ambas adquieren un carcter procesual, que moldea sujetos con base en la materializacin teleolgica de ideo-logas dominantes, suponen una relativa estabilidad que estructura gran parte de la vida social. Pero esta funciona, tambin, impulsada por el dinamismo de procesos culturales que pueden consagrarse ins-titucionalmente o no. Dichos procesos pueden surgir como parte de la racionalidad estructural y hacerse contrahegemnicos, pero tam-bin pueden surgir de las mrgenes y los intersticios que implica toda estructuracin social.

    Es all donde el concepto de liminalidad cobra relevancia, pues remite a la nocin de umbral como apertura hacia otro lugar. Este concepto fue introducido por Turner (1988), quien, inspirado en Dilthey, explor la dimensin simblica y experiencial de la an-tropologa en gran parte del trabajo etnogrfico que adelant en frica. La liminalidad, que evidentemente resuena con otras no-ciones occidentales como lmite y limbo, adquiere las connotacio-nes transitorias de un no-lugar pero tambin la apertura ontolgica hacia otros-lugares y se compara frecuentemente con la muerte, la

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    invisibilidad, la oscuridad, la bisexualidad, la asexualidad, la au-sencia, la soledad o la locura.

    Los atributos de la liminalidad son necesariamente inestables y ambiguos, pues eluden el sistema clasificatorio que encarna toda estructura social, lo que le confiere un carcter relacional. Solo se puede ser liminal en relacin con algo: un sujeto-liminal (individual o colectivo) est a medio camino entre la estabilidad que suponen, al menos, dos lugares fijos, razn por cual no se le puede situar fcil-mente en las posiciones asignadas por la estructura social. Ejemplos arquetpicos de liminalidad pueden encontrarse en los profetas, los ascetas o los poetas, en tanto buscan desembarazarse de los clichs de la tradicin y construyen otro tipo de relaciones con los dems. Estar a medio camino entre dos lugares sociales, tambin supone un trnsito que otorga a la liminalidad un carcter procesual. En este sentido, nuestras subjetividades se configuran en medio de la relativa estabilidad estructural y la inagotable creatividad que impulsa todo proceso cultural.

    Al sobrepasar la estructura social, la liminalidad constituye un lugar de la cultura que dispone la apertura hacia nuevos horizontes de experiencia y, en este sentido, siempre est abierta a la utopa, en cuanto bsqueda de mejores lugares, que es, finalmente, lo que ha impulsado las transformaciones ms significativas de la historia. La liminalidad, por ejemplo, puede adquirir forma de communitas, pues esta surge donde no hay estructura, tal como seala Turner al recu-rrir a este antecedente etimolgico del trmino comunidad. Communitas significa vida en comn o comn humanidad, definicin que sugiere un carcter antiestructural y antijerrquico, lo que la distin-gue del concepto moderno de comunidad, que, como en el caso del trmino institucin, implica cierta forma de estructuracin o regu-lacin, por mnima que sea. La communitas, en cambio, consiste en estar con el otro ms que cerca de l, y all se sita su fuerza ontolgica y existencial.

    lds explora la liminalidad a travs del rastro que dejan Ulises Lima, Arturo Belano y el realismo visceral. A partir de la relacin memoria-experiencia-creatividad, Bolao construye un mito que, de ser narrado por sus hroes, estara acabado. Su dimensin pica y antiepopyica se resignifica gracias a otros recursos narrativos

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    como la oralidad, evocada por los acentos regionales, o el cuestio-namiento permanente de las categoras culturales, a travs de la pa-rodia y el juego dialctico entre jergas populares y cultas, pero tambin mediante la construccin de imgenes no-letradas. A su vez, la narracin se nutre de varias tendencias literarias, la policiaca o la viajera, por ejemplo, y de otras tendencias narrativas como la cine-matogrfica, al menos en forma de ciencia ficcin, road movie o thriller.

    La impronta cinematogrfica remite a unos procesos de subje-tivacin que sitan claramente al sujeto-autor en su contexto hist-rico de enunciacin marcado por la impronta de la reproductibilidad tcnica, que encontr en la fotografa su forma ms revolucionaria, reconfigurando en su totalidad las prcticas artsticas tradicionales, tal como afirma Benjamin (1973). Esta ruptura ha sido llevada hasta sus ltimas consecuencias por el cine y las tecnologas digitales de-rivadas de este, reestructurando nuestra experiencia de una forma an ms radical que la que suscit el desarrollo de la imprenta entre los siglos xv y xvi. Estas mediaciones no solo se evidencian por la fragmentacin temporal que implica la estructura narrativa de lds, muy coherente con la dcada en que fue escrita, la dcada de los noventa, sino tambin por la forma en que Bolao construye muchas de las escenas y por el horizonte de experiencia que se abre con el ordenador y con la red virtual global. Pero, ms sugerente an, es la intensidad con que lds explora el umbral en el que se desvanece la frontera entre ficcin y realidad, lo que constituye un indicio de su frtil vocacin mitolgica. La novela de Bolao explora aquello que, en el mundo audiovisual, se conoce como falso documental, de una for-ma tan lcida y rigurosa que, a medio camino entre la comedia y la tragedia, evidencia su pertinencia histrica y esttica.3

    El presente trabajo explora dicha pertinencia a travs de una descripcin densa que procura respetar la dimensin emprica del

    3 Algunos ejemplos paradigmticos de falso documental que se sintonizan con lds y sealan en una direccin investigativa (esttica e histrica) son: Agarrando pueblo (Mayolo & Ospina, 1978, disponible en: http://www.cinepata.com/peliculas/agarrando-pueblo/); Un tigre de papel (Mayolo & Ospina, 2007 disponible en http://www.youtube.com/watch?v=UdFyej7U-eo&feature=BFa&list=PL0BA5F727336E97BC&index=7); Zelig (Allen, 1983, disponible en: http://www.fulltv.com.ar/peliculas/zelig.html); y Sweet and Lowdown (Allen, 1999, disponible en: http://putlocker.bz/watch-sweet-and-lowdown-online-free-putlocker.html). ltima consulta de los links: 18 de marzo de 2014.

    http://www.cinepata.com/peliculas/agarrando-pueblo/)http://www.youtube.com/watch?v=UdFyej7U-eo&feature=BFa&list=PL0BA5F727336E97BC&index=7http://www.youtube.com/watch?v=UdFyej7U-eo&feature=BFa&list=PL0BA5F727336E97BC&index=7http://www.fulltv.com.ar/peliculas/zelig.htmlhttp://putlocker.bz/watch-sweet-and-lowdown-online-free-putlocker.htmlhttp://putlocker.bz/watch-sweet-and-lowdown-online-free-putlocker.html
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    objeto tratado, pero abriendo su dilogo con las prenociones que supone la experiencia vivida de todo sujeto-investigador. Estas pre-nociones se expresan concretamente en las herramientas tericas y metodolgicas y en el estado del arte, que incluye la crtica literaria de lds, el resto de la obra de Bolao y su biografa. En esta inda-gacin han emergido algunos indicios que permiten concebir a lds como una novela histrica, de los cuales sealo el ms significativo: as como el realismo visceral se corresponde histricamente con el movimiento infrarrealista, creado a mediados de la dcada de los setenta en la capital mexicana, sus fundadores, Ulises Lima y Artu-ro Belano, se corresponden respectivamente con el mexicano Mario Santiago Papasquiaro y el chileno Roberto Bolao. A partir de esta evidencia, he realizado una lectura sistemtica de lds como parte de un entramado simblico que entreteje otros registros, estructurando la investigacin de la siguiente manera.

    En el primer captulo, privilegio las coordenadas del espacio con un nfasis sociolgico y antropolgico, pues he encontrado que las huellas del realismo visceral lo ubican en un lugar social inestable que emerge en los intersticios de una estructuracin arraigada en algunas instituciones tradicionales de la cultura occidental. Esto me ha llevado a abordar la relacin cultura-poder, que interpreto a travs de conceptos como campo social, clase social, capital social y capital cultural, recurriendo metodolgicamente a la microfsica del poder propuesta por Foucault (1983 y 2002a). Este captulo se enfoca en el plano superficial de la ficcin, al que intento darle profundidad temporal en el segundo captulo. All exploro algunas resonancias histricas de lds a partir de la interpretacin de indicios como recurso metodolgico de la lnea microhistrica trabajada por Ginszburg (1981) y Levi (1999). Esta tiene unos orgenes marxistas que resuenan con la hermenutica, en sintona con aquello que en la historiografa se ha denominado historia desde abajo, pues indaga las contradicciones que suscita la relacin cultura-poder para resignifi-car contextos culturales amplios a partir de casos particulares. Este recurso lo complemento con la exploracin del colonialismo, que considero pertinente para avanzar en el proyecto de la ontologa cr-tica del presente, ya que este demanda un trabajo genealgico capaz

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    de profundizar en la comprensin de los procesos histricos que han producido el mundo que habitamos actualmente y que se inscribe en las coordenadas de la modernidad. En el tercer captulo, intento articular de forma equilibrada las coordenadas del tiempo con las del espacio, rastreando las huellas de los dos antihroes a partir de dos atributos liminales: el viaje y la poesa. Finalmente, a modo de conclusin, registro algunas anotaciones en torno al problema de la autora y los lugares de enunciacin.

    Al final hay dos anexos: una matriz de personajes relevantes no-narradores y una matriz de personajes-narradores. Estas pueden ser tiles para cartografiar las resonancias histricas de lds. Las he-rramientas audiovisuales que hacen parte del texto, evidencian el potencial investigativo de la red virtual global, no solo como ocasin para intensificar la experiencia ms all de los lmites de la escritura, sino tambin como ejercicio de apropiacin y prctica democratiza-dora de la informacin y del saber, tal como seala Buck-Morss. La visualidad no-letrada goza de una capacidad sinttica explorada por disciplinas contemporneas como la publicidad y el diseo grfico, saberes desprendidos de las fuentes de procedencia de las imgenes aunque no del copyright. De igual manera, dicha visualidad constituye una apertura interdisciplinar y transdisciplinar que dialoga con el arte (y la produccin cultural en general) y con campos de conoci-miento emergentes como los estudios visuales, los estudios de comu-nicacin y los estudios de performance.

    A continuacin, ofrezco el listado de referencias audiovisuales que se extienden a lo largo del documento para facilitar el despliegue rizomtico de la propuesta investigativa. Esta lista de reproduccin est organizada segn la aparicin de cada referencia en su respectiva nota a pie de pgina. El propsito de este ejercicio es acompaar la lectura del manuscrito con la revisin de las herramientas audio-visuales, para lo cual puede ser til dejar abiertos los links antes de continuar la lectura. Todas estas herramientas estn claramente se-aladas a lo largo del texto y, al final, en el apartado de referencias.

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    Lista de reproduccin

    Nota 3. Agarrando pueblo: http://www.cinepata.com/peliculas/agarrando-pueblo/, http://

    jumpingsofa.wordpress.com/2010/12/26/agarrando-pueblo-una-carcajada-en-el-rostro-de-la-pornomiseria/, http://naranjasdehiroshima.blogspot.com/2010/05/agarrando-pueblo.html, http://www.youtube.com/watch?v=hydBqTZ0b0E

    Un tigre de papel: http://www.youtube.com/watch?v=UdFyej7U-eo&feature=BFa&list=PL0BA5F727336E97BC&index=7

    Zelig: http://www.fulltv.com.ar/peliculas/zelig.html Sweet and Lowdown: http://putlocker.bz/watch-sweet-and-lowdown-online-free-

    putlocker.htmlNota 7. The Wall: http://www.youtube.com/watch?v=d8JNDIAzFqgNota 14. Easy Rider: http://www.tubeplus.me/player/160032/Easy_Rider/Nota 17. Bolao: http://www.youtube.com/watch?v=m3KNGgWIOx4&translated=1 Entrevista a Roberto Bolao (Alta calidad en audio): http://www.youtube.com/

    watch?v=o78VlZNxJsU&list=PLEE66CD126B687A8F Roberto Bolao: la ltima entrevista y otros textos http://www.elortiba.org/

    bolano.html#Roberto_Bola%C3%B1oNota 35 y 40. Tlatelolco: las claves de la masacre: http://gatopardo.blogia.com/temas/informe-

    femospp.phpNota 41. La va chilena al socialismo (1969-1972): http://www.youtube.com/watch?v=g9ZOb

    N1S2bA&feature=relatedNota 42. Cada de Salvador Allende: http://www.youtube.com/watch?v=Cuv7sj356tg&feature=

    relatedNota 43. Los ltimos minutos de Salvador Allende: http://www.youtube.com/watch?v=3

    muU51SYnwI&feature=relatedNota 44. Las ltimas horas de Salvador Allende:http://www.youtube.com/watch?v=zqv

    mWveMS4w&feature=relatedNota 45. Tony Manero: http://www.youtube.com/watch?v=ud8eZ_TYKXQ&feature=related Machuca: https://www.youtube.com/watch?v=HvUrKzbRsfA Sobre Los prisioneros: http://grooveshark.com/#/search?q=los%20prisioneros,

    http://www.youtube.com/watch?v=WQgp2ujwF4s, http://www.youtube.com/watch?v=veyMu8mZ-VU, http://www.youtube.com/watch?v=yWP__YnKzsI, http://www.youtube.com/watch?v=XkMWxc60Iis&feature=related, http://www.youtube.com/watch?v=cU10qxBnMFs, http://www.youtube.com/watch?v=qalczGdEjr8&feature=related, http://www.youtube.com/watch?v=bRD5cB0tr4w&feature=related, http://www.youtube.com/watch?v=fMZQ97czCgc&feature=related

    Nota 47. Poetas campesinos: http://www.youtube.com/watch?v=VmpcHOCI0GUNota 48. Sobre Question Mark & the Mysterians: http://www.youtube.com/watch?v=Qc69z

    r_5uH4&feature=list_related&playnext=1&list=AVGxdCwVVULXcrFbKyR33Ae8DIzdGg-mBz, http://grooveshark.com/#/search?q=question%20mark%20%26%20the%20mysterians

    http://www.cinepata.com/peliculas/agarrando-pueblo/http://jumpingsofa.wordpress.com/2010/12/26/agarrando-pueblo-una-carcajada-en-el-rostro-de-la-pornomiseria/http://jumpingsofa.wordpress.com/2010/12/26/agarrando-pueblo-una-carcajada-en-el-rostro-de-la-pornomiseria/http://jumpingsofa.wordpress.com/2010/12/26/agarrando-pueblo-una-carcajada-en-el-rostro-de-la-pornomiseria/http://naranjasdehiroshima.blogspot.com/2010/05/agarrando-pueblo.htmlhttp://naranjasdehiroshima.blogspot.com/2010/05/agarrando-pueblo.htmlhttp://www.youtube.com/watch?v=hydBqTZ0b0Ehttp://www.youtube.com/watch?v=UdFyej7U-eo&feature=BFa&list=PL0BA5F727336E97BC&index=7http://www.youtube.com/watch?v=UdFyej7U-eo&feature=BFa&list=PL0BA5F727336E97BC&index=7http://www.fulltv.com.ar/peliculas/zelig.htmlhttp://putlocker.bz/watch-sweet-and-lowdown-online-free-putlocker.htmlhttp://putlocker.bz/watch-sweet-and-lowdown-online-free-putlocker.htmlhttp://www.youtube.com/watch?v=d8JNDIAzFqghttp://www.tubeplus.me/player/160032/Easy_Rider/http://www.youtube.com/watch?v=m3KNGgWIOx4&translated=1http://www.youtube.com/watch?v=o78VlZNxJsU&list=PLEE66CD126B687A8Fhttp://www.youtube.com/watch?v=o78VlZNxJsU&list=PLEE66CD126B687A8Fhttp://www.elortiba.org/bolano.html#Roberto_Bola%C3%B1ohttp://www.elortiba.org/bolano.html#Roberto_Bola%C3%B1ohttp://gatopardo.blogia.com/temas/informe-femospp.phphttp://gatopardo.blogia.com/temas/informe-femospp.phphttp://www.youtube.com/watch?v=g9ZObN1S2bA&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=g9ZObN1S2bA&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=Cuv7sj356tg&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=Cuv7sj356tg&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=3muU51SYnwI&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=3muU51SYnwI&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=zqvmWveMS4w&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=zqvmWveMS4w&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=ud8eZ_TYKXQ&feature=relatedhttps://www.youtube.com/watch?v=HvUrKzbRsfAhttp://www.youtube.com/watch?v=WQgp2ujwF4shttp://www.youtube.com/watch?v=veyMu8mZ-VUhttp://www.youtube.com/watch?v=veyMu8mZ-VUhttp://www.youtube.com/watch?v=yWP__YnKzsIhttp://www.youtube.com/watch?v=XkMWxc60Iis&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=cU10qxBnMFshttp://www.youtube.com/watch?v=cU10qxBnMFshttp://www.youtube.com/watch?v=qalczGdEjr8&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=qalczGdEjr8&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=bRD5cB0tr4w&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=bRD5cB0tr4w&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=fMZQ97czCgc&feature=relatedhttp://www.youtube.com/watch?v=VmpcHOCI0GUhttp://www.youtube.com/watch?v=Qc69zr_5uH4&feature=list_related&playnext=1&list=AVGxdCwVVULXcrFbKyR33Ae8DIzdGg-mBzhttp://www.youtube.com/watch?v=Qc69zr_5uH4&feature=list_related&playnext=1&list=AVGxdCwVVULXcrFbKyR33Ae8DIzdGg-mBzhttp://www.youtube.com/watch?v=Qc69zr_5uH4&feature=list_related&playnext=1&list=AVGxdCwVVULXcrFbKyR33Ae8DIzdGg-mBz
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    Entrada

    Nota 52. The Constant Gardener: http://vimeo.com/38228039 Lord of War: http://www.youtube.com/watch?v=sd9rKQjiU4U Blood Diamond: http://www.cuevana.tv/#!/peliculas/73/play/

    url:http%3A%2F%2Fwww11.uptobox.com%3A8080%2Fd%2Fvqyrhq2bf2r76xkq3bvzkxlophunapbofugawh4jwn4t7xpp4vetkiln%2FBlood.Diamond[2006]DvDrip[Eng]-aXXo.mp4/def:360

    The Last King of Scotland: http://www.cuevana.tv/#!/peliculas/169/play/url:http%3A%2F%2Fwww9.uptobox.com%3A8080%2Fd%2Fviyuf2caf2r76xkq2zvzix3coxw5rnmwz6bjjgy3vvstuhspltixjkep%2FThe.Last.King.of.scotland.axxo.mp4/def:360

    Nota 53. Confesiones de un exparamilitar: http://www.youtube.com/

    watch?v=TOFsMqEhDeQNota 64. Gladiator: http://www.cuevana.tv/#!/peliculas/141/play/

    url:http%3A%2F%2Fwww5.uptobox.com%3A8080%2Fd%2Fuyy5ckrif2r76xkqtjwmchr7nyvlja7lizyb5fk4e5aldmcl2666n5wk%2FGladiator.2000.EXTENDED.DVDRip-FiNaLe.mp4/def:360

    The 13th Warrior: http://tu.tv/videos/the-13th-warrior Troy: http://putlocker.bz/watch-troy-online-free-putlocker.htmlNota 70. Apocalypse Now Redux: http://www.cuevana.tv/#!/peliculas/4601/apocalypse-now-

    reduxNota 76. Mito de Mario Santiago Papasquiaro: www.infrarrealismo.com Jaguares: http://listen.grooveshark.com/#/search?q=equilibrio%20de%20los%20

    jaguares, http://www.youtube.com/watch?v=6Q9w6FnXSwQ&playnext=1&list=PLB4C4F0D3D0647410

    Mario Santiago Papasquiaro: escribir estas palabras en una bsqueda de www.youtube.com

    Nota 80. Before Night Falls: https://www.youtube.com/watch?v=wy0mfNcfwYENota 86. Planeta Encantado. La Isla del Fin del Mundo. JJ Benitez 02x13: http://www.

    youtube.com/watch?v=_j0-Cs7xmdYNota 88. Mosca de bar (Dos minutos): http://grooveshark.com/#!/search?q=dos+minutos

    +mosca+de+bar Vicarous (Tool): http://www.youtube.com/watch?v=UUXBCdt5IPg

    http://vimeo.com/38228039http://www.youtube.com/watch?v=sd9rKQjiU4Uhttp://www.youtube.com/watch?v=TOFsMqEhDeQhttp://www.youtube.com/watch?v=TOFsMqEhDeQhttp://tu.tv/videos/the-13th-warriorhttp://putlocker.bz/watch-troy-online-free-putlocker.htmlhttp://www.infrarrealismo.comhttp://www.youtube.com/watch?v=6Q9w6FnXSwQ&playnext=1&list=PLB4C4F0D3D0647410http://www.youtube.com/watch?v=6Q9w6FnXSwQ&playnext=1&list=PLB4C4F0D3D0647410http://www.youtube.comhttp://www.youtube.comhttps://www.youtube.com/watch?v=wy0mfNcfwYEhttp://www.youtube.com/watch?v=_j0-Cs7xmdYhttp://www.youtube.com/watch?v=_j0-Cs7xmdYhttp://www.youtube.com/watch?v=UUXBCdt5IPg
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    1. Del lado de ac: al este del Atlntico o el Nuevo Mundo: lo local

    Si tuviera que asaltar el banco ms vigilado de Europa y si pudiera elegir libremente a mis compaeros de fechoras, sin duda escogera un grupo de cinco poetas.

    Bolao, 2006a: 109

    El adolescente Juan Garca Madero inicia lds de la siguiente manera:

    2 de noviembreHe sido cordialmente invitado a formar parte del realismo vis-

    ceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciacin. Mejor as.

    3 de noviembreNo s muy bien en qu consiste el realismo visceral. Tengo die-

    cisiete aos, me llamo Juan Garca Madero, estoy en primer semes-tre de la carrera de Derecho. Yo no quera estudiar Derecho sino

    Figura 1.

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    Diego Muoz-Casallas

    Letras, pero mi to insisti y al final acab transigiendo. Soy hurfa-no. Ser abogado. Eso le dije a mi to y a mi ta y luego me encerr en la habitacin y llor toda la noche. (lds: 13)

    Estas palabras sealan claramente la ruta de la novela. Garca Madero sita su conflictivo lugar en medio de dos horizontes de expe-riencia: el que se abre con las instituciones sociales y el que se abre con el proceso real visceralista. Este proceso ser construido por diversas voces que, no exentas de contradiccin, complementan el diario de Garca Madero durante la segunda parte de la novela. La singularidad de las perspectivas supone que cada personaje-narra-dor ha entrado en procesos de subjetivacin especficos, la mayora de los cuales se circunscriben en el horizonte ms amplio de Mxico, D.F. Interpretar la construccin de subjetividades en relacin con el movimiento real visceralista implica describir este emblemtico contexto citadino de la periferia global. Luego de esta descrip-cin, es viable profundizar en la configuracin del campo de fuerzas para visualizar la posicin de los real visceralistas con respecto a la estructura social. Por ltimo, esta ubicacin debe ser complemen-tada con una descripcin, del realismo visceral como proceso cultural autnomo.

    El d.f. y las posibilidades del encuentro

    Cinco poetas verdaderos, apolneos o dionisacos, da igual,

    pero verdaderos, es decir con un destino de poetas y con una vida de poetas.

    No hay nadie en el mundo que encare el desastre con mayor dignidad y lucidez.

    Bolao, 2006a: 109

    La capital mexicana abre un horizonte de experiencia que dispo-ne los encuentros y desencuentros de la heterognea muchedumbre: una aldea de catorce millones de personas, afirma el burgus Alberto Moore en 1976 (lds: 159), una ciudad de diecisis millones de habitantes, afirma la real visceralista Xchitl Garca en 1986

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    Del lado de ac

    (lds: 370). La distribucin del espacio se recrea conforme los sujetos habitan lugares en una cartografa diversa: territorial, gastronmica, privada, pblica, delincuencial, mafiosa, bohemia, artstica, clasista. El d.f. es una ciudad en la que vivir es fcil pero slo si tienes algo de dinero o una beca o un trabajo, como afirma la secretaria Auxilio Lacouture (lds: 191). La transformacin de la ciudad modifica el or-den de la experiencia en un doble plegamiento entre lugares y sujetos que se abre hacia la liminalidad, tal como lo registra el arquitecto Joaqun Font al alucinar con su Ford Impala extraviado, mientras intenta retomar su vida acostumbrada, luego de salir de un hospital psiquitrico: la calle se haba transformado en un rompecabezas de penumbra al que le faltaban varias piezas, y una de las piezas que faltaban, curiosamente, era yo mismo (lds: 383).

    En sintona con esto, algunos barrios ilustres del d.f. entran en decadencia, como afirma Anglica, una de las hijas de Font:

    [E]l barrio de Ernesto [San Epifanio] se haba degradado en los ltimos tiempos. Como si las secuelas de su operacin se traslu-cieran en las calles, en la gente sin trabajo, en los ladrones de poca monta que solan tomar el sol a las siete de la tarde como zombis (o como mensajeros sin mensaje o con un mensaje intraducible) dispuestos automticamente a apurar otro atardecer ms en el d.f. (lds: 282-283)

    No obstante, se trata tambin de una ciudad en donde las noches son frescas, brillantes, pero no fras, noches hechas para pasear o para coger, noches hechas para platicar sin apuro (lds: 183), como dice el real visceralista Jacinto Requena, y en donde la gente se conoce en los lugares ms inverosmiles (lds: 224), como afirma la feminista y sadomasoquista Simone Darrieux. El d.f. es, entonces, el espacio de los lugares y los encuentros liminales:

    Atraves el jardn Morelos, vaco y fantasmal pero en cuyos rin-cones se adivina una vida secreta, cuerpos y risas (o risitas) que se burlan del paseante solitario (o eso me pareci entonces), atrave-s Nios Hroes, atraves la plaza Pacheco [] y cuando ya me

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    Diego Muoz-Casallas

    dispona a tirar por Revillagigedo en direccin a la Alameda, de una esquina surgi o se materializ Quim Font. (lds: 92)

    Estas palabras de Garca Madero resuenan con un horizonte de experiencia ambiguo: en el d.f., simultneamente cosmopolita y subdesarrollado, se sobreponen de forma hologrfica el mundo letrado (internacionalista y ordenado) y el mundo oral (po-pular, rural y catico). Sobre los sedimentos de la Colonia, la Repblica y la Revolucin se alza una ciudad letrada que distribuye el espacio de acuerdo con la organizacin del poder (Rama, 2004), pero despliega una oferta cultural que no se concentra de forma radical y exclusiva en las lites. La ciudad letrada y por extensin la ciudad artstica se estructura con el funcionamiento estratificado de instituciones como la educativa o la industria editorial, en cuyos intersticios emerge el realismo visceral como eje articulador del d.f. culto, el d.f. mafioso, el d.f. elitista, el d.f. popular o el d.f. clasis-ta. Por ejemplo, la Universidad Autnoma de Mxico (unam) aparece como escenario central donde se configuran capitales sociales a travs del ambivalente espectro que oscila entre filiaciones de izquierda y de derecha. Pero no es un escenario del todo autorreferencial, ya que sirve como apertura hacia formas de experiencia externas como las que encarnan los real visceralistas, quienes irrumpen even-tualmente en este y otros lugares de convergencia literaria como la Casa del Lago (escenario de recitales) o la Rama Dorada (cafetera elitista de tertulia). Sin embargo, los real visceralistas frecuentan de forma ms asidua otros lugares pblicos de baja estofa, como el caf chino El Loto de Quintana, el caf Quito y el bar Encrucijada Veracruzana, cuya descripcin resuena con los antros desplegados a lo largo del continente latinoamericano como lugares mitificados y liminales que cambian entre noche y da:

    Esta tarde el local pareca mucho ms cochambroso de lo que en realidad es. Los personajes patibularios de la noche an no ha-cen acto de presencia, la clientela es, cmo dira, ms huidiza, ms transparente, tambin ms pacfica. Tres oficinistas de baja estofa, probablemente funcionarios, completamente borrachos, un vende-dor de huevos de caguama con la cestita vaca, dos estudiantes de

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    prepa, un seor canoso sentado a una mesa comiendo enchiladas. Las meseras tambin son diferentes. (lds: 18-19)

    En contraste con esta descripcin de Garca Madero, los lugares privados donde se encuentran los real visceralistas son las casas me-dianamente opulentas de la pintora Catalina OHara (colonia Co-yoacn) o la familia Font (colonia Condesa), un ejemplar caso de pequea-burguesa en descenso. Estos lugares hacen parte de un paisaje cosmopolita que incluye otros procesos de subjetivacin condicionados por procesos culturales como la inmigracin. Por un lado estn los descendientes de la dispora juda, representados por personajes-narradores como Edith Oster, Norman Bolzman y Da-niel Grossman. Por otro lado estn los exiliados europeos y sus des-cendientes, principalmente espaoles republicanos y vanguardistas universales, como los denomina Lacouture, refirindose a algunos de sus espordicos jefes: Pedro Garfias, Len Felipe y Garca Lisca-no. De esta dispora se destacan tambin el librero Crispn Zamora y Juan Rejano, director de la Revista Mexicana de Cultura (suplemento del diario El Nacional), y los personajes-narradores Joaquim Font (Quim por sus antecedentes catalanes) y Vernica Volkow (la bisnieta del mtico Lev Davdovich Bronstein).

    Otros inmigrantes del primer mundo, tambin personajes-na-rradores pero viajeros de paso, son la californiana Barbara Patterson, quien improvisa una tesis de posgrado sobre Juan Rulfo para la Uni-versidad de San Diego, y la francesa Simone Darrieux, becaria que busca fiestas con el pretexto de estudiar antropologa y a quien le sor-prende el tiempo libre del que disponen los mexicanos (lds: 224). Los inmigrantes latinoamericanos estn representados por dos per-sonajes-narradores: la uruguaya Auxilio Lacouture, quien se gana la vida como secretaria en los crculos letrados de la ciudad diurna (de los cuales conoce todos los chismes) y en las noches se dedica a vagar por su intensa vida bohemia, y el argentino Lisandro Morales, dueo de una editorial que quiebra por publicar un libro del real viscera-lista Arturo Belano. Finalmente, estn los inmigrantes de provincia, cuyos extremos son representados por los personajes-narradores Ma-nuel Maples Arce, diplomtico y fundador de la primera vanguardia artstica de Mxico, y el real visceralista Piel Divina, un oaxaqueo

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    pobre que viaja al d.f. reproduciendo el mito progresista de la urbe y ve su propia vida como un bolero (lds: 75):

    Una noche me cont que la primera vez que hizo el amor tena diez aos. No quise que me contara ms. [] Otra noche o tal vez la misma noche me cont que haba llegado al d.f. cuando tena dieciocho aos, sin dinero, sin ropa, sin amigos a quienes acudir y que lo haba pasado muy mal, hasta que un amigo periodista, con quien se acost, lo puso a dormir en el almacn de papel de El Nacional. Ya que estaba all, me dijo, pens que mi destino era el periodismo, y durante un tiempo intent escribir crnicas que nadie quiso publicarle. Luego vivi con una mujer y tuvo un hijo e infinidad de trabajos, ninguno permanente. Hizo hasta de merolico por el rumbo de Azcapotzalco, pero al final termin pelendose a cuchillazos con el tipo que le pasaba la mercadera y lo dej. Una noche, mientras me penetraba, le pregunt si alguna vez haba ma-tado a alguien. No quera hacerle esa pregunta, no quera or su respuesta, tanto si era verdad como mentira, y me mord los labios. l dijo que s y redobl sus embites [sic.], y yo llor al correrme. (lds: 350-351)

    Esta experiencia ertica, evocada por el poeta Luis Sebastin Ro-sado, un gay refinado que estudia Letras en la unam y describe las vicisitudes constrictivas que debe encarar un inmigrante de origen campesino, nos permite visualizar otros elementos que influyen en los procesos de subjetivacin del d.f. La clase social, por ejemplo, aparece como una variable ineludible que condiciona relaciones pero no se alza como impedimento final de socializacin. Para Rosado, su relacin ertico-afectiva con Piel Divina es una de las posibilidades de contacto con lo que l mismo denomina la otredad, aunque a lo largo de sus relatos vemos cmo sus prejuicios homogeneizantes sobre los real visceralistas van cediendo a cierta curiosidad reflexi-va por este movimiento. Adems de esta relacin, que Rosado evita hacer pblica, otras relaciones ertico-afectivas aparecen de forma anloga y efmera, como las de Ernesto San Epifanio y el hijo del embajador de Honduras, Garca Madero y Mara Font, y Pancho Rodrguez y Anglica Font. Frente a esta ltima, Garca Madero

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    impone su subjetividad de poeta sobre las sujeciones de clase, cues-tionando la rigidez de las categoras sociales:

    Todo el problema, me confes nuevamente malhumorado, con-sista en la diferencia social que separaba a su humilde familia tra-bajadora de la de Anglica, firmemente anclada en la pequeabur-guesa del d.f.. Para darle nimos arg que eso, sin duda, sera un problema para iniciar una relacin amorosa, pero puesto que la rela-cin ya estaba iniciada el foso de la lucha de clases se agostaba con-siderablemente. A lo que Pancho dijo que qu quera decir con que la relacin ya estaba iniciada, pregunta un poco imbcil que prefer no contestar o contestar con un retrucano: acaso eran Anglica y l dos personas normales, dos exponentes tpicos e inmviles de la pequeaburguesa y del proletariado?

    No, pues no dijo Pancho meditabundo mientras el taxi que habamos tomado en Reforma con Jurez nos acercaba a velocidad de vrtigo a la calle Colima.

    Eso era lo que quera decir, le dije, que puesto que Anglica y l eran poetas, qu importaba que uno perteneciera a una clase social y el otro a otra. (lds: 122-123)

    De igual manera, la clase social es resignificada por otros real vis-ceralistas como Ulises Lima y Moctezuma Rodrguez, quienes, segn las descripciones de Garca Madero, habitan precarios y estrechos habitculos que contrastan con residencias como la de los Font, pero que ofrecen indicios de un capital cultural menos precario: en el plano material se destaca la abundancia de libros y en el plano simbli-co la capacidad bilinge (y la militancia sindicalista de Rodrguez). Otros indicios de clase social se pueden inferir a partir del premio para poetas jvenes Laura Damin, creado por su familia luego de su temprana e inesperada muerte y conquistado por Anglica Font en 1974. La curiosidad de Garca Madero arroja seales sobre el capital econmico que, articulado con el capital social y cultural, se necesita para sostener una empresa de tal envergadura; sin embargo, el pre-mio se acaba en 1980 y lvaro, padre de Laura y mejor amigo de Quim, se suicida porque sus negocios han quebrado y lo ha perdido todo (lds: 301).

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    La alteridad definida por las sujeciones de clase se sita tambin en otros lugares de gran concurrencia donde se generan encuen-tros fortuitos, como el descrito por Jos Zopilote Colina, quien en 1981 afirma que lo ms cercano de la poltica que estuvieron Lima y Belano fue en su encuentro casual con Vernica Volkow, a quien persuaden para conversar un da de cobro en El Nacional: [] Probablemente no la iban a ver nunca ms. La chavita Vo-lkow era claramente de la buena sociedad y esos tres [incluido el real visceralista Felipe Mller] llevaban escrito en la frente que su destino era Lecumberri o Alcatraz (lds: 326). Pese a que el dilogo suscitado por la coyuntura parece feliz, la misma nieta de Trotski reafirma la brecha de clase cuando el azar la arroja de nuevo frente a los poetas real visceralistas:

    La verdad es que parecan mendigos, desentonaban horrible-mente all, en la entrada del cine, entre gente bien vestida, bien afei-tada, que al subir las escalinatas se apartaban como con miedo de que uno de ellos fuera a alargar la mano y a deslizarla por entre sus piernas. Al menos uno de ellos me pareci bajo los efectos de una droga. Creo que era Belano. El otro, creo que Ulises Lima, lea y escriba en los mrgenes de un libro y al mismo tiempo canturreaba. [] [Un tercero] Era el nico que pareca con ganas de conversar, Dios santo, pens, que no me hable de Trotski, pero no habl de Trotski sino de poesa, dijo algo acerca de una revista que sacaba un amigo comn (un amigo comn?, qu horror!) y luego dijo otras cosas que no entend. (lds: 327)

    El sujeto-paria descrito por Volkow habita lugares poco probables dentro del horizonte de experiencia que circunscribe procesos de subjetivacin burgueses, como el de ella o el de Rosado:

    Despus [con Piel Divina] nos perdamos por la ciudad, en ca-

    feteras y cantinas de la zona norte, por los alrededores de La Villa, en donde yo no conoca a nadie y en donde Piel Divina no tena empacho alguno en presentarme amigos y amigas que aparecan en los lugares ms inesperados y cuyas cataduras hablaban ms de un

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    Mxico penitenciario que de la otredad, aunque la otredad, como se lo intent explicar, era dable de ser vista en cualquier parte. (Como el Espritu Santo, dijo Piel Divina, en fin, noble bruto.) (lds: 278)

    De este Mxico penitenciario se sigue el mundo mafioso que garantiza su sostenibilidad valindose del aparato estatal. As lo su-giere Quim Font en una conversacin con Garca Madero: [...] El negocio de la prostitucin en el d