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LOS ENTRESIJOS DE LA DIGNIDAD HUMANA THE HIDDEN DETAILS OF HUMAN DIGNITY Jesús Víctor Alfredo Contreras Ugarte Doctor Sobresaliente Cum Laude en Derechos Humanos Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España Departamento de Derecho Internacional, Eclesiástico y Filosofía del Derecho Facultad de Derecho − Universidad Complutense de Madrid [email protected] España, Madrid Recibido: 24 de junio de 2019 Aceptado: 01 de julio de 2019 SUMARIO La dignidad humana y su inextricable entender. Trayecto conceptual de la dignidad humana. La dignidad y las normas de derechos humanos. La dignidad de uno frente a la dignidad del otro: Empatía del Reconocimiento. Conclusiones. RESUMEN La dignidad humana supone entender al ser humano como un ser que, por sus específicas características que le son propias a la condición humana, tiene un valor especial que impone que se le dé el reconocimiento y el respeto por parte de la sociedad. El ser humano se situaría en el centro del mundo, ocupando un lugar preeminente con respecto al de los demás seres. Siendo así, hablar de una dignidad humana de todos e igual para todos en tanto humanos, supone situarnos en una visión universal y unificada en cuanto a lo que es ella. Aquí pues, empieza el problema. Es fácil encontrar referencias a la dignidad humana en muchas normativas, sobre todo de derechos humanos, tanto en normas nacionales como en normas internacionales. En estas normas nos toparemos, con mucha facilidad, con el uso del término dignidad repetido varias veces y para sustentar un determinado derecho o argumento legal, pero no para definir qué es precisa y propiamente la dignidad humana. Luego, todo va bien mientras damos por sentado que VOX JURIS (37) 2, 2019 todos sabemos y entendemos por igual lo qué es la dignidad; sin embargo, cuando haces la pregunta directa ¿qué es la dignidad humana? el asunto ya no es tan claro para todos por igual ni hay uniformidad en lo que se entiende por ella o, lo que es peor, simplemente adviertes que, realmente, no saben lo que es y que nunca reflexionaron sobre ello. Aquí descubres este entresijo que no es fácil de clarificar. Casi parece un atolladero que unos resuelven de una forma, otros de otra y otros de ninguna. Este trabajo intentará dar luz para la clarificación de esta complicación conceptual. ABSTRACT Human dignity means understanding human beings as beings that, due to its specific characteristics that are specific to the human condition, has a special value that requires recognition and respect from society. Human being would be placed in the center of the world, occupying a preeminent place with respect to the other beings. Thus, speaking of a human dignity of all human beings, equal for all as human beings, supposes placing ourselves in a universal and unified vision as to what it is. Here then, the problem begins. It is easy to find references to human dignity in many regulations, especially in human rights, both in national and international norms. In these regulations we will find, easily, the use of the term dignity repeated several times to sustain a certain right or legal argument, but not to define what is precisely and properly human dignity. Then, everything goes well as far as we assume that we all know and equally understand what dignity is; However, when you [email protected] VOX JURIS, Lima (Perú) 37 (2): 69-93, 2019 brought to you by CORE View metadata, citation and similar papers at core.ac.uk provided by Universidad San Martín de Porres (USMP): Portal Revistas Académicas

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LOS ENTRESIJOS DE LA DIGNIDAD HUMANA

THE HIDDEN DETAILS OF HUMAN DIGNITY

Jesús Víctor Alfredo Contreras UgarteDoctor Sobresaliente Cum Laude en Derechos Humanos

Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislaciónde España Departamento de Derecho Internacional,

Eclesiástico y Filosofía del DerechoFacultad de Derecho − Universidad Complutense de Madrid

[email protected]ña, Madrid

Recibido: 24 de junio de 2019 Aceptado: 01 de julio de 2019

SUMARIO

• La dignidad humana y su inextricable entender.

• Trayecto conceptual de la dignidad humana.

• La dignidad y las normas de derechos humanos.

• La dignidad de uno frente a la dignidad del otro:Empatía del Reconocimiento.

• Conclusiones.

RESUMEN

La dignidad humana supone entender al serhumano como un ser que, por sus específicascaracterísticas que le son propias a la condiciónhumana, tiene un valor especial que impone que sele dé el reconocimiento y el respeto por parte de lasociedad. El ser humano se situaría en el centro delmundo, ocupando un lugar preeminente conrespecto al de los demás seres. Siendo así, hablarde una dignidad humana de todos e igual paratodos en tanto humanos, supone situarnos en unavisión universal y unificada en cuanto a lo que esella. Aquí pues, empieza el problema. Es fácilencontrar referencias a la dignidad humana enmuchas normativas, sobre todo de derechoshumanos, tanto en normas nacionales como ennormas internacionales. En estas normas nostoparemos, con mucha facilidad, con el uso deltérmino dignidad repetido varias veces y parasustentar un determinado derecho o argumentolegal, pero no para definir qué es precisa ypropiamente la dignidad humana. Luego, todo vabien mientras damos por sentado que

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todos sabemos y entendemos por igual lo qué es ladignidad; sin embargo, cuando haces la preguntadirecta ¿qué es la dignidad humana? el asunto yano es tan claro para todos por igual ni hayuniformidad en lo que se entiende por ella o, loque es peor, simplemente adviertes que, realmente,no saben lo que es y que nunca reflexionaron sobreello. Aquí descubres este entresijo que no es fácilde clarificar. Casi parece un atolladero que unosresuelven de una forma, otros de otra y otros deninguna. Este trabajo intentará dar luz para laclarificación de esta complicación conceptual.

ABSTRACT

Human dignity means understanding humanbeings as beings that, due to its specificcharacteristics that are specific to the humancondition, has a special value that requiresrecognition and respect from society. Human beingwould be placed in the center of the world,occupying a preeminent place with respect to theother beings. Thus, speaking of a human dignity ofall human beings, equal for all as human beings,supposes placing ourselves in a universal andunified vision as to what it is. Here then, theproblem begins. It is easy to find references tohuman dignity in many regulations, especially inhuman rights, both in national and internationalnorms. In these regulations we will find, easily, theuse of the term dignity repeated several times tosustain a certain right or legal argument, but not todefine what is precisely and properly humandignity. Then, everything goes well as far as weassume that we all know and equally understandwhat dignity is; However, when you

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ask a direct question on what is human dignity?the issue is not as equally clear for everyone, nor isthere uniformity in what is understood by it or,what is worse, you simply notice that they reallydo not know what it is and that they have neverreflected on it. Here you discover this intrigue thatis not easy to clarify. It seems a problem that someresolve one way, others in another and others donot. This work will try to shed light for theclarification of this conceptual complication.

PALABRAS CLAVE

Dignidad humana; entresijo conceptual; derechoshumanos; empatía del reconocimiento.

KEYWORDS

Human dignity; conceptual problems; humanrights; empathy of recognition.

LA DIGNIDAD HUMANA Y SU

INEXTRICABLE ENTENDER

La dignidad es un término que suele usarse comosinónimo de corrección, de valoración o derespeto. Cuando se hace algo que se consideraincorrecto y malo se suele decir que esa persona haactuado indignamente o de manera no digna. Ocuando describimos la mayor valoración queconsideramos de alguien, solemos decir que esapersona es digna para estar donde está y hacer loque hace, decimos que es digno para ello.Asimismo, cuando hablamos de respeto hacianuestros derechos como persona, solemos decirque tenemos derechos a tener una vida digna o unavivienda digna, etcétera, y no dudamos en afirmarque todas las personas tenemos dignidad. Dealguna forma, parece ser que todos tienensobresabido qué es la dignidad propiamente dicha.Sin embargo, cuando preguntas, te das cuenta quecada quien tiene una idea distinta de lo queentiende por dignidad y otros ni siquiera puedendar una definición precisa. Todos, en principio,aceptan, con firmeza, que la dignidad es inherentea todo ser humano por ser tal; sin embargo, cuandosometes esta firmeza a determinados escenarios-como por ejemplo en el caso de un pedófilo o unasesino- ya esto no resulta nada claro y caen entremendas contradicciones. Esto se da, porque suconcepto de dignidad lo manejan ambiguamente o,simplemente, porque nunca

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se han preocupado por entenderlo y lo usan pormera repetición de lo que intuyen, ven u oyen ensu entorno.

Esto hace que el concepto de dignidad humanaresulte confuso y con muchas dificultades yenredos que resultan difíciles de desatar yentender. Está claro entonces, que el concepto dedignidad es un concepto que necesita ser aclaradoen nuestra ética contemporánea y que no es nadafácil hacerlo dado los sobreentendido que muchosparecen tener de ello. Y esto pasa en todos losámbitos, también en los profesionales e incluso enlos académicos. El vocablo dignidad es muyutilizado, pero con significados, muchas veces,distintos. Se utiliza el mismo significante, pero nosiempre se tiene un mismo significado de lo que seentiende por dignidad.

Por otro lado, es interesante advertir la importanciaque se le da al vocablo dignidad en el cuerpo delos textos legales, tanto nacionales comointernacionales. Si observamos la DeclaraciónUniversal de los Derechos Humanos y lacotejamos con otros Códigos deontológicos o conotras Cartas, Convenios y Pactos internacionalesde Derechos, e incluso con las Constitucionesinternas de los países, nos vamos a encontrar quela palabra dignidad es una referencia común entodas ellas. No obstante, en todos estos cuerposlegales nunca se define lo qué es, precisa ypropiamente, la dignidad como tal, es decir, cuál esel concepto que la define a ella. Parece ser que seda por sobreentendido el significado de la dignidady lo que, dicho vocablo, evoca o debiera evocar,aunque, claro está, tampoco se trata de que lostextos legales tengan que definir el significado decada uno de los vocablos que los integran. Lo queaquí trato de advertir es que este vocablo es el másutilizado y repetido por la mayoría de los textoslegales que regulan derechos, y esto, al menos, melleva a tener el recelo de que el término dignidadse haya convertido en nada más que un vocablousado decorativamente para dar una imagen detoma de seriedad hacia la protección de losderechos, pero que no pasa de ser una imagenestética que solo busca parecer, aunque no llega aser de verdadera seriedad ni de preocupación realpara los operadores específicos de este tiponormas. Lo que sí debe de ser claro es que ladignidad humana es el impulso generador de losderechos y, con ellos, de los derechos humanos.No nos desorientemos en algo que es básico paraabrirnos camino en la idea de

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alcanzar, al menos, un concepto mínimo de ladignidad como tal. Los derechos son los que dancobertura a la dignidad; la dignidad humana es laimpulsora y la fuente motora de los derechos quese regulan en la sociedad:

(...) la dignidad no debe confundirse ni con losderechos, ni con el juicio de igualdad,razonabilidad o ponderación de los derechosmismos; por el contrario, ésta se identificacomo el ‘instrumento’ que pone enfuncionamiento unos y otros, constituyendo el‘motor’ y el parámetro con respecto al cualésos derechos se aplicarán correctamente.(Veronesi trad. por Gomez2015, página 157)

De no existir una idea concreta de lo que es ladignidad como tal y, peor aún, si su uso es solodecorativo, cada quien hará su propiainterpretación o tendrá su propio sobreentendidode lo que es la dignidad, provocándose así que setengan distintas interpretaciones segúnconveniencia o sobreentendido, y, con ello, noexistirá uniformidad sobre lo que es la dignidad y,lo que es todavía más malo, es que se darándistintas formas de aplicación, de interés y deatención, a la hora de ventilar un mismo cuerpolegal de regulación de derechos.

Esta situación puede terminar haciendo que ladignidad humana se convierta en un conceptovacío de contenido que, aunque incorporado en lostextos legales, no surta mayor efecto, más que elmeramente estético.

Si nos remitimos a su etimología la palabradignidad provendría de una lengua indoeuropea delos textos sagrados y cultos del brahmanismo, enla India, que es la conocida como sánscrito. Su raízentonces sería la palabra dec, que significaría seradecuado o conveniente a algo o alguien. Luego,este término, lo asumiría la lengua latina la que,incorporándole el sufijo mus, lo convirtió en elvocablo decmus, que más tarde se deduciría endignus, que significaría algo así como destacado, yque, en castellano, se transformó en digno. Eladjetivo dignus al significar destacado,implícitamente se le relacionó con valioso,originándose así, el término que hoy conocemoscomo dignidad humana; es decir, valiosos pornuestra humanidad y con una cierta “(...)preeminencia o excelencia por la cual algo resaltaentre otros seres por razón del valor que le esexclusivo o propio” (Millán-Puelles 1984, página457).

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En un primer momento, la dignidad se asentabameramente en el estatus político y social. Después,en el Medioevo, esto siguió siendo así. Notemosque, en sus inicios, la dignidad no estabareferenciada a una cualidad inherente, propia eintrínseca al ser humano, sino que se reflejaba enel estatus o distinción social que se le reconocía yque alcanzaba cada persona; la dignidad de unapersona se encontraba supeditada a situacionesextrínsecas a la condición misma de ser humano.En un segundo momento, con el Renacimiento,surgen una serie de posturas filosóficas hacia elsiglo XVI, que le otorgan al ser humano un rolprotagónico y superior, pero por razón de su ser ypor ser hecho a imagen y semejanza de Dios; asípues, la dignidad renacentista consustancial al serhumano, pero la misma provenía de Dios. No dejade ser importante, de todos modos, el cambio devisión surgido en al Renacimiento que yavislumbraba lo que podemos llamar el:antropocentrismo filosófico de la humanidad.Luego vendrán autores, a partir del siglo XVII,como ese al que llamo Hegel héroe delpensamiento, y pondrán en duda toda esa reflexiónque, aunque ponían en el centro de la atenciónfilosófica al ser humano, finalmente se sosteníanen el pensamiento teologal, lo que podría parecermás bien, que estábamos frente a un teocentrismoy no ante un antropocentrismo. René Descartes fueun pionero en el intento de desligar a Dios de laexplicación de la realidad externa del ser humano(la res extensa), y desde su conocida obra, de1637, El discurso del método, trató de poner entela de juicio todo ese sustento teologal; sinembargo, al final no lo logra del todo porquetermina sustentando la realidad -a través de lafigura de un genio maligno- en la idea de laperfección que hay en nosotros, pero quefinalmente él la explica y la sustenta en laperfección divina:

(...) de dónde había aprendido yo a pensar enalgo más perfecto de lo que yo era; y conocícon toda evidencia que debía ser de algunanaturaleza que en efecto fuera más perfecta(...) una naturaleza que fuera realmente másperfecta de lo que yo era, e incluso quetuviera en sí todas las perfecciones de que yopudiera tener alguna idea, es decir, paraexplicarme con una palabra, que fuese Dios.(Descartes trad. por Alonso 1982, página 51 y52)

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De lo anterior, se puede decir, que es una forma deaflojar en el intento cartesiano de desligarse de loteologal; empero, el hecho de atreverse a dudarsobre el sustento divino de toda la realidadhumana, sí que fue todo un gran aporte, es decir, elhecho de haber planteado la posibilidad de la dudaen sí; tal era la pretensión de Descartes, que Eldiscurso del método lo escribió en francés para quetodos lo entendieran (en ese entonces la escrituraculta se hacía solo en latín y, claro, solo podíaleerlo la sociedad culta que lo sabía) y, además, loescribió en Holanda, que era un país donde sepodía escribir con mayor libertad, lejos de lapersecución de la iglesia católica.

En fin, más allá de Descartes, podemos advertirque la dignidad se sustentó, en un determinadomomento de la historia, en la dependencia dedeterminados hechos o condiciones extrínsecasalcanzadas, lo que proporcionaba a cada sujeto unadistinta dignidad; y, luego, la dignidad se sustentóen el intrínseco valor del ser humano por su mismacualidad de ser tal. En definitiva, tanto en unocomo en otro momento histórico, la dignidadhumana, parte siempre desde la idea de lo valioso,sea intrínseca o extrínsecamente.

En nuestra modernidad, cuando hablamos dedignidad, ya no solo nos referimos a la dignidadcomo algo inherente a nosotros, sino que la hemosincorporado al ámbito jurídico, más precisamente,al ámbito del derecho positivo y, muyespecialmente, al de los derechos humanos. Sedice ahora, desde las normas jurídicas, que losderechos humanos se inspiran en la dignidadhumana, en su respeto y protección, y que soncaracterísticas propias de ellos el ser inalienables,universales y absolutos. Esto supone que losderechos humanos, que dan soporte a la dignidadhumana, no pueden nunca objeto de intercambio nipueden ser meramente utilizados como medios deotros fines subalternos; supone que no tienenprecio o valor equivalente y no deben estarsubordinados por completo a ningún fin que loscoloque en una situación de peligro o dedetrimento; en cambio, los derechos humanos y,con ellos, la dignidad humana, sí pueden ordenarmedios para sí mismos y establecerse fines. El serhumano, actualmente, tiene dignidad la merezca ono, la trabaje o no. La dignidad supone laconciencia de cada persona de ser un sujeto digno,de saberse un ser valioso por su mismahumanidad, de entender que por nuestra valiosadignidad tenemos que ser personas

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responsables, consideradas y respetuosas con ladignidad de los demás, a los que nos encontramosinnegablemente vinculados. La dignidad no es unprivilegio ni un capricho que asumo y gozo sincomportarme según mi deber responsable para conlos demás. Si bien, el no cumplir con este deber nosupone la pérdida de la dignidad, sí hace que micomportamiento resulte fuera de lugar y, ello, metraerá consecuencias que, incluso, podrían afectarmi propia dignidad, además de la dignidad de losdemás. También, el Estado debe inhibirse deejercitar cualquier acto u omisión que ponga enpeligro o que atente contra la dignidad y contra losderechos humanos; asimismo, debe garantizar lascondiciones mínimas para que los ciudadanoslogren alcanzar una vida digna dentro de sussociedades.

TRAYECTO CONCEPTUAL DE LA

DIGNIDAD HUMANA

El concepto de dignidad humana tieneun recorrido histórico que en su trajinar harespondido a determinadas ideas de connotadospensadores que de una u otra manera han buscadocentrar y precisar aquello que constituye o hacedigna a una persona. En esta parte pretendo hacerun seguimiento del camino histórico-conceptualpor el que ha marchado la dignidad humana yaunque no pueda ser un seguimiento riguroso nicompleto ya que no me lo permite la amplitud queresiste este tipo trabajo, sí pretendo ser claro paraalumbrar suficientemente la explicación de estainstitución y de su concepto.

Si dirigimos nuestra atención al Renacimientoitaliano, nos encontraremos con Pico DellaMirandola (1978) y su llamado Discurso sobre ladignidad del hombre, compuesto hacia 1486. EsteDiscurso (también llamado Oración), aunqueformaba parte de una obra mayor -de la que era supresentación (conocida como las 900 Tesis oConclusiones)-, toma especial relevancia cuandonos acercamos al desarrollo histórico del conceptode dignidad humana. Para Pico Della Mirandola(1978) la dignidad es un atributo perteneciente ycaracterístico de la cualidad humana. Dichoatributo se sustentaría en la potencia de suscapacidades naturales que como ser humano tieney que le habilita para ejercer unas actuaciones yaptitudes que no poseen los demás seres de lacreación. Para este autor el ser humano no

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ocupa un lugar estático en el mundo ya que estádotado del genio de poder optar, por sí mismo, suemplazamiento existencial dentro de la creación y,además, es capaz de llegar a sus metas desde suspotencias y capacidades. Todo esto, al ser humano,lo hace distinto a los demás seres pues ellos estáninvariable y permanentemente determinados en elmundo. Siendo así, resulta que el ser humanopuede alzarse al nivel de los espíritus divinos, mas,asimismo, podrá descender a lo más bajo de laexistencia, cual si fuera una bestia. Entonces, paraPico Della Mirandola (1978) la dignidad humanase sustentaría en el hecho de que el ser humano esun ser con atributos dinámicos, activos y enmovimiento que se reflejan en su disposición ygenio de poder alzarse en razón de sus potencias ycapacidades otorgadas por Dios. De esta maneraDios nos ha situado dignos en el mundo:

(...) no te he dado ni un lugar determinado, niun aspecto propio, ni una prerrogativapeculiar con el fin de que poseas el lugar, elaspecto y la prerrogativa que conscientementeelijas y que de acuerdo con tu intenciónobtengas y conserves. La naturaleza definidade los otros seres está constreñida por lasprecisas leyes por mí prescriptas. Tú, encambio, no constreñido por estrechez alguna,te la determinarás según el arbitrio a cuyopoder te he consignado. Te he puesto en elcentro del mundo para que más cómodamenteobserves cuanto en él existe. No te he hechoni celeste ni terreno, ni mortal, ni inmortal,con el fin de que tú, como árbitro y soberanoartífice de ti mismo, te informases yplasmases en la obra que prefirieses. Podrásdegenerar en los seres inferiores que son lasbestias, podrás regenerarte, según tu ánimo enlas realidades superiores que son divinas. ¡Ohsuma libertad de Dios padre, oh suma yadmirable suerte del hombre al cual le ha sidoconcedido el obtener lo que desee, ser lo quequiere!. (Della 1978, páginas 48 y 49)

Ubicándonos en el Renacimiento español, nosencontraremos con Fernán Pérez de Oliva y suDiálogo de la dignidad del hombre. Esta obra sepublicó, póstumamente, en el año 1546. Elargumento de la obra consiste en enfrentar al serhumano con su situación en el mundo. A la actituddesesperanzadora y materialista se le contrapone lapercepción del ser humano como

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ente creado por Dios a su imagen y semejanza conlo cual, Dios, cobra un lugar protagónico porquetodo brota de él y es él quien otorga la dignidad alser humano. En la obra de Pérez de Oliva se veimplícita una idea humanista en donde el serhumano tiene un rol secundario cuya apreciaciónestará determinada por la bondad de Dios deconsentir a la naturaleza humana como digna. Conesto, es claro que Pérez de Oliva mantiene unavisión teologal y teocéntrica de la dignidad y de larealidad del ser humano, cosa que no debe deextrañar ya que en la edad media esa era la ideapreponderante. Pérez de Oliva defiende entoncesun humanismo teocéntrico en donde Dios es quiendetermina con su dulzura, benevolencia ybenignidad, la dignidad del ser humano; dicho deotra forma, para Pérez de Oliva, la dignidad del serhumano estaría sustenta en Dios porque el serhumano ha sido creado a su imagen y semejanza:«(...) la verdadera visión humanista sobre elparticular es la síntesis dialéctica entre la dignidady la miseria del hombre, montada sobre el eje dellibre albedrío» (García 2010, página 115). No sepuede negar cierta influencia que parece habertenido la obra de Pico della Mirandolla sobre laobra de Fernán Pérez de Oliva, en lo que respecta asu concepto de dignidad y que se ve reflejado en laidea aquella de que el ser humano es un plan capazde hacerse a sí mismo, y por ello, potencialmentecapaz de ser todas las cosas, según él se determine:

(...) dijo Dios: Hagamos el hombre a nuestraimagen y semejanza (...) la imagen es de laesencia, y la semejanza es del poder y deloficio. (...) Dios tiene en su poderío la fábricadel mundo, y con su mando la gobiernan, asíel ánima del hombre tiene el cuerpo subjecto,y según su voluntad lo mueve y lo gobierna(...) es manifiesto ser el hombre cosauniversal, que de todas participa. (...) Dios ensí tiene de la perfección universal (...) elhombre tiene en sí natural de todas las cosas,así tiene libertad de ser lo que quisiere. (...)puso Dios al hombre acá en la tierra para queprimero muestre lo que quiere ser; y si leplacen las cosas viles y terrenas, con ellas sequeda perdido para siempre, y desamparado;más si la razón lo ensalza a las cosas divinas,o al deseo de ellas, y cuidado de gozarlas,para él están guardados aquellos lugares delcielo (...). (Fernán 1927, páginas 60 y 62)

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Como vemos, en la obra de Pérez de Oliva serealza la individualidad del ser humana y sulibertad para determinarse en su realidad. Si nosdamos cuenta, el Diálogo de la dignidad delhombre, de Fernán Pérez de Oliva, se enmarca enla idea de la potestad del ser humano de obrar porreflexión y elección, en donde el ser humano, porsu libre albedrío, es un ser empoderado en símismo y por sus propias facultades, las que le sonconcedidas por Dios. Esto lo advertimos tambiénen su Discurso de las potencias del alma y delbuen uso dellas:

(...) la libertad del alma tiene en su mano elgobernalle de nuestra navegación, con el cualdo quiera que se halle, nos puede encaminar acualquiera parte de virtud, o del vicio. Así ellibre albedrío es aquel cuyo poderío es elgénero humano señor de sí mismo, y cadahombre tal cual el quisiere hacerse. (Fernán1927, página 95)

La época renacentista es en la que se circunscribeel Diálogo de la dignidad del hombre, donde sibien es reflejo de esa contraposición humanistaentre lo que era la miseria del ser humano frente asu potencial dignidad; sin embargo, esta obratambién comporta una reflexión y una invocaciónhacia el deber y el compromiso moral. El Discursodeclara una desilusión de derrotismo frente a ladesgraciada situación humana en la que estáexpectorada nuestra realidad propia. Luego, en elmismo Discurso, se contrapone un argumento queno cae en la futilidad de centrarse a ensalzar lasgrandezas del ser humano, sino que se argumentauna invocación hacia el actuar responsable. En elDiscurso no se niega la condición miserable en laque caen muchos seres humanos, es más, sereconoce que la mísera condición humana existe yes real; no obstante, suele ser el producto de unactuar moral envilecido y despreciable. En elDiscurso no se defienden propensiones favorablesy exageradas sobre la realidad y la existenciahumana, por las que las cosas mejorarían casi porun supuesto progreso espontáneo y propio de lahumanidad. Lo que realmente hace el Discurso esun reclamo imperioso, acuciante y necesario paradirigir nuestros actos hacia la integridad ydecencia moral: «(...) en definitiva, se propone-envuelto en el brillante lenguaje renacentista- unaestructura dramática de la existencia humana»(García 2013, páginas 64 y 65)

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Casi cien años después aparecerá la obra Elcriticón, que se publicó en tres partes -en el año1651,1653 y 1657-, y que es del autor españolBaltasar Gracián. Esta obra también tratará sobrela dignidad humana, refiriéndose al ser del serhumano y a los medios necesarios para lograr serpersona a través del ingenio y la agudeza propiosdel ser humano. En El criticón, se propone unpanorama humano de la inmortalidad, siguiendo laperspectiva del humanismo, en tanto naturaleza ydignidad del ser humano. Lleva pues unainfluencia fuerte del humanismo renacentista sobretodo en relación a la alabanza del ser humano. Elser humano es concebido como imagen y reflejodel universo, considerándolo, aunque de tamañoreducido, en un mundo del arte y de la moral. Enesta obra de Gracián, el sabio es considerado comoalguien que se acerca a Dios ya que es elpropalador de los saberes, a diferencia delpopulacho ignorante que es manejado por susinstintos; se ataca, en definitiva, a la ignorancia yal fraude de los saberes. Y es que, en elRenacimiento, la dignidad humana se relacionabacon el conseguir de los saberes desde un panoramasecularizado que es en el que se desarrolla la obrade Gracián; los valores morales, políticos ysociales son los que nos apartarían de la condiciónde los meros animales. El criticón representa unareflexión filosófica sobre la vida y, másespecíficamente, sobre la vida humana; toma laidea de la virtud y el triunfo sobre las miseriashumanas como el camino al logro de la verdaderadignidad, lo que nos llevaría hacia la cualidaddivina de la inmortalidad. La sensatez para llegar atener un determinado criterio sobre la realidadhumana, es un tema de crucial importancia para ladignidad humana en la obra de Gracián:

(...) sabed que al hombre (...) como rey que espretende señorearlo todo. Pero entiende, ¡ohhombre! (...) que esto ha de ser con la mente,no con el vientre, como persona, no comobestia. Señor has de ser de todas las cosascriadas, pero no esclavo de ellas: que te sigan,no te arrastren. (Gracián 2007, página 73)

El ser humano, en la obra de Gracián, caería en lamiseria cuando se obstina a su parte animal. Elsaber es el modo en que el ser humano consiguelas mejores posibilidades de ser tal, fundiendo susteorías y saberes, con la práctica de su actuar. Lasapiencia es el camino correcto para descubrir yobtener el mayor y

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más elevado destino. Es la razón, además de lapalabra por la que se adquieren las letras y lasartes, lo que coloca al ser humano en una situacióny en un nivel mayor que el del resto de animales.Esto nos hace seres que, ejerciendo nuestralibertad, podemos dominar nuestro entorno ynuestra realidad; el ser humano, en la filosofíagraciana, supera a las bestias gracias a la razón y allenguaje. Las miserias nos persiguenconstantemente como parte de nosotros mismos, yson las letras las que nos libran de ellas; sinembargo, las letras no sirven de nada si es que losseres humanos no ponen en permanente práctica elejercicio de un diligente y esmerado uso de larazón y de la moral en las acciones que realice.Baltasar Gracián desenvuelve su citada obra,planteando una dualidad entre miseria y dignidad,que maniataría o liberaría al ser humano, según sedeje llevar por sus instintos y lo acerque a lacondición de animal, o según domine dichosinstintos mediante la razón y se acerque a unestado de divinidad que sobrepase su naturalezahumana. La ignorancia del ser humano es un malporque implica que este no emplea correctamentesus potencias y sentidos. La vida, para Gracián, esuna ruta rumbo a la eternidad. El criticón es unrecorrido por la realidad del mundo en donde se leda vida a la argumentación entre dignidad ymiseria, que representaría la dupla condiciónnatural del ser humano y de la realidad del mundo,con sus prodigios y desgracias. Para BaltasarGracián, no se puede emancipar, en la realidadhumana, la dignidad de la miseria humana; el serhumano, por ser tal, está conformado por las dos,cual cuerpo y alma. Cada una -miseria y dignidad-se expresarán, en la realidad de cada quien, segúnlas coyunturas y según el talante moral que seasuma. Si la postura moral es correcta, la dignidadhumana triunfará y se sobrepondrá a las miseriashumanas, pudiendo pronosticarse la inmortalidadde quien las derrota. El ser humano ante lasmiserias, propias y ajenas, que le afectan, él puedesuperarlas con su esmero acercándose así a lodivino. Sin embargo, para Gracián, la sapiencia nootorga la felicidad. Es la fama póstuma en lamemoria de los demás lo que proporcionaría elmayor acercamiento a la felicidad. La forma deacercarse a la felicidad -aunque esta sea imposiblede alcanzar- es fijándose objetivos reales; en Elcriticón se habla de la inmortalidad como objetivoa alcanzar. En esta obra, Gracián sostendrá que nohabrá

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elevación ni grandeza de nuestro ser, sin que senos presenten miserias en la vida, ni tampocohabrá dignidad que podamos alcanzar si nosuperamos antes dichas miserias. En definitiva, Elcriticón, de Baltasar Gracián, resume la vidapráctica del ser humano quien se desenvolvería enuna suerte de tragicomedia, cuyo desenlacesupondría la felicidad y el alcance de la dignidad,luego de superar, en última instancia, toda unaserie de tragedias que su propia vida le impone;luego, serán la fama, surgida por la actitud heroicade dominar los vicios e instintos de nuestranaturaleza, los que nos proporcionarán lainmortalidad que es el nivel más elevado donde seve reflejada la dignidad, y que es, según Gracián,el inmejorable modo de huir a la miseria de lainevitable muerte. Si bien es cierto, el ser humanopasa por una serie de vicisitudes, infortunios ydesdichas, todas estas tragedias de su vida leposibilitan el fortalecer y asegurar la dignidad desu propio ser, siempre que se manejen con virtud ycon valor en sus acciones para vencer lo lascivo ysalvaje de los apetitos de su ser natural. Aquí estáel nivel más alto de la dignidad que Graciánpropone; es decir, desde que el ser humano lograrebasar y sobreponerse a la tragedia de las miseriasde su existencia, usando sus saberes y virtudes queles son propias, en tanto ser humano que es.Gracián, no se situó en el plano del cumplimentoteleológico para lograr la inmortalidad; latrascendencia humana se situaría en la memoria delos demás, lograda con la virtud del valor y con elde la reputación. En El criticón, se resalta lainmortalidad de la memoria eterna por encima dela salvación del alma. Finalmente, advertiremosque Baltasar Gracián, evidencia la lucha internaque tenemos los seres humanos, donde debemosser capaces de vencer, durante toda nuestra vida,todo aquello que nos acerca a la mera condición deanimales dominados por nuestros apetitos. Somoscapaces de subyugar a nuestras miserias einfortunios gracias a la dignidad que alcanzamoscomportándonos con esmero, saber y control entodas nuestras acciones.

Si seguimos avanzando en el tiempo, nos vamos aencontrar con otro autor que suele ser al queregularmente la doctrina se refiere a la hora dehablar de la dignidad humana. Este autor esInmanuel Kant. Este tema va a estar tratado sobretodo en sus obras de filosofía práctica o de ética,como lo son la Fundamentación de la metafísicade las costumbres (1785) o la Crítica de la razónpráctica (1788). Kant

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a partir de su estudio de la realidad y desde suplanteamiento de ética formal y universal, buscasustentar cómo es que la dignidad humana es unaaptitud y un atributo propio de la humanidad, yque no poseen los otros seres animales ni todoaquello que el ser humano cree con su talento yperspicacia. Kant sostiene que el ser humano es unser de fines, apto para decidir fines y para discernirla orientación de sus objetivos. Kant tambiénsostiene que el ser humano es un ser apto paravivir una experiencia que le es exclusiva. En suobra Crítica de la razón práctica, Kant nos hablade dos cosas que llenan nuestra resolución ynuestra energía con un deslumbramiento y unadevoción, restauradas y ascendentes. Estas doscosas son el cielo estrellado sobre mí y la leymoral dentro de mí. Estas dos cosas que colman miánimo humano, las veo ante mí y las asocio deinmediato con la conciencia de mi existir. El cieloestrellado sobre mí me hace tener conciencia dellugar que tengo en el mundo exterior de lossentidos y extiende la relación que me sitúa en unailimitada amplitud de mundos, metamundos ysistemas de sistemas. La ley moral dentro de mí esla que se origina desde mi inherente yo invisible,desde mi genio, identidad y carácter; es la que merepresenta en el mundo infinito, pero queúnicamente es apreciable por el entendimiento.Con este último me reconozco como un servinculado, pero no como algo fortuito, casual oaleatorio, sino con una conexión universal ynecesaria. Es decir, podemos entender que, enKant, la experiencia de la ley moral dentro de míes la que me impone que al otro lo trate siemprecomo un fin y no como un mero medio oinstrumento. Esta práctica es ciertamente humanay es la que nos coloca como seres con atributos ycualificaciones distintas al resto del todo de lanaturaleza. Claro está, que, entonces en Kant, elser humano es quien decide si vive de acuerdo aesa ley moral, o si sea capaz de explorarla. Con locual, el ser humano también podría decidir torcersey abandonarse al estado inferior propio de suhumanidad. En todo caso, lo rescatable de la ideade Kant es que el ser humano tiene la capacidad ensu misma naturaleza, lo que lo hace atributiva yextraordinariamente diferente al resto de seres dela naturaleza, y aquí radicaría parte del sustento desu dignidad. Para Kant, el cielo estrellado sobre míde una infinidad de mundos, suprime miimportancia como criatura animal; en cambio laley moral dentro de mí:

(...) eleva mi valor en cuanto personainfinitamente, gracias a mi personalidad, endonde la ley moral me revela una vidaindependiente de la animalidad e incluso delmundo sensible en su conjunto, al menos porcuanto cabe inferir del destino teleológico demi existencia merced a esta ley, la cual no secircunscribe a las condiciones y los límites deesta vida, sino que se dirige hacia lo infinito.(Kant 2018, página 250)

En el tema de la dignidad también nos vamos aencontrar con Johann Gottlieb Fichte que es unfilósofo idealista alemán para quien la dignidad secorresponde con la libertad potencial del serhumano de poder conformar determinacioneslibres, de pensar por sí mismo, de no estardefinidos por lo preceptivo de la especie o por lasexigencias rigurosamente naturales. El ser humanoes capaz de controlar las exigencias naturales ydeterminarse con ellas, sobre ellas o en contra deellas, en su plan de vida: El ser humano en tanto enque es libre, o sea: «(...) en la medida en que essujeto absoluto y no representado ni representable,no tiene nada en común con los seres de lanaturaleza y, por tanto, tampoco es opuesto aellos» (Fichte 2015 trad. por Cruz, página 38). Lavida transcurriría con las mismas leyes, y todas lasépocas y tiempos serían iguales si es que elentendimiento no las impregnara con el intelecto;de no ser así la vida del ser humano solo sería unavida animal o vegetal:

El dejar pasar desapercibidamente todo lo queacontece, cerrando (...) ojos y oídos contra suembate, el vanagloriarse de esta irreflexiónincluso como si fuera mayor sabiduría, puedeser admisible para una roca (...) o a un troncode árbol (...), pero de ningún modo para un serracional. (...) el enemigo de nuestra autonomía(...) Si está seguro de que no reflexionamosnada sobre ninguna materia, puede hacer connosotros lo que quiera (...); la irreflexión esprecisamente lo que se acostumbra a todo,pero donde el pensamiento claro y amplio yen él la imagen de lo que debería serpermanece alerta, allí no echa raíces el hábito.(Fichte 2015, página 373)

Para Fichte, el yo es genuinamente el génesis detodo; el yo no es un simple espectador de lo quehay fuera de él -es decir, el no-yo-sino que es elprotagonista de esa realidad

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externa. Este protagonismo es lo que dignifica alser humano. El caer en la pasividad o el dejarsesimplemente llevar por todo lo que hay, enturbianuestra dignidad, nos convierte en cosasmeramente naturales, en el no-yo, e implica elrechazo de nuestro destino. Al ser sujetosvinculados por nuestra humanidad, la dignidadsolo la podemos desarrollar en nuestras relacionescon los demás seres humanos. El ser humano lograsu libertad, en una comunidad, cuando está conotros seres humanos también libres y, con ello,sabe que debe restringir su libertad en el momentoque identifica la libertad de los demás: «El hombredebe cada vez más acercarse indefinidamente a lalibertad, en sí misma inalcanzable» (Fichte 2015,página 38). Para poder ejercer la propia libertad,cada sujeto debe saber coartar su libertad para queasí todos puedan ejercer esta libertad de la mismamanera; debo respetar en mi accionar la libertad delos demás seres ajenos a mí; no se trata de quédeben hacer los demás de acuerdo a lo que yoconsidere; lo que interesa es saber qué me estáautorizado hacer a mí para estimular y persuadir alos demás a que hagan lo que yo considerocorrecto. Debo, por supuesto, respetar susconvicciones, sus voluntades y su consentimiento,comprobando que el ordenamiento social lopermita. Los demás actúan libremente según suvoluntad y bajo su propia responsabilidad, y nosoy quién para permitirme modificarlo: «Meimporta más respetar su libertad, que impedir osuprimir lo que me parece malo en el uso quehacen de ella» (Fichte 2011, página 195).Entonces, resulta que la dignidad, Fichte laentiende como una institución de orden y relación(Torralba 2017, página 78). Fichte nos invita afundar los juicios finales de nuestra razón, en lanecesidad y creencia de la idea que él sostienecuando dice que:

(...) la humanidad irá mejorando siempre quelas ideas de un orden y de una dignidad de lamimas no son sueños vacíos, sino el presagioy la prenda de la realidad futura (...). (Fichte2015, página 411)

Dejando a Fichte, voy a incursionar en otro autor.Friederich Schiller, es un autor que se preocupómucho por la reflexión sobre la dignidad y es a élal que me referiré ahora. Schiller es un personajeque defiende el anhelo de un mundo mejor y máshermoso. La obra que hay que tener en cuenta paraeste tema va a ser, De la gracia y de la dignidad.En ella,

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lo que hace Schiller es desarrollar su concepto debelleza en lo que es el personaje humano. Schillerse va a referir al alma bella, la que para él es elalma que cumple su deber con voluntarianaturalidad, impulsada por la belleza; con lo cual,se trata de la belleza que se alcanza por la gracianatural y armónica entre el instinto y la ley moral.Esta situación se debería, espiritualmente, al amorpor la libertad. La libertad verdadera sería la quese sitúa en la conciencia de cada ser humano. En elmomento que la razón y la moralidad entonanentre ellas, cuando el deber y la inclinación estánarmonizados, recién allí existe la posibilidad deuna belleza real. Entonces, recién la belleza surgiráreflejada en la dignidad, al situarse esta últimacomo el carácter dominante, además de surgirtambién del reflejo de la sensibilidad comomanifestación del impulso instintivo dominante.La dignidad se enmarcaría en la fuerza moral quetienen los seres humanos de controlar sus impulsosinstintivos para así poder alzarse espiritualmente.Para Schiller el ser humano es capaz decomportarse libremente sin sucumbir a dejarsedominar por el mundo de las necesidades. El serhumano tendría un rol protagónico y determinantesobre su propio destino y sería el único ser capazde controlar y regular sus necesidades, lo que locoloca en la situación de ser un agente capaz deforjar desde sí mismo todo un conglomeradoinnovador de realidades. Esta capacidad deautocontrol proporciona al ser humano unapreeminencia sobre los demás seres, dotándolo asíde dignidad. La dignidad se determinaría en elcontrol de los comportamientos impulsivos einvoluntarios y en la capacidad de vencer a lanaturaleza; la dignidad es la revelación de untalante y una energía excelsa. La dignidad aviva lasensación de respeto, de consideración y toleranciahacia los demás, evitando que el amor terminecorrompiéndose y acabe convertido en el vicio deldeseo. Libertad para Schiller es la facultad que setiene para poder librarse de los obstáculosexistentes en la naturaleza humana; no se tratameramente de poder elegir entre varias opcionescualesquiera que sean estas; se trata de contar conla oportunidad de poder elegir el derrotar a losinstintos propios de nuestra humanidad natural. Ladignidad es la libertad del espíritu de poder optarpor dominar los instintos humanos. Finalmente, enShiller, la dignidad no es inherente a todo serhumano en cuanto tal referido es propio de su sernatural; la dignidad

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se domina y se consigue con las decisiones queejerza en mi propio accionar, con lo cual, ladignidad estaría sometida al merecimiento que micomportamiento determine:

El dominio de los instintos mediante la fuerzamoral es la libertad del espíritu y la expresiónde la libertad del espíritu es el fenómeno quese llama dignidad. En el animal y en la plantala naturaleza no sólo fija el destino, sino que,además, lo ejecuta ella sola. Pero al hombreno hace sino señalarle su destino y le confía aél mismo su cumplimiento. (...) la gracia es laexpresión de un alma bella, la dignidad lo esde un carácter sublime. (...) La dignidad surgepor sí misma en la virtud, ya que por sucontenido presupone el dominio del hombresobre los instintos (...) es expresión de laresistencia que el espíritu autónomo ofrece alinstinto natural. (Schiller 1962, páginas 45-75)

Situándome en un autor más actual que trata sobrela dignidad humana, me referiré a Peter Sloterdijk.Para este autor la dignidad humana está puesta enpeligro por los medios de comunicación social queidiotizan al ser humano y está puesta también enpeligro por la falta de capacidad que tienen losmaestros, los sabios y los educadores, dedomesticar al ser humano. Para Sloterdijk el serhumano es el rey de los animales domésticos y es,a partir de sus niveles más básicos, una criaturacultural. La cultura, toda ella, será como una granincubadora que cubre a los sujetos. El ser humanodepende siempre de una conducción cultural.Sloterdijk dice que los psicólogos ya advierten delos peligros que provoca el debilitamiento de lossímbolos de autoridad en la sociedad posmodernaque va quedando, dice, huérfana de padre:

(...) la domesticidad sigue incompleta porquea menudo las culturas concretas no se colocanbajo un techo común, sino que constituyenentornos mutuamente extraños, y no pocasveces enemigos. (...) la falta de domesticidadarroja sus sombras sobre las relacionesinternas de las culturas. (Sloterdijk 2018,página 36)

Si ahora nos fijamos en lo que sostiene JürgenHabermas, veremos que este autor va a defenderque es la comunidad de diálogo la llamada a juzgarel valor o la dignidad que

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tienen los animales, las plantas y los humanos,como tales. Para Habermas, la dignidad es un valorque se asigna por razones específicas y no por unasuerte de inherencia propia del ser. Sin embargo,este autor, entiende que no hay una posición únicay unificada sobre lo que es la dignidad humana,aunque para él, en términos generales, la vidahumana, en sí misma, amerita respeto y esmerecedora de dignidad, incluso desde su estadoemergente, es decir, desde la vida embrionaria.Para Habermas la vida está ya adjudicada dedignidad, aunque el acepta que, filosóficamente,sea muy intrincado el defender que una vidahumana emergente se deba equiparar con la vidade un interlocutor en la comunidad de diálogo; sinembargo, si bien, esa vida embrionaria no es uninterlocutor válido, en democracia hay que tenerletambién consideración y respeto. La dignidad esun término que hace referencia a una dilatadagama de significados y, la dignidad humana,propiamente dicha, es una resonancia o extensiónque constituye uno de los significados de laexpresión dignidad. Habermas relaciona el términodignidad con el honor y explica que el concepto dehonor se origina con mayor claridad,históricamente, en los usos que se hacía de este enla época anterior a la modernidad. Esto, de algunaforma marcó un antecedente en el significado dedignidad, en cuanto a la forma de vida de esostiempos que dependía mucho del estatus social quecada uno tenía:

La dignidad del rey se encarnaba en un estilode pensar y actuar diferente al de la mujercasada, el soltero, el artesano y el carnicero.De estas acepciones concretas de unadignidad determinada en cada caso se abstraela dignidad humana universalizada quecorresponde a la persona como tal. (Habermas2018, página 55)

Entonces, en general, puedo decir que el conceptode dignidad ha recorrido un trayecto evolutivo quese puede distinguir desde la época de la Romaantigua. En esa época, la dignitas definía a lapersonalidad y al posicionamiento representativoque poseía una persona en la vida pública. Por estaposición social y representativa, los que ejercíancargos en el Estado y los políticos gozaban de unprestigio y de un renombre que cimentaban sudignidad. Luego, más tarde, esta situación queprivilegiaba a una persona en razón de su posiciónpolítico-social, con la teología medioeval, pasó a

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generalizarse, entendiéndose que la dignidad lescorrespondía a todos los seres humanos en virtudde la situación que guardaba en el mandamientodivino. Así, entendiéndosele como hecho a imageny semejanza de Dios, el ser humano pasó a teneruna dignidad propia, particular y distinta a la delos demás seres vivos, aceptándose que todos losseres humanos poseen la prerrogativa de ser partede los propósitos de Dios. En el Renacimiento y,luego, con la Ilustración, la definición de dignidad,según se había generalizado a todos los sereshumanos, mantuvo su concepto e idea universal,pero pasó a defenderse desde una argumentaciónsecularizada en donde los propósitos teológicosque fundamentaban a la dignidad, fueron dejadosde lado. A partir de este momento, al ser humanose le reconoce como alguien con razón y capazauto-determinarse, lo que por sí mismo lo hace yaun ser digno sin necesidad de sustentar esa, sudignidad propia, en fundamentaciones de índoleteológico.

LA DIGNIDAD Y LAS NORMAS DE

DERECHOS HUMANOS

Las normas de derechos humanos son aquellas conlas que se pretende sostener, normativamente y enúltima instancia, la promoción, defensa yprotección de la dignidad humana. Los derechoshumanos, son instrumentos o medios para laconsecución de dicho fin, entendiéndose que unavida plena es aquella que se desarrolla en elrespeto de todos los seres humanos, en tanto todos,como personas, somos seres merecedores de unamisma dignidad.

En términos generales, se puede decir que losderechos humanos, formalmente normativizados,son una de las más grandes victorias frente alpoder imperante de una sociedad. La dignidadhumana, como hemos visto, se puede enmarcardesde diferentes conceptualizaciones filosóficas ydoctrinarias, aunque todas ellas, redundan siempreen su afán de reconocer la importancia del serhumano; sin embargo, siempre puede existir,filosófica y doctrinariamente, cierto grado dedistinta interpretación y, muchas veces, deantojada y oportunista interpretación, con el únicofin de favorecer intereses particularistas que nosiempre les ocupa el respetar la dignidad y delderecho de los demás. Por ello, el incorporar

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los derechos humanos y la idea de dignidadhumana, dentro del derecho normativo, hace queuna interpretación oportunista y desfasada, tengamenor posibilidad de imponerse. Claro está, que elpoder siempre intentará usar la dignidad y losderechos, incluso los normados formalmente, parainterpretar lo que mejor le convenga a susintereses. Por ello, la importancia de que lasnormas sean claras, sin vacíos y libres deantinomias. Y teniendo en cuenta que los derechoshumanos tienen una vocación de universalidad, estambién importante que exista cierto nivel deconsenso y uniformidad en lo que respecta alconcepto de lo que son los derechos humanos y ladignidad humana que ellos buscan promover yproteger.

Históricamente nos podemos referir al Bill of rightde Inglaterra, que deificaba la «GloriosaRevolución» de 1689, y a los Bills of rights de lascolonias americanas sublevadas, en 1776, encontra del sometimiento inglés en el que seencontraban subyugadas. Luego, nos encontramoscon la Declaración de los derechos del hombre ydel ciudadano, ocurrida en Francia, el año de1789. Aquí se declaraba la igualdad y la libertad dederechos de todos (aunque se refería a loshombres, que además debían de ser ciudadanos,blancos y propietarios), asimismo, se proclamabansus derechos naturales e imprescriptibles -laresistencia a la opresión, la propiedad, la libertad,la seguridad- , y en base todo esto, se erigiría unalegítima asociación política.

La Declaración francesa se aleja del Bill of rigthinglés, por cuanto en este no se produce elreconocimiento a los derechos del hombre y, másbien, se ratifican los derechos tradicionales yconsuetudinarios del ciudadano inglés sustentadosen el common law. A diferencia de lo anterior,conceptualmente, los Bills americanos y laDeclaración francesa sí se asemejan mucho, entanto ambas están infundidas por el iusnaturalismoy por el contractualismo, que eran las ideasimperantes de su época; los hombres tendránderechos naturales que son previos alestablecimiento de las sociedades; y, a estosderechos, el Estado tiene la responsabilidad deaceptarlos, admitirlos, protegerlos y respaldarlos,como derechos ciudadanos.

Ahora bien, en el ámbito internacional, se van asuscitar sendos intentos por parte de los Estados,sobre todo luego de los acaecidos

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hechos de la II Guerra Mundial, con lo que sepretendía dar real promoción y protección a losderechos y a la dignidad de las personas. Sebuscaba que la acción política tenga un rolverdaderamente protagónico en la defensa delrespeto al ser humano. En un principio, el mayorasunto a superar fue el celo que los Estados teníanpara la defensa de su soberanía nacional haciendoque a muchos les costara aceptar la injerenciainternacional en la manera interna en que cadaEstado trataba sus asuntos referidos a los derechoshumanos. Conocidos los horrores cometidos porlos alemanes del nazismo, recién se entendió lanecesidad de que exista un orden internacional enmateria de derechos humanos en aras de alcanzaruna real protección de la dignidad humana que nopermita que vuelvan a ocurrir semejantesperversiones en la historia de la humanidad. Así, seimpulsó una estrecha cooperación y solidaridadinternacional para poner en valor y a buen recaudola condición humana en cuanto tal. Las NacionesUnidas juegan un papel importante en toda estaetapa y el 10 de diciembre de 1948 la AsambleaGeneral abrazó la Declaración Universal deDerechos Humanos. Es importante advertir que,antes, en la Carta de las Naciones Unidas del 26 dejunio de 1945, en su preámbulo, se decía que dichaCarta buscaba proteger a la generaciones próximaspara que no se vean otra vez afectadas por elflagelo de la guerra que dos veces infligió a laHumanidad ‹sufrimiento indecibles›, y, luego, en1948, en el preámbulo de la DeclaraciónUniversal, se acusa de manera más amplia yprofunda diciendo que son el desconocimiento y elmenosprecio de los derechos humanos, los quehabrían generado actos de barbarie ultrajantes parala conciencia de la humanidad. Lo primero parececircunscribirse al hecho concreto de lossufrimientos que provocaron las guerras mundialesy, lo segundo, ya entra a hablar sobre el ampliodaño que se ha provocado y que afecta a laconciencia de todos -es decir de toda lahumanidad-cuando permitimos el desconocimientoy el menosprecio a los derechos humanos. En estosdos documentos se refleja que, tanto la Carta comola Declaración, son la contestación que se hizo aldesastre político y moral, en el que cayó nuestrahumanidad.

Ahora bien, es relevante referir que la DeclaraciónUniversal se adoptó no sin dificultad, ya que eramuy complicado lograr que los Estados aceptenresponsabilidades

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jurídicas específicas que los supediten de formacategórica e incuestionable. Aquí, el granproblema era consensuar enunciados idóneos quepuedan reflejar y unificar los arquetipos yambiciones coincidentes de los Estados en cuantoal respeto de la dignidad humana y, con ello, a lapromoción y protección de los derechos humanos.Era una tarea difícil puesto que los Estadosmiembros respondían a prácticas y acervosdistintos, tanto en el ámbito jurídico, como en elpolítico y religioso. Conciliar estas diferentesprácticas y acervos, fue toda una tarea titánica. Eneste escenario de diferencias, también había quetener en cuenta la situación social y económica decada Estado. Ello era más notorio a la hora deintentar acuerdos para los llamados derechoseconómicos, sociales y culturales. Para un paíseconómicamente desarrolla, le será menosproblemático aceptar y cumplir con darsatisfacción al derecho a la educación o al derechoa la salud pública, porque, por lo general, estospaíses ya cuentan con toda la infraestructuranecesaria para ello o, en su defecto, siemprepueden gestionar y costear su creación y puesta enfuncionamiento; para los países decaídoseconómicamente, los derechos sociales yculturales, no resultaban ni resultan de fácilcumplimiento. En el año 1966 se adoptaron enNaciones Unidas, dos pactos internacionales degran importancia y que hasta el día de hoy siguenvigentes. Lo curioso, es que, pese a ser pactosimportantes porque buscan sostener el respeto a losderechos de las personas a fin de asegurarles eldesarrollo de su vida en dignidad, estos pactostardaron en entrar en vigor casi diez años (en elaño 1976), y esto debido a la demora y reticenciade muchos Estados para ratificarlos. Y es que seacordó en la norma de estos mismos pactos -enaras de poder hablar de un cierto consensomínimo-que ellos entrarían en vigor recién pasadostres meses y luego de alcanzar el depósito de lastreinta y cinco ratificaciones, situación, claro, quefue muy difícil de lograr y, por ello, su grandemora para la vigencia. Esto revela una cierta eimportante indecisión o indefinición sobre laactitud firme con la que debieran contar losEstados a la hora de asegurar la eficiencia real dela dignidad humana y de la protección de losderechos que ella conlleva.

Como decía antes, en el año 1966, en NacionesUnidas, se adoptaron dos pactos internacionales.Estos son, por un lado, el Pacto sobre los derechoseconómicos, sociales y culturales y, por otro lado,el Pacto de derechos civiles y

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políticos. El pacto de derechos económicos,sociales y culturales, contiene disposicionesprogramáticas destinadas a lograr levantar y quitarlos obstáculos que existen a estos derechos,requiriéndose, en este pacto, el uso de los mayoresrecursos del que disponga cada Estado para ello.Aquí, principalmente se trata de una gestión quesupone el ejercicio de una gestión de hacer porparte de los Estados; nos encontramos aquí con elderecho a la asistencia, el derecho al trabajo, alestudio, a la salud, a la vivienda, etcétera. Todosestos derechos son, en cierta forma, consecuenciasde las exigencias surgidas de la industrializaciónde las sociedades y que conllevó a la gestión activapor parte de los Estados, donde ellos se venobligados a garantizar activamente este tipo dederechos asistenciales, a fin de que el nuevosistema social industrializado funcione certera ycorrectamente. En cambio, en el pacto referido alos derechos civiles y políticos, se contienendisposiciones que, principalmente, son mandatos,órdenes, instrucciones y reglas, que tratan sobrederechos y libertades, y que cuya garantía consiste,usualmente, en un no hacer de los Estados. Losderechos civiles tratan sobre la personalidad delindividuo en tanto a su libertad personal, dereligión, de pensamiento, de reunión, etcétera;estos derechos los puede ejercer librementecualquier persona siempre que no afecte eltambién legítimo derecho de los demás. El Estadoaquí asume un compromiso de no impedimento.Los derechos políticos se refieren a la libertad deasociación en los partidos y a los derechoselectorales; estos se relacionan con la formaciónde la democracia representativa, y supone lalibertad y participación activa de los ciudadanos enla política, participación que los Estados no debenimpedir ni hacer gestión alguna para que laobstaculice.

Por su parte, la Declaración Universal de losDerechos Humanos, no es un documento quepretenda retomar y enarbolar nuevamente losargumentos del derecho natural de lasdeclaraciones de derechos humanos del otrora. Enla Declaración Universal se habla yaespecíficamente de la dignidad humana, y aunqueen sí no la define, sí la sitúa como una instituciónque se debe promover y proteger mediante elrespeto de todos los demás derechos que seregulan en dicho documento internacional. Ladignidad humana no aparece en las declaracionesdel siglo XVIII. La dignidad humana,normativamente, va a

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surgir expresamente mencionada, luego de la IIGuerra Mundial, como idea universal a defenderen contra de los totalitarismos y sus actos debarbarie ultrajantes. Por ello, en el preámbulo de laDeclaración Universal de 1948 se reconocerá quela dignidad humana es intrínseca a los miembrosde la familia humana y que sus derechos le soniguales e inalienables a todos. Luego, refuerza estaidea en su artículo primero, cuando dice que‹Todos los seres humanos nacen libres e iguales endignidad y derecho›. Vemos como la dignidadhumana se empieza a instaurar como un elementofundamental alrededor del cual se articulan losderechos humanos. Meses más tarde, en mayo de1949, se promulgó la Ley Fundamental de Bonn (oConstitución de la República Federal Alemana) y,en ella, se afirma que la dignidad humana es unfundamento intangible; esto es lo que se lee en elprimer artículo de esta norma: La dignidad humanaes intangible. Respetarla y protegerla es obligaciónde todo poder público. Este uso de la institucióndignidad humana, se hace con el fin deproporcionar un eje común y universal que puedadar sustento a un régimen internacional de losderechos humanos. Se trata de lograr un eje en elque exista una importante coincidencia por partede los Estados, a fin de poder instrumentalizar enconsenso aquello que se puede llamar como elderecho internacional de los derechos humanos.Sin embargo, como veíamos antes, frente a la faltade definición normativa de lo que es la dignidadhumana en sí misma como concepto, y frente a ladiversidad de definiciones y usos que se hacen deella, tanto en el ámbito filosófico como político,resulta que la dignidad humana, como institución,no logra alcanzar la relevancia y el reconocimientoque pretende y, más bien, parece estartrivializándose y yendo hacia un estado devacuidad que la condena a la irrelevancia y a lapérdida total de su protagonismo en materia dederechos. Formal, normativa y declarativamente, ala dignidad humana, se le suele dar y reconocer laimportancia que tiene; el problema surge cuandohay que resolver en la realidad práctica, enconsonancia con esta importancia declarada, losasuntos propios de la humanidad (los asuntoseconómicos, políticos, de Estado, etcétera). En esteúltimo orden, las declaraciones y reconocimientosformales de importancia, no se ven reflejados en lapráctica social. La eficiencia práctica ya es unasunto que se encuentra obstaculizado por otrosintereses o por la ambigüedad en la que

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se cae, o se finge caer, sobre el entendimiento delo que es la dignidad humana y su mayorrelevancia y preferencia social. Esto da pie a quese hagan y se fuercen interpretaciones de todo tipo,con las que se deja de atender a los derechoshumanos y a la dignidad humana, o, simplemente,se les termina colocando en una posiciónsecundaria o peor, para dar preferencia y cabida aotros intereses a los que no les preocupa lasdeclaraciones formales que se pueden saltarimpunemente, incluso legalmente y con el apoyode gobiernos de turno y de poderes de imperantes.Por ello, declarar que la dignidad humana esintangible -es decir, que no puede ser tocada bajoninguna situación-, declarar o que la dignidadhumana le es intrínseca a todo ser humano, sondeclaraciones, que, si no logran eficiencia en larealidad social, sirven y valen de poco o nada parael desenvolvimiento de nuestras vidas, que es loque realmente importa y preocupa a La familiahumana. En este sentido, sin negar la necesidad deapoyarse en la “Fe de Dios” para lograr no perderel camino de la rectitud y respeto para nuestrasvidas y para la de los demás, también es cierto quees importante que aquello que se pregone y declarede manera formal, deba resultar eficiente en lapráctica social y que los ciudadanos lo adviertanasí, precisamente para dar legitimidad y fuerza lasnormas que protegen la dignidad humana y a losderechos humanos. Una norma que se percibe y senota como ineficiente e inservible, terminaperdiendo el respeto y se deja de cumplir. Aquí unade las líneas de explicación que exponen losfilósofos Christoph Menke y Arnd Pollmann meparece de especial pertinencia en esta parte: «(...)una fundamentación plausible de la idea dedignidad humana debe poder lograrse si es quequiere ser convincente en un mundo moderno ypluralista» (Menke y Pollman 2010, página 147).Y a esto yo agregaría, que no hay mejorfundamentación más plausible, que el logroeficiente en la realidad de aquello que se defiendecomo dignidad humana intrínseca, inalienable eintangible.

Lo que es evidente, es que, cuando hablo de losentresijos de la dignidad humana, esto semanifiesta bien cuando vemos que lo que sesuponía que era claro para todos, resulta que almomento de tener que resolverse en favor de esaclaridad -comprometiéndose y obligándose-dichasituación ya no es tan clara y, más bien, parece delo más intrincada y difícil de asumir y resolver,sobre todo a consecuencia de los

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propios intereses que, demasiadas veces, no sonmás que intereses particularistas que se mantienenocultos tras la mascará formal de la asunción depactos, convenios y declaraciones internacionales.

Lo cierto es que, la dignidad humana y losderechos que le son propios para su consecución,no pueden quedar como simples principiosformales o programáticos que no encuentraneficiencia práctica en la realidad social en la que sedesenvuelven. La dignidad humana tiene queconcretarse en la realidad de la vida de cadaindividuo y no quedarse en la mera abstracciónnormativa y formal de las Constituciones,convenios, pactos y declaraciones que diganprotegerla.

Entonces, ¿cómo se logra que los Estados cumplansus compromisos de respeto a los derechoshumanos y, con ello, a la dignidad humana? Locierto es que no existe un órgano internacional quepueda obligar a los Estados a garantizar elcumplimiento de sus compromisos. Esta situaciónse subsana con el interés que cada uno de losEstados miembros tiene de respetar y cumplir suscompromisos para evitar la reacción o la toma demedidas que los otros Estados partes puedangestionar en su contra -como sancioneseconómicas, por ejemplo- a fin de que el Estadoinfractor cumpla o corrija su accionar. Se puededecir, que a los Estados partes les interesamantener buenas relaciones entre ellos, en procurade su propio bienestar particular; de esta forma, laimagen internacional que se tenga ante los demáses crucial para las buenas relaciones decooperación, intercambio y de transacción de todotipo, entre los Estados. Esto deja entrever, que másque un compromiso y una convicción real, lo quemueve a los Estados son intereses sustancialmentealejados y subalternos a los derechos humanos y ala misma dignidad humana. Sin embargo, sitenemos en cuenta que realmente los Estados nosurgen por generación espontánea ni tienen unaexistencia propia o abstracta, y distinta a lahumanidad, puedo afirmar que los Estados surgeny se concretan en los mismos seres humanos.Somos los seres humanos los que constituimos losEstados y somos nosotros los que decidimos sucomportamiento en uno u otro sentido. Y para sermás específico, son los poderes y aquellos quegobiernan las sociedades los que determinan elbuen hacer o no de los Estados en materia dederechos

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humanos y de respeto a la dignidad de todos. Conlo cual, el actual y verdadero problema radica enque hay ciertos grupos de poder y, con ello, ciertaspersonas, que caen en un estado de inconscienciaque les hace creer que lo único que importa y queles importa es el sostenimiento de su propiadignidad, de su propio bienestar y de sus propiosderechos. La dignidad, el bienestar y los derechosde los otros, son algo que les es ajeno y que sololes preocupa en tanto no les afecte los privilegiosde poder y de mejor bienestar de los que gozan. Sigobiernan es para prometer de todo en campañaelectoral, pero luego, si llegan al poder, ya cumplirlo prometido es cosa distinta y según convenienciae interés de mantenerse en el poder conseguido. Sino gobiernan y son grupos de poder económico ode otra índole, de lo que se trata es de privilegiar alos integrantes de sus grupos en aras de preservarel mismo o, incluso, engrandecerlo y potenciarlo.

Es paradójico, además de lamentable, que quienesnos gobiernan terminen pervirtiendo su función,olvidando que ellos están para moderar y contenerlos desvíos y degeneraciones en los que puedancaer los miembros de la sociedad; ellos -los quegobiernan- están para corregir las perversiones, nopara pervertirse igual o peor que los ciudadanos.Thomas Paine, en Sentido común, lo explica biencuando dice que:

La sociedad es obra de nuestras necesidades,y el gobierno de nuestra perversión; laprimera promueve nuestra felicidadpositivamente al unir nuestras afecciones; elúltimo negativamente, al refrenar nuestrosvicios. (Paine 2017, página 5)

Es decir, todos estos son actos y actitudes deinconsciencia e indiferencia hacia los demás, actosy actitudes que, a esos grupos y personas, lessolventa su negligencia de negarse a esa verdad laque no deja de ser cierta por mucho que digan ohagan, y que trata de que todos somos parte de unamisma dignidad y de una misma humanidad quenos vincula inexorablemente a todos, tanto eninterés como en las consecuencias que seprovoquen. Y esto es lo que me lleva al siguientepunto.

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LA DIGNIDAD DE UNO FRENTE A LADIGNIDAD DEL OTRO: EMPATÍA DELRECONOCIMIENTO

Voy a empezar esta última parte afirmando algoque hay que tener en cuenta como punto de partidapara entender el tema de la dignidad en cuanto a sueficiencia en la realidad de cada uno y en cuanto asu eficiencia en la realidad de los demás.

La dignidad humana, de cada uno de nosotros, solopuede alcanzarse si los demás también gozan de lamisma. Es decir, para lograr el respeto de midignidad humana, la dignidad de los demástambién debe de ser respetada y, cada uno denosotros, debemos saber que tenemos queconsiderar y respetar la dignidad de los demás paraque la nuestra se respete y se consiga. Noalcanzaremos una dignidad eficiente en nuestrasvidas, si no sabemos respetar, promover y protegerla dignidad de los demás. La dignidad del otro, porese vínculo humano e ineludible que nos une atodos, es también nuestra propia dignidad en tantosus consecuencias también van de nosotros,también nos competen y también nos tocan, de unao de otra manera, más tarde o más temprano. Ladignidad del otro nos importa y nos tiene queimportar porque, sin ella, nuestra dignidad nopuede alcanzar eficiencia en la realidad. Los sereshumanos, tenemos que responder tanto por nuestradignidad como por la de todos los demás. En estesentido, podemos encontrar filósofos que seacercan y comparten mi visión sobre la dignitasque aquí desarrollo: «Puesto que mi dignidad es ladignidad de todos, también la conducta de mi vidaha de justificarse ante todos» (Brugger ySchöndorf 2014, página 149).

Sobre este, mi punto de vista, quien sigue lo quevoy escribiendo en libros y artículos de mi autoría,podrá sentirse familiarizado y encontrar, incluso,coincidencias sobre lo que ya he dicho antes y, aveces, sobre otros temas, pero que al tratar de larealidad humana, me llevan a asentar misargumentos sobre la eficiencia, en la necesidad decontar con una conciencia y convicción sobre elsiempre superior valor de nuestra humanidad, denuestra dignidad humana y de los derechoshumanos que buscan promoverla y defenderla.Ahora me toca desenvolver mis argumentos sobrela búsqueda de eficiencia de la dignidad humana y,sostengo, hay que partir de la conciencia y

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convicción de que mi dignidad no será plena nieficiente si los demás no alcanzan la mismaplenitud y eficiencia con la suya. Ahora lo explico.

Está claro que los derechos humanos, buscanalcanzar una misma estructura de unidad moral.No obstante, esta idea estructural de unidad moral-que busca hacer entender a la humanidad comouna sola- no resulta suficiente si solo se da en laconciencia y convicción de uno o de unos pocos.Una estructura para que funcione eficientementedepende de la conciencia y convicción de la granmayoría social de los que la componen. Ladignidad humana y su relevancia eficiente,necesitan de la conciencia convencida de lamayoría que integran la estructura social de unacomunidad; es decir, no es suficiente ni eficienteque tan solo unos cuantos entiendan a los derechoshumanos como superiores, universales einalienables o que, la dignidad humana, sea untema que se defienda y regule desde la normativaformal de una sociedad, pero que se estanque enella sin lograr su respeto y realización real yeficiente.

La humanidad, responde a una realidad de unidady de conjunto. Esto nos asocia y supedita los unosa los otros; por ello, es necesaria la convicción y laconciencia de respeto hacia la dignidad, los valoresy derechos humanos. Sobre todo, en términos deeficiencia, el respeto a la dignidad humana, debeser entronizado por todos los seres humanos. Estoúnicamente se logra con educación, educación ymás educación. Y no me refiero a la educación quehoy se preocupa más en producir ciudadanos quese integren al sistema convirtiéndolos encómplices indiferentes de todo lo malo, pero quese les inculca que ello es todo lo bueno paraalcanzar la meta de su triunfo personal y social. Deeste tipo de educación sesgada, se obtieneciudadanos intelectualmente mediocres yfracasados en la potencia, acto y virtud de suexistencia, situación que resulta muy cómoda yfacilitadora para quien quiera manipular ycontrolar la conciencia de las masas; losindividuos no reflexionan ni se determinan a símismos por ser sujetos empoderados, autónomos eindependientes -aunque creen hacerlo-, sino que esla conciencia de masa las que los determina; unaconciencia de masa que ha sido inculcada,manipulada y educada para someterse, sinpercibirlo, a los intereses de determinados gruposde poder. Nuestras sociedades de hoy se llenan deciudadanos

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faltos de capacidad crítica e incapaces de advertirlo que se hace con ellos y con todo lo demás queles concierne a ellos. Quienes caen en estasumisión, logran integrarse con facilidad en elsistema y sienten haber triunfado socialmenteporque han seguido las pautas en las que los haneducado -domesticados, diría yo-; así, van por lasociedad con semblante de triunfo y pregonandotener una superioridad moral e intelectual conrespecto a quienes no se adhieren a su manada; porsupuesto, estas personas, realmente, no tienensuperioridad alguna con respecto a los que seeducan en la reflexión propia y autocrítica sobretodo o que hay. Quien, meramente, se adhiere a lamasa se condena a ser una irrelevante herramienta-irrelevante porque puede ser sustituido, deinmediato y sin más, por cualquier otro distraído-para que todo siga igual sin posibilidad de cambio.Son mentes a las que se les mantiene distraídas desu propia realidad e importancia, y a las que se lesinculca la aceptación feliz de su propia ineptitud afin de que coadyuven a la buena marcha de lafábrica que produce a los nuevos e igual deineptos, necesarios para el sostenimiento de unfuturo social sin cambios, sin anhelos y sinreflexiones propias.

Esto es lo que les interesa mantener adeterminados e inescrupulosos grupos de poder,ideológicos y de privilegio, que ya se han insertadoy logran gran influencia en el poder políticoestatal. Esta es la manera moderna de colonizar alos sujetos, sobre todo a los de clase media; es lacolonización mental de los sujetos: pare quésometer a toda una sociedad, cuando puedesaturdirla con una educación sesgada, e inducirlos aluchar por anhelos de «triunfo» que los hacecómplices y discapacitados para reflexionar porellos mismos, sobre ellos mismos y sobre todos losdemás. Son seres convertidos en deficientesintelectuales, pues se les incapacita para pensarmás allá de los que se les inculca, negándoseles eldescubrir y el determinar, por ellos mismos, lo querealmente es bueno e íntegro para su existenciahumana y lo que realmente los hace seres virtuososy triunfantes en su vida. Por ello, la correctaeducación, la conciencia auténtica de lo que somosy valemos y de lo que es verdaderamente correcto,así como el respeto deferente y sensible por ladignidad humana y por todo lo que hay, no es untema que se pueda sostener ni cimentar desde elengaño y la manipulación. Es un tema que debeforjarse y fraguarse desde

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la capacidad de crítica obtenida a partir de unaindispensable y correcta educación. Nuestrovínculo existencial y substantivo, es lo que haceque se necesite de todos para cambiar y mejorarnuestra existencia. La conciencia y el respeto porla dignidad humana es un deber de todos y a todosnos concierne; no es un tema que se logre alcanzardesde la preocupación aislada de algunos. Es ydebe ser preocupación de todos: políticos,gobernantes, poderes y ciudadanos; todos somosnecesarios para la consecución de un mundomejor; es nuestro deber como partes integrantes deuna conexa y misma humanidad. Son relevantesaquí las palabras del autor Hartmut Kliemt:

En un mundo en el que los hombres nopersiguen siempre por sí mismos el bien de lahumanidad, en el que más bien hay que contarcon que determinados individuos siempre, ytodos los individuos a veces, bajo lainvocación del bienestar general lo único quepersiguen es su propio bienestar, el conceptode deber tiene un carácter diferente al quepodría tener en un mundo de altruistasperfectos. Si un individuo, aisladamente,respeta la paz, no por ello crea un elemento debienestar general: la paz general. La accióncarece de eficacia aún con respecto a supropia persona, ya que el individuo no puedeofrecer ninguna garantía frente a los demás enel sentido de que nunca lesionará la paz.Sigue existiendo la guerra bajo la forma de lainseguridad. No puede dársele finunilateralmente. (Kliemt 1984, página 65)

Sostengo pues, que es manifiesto que la eficienciade la dignidad humana es un deber quecorresponde ser velado por todos los que nosdecimos humanos y que pretendemos vivir sin quenuestro valor como personas, nuestra felicidad ybienestar se vean afectados por interesesinescrupulosos y egoístas.

Existe una estructura existencial de base que nosune y nos vincula a todos con los demás, en tanto,todos y los demás, somos seres humanos. En estarealidad y estructura humana, el eje que guíanuestro respeto y consideración hacia nosotrosmismos y hacia los demás, es la conciencia de quetodos somos poseedores de una misma dignidadhumana como personas y, con ello, poseedores dederechos humanos que hay que respetar y hacerrespetar. La dignidad humana es el principio

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inquebrantable y determinante para lograr unaexistencia realmente plena y triunfante; es la basefundamental del avance y mejor desarrollo denuestras estructuras sociales, presentes y futuras.Todos estamos conectados, unidos y vinculadospor nuestra sustantividad humana. Si obviamos onos negamos a ello, nuestra existencia se complicagravemente en cuanto a la eficiencia real de lapuesta en valor de nuestra existencia social: «Laestructura no es una sustancia sino sustantividad:pero la unidad de sustantividad es la verdadera yradical condición de lo real» (Legaz y Lacambra1971, página 73 y 74).

Si bien, no toda norma del Derecho es moral, sí,todas ellas, se construyen a partir de un entendidoy una estructura moral del cómo deben serreguladas las relaciones y la dignidad en unasociedad. Resulta que los derechos humanoscuando protegen y promueven a la dignidadhumana, responden a una idea y estructura moralde lo que debe ser protegido como dignidad ycomo derecho humano. Por ello, es de capitalimportancia comprender el especial valor que tieneel respeto y protección de la dignidad humana. Esimportante entonces, alcanzar una cierta unidad yuniformidad en el entendido del valor que tiene ladignidad humana si es que a ella se le quierereconocer un talante universal, inalienable yabsoluto, para que se pueda exigir una especialprotección -en el orden nacional e internacional- alderecho a la vida, a no ser torturado, a no serdesaparecido forzadamente, al derecho a laeducación, etcétera. Se afirma que estos sonderechos morales que todos entendemos que debenser inquebrantables y, por ello, se asientannormativamente, en los llamados derechoshumanos, a través de convenios, declaraciones einstrumentos internacionales de todo tipo. Contarun entendimiento moral, conceptual y compartido,sobre lo que es la dignidad humana, esfundamental para todo orden social que pretendaser civilizado y correcto. Sin embargo, en laactualidad somos testigos de que es, nada más ynada menos, desde el orden político estatal que elorden moral de la dignidad humana y de losderechos humanos parecen menospreciarse ydesplomarse para dar paso y preferencia a otrosintereses de privilegio y poder. Pese a todo, debesaberse que esta situación es incapaz de subsistiren el tiempo porque no hay sociedad ni nación quesobreviva, ni orden social que se mantenga enbuen estado si no sabe respetar

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y prestar atención prioritaria a su existencia y valorhumano, es decir, a la dignidad humana y al ordenmoral de la los derechos humanos de todos: «(...)todo lo más que se puede exigir a las naciones ensus mutuas relaciones es que respeten ciertasvirtudes, como las de la humanidad, disposiciónhacia la paz (...)» (Villey 2016, página 53).

Todos tenemos el deber de cuidar de nuestrahumanidad y, como ciudadanos, tenemos el deberde mantener una actitud vigilante yconstantemente reflexiva que nos permita ejercerun juicio crítico sobre lo que los Estados, a travésde sus poderes instituidos, determinenpolíticamente para nuestras vidas y lasconnotaciones que estas determinacionesimpliquen para los demás. La atención activa yconstante de lo que hacemos y de lo que sucede anuestro alrededor, es nuestro deber como seres quesomos dotados de razón y con capacidad dedeterminación. Los sujetos que, cómodamente, sedejan llevar por todo aquello que le dicen que estábien o que, simplemente, aceptan que las cosas nose pueden cambiar porque le han dicho quesiempre ha sido así o que si se cambia se afectaríana otros intereses mayores, son sujetos detestables,reprochables y menospreciados en suscapacidades. Este tipo de sujetos son los que,precisamente, facilitan que determinados poderesestatales y los poderes fácticos puedan obviar surespeto y su atención hacia la dignidad humanarelegando la protección de los derechos humanos aun segundo plano o, simplemente, ignorándolospor completo. Los ciudadanos distraídos, pocoeducados o los que se centran en ideologíasoportunistas y en radicalismos, son dañinos para lasociedad. Estos últimos, creen que defienden susderechos o que defiende los de un determinadogrupo social, cuando realmente no son más quemeros instrumentos de distracción para quedeterminados grupos de poder o sus líderesoportunistas, saquen el mayor rédito para susintereses particularistas. Pedro Gago Guerrerodirá:

El dominio se ejerce por la ausencia decontestación, (...) debido a la ignorancia sobrelo que está pasando, siendo lógico que elelector tenga dudas sobre la capacidad paraescoger lo más adecuado. Dado que lalibertad política aparece muyesporádicamente, el régimen político podríaser calificado de amable despotismo. Se hallegado a formar

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porque la estrategia del Poder consistirá endominar invisiblemente mermando lacapacidad soberana de la sociedad, con lasexcepciones generalmente debidas alprocedimiento, quedando en ocasiones algúnresquicio para conseguir cierta justicia yralentizar la caída en la tiranía (Gago 2013,página 104).

Nuestra actitud frente a los demás debe serresponsable y esforzada; los poderes imperantes nonos deben forzar ni nos debemos dejar forzar nillevar, para, simplemente, integrarnos en todo loque hay y así evitarnos el ardor de cambiar lascosas y de ser correctos en el ejercicio de nuestrosactos. Esta responsabilidad se enmarca en laconvicción de la superioridad de los valores,dignidad y derechos propios de la humanidad. Nose trata de evitar nuestros problemas propios acosta de desatender nuestro deber para con losdemás; esto es inaceptable y completamenteinsensato. Es, desde una ética de la convicción,conseguida con una buena educación, lo que noslleva a ser realmente responsables en el ejerciciode nuestras determinaciones de vida. Lasconvicciones se forjan con la buena educación envalores y derechos ciudadanos, de ahí que esta seade especial relevancia en el desarrollo de nuestrassociedades. Un mundo sin una educación queimpulse la capacidad de reflexión y de crítica desus ciudadanos, sin una educación en valores, estácondenado a convertirse en un mundo injusto,insolidario y desigual y, con ello, en un mundo, ala larga, insostenible. Por ello, es de crucialimportancia forjar la exigente conciencia de quetodos pertenecemos a una misma unidad común,representada en la humanidad y en la dignidad detodos los seres humanos, sin excepción. Existe unafuerza trascendental y determinante de nuestrarealidad y de nuestras determinaciones; esta es unafuerza trascendental, determinante y concreta. Laconcreción de esta fuerza se encarna en el propioser humano. Somos los seres humanos lo concretode la fuerza que decide el destino de nuestrassociedades. Estaré en desacuerdo con el filósofoMartín Heidegger, pues se equivoca cuando niegala importancia de nuestra capacidad de pensar.Heidegger afirma que: «Lo que más merecepensarse en nuestro tiempo problemático es elhecho de que no pensamos» (Heidegger 2005,página 17). Por el contrario, estaré de acuerdo conlas afirmaciones de Ortega Gaisán:

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La inteligencia humana apunta (...) el primerhito para la grandeza humana. Tuspensamientos: eso eres tú. (...) Lo que cadahombre lleva en su cabeza, eso importa sobretodo y, antes que nada. (Ortega 1958, página273)

Somos los seres humanos los que, pensando yreflexionando, determinamos lo que sucede ennuestras sociedades; somos los llamados a ejercernuestras fuerzas y capacidades concretas parainteresarnos por el respeto de nuestra dignidad y lade los demás. La historia y la realidad nosobrevienen mecánica y automáticamenteimpuestas; la verdad del desarrollo y evolución denuestra existencia radica en que somos los sereshumanos los que las decidimos en uno u otrosentido; por ello, nuestras decisiones deben sersiempre responsables y conscientes: «(...) vivir esconstantemente decidir lo que vamos a ser»(Ortega y Gasset 1984, página 195). Pero si nosconvencemos o nos dejamos convencer y nosconvencen, de que no somos capaces de decidirnuestro destino, de que nuestra dignidad essacrificable frente a determinados intereses, de quela dignidad de los demás importa poco o nada y deque ello no nos va afectar a los demás, entonces,los sujetos de la sociedad dejan de ser libres,dignos y valiosos. Se convierten en sujetosinstrumentalizados, en sujetos menospreciados ycondenados a ser manipulados y decididos porotros. Son sujetos que caen en el desánimo y quese convencen que el mundo no puede cambiar o, loque es lo mismo, que se ha deteriorado tanto quees imposible poder superar todos sus males y, porlo tanto, no queda más que resignarse e integrarsea él tal cual está, sin importar que esto supongaque obremos mal y en detrimento de los demás.Ahora bien, es cierto que cada uno de nosotros nodecidimos nacer; no obstante, ello, una vez queestamos en este mundo y según nos vamosdesarrollando, tenemos la inquebrantableresponsabilidad de vivir según nos corresponde yno según se nos antoje, descuidada odistraídamente. Esta responsabilidad estrascendental si queremos hacer honor a lo quesomos y a nuestro valor humano, que es el mismoque poseen todos los demás -los otros- quienes nonos son ajenos por la sustancialidad humana quecompartimos con todos. Si negamos esto,caeremos en un estado de displicencia y desalientosobre nuestra propia existencia, lo que facilitaráque podamos ser manipulados y sometidos al

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capricho de cualquier interés inescrupuloso, siquien con un poco más de habilidad se dé cuentade nuestra detestable debilidad. Debemos, antesque nada, saber reconocernos a nosotros mismospara así saber, conscientemente, el valor quetenemos como seres humanos y, con ello,sabremos el valor y el respeto que merecen todoslos demás; esta es la moral y el espíritu que debeguiarnos durante toda nuestra existencia, y es estolo que realmente enaltece nuestra dignidad y noshace crecer como sujetos, al sabernos yentendernos como somos seres vinculados a losdemás -a los otros-. Es esta la convicción quetenemos que entronizar para alcanzar una vida debien:

Los bienes culturales, espirituales, de ordenmoral, unen y, en lugar de agotarse, crecen amedida que se distribuyen. Pero la adhesión aesos bienes se debe realizar primero en larelación consigo mismo. El caso extremo delbárbaro, o del hombre perverso, lo ilustran acontrario, pues son inmediatamenterechazados por aquel que está tan divididocontra sí mismo que ya no tiene un yoverdadero al que amar y detesta todo lo que enél encuentra, empezando justamente por suhumanidad. (...) El ser humano integro (...) esun experto en humanidad (...) está encondiciones de ver en todo hombre o en todamujer ‹otro yo›. (De Konick 2006, páginas205-207)

Por ello, no nos podemos permitir caer en labarbarie y en la perversión hacia el respeto denuestra humanidad. Los seres humanos debencrear su felicidad afirmando la justicia y luchandocontra la injusticia, negándose a caer en el mundodel engaño y del infortunio. Tenemos, todos, laresponsabilidad de estar siempre alertas y segurosde la deferencia y del valor que merece nuestraexistencia y la de cada ser humano. Aunquetambién es cierto, que este deber del sostenimientodigno y responsable de nuestra existencia, a lasmasas populares, cada vez les cuesta másdefenderlo y mantenerlo en el ejercicio de susvidas. Las masas se vuelven cómplices de susometimiento por esa desidia y no asunción de sudeber responsable. Esto les resulta ociosamentemucho más cómodo, aunque con el tiempoinaceptable ya que les significa vivir en el engañode su verdadero valor y en el desprecio de ellosmismos; con el tiempo se quedan sin fuerzas o sepierden en el engaño y ya no logran levantarcabeza para sentirse dignos de lo que son. En esteescenario,

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son determinadas personas las llamadas a haceralgo; son escasas, es cierto, pero son las queasumen su responsabilidad y mantienen sucapacidad para defenderse y hacer respetar sudignidad frente al abuso que alguien pretendaejercer en contra de ellos. Además, son estasdeterminadas personas las llamadas a hacerdespertar a esas masas distraídas en su error;luego, ellas -las masas despertadas-seguirán aquienes los despiertan y así, se darán los grandescambios de la historia de la humanidad. Esta es laresponsabilidad que nos toca a quienes sabemosque vivir implica un ejercicio consciente yesforzado de cada uno de nuestros actos; quienesasumen esta responsabilidad son los verdaderoslíderes de nuestra sociedad. En opinión semejante,nos encontraremos a Ernst Bloch cuando dice que:

Nadie vive porque quiere. Pero, después deque se vive, hay que querer seguir viviendo, Yhay que seguir fiel a ello, si se quiere llegar aalgo. (...) Calladamente se acostumbra uno allátigo, y de los oprimidos no surge así, sinmás, ese clamor que se articula y pone en pie.Sólo individuos aislados se alzan, en unprincipio, contra los usos (...) y los siervosenfurecidos sólo más tarde se han agrupadopara la revuelta. (Bloch 2011, páginas 53 y60)

El desánimo no puede ser el impulso motor quemueva el ejercicio de nuestras decisiones ydeterminaciones, sobre todo de cara al respeto denuestra dignidad y de los derechos humanos que lacubren. Hay que tener la convicción de que loimposible es posible para los seres humanos y,sobre todo, para los que actúan con determinación,fe y responsabilidad. El convencimiento de unmundo mejor, es una suerte de arrebato y frenesíque cree y siente que, ante la adversidad, todocambio a mejor es siempre posible:

Es completamente cierto, y toda laexperiencia histórica lo confirma, que no seconseguiría lo posible si en el mundo no sehubiera recurrido a lo imposible una y otravez. Pero para poder hacer esto un líder, y nosólo esto sino un héroe, en un sentido muysobrio de la palabra. Y quienes no sean ambascosas también deberán armarse con esafirmeza de corazón que permite hacer frenteal fracaso de todas las esperanzas, y debenhacerlo ya, pues si no, no estarán en situaciónde realizar siquiera

lo que hoy es posible. (Weber 2018, página 151-152)

Entonces, para preservar la dignidad humana esimprescindible contar con una conciencia yconvicción sobre los valores superiores de nuestrahumanidad. Esta conciencia moral y convicciónnos exigirá ser responsables con nuestrasdecisiones y no permitirá que ejerzamos nuestrosactos desatendiendo, irresponsablemente, nuestrocomportamiento en relación a las personas y a susderechos.

Puede ser cierto parecer que resulte más fácil vivirsin preocuparnos por la afectación de la dignidadhumana de los demás -sin poner atención en susproblemas de pobreza, de desigualdad o de auxilioa quienes huyen del terror o de la guerra, etcétera-,no obstante, el vínculo de humanidad que nos unea todos, nos impide eximirnos de lasconsecuencias de nuestra desatención y de nuestrafalta de asunción de responsabilidad, atención ysolidaridad para con los demás. El respeto e interésa los derechos y a la dignidad de uno y el respeto einterés por los derechos y por la dignidad de losdemás, es algo que hay que tomar muy en serio:«(...) tomarse los derechos en serio (...) suponereconocerles existencia y carácter normativo yvinculante (...) una dignificación, por la vía de laresponsabilización (...)» (Squella 2010, página 51).Seres humanos inmóviles e inoperantes parareaccionar críticamente ante la conculcación de susderechos, son seres humanos sucumbidos alsentimiento de la absurdidad y al de la irrelevanciaexistencial.

El problema ajeno tiene que ser tratado como unproblema propio ya que, en la realidad de nuestrahumanidad, lo ajeno no existe. Hay que poner enpráctica eso que he dado en llamar como la teoríade la empatía del reconocimiento. Con esta teoríaplanteo, que todos debemos saber reconocernos entodos, en todos los demás o, si se quiere, en losotros, pues esos otros también somos nosotros.Como lo explicaba en obras anteriores (Contreras2018, página 281), con la teoría de la empatía delreconocimiento doy un paso mayor, más ambiciosoy sustancial que el de la simple empatía. No setrata de una situación abstracta, de merasolidaridad o de bondad. Se trata de una propuestaque se concreta en nosotros mismos, en nuestrasrealidades y que lleva consigo el interés, el de cadauno y el de todos,

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de vivir en un mundo mejor. El otro no es unajeno. Cada uno de nosotros no somos seresimpermeables a los demás; los otros son partenuestra desde un principio. El poeta ArthurRimbaud, acertaría, en lo que se conoce comoCarta del vidente (Rimbaud 2010, página 61),cuando afirmaba que yo es otro:

(...) el poeta tiene razón: yo es otro. Lapluralidad interior de cada ser es el correlatode la pluralidad de las personas que lo rodean(...) El sí mismo es el producto de los otrosque, a su vez, éste produce. Esto no significaque el ser humano no tendrá nunca acceso a loque los filósofos llaman la autonomía.(Todorov 1995, páginas 176 y 177)

Nuestro vínculo mayor, cierto e inexcusable, es lahumanidad, y ella nos une a todos en el devenir yen la realidad a la que haga frente cada sociedad.Esto es parte de nuestra espiritualidad natural quedesvela nuestro superior y más atento serintelectual, y nos potencia a entender la realidad ensu cabal y veraz medida. Gracias a esaespiritualidad humana, nos sabemos, nospreocupamos y nos entregamos al otro de maneranatural. Son los despistes en los que caemos y todoese bullicio de banalidades que atiborran hoynuestras cabezas, las que nos hacen creer quesomos el centro autosuficiente del todo y que norequerimos creer ya en nada ni en nadie, más queen nuestra aislada particularidad singular deindividuos. Todo ello, es lo que nos aleja de lavirtud y nos pierde de nuestra propia naturalezaespiritual y humana, desconectándonos ycerrándonos a los demás. Lo cierto es que, en laidea de unidad humana, todos somos parteintegrante de lo mismo -de la misma humanidad- ynos une un mismo interés de bienestar, dignidad ydesarrollo. Negarse a ello, más tarde o mástemprano, en mayor o menor medida, nos terminaperjudicando a todos, justamente, por esa verdadde conjunto, vinculación y unidad, que es la quenos une obligatoria, inevitable, forzosa ynecesariamente a todas personas, por la sola,esencial y propia condición de seres humanos quea todos nos envuelve y determina:

Sabernos y sentirnos parte del otro, pornuestro ser espiritual, nos lleva areconocernos como parte importante de unaobra mayor donde los «otros» son parte de esamisma obra y por ello merecen nuestraatención y respeto. (Contreras 2018, página145)

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Somos seres que en principio nos abocamos anosotros mismos, pero, una vez que nosentendemos parte de un todo y de los demás, poresa vocación natural de amor propio, pasamos asabernos y a sentirnos como una vocación de amory de respeto hacia los demás. En este entender,nuestro ser se libra de los impedimentos y de lastrabas que trastornan nuestra mirada de amor alotro, y así, nos permite verlo como lo que es: elamor a nosotros mismos. Considerar, respetar yentregarse a los «otros», es considerarse, honrarsey entregarse a uno mismo. En este orden de ideas,recuerdo aquí las palabras de don Evaristo PalomarMaldonado, cuando explica el cómo se da esainapelable y contundente vocación de apertura quetenemos los seres humanos, la que:

(...) es una vocación de donación, de darse a símismo. De modo que en su donarse brota unacomunidad personal. Dicha donación encuanto lo es con una vida semejante lo quebusca es la misma comunicación (...) que escomunicación interpersonal (...) esto es lo quesatisface al hombre y a la mujer, como supropio bien, vivir con los demás, y que es elfruto de la amistad. Toda amistad esmanifestativa del amor interpersonal: ‹Elamor pide la convivencia›. (Palomar 2001,página 67)

Debemos forjar sociedades que tengan unidad desentimientos y unidad de deberes, conconvicciones fundadas en los valores que noshacen personas de bien. Como bien apunta elfilósofo Jonas Cohn: «(...) la unión de la voluntadmás pura y del conocimiento de nuestras energíasnativas y de la cohesión y relación histórica deambas, esa es también nuestra misión» (Cohn1927, página 188). Nuestro ser existencial hay quemantenerlo estimulado y hay que incitar al de losdemás para que no nieguen la potencial virtud quenos es propia a todos como seres humanos. Somosseres capaces e inteligentes; no obstante, no somoslo suficientemente vastos y completos como parasuponer que nuestra existencia se logra auto-resolver solo en nosotros mismos. Somos grandesy excelsos en importancia y dignidad, pero losomos, en tanto nos debemos y somos parte de unacreación superior que, aunque, nos ha dado lacapacidad del libre albedrio, esta capacidad estáallí para darle sentido, plenitud y trascendencia anuestra existencia. Creer en la trascendenciaconcreta de nuestra existencia, según nuestrosactos y

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determinaciones, no es solo un acto de fe, estambién un acto de inteligencia y de sensatezexistencial. Existir bajo la insensatez de creer quetodo se reduce al día a día y hasta el día de nuestramuerte, o creer que todo se reduce a nuestrahumanidad individual y que nuestros actos notienen mayor significación y trascendencia másallá de nuestra existencia terrenal, solo nosconduce a la desestimación y menosprecio denosotros mismos y, con ello, a la desestimación ymenosprecio del que tenga al frente, es decir, a ladesestimación y menos precio de todos los demás.La fatal consecuencia de creernos lo anterior, noslleva a un engaño que nos exige ocultarnos denosotros mismos. Y la mejor manera de lograr esteengaño y tapadera de nuestra indefectible verdad,es dejarnos llevar por todas esas superficialidadesque nos impone el sistema de hoy a fin deconvencernos de que ese es el verdadero sentidoque tiene nuestra vida. Quien tome decisiones eneste estado de engaño y confusión, no tomará encuenta la dignidad humana ni el derecho de losdemás pues su único fin es no perder el sentidosuperfluo que le han impreso a su vida; este tipo depersonas, en su insensatez, no podrá respetar ladignidad de los demás, pues no respetapropiamente la suya y cree que lo único que tieneque defender, por encima de todo y de todos, es elsostenimiento de esas metas de triunfoparticularistas y egoístas que lo alejan ydesvinculan de su verdadero valor humano y delde los demás:

El verbo engañar (...) en la realidad de la vidacultural o social, resulta ser un verboreflexivo; por lo que acaba expresando unaacción que recae sobre el mismo sujeto, y serefleja en su viciosa, vacua, o vacía alma.(Pascual 1969, página 72)

Estas personas, únicamente se entenderánvinculadas a sí mimas -sin darse cuenta querealmente están encerradas y presas de ellasmismas-. Es caer en el delirio del descontrolado ydesmedido interés propio, que siempre nos lleva acreernos por encima del interés general. Es eldespropósito de convertirnos en sujetos auto-divinizados en nuestra superficialidad y engaño.Es creernos autosuficientes para desarrollarnuestras vidas, lo que, al ser imposible por nuestrahumana naturaleza, luego nos desvincula denosotros mismos y, claro está, también de losdemás.

Hoy nos enfrentamos a una realidad en la queencontramos demasiados seres humanos perdidosen sí mismos y esforzados por eludir su verdadexistencial, aunque nunca escapando de ella. Porello, afirmo que es deber de todos el creer ennuestra vida y en su verdad y valor; ella sí tieneuna trascendencia concreta y superior:

La vida moral es creativa. (...) Crea, mediantelos valores, un tipo de vida. Éste se decide enel momento mismo de optar por unos valoresu otros, es decir, de ponerse en la estela deuna vitalidad ascendente, o bien del lado deuna vitalidad descendente. En este segundocaso habremos renunciado a la vida moralcreativa. Esta oposición original en necesariae insuperable. (Bilbeny 1990, página 99)

Cada uno de nosotros somos capaces, con la fuerzade nuestra razón y del libre albedrío, dedeterminarnos para el bien o para el mal. Tú tienesel poder de tomar, de cambiar y de elegir lo quequieres hacer en tu vida y con tu vida. Sabiéndoteparte de algo mayor y concreto, que, aunquesuperior, te guía, te llena y le da paz al sentido detu vida. No te digo en qué o en quién has de creer-sobre todo porque no es ese el objeto de estetrabajo-; sin embargo, has de saber que debes creeren algo superior que guíe tu vida, empezando portu propia humanidad. Sé asidua yperseverantemente correcto, cauteloso y precavidopara no hacer daño ni perjudicar a los demás, nidirecta ni indirectamente. Si cometes un error, hasde saber que deberás reconocerlo, repararlo y,además, sufrirlo en sus consecuencias; son tresestadios necesarios e inevitables para podercontinuar dejando atrás aquello en lo que teequivocaste. Mientras tengas aliento, vigor ysensibilidad para celebrar tus éxitos y sufrir tuspenas, para sentir tus alegrías, triunfos y derrotas,sigues teniendo la oportunidad de enmienda. Esosolo se logra creyendo concretamente en algo másgrande que tú, que sea capaz de entender, corregiry perdonar lo que tú mismo no entiendes, nocorriges ni sabes perdonar, desde tu propiahumanidad, de ti mismo ni de los demás:

Así como no apreciamos el valor del aire, o elde la salud hasta que nos hallamos en unahogo o enfermos, así al hacer aprecio de unapersona olvidamos con frecuencia

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el suelo firme de nuestro ser, lo que todostenemos de común, la humanidad, laverdadera humanidad, la cualidad de serhombre (...). (De Unamuno 1967, página 11)

Eres parte de un todo y ese todo superior es lo quete hace grande como persona; si te desvinculas,niegas o atentas contra ese todo, te niegas a timismo y te empequeñeces en espíritu, valor yvirtud. Ser indiferente a los peligros y males queafrontan los demás, a los peligros y males queatentan con la dignidad de los «otros», escondenarse uno mismo al abandono de su serinterior y, con ello, al abandono y a la pérdida desu valor real y propio de ser humano; se cae en loque reza ese antiguo adagio de la llamada moralprimitiva: «El que abandona á su semejante en elpeligro, participa de su pérdida» (D.R.C. 1858,página 5).

CONCLUSIONES

Luego de lo que he desarrollado, sigo convencidode que el mundo en el que vivimos posee un gransentido concreto, y ese sentido se encarna en elpropio ser humano ya que es él quien,principalmente, determina el rumbo del mundo yes él quien se preocupa por pensar en ese sentido.Las sociedades no deben su existencia a unageneración espontánea o abstracta; somos los sereshumanos los que las conformamos y decidimos demanera concreta. Una sociedad no existe nifunciona sin nosotros; he ahí nuestra crucialimportancia. Esta verdad no solo nos reviste dederechos sino también de deberes yresponsabilidades. La dignidad humana no es unobsequio que se sostenga por sí misma y sin más;la dignidad, hay que respetarla con el esfuerzoconsciente de cada uno y con el esfuerzo de todos.Y es que la necesidad de respeto a la dignidadhumana, nos es común a todos. El respeto hacia ladignidad humana, es donde debemos deafirmarnos como seres humanos, extendiendo estocomo una realidad de superior valor de todos y detodo:

Al mantener la belleza, preparamos ese día derenacimiento en que la civilización pondrá enel centro de su reflexión (...) esa virtud vivaque funda la común dignidad del mundo y delhombre. (Camus 2013, página 35)

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Es solo el ser humano, el ser dotado del poder y dela potencia, necesarias para alcanzar la concienciareal del valor de su existencia; es él quien puedealzarse sobre el mundo a través de sus capacidadesracionales y mediante el buen cultivo de susconvicciones y de su alma. Esto es lo que lodiferencia del resto de seres vivos que convivencon él. La conciencia y la convicción del superiorvalor de su dignidad humana, es lo que lodetermina como un ser libre de la ignoranciaexistencial, y es lo que lo libera del yugo y de latiranía del engaño. La conciencia educada yconvencida de ello, es la fuerza suficiente paraevitar caer en los vicios de la ignorancia y delengaño. Una vez se es consciente del valor de ladignidad humana, ya no es posible dejar laevidencia de esa verdad pues esa conciencia lepermitirá, al ser humano, advertir la manipulacióny el engaño, impidiendo la indiferencia y elengañarse a sí mismo sobre lo que es y debe sercorrecto. Quien es capaz de ser indiferente a sudignidad y la de todos los demás, se engaña a símismo y cae en una debacle existencial de símismo, de menosprecio e irrelevancia propia.

Negarse a la necesidad existencial de respeto a ladignidad humana, es caer en la inconsistencia deun juicio profundamente corrompido y depravado.Lo cierto, es que la voluntad y la potencia de losseres humanos son fuerzas que no se pueden medirni menospreciar, y este es un hecho que nos escomún a todos pues es propio de nuestrahumanidad. A veces parece que la conciencia sobrela dignidad humana se ensombreciera, a tal puntode arrancársele su protagonismo y de hundirla,incluso, a un estado de grosera irrelevancia. Y esque, en la actualidad, pareciera que no essuficiente tener la condición de ser humano paragozar de dignidad y respeto. Hay, además, quedestacarse, de cualquier modo, sobre todos losdemás, como si tuviéramos que preocuparnos porrevestirnos de una tasación con las que se nosprecie como seres socialmente respetables ydignos de tener dignidad. De no alcanzar latasación mínima necesaria, los sujetos sienten caeren oquedad del envilecimiento y la desgraciaexistencial; por ello, estarán dispuestos a hacer loque sea para evitar caer en ese estado de bajeza,incluso, ante ese pavor que se les inculca, estarándispuestos a ser parte del engaño y de lamanipulación. En realidad, lo que guía sus vidas,es más el miedo a no caer en ese estado, que elánimo mismo de lograr un respeto tasado de digno.En este

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escenario, el ser humano íntegro tiene poca oninguna cabida; quien posea una personalidadsana, se negará, indubitablemente, a estadeformación mala y ridícula de la existencia y encontra de la dignidad. Lo verdadero y lo profundode nuestra existencia es lo que nos es común atodos, es lo que nos integra a todos sin distincionessuperficiales de valor o precio tasado. La vida dealgunos no es un mero instrumento para mantenerel disfrute de la vida de otros. El pavor a quedardegradados y a ser ignorados por las distincionestasadas que la sociedad de hoy impone, hace queobviemos la importancia de la dignidad humana,hace que la olvidemos; el ser humano quedareducido al valor de ser apreciado, sobre todo, porla producción de riqueza económica que alcanceen su vida.

Por ello, y finalmente, afirmo que el ser humano esuna fuerza integradora inconmensurable, siempreque no caiga en el engaño y en la manipulación desu existencia. El verdadero fin de todo ser humano,es su vida y, con ello, la conservación y el respetode su dignidad. La conciencia de esto, es lo que lelleva a saber que su dignidad es la misma que la delo demás y que, siendo así, debe y tiene quetambién respetarla. Este es el mayor valor y el másintenso de su existencia; es lo que lo completa ensu humanidad. No se trata de destacar sobre todoslos demás para sentirse relevante y superior. Todaobra y posición destacada que se alcance, cuantomás grande sea, debe alcanzar la mayorsatisfacción de ofrecerse al bien de los demás y dela sociedad en su conjunto. Las distinciones denuestras vidas no se alzan ni se enaltecen ennosotros mismos; si la dejamos allí y nosregocijamos en ello, más bien terminancorrompidas y nos pierden en el engaño. Todadistinción que alcancemos hay que brindarla albien de los demás, en bien del prójimo. Esta es lagrandeza de nuestra existencia, lo que nos haceseres plenos y dignos; entregarnos a la dignidad, ala atención y al respeto de los demás -al otro- esentregarnos a nosotros mismos.

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