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Los hechos de Jesús 1 Además de por su mensaje y sus enseñanzas, Jesús se destacó por una serie de hechos, de prácticas, que atrajeron mucha atención y crearon enormes expectativa. Entre los hechos peculiares de Jesús estaban las curaciones y exorcismos, las comidas con la gente y con sus discípulos, los signos proféticos en el Templo etc. Más que cualquier otro aspecto de la vida de Jesús, sus hechos forman parte de un entramado simbólico que resulta bastante lejano para una persona de hoy. El mundo de los espíritus, el sistema de pureza y de salud, la existencia de dioses sanadores, taumaturgos y magos, Etc., hacen del mundo cultural de los destinatarios de las acciones de Jesús un mundo muy complejo, abigarrado y extraño para nosotros. Los milagros pueden resultar un problema para las personas del siglo XXI so no tienen modelos análogos en su propia cultura con los que interpretarlos. Por otra parte, no es lo mismo un exorcismo, una curación o un milagro de la naturaliza. Así, tras la pascua de Jesús, mientras que los relatos de exorcismos fueron desapareciendo del imaginario de sus seguidores, los de curaciones y, especialmente, los de milagros de la naturaleza crecieron y se multiplicaron. Esto quiere decir que para sus discípulos los exorcismos de Jesús fueron cada vez más incómodos, porque no reflejaban con suficiente claridad quién es Jesús y los nuevos destinatarios del Evangelio los entendían cada vez peor. Además, en el Mediterráneo oriental, en la época de Jesús, uno de los fenómenos más extendidos era la creencia en los dioses salutíferos (o sanadores) y el recurso a ellos. Era muy común acudir a un templo del dios sanador y dormir allí y despertar sanado. También era posible atraer los poderes de la divinidad mediante ciertas prácticas de carácter mágico, sincretista, que sumaban tradiciones de todo el Mediterráneo y que producían epifanías mágicas. Junto a los dioses sanadores, existían hombres sanadores, taumaturgos o exorcistas, tanto en el mundo pagano como en el judío, que tenían el poder de curar o de expulsar demonios, haciendo de intermediarios entre la divinidad y las personas necesitadas. Existían también los magos que no eran propiamente intermediarios de la fuerza divina; no eran carismáticos, sino conocedores de las propiedades de ciertos elementos naturales. Su capacidad residía en conocer cómo la manipulación de ciertos elementos naturales producía efectos que terminaban por afectar al enfermo. Por último, existía una práctica muy extendida: la adivinación. Bien a través de la astrología o mediante los oráculos de los dioses, algunas personas interpretaban las estrellas, las vísceras u otros elementos naturales (además de las revelaciones de los dioses) para anticipar el futuro. Era, en resumidas cuentas, un mundo muy complejo. 1 Cfr. R. Aguirre, C. Bernabé y C. Gil, Qué se sabe de Jesús de Nazaret, Estella, Verbo Divino, 2009, pp. 101 ss. Cfr. J. Antonio Pagola, Jesús, Aproximación histórica, Madrid, PPC, pp. 155-176. 1

Los Hechos De JesúS

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Breves apuntes sobre los hechos de Jesús: milaghros, comidas y gestos proféticos

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Los hechos de Jesús1

Además de por su mensaje y sus enseñanzas, Jesús se destacó por una serie de hechos, de prácticas, que atrajeron mucha atención y crearon enormes expectativa. Entre los hechos peculiares de Jesús estaban las curaciones y exorcismos, las comidas con la gente y con sus discípulos, los signos proféticos en el Templo etc.

Más que cualquier otro aspecto de la vida de Jesús, sus hechos forman parte de un entramado simbólico que resulta bastante lejano para una persona de hoy. El mundo de los espíritus, el sistema de pureza y de salud, la existencia de dioses sanadores, taumaturgos y magos, Etc., hacen del mundo cultural de los destinatarios de las acciones de Jesús un mundo muy complejo, abigarrado y extraño para nosotros. Los milagros pueden resultar un problema para las personas del siglo XXI so no tienen modelos análogos en su propia cultura con los que interpretarlos. Por otra parte, no es lo mismo un exorcismo, una curación o un milagro de la naturaliza.

Así, tras la pascua de Jesús, mientras que los relatos de exorcismos fueron desapareciendo del imaginario de sus seguidores, los de curaciones y, especialmente, los de milagros de la naturaleza crecieron y se multiplicaron. Esto quiere decir que para sus discípulos los exorcismos de Jesús fueron cada vez más incómodos, porque no reflejaban con suficiente claridad quién es Jesús y los nuevos destinatarios del Evangelio los entendían cada vez peor.

Además, en el Mediterráneo oriental, en la época de Jesús, uno de los fenómenos más extendidos era la creencia en los dioses salutíferos (o sanadores) y el recurso a ellos. Era muy común acudir a un templo del dios sanador y dormir allí y despertar sanado. También era posible atraer los poderes de la divinidad mediante ciertas prácticas de carácter mágico, sincretista, que sumaban tradiciones de todo el Mediterráneo y que producían epifanías mágicas.

Junto a los dioses sanadores, existían hombres sanadores, taumaturgos o exorcistas, tanto en el mundo pagano como en el judío, que tenían el poder de curar o de expulsar demonios, haciendo de intermediarios entre la divinidad y las personas necesitadas.

Existían también los magos que no eran propiamente intermediarios de la fuerza divina; no eran carismáticos, sino conocedores de las propiedades de ciertos elementos naturales. Su capacidad residía en conocer cómo la manipulación de ciertos elementos naturales producía efectos que terminaban por afectar al enfermo. Por último, existía una práctica muy extendida: la adivinación. Bien a través de la astrología o mediante los oráculos de los dioses, algunas personas interpretaban las estrellas, las vísceras u otros elementos naturales (además de las revelaciones de los dioses) para anticipar el futuro. Era, en resumidas cuentas, un mundo muy complejo.

1 Cfr. R. Aguirre, C. Bernabé y C. Gil, Qué se sabe de Jesús de Nazaret, Estella, Verbo Divino, 2009, pp. 101 ss.Cfr. J. Antonio Pagola, Jesús, Aproximación histórica, Madrid, PPC, pp. 155-176.

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1. Las sanaciones de Jesús

En el mundo de Jesús, la enfermedad era un disfunción física, sociocultural y religiosa (todo unido) y la curación era la recuperación de la funcionalidad física, sociocultural y religiosa del enfermo. Si redujéramos la enfermedad solo al desequilibrio físico, dejaríamos de lado la mayor parte del problema, y, por tanto, su solución.

De acuerdo con este panorama, cada tipo de sanador interviene sobre un elemento diferente de esa cadena. Así, el taumaturgo interviene en el entorno social y religioso del enfermo para que tenga un efecto sobre el cuerpo físico; el mago o el médico, por su parte, intervienen sobre el cuerpo físico para que tenga efectos en su entorno social y religioso, En cualquier caso se trata de recuperar el equilibrio de todo el entramado físico, sociocultural y religioso: devolver al enfermo a “su lugar”.

Las curaciones de Jesús en las fuentes que conservamos presuponen este contexto sociocultural y, lógicamente no lo explicitan. En algunos pasajes, Jesús aparece interviniendo como un mago (cf. Mc 7,31-37; 8,22-26), aunque son pasajes que no tienen paralelo y es probable que no sean históricos. Lo que no plantea duda es que en todos los textos de curación de Jesús el acento está puesto en la fe del enfermo que reconoce en Jesús la autoridad necesaria para intervenir sobre los desequilibrios. Se puede ver en la mujer con flujos de sangre Mc 5,25-34 (y par.)

La mujer inicia el proceso de curación rompiendo las barreras sociales y su exclusión (Mc 5,27). Lo que le permite romper este eslabón de la cadena es su fe en Jesús, en su poder y autoridad, que le ha permitido cambiar el significado de su dolencia: el flujo de sangre no tiene por qué ser valorado negativamente y, por tanto, no tiene por qué ser motivo de exclusión. Esa confianza en la autoridad de Jesús y el mismo poder de Jesús logran que el síntoma físico desaparezca (o sea irrelevante); sin embargo, la curación todavía no ha acontecido del todo, porque, aunque “la fuente de su sangre se secara y sintiera que su cuerpo quedaba sano” (Mc 5,29), no ha sido pública. Jesús la declara “curada” y “Salvada”, lo que inmediatamente cambia su estatus social y religioso: ahora es “hija” (5,34). La fe de la mujer en el poder de Jesús y la declaración de este han reinterpretado la situación de la mujer y han invertido su proceso de enfermedad para devolverle a la sociedad con un estatus mayor. Jesús recupera el equilibrio supuestamente alterado del entorno de la mujer; pero, al hacerlo, altera para siempre los criterios de ese equilibrio, cambiando la valoración de su exclusión por la de filiación.

Podemos concluir que las sanaciones de Jesús tienen una estrecha relación con el reino de Dios. Con ellas, Jesús establece unas nuevas formas de relacionarse con Dios y entre las personas; son un signo de la acogida de Dios de aquellos excluidos precisamente por quienes se atribuyen una función intermediaria con Dios. Jesús se presenta como único intermediario entre las personas y Dios y muestra el rostro de un Dios que no acepta aquellas exclusiones y que ofrece una relación cara a cara con todos, especialmente con quieres eran considerados menos dignos de Dios.

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2. Los exorcismos de Jesús

A Jesús, lo conocían probablemente como exorcista. ¿Qué significaba eso?

El mundo de los Espíritus, quizá lejano para una persona del siglo XXI, podemos representarlo en este gráfico:

La vida de las personas padecía la influencia de “seres intermedios”, espíritus que actuaban e intervenían en el día a día; aquellos cambios inesperados o inexplicables en la vida, como enfermedades, desgracias, azar, algunos comportamientos, etc., todo aquellos que escapaba del control humano, podía ser interpretado como intervención de un espíritu. La pregunta no era, pues, ¿por qué me pasa esto?, sino ¿quién me ha hecho esto? Era la autoridad religiosa la que sentenciaba si el espíritu causante de los acontecimientos era bueno o malo. Si era bueno se podía seguir que Dios enviaba una prueba al poseído para que la superara; si era malo, el poseído necesita un exorcismo para librarse del espíritu (y así todo el grupo)

Probablemente es más acertado ver en el fenómeno de la posesión una compleja estrategia utilizada de manera enfermiza por personas oprimidas para defenderse de una situación insoportable. Cuando no hay otro medio para rebelarse, en el individuo se puede desarrollar una personalidad separada que le permite decir y hacer lo que no podría en condiciones normales, al menos sin importantes riesgos. ¿Habría alguna relación entre la opresión que ejercía sobre Palestina el Imperio romano y el fenómeno contemporáneo de tantas personas poseídas por el demonio? ¿Era esta una forma enfermiza de rebelarse contra el sometimiento romano y el dominio de los poderosos? El endemoniado de Guerraza Mc 5,1-10)

No faltaban tampoco conflictos y opresiones dentro de aquellas familias campesinas de estructura rígidamente patriarcal. No pocos de los poseídos eran, sin duda, mujeres, adolescentes y niños: esposas estériles frustradas y sin honor alguno ante nadie, viudas privadas de defensa ante los atropellos de los varones, niños víctimas de abusos, La posesión se convierte también para ellos en un mecanismo de autodefensa que les permite atraer la atención, defenderse del entorno y adquirir un cierto poder.

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Espíritus

Personas

Beelzebul Yahvé

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Los poseídos a los que se acerca Jesús no son implemente enfermos psíquicos, Son gentes desnutridas, víctimas de violencias endémicas, impotentes para defenderse de abusos insoportables. Los endemoniados no se sienten protagonistas de una rebelión contra el mal, sino víctimas de un poder desconocido y extraño que los atormenta destruyendo su identidad. ¿Qué poder maligno se esconde detrás de una experiencia de estas características? No es fácil responder, Solo sabemos que Jesús se acercó a ese mundo siniestro y liberó a quienes vivían atormentados por el mal. Él no usaba los recursos utilizados por los exorcistas de la época: anillos, aros , amuletos incienso… Su fuerza está en sí mismo, Basta su presencia y el poder de su palabra para imponerse. Jesús se enfrente a los demonios con la fuerza de su palabra: “Sal de él”; “cállate”; “no vuelvas entrar en él”.

Liberando a los endemoniados, Jesús está reconstruyendo un nuevo Israel, constitutito por personas más libre y autónomas; está buscando una nueva sociedad. Esto se interpretó, por parte de las autoridades, como una actividad peligrosa. Por lo tanto, nada mejor que desacreditarlo socialmente acusándolo de comportamiento desviado: su poder de expulsar demonios no viene de Dios; tiene su origen en el poder maligno del príncipe de los demonios. Este tipo de estrategias eran utilizadas frecuentemente por los poderosos para controlar la sociedad.

Jesús no puede permanecer callado, tiene que defenderse y explicar el verdadero contenido de su actividad exorcista. La acusación es inconsistente. Satanás no puede actuar contra sí mismo. “Si Satanás expulsa a Satanás, es que está divido. ¿Cómo va a subsistir su reino?” (Mt12,26) Jesús expone claramente el sentido de su actividad. “Si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios” (LC 11,20; MT 12,28). A Jesús no le cabe otra explicación. Aquí está el “dedo de Dios”. Su esfuerzo por liberar a estos desgraciados es una victoria sobre Satán y el mejor signo de que está llegando el reino de Dios, que quiere una vida más sana y liberada para sus hijos e hijas.

3. Signos de un mundo nuevo

Jesús no se limitó a aliviar el sufrimiento de los enfermos y endemoniados, sino que dio a su actividad curadora una interpretación trascendental: ven en todo ello signos de un mundo nuevo.

Jesús no realizaba sus curaciones para probar su autoridad divina o la veracidad de su mensaje. De hecho, cuando a Jesús se le pide una prueba espectacular que dispense, por decirlo así, del riesgo que tener que adoptar una decisión, Jesús se niega (Mc 8,11-12; Lc 11,29-30; Mt 12,38-39). No ofrece espectáculo. Sus curaciones, más que una prueba del poder de Dios, son un signo de su misericordia, tal como la capta Jesús.

La actividad de Jesús no está propiamente orientada a reformar la religión judía, sino a aliviar el sufrimiento de quienes encuentra agobiados por el mal y excluidos de una vida sana.

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Las fuentes cristianas resumen la actuación de Jesús afirmando que se dedicaba a dos tareas: anunciar la buena noticia del reino de Dios y curar las enfermedades y dolencias en el pueblo (Mt 4,23). Este fue su empeño fundamental: despertar la fe en la cercanía de Dios luchando contra el sufrimiento. Por eso, cuando confía su misión a los discípulos, les encomienda la misma tarea. “Los envió a proclamar el reino de Dios y a curar” (Lc9,2).

Jesús no pensó nunca en los milagros como una forma fácil de suprimir el sufrimiento en el mundo, sino solo como un signo para indicar la dirección en la que sus seguidores han de actuar para acoger el reino de Dios.

El mensaje que transmitía en sus parábolas queda así reafirmado. La acción salvadora de Dios está ya en marcha. El reino es la respuesta de Dios al sufrimiento humano. Esto es el reino de Dios que tanto anhela: la derrota del mal, la irrupción de la misericordia de Dios, la eliminación del sufrimiento, la acogida de los excluidos en la convivencia, la instauración de una sociedad liberada de toda aflicción.

4. Las comidas de Jesús

Otro de los datos sobre Jesús que difícilmente inventarían sus discípulos tras la Pascua es el insulto que le lanzan a Jesús sus oponentes “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de recaudadores y pecadores” (Mt 11,9; Lc 7,34). Este texto ofrece dos datos que resultan significativos: en primer lugar, la identificación de Jesús con alguien que frecuenta comidas públicas o es invitado con frecuencia a casa de otros (o se presenta sin invitación…); y, en segundo lugar, que en esas comidas compartían mesa con Jesús, con mucha frecuencia, personas catalogadas como pecadores por sus contemporáneos (recaudadores, prostitutas, gente de mala reputación, etc.).

Las comidas en el contexto judío de Jesús tenían como función delimitar las fronteras del grupo, definir la identidad de los participantes estableciendo límites sobre las personas con quienes se puede comer o no. Las comidas de Jesús con los que quedaban excluidos por algunas tradiciones religiosas están redefiniendo esas fronteras. Estas comidas, por tanto, son un modo de presentar el reino de Dios como una comida en la que los excluidos tienen un lugar, y su presencia, además, puede traer bendiciones de Dios (Cf. Lc 19,9; Mt, 21,31)

Si el reino de Dios está llegando y este reino e la liberación de las estructuras sociorreligiosas injustas tal como lo percibimos en las curaciones y exorcismos, las comidas vendrían a ser el signo de las nuevas estructuras alternativas, inclusivas, que expresan el mensaje de Jesús y en las que nadie que ha sido previamente excluido por razones religiosas tiene, en principio, vetada la entrada, sino que está especialmente invitado. Esta práctica de Jesús debió de provocar, por su simbolismo, un gran rechazo.

5. La autoestigmatización de Jesús

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Las curaciones, exorcismos y comidas de Jesús parecen apuntar que el lugar sociorreligioso de Jesús era el margen y esto le hizo cargar con una etiqueta estigmatizante, Jesús parece no solo asumir consciente y voluntariamente este estigma, sino que en algunos momentos parece intensificarlo. Es como si estos rasgos estigmatizantes fuesen la elección de Jesús para vivir y transmitir el mensaje del reino de Dios.

Jesús eligió un modo de vida marcado por una serie de rasgos personales considerados desviados por sus contemporáneos (abandono de casa, familia y bienes, renuncia fundar familia, vida de vagabundo, malas compañías, sin trabajo, presencia de indigente, etc.) y pronunció unos dichos que sacudían el sistema de valores imperante y que lo identificaban como un desviado social.

Jesús quiere, probablemente, que el que le ve y le oye descubra la necesidad de nuevas estructuras que propicien una alternativa social y religiosa nueva que revise las categorías sociales para que reflejen a Dios Padre. Lo más llamativo es que Jesús lo hace sumiendo para sí y para sus seguidores unos valores negativos, pero los presenta como algo deseable, que es avalado por Dios (“Deja que los muertos entierren a su muertos”; “El que no odia a su padre o madre no puede ser discípulo mío; el que no odia a su hijo o hija no puede ser mi discípulo”; cf. Lc, 9,60; 14,26).

Bibliografía

J. Antonio Pagola, Jesús, Madrid, PPC, 2007

Rafael Aguirre, Carmen Bernabé y Carlos Gil, Qué se sabe de Jesús de Nazaret, Estella Verbo Divino, 2009.

Equipo “Cahiers Evangile”, Los milagros del evangelio”, Cuadernos Bíblicos 8, Estella Verbo Divino, 1997.

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