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Juan Ramón Chávez Página 1 Los invitados no interesados de ayer y hoy Los invitados no interesados de ayer y hoy Los invitados no interesados de ayer y hoy Los invitados no interesados de ayer y hoy Mateo 22:1-10 ¿Qué podemos decir de ellos? Juan Ramón Chávez Introducción ¿Le gustan las fiestas? Hay a quienes les gustan mucho las fiestas. Salomón dijo que es mejor estar en casa de luto que en casa del banquete (Eclesiastés 7:2). Pero por lo general nos gusta más estar en casa del banquete, de la fiesta. Sobre todo las fiestas de bodas. Ver a los novios, las damas, el banquete, etc. Imagínese que un carro lujoso se estaciona frente a su casa y usted se pregunta: “¿Quién será o a quien andarán buscando? Que quizás se equivocaron de colonia”. En eso un hombre con esmoquin negro y zapatos de charol se baja del auto y toca a su puerta y le pregunta si usted es el Sr ______________ y usted responde que sí. Y le entrega un sobre gris con líneas plateadas y en él hay una tarjeta que dice: “Ciudadano _________________se le invita a usted y a su apreciable familia a una fiesta de bodas que se llevara a cabo en la residencia oficial de los pinos. Esperamos contar con su asistencia. Por favor no falte. Atte: ____________________Presidente de los Estamos Unidos Mexicanos. De seguro se emocionaría e inmediatamente buscaría que ropa usar para tal ocasión. La parábola que acabamos de leer también es de unos invitados a unas bodas. Pero unos invitados que no quisieron a las bodas. Fueron invitados pero no estuvieron interesamos. Ésta parábola, como la de los dos hijos (Mateo 21:28-32) y la de los labradores malvados (Mateo 21:33- 44), fue dicha en el templo (Mateo 21:23) y dirigida a los principales sacerdotes y fariseos (Mateo 21:45) del pueblo judío, que habían despreciado a Jesús como el Mesías y querían aprenderlo (Mateo 21:46). Podemos dividirla en dos partes. Del 1 al 7 como la predicación a los judíos que ellos rechazaron. Y del 8 al 14 como la predicación a los gentiles que ellos aceptaron. Hay quien piensa que aquí hay dos parábolas en una. Del 1-10 los convidados a las bodas y del 11-14 el que no estaba vestido de bodas. Sin embargo, generalmente se estudian juntas. Ésta parábola se parece mucho a la parábola de la gran cena de Lucas 14:15-24 pero no es la misma. Note algunas diferencias: Parábola de la fiesta de bodas Mateo 22:1-14 Parábola de la gran cena Lucas 14:15-24 1. El contexto es diferente. Fue dicha en el templo. 21:23 2. Habla de un rey. V 2 3. Habla de fiesta de bodas. V 2 1. Contexto diferente. Fue dicha en la casa de un gobernante fariseo. V. 1 2. Habla de un hombre. v. 16 3. habla de una gran cena. V. 16

Los Invitados No Interesados

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los invitados que rechazaron

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Juan Ramón Chávez Página 1

Los invitados no interesados de ayer y hoyLos invitados no interesados de ayer y hoyLos invitados no interesados de ayer y hoyLos invitados no interesados de ayer y hoy Mateo 22:1-10

¿Qué podemos decir de ellos?

Juan Ramón Chávez

Introducción

¿Le gustan las fiestas? Hay a quienes les gustan mucho las fiestas. Salomón dijo que es mejor estar en

casa de luto que en casa del banquete (Eclesiastés 7:2). Pero por lo general nos gusta más estar en casa del

banquete, de la fiesta. Sobre todo las fiestas de bodas. Ver a los novios, las damas, el banquete, etc.

Imagínese que un carro lujoso se estaciona frente a su casa y usted se pregunta: “¿Quién será o a quien

andarán buscando? Que quizás se equivocaron de colonia”. En eso un hombre con esmoquin negro y

zapatos de charol se baja del auto y toca a su puerta y le pregunta si usted es el Sr ______________ y

usted responde que sí. Y le entrega un sobre gris con líneas plateadas y en él hay una tarjeta que dice:

“Ciudadano _________________se le invita a usted y a su apreciable familia a una fiesta de bodas que se

llevara a cabo en la residencia oficial de los pinos. Esperamos contar con su asistencia. Por favor no falte.

Atte: ____________________Presidente de los Estamos Unidos Mexicanos. De seguro se emocionaría e

inmediatamente buscaría que ropa usar para tal ocasión. La parábola que acabamos de leer también es de

unos invitados a unas bodas. Pero unos invitados que no quisieron a las bodas. Fueron invitados pero no

estuvieron interesamos.

Ésta parábola, como la de los dos hijos (Mateo 21:28-32) y la de los labradores malvados (Mateo 21:33-

44), fue dicha en el templo (Mateo 21:23) y dirigida a los principales sacerdotes y fariseos (Mateo 21:45)

del pueblo judío, que habían despreciado a Jesús como el Mesías y querían aprenderlo (Mateo 21:46).

Podemos dividirla en dos partes. Del 1 al 7 como la predicación a los judíos que ellos rechazaron. Y del 8

al 14 como la predicación a los gentiles que ellos aceptaron. Hay quien piensa que aquí hay dos parábolas

en una. Del 1-10 los convidados a las bodas y del 11-14 el que no estaba vestido de bodas. Sin embargo,

generalmente se estudian juntas. Ésta parábola se parece mucho a la parábola de la gran cena de Lucas

14:15-24 pero no es la misma.

Note algunas diferencias:

Parábola de la fiesta de bodas Mateo 22:1-14 Parábola de la gran cena Lucas 14:15-24

1. El contexto es diferente. Fue dicha en el templo.

21:23

2. Habla de un rey. V 2

3. Habla de fiesta de bodas. V 2

1. Contexto diferente. Fue dicha en la casa de un

gobernante fariseo. V. 1

2. Habla de un hombre. v. 16

3. habla de una gran cena. V. 16

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4. Habla de muchos siervos enviados. V. 3

5. Los invitados no se excusaron. V. 3-6

6. Se les invito dos veces. V. 4

7. Habla de destruir a los que no aceptaron. V. 7

8. Se invitaron de los caminos a buenos y malos. V. 9-

10

4. Habla de un siervo. V. 17

5. Los invitados si pusieron excusas. V. 18-20

6. Se invitó una vez. V. 21

7. No fueron destruidos. V.21

8. Se invitaron a muchos y a otros se les forzó a ir. V.

21-23

Debido al contexto en que se encuentra ésta parábola, El cuestionamiento sobre la autoridad de Jesús, la

mención de Juan el bautista y las anteriores parábolas en el capítulo 21 y también la referencia al

banquete nupcial del hijo de un rey, la mayoría de los detalles tienen un significado parecido a una

alegoría:

1. Rey = Dios.

2. El hijo = Jesús.

3. Fiesta de bodas = El gozo del reino de los cielos.

4. Los siervos = Los profetas, Juan el bautista, los 70 (Mateo 21:25) y los discípulos de Cristo y ahora los

predicadores.

5. Convidados = Los Judíos (Juan 1:11).

6. Los ejércitos = Los romanos.

7. Destruyo y quemo su ciudad = La destrucción de Jerusalén en el año 70.

8. Id, pues, a la salida de los caminos = La evangelización de los gentiles.

9. El que no estaba vestido de boda = La hipocresía del cristiano.

10. Tinieblas de afuera = Infierno.

Debemos notar que no se menciona la novia, porque tiene toda la intención de que el énfasis caiga sobre

los convidados. Los profetas del Antiguo Testamento presentaban el reino mesiánico como banquetes y al

Mesías como el novio. (Isaías 25:6; 61:10; 62:5; 65:13; Oseas 2:19; Sofonías 1:7) que comunicaban gozo,

comunión y pacto. Y lo judíos creían que ellos disfrutarían con el salvador Mesías excluyendo a los

gentiles porque no era dignos y ellos sí. Pero cuando viene Jesús predicando que el “reino de los cielos se

había acercado” no le creyeron. La mayoría de los judíos no aceptaban el mensaje de Jesús en torno al

reino y mucho menos que él era el Mesías (Juan 4:25-26; 9:37). Jesús ejemplifica mediante esta parábola,

el rechazo de los judíos a la invitación de Dios al reino.

I). Son invitados que desprecian la más grande invitación de sus vidas.

A. La desprecian porque no les interesa.

Jesús empieza de esta manera su parábola: “El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo

fiesta de bodas a su hijo; 3 y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no

quisieron venir” (Mateo 22:2-3). Aquí el “rey” representa a Dios Padre (Salmos 24:7-10; 93:1-2). El

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“hijo” (el príncipe) representa a Jesús. Los “siervos” enviados representan a los profetas hasta Juan

el bautista, a los 70 y a los discípulos de Cristo. Que fueron enviados a predicar que el reino de los

cielos se había acercado (Mateo 3:1-2; 10:5-7; Lucas. 10:1). Los “convidados” representan a los

judíos que fueron invitados al reino de los cielos.

Nótese que les llama “convidados” porque ya habían sido invitados desde antes. Y ahora el anfitrión

les manda decir que ya llego la hora de venir. Joaquín Jeremías dice que: “Existían arraigadas

costumbres respecto a la forma de invitar. El invitado esperaba que le fuesen comunicados los

nombres de los restantes comensales y que, independientemente de la invitación anterior, fuese

llamado el mismo día del banquete por medio de mensajeros” (Palestina en los tiempos de Cristo. Joaquín Jeremías).

Ésta no era cualquier boda, era la boda del hijo del rey y como tal, era de suma importancia y

trascendencia. Nadie pasaría desapercibido este evento. En todo el reino correría la noticia de la boda

del hijo del rey. Sería un privilegio ser invitado a tan distinguida fiesta. De seguro la más refinada de

las personas de la aristocracia estaría allí. “Sería la boda del año”. Una fiesta de bodas como ésta

pasaría a la historia.

Pero el verso 3 dice que los judíos tajantemente “no quisieron venir” (Juan 1:11). No se disculparon.

No presentaron excusas. No es que no podían. No es que no los habían encontrado. No es que tenían

dudas. Simplemente no les interesaba ir. Mateo aclara bien este punto mediante el verbo “querer”,

“no quisieron”. Tal parece que una cosa era aceptar la invitación que se llevaría a cabo en una

ocasión en el futuro. Pero otra muy diferente era dejar lo que estaban haciendo porque la hora había

llegado. Mejor ““no quisieron venir”. Jesús les decía a los judíos: “¡Cuántas veces quise juntar a tus

hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37). De una

manera consiente y deliberada dejaron plantado al rey. En las bodas de Caná de Galilea (Juan 2)

vemos la importancia que se les daba a los amigos del novio, por tal motivo Jesús y sus discípulos

fueron invitados. Aquí vemos que los judíos eran considerados amigos y por eso fueron invitados

también, pero no quisieron ir.

Las personas no han cambiado mucho en este siglo XXI. Mucha gente no conoce a Dios por falta de

interés. Las personas no aceptan la invitación de Cristo no porque no puedan, sino porque no quieren.

Porque en ese momento de su vida no les interesa. No sienten la necesidad del Evangelio. Cada vez

hay más personas que se confiesan no creyentes. Hasta dicen en son de burla: “Soy ateo gracias a

Dios”. En la era de la tecnología el hombre cree no necesitar a Dios. No les interesa nada que tenga

que ver con religión. Pero aunque sean muchos los que rechazan, el llamado de Dios no se detiene.

Dios los sigue invitando. “Volvió a enviar otros siervos” (v.4)

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B. La desprecian porque están muy ocupados.

Jesús continua diciendo: “Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí,

he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto;

venid a las bodas. 5 Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza…” (Mateo 22:4-5). Note

la paciencia y la insistencia del rey a pesar del desaire y humillación que le han hecho anteriormente.

Y no solo eso, sino que manda otros siervos explicándoles con detalle los preparativos de la boda, a

fin de persuadirles porque no se pierdan de este festín. Era equivalente a decir al pueblo judío:

“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). Pero los invitados con

desprecio hicieron caso omiso. No se dieron cuenta de la enorme oportunidad que el rey les estaba

dando. Esto nos recuerda la cita que el Pablo tomo de Isaías: “Pero acerca de Israel dice: Todo el día

extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor” (Romanos 10:21). Note que ni siquiera

presentaron excusas, fríamente ignoraron las insistentes invitaciones, “si hacer caso” se pusieron

hacer sus propias tareas.

Uno se fue a su “labranza” de “agros, denota un campo, especialmente un campo cultivado; de ahí el

campo en contraste con la ciudad (castellano, agrario, agricultura)” (Dicc. Expositivo de palabra del A.T y N.T de Vine).

No era necesariamente urgente que fuera a su campo pues ya estaba cultivado, pero fue para no tener

que ir a la boda. Le importaba más su tierra, su campo, su trabajo. Jesús sabia la vida dura del

campesino que trabajaba de sol a sol y que con ansias esperaba el sábado para librarse del trabajo. Y

también sabia lo bien que hacia recibir al campesino, una invitación a una fiesta para recrearse y

disfrutar con amigos. Pero en lugar de aprovechar esta invitación la rechazaron para irse a su trabajo

en el campo. Note que estas personas no eran inmorales, no se fueron hacer algo malo. Solo se fueron

a su trabajo.

Así hay mucha gente que no acepta la invitación de Cristo no, porque sean malvados, sino porque

creen no tener tiempo. Su problema no es la borrachera, la idolatría, las drogas, la inmoralidad, etc.,

sino que tienen mucho trabajo como para ir a la iglesia. Y algunos dicen que la iglesia es para los que

no tienen trabajo. En otras palabras, “para los ociosos”. Pero Jesús quiere que sepamos que la vida no

solo es trabajo. Muchos dicen: “Tengo que limpiar la casa”, “Tengo que cortar la hierba”, “Tengo que

cuidar a los niños”, “Tengo que cocinar y lavar”, “Tengo que reparar el techo de mi casa”, etc. por eso

no puedo ir a la iglesia. Para Dios no hay tiempo porque tienen mucho trabajo. Dios quiere que sepas

que el trabajo no es malo, él lo invento (Génesis 2:15). Lo malo esta en hacerlo tu prioridad. Jesús

dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán

añadidas” (Mateo 6:33). Jesús quiere que sepas que Dios te está dando una segunda oportunidad que

no debes desaprovechar. Que siempre hay tiempo y que solo necesitas querer.

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C. La desprecian porque piensan que no van a ganar nada.

La parábola dice “Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios”

(Mateo 22:5). Aquí habla de aquellos que tenían interés personales más importantes que la invitación

del rey. Uno de ellos era hombre de “negocios” de “gr. emporía, "comercio", "negocio", o

"mercadería", de émporos, "comerciante" (Com. Bíblico Adventista). Era un comerciante. Alguien que

compraba y vendía o cambiaba productos. Este era su modo de sostén. Y probablemente viajaba

mucho. Así que, podía pensar que estaba demasiado ocupado para ir a una fiesta, aunque fuera la de

un rey.

Hoy muchos no aceptan el llamado del evangelio porque piensan que asistir a la iglesia es un mal

negocio. Que en lugar de ganar, van a perder. Ellos tienen en su mente el ganar dinero y creen que

aceptar vivir de acuerdo al modelo de Jesús, le hará perder ventajas personales. Y hasta dicen: “la

iglesia no me da de comer, mi negocio si”. Pero Jesús nos está enseñando aquí, que el negocio de

nuestra vida está en aceptar la invitación de Dios. Porque si “Si tienes a Dios, lo tienes todo – sino te

falta todo”.

Nos está enseñando que lo que Dios ofrece tiene valor eterno, no se desvalorizan no caducan y que no

pueden ser hurtados, en comparación con las cosas de este mundo. La verdadera seguridad y

satisfacción, la encontramos en el reino de Dios. Tal fue el pensamiento del Apóstol Pablo. “Pero

cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y

ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo

Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”

(Filipenses. 3:7-8)

D. La desprecian porque son rebeldes.

La parábola continua diciendo: “y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron” (Mateo

22:6). Hubo algunos invitados que fueron más allá de un mero rechazo de indiferencia y desprecio,

reaccionaron de manera hostil y violenta contra los mensajeros reales (Mateo 21:5-6). No solo fue un

insulto al rey, sino un acto de rebeldía y de traición. La palabra “afrentar” significa “maltratar” (Biblia de

las Américas), “escarnecieron” (Biblia de Jerusalén). Es decir, les hicieron “bullying”. Los maltrataron física y

verbalmente hasta matarlos. Esto nos recuerda como los judíos persiguieron a la iglesia y mataron a

Esteban el primer mártir. (Hechos. 8:1-4, 6:9-15; 7:54-60). Jacobo el primero de los doce que fue

muerto, víctima de la enemistad de los dirigentes de los judíos (Hechos. 12:1-3). Las repetidas

invitaciones eran el intento de Dios por salvar al pueblo de Israel.

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Esto ha sucedido en nuestro tiempo. Personas que no tienen temor de Dios, se burlan, maldicen,

golpean y hasta llegan a matar a los predicadores de Dios. Hay lugares donde está prohibido hablar,

entregar un folleto e invitar. Y si alguien lo hace es asesinado. Pareciera que no sucede esto en el siglo

XXI, pero sucede. Hay personas que te odian por lo que representas y de una manera u otra buscaran

hacerte daño. Dios sabe que sucede esto y también sus mensajeros lo saben. Pero a pesar de ello,

siguen entregándose millones de invitaciones alrededor del mundo. Ahora usted está recibiendo una.

¿Por qué algunos invitados no van a entrar al palacio de Dios a gozar de las bodas del cordero?

Simplemente porque ellos mismo se han excluido de tal evento. Dios los invito y ellos no quisieron ir.

Mucha gente no se va a salvar, no porque Dios no quiera, sino porque ellos han reusado salvarse.

II). Son invitados que se perdieron un gran festejo.

A. Festejo caracterizado por el gozo y alegría.

Jesús comparo el reino de los cielos a “un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo” (Mateo 22:2). Que

eran ocasiones de mucha alegría y felicidad. Una cosa es un casamiento y otra cosa es una fiesta de

bodas. Aquí estaban las dos. Las bodas en los tiempos bíblicos podrían durar hasta una semana

(Génesis. 29:27, Jueces. 14:17, Ester. 1:4-5) Asistir a una fiesta de bodas requeriría un compromiso de

valioso tiempo por parte de los invitados, y un rey esperaría que sus invitados permanecieran a lo

largo de la fiesta.

La Fiesta de bodas se usa para representar perfectamente la felicidad que hay en el reino de los cielos.

Porque nos da un cuadro de convivencia, de amistad, y gozo. Jesús nos está enseñando que Dios nos

está invitando a una gran fiesta, no a un funeral. Nos está invitando al gozo y a la alegría de la

salvación. Es cierto que a veces los cristianos pasamos por momentos tristes, pero estos son la

acepción y no la regla.

Lamentablemente el diablo se ha encargado de convencer a muchos, que convertirse en cristiano es

sinónimo de tristeza y aburrimiento. Que a Dios no le gustan las risas y que un cristiano no puede

gozar de la vida, porque es pecado. Que todo placer debe ser suprimido. Hay “una carta ficticia escrita

por cierto Publio Lentulo, un supuesto contemporáneo de Pilato. La carta escrita en latín y compuesta

no antes del siglo cuarto D. C., se propone dar una descripción física verdadera de Jesús. Habla de

esta forma: -En reprender y reprochar es formidable; en exhortar y enseñar benévolo y amable.

Jamás se le ha visto reír, pero si llorar a menudo- Por ser la primera descripción escrita de Jesús, ha

tenido un efecto duradero en el arte y la escultura de las edades sucesoras, y todavía hoy se ha tenido a

Jesús como un hombre que nunca rió” (Las parábolas de Jesús. Parte II. Neil R. Lightfoot). Pero por su puesto esta es una

descripción ficticia. Porque la Biblia no describe así a Jesús. Sería muy difícil creer que haya tomado

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a tantos niños en sus brazos y no haya sonreído (Marcos 10:13-16). Jesús dijo a sus discípulos: “Estas

cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11).

Jesús no fue un ermitaño ni retraído y mucho menos melancólico.

El mismo apóstol Pablo nos amonesta diciendo: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo:

¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4). Lo que la gente del mundo no sabe es que en Cristo se encuentra la

verdadera felicidad. Recordemos que el evangelio son las buenas noticias y no malas noticias.

Compara el reino a una fiesta de bodas porque quiere vernos sentados junto a él, en torno a una misma

mesa, disfrutando para siempre de una vida plenamente dichosa. Dios no desea convidados de cara

triste en su banquete de bodas.

B. Festejo en el que ya está todo preparado.

Una de las cosas que llaman la atención es que el rey para motivar a los convidados, hace que los

mensajeros les den explicaciones detalladas sobre el banquete y les dice que ya está todo listo. (22:4)

Los términos “dispuesto” y “preparado” se usan como sinónimos y aparecen tres veces en esta

historia. 2 en el verso 4 y una en verso 8. Lo indica urgencia. Él les urge que vengan. Porque los

animales habían sido matados, la comida había sido preparada, los platillos habían quedado

exquisitos, las mesas ya estaban arregladas. ¡Solo faltaban los invitados! El rey no podía hacer más,

porque todo ya estaba listo.

De igual manera Dios está invitando a todo hombre a través del evangelio. Para que entren al reino

porque ya todo está listo. Cristo los recibe. Dios los perdona. El Espíritu Santo los santifica. Los

ángeles se regocijan. La Biblia lo instruye. Y el cielo lo espera. Todo está listo. Y todo es gratis. La

gracia de Dios lo ofrece. La Biblia enseña que ya está listo todo lo necesario para la salvación. Solo

hace falta que el pecador se arrepienta. Porque si es ignorante, en el reino hay algo que aprender. Si es

orgullo, en el reino hay algo que temer. Si es vicioso, en el reino hay algo que puede conquistar. Si es

sucio, en el reino se puede limpiar. Todo ya está listo para usted.

C. Festejo que donde hay abundancia.

Les mandaron a decir a los convidados que los “toros y animales engordados han sido muertos”

(Mateo 22:4). Estos animales engordados eran símbolo de un banquete lujoso típico de los ricos. No

solo habla de la calidad de la comida, sino también de la cantidad que se había preparado. “En

Jerusalén, el anfitrión que daba una recepción podía distinguirse de modo espectacular por el número

de sus invitados o, de forma más real, por el buen servicio a sus huéspedes. Era costumbre contratar

un cocinero de gran precio” (Palestina en los tiempos de Cristo. Joaquín Jeremías). El rey no se preocupaba por el número

de gente que podría asistir a la boda porque había suficiente para todos.

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De la misma manera Dios está invitando al reino de Cristo, que tiene todo para satisfacer las

necesidades del alma. Todo lo necesario para saciar el hambre y sed espirituales (Mateo 5:6). Jesús

dijo: “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí

cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35). Cristo tiene el poder de satisfacer el hambre y sed de paz, el

hambre y sed de consuelo, el hambre y sed de perdón, el hambre y sed de compañía, el hambre y sed

de esperanza, el hambre y sed de salvación. En Cristo hay abundancia de todo lo que necesita el alma

y hay suficiente para todos. “…y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37) dice Cristo.

III). Son invitados que recibieron las terribles consecuencias de su rechazo.

A. Fueron declarados no dignos.

El rey de la parábola dijo a sus siervos: “Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron

convidados no eran dignos” (Mateo 22:8). Es decir, no merecían estar en la fiesta de bodas del

príncipe. No merecían el honor que se les había concedido. No es que fueran indignos por algún

defecto o deficiencia natural, sino por su conducta. Fueron indiferentes, despreciativos y violentos

ante la invitación del rey. El pueblo judío se creía que eran dignos del reinado del Mesías. Pero no

quiso aceptar el Reino de los Cielos que estaba siendo ofrecido por Jesús. El rechazo de Jesús como el

Mesías los convertía en indignos de recibir las bendiciones de la salvación que Dios había dispuesto

para ellos. No fueron dignos de ser los primeros destinatarios del evangelio de Cristo. No hicieron

frutos dignos de arrepentimiento (Mateo 3:8). No recibieron la proclamación del reino de Dios (Mateo

10:13-14).

Hoy en día hay muchos que se creen muy dignos de entrar al cielo. Ya lo dan como un hecho que,

cuando se mueran irán al cielo. Los judíos basaban su dignidad por derecho de nacimiento. Los

hombres hoy día basan su dignidad por derecho de buenas obras. Piensan que sus buenas obras les

dan el derecho de estar con Dios. Quieren llevarse el crédito de estar con Dios. Por eso es en vano,

que tengan un trato cortés con el vecino, que vayan a la iglesia de vez en cuando, que de vez en

cuando lean la Biblia, que traten de modificar su vocabulario etc., si piensan, que por estas cosas

buenas se tienen ganada la salvación.

Jesús hablo de esos que creían que por sus buenas obras iban a ganar el cielo. Pero que en realidad

todo era superficial. Dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,

sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día:

Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu

nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí,

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hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23). Hacer la voluntad de Dios no es hacer algunas cosas buenas,

sino vivir de acuerdo a los deseos de Dios.

La verdad es que nadie merece la invitación de Dios para entrar a su reino, a su palacio. Solo los

humildes se dan cuenta perfectamente de su inmerecimiento. Es por gracia de Dios que podemos

entrar al reino. Dios ha preparado todo y es el que proporciona el boleto de entrada porque ha asumido

el costo. El ser humano solo necesita aceptar la invitación. Pablo no se equivocó al escribir estas

palabras: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los

hombres, 5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su

misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, 6 el cual

derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, 7 para que justificados por su

gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (Tito 3:4-7).

B. Fueron condenados.

Ante el rechazo y matanza de los mensajeros reales, el rey ya no pudo tolerar más tanta deslealtad y

rebelión. La parábola dice: “Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos

homicidas, y quemó su ciudad” (Mateo 22:7). La paciencia del rey había terminado. Las insistentes

invitaciones habían terminado. La primera lista de invitados había sido desechada. Lo habían

conocido por el lado bueno y ahora lo conocerían enojado. Inmediatamente el rey ordena a sus tropas

a ponerse en marcha con la los asesinos y contra su ciudad. Tienen órdenes de matar a los asesinos y

prender fuego a la ciudad.

Los estudios creen que esta es una profecía o una alusión a la destrucción de Jerusalén por los

romanos (Mateo 23:37-38; 24:1-2, 15-; Lucas. 19:41-44) bajo el comando del general Tito en el año

70 D.C. Los romanos aquí son llamados ejércitos de Dios, así como el ejército asirio fue llamado “la

vara y báculo de su furor” (Isaías 10:5).

Esta parábola nos está enseñando también hoy, que el tiempo de la gracia llegará a su fin. Llegará un

día que la paciencia de Dios terminará y dará paso a su ira contra aquellos que no aceptaron o se

opusieron al evangelio de Cristo. Cualquier rechazo o desprecio a la invitación al reino de los cielos

no quedará sin castigo. Los que no hacen caso a la invitación de Dios, están expuestos a un terrible

juicio y condenación. Pablo lo dijo de esta manera: “Porque es justo delante de Dios pagar con

tribulación a los que os atribulan, 7 y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros,

cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8 en llama de fuego,

para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor

Jesucristo; 9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la

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gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:6-9). Uno tendría que estar demasiado ciego para no ver la

advertencia que Jesús está insinuando por medio de esta parábola. Es necesario poner atención porque

después puede ser demasiado tarde.

C. Fueron sustituidos.

El rey no iba a dejar que el rechazo de sus primeros invitados le arruinaran la fiesta. Su voluntad no

sería frustrada. Así que, ordeno a sus siervos, “Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las

bodas a cuantos halléis” (Mateo 22:9). Ya que la aristocracia no acepto la invitación a una boda real,

la puerta del palacio fue abierta para todos. Generalmente de personas que no eran bien recibidas en

otros lugares. Estas personas no estaban acostumbradas a recibir invitaciones a banquetes ofrecidos

por hombres ricos. “Los que estaban en las calles no tuvieron tiempo de ir a sus casas para cambiarse

y vestirse con lo mejor que tenían, además, es seguro que muchos de ellos eran sumamente pobres y

no más ropa que la que llevaban encima. Por eso, el rey ya había previsto para todos ellos “vestido de

boda” (http://pueblonuevobautista.com.ar/estudios.html). Los asientos en las mesas del rey fueron ocupadas por lo que

algunos llamaban chusma.

Pablo bien corroboró lo que decía esta parábola cuando los judíos de su tiempo rechazaron el

evangelio. “Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era

necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis

dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles” (Hechos 13:46). Los judíos no

quedarían absolutamente excluíos, sino que ya no se les daría prioridad. Ahora la puerta seria abierta

de par en par para recibir a todos sin consideración de raza, nacionalidad, sexo, condición social o

económica, etc. Jesús les dijo a los judíos: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de

vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21:43).

Hay recompensa para todo aquel que acepta la invitación de Cristo para entrar a su reino. Dios ha

prometido un galardón. Jesús dijo: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para

recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22:12). Pero la salvación no es automática.

No basta con ser llamado, hay que responder a ese llamado con un “si voy”. Así como los judíos,

tampoco nosotros no podemos culpar a nadie más que a nosotros mismos si perdemos lo que Dios está

ofreciendo. No existe predestinación para el cielo o al infierno. Dios está invitando a todos. Pero los

que no estén interesados se condenaran solos. Por tanto debemos hacer nuestro el consejo que Pablo

da a los colosenses: “Nadie os prive de vuestro premio” (Colosenses 2:18). Jesús dijo: “He aquí, yo

vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:11) Aquí

diríamos reten lo que se te ha ofrecido para no se lo den a alguien más.

Page 11: Los Invitados No Interesados

Juan Ramón Chávez Página 11

Será muy triste en aquel día ver las preciosas cosas que perdiste. Que pudieron ser tuyas y que alguien

más recibirá. ¿Por qué? Porque no tenías tiempo. Porque pensaste que el cristianismo era mal negocio.

Porque según tú no creías en esas cosas. El lamento será que pudo ser tuyo la recompensa pero la

dejaste ir.

Conclusión

Hemos hablado de los invitados que no estuvieron interesados. Y hemos dicho que han despreciado la

invitación de sus vidas, que se han perdido de un gran festejo y que recibieron las consecuencias de

su rechazo. Dios no excluye a nadie. Su único anhelo es que el ser humano acepte su oferta. Y que su

sala celestial se llene de invitados. Sin embargo, Dios sabe que algunos no aceptaran el llamado. Por

eso dice “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mateo 22:14). ¿Usted quiere ser

escogido para entrar al banquete celestial en los cielos? Primero, arrepiéntase. Segundo: Confiese que

Jesús es el Señor. Tercero: Decida ser bautizado. Y cuarto empiece a prepararse para entrar a los

cielos. Nadie ni nada puede impedir a Dios, que haga llegar su invitación todos. Lo está haciendo a

usted ahora mientras lee este escrito o mientras lo escucha. Acéptela por favor. Que Dios lo bendiga.

Juan Ramón Chávez

[email protected]

https://chaveztorres.wordpress.com/