4
El chirrido del acero penetra en el cerebro como un aguijón. Todos los que están montados a La Bestia cierran los ojos y algunos tapan sus oídos sin mayores resultados. Algunos de los jóvenes dicen que entre el ruido y los barquinazos del tren están con dolor de cabeza permanente. Otros, ya no se quejan. Hace doce días que están arriba de estos vagones de carga sin dormir más de cuatro horas seguidas y parecen anestesiados. “Tienes que concentrarte en otras cosas y no pensar en tu familia ni nada. Así te vas olvidando de que estás sobre este maldito tren y que todavía vas a estar mucho más”, es la filosofía de uno de estos jóvenes. ¿Y no es mejor pensar en lo que te vas a encontrar, en el futuro? “No sabemos qué vamos a encontrar”.En Estados Unidos, al menos hay trabajo”. El golpetazo de la curva que lanza el vagón a un lado y otro como un latigazo interrumpe cualquier charla. Ya vieron cómo se caían tres muchachos en el camino y nadie sabe en qué estado quedaron. Montar a la Bestia es como estar en un rodeo. En vez de caballo hay hierros. En vez de ruedo hay vías. En vez de domadores hay muchachos desesperados. Son los centroamericanos que escapan de la pobreza de sus países, más de 200.000 cada año, se trepan a los trenes de carga que cruzan México en un camino que les puede llevar hasta un mes en los que están expuestos a robos, violaciones, secuestros, mordeduras de animales, amputaciones y hasta la muerte para intentar llegar a Estados Unidos en busca de un trabajo, de un futuro. A estos ferrocarriles se los conoce como “el tren de la muerte” o simplemente “La Bestia”. Los jinetes tienen entre 15 y 30 años y se juegan la vida intentando domar a ese animal de acero. Muchos jóvenes sienten que no tienen nada que perder y que en Estados Unidos, cobraran en una hora de trabajo, lo que en su país les cuesta ganar en tres días. El tren se acerca a Medias Aguas, un cruce de vías donde tendrán que estar muy atentos para no subirse a otro convoy

Los Jinetes de La Bestia

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Breve estracto del paso de los inmigrantes hacia EEUU mediante el tren llamado la bestia

Citation preview

Page 1: Los Jinetes de La Bestia

El chirrido del acero penetra en el cerebro como un aguijón. Todos los que están montados a La Bestia cierran los ojos y algunos tapan sus oídos sin mayores resultados. Algunos de los jóvenes dicen que entre el ruido y los barquinazos del tren están con dolor de cabeza permanente. Otros, ya no se quejan. Hace doce días que están arriba de estos vagones de carga sin dormir más de cuatro horas seguidas y parecen anestesiados.

“Tienes que concentrarte en otras cosas y no pensar en tu familia ni nada. Así te vas olvidando de que estás sobre este maldito tren y que todavía vas a estar mucho más”, es la filosofía de uno de estos jóvenes. ¿Y no es mejor pensar en lo que te vas a encontrar, en el futuro? “No sabemos qué vamos a encontrar”.En Estados Unidos, al menos hay trabajo”. El golpetazo de la curva que lanza el vagón a un lado y otro como un latigazo interrumpe cualquier charla.

Ya vieron cómo se caían tres muchachos en el camino y nadie sabe en qué estado quedaron. Montar a la Bestia es como estar en un rodeo. En vez de caballo hay hierros. En vez de ruedo hay vías. En vez de domadores hay muchachos desesperados. Son los centroamericanos que escapan de la pobreza de sus países, más de 200.000 cada año, se trepan a los trenes de carga que cruzan México en un camino que les puede llevar hasta un mes en los que están expuestos a robos, violaciones, secuestros, mordeduras de animales, amputaciones y hasta la muerte para intentar llegar a Estados Unidos en busca de un trabajo, de un futuro. A estos ferrocarriles se los conoce como “el tren de la muerte” o simplemente “La Bestia”. Los jinetes tienen entre 15 y 30 años y se juegan la vida intentando domar a ese animal de acero.

Muchos jóvenes sienten que no tienen nada que perder y que en Estados Unidos, cobraran en una hora de trabajo, lo que en su país les cuesta ganar en tres días.

El tren se acerca a Medias Aguas, un cruce de vías donde tendrán que estar muy atentos para no subirse a otro convoy que los desvíe de la ruta. Pero se quedarán acá a descansar el resto del día.

La experiencia de algunas personas que ya han intentado este viaje más de 9 veces, no le evitó los robos a este grupo. “Primero fueron los policías. Apenas cruzamos la frontera (de Guatemala a México) nos pararon y les tuvimos que dar el poco dinero que teníamos encima. Y después, cuando estábamos en Chiapas, aparecieron unos pandilleros a los que le tuvimos que dar como mil dólares entre todos para que no nos entreguen a unos secuestradores”, cuentan los jóvenes en voz baja y con cierta vergüenza. El año pasado, de acuerdo a la Comisión de Derechos Humanos de México, fueron secuestrados oficialmente 9.758 migrantes centroamericanos. Aunque la mayoría nunca hace la denuncia.

La locomotora acomoda los vagones en una tarea que requiere paciencia y precisión. Se van enganchando uno a uno hasta completar la formación de más de 40 vagones. Los de adelante están totalmente prohibidos. Llevan químicos. Cientos de migrantes murieron intoxicados en los últimos años cuando se metieron en estos vagones. Pero los de atrás son de cereales y containers. Cuando el convoy comienza a rodar salen decenas de muchachos y algunas chicas de entre el monte y comienza la loca carrera por montar a La Bestia. Corren a la par del tren por entre las piedras puntiagudas. Cualquier imprecisión puede significar caer y perder al grupo con el que se viaja, tener un duro

Page 2: Los Jinetes de La Bestia

golpe o que las piernas se vayan debajo de una rueda. Los más hábiles suben a la pequeña plataforma entre los vagones y le dan la mano a los más retrasados.

Lo intento. Corro con ellos y logro tomarme de un pasamanos. No se puede mantener la estabilidad en estas piedras. Los pies insisten en cruzarse uno al otro. Largo el salto con la pierna izquierda y me doy la tibia con el hierro del primer escalón. Llego con la pierna derecha. Me estabilizo. El tren va a baja velocidad, tal vez a 15 o 20 kilómetros por hora. Cuando creo que ya está, que dominé a La Bestia, viene el barquinazo. El convoy va hacia un lado y el vagón del que me agarré, para el otro. La gravedad me expulsa. Decido usar esa fuerza para bajarme, viajar en auto y esperar en el próximo cruce de vías. Los chicos que viajan hacia la frontera méxicoamericana, llevan ya entre 20 y 30 subidas y bajadas.

Unos 300 kilómetros más adelante, en el albergue de Tierra Blanca, la hermana Guadalupe está terminando de preparar una sopa de tortilla, caldo de pollo con trozos de verdura y pedacitos de la clásica tortilla mexicana de maíz con algún chile picante dando vuelta. También hay arroz y porotos negros. Esperan a los que vienen en el tren de la mañana. “Tenemos lugar para unos 50. Pero a veces nos vienen 300. Ahí sacamos las ollas a la calle y les servimos en una tortilla. No alcanzan los cubiertos ni nada”, cuenta la religiosa mientras se toma un descanso.

En la puerta se lee el código del lugar: sin armas ni drogas, deben dejar sus datos --incluido un teléfono para avisar a sus familiares en caso de ser necesario--, se pueden quedar hasta 24 horas, darse un baño y dormir en una de las pocas cuchetas.

Comen de a grupitos hablando en voz baja. Hay unos que no parecen ser muy confiables que permanecen del otro lado de las vías bajo un árbol para protegerse de los 37 grados con 90% de humedad. “

Trrruuuunnnn. La sirena de la máquina despierta a todos del letargo. En apenas unos segundos se levantan, toman sus mochilas o bolsos destartalados y ya están al pie de la vía. La Bestia se mueve lenta pero el chirrido del acero friccionado anuncia que está por partir y se resiste a que la monten. Pero estas chicas y chicos no se dejan amedrentar. Uno a uno comienzan a correr al lado de los vagones y se cuelgan de los pasamanos.Muchos de estos jóvenes, han sido deportados de Estados Unidos, dejando allí a sus familias e incluso propuestas de trabajo, que los esperan al llegar allí de nuevo.

Finalmente veo partir al tren con aquellas personas con las que he compartido esta experiencia, esperando verlos unos kilómetros mas adelante, donde unas mujeres extraordinarias le arrojarán una bolsa con la cena y el agua que necesita para sobrevivir hasta la próxima parada.Un corcoveo de La Bestia los oculta de mi vista pero los veo resurgir como una sombra, saludando con la mano como un domador triunfante.