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www.recopilandoypensando.blogspot.com LOS MAPUCHES EN LA INDEPENDENCIA DE CHILE El objetivo general de la investigación está en consonancia con la naturaleza de su problema medular y se enfila a producir una explicación historiográfica del fenómeno de irrupción indígena en las luchas de independencia, atendiendo a la red de intereses intraétnicos de largo y corto plazo que detonan la ingerencia de la sociedad mapuche en un conflicto que dividía severamente a la sociedad global (chilena); asumiendo, por tanto, una perspectiva más interiorizante de dicho acontecer, habida cuenta de los enfoques periféricos privilegiado por la historiografía nacional sobre este particular. El proyecto, ciñéndose a este Objetivo General, se encamina a aplicar una indagación historiográfica sistemática en relación al complejo de causas que llevaron a las principales alianzas territoriales mapuches (conocidas en la literatura colonial como butalmapus o vutamapus) a alinearse decididamente con los bandos occidentales (patiotas o realistas) que a partir de1810 se enfrentan en torno a la cuestión de la independencia nacional. Se entiende que una investigación de este tipo implica una revisión atenta de las tesis establecidas por la ciencia histórica chilena en relación al tema, –a partir de los presupuestos interpretativos fijados por los historiadores decimonónicos. Sin embargo, se le otorga preeminencia analítica la incidencia que en el alineamiento de las parcialidades mapuches en pro o en contra de la revolución de independencia pudo tener el equilibrio de poderes y los conflictos (potenciales o abiertos) que condicionaban las relaciones entre las confederaciones etno-territoriales y en las dirigencias étnicas más influyentes al interior de la geografía política de la Frontera en 1810. Sobre esta base, nuestro problema sustantivo de investigación es determinar la gama de factores endógenos que llevan a los colectivos mapuches afincados al sur de la línea fronteriza, a afiliarse como “patriotas” (o aliados de O´Higgins) y/o realistas e intervenir abiertamente en la contienda bélica desatada entre republicanos y monarquistas por el proceso de Independencia. Se entiende que la investigación propende a construir hipótesis y explicaciones autónomas y críticas de los supuestos con los que hasta la fecha la ciencia histórica chilena ha interpretado la intervención indígena en la independencia nacional. La unidad de análisis implicada en el problema está constituida por las asociaciones pantribales de habla mapuche de Araucanía; en cuanto al rango temporal del estudio, éste se circunscribe al periodo extendido entre 1810, año que inaugura la crisis del orden colonial en chile, y 1825, en que las políticas de negociación emprendidas por el estado criollo afianzan una pacificación progresiva del territorio indígena austral, fuertemente alterado por el estallido de lo que se suele denominar en la literatura especializada, la “Guerra a Muerte”, conflicto en el que numerosas montoneras realistas, aliadas a tribus mapuches, opusieron una tenaz resistencia armada a la causa separatista del bando patriota o republicano. La unidad de análisis implicada en el problema está constituida por las asociaciones pantribales de habla mapuche de Araucanía; en cuanto al rango temporal del estudio, éste se circunscribe al periodo extendido entre 1810, año que inaugura la crisis del orden colonial en chile, y 1825, en que las políticas de negociación emprendidas por el estado criollo afianzan una pacificación progresiva del territorio indígena austral, fuertemente alterado por el estallido de lo que se suele denominar en la literatura especializada, la “Guerra a Muerte”, conflicto en el que numerosas montoneras realistas, aliadas a tribus mapuches, opusieron una tenaz resistencia armada a la causa separatista del bando patriota o republicano.

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LOS MAPUCHES EN LA HISTORIA DE CHILE.solamente recopilado, no es trabajo original del cordinador del blog.

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LOS MAPUCHES EN LA INDEPENDENCIA DE CHILE

El objetivo general de la investigación está en consonancia con la naturaleza de su problema medular y se enfila a producir una explicación historiográfica del fenómeno de irrupción indígena en las luchas de independencia, atendiendo a la red de intereses intraétnicos de largo y corto plazo que detonan la ingerencia de la sociedad mapuche en un conflicto que dividía severamente a la sociedad global (chilena); asumiendo, por tanto, una perspectiva más interiorizante de dicho acontecer, habida cuenta de los enfoques periféricos privilegiado por la historiografía nacional sobre este particular. El proyecto, ciñéndose a este Objetivo General, se encamina a aplicar una indagación historiográfica sistemática en relación al complejo de causas que llevaron a las principales alianzas territoriales mapuches (conocidas en la literatura colonial como butalmapus o vutamapus) a alinearse decididamente con los bandos occidentales (patiotas o realistas) que a partir de1810 se enfrentan en torno a la cuestión de la independencia nacional. Se entiende que una investigación de este tipo implica una revisión atenta de las tesis establecidas por la ciencia histórica chilena en relación al tema, –a partir de los presupuestos interpretativos fijados por los historiadores decimonónicos. Sin embargo, se le otorga preeminencia analítica la incidencia que en el alineamiento de las parcialidades mapuches en pro o en contra de la revolución de independencia pudo tener el equilibrio de poderes y los conflictos (potenciales o abiertos) que condicionaban las relaciones entre las confederaciones etno-territoriales y en las dirigencias étnicas más influyentes al interior de la geografía política de la Frontera en 1810. Sobre esta base, nuestro problema sustantivo de investigación es determinar la gama de factores endógenos que llevan a los colectivos mapuches afincados al sur de la línea fronteriza, a afiliarse como “patriotas” (o aliados de O´Higgins) y/o realistas e intervenir abiertamente en la contienda bélica desatada entre republicanos y monarquistas por el proceso de Independencia. Se entiende que la investigación propende a construir hipótesis y explicaciones autónomas y críticas de los supuestos con los que hasta la fecha la ciencia histórica chilena ha interpretado la intervención indígena en la independencia nacional. La unidad de análisis implicada en el problema está constituida por las asociaciones pantribales de habla mapuche de Araucanía; en cuanto al rango temporal del estudio, éste se circunscribe al periodo extendido entre 1810, año que inaugura la crisis del orden colonial en chile, y 1825, en que las políticas de negociación emprendidas por el estado criollo afianzan una pacificación progresiva del territorio indígena austral, fuertemente alterado por el estallido de lo que se suele denominar en la literatura especializada, la “Guerra a Muerte”, conflicto en el que numerosas montoneras realistas, aliadas a tribus mapuches, opusieron una tenaz resistencia armada a la causa separatista del bando patriota o republicano. La unidad de análisis implicada en el problema está constituida por las asociaciones pantribales de habla mapuche de Araucanía; en cuanto al rango temporal del estudio, éste se circunscribe al periodo extendido entre 1810, año que inaugura la crisis del orden colonial en chile, y 1825, en que las políticas de negociación emprendidas por el estado criollo afianzan una pacificación progresiva del territorio indígena austral, fuertemente alterado por el estallido de lo que se suele denominar en la literatura especializada, la “Guerra a Muerte”, conflicto en el que numerosas montoneras realistas, aliadas a tribus mapuches, opusieron una tenaz resistencia armada a la causa separatista del bando patriota o republicano.

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El estudio puede ser definido claramente como una indagación de causalidad en tanto se ocupa preferentemente de establecer el grupo de causas que detonó la participación indígena en la guerra independentista, intentando en este terreno buscar explicaciones alternativas a las avanzadas por la historiografía chilena que ha postulado una visión denigradora de la irrupción aborigen en la coyuntura de la Emancipación, alegando que ella se produce como efecto de la caotización que produjo la Guerra a Muerte en la Frontera, conflicto desatado por jefes y montoneras realistas que intentaban resistir el movimiento separatista en el sur. De esta forma, las partidas mapuches no serían más que protagonistas de un agudo estado de anomia social que incitaba a todos los elementos “primitivos” o “indeseables” de la sociedad austral a dedicarse al pillaje, el asesinato y cuanta violencia podía estimular un proceso de descontrol social y falta de institucionalidad. Desde una perspectiva claramente contraria, nosotros postulamos que la intervención mapuche en la guerra tuvo motivaciones más racionales e inteligibles desde el punto de vista historiográfico. Según esto, el impulso básico que las condujo a sumarse a la confrontación patriota-realista, pese a que pudo ser instigada en parte por la propaganda y manipulaciones de uno u otro de las partidos occidentales que se enfrentaban, en lo sustantivo obedeció a las propias expectativas y designios de las jefaturas y alianzas tribales indígenas que participaron en aquella; estímulos que tuvieron su origen en la situación interna que se gesto en la frontera austral en los últimos decenios de la dominación colonial y en los desequilibrios políticos que el manejo de las relaciones fronterizas llevado adelante por la clase política hispana. Vale decir, las causales se hallan dentro de la propia Araucanía y no fuera de ella, como pensaron los historiadores clásicos; y mucho más concretamente al interior de las fisuras y fricciones que aquejaban a las grandes confederaciones pantribales y territoriales que hegemonizaban el territorio “araucano” al detonar la Independencia. Contraviniendo los presupuestos de la historiografía oficial que ha visto la intervención mapuche en la Emancipación chilena como una mera expresión colectiva del “deseo salvaje” (pillaje, venganza entre grupos, tendencias sanguinarias), sin mayores motivaciones políticas, la hipótesis que sustentamos plantea la siguiente explicación: La irrupción mapuche en la coyuntura de Independencia se explica por la pugna intestina que venía desarrollándose en la sociedad indígena entre linajes y jefaturas territoriales que, dentro del orden de frontera impuesto por el régimen colonial en el siglo XVIII, habían obtenido acceso desigual a los estatus, poderes y bienes valorados proveídos por la administración borbónica. Luego, el proceso de Emancipación vino a radicalizar dichos antagonismos étnicos, sobre la base de la oferta criolla de otorgárselos a quienes se afiliaran a su causa, propuesta que encontró eco entre los liderazgos y agrupaciones que se conceptuaban excluidos o minusvalorados dentro del “pacto colonial”; así como también, producto de la estrategia realista dirigida a concientizar a las dirigencias y linajes indígenas en orden a “conservar” las posiciones y estatus privilegiados obtenidos por ellos dentro del sistema de frontera administrado por el Antiguo Régimen monárquico.

En lo principal, la historiografía decimonónica estableció las líneas gruesas del enfoque oficial que durante largo tiempo se ha mantenido acerca de la participación mapuche en la guerra independentista. Diego Barros Arana en su Historia General de Chile, dejó bien asentado que la irrupción masas indígenas en la Independencia se reducía a las andanzas de “numerosas bandas de indios atraídos por la sed del robo y del pillaje” (1890, XI, 132). Incluso los angolinos (arribanos) se

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pasaron al ejército patriota en 1820 en momentos en que los auxiliares indígenas de los realistas “incitados a la guerra con las promesas de ofrecerles un abundante botín y de hacerles los codiciados regalos, se mostraban inquietos y turbulentos al ver que no obtenían el provecho que esperaban” (Id., 549). Sólo entonces los angolinos “se mostraron dispuestos a sublevarse contra sus aliados” (Id.) B. Vicuña Mackenna fue tanto o más concluyente en su Guerra a Muerte.. “Ninguna diplomacia, excepto la del botín, impera en su ánimo”, dice al referirse a los “araucanos” de Chile austral (1868, 182). Los guerrilleros monarquistas les franqueaban la posibilidad cierta de “incendiar pueblo, dándoles en premio cuanto pudiesen cargar sobre el lomo de sus caballos, y por esto eran realistas” (Id.). Como “el robo era su única divisa” y no teniendo los patriotas “botín que ofrecerles (...) eran sus enemigos” (Id.)+ Por naturaleza, “en el indio (.. ) no había afecciones, no había recuerdos, no había propósito alguno, excepto el del saqueo” (Id.).Al cabo, afirma, haciendo suya la dura sentencia de un ex intendente de Concepción- los aborígenes durante la “Guerra a Muerte” se suman a “ las partidas de malvados que lo solicitan” en tanto mediante esa alianza negra veían “el fin de sus criminales deseos”. Esto es, aplicarse “al robo y a la destrucción de sus semejantes” (Id. 183). Por contraste, los toquis aliados de la república se encontraban poseídos no por el anhelo de pillaje sino por “odios profundos, tradicionales, de raza, de tribu a tribu” (id.). Particularmente hacia los caciques máximos Mañil y Mariluán que militaban en el bando monarquista, hecho suficiente como para que sus eternales adversarios, Colipi y Coñoepán lo hicieran automáticamente en el de los separatistas (Id.). Por ende –concluye- no había en “aquella adhesión casual un principio, un sentimiento, un instinto siquiera del cambio por el que luchaban nuestros soldados” (Id., 184). M. L. Amunátegui, en el capítulo que dedicó a la Guerra a Muerte en La Dictadura de O’ Higgins (1853) insistió en ideas semejantes. Tomás Guevara, consecuente con esta óptica, en su maciza obra Los Araucanos en la Guerra de Independencia (1911) puso el acento en el encono y los resentimientos innatos que gobernaban la sicología indígena. “El indio odiaba a la raza antagónica, escribe, fuera de españoles natos o de sus descendientes chilenos”; igual le daba “volver sus armas contra unos u otros: cuestión de oportunidad o conveniencia” (1911, 242). Sin embargo, las instigaciones de los capitanes de amigos y lenguaraces de signo realista la revolución supondría, gestaron en ellos un aborrecimiento radical hacia la causa separatista y sus agentes. La rencorosa prédica antirrepublicana del clero secular y regular, al cual prestaban asenso exclusivamente “porque despertaban sus peores sentimientos, el odio y la venganza” (1911, 243), terminó por definirles un enemigo winka sobre el cual volcar el uno y la otra. Era el mismo sentimiento que movía a la pequeña fracción de “caciques patriotas” (abajinos) alineados con la Revolución. Estaban en ella sencillamente porque los detestados arribanos se habían convertido en “Indios del Rey. Por lo demás, aquellos toquis sólo entendían su rencor. Ninguno de los ideales políticos superiores que movían a los patriotas hacía nido en su cerebro. El pillaje y la devastación eran una secuela natural y esperable de su aversión ingénita. Francisco Antonio Encina no está lejos de esta línea interpretativa. En su Historia de Chile, sostuvo que del consorcio entre el cerebro delirante de Vicente Benavides, “uno de esos desconformados mentales que las revoluciones movilizan” (1983, XIV, 221), y la irrefrenable tendencia del pueblo mapuche al pillaje y al aventurerismo se había alimentado la guerra del sur. “La cabeza de Benavides –afirma- había transformado en el nervio de una guerra organizada, los instintos de correrías y de pillaje que dormitaban en el fondo del alma criolla del pueblo mapuche” (Id., 226). El “nervio” de la contienda no estaba en idearios y lealtades políticas sino en los instintos atávicos y oscuros del alma araucana. La historiografía del siglo XX en buena medida se dedicó a retocar las líneas del retrato que trazara la del XIX. J. Eyzaguirre, en su propia Historia de Chile, y F. Campos Harriet, en Los Defensores del Rey, dedican breves y duros juicios a la “barbarie” indígena cuyo único designio eran el botín y el crimen. Ferrando, en su Así Nació la Frontera, lleva al extremo esta visión denigradora. Pero hay matices. Mario Góngora vio en las guerrillas y fuerzas irregulares que invadieron la Frontera entre 1817 y 1832 una profundización del “fuerte bandolerismo” que agobió a Concepción desde el siglo precedente (Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile,1980, 382). No obstante, a la postre todos -patriotas e indígenas incluidos- participan de una “guerra bandolerizada” (Id. 383). “Ejército de línea, indios amigos, milicias y montoneras observan (...) las

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mismas reglas de la guerra del pillaje” (Id.). La diferencia con los raseros del XIX es que nadie era inocente en la frontera. Cualquiera se aplicaba a las expediciones rapiña. Los fines políticos se han diluido y los contenidos ideológicos degradado. De cualquier forma, la historiografía tradicional hizo del individuo extraordinario la clave explicativa de la guerra. Esta, en definitiva ocurrió porque el cerebro desequilibrado de Benavides lo quiso así. Para García Reyes (Introducción a la obra de D. Barros Arana, Vicente Benavides y las Últimas Campañas de la Guerra de Independencia en el Sur, 1850: I) la amenaza real para la república de 1819 no fueron las masas monarquistas del sur sino el “puñal sangriento de un bandido” que podía llegar a “extinguir su corta pero brillante existencia”. Barros Arana creía que esa guerra aniquiladora había sido impulsada por el fanatismo realista de Benavides, su marcado deseo de gloria y, especialmente, por el inextinguible resentimiento que le provocara la violación de su esposa –Teresa Ferrer- cometida por un oficial patriota. Miguel L. Amunátegui sugiere que la causa no era el estupro sino los celos enfermizos que levantaron en el guerrillero los galanteos que dicho oficial hizo en Concepción a la Ferrer. Tomás Guevara, en esta línea subjetivista, hizo de Benavides –ese “desgenerado mental superior”, “perverso moral” y “embustero congénito, como lo llama- la ´”figura céntrica de ese drama” (la guerra de montoneras) y el personaje vital que “encarnó la resistencia española en los campos históricos de la Araucanía” (1911, 265 y 274; destacado nuestro) La guerra desatada en la frontera (el “drama”) no era más que una emanación, una suerte de corporización de un cerebro enfermo. Esta línea interpretativa anclada en la incidencia avasallante de la personalidad anormal en los procesos históricos, alcanza su maduración (y uno de sus hitos más extravagantes) en el sicologismo de Francisco Antonio Encina, para quien la Guerra a Muerte, a la postre, es un desvarío no sólo de la mente delirante de Benavides sino de las facultades cerebrales decadentes del propio San Martín, que convirtió al guerrillero chileno en símbolo e instrumento de su deseo sadista (inconsciente) de ejercer una venganza colectiva contra el pueblo chileno al que odiaba profundamente (Ed. 1983, XIV, 210 y ss. ).. Uno de estos disensos –probablemente el más valioso- ha sido formulado por José Bengoa, en su Historia del Pueblo Mapuche, intuye en la posición asumida por los principales linajes mapuches en pro o contra la Independencia estrategias calculadas de resistencia o de incorporación negociada a la sociedad criolla. Costinos y arribanos la resistían porque la caída de la monarquía, que había garantizado la soberanía mapuche –consagrada en los tratados coloniales- habría paso a un tipo de estado que, al desconocer la legitimidad jurídica y política de la monarquía absoluta, inevitablemente debía hacerlo también con los estatutos territoriales privilegiados establecidos para el etno mapuche, como los reconocidos desde el parlamento de Quillín (1641) en adelante. Los abajinos, por contraste, postulaban una estrategia de integración ventajosa a la sociedad nacional, sin menoscabo del rango y poderío que ya ostentaban en la sociedad mapuche mapuche. Una alianza con el estado chileno les permitiría afianzar el liderazgo “nagche” de la sociedad mapuche, potenciar el prestigio y la riqueza de sus linajes principales e incrementar su capacidad bélica disuasiva vinculándose a su brazo armado, el ejército fronterizo (1987, 74-78). Esta línea de actuación estaría dictada por un sentido de “realpolitik”. “Percibían con claridad que tarde o temprano deberían unirse al país del Norte”, y buscaban hacerlo con el mayor provecho alcanzable (Id., 80). Sin embargo, reconoce Bengoa, no es fácil atinar con las causas que llevaron a los caciques abajinos a sumarse al partido independentista. Acaso, se pregunta, sería que en este sector indígena “se venía dando un proceso más pronunciado de desestructuración social y, por tanto, (de) mayor apertura al cambio cultural, a la transformación social y a la receptividad a las nuevas ideas” (Id., 79). El problema es probar documentalmente este supuesto. Alternativamente, Jorge Pinto en Modernización, inmigración y mundo indígena. Chile y la Araucanía en el siglo XIX, advierte en las luchas entabladas en la frontera entre 1810 y 1830 una resistencia general desatada por la sociedad regional penquista, incluidos importantes contingentes mapuches, al proyecto emancipador. El alto nivel de integración que, a su juicio, este espacio había logrado durante la dominación ibera, la complementariedad producida entre las redes productivas y comerciales indígenas y aquello que denomina redes capitalistas criollas, y la firme articulación de la región con el resto de la economía colonial habría consolidado una serie de intereses que ninguno de quienes participaban de ellos quería poner en riesgo ante un plan independentista cuyo trasfondo era

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incierto (Pinto, 1998, 30). Cualquier cambio era mirado como una amenaza por los sectores sociales y económicos, fueran indígenas o hispanos, constituidos en la antigua frontera austral (Id.). La propia “Guerra a Muerte” puede entenderse como una resistencia regional gatillada por la preservación de este orden de intereses locales, supuestamente amenazados por la Revolución (Id.). No obstante, en nuestra visión, tal planteamiento sirve al intento de comprender las razones que movieron al conjunto –mayoritario, sin duda- de la sociedad penquista, a pronunciarse por la defensa de la monarquía (incluida una parte considerable de los indígenas territoriales) pero deja sin explicar por qué hubo significativos segmentos aborígenes que se sublevaron contra el rey y se apartaron de la defensa corporativa del statu quo ¿ Acaso no se encontraban integrados a ese conjunto local de intereses amenazados por la emancipación o se hallaban francamente excluidos de ellos ¿ Pinto deja este interrogante sin contestar pese a verificar la activa actuación de agrupaciones mapuches proclives a la patria (Id., 31 y ss.). Empero, es indudable que si tales grupos de interés existían y se hallaban coaligados en la antigua provincia de Concepción para sostener la causa real, no representaban a la totalidad de los sectores regionales. Por lo menos, a los “indios de la patria”, que desertaban de esa tácita alianza para sumarse justamente a quienes amenazaban el sistema de arreglos y conveniencias heredado de la colonia.

La relevancia del Proyecto se deja ver en que, casi al borde del Bicentenario de la Independencia, pese a la ingente cantidad de obras concernientes al proceso independentista editadas en los últimos 199 años raras son las que se han preguntado sí a más de perseguir aviesos propósitos de pillaje o saciar apasionadas vendetas tribales (tales son las causas o motivaciones que se suelen señalar) las entidades mapuches que se involucraron en la guerra civil republicano-realista de los decenios de 1810 y 20, por razones de mayor envergadura, que pudieran ser accesibles a la lógica investigativa. La historiografía tradicional –vale decir aquella que se adscribe a la prestigiosa corriente de la historia ad narrandum o historia narrativa instaurada en Chile por Claudio Gay, la misma escuela que fuera defendida teóricamente por A. Bello contra el enfoque ad probandum intentado por Lastarria y llevada a su excelencia por Diego Barros Arana, no profundizó en aquella dirección. Dominada por la primacía de la erudición y la exposición lineal o cronológica centrada en el acontecimiento (principalmente en el político, diplomático y militar) reparó ante todo en el tema de la violencia étnica ejercida sobre la sociedad criolla, particularmente durante la “Guerra a Muerte” Tanto en su vertiente liberal (Barros Arana, Vicuña Mackenna, Miguel, Gregorio y Domingo Amunátegui, Guevara, Medina, Feliu-Cruz, Donoso, Heise) como en su veta más conservadora y prohispánica (Sotomayor Valdés, Encina, Eyzaguirre, Campos Harriet, Vial) la posición asumida por la tradición narrativa no ha sido otra la que de reiterar en los temas del pillaje, amor por la depredación y las venganzas de sangre entre cabecillas y facciones como causas eficientes del accionar aborigen, entre preferido la mera constatación superficial de la actuación de una respetable facción mapuche que luchó denodadamente por la emancipación ante y durante la “Guerra a Muerte” (1819-1824). Lo asombroso es que aquellas corrientes que se inscriben en una línea historiográfica innovadora o crítica (Góngora, Collier, Martínez Neira, Vitale, Casanova, Segal, o Jobet) respecto a la historia historizante, tan cuestionada por la Escuela de los Annales, siguiendo la dichosa expresión hayan insisitido en aludir a las mismas causales apuntadas por los historiógrafos del XIX, o, lisa y llanamente, hayan omitido completamente el tratamiento del asunto al ocuparse de realidades como la cuestión fronteriza mapuche-criolla, la coyuntura de la independencia o las relaciones políticas del estado nación chileno y la sociedad indígena austral. La ciencia histórica chilena, afianzada en una óptica que se pliega a los criterios fijados por la historiografía decimonónica ha observado y enjuiciado la cuestión relativa al compromiso indígena con la gesta separatista a través de un prisma

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teñido de etnocentrismo criollo y que hacía gravitar el análisis reconstructivo en factores y determinantes externas al etno mapuche (v.gr., la propaganda realista, las manipulaciones de Vicente Benavides, los incentivos de la guerra de bandidaje desatada por las montoneras campesinas de la Frontera, etc.). El visor historiográfico ha estado, de esta suerte, largamente dirigido a detectar las causalidades exoétnicas de la “Guerra a Muerte” y de los levantamientos antirepublicanos de las reducciones mapuches desde 1813 en adelante. En ese campo visual, los delirios mentales de Benavides, la estrategia de guerra adoptada por el coronel realista Francisco Pico o la eficacia montonera de clanes criollos como los Pincheira, resultaban más definitorios que las posiciones asumidas por el liderazgo nativo de la Araucanía o la red de intereses y expectativas intestinas que movían a los grupos corporados y alianzas zonales mapuches a sumarse a las fuerzas monarquistas o a las de la Patria. La mirada de la historia académica ha estado invariablemente dirigida al contorno y no a los ejes particulares que definían la cultura política de las comunidades aborígenes de ultra-Biobío al momento de producirse el movimiento separatista chileno. Curiosamente, el núcleo de referencia utilizado para explicar el comportamiento del sujeto indígena durante el proceso independentista no ha sido este mismo sino su contraparte etnológica: criollos y mestizos ajenos a los límites del mundo indígena. Las peculiaridades de un sujeto antropológico ha proporcionado, paradójicamente, la base para explicar a otro. Así, las razones para entender las motivaciones mapuches no se han hallado en la antropología política prevaleciente al interior de las fronteras de los llamados “Arauco Patriota” o “Arauco Realista” sino en su periferia étnica. Dicho lo anterior, queda en claro que nuestro enfoque es radicalmente distinta. Descansamos en el principio de observar el desarrollo del problema descrito a partir del sujeto indígena implicado, atendiendo a sus motivaciones endógenas. Vale decir, sin descartar el influjo que sobre las parcialidades mapuches que se comprometen en la crisis de la Emancipación pudieron tener las manipulaciones y estímulos que ejercen las estrategias adoptadas por los bandos criollo y peninsular, le damos privilegio a los objetivos propios y autónomos que las fuerzas nativas tuvieron para integrarse a dicho proceso. La hipótesis se hace cargo de esto. Ella plantea que en algunos segmentos de la sociedad nativa subsistía hacia 1810 un creciente nivel de descontento e insatisfacción con los beneficios y cuotas de poder y prestigio recibidos en el contexto de las relaciones fronterizas que la administración borbónica desarrolló en Araucanía entre fines del siglo XVIII y principios del XIX. Insatisfacción astutamente manipulada por el bando criollo, lo que condujo a una parte importante de las agrupaciones indígenas australes a comprometerse con la causa separatista y combatir al lado de los republicanos. Por la inversa, los sectores étnicos que para entonces habían conseguido cotas relevantes de poder, influencia y ventajas materiales gracias a su más completa integración al “orden de frontera” montado por la administración ibera, sistema que ayudaba a garantizar la paz étnica y social en Araucanía, tomaron posición a favor de la conservación del régimen monárquico, amenazado de desintegración. Con otras palabras, entendemos que en 1810 en los territorios indígenas meridionales a la línea del Biobió, se agitaban y enfrentaban diversos grupos de interés que el régimen colonial no había conseguido conciliar del todo, y a los cuales la coyuntura de independencia ayudó a radicalizar. A inicios de 1800, Araucanía se encontraba seccionada en cuatro grandes butalmapus (o vutamapus) o “tierras grandes” como suele llamar la documentación colonial a las cuatro grandes divisiones territoriales que caracterizaban a ese territorio aborigen; a saber: butalmapu costero (lafquenmapu), abajino (situado en los faldeos orientales de la cordillera de Nahuelbuta), arribano (establecido en la franja precordillerana) y pehuenche (cordillera andina). Abajinos y arribanos en realidad formaban parte de una realidad geográfica común, los llanos o lelfunmapu, es decir, el valle central situado entre las cadenas montañosas de Nahuelbuta y los Andes. Con todo, los primeros, conocidos como nagches, dominaban en la sección occidental del valle intermedio, en tanto los segundos, llamados comúnmente huenteches, lo hacían en la parte oriental de los llanos. Debe aclararse que los butalmapus constituían largas franjas territoriales extendidas longitudinalmente, cada una de las cuales aglutinaba a una diversidad de rehues y aillarehues que se conceptuaban aliados entre sí e integrantes de unidades espaciales distintas. En los hechos, cada butalmapu representaba una

Page 7: Los Mapuches en La Independencia de Chile

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macroalianza tribal autónoma y, en ocasiones, se señalaba como adversaria de alguna de las restantes. Desde luego, los conflictos sostenidos entre una y otra gran alianza pantribal, llevaba a que, también, se produjeran alianzas transversales entre algunos de los butalmapus para contener o combatir la expansión o hegemonía de algún otro. A la época de la Independencia, los butalmpaus costeros y arribano aparecían como los más entusiastas y firmes aliados de la administración española, en contraposición al abajino, cuyo apoyo a la misma no sólo era más frío sino que llegaba, en ciertos sectores de esta alianza, a francas muestras de hostilidad a la causa monárquica. En el butalmapu pehuenche, las posiciones fueron variadas. Esta osciló desde la adhesión permanente al rey hasta la rebelión frente a sus representantes locales, sin que faltaran agrupaciones que se declararan, con gran sentido de la oportunidad, neutrales, en medio de un conflicto de “huincas”. En ciertos episodios, puso verse a sectores pehuenches sumarse decididamente a las fuerzas realistas durante una campaña específica, para, en la siguiente, aliarse con el ejército republicano que combatía a las montoneras que proliferaron en el sur al desatarse la Guerra a Muerte (1819-1825). A la larga, los mayores aliados del bando republicano fueron los abajinos, algunas parcialidades de la parte meridional del valle central cercanas al río Cautín y ciertos núcleos pehuenches, principalmente los del llaima. El que arribanos y costinos apoyaran firmemente a la monarquía parece comprensible. Sus caciques principales tenían trato privilegiado con la planta civil y militar de la administración borbónica regional, así como fuertes relaciones con el clero realista. Muchos eran caciques gobernadores, un puesto relevante en términos de liderazgo y preeminencia social creado expresamente por la jefatura colonial, en tanto sus comunidades se beneficiaban con artículos y donaciones suministrados por el poder civil y eclesiástico monárquico. Incluso había segmentos, pequeños pero destacados, que militaban con sueldo y reconocimientos en el ejército del rey. La situación no parecía ser la misma en el butalmapu abajino. Si bien los caciques-gobernadores de Angol siempre merecieron un trato deferente por parte de las autoridades españolas y gozaron de prebendas, entre los cacicazgos ubicados más al sur de Nahuelbuta la adhesiones al realismo se diluían marcadamente. Varios linajes relevantes (Coñoepán, Colipi, Melín,etc) no sólo fueron muy poco permeables al discurso promonarquistas sino que rápidamente se declararon contra quienes lo sostenían al interior de la sociedad mapuche. Los historiadores decimonónicos dieron a entender que sus principales cabezas se hicieron patriotas como respuesta al hecho que jefes arribanos, con los cuales competían y se odiaban, se declararan realistas. Con todo, ninguno de ellos se preguntó la ganancia que buscaban al abrazar la causa contraria. Precisamente, los patriotas le ofrecían al liderazgo abajino aquello que costinos y arribanos habían ganado crecientemente en los años finales del orden colonial: nombramientos prestigiosos, cargos, sueldos y grados militares en el ejército, apoyo armado a su propio poder personal, ventajas pecuniarias, trato preferente a sus linajes. La apuesta parece haber consistido en que, producida la victoria, en la “nueva frontera” surgida de la Independencia, jefaturas, estatus elevados y captación importantes de los bienes y servicios que el estado solía suministrar gratuitamente a los linajes y liderazgos leales, serían detentado preferentemente por los aliados indígenas de la causa separatista. Por consiguiente, la pregunta debería ser no sólo qué y cuánto ganaban quienes en el mundo abajino, llanista y pehuenche secundaban a los republicanos sino qué y cuánto perdía sus enemigos de los butalmapus arribano y costino. No era por tanto una cuestión de odiosidades como ha pensado preferentemente la historiografía clásica sino de altos intereses. En ese sentido, las elites y linajes mapuches no pensaban tan diferentemente de los grupos de interés realista y criollo que velaban por la conservación o reformulación de sus propias posiciones de poder político y económico. Finalmente, estimamos que institucionalmente el Proyecto reevalúa la figura y la obra del Libertador O´Higgins, muy poco conocida en este aspecto de su alianza con los mapuches del sur.