Los Novios (H. Conti)

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  • 8/18/2019 Los Novios (H. Conti)

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    Los Novios

    Haroldo Conti

    El tío Hipólito llegó a las cinco, como siempre.

    Todavía hacía un poco de calor pero oscurecía más temprano. Además la luz era

    distinta, como si todas las cosas, aun las sombras, fuesen de la misma sustancia.

    aría tra!o los sillones de mimbre " los arrimó a la pared. Hipólito la saludó con

    un gesto distraído mientras se hurgaba en los bolsillos.

    Hacía tiempo #ue estaban por asfaltar a#uella calle. El E$preso del %este se tenía

    #ue desviar una punta de cuadras precisamente por a#uella calle. &ero pensándolo bien,

    ahora, con esa luz, era preferible #ue #uedara así.

    Hipólito e$tra!o un caramelo con forma de bastoncito, se inclinó sobre la cabecita

    morena #ue aguardaba en silencio " preguntó' ()*u+ dice mi mueca-(. uego se sentó en

    el sillón al lado del zaguán " encendió un Caburito.

    /el otro lado de la calle los árboles parecían haber enve!ecido. Estaban cubiertos

    de polvo " de una luz melancólica. Hipólito los había contado alguna vez " hasta había

    comenzado a ponerles nombres por#ue se parecían a las personas. A veces estaban tristes,

    a veces estaban alegres. Cambiaban de ropa!e, cambiaban de humor, " un día morían

    como el plátano de la es#uina #ue la primavera anterior no había florecido.

    a seorita Adela apareció en la puerta e Hipólito se levantó de un salto, con el

    Caburito en la mano.

     0)*u+ tal- )Cómo está usted-

     0e!or 0di!o la seorita Adela con una voz algo frágil pero alegre.

    ientras se sentaban +l pensó por #u+ habría dicho (me!or( " no simplemente

    (bien(, pero se alegró de todas maneras.

    /espu+s hablaron del tiempo.

     0&arecen las seis, )se ha fi!ado usted-

     01í, es verdad.

     01in embargo apenas son las cinco.

     0Acabo de verlo. as cinco.

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    1eguramente lo había visto en a#uel notable relo! embutido en el campanario de

    un cuadro de la Chiesa di 1. agno a egnano, en el comedor. El vie!o era de egnano, en

    la onibardía, seg2n se lo había oído mil veces.

    &ara ser e$actos eran las cinco " cuarto, pero hablando así del tiempo no debíantomarse en cuenta los cuartos " apenas las medias.

    A Hipólito le gustaba hablar del tiempo, lo mismo #ue a su padre. En realidad, era

    todo lo #ue recordaba del vie!o. Ahí estaba en su recuerdo hablando las horas enteras en el

    Círculo 3taliano o en el bar Alsina. a verdad #ue era un tema inmenso. 1e recordaban

    cosas, se auguraban cosas " uno se volvía cosa " tiempo tambi+n.

    4olvió a encender el Caburito #ue se había apagado.

    1eg2n Hipólito, a#uel otoo más #ue el recuerdo del verano, como sucedía casi

    siempre, resultaba un verdadero anticipo del invierno. 5o había sucedido como otros

    aos, ese lento despliegue de signos " anuncios, sino #ue, de un día para otro, la luz se

    había empaado " el cielo parecía increíblemente le!ano.

    A propósito del tiempo se habló luego de las flores de marzo.

    a seorita Adela se volvió un poco de costado, cruzó las manos, a#uellas largas

    manos #ue se movían como mariposas de cera, " mencionó las cal+ndulas " las

    siemprevivas.

    Hipólito, por su parte, habló con cierta erudición de las azucenas blancas " por

    supuesto de la violeta, #ue es emblema de la modestia. 6a!o vidrio' tulipanes, espuela de

    caballero " ciclamen.

     0Tambi+n el ciclamen.

     0El ciclamen, eso es. i madre decía ciclamino.

     0 )Ciclamino- 7*u+ gracioso8 Es la primera vez #ue lo oigo.

     0Ciclamen o ciclamino 0di!o Hipólito distraídamente.

    &asó un grupo de muchachos con hondas " tramperas para gorriones. Trotaban

    por el medio de la calle en dirección de la usina.

    uego pasó la seora Amelia con el tul " el rosario en las manos. A veces se detenía

    a hablar de enfermedades o de la fiesta de 1an 3sidro. &ero esta vez pasó " saludó

    simplemente.

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    Todavía estaban hablando del tiempo cuando apareció el camión de riego en la

    punta de la calle. Hipólito se removió en el sillón " miró la hora. &areció #ue iba a decir

    algo divertido como lo del ciclamino, pero no di!o nada.

    Era un camión ro!o con un águila de bronce en la tapa del radiador. Hipólito sesentía bien sólo con verlo. &rimero echaba el chorro hacia un lado " despu+s hacia el otro

    " reci+n un par de metros más allá echaba dos chorros a la vez, uno para cada lado.

    El camión aparecía en la punta de la calle cuando la luz trazaba una especie de

    visera sobre la vereda de los plátanos " se detenía un rato como para tomar aliento. uego

    comenzaba a andar a los tumbos, igual #ue el vie!o 5ardi. Tal vez ahí estaba lo gracioso.

    Cuando pasó frente a ellos detuvo el chorro de la iz#uierda " una mano salió "

    entró por la ventanilla. Entonces la pe#uea echó a correr !unto al camión " las voces "

    los ruidos se ale!aron hacia el otro e$tremo de la calle como si a#uellos blandos chorros de

    agua fueran borrando la tarde.

     0Está refrescando, )lo nota usted-

     01í 0di!o la seorita Adela0, pero todavía #ueda buen tiempo.

     05o s+ esta vez 0di!o +l.

    9 trató de pensar en el otoo anterior, aun#ue no estaba seguro de #ue fuese el

    anterior sino un otoo cual#uiera.

    Algunas tardes despu+s Hipólito habló de la casa. 5o era un tema nuevo pero

    siempre #ue hablaba de la casa la seorita Adela parecía más animada.

    as copas de los árboles ardían en silencio pero la luz en la calle de tierra era cada

    vez más d+bil, un polvillo de miel.

    Hipólito describió en primer lugar el pe#ueo !ardín frente a la casa con los dos

    pinos como dos centinelas. a seorita Adela encontraba algo e$trao #ue hubiese

     !ustamente dos pinos en un !ardín tan pe#ueo pero con el tiempo le pareció una seal de

    distinción. 5ada de canteros retorcidos, ni calas, ni plantas min2sculas #ue daban una

    impresión de desalio " ve!ez. /espu+s venía la puerta, #ue para la seorita se abría " se

    cerraba por sí misma en silencio, " el pasillo de luz penumbrosa " al fondo la cocina.

    Hipólito se demoraba siempre en la cocina. Cada vez había un detalle nuevo #ue no

    había mencionado o #ue, por lo menos, había olvidado. os dormitorios estaban al

    costado del pasillo " el hall a la entrada, naturalmente, sólo #ue Hipólito lo mencionaba

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    en 2ltimo t+rmino, despu+s #ue había pasado el camión de riego, tal vez para #ue #uedara

    la impresión de #ue reci+n entraban en la casa " no de #ue estaban a punto de salir.

     05o será una casa notable 0resumía invariablemente0 pero creo #ue es una

    casa adecuada. 9 la seorita Adela asentía con los o!os entornados, aun antes de #uecomenzara la frase.Esta vez di!o además, despu+s de un silencio'

     0e gustaría #ue la viese usted... alguna tarde de estas, por e!emplo.

     07%h, sí8 0e$clamó la seorita con un trino.

    9 se volvió " miró al tío Hipólito #ue se había erguido en el asiento " soplaba la

    punta del Caburito.

    :ueron pues una tarde a ver la casa.

    Hipólito vino más temprano, aun#ue parecían las cinco por lo menos, " esperó en

    la vereda como de costumbre. Esta vez, en lugar de los caramelos, tra!o un cartucho de

    pororó " una manzanita acaramelada. Era la +poca.

    a seorita Adela apareció por fin en la puerta con una sombrilla en la mano

    aun#ue "a no era el tiempo de las sombrillas, es decir, el dulce " #uerido verano, cuando

    las cinco de la tarde son efectivamente las cinco.

    a casa #uedaba del otro lado del pueblo, despu+s del molino. /e manera #ue

    tuvieron #ue atravesar el pueblo en a#uella luz polvorienta del otoo. a seorita Adela

    marchaba del otro lado de la pared, blanca " leve como una paloma, " parecía más

    divertida #ue nunca. Hipólito, en cambio, marchaba digno " compuesto como un notario

    o algo por el estilo. ;n verdadero tío.

    El gallego Correa los saludó desde el mostrador de la tienda El ercurio " el seor

    :errer, con el invariable cigarro en la boca " el chaleco abierto, desde la puerta de El

    3mparcial. Cada uno en su calle " en su puesto parecía distinto, opinó la seorita Adela.

    Hipólito, aun#ue no estaba mu" seguro, asintió con la cabeza.

    En la es#uina de El 4encedor, bebidas " comestibles, tendió una mano a la

    seorita para a"udarla a saltar desde la acera de ladrillos h2medos " despare!os por#ue

    era mu" alta. /on ítalo estaba en la puerta del almac+n con el lápiz montado sobre la

    ore!a.

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    9 había otros vecinos sentados en los sillones de mimbre o en las sillas de pa!a.

    &arecían todos contentos pero e$traamente #uietos con sus sonrisas en esa hora inmóvil

    de la tarde.

     074amos8 /ecídase usted 0di!o Hipólito con cautelosa !ovialidad. 07*u+ gracioso8 0trinó la seorita.

    9 avanzó un pie " saltó.

    /esde allí se veían las primeras #uintas, el campo pelado " amarillo " al fondo el

    cielo de un celeste mu" pálido. A la derecha, el molino, blanco como un hueso, " a la

    iz#uierda, el camino de cemento.

    a seorita Adela reconoció la casa por los pinos. Era como ella la había

    imaginado. 5o e$actamente como Hipólito había dicho, por#ue con lo #ue di!o se podían

    imaginar muchas casas con pinos " todo.

    Atravesaron el !ardín entre a#uellos árboles oscuros " mientras Hipólito buscaba la

    llave reconoció cada cosa. El tronco firme " ceniciento de los pinos, las copas negras como

    surtidores de sombras, la cerca de madera ", a trav+s de la cerca, la vereda de ladrillos.

    Hipólito di!o a sus espaldas #ue a#uí no era lo mismo por#ue no pasaba el camión

    de riego, ni la seora Amelia, ni enfrente estaban los plátanos erguidos como personas.

    &ero #ue de todas maneras sería lindo sacar afuera los sillones de mimbre " contemplar el

    campo pelado #ue mudaba de color como el mar, aun#ue nunca había visto el mar, " el

    camino de cemento " los grandes camiones #ue iban " venían cargados de ladrillos.

    *uedaron un rato inmóviles mirando todo a#uello " luego entraron.

    :lotaba en la casa una luz pega!osa " la voz de la seorita Adela parecía sonar en

    todos los cuartos a la vez. Hipólito caminaba detrás " decía cosas oportunas un poco

    inclinado hacia adelante con el sombrero de fieltro en la mano.

    En la cocina encontraron todo lo #ue había dicho " además una clarabo"a de vidrio

    armado " una gran mesa de pino. Al fondo había una huertita " la vie!a parra de uva

    chinche #ue Hipólito había ponderado largamente. os dormitorios eran recatados "

    simples " donde más se notaba el silencio, de manera #ue se !ustificaba #ue resultasen

    imprecisos. El hall, en cambio, parecía lleno de gente, aun#ue estuviera vacío, " uno

    pensaba en los amigos " en los días felices. A trav+s de la ventana se veía un pino " una

    parte de la cerca " el camino de cemento largo " preciso #ue se !untaba a lo le!os con el

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    cielo. En fin, una casa adecuada, como decía el tío Hipólito. 9 posiblemente notable

    despu+s de un tiempo.

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    a luz de los cirios era una luz amarilla como la del otoo " la lámpara de soldar

    zumbaba como el camión de riego.

    Ahora veía el rostro de la seorita Adela a trav+s de un óvalo de vidrio un poco

    empaado. &arecía realmente de cera " tenía a#uel gesto en los labios la vez #ue hablarondel ciclamen o ciclamino.

    a calle nunca había estado tan animada. /e este lado las mu!eres, negras "

    llorosas contra la pared de ladrillo. aría " la cabecita morena en el rincón de los sillones.

    a seora Amelia con el rosario al frente. En el medio la negra hilera de coches con los

    caballos erguidos " brillantes. /el otro lado los vecinos " los curiosos, los chicos de los

    gorriones " por supuesto los plátanos. Hubo un instante de inmovilidad " luego el corte!o

    se puso en marcha con un lento girar de ruedas. Hipólito iba en el segundo coche con otros

    tres seores #ue en cada cuadra recordaban un nombre o reconocían una casa. Cuando

    pasaban frente a El 4encedor el seor de la derecha preguntó por el vie!o 5ardi. Hipólito

    habló del vie!o 5ardi mientras pensaba en otra cosa a propósito de a#uella es#uina.

    Apareció el molino " hablaron del vie!o molino. /espu+s trotaron sobre la ruta de

    cemento " se cruzaron con los camiones mientras a lo le!os giraban lentamente los dos

    pinos con la casa en el medio.El seor de la iz#uierda preguntó a dónde iba ese camino. (A

    3rala(, di!o Hipólito, aun#ue no estaba seguro si era a 3rala o a 3n+s 3ndart o a cual#uier

    otra parte por#ue !amás había pasado del cementerio.

    A la iz#uierda aparecieron los primeros hornos de ladrillo. El humo trepaba

    derechamente hacia lo alto, seal de buen tiempo.

    Tambi+n por la iz#uierda, detrás de las columnas de humo, apareció por fin el largo

    murallón del cementerio " entonces los hombres callaron.

    os parientes se marcharon esa misma tarde. 1e despedían de Hipólito como si +ste

    no debiera marcharse tambi+n. Todos decían cosas amables pero imprecisas antes de

    partir.

    a seora Amelia a"udó a acomodar las sillas " se fue a la hora de las campanas.

    Entonces el tío Hipólito salió a la puerta " se #uedó un rato mirando los plátanos. a calle

    estaba otra vez en silencio.

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    Ahora oscurecía a las seis " media " el verano parecía más le!os #ue nunca. En

    realidad, parecía #ue nunca hubiese e$istido el verano.