Los Ojos de La Muerte

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  • Los

    Ojos

    De

    La

    Muerte

    CRISTINA ARGIBAY OUJO

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

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    Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

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    Los ojos de la muerte

    Primera edicin: 2014

    2014 Texto: Cristina Argibay Oujo

    cristina-ao.blogspot.com.es

    No est permitida la distribucin, transformacin o reproduccin total o parcial de

    cualquier parte de la obra, ni su transmisin de ninguna forma o medio ya sea

    electrnico, mecnico, fotocopia u otros, sin contar con la autorizacin de la autora.

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    ndice

    I ................................................................................................................................................ 5

    II ............................................................................................................................................... 9

    III ............................................................................................................................................ 13

    IV ............................................................................................................................................ 16

    V ............................................................................................................................................. 19

    VI ............................................................................................................................................ 21

    VII ........................................................................................................................................... 24

    VIII .......................................................................................................................................... 27

    IX ............................................................................................................................................ 29

    X ............................................................................................................................................. 32

    XI ............................................................................................................................................ 34

    XII ........................................................................................................................................... 38

    XIII .......................................................................................................................................... 40

    XIV .......................................................................................................................................... 43

    XV ........................................................................................................................................... 47

    XVI .......................................................................................................................................... 50

    XVII ......................................................................................................................................... 53

    XVIII ........................................................................................................................................ 56

    XIX .......................................................................................................................................... 59

    XX ........................................................................................................................................... 63

    XXI .......................................................................................................................................... 67

    XXII ......................................................................................................................................... 70

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    Para todos aquellos que sienten el arte con cada fibra de su piel.

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    I

    Pas por delante de una tienda de cuadros de pintura y apret los ojos, empu las

    manos y anduve a ciegas con un temor irracional a mirarlas.

    La primera vez que vi una pintura fue de un hombre que se haca llamar Chronos, la

    cual me pareci levemente espeluznante, rodeando el surrealismo con expresiones

    sacadas de las ms terrorficas pesadillas y ocultando el rostro de forma tanto natural

    como hermosa. Era la pintura de aquel nio sin brazos, pero que una mano sala desde

    su nico ojo izquierdo cubrindole parte de la cara, como si tuviera vergenza o como

    si el mirar tambin fuera tocar. Su otro ojo pareca un agujero negro sin final que

    pareca gritar mi nombre buscando ayuda. El resto del cuerpo del nio era ms irreal

    que su rostro; estaba sentado con las piernas hacia atrs, obviamente dislocadas de su

    sitio y cada vez que me sentaba y lo analizaba recorra en mi cuerpo una sensacin

    nueva y casi adictiva.

    Slo tena nueve aos cuando la descubr y mi padre me pidi que por favor dejara de

    mirar la dicha pintura, al no escucharlo, una noche la sac y no la volv a ver. Me

    prohibi terminantemente leer, estudiar o mirar cualquier cosa que guardara aunque sea

    una mnima relacin con el arte. Me llev a psiclogos durante varios aos en que mi

    mente pareca inyectada con un virus mortal que me obligaba a representar aquella

    pintura en dibujos. A los quince aos logr la perfeccin en la pared de mi habitacin y

    el ojo real del nio me observaba profundamente mientras dorma. Mi padre descubri

    el dibujo y, aterrado con lo que sus ojos vean, tuvo un ataque al corazn que casi le

    cuesta la vida. Aquello podra resumir el miedo tonto que me era complicado de

    explicar a mis amigos, pero que saban que exista y se burlaban creando hiptesis para

    ello.

    No vea desde haca diez aos a pap y pedaleaba en mi bicicleta exactamente en

    direccin a su casa. Me baj del autobs y pens en alquilar un coche, pero deseaba

    meditar y las bicicletas siempre me regalaron aquella sensacin de humanidad en la que

    el viento chocando con tu cara y los pies trabajando afanosamente por llevar tu cuerpo

    hacia algn lado me hacan sentir una sensacin positiva y me sumergan en buenas

    sensaciones.

    Mi excusa para golpear la puerta de pap despus de que me abandonara con mam a

    mis recin cumplidos quince aos y me prohibiera cualquier comunicacin, era precisa,

    decente y totalmente verdadera. Me repeta aquello en voz alta, mientras pedaleaba

    mecnicamente hacia la plaza donde jugaba cuando era un nio. Amarr la bicicleta a

    un rbol y empec a caminar, el viaje en dos ruedas no me bastaba, ahora s estaba

    usando los pies y poda tener un contacto con el real pavimento, sentir el viento correr

    entre mis dedos y tambin la lentitud natural humana. El seor del quiosco era el mismo

  • Los ojos de la muerte

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    desde que tena doce aos y me mir sin reconocerme por un par de minutos, en que

    camin rpido y asustado, por sus cejas negras y sus ojos escondidos entre arrugas.

    La casa se vea extraa, era una especie de clnica particular veterinaria y tena dos

    pisos ms montados, se haba comprado el terreno del vecino y la reja estaba protegida

    con electricidad. El barrio se haba vuelto peligroso y mi padre rico. Llam dos o tres

    veces al timbre y una nia de siete aos me sonri desde la ventana para despus

    esconderse avergonzada cuando le respond el saludo. Una mujer de cabellos teidos de

    intenso color rojo y de pelo corto sali desde la casa y me observ con cierto toque de

    desprecio que no poda ocultar.

    No atendemos despus de las seis su voz era algo gangosa o resfriada.

    Ven maana.

    No traigo animales sonre y ella me examin para saber si estaba diciendo

    la verdad. En realidad vengo a hablar con el doctor Teovaldo Mora un

    asunto personal.

    Cul es tu nombre?

    Edgar Edgar Mora.

    Los ojos de ella casi salieron de sus cuencas. Me abri la reja, me dio un fro saludo y

    me llev hacia la oficina de mi padre al interior de la clnica. La puerta estaba cerrada y

    ella nerviosa.

    No se preocupe, yo me encargo desde aqu le dije con amabilidad y ella

    ms tranquila logr sentir cierta simpata por m.

    Toqu la puerta de la oficina y nadie respondi. Abr la puerta y lo primero en

    encontrarme fue una especie de antepasado de pap, de cabello completamente blanco,

    arrugas y unas gafas redondas con pasta de metal de un color grisceo o gastado. l

    tambin se sorprendi y nos quedamos as, reconocindonos como dos viejos amigos de

    brisca. Al final volvi sus ojos a los documentos.

    Entra y cierra la puerta. Sintate.

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    Obedec cada instruccin y una vez sentado mis manos empezaron a sudar mientras

    repeta cada idea en mi cabeza pensndola una y otra vez. Tena un temor irracional a

    hablarle de cualquier tema que trajera otros temas del pasado. Tema del pasado y de la

    culpabilidad que me consumi despus de su infarto.

    Bonito lugar coment con trivialidad.

    Mi padre dej el lpiz a un lado, se sac las gafas y se refreg sus cansados ojos verdes

    varios segundos.

    Ve al grano Edgar.

    Mam muri solt seco y sin rodeos. El refriego de sus ojos se estanc y no

    poda reconocer su reaccin. Fue hace tres das.

    Por qu?

    Tena un milln de enfermedades pap.

    Era hipocondraca.

    Pero tena diabetes y eso era real.

    Me mir sin pestaear y cuando la incomodidad me hizo carraspear, se levant

    de la silla y mecnicamente fue a darme un abrazo ms fro que el de la mujer en

    la entrada.

    Estoy bien logr apartarlo como muestra de fortaleza. Intent avisarte,

    pero ya no tienes el mismo nmero de telfono.

    No. Lo siento se qued pegado en el suelo y luego me mir directamente

    . Casi no te reconoc, ests muy delgado y bastante plido.

    S, ese es el otro motivo demis manos sudaban fro y las sequ en el

    pantaln. Desconoca a este nuevo padre y tema de sus reacciones robticas.

    Tragu saliva dejando a medias mi frase anterior. . Tengo diabetes tipo 1 y

    necesito a alguien que sepa colocar inyecciones y me controle la insulina

  • Los ojos de la muerte

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    habl tan rpido y tan nervioso que no me extraara si se perdi en alguna de

    las palabras.

    Oh Edgar! exclam.

    No voy a molestar. Lo juro. Hice el traslado en la universidad y tengo beca

    completa. Hered algn dinero de mam y tengo ahorros en el banco para

    costearme el tratamiento el resto del ao. Soy un buen alumno de mdico y

    constantemente me estn ofreciendo trabajos pagados como ayudante de

    cirujano entre otras cosas. Puedo hacerlo, solo te pido un mes aqu hasta

    estabilizarme. Coloc una mano en mi hombro.

    Edgar, el tiempo que sea necesario, esta casa es tuya. Te presentar a la

    familia.

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    II

    Pap era mucho ms delicado colocando inyecciones que la abuela. Los pinchazos

    prcticamente no los senta y eso era bastante satisfactorio para la enfermedad. La

    muerte de mam, el traslado de ciudad, el clima, la universidad y los alimentos, me

    causaron una gran falta de homeostasis que me produjo fiebre y grandes dolores de

    cabeza. No deseaba ser un problema para pap, su esposa e hija, pero l se ofreca a

    llevarme a la universidad en la camioneta, ya que no era conveniente que yo condujera,

    al menos hasta estabilizarme. El viaje con mi padre no inclua msica ni conversaciones

    de ningn tipo. Una o dos veces intent hablarle sobre la carrera de medicina, pero sus

    respuestas eran monoslabos o ideas sueltas que no guardaban relacin entre ellas y no

    entenda. Pero suceda que cuando estacionaba fuera de la universidad me recomendaba

    lo mismo, con voz seria y temible:

    No creas las cosas que andan diciendo por aqu.

    Qu cosas?

    No repeta la advertencia y no contestaba tampoco.

    Para sociabilizar fui a un bar que se encontraba frente a la universidad donde iban

    todas las carreras, desde medicina hasta danza se reunan y muchas veces se formaban

    peleas cuando la borrachera posea a los intelectuales y a los cientficos. Era gracioso

    sentarse a ver el show, porque te contaban todo tipo de cosas, uno caminaba y poda

    enterarse de vidas completas con los mnimos detalles. Un da salt a mis odos, a varias

    mesas de donde estaba, el nombre de Chronos entre un grupo de mujeres. Me puse algo

    nervioso y me separ del grupo de mdicos para recorrer las mesas de forma casual, en

    direccin hacia la barra. Pas tras una chica de cabello negro, como el pelaje de un

    cuervo, que fumaba y beba cerveza sin alcohol desde la botella.

    Es un grande la escuch mencionar entre tragos y fumadas. Desde que

    su esposa falleci el viejo enloqueci, pero los locos son genios. Si yo estuviera

    algo ms loca mir repentinamente hacia atrs y me encontr con sus

    grandes ojos verdes gatunos.

    Quiero pasar dije nervioso y ella baj los pies de la silla para correrla hacia

    delante. Gracias.

    En la barra ped lo primero que pas por mi cabeza, que siempre era gisqui o vino, en

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    esa ocasin el vino brot de mis labios con naturalidad y la mujer que atenda, de unos

    50 aos, se arregl el escote para servirme.

    Tinto o blanco?

    Tinto.

    Me sirvi un vaso y sigui atendiendo al notar mi falta de inters y desconcentracin.

    No era muy recomendable que bebiera, pero en las enfermedades uno siempre miente,

    igual que al responder cuestionarios. Con el vaso, regres exactamente por el mismo

    camino. La mujer de cabello negro me mir desde lejos y no apart los ojos de m hasta

    que estaba lo suficientemente cerca como para hablarme.

    Esto sera ms agradable si me invitaras a un trago coment al aire y sus

    amigas soltaron unas risas.

    No s de qu hablas me encog de hombros.

    Idiota escondi en un carraspeo.

    No estaba interesado en ti, particularmente le susurr al odo. Me llam

    la atencin la conversacin.

    Claro, como si un chico de ciencias sin ningn tipo de amor al arte supiera

    quin es Chronos.

    Cmo sabes que soy de ciencias?

    Tu padre es el veterinario Teovaldo Mora, por lo que t tienes que ser de

    ciencias s o s.

    Quin lo dice?

    Todo el mundo se le escap una risa burlesca y a sus amigas tambin.

    Creo que es mejor que sigas avanzando.

    Por qu?

    Un hombre de unos dos metros apareci por sorpresa y me dio un solo empujn

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

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    desde el pecho, en que choqu con unos tipos que llevaban botellas de cerveza y

    me ca cortndome la palma de la mano y golpendome la cabeza.

    Mierda! exclam adolorido y los mismos tipos que empuj me ayudaron a

    levantarme. Gracias. Lo siento, os pagar todo.

    No pasa nada amigo siguieron su camino entre algunas risas.

    El gigante abrazaba a la muchacha de cabello negro apropindose de ella y yo

    cabreado volv a la barra para pedir otro trago. La sangre sala de mi mano y se esparca

    por mi frente. Al parecer el nombre del pintor se haba convertido en una maldicin en

    mi vida, porque siempre sucedan cosas terribles cada vez que l era nombrado. Aun as

    me senta como un adicto que durante diez aos sigui las pinturas macabras de un loco

    y que ahora estaba a punto de caer. El tipo se haba vuelto por s solo en un tema de

    conversacin ahora, pero yo era el primero infectado con el virus, posiblemente era el

    primer ser humano que vio una de sus pinturas como si fuera un dios. Poda sentir como

    el virus estaba multiplicndose en mi cabeza y apropindose de mis tontos

    movimientos.

    Realmente no estaba cabreado con aquel gigante que me empuj o con la engreda

    chica de cabello negro, si no conmigo mismo y con aquel que se haca llamar por el

    ridculo nombre de Chronos, Quin elega un nombre artstico como ese?

    Senta aquel temor piadoso que un religioso proclama a Dios, el mismo que le hace

    suplicarle por un milagro, pero tambin culparlo de todo el dolor. Camin de regreso a

    mi grupo de compaeros, tomando otra ruta y solo poda escuchar en todas las

    conversaciones, en todas las mesas, en todas las bocas: Chronos. Sal del local

    hiperventilando y respir aire fresco para variar.

    De verdad lo conoces? una voz me interrogaba a mis espaldas. Me gir,

    era la mujer de antes, fumando, separada de sus amigas y del grandulln. Mir

    hacia la puerta. Tranquilo, no va a venir.

    No le tengo miedo solt orgulloso y escond la mano herida en el bolsillo

    de la chaqueta.

    S, claro sonri. Realmente conoces al pintor?

    Algo

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

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    Te gusta?

    No respond.

    Por qu no?

    Me encog de hombros.

    Has visto sus nuevas pinturas?

    No, dej de seguirlo hace diez aos.

    Dios! Te has perdido la mitad de tu vida!

    Nuevamente me encog de hombros.

    En el museo existen solo oeras; han salido a la luz algunas pinturas de los

    ltimos cinco aos por Internet, son geniales, espeluznantemente geniales.

    Tiene ese toque.

    Quizs debera ir a verlo coment al aire, para s misma.

    Ir a ver a quin?

    A Chronos.

    Verlo a dnde?

    No lo sabes? Vive cerca de aqu, en un desvo hacia un frondoso y hmedo

    bosque, pero nadie se atreve a ir, se ha encerrado all y parece que no es muy

    simptico.

    Estaba aprendiendo demasiado y el miedo junto al virus me golpeaban el pecho. Con

    mala educacin la dej hablando sola, primero separ mi mente fraccionndola en miles

    de cosas y luego mis pies se movieron hacia un lugar donde pensara mejor. Era

    consciente cuando me grit que me detuviera, pero ya haba empezado a correr.

  • Los ojos de la muerte

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    III

    Nunca me toc afrontar lo difcil que era una herida para un diabtico hasta tenerla. Mi

    padre, que solo me atreva a llamar por Teovaldo, se horroriz cuando not una herida

    abierta en mi frente y luego se espant al ver la de la mano. Pens que era una

    exageracin cuando mencion el peligro que afrontaba, pero no, las heridas para un

    diabtico son realmente mortales, porque no cicatrizan, se infectan, se gangrenan y un

    punto pasa a convertirse en un hoyo negro. Aun as, mi salud fsica fue abandonada por

    priorizar mi salud mental; estaba preocupado por mi cabeza, porque otra vez vea aquel

    ojo de la pintura del nio observarme desde la pared de la habitacin y porque

    inconscientemente comenc a hacer dibujos en los cuadernos, que intentaban clonar las

    pinturas de Chronos. Continuaba invadiendo mi cabeza aquel arte perturbador, o

    quizs el cncer de la locura jams dej de evolucionar y solo me hizo creer que estaba

    cuerdo y sano, como todos los dems?

    Una noche sal corriendo de casa, con pijama, hacia el museo del arte. Saba que

    estara cerrado, pero mi mente movi mis pies sin consultarme. Solo iba en una

    direccin mecnicamente y no poda detenerme como si estuviera programado para

    llegar y entrar por la razn o la fuerza. Despert en la escalera del museo y llegu a casa

    temblando y trastornado. No deseaba preocupar a mi padre u otra vez enfermarlo,

    aunque con la madurez y experiencia que me dieron los aos, yo mismo estaba asustado

    de mi mente.

    No puedo mantenerte aqu, si sigues as me dijo pap. Dej a un lado la

    advertencia del no hablar con otras personas, para darme una mucho ms al

    hueso. Saba por tanto, que anteriormente haba sido ignorado y que deba

    decirme algo que me afectara directamente. Sentira realmente el tener que

    abandonarte en un momento as, pero la ltima vez que comenzaron estos

    sntomas

    No son sntomas de nada! Me defend y sal de la camioneta. Estoy

    bien, es solo que la muerte de mam y el cambio de aire.

    Ests pasando momentos duros estuvo de acuerdo. Aun as, no sigas

    escuchando lo que dicen de ese hombre.

    De qu hombre? me hice el desentendido.

    No contest la pregunta, me regal una sonrisa tibia y se march.

  • Los ojos de la muerte

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    En clases saqu mi cuaderno de apuntes y aparecieron en cada pgina dibujos

    espeluznantes del pasado, mezclados con recuerdos personales y detalles que No

    saba en qu momento dibuj tantas cosas.

    Todas las pginas intentaban dibujar algo que cada vez se acercaba ms a la

    perfeccin, hasta que la ltima me dio tanto miedo que lanc el cuaderno lejos y todos

    los ojos del saln voltearon para verme como un bicho raro, como un nio con un brazo

    saliendo desde su ojo izquierdo con un cuerpo en metamorfosis Dios! Temblando

    cog la mochila y sal corriendo fuera de tantas miradas. Choqu con varios en el

    pasillo, hasta llegar al patio, correr al csped y tirarme boca arriba.

    Ests bien? pregunt una mujer. Abr los ojos y estaba la mujer de pelo

    negro mirndome curiosa. Era extraa aquella conexin despus de ver e

    interesarte por alguien, aquello que hace que dos personas que antes eran

    desconocidas se encuentren en todos lados. Por qu no respondes?

    Estoy bien. Genial. Estupendo. Fantstico deca cada palabra escupiendo

    veneno. Me sent en el csped y ella me ofreci un trago de agua que acept.

    Gracias. Lo siento le devolv la botella.

    Una mala clase?

    No, es solo Me acompaaras a un lado?

    Ella se asust y tom distancia.

    No es nada romntico expliqu y me refregu los ojos. Ya qued claro

    que no soy competencia para Goliat, as que nos ahorraremos esa parte

    incmoda.

    No importa que sea o no romntico, si te acompao a un lado, el que sea, vas

    a terminar herido y es algo que por ms que intent negociar

    Goliat jams escuchar a David complet su idea. Sabes? Olvdalo. No

    quiero meterme en algo as me coloqu de pie.

    Solo por curiosidad A dnde queras ir conmigo?

    A dar una vuelta cerca del bosque

    QU?! se espant. Quieres ir a verlo? Pens despus del da de la

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

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    fiesta que me qued bastante claro que no queras saber nada de Chronos.

    Qu bicho te pic ahora?

    Uno bien curioso

    Bueno, no importa, l no recibe visitas.

    Alguien ha intentado llegar?

    S, yo y no recibe visitas.

    Nadie ms ha ido?

    Es que t no has visto sus pinturas recientes, es para alejarse lo ms posible

    de l, en vez de ir a darle una visita cordial. Quieres que te muestre algunas?

    Ha! exclam burlesco. T no quieres acompaarme, pero quieres

    mostrarme algo en privado.

    No seas payaso me tirone del brazo y me di cuenta que deseaba alejarse lo

    ms posible del patio o de lugares con muchos estudiantes. Su novio tena que

    ser realmente bueno en la cama o tenerla muy amenazada, para comportarse de

    esta extraa forma.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

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    IV

    Nos encerramos en una sala, ella sac de su mochila naranja un porttil que encendi y

    conect a la corriente. Resopl un mechn rebelde que caa sobre su cara redonda y

    movi sus dedos rpidamente por el teclado. Los momentos en que el porttil cargaba,

    fueron los ms incmodos de mi vida, incluso ms que aquella media hora al lado de un

    padre medianamente ausente o los exmenes rigurosos con la sexy enfermera que tena

    dos grandes razones para no mirarle a los ojos. Esto era incluso ms incmodo que los

    besos de la abuela en navidad o cuando invitaba a un compaero de secundaria a casa y

    mam tena una de sus crisis. Mam era siempre tan ausente y a veces explotaba en

    presencia sobreprotectora, como si hubiera estado durmiendo durante aos en una

    burbuja y no me reconociera, entonces siempre se impresionaba porque su beb Edgar

    ya era un hombre.

    Ests bien?

    S me mord el labio inferior para regresar a la realidad con el dolor. El pecho me dola, pero suspir largamente y concentr mi atencin en ella. No me

    haba dado cuenta que tena un tatuaje, su blusa se haba desabotonado y el

    escote mientras se acercaba a la pantalla del porttil dejaba entrever un tatuaje de

    una calavera en la voluptuosidad decente y natural de su seno derecho. La

    alarma de mi mvil comenz a sonar y ella levant la mirada. Que incmodo coment para mis adentros y apagu la alarma.

    Por qu colgaste?

    No colgu, es la alarma.

    Alarma de qu?

    Te recuerdan cosas.

    Qu tenas que recordar?

    Nada respond con una sonrisa.

    Bien dej de interrogarme y regres su atencin al porttil. Ests listo para esto?

    Espera!

    Ella qued helada mirndome. Mis manos empezaban con un temblor nervioso

    bastante ridculo y ni siquiera me haba dado cuenta que ella aboton su blusa,

    posiblemente se dio cuenta que estaba espindola y crea que era una clase de

    pervertido.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    17

    Ya? pregunt.

    S.

    Abri la primera fotografa. Bastante diferente al trabajo que le conoca, haba dejado

    de esconder el ttrico misterio de sus pinturas para reemplazarlo con solo los conceptos

    espeluznantes. Aun as reconoca un patrn, todas tenan ojos y siempre te miraban. Ella

    recorra las cinco imgenes que tena demasiado rpido.

    Djala ah! alc la voz y se qued petrificada.

    La imagen era de una mujer con la mitad del rostro huesudo. Ella estaba recostada en

    una alfombra azul aterciopelada, con las manos sobre su cabeza en una posicin

    extraa. Reconoca manzanas verdes alrededor de colores muy fuertes, tiradas sobre ella

    como si fuera parte importante de una macedonia de frutas. Sus ojos eran increbles,

    estaban hundidos en sus cuencas, pero incluso desde aquel agujero te observaban

    deseando contarte tanto. Siempre me perda en los ojos, era como si gritaran, como si

    me llamaran, como si al verlos se recreara en mi cabeza un acontecimiento cruel, cada

    segundo que me sumerga en ellos el sentimiento era ms fuerte hasta lograr quizs algo, una unin con el pintor o la pintura.

    La imagen se fue repentinamente a negro.

    Qu vuelva! exig malhumorado y ella asustada pase sus dedos por el ratn tctil hasta que la pantalla se encendi.

    Creo que debera irme la escuch balbucear, intentando recuperar su porttil.

    No tom su brazo y la mir dos segundos a los ojos, los suficientes para darme cuenta que estaba siendo un imbcil. Me reflej en el terror de su mirada

    y me di cuenta de la clase de nio que era con pap, del miedo que debi sentir

    mientras me transformaba en un monstruo demente. Tienes razn. Lo siento sin volver a mirar la pantalla, dej que ella apagara el porttil.

    Cul es tu problema? me increp.

    No lo s.

    Jams haba visto a alguien mirar una pintura as Te desconectaste completamente. Te habl en todo momento y

    Me hablaste?

    S, te dije que quizs podra acompaarte a visitar a Chronos, pero ahora realmente no estoy segura si

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    18

    Vamos dije ansioso, pero intent mantener la cordura. Digo si t quieres.

    S, bueno

    Son mi mvil, lo saqu del bolsillo y contest sin mirar el nmero en la pantalla.

    Realmente no estaba acostumbrado a los mviles touch, porque mis dedos eran bastante

    fros, muchas veces senta que la pantalla no responda y eso era frustrante. Era mi

    padre desde la otra lnea, contest mi saludo con la frialdad caracterstica y lleg

    rpidamente al motivo de la llamada, sin pasar por: ests bien? Cmo te fue? Con quin ests? A qu hora llegas?. Estaba algo grande para aquellas muestras de atencin, pero a veces deseaba dar marcha atrs y ser un nio normal con un padre

    sobreprotector.

    Te inyectaste la insulina como te dije? pregunt y la respuesta la esper escribiendo en un ordenador, poda escuchar el sonido de los dedos sobre el

    teclado.

    Aj respond y camin hacia otro lugar de la sala. Gracias por preocuparte pap solt el pap con la voz cortada.

    De nada contest fro y colg la llamada.

    Me qued unos segundos con el mvil en mi mano.

    Entonces nos vemos el sbado a las siete en el muelle escuch hablar a la chica de pelo negro. Ayudara mucho si sabes conducir y si tienes coche. En realidad es un viaje largusimo en autobs y luego a pie otro par de horas para

    que nadie salga y tengas que regresar tan avergonzada y con tanta rabia

    Eso te pas a ti?

    Asinti con un leve movimiento de cabeza.

    Nos vemos me dio un beso en la mejilla y sali rpido.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    19

    V

    S que estaba en el museo, pero el cmo llegu all fue lo extrao. Recordaba que pap

    me dijo que fuera al centro de la ciudad para visitar a un doctor que tena una clnica

    bastante buena y costosa. l haba conseguido una cita, porque eran amigos y

    compaeros de secundaria. Eso me lo coment la esposa de pap, porque l no hablaba

    conmigo de temas privados, solo lo estrictamente relacionado con mi estado de salud y

    prevenirme de no escuchar al resto por ms que me llamaran la atencin sus palabras.

    Acept ir a la clnica porque quera ganarme mritos para pedirle el viejo coche que

    tena abandonado en el garaje y la libertad de poder conducir el fin de semana. La

    clnica quedaba a cuatro pasos del museo y me baj antes del autobs para llegar all

    caminando. El punto era que no recordaba en qu exacto momento mis pies o mi mente,

    me llevaron al museo de arte, pero reaccion varias horas despus. Estaba

    completamente pegado en una pintura antigua de Chronos, donde retrataba la frialdad

    de una mujer y el fruto amorfo de una relacin caprichosa, una masa con cuatro ojos

    que cargaba, y poda reconocerle pies y manos pequeas de beb, aunque lo realmente

    perturbador eran los ojos que me observaban desde diferentes ngulos y cada uno de

    aquellos ojos tena un color y una historia diferente. Por otro lado la mujer estaba ciega

    y no poda reconocer que lo que cargaba era una criatura horrible que sonrea dos veces

    de forma diablica.

    Seor, estamos cerrando escuch la voz del guardia del museo y con eso despert. El lugar estaba vaco y las luces apagadas.

    Deb quedarme pegado siete u ocho horas, afuera tambin poda reconocer que la luz

    del sol se haba marchado. No senta hambre o sed o deseos de ir al bao o de dormir o

    pestaear siquiera. Mi nico deseo era seguir mirando aquella pintura, comprarla o

    robarla, pero seguir estudindola hasta empaparme de su esencia. Regres mi mirada a

    la pintura y el guardia algo nervioso empez a pedir ayuda. Escuch en segundo plano

    algunas de sus palabras exageradas por el comunicador.

    Joven! Alz la voz otro hombre. Realmente tiene que salir o llamaremos a seguridad. Por favor jovencito no queremos sacarlo por la fuerza.

    No me mov. Incluso me tironeaban, pero mis ojos continuaban en la pintura hipntica

    y todo el resto era una vieja pelcula muda de Charles Chaplin. Necesitaba regresar mi

    concentracin y entrar en aquellos ojos solo una ltima vez antes de irme Sent un golpe de barrote en la espalda y luego otro en las piernas, que me hicieron caer de

    rodillas entre dolor y debilidad. Me aferr al gran cuadro de la pintura para que no me

    separaran, pero entre tres hombres luchaban por llevarme y posiblemente me defend

    dndole patadas, araazos o puetazos. Empec a gritar cuando lograron despegarme

    del cuadro y despus de aquel agotamiento fsico me di cuenta de lo primordial, no me

    haba inyectado insulina en todo el da.

    Me calmaron los de la ambulancia con sedantes y cuando lleg pap empezaron a

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    20

    tratarme hasta estabilizarme. Despert ya en casa con un gran dolor de cabeza y segua

    con mareos terribles. Tena algunas vendas por los golpes y un chichn en la cabeza.

    Di tropezones hasta salir de la habitacin y baj a duras penas la escalera. En el

    comedor la familia coma o cenaba, pero estaba junta. No haba tenido ni el tiempo ni el

    inters de compartir con ellos, pero eso no quitaba lo agradable y buenas personas que

    parecan. Me invitaron a sentarme, pero fue pap el que respondi por m.

    Ir a dormir y maana veremos.

    Veremos qu? pregunt su esposa.

    Su abuelo est interesado en que se quede con l unos das.

    No necesito que me busques hogar le dije con lgrimas en los ojos. No vine aqu por la universidad o porque estoy enfermo Estoy aqu por ti y

    No sigas. Ve al cuarto y maana veremos.

    Apretando los dientes obedec, porque respetaba su casa y porque entenda que armar

    una pelea donde tena todas las de perder, no era algo inteligente que hacer despus del

    escndalo en el museo.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    21

    VI

    La llovizna del sbado me sorprendi completamente, desde mi llegada a la ciudad el

    sol era un vicio bastante maldito y mi piel tan blanca tena que ser tratada con abundante

    crema solar. Aquella llovizna me recordaba el pequeo pueblo donde estuve diez aos

    junto a mi madre, el abuelo y la abuela.

    Mi padre no tena una buena relacin con su ex suegro, pero lo llam solo para

    deshacerse de m y conversaron a escondidas como si yo fuera un cro que no entendiera

    con simples palabras o miradas llenas de desprecio venenoso. La explicacin de que mi

    padre no estuviera aquel sbado de llovizna podra deberse a que viaj al pueblo para

    venderme otra vez, para alejar a su hijo loco de la casa tan digna que haba construido y

    la reputacin que posiblemente cre y sembr con el sudor de su frente y la inteligencia

    de su cabeza. Pero eso no guardaba ninguna relacin con mis pensamientos de la

    llovizna; mam amaba la lluvia, pese a que en el pueblo siempre llova, dibujaba una

    sonrisa hermosa cuando escuchaba las gotas desde su cama y me llamaba con urgencia

    para que la ayudara a levantarse.

    Saqu el viejo coche del garaje, dej todo con llave, una nota con una mentira sobre los

    estudios y conduje hacia el muelle. Recordaba que a los trece aos, adems de todos mis

    problemas mentales, siempre vena al muelle a pensar. Antes el lugar no estaba tan

    grande y glamoroso, hacan eventos para nios y era bastante familiar. Muchas veces

    saltaba de roca en roca, muy cerca del mar y all miraba a los pequeos peces que se

    escondan entre las rocas, el volar de las gaviotas acorralando el cielo en formaciones

    que parecan atacarte como naves de guerra y siempre me pareca eterno como el sol

    amaba tanto el mar que pareca que hacan el amor en lo que otros llamaban atardecer.

    Tambin beba, porque las nicas veces que vi a mam cuando era pequeo, me ense

    dos cosas: la primera era a beber con slo doce aos y la segunda, que las personas que

    no miran a los ojos posiblemente ni siquiera existan.

    La chica del cabello negro lleg treinta minutos ms tarde. No tena grandes deseos de

    poetizar con aquel lugar, ms bien pareca nerviosa, ansiosa y con deseos de acabar

    rpidamente con todo. Me sac del lugar con una frialdad y escasez de palabras que no

    tuvo la ltima vez. Caminamos hacia el coche en silencio, guard mis manos en los

    bolsillos y ella se cruz de brazos bajo el pecho en actitud distante. Intent ser cordial

    abrindole la puerta del coche, pero ella lo rode y se sent en la parte trasera lejos de

    m.

    Son como cuatro horas de viaje coment ella y una hora hacia el interior, que a pie son como cinco horas ms.

    Caminaste cinco horas para verlo?

    Y cinco horas de regreso, as que pas diez horas caminando y una hora llamando fuera de su castillo

    Castillo?

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    22

    Casa, castillo, no s es grande. Solo vi algo de la fachada, muy antigua y muy espeluznante. No me esperaba menos. Realmente no s qu esperaba No te hagas ilusiones.

    Saldr le di nimos.

    Cmo lo sabes?

    Tengo un presentimiento la mir por el espejo retrovisor. Tienes presentimientos?

    No, ojala los tuviera, slo soy la tonta nia que todos quieren manejar como una pequea y estpida marioneta.

    Vaya, ests enfadada comprend y prefer quedarme en silencio. Encend la radio, pero no se escuchaba nada en todas las estaciones. Quieres hablar?

    Realmente tienes poca experiencia con mujeres sonri y se desorden el pelo. Nunca me has preguntado mi nombre.

    Mam deca que los nombres son todos iguales porque tienen letras, que la gente le gusta recordar nombres importantes, para sentirse importante, pero que jams

    vern a esos nombres a los ojos, porque los nombres no son personas. Era una

    mujer muy inteligente.

    Era repiti como un eco. Qu le ocurri?

    Era hipocondraca y tena algunas crisis nerviosas, as que nadie le crea mucho cuando deca que se senta mal, hasta que se sinti mal de verdad y cuando el doctor lleg a casa no haba mucho que hacer. Sufri mucho. Siempre sufri

    mucho suspir encerrado en mis recuerdos.

    Hace cunto la perdiste?

    Unas semanas No estoy realmente consciente del tiempo.

    Dios mo! exclam. Fue hace poqusimo se hizo hacia delante y coloc una mano en mi hombro. No has vivido realmente el luto, no has vivido realmente nada, lo ests ignorando.

    Siempre lo ignoro todo contest y ella frunci el ceo. No pasa nada. Estoy bien. Estoy decentemente bien la mir por unos segundos, luego regres la atencin al camino. Me voy en unos das le comuniqu. Pap cree que debera pasar tiempo con mi abuelo materno.

    Por qu?

    Me encog de hombros.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    23

    Tienes abuelo paterno? Jams escuch del padre del Dr. Mora, supongo que fue un veterinario como l, tendra sentido

    Creo que no se conocieron.

    Entiendo eso, yo tampoco conoc al mo.

    Te hubiera gustado hacerlo?

    Pues mam dice que era un cerdo asqueroso, un narcisista de mierda, un estafador, arrogante y un imbcil de primera, as que no, gracias sonri intentando alegrarme. Sonre tambin. Pero s he sabido cosas de l, al final uno siempre lo sabe, tarde o temprano. Si aquello no te gusta, tratas de ignorarlo.

    Crees que mi padre est mintindome?

    No s, slo digo que en mi experiencia es imposible no saber nada, la absoluta nada es inverosmil se ech hacia atrs y se acomod. Me llamo Rebeca, a todo esto.

    Hola la salud y ella sonri.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    24

    VII

    El desvo que cogimos era un lugar muy turstico y de descanso, con playas, colores y

    todo tipo de belleza relacionada con el verano. Imposible era de imaginar que en este

    cmulo de almas, existiese siquiera una pincelada del alma negra de Chronos o era

    quizs que su alma estaba intentando tragar la luz. Me arrepent de no seguir en la

    ciudad, porque el da anunciaba lluvia y fro, mientras que aqu el clima estaba

    templado, ideal para la playa o aquellos tontos paseos familiares.

    No queda por aqu. No te preocupes me dijo ella al odo. Ya desde la segunda vez que nos detuvimos, se sent a mi lado y se coloc el cinturn de

    seguridad. Dobla a la derecha.

    Bajo el mando de sus instrucciones, las ruedas del viejo coche se fueron alejando de

    los colores, hasta cortar el cordn umbilical cuando nos adentramos en un bosque

    frondoso y el pavimento se convirti en tierra. El coche dio algunos problemas, el motor

    se ahogaba y costaba darle marcha. Varias veces me haba ganado, pero obligado por la

    mirada inocente y llena de conviccin de ella, lo intentaba una ltima vez, que resultaba

    ser la indicada. Ella con su pequea nariz rosada y pelo negro, pareca una bruja cuando

    mis nimos se desprendan cayendo en la frustracin.

    Los rboles que empezaron a rodearnos estaban secos y tan manipulados por el

    hombre que lloraban por agua, y cuando el cielo se fue oscureciendo con una nube gris

    y las gotas de lluvia empezaron a caer, primero tmidas y luego fuertes como en un

    diluvio, los rboles no s cmo, pero empezaron a bailar con la brisa del viento. Un

    espectculo hermoso. Cuando el final del camino jams llegaba, los rboles se

    apoderaban del suelo, angostando la carretera improvisada; incluso dos o tres veces,

    desvi hacia otros caminos, pero se convirti en una prueba de esquivar rboles o

    estrellarme con ellos. Ya no era un bosque triste, aquel espacio que se adentr oscuro en

    mi corazn, tena una vegetacin mucho ms viva que mi propia alma. El viento, cruel

    enemigo, azot fuerte como un huracn. Los troncos de los rboles parecan elsticas

    gimnastas rusas y se doblaban rechinando para estrellarse con su frondoso cuerpo verde

    hacia otros rboles. Jams haba estado en un acto tan macabro de la naturaleza. Entr a

    un tnel de rboles, como si juntaran sus manos en lo alto del cielo para dejarme entrar,

    el problema era que impredecibles, a veces golpeaban con mucha ms fuerza y en otras

    te mostraban el camino. Camino a dnde? Aqu no vea nada. El parabrisas limpiaba y

    limpiaba la lluvia, mientras el coche ciego tena que seguir el camino que poda, no el

    que quera. Mi copiloto dej de dar instrucciones y estaba solo frente a la fuerza de la

    naturaleza.

    Tranquilo, ninguno caer me dijo ella con persuasin, pero sus palabras fueron acompaadas del caer de un gran rbol a unos metros. Ella grit y yo, que

    no gritaba ni en la montaa rusa, aceler para encontrarme con algo, lo que sea,

    antes que algunos de estos desagradables rboles me cayera encima como una

    broma del destino. No quera morir aplastado por un rbol, mi muerte ideal era

    volando, muy lejos de la tierra.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    25

    La cueva de rboles, ramas, viento y lluvia, nos mantuvo cautivos gran parte del viaje,

    2 o 3 horas, sin ver nada, slo avanzando entre lo que se poda avanzar. Me arranqu

    rebeldemente de aquel camino doblando bruscamente hacia la derecha, pero los rboles

    seguan cayndonos encima como si nos recibieran, en su lenguaje; cariosamente.

    Muchas veces, e imaginariamente, senta que el coche no tocaba el suelo y eran slo las

    ramas llevndonos hacia algn lugar que slo ellos saban. En un contexto as era difcil

    pensar en otra cosa que en sobrevivir, as que cualquier idea era sacudida y aplastada

    por la realidad.

    El viento dej de golpear, pero la lluvia era ms fuerte y la tierra se converta en lodo

    dejndonos el camino bastante difcil. Cuando los rboles dejaron de sacudirse, haba

    que esquivar las pozas y cuando no eran las pozas, algn animalito se atravesaba tan

    rpido que no se poda reconocer la especie. Era bastante fantico a la naturaleza,

    incluso fui miembro de Greenpeace, pero no necesitaba sta clase de demostracin de la

    vida o del suicidio de los animales, como prueba de ingreso.

    Cuando todo pareca ms calmado, logr estabilizar el coche, sentirme tranquilo por no

    matar ningn animal y respirar. El cabello de Rebeca estaba alborotado y su pecho

    saltaba.

    Tienes que subir eso apunt una pequea subida.

    T llegaste hasta aqu a pie?

    S, bueno no llova

    Subiste eso a pie?

    Dije que s me cort.

    Cmo pillaste esta direccin?

    Me la dio alguien.

    Quin?

    Alguien. Vamos a seguir aqu parados o vamos a avanzar?

    Me sent algo acorralado entre la subida, el bosque y ahora tambin la electrizante y

    avasalladora personalidad de mi copiloto. Apret los dientes y puse en marcha el coche

    por la subida. El ruido del motor destruyndose, las gotas pesadas de lluvia y los

    repentinos movimientos hacia atrs, ya eran suficiente distraccin como para mantener

    una conversacin. Menos mal, porque Rebeca estaba de un genio detestable y yo no

    deseaba hablar sobre mi propio genio que no estaba destellando alegra. As que

    callados y en un aura muy negra, llegamos al final de aquella subida, desde donde poda

    apreciase el increble castillo. Aparqu y bajamos.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    26

    La casa era grande, con un velo de telaraas y enredaderas que daba miedo. Tena a

    veces la forma altiva y estirada de los edificios gticos, pero existan cabaas y cercos

    alrededor que daban la impresin de un sitio para criar animales y plantar patatas o

    zanahorias. Igual que las pinturas de Chronos, el lugar que escogi para vivir tena un

    escalofriante exterior, pero atrayente al mismo tiempo. Existan muchas ventanas, ms

    de las normales para vivir o curiosear, sin embargo, varias de ellas estaban bloqueadas

    con cartones o tablas. El material era cemento, pero estaba tan rodeado de plantas

    caprichosas que se decidieron a crecer justo en las paredes, que era difcil distinguir si

    esto era la segunda parte del bosque o era un castillo descuidado. Podra seguir

    describiendo la casa con cada detalle, rodeando la impresin de un nio que por primera

    vez ve un rbol de navidad (o una fiesta de Halloween), pero algo llam ms mi

    atencin. No era un elemento atormentador como una guillotina, si no, una camioneta

    estacionada fuera del castillo, con sus llantas pisando el csped crecido. Era increble,

    porque las plantas parecan comerse la camioneta, pero no solo era sorprendente el

    efecto visual, sino algo real que me golpeaba el pecho; esa camioneta era de mi padre.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    27

    VIII

    Una figura me sorprendi desde el segundo piso. Figura porque no reconoca un

    cuerpo y en su rostro, slo lograba ver dos borrones negros que queran ser ojos.

    Esculida y desnutrida figura que, por la rapidez de la misma presencia, me dej un hilo

    de espanto como si me hubiera arrancado una parte del alma. Monstruoso todo lo que

    senta. Mi cabeza era un infierno.

    Sub los tres escalones de madera que crujieron y llegu a la puerta principal. Mis

    nudillos tocaron mecnicamente la puerta. Rebeca haba encendido un cigarrillo y

    fumaba, entre nerviosa y ansiosa, temblando ligeramente. Encontr el timbre escondido

    entre ramas, estaba viejo y enmohecido, pero lo toqu fuerte. El ruido que emergi

    desde el interior, fue el de un gato ronco. Cuando empezaba a tramar ideas para abrir la

    puerta de forma ilegal, escuch unos pasos desde el interior. Tablas crujiendo. Ideas

    borrando todo reencuentro antes imaginado. Rebeca tir el cigarrillo al suelo y se

    incorpor a mi lado. La puerta se abri.

    Chronos, era un viejo entre setenta y ochenta aos. Su cabello era blanco. Su piel, entre

    muy arrugada y afanosamente terca para no envejecer. Sus ojos, escondidos en un par

    de gafas, estaban tan muertos que parecan resucitar. La sonrisa que nos regal al

    vernos, era involuntariamente macabra y diablica.

    Visitas coment con un tono cansado casi sonando como un ronroneo. Quines son?

    Rebeca y Edgar Mora nos present Rebeca con simpata.

    Rebeca y Edgar, entren entonces nos abri camino. Supongo que quieren mirar algo de mis obras, no es as?

    Comenz a caminar al interior, cojeaba y se apoyaba de un bastn bastante viejo. Era

    considerablemente delgado y de estatura media. Nada impresionante, como

    posiblemente eran la mayora de los artistas, pero algo en aquella sonrisa continuaba

    sacudindome el espritu. Rebeca lo sigui primero y yo tras ella.

    Cierra la puerta, por favor me pidi con amabilidad. Cerr la puerta y me encontr otra vez con su sonrisa. Esta vez me asust y no logr esconder mi

    espanto. l solamente ri. Entiendo Edgar, de verdad, no debe ser sencillo ver mis pinturas y luego encontrarme. No es mi intencin asustarte, pero me halagas.

    No, yo

    No te preocupes me rode con su brazo, bastante amistoso y me gui al interior. Estoy seguro que al finalizar el da, nos llevaremos muy bien y seremos grandes amigos.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    28

    No me causaba confianza, era aquel mstico presentimiento rondndome mientras me

    alejaba de la salida y, al igual que en el tnel de rboles, segua un camino hacia un

    lugar que no estaba decidiendo. Poda reconocer un pasillo ms largo de lo normal y

    extremadamente angosto. Alrededor haba algunos retratos viejos, los del comienzo me

    parecieron pinturas de mujeres blancas, bastante ms maquilladas de lo normal y con los

    ojos cerrados. Despus comenz a ser extrao que todos tuvieran los ojos cerrados,

    estuvieran maquillados y con ropas elegantes. El ltimo era de un nio menor a un ao,

    con un traje blanco y recostado con normalidad en su cuna. Por algn motivo, las ideas

    solo lograron concentrarse en aquel ltimo instante: memento mori.

    Recuerda que eres mortal traduje en voz alta la idea de mi cabeza. Los ojos de Chronos se inyectaron inmediatamente en los mos. Pens que la fotografa post-mortem haba reemplazado la memento mori.

    Memento mori? pregunt Rebeca.

    l no contest, es ms, dej de guiarme y esper que respondiera, como si yo fuera el

    profesor y l un simple alumno de la ltima fila.

    Retratar a los muertos por medio de la pintura.

    Me huele a renacimiento sonri Rebeca. Estaba en lo correcto. Quedaron increbles mir los cuadros con admiracin.

    Rebeca se paseaba por el pasillo de retratos de muerto como si fuera el ms normal de

    los museos, los ojos azules cristal de Chronos me observaban con hipnotismo y todava

    no descubra ninguna seal de mi padre. Aquellas eran las pistas suficientes para

    escapar, no estaba equivocado mi instinto, para nada.

    Mi padre solt cansado, sin quedarme pegado en ningn retrato, incluso me negu a mirarlos. No me llamaban la atencin, haba visto muchas pinturas y

    fotografas de muertos cuando era pequeo, quizs fue por ello que cuando

    descubr la primera pintura de Chronos, en vez de espantarme como un nio

    normal, me obsesion con su arte.

    Imagin que diras eso. Est en la tercera puerta de mi museo privado. La tercera puerta es la ltima y est en el subterrneo.

    Genial! exclam Rebeca idiotizada por su alrededor y el misticismo del hombre.

    Dud. Oh Dios mo, deb haber escuchado mis presentimientos! El instinto que te

    grita: CORRE. Apostara mi alma al diablo, para que me regale el poder de dar marcha

    atrs y hacer lo que era correcto: escapar para salvarme de un destino peor que la misma

    muerte.

    Vamos dije, entre seguro y temeroso.

    Creo que fue desde aquel instante, donde empec a morir

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    29

    IX

    En aquella casa no pareca correr el tiempo. No haba relojes y todo lo que se

    escuchaba era el bastn de Chronos que iba caminando adelante. La luz parpade varias

    veces y deduje se cortara, pero no, al parecer aquellas seales terrorficas eran

    normales.

    Una de las paredes tena una pintura enorme con ojos; y te observaban cada uno de

    ellos de manera diferente. Los ojos son el reflejo del alma y aquellas no eran almas en

    paz, parecan todas atormentadas.

    Qu te parece? Chronos observ la pintura conmigo. La trivialidad con la que miraba sus propias creaciones era monstruosa. Un artista que no reconoca el

    trabajo de su propia mano.

    Me gusta.

    S que puedes darme algo ms que eso.

    Despus de encontrar a mi padre

    Chronos suspir defraudado y con menos energa sigui avanzando. Una imagen me

    atorment luego: Rebeca roz con sus dedos la mano vieja y huesuda del pintor. En

    aquel momento me sorprendi una sensacin torpe. Rebeca miraba a Chronos con otra

    actitud. Ella no estaba admirada o fascinada con el arte del hombre, ella estaba

    enamorada. No poda reconocer aquella coquetera o travesura, porque no estaba

    enamorada de m y ni siquiera de Goliat, pero s de Chronos. De un instante a otro me

    consumieron los celos.

    La primera puerta que atravesamos nos llev a una oscuridad amarga. Chronos se

    movi entre las sombras como si viera a travs de la noche y encendi un candelabro.

    La primera impresin de ello, fue su rostro cadavrico entre sombras que formaban los

    huesos y sus ojos como el cristal hundidos. Empeor al sonrer abiertamente.

    Sganme dijo misterioso y continu avanzando. Entreg un candelabro a Rebeca y despus otro a m. Un pequeo tour Museo dedicado a la pobreza. Aqu naci una de mis mejores pinturas

    El nio me atrev a interrumpirlo.

    Conoces la pintura del nio? Me examin Chronos. Lamentablemente la pintura El nio en metamorfosis se perdi hace diecisis aos. Jams he logrado una pintura tan perfecta. Pintas Edgar?

    Me qued pensando un instante. La pintura del nio se perdi cuando yo tena nueve

    aos que fue la ltima vez que la vi. Acaso comprarla haba sido un robo? Por ms que

    me esforzaba, no lograba recordar cmo aquella pintura lleg a mis manos o

    especficamente; a mi hogar.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    30

    El pintor me esperaba para que respondiera.

    Para nada.

    Dibujas?

    Nada.

    Al menos estudias arte?

    Estudio medicina, una rama no muy diferente a la que estudi mi padre, que es la persona que buscamos le record otra vez.

    Asinti amigable y nos sac rpido de la galera. La oscuridad me ayudaba a no

    quedarme atontado con los cuadros. Adems senta una genuina preocupacin por mi

    padre. Dudaba bastante que estuviera mirando cuadros en una galera subterrnea, pero

    necesitaba llegar al final para remontar al inicio.

    La segunda galera pas ms oscura que la primera. Mi candelabro se haba apagado,

    Rebeca iba muy adelante y el pintor caminaba rpido. Me qued atrs bastante ciego

    con el corazn tamborileando fulminante. Estaba seguro que si vea alguno de aquellos

    cuadros, me iba a suceder como en el museo y tena tambin mucho miedo de mi salud

    mental. Los lugares cerrados me atormentaban y la sensacin de estar descendiendo

    hacia el infierno, me sumerga en una irremediable claustrofobia.

    Acabamos de terminar el Museo Quimera.

    La ltima puerta la abri con menor rapidez, supona que era pesada. Le entreg el

    candelabro a Rebeca y de cierta forma ella pareca fascinada con cada movimiento del

    pintor. Odiaba aquella sensacin. No poda creer que un viejo se llevara el amor de ella.

    Era correcto que no fuera competencia para Goliat, pero para ese anciano?

    Chronos regres para encender otra vez mi candelabro y nos invit a pasar, con una

    sugerencia bastante til:

    Cuidado, hay escaleras.

    Por algn motivo ya conoca esto. Era como visitar un lugar que no conoces en tus

    sueos y despus al estar realmente all, todo resulta aterradoramente familiar. Abr

    paso para que Chronos descendiera primero y Rebeca se adelant siguindolo como una

    sombra. Atrs de los dos, poda resumir la sensacin como un agujero sin final. Un muy

    familiar agujero sin final. El olor a humedad mezclado con un polvillo, me hizo

    estornudar y toser en ms de una ocasin, me picaba la garganta.

    Llegamos, bienvenidos a la tercera puerta. Museo sin nombre.

    Sac unas llaves para abrir la puerta. Eran tres cerraduras, demasiada seguridad para

    un simple museo de pinturas. Cuando la puerta se abri, el hedor que desprendi era

    putrefacto y me cubr la nariz por reflejo con el antebrazo.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    31

    Deben haber ratas o gatos muertos dijo el pintor, excusndose. Rebeca respondi con una sonrisa cmplice. Teovaldo habl a la oscuridad. Su hijo Edgar vino a visitarme.

    En la oscuridad se dibujaba una luz de candelabro que se acercaba. Me percat que sus

    movimientos eran rpidos a medida que llegaba a nosotros. Pronto se dibuj el rostro de

    mi padre, limpio y pasmado, mirndome como si fuera un fantasma. Respond de la

    misma forma, sin ser consciente de lo que me rodeaba.

    Te dije que lo dejaras fuera de esto rega mi padre al pintor.

    Ha llegado solo se defenda Chronos.

    Claro y yo nac ayer resopl pap.

    Qu significa esto? pregunt, blanco como la nieve y sudando fro. Me empezaba a sentir muy enfermo.

    Por qu no nos presentas, Teovaldo? Encontr apropiado callarme y dejarte aquel gusto a ti.

    Pap mir con cizaa a Chronos y, ablandando la mirada coloc sus ojos en m. Estaba

    a segundos de expulsar una confesin y, al igual que siempre, su actitud fra me dejaba

    distante.

    Edgar, lamento haberte mentido durante tantos aos. Saba que lo terco era de familia, pero suspir. Edgar, Chronos; mejor dicho, Antonio Poe, es mi padre.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    32

    X

    No dije yo Imposible.

    Posible discrep el pintor. Siempre fuiste alguien terco Edgar. Desde pequeo. Cuando era no, era no. Cuando era s, todo se haca a tu voluntad.

    Lamentablemente conservabas de tu madre aquel aspecto tan... tan emptico.

    Me conoci? pregunt directamente hacia Chronos.

    Demasiada charla por hoy interrumpi pap, cuando el pintor iba a darme una respuesta completa. Edgar ests cansado.

    Pero puedes quedarte me ofreci Chronos con simpata. S que en el fondo, deseas conocer mis obras. S que te gustan.

    Pap recriminaba cada palabra con una mirada rodeando el desprecio profundo. Me

    sumerga en una relacin padre e hijo tan oscura que aterraba. En aquellos ojos poda

    ver el futuro, cuando la relacin con mi padre se encamine hacia el odio, la frialdad y el

    abandono. Cuando no quede entre nosotros ni siquiera un apellido.

    Edgar, vamos pap me tom del brazo y me gui, porque yo no era ms que un mueco de trapo, hacia la salida. La luz del candelabro me cegaba y senta

    que adems del desconcierto, estaba entrando en un estado de fiebre

    alucinante. No te ves nada bien. Te has inyectado? Te has curado las heridas? En qu estabas pensando?

    Desde atrs, escuch como un eco, la voz de Chronos. Sus palabras dejaron de ser

    cordiales, sonaban dictadoras y con un leve giro de amenaza que resplandeca como el

    color de sus ojos.

    Nadie se mueve de aqu. No voy a dejar que Edgar se vaya, Teovaldo. No voy a dejarlo. Te lo dije. Si l llegara a entrar a mi casa, sea cual sea el motivo, no

    voy a dejar que lo alejes de m. Otra vez no.

    Pap me solt del brazo, dejndome en la inestabilidad de mi propia presencia. Me

    apoy en una pared y me percat que era una especie de puerta, cuando mis manos la

    tantearon. Desde aquella especie de inexistencia, escuch las palabras de pap, tan

    llenas de amargura que con los aos se haba convertido en un profundo odio.

    Con mi hijo no fue lo primero que solt. Qu vas a hacer Chronos? Qu vas a hacer para detenerme?

    Al final de aquellas palabras y como si fuera la continuacin de las mismas, el

    estruendo ensordecedor de un disparo se escuch en todo el lugar. Aquel ruido

    diablico que deja el mundo levitando por un par de segundos, ya que es tan fuerte y

    mortfero, que poda despertar a un muerto o hacer hablar a una muda. En mi caso, me

    sac del trance o de la fiebre y me llev directo a la realidad y a recuperar el sentido de

    la visin.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    33

    Pap estaba tirado a mis pies. La sangre brotaba de su pecho y todava pareca

    despierto, cuando mova sus labios intentando decir algo. En un momento arriba y en

    otro momento abajo, mi cuerpo se desplom como si mis piernas fueran dbiles. Las

    rodillas chocaron contra el suelo y mis ojos no lograban despegarse de la sangre.

    Qu hiciste? Maldita cra! escuchaba rumorear a Chronos. Mir hacia el lugar de las voces. Sin vida. Era un zombie. Chronos estrell una bofetada

    violenta contra el rostro de Rebeca. Por qu lo hiciste? Te dije que no hicieras nada. Estpida. Imbcil. el pintor le quit bruscamente a Rebeca la pistola, mientras la insultaba. Edgar. Ven aqu. Ven, te digo!

    Mir el cuerpo de pap. Sus ojos estaban cerrados, pero su boca segua en movimiento.

    All dibujaba una sola palabra que se repeta. Era un mensaje directo hacia m, que

    empez a retorcerse en los rincones de mi cabeza: CORRE.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    34

    XI

    Y no corr, porque no soportaba el peso de mis piernas. Me qued desvanecido en el

    suelo. El pintor y su pequea diablica ayudante, se movieron rpido, sincronizados y

    profesionales. l dej un candelabro en una base en la pared e ilumin uno de los

    cuadros. Me perd completamente en los ojos torturados de la pintura. En aquella

    imagen que tambin haba visto antes de entrar. La figura casi humana y enflaquecida.

    El rostro sin ser rostro. Los ojos, dos manchones negros. Ahora descubra tambin en

    aquellos tneles que imitaban los ojos, un camino a la desesperacin y el horror. Me

    perd en ellos lo suficiente como para no encontrar la salida. Me desmay.

    Despert en una cama. El cielo sobre mi cabeza estaba distante. Me imagin en una

    iglesia, con los ventanales envueltos en la magia. Cuando era pequeo pap me llev a

    una iglesia. Era una de las iglesias ms grandes y preciosas de la ciudad. Los smbolos y

    el trabajo, adems de los aos y terremotos que sobrevivi aquella iglesia, se llevaba

    mis aplausos. Pap no era exactamente una persona espiritual. Mam crea que yo era

    un ngel, a veces blanco y en otras oscuro. Los padres de mam tenan todo tipo de

    santos en la casa, muchas veces no saba si saludarlos a ellos o directamente a sus

    imgenes. Las creencias eran enigmticas, pero me gustara creer en algo, solo para

    pedirle ayuda o decirle que me recibiera bien.

    El chirrido de la puerta me desconect de mis pensamientos. Entr un hombre

    reservado y mstico. Era viejo, pero no demasiado. Sus ropas eran negras y su postura

    erguida. Usaba sombrero y pareca ingls. Era hermtico y discreto, posiblemente un

    cofre de secretos para Chronos. Se sent a los pies de la cama. Se sac el sombrero.

    Abri una pequea cartera negra y sac su instrumental mdico. Me examin con

    paciencia y me inyect insulina. Se percat de que estaba temblando y me ofreci unas

    pastillas. Me dio agua y me dej una botella al lado.

    Rebeca ingres cargando una bandeja con alimentos. Se me revolvi el estmago. No

    s si era verla a ella o a la comida. Supona que ambas. Las dej en una pequea mesa al

    lado de la cama y sonri.

    Tienes que comer.

    Dej la bandeja a un lado y se fue rpido, sin mirarme a los ojos y sin reflejar

    absolutamente ningn sentimiento o emocin.

    El doctor comenz a ordenar sus cosas para irse. Todava no cruzaba ni una palabra

    conmigo. Intent detenerlo con algo, pero mis palabras no salan. Era frustrante. Al final

    lo sujet del brazo fuerte.

    Sigue vivo me dijo como en secreto y se fue.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    35

    Odiaba el silencio. Tampoco me gustaban los gritos. En realidad no era consciente de

    que odiaba tanto el silencio hasta que pap dej de hablarme. Antes siempre

    conversbamos. Yo era un testarudo y l era simplemente era un padre preocupado. Por algn motivo, pap saba que yo tendra problemas mentales. Antes de mi obsesin

    con una pintura de Chronos, empez mi fobia con los subterrneos. Tema aquella

    sensacin de inquietud que te produce bajar hacia lo desconocido. Cuando tena siete u

    ocho aos, mi fobia era tan insoportable, que pap tuvo que llevarme a una terapia

    hipntica. La hipnosis al parecer bloque mi terror y despus solo me daba una punzada

    en el estmago. Adems estaba la descendencia de una madre con problemas mentales y

    unos abuelos que crean ver apariciones de santos. Por toda esa locura rodendome,

    pap se preocupaba por m. Lo defraud y le dio un infarto. Volv a defraudarlo y le

    daban un disparo. Haba nacido para matarlo. Si lograba salvarse. Si sobreviva Me ira lejos. Muy lejos. Dejara que su vida continuara sin la ma. Era lo mejor para los

    dos.

    Mi estmago no soportaba ms tiempo vaco, pero necesitaba escapar y despus pedir

    ayuda para pap. Supona encontrarme en el primer piso y lo que recordaba, era que

    tena que llegar a la galera memento mori, para luego encontrar la puerta de salida. All

    estaba el coche o la camioneta de pap.

    Baj de la cama. Conservaba los zapatos, pero la cazadora no. Estaba helado y me

    congelaba. La habitacin no tena ventanas por ningn lado y me daba terror seguir

    abajo, encerrado tras la tercera puerta.

    Abr la puerta y descubr luz natural del da y una alfombra roja en el suelo. Ola a

    limpio todo, como si hace poco echaran alguno de esos lquidos para limpiar el suelo.

    Al final del pasillo un espejo de cuerpo entero. Al otro lado un gato negro que se lavaba

    las manos y la cara. Camin hacia el gato y maull, no fuerte, solo como una queja

    amistosa, en forma de pregunta. Retroced un paso. El gato me miraba, me examinaba

    como si estuviera analizndome y despus de unos segundos, sigiloso camin hacia m.

    Se pase entre mis piernas con su cola igual que una antena para sintonizar. Ronroneaba

    carioso. Camin adelante y me miraba, crea que los perros eran inteligentes, pero los

    gatos adems de medios brujos, sentan la presencia de una persona. La ma deba gritar

    quiero escapar, porque me empez a guiar hacia la salida. O eso esperaba.

    Al comienzo del pasillo me mir el doctor. Tena su pequea cartera de cuero y usaba

    unas gafas grandes y redondas. Se sac el sombrero e hizo una seal de despedida,

    completamente mudo. Aquel era un hombre extrao. Camin ms rpido hacia l y

    volv a sostener su brazo, intentando, de forma penosa, juntar letras para soltar alguna

    palabra. En mis ojos deba reflejarse la desesperacin.

    El hombre me mir con el ceo fruncido. Escuch una puerta cerrarse tras de m y

    luego la voz del pintor, a mis espaldas. Cerr los ojos y maldije mi mala suerte. Si tan

    solo hubiera confiado ms en el gato. No me gir, continu en aquella posicin mientras

    l se acercaba.

    Lamento no haberlos presentado. Edgar, l es Manuel; amigo personal de la familia. Estaba atendiendo a tu padre cuando desafortunadamente te desmayaste.

    Manuel, dime, cmo sigue mi hijo? Sobrevivir?

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    36

    Siempre lo ha hecho contest el doctor. Su voz era entre profunda y oscura. Me preocupara ms por el joven aqu presente.

    Al joven djamelo a m.

    Eso es lo que me preocupa, exactamente.

    Me pareca de pronto que el doctor no era mi enemigo. No tena una relacin

    especialmente limpia con el pintor. No tena idea en qu se basaba su ttrica amistad,

    pero nada bueno deba contar aquella historia. Me dio cierto temor estar entre aquellos

    dos hombres tan parecidos y distantes, al mismo tiempo.

    Oh Manuel! exclam Chronos. Mir al doctor, tena una actitud a la defensiva. El pintor ya estaba a mi lado, codo con codo. Me sorprendi para

    entregarme la cazadora. Creo que lo necesitas.

    Abr ms los ojos al ser testigo, otra vez, de su sonrisa.

    Te has quedado mudo. Lo que me faltaba.

    Catatnico acot el doctor.

    Se le pasar?

    Algn da, quizs solt de golpe. Me iba a quedar sin habla para siempre?. No le ayudar quedarse aqu, se lo aseguro.

    Chronos solt unas carcajadas.

    Pero dinos Manuel, qu suceder con Teovaldo si el chico, por alguna estupidez de la adolescencia, escapara?

    Manuel me mir fijamente y arque una ceja con indiferencia.

    Morir. Tan cierto, como que hoy llover.

    Tragu saliva. Manuel tampoco era mi amigo. Para nada.

    Gracias Manuel. Eres de mucha ayuda.

    De nada solt con desprecio y se fue.

    Chronos me abraz por sorpresa. Me sobrecogi un miedo enorme. El estmago

    pareca que me lo estuvieran estrujando. Mi garganta albergaba algo como un veneno

    que no poda tragarse. Mi mente no estaba pensando coherentemente, verbos divagaban

    como correr, escapar, esquivar, saltar, llorar, gritar Mis pies flotaban. Mis brazos eran dos hilos cayendo sin sentido del tronco. El miedo era incluso ms grande que el

    hambre.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    37

    Queras escapar Edgar? Dejmoslo en que queras dar un paseo. S? Pues solo debes decirlo. Ponte la cazadora, vamos a dar el paseo que tanto quieres me gui un ojo. Necesitaba salir de todas formas. Tengo algunas cosas que hacer.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    38

    XII

    Chronos me entreg las llaves de la camioneta de pap. Me sent frente al volante,

    mientras l guardaba algunas cosas en el maletero. Despus se sent a mi lado y me

    examin por unos segundos.

    Conduce me orden. Al bosque. Es bueno que conozcas el bosque, si tu padre muere tendrs que ir a enterrarlo.

    Los temblores comenzaron al mismo tiempo que deba coordinar mis movimientos con

    los pensamientos escarbando y comindome el cerebro. Los recuerdos en un tono sepia

    sobre mi padre y mi madre. La idea que en casi un mes podra perderlos a ambos, como

    si me sacaran un brazo completo, sin anestesia ni nada, amputado. Mi pecho era

    alimentado con una bola de fuego ardiente, que jugaba en el interior como si un gato la

    persiguiera. Me sigui una punzada en el estmago. No coordinaba nada. Coloqu el

    coche en primera sin haber encendido el motor. Cerr y abr las ventanas en vez de

    acelerar. Dobl a la derecha en vez de a la izquierda. Fren ms de ocho veces. La

    ltima vez que fren empec a llorar.

    Edgar, esta sensibilidad la heredaste de tu madre. Ella siempre lloraba por todo. Me alegra que tu padre la haya dejado.

    Mis manos empuaron fuertemente el volante. Mis nudillos se pusieron blancos.

    Respir para tranquilizarme y lo mir directo a los ojos.

    Quieres decirme algo?

    Casi estrujando el volante volv mi mirada al frente.

    Me gusta como conduces. Tienes ese toque algo esquizofrnico

    Una nube oscura persegua la camioneta. El doctor tena razn, iba a llover. Las gotas

    empezaron a caer justo cuando entraba al bosque. Era escandaloso el fro que se coma

    la camioneta como una horrenda costra. Empec a acelerar igual que si me poseyera un

    demonio. Los rboles pasaban como sombras a m alrededor. Tena la mente pegada en

    el camino. Poda haber asesinado a una docena de criaturas del bosque con sus familias,

    pero no me importaba en lo absoluto. Los rboles despus de un tiempo parecan ser

    mantas que poda atravesar.

    Aqu dijo el pintor tranquilo. Escuch su voz y fren violentamente. No usaba cinturn y me golpe tan fuerte que qued aturdido por unos minutos.

    Cuando reaccion el viejo pintor, con su cuerpo delgado y fuerza escasa, estaba

    cavando en el suelo humedecido. Tena un impermeable amarillo y unas botas

    del mismo color. Me ofreci una pala cuando baj.

    Empezamos a cavar en silencio. Yo no tena la menor idea de porque estaba cavando,

    pero saba una cosa: me haba ofrecido un arma. Poda fcilmente golpearlo con la pala,

    dejarlo inconsciente en el bosque, conducir frenticamente la camioneta y salvar a pap.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    39

    Era un plan sencillo, pero solo en mi cabeza. En el tiempo real cada movimiento era un

    peligro y yo no estaba exactamente bien de salud.

    S que ests pensando, Edgar dijo el pintor con una sonrisa diablica. Podra ser un buen plan. Podra yo haber cometido un error.

    Sus dudas me golpeaban ms dudas. Era como encontrarme al final de una cadena de

    muchas preguntas y justo la primera pregunta, fuera la respuesta a la ltima.

    Chronos camin hacia la camioneta y sac una bolsa negra de plstico. Era pesada y

    requera su esfuerzo. La carg y la dej en el suelo. Incluso con la humedad, la tierra

    mojada y tantas yerbas alrededor, lleg a mis narices el olor ftido de la muerte. En

    aquella bolsa cargaba un muerto.

    Alejandro Torres, 29 aos, estudiante de arte arroj el contenido de la bolsa al suelo. Eran partes de cuerpo. Logr distinguir una mano con sus cinco dedos y

    una cabeza, o parte de ella: ojos abiertos y una boca desencajada de la

    mandbula, abierta, gritando, con un vaco que me lleg hasta el estmago. Ca

    de rodillas y vomit. Ya no lo recuerdas, cierto? Se acerc y me levant el rostro. No recuerdas al primer muerto que viste? No recuerdas su nombre? No recuerdas su rostro? Vi mi rostro aterrado reflejado en sus ojos transparentes. Tu mente trabaja extraa Muy extraa. Vamos. Tienes que ayudarme a enterrar al joven Torres. Por cierto, el joven Torres y t tienen algo

    en comn: ambos fueron tentados por Rebeca. Una jovencita interesante, aunque

    bastante estpida.

    Solo poda reconocer que mis siguientes movimientos fueron la consecuencia de un

    frenes que me recorri. La ira me golpe el cerebro. Salt sobre Chronos y le golpe la

    cabeza contra el suelo. Dos golpes bestiales con la pala y qued inconsciente. Con las

    manos temblando como un enfermo de Parkinson me dirig a la camioneta. Me qued

    congelado en la nada unos segundos mirando el cadver. Los restos del cuerpo. La

    fragilidad del ser humano. La inestabilidad de la mente y de la carne. ARRANCAme grit una voz en la cabeza.

    Pis a fondo el acelerador. El bosque, la lluvia y el viento, adems del contenido sin

    sentido que rodeaba mi cabeza, me hicieron explotar en un grito cargado de ira. Mi voz.

    Era mi voz regresando a mi garganta. Quizs la libertad abriendo mis poros. La

    coherencia regresando a m. No me quedaba demasiada gasolina, pero el coche tena el

    estanque lleno. Llen el tanque hasta el mximo la ltima vez que nos detuvimos. Tena

    que regresar por el coche. Tena que volver antes de que mataran a pap.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    40

    XIII

    Mi cuerpo estaba dbil y mojado. Senta que mi corazn me golpeaba el pecho y me

    dola todo el cuerpo. Sangraba, tena alguna fractura en la mano y posiblemente estaba

    con el azcar alto. Y ahora que estaba en libertad, haba regresado a la prisin.

    Baj de la camioneta y corr rodeando la casa. No saba exactamente donde estaba

    pap, pero deba ser en una de aquellas habitaciones con tablas en las ventanas. Empec

    a curiosear entre todas. En la quinta descubr a Rebeca, estaba bailando y por

    incoherente que se me pueda tomar, estaba seguro que su baile era una danza, pareca

    una pequea bruja tramando algn maleficio. No me extraara. Ella le dispar a mi

    padre y despus de eso bailaba un poco.

    Una de las ltimas ventanas, era la correcta. Haba una cama y sobre sta, una persona

    inconsciente. Saba que tena que haber una puerta trasera. Era una casa demasiado

    enorme como para tener solo una puerta.

    Cruc por encima de una puerta de madera en el suelo. La puerta tena un candado

    enorme y al atravesarla, escuch dos miedosos golpes. Me dio un susto de muerte.

    Aparecieron tmidamente dos dedos largos entre la madera. Por el largo de las uas y lo

    delicado de la piel: era una mujer joven. Me qued pasmado mirando la puerta en el

    suelo. Deba dar al subterrneo. Record que al cruzar hacia el museo sin nombre y

    apoyarme en la pared, tante todas las seales de una puerta. Tras las pinturas haba

    puertas. Tras las puertas: personas. Personas como Alejandro Torres. Los dedos se

    agitaban y me acerqu a gatas, asustado y con el corazn palpitando desbocado, hacia

    las rendijas de la puerta. Me recost en el suelo y mir curioso. Los ojos verde oliva de

    una mujer me observaban en el silencio religioso de su captura. Ella tena miedo de m y

    yo de ella. Cuando sus labios iban a despegarse para decirme algo, se estremeci por un

    ruido, un sonido que solo ella escuch; su problema. Yo tena mi propio problema,

    pens, distancindome de la caridad, para enfocarme en mi objetivo.

    Encontr la puerta trasera. Con mucha suerte estaba abierta. Ingres intentando callar

    la sonoridad de mi cuerpo: mi estmago quejndose, mis huesos oxidados, mi

    respiracin agitada, mi corazn palpitando acelerado, mis dientes castaeando por el

    fro y los deseos horribles de toser o estornudar.

    La puerta me llev hacia la cocina. Era grande, pero estaba sucia y conservaba aquel

    aire antiguo de la casa. Una gran cocina, un enorme horno antiguo de piedra, un

    lavaplatos viejo que posiblemente tuviera sus trancas antes de funcionar.

    Sorpresivamente y casi llevndose mi vida, el gato salt sobre la mesa de la cocina y

    empez a maullar. Mientras ms intentaba callarlo, l se estrellaba contra mi mano

    buscando cario y ronroneaba.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    41

    Sal rpido de la cocina, pero el gato me sigui, como si buscara vigilarme. Camin

    esquivndolo para no pisarlo, pero se me cruzaba entre las piernas. Llegu hasta la

    habitacin correcta y abr la puerta. Me inquiet que la primera figura que apareci era

    el doctor. No era mi amigo, pero tampoco mi enemigo. No quera ayudarme, pero

    tampoco pareca interferir en ello. Tampoco saba porque haba regresado.

    Despertar me dijo en secreto y apoy una mano en mi hombro. Te ves muy mal lo sabas? Asent varias veces. No le digas a Chronos que regres aunque supongo que si vuelves a verlo, tienen cosas ms importantes que discutir.

    Pas por mi lado y continu su camino. Necesitaba detenerlo con algo. Necesitaba que

    me explicara algunas cosas. Era la nica persona con aquel poder en aquella casa.

    Dudas solt mi primera palabra. Me senta algo idiota.

    El doctor se gir y regres algunos pasos. Me indic que guardara silencio y entramos

    a la habitacin con mi padre. l cerr la puerta.

    La juventud y sus dudas resopl y se sent a los pies de la cama. Tu padre era una persona muy curiosa tambin. Cuando ramos ms jvenes, l

    necesitaba siempre una respuesta. Sus dudas ms frecuentes tenan relacin con

    su propio pasado.

    Jvenes? Eran? escarb ms profundo en mi mente, para sacar de all algo de inteligencia. Lo conoca?

    Desde secundaria. No te habl de m? Se supona que ibas a verme a la clnica el otro da, pero te interes ms el museo.

    Son amigos razon para mis adentros.

    Muy buenos. Fuimos grandes compaeros y nos guardamos mutuamente algunos secretos. Sobre todo familiares. Siempre intent protegerte, Edgar. Te

    separ de su vida para que no creciera en ti el veneno, el virus, la plaga, que ha

    germinado en toda la descendencia.

    Las palabras del doctor me inyectaron mucho miedo. Mir el cuerpo inconsciente de

    pap y tom su mano. Sus prpados se movieron, como si buscara la forma de abrirlos.

    Su mano intent tambin tomar la ma. Su cuerpo intentaba con todas las fuerzas

    despertar.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    42

    Tienes idea de qu te estaba protegiendo, Edgar? Del por qu se cambi el apellido a Mora? Sabes cul es el denominador comn de la descendencia de tu

    padre? De la sangre que corre por tus venas?

    Mir otra vez el cuerpo de pap. Su mano ya aferrada a la ma. Sus prpados se

    levantaban y caan, pesados, sin vida. Lo intentaba una y otra vez, con mayor sacrificio

    y empeo. Al final sus prpados quedaron arriba. Tena los ojos abiertos de par en par,

    pero no miraba a nada o a nadie.

    Me enfrent a la mirada oscura de Manuel y respond:

    Locura mi voz pareca cobrar fuerza. Estaba soltando una certeza. Aquella era la nica respuesta posible.

    No discrep l para mi sorpresa. Tena una sonrisa an ms terrorfica que la que caracterizaba a Chronos. Su rostro con sombras macabras. Sus dientes

    algo amarrillos. Sus ojeras que parecan comerse los ojos. No es locura lo que ata. No son locos los que se encuentran en el rbol genealgico de los Poe y

    tambin Mora mir a pap, lo que quera decir, que estaba sumndolo a su confesin. Son

    La mano de pap se aferr a mi brazo. Me lo apret tan fuerte que me produca dao.

    Sus uas se enterraban en mi carne.

    Asesinos termin de decir Manuel, casi susurrndomelo en el odo o sisendomelo, como una serpiente venenosa.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    43

    XIV

    Las pocas cosas que poda pensar se obstruyeron por un instante. Dej de respirar por

    unos segundos, porque todo, absolutamente todo, se haba subido a mi pobre cabeza

    descolocada. La mano de mi padre segua aferrada a mi brazo y las palabras de Manuel

    seguan golpendome la cabeza: asesinos, asesinos, asesinos. Toda una lnea ensangrentada.

    Corre fueron las primeras palabras de mi padre, que se las llev con el disparo y las trajo al despertar. Correr dnde? Correr lejos de mi sangre?

    Correr lejos de mi descendencia? Cambiarme el apellido y fingir que

    perteneca a una familia normal?. Corre de aqu tosi y mir a Manuel con desesperacin. Scalo de aqu. Te lo pido.

    Manuel tom su maletn y le dio la espalda. Ni siquiera fue capaz de despedirse de l o

    de brindarle ayuda. Nada. Manuel haba regresado a su silencio y movimientos

    mecnicos. Presenta que no era la ltima vez que vera su rostro, cuando se despidi

    con una mirada profunda y una reverencia seorial.

    Pap, mareado y en shock, logr sentarse en la cama y desconectarse el suero. Me mir

    con miedo y me tom fuerte del brazo, sus ojos se llenaron de lgrimas.

    Tenemos que salir de aqu.

    Asent rpidamente y volviendo en m, me percat que no haba tiempo para grandes

    sermones, confesiones o momentos emotivos. Solo haba tiempo para correr por

    nuestras vidas.

    Ayud a pap rodendolo con mi brazo y con las pocas fuerzas que me quedaban, lo

    llev a la salida. l lloraba para no gritar por el dolor. Tena la camiseta manchada en

    sangre y sus gafas estaban quebradas. Se me revolvi el estmago al entrar en el pasillo

    y vomit. Pap se apoy en la pared para no caer y me miraba con cierta nostalgia.

    La msica que sala de la habitacin en donde estaba Rebeca se apag. El silencio sin

    melodas, me dieron el pie para correr. Pap y yo nos adentramos en una lucha por

    sostener al otro de no caer. bamos lentos, pero con el corazn rpido. Tenamos miedo

    de todos los cuadros, de todos los ruidos y de cualquier error por estpido que fuera.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

    44

    EDGAR escuch el grito bestial de Rebeca a mis espaldas. Me detuve y pap tambin. Suspir con los ojos cerrados. Dej a pap apoyado en una pared

    y me gir hacia la chica loca, que una vez cre poder amar. Dnde crees que vas?

    Empu las manos y camin hacia ella. Rebeca no se qued atrs, avanzaba hacia m,

    rpida y con los ojos inyectados en veneno. Mereca morir, pero yo no mereca

    convertirme en un asesino.

    No! temi pap al notar mis intenciones. Escuch la preocupacin en una simple palabra.

    Cuando Rebeca y yo estbamos frente a frente, ella me ara la cara y yo estrell su

    cabeza contra la pared. Sujet con ambas manos su frgil y alargado cuello. Pataleaba y

    me araaba el rostro. Yo sangraba, pero el dolor en aquellos minutos haba desaparecido

    por completo. Era como una carne sin ninguna sensibilidad. Los cabellos despeinados

    de ella me recordaron la primera vez que la vi en el bar. Ella hablaba de Chronos

    convenientemente cuando yo pasaba tras su asiento. Ella estaba afuera del bar cuando

    yo tambin sal. Ella apareci tambin cuando me recost en el csped de la

    Universidad. Ella estaba en todos lados para hablarme de Chronos, para mostrarme las

    pinturas, para decirme su direccin, para nublarme la cabeza y para traerme a mi propia

    muerte. Ella mat a Alejandro Torres, otro pobre personaje que crey en la inocencia de

    sus palabras y que sus restos ahora ni siquiera estaban enterrados en el bosque. Nadie

    encontrara aquel cuerpo. Su familia no podra reconocerlo. Pobre alma atormentada!

    Todos aquellos pensamientos, provocaban que mi presin en el cuello de Rebeca fuera

    ms fuerte y mortfera.

    En un segundo yo tena el cuello de ella, y al otro alguien me estaba asfixiando a m.

    La presin que tuvieron en mi cuello era cien veces ms fuerte que las que mis propias

    manos podran ofrecer. Solt a Rebeca y me ech hacia atrs, intentando golpear al que

    me tena sostenido. Pocas cosas eran reales a m alrededor cuando no tena aire. Me

    sostuve del mismo brazo que me tena presionando el cuello y por la desesperacin deb

    arrancarle un trozo de piel completo. La fuerza empez dbilmente a darme espacio

    para respirar, hasta soltarme por sorpresa. Ca inmediatamente de rodillas atragantado

    con la tos y escupiendo sangre al suelo. Sent como el oxgeno pasaba por mi boca, cada

    vez que desesperado quera acapararlo todo.

    Mi padre estaba en el suelo. Haba sido golpeado por Rebeca y se retorca de dolor.

    Ella estaba regaando al que me haba dejado vivir; era Goliat. Cuando Rebeca regres

    para golpear a pap en el suelo, Goliat la sostuvo de la cintura separndola del suelo y la

    carg lejos, interponindose como un muro.

    No vas a matarlo. Deja que se vayan. Basta ya! le deca Goliat enfadado. No me hagas llevarte a casa por las malas.

  • Los ojos de la muerte

    Cristina Argibay Oujo

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    Te matara antes de que me lleves con esa vieja!

    No llames as a mam! Cllate! Le abofete el rostro y ella se quej de dolor. Te vienes conmigo.

    Eran hermanos e increbleme