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Los orígenes del Pacto de Varsovia
El surgimiento de esta alianza contrariamente a lo que se cree no fue en respuesta a la creación de la
OTAN, tampoco fue el resultado del incremento de la amenaza percibida por la URSS por las
crecientes tensiones de la Guerra Fría. Por el contrario, el Pacto de Varsovia en sus inicios fue
considerado por URSS como un mero trámite diplomático para consolidar y fortalecer la red de
tratados bilaterales de asistencia mutua que habían vinculado a la Unión Soviética y sus estados
dependientes en Europa del Este entre sí desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Desde este
punto de vista, la firma del Pacto de Varsovia en 1955 al igual que la inclusión dentro de la OTAN
de Alemania Occidental en el mismo año, no cambio de forma alguna el balance militar existente en
Europa. Pese a esto, la creación del pacto de Varsovia transformo el modo de pensar de los
soviéticos, desde ahora los líderes del Kremlin se acostumbraron a pensar en el largo plazo,
desarrollando de esta forma el concepto de “correlación entre las fuerzas”, una construcción que
tomó en cuenta otros atributos del poder, además de los estrictamente militares (Mastny & Byrne,
2005, p. 2-3).
Desde sus inicios se pensaba que esta alianza, celebrada por la Unión Soviética, Polonia, Alemania
Oriental, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria y Albania en Varsovia, con altos miembros
representativos de Corea del Norte, China y Vietnam del Norte en asistencia como observadores,
estaba destinada al fracaso. Esto se debía a que inicialmente los contenidos militares de esta alianza
eran rudimentarios, puesto que en el documento resultante de la firma del tratado no estaban
consignadas de manera clara y concisa las contribuciones militares correspondientes a cada país
(Mastny & Byrne, 2005, p. 3). Por esta y por otras razones similares los altos cargos militares de la
OTAN creían firmemente que el Pacto de Varsovia fracasaría, es por esto que usualmente se
referían a esta alianza como un “castillo de cartón” que se desplomaría por su propio peso en
cualquier momento, debido a que solamente servía como fachada publicitaria para los intereses de
la URSS en Europa del Este (Schwitzer, 1990, p. 19). Y aunque los militares de la OTAN
finalmente tuvieron razón en hacer estas afirmaciones, nunca se imaginaron los alcances de esta
alianza, que con el tiempo llegaría a convertirse en el dolor de cabeza de los americanos en su
intento de expandir su influencia por Europa.
Nikita Khrushchev, líder de la URSS y autor del proceso desestalinización, ve en el Pacto de
Varsovia una oportunidad para desestabilizar a Europa occidental y de esta forma hacerse parte del
control de la misma. Es por esto que inicia de manera unilateral una reducción del gasto militar de la
URSS y de los países miembros del Pacto de Varsovia1. Esto se debe a que Khrushchev como firme
creyente del irresistible avance del socialismo y de las habilidades del sistema Soviético para
ganarle al capitalismo en una competición pacifica, confía en que reduciendo el gasto militar e
invirtiendo estos recursos en otros sectores le será más fácil vencer al enemigo. Sin embargo, pese lo
anterior Khrushchev comprendió que el Pacto de Varsovia carecía de contenido militar, por lo que
en menos de tres meses mando el Estatuto Secreto del Comando Unificado, que daba poderes
vagamente definidos pero potencialmente vastos al Supremo Comandante Soviético, a los demás
miembros del Pacto para su información. Sin embargo, emitido sin una pretensión de consulta, el
documento fue objeto de resentimiento entre los miembros del Pacto (Mastny & Byrne, 2005, p. 5).
Khrushchev la voluntad del poder
Khrushchev
BibliografíaMastny, V., & Byrne, M. (2005). Cardboard Castle?; An inside history of the Warsaw Pact, 1955-1991.
Budapest & New York: Central European University Press.
Schwitzer, C. C. (1990). Changing Western Analysis of the Soviet Threat. London.
1 Esta reducción del gasto militar de la URSS se denominó en su tiempo como el “primer détente”, palabra en francés que significa relajación o liberación de la tensión (Mastny & Byrne, 2005, p. 2).