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Publicado en Blogs&Docs en 2011 “LOS PASOS DOBLES DE ISAKI LACUESTA” Ingrid Guardiola Isaki Lacuesta cogió sus bártulos, su equipo y se fue a Mali a registrar una acción poético-pictórica protagonizada por el pintor Miquel Barceló y el coreógrafo Josef Nadj. que tenía el deseo de habitar literalmente los cuadros de Barceló, esos terrenos lunares llenos de pigmento, de piel y de polvo. Con el pretexto de ir a testimoniar fílmicamente la preparación y realización de la performance, titulada El paso doble, Lacuesta y su equipo doblaron los pasos y al final acabaron haciendo una ficción y un documental: Los pasos dobles y El cuaderno de barro. El cuaderno de barro Como espectadora, no sabría afirmar si la simiente de la ficción es el documental o a la inversa, pero en todo caso se puede decir que, como en las pinturas-espejo de Barceló (en sus cuadernos pinta siempre una página y la aplasta con la que está encima provocando un desdoblamiento de la imagen), las dos obras son parte de un mismo núcleo duro, lo comparten todo: personajes, espacios y tiempos. El cuaderno de barro es un trabajo de amor y respeto cultural en toda regla. Miquel Barceló (que conoce la cultura de allí de primera mano, pueso que ha vivido muchos años en el país, medio afincado) agrupa a sus amigos y colaboradores para que le ayuden a organizar la performance con Josef Nadj, una actuación que tendrá lugar para toda la gente de la zona. El material de base es el barro, maleable y multiforme, primitivo y austero como lo es la tierra del País Dogón. Barceló y Nadj labran el barro, como los dogones viven de labrar sus áridas tierras, labran construyendo una danza mural y un muro danzante que termina con una metamorfosis de máscaras fangosas que encarnan a dioses más antiguos que los antiguos dioses de las tradiciones occidentales, máscaras más propias del país que de las culturas de origen de los dos artistas. Los niños, hombres y mujeres ríen y aplauden sus gestos en una complicidad total. Los rostros de los niños inundan de bondad y alegría la pantalla, de belleza natural, como la que poblaba el rostro de las mujeres de Burkina Faso en Sans Soleil de Chris Marker o los niños de Herz Frank en Ten minutes older. Filmando la concentrada y maravillada atención de los espectadores, Lacuesta consigue transmitirnos la magia del espectáculo a kilómetros de distancia. Quizás en nuestras casas

LOS PASOS DOBLES DE ISAKI LACUESTA

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Publicado en Blogs&Docs en 2011

“LOS PASOS DOBLES DE ISAKI LACUESTA”Ingrid Guardiola

Isaki Lacuesta cogió sus bártulos, su equipo y se fue a Mali a registrar una acción poético-pictórica protagonizada por el pintor Miquel Barceló y el coreógrafo Josef Nadj. que tenía el deseo de habitar literalmente los cuadros de Barceló, esos terrenos lunares llenos de pigmento, de piel y de polvo. Con el pretexto de ir a testimoniar fílmicamente la preparación y realización de la performance, titulada El paso doble, Lacuesta y su equipo doblaron los pasos y al final acabaron haciendo una ficción y un documental: Los pasos dobles y El cuaderno de barro.

El cuaderno de barro

Como espectadora, no sabría afirmar si la simiente de la ficción es el documental o a la inversa, pero en todo caso se puede decir que, como en las pinturas-espejo de Barceló (en sus cuadernos pinta siempre una página y la aplasta con la que está encima provocando un desdoblamiento de la imagen), las dos obras son parte de un mismo núcleo duro, lo comparten todo: personajes, espacios y tiempos.

El cuaderno de barro es un trabajo de amor y respeto cultural en toda regla. Miquel Barceló (que conoce la cultura de allí de primera mano, pueso que ha vivido muchos años en el país, medio afincado) agrupa a sus amigos y colaboradores para que le ayuden a organizar la performance con Josef Nadj, una actuación que tendrá lugar para toda la gente de la zona. El material de base es el barro, maleable y multiforme, primitivo y austero como lo es la tierra del País Dogón. Barceló y Nadj labran el barro, como los dogones viven de labrar sus áridas tierras, labran construyendo una danza mural y un muro danzante que termina con una metamorfosis de máscaras fangosas que encarnan a dioses más antiguos que los antiguos dioses de las tradiciones occidentales, máscaras más propias del país que de las culturas de origen de los dos artistas. Los niños, hombres y mujeres ríen y aplauden sus gestos en una complicidad total. Los rostros de los niños inundan de bondad y alegría la pantalla, de belleza natural, como la que poblaba el rostro de las mujeres de Burkina Faso en Sans Soleil de Chris Marker o los niños de Herz Frank en Ten minutes older. Filmando la concentrada y maravillada atención de los espectadores, Lacuesta consigue transmitirnos la magia del espectáculo a kilómetros de distancia. Quizás en nuestras casas cerradas llevamos mucho tiempo haciendo de espectadores de demasiado falsos espectáculos y tengamos ya las retinas hipertrofiadas de tanta engañosa representación. En este caso ocurre lo contrario: la mirada de los (algo neófitos) espectadores dogones rebrota ante una representación que da forma a un relato y a una materia poética con la que conviven a diario, pero nadie se la había contado así. Para ver mejor lo que pasa los niños se suben a los árboles, entonces se debió preguntar Lacuesta: ¿por qué no subir también a los árboles a nuestros personajes en la ficción? Los negros albinos posan ante Barceló con gran ternura y fragilidad, ¿por qué no hacerlos partícipes con su ideosincrasia propia también en la ficción? El documental empieza con una historia que cuenta uno de los amigos de Barceló, Amassagou, donde dice que ha escuchado historias de seres medio mujeres, medio peces (una especie de sirenas) que eran comidas por los hombres y, al haberlo escuchado, lo da como real. Ya no es aquello de si non e vero e ben trobato, sino que todo lo “trobato”, “e vero”, sin lugar a dudas. Al ver estos frescos culturales, uno se da cuenta de lo cansada que está nuestra imaginación, nuestra capacidad de fabular, de ahí que tengamos que dar las gracias a Lacuesta y su equipo por llevar esta “pulsión fantástica” a Los pasos dobles.

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Los pasos dobles

Estructura

Los pasos dobles es la búsqueda de un tesoro que no existe, que brilla en su propio proceso de caza sin presa, un juego de espejos donde lo que espejea es la fábula, la confabulación de historias que se entrecruzan sin conclusión posible, una verdadera mise en abyme. Algo cercano a las palabras del sabio Rumi: “¿Quién hace estos cambios? Disparo una flecha a la derecha, cae a la izquierda. Cabalgo tras de un venado y me encuentro perseguido por un cerdo. Conspiro para conseguir lo que quiero y termino en la cárcel. Cavo fosas para atrapar a otros y me caigo en ellas. Debo sospechar de lo que quiero”. Pero también cercano a Las mil y una noches donde Sherezade, la cuentacuentos, se convierte en una heroína al salvar a muchas mujeres y a ella misma de la muerte a través de las historias que va contando al sultán Shahriar. ¿De cuántas muertes cotidianas nos habrán salvado tantos libros, dibujos y películas? Uno se tiene que olvidar de la clásica estructura narrativa del planteamiento-nudo-desenlace y su linealidad argumentativa, Los pasos dobles es una urdimbre de historias en fuga, como ocurre en el Así habló Zaratustra de Nietzsche (uno de los indispensables de Augiéras –el protagonista de la historia-) donde Zaratustra baja de las montañas para hundirse en su ocaso. Un laberinto de historias protagonizado por dogones anónimos, una comunidad de negros albinos, militares, farsantes, pintores y pintores farsantes, bandoleros, concubinas y pueblos fieles a viejos rituales, cabras y fantasmas, entre otros. Umberto Eco en Lector in fábula, proponía la abducción frente a la inducción y a la deducción como forma básica y necesaria de interpretación de los textos, de ahí que Los pasos dobles la gocen más los lectores-espectadores que pacten amorosamente que los que intenten hacer análisis y juicio a toda costa; la vivirán aquellos que alguna vez han perdido el sueño leyendo a Conrad o Stevenson, los que aún son capaces de recuperar la mirada mágica del niño, el que se sorprende de la existencia de cada cosa, por eso Lacuesta afirma: “Los niños están acostumbrados al estilo que propongo, donde no importa tanto el final del cuento como la siguiente aventura . Con ellos no hay que ser muy específico a la hora de contar lo que pasa entre una aventura y otra”. Los niños más cinéfilos, por otro lado, podrán encontrar el rastro de Jarmush (el de The Limits of Control), Passolini (el de la trilogía Las mil y una noches, Los cuentos de Canterbury y El Decamerón), Claire Denis, los Monty Python o Sergio Leone; como decía el crítico Jordi Costa, Los pasos dobles: “un puro western”. En esta tesitura, leer a través de las palabras o de las imágenes, es aventurarse a ilimitados “mundos posibles” con sus múltiples capas de lectura, tantas como lectores.

Personaje e historia

Los pasos dobles es también una suerte de heterobiografía del pintor, escritor y bandolero François Augiéras que, como ya hizo Rimbaud (una de sus influencias) se irá a viajar por Grecia y África a la aventura. Comenta Lacuesta en su diario de rodaje: “Sin duda, el joven Augiéras se veía a sí mismo como una mezcla imposible de fauno, poeta maldito, beduino, santo y pistolero, y siempre procuró vivir acorde con esos modelos extremos”. Augiéras era uno de esos personajes que captivan a Lacuesta por ser capaces de ser muchas cosas a la vez, seres inapresables la vida de los cuales cae en una perpétua ronda de ambiguedades, basculando constantemente entre el mito y la realidad, individuos fantasmáticos cuya leyenda puebla los anales de la historia por encima de los hechos. Por eso no en vano que Lacuesta empezó su carrera cinematográfica encarándose a Cravan, poeta y boxeador la muerte del cual aún es un misterio (Cravan vs. Cravan) o al espectro de Camaron en La leyenda del tiempo. Ciertamente, si algo nos deja el tiempo, esa termita imparable, es la leyenda y esa fue la que le llegó a Lacuesta cuando Miquel Barceló le explicó que Augiéras

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había pintado una especie de Capilla Sixtina en un búnker militar “para que lo descubriera el hombre del siglo XXI”; entonces decidió ir a encontrarlo en el País Dogon y hacer de esta búsqueda el argumento de la película y hacer del pintor mallorquín una especie de narrador omnisciente y mudo que va hilando el relato a través de las pinturas en paralelo a las andanzas de los personajes.

En el principio fue la risa

Los pasos dobles también es un golpe de estado a la gravedad inherente de toda una retahíla de películas de cine europeo (exceptuando Nani Moretti y algunos otros), siendo el tono humorístico una constante. Como comentábamos antes, y como también Jordi Costa se encargó de recordar, hay una huella de los Monty Python inevitable. Neil Postman en Divertámonos hasta morir, decía que la parodia –y ponía de ejemplo a los Python- era una de las dos vías para evitar la muerte de la cultura, siendo la educación la otra. Lacuesta ya los referenció en una “acción de pedagogía anti-pedagógica” –por poco ortodoxa- en el Museo Picasso. A partir de la selección de una serie de videos Lacuesta inventaba el “otro Picasso”, y uno de los vídeos precisamente era un gag de los Monty Python en el que buscaban al pintor en medio de una carrera de ciclismo por la que pasaban todos los “grandes” pintores de la historia. Esta capacidad de desmitificar los forjados mitos (hallando en La vida de Brian su máximo apogeo) a partir de reficcionarlos es algo que Lacuesta hace con maestría. Los personajes de Los pasos dobles también predican o ejecutan en el desierto otra versión de la historia. Es curioso ver cómo en el desierto, donde los elementos en escena se reducen al mínimo, pueden surgir momentos de gran comicidad: pienso en una escena de Gerry en la que uno de los personaje se queda atrapado encima de una roca en el Cañón del Colorado, en La vida de Brian (indiscutiblemente) o en la escenografía principal de Los días felices de Beckett (la protagonista femenina enterrada en un montículo de arena). Una de las escenas de más comicidad es la que está inspirada en El barón rampante de Ítalo Clavino a la vez que en las prácticas de la gente del lugar: Augiéras se hace pasar por un ancestro de un muerto resucitado y decide vivir en un árbol (un baobab) mientras los habitantes de la zona le van llevando ofrendas. El personaje acaba balbuceando palabras incomprensibles y abrazado a los animales como un San Antonio del absurdo. El despliegue de todos estos mundos posibles a partir de poco o casi nada, resulta una refinada obra de ingeniería narrativa. Cuando el espectador intenta preguntarse el “por qué” de todo eso, es cuando la magia se rompe y la posibilidad de un mundo otro (base de la fábula) desaparece y la película se hunde bajo la dictadura del empirismo, la razón y la verosimilitud. Que la endémica falta de imaginación a la que nos ha llevado la sobrerepresentación en imágenes de nuestra sociedad no nos vuelva ciegos a aquellas obras que abordan historias y culturas sin moralismos, más allá de los tópicos, los prejuicios y lo políticamente correcto. Los caminos de la ficción son, o tendrían que ser, inescrutables.